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LA FILOSOFÍA DE BACON

La originalidad de la lógica baconiana consiste en aliar las palabras y los sentidos en cada grado
del proceso cognoscitivo. La razón ha de ayudar a los sentidos en la experimentación, mientras
que las experiencias han de enmarcar el entendimiento. A lo largo de la inducción baconiana,
entendimiento y experiencia están estrechamente ligados, desde los axiomas más particulares a
los más generales. Ni uno ni otra está nunca ausente; ambos coexisten constantemente, pero en
proporciones variables en función del grado de generalidad alcanzado. La reforma de los saberes
a la que aspira Bacon no se reduce, pues, a introducir un poco más de lo sensible en la ciencia,
sino a exigir nuevos criterios, tanto lógicos como experimentales, de validez para el conjunto de
los saberes.

Para que el método baconiano pueda valer para todas las ciencias, hay que delimitar los diferentes
objetos de la naturaleza que son constitutivos de cada una de ellas, y que sirven de fundamento
al proceso inductivo. Este es el objetivo de las clasificaciones establecidas por Bacon entre 1605
y 1623. La organización de los saberes trata de adaptarse a la naturaleza tal como se la concibe
en la época, no a una serie de categorías lógicas. En el caso de la filosofía natural, por ejemplo,
se divide en una parte práctica (investigación de inventos, o de efectos, a partir de los axiomas)
y una parte teórica (investigación de los axiomas, o de las causas, a partir de la experiencia). La
filosofía teórica se divide, a su vez, en física (estudio de las causas eficientes y materiales) y en
metafísica (estudio de las causas formales y finales), mientras que la filosofía práctica se compone
de la mecánica (efectos materiales y eficientes) y de la magia (efectos formales y finales). La física
se divide además en tres ramas, según se considere la naturaleza en su principio, en su sistema o
en su diversidad. Todas estas divisiones llevan la huella del aristotelismo, ya que los cuatro tipos
de causas son una herencia directa del mismo. Sin embargo, esta clasificación lleva a cabo
una ruptura en la ordenación de las ciencias: la metafísica ya no es la ciencia primera y fundadora
que dicta sus condiciones de desarrollo a las demás ciencias; de ahora en adelante, la filosofía
natural se basa en un objeto de estudio autónomo, la naturaleza, que se divide según su relación
con la experiencia. Los axiomas teóricos que produce son regulados por el trabajo experimental
y alimentan a su vez a este último. A un lado, la mina; al otro, los hornos. Es necesario proceder
a un reparto de tareas en el seno del conocimiento, entre los que «excavan» la naturaleza para
explorarla y los que dan forma a los descubrimientos puestos de este modo al desnudo.

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La validez de los saberes depende del acuerdo entre estas dos tareas, de su práctica armoniosa y
equilibrada. La escolástica privilegia demasiado el discurso en detrimento de su contenido
material. Es algo tan absurdo como ver a un herrero golpear sobre el yunque sin material bajo
su martillo. La reforma baconiana no exige otra cosa sino el lanzamiento de campañas de
prospección.

El propósito de esta reforma coincide con la finalidad de las ciencias. Si el cono cimiento lo
guarda celosamente un pequeño círculo privilegiado que no se preocupa de acrecentar su alcance
y su potencia, sino que cultiva el esoterismo y el misterio, el deterioro intelectual acecha a los
hombres. La advertencia vale en particular para la filosofía natural.

Por filosofía natural, entiendo yo una filosofía que no se desvanezca en el humo de las
especulaciones, sutiles o sublimes, sino una filosofía que se ponga manos a la obra y que trabaje
eficazmente para aliviar las miserias de la condición humana. (Bacon 1800 [1623]: 282).

La ciencia ha de servir a la humanidad, en particular la que se ocupa de los asuntos económicos


y políticos, para salir del confinamiento monacal al que la ha reducido el feudalismo. Manejada
eficazmente, puede ayudar al perfeccionamiento de las técnicas, de la medicina, del transporte,
de los cultivos, etc. Descartes retomará, en una fórmula célebre, esta nueva concepción de la
finalidad científica: «Convertirnos en dueños y señores de la Naturaleza». Por supuesto, la ciencia
también tiene como fin la contemplación de la verdad, tal como se da en las investigaciones
teóricas y prácticas. Pero esta verdad sólo encuentra una confirmación en las obras obtenidas a
partir de sus aplicaciones. El profundo cambio social de los siglos XV y XVI atraviesa esta visión:
la burguesía y la monarquía necesitan una ciencia a su servicio para continuar explorando y
conquistando. El frontispicio del Novum Organum es su símbolo: un navío que entra en el
estrecho de Gibraltar con esta cita: «Muchos harán la travesía, y con ello el saber aumentará». La
conquista de nuevos espacios va acompañada de descubrimientos científicos.

Según esta breve caracterización del método baconiano y de su proyecto, la fuente del saber
reside en esta relación constante entre el entendimiento y la sensibilidad, es decir, en una
experiencia razonada de todo tipo de fenómenos. El origen del conocimiento se sitúa en ese
lugar de reflexión en el que la naturaleza viene a manifestarse y a representarse a la inteligencia.
Este espejo significa también aquí, como en todo naturalismo, la reconciliación y unificación de

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la naturaleza en un todo homogéneo. La gran ruptura contenida en la lógica baconiana consiste
más en este inmanentismo que en la defensa de la experiencia. Bacon evita ser un empirista;
construye una lógica que apunta a regular el uso del logos en la ciencia. A cambio, predica sin
cesar la adecuación entre las palabras y la materia, entre la lógica y la práctica, entre el herrero y
la mina; finalmente, hace de la unidad de los fenómenos y de la inteligencia su primer principio.

Tomado de: https://www.elviejotopo.com/topoexpress/francis-bacon/

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