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Núm.

107 (2023)
DOSSIER: Turismo, espacio y arquitectura: dimensiones sociales y políticas
Estudios
De la polivalencia a la segregación. Los espacios del comer-beber-en-compañía, 1759-1875.
Francisco Javier Rueda Córdoba

Escasez, hambre y racionamiento. Una reconstrucción del presupuesto familiar de la clase obrera en el
Gijón de la posguerra.
Verónica Cañal-Fernández, Luisa Muñoz Abeledo

¿Un país sin migrantes? Poder y migraciones interiores en la posguerra española


Miguel Diaz Sánchez

Espacio y género en los poblados de colonización del franquismo


Laura Cabezas Vega

Las uvas de la ira: identidad y lucha de los temporeros españoles en la vendimia francesa, 1960-1977
Sergio Molina García

Dossier
Turismo, espacio y arquitectura: Dimensiones sociales y políticas
Antoni Vives Riera

Arquitectura regionalista, turismo y el anhelo de una vida más auténtica, 1890-1940. Una perspectiva
europea.
Eric Storm

La arquitectura contemporánea de alta montaña destinada a usos turísticos. Los Alpes como fuente de
inspiración paisajística y arquitectónica transnacional (1880-1950).
Joaquim M. Puigvert i Solà

La producción histórica de escenarios vacacionales en las políticas turísticas: la urbanización de S’Agaró


(1916-1949)
Nadia Fava, Marisa García-Vergara
Mirada turística, espacio natural y democratización: Los inicios del ecologismo en Mallorca (1964-80)
Antoni Vives Riera
reordenar la sociedad. georges
valois y la crisis de lo social en el
advenimiento de las masas (1898-1928)
Joan Pubill Brugués

A Antoni Moliner Prada (1948-2020). In memoriam

Lo SoCIAL y LA MoDernIDAD. UnA ProBLeMátICA HIStórICo-HIStorIográFICA

en su ya clásico estudio de 1975 sobre la crisis del estado burgués, Charles S. Maier se
sirvió de una mutación léxica para ilustrar las transformaciones que sacudieron el orden li-
beral: el término “masas reemplazó proletariado”.1 La aparición de las multitudes que des-
cribía Maier era la consecuencia de un proceso histórico que había llegado a su paroxismo
con la consolidación del estado liberal a mediados del siglo xIx. en Francia, la primera
experiencia con las masas tuvo lugar durante el Segundo Imperio, con el derrumbe de la
vieja ciudad medieval y la edificación de las grandes avenidas bajo las órdenes del barón
de Haussmann, prefecto de París; una transformación del paisaje urbano que implicó un
bouleversement de la vida comunitaria y una división espacial según criterios de clase,
donde los antiguos habitantes de la cité medieval se vieron expulsados de un centro histó-
rico que pasó a convertirse en la galería del triunfo burgués.2 La desazón por la ruptura es-
pacial iría de la mano de la creciente demanda política por parte de unas mayorías margi-
nadas que pedían participar o ser representadas en los canales públicos, ya fuera por medio
del sufragio o a través de la acción revolucionaria. La reacción communarde en 1871, lo
que para algunos testimonios no era más que un tumulto, “un exceso de envidia furiosa y de
epilepsia social”,3 demuestra claramente el paso de unos colectivos silenciados e infra-po-
líticos a sujetos políticos.4
La crisis finisecular fue la prolongación más sensible de las problemáticas que esta-
llaron con la consolidación del orden liberal. en esta coyuntura de incertidumbre y angus-
tia, punto de partida de un malestar que cuestionó los pilares de la modernidad liberal-
capitalista durante casi cinco décadas,5 estalló –y se reflexionó sobre– lo que en el
presente artículo se denomina genéricamente como crisis de lo social. esta crisis fue la ex-

1
Charles S. Maier, Recasting Bourgeois Europe: Stabilization in France, Germany and Italy in the decade
after World War I, Princeton University Press, Princeton, 2016, p. 585.
2
David Harvey, París, capital de la modernidad, Akal, Madrid 2008 (2003), p. 146.
3
Maxime du Camp, Les convulsions de Paris, vol. 1, Hachette, París, 1881, p. VII.
4
Martin Breaugh, L’Expérience plébéienne. Une histoire discontinue de la liberté politique, Payot, París,
2007, pp. 307-373.
5
Joan Pubill Brugués, “La ‘necessitat’ d’una alternativa. De la decadència al feixisme (França, 1880-1925)”,
Afers, 31: 85 (2016), pp. 751-773.

Historia Social, n.º 106, 2023, pp. 19-36. 19


presión del desencaje entre las esferas de lo individual y de lo colectivo, nociones contra-
puestas, pero indisociables, en cuya dialéctica porosa se encuentra la base de la moderni-
zación.6 Paradójicamente, cuatro centurias después del despertar de la individualidad,7 y
en contraste con los discursos de un liberalismo hegemónico y triunfante, el desarrollo eco-
nómico, político y cultural dio lugar a una sociedad donde lo colectivo parecía ser el eje de
la vida social, tanto en una dimensión activa, como agente transformador,8 como en una fa-
ceta pasiva, de espectador o consumidor.9
Frente a la anomia que podía causar la inadaptación psico-social a la consciencia co-
lectiva,10 se generó una resistencia individual que la literatura finisecular plasmó magnífica-
mente.11 en Sous l’œil des barbares (1888), el protagonista anónimo de Maurice Barrès se
da cuenta que la única certeza que se puede conocer es la del “yo”.12 este egotismo le ser-
vía para reivindicar “el hombre de genio”.13 La genialidad se convirtió rápidamente en un
objeto social digno de estudio para las incipientes sociología y psicología.14 A través del indi-
viduo creador y vitalista se defendía que la regeneración del cuerpo social provendría de
una nueva élite. gabriele d’Annunzio fue taxativo en declarar que “el mundo es la repre-
sentación de la sensibilidad y del pensamiento de unos pocos hombres superiores que lo han
creado y, por lo tanto, ampliado y ornamentado en el transcurso del tiempo”.15 el rechazo a
lo colectivo no siempre –ni exclusivamente– se circunscribía a una repulsa de clase hacia el
proletariado. en uno de sus relatos decadentistas, Jean Lorrain plasmó perfectamente la
sensación de asqueo hacia la mediocre uniformidad moderna a través de la incomodidad
que sintió el narrador en mezclarse en una corriente de viandantes burgueses.16
Pese a ser una expresión de resiliencia individualista, las proposiciones elitistas de re-
generación no daban la espalda a las masas. tal y como el objetivo del flanêur de Charles
Baudelaire, ese “yo insaciable de no-yo”, era “casarse con la multitud” porque “la multi-
tud es su dominio”,17 los esfuerzos iban destinados a encuadrar y aprovechar el torrente de
energía de las multitudes. el cómo gestionar la atrofia de la identidad individual con la
eclosión de las organizaciones colectivas coparía gran parte de las reflexiones sociopolíti-
cas de la primera mitad de siglo xx. en 1895, gustave Le Bon advirtió que las multitudes
requerían de un “conductor” que las dirigiera y organizara.18 Una década antes, Barrès ya

16
La tipificación entre esferas individual y colectiva fue el resultado histórico de la modernidad: Larry Sie-
dentop, Inventing the Individual. The origins of Western liberalism, Allen Lane, Londres, 2014, p. 347. Pietro
Costa, “La cittadinanza: un tentativo di ricostruzione ‘archeologica’”, en Danilo Zolo (ed.), La cittadinanza. Ap-
partenenza, identità, diritti, Laterza, roma, 1994, pp. 66-69.
17
richard van Dülmen, El descubrimiento del individuo, 1500-1800, Siglo xxI, Madrid, 2016.
18
Susanna Barrows, Miroirs déformants. Réflexion sur la foule en France à la fin du XIXe siècle, Aubier,
París, 1990.
19
Vanessa r. Schwartz, Spectacular Realities: Early Mass Culture in Fin-de-Siecle Paris, University of
California Press, Berkeley, 1998, pp. 202-203.
10
Émile Durkheim, De la division du travail social, Félix Alcan, París, 1893, pp. 139-140.
11
Suzanne nalbantian, Seeds of decadence in the late nineteenth-century novel. A crisis in values, Macmi-
llan Press, Londres, 1984, pp. 11-15. Pierre Citti, Contre la décadence. Histoire de l’imagination française dans
le roman: 1890-1914, PUF, París, 1987, p. 31.
12
Maurice Barrès, Sous l’œil des barbares, Lemerre, París, 1888, p. 30.
13
Maurice Barrès, Le culte du moi. Examen des trois idéologies, Perrin, París, 1892, p. 46.
14
Cesare Lombroso, L’uomo di genio in rapporto alla psichiatria, Fratelli Bocca, Milán, 1894. Max nor-
dau diferenció el egoísmo del comportamiento de un egótico. Max nordau, Dégénérescence, vol. 2, Félix Alcan,
París, 1894, p. 7.
15
gabriele d’Annunzio, Le vergini delle rocce, Fratelli treves, Milán, 1905, p. 28.
16
Jean Lorrain, Sensations et souvenirs, Charpentier, París, 1895, pp. 161-168.
17
Charles Baudelaire, “Le peintre de la vie moderne. III. L’artiste, homme du monde, homme des foules et
enfant”, Le Figaro, 26 de noviembre de 1863, pp. 2-4.
20 18
gustave Le Bon, Psychologie des foules, Félix Alcan, París, 1895, pp. 105-107.
fue testigo de la conexión casi catártica que se produjo entre “el héroe y la multitud” en el
seno de un movimiento populista como fue el boulangista.19 en 1902, Lenin desarrolló la
concepción de partido de vanguardia frente a lo que consideró la incapacidad del proleta-
riado para ir más allá de su determinación de clase.20 en Il Popolo di Italia de 1921, Musso-
lini desarrolló su idea de antipartido como un movimiento de masas encuadrado, subrayando
la estrecha necesidad de vincular la individualidad con la multitud. “Las masas”, escribía,
“siguen disciplinadas las órdenes de los entes directivos”,21 porque, “¿qué haría la masa si
no tuviera su propio intérprete del espíritu del pueblo y qué cosa haría el poeta si no tuviera
el material para modelar?”.22
Le Bon definió este difícil encaje como el acertijo de “la esfinge de la fábula anti-
gua”.23 no en balde, acoplar equilibradamente el individuo en un colectivo no sólo resulta
ser una incógnita táctica para todos aquellos que pretenden vertebrar un movimiento con
la ambición de servirse de las masas, sino que también constituye un enigma académico de
discusión bizantina. Basta con echar un vistazo a los numerosos debates epistemológicos
entre subjetivistas y objetivistas.24 De hecho, la crisis de lo social tiene una recreación per-
fectamente visible en la contestación reiterada hacia los axiomas que se basan en la predo-
minancia de la estructura social a la hora de explicar el funcionamiento de las sociedades.
Lejos de querer ofrecer una respuesta teórica, el artículo se propone plantear esta compleja
problemática histórico-historiográfica con el análisis de un caso concreto: la respuesta al
advenimiento de las masas por parte de george Valois, un individuo elitista, pero altamen-
te consciente de la importancia de los colectivos en la vida moderna.25 A través de los pro-
yectos que desplegó a lo largo de su fructífera carrera como militante de la contrarrevolu-
ción, se pone de relieve la pervivencia temporal de una obsesión personal que no dejaba
de ser, a su vez, la expresión de una preocupación común acerca de un fenómeno social
concreto. De este modo, a partir de una aproximación biográfica, en consonancia con las
nuevas aproximaciones socioculturales,26 se quiere examinar la pulsión paradójica entre lo
individual y lo colectivo en las propuestas para dar solución a la desazón social.

19
Maurice Barrès, L’Appel au soldat, Félix Juven, París, 1900, p. 70.
20
“Sólo un partido dirigido por una teoría de vanguardia puede cumplir la misión de combatiente de van-
guardia” ya que “para ser vanguardia es necesario precisamente atraer a todas las clases”. Vladimir I. Lenin,
¿Qué hacer? Problemas candentes de nuestro movimiento, Progreso, Moscú, 1979, pp. 26 y 89. Ver también:
Denis Monière y robert Davidson, “théorie de la connaissance et théorie du parti chez Lénine”, Canadian Jour-
nal of Political Science, 11: 4 (1978), pp. 803-828.
21
Benito Mussolini, “Il monito”, en edoardo y Duilio Suismel (eds.), Opera omnia di Benito Mussolini,
vol. 17, La Fenice, Florencia, 1955, p. 43.
22
Benito Mussolini, “Il programma fascista”, en edoardo y Duilio Suismel (eds.), Opera omnia, vol. 17,
p. 220. el paso de movimiento de masas a partido de masas provocó tensiones en 1921. Ver: emilio gentile, “the
problem of the party in Italian fascism”, Journal of Contemporary History, 19: 2 (1984), pp. 251-274.
23
“Hay que saber resolver los problemas que nos plantea su psicología o resignarse a ser devorados por
ellas”. gustave Le Bon, Psychologie, p. 90.
24
Patrick Joyce (ed.), The social in question. New bearings in history and the social sciences, routledge,
Londres, 2002, pp. 1-19.
25
Valois intentó convertir la Action Française en una liga de masas antiliberal. Joan Pubill Brugués, “De-
nunciar, agitar, captar i mobilitzar. Discurs anticorrupció i proposta populista en Action Française a principi de
segle xx (1908-1925)”, Afers, 34: 94 (2019), pp. 579-598.
26
Miguel ángel Cabrera, Historia, lenguaje y teoría de la sociedad, Cátedra/Universitat de València, Ma-
drid, 2001. Una interpretación postsocial o de tercera vía es la que ofrece Charles taylor en referirse a “imagi-
narios sociales”. Charles taylor, Modern social imaginaries, Duke University Press, Durham, 2004, pp. 23-25. 21
eL DeSengAño, eL DISFUnCIonAMIento y eL DeSCLASADo. LoS orígeneS De “Lo SoCIAL”
en georgeS VALoIS

De la generación inmediatamente posterior a la derrota en Sedán, el primer contacto con


las masas de georges Valois, nombre de pluma de Alfred-georges gressent (1878-1945),
tuvo lugar durante la marea boulangista. Por aquel entonces, republicano oportunista a tenor
de su abuelastro, el jovencísimo estudiante sentía rechazo por un movimiento que percibió
como “la esperanza de todas las reacciones coligadas”.27 Un parecer curioso, teniendo en
cuenta lo que plantearía cuarenta años después como líder del Faisceau. Con todo, no se-
ría hasta la adolescencia cuando tuvo una experiencia directa –y desoladora– tanto con los
discursos como con las dinámicas sociales. estos grandes desencantos, que lo llevarían pri-
mero al anarquismo inconformista de L’Art Social en 1897, y luego a las orillas de la con-
trarrevolución con la redacción de L’Homme qui vient en 1905, nutrieron un resentimiento
hacia la inoperancia de las élites corruptas y mentirosas que no empleaban cínicamente los
humildes para sus fines.
en 1892, un preadolescente gressent descubrió la hipocresía de la promoción social.
A pesar de que quería cursar estudios superiores, sus familiares le empujaron a buscar un ofi-
cio y labrarse un futuro. esta presión fue muy dolorosa, porque vio en las enseñanzas de
su abuelastro, fiel defensor de los valores republicanos y de la ciencia, con quien visitó la
exposición Universal de 1889,28 una mentira. esta primera toma de contacto con la per-
versidad de la lógica capitalista le hizo darse cuenta de la falacia del “sueño republicano”:
que solo podían ascender socialmente y estudiar los que disponían de rentas.29 Unos años
más tarde, la decepción llegó cuando buscaba en el anarquismo el ideal de sociedad justa
que el republicanismo prometía cínicamente. esta vez, las sinergias del affaire Dreyfus le
mostraron la instrumentalización de las causas más nobles. Fue testigo de cómo la alianza
que se estableció entre obreristas y burgueses republicanos en 1898 pasó vergonzosamente
de la mística a la política.30 Fue consciente que muchos revolucionarios, como él, fueron víc-
timas de una mistificación.31 La mayoría de los dirigentes obreros se revelaron como unos
advenedizos, unos embaucadores, cuya única aspiración era hacerse con un cargo oficial.
Además, los políticos republicanos alentaban convenientemente esta impostura mediante
concesiones sociales inocuas con el fin de legitimar su dominio.32 Su conclusión fue devas-
tadora: el sistema era una perversión.
resulta curioso, pero para nada incoherente, que la diatriba de Valois contra el socia-
lismo parlamentario se parezca a la crítica que hizo rosa Luxemburgo a las corrientes opor-
tunistas pequeñoburguesas de la socialdemocracia.33 no obstante, para sorpresa del contra-
rrevolucionario, las dinámicas negativas no se reducían a las manipulaciones para asaltar
los atriles de la Cámara de los Diputados. Los sindicatos también eran campo abonado
para el engaño. en 1903-1904, Valois fue un testigo prematuro de las injerencias político-
financieras en la vida sindical. Como trabajador en Armand Colin, contribuyó a constituir
un sindicato del ramo de la edición. Sin embargo, los quehaceres internos le dieron la sen-

27
georges Valois, D’un siècle à l’autre. Chronique d’une génération (1885-1920), nouvelle Librairie na-
tionale, París, 1921, p. 37.
28
Ibidem, p. 30.
29
Christophe Charle, Histoire sociale de la France au XIXe siècle, Seuil, París, 1991, p. 213.
30
esta translación sería muy bien descrita por Charles Péguy, Notre jeunesse, Cahiers de la Quinzaine, Pa-
rís, 1910, p. 14.
31
georges Valois, La Monarchie et la classe ouvrière, Ars Magna, París, 2017 (1909), p. 16.
32
georges Valois, D’un siècle, p. 145.
22 33
rosa Luxemburgo, Reforma o revolución, Fundación Federico engels, Madrid, 2006 (1899), pp. 94-97.
sación de que se quería manipular a los afiliados para intereses partidistas cuando, en el
marco del gobierno radical-republicano de Combes, se editaron unos nuevos manuales que
pusieron en valor la ideología dreyfusarde sellada en 1898.34 esta impresión, contrarresta-
da por otros participantes del sindicato,35 no sería exclusivamente fruto de su paranoia. en
1906, Émile Janvion denunció una “distracción pérfida”.36 Incluso georges Sorel, quien
había visto en el sindicato la única organización obrera capaz de hacer frente a la deriva
parlamentaria del socialismo en 1901,37 abjuró de la Cgt por haberse vendido al politiqueo
y a las fuerzas capitalistas.38
estas malas vivencias lo llevaron a buscar una alternativa fuera del progresismo. La
respuesta la encontró en el campo antiliberal, cuyo espacio estaba transformándose a raíz
del progresivo ascendente de la Action française (AF). Las aspiraciones personales del de-
silusionado exdreyfusard casaron perfectamente con las ambiciones de una liga realista
que quería instituir un régimen monárquico acorde con el nuevo siglo. Con esta sincronía
de intereses, gressent entró a formar parte de sus filas en 1906, adoptando el sobrenombre
que le acompañaría hasta sus últimos días.

LA CIUDAD MonárQUICo-SInDICALIStA. ArMoníA SoCIAL BAJo “eL rey DeL trABAJo”


(1907-1914)

Con la pregunta “por qué método de selección serán reclutados” los cuadros del ma-
ñana,39 el realista reflexionaba en La Révolution sociale ou le roi (1907) sobre la piedra de
toque logística que tenía que afrontar cualquier movimiento rupturista. La pregunta no era
baladí. Desde su experiencia como sindicalista, sus compañeros revolucionarios hacían
alusión permanentemente a una revolución que sería la solución a todos los males. Sin
embargo, cuando se les interrogaba sobre cómo escoger los encargados de gestionar la hi-
potética nueva sociedad tras la revolución social, eran incapaces de dar con una respuesta
satisfactoria. en oposición a los titubeos de los revolucionarios, Valois empleó una metá-
fora plástica y evocadora para describir el funcionamiento del perfecto régimen social que
imaginaba. en su sistema, “el rey tiende a mantener los jefes de industria entre dos mura-
llas: por un lado, un poder central absolutamente independiente de los capitalistas, que les
prohíba el pillaje del estado o el uso fraudulento de la protección de los poderes; por otro
lado, una clase obrera fuertemente organizada, vigilando activamente sus derechos adqui-
ridos y tendiendo unánimemente a una mejora de su suerte”.
Lo más singular de su solución es que el equilibrio social no entraba en contradicción
con una identidad de clase fuerte, aunque hubiera matices: “es muy importante remarcar
que aquí esas murallas deben, para producir el efecto que esperamos de ellas, existir más
bien en cada oficio que en toda la extensión de las clases confundidas en una organización
general”.40 el espíritu como colectivo cohesionado era vital para el buen desarrollo social.

34
georges Valois, “Histoire d’un syndicat maçonnique”, Revue Critique des Idées et des Livres, 3: 16 (1908),
pp. 322-338.
35
Para Monatte, la versión de Valois eran entelequias. Pierre Monatte, La lutte syndical, F. Maspero, París,
1976, p. 93.
36
Émile Janvion, La franc-maçonnerie et la classe ouvrière (conferencia del 3 de abril de 1911, Hôtel des
Sociétés Savantes), París, 1912, p. 14.
37
georges Sorel, L’Avenir socialiste des syndicats, Librairie g. Jacques, París, 1901, pp. 102-105.
38
“A finales de 1908, vi que había demasiados políticos”. Carta de Sorel a Lanzillo del 20 de febrero de
1910, en Francesco germinario, “À propos de la correspondance de georges Sorel avec Agostino Lanzillo
(1909-1921)”, Cahiers Georges Sorel, 6 (1988), p. 174.
39
georges Valois, La Révolution sociale ou le roi, nouvelle Librairie nationale, París, 1911, p. 30.
40
Ibidem, pp. 50-52. 23
esta asunción mantenía una estrecha relación con el pensamiento soreliano.41 el teórico
del revisionismo marxista apuntó que una de las causas que habían llevado a anestesiar el
movimiento obrero había sido el abandono de la dialéctica materialista en pro de formas
democráticas y parlamentarias que poco tenían que ver con el conflicto de clases.42 La ex-
periencia en las filas dreyfusardes se correspondía plenamente con lo que Sorel apuntó un
lustro antes. en L’Homme qui vient, la razón del descalabro social y, a la postre, de la de-
cadencia nacional, era la vagancia. el movimiento obrero había inoculado un virus que le
empujaba a aborrecer el trabajo. Los socialistas parlamentarios serían descritos despecti-
vamente como “perros flacos”, famélicos de un sueldo fácil.43 Por esta razón, consideraba
que “el patrón duro es el más querido: paga el trabajo, y uno se siente orgulloso de ser apre-
ciado en el escalafón de la producción”.44

41
Se ha escrito mucho sobre el influjo del sindicalista revisionista en el pensamiento de georges Valois.
Sin embargo, cabe recordar, tal y como apuntó yves guchet, que las obras más paradigmáticas del autor de La
décomposition du marxisme no se publicaron hasta después del affaire Dreyfus. yves guchet, Georges Valois.
L’Action française, le Faisceau, la République syndicale, L’Harmattan, París, 2001 (1975), p. 56. De hecho, la
filípica contra los “demagogos” de Sorel después del desengaño precede o, como mínimo, es coetánea a la vi-
sión que Valois plasmó en L’Homme qui vient.
42
georges Sorel, “L’ethique du socialisme”, Revue de métaphysique et de morale, 8 (1899), p. 286.
43
georges Valois, L’Homme qui vient, nouvelle Librairie nationale, París, 1906, p. 213.
24 44
georges Valois, La Révolution, p. 51, nota a pie de página.
La ciudad nacional funcionaba a través de las pulsiones de clase. es importante retener
esta apreciación porque era una concepción transgresora sin parangón alguno con otras so-
luciones antiliberales. ninguna de las opciones que barajaba la AF con el fin de captar los
obreros desafectos con la política republicana consideraba la necesidad de una polarización
de identidades en lo social. no en balde, esta singularidad ha valido que se haya definido
simplistamente durante muchos años a Valois como “un maurrasiano de izquierdas”.45 Fir-
min Bacconnier y su Accord Social trabajaban por una anulación del sentimiento de clase.
Su propuesta corporativista no admitía que se animara la concordia social promoviendo
sindicatos patronales y obreros.46 Los jaunes de Pierre Biétry, por otro lado, suponían una
visión paternalista del buen obrero conducido por un patrón amable.47 Los católicos antili-
berales con vocación social, como georges de Pascal, quien introdujo el pensamiento de
Sorel en los círculos de la liga realista, defendía una jerarquización corporativa del orden
social mediante una organización profesional.48 en cambio, Valois proponía mantener el
orden social con un “árbitro soberano de los conflictos sociales”, “ya que el rey no es ni
una clase ni un partido. está por encima de las clases y no conoce los partidos”. ese “rey
del trabajo y de la Producción” actuaría como el “Señor de la Paz”, cuya acción mediadora
“debe no solamente favorecer, sino provocar el desarrollo integral de la organización obrera,
haciendo hincapié a todo lo que le da su carácter obrero: su espíritu de clase”.49
todas estas apreciaciones convergirían en su crítica acérrima a la insurrección popu-
lar que estalló en Cataluña en 1909, conocida como la Semana trágica. Valois volcó todo
el resentimiento que acumuló en las postrimerías del affaire Dreyfus para atacar un clima
social de protesta que consideraba artificioso. Lo más interesante de su análisis social es
que reproducía el planteamiento de imitación de Le Bon. esta perspectiva le permitía exo-
nerar a la masa iracunda. Consideró que los tumultos en Barcelona, bajo la forma de vio-
lencia y quema de conventos, eran la obra de unos instigadores que habrían desviado la
atención hacia cauces anticlericales para no dar respuesta a las demandas sociopolíticas.
Del mismo modo, el antiguo anarquista se refirió a la incitación de unos agitadores que
habrían atizado los ánimos e inducido a ocupar las calles de París para condenar el ajusti-
ciamiento de Francesc Ferrer i guàrdia, verdadero cabeza de turco. esos cabecillas eran
fácilmente identificables; eran los mismos impetuosos que promulgaron la alianza con los
republicanos en 1898 y coparon los puestos en la administración a partir de 1900: “el judío
naquet”; el “profesor necesitado” Laisant; Charles-Albert, el “anarquista intelectual” pe-
queñoburgués que “sirve a la Masonería”; el “carbonaro extraviado” Malato; Jaurès, el
“maestro de la revolución” y el “jefe de bandas” Hervé.50 este mismo argumento fue suscrito
por georges Sorel, quien en el periódico L’Action Française declaró que “el anticlericalismo
de la población barcelonesa no es una explicación aceptable” porque es “un sentimiento
casi tan artificial en españa como en Francia”.51

45
Pierre Milza, Fascisme français. Passé et présent, Flammarion, París, 1991 (1987), p. 94. esta descrip-
ción no hace justicia a alguien que estuvo muy preocupado por dar respuesta a la conflictividad social y a la or-
ganización de las masas desde una perspectiva nacionalista, pero manteniendo un bagaje cultural e ideológico
que provenía de una tradición izquierdista. en buena medida, el influjo maurrasiano en Valois fue igual o superior
a la aportación de este al nacionalismo integral.
46
Firmin Bacconnier, “notes sociales. La Confédération générale du Patronat”, L’Accord Social, 5-14 de
agosto, p. 1.
47
esta concepción era aupada por empresarios y políticos conservadores y nacionalistas. en un informe del
18 de agosto de 1906. F7 12793. Archives nationales (An).
48
georges de Pascal, “Chronique sociale. Les déviations du mouvement social”, L’Action française, 16 de
julio de 1908, p. 3.
49
georges Valois, La Révolution, p. 54.
50
georges Valois, Histoire et philosophie sociales, nouvelle Librairie nationale, París, 1924, pp. 191-196.
51
Pierre gilbert, “Une conversation avec M. georges Sorel. Ferrer et Briand”, L’Action française, 29 de
septiembre de 1909, p. 2. 25
La clave antipolítica es indisociable de la forma en que se abordaba la cuestión social.
De hecho, gracias a su crítica, supo conectar sus experiencias con otros espíritus obreristas
hastiados, como Sorel y su pupilo más aventajado, Édouard Berth, con el fin de colaborar
con un proyecto intelectual antiliberal que uniera realistas nacionalistas y sindicalistas re-
volucionarios. Esta alianza tendría como primer ensayo el proyecto La Cité française, una
revista prevista para finales de 1910. En el manifiesto original, la diagnosis de los males
sociales era clara: “la experiencia contemporánea enseña que la democracia constituye el
peligro más grande para todas las clases sociales de la ciudad, principalmente por las clases
obreras” porque “la democracia confunde las clases, con el fin de permitir a algunas bandas
de políticos, asociados a financieros o dominados por ellos, la explotación de los producto-
res”. En consonancia, proponían que “se debe organizar la ciudad fuera de las ideas demo-
cráticas, se deben organizar las clases fuera de la democracia, pese a ella y contra ella”.52
Las nociones que se vieron truncadas en 1910 fueron reanudadas satisfactoriamente en el
Cercle Proudhon,53 un grupo impulsado por Valois “que tenía como objetivo el examen de
los problemas económicos y sociales, entre nacionalistas y sindicalistas”.54 Entre 1911 y
1914, el círculo se dedicó a analizar el conflicto social desde un prisma que combinaba el
maurrasismo y el sorelismo bajo el patronazgo del pensamiento de Proudhon.
Como exponentes de la nueva derecha contrarrevolucionaria, los miembros del Cercle
Proudhon eran plenamente conscientes de la importancia de la cuestión social. En este senti-
do, no debe extrañar que Valois lamentase que “la familia obrera se ha casi disuelto. Las cla-
ses obreras solo han podido formar masas caóticas, sin poseer ninguna formación de resis-
tencia contra la explotación capitalista”, cuyos anhelos “sólo pueden encontrar expresión en
movimientos de sentimiento por los cuales son liberadas a los demagogos y a los políti-
cos”.55 De algún modo, se hacían eco de la premonición que Ernest Renan aventuró en 1893:
que “las cuestiones sociales no serán suprimidas”, sino todo lo contrario: “ellas prevalecerán
cada vez más sobre las cuestiones políticas y nacionales”.56 Este parecer no entraba en con-
tradicción con la divisa del nacionalismo integral de “primero la política”,57 ya que para re-
mediar los desajustes socioeconómicos, era imprescindible subvertir primero el orden políti-
co. Y conseguirlo implicaba atraer las masas hacia el antiliberalismo. En consecuencia, no
era incoherente que algunos realistas alabaran la teoría del mito soreliano,58 ni que sindica-
listas revolucionarios criticaran a su vez el régimen democrático.59 Como hizo notar Albert
Vincent, “las multitudes pasan con extrema facilidad del chovinismo al herveismo y vice-
versa”.60 Se trataba de encauzar la energía vital de las masas y encauzar sus pulsiones hacia
la regeneración del cuerpo nacional. Berth, bajo el pseudónimo de Jean Darville, no pudo ser
más tajante: “en la actualidad, el patriotismo revolucionario es una cuestión social de primer
orden” porque “la guerra, en determinados casos”, señaló pocos años antes del inicio de la
conflagración, puede ser “un acontecimiento revolucionario de primer orden”.61,

52
Édouard Berth, Georges Sorel, Jean Variot, Pierre Gilbert, Georges Valois, “Déclaration de la ‘Cité Fran-
çaise’”, en Pierre Andreu, Notre maître, M. Sorel, Bernard Grasset, París, 1953, pp. 327-328.
53
Georges Navet, “Le Cercle Proudhon (1911-1914). Entre le syndicalisme révolutionnaire et l’Action
française”, Mil neuf cent, 10 (1992), pp. 46-63 y Géraud Poumarède, “Le Cercle Proudhon ou l’impossible syn-
thèse”, Mil neuf cent, 12 (1994), pp. 51-86.
54
Georges Valois, D’un siècle, p. 255.
55
Georges Valois, “La bourgeoisie capitaliste”, Les Cahiers du Cercle Proudhon, 5-6 (1912), p. 244.
56
Ernest Renan, Histoire d’Israël, vol. 5, Calmann Lévy, París, 1893, p. 422.
57
Charles Maurras, “Pour les Cloches de Suresnes”, L’Action française, 14 de abril de 1908, p. 1.
58
Gilbert Maire, “La philosophie de Georges Sorel”, Les Cahiers du Cercle Proudhon, 2 (1912), pp. 79-80.
59
Berth acusó los guesdistas de querer iniciar una insurrección para establecer una “social-democracia”.
Édouard Berth, Les nouveaux aspects du socialisme, Marcel Rivière, París, 1908, p. 4.
60
Albert Vincent, “La famille chez Proudhon et la démocratie”, Les Cahiers du Cercle Proudhon, 3-4 (1912),
p. 147.
61
26 Jean Darville, “Les satellites de la ploutocratie”, Les Cahiers du Cercle Proudhon, 5-6 (1912), pp. 189-191.
LAS exPerIenCIAS De LA gUerrA: eL eSPírItU teCnoCrátICo De LA VICtorIA (1917-1924)
Condecorado pero convaleciente por una enfermedad, Valois regresó del campo de
batalla de Verdún convencido que “aquella gloriosa mañana del 2 de agosto de 1914”,
cuando Francia había demostrado “el espectáculo de un despertar de su energía”, no había
sido un espejismo.62 Si descubrió el poder de la autoridad para ordenar la sociedad durante
su servicio militar en Fontainebleau en 1898, en la trinchera fue consciente de la funciona-
lidad de la jerarquía. Por más contradictorio que pueda parecer, a pesar de la verticalidad a
la que obligaba el mando en la toma de decisiones, el uniforme producía una camaradería
donde el oficial era a la vez un hermano mayor, con autoridad, pero un compañero frater-
nal.63 Las impresiones de hermandad no eran exclusivas de la percepción de un hombre
contrarrevolucionario. Un activista socialista como el coronel Louis Barthas ratificó que
“la escuadra es una pequeña familia, un hogar de afecto donde reinan entre sus miembros
vivos sentimientos de solidaridad, de dedicación, de intimidad, donde el oficial y el simple
sargento se excluyen ellos mismos”.64 Según dedujo el ligueur realista, el origen de la
amistad fraternal se encontraba en el hecho que “el mecanismo divisor de la elección no
entraba en acción”, cosa que “da la sensación de la fraternidad que reina en Francia una
vez hayamos eliminado completamente la democracia”.65
entre compañeros de armas, no solamente confirmó sus convicciones antiliberales.
Las noches en el campo de batalla le hicieron distinguir entre “la clase concebida en el plano
social y la clase concebida en el plano económico”. “La primera existe”, sentenciaba, mien-
tras que “la segunda es un mito”.66 Con la aceptación de la jerarquía dentro de una camara-
dería transversal, Valois negaba la solidaridad en tanto que producto de la clase, vinculán-
dola a la obediencia al rango. en este sentido, su experiencia bélica radicalizó aún más el
ascendente proudhoniano, como se aprecia en el contundente “¡viva Proudhon contra
Marx!” de la introducción en L’Économie Nouvelle (1919).67 en el fondo, había una cuestión
práctica que explicaba el repudio de la visión marxista: la organización de la postguerra
requería que se abandonara la “noción de antagonismos y de solidaridades que hacen im-
posible la producción”.68 en cierto modo, Valois rectificaba con la aserción que había sido
su idea-motriz entre 1907 y 1914. Sin embargo, no hubo ruptura, sino acomodación de ideas.
ocho años después, recuperó la ley del mínimo esfuerzo que había presentado en L’Homme
qui vient para conceptualizar el principio de la constricción mutua, base del planteamiento
sindico-corporativo que pondría en marcha con la Confédération de l’Intelligence et la
Production Française (CIPF) en 1920. Su apuesta hacía parte de la oleada neocorporativa
de los años 20 tan bien estudiada por Matteo Pasetti.69 el interés por la organización cor-
porativa se entiende en un contexto donde, a través de una guerra total que incitó la revo-
lución social en diversos estados, los coetáneos fueron testigos de la caducidad de las ins-
tituciones parlamentarias para hacer frente al potencial de las masas.70

62
georges Valois, D’un siècle, p. 264.
63
georges Valois, Le Cheval de Troie: réflexions sur la philosophie et sur la conduite de la guerre, nouvelle
Librairie nationale, París, 1918, pp. 112-114.
64
nota del 27 de septiembre de 1915, en Louis Barthas, Les carnets de guerre de Louis Barthas, tonnelier,
1914-1918, F. Maspero, París, 1978, p. 175.
65
georges Valois, D’un siècle, p. 273.
66
georges Valois, D’un siècle, p. 246.
67
georges Valois, L’Économie Nouvelle, nouvelle Librairie nationale, París, 1919, p. 9.
68
georges Valois y georges Coquelle, Le Point. Intelligence et production: la nouvelle organisation écono-
mique de la France, nouvelle Librairie nationale, París, 1920, p. 25.
69
Matteo Pasetti, L’Europa corporativa. Una storia transnazionale tra le due guerre mondiali, Bolonia Uni-
versity Press, Bolonia, 2016. Alain Chatriot, “georges Valois, la représentation professionnelle et le syndicalisme”,
en olivier Dard (ed.), Georges Valois, itinéraire et réceptions, Peter Lang, Berna, 2011, p. 67.
70
Charles S. Maier, “Preface to the 1988 reprinting”, Recasting Bourgeois, p. xxII. 27
El planteamiento de la CIPF era tan singular como acorde a los tiempos. La apuesta
neocorporativa iba encaminada a encarrilar esa energía transformadora que estalló con la
Gran Guerra, lo que Mussolini llamó la fuerza de la “trincerocrazia”,71 y que el estado li-
beral no había sido capaz de canalizar. En ese doble eje de colaboración social inspirada
por la guerra y de eliminación de los factores políticos como causa del desequilibrio socio-
económico, la respuesta de Valois tenía una personalidad propia que, en contraste con las
demás formaciones y concurrentes, da una idea suficientemente nítida de cómo el econo-
mista autodidacta comprendía la crisis de lo social en la inmediata postguerra. Valois atacó
severamente la Confédération Générale de la Production Française (CGPF), impulsada
en 1919 por Louis Loucheur, ministro de la Reconstrucción Nacional, y con vinculaciones
con Clémentel, ministro de Comercio e Industria, y el hermano del magnate del imperio
automovilístico Citroën.72 Como organización patronal que reunía empresarios y barones
de la industria, la CGPF representaba todo lo que la CIPF quería eliminar: la imbricación
entre el dinero y la política.73
Por esta misma razón, también combatió la Union des Syndicats des Techniques de
l’Industrie, du Commerce et de l’Agriculture (USTICA), fundada en marzo de 1919.74 Cons-
cientes del uso de categorías como el de productor que difuminaban el espíritu de clase, y
para evitar caer en errores como el de los revolucionarios bolcheviques, algunas voces sin-
dicalistas pidieron absorber los técnicos, el “tipo intelectualizado de productores”,75 “dentro
de las filas de la clase obrera” y eliminar la “clase-tampón” que se había convertido en los
“fieles perros guardianes” del capital.76 La USTICA aportaba cuadros técnicos en el conse-
jo económico del trabajo que había impulsado la CGT y que tenía que agrupar asalariados,
consumidores, cuadros y funcionarios sindicados.77 Frente a este modelo, Valois quiso con-
trarrestar un sindicato que consideraba que animaba el espíritu de clase y que sólo enten-
día la producción como la suma de mano de obra y la técnica.78
Igual de hostil se mostró con otros planteamientos más heterodoxos. Pese a la descrip-
ción que hizo Allen Douglas de Valois como un “utópico que lo ignora”,79 su visión era
mucho más pragmática que la de la mayoría de concurrentes. Bajo el punto de vista del li-
gueur, la concepción neo-saintsimoniana, en auge a través de la revista Le Producteur, era
“una plutocracia que utilizaba intelectuales bien alimentados gobernando las clases obre-
ras”.80 Tampoco veía con buenos ojos la Confédération Française des Travailleurs Chré-
tiens (CFTC), formada a finales de 1919.81 Esta agrupación confesional, que apostaba por

71
Benito Mussolini, “Trincerocrazia”, en Edoardo y Duilio Suismel (eds.), Opera omnia di Benito Musso-
lini, vol. 10, La Fenice, Florencia, 1952, pp. 141-142.
72
Georges Valois, “L’Économie nouvelle. Ventres dorés et préfets rouges”, L’Action Française, 17 de mayo
de 1920, p. 4.
73
Georges Valois, “L’Économie nouvelle. Le cas Loucheur”, L’Action Française, 6 de octubre de 1919, p. 3.
74
Marc Descostes y Jean-Louis Robert (dirs.), Clefs pour une histoire du syndicalisme cadre, Ouvrières,
París, 1984, pp. 73-81.
75
Maxime Leroy, Les techniques nouvelles du syndicalisme, Garnier, París, 1921, p. 37.
76
Pierre Besnard, “Discours de Besnard”, en XXIIe congrès national corporatif (XVIe de la C.G.T.): tenu à
Lille du 25 au 30 juillet 1921: compte-rendu des travaux, Impr. “L’union typographique”, Villeneuve-Saint-
Georges, 1921, p. 183.
77
Georges Valois, “La participation de l’U.S.T.I.C.A.”, La Voix du Peuple, octubre de 1919, p. 601. Roger
Franq, Le Travail au pouvoir. Essai d’organisation technique de l’État démocratique, La Sirène, París, 1920.
78
Georges Valois, “L’Économie nouvelle. Moyens de création économique”, L’Action française, 19 de ene-
ro de 1920, p. 4.
79
Allen Douglas, “Ruptures et continuités. À la recherche de Georges Valois”, en Olivier Dard (ed.), Geor-
ges Valois, p. 26.
80
Georges Valois, “Le néo-saint-simonisme”, L’Action française, 28 de junio de 1920, p. 4.
81
Michel Launay, La CFTC, Origines et développement 1919-1940, Publications de la Sorbonne, París,
28 1987, pp. 28-29.
“agrupar diversos elementos de la producción en asociaciones separadas con una indepen-
dencia absoluta, pero ligadas por comisiones mixtas”,82 pecaba, según Valois, de adoptar las
reclamaciones de los revolucionarios cegetistes, como la ley de las ocho horas.83 A su vez,
aparecieron organizaciones que competían con su idea de agrupar profesionalmente a los in-
telectuales. en 1920, se crearon la Confédération des Travailleurs Intellectuels (1920), bajo
el amparo de la Iglesia,84 y la agrupación de los Campagnons de l’Intelligence.85 Un año des-
pués, Henri Massis impulsó la Confedération Professionnelle des Intellectuels Catholiques.86
La apuesta por una organización autoritaria como la CIPF se explica por la urgencia
con la que Valois quería oponerse tanto al “régimen de la libertad económica”, que “nos
ha valido una famosa explotación de las flaquezas humanas que han absorbido los esfuer-
zos de un número enorme de trabajadores”, como a la alternativa bolchevique, donde una
“producción libremente liberada” origina “la baja enorme de la producción y, paralela-
mente, derroche, malversación de productos y de comestibles por todos lados”.87 en este
esquema, era indispensable el mando de una individualidad capaz que se impusiera “a si
mismo el esfuerzo de dirección y de organización que requiera la realización de sus con-
cepciones”.88 A fin de atenuar las tensiones entre lo colectivo y lo individual, Valois desa-
rrolló la noción de productor, una categoría transversal que superaba la división de clase
en el ámbito económico. en buena medida, proseguía con la idea planteada por Sorel en
1903 sobre “los nuevos directores”. Valois conjugó la teoría soreliana de “la industria pro-
gresiva”, “la combinación perfecta de la ciencia y de la producción –del laboratorio y del
taller– de las cualidades del inventor y del ejecutor”,89 con sus reflexiones sobre el progre-
so tecnológico aplicado en la producción durante los tiempos de guerra. era una visión técni-
ca que buscaba promover una “unión general de todos los productores donde, en diferen-
tes niveles de la vida económica, corporativa, regional y nacional, los sindicatos obreros y
los patronales se encuentren con total independencia”.90 en cierta medida, el modelo con-
ceptual de Valois preconizaba la tercera vía fascista, aunque años después viera que su pro-
yecto sindico-corporativo y el modelo implementado por el fascismo italiano mantenían
diferencias notables.91
A pesar del énfasis en las cuestiones financieras a partir de 1919, Valois nunca olvidó
que paliar los desastres socioeconómicos pasaba por subvertir el régimen político. en
1923, presentó una campaña antiparlamentaria para impulsar los estados generales. Se
trataba de una apuesta de reorganización, en base a principios tecnocráticos, de la repre-
sentación de intereses con el fin de reflejar fielmente las aristas de las fuerzas productoras

82
“Circulaire nº 8. Confédération française des travailleurs chrétiens”, Syndicalisme chrétien, 31 de mayo
de 1920, París, p. 43.
83
georges Valois, “L’Économie nouvelle. Le rôle des Catholiques dans la réorganisation économique. Deu-
xième article”, L’Action française, 14 de junio de 1920, p. 4.
84
José germain, Le syndicalisme et l’Intelligence, organisation du travail intellectuel depuis la guerre, Li-
brairie Valois, París, 1928, p. 88.
85
“Les Compagnons de l’Intelligence”, Le Matin, 10 de marzo de 1920, pp. 1-2. gilles Le Béguec, “Alfred
de tarde et le syndicalisme des intellectuels”, Bulletin de la Société des Lettres, Sciences, et Arts de la Corrèze, 96
(1993), pp. 171-185.
86
Henri Massis y François Hepp, “La Confédération professionnelle des intellectuels catholiques”, La Do-
cumentation catholique, 108 (1921), pp. 526-529.
87
georges Valois, L’Économie, pp. 60 y 74.
88
Ibidem, p. 101.
89
georges Sorel, Introduction à l’économie moderne, Marcel rivière, París, 1922 (1903), p. 220.
90
georges Valois, La Réforme économique et sociale, nouvelle Librairie nationale, París, 1918, p. 48.
91
georges Valois, L’Homme contre l’Argent: Souvenirs de dix ans, 1918-1928, Librairie Valois París, 1928,
p. 269. Mazzini Pavesi, Giorgio Valois. Teorico del sindacalismo. La sua vita. Le sue idee, Stablimenti Polgrafici
riuniti, Bolonia, 1929, p. 89. 29
de la comunidad nacional.92 La preocupación sobre la caducidad de las instituciones parla-
mentarias era extensible a algunos sectores republicanos que dudaban del funcionamiento
del estado liberal. Por ejemplo, el periodista Henry de Jouvenel propuso “acercar el Parla-
mento a la nación instituyendo la representación de los intereses y las competencias”.93 no
obstante, el contacto con estos grupos de “jóvenes católicos”, “jóvenes radicales” y “jóve-
nes socialistas”, todos esos “hombres del nuevo orden”, no se produciría hasta el primer
tercio de 1928,94 después de la implosión del Faisceau. Por aquel entonces, Valois medita-
ba en incorporar las ideas motrices tecnocráticas de la CIPF y de los estados generales en
un proyecto político de masas que, a partir de 1924, tomaría la forma de la expresión fran-
cesa del fascismo.

eL nUeVo orDen FASCIStA o LA UtoPíA DeL PrAgMAtISMo rACIonAL (1924-1928)

en la larga introducción de La Révolution Nationale (1924), la primigenia obra del


fascismo francés, Valois volvió a retomar la metáfora de la ciudad para presentar su régi-
men ideal. Debido a una ilusión, “todos los bienes materiales de la Ciudad pasan entre las
manos de la burguesía: es esto lo que crea la ilusión que ella es la grande y única creadora
de la Ciudad. Ilusión, digo, terrible ilusión que ha causado los más grandes errores políticos
y sociales del siglo anterior”.95 “La Ciudad”, es decir, el estado nacional, “está por encima
de los partidos y de las clases” y “recluta su estado mayor tanto en una clase como en la
otra”.96 esta visión transversal de la sociedad bajo el cuadro teórico de los productores
como agentes sociales interclasistas sería la piedra de toque de su concepción del nuevo
orden. “La nación democrática, liberal y burguesa”, afirmaba, “la nación moderna, ha sido
la negación de los vínculos sociales”.97 Su punto de partida, por lo tanto, era diametral-
mente opuesto al criterio liberal-capitalista que “divide la ciudad en clases sociales enemigas,
y cuya vida social obstaculiza la vida económica”.98
tras la ruptura en agosto de 1925 con la AF,99 la concepción social de Valois no varió
un ápice. Continuaba impertérrito con su impresión que “estamos dentro de la crisis” finan-
ciera y que, “por lo tanto, estamos en acción”.100 Su acción consistía en formar un “nuevo
mundo” que superara la violencia social fruto de la desigualdad económica a través de un
estado nacional, un “estado pacífico y pacificador” que actuara como “la protección del
trabajador, del artesano, del sabio”.101 La solución a la cuestión social continuaba siendo
drásticamente simple: “al régimen de asambleas irresponsables, le será substituido el régi-
men de los jefes responsables”.102 Si se extirpaba lo político de la vida civil, la paz social

192
georges Valois, “L’Économie nouvelle. Vers les États généraux”, L’Action française, 11 de diciembre de
1922, p. 4.
193
Henry de Jouvenel, “Si nous ne parvenions plus à nous brouiller entre Français!”, Le Matin, 2 de novem-
bre de 1922, p. 1.
194
georges Valois, L’Homme contre, p. 2.
195
georges Valois, La Révolution Nationale, nouvelle Librairie nationale, París, 1924, p. 44.
196
Ibidem, p. 49.
197
georges Valois, La Politique de la victoire, nouvelle Librairie nationale, París, 1925, p. 46.
198
georges Valois, Le fascisme, Ars Magna, París, 2018, p. 102.
199
Sobre la ruptura, así como una biografía del personaje, ver: yves guchet, Georges Valois; Allen Douglas,
From fascism to libertarian communism. Georges Valois against the Third Republic, University of California
Press, Berkeley, 1992; Joan Pubill Brugués, “georges Valois o la in-coherencia de un in-conformista: Un viraje
hacia el fascismo (1880-1925)”, Historia y política, 38 (2017), pp. 195-228.
100
georges Valois, La Politique, p. 101.
101
Ibidem, p. xxx.
30 102
georges Valois, La Révolution nationale, p. 51.
sería inmediata. La alternativa que planteaba era “organizar un mundo donde la vida social
sea posible para todas las clases de la sociedad; hacer que la duración del trabajo, el sala-
rio, las condiciones de alojamiento sean tales que la familia obrera pueda sentirse feliz, es-
table, protegida de los golpes de suerte”.103 ese “taller”, como se bautizó poéticamente el
modelo de producción, iba enfocado a “la reconciliación de gente artificialmente separada
por un régimen abominable”.104 La preocupación por el bienestar del movimiento obrero
no debe leerse en clave revolucionaria. el obrerismo era, para Valois, tan importante como el
colectivo burgués. Por esta razón, atacaba el pensamiento marxista por haber alimentado
el odio entre los obreros, a quienes “manda contra la burguesía, gerente del capital y contra
la nación a nombre de quien lo pida”.105

103
georges Valois, La Politique, p. 51.
104
Pierre Dumas, “L’Atelier et la Cité”, Le Nouveau Siècle, 3 de enero de 1926, p. 5.
105
georges Valois, Le fascisme, p. 102. 31
Con mucha más fuerza que en 1912 o en 1919, su proyecto fascista revela que la
transversalidad a la que hace alusión reiteradamente era, en efecto, una verticalidad jerar-
quizadora. Pese a presentar “el fascismo” como una “forma de gobierno popular”,106 ase-
veraba que “el estado es quien reina y gobierna” mientras que “la nación es nosotros, los
gobernados”.107 La supresión de la soberanía popular en el ámbito gobernativo se aprecia
en su movimiento-partido, germen a pequeña escala de lo que sería el estado nacional.108
eliminado el sujeto social que era el individuo liberal,109 las masas debían distribuirse en
corporaciones según su naturaleza: en un haz de productores, un haz de combatientes, un
haz de cabezas de familia y un haz de civiles, para niños y mujeres. esta clasificación res-
pondía a un criterio de simplicidad, ya que, para los fascistas, los antiguos soldados y los
productores eren identidades intercambiables.110 no obstante, si bien Valois anhelaba un mo-
vimiento de masas “singularmente constructor”,111 donde los fascistas fueran “los grandes
creadores de la economía nueva” sin importar orígenes sociales ni su filiación política pre-
via,112 no es menos cierto que la praxis organizativa obligaba a un encuadramiento bajo
parámetros de mando. “Los individuos de élite”, recalcó, debían “hacerse con el rango que
deben ocupar, por el bien de todos”.113
Los límites teóricos del reordenamiento social valoisiano se aprecian con mucha niti-
dez en los textos urbanísticos que se publicaron en Le Nouveau Siècle entre 1926 y 1927.
La utopía urbana fascista que Valois y su equipo plantearon a raíz de las concepciones de
Le Corbusier demuestra la complejidad, casi irresoluble, de dar con un remedio satisfac-
torio a la disyuntiva de la crisis de lo social.114 el modelo que defendían era antagónico a la
ciudad de clase decimonónica que impuso la modernización liberal porque “las operacio-
nes de Haussmann eran de orden financiero”.115 Con el fin de deshacer las barreras artificiales
de clase, su “gran París” tenía que erigirse sobre una obra que demoliera “los innombra-
bles locales industriales o comerciales insalubres” y “las innombrables habitaciones que
donde sería necesario llevar el pico o la antorcha”.116 Para emprender la reconstrucción,
era imprescindible eliminar las jurisdicciones burocráticas con las que la administración li-
beral dividía la urbe. Frente al consejo municipal del “viejo París” y a las “cien cabezas”
mal comunicadas del “París de fuera muros”, se defendía que “París y su suburbio forman
una unidad económica y social que debe convertirse en una unidad administrativa, con

106
georges Valois, “À propos de notre réunion du 2 décembre. Qui commande? L’Argent au Peuples ou les
Peuples à l’Argent?”, Le Nouveau Siècle, 3 de novembre de 1926, p. 1. Los artículos de georges Valois en Le
Nouveau Siècle se han extraído de los dossiers del “Fonds georges Valois”, VA 17, VA 18 y VA 19, en Scien-
ces Po, París. Cualquier posible error en la paginación se debe al formato de los recortes.
107
georges Valois, “La politique économique. Le Conseil national économique et les États généraux”, Le
Nouveau Siècle, 17 de enero de 1926, p. 1.
108
“Faisceau des corporations, direction technique”. 27 de julio de 1926. APP/Ba 1894, Préfacture de Po-
lice de Paris.
109
georges Valois, Le fascisme, p. 47.
110
georges Valois, Première Assemblée Nationale des combattants, des producteurs, et des chefs de famille
tenue à Reims le 17 juin 1926, nouvelle Librairie nationale, París, 1926, p. 33. Philippe Lamour, “Un agitateur
d’idées: georges Sorel”, Le Nouveau Siècle, 3 de abril de 1927, p. 1.
111
georges Valois, Première Assemblée, p. 28.
112
georges Valois, “La révolution nationale. L’équipe des grands producteurs”, Le Nouveau Siècle, 21 de
marzo de 1926, p. 1.
113
georges Valois, “Aux travailleurs français”, Le Nouveau Siècle, 1 de mayo de 1926, p. 1.
114
Mark Antliff, “La Cité française: georges Valois, Le Corbusier, and Fascist theories of urbanism”, en
Matthew Affron y Mark Antliff (eds.), Fascist visions. Art and ideology in France and Italy, Princeton University
Press, Princeton, 1997, pp. 134-170.
115
georges Valois, “Le Plan Voisin”, Le Nouveau Siècle, 1 de mayo de 1927, p. 3.
116
georges Valois, “Le grand Paris doit être une unité administrative, économique et sociale, pourvue d’une
32 direction propre”, Le Nouveau Siècle, 12 de mayo de 1926, p. 1.
instituciones especiales, en consonancia a los grandes intereses de esta enorme aglomera-
ción, que es a la vez la capital política, económica e intelectual del país”.117
Valois declaraba que la ciudad fascista no era “otra cosa que haces de todas las energías,
todas las voluntades detrás del progreso técnico, social y nacional”.118 Como quintaesencia
de su régimen, el París que tenía en mente partía de una “organización de la vida sindical
y corporativa que juntará la signatura obrera a la signatura patronal en toda la produc-
ción”.119 Por eso, apostaba porque funcionase “a través de una constante colaboración de
empleados sindicales, obreros sindicados y la comisión de la región parisina y el estado”.120
en la teoría, los nudos conflictivos de la cuestión social se resolvían gracias a una produc-
ción armónica. no obstante, como sucedía con las corporaciones sindicales de su movi-
miento, su concepción urbana arrastraba unos déficits teoréticos que ya eran apreciables
en Sorel: si bien el revisionista sindical ambicionaba un mundo de “productores libres tra-
bajando en un taller sin amos”,121 declaraba que “la vida gloriosa de la Ciudad (sabia, esté-
tica, moral o religiosa)” tenía que ser “ilustrada por hombres de un talento superior”.122
Bajo la utopía de la horizontalidad, la jerarquía era indispensable para el buen funciona-
miento social. Lo que se buscaba, como concluyó un redactor de Le Nouveau Siècle, era el
despertar de “los sentimientos de colaboración que unen los jefes de empresa a sus subor-
dinados”.123 Prisionero de su historia de frustración con la falsa promoción republicana, la
colaboración que Valois planteaba se presentaba bajo la forma de un gobierno de los mejo-
res. Por esta razón, con convicción y vehemencia, había presentado la revolución nacional
como el reverso al “triunfo de los mediocres” porque “arranca el mando al dinero y lo da a
la élite encargada de hacer valer el capital inmaterial”.124

ConCLUSIoneS. LA FrACtUrA InSALVABLe y LA IrreVerenCIA nAtUrAL De LAS MASAS

Pese a que desde el Faisceau se quería presentar como una alternativa moderna sin
conexión con otros corporativismos antiliberales,125 el proyecto del estado nacional se in-
cardinaba en la preocupación vital por superar los conflictos sociales y dar respuesta al
enigma hasta entonces irresoluble de la sociedad de masas. Bajo esta luz, la respuesta a la
cuestión social que ofreció en tanto que fascista era congruente con unas experiencias an-
teriores, con el bagaje sociocultural de un lapso de tiempo que arrancó con su primer de-
sengaño con la promoción social.126 en cualquiera de sus proyectos, Valois defendió la co-

117
Ibidem.
118
georges Valois, “Il faut que le grand Paris ait une constitution et une organisation dignes du siècle de
l’automobile et de l’électricité”, Le Nouveau Siècle, 12 de mayo de 1926, p. 3.
119
georges Valois, Le fascisme, p. 188.
120
georges Valois, “Il faut que le grand Paris ait une constitution et une organisation dignes du siècle de
l’automobile et de l’électricité”, Le Nouveau Siècle, 12 de mayo de 1926, p. 3.
121
georges Sorel, Réflexions sur la violence, Librairie “Pages Libres”, París, 1908, p. 237.
122
georges Sorel, De l’utilité du pragmatisme, Marcel rivière, París, 1921, p. 185.
123
gaëtan Bernoville, “Le travail et l’artisan”, Le Nouveau Siècle, 1 de mayo de 1927, p. 4.
124
georges Valois, La Révolution nationale, pp. 164-165.
125
Antoine Fouroux, “L’ingénieur dans l’organisation corporative”, Le Nouveau Siècle, 21 de febrero de
1926, p. 4.
126
De este modo, si bien Zeev Sternhell tuvo a bien reivindicar la importancia de la crisis finisecular en la
articulación de la experiencia fascista, los años del Cercle Proudhon deben entenderse no como la prefiguración
avant la lettre del fascismo –valoisiano o genérico–, sino como una respuesta contrarrevolucionaria más al de-
sasosiego que arrancó con el advenimiento de la sociedad de masas. Para el punto de vista del académico israelí,
ver: Zeev Sternhell, La Droite révolutionnaire, 1885-1914: Les origines françaises du fascisme, gallimard, Pa-
ris, 1997 (1978), p. xLIV. 33
lectividad frente al individualismo liberal. Antes de su entrada en la AF, ya sentía horror
por “el caso de la organización que el siglo xIx ha denominado democrática” y, particular-
mente, por “el caso de la democracia republicana, que reemplaza el rey por un ciudadano
electo por una especie de Parlamento”.127 este sentimiento se acentuó tras vivir en primera
persona los horrores del campo de batalla. A partir de entonces, bajo la denominada “eco-
nomía nueva”, quiso implementar un sistema socioeconómico que pusiera punto y final a
la “vida artificial del hombre” bajo la modernidad liberal-capitalista.128 no podía ser más
tajante cuando declaró que la revolución nacional “rompe todos los vínculos con el indivi-
dualismo del siglo anterior”.129
Desde su cosmovisión, la sociedad era una gran familia nacional compuesta a su vez por
una multitud de núcleos familiares. el lecho familiar era la unidad social básica porque
“fuera de la familia”, escribió con rotundidad, “no hay humanidad”.130 en el gran encuentro
fascista en reims en 1926, el orador declaró frente a las masas congregadas que “el espíri-
tu de familia es el verdadero fundador de las ciudades”.131 Las camisas azules, los brazos
en alto, eran accesorios de una uniformización con la que se quería eliminar cualquier pri-
vilegio de cuna y emular las dinámicas familiares del regimiento, donde no había “ni cola-
boración ni lucha de clases”, sino “acuerdo técnico entre los diversos elementos de la pro-
ducción”.132 esta premisa es la que quiso culminar con un estado nacional: “jefes enérgicos
y creadores, obreros hábiles y bien pagados viviendo ampliamente de sus salarios”.133 no
obstante, todas sus iniciativas giraban en torno a una élite inspiradora e instigadora de la
renovación. era un deje que no podía evitar, ya que formaba parte de una cosmovisión que
derivaba de creerse alguien apto a quien el sistema había damnificado.
ya como anarquista, comulgaba con las tesis de nordau sobre la genialidad.134 Des-
pués del desengaño con el movimiento dreyfusard y la decepción con la corrupción sindical,
encontró en el superhombre una fuente teórica que le ayudó a combatir el nihilismo.135
Para Valois, la organización social idónea era una sociedad funcional y armónica, pero en
ningún caso igualitarista. empleando una metáfora, era “el padre” quien, “en fundar la fa-
milia, funda la ciudad, ya que la familia es el alma de la ciudad”.136 respondiendo a su
pregunta de 1907, la dirección recaía en los mejores. Como si fuera una constante histórica,
“hay siempre, en cada generación, un equipo muy propenso al rejuvenecimiento”, un equipo
compuesto por “las élites del lugar y las élites que no están en el lugar”.137 Fueran burguesas
u obreras, las colectividades eran comandadas por una vanguardia. en el caso del movi-
miento obrero, esa “élite obrera” eran “los sabios obreros, buenos pequeños empleados,
amables y corteses con los miembros de las clases superiores”.138 en cuanto a la burguesía,
la flor y nata la representaban los “jefes de la producción” que “en vez de decir disparates

127
georges Valois, L’Homme qui vient: Philosophie de l’Autorité, nouvelle Librairie nationale, París, 1923,
p. 206.
128
georges Valois, L’Économie nouvelle. L’intelligence et la production. Œuvre économique. I, nouvelle
Librairie nationale, París, 1924, p. 32.
129
georges Valois, La Révolution nationale, p. 174.
130
georges Valois, Le Père, nouvelle Librairie nationale, París, 1913, p. 19.
131
georges Valois, Première Assemblée, p. 12.
132
georges Valois, “L’Économie nouvelle. Collaboration ou lutte de classes?”, L’Action française, 2 de ju-
nio de 1919, p. 4.
133
georges Valois, Le fascisme, p. 105.
134
georges gressent, “revue des Livres. Livres français. Psycho-physiologie du génie et du talent, par Max
nordau”, L’Humanité Nouvelle, 8 (1898), p. 388.
135
georges Valois, D’un siècle, p. 151.
136
georges Valois, Le Père, p. 21.
137
georges Valois, La politique, p. 105.
34 138
georges Valois, “Sorel et l’architecture sociale”, Cahiers du Cercle Proudhon, 3-4 (1912), p. 115.
a los obreros, en vez de contenerlos con la ayuda de la policía” eran “creadores, grandes
creadores”.139 esta idea vertebró la campaña a favor de los estados generales: “la nación
pone frente al estado, no los hombres que han obtenido la popularidad por promesas elec-
torales, sino hombres que son o serán puestos en cabeza a causa de su energía, de su auto-
ridad, de los servicios prestados, de su devoción al bien público”.140
en definitiva, lo que regía su concepción de lo social era el elemento aristocrático.
Fuera en una monarquía bajo el auspicio del rey del trabajo, “informado directamente
por los representantes cualificados de las clases”,141 o con el amparo del estado nacional,
donde “los individuos de élite puedan rápidamente hacerse el rango que deban ocupar, por
el bien de todos”,142 los colectivos se encuadraban homogéneamente, pero siempre eran li-
derados o representados por minorías rectoras. Hubert Bourgin, jerarca del Faisceau, in-
corporó a Valois en la tradición de Proudhon y Sorel de glorificar “el trabajador libre, el
creador de derechos, fundador del bienestar moral y material, guardián y sostén de la fa-
milia” porque “el trabajo conduce a la capacidad política y, en el propio taller, forma la cé-
lula orgánica de la ciudad”.143 era el desempeño laboral, entendido como un acto individual,
lo que permitía el buen funcionamiento social. Pero en esta cuestión, Valois, como tantos
otros, no supo superar la encrucijada.
Un examen atento a cómo aplicó sus teorías en el Faisceau, donde su organigrama de
una sociedad funcional a través de colectivos organizados chocaba con su visión de renova-
ción a través de una minoría, demuestra la incapacidad para aplicar un modelo alternativo.
Pese a que declarara que el movimiento fascista no era “ni de derechas ni de izquierdas”, el
eje ideológico latía bajo el manto nacional con el que se envolvían las identidades políticas.
La situación llegó al paroxismo a principios de 1928, cuando tuvo que lidiar con los dísco-
los en un segundo congreso del partido muy tenso.144 Además, la disparidad territorial, lejos
de servir para dar ejemplo de una colaboración técnica entre los diversos productores, deri-
vó en disensiones estratégicas en el seno de la militancia.145 A estos problemas, se le sumó
la incapacidad para imponer sus tan apreciados criterios meritocráticos, ya que en la organi-
zación reinaba una “completa negligencia”.146 el fracaso del partido-movimiento le mostró
una verdad dolorosa: la modernidad contrarrevolucionaria que visualizaba no estaba exenta
de las mismas contradicciones que afectaban el sistema que tanto despreciaba, porque la es-
tabilidad, a causa del cambio social continuo, parecía ser siempre inalcanzable.

139
georges Valois, Le fascisme, p. 99.
140
eugène Mathon et al., “La réforme de la représentation nationale devant l’État. Programme du Comité
d’Action”, Cahiers des États Généraux, 1 (1923), p. 16.
141
georges Valois, La Révolution sociale, p. 48.
142
georges Valois, Le fascisme, p. 139.
143
Hubert Bourgin, “La littérature du travail”, Le Nouveau Siècle, 1 de mayo de 1927, p. 4.
144
georges Valois, L’Homme contre, pp. 342-344.
145
Informe “réunion du ‘Faisceau des Combattants. 63 rue du Faubourg Poussonnière le 9 juin’”. 10 de ju-
nio de 1927. F7 13212. An.
146
Jean Brière, Le Tartuffe démasqué, Les Étincelles, París, 1928, p. 25. 35
Reordenar la sociedad. Georges Valois y la crisis de lo social en el advenimiento
de las masas (1898-1928)

Seorganising society. Georges Valois and the crisis of the social corps during the advent
of the masses (1898-1928)

JoAn PUBILL BrUgUÉS


Universitat Autònoma de Barcelona

Resumen
el objetivo del artículo es reflexionar sobre la respuesta que ofreció georges Valois a la “crisis de lo social”
durante el advenimiento de las masas. Los escritos y experiencias del teórico del nacionalismo integral y
fundador del primer partido fascista francés entre 1907 y 1928 ponen de relieve las numerosas contradic-
ciones a la hora de querer encuadrar las colectividades sociales en un movimiento que se rigiera por una
idiosincrasia meritocrática. en este sentido, la tesis principal del texto es señalar cómo las soluciones sin-
dicalistas o corporativas contrarrevolucionarias no fueron capaces de resolver el conflicto social abierto
por la modernidad liberal-capitalista.
Palabras clave: georges Valois, Contrarrevolución, Fascismo, Movimiento de masas, elitismo.

Abstract
the aim of this article is to reflect on georges Valois’ response to the “crisis of the social corps” during
the advent of the masses. the writings and experiences of the integral nationalist theorist and founder of
the first French fascist party between 1907 and 1928 highlights the numerous contradictions when trying
to bind the masses in a movement governed by a meritocratic idiosyncrasy. therefore, the main thesis of
the text is to demonstrate how syndicalist and corporatists counterrevolutionary solutions were not able to
solve the social conflict aroused by the liberal-capitalist modernity.
Keywords: georges Valois, Counterrevolution, Fascism, Mass movement, elitism.

Joan Pubill Brugués


es doctorando de la Universitat Autònoma de Barcelona con la tesis “Mort a la modernitat. La trajectòria
inconformista de georges Valois: de la crisi finisecular al feixisme, 1878-1928”. entre sus publicaciones
académicas, destacan “georges Valois o la in-coherencia de un in-conformista: Un viraje hacia el fascis-
mo (1880–1925)” (Historia y política, 38, 2017) y “el ‘hombre nuevo’ fascista frente a la vieja política.
Crítica a la corrupción liberal-parlamentaria y génesis de la tecnocracia” (en Borja de riquer et al, La co-
rrupción política en la España contemporánea (2019).

Cómo citar este artículo:


Joan Pubill Brugués, “reordenar la sociedad. georges Valois y la crisis de lo social en el advenimiento
de las masas (1898-1928)”, Historia Social, núm. 106, 2023, pp. 19-36.

Joan Pubill Brugués, “reordenar la sociedad. georges Valois y la crisis de lo social en el advenimiento
de las masas (1898-1928)”, Historia Social, 106 (2023), pp. 19-36.

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ESCASEZ, HAMBRE Y RACIONAMIENTO.
UNA RECONSTRUCCIÓN DEL PRESUPUESTO
FAMILIAR DE LA CLASE OBRERA EN EL
GIJÓN DE LA POSGUERRA
Verónica Cañal-Fernández
Luisa Muñoz Abeledo

El interés por el estudio de la guerra civil española y el franquismo ha aumentado en los


últimos años. Herbert S. Southworth (2001: 20), afirmó que la “guerra civil española afec-
tó directamente a una pequeña parte del globo, pero atrajo sobre España la atención del
mundo entero”. la creación de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Históri-
ca (ARMH, 2000) ha reabierto el tema. En la literatura académica, numerosas aportacio-
nes han abordado cuestiones como las implicaciones internacionales del conflicto (Viñas,
2009), la política económica (Gómez Mendoza, 1994; Fontana, 2004), el mercado negro
(Molinero e Ysás, 2001; Barciela, 1998, 2003; González y Garmendia, 2003), la realidad
socioeconómica del primer franquismo (Del Arco Blanco, 2006; Del Arco Blanco y An-
derson, 2021) y la represión en el ámbito nacional (Barciela, 2002).
los primeros años del franquismo fueron de gran miseria. Del Arco Blanco (2021)
muestra que el periodo conocido como los “años del hambre”, justificado por el régimen
franquista apelando a la destrucción provocada por la guerra, a las malas cosechas debido
a la sequía y al aislamiento internacional, fue consecuencia de la política autárquica, ori-
gen de la situación económica.1 Ni siquiera la política social contra el hambre de la que se
ocupó la institución falangista del Auxilio Social, que desde la guerra civil distribuía los
alimentos entre los más necesitados, pudo dar respuesta a esta situación.2 Román Ruiz
(2021) recoge testimonios orales que recuerdan casos de inanición consecuencia de déficit
nutricionales al no ser suficientes los productos racionados para la alimentación de una
persona. la gravedad de esta crisis de posguerra se reflejó en la lenta y difícil recupera-
ción de los niveles de producción que había antes de la guerra y en la divergencia respecto
a los países europeos más avanzados (Prados de la Escosura, 2003).
Pese a la promesa de Franco de “ni un hogar sin lumbre, ni un español sin pan”, los
alimentos insuficientes y difíciles de conseguir provocaron el desarrollo del mercado ne-
gro al mismo tiempo que se producía una subida incontrolable de los precios (Prados de la
Escosura et al., 2010). Del Arco Blanco (2015) destaca que el coste de la vida se disparó
erosionando el salario real de los trabajadores, lo que suponía una menor ingesta de proteí-
nas y calorías para salir adelante. los indicadores antropométricos muestran que la altura
de los mozos llamados a filas se estancó hasta finales de la década de los cuarenta, conse-

Este periodo (1939-1952) comprende los años en los que estuvo activo el sistema de racionamiento.
1

Como se verá más adelante, las cartillas de racionamiento eran una consecuencia de las políticas de autarquía.
2
Véase Molinero (2003) para una revisión de las políticas sociales del régimen franquista.

Historia Social, n.º 107, 2023, pp. 19-43. 19


cuencia de las carencias de la etapa adolescente (Quiroga Valle, 2001; Martínez-Carrión
et al., 2012; Cañabate-Cabezuelos y Martínez-Carrión, 2018; Cámara et al., 2019; Martí-
nez-Carrión y Puche-Gil, 2021).3 Parte de la población tuvo que volver al campo. las mi-
graciones del campo a la ciudad iniciadas con la revolución industrial y la modernización
económica a mediados del siglo xix se interrumpieron, de forma que la economía española
de los años cuarenta se ruralizaba y agrarizaba (Silvestre, 2010).
Una vez finalizada la guerra, el régimen suprimió los avances sociales y políticos alcan-
zados durante la Segunda República (Fontana y Nadal, 1980) e impuso el racionamiento
en todo el territorio nacional. Se fijaron las cantidades de alimentos básicos que serían en-
tregadas a precio de tasa. Para poder adquirir estos productos se habilitaron las llamadas
“cartillas de racionamiento” –primero familiares, después individuales– clasificadas en tres
categorías en función del nivel de renta: la primera correspondía a los sectores de mayor
poder adquisitivo, la segunda a las clases medias y la tercera a los de menores recursos eco-
nómicos. Con ellas se pretendía asegurar el normal abastecimiento de la población e impedir
que apareciese la tendencia al acaparamiento de algunos productos por el ánimo de lucro. Pa-
ralelamente, se aprobó como medida complementaria la intervención sobre los niveles de
precios, con el fin de evitar abusos y sancionar la subida de precios injustificada (Molinero,
2014). Sin embargo, las familias tuvieron que recurrir al mercado negro debido a la escasez
de productos, es decir, que los abastecimientos a través de las vías oficiales no cumplían con
el cupo establecido (Nadal et al., 1987; Barciela, 2003; Maluquer de Motes, 2014).
Para obtener recursos para el abastecimiento y controlar la distribución equitativa de
las existencias disponibles entre toda la población y sus precios se creó la Comisaría Ge-
neral de Abastecimientos y Transportes (CGAT).4 intervenía, por tanto, en las tres fases
del ciclo económico: en la producción, el consumo y la distribución de productos y se en-
cargaba de realizar las estadísticas sobre la oferta de los productos intervenidos, fijar sus
precios y las raciones teóricas máximas asignables por día al hombre adulto, a la mujer y a
los niños. Estas raciones tenían un carácter orientativo y el Estado no garantizaba su abas-
tecimiento diario ni que el reparto fuese regular a lo largo del año, por lo que no se cubrían
las necesidades básicas de las familias (Cussó Segura y Garrabou, 2007). Barciela (2013,
2015) destaca que España no recuperó el nivel de consumo alimenticio de preguerra, en
calorías totales, hasta 1955.5
las familias trabajadoras eran el grupo más perjudicado por esta situación, en concre-
to, los jornaleros, los campesinos más pobres y la población asalariada agrícola, debido a
los bajos salarios y a la represión franquista de los años cuarenta (Ortega lópez, 2007,
2021). El desajuste entre el crecimiento de los precios y los salarios en los años cuarenta
derivó en una pérdida de poder adquisitivo que dificultó aún más la alimentación de las fa-
milias (Catalán, 1995; Vilar, 2006). A esto hay que añadir las características de la política la-
boral franquista, que anuló la capacidad de negociación de los trabajadores al no disponer de
sindicatos eficaces ni de derecho a huelga. Ferrer y Fina (1988) destacan que esa política
ha sido una de las principales herramientas de represión de la clase obrera.
Estas circunstancias políticas, sociales y económicas que tuvieron lugar durante el
primer franquismo determinaron el bienestar de las familias obreras, que dependía de sus
recursos humanos para generar ingresos. Por tanto, las condiciones de vida, el ingreso y la or-
ganización del presupuesto estaban muy relacionados con el número de miembros de la fa-

3
Numerosos estudios durante los años cuarenta muestran la prevalencia de enfermedades derivadas de los
efectos del hambre, entre otros, Bernabeu-Mestre et al. (2006), Culebras (2014) y Pérez Moreda et al. (2015).
4
El funcionamiento de la CGAT ha sido estudiado por Barciela (2002, 2003).
5
Estas deficiencias nutricionales también se ponen de manifiesto en la disminución de la estatura media
20 de la población española (Martínez-Carrión et al., 2018).
milia que contribuían a la economía familiar para cubrir los gastos comunes. Por otro lado,
además de la estructura de la unidad familiar, su poder adquisitivo dependerá de la cuantía
de los salarios que perciben sus miembros.
la literatura académica sobre salarios y niveles de vida en España corrobora a partir del
análisis de presupuestos familiares que los salarios masculinos eran insuficientes para cu-
brir las necesidades económicas de las familias campesinas (Ballesteros, 1997; lana Be-
rasain, 2007), las obreras (Camps, 1995; Borderías y lópez Guallar, 2003; Pérez-Castro-
viejo, 2006; Escudero y Pérez-Castroviejo, 2010; Maluquer de Motes, 2005, 2006, 2013)
o ambas (Vilar, 2014; Borderías y Muñoz-Abeledo, 2018). Maluquer de Motes (1985) se-
ñala que tras la guerra civil los salarios reales descienden al 65% de los niveles antes de la
guerra como consecuencia del incremento de los precios de consumo. Sin embargo, a pe-
sar de que el impacto político y social de la guerra civil y del franquismo es enorme, exis-
ten pocos trabajos que reconstruyan los ingresos y los gastos de las familias obreras para
conocer los niveles de vida en la posguerra (Vilar, 2009).
Además, también resulta difícil conocer la aportación femenina a los ingresos fami-
liares debido a que se consideraba que la esposa debía estar dedicada en exclusiva al cui-
dado de la familia (Molinero, 1998). Esta subordinación de la mujer al hombre contribuía
a la invisibilidad de la actividad económica femenina.6 De acuerdo con la filosofía laboral

6
En España, la reconstrucción de las tasas de actividad femenina ha puesto de manifiesto la limitada difu-
sión del modelo male-breadwinner en las clases obreras, incluso durante el primer tercio del siglo xx (Borde-
rías, 2012, 2013; Muñoz-Abeledo et al., 2019). Además, Borderías y Muñoz-Abeledo (2018) analizaron los 21
del régimen, solo podía trabajar fuera del hogar la mujer soltera o la cabeza de familia por
necesidad (Vilar, 2006; Sarasúa y Molinero, 2009). la legislación sobre el trabajo femeni-
no en el primer franquismo era muy restrictiva puesto que se establecieron una serie de
medidas discriminatorias a las mujeres casadas: se limitó su acceso a empleos públicos, se
les animó a abandonar sus puestos de trabajo a cambio de no retirar el plus familiar a sus
maridos, se concedió un “premio o dote de nupcialidad” que compensaba económicamen-
te a la mujer que cesara en su actividad laboral al casarse, etc. Además, las casadas que
quisieran trabajar debían contar con la autorización del marido, el cual tenía derecho a co-
brar el salario de la esposa.7
En definitiva, la legislación del régimen franquista, de forma similar a lo que ocurría
en otros regímenes totalitarios, promovía la salida del mercado laboral de las mujeres ca-
sadas. Sin embargo, las bajas tasas de actividad femenina durante el franquismo deben ser
matizadas ya que el discurso oficial no impidió que las mujeres buscasen un medio de vida
para satisfacer las necesidades de las economías familiares (Sarasúa y Molinero, 2009). En
este sentido, existe una corriente historiográfica que destaca la participación de la mujer
en la economía a pesar de los esfuerzos del régimen por desincentivar el trabajo femenino,
sobre todo en la agricultura (hasta los años 60), en sectores intensivos en mano de obra
donde el salario era bajo y permitía mantener los beneficios del empresario (textil, tabaco,
calzado, industria agroalimentaria) y en sectores donde no había posibilidad de sustitución
de la mujer como el servicio doméstico.
Ortega lópez et al. (2018) explican que la miseria derivada de la política intervencio-
nista durante los años cuarenta promovió la incorporación de la mujer a las tareas agrícolas
como mano de obra familiar o asalariada. Cabana (2021) extrapola la revisión historiográ-
fica de las obreras y esposas de obreros a las mujeres del campo y muestra que la mujer
rural gallega rompe con el modelo ideal franquista de “ángel de hogar” para convertirse en
defensora y sustentadora de la unidad familiar. igualmente, Ortega lópez y Román Ruiz
(2021) señalan la contribución de las mujeres campesinas en las actividades productivas
del campo cuya mano de obra complementaba los jornales aportados por el varón cabeza
de familia, definiendo la identidad de la mujer rural como constructora del hogar lo que,
para el estado franquista, constituía uno de los pilares básicos de la prosperidad de la na-
ción. Así, surge el debate en torno al trabajo de las mujeres y la reconstrucción de la tasa
de actividad femenina durante las dos primeras décadas del franquismo (Borderías, 2009;
Sarasúa y Molinero, 2009; Ortega lópez y Cabana, 2021).
Contribuyendo al debate sobre los niveles de vida de la clase trabajadora en la etapa
franquista y teniendo en cuenta la dificultad de reconstrucción de las tasas de actividad, el ob-
jetivo de este trabajo es calcular los ingresos y los gastos de las familias obreras bajo el sis-
tema de racionamiento con el fin de conocer si el salario del cabeza de casa cubría las nece-
sidades básicas de la familia o si sus miembros debían recurrir a otro tipo de estrategias
para garantizar su supervivencia. Para ello, se analiza un caso local, la ciudad de Gijón, a
partir del Padrón de habitantes de 1945. Esta fuente se completa con la hemeroteca de dos
periódicos locales; el Boletín Oficial de la Provincia y los índices de coste de la vida elabo-
rados mensualmente por la Dirección General de Estadística del Ministerio de Trabajo.

presupuestos familiares de las clases jornaleras en Cataluña y Galicia en 1924 confirmando la insuficiencia del
salario del cabeza de casa para satisfacer las necesidades económicas familiares. la insuficiencia del salario de
los obreros cualificados para mantener una dieta nutricionalmente satisfactoria en las ciudades españolas a co-
mienzos del siglo xx ha sido analizada por Domingo Gallego (2016) que también cuestiona la viabilidad de las
economías familiares basadas en el modelo male-breadwinner.
7
Véase el “Fuero del Trabajo” promulgado por decreto de 9 de marzo de 1938 y constituido en ley funda-
mental a partir del 6 de julio de 1947 en el que se establecía que “El Estado libertará la mujer casada del taller y
22 la fábrica”.
El trabajo se estructura de la siguiente forma. En la siguiente sección se presenta la es-
tructura ocupacional de las familias nucleares del Gijón de la posguerra y se explica la
fuente y la metodología utilizada. En la tercera sección se reconstruyen los ingresos de esa
muestra de familias obreras nucleares a partir de los salarios medios diarios por ocupación
aportados por cada miembro de la unidad familiar. En la cuarta sección se determina la
composición de la cesta de la compra a partir de los precios y cantidades fijadas bajo el sis-
tema de racionamiento. En la sección quinta se cruzan los ingresos y los gastos para evaluar
la capacidad adquisitiva de los salarios. En la sección sexta se analiza el poder adquisitivo
de las familias extensas. Finalmente, en la última sección, se presentan las conclusiones.

lA ESTRUCTURA OCUPACiONAl DE lAS FAMiliAS NUClEARES OBRERAS DE GijóN

la fuente principal de esta investigación es el Padrón de habitantes de 1945.8 Está


formado por siete tomos correspondientes a cada uno de los siete distritos en los que se lo-
caliza la población gijonesa. Esta fuente es única para los estudios histórico-demográficos
y socioeconómicos ya que, excepcionalmente,9 registra los salarios de los miembros de la
unidad familiar, así como otras variables sociodemográficas: la edad, el estado civil, la tasa
de alfabetización, la ocupación, el lugar de nacimiento y el tiempo de residencia en Gijón.
Así pues, aunque referido a un único año, el Padrón de 1945 ofrece una oportunidad única
para analizar la composición del ingreso familiar y, por tanto, para observar el alcance de
los salarios del cabeza de casa para garantizar la supervivencia de la familia. No obstante,
se ha cuestionado su fiabilidad en relación con el subregistro de la tasa de actividad feme-
nina e infantil.10
A partir de las 103.183 (N) personas registradas en el Padrón de Gijón en 1945 se ob-
tiene una muestra aleatoria de 10.318 (n) personas. Para seleccionar los residentes de cada
uno de los siete distritos se utiliza un muestreo aleatorio estratificado con afijación propor-
cional. Como no se dispone de información sobre el número de personas empadronadas en
cada distrito, la composición de la muestra se obtiene distribuyendo el tamaño total de la
muestra (n) entre los siete tomos (distritos) en proporción al número de hojas de registro
que hay en cada volumen. Para elegir aleatoriamente la primera hoja de cada tomo se rea-
liza un muestreo aleatorio sistemático.11 la muestra resultante (10.318 personas) está com-
puesta por 2.666 familias.12
Para determinar la composición familiar y los lazos de parentesco que unen a los in-
tegrantes de cada hogar se ha utilizado la clasificación de laslett y Wall (1972), que com-
pararon el tamaño y la estructura de las familias en varios países a lo largo de los tres últi-
mos siglos. laslett y Wall (1972: 28) utilizan la palabra familia para indicar el hecho de
compartir parentesco, ubicación y actividad. El Padrón de habitantes de 1945, que es la fuen-

18
Puede consultarse en el Archivo Municipal de Gijón.
19
los padrones municipales de Gijón no registraron información salarial hasta 1945.
10
Diferentes estudios corrigen esta deficiencia cruzando esta fuente con otras como los censos obreros
(Borderías, 2013) o los datos de empresas (Camps, 1995; Gálvez, 1997, 2000; Muñoz-Abeledo, 2010). Algunos
trabajos como los de Pérez-Fuentes (1995) y Pérez-Fuentes y Pareja (2011) y Muñoz-Abeledo et al. (2019)
corrigen la actividad de los padrones siguiendo diferentes criterios como la estructura económica de la región o
la utilización de otras fuentes primarias, respectivamente. Esto ha permitido obtener tasas de actividad femenina
más realistas en el primer tercio del siglo xx.
11
Se calcula el coeficiente de elevación (N/n). A continuación, se sortea un número comprendido entre 1
y el coeficiente de elevación que será la primera hoja seleccionada. A partir de aquí, se va sumando el coefi-
ciente de elevación sucesivamente hasta obtener el número total de hojas de cada distrito.
12
Se consideran familias completas, aunque estén registradas en dos hojas distintas. 23
te utilizada para aplicar esta metodología, es excepcional ya que proporciona ingresos del ca-
beza de casa y de algunos miembros de la unidad familiar. Como el resto de padrones, regis-
tra la relación de habitantes por edad, sexo y estado civil. Se trata de listas nominativas que
permiten distinguir las familias entre sí y ofrecen información acerca de las relaciones de pa-
rentesco entre los individuos que componen el hogar. Esto facilita la detección del número
de familias que conviven en un mismo hogar, puesto que puede darse el caso de que más de
una familia resida bajo el mismo techo. la tabla 1 recoge la codificación de las 2.666 fami-
lias de acuerdo con esta metodología.

TABlA
C 1. CATEGORÍAS Y TiPOS DE HOGAR DE GijóN (1945)

NÚMERO TAMAÑO
CATEGORÍA DESCRIPCIÓN DE MEDIO (%)
FAMILIAS FAMILIA
SOLITARIOS Viuda/o, soltera/o, estado civil desconocido 160 1,0 6,0
Matrimonios sin hijos 251 2,0 9,3
FAMILIA Matrimonios con hijos 956 4,1 35,9
NUCLEAR Familia nuclear (con servicio doméstico) 234 5,1 8,8
Viuda/o con hijos 336 3,2 12,6
Núcleo familiar con ascendientes (abuelos),
HOGARES
descendientes (nietos) o colaterales 655 5,2 24,6
EXTENSOS
(hermanos)
HOGARES
Dos o más núcleos familiares 74 5,9 2,8
MÚLTIPLES
TOTAL 2.666 3,9 100%

Fuente: Elaborado a partir del Padrón de Habitantes.

!
A partir de estos resultados, siguiendo el modelo de Allen (2001) cuya unidad fami-
liar está formada por matrimonio y dos hijos,13 la unidad de análisis elegida para identificar
la !importancia de la figura del “ganador de pan” y reconstruir el presupuesto familiar es la
categoría de Familia Nuclear, que representa el 66,5% de las familias de la muestra y, dentro
de esta, las familias compuestas por marido, mujer e hijos que, además, son las que predo-
minan en la muestra (35,9%).
Con el fin de relacionar la estructura laboral de Gijón en los años cuarenta y el con-
texto económico de la ciudad, se identifican las principales ramas en las que trabajan las
familias obreras. En los años cuarenta, la sociedad asturiana y gijonesa tuvieron que hacer
frente a las consecuencias del desastre producido por la guerra y a una crisis de subsisten-
cias. Sin embargo, Gijón, como ciudad fabril, fue partícipe de uno de los momentos más
intensos de expansión de las industrias que la política del régimen impulsaba para la re-
construcción del país. Prueba de ello son el sector naval, las empresas de manufacturas me-
tálicas y de construcción. El sector naval realizó su expansión a través de fusiones de em-
presas y, entre 1940 y 1945, la siderometalúrgica invirtió en mejorar la productividad del
astillero (Benito del Pozo, 1993). la creciente dependencia del carbón producido por las
minas asturianas generó efectos de arrastre en el sector de la madera utilizada para afianzar

13
la elección de este tipo de familias permitirá realizar en un futuro comparaciones internacionales. En
este sentido, el debate sobre salarios reales en la etapa preindustrial y parte de la contemporánea se centra en el
modelo propuesto por Allen (2001, 2014) para reconstruir salarios reales de los trabajadores de la construcción
24 de las principales ciudades europeas.
las galerías. Otros sectores como el textil o el vidrio obtuvieron beneficios derivados de un
mercado sin competencia exterior. Esta industrialización contribuyó al crecimiento urbano
de Gijón, impulsado por la construcción de viviendas para empleados promovidas por la
iniciativa empresarial, que siguió las pautas paternalistas marcadas por el régimen fran-
quista
! (García Quirós y Flóres Suárez, 2000).

E TABlA 2. ESTRUCTURA OCUPACiONAl DE lAS FAMiliAS NUClEARES


(HABiTANTES Y PORCENTAjE RESPECTO DEl TOTAl POR SECTOR)

Mujeres Mujeres Hombres > Hombres


Sector Total Total (%)
> 14 años (%) 14 años (%)

PRIMARIO
Agricultura 22 3,7 98 4,7 120 4,5
Pesca 3 0,5 11 0,5 14 0,5
TOTAL PRIMARIO 25 4,2 109 5,3 134 5,0
SECUNDARIO
Construcción y edificación 349 16,9 349 13,1
Manufacturas 150 25,1 716 34,6 866 32,5
Confección/sastrería 24 4,0 7 0,3 31 1,2
Industrias de alimentación 3 0,5 9 0,4 12 0,4
Industria del calzado 10 0,5 10 0,4
Máquinas y herramientas 6 1,0 62 3,0 68 2,5
Siderurgia 4 0,7 505 24,4 509 19,1
Industria textil 37 6,2 1 38 1,4
Industria del tabaco 70 11,7 3 0,1 73 2,7
Industrias de la madera 2 0,3 35 1,7 37 1,4
Minas y canteras 9 0,4 9 0,3
Resto de secundario 4 0,7 86 4,2 90 3,4
TOTAL SECUNDARIO 150 25,1 1075 52,0 1.225 45,9
Ocupaciones sectoriales sin 109 18,2 307 14,8 416 15,6
especificar
TERCIARIO
Comercio 5 0,8 30 1,4 35 1,3
Servicios y profesiones 305 51,0 459 22,2 764 28,6
Servicios comerciales y 8 1,3 45 2,2 53 2,0
administrativos
Servicio doméstico 237 39,6 30 1,4 267 10,0
Industrias varias 31 5,2 159 7,7 190 7,1
Profesiones liberales 21 3,5 53 2,6 74 2,8
Transporte y 4 0,7 89 4,3 93 3,5
comunicaciones
Resto de terciario 8 1,3 177 8,6 185 6,9
TOTAL TERCIARIO 314 52,5 578 27,9 892 33,4
TOTAL 598 100 2.069 100 2.667 100

Fuente: Elaborado a partir del Padrón de Habitantes.


Nota: la homogeneización de las denominaciones profesionales diferentes registradas en el Padrón y su agru-
pación posterior en categorías se ha realizado utilizando la clasificación socio-profesional Primary, Secon-
dary, Tertiary System (PSTI) a cuatro dígitos. 25
!

!
la tabla 2 muestra que el porcentaje de hombres y mujeres que declaran estar ocupa-
dos en el sector primario es bajo (5,3% y 4,2%, respectivamente). Este resultado está rela-
cionado con el éxodo rural que se produjo en Gijón en los años cuarenta (Peribáñez Cave-
da, 1998), si bien las parroquias rurales refuerzan sus actividades agrícola-ganaderas al
tener, en la población de la ciudad, una demanda de consumidores de sus productos. Estos
agricultores practican un tipo de economía mixta con la que complementan sus actividades
en las épocas que les quedan libres de sus tareas del campo (Benito del Pozo, 1993).14
Además, también se observa que la industria siderúrgica (19,1%) y la de construc-
ción y edificación (13,1%) son claves para el mercado laboral de Gijón (García Prado,
1954). las manufacturas que empleaban a un mayor número de mujeres eran la industria
textil (6,2%), la confección/sastrería (4%) y, sobre todo, la industria del tabaco (11,7%).
los resultados obtenidos para las mujeres que declaran su ocupación en el Padrón con-
cuerdan con el trabajo de Fernández Riera (2006:264) que destaca que las mujeres estaban
empleadas sobre todo en las fábricas de productos textiles y en la de tabacos. Otro tipo de
actividad manufacturera que destacó fue la de máquinas y herramientas (2,5% de la ocu-
pación total), relacionada con la producción de hierro y acero, y que estimuló el desarrollo
de las industrias auxiliares.
Estos resultados concuerdan con la política económica del régimen fundada en la idea
de que la renta por habitante y la productividad son más elevadas en la industria que en la
agricultura, por lo que se impuso la tendencia a potenciar las actividades secundarias en de-
trimento de las agrarias. En 1945 se crearon nuevas empresas y la construcción naval cobró
importancia gracias a la abundancia de carbón, hierro y acero (Benito del Pozo, 1993).
El sector terciario representa el 33,4% de la muestra. Destaca la rama de servicio do-
méstico en la que el porcentaje de población ocupada respecto del total es del 10%, del
cual el 88,7% son mujeres. la segunda rama en importancia agrupa las industrias varias,
que se corresponden con aquellos trabajadores que declararon estar empleados, pero no es-
pecificaron las ocupaciones que desempeñaban y representa el 7,1% del total de la mues-
tra. El transporte y las comunicaciones también eran importantes (3,5%), sobre todo las
empresas dedicadas al servicio de tranvías y ferrocarriles. la base del sector ferroviario
era el transporte de mineral de hierro para la exportación y para el abastecimiento de las
fábricas metalúrgicas nacionales. Entre las profesiones más frecuentes en la muestra se en-
cuentran los profesores, ingenieros, médicos y abogados (2,8%). Dentro de la rama de ser-
vicios comerciales y administrativos (2%), destacan los comisionistas, agentes de aduanas,
oficinistas y dependientes. El comercio, que supone el 1,3%, está representado por el pe-
queño comercio (alimentación, ropa y tabernas).
Una vez conocida la estructura ocupacional de las familias nucleares que componen
la muestra, se seleccionan las familias obreras en las que el cabeza de familia trabaja en las
ramas de construcción y edificación (208 familias) y de la siderurgia (332 familias). la elec-
ción viene determinada por su representatividad en la muestra así como por ser los cabe-
zas de familia que declaran oficio y salario.15
A continuación, se calculan los salarios de hombres y mujeres de las familias elegidas
y la composición del ingreso familiar atendiendo a la aportación de los distintos miembros
del hogar.

14
Para Gijón, a las labores propias de la mujer, Fernández Riera (2006) destaca una serie de actividades
que ésta comparte con el hombre. En base a esto, se ha corregido el subregistro femenino en las labores agríco-
las y ganaderas, en el comercio familiar y en el caso de las mujeres de los pescadores.
15
En otros casos, aun cuando declaraban un oficio, no siempre indicaban el salario percibido, de modo
26 que el análisis de salarios e ingresos familiares está limitado por la disponibilidad de los datos.
SAlARiOS E iNGRESOS DE lAS FAMiliAS OBRERAS NUClEARES

En esta sección se calcula el ingreso medio diario de las familias obreras seleccionadas
para contrastar la hipótesis que señalaba al hombre como “ganador de pan” y analizar las es-
trategias salariales de estas familias en 1945. En primer lugar, se considera únicamente el sa-
lario del cabeza de familia y las aportaciones declaradas por todos los miembros del hogar
en el momento del empadronamiento. En segundo lugar, se calcula la cuantía total del ingre-
so familiar para cada uno de los dos tipos de familias (construcción y edificación y siderur-
gia). Se trata, pues, de una foto fija que refleja la composición del ingreso por sexo, edad y
parentesco en un momento concreto de la posguerra. Aun así, permite obtener datos poco
habituales que contribuyen a explicar las estrategias de empleo de las familias y una primera
evaluación del alcance del salario del cabeza de familia en la economía doméstica.
En la tabla 4 se presentan los salarios medios diarios de los hombres y mujeres de cada
tipo de familia.16 Como se puede ver, el ingreso de las familias de la construcción y edifi-
cación va a estar compuesto casi en exclusiva por el cabeza de familia, que gana en pro-

16
Para la muestra seleccionada, la media de los salarios diarios pagados en el sector primario era de 8,1
pesetas corrientes y en el secundario de 11,9 pesetas corrientes. Por tanto, aunque los salarios pagados al cabeza
de familia de las ramas de la construcción y edificación y de la siderurgia eran bastante elevados, estaban por
debajo de la media del sector. 27
medio, 11,8 pesetas diarias. En este caso, las esposas no contribuyen al ingreso familiar ya
que se dedican a sus labores. Sarasúa y Molinero (2009) y Gálvez et al. (2020) muestran que
las mujeres desaparecieron del mercado laboral durante la primera etapa del franquismo.
Como se ha mencionado, esto no impidió que tuvieran que buscar un medio de vida para
ayudar al sustento familiar.
En las familias analizadas, el 9,7% del total de hijas/os (154 hijas y 175 hijos), decla-
ran trabajar. De este porcentaje, los hijos (8,8%) trabajan en mayor proporción que las
hijas (0,9%). El salario promedio de los hijos adolescentes es de 6,9 pesetas frente a las
11,2 pesetas de los hijos adultos, ya que tenían una edad en la que su salario se asemejaba
al de los cabezas de familia.17 Ambos declaran estar ocupados en el sub-sector de la cons-
trucción y edificación y en las manufacturas (industrias de la alimentación, la madera y el
calzado). las hijas no declaran salario. Tampoco se registra en la muestra el trabajo infan-
til, ya que, de acuerdo con el ordenamiento laboral del régimen, los menores de 14 años
solo podían trabajar en tareas agrícolas y en talleres familiares.
Para los cabezas de familia de la siderurgia el salario medio diario es de 11,7 pesetas.
Solo declaran trabajar seis esposas (1,8%) en las industrias del tabaco y del textil y en el
servicio doméstico, con un salario medio diario de 7,9. Del total de hijos –282 hijas y 296
hijos–, un 10,7% declaran trabajar. En este caso también el porcentaje de hijos que traba-
jan (7,9%) es superior al de hijas (2,7%). El salario medio diario de los hijos adolescentes
que declaran trabajar como aprendices del metal es de 6,6 pesetas, frente a los hijos adul-
tos que con un salario medio diario de 9,9 pesetas trabajan en los sub-sectores de la cons-
trucción y edificación, en la siderurgia y en la industria de la madera. las hijas adolescen-
tes trabajan en el servicio doméstico y como aprendices de costura y obtienen un salario
de 4,5 pesetas, mientras que las hijas adultas ganan un salario medio diario de 7,5 pesetas
en el servicio doméstico y en la industria textil. Aunque no se registra trabajo infantil entre
las niñas, sí hay tres niños que trabajan como ayudantes de cocina ganando 4,8 pesetas.
los hogares de los trabajadores de la siderurgia tienen unos salarios similares a los
de los trabajadores de la construcción y edificación. Además, los dos tipos de familia tie-
nen una media de dos hijos, pero mientras que en las familias de la construcción y edifica-
ción el porcentaje de hijos menores de catorce años asciende a un 60%, en las familias de
la siderurgia no alcanza el 50%. Este hecho, junto con la ideología del régimen de que el
trabajo de la madre fuera del hogar ponía en peligro el bienestar del núcleo familiar, puede
justificar que las esposas de los obreros de la construcción no se incorporen al mercado de
trabajo. Por otra parte, las diferencias salariales entre las hijas y los hijos podían contribuir
a que muchas de las familias buscasen la colocación de los hijos y prefiriesen que las hijas
se quedasen en casa ayudando a sus madres en las labores domésticas de acuerdo con la
política laboral establecida por el régimen (Molinero, 2014).
En cuanto a la cuantía del ingreso familiar para cada tipo de familia obrera (tabla 3),
los resultados obtenidos indican que las familias de la siderurgia tienen un ingreso fami-
liar mayor que las de la construcción y edificación, debido, en este caso, a la mayor parti-
cipación de las esposas e hijos en el mercado de trabajo. las aportaciones de los diferentes
miembros de los hogares –construcción y edificación y siderurgia– muestran que ambas
familias presentan una característica común: la aportación del cabeza de casa al ingreso fa-
miliar, un 57,8% y un 34,9%, respectivamente, es muy inferior a la obtenida, por ejemplo,
durante el proceso de industrialización para los industriales británicos que era de un 76%
(Humphries, 1995; Humphries y Sarasúa, 2012) o los trabajadores de fábricas que era de
un 66% (Horrell y Humphries, 1995).

17
ley de 13 de diciembre de 1943 (Código Civil, imprenta Nacional del Boletín Oficial del Estado, Ma-
drid, Ministerio de justicia, 1970) establecía la mayoría de edad civil en los veintiún años. Se consideraban ni-
28 ños los menores de catorce años y adolescentes entre catorce y veintiún años.
las esposas de los trabajadores de la siderurgia aportaban un 23,4% del ingreso total
de la familia. Este resultado es similar al obtenido por Borderías y Muñoz-Abeledo (2018)
para las esposas de los jornaleros industriales en Cataluña. Por último, cabe destacar que la
aportación de los hijos e hijas mayores de catorce años es muy relevante, ya que en ambos
! casos supone más del 40% del ingreso familiar.

STABlA 3. SAlARiOS DiARiOS MEDiOS DE lOS MiEMBROS DE lA FAMiliA


P POR OFiCiO Y EDAD (PESETAS CORRiENTES)

Ingreso Ingreso per


Cabeza de familia Esposa Hija Hijo
familia Cápita
Familias de la construcción y edificación
Adulta/o 11,8 11,2
Adolescente 6,9
Niña/o
Total 11,8 9,0 20,8 5,2
Familias de la siderurgia
Adulta/o 11,7 7,9 7,5 9,9
Adolescente 4,5 6,6
Niña/o 4,8
Total 11,7 7,9 6,2 8,0 33,8 8,5
Fuente: Elaborado a partir del Padrón de Habitantes.

!
la evolución de la contribución relativa de los miembros de la unidad familiar al pre-
supuesto y las aportaciones medias por oficio muestran que el peso de la economía fami-
! liar reside en la capacidad salarial del cabeza de casa. la escasa participación de la mujer
en el mercado de trabajo encaja con el marco laboral promulgado en 1938 que establecía
la desigualdad jurídica de la mujer y restringía el trabajo femenino bajo la promesa de “li-
berar a la mujer casada del taller y la fábrica”. Por ley, las mujeres casadas no podían ac-
ceder a un empleo si tenían marido o hijos en edad de trabajar (Arbaiza, 2000).

lA CESTA DE CONSUMO Y El PODER ADQUiSiTiVO DE lAS FAMiliAS OBRERAS BAjO El


SiSTEMA DE RACiONAMiENTO

la reconstrucción del gasto familiar está basada en diversas fuentes. A partir del Bo-
letín Oficial de la Provincia se reconstruyen los productos racionados que deberían distri-
buir los ayuntamientos, así como los precios y cantidades por ración fijados por la Delega-
ción Provincial de la Comisaría General de Abastecimientos y Transportes (CGAT).18 Por
otra parte, la prensa local, concretamente El Comercio y Voluntad. Diario de la falange es-

18
El art. 3 de la ley de 24 de junio de 1941 enumeraba los bienes considerados de primera necesidad a los
que la CGCAT aplicaba su política de abastecimiento, que son: cereales, harinas, piensos, legumbres, tubérculos,
frutas y hortalizas, pan, ganado, carnes frescas y saladas, pescados, salazones, conservas, aves de corral y caza,
huevos, leche y sus derivados, aceites y manteca, tocino, azúcar, café, té, vino, sal, etc. Y entre los artículos de
consumo esencial: los combustibles de uso doméstico, los medicamentos, los tejidos, la ropa y el calzado, las ve-
las, los jabones y las lejías y, en general, cualquier artículo que el Gobierno considerase que debía ser intervenido. 29
Figura 1. Anuncio de suministro de la CGAT local de Gijón. Fuente: El Comercio, 30 de diciembre de 1945.

pañola tradicionalista y de las J.O.N.S.,19 anunciaban los días en los que la Delegación
local Especial de Abastecimientos y Transportes de Gijón suministraría los productos ra-
cionados, especificando el número de raciones a repartir para cada familia, la cantidad y el
precio de cada ración y los comercios donde se vendían los productos (Figura 1).20
la mayoría de las veces muchos de estos productos faltaban en el reparto y, además,
se repartían en cantidades inferiores a las reguladas.21 Este desabastecimiento afectó, sobre
todo, a las áreas industriales y a las concentraciones urbanas (García Piñeiro, 2005). la com-
posición de la dieta alimentaria se realiza en base a esta información y la consulta de topo-
grafías médicas de Gijón que permiten conocer los alimentos que forman parte del régi-
men de la población (Portolá, 2004: 327-328; Ojeda, 2006). los productos incluidos en la
dieta son los adquiridos en el mercado bajo el sistema de racionamiento, pero hay que te-
ner en cuenta que, aunque el mercado negro era muy relevante (Barciela, 2003; Maluquer
de Motes, 2014), la falta de datos ha impedido cuantificarlo. Por ello, no se pueden extraer
conclusiones sobre la nutrición real de las familias estudiadas, sino que solo podemos aproxi-
mar el poder de compra del salario para cubrir la compra de los productos básicos bajo el
sistema de racionamiento.
Además de los alimentos de primera necesidad, otro producto sometido a raciona-
miento era el combustible. El precio del carbón de hulla para uso doméstico variaba en
función del tamaño y de la forma de entrega. En este trabajo se utiliza como dato el precio

19
Estos periódicos recopilan en sus hemerotecas históricas una completa relación de noticias sobre las ac-
tuaciones de la Delegación local Especial de Abastecimientos y Transportes de Gijón en materia de productos
racionados.
20
los precios de los productos estaban tasados, estando prohibido vender por encima de esa tasa. Por ello,
se prohibía la venta a domicilio de los productos del campo, excepto la leche, para poder controlar su aplicación.
21
Además, la ciudad también tuvo que afrontar en los años de la posguerra la falta de vivienda (especialmente
30 para la clase trabajadora), servicios urbanos y equipamientos (Alvargonzález, 1977; Vázquez y Ojeda, 1990).
de 5,55 pesetas por cada saco de 50 Kg. Siguiendo a Pérez-Fuentes (1993:259-264), supo-
nemos que las familias trabajadoras consumían 598 Kg al año. Por tanto, el gasto medio dia-
rio del carbón era de 0,18 pesetas.
En cuanto a los precios de la vivienda y del alumbrado, la fuente utilizada ha sido los
índices de coste de la vida elaborados mensualmente por la Dirección General de Estadís-
tica del Ministerio de Trabajo. El gasto medio mensual del alquiler de una vivienda para
una familia obrera era de 141,7 pesetas, lo que implica un gasto medio diario de 4,7 pese-
tas. El precio de luz era de 0,6 pesetas Kwh. En 1940 el consumo por habitante y año fue
de 125,04 Kwh (Molina ibáñez, 1977), por lo que el gasto medio diario por habitante fue
de 0,2 pesetas.
Además, se ha incluido un capítulo de gastos generales (ropa, servicios sanitarios,
educación y gastos sociales). Dada la falta de datos para poder establecer un gasto general
medio se ha optado estimarlos en un 13,1% del total de gastos, de acuerdo con la metodo-
logía establecida por Maluquer de Motes (2013).
! En la tabla 4 se muestran las raciones individuales diarias fijadas en la Orden de 28 de
junio de 1939. las raciones eran distintas según el sexo y la edad.22
R
TABlA 4. RACiONES TEóRiCAS B iNDiViDUAlES FijADAS BAjO RACiONAMiENTO

Alimentos básicos Gramos (per cápita y día)


Hombre Mujer Hombres y mujeres Niñas/os
Adulto adulta >60 años (<14)
Pan 400 320 320 240
Patatas 250 200 200 150
Legumbres secas 100 80 80 60
Aceite 50 40 40 30
Café 10 8 8 6
Azúcar 30 24 24 18
Carne 125 100 100 75
Tocino 25 20 20 15
Bacalao 75 60 60 45
Pescado fresco 200 160 160 120
Fuente: Boletín Oficial del Estado, 182, 1 de julio de 1939, p. 3602.

!
la prensa local permite reconstruir las raciones y los precios por ración de los pro-
ductos racionados. Cabe destacar que el suministro de los productos sometidos a raciona-
miento no era diario como estaba regulado. Además, no todos los productos se repartían
en cada entrega. En la tabla 5 se recoge el número de entregas, la cantidad total repartida a
lo largo del año 1945, la media de las cantidades entregadas por ración para el hombre
adulto y sus precios. A partir de esta información se calcula la ración diaria dividiendo la
cantidad total repartida en el año entre 365 días.

22
las raciones de la mujer adulta y de los hombres y mujeres mayores de sesenta años se fijaron en un 80%
de las cantidades correspondientes al hombre adulto. las de las niñas y niños hasta catorce años eran del 60%. las
raciones de las embarazadas y de algunos trabajadores, como los mineros o ferroviarios, también eran distintas. 31
!

TABlA 5. R
RACiONES (GRAMOS) Y PRECiOS (PESETAS CORRiENTES) REPARTiDOS
R POR HOMBRE ADUlTO

Número Cantidad
Alimentos Ración Precio por Ración Distribuida/
de total
básicos media ración diaria teórica
repartos repartida
Patatas 25 65.000 2.500 2,5 178,1 71,2
Aceite 35 9.125 254 1,2 25,0 50,0
Azúcar 26 6.400 237 1,1 17,5 58,4
Arroz 16 4.450 262 0,8 12,2 12,2
Alubias 15 3.750 234 0,9 10,3 10,3
Pasta para
11 2.700 246 1,0 7,4
sopa
Harina 10 2.100 210 0,8 5,8
Jabón 12 1.500 115 0,5 4,1
Chocolate 7 1.400 200 2,0 3,8
Garbanzos 4 850 213 0,7 2,3
Tocino 3 600 200 2,5 1,6 6,6
Puré 4 450 113 0,3 1,2
Bacalao 2 450 225 1,7 1,2 1,6
Macarrones 1 250 250 1,0 0,7
Café 4 200 50 1,2 0,5 5,5
Leche
35 48.840 1.395 3,8 133,8
condensada
Fuente: Elaborado a partir de El Comercio y Voluntad.

!
! Como indican Molinero e Ysás (2003) para el caso de Alicante, la CGAT nunca dis-
tribuyó en Gijón las cantidades establecidas oficialmente, de manera que el racionamiento no
cumplió su función. Se distribuyeron el 71% de las patatas comprometidas a precio de tasa
para hombres adultos, el 58% de la cantidad teórica de azúcar fijada y la mitad del aceite.
las patatas, como destaca Portolá (2004: 326), son de consumo imprescindible para la cla-
se trabajadora. la ración media diaria distribuida para el resto de productos se situó muy
por debajo de las raciones fijadas. Cabe destacar que no se anuncian en la prensa, junto
con los alimentos más repartidos, los precios y las cantidades racionadas de pescado, leche
o huevos a pesar de estar fijadas en el Boletín Oficial de la Provincia.23 Estos alimentos
rara vez se repartían, por lo que para adquirirlos debían acudir al mercado negro. A pesar de
ser productor de pescado, Gijón tenía el mercado peor abastecido en relación con otros
puertos pesqueros. la cantidad de pescado que correspondía a la población de Gijón no
se destinaba al consumo, sino que se distribuía fuera de la provincia. Previamente se des-
contaba la cantidad enviada desde la lonja a las fábricas de conservas y salazones de la re-

23
El precio publicado en el Boletín Oficial de la Provincia para la docena de huevos era de 12,6 pesetas,
más de un día de salario de las familias de la construcción y edificación y de la siderurgia. El precio de la leche
32 era de 1,30 pesetas el litro en municipios mayores de 15.000 habitantes y de 1 peseta en el resto.
gión.24 El bacalao y los garbanzos sólo se suministraron en Semana Santa porque eran un
plato típico de la región durante esa festividad. la leche condensada, que era un producto
racionado sólo para los niños, se incluía en todas las entregas de alimentos. En el caso del
pan, el precio de una pieza de 200 gramos era de 0,35 pesetas para la clase obrera.
Si comparamos las raciones diarias de los cuatro alimentos más ofertados, patatas,
aceite, azúcar y arroz, con las raciones diarias calculadas por García Barbancho (1960) y
Molinero e Ysás (2003) podemos ver que, por ejemplo, la ración de patatas en Gijón está
comprendida entre la obtenida por García Barbancho (252,6 gramos) y la de Molinero e
Ysás (59,8 gramos). Para el arroz, la cantidad distribuida en Gijón es similar a la calculada
por Molinero e Ysás (10,8 gramos) frente a los 21,6 gramos obtenidos por García Barban-
cho. Finalmente, las raciones de azúcar y de aceite son similares (30 gramos para García
Barbancho y 22,3 para Molinero).
En cuanto a la carne, tenía su propia cartilla de racionamiento. En Gijón, la CGAT anun-
ció solo cinco veces en el periódico Voluntad los precios máximos por Kg. de diferentes tipos
de carne (tabla 6). la cantidad repartida por ración para el hombre adulto era de 120 gramos.
Para elaborar la cesta de consumo, suponemos que la clase obrera adquiría la más barata.

24
Voluntad, 1 de diciembre de 1944. 33
!

P MÁxiMOS DE VENTA Al PÚBliCO DE lA CARNE EN lAS


TABlA 6. PRECiOS
U
ZONAS URBANAS Y RURAlES (pesetas/Kg)

Zona Zona
Tipo de carne
Urbana Rural
Vacuno mayor 13,3 9,2
Vacuno menor 20,2 14,15
Ternera 21,8 14,95
Lanar y cabrío 12,5 9,8
Fuente: Elaborado a partir de El Comercio y Volun-
tad.

la tabla 7 muestra el gasto de una familia nuclear compuesta por dos adultos y dos ni-
ños menores de 14 años. El gasto diario de la partida de alimentación es de 2,8 pesetas. las
raciones diarias para las mujeres y los niños se calculan aplicando los porcentajes fijados por
decreto. Se incluyen los productos que, según la información recabada, se podían adquirir
bajo el sistema de racionamiento. Por tanto, sirven para estimar el salario real, pero no el es-
tado nutritivo de las familias. Además, el gasto en alimentación de las familias de la cons-
trucción y edificación y de la siderurgia que vivían en zonas urbanas sería menos flexible
que el de las zonas rurales debido a su mayor dependencia del salario y a que era menos pro-
bable el autoconsumo. Por tanto, el mercado negro adquiría un mayor protagonismo.
!

TABlA
G 7. GASTO EN AliMENTACióN DE UNA FAMiliA NUClEAR CON
DOS HijOS
M MENORES DE 14 AÑOS

Ración diaria (gr.) Gasto diario (pesetas) Gasto familiar


Alimentos
básicos Hombre Niños Hombre Niños
Mujer Mujer Diario Anual
adulto <14años adulto <14años
Patatas 178,1 142,5 106,9 0,2 0,14 0,10 0,5 191,3
Aceite 25,0 20,0 15,0 0,12 0,10 0,07 0,4 130,2
Pan 19,2 15,3 11,5 0,07 0,05 0,04 0,2 73,5
Azúcar 17,5 14,0 10,5 0,08 0,07 0,05 0,3 91,6
Arroz 12,2 9,8 7,3 0,04 0,03 0,02 0,1 41,4
Alubias 10,3 8,2 6,2 0,04 0,03 0,02 0,1 42,9
Pasta para 0,09 31,7
7,4 5,9 4,4 0,03 0,02 0,02
sopa
Harina 5,8 4,6 3,5 0,02 0,02 0,01 0,06 22,8
Jabón 4,1 3,3 2,5 0,02 0,01 0,01 0,05 17,9
Chocolate 3,8 3,1 2,3 0,04 0,03 0,02 0,1 41,4
Garbanzos 2,3 1,9 1,4 0,01 0,01 0,00 0,02 8,0
Carne 1,6 1,3 1,0 0,02 0,02 0,01 0,06 22,5
Tocino 1,6 1,3 1,0 0,02 0,02 0,01 0,06 22,5
Puré 1,2 1,0 0,7 0,00 0,00 0,00 0,01 3,9
Bacalao 1,2 1,0 0,7 0,01 0,01 0,01 0,03 10,4
Macarrones 0,7 0,6 0,4 0,00 0,00 0,00 0,01 2,9
Café 0,6 0,4 0,3 0,01 0,01 0,01 0,04 14,7
Leche
133,8 0,4 0,7 264,6
condensada
Gasto total 2,8 1.034

34 Fuente: Elaborado a partir de El Comercio y Voluntad.

!
A partir de estos cálculos, y con objeto de estudiar si los salarios de los hombres ca-
beza de casa cubrían las necesidades familiares y hasta qué punto el trabajo de las mujeres
y de los hijos podía obedecer a una obligación económica de subsistencia, se elaboran dos
presupuestos familiares. En el primero (Caso 1), se considera una familia nuclear com-
puesta por un matrimonio con dos hijos menores dependientes. En este caso solo contribu-
ye a la economía familiar el cabeza de casa. En el segundo (Caso 2), el hogar está com-
puesto por un matrimonio con dos hijos mayores de catorce años y la aportación al ingreso
familiar vendrá dada por el padre y uno de los hijos. Aplicando los porcentajes fijados por
sexo y edad para las raciones y sus precios (véanse tablas 4 y 5), el gasto en alimentación
es de 2,8 pesetas para la primera familia y de 2,5 para la segunda. Así es posible comparar
la importancia de la contribución de los miembros de la unidad familiar y de cómo, efecti-
vamente,
! podían resolver el problema de la alimentación insuficiente.

TABlA 8. PRESUPUESTO
P DE iNGRESOS Y DE GASTOS DE lAS FAMiliAS
F OBRERAS EN GijóN, 1945

Salarios e ingresos (pesetas corrientes)


Concepto Caso 1 Caso 2
Siderurgia Construcción Siderurgia Construcción
Gasto en alimentación 2,8 2,8 2,5 2,5
Alquiler de la vivienda 4,7 4,7 4,7 4,7
Luz 0,8 0,8 0,8 0,8
Carbón 0,2 0,2 0,2 0,2
Vestido y otros gastos 1,3 1,3 1,2 1,2
Gasto total 9,8 9,8 9,4 9,4
Salario diario del cabeza de
11,7 11,8 11,7 11,8
familia
Ingreso diario del cabeza de
8,5 8,6 8,5 8,6
familia
Salario diario de los hijos 8,0 9,0
Ingreso diario de los hijos 5,8 6,5
Ingreso de la familia 8,5 8,6 14,3 15,1
Déficit/superávit -1,3 -1,2 4,9 5,7
Fuente: Elaboración a propia a partir de la combinación de las fuentes citadas.

En la tabla 8 se presentan los resultados sobre la capacidad adquisitiva del salario del
cabeza de casa y de las aportaciones del resto de la familia. Dado que las cantidades distri-
buidas eran claramente insuficientes, ya que están por debajo de la ración fijada y no se
entregaban diariamente, para calcular el gasto total en alimentación suponemos que la fa-
milia adquiría todos los productos ofrecidos en cada reparto. El salario diario del cabeza
de casa es la media de los salarios declarados según la ocupación en el momento del em-
padronamiento. Para calcular el ingreso diario de cada oficio se ponderan los salarios me-
dios diarios por la media de días trabajados al año. En este trabajo se toma como referen-
cia una media de 265 días laborables (Borderías y Muñoz-Abeledo, 2018).
Como se puede ver, en el Caso 1, el salario medio de los cabezas de familia de los
subsectores de la siderurgia y de la construcción y edificación con dos hijos menores de
14 años cubrían, respectivamente, el 86% y el 87% de los gastos familiares diarios. El dé-
ficit era de 1,3 y 1,2 pesetas, respectivamente, considerando que consumen solo los produc-
tos racionados. En ambos casos, el trabajo de la esposa era imprescindible. Sin embargo,
35
como se ha visto previamente, un porcentaje elevado de las esposas de estas familias se
dedicaban a las tareas del hogar o, si trabajaban, no declaraban salario.
En estas condiciones, una opción para asegurar la supervivencia era comprar alimen-
tos en el mercado negro, donde los precios eran abusivos.25 Sin embargo, incluso sumando
los salarios del cabeza de familia y de un hijo (Caso 2), apenas se superaba el mínimo de
subsistencia (4,9 y 5,7 pesetas). Por eso, en esta etapa se produce una ruralización mayor
en busca de alimentos o bien se acudía a los comedores del Auxilio Social (Molinero e
Ysás, 2003). Cussó, Gamboa y Pujol-Andreu (2018) señalan que el déficit de alimentos
ingeridos por el marido se suplía a costa de los alimentos de la esposa.
los resultados obtenidos parecen indicar que, si bien el modelo male-breadwinner
predominaba entre la clase media a mediados de los años veinte, seguía sin poder aplicarse
a la clase trabajadora cuyo presupuesto era deficitario en casi un 20% de haber dependido
solo del salario del cabeza de familia. Solo contando con la aportación del padre y de un
hijo se lograba, con gran esfuerzo, equilibrar el presupuesto.

iNGRESOS DE lAS FAMiliAS ExTENSAS EN GijóN: lA CONTRiBUCióN DE lAS CiGARRERAS

En esta sección se estudia la estrategia de supervivencia de las familias extensas, que


representan un 24,6% de la muestra, considerando que el total de mujeres de la muestra
era superior al de hombres (60,1% y 39,9%) y sobre todo que el porcentaje de hombres
que declararon una ocupación fue del 24,1% frente al 48% de mujeres. Este elevado por-
centaje, en comparación con el obtenido para la muestra de familias nucleares, se justifica
porque el 58,2% del total de mujeres ocupadas de los hogares extensos son solteras y el
20,1% viudas.
Además, se analiza cuál sería el bienestar de estas familias urbanas extensas, encabe-
zadas por mujeres, en un entorno laboral y económico represivo como fue el primer franquis-
mo. De estas familias de mujeres trabajadoras destaca el caso de las cigarreras por dos moti-
vos. En primer lugar, por su importancia histórica, ya que la Fábrica de Tabacos de Gijón
llegó a ocupar a más de 1.600 cigarreras en el periodo 1843-1887, muy por encima de la
mano de obra empleada en las fábricas de Santander, San Sebastián o Bilbao. En 1890 se
convirtió en la principal empleadora femenina contratando a 2.000 operarias (Arias González
y Mato Díaz, 2005). En segundo lugar, por la disponibilidad de datos de salarios declarados.
la composición de las familias de estas cigarreras es variada, predominando las viudas
con hijos a cargo y conviviendo, sobre todo, con hermanos/as, cuñados/as y sobrinos/as. Tam-
bién se registra algún caso de mujer casada con marido ausente, en paro o trabajador even-
tual que no declara salario. Esta situación justificaría que la mujer casada no tuviese una
plena dedicación al hogar, como se le requería, y pudiese desempeñar un trabajo remune-
rado fuera del mismo para contribuir al sustento de la familia.
Además, hay familias de las cigarreras en las que ningún miembro de la unidad fami-
liar declara ocupación ni salario. Por tanto, en esos casos, la cigarrera es la sustentadora
principal del hogar. Por otra parte, se registran casos en los que la madre cabeza de familia
era cigarrera y también lo era una hija o un pariente (hermana o cuñada). En cuanto a la
composición de familia, tanto la media de hijos como la de parientes convivientes era de
dos, siendo la edad promedio de los hijos de 21 años.

25
Barciela (1998) muestra que la cantidad de trigo que se vendió en el mercado negro durante la etapa de
racionamiento era mayor que la que se distribuyó oficialmente. En el caso del aceite, la producción se distribuyó
36 a partes iguales entre el mercado oficial y el mercado ilegal.
!

P PRESUPUESTO DE iNGRESOS Y DE GASTOS DE lAS FAMiliAS


TABlA 9.
F DE CiGARRERAS EN GijóN, 1945

Salarios e ingresos (pesetas corrientes)


Concepto
Caso 3 Caso 4
Gasto en alimentación 3,1 3,1
Alquiler de la vivienda 4,7 4,7
Luz 0,8 0,8
Carbón 0,2 0,2
Vestido y otros gastos 1,3 1,3
Gasto total 10,1 10,1
Salario diario del cabeza de familia 8 8
Ingreso diario del cabeza de familia 5,8 5,8
Salario diario de los hijos/parientes 7,5
Ingreso diario de los hijos/parientes 5,4
Ingreso de la familia 5,8 11,3
Déficit/superávit -4,3 1,1
Fuente: Elaborado a partir del Padrón de Habitantes.

!
En la tabla 9 se reconstruye el presupuesto considerando una familia compuesta por la
cigarrera como cabeza de casa, dos hijos y dos parientes. Para calcular el gasto en alimenta-
ción bajo el supuesto de racionamiento presentado anteriormente, suponemos que tanto los
hijos como los parientes son dos hombres y dos mujeres. Por tanto, este gasto en alimenta-
ción será mayor para las familias extensas que para las nucleares (tablas 8 y 9). Sabiendo
que el salario medio diario de las cigarreras era de 8 pesetas, se proponen dos casos.
En el primero (Caso 3), suponemos que la cigarrera es la única que aporta ingresos a
la economía familiar. Bajo este supuesto, el déficit presupuestario es de 4,3, un 30% ma-
yor que el de las familias de la siderurgia y de la construcción y edificación. Al igual que
ocurría para el caso de las familias nucleares, en las que solo contribuía al ingreso familiar
el cabeza de casa, en este caso también era imprescindible el trabajo de algún miembro
más del agregado doméstico para garantizar el sustento de la familia.
En el Caso 4, se presenta la familia extensa considerada en la que declaran su salario dos
cigarreras: la madre cabeza de casa y una hija o la madre cabeza de familia y un pariente
(hermana o cuñada). En este supuesto, a diferencia del anterior, hay un superávit de 1,1 pe-
setas, aproximadamente un 20% menor que el de las familias nucleares analizadas en las que
el ingreso familiar estaba compuesto por el salario del cabeza de casa y un hijo.
Por tanto, se observa que la supervivencia de las familias extensas de las cigarreras era
aún más dramática que para las familias nucleares de los trabajadores de la construcción y
edificación y de la siderurgia: el presupuesto de las cigarreras cabeza de familia era defici-
tario en más de un 50% si dependía exclusivamente de su salario. Si contaba con la aporta-
ción de una hija o un pariente cigarrera se lograba mínimamente equilibrar el presupuesto.

CONClUSiONES

los bajos salarios, la escasez de productos de primera necesidad, sobre todo alimentos,
el mercado negro y el empeoramiento de los problemas relacionados con la salud y la vivien-
da impidieron recuperar la normalidad después de la guerra civil y condujeron a la mayor
parte de la población a unas duras condiciones de vida. 37
Con esta investigación en la que se reconstruyen los ingresos y los gastos de las fami-
lias obreras, se profundiza en el análisis de los niveles de vida de la posguerra española,
combinando la metodología de reconstrucción de presupuestos familiares con diferentes
fuentes. los resultados obtenidos contribuyen a entender mejor las dificultades económi-
cas del primer franquismo.
A partir de datos sobre el tipo de hogar, la actividad, la composición del ingreso y el
gasto de las familias obreras empleadas en los sectores que concentraban una mayor ocu-
pación en Gijón en 1945, es decir, cuyos cabezas de familia estaban empleados en la side-
rurgia y en la construcción y edificación, este trabajo muestra la relación entre el poder
adquisitivo de la clase trabajadora y el precio de los productos que consumían bajo el sis-
tema de racionamiento.
Así, se ha podido comprobar que las familias obreras nucleares que vivían de acuerdo
al modelo de “ganador de pan” y ama de casa, no llegaban a cubrir las necesidades de la fa-
milia. Solo si se incluían las contribuciones de los hijos, los presupuestos familiares mos-
traban un pequeño superávit. Casi la totalidad de las mujeres de estos cabezas de familia
declararon como ocupación “sus labores” en el Padrón de habitantes. Esto es coherente
con el modelo de mujer promovido por el régimen franquista, que negaba la autonomía de
las mujeres al confinarlas al ámbito doméstico.
Por otra parte, el porcentaje de mujeres clasificadas en las familias extensas que de-
claraban un oficio eran solteras, viudas de guerra o esposas de presos que tuvieron que lu-
char por la supervivencia del núcleo familiar. los resultados obtenidos para el caso de las
cigarreras muestran, por un lado, que el relativamente elevado salario de estas obreras puede
equipararse al de los varones “ganadores de pan” de las familias nucleares analizadas. Por
otro, revelan la incompatibilidad existente entre el discurso oficial del régimen y las nece-
sidades de las economías familiares de la clase obrera trabajadora, que dependía de los
sueldos de las mujeres, hijos y parientes.
Finalmente, los gastos familiares mostraban una dieta alimenticia muy pobre, con altas
carencias nutricionales. Este estudio demuestra que las raciones distribuidas por el CGCAT-
Gijón eran claramente insuficientes. Por tanto, este desajuste entre ingresos y gastos de las
familias, unido a la reducida oferta de los productos racionados como consecuencia de la
falta de cumplimiento con los cupos establecidos por ración, obligaba a las familias a acu-
dir al mercado negro para proveerse de alimentos básicos.

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41
Escasez, hambre y racionamiento. Una reconstrucción del presupuesto familiar
de la clase obrera en el Gijón de la posguerra

Scarcity, hunger and rationing. Family budget reconstruction of the post-war


working class in Gijón

VERóNiCA CAÑAl-FERNÁNDEZ
Universidad de Oviedo

lUiSA MUÑOZ ABElEDO


Universidad de Santiago de Compostela

Resumen
El objetivo de este trabajo es examinar la capacidad adquisitiva de los salarios de las familias obreras de
Gijón en 1945. Utilizando la metodología de los presupuestos familiares se reconstruye el presupuesto de
ingresos y gastos de una muestra de familias. Se comparan los gastos en el consumo de alimentos y otros
gastos generales con los salarios nominales de las principales actividades industriales. las fuentes utiliza-
das son el Padrón de habitantes de 1945, dos periódicos locales, el Boletín Oficial de la Provincia y el ín-
dice del coste de la vida elaborado por la Dirección General de Estadística del Ministerio de Trabajo. los
resultados confirman que los hogares en los que solo contribuye al presupuesto familiar el cabeza de fa-
milia no se cubren las necesidades familiares. Así, para sobrevivir en el duro contexto de los años de la
posguerra, las familias necesitaban ingresos extra procedentes de otros miembros de la familia.
Palabras clave: cartilla de racionamiento, niveles de vida, male–breadwinner, cesta de consumo, Primer
Franquismo.

Abstract
The aim of this work is to examine the purchasing power of the wages of working–class families in Gijón
in 1945. Using the methodology of family budgets, the income and expenditure budget is reconstructed.
Expenditure on food consumption and other general expenses is compared with nominal wages in the
main industrial activities. The sources used are the 1945 Enumerator Book, two local newspapers, the
Provincial Official Gazette and the price of the ration are obtained; and the cost of living indices pro-
duced by the General Directorate of Statistics of the Ministry of labour, which provide the prices of
housing rent, fuel and electricity. The results confirm that households in which only the head of the fami-
ly contributes to the family budget do not cover the family needs. Thus, in order to survive in the hard
context of the post–war years, families needed extra income from other family members.
Keywords: rationing card, living standards, male–breadwinner, consumer basket, Early Francoism.

Verónica Cañal Fernández


Profesora Contratado Doctor y Acreditada al Cuerpo de Titulares de Universidad del Dpto. de Economía
de la Universidad de Oviedo. Desde 2012 forma parte del Área de Historia e instituciones Económicas.
Su principal línea de investigación se centra en el estudio de la demografía histórica. Por una parte, se
examinan los patrones espaciales de distribución de la población a través del cálculo de centros de grave-
42 dad, tomando como fuente los censos. Por otra, se reconstruye el presupuesto de ingresos y gastos de las
familias obreras para examinar la capacidad adquisitiva de sus salarios. Forma parte del Comité HiSCO
en representación de la Universidad de Oviedo. Participa como investigadora en el proyecto dirigido por
la Dra. luisa Muñoz Abeledo “la Estructura de la Ocupación y el ingreso en el largo plazo. Redefinien-
do la modernización económica y los niveles de vida en Galicia, 1750-1975. HAR2017-85601-C2–2–P”.

Luisa Muñoz Abeledo


Profesora Titular del Departamento de Historia de la Universidad de Santiago de Compostela. Es miembro
de la Red Española de Historia del Trabajo y de la European labour History Network. Es iP del proyecto
la Estructura de la Ocupación y el ingreso en el largo plazo. Redefiniendo la modernización económica y
los niveles de vida en Galicia, 1750-1975. HAR2017–85601–C2–2–P. Sus últimas publicaciones son:
Determinantes de la participación femenina en el mercado de trabajo en la Galicia rural y urbana de
1920 (2019, con S. Taboada Mella y R. Verdugo Matés), ¿Quién llevaba el pan a casa en la España de
1924? Trabajo y economías familiares de jornaleros y pescadores en Cataluña y Galicia (2018, con
C. Borderías Mondéjar) y Les activités de négoce des femmes dans les ports atlantiques de l’Espagne au
xIxe siècle (2018, en B. Michon y N. Dufurneau).

Cómo citar este artículo:


Verónica Cañal Fernández y luisa Muñoz Abeledo, “Escasez, hambre y racionamiento. Una reconstruc-
ción del presupuesto familiar de la clase obrera en el Gijón de la posguerra”, Historia Social, núm. 107,
2023, pp. 19-43.

Verónica Cañal Fernández y luisa Muñoz Abeledo, “Escasez, hambre y racionamiento. Una recons-
trucción del presupuesto familiar de la clase obrera en el Gijón de la posguerra”, Historia Social, 107
(2023), pp. 19-43.

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¿UN PAÍS SIN MIGRANTES? PODER Y
MIGRACIONES INTERIORES EN LA
POSGUERRA ESPAÑOLA
Miguel Díaz Sánchez

“En el María Ramos me tiré tres días ¡Qué mareos! Y recuerdo que de-
cían ¡Ya se ve el Colón! ¡Ya se ve el Colón! Y yo no veía nada ¡Tres
horas y pico! Llegamos a media tarde, mi madre me estaba esperando y
mi hermano también; ellos también vinieron en este barco dos años an-
tes que yo, en 1942 ¡Era pequeñísimo! Llegaba a Águilas de Almería
tras salir de Málaga, después a Cartagena y ya venía para Barcelona”.
(Juan Navarro García, emigrante de la posguerra)

LAs migraciones son un hecho consustancial a la experiencia humana. Dotar de perspec-1

tiva historiográfica a este fenómeno social requiere la combinación de varios tipos de fuen-
tes y de distintas escalas de análisis. sin duda, la vivencia migrante adquiere mayor dina-
mismo cuando nos acercamos a ella a través de la historia oral;2 pero para complementarla
es imprescindible un análisis de los procesos migratorios a través de la información conte-
nida en las fuentes documentales.
A diferencia de otros periodos, el estudio de las migraciones interiores acontecidas en
España durante los años cuarenta ha sido una cuestión escasamente desarrollada por las dis-
tintas ciencias sociales. Desde mediados del pasado siglo, su estudio fue un aspecto proble-
mático dentro de los campos de la demografía y la historiografía. Las polémicas surgidas en
torno a esta cuestión estuvieron dominadas por sus aspectos cuantitativos.3 sin embargo,
desde principios del actual siglo se aparcaron estos debates para descender a sus aspectos
micro, intentar dilucidar cómo fue experimentado este proceso migratorio por parte de la so-
ciedad española y cómo debemos encuadrar el contexto político, económico y social de la
posguerra en el mismo.4

1
Massimo Livi Bacci, Breve historia de las migraciones, Alianza, Madrid, 2012.
2
María Jesús Criado, “Historias de vida: el poder del recuerdo, el poder de la palabra”, Migraciones, 1 (1997),
pp. 73-120. Para el periodo franquista destacamos por su carácter pionero la recopilación de Jaume Botey, Cin-
quanta - quatre relats d´immigració, Diputació de Barcelona, Barcelona, 1986.
3
Jordi Maluquer de Motes, “La incidencia de la Gran Depresión y de la Guerra Civil en la población de
España (1931-1940). Una nueva interpretación”, Revista de Demografía Histórica, 25: 2 (2007), pp. 131-166.
4
En los últimos años podemos destacar dos tesis doctorales en este sentido: Enrique Tudela, Marcharse
lejos. Migraciones granadinas a Barcelona durante el primer franquismo (1940-1960), Tesis doctoral, Univer-
sitat de Barcelona, Barcelona, 2018; Miguel Díaz, Migrar contra el poder. La represión de las migraciones in-
teriores en España durante la posguerra (1939-1957), Tesis doctoral, Universitat Autònoma de Barcelona, Bar-
celona, 2020.

Historia Social, n.º 107, 2023, pp. 45-64. 45


Nuestra hipótesis de partida se ciñe a estos últimos planteamientos. En primer lugar to-
mamos como asumible que los desplazamientos migratorios fueron realmente importantes
durante la década del cuarenta.5 En segundo lugar, estimamos que estas migraciones respon-
dieron a motivaciones de diversa índole: económicas, sociales y políticas.6 Y en último lugar
consideramos que el régimen franquista desarrolló mecánicas represivas para impedirlas, ya
que el desplazamiento incontrolado de población ponía en serio riesgo su potente retórica
agrarista, su proyecto político autoritario y sus planteamientos económicos autárquicos.7
Para ello dividiremos el artículo en tres apartados. El primero analizará los aspectos re-
presivos contra las migraciones interiores. El segundo se adentrará en las estrategias desple-
gadas por los migrantes para poder superarlos. Y el tercero se ubicará en la Barcelona de la
inmediata posguerra para mostrar documentalmente los aspectos señalados previamente. A
través de ellos veremos cómo las dinámicas represivas, las problemáticas del pasado y las
acciones individuales y colectivas para afrontarlas son también observables en el presente, y
lo único que cambian son los regímenes políticos, sus gobernantes y los protagonistas del
acto migratorio, hayan nacido aquí o en el lugar más lejano que podamos imaginar.

LA POsGUERRA sE AFRONTA EN CAsA: LEGisLAR CONTRA LAs MiGRACiONEs iNTERiOREs

La intención del Nuevo Estado desde el inicio de la Guerra Civil fue aplicar un estricto
control sobre la población. Una de sus vertientes consistió en atarla a sus localidades de
origen o previas a la contienda. Bajo la óptica del régimen, los movimientos incontrolados de
población podían afectar seriamente su proyecto político, económico y social fundamen-
tado en la autarquía. Y en este sentido gira uno de los argumentos clave de esta exposición:
vincular el concepto represión con las migraciones interiores.
Esta relación debe ser abordada bajo una perspectiva amplia y compleja.8 su defini-
ción es inherente a las distintas modalidades represivo-administrativas ejecutadas por la
dictadura.9 Fue aplicado de forma transversal sobre una mayoría de la población, sin excep-
ciones o consideraciones fundamentadas en el pasado político y social de los potenciales
migrantes.10 su accionamiento estuvo determinado jerárquicamente dentro de las estructuras

15
Javier silvestre, “Las emigraciones interiores en España (1860-2007)”, Historia y Política, 23 (2010),
pp. 113-134.
16
Angelina Puig y Teresa María Ortega, Andalucía y Cataluña. Dictadura y emigración, Bellaterra, Bar-
celona, 2020, pp. 168-401.
17
Martí Marín, “Migrantes, fronteras y fascismos. El control de los desplazamientos por parte del régimen
franquista, 1939-1965”, Spagna contemporanea, 47 (2015), pp. 79-94.
18
Utilizaremos el concepto represión de forma extensa para analizar, a través de las migraciones interio-
res, una de las múltiples caras desplegadas por el régimen franquista para ejecutar un control social sobre la po-
blación. Miguel Ángel del Arco y Claudio Hernández, “Los componentes sociales de la represión franquista:
orígenes, duración, espacios y actores”, Historia Actual Online, 41 (2016), pp. 77-90 y Conxita Mir, “Violencia
política, coacción legal y oposición interior”, Ayer, 33 (1999), pp. 115-145.
19
Aplicamos el concepto burorrepresión al contexto de la posguerra española: Pedro Oliver y Jesús Carlos
Urda, “Bureau - repression: Administrative sanction and social Control in Modern spain”, Oñati Socio - legal
Series, 5: 5 (2015), pp. 1309-1328.
10
Dentro del contexto general de precariedad ocasionado por el sistema autárquico, la transversalidad se-
ñalada operó de manera similar a otras modalidades represivas de este periodo. Claudio Hernández y Francisco
Jorge Leira, “Los rostros del hambre: autarquía, experiencias de miseria y estrategias de supervivencias durante
la posguerra franquista (1939-1951)”, Historia Social, 97 (2020), pp. 79-98. Miguel Ángel del Arco (ed.), Los
“años del hambre”. Historia y memoria de la posguerra franquista, Marcial Pons, Madrid, 2020. Conxita Mir,
Carme Agustí y Josep Gelonch (eds.), Pobreza, marginación, delincuencia y políticas sociales bajo el franquis-
mo, Universitat de Lleida, Lleida 2005, pp. 139-164. Michael Richards, Un tiempo de silencio. La guerra civil y
46 la cultura de la represión en la España de Franco, 1936-1945, Crítica, Barcelona, 1999.
Autor: Hermes Pato. Mendicidad. Madrid, 1939

de poder del régimen, pero en este sentido ofreció algunas contradicciones porque nume-
rosos gobernadores civiles omitieron las órdenes superiores para atenuar posibles conflic-
tividades sociales en los contextos precarizados que debieron gestionar.11

11
Carme Molinero y Pere Ysàs, “El malestar popular por las condiciones de vida ¿Un problema político
para el régimen franquista?”, Ayer, 52 (2003), pp. 255-280. Entendemos que, al ser coaccionada la emigración,
las prácticas (y sus expresiones) cotidianas de resistencia o subsistencia pudieron verse incrementadas ante la
precariedad reinante. Jim scott, Los dominados y el arte de la resistencia, Txalaparta, Tafalla, 2003, pp. 272-273.
Y en este sentido, el cursus honorum político del régimen franquista se sustentó en métodos claros y concisos
establecidos por el Ministerio de la Gobernación, y cualquier desliz en el mantenimiento de la estabilidad social
podía suponer el quebranto de una carrera política. Julio Ponce, “Los gobernadores civiles en el primer fran-
quismo”, Hispania, 252 (2016), pp. 245-271. El medio más utilizado por los gobernadores civiles para promo-
ver la emigración fue conceder los denominados “billetes de caridad” (1/4 de precio) de forma masiva y sin ate-
nerse a su verdadero fin (evacuación de indigentes y refugiados). Un proceder que requirió una circular del
Ministerio de la Gobernación (MG) para ser restringido. “Circular núm. 3”. 5 de febrero de 1940. Fondo de in-
terior (Fi): caja 44/4.131, carpeta 108. Archivo General de la Administración (AGA). 47
Nos encontramos ante una modalidad represiva que ofreció tres planos estrechamente
relacionados: por un lado, una serie de mecanismos coactivos implantados legislativamente
durante la posguerra; por otra parte, dichos mecanismos originaron la pobreza que debie-
ron afrontar miles de inmigrantes en sus procesos de asentamiento; y a consecuencia de esta
última apreciación, el régimen desarrolló un procedimiento para retornar a sus localidades
de origen a todos aquellos que no pudieron sortearlos.
Para dotar de consistencia a las premisas indicadas, nuestro punto de partida es una
orden circular emitida por el Ministerio de la Gobernación el 11 de septiembre de 1939.
Esta circular tuvo unos recordatorios en noviembre de 1941 y agosto de 1949, confirmando
de este modo su aplicación total o parcial durante toda la década del cuarenta. su objetivo
consistió en prohibir los desplazamientos incontrolados de población hacia las grandes
ciudades y principales centros industriales:

Por Circular de 11 de septiembre de 1939 se llamó la atención de los Gobernadores Civiles respecto
al crecido número de personas que acudían a los grandes núcleos urbanos e industriales, en deman-
da de trabajo, que en la mayoría de los casos no se les podía facilitar, bien por estar cubierto el cupo
de obreros necesario para las actividades de la producción y del comercio, o bien por no reunir las
condiciones exigidas por las Oficinas de Colocación Obrera, viéndose por ello obligados a retornar
de nuevo a sus puntos de origen, ocasionándose así los consiguientes trastornos, que aquellas Auto-
ridades debían evitar.
Y subsistiendo actualmente estos injustificados desplazamientos, que tienen una desfavorable
repercusión en los problemas de abastecimiento, de la vivienda y aún del mismo paro obrero de las
ciudades populosas y fabriles, interesa que por las Autoridades gubernativas y sus agentes se res-
trinja la salida de hombres y mujeres de los puntos habituales de su residencia, que vayan en busca
de trabajo, por espíritu de aventura y aún para sustraerse a la actuación de las Autoridades de su do-
micilio, que les vigilan como indeseables, a menos que justifiquen cumplidamente la necesidad de
realizar el viaje, bien por naturales exigencias familiares, bien por hallarse provistos de la corres-
pondiente carta de trabajo o, en su defecto, acreditando que tienen medios propios de vida o que
disponen en el punto de destino de una ocupación que les permita atender a su subsistencia.12

El primer hecho que nos muestra este documento es la existencia de una orden espe-
cífica para dificultar las migraciones interiores. Las pautas indicadas a los gobernadores
civiles nos señalan que la responsabilidad de la acción represiva recayó en los territorios
emisores (preventiva) y receptores de inmigración (repatriación de inmigrantes a sus loca-
lidades de origen). Asimismo, evidencia que las órdenes transmitidas el año anterior a los
gobernadores civiles de las provincias emisoras seguían sin ser aplicadas de forma estricta.
También referencia la peligrosidad que podía originarse en los territorios urbanos a raíz de
la falta de trabajo, la falta de viviendas y los problemas para abastecer de alimentos a un
tipo de poblaciones que, ya de por sí, ofrecían dificultades para atender a su población autóc-
tona.13 Ligada a estas tres problemáticas, el régimen también temió por la proliferación de la
mendicidad y por una posible desestabilización del orden público en dichos ámbitos, a conse-
cuencia de la falta de empleo, vivienda, alimentos y al trasiego de personas sin identificar por

12
MG, “Circular nº 24”. 29 de noviembre de 1941. Fi: caja 44/4.131, carpeta 108. AGA. El recordatorio
de 1949 podemos consultarlo en MG, “Orden Circular. Registro de entrada 2.421”. 10 de agosto de 1949. Fondo
de Legajos (FL): caja 37. Archivo Histórico de la Delegación del Gobierno en Cataluña (AHDGC).
13
Es evidente la alarma ante un posible desbordamiento del metabolismo social en los ámbitos urbanos:
Alejandro Pérez - Olivares, Madrid cautivo. Ocupación y control de una ciudad (1936-1948), Universitat de
València, Valencia, 2020, pp. 123-153. En este sentido, un informe elaborado por Luis Carrero Blanco en agosto
de 1941 señaló la necesidad de reducir “al mínimo los grandes centros demográficos inútiles que, como Madrid,
son una carga y una servidumbre en tiempo de paz y una complicación en caso de guerra”. Documentos inéditos
48 para la Historia del Generalísimo Franco, t. 2, vol. 2, Fundación Nacional Francisco Franco, Madrid, 1992, p. 331.
todo el país.14 Finalmente, esta circular y sus recordatorios suponen la constatación de un he-
cho que se produjo durante aquellos años: pese a las dificultades impuestas por el poder, mi-
les de hombres y mujeres decidieron migrar bajo un amplio abanico de motivaciones, donde
se pueden incluir desde las estrictamente económicas, a las relacionadas con las inclinacio-
nes políticas durante el periodo republicano, la Guerra Civil y la inmediata posguerra.15
Ante este hecho, el régimen instauró un periodo de excepcionalidad en el proceso mi-
gratorio español del siglo XX. Para ello desarrolló una dinámica legislativa amparada en cua-
tro ámbitos intervenidos por el Estado: el racionamiento alimenticio, la cuestión laboral, y
los aspectos relacionados con la vivienda y la identificación de las personas.
Respecto a estos últimos, los documentos establecidos tuvieron una estrecha relación
con las migraciones interiores. Fueron fruto de la intención por ejecutar un control indivi-
dualizado de los migrantes en términos políticos, económicos y sociales, especialmente
con aquellos que habían tenido un pasado vinculado al régimen republicano, con los de-
rrotados en el conflicto bélico y con la disidencia política surgida tras la contienda.16 Con
el fin de facilitar la represión política contra los vencidos, el régimen fagocitó la sujeción
de la sociedad donde más cómodamente podía aplicar todas sus aristas represivas: en los
lugares habituales de residencia previos a la guerra.17 Y lo hizo aplicando una cuarentena
territorial a toda la población. En un primer momento, dicha cuarentena estuvo sujeta al
municipio, atenuándose posteriormente a la provincia, y finalmente, en 1948, con la dero-
gación del Bando de Guerra y cuando la extensión del Documento Nacional de identidad
comenzó a ser una realidad en las grandes ciudades (y sobre los presos políticos), permitió
una modesta libertad de circulación por todo el territorio peninsular.18
Para controlar la aplicación de este confinamiento territorial, el régimen se acogió a
un formato identificativo surgido durante la contienda: el salvoconducto de movilidad in-
terior.19 Dicho documento fue un requisito indispensable para emprender la emigración le-
galmente. su tramitación administrativa fue utilizada para realizar pesquisas político-socia-
les del solicitante antes de decidir si podía trasladar su residencia a otro municipio. Dichos
trámites fueron gestionados por los gobiernos civiles, pero la Dirección General de seguridad
pudo intervenir en última instancia en los casos más conflictivos.20
Otro elemento de control impuesto a los movimientos migratorios estuvo sujeto al ra-
cionamiento alimenticio.21 En este sentido, la confección de los censos de racionamiento

14
En este aspecto, la dictadura franquista compartió temores y mecanismos represivos con otros regímenes
totalitarios de este periodo. Anna Treves, Le migrazioni interne nell´Italia fascista, Einaudi, Turín, 1976, pp. 97-
102. John Torpey, La invención del pasaporte. Estado, vigilancia y ciudadanía, Cambalache, Oviedo, 2020,
pp. 240-249. sheila Fitzpatrick, La vida cotidiana durante el estalinismo. Cómo vivía y sobrevivía la gente co-
mún en la Rusia soviética, siglo XXi, Buenos Aires, 2019, pp. 21-22, 51-52, 70, 74-76, 177-210.
15
Esta circular retrasaría la dinámica observada por Angelina Puig a la inmediata posguerra: “La Guerra
Civil espanyola, una causa de l´emigració andalusa en la década dels anys cinquanta?”, Recerques, 31 (1995),
pp. 53-69.
16
Una arquitectura identificativa similar a la instaurada por el régimen nazi para controlar a su disidencia
interna. John Torpey, La invención del pasaporte, pp. 242-249.
17
Alejandro Pérez - Olivares, “El franquismo, ¿un régimen de control? Experiencias, dispositivos y espa-
cios (desde el Madrid ocupado)”, Historia Social, 97 (2020), pp. 61-78. Conxita Mir, “La funció política dels
capellans en un context rural de posguerra”, L’Avenç, 246 (2000), pp. 18-23.
18
Boletín Oficial del Estado, 155, 4 de junio de 1939, p. 3.052. Dirección General de seguridad (DGs),
“Circular”. 31 de enero de 1941. Fondo Gobierno Civil / secretaría General (FGC/sG): caja 170, exp. “DGs”.
Archivo Histórico Provincial de Alicante (AHPA). DGs, “Circular nº 220”. 2 de enero de 1948. FGC/sG: caja
3.479 (1), exp. “salvoconductos”. AHPA.
19
Antonio Royo Villanova, Elementos de Derecho Administrativo, t. 1, imprenta Castellana, Valladolid,
1944, p. 355.
20
DGs, “Circular. Cambios de residencia”. 13 de mayo de 1940. FGC/sG: caja 1.029 (1), exp. 58. AHPA.
21
Roque Moreno, “Movimientos interiores y racionamiento alimenticio en la posguerra española”, Inves-
tigaciones Geográficas, 11 (1993), pp. 309-316. 49
fue utilizada para dificultar los traslados de residencia mediante la imposición de trabas
administrativas para obtener una cartilla en la nueva localidad:

Dña. [...], solicitó el alta de racionamiento en unión de los cinco hijos cuyos nombres y edades se
reseñan al margen [17, 13, 11, 7 y 3 años], presentando al efecto las oportunas bajas expedidas por la
Delegación Provincial de Abastecimientos y Transportes de Castellón, pero como carecía de justifi-
caciones que acreditasen los motivos de permanencia en esta capital, de acuerdo a las órdenes dicta-
das por V.E. [gobernador civil] no se les concedió el alta.22

El régimen fue endureciendo esta premisa a lo largo del primer quinquenio de la pos-
guerra, ya que a pesar de las dificultades impuestas, los movimientos migratorios conti-
nuaron produciéndose por miles y pusieron en enormes dificultades a la Dirección General
de Abastecimientos y Transportes para llevar una adecuada contabilidad de sus censos.23
Por otra parte, la política asistencial de Auxilio social también utilizó mecanismos para
excluir a los migrantes, dejándoles como únicas opciones retornar a sus localidades de ori-
gen o “regularizar” sus situaciones antes de tres semanas.24
Respecto a las cuestiones relacionadas con el mundo del trabajo, el Nuevo Estado im-
plementó medidas similares a las del abastecimiento alimenticio. La obligación de poseer
la cartilla profesional era una condición indispensable para establecer relaciones contrac-
tuales en el ámbito laboral.25 Y en este sentido, la dictadura estableció medidas para difi-
cultar un adecuado asentamiento de los migrantes en los contextos urbanos e industriales.
La más importante fue la prohibición de extender este documento a los que no pudieran
demostrar una residencia previa a la guerra en el lugar donde pretendían desarrollar su ac-
tividad profesional.26 Por lo tanto, tanto el trabajo como el racionamiento alimenticio que-
daron supeditados a la política migratoria restrictiva impuesta por la dictadura.27
En cuanto a las problemáticas asociadas a la vivienda, el régimen promulgó una le-
gislación proteccionista de las relaciones contractuales establecidas respecto al alquiler de
inmuebles. A esta iniciativa se unió un escaso desarrollo del mercado inmobiliario –público
y privado– durante estos años. Ambas cuestiones provocaron el desamparado habitacional
en miles de inmigrantes que pretendieron establecerse en los núcleos urbanos e industriales,
debido a la escasez de viviendas y a la imposibilidad de poder competir con los arrendata-
rios establecidos previamente.28 Y este hecho los empujó a recurrir al chabolismo, ocasio-
nando innumerables problemáticas urbanísticas en toda España.29

22
Delegación Provincial de Abastecimientos y Transportes, “informe de [...]”. 13 de mayo de 1942. Fon-
do de Habilitación: caja 1, carpeta “Pasajes”. AHDGC. Para obtener la cartilla de racionamiento en una nueva
localidad era necesario presentar un contrato de trabajo adscrito a la misma. MG, “Orden Circular nº 9”. 29 de
septiembre de 1942. Fi: caja 44/4.131, carpeta 108. AGA.
23
Comisaría General de Abastecimientos y Transportes, “Circular 244” (3 de noviembre de 1941), “Cir-
cular 272” (Madrid, 14 de enero de 1942) y “Circular 302” (Madrid, 19 de mayo de 1942), en Ministerio de in-
dustria y Comercio, Legislación de Abastecimientos, t. 1, Escelicer, Madrid, 1944, pp. 917-925, 1.097-1.109 y
1.304-1.310.
24
Auxilio social, “Auxilios Especiales. Normas aprobadas por la Delegación Nacional”. Fondo de Cultura:
caja 1.721, carpeta “Auxilio de invierno 1939-1943”, exp. “secretaría Técnica. 1941”. AGA.
25
Boletín Oficial del Estado, 155, 3 de junio de 1940, p. 3.798.
26
Para los casos de las provincias de Madrid y Barcelona: Boletín Oficial del Estado, 12, 8 de mayo de
1941, p. 3.255; Delegación Provincial sindical de Barcelona, “Comunicación al Gobernador Civil”. 24 de enero
de 1941. FL: caja 72, carpeta “Varios. Enero 1941”. AHDGC.
27
MG: “Orden Circular nº 9”.
28
Boletín Oficial del Estado, 315, 10 de noviembre de 1940, pp. 7.744-7.745; 150, 30 de mayo de 1942,
pp. 3.818-3.819; 217, 5 de agosto de 1942, pp. 5.766-5.767; 32, 1 de febrero de 1944, pp. 868-869; 207, 25 de
julio de 1944, p. 5.675; 23, 23 de enero de 1945, p. 718; 1, 1 de enero de 1947, pp. 82-110. Esta última ley fue
concebida para facilitar el mantenimiento del orden público en un periodo de gran inflación. Agustín Cotorruelo,
50 La política económica de la vivienda en España, CsiC, Madrid, 1960, p. 48.
Vendedoras de lotería y tabaco. Madrid, diciembre 1948

Junto a las problemáticas del paro obrero y la mendicidad, la cuestión de la vivienda


y los suburbios fue la que mayor discurso antimigratorio generó durante los primeros com-
pases de la dictadura.30 Las trabas administrativas para dificultar un óptimo asentamiento
de los migrantes crearon importantes bolsas de marginalidad en las grandes ciudades, con-
llevando en muchos casos situaciones de extrema indigencia por el contexto general de

29
José Candela, Del pisito a la burbuja inmobiliaria. La herencia cultural falangista de la vivienda en
propiedad, 1939-1959, Universitat de València, Valencia, 2019, pp. 67-97. Miguel Ángel del Arco y Gloria Román,
“‘La casa se cae sola’. infravivienda, hambre y enfermedad durante el franquismo”, en Daniel Lanero (ed.), De la
chabola al barrio social. Arquitecturas, políticas de vivienda y actitudes sociales en la Europa del sur (1920-1980),
Comares, Granada, 2020, pp. 75-94.
30
María Victoria Fernández Luceño mostró este hecho para el caso de la ciudad de sevilla: Miseria y re-
presión en Sevilla (1939-1950): tratamiento en la prensa sevillana, Patronato del Real Alcázar, sevilla, 2007,
pp. 107-108, 145-179, 181-195 y 273-290. Unos ejemplos para Madrid y Barcelona: “Límite y régimen de la
inmigración”, La Vanguardia Española, 10 de marzo de 1950, p. 1; “!Qué se cierre la inmigración!”, Diario de
Barcelona, 23 de octubre de 1949, p. 4. 51
precariedad reinante en todo el país.31 Estas problemáticas colocaron al discurso triunfalista
del régimen ante una contradicción, y junto a los posibles estallidos sociales que podían
generar en los contextos urbanos, influyeron de manera importante para que impusiera una
política de repatriaciones masivas durante la posguerra.

LAs ALTERNATiVAs DE LOs MiGRANTEs: REDEs MiGRATORiAs Y ECONOMíA sUMERGiDA

La conceptualización de la emigración como un acto de resistencia ha sido un tema in-


suficientemente considerado por la historiografía para el periodo de la posguerra. En lo
concerniente a los contextos rurales, enormemente precarizados durante estos años, la emi-
gración se ha definido tradicionalmente como un acto de resignación por parte del migrante
o deseable por el poder para sustentar de capital humano a otros sectores productivos.32
Cada acto represivo ejecutado por un Estado suele tener una respuesta por parte de la
población, y esta, en mayor o menor medida y bajo diversas formas, acaba conformando
estrategias para llevar a cabo algún tipo de resistencia.33 El caso que abordamos no es una
excepción, ya que los migrantes desarrollaron estrategias para eludir el férreo control que
la dictadura impuso a las migraciones. Bajo los planteamientos ya esgrimidos por Martí
Marín y Angelina Puig, en las siguientes líneas sostenemos que los actos migratorios lle-
vados a cabo durante la posguerra respondieron a lógicas que pueden ser ubicadas dentro
de los múltiples parámetros utilizados para definir un acto de resistencia.34 somos cons-

31
Carlos Barciela, “Los años del hambre”, en Enrique Llopis y Jordi Maluquer de Motes (eds.), España
en crisis. Las grandes depresiones económicas, 1348-2012, Pasado y Presente, Barcelona, 2013, pp. 165-192.
32
Podemos seguir esta tradición en el estado de la cuestión confeccionado por Alfonso Ortí, “Una visión
histórica generalista de la sociología agraria en España: las tres modernizaciones del desarrollo capitalista”, en
Cristóbal Gómez y Juan Jesús González (eds.), Agricultura y sociedad en la España contemporánea, Ministerio
de Agricultura y Comercio, Madrid, 1997, pp. 71-103. Esta tradición no fue ajena a la interpretación dominante
proporcionada por las teorías migratorias hasta bien entrados los años setenta, en las que los migrantes eran des-
pojados de cualquier capacidad de decisión en su tratamiento analítico. Rocío García Abad, “Un estado de la
cuestión de las teorías de las migraciones”, Historia Contemporánea, 26 (2003), pp. 329-351.
33
Carlo Mongardini, Miedo y sociedad, Alianza, Madrid, 2007, pp. 67-78. Jim scott, Los dominados y el
arte, pp. 79 y 164-170. Nos acogemos a la línea de investigación abierta para el estudio de las resistencias y la
cotidianidad desplegada por la población española durante la posguerra. En este sentido destacamos por sus
aportaciones teóricas los trabajos de Ana Cabana, La derrota de lo épico, Universitat de València, Valencia,
2013 y Óscar Rodríguez Barreira, “Miseria, consentimiento y disconformidades. Actitudes y prácticas de jóvenes
y menores durante la posguerra”, en Óscar Rodríguez Barreira (ed.), El franquismo desde los márgenes. Cam-
pesinos, mujeres, delatores, menores, Universitat de Lleida, Lleida, 2013, pp. 165-185. También es de interés el
estado de la cuestión confeccionado por Claudio Hernández, “Españoles normales en tiempos anormales. ‘Nue-
vas miradas’ sobre vida cotidiana y franquismo”, en Gloria Román y Juan Antonio santana (coords.), Tiempo
de dictadura. Experiencias cotidianas durante la guerra, el franquismo y la democracia, Universidad de Gra-
nada, Granada, 2018, pp. 23-44.
34
según Angelina Puig, ante el contexto político, económico y social de la posguerra solo cabía la posibi-
lidad de rebelarse, emigrar o resignarse, siendo la segunda la única opción posible para mostrar disconformidad
dentro del contexto represivo existente. Angelina Puig, “La Guerra Civil espanyola”. Posteriormente, Martí Ma-
rín redefinió lo expresado por Puig como “derecho de fuga” y “grado cero de revuelta”, catalogando las emigra-
ciones de este periodo como una forma de resistencia que tal vez no tuviera un componente político claro, pero
en ningún caso podrían catalogarse como pasivas. Martí Marín, “Entre el ‘dret de fuga’ i la ‘invasió pacífica’:
prejudicis, polítiques i realitats de la immigració a Catalunya durant el franquisme”, Recerques, 58-59 (2009),
pp. 127-149. En un estudio reciente, Miguel Ángel del Arco también cataloga la emigración de la década del
cincuenta como “la resistencia principal frente a la miseria”, y “pudo ser, a la vez, una estrategia de superviven-
cia frente a la opresión y al control social derivado del pasado de muchos de sus protagonistas”. Miguel Ángel
del Arco, “¿se acabó la miseria? La realidad socioeconómica en los años cincuenta”, en Miguel Ángel del Arco
y Claudio Hernández (eds.), Esta es la España de Franco. Los años cincuenta del franquismo (1951-1959),
52 Universidad de Zaragoza, Zaragoza, 2020, pp. 66-68.
cientes de que es arriesgado intentar definir un tipo de acción inequívoca para las miles de
tentativas migratorias acontecidas durante la posguerra, ya que, como hemos señalado an-
teriormente, las motivaciones presentes para ejecutar el acto migratorio despliegan un aba-
nico de consideraciones realmente amplio.35 No obstante, resulta patente que gran parte de
estas emigraciones deben ser catalogadas como resistencias pasivas, sin intencionalidades
políticas y adscritas a la mera supervivencia, aunque sin desmerecer ni un ápice su deter-
minación para enfrentarse a la legislación establecida;36 pero, por otra parte, algunos actos
migratorios concretos y de carácter minoritario podrían ser catalogados como actos de re-
sistencia (u oposición) política organizada, o así al menos fue entendido por los aparatos
represivos de la dictadura franquista:

Por noticias no confirmadas que llegan a esta Dirección, se tiene conocimiento de que entre miem-
bros del partido comunista se ha divulgado la consigna de que cambien de residencia cuantos hayan
sufrido detenciones por cualquier causa, sin informar a nadie de sus nuevos domicilios, a fin de anu-
lar la eficacia de los archivos policiales y, por tanto, las medidas de vigilancia que sobre ellos pue-
dan ejercerse.37

Respecto a las estrategias desarrolladas por los migrantes, tomamos como referencia
el potencial analítico que nos ofrece la Teoría de Redes Migratorias. Gracias a su combi-
nación de las escalas macro y micro, este marco teórico dispone de una excelente base teó-
rica y metodológica para analizar la conexión de los territorios e individuos implicados en
los procesos migratorios. En la actualidad es plenamente aceptado el hecho de que los la-
zos de parentesco, amistad y paisanaje vinculan a la comunidad emisora y receptora, y
además otorgan una estructura de análisis coherente a las poblaciones migrantes.38 En este
sentido, los migrantes de la posguerra aprovecharon los mecanismos de apoyo vinculados
a las redes migratorias establecidas durante las décadas previas, sobre todo en los aspectos
referentes al sostén familiar y de paisanaje.39 Dichos apoyos se constituyeron en funda-

35
Como señala Jim scott, “el problema de las intenciones es enormemente complejo”. Jim scott, “Formas
cotidianas de rebelión campesina”, Historia Social, 28 (1997), p. 31; Los dominados y el arte, pp. 197, 281,
285-286 y 303. O como también señaló Alf Lüdtke en un sentido similar, bajo este planteamiento “ni la con-
ducta ni la trayectoria vital individual muestran algo consistente”, ya que “son las ambigüedades y los múltiples
planos los que determinan la práctica del quehacer cotidiano”. Alf Lüdtke, “De los héroes de la resistencia a los
coautores. ‘Alltagsgeschichte’ en Alemania”, Ayer, 19 (1995), pp. 68-69.
36
Podrían ser encuadradas sin mucha dificultad dentro de la “resistencia no dirigida” conceptualizada por
Ana Cabana, o dentro de la “acumulación de actos insignificantes de resistencia que podían tener un poderoso
efecto en la política y en la economía” definida por Jim scott, ya que “como los copos de nieve en la pendiente
de una montaña podían provocar una avalancha” nefasta para los intereses del poder. Ana Cabana, La derrota
de lo épico, pp. 135-145. Jim scott, Los dominados y el arte, p. 269; Weapons of the Weak: Everyday Forms of
Peasant Resistance, Yale University Press, New Haven, 1985, cap. 7.
37
DGs, “Circular nº 119”. 1 de diciembre de 1944. FGC/sG: caja 3.473 (1), exp. “Circular nº 119”. AHPA.
Esta práctica también es mencionada en la circular del MG: “Circular nº 24”. Este tipo de acciones podrían ser
vinculadas sin mucha dificultad dentro de las prácticas de oposición (huidos y guerrilla). Ana Cabana, La derrota
de lo épico, pp. 170-179.
38
Douglas Massey, “The social Process of international Migration”, Science, 237 (1987), pp. 733-738.
Concepción Domingo y Rafael Viruela, “Cadenas y redes en el proceso migratorio”, Scripta Nova, 94 (2001).
39
Para conceptualizar las estrategias nos acogemos a los conceptos de experiencia, infrapolítica (entendi-
da como articulación de prácticas y espacios ocultos a la vigilancia del poder) y resistencia desarrollados por
Thompson, scott y la historia de la vida cotidiana. Edward P. Thompson, Miseria de la teoría, Crítica, Barce-
lona, 1981, pp. 253-269. Jim scott, “Formas cotidianas”; Los dominados y el arte, pp. 39-48, 174-182, 263-269,
271, 278-280. Alf Lüdtke (ed.), Everyday Life in Mass Dictatorship: Collusion and Evasion, Palgrave Macmillan,
New York, 2016; “sobre los conceptos de vida cotidiana, articulación de las necesidades y ‘conciencia proleta-
ria’”, Historia Social, 10 (1991), pp. 50, 53-54. La emigración era (y es) una de las tradicionales respuestas de la so-
ciedad rural a la opresión y a las problemáticas políticas, económicas y sociales acontecidas en un determinado 53
mentales para sortear las trabas administrativas impuestas por el régimen.40 Estas “armas”
pudieron propiciar el desarrollo de uno de los actos de resistencia individual –y colectiva
no organizada– más importantes a los que se enfrentó la dictadura franquista durante la dé-
cada del cuarenta; así al menos es constatado por los miles de desplazamientos acontecidos
en este periodo hacia las grandes y medianas ciudades.41
Es prácticamente imposible desarrollar metodológicamente el aspecto macro de las
consideraciones realizadas. Por este motivo y siendo conscientes de la escasa representati-
vidad que supone para un adecuado análisis del conjunto de España, solo indicaremos el
contexto resultante de su aplicación en dos de los barrios barceloneses de mayor tradición
inmigratoria durante las décadas previas a la contienda: Casa Antúnez y Montjuïc.42 En di-
cha zona podemos constatar cómo un 27% de los 2.571 murcianos y almerienses censados
en 1945 arribó a la ciudad durante el periodo 1936-1945, y nada menos que un 84% de es-
tos residían en hogares adscritos a inmigrantes llegados con anterioridad. Respecto a la po-
tencialidad de las redes de paisanaje podemos indicar que 180 de los inmigrantes alme-
rienses más recientes (331) procedían de la localidad de Cuevas del Almanzora.43

territorio. Durante la posguerra española, esta capacidad se vio alterada por la intervención del Estado en un
contexto en el que operaron todos los factores señalados. Ante este hecho, la decisión de emigrar (individual o
consensuada con otros actores, tanto en el territorio de origen como en el de destino) se convirtió en un acto de
enfrentamiento al Estado y su legislación (resistencia despolitizada y vinculada a la subsistencia en la mayoría
de los casos). Y en este sentido, las redes migratorias y sus dinámicas solidarias (ya establecidas con anteriori-
dad y conocidas en sus dinámicas por los actores involucrados) ejecutaron el papel de “escenario oculto al Esta-
do” (en los primeros momentos del asentamiento), donde los apoyos adscritos al ámbito familiar o de paisanaje
(valores simbólicos de gran importancia en las comunidades rurales) se convirtieron en fundamentales para lle-
var a cabo el acto migratorio (resistencia) con garantías de éxito.
40
Para el caso de Barcelona se puede observar en “Padrón Municipal de Barcelona (31 de diciembre de
1945)”, Gaceta Municipal de Barcelona, 4 de abril de 1949, pp. 338-552. Este estudio acomete un análisis de la
inmigración desagregando por razones de sexo, edad, estado civil, instrucción y patrones de asentamiento en los
distintos barrios de la ciudad. En él queda evidenciado que las principales comunidades de inmigrantes previas
al conflicto (aragoneses, valencianos, murcianos y almerienses) continuaron siendo las que mayor aporte demo-
gráfico ofrecieron a la capital catalana durante la inmediata posguerra. La importancia de las redes migratorias
establecidas con anterioridad a la contienda ha sido expuesta por Miguel Díaz a través de la historia oral. Mi-
guel Díaz, “La emigración como estrategia de escape a la represión social, política y económica de la dictadura
franquista. El caso de los murcianos en Barcelona (1939-1950)”, Franquisme & Transició, 4 (2016), pp. 9-40.
Un acercamiento a la dinámica migratoria de la ciudad durante el periodo de entreguerras: José Luis Oyón, La
quiebra de la ciudad popular. Espacio urbano, inmigración y anarquismo en la Barcelona de entreguerras,
1914-1936, serbal, Barcelona, 2008, cap. 1.
41
Juan Díez Nicolás, Tamaño, densidad y crecimiento de la población en España, 1900-1960, CsiC, Ma-
drid, 1971, pp. 79-89.
42
El potencial que ofrecen los padrones de habitantes para el estudio de la vida cotidiana ya fue indicado
por John K. Walton, “Aproximaciones a la historia de la vida cotidiana en inglaterra, 1850-1940”, Ayer, 19
(1995), pp. 27-29. Aplicamos la metodología propuesta por Rocío García Abad, basada en el estudio nominati-
vo de los padrones municipales de habitantes, esta metodología nos permite aproximarnos a la métrica de las re-
des migratorias, visualizar quiénes las inician, cómo se desarrollan en el tiempo, por quiénes son seguidas y con
qué periodicidad. Dentro de esta lógica no podemos obviar las dificultades que ofrece el subregistro padronal,
más si cabe en el contexto de la posguerra, donde este hecho mostraría uno de “los decididos esfuerzos de los
subordinados para ocultar aquellas actividades que podrían causarles problemas” señaladas por Jim scott. Ro-
cío García Abad, “El papel de las redes migratorias en las migraciones a corta y media distancia”, Scripta Nova,
94 (2001). Jim scott, Los dominados y el arte, p. 133. No obstante, el factor del subregistro solo conllevaría una
constatación de mínimos si nos atenemos en exclusiva a la información contenida en las fuentes documentales,
o sea, a la ubicada en los padrones de habitantes.
43
Ayuntamiento de Barcelona, “Padrón Municipal de Habitantes”. 31 de diciembre de 1945. Distrito ii: t. 31,
32, 33, 34, 35, 36, 37, 38, 39 y 40. Archivo intermedio - Archivo Municipal Contemporáneo de Barcelona. Pe-
dro González Murillo citó un informe confeccionado por la Dirección General de seguridad para indicar que
durante la inmediata posguerra “tan solo en Cuevas de Almanzora, habían emigrado siete mil personas desde
54 abril de 1939 a mayo de 1944”. Pedro González Murillo, “Las dimensiones del Paro durante el franquismo
Los libertos condicionales y los desterrados ocasionados por los sucesivos indultos
que la dictadura aplicó para mantener la sostenibilidad de su sistema penitenciario también
utilizaron los mecanismos de apoyo generados por las redes migratorias.44 Y es que mu-
chos de ellos eligieron localidades donde disponían del sostén vinculado a las mismas para
cumplir sus penas, especialmente en las grandes ciudades.45 Ante este hecho, el régimen
reaccionó prohibiendo estos últimos desplazamientos y perfeccionado sus mecanismos de
control sobre la población reclusa, aunque ambas circunstancias fueron sorteadas con bas-
tante frecuencia por parte de los excarcelados, dotando a este tipo de acciones de un carác-
ter opositor y político más elaborado.46
En términos generales, el régimen solo permitió la emigración de aquellos que dispu-
sieran de los recursos suficientes para poder realizar un asentamiento adecuado.47 Respecto a
aquellos con menores recursos, la dinámica administrativa impuesta forzó que tuvieran
que acogerse a la economía sumergida, tanto en los aspectos relacionados con el trabajo,
como en aquellos vinculados al abastecimiento y la vivienda.48 En este sentido, la retórica
social desplegada por el régimen mostró otro de sus rotundos fracasos, ya que la mínima
praxis extendida en este aspecto también fue ajena a los migrantes.49 En cambio, y unida al
mensaje triunfalista transmitido en todo momento por la dictadura, dicha retórica pudo ju-
gar un papel determinante como generadora de migraciones hacia los contextos urbanos.50
También es factible pensar que la accesibilidad a los elementos materiales esenciales fuera
más sencilla en estos ámbitos, gracias a la mayor diversificación económica existente y al
trato de favor que tuvieron respecto al abastecimiento alimenticio;51 por ello, y a pesar de

(1938-1944)”, en María José sigalat et al. (coords.), Tiempos de silencio. Actas del IV Encuentro de Investiga-
dores del Franquismo, FEis, 1999, p. 518.
44
Respecto a la política de excarcelaciones ver a Gutmaro Gómez Bravo, “La política penitenciaria del
franquismo en la consolidación del Nuevo Estado”, Anuario de derecho penal y ciencias penales, 61 (2008),
pp. 165-198.
45
Así lo permitía el Reglamento de Prisiones vigente durante los primeros años de la dictadura (art. 2).
Boletín Oficial del Estado, 164, 13 de junio de 1939, pp. 3.226-3.227. Unos ejemplos podemos consultarlos
en: Reformatorio de Adultos de Alicante, “Relación nominal. salvoconductos”. 6 de junio de 1941. FGC/sG:
caja 2.335, exp. “Destierros”. AHPA; Fondo Archivo Municipal de Beniel (AMB): caja 1.147 y Fondo Prisio-
nes: caja 1.609. Archivo Histórico Provincial de Murcia (AHPM).
46
MG, “Circular nº 6”. 7 de noviembre de 1947. Fi: caja 44/4.131, carpeta 108. AGA. En este caso estarí-
amos ante una probable práctica de oposición: Ana Cabana, La derrota de lo épico, pp. 170-179. Gutmaro Gó-
mez Bravo referencia que la Dirección General de Prisiones emitió órdenes en 1942 para prohibir las solicitudes
en los casos de Madrid y Barcelona. Gutmaro Gómez Bravo, El exilio interior. Cárcel y represión en la España
franquista (1939-1950), Taurus, Madrid, 2009, p. 189. Dos años más tarde, estas medidas fueron extendidas
para Valencia, sevilla y Zaragoza. subdirección General de Libertad Vigilada, “Circular nº 25”. 20 de septiem-
bre de 1944. AMB: caja 1.147 (5). AHPM.
47
Así lo dispuso el MG: “Circular nº 24”. Cuestión aparte serían las migraciones laborales autorizadas por
el Estado. Boletín Oficial del Estado, 185, 3 de julio de 1940, art. 6, p. 4.576; 61, 2 de marzo de 1943, arts. 15 y
16, pp. 2.009-2.012.
48
Encarnación Barranquero y Lucia Prieto, Así sobrevivimos al hambre: estrategias de supervivencia de
las mujeres en la postguerra española, Diputación de Málaga, Málaga, 2003. isabel Marín, El laurel y la reta-
ma en la memoria. Tiempo de posguerra en Murcia, 1939-1952, Universidad de Murcia, Murcia, 2003. Marga-
rita Vilar, “Estrategias de supervivencia de las familias trabajadoras en el marco laboral hostil de la posguerra
civil española (1939-1958)”, Sociología del trabajo, 56 (2006), pp. 119-163. Gloria Román, Delinquir o morir.
El pequeño estraperlo en la Granada de posguerra, Comares, Granada, 2015.
49
Carme Molinero, La captación de las masas. Política social y propaganda en el régimen franquista, Cáte-
dra, Madrid, 2005.
50
siendo conscientes de la escasa base empírica existente, en este aspecto debemos considerar la impor-
tancia que pudo tener el despliegue a partir de 1943 del potente discurso triunfalista que el régimen trasladó a la
opinión pública a través del NO - DO. Este hecho pudo influir notablemente en muchas personas para tomar la
decisión de emigrar durante la década del cuarenta, especialmente en los contextos rurales.
51
Roque Moreno, “Movimientos interiores”. Dionisio Martín, El paro estacional campesino, sindicato Ver-
tical del Olivo, Madrid, 1946, p. 129. 55
Reparto de donativos Bartolomé Barba (gobernador civil de Barcelona) en las viviendas cueva de
Montjuic. Barcelona, diciembre 1945

verse obligadas a abrazar la economía sumergida y su consecuente marginalidad, muchas


personas decidieron emprender la emigración hacia los enclaves urbanos, convirtiéndose
en este sentido el mercado negro y la economía sumergida en un elemento estabilizador
para sus proyectos vitales, más aún si disponían de apoyos familiares y de paisanaje para
poder subsistir.52
Las trabas impuestas afectaron mayoritariamente a los migrantes que no pudieron aco-
gerse a este último contexto. La ausencia de apoyos en los territorios inmigratorios se dejó

52
Estudios bajo esta línea interpretativa son los realizados por Miguel Ángel del Arco, “El estraperlo: pieza
clave en la estabilización del régimen franquista”, Historia del Presente, 15 (2010), pp. 65-78 y Óscar Rodrí-
guez Barreira, “Cambalaches: hambre, moralidad popular y mercados negros de guerra y postguerra”, Historia
Social, 77 (2013), pp. 149-174. Los Estados legislan para castigar la economía sumergida, pero en los contextos
de precariedad o crisis sociales y económicas de verdadera importancia se ven obligados a atemperar su perse-
cución para evitar estallidos sociales de gran magnitud: Carmen Ruidíaz García, “‘La Gran Recesión’. Buceando
en las estructuras morales que sustentan la economía sumergida en tiempo de crisis”, en Carlos Navajas y Die-
go iturriaga (coords.), Siglo: actas del V Congreso Internacional de Historia de Nuestro Tiempo, Universidad
de La Rioja, Logroño, 2016, pp. 481-495. El régimen franquista no fue una excepción, y en este sentido, en la
redacción del proyecto (Consejo Nacional de Movimiento) para constituir la Obra sindical de Lucha Contra el
Paro (1943) podemos contemplar el peso que la economía sumergida tolerada adquirió durante estos años en
el aspecto laboral, siendo necesaria su reincorporación a la “economía nacional con el fin de crear nuevas rique-
zas”. Falange Española Tradicionalista y de las J.O.N.s. Consejo Nacional, Obra sindical de Lucha contra el
56 Paro: Proyecto de la Obra, sig. VC/2501/45. Biblioteca Nacional de España.
sentir especialmente en los aspectos relacionados con la vivienda, el trabajo y el abasteci-
miento alimenticio, conllevando la necesidad de superar dificultades añadidas para realizar
un adecuado asentamiento. sobre estos migrantes recayeron los elementos más contundentes
de la represión, y el más característico de ellos fue la expulsión del enclave elegido para
iniciar un nuevo proyecto vital.53 Las repatriaciones ejecutadas durante estos años se pueden
contabilizar por varias decenas de miles, y tuvieron una expresión por toda la geografía es-
pañola.54 El objetivo de este sistema consistió en salvaguardar la estabilidad del orden pú-
blico y eliminar todas las expresiones de pobreza que pudieran poner en contradicción la
retórica triunfalista desplegada por el régimen.55

UN MUNDO iNsOsPECHADO EN BARCELONA

Junto a Madrid, la ciudad de Barcelona y su región metropolitana fueron los territo-


rios que mayor contingente inmigratorio recibieron durante la posguerra. Por ello dispo-
nen de un especial interés analítico para contextualizar los mecanismos represivos desarro-
llados contra las migraciones durante este periodo. En este sentido, el Gobierno Civil y el
Ayuntamiento de Barcelona –y otros tantos de la provincia– coordinaron las labores para
reprimir la mendicidad y la evacuación de inmigrantes a sus localidades de origen. El si-
guiente documento referencia este hecho, a pesar de indicar que durante el año de 1943 no
transitaba por su mejor momento:

desde la desaparición del Pabellón de Rumanía y de los indigentes evacuados de aquella institución
a las instituciones dependientes del Excmo. Ayuntamiento de Barcelona, y más concreto al Asilo de
Nuestra señora del Puerto, han sido puestos en libertad gran número de ellos, en vez de ser destina-
dos o evacuados, si ello procedía, encontrándonos actualmente que los únicos indigentes evacuados
a sus puntos de origen, son los efectuados por esta Delegación Gubernativa para la Represión de la
Mendicidad.56

En las siguientes líneas solo relataremos la labor desempeñada por la máxima autoridad
provincial durante el primer quinquenio de la posguerra (mandatos de Correa Veglison y
Barba Hernández).57 En primer lugar hemos podido constatar que, al menos desde 1941, exis-

53
Este procedimiento estaba presente en la legislación española desde la Gaceta de Madrid, 161, 9 de ju-
nio de 1912, pp. 572-573.
54
Las expulsiones debían ser autorizadas por los gobernadores civiles, y estos dispusieron de un cupo dia-
rio de billetes de caridad para ejecutarlas. Unos ejemplos son los 20 que dispuso el Gobierno Civil de Valencia
y los 80 con los que contaron los de Madrid y Barcelona: caja D/97-1 y caja D/378-1. Archivo Histórico Ferro-
viario (Madrid).
55
Dentro de esta última premisa resaltamos su sentido aporofóbico como otra de sus principales caracte-
rísticas. Adela Cortina, Aporofobia, el rechazo al pobre. Un desafío para la democracia, Paidós, Barcelona, 2017,
p. 21.
56
Delegación Gubernativa para la Represión de la Mendicidad en Barcelona (DGRMB), “Nota al Gober-
nador Civil”. 21 de diciembre de 1943. FL: caja 50, carpeta “Año 1943. Varios”. AHDGC.
57
El Ayuntamiento de Barcelona acometió una política similar de forma paralela: “Memoria de Gestión
del Ayuntamiento de Barcelona (1945-1946)”. Fi: caja 32/11.432. AGA. La intensidad de las repatriaciones en
la capital catalana estuvo sujeta a los diferentes contextos socio-económicos acontecidos dentro de la precarie-
dad general de toda la posguerra, siendo realmente críticos durante los bienios de 1940-1941 y 1945-1946. Carme
Molinero y Pere Ysàs, “Patria, Justicia y Pan”. Nivell de vida i condicions de treball a Catalunya. 1939-1951,
La Magrana, Barcelona, 1985. Por otra parte, la economía sumergida también jugó un papel fundamental como
elemento estabilizador para los migrantes y la población en su conjunto. Esta tesitura fue sostenida por la Cámara
Oficial de industria de Barcelona a finales de la década del cuarenta. “Ponencia de la industria Textil”. 1949.
Fondo Cultura (FC): caja 11, carpeta “informes políticos”. AHDGC. Y también por el propio Bartolomé Barba,
Dos años al frente del Gobierno Civil de Barcelona y varios ensayos, Javier Morata, Madrid, 1948, pp. 31-43. 57
tió una Delegación Gubernativa para la Represión de la Mendicidad dentro del organigrama
del Gobierno Civil de Barcelona.58 Varios informes elaborados por esta delegación reflejan el
papel desplegado por la autoridad gubernativa en la represión de la inmigración. Mostrare-
mos un par de ellos como los más significativos, ya que ejemplifican como los planteamien-
tos de la década del cincuenta para la represión de la inmigración y el chabolismo –los más
conocidos hasta ahora– tuvieron unos antecedentes durante la inmediata posguerra:

Las provincias que nos dan mayor contingente de indigentes son Almería, Murcia, Albacete, Bil-
bao, Cartagena, Pamplona y Granada, para lo que sería imprescindible dirigir una comunicación, o
como su Excelencia crea necesario a fin de conseguir que los Gobernadores de estas Provincias, no
faciliten billetes de ferrocarril para esta, como también sería muy conveniente conseguir que el Jefe
superior de Policía y el General de la Guardia Civil que tanto a la llegada de los trenes como por
carretera, todo aquel que venga a Barcelona y no justifique debidamente sus medios de vida en esta,
sea conducido directamente al Pabellón de Rumanía.59

Pero en este sentido, la manifestación más contundente la podemos observar en este


documento confeccionado durante el mandato de Bartolomé Barba:

1º. intensificar la recogida de indigentes [...] 2º. Estrechar la vigilancia en las Estaciones y especial-
mente a las horas de llegada de los trenes, en donde mayor posibilidad hay de que puedan llegar in-
digentes a la capital, recogiendo inmediatamente a su llegada a estos, y trasladados al Pabellón de
las Misiones de la Exposición, o bien a Nuestra señora del Puerto, por ser instituciones creadas para
este motivo, en donde una vez clasificados, deben evacuarse a sus lugares de procedencia [...] 5º.
Ejercer estrecha vigilancia en los lugares donde se construyen barracas, para la evacuación inmediata
de todas aquellas familias, que además de hallarse sin trabajo, no llevan de residencia en Barcelona
el tiempo necesario para cumplir lo dispuesto en el decreto correspondiente.60

Para contextualizar esta política utilizaremos una serie de comunicaciones que Barto-
lomé Barba mantuvo con los ministros de Gobernación y Obras Públicas; precisamente,
cuando este último acometió un incremento del precio de los billetes de ferrocarril destina-
dos a repatriar inmigrantes. En este aspecto, Barba no dudó en relacionar el aumento de la
mendicidad con la inmigración que recibió la ciudad durante estos años:

Dado el enorme contingente de elementos forasteros que afluyen a Barcelona en demanda de trabajo,
cada vez el problema presenta en esta Provincia mayores dificultades. Quizá fuera preciso para evi-
tar este incremento tomar medidas que afectasen a otras Provincias desvirtuando la especie de mito

58
DGRMB, “informe”. 14 de enero de 1942. FL: caja 73, carpeta “Año 1942. Varios”. AHDGC.
59
Ibidem. El gobernador civil (Correa Veglison) trasladó el requerimiento a los gobernadores civiles de
Almería, Murcia, Vizcaya, Albacete, Navarra y Granada, exponiendo las dificultades creadas por las personas
que autorizaban para trasladarse a la capital catalana, ya que caían rápidamente en la indigencia por la legisla-
ción existente para denegar la tarjeta de colocación y la cartilla de racionamiento. Para contextualizar la situa-
ción económica y social en uno de los territorios indicados, citamos unas palabras que el gobernador civil de
Almería dirigió al gabinete de Franco dos semanas más tarde: “suplico transmita la necesidad que se experi-
menta en esta provincia de intensificar las obras públicas, la eliminación del paro obrero y la situación precaria
de la misma, que sometida a una sequía permanente, se despueblan sus localidades en busca de otros parajes na-
cionales más favorecidos por las riquezas naturales”. Documentos inéditos, t. 3, p. 182. Respecto a la política
represiva desplegada en Barcelona durante la década del cincuenta véase a imma Boj y Jaume Vallès, “El pave-
lló de les Missions. La repressió de la immigració”, L’Avenç, 298 (2005), pp. 38-44.
60
DGRMB, “Medidas para la rápida solución del problema de la Mendicidad”. 27 de octubre de 1945.
Fondo de Orden Público: caja 257, carpeta “Varios. 4º trimestre 1945”. AHDGC. Bartolomé Barba trasladó di-
chas medidas a la Jefatura superior de Policía en Barcelona, ordenó publicarlas en la prensa, y volvió a solicitar
58 a los gobernadores civiles de Murcia y Almería que no permitieran más emigraciones a la capital catalana.
de que en Barcelona hay trabajo para todos, poniendo trabas al desplazamiento de quienes trasladen
su residencia con carácter permanente [...] De otro modo, el problema de la indigencia y mendicidad
irá incrementándose y me vería obligado a adoptar medidas tales como proceder a la evacuación de
familias indigentes que no sean de esta Provincia, a sus puntos de procedencia siempre que no lle-
vasen el tiempo de residencia correspondiente.61

Tampoco dudó para vincular esta problemática con las consecuencias de la guerra y
la represión política ejercida contra sus perdedores:

A estos conceptos hay que añadir los socorros prestados a las personas necesitadas que accidental-
mente se encuentran en Barcelona, bien cumpliendo pena aflictiva de destierro o confinamiento [...]
a veces llegados por vía marítima en expediciones numerosas sin más recursos que los que nosotros
podemos facilitarles.62

Y en último lugar, trasladó su impresión respecto al problema de orden público que


se podía originar si no se acotaba la inmigración:

Aparte de que la cantidad de personas sin medios de vida o con escasas posibilidades es ya en Bar-
celona lo suficientemente respetable para agotar hasta su límite la capacidad de sus establecimientos
de beneficencia, el acrecentamiento incesante y diario de la población necesitada sin posibilidades de
evacuación, nos llevaría fácilmente al aumento de la prostitución, y lo que es peor, de la prostitución
clandestina con sus alarmantes consecuencias, al acrecentamiento de la delincuencia, a la que se ve-
rían abocados los hombres sin recursos, aparte de las posibles alteraciones del orden público [...] de
tal modo que si esta situación se prolonga, dada la afluencia diaria de indigentes a la ciudad, de no
poder evacuarlos como hasta ahora se ha hecho, gracias a los mencionados billetes, a la larga sería
preciso formar para ellos unidades enteras de evacuación, lo que llevaría consigo aparejado un nuevo
problema que no conviene ver planteado.63

La determinación de Bartolomé Barba para poner fin al reto inmigratorio fue real-
mente importante, y la enorme cantidad de repatriaciones efectuadas durante su mandato
así lo corrobora. Las cifras que pasamos a comentar son realmente significativas, y hasta
ahora desconocidas para valorar las migraciones interiores que desembocaron en Barcelo-
na durante la inmediata posguerra. Y es que dentro de un informe que confeccionó para
advertir al ministro de Gobernación de la repercusión económica que tuvo esta política,
encontramos un anexo que desglosa el número de billetes sufragados para repatriar inmi-
grantes entre el mes de agosto de 1945 y el de octubre de 1946:

61
Gobierno Civil de Barcelona (GCB), “informe nº 2”. 16 de septiembre de 1945. FC: caja 13, carpeta “Mi-
nistro de la Gobernación. informes”. AHDGC.
62
GCB, “informe. supresión del Cupón de Mendicidad”. Barcelona, 6 de noviembre de 1946. FC: caja 13,
carpeta “Correspondencia Ministro de Gobernación”. AHDGC. En un sentido similar se expresó el servicio mu-
nicipal para reprimir la mendicidad en Madrid, “Memoria de 1940 elevada a la Comisión Municipal de Repre-
sión de la Mendicidad”. sig. 4º 3.260. Archivo Histórico de la Ciudad de Barcelona.
63
GCB, “Carta al Ministro de Obras Públicas”. 12 de septiembre de 1946. FC: caja 13, carpeta “Presidencia
del Gobierno y Ministerios”, exp. “Obras Públicas”. AHDGC. 59
GRÁFiCO 1. BiLLETEs DE REPATRiACiÓN

14.000
12.000
10.000

8.000

6.000

4.000
2.000

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Número de billetes de ferrocarril sufragados por el Gobierno Civil de Barcelona.

Fuente: Elaboración propia a través de los datos ubicados en “informe. supresión del Cupón de Mendicidad”, 6 de
noviembre de 1946. FC: caja 13, carpeta “Correspondencia Ministro de Gobernación”. AHDGC.

Nada menos que 52.830 fueron los billetes de ferrocarril emitidos para reintegrar mi-
grantes en sus localidades de origen.64 La repercusión de este hecho en la dinámica migra-
toria de la provincia puede ser observada mediante la comparación de esta cifra con los
saldos migratorios producidos durante la década del cuarenta. Tomando como referencia
los datos obtenidos por el equipo de Julio Alcaide inchausti para su primer lustro, la pro-
vincia de Barcelona proporcionó un saldo migratorio positivo de 94.292 personas, mien-
tras que para el segundo fue de 82.593 individuos, siendo el saldo migratorio positivo para
toda la década de 176.889 personas.65 Por lo tanto, el total de los billetes emitidos para
reintegrar inmigrantes en sus localidades de origen (durante tan solo 17 meses) supuso un
porcentaje cercano al 30% del saldo migratorio positivo de toda la década; y como es lógico,

64
Una referencia que viene avalada por dos comunicaciones publicadas en La Vanguardia Española. La
primera especifica la emisión de 12.816 billetes de ferrocarril entre el mes de agosto y el mes de diciembre de
1945: “Labor de la Delegación Gubernativa para la Mendicidad”, La Vanguardia Española, 10 de enero de
1946, p. 10. La segunda indica la emisión de 40.014 billetes de ferrocarril para todo el año de 1946. Gracias a
esta última podemos completar los meses de noviembre y diciembre del gráfico anterior: “Actividad benéfico -
social del Gobierno Civil durante el año anterior”, La Vanguardia Española, 2 de enero de 1947, p. 9. Por otra
parte, este hecho confirmaría el dato proporcionado por José Esteban Vilaró en un panfleto diseñado para trasla-
dar a la opinión pública las problemáticas que la inmigración estaba ocasionando en la capital catalana. José Es-
teban Vilaró, Un mundo insospechado en Barcelona, Barcelona, 1945, pp. 91, 94. El título de este epígrafe evoca
a esta obra.
65
Julio Alcaide (dir.), Evolución de la población española en el siglo xx por provincias y comunidades autó-
60 nomas, vol. 2, Fundación BBVA, Bilbao, 2007, pp. 273, 275.
el porcentaje aumenta si la comparación la realizamos con los dos lustros que la compo-
nen: 56% para el primero y 64% para el segundo.
Nos encontramos ante miles de tentativas migratorias sumidas en el fracaso como
consecuencia directa de las políticas desplegadas por la dictadura durante su periodo au-
tárquico. Estas políticas tuvieron una gran influencia en el devenir histórico del proceso de
modernización económica y social de España. sin embargo, este hecho no puede conside-
rarse como un éxito para el régimen, ya que, a pesar de las decenas de miles de repatria-
ciones practicadas, las migraciones continuaron produciéndose de forma importante, y en
muchos casos fuera de los márgenes legales establecidos por la dictadura.
Esta dinámica represiva fue la que dominó la concepción de las migraciones hasta 1957.
Este año señaló el fin de la excepcionalidad migratoria –tanto interna como externa– que
existió desde el final de la Guerra Civil. A partir de los años centrales de la década del cin-
cuenta, el régimen recuperó los métodos de gestión y los marcos tradicionales de interpre-
tación que desde principios del siglo XX venían aplicándose respecto a esta cuestión. El peso
adquirido tras la guerra por el Ministerio de la Gobernación desapareció y fue ocupado por
el Ministerio de Trabajo y el recién creado Ministerio de la Vivienda.66 De este modo se
aplicó una actuación más racional.67 En definitiva, las migraciones comenzaron a ser con-
sideradas como una cuestión estrictamente económica, dejando a un lado el excesivo peso
político que había dominado su tratamiento hasta ese momento.68

CONCLUsiONEs

Tal y como indican los saldos migratorios, las dinámicas migratorias desarrolladas en
España durante la década del cuarenta fueron realmente importantes, aunque un amplio
sector de la historiografía y la demografía hayan tendido a minusvalorarlas durante mucho
tiempo. Las dinámicas migratorias no cambiaron respecto al periodo anterior, tanto en su
expresión territorial como en su importancia cuantitativa. La concentración poblacional en
determinadas cuencas inmigratorias continuó produciéndose bajo unos patrones similares;
por su parte, las capitales provinciales también fueron aumentando su población sustentán-
dose en la inmigración recibida desde sus entornos rurales más próximos. Y sin duda, los
mecanismos de apoyo vinculados al establecimiento de redes migratorias durante las déca-
das previas al conflicto posibilitaron esta circunstancia.
La novedad más palpable de este periodo fue la intervención ejercida por el Estado en
el proceso migratorio. El origen de esta intervención estuvo en la Guerra Civil, y por ende

66
En este sentido podemos indicar la creación del instituto Español de Emigración: Boletín Oficial del Es-
tado, 200, 18 de julio de 1956, pp. 4.679-4.681. Las leyes de Urgencia social: Boletín Oficial del Estado, 286,
14 de noviembre de 1957, pp. 1.085-1.088. La realización en 1957 de la i Encuesta Nacional sobre Migraciones
interiores: Ministerio de Trabajo. Fondo de Trabajo (FT): caja 75/23.139 y ss. y caja 75/23.213 y ss. AGA. Po-
demos consultar una síntesis de esta encuesta en José Luis Rivera, Migraciones interiores de trabajadores, Ma-
drid, 1961.
67
En consonancia con el giro económico aplicado tras la renovación ministerial acontecida en febrero de
1957, véase a Jesús M. Zaratiegui, Cuéntame cómo pasó. El bienio pre-estabilizador (1957-1958), Universidad
de Navarra, Pamplona, 2018.
68
Luis de Caralt, “importancia de los inmigrantes en la vida económica de la Ciudad”, en Semana del su-
burbio. Los suburbios 1957, Barcelona, 1957, pp. 33-39. Ana Fernández Asperilla, “La emigración como expor-
tación de mano de obra: el fenómeno migratorio a Europa durante el franquismo”, Historia Social, 30 (1998),
pp. 63-81. Unas consideraciones que además fueron exigidas por la comunidad internacional para otorgar créditos
y reflotar la maltrecha economía española: Informe del Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento,
OCPE, Madrid, 1962, pp. 24-25, 55, 59-60, 66, 74, 88, 140, 417, 431 y 433. Organización de Cooperación y De-
sarrollo Económico, “Cuestionario sobre las medidas tomadas para facilitar la movilidad geográfica de los tra-
bajadores”. 15 de mayo de 1965. FT: caja 75/23.139. AGA. 61
en el proyecto político, económico y social que el régimen franquista pretendió implantar
una vez finalizado el conflicto. Para que dicho proyecto llegara a buen término debía ser
instaurado bajo un estricto control social en clave totalitaria, y los movimientos incontro-
lados de población suponían un riesgo para dicho fin. Es por ello que la cuestión migratoria
fuera concebida por el régimen como una dinámica a la que había que aplicar una contun-
dente ruptura en relación al periodo anterior.
También hemos podido constatar que la política de expulsión de inmigrantes se aplicó
en toda España desde el final de la contienda, y la desarrollada en la década del cincuenta
solo fue una continuación de las prácticas aplicadas con anterioridad. Partieron del poder
gubernativo central y estuvieron diseñadas y reglamentadas en todo momento con sus di-
rectrices y normas vinculadas a cada plano institucional.
Aunque nos sea imposible determinar un número aproximado de expulsiones, sí po-
demos concluir que estas se llevaron a cabo por miles. La enorme cantidad de repatriaciones
practicadas influyó de manera importante en el proceso migratorio acontecido en España
durante la década del cuarenta, tanto en su aspecto cuantitativo como en el cualitativo. Junto
al vinculado al subregistro padronal, este hecho introduce un elemento más de perturbación
en el análisis de las migraciones interiores de la posguerra, impidiéndonos adquirir conclusio-
nes certeras respecto a esta cronología en sus constataciones cuantitativas. En este sentido,
nos muestra como los movimientos migratorios fueron realmente importantes durante el men-
cionado periodo, pero en muchos casos no quedaron registrados en las estadísticas oficiales
al operar esta dinámica represiva.
Para finalizar nos gustaría mencionar una de las cuestiones que, bajo nuestro punto de
vista, pensamos es más acuciante de desarrollar en un futuro. Nos referimos al papel desem-
peñado por los gobernadores civiles adscritos a las provincias de emigración. Y es que he-
mos podido constatar cómo estos últimos jugaron un papel ambiguo respecto al plantea-
miento general que el Gobierno había otorgado a la represión de las migraciones, y en
muchos casos optaron por no impedir los desplazamientos migratorios que se originaron
en sus jurisdicciones. Esto pudo tener una intencionalidad destinada a facilitar la descon-
gestión de unos territorios al borde del colapso social, provocando con ello enfrentamien-
tos directos entre las autoridades gubernativas de varias provincias que necesitarían de una
contextualización más adecuada. sin duda, y junto a la importancia de las redes migrato-
rias, este es uno de los aspectos que con mayor determinación habría que desarrollar desde
una perspectiva local.

62
¿Un país sin migrantes? Poder y migraciones interiores en la posguerra española

A country without migrants? Authority and internal migrations in the Aftermath of the
Spanish Civil War

MiGUEL DíAZ sÁNCHEZ


Universidad de Alicante

Resumen
Las migraciones interiores en España han recibido una atención destacada por parte de la historiografía
con la excepción de las que tuvieron lugar durante la posguerra. Este artículo tiene como objetivo aportar
conocimiento sobre este periodo mediante una perspectiva de análisis que integrará y contextualizará las
relaciones existentes entre las migraciones interiores y los condicionantes políticos, económicos y socia-
les presentes en el mismo. En particular se analizarán los mecanismos represivos implementados contra la
libre movilidad de las personas durante estos años y las estrategias desarrolladas por los migrantes para
hacer frente a dichas mecánicas represivas.
Palabras clave: España, Migraciones interiores, Franquismo, Posguerra, Represión.

Abstract
internal migrations in spain have received outstanding attention from historiography, with the exception
of those that took place during the post-war period. This article aims to provide knowledge about this pe-
riod through an analysis perspective that will integrate and contextualize the existing relationships be-
tween internal migrations and the political, economic and social conditions present in it. in particular, the
repressive mechanisms implemented against the free mobility of people during these years and the strate-
gies developed by migrants to confront these repressive mechanisms will be analyzed.
Keywords: spain, internal migrations, Francoism, spanish postwar, Repression.

Miguel Díaz Sánchez


Doctor en Historia Comparada, Política y social por la Universidad Autónoma de Barcelona (2020). Ha
sido investigador predoctoral Fi-DGR de la Generalitat de Catalunya (2016-2020) e investigador post-
doctoral Margarita salas del Ministerio de Universidades (2022). Ha realizado estancias de investigación
en la Escuela de Humanidades de la Universidad Nacional de san Martín (Argentina) (2017) y en la Uni-
versidad de Alicante (2022). Es miembro del Centre d´Estudis sobre Dictadures i Democràcies (UAB)
desde 2016 y del grupo de investigación España Contemporánea (Universidad de Alicante) desde 2022.
En la actualidad es investigador postdoctoral APOsTD de la Generalitat Valenciana en el instituto Uni-
versitario de investigación de Estudios de Género de la Universidad de Alicante. En estos momentos de-
sarrolla un proyecto de investigación que reflexiona sobre una posible categorización de la emigración
como un acto de resistencia para el caso de la posguerra española.

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Cómo citar este artículo:
Miguel Díaz sánchez, “¿Un país sin migrantes? Poder y migraciones interiores en la posguerra española”,
Historia Social, núm. 107, 2023, pp. 45-64.

Miguel Díaz sánchez, “¿Un país sin migrantes? Poder y migraciones interiores en la posguerra española”,
Historia Social, 107 (2023), pp. 45-64.

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ESPACIO Y GÉNERO EN LOS POBLADOS DE
COLONIZACIÓN DEL FRANQUISMO*
Laura Cabezas Vega

Los espacios surgen de las relaciones de poder, las relaciones de poder


establecen las normas; y las normas definen los límites, que son tanto
sociales como espaciales, porque determinan quién pertenece a un lugar
y quién queda excluido.1

LA configuración de los núcleos urbanos es un proceso histórico, generalmente acumula-


tivo y extenso en el tiempo, que no puede entenderse separado de las sociedades que los
originan. El caso de los asentamientos creados ex novo, planificados desde su diseño hasta la
llegada de sus habitantes, constituye una rareza y refleja una forma de evolucionar distinta al
resto de conjuntos urbanos. Entre 1939 y 1971 el agro español vio nacer 291 pueblos de nue-
va planta. Una ruralidad a estrenar, surgida en el contexto de una política de colonización con
la que el franquismo afrontaba, desde sus principios ideológicos, una serie de transformacio-
nes que venían ensayándose desde mucho tiempo atrás, con escasos resultados. Se pretendía
mejorar la productividad a través de una reforma técnica de la agricultura –que no agraria–,
al tiempo que se velaba por la creación de un campesinado regenerado.2
La colonización agraria del franquismo es uno de los temas que más atención ha reci-
bido por parte de la historiografía española. No podemos aproximarnos a este fenómeno sin
tener en cuenta los análisis que del tema se han hecho desde la historia agraria, la institucio-
nal y económica (Carlos Barciela), pasando por la sociología rural (Cristóbal Gómez Beni-
to), la geografía (Nicolás Ortega Cantero), hasta la historia de la ordenación urbana (José
Luis Oyón Bañales) y arquitectónica (Manuel Calzada Pérez). Sin embargo, poco se ha con-
templado el carácter específico de estos asentamientos proyectados ex novo desde el Estado
para el desarrollo de una vida cotidiana concreta, guiada por unas directrices ideológicas
bien definidas. Menor aún ha sido la atención prestada desde la historiografía a la realidad
social de estos espacios y al papel que la configuración de los roles de género ejerció sobre
las vidas de los nuevos colonos. Encontramos un vacío historiográfico referido al papel de
las mujeres en los recién creados poblados, a pesar de la importante labor que desarrollaron
en un proyecto que, adelantamos, tuvo a los varones como protagonistas.

* Esta publicación cuenta con la financiación del Ministerio de Universidades a través del programa de
Formación del Profesorado Universitario (FPU2019/02835), así como de los proyectos de investigación “Cultura,
identidad e historia de Andalucía. Siglos xix y xx” (P18-RT-1840) y “La hambruna española: causas, desarrollo,
consecuencias y memoria (1939-1952)” (PiD2019-109470GB-i00).
1
Linda McDowell, Género, identidad y lugar. Un estudio de las geografías feministas, Cátedra, Madrid,
2000, p. 15.
2
Gustavo Alares López, “El vivero eterno de la esencia española. Colonización y discurso agrarista en la
España de Franco”, en Alberto Sabio Alcutén, Colonos, territorio y Estado: los pueblos del agua de Bárdenas,
institución Fernando el Católico, Zaragoza, 2010, p. 68.

Historia Social, n.º 107, 2023, pp. 65-83. 65


El presente artículo, en el que se trata de hacer confluir la herencia de la fructífera tra-
dición de los estudios de género y la historia social, tiene el objetivo de examinar las conse-
cuencias sociales de la política agraria del franquismo en Andalucía a través del estudio de
los espacios creados por el nuevo estado. Como señalara Dolores Ramos en 1995, “resulta
paradójico que la historia haya analizado en toda su complejidad lo que acontece en la esfe-
ra pública y haya olvidado, sin embargo, que es de puertas para adentro donde se aprehenden
los roles sociales y sexuales”.3 El debate ha avanzado mucho en los últimos veinte años,
pero la necesidad de valorar adecuadamente la actividad femenina dentro y fuera del ámbi-
to doméstico sigue estando presente en contextos como el que aquí nos ocupa.
Al aproximarnos a los pueblos de colonización, núcleos urbanos surgidos de proyec-
tos en los que cada aspecto de la ocupación del territorio quedaba regulado con detalle, el
estudio del espacio constituye un primer paso obligado. El “giro espacial” preconizado en
los años 80 por autores como David Harvey o Henri Lefebvre impuso una nueva concep-
ción del espacio según la cual este ya no podía considerarse como lugar preexistente a los
hechos sociales. Tal idea cobra más sentido, si cabe, si en el lugar ocupado por las nuevas
comunidades rurales antes solo había tierra yerma. Como señala Miguel Ángel Baldellou,
los pueblos de colonización eran pueblos sin memoria, sin historia, que “solo tenían, de te-
ner, futuro”.4
Desde la sociología, la geografía y los estudios urbanos, autoras como Dafne Spain,
Linda McDowell o Leonore Davidoff han analizado las interrelaciones que existen entre
las identidades de género y los entornos físicos. Para estas autoras, la conceptualización
del espacio transita por el reconocimiento de las relaciones de poder que en él se produ-
cen. Y en este sentido el género, entendido como una forma primaria de significar relacio-
nes de poder juega un papel esencial,5 al determinar qué espacios corresponden a cada in-
dividuo, como sugiere la cita que encabeza el texto.
En el contexto de estas corrientes, la metáfora de las dos esferas, que separa la reali-
dad en las categorías público/privado, ha sido un eje central de las teorías feministas y los
estudios de la geografía del género desde los años 60. En las últimas décadas, este para-
digma ha sido objeto de un acalorado debate que ha puesto en cuestión o, cuanto menos,
ha problematizado sus planteamientos teóricos y metodológicos. No obstante, como señala
Florencia Peyrou,6 se trata aún hoy de una herramienta analítica importante para compren-
der la historia de las relaciones de poder entre hombres y mujeres.
En las páginas que siguen se pretende observar, teniendo en cuenta estas premisas, la
realidad social de los pueblos de colonización durante el primer franquismo. Nos interesa
conocer hasta qué punto el espacio actuó como constructor de y construido por relaciones
de poder, y específicamente, cómo determinó o alteró las relaciones de género en las po-
blaciones de los núcleos rurales creados por el nuevo estado.
Se parte de la hipótesis de que los lugares construidos desde la ideología dominante
supusieron, tanto en su materialidad como en sus aspectos simbólicos y en las praxis sociales
asociadas a ellos, la realización en el espacio de una cosmovisión muy concreta, que influiría
en la configuración de las identidades sociales, personales y de género. Pero se pretende ana-
lizar hasta qué punto estas marcaron las conductas de relación entre mujeres y hombres, pues

3
María Dolones Ramos Palomo, “Historia social: un espacio de encuentro entre género y clase”, Ayer, 17
(1995), p. 85.
4
Eduardo Delgado Orusco, Imagen y Memoria. Fondos del archivo fotográfico del Instituto Nacional de
Colonización 1939-1973, Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, Madrid, 2013, p. 18.
5
Joan Scott, “Gender: A Useful Category of Historical Analysis”, American Historical review, 91 (1986),
pp. 1053-1075.
6
Florencia Peyrou, “A vueltas con las dos esferas. Una revisión historiográfica”, Historia y Política, 42
66 (2019), pp. 359-385.
Proyecto de vivienda. Fondo Histórico de Poblados, ficha 5.43 (Archivo Nacional del Ministerio de
Agricultura)

no debemos caer en la consideración de los colonos y colonas como meros objetos de una
estructura social y simbólica impuesta y sin posibilidad de agencia.
Con el fin de dar respuesta a estos interrogantes, se parte de una breve contextualiza-
ción de las políticas de colonización desde un punto de vista más discursivo que fáctico.
Se ha llevado a cabo un análisis de fuentes primarias, tanto oficiales (normativa emitida
por el instituto Nacional de Colonización) como no oficiales (documentales, prensa, dis-
cursos) para rastrear las conceptualizaciones simbólicas asociadas con la configuración del
género en los nuevos poblados. Con el objetivo de interrelacionar estas idealizaciones con
las experiencias reales de mujeres y hombres se ha recurrido a las fuentes orales, según el
formato de historias de vida planteado por Miren Llona.7 Se han realizado cuatro entrevis-
tas, de las que el presente trabajo recoge fragmentos. La intención de llevar a cabo un aná-
lisis suficientemente detallado de todos los aspectos que puedan aportarnos luz acerca de
la vivencia del género en aquellos años ha motivado la elección de un único estudio de caso.
Se ha elegido el poblado de El Torno, perteneciente a la zona rural de Jerez de la Frontera,
en la provincia de Cádiz, porque se trata del primer núcleo urbano construido por el insti-
tuto Nacional de Colonización y como la propia institución afirma en 1945, un “ejemplo
de lo que serán en el porvenir las colonizaciones que se llevarán a cabo en las grandes zo-

7
Miren Llona González, “Historia oral. La exploración de las identidades a través de la historia de vida”,
en Miren Llona González (coord.), Entreverse: teoría y metodología práctica de las fuentes orales, Universidad
del País Vasco, Bilbao, 2012. 67
nas de interés nacional”.8 El objetivo ha sido rescatar experiencias específicas que forman
parte de un proceso mucho más amplio, del que el mundo rural español sigue siendo ple-
namente heredero.

EL iNSTiTUTO NACiONAL DE COLONiZACióN COMO iNSTRUMENTO NACiONALiZADOR

Tras su victoria en la Guerra Civil, el nuevo régimen político abogó por una regenera-
ción nacional basada en la defensa de valores considerados propios de la esencia y la raza
hispana tales como el antiliberalismo, el antisocialismo y el nacional-catolicismo.9 La defen-
sa del orden social tradicional se fundamentó en el corpus ideológico defendido por quienes
habían apoyado la rebelión: desde representantes del capitalismo en sus variadas manifesta-
ciones, burguesía conservadora, grandes terratenientes, hasta el integrismo católico.10
La cuestión agraria había jugado un papel fundamental como desencadenante del
conflicto civil. Habría de ser el mundo rural, precisamente, la salvación de la nueva Espa-
ña. Con esta narrativa de la redención nacional a través de la tierra se presentaba el nuevo
programa económico y social del franquismo, que desde sus inicios dirigió su mirada al
campo como sustento de la reconstrucción del país.11 En España, la defensa del mundo ru-
ral formaba parte de los discursos tradicionalistas anteriores a la Guerra Civil, pero fue a
partir de la instauración de la dictadura cuando alcanzó mayor vehemencia. Según esta
“ideología de la soberanía campesina”, denominación acuñada por Eduardo Sevilla Guz-
mán,12 el campo fue visto como un “locus amoenus” que conservaba intacta la esencia de
la nación española. Mientras que la masa urbana, desarraigada, sin un terruño con el que
identificarse, estaba corrompida por ideas subversivas y aspiraciones consumistas, el cam-
pesinado era concebido como “un vasto grupo apolítico, joven, libre y alegre” moralmente
superior porque, gracias a su trabajo, arduo y libre de tentaciones, no solo se ganaba la
vida, sino que también beneficiaba a la nación.13
A pesar del reiterado interés del instituto Nacional de Colonización por evidenciar el
carácter técnico y neutral de la política agraria del franquismo,14 su objetivo prioritario se
centró en deshacer los pasos andados por la reforma agraria republicana, tanto a nivel fac-
tual –con la devolución de las tierras expropiadas por el instituto de Reforma Agraria a sus
antiguos propietarios– como simbólico. En este sentido, la labor colonizadora que se desa-
rrolló a partir de 1939 puede entenderse, siguiendo a Gustavo Alares, como un “instrumento
excepcional para la redención del campesinado”.15 La labor de ingenieros, arquitectos y
urbanistas de esa ruralidad de nueva planta supuso a su vez la creación de un espacio na-
cionalizador, donde las estructuras del nuevo estado habrían de regar y mantener, como un
vivero, la eterna esencia española.

18
instituto Nacional de Colonización, Colonización, suplemento de Agricultura, 3 (1945), p. 114.
19
Teresa María Ortega López, “‘Se hace camino al andar’. Balance historiográfico y nuevas propuestas de
investigación sobre la dictadura franquista”, Ayer, 63 (2006), p. 265.
10
Miguel Ángel Giménez Martínez, “El corpus ideológico del franquismo: principios originarios y ele-
mentos de renovación”, Estudios internacionales, 180 (2015), p. 14.
11
Miguel Ángel del Arco Blanco, Las alas del Ave Fénix: La política agraria del primer franquismo (1936-
1959), Comares, Granada, 2005, p. 33.
12
Eduardo Sevilla Guzmán, La evolución del campesinado en España: elementos para una sociología po-
lítica del campesinado en España, Península, Madrid, 1979, p. 83.
13
Teresa María Ortega López y Francisco Cobo Romero, “‘Guardianas de la raza’. El discurso “nacional-
agrarista” y la movilización política conservadora de la mujer rural española (1880-1939), Historia y política, 37
(2017), p. 86.
14
Cristóbal Gómez Benito, “Una revisión y una reflexión sobre la política de colonización agraria en la
España de Franco”, Historia del presente, 3 (2004), p. 72.
68 15
Gustavo Alares López, “El vivero eterno de la esencia española”, p. 68.
Se habla de proceso nacionalizador toda vez que el régimen dictatorial impuso una
experiencia nacionalista muy concreta: para Fernando Molina Aparicio, se trató de un “Es-
tado homogeneizador impulsado por un etnonacionalismo extremo que tenía como refe-
rente cultural la tradición católica”.16 La nación era vista, desde una perspectiva primordia-
lista, “no como un hecho político (algo que ‘ocurre’), sino emocional y, en último término,
objetivo (algo que ‘es’)”.17 De este modo, las bases legitimadoras de la nación franquista
se encontraban en criterios supuestamente objetivos de carácter cultural y biológico. Des-
de luego, la franquista no era la única manera de identidad o sensibilidad nacionalista es-
pañola, pero desde el final de la guerra el gobierno concentró sus esfuerzos en crear una
narrativa que identificara su proyecto con la única forma de ser español.18 Paralelamente,
como señala Teresa Ortega, “junto a los anti españoles es decir, los republicanos, los so-
cialistas, los comunistas, los anarquistas y los nacionalistas no españolistas, habría que si-
tuar a las anti españolas, concebidas como anti mujeres. La anti mujer era la versión en ne-
gativo de la auténtica mujer española”.19
En los últimos años la historiografía ha abordado la cuestión de cómo el género estu-
vo presente en el proyecto de nacionalización franquista, y a su vez, cómo la nación cons-
truyó al género.20 Partiendo de la convicción de que existe una estrecha imbricación entre
ambos procesos, autoras como Ana Aguado, Stéphane Michonneau y Mercedes Yusta han
analizado hasta qué punto la configuración discursiva y política de las identidades nacio-
nales va paralela a la instauración de un determinado sistema de sexo/género.21 Para inbal
Ofer, en España las “nociones de catolicismo, hipernacionalismo y feminidad trabajaron
en una compleja red de identificaciones”.22 Por su parte, Nerea Aresti ha incidido en la es-
trecha relación entre nación, religión y masculinidad, y ha puesto de manifiesto cómo la
guerra avivó los contenidos autoritarios, jerárquicos y violentos de la masculinidad, a pe-
sar de las diferentes perspectivas que, desde el bando sublevado, entraron en juego a la
hora de definir el ideal de hombre español.23
La masculinidad en el mundo rural del franquismo es una cuestión aún poco analizada,
pero una aproximación a los discursos emitidos por el nuevo estado en relación con la co-
lonización pone de manifiesto que la disciplina y el esfuerzo para dominar la naturaleza, la
austeridad y la fecundidad eran los rasgos ideales del habitante de los nuevos poblados. De
hecho, el varón se configuraba como el verdadero protagonista de la colonización y a él
iba dirigida la misión de hacer resurgir las tierras de España a través de su trabajo. “El fac-
tor primordial de toda colonización es el hombre, para el que se construyen a ritmo cre-
ciente pueblos alegres donde su vida y la de sus familias alcance el nivel que impone el
movimiento salvador de España”,24 afirma la voz en off del documental “España se prepara”,

16
Fernando Molina Aparicio, “‘La reconstrucción de la nación’. Homogeneización cultural y nacionaliza-
ción de masas en la España franquista”, Historia y Política, 38 (2017), p. 23.
17
Ibidem, p. 29.
18
Raúl Moreno Almendral, “Franquismo y nacionalismo español: una aproximación a sus aspectos funda-
mentales”, Hispania Nova, 12 (2014), p. 10.
19
Teresa María Ortega López, “‘Hijas de isabel’. Discurso, representaciones y simbolizaciones de la mujer
y de lo femenino en la extrema derecha española del período de entreguerras”, Feminismo/s, 16 (2010), p. 225.
20
inmaculada Blasco Herranz, “Género y nación durante el franquismo”, en Stéphane Michonneau y xosé
M. Núñez Siexas, Imaginarios y representaciones de España durante el franquismo, Casa de Velázquez, Ma-
drid, 2014, p. 49.
21
Ana Aguado y Mercedes Yusta, “Presentación”, Mélanges de la Casa de Velázquez, 42: 2 (2012), pp. 9-15.
22
inbal Ofer, “A ‘New’ woman for a ‘New’ Spain: The Sección Femenina de la Falange and the image of
the National Syndicalist Woman”, European History Quarterly, 39: 4 (2009), p. 585.
23
Nerea Aresti, “La historia de las masculinidades, la otra cara de la historia de género”, Ayer, 117
(2020), p. 344.
24
instituto Nacional de Colonización (productor) y Marqués de Villa Alcázar (director), España se prepara
(documental), 1949. 69
mientras que Rafael Cavestany, ministro de agricultura desde 1951, calificaba en un dis-
curso al campesino español como “ángel custodio, centinela alerta, guerrillero audaz en la
defensa a sangre y fuego de las viejas virtudes de la raza”.25 Entre los discursos publicados
sobre el factor humano en las colonizaciones encontramos títulos tan ilustrativos como “El
hombre y la colonización”, de Ángel Martínez Borque (1944), o “El hombre, factor básico
de la colonización”, de Guillermo Escardó (1949). El “hombre” no se entiende aquí como
sustantivo neutro, sino que, tal y como teoriza Federico Caprotti para el caso de la italia
fascista,26 hubo en el franquismo un énfasis en caracterizar al varón como el centro de la
nueva política. El habitante ideal de los nuevos pueblos era un varón sano, de entre 23 y
50 años, con demostrables aptitudes para el trabajo agrícola, moralidad y conducta acepta-
bles, casado y con hijos. Tales eran los criterios principales del proceso de selección de co-
lonos recogidos en la circular interna del iNC de 17 de octubre de 1942.27
Como vemos, la adscripción al ámbito de la producción económica se presenta como
un elemento constitutivo de la masculinidad, pero para aspirar a ser colono no bastaba con ser
un hombre trabajador: el varón debía ir acompañado de una mujer y varios hijos, que ac-
tuaban como condición necesaria entre los criterios de selección. En el estado franquista,
la soltería era considerada como egoísta, parasitaria y moralmente peligrosa, por lo que se
pusieron en marcha incentivos para fomentar el matrimonio precoz y penalizar a quienes
permanecieran solteros.28
En efecto, para entender las funciones asignadas a hombres y mujeres desde el nuevo
estado, hay que tener en cuenta que uno de los pilares del Nuevo Estado era la familia, a la
que el propio dictador definía en su mensaje de fin de año de 1953 como “la piedra básica
de la nación”.29 La institución familiar tradicional era considerada un modelo de Estado a
pequeña escala, de manera que se establecía un fuerte vínculo entre el deber con la nación
y la esfera privada. En este marco, el cometido político de la mujer se concretó en un im-
pulso a contribuir, desde el ámbito privado, al resurgir del Estado y a la regeneración de la
raza hispana. Como no podía ser de otra manera, la maternidad se erigía en la misión prio-
ritaria de la nueva española, que habría de inculcar en su progenie el amor por la patria,
“entendida como una unidad indivisible fundada en el catolicismo y la tradición, y con vo-
cación imperial, ya fuera territorial o, con mayor frecuencia, espiritual”.30
En la construcción del poblado, este modelo se traduce en la edificación de viviendas
con más de tres dormitorios, llegando a suprimirse las proyectadas con una o dos habita-
ciones “por no ser económicas de construir”.31 La arquitectura actúa, de este modo, como
instauradora de formas de vida. Un individuo solo o una pareja sin descendencia no tienen
cabida en los poblados de colonización. En línea con la política demográfica franquista,
que buscaba el máximo de natalidad, se repite, desde el diseño arquitectónico, la idea de
que la familia tradicional es la única forma de vida posible en España.

25
Citado en Armando de Miguel, Sociología del franquismo, Euros, Barcelona, 1975, p. 150.
26
Federico Caprotti, “Patologías de la ciudad. Hipocondría urbana en el fascismo italiano”, Bifurcaciones, 6
(2006).
27
“Normas para la selección de colonos”, Circular interna del instituto Nacional de Colonización, 73, 17
de octubre de 1942.
28
Aurora Morcillo, “Walls of Flesh. Spanish postwar reconstruction and public morality”, Bulletin of Spa-
nish Studies, 84: 6 (2007), p. 740.
29
Citado en María José Collantes de Terán de la Hera, “Las medidas de protección a la familia en el pri-
mer franquismo: el subsidio familiar”, en Juan Antonio Alejandre García, Estudios jurídicos sobre el franquismo.
La familia ideal y otras cuestiones, Dykinson, Madrid, 2009, p. 102.
30
inmaculada Blasco Herranz, “Género y nación durante el franquismo”, p. 55.
31
“Proyecto de colonización de la zona regable del Pantano de Guadalcacín”. 4 de abril de 1945. Exp. 26321/
70 2632, nº catálogo 490. Archivo Nacional del Ministerio de Agricultura.
Colocación de la primera piedra por los representantes de las instituciones. Fo-
tografía cedida por Ayuntamiento de El Torno (original en Archivo del INC)

ELECCióN DEL MODELO DE ASENTAMiENTO

Uno de los primeros debates entre los técnicos y arquitectos del recién creado iNC
tuvo lugar en torno al modelo de ocupación territorial de los nuevos asentamientos. Dos
eran las opciones que se barajaban: el sistema disperso de viviendas unidas a las tierras de
labor, o el poblamiento concentrado. De ambas existían referencias en los modelos inter-
nacionales consultados, así como en las experiencias nacionales anteriores.
De hecho, en la elaboración de los planes de colonización de la Reforma Agraria repu-
blicana había tenido lugar el mismo debate, optándose finalmente por el modelo de asenta-
miento concentrado.32 El Concurso de anteproyectos para la construcción de poblados en
las zonas regables del Guadalquivir y el Guadalmellato convocado en 1933 fijó en sus ba-
ses las características que habrían de tener los nuevos poblados. Redactadas por el inge-

32
Manuel Calzada Pérez, La colonización interior en la España del siglo xx agrónomos y arquitectos en la
modernización del medio rural, Tesis doctoral, Universidad de Sevilla, Sevilla, 2006, p. 277. 71
niero Miguel Cavero, se establecían una serie de servicios públicos, entre los que destacan
los siguientes:

Casa-Ayuntamiento. Escuela. Lavadero. Matadero. Cementerio. Abastecimiento de aguas potables.


Saneamiento. Alumbrado. Calles, plazas y jardines. Abrevaderos. Descansadero de ganado y era de
trilla. Atractivos de la vida rural, como un local para espectáculos y un aparato de cinematografía de
tamaño universal.33

El propósito de unir a los labradores en un espacio donde, además de residir y traba-


jar, se establecieran lazos de vecindad está detrás de la elección del poblado como modelo
de asentamiento.34 Mediante esta solución la República pretendía crear comunidades de
pequeños propietarios capaces de superar el régimen latifundista. Las nuevas poblaciones
contarían con instituciones y proyectos destinados al desarrollo intelectual de la población
campesina, como las Misiones Pedagógicas, un instrumento mediante el que se pretendía
combatir el analfabetismo, divulgar la cultura y consolidar la ciudadanía de los habitantes
del campo.
Un aspecto clave en este intento de modernización del mundo rural planificado por el
gobierno republicano fue el papel desempeñado por las mujeres como agentes del cambio
social. La labor donde esta presencia se manifestó con mayor preeminencia fue desarrollada
en las aulas: numerosas maestras llevaron a los rincones más remotos de España el pro-
yecto modernizador de la República, participando activamente en la conquista de los dere-
chos de las mujeres y en la difusión de una nueva concepción de la feminidad.35 Un cam-
bio que vino ratificado por leyes que por primera vez en la historia de España equiparaban
los derechos de las mujeres con los de los varones.
Resulta paradójico que el régimen dictatorial impuesto tras la derrota de la República
optara por el mismo modelo de asentamiento rural que el fijado antes de la guerra, pero
para Manuel Calzada la elección es muy consecuente: se trataba de “utilizar el poblado
para aprovechar sus fines de control social”.36 De manera que la idea de crear núcleos ur-
banos para las nuevas comunidades rurales era compartida con el primer gobierno republi-
cano, si bien con unos fines ideológicos completamente opuestos. En el número 83 de la
Revista Nacional de Arquitectura, José Tamés Alarcón, director de los Servicios Técnicos
Centrales de Arquitectura del iNC entre 1943 y 1975, argumentaba los motivos por los
que resultaba más conveniente el asentamiento concentrado:

Se ha experimentado en la práctica (en Andalucía y Extremadura, que es donde los problemas de


colonización adquieren más importancia) que cuando la casa queda alejada más de 2,50 km de la
iglesia y escuela, el porcentaje de colonos y familiares que viven al margen de la Religión y analfa-
betos es enormemente elevado, ya que desgraciadamente, por regla general, entienden que la asis-
tencia a aquéllas no les reporta beneficios que les compensen del esfuerzo de los desplazamientos.
En cambio, las parcelas separadas la misma distancia de un pueblo son cultivadas perfectamente por
los colonos, puesto que es su único medio de vida.37

33
OPER, “Concurso de anteproyectos para la construcción de poblados en las zonas regables del Guadal-
quivir y el Guadalmellato”, Arquitectura, 16: 10 (1934), p. 291.
34
Manuel Calzada Pérez, La colonización interior en la España, p. 283.
35
Elena Sánchez de Madariaga, “Las maestras de la república en el recuerdo”, en Elena Sánchez de Ma-
dariaga (coord.), Las maestras de la República, Catarata, Madrid, 2012, pp. 11-22.
36
Manuel Calzada Pérez, La colonización interior en la España, p. 277.
37
José Tamés Alarcón, “Proceso urbanístico de nuestra colonización interior”, Revista Nacional de Arqui-
72 tectura, 83 (1948), p. 420.
Del mismo modo que la ciudad fue caracterizada como un foco de degeneración mo-
ral,38 las viviendas aisladas también presentaban el riesgo de caer en una corrupción similar,
al quedar sus habitantes “al margen de la religión”. El texto de Tamés pone de manifiesto
cómo el control de la moralidad impuesto por el franquismo a través de la iglesia Católica
repercutió en las soluciones espaciales adoptadas en el mundo rural. La vigilancia de cos-
tumbres mediante la que se pretendía desarrollar el proyecto de recatolización de la moral
sexual39 requería de una serie de mecanismos como los que ha estudiado recientemente
Gloria Román Ruiz: el rumor, la sanción popular y el control de los individuos ejercido
“desde abajo”,40 solo posibles en comunidad.

FAMiLiA, PATRiA Y HOGAR. LA ViViENDA RURAL EN LOS NUEVOS POBLADOS

La percepción de que se había producido una liberalización de costumbres, especial-


mente entre las mujeres, desencadenó una “cruzada moralizadora” basada no solo en una
fuerte represión, sino en una búsqueda de “purificación y redención moral”.41 El estado as-
piró a controlar las conductas privadas y con este objetivo, el espacio urbano fue “resacra-
lizado” a través de una serie de intervenciones urbanísticas.42
Algo parecido sucedió en el campo. Corregir las malas condiciones de vida y la deca-
dencia moral de los campesinos era prioritario para el nuevo estado.43 Frente a la retórica
agrarista que consideraba al campesinado como depositario del alma de la nación, la realidad
era bien distinta: el hacinamiento en chozas, el uso polivalente de los espacios y la falta de
intimidad caracterizaban la vida rural en muchas zonas de España. De modo que, desde
sus inicios, el iNC concentraría sus esfuerzos en “procurar el perfeccionamiento de la vida
campesina y de las condiciones higiénicas y estéticas de estas para llevar hasta el último
rincón del campo las comodidades y alegrías de la vida ciudadana”.44
El programa de colonización franquista retomaba el modelo de vivienda planteado en
1934. Pero la casa adquiere, a partir de 1936, un valor simbólico esencial, entendiéndose “no
tan solo [como] un refugio destinado a evitar los rigores del clima, sino también y sobre
todo el santuario que forma a la familia, la fragua que funda y modela el corazón de sus
miembros”,45 según las palabras de José Luis de Arrese, arquitecto y ministro de Vivienda
entre 1957 y 1960. A través de una metáfora repetida hasta la saciedad, se identificaba la
Patria con el hogar: un hogar que había sido humillado entre otros motivos por la salida de
las mujeres al ámbito público.

38
Claudio Hernández Burgos y Richard Cleminson, “The purification of vice: early Francoism, moral cru-
sade, and the barrios of Granada, 1936-1951”, Journal of Spanish Cultural Studies, 16 (2015), p. 97.
39
Adela Alfonsi, “La recatolización de la moralidad sexual en la Málaga de la posguerra”, Arenal, 2 (1999),
p. 366.
40
Gloria Román Ruiz, “‘Custodios de la moral’. Control socio-moral y sanción popular en el mundo rural
altoandaluz tras la posguerra”, Pasado y Memoria, 21 (2020), pp. 132-133.
41
Aurora Morcillo, “Walls of Flesh”.
42
Como las estudiadas, para el caso de Granada, en Claudio Hernández Burgos y Richard Cleminson, “The
purification of vice”, pp. 95-114.
43
Pablo Rabasco Pozuelo, “La imposibilidad de lo vernáculo en la arquitectura del iNC”, Atrio, 15-16 (2010),
p. 77.
44
Alejo Leal García, “Régimen administrativo de los nuevos pueblos creados por el instituto Nacional de
Colonización”, Revista de Estudios Agrosociales, 10 (1955), p. 90.
45
Francisco Javier Maestrojuán Catalán, “‘Ni un hogar sin lumbre ni un español sin hogar’ José Luis de
Arrese y el simbolismo ideológico”, Príncipe de Viana, 210 (1997), p. 179. 73
Con la introducción de las tipologías de vivienda que se construyeron –muy similares al
modelo de casa mínima de las ciudades– se produjo, en cualquier caso, la extensión del mo-
delo de casa urbana al campo. El criterio clave a lo largo de todo el programa es el de sepa-
ración. Se dividen funciones, usos y espacios que en el mundo rural muchas veces se encon-
traban mezclados: las nuevas viviendas son unifamiliares y están pensadas para ser habitadas
por familias nucleares y no ampliadas, como era frecuente en el mundo rural; se establece
una clara división entre la parte de la casa destinada a las dependencias agrícolas, y la habita-
ción propiamente dicha, abriéndose incluso dos puertas para evitar la circulación de anima-
les y personas por el mismo espacio. Esta medida implica la configuración de dos tipos de
vías en la ordenación urbana del poblado, una destinada a animales y otra a personas.
En realidad, el programa de vivienda no presenta diferencias sustanciales con los pro-
yectos desarrollados durante el periodo republicano. En el plano simbólico, sin embargo,
las diferencias son manifiestas. Mientras que la República perseguía la creación de una
nueva estructura social que independizara a los agricultores de la opresión ejercida por los
caciques,46 el nuevo modelo de casa fue categorizado como moralizante, y a la solución
formal de división de espacios se atribuyeron criterios purificadores. En palabras de José
Luis Oyón, se impusieron “tabiques como signo de aislamiento y puertas como elementos
que dan una estructura específica a las relaciones personales: elementos arquitectónicos
como reformadores de los hábitos de conducta”.47
Con la entrega de llaves a los nuevos colonos, los nuevos habitantes -hombres- del pue-
blo recibían un lote que solía constar de una parcela, una casa, una yunta de vacas y una ye-
gua. Esto no implicaba que los colonos se emanciparan una vez instalados, ni que se convir-
tieran en propietarios del lote que se les entregaba. El iNC ejercía un control férreo sobre los
asentamientos a través de sus mayorales, peritos e ingenieros. Se establecía un periodo de
tutela durante el que estos vigilaban el trabajo y el comportamiento de los colonos, que esta-
ban obligados a entregarle una buena parte de la producción de las explotaciones.
Mientras que de los hombres se esperaba que trabajasen duramente en las parcelas,
las nuevas casas –higiénicas, funcionales, modernas– pasaban a convertirse en el ámbito de
trabajo de las colonas, que habrían de dedicar todas sus energías a transformarlas en hoga-
res. La circular donde se establecían los criterios de selección de colonos indicaba que en
cada familia era necesaria una mujer dedicada al cuidado de la casa, que no sería conside-
rada “capaz de rendir trabajo útil” fuera del ámbito doméstico. Solamente aquellas muje-
res de la familia que no desempeñaran el cargo de ama de casa y que no tuvieran hijos me-
nores de 3 años podían computar como “unidades de trabajo”, cuantificándose el valor del
trabajo agrícola femenino como el equivalente a la mitad del de un niño de entre 12 y 14 años
y a un cuarto del de un varón de 14 a 60.
El proyecto ratifica la supeditación económica de las mujeres a sus maridos en los
nuevos poblados, siguiendo las directrices sancionadas en el Fuero del Trabajo de 1938.
La escuela, la iglesia y los medios de comunicación se encargarían de repetir continua-
mente este mensaje y de situar a las mujeres en su lugar correspondiente. Para los habitan-
tes de los nuevos poblados del iNC se crearon medios especializados como las revistas
Vida Nueva o Colonización, en cuyas páginas queda bien definida la asignación de funcio-
nes y el deber de las mujeres para con la casa.
Al confrontar los discursos y la asignación de espacios con la realidad de nuestro caso
de estudio, comprobamos que, en efecto, las mujeres asumían las responsabilidades asig-
nadas, llegando incluso a producirse una identificación entre la casa y la mujer, de manera

46
Manuel Calzada Pérez, La colonización interior en la España, p. 376.
47
José Luis Oyón Bañales, Colonias agrícolas y poblados de colonización. Arquitectura y vivienda rural
74 en España (1850-1965), Tesis doctoral, Universidad Politécnica de Cataluña, Barcelona, 1985, p. 152.
Escuela de niñas, en una foto oficial del INC. Fotografía cedida por Ayuntamiento
de El Torno (original en Archivo del INC)

que una casa mal atendida, sucia, desordenada, implicaba una mujer de tales características.
En una de las entrevistas, la informante se lamenta con respecto a su cuñada, madre de once
hijos, porque “no hacía nada”, por lo que su consideración hacia esta mujer es muy baja.
Por tanto, espacio doméstico y feminidad van plenamente unidos y los usos de la vi-
vienda giran siempre en torno a esta división sexuada. Sin embargo, hemos podido compro-
bar que además del trabajo doméstico, las mujeres se veían obligadas a asumir parte del tra-
bajo agrícola, pues las exigencias del instituto sobre los colonos hacían imposible que un
solo agricultor, con los escasos medios con los que contaba, pudiera llevar a cabo las tareas
impuestas en el tiempo debido. Todos nuestros informantes coinciden en afirmarlo:
Nosotros vinimos aquí a El Torno en 1953, yo tenía entonces 11 años. Vinimos en diciembre. Y pa la
siguiente cosecha, ya de enero palante, que empezaban a sembrar, pues a la parcela íbamos. To los días,
casi to el año. Y allí se comía y to. No es como hoy que te vienes a comer y luego te vas... no. Nos lle-
vábamos el almuerzo y comíamos allí en la parcela. Ya después con los niños no iba tanto, pero sí en
la temporada de coger algodón.48

48
Carmen Vega Jiménez. Entrevista realizada en julio de 2020 (extracto). 75
EL ESPACiO PúBLiCO: CONTROL MORAL Y EDUCACióN

Las implicaciones sociales del espacio público eran bien conocidas por los técnicos y
arquitectos del iNC, a quienes correspondía la labor de diseñar, desde sus oficinas en Ma-
drid, un espacio que sería el del pueblo. Comprender el espacio como producto y, al mismo
tiempo, como productor de relaciones permite entender el modo en que se instituyen las
relaciones de poder, pues la construcción del espacio constituye un medio idóneo para la
consolidación de la hegemonía.49
En este sentido, el centro cívico juega un papel determinante como lugar funcional,
pero, sobre todo, significativo y diferenciador. En términos de Lefebvre, se trataría de un es-
pacio de representación, que supera al espacio físico, y que expresa, con o sin codifica-
ción, simbolismos complejos.50 Como ha indicado Flores Soto “la organización de la plaza
supone la construcción del lugar, a nivel físico y de referencia visual: de ahí la preeminen-
cia que adquiere en todas las intervenciones y la importancia que se le da a su configura-
ción desde el principio”.51
La plaza, espacio vacío que actúa como estructurador de la trama urbana, es un ele-
mento que conecta con la tradición urbanística latina o mediterránea,52 y es característico
de la España imperial evocada por el Franquismo, especialmente en sus primeros años.53
La búsqueda de una supuesta gloriosa tradición secular que se propone mantener, y que es
el origen y razón de ser de lo verdaderamente “español”, pone de manifiesto el carácter “na-
cionalizador” de la obra del iNC:
Es necesario formar una España absolutamente nueva de continente y de contenido, entroncada ex-
clusivamente con la vena auténtica de nuestra tradición. Con estilo y aspiración imperial. Jamás país
alguno en ninguna época habrá basamentado con mayor alegría y mayor firmeza el edificio de su
imperio.54

Así, la urbanización de nuevas poblaciones conecta la colonización interior con la ame-


ricana. Y en estos nuevos espacios, como en los de las ciudades coloniales, la plaza consti-
tuye un espacio simbólico del poder, a través de la presencia en ella de las instituciones.
Se trata de un espacio que durante los últimos años había visto alterado por primera vez su
carácter tradicionalmente masculino. En 1924 había sido nombrada la primera alcaldesa
de España y a partir de 1931 la presencia femenina en los organismos públicos y en la vida
política había llegado a alcanzar cotas hasta entonces nunca vistas. Con la consolidación
del Franquismo se acabó radicalmente con el proceso de incorporación de mujeres a la
vida política. En los poblados de colonización, tres serán las instituciones fundamentales:
el propio instituto, a través de sus mayorales, peritos y técnicos; la iglesia, a través del sa-
cerdote; y la Guardia Civil.
El edificio administrativo suele ser un edificio central, pero con poca relevancia, puesto
que la toma de decisiones de todo lo que tuviera que ver con el poblado venía impuesta des-

49
Claudio Hernández Burgos, “Los fascistas, lo público y la producción del espacio”, en Francisco Cobo
Romero, Claudio Hernández Burgos y Miguel Ángel del Arco Blanco, Fascismo y modernismo. Política y cul-
tura en la Europa entreguerras (1918-1945), Comares, Granada, 2016 p. 197.
50
Henri Lefebvre, La producción del espacio, Capitán Swing, Madrid, 2013 (original publicado en 1974),
p. 92.
51
José Antonio Flores Soto, “La construcción del lugar: la plaza en los pueblos del instituto Nacional de
Colonización”, Historia agraria, 60 (2013), p. 135.
52
Rob Krier, Stuttgart: Teoría y práctica de los espacios urbanos, Gustavo Gili, Barcelona, 1976.
53
David Marcilhacy, “La Hispanidad bajo el franquismo. El americanismo al servicio de un proyecto na-
cionalista”, en Stéphane Michonneau y xosé M. Núñez Siexas, Imaginarios y representaciones de España.
76 54
Víctor D’Ors, “Confesión de un arquitecto”, F.E., 2: 209 (1938), p. 209.
de el instituto. Para Flores Soto, su diseño, que en la mayoría de los casos incluía una to-
rre, un reloj y un balcón municipal, pueden entenderse como un modo de representar a una
comunidad que se gobierna a sí misma y que se inserta en la estructura del Estado.55
Más significativa es sin duda la iglesia. En el caso de El Torno, como en la mayoría
de los poblados, esta ocupa un lugar predominante en el centro cívico. Sin detenernos en
un análisis formal exhaustivo, hay que señalar que los materiales constructivos del templo
son los mismos que los empleados en el resto del poblado, de manera que su exterior se
caracteriza por los paramentos blancos y la cubierta a dos aguas con tejas moriscas. En el
interior, preside el presbiterio un retablo dedicado a San Miguel, donde se representa al ar-
cángel vestido de guerrero como príncipe de las milicias celestiales pisando al dragón, en
señal de su victoria sobre los ángeles rebeldes. Las implicaciones políticas del mensaje no
dejan lugar a dudas. A su lado, la Virgen María aparece victoriosa, pisando la serpiente del
pecado original, encarnando el modelo de feminidad auspiciado por el régimen.
La iglesia, con su estética sencilla, se presenta como una casa capaz de acoger a toda
la población para el ejercicio del culto, actividad que se volverá dominante en la vida coti-
diana del pueblo, especialmente en la de las mujeres. Los oficios religiosos se convertirán
en uno de los eventos sociales más importantes especialmente entre ellas. A la pregunta
sobre si estaban obligadas a ir, Francisca responde que no, “pero una no quería faltar, ni
señalarse”.56 En algunos casos, la tradición de acudir a la iglesia era una costumbre que ya
practicaban en sus lugares de origen, pero en otros, como en el caso de Carmen, supone
una novedad:

Antes de llegar, no íbamos a la iglesia ni colegio ni na. Ellos sabían [leer] mis hermanos mayores
porque le ponían un maestro que iba por los campos, y así aprendieron ellos. Pero mis padres no
fueron a la escuela ni a la iglesia ni na de eso.

Por su parte, Francisca recuerda que, a la hora de ir a la iglesia, las mujeres ocupaban
generalmente las primeras filas de asientos, mientras que los hombres –cuya presencia era
mucho menor– se solían agrupar en la parte más cercana a la puerta. Da detalles además
sobre otros aspectos:

Yo iba con mi vestido negro y mi velo. A la iglesia había que ir bien vestida, sin mangas cortas ni
na... Manga larga y el velo, que te tapaba la frente. Antes te ibas a confesar y te confesabas... y ¡no
te hacían preguntas...! No es como ahora. Que si me había portado mal, que si era buena con mis
padres, que si había tenido algo con... tú sabes, con los niños, que si tenía novio, que si había hecho
con él cosas que no... vamos, eso te preguntaban vamos... to tu vida.

La iglesia constituye, pues, un dispositivo fundamental dentro del sistema de control


que es el pueblo en su totalidad. Es el espacio simbólico, pero también real, de vigilancia
sobre las costumbres, los comportamientos y los cuerpos de las mujeres. A través de la re-
ligión se sanciona la forma de vestir y se establecen los códigos de relación entre géneros.
Como ha señalado Morcillo, el Estado convirtió a las mujeres en “garantes de la pureza na-
cional” a través de los mandatos de castidad conyugal y maternidad.57 Sin embargo, el grado
de calado de este ideal de vida entre la población varía entre una familia y otra. En general se
observa una aceptación y cumplimiento de las conductas impuestas, pero también se des-
cubren espacios de transgresión, como el señalado por Sebastián:

55
José Antonio Flores Soto, “La construcción del lugar”, p. 144.
56
Francisca Gabaldón Navas. Entrevista realizada en junio de 2020 (extracto).
57
Aurora Morcillo, “Walls of Flesh”, p. 737. 77
A lo mejor se iban antes [una chica y un chico], se juntaban antes [del matrimonio] y se iban de no-
che donde fuera, y ya está... algunas se iban hasta a un pajar y amanecían allí por las mañanas, ¿qué
quieres que te diga?58

Hay que tener en cuenta que a pesar de las formas de control ideológico que describi-
mos, la vida en el mundo rural disponía de muchos más resquicios y espacios para la
transgresión que el ámbito urbano y burgués, donde los usos de salida y entrada de las mu-
jeres estaban más reglamentados. Sin embargo, en muchos casos, los propios vecinos ac-
tuaban como verdaderos “custodios de la moral”59 y lo más común era que las conductas
establecidas por la iglesia estuvieran bien arraigadas entre la población. Rosa relata una
anécdota que evidencia hasta qué punto ciertos comportamientos estaban vetados, al me-
nos en el espacio público del pueblo:

Antes no se veía una pareja de novios de besarse. Pues nosotras nos juntábamos cuatro o cinco e
íbamos... en Revilla había una muchacha que tenía novio. Y el novio estaba en Barcelona. Pues
cuando venía de Barcelona, ese ya venía de otra forma, ya más actualizado. Y se ponían en el puente
de Revilla, donde parte Revilla con El Torno, se sentaban, a eso de las cinco o seis de la tarde. Se
sentaban allí. Y nosotras íbamos a verlos besarse. Claro, como eso no se hacía... Y nosotras íbamos
a andar... ¡por verlos besarse!60

Como sostiene Carlo Ginzburg “un caso límite puede ser representativo. [...] al per-
mitir circunscribir las posibilidades latentes de algo que se advierte sólo a través de docu-
mentos fragmentarios y deformantes, procedentes en su mayoría de los archivos de la re-
presión”.61 La transgresión, en este caso, se realiza fuera de los límites del pueblo, y viene
perpetrada por alguien que llega desde el mundo urbano, entonces lejanísimo. Tal hecho
pone en evidencia que, en general, el poblado es un espacio reglado, donde era normal lle-
gar virgen al matrimonio, incluso sin nunca haber estado a solas con la pareja.
La iglesia constituye, pues, el lugar desde el que se regulan las formas de acercamiento
entre hombres y mujeres. Un acercamiento que, para llegar a ser íntimo, debía pasar antes
por el altar. La boda era un momento fundamental, especialmente para la vida de las muje-
res, porque mientras que los hombres tenían otras funciones asignadas, a ellas se les edu-
caba desde pequeñas para ese paso, que era concebido como su única forma de realización
personal.
El objetivo del matrimonio era la reproducción. Los ritos del bautismo y la comunión
marcaban la entrada en la vida religiosa del pueblo de los hijos e hijas de colonos. Pero el
principal espacio de aprendizaje de los roles de género para niños y niñas será sin duda la
escuela. Conscientes del gran poder del sistema educativo para influenciar sobre las con-
ductas, los dirigentes del iNC consideraron desde sus primeros proyectos la necesidad de
instalar una escuela en cada poblado, así como casas para maestros.
La planta de los edificios destinados a escuelas marca la diferencia entre niños y niñas,
que los programas educativos ratificaban con contenidos diferenciados. La educación pri-
maria en los nuevos poblados respondía a la misma ordenación que el resto del país, rigién-
dose por la ley educativa de 1945, pero con una orientación especial hacia el trabajo agrícola,
que era el destino que aguardaba a cada estudiante. Mientras los niños recibían formación en

58
Sebastián Marín Sánchez. Entrevista realizada en julio de 2020 (extracto).
59
Gloria Román Ruiz, “‘Custodios de la moral’. Control socio-moral y sanción popular en el mundo rural
altoandaluz tras la posguerra”, Pasado y Memoria, 21 (2020), pp. 131-154.
60
Rosa Melgar Durán. Entrevista realizada en julio de 2020 (extracto).
61
Carlo Ginzburg, El queso y los gusanos. El cosmos según un molinero del siglo xVI, Península, Barcelo-
78 na, 2001 (original publicado en 1976), p. 22.
Hogar rural de la Sección Femenina en el pueblo de José Antonio. Archivo INC digitalizado.
https://www.mapa.gob.es/es/ministerio/archivos-bibliotecas-mediateca/mediateca/colonizacion.aspx

técnicas agrícolas, la educación de las niñas se orientaba a su futura ocupación como amas
de casa. Así, se impartían materias como “Economía doméstica, labores y enseñanzas del
hogar”, cuyo temario fijaba claramente el modelo de mujer colona defendido por el régi-
men, basado en su subordinación respecto al varón.62 Aunque la asistencia a clase era obli-
gatoria, el nivel de absentismo también variaba en función del género:

Mi madre le dijo a la maestra: día y medio mi hermano y día y medio yo. Y mi hermano iba más ve-
ces, porque yo tenía que ayudar a mi madre a preparar la merienda, o si tenía que pelar papas, o lim-
piar la cocina... La escuela era por la mañana y por la tarde, y nos enseñaban a coser. Nos enseña-
ban las labores caseras, yo tengo sábanas bordás desde que tenía 13 años.

En las épocas de siembra o recolección era frecuente que niños y niñas dejasen de
acudir a clase para colaborar con el trabajo familiar. A partir de los 12 años, lo más fre-
cuente era el abandono escolar, también con más incidencia entre las niñas, según el testi-
monio de Rosa:

Los padres antes también decían que a una mujer no le hacía falta... que pa casarse y tener hijos no
les hacía falta saber.

62
Gustavo Alares López, “El vivero eterno de la esencia española”, p. 76. 79
Sin embargo, también se impartían clases en horario nocturno para mayores de 12 años.
Rosa relata cómo algunas de sus amigas fueron a estas clases con un objetivo ligado a su bien
asimilada condición de mujeres destinadas al matrimonio:

La isabel (...) tenía un novio (...) y decía que antes de que él se fuera a la Mili tenía que aprender a
leer y a escribir, para que nadie le tuviera que escribir las cartas. Y aprendieron, porque por las cir-
cunstancias no habían podido ir antes.

La escuela no era el único espacio de encuadramiento social y político de los jóvenes.


Desde Falange Española se organizaron actividades destinados a ello. El Frente de Juven-
tudes organizó algunos cursos, como recuerda Sebastián:

También venía la Falange, que le llamaban, no sé si era el Frente de Juventudes, o no sé lo que era
eso. Y venían pa la cultura de las personas porque estábamos medio montunos. Cogían y unas vení-
an a lo mejor para curtir las pieles, otras para enseñar a hacer gimnasia a los chiquillos. Les enseña-
ban canciones y to eso.

Pero la institución que tuvo más seguimiento en El Torno fue la Sección Femenina,
que desde sus inicios mantuvo una especial alianza con el iNC. Ya en 1945 hay una noti-
cia en la revista Colonización que informa de un cursillo de Hogar Rural al que “la pobla-
ción femenina de El Torno asistió con el mayor entusiasmo” celebrado en febrero de ese
mismo año.63 En 1958 se proyectó un edificio, el llamado Hogar Rural,64 que habría de
convertirse en la sede de estas actividades.
El medio rural era, según recuerda Pilar Primo de Rivera en sus memorias, redactadas
en 1983, “aquel en que la mujer estaba más desatendida en cuanto a preparación”,65 por lo
que a través de las cátedras ambulantes, la Sección Femenina diseminó su actividad por los
núcleos de colonización.66 En 1947, el iNC solicitó la participación en sus poblados de la
Cátedra Francisco Franco, dependiente de la institución dirigida por Primo de Rivera, que
tuvo entre sus principales objetivos la educación de las mujeres.67 Se desarrollaron talleres,
como la Escuela de Hogar –cuyo nombre da una idea de la misión que a ellas les era enco-
mendada–, pero también actividades culturales, como los viajes que recuerda Rosa:

Estuvimos en Castellón de la Plana 20 días y no nos costó na. Tenía 15 años. Y luego fuimos a Pal-
ma de Mallorca. Y a ver donde enterraron a Jose Antonio Primo de Rivera. Hemos estado en Ma-
drid, Valencia... muchos sitios.

Por otro lado, a través de la celebración de sus cursos de coros y danzas, la Sección
Femenina llevó a cabo toda una obra de difusión y exaltación del folclore y la cultura tra-
dicional. Como ha señalado Carmen Ortiz, se tomaron los elementos más emotivos y capa-
ces de producir tipismo de la cultura popular con fines de propaganda política, al tiempo
que, con estas actividades, se mantuvo a las mujeres apartadas de niveles de educación su-

63
instituto Nacional de Colonización, Colonización, p. 57.
64
V. Masaveu, “Proyecto de Hogar Rural para S. F. en El Torno (Jerez)”. 1958. Signatura 4.044, exp. 1.354.
Archivo Histórico Provincial de Cádiz.
65
Pilar Primo de Rivera, Recuerdos de una vida, Dyrsa, Madrid, 1983, p. 78.
66
Sescún Marías Cadenas, “La sección femenina y el instituto Nacional de Colonización (1942-1974)”, en
Pilar Amador y Rosario Ruiz (eds.), La otra dictadura: el régimen franquista y las mujeres, Universidad Carlos iii,
Madrid, 2007, pp. 183-200.
67
Pablo Rabasco Pozuelo, “La educación en los poblados del instituto Nacional de Colonización técnica,
80 moral y género. La cátedra Francisco Franco”, Biblio 3W, 15: 880 (2010).
periores.68 Rosa recuerda uno de los bailes celebrados en la recién estrenada plaza de El
Torno, para el que explica que “los trajes nos los trajeron de Cádiz, prestados para ese día”.
Fuera de los espacios regulados que acabamos de mencionar, y en los momentos de
descanso del trabajo, el espacio público se convertía en un lugar de ocio. Sobre todo, entre
vecinos: ellos contaban con un lugar específico situado en uno de los locales de la plaza, al
que acudían por lo general cada día después de la jornada laboral para tomar un vaso de
vino y sociabilizar, el bar. Era un espacio indiscutiblemente masculino, al que las mujeres
tenían vetado el acceso, sin necesidad de ninguna norma escrita que lo dictara. Francisca
recuerda la primera vez que estuvo en un bar: “ya casada, y ni siquiera fue a un bar, fue a
la caseta de una feria, con mi marido y otros amigos”.
Es destacable el hecho de que mientras los hombres contaban con un espacio propio de
reunión, la sociabilidad femenina se daba principalmente en espacios de trabajo. En El Torno,
el espacio donde las mujeres se reunían para charlar era el llamado Pocillo, lugar destinado
al lavado de la ropa, como nos relata Francisca:

Para lavar nos juntábamos siempre cinco o seis. Nos avisábamos: Paca, ¿tú vas a ir a lavar hoy? y
nos íbamos a lavar todas juntas. Lo pasábamos bien, iban los muchachillos en busca nuestra ya.

Un espacio al que en cambio sí accedían hombres y mujeres fue el cine, que uno de
los colonos instaló en el pueblo. La diferencia entre chicos y chicas radicaba aquí en que,
mientras que ellos podían acudir libremente, las mujeres debían ir siempre acompañadas,
como explica Rosa:

Vamos, ir sola, eso era totalmente imposible. Había cine, pero que ni para el cine ni nada. [Una ve-
cina] tenía novio y la teníamos que recoger el novio y yo porque él trabajaba aquí con mi padre.
Íbamos, la recogíamos, y luego cuando salíamos del cine la llevábamos a su casa. Pero una mujer
sola no podía salir. Es que no podíamos, vamos, ir a algún sitio sola. Siempre había que ir acompa-
ñada de alguien. No teníamos libertad pa na. Porque to era malo.

Además del cine, se celebraban fiestas y bailes en la plaza, que, como ha señalado Ei-
der de Dios eran “el mejor expositor del mercado matrimonial”.69 Los códigos para acudir
aquí eran idénticos a los descritos para el cine, pero al tratarse de un baile, el contacto en-
tre los asistentes era algo más distendido.
Las reglas estaban marcadas y establecían las formas y el lugar en el que los acerca-
mientos entre sexos debían producirse. Sin embargo, como hemos podido comprobar, no
siempre se cumplían.

CONCLUSiONES

A lo largo de las páginas anteriores se ha trazado un panorama que refleja cómo la


colonización agraria del franquismo significó mucho más que el mero programa de refor-
mas de carácter técnico defendido por el discurso oficial. Determinada por los valores mo-
rales del catolicismo, la visión del mundo impuesta a partir de 1939 respondía a una intensi-
ficación de la división binaria de la realidad (bien-mal, campo-ciudad, hombre-mujer) que,

68
Carmen Ortiz García, “Folclore, tipismo y política. Los trajes regionales de la Sección Femenina de Fa-
lange”, Gaceta de Antropología, 28: 3 (2012).
69
Eider de Dios Fernández, “Domesticidad y familia: ambigüedad y contradicción en los modelos de fe-
minidad en el franquismo”, Feminismo/s, 23 (2014), p. 33. 81
según Doreen Massey, está en los “cimientos sociofilosóficos más profundos de la socie-
dad occidental”.70 Expresión de esta acentuación es la retórica agrarista que idealizaba la
vida rural en un proyecto nacionalizador plagado de símbolos tradicionalistas, pero tam-
bién la configuración de las identidades de género basada en un determinismo biológico
de carácter esencialista, que otorgaba funciones estrictamente separadas, pero complemen-
tarias, a hombres y mujeres.
El control represivo fue constante durante los primeros años de los poblados. El dis-
curso de poder se manifestaba en la legislación, pero también en la materialidad de los nue-
vos poblados y en la imposición de prácticas sociales a través de una serie de mecanismos
que, al modo de estructuras cuartelarias foucaultianas, vigilaban y castigaban. Las nuevas
construcciones –viviendas, escuelas, iglesias– se configuraban como verdaderos instaura-
dores de orden no solo espacial, sino también social. Un orden que, además de su carácter
vertical, entre mayorales y colonos, pasaba por la asignación de usos diferenciados a hom-
bres y mujeres, sustentada en la idea de la superioridad masculina. La diferencia sexual
actuaría, en este sentido, como un criterio que colocaba a los individuos en sus lugares co-
rrespondientes y les exigía unas actuaciones determinadas, incrustando las relaciones de
poder en su propio cuerpo.71
La confrontación de los planteamientos proyectados por el iNC con la realidad social
del proceso colonizador ha permitido sacar a la luz las contradicciones en las que cayó el
propio sistema en su intento por mantener unas estructuras sociales en ocasiones incompa-
tibles entre sí. En primer lugar, las propias condiciones de la colonización impedían que
sus propias conceptualizaciones acerca del lugar que debían ocupar hombres y mujeres en
el pueblo se llevasen a cabo. Un hombre solo o con la única ayuda de sus hijos general-
mente era incapaz de sacar adelante la carga de trabajo impuesta por el instituto, bajo ame-
naza de expulsión. Esto obligaba a que las mujeres salieran del espacio doméstico para
asumir el papel de “ayudantes”. La condición de meras colaboradoras ha invisibilizado su
situación de verdaderas trabajadoras agrícolas.
El trabajo doméstico, por su parte, implicaba una salida constante al exterior, por lo
que las mujeres gozaron de una amplia libertad de movimiento y presencia en el espacio
público. La creación de sociedades en las que todos sus miembros se conocían fue un modo
de instaurar orden a través del control ejercido por los propios vecinos. Sin embargo, ello
no supuso una aceptación total de las normas de comportamiento establecidas, especial-
mente en lo que a la sexualidad se refiere, pues, como hemos podido comprobar, hubo es-
pacios para la transgresión.
La inoperancia del binarismo espacial-funcional de género impuesto por el franquis-
mo corrobora, en el plano de la realidad social del mundo rural de la España de mediados
del siglo xx, cómo el paradigma de la división en dos esferas (público/privado, producti-
vo/reproductivo) no logra explicar las relaciones de género, ni siquiera en un contexto
donde sus preceptos eran la regla obligada, pues la realidad tiende a ser mucho más com-
pleja. Sin embargo, como se ha puesto de manifiesto en este trabajo, la división en dos es-
feras, paradigma clave en los estudios de género, sigue siendo una herramienta analítica
útil para comprender las relaciones entre hombres y mujeres hoy en día.

70
Doren Massey, “Masculinity, dualisms and high technology”, Transactions of the Institute of British Geo-
graphers, 20: 4 (1995), p. 492.
71
Salvador Cayuela Sánchez, “Cómo aplicar el concepto de biopolítica en ciencias sociales. Apuntes para
82 una propuesta metodológica”, Sociología Histórica, 5 (2015), p. 367.
Espacio y género en los poblados de colonización del franquismo

Space and gender in the colonisation villages of the Franco regime

LAURA CABEZAS VEGA


Universidad de Granada

Resumen
Este artículo analiza la construcción del espacio en los poblados de colonización del franquismo desde
una perspectiva de género. El objetivo es desvelar cómo los nuevos núcleos urbanos, a través de su confi-
guración arquitectónica, actuaron como instauradores de un orden no solo espacial, sino también social,
que determinaba la asignación de usos diferenciados a hombres y mujeres sustentada en la idea de la su-
perioridad masculina. La comparación de los discursos generados desde el régimen en torno a la diferen-
cia sexual con la realidad de un caso de estudio permite desvelar las contradicciones en las que cayó el
propio sistema.
Palabras clave: colonización agraria, franquismo, mundo rural, mujer rural.

Abstract
This article analyses the construction of space in the colonisation villages of the Franco regime from a
gender perspective. The aim is to reveal how the new urban centres, through their architectural configura-
tion, were configured as the instigators of a spatial as well as a social order, which determined the assign-
ment of differentiated uses to men and women based on the idea of male superiority. A comparison of the
discourses generated by the regime around sexual difference with the reality of a case study reveals the
contradictions into which the system itself fell.
Keywords: agrarian colonization, Francoism, rural world, rural woman.

Laura Cabezas Vega


Contratada de investigación predoctoral (FPU) en el Departamento de Historia Contemporánea de la Uni-
versidad de Granada, donde realiza su tesis doctoral sobre mujeres y colonización agraria durante el fran-
quismo. Graduada en Historia del Arte por la Universidad de Granada, donde continuó su formación con un
doble máster en Educación Secundaria Obligatoria y Bachillerato, Formación Profesional y Enseñanza
de idiomas y Máster Universitario en Historia: De Europa a América. Sociedades, Poderes, Culturas
(EURAME): Arquitectura y género en la colonización agraria del franquismo. El caso de El Torno (Cádiz),
1943-1960 (Trabajo de Fin de Máster, 2020).

Cómo citar este artículo:


Laura Cabezas Vega, “Espacio y género en los poblados de colonización del franquismo”, Historia So-
cial, núm.107, 2023, pp. 65-83.

Laura Cabezas Vega, “Espacio y género en los poblados de colonización del franquismo”, Historia So-
cial, 107 (2023), pp. 65-83.

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LAS UVAS DE LA IRA:1 IDENTIDAD Y LUCHA
DE LOS TEMPOREROS ESPAÑOLES EN LA
VENDIMIA FRANCESA, 1960-1977*
Sergio Molina García

EN octubre de 2020, el diario Público encabezó su portal digital con una noticia sobre los
14.000 españoles que habían acudido a la vendimia francesa en ese año y sobre las denun-
cias que estos habían presentado a su regreso.2 Este artículo servía para visibilizar al co-
lectivo de los temporeros españoles que cruzan los Pirineos para la campaña de la vendi-
mia. Este movimiento de población de corta estancia no es algo actual ni coyuntural, sino
que ha afectado a numerosas generaciones de españoles. Su origen se sitúa en la crisis de
la filoxera en España en 1879, aunque su verdadero desarrollo se produjo desde finales de
los cincuenta.
A pesar de la larga tradición de este flujo cíclico de españoles al sur de Francia, la in-
formación que se tiene sobre ellos se basa en entrevistas recientes en la prensa a antiguos
vendimiadores, en autobiografías o en análisis sociológicos o de geografía humana.3 Hasta
ahora, la historia no ha dedicado ningún estudio específico a las características de este grupo,
los motivos del viaje o las luchas que llevaron a cabo. De esta manera, existen numerosos
interrogantes por analizar. En este artículo se intentará conocer las condiciones de vida de
los vendimiadores, los motivos por los que acudían a Francia y la actitud que desarrollaron
frente a la dictadura.
La historia de la emigración española a Europa en la segunda mitad del siglo XX se ha
centrado en el análisis de los movimientos permanentes de población. En los últimos veinte
años, esta historiografía ha mejorado considerablemente el conocimiento sobre los españoles
en Francia, Bélgica o Suiza.4 Los estudios más numerosos han sido dedicados a Francia, debi-
do a que fue el país que más españoles acogió tanto en el exilio político como en la emigra-
ción económica. Varios historiadores han mostrado su importancia cuantitativa, los vínculos

* Este texto se enmarca en el proyecto de investigación “Los otros emigrantes. Trabajadores temporeros
en Europa 1945-2022” PID2022-136856NB-100.
1
Dionisio Giménez, Magazine Actual, sin fechar. 502-H-1. FPI. Mundo Obrero, 6 de septiembre de 1977.
2
Público, 4 de octubre de 2020.
3
Pasqual Moreno, Diario de vendimias, Vosa, Madrid, 1993.
4
José Babiano y Ana Fernández, La patria en la maleta: Historia social de la emigración española a Eu-
ropa, GPS Madrid, Madrid, 2010. José Babiano y Ana Fernández, “‘Dentro de mi alma te llevo metida’: emi-
gración a Europa y nacionalismo español (1956-1975)”, en Marcela García y Xosé M. Núñez (eds.), Hacer pa-
tria lejos de casa. Nacionalismo español, migración y exilio en Europa y América (1870-2010), Universidad de
Zaragoza, Zaragoza, 2020, pp. 207-232. Carlos Sanz, “Las relaciones España-Europa en la segunda mitad del
siglo XX: algunas notas desde la perspectiva de la emigración”, Circunstancia, 25 (2011). María J. Fernández,
Émigrer sous Franco: politiques publiques et stratégies individuelles dans l’émigration espagnole vers l’Ar-
gentine et vers la France (1945-1965), Service reproduction des thèses, Lille, 2005. Luis M. Calvo, “Emigra-
ción española en Suiza y asociacionismo”, en Xosé A. Liñares (coord.), La emigración española a Europa en el
siglo xx, Grupo España Exterior, Madrid, 2009, pp. 231-244.

Historia Social, n.º 107, 2023, pp. 85-105. 85


culturales y sociales, la colaboración con el antifranquismo o el intento de la dictadura de
mantener el control de los españoles en el extranjero.5 En una parte importante de estos estu-
dios aparecen referencias a la relación de los temporeros en Francia con la emigración per-
manente, pero no se trata de trabajos dedicados exclusivamente a los vendimiadores.
Por todo lo anterior, este artículo pretende adentrarse en la figura del temporero en la
recolecta de la uva en Francia con tres objetivos: en primer lugar, mostrar las características
de la emigración a la vendimia al norte de los Pirineos y de todo el proceso de la campaña;
en segundo lugar, investigar si se generó una identidad común entre estos trabajadores y,
en ese caso, cuáles fueron sus características. Por último, averiguar si la salida al exterior
influyó en su conciencia social y ciudadana, tal y como estaba ocurriendo en la emigración
permanente. Es decir, se plantea como hipótesis que este colectivo pudo suponer un nuevo
frente para la dictadura.6
Este estudio contribuirá a dotar a esta figura de un primer análisis histórico a través
de un estudio de caso, como es el de la vendimia en Francia. La investigación demostrará
que los españoles, hace tan solo unas décadas, no solo emigraban de manera permanente,
sino también de manera temporal, en busca de los recursos que no les ofrecía este país. Al-
rededor de 100.000 españoles del sur de España abandonaban sus pueblos de manera tem-
poral para poder lograr unos ingresos económicos esenciales para el resto del año. En al-
gunas localidades de Granada, Murcia, Valencia o Albacete emigraba hasta el 70% de los
vecinos, lo que provocaba que el tren que los transportaba se convirtiera en el “propio pue-
blo”.7 Todo ello vuelve a incidir en la idea de que los movimientos migratorios en España no
siempre han tenido las dinámicas importadoras de los últimos años. Hace relativamente poco
tiempo, eran los ciudadanos de este país los que tenían que salir en busca de trabajo.
Los límites cronológicos elegidos responden a los acontecimientos internos de Espa-
ña y a las dinámicas de la salida de estos trabajadores. En 1960 se puede situar un punto
de inflexión en los temporeros que acudían a Francia, pues a partir de esa fecha predominó
la vendimia por delante de otras tareas agrícolas como la recogida del arroz o de la remo-
lacha.8 Todo ello en unos momentos en los que desde las élites del régimen se promocionó
la emigración por dos motivos. Primero como una válvula de escape para liberar la tensión
del mercado laboral y segundo como una fuente de ingreso de divisas.9 Además, esto coin-
cidió con la mayor demanda francesa de emigrantes temporales para el sur del país. El es-
tudio se detiene en 1977 con la configuración del nuevo sistema político. En esos momen-

5
Natacha Lillo, “La emigración española a Francia a lo largo del siglo XX: una historia que queda por pro-
fundizar”, Migraciones y Exilios, 7 (2006), pp. 159-180; “La emigración española a Francia a lo largo del siglo XX”,
en VV. AA, Un siglo de inmigración española en Francia, G. C. Galicia en el Mundo, Pontevedra, 2009, pp. 219-
226; “Les Espagnols en France dans l’entre-deux-guerres à travers l’exemple du Languedoc-Roussillon”, Exils
et migrations ibériques au xxe siècle, 2 (2006), pp. 21-22. María J. Fernández, “Cruzar las fronteras, evitar los
Estados: los caminos de la emigración española a Francia, 1956-1965”, en VV. AA, Un siglo de inmigración, p. 49;
“La última ola migratoria de españoles a Francia”, en Xosé A. Liñares (ed.), La emigración española, pp. 213-230.
José Babiano, “El vínculo del trabajo: los emigrantes españoles en la Francia de los treinta gloriosos”, Migra-
ciones y Exilios, 2 (2001), pp. 9-37. Émile Témine, “Los campos de internamiento de españoles en el Mediodía
de Francia”, en Alicia Alted y Lucienne Domergue (eds.), El exilio republicano español en Toulouse, 1939-
1999, UNED, Madrid, 2003, pp. 53-72. Michel Calvo, “Que nous apprennent les statistiques sur les Espagnols
en Languedoc-Roussillon?”, Hommes et Migrations, 1184 (1995), pp. 18-23. Isabelle Taboada-Leonetti y Mi-
chelle Guillon, Les immigrés des beaux quartiers: la communauté espagnole dans le 16e arrondissement de Paris:
cohabitation, relations inter-ethniques et phénomènes minoritaires, L’Harmattan, Paris, 1987. Esther Sánchez,
“‘Immigrés en col blanc’: la formation des cadres espagnols en France (1959-1970)”, Exils et migrations ibéri-
ques au xxe siècle, 2 (2006), pp. 271-294.
6
Agradezco los comentarios de los evaluadores anónimos que han revisado el artículo, pues han permitido
enriquecer el análisis y encontrar nuevos ángulos de investigación para futuros trabajos.
7
El País, 5 de septiembre de 1980.
8
Jesús García, La emigración exterior de España, Ariel, Madrid, 1965.
86 9
José Babiano y Ana Fernández, La patria en la maleta, p. 37.
tos, los trabajadores de temporada ya habían generado una identidad propia y pasaron a un
nuevo estadio de la defensa de sus derechos a través de unos sindicatos que institucionali-
zaron la protesta.
El estudio parte de las nociones conceptuales de trabajos como el de Gerard Noiriel, el
de Saskia Sassen o los de Francisco Lara y Manuel Castells para los que la emigración no
es fruto de la modernización, sino un movimiento relacionado con el capitalismo y la desi-
gual división del trabajo.10 Al mismo tiempo, la investigación se enmarca en la historia de
la emigración española representada por José Babiano, Ana Fernández o Natacha Lillo que
han mostrado el componente político y social de estos movimientos más allá de las cues-
tiones económicas. Todo ello ha asentado las bases metodológicas de este artículo, pero el
pilar de la investigación han sido documentos primarios, muchos de ellos inéditos, de ar-
chivos históricos tanto de España como de Francia. El Archivo del Ministerio de Trabajo
(AHMT) conserva los documentos referidos al Instituto Español de Emigración y también
las estadísticas de emigración española de la segunda mitad del siglo XX. Los Archivos Na-
cionales de Francia (ANF) albergan la documentación relacionada con la gestión francesa
de la emigración, así como todo lo referido a las relaciones con la administración española
y las consultas realizadas por los propios patrones franceses. Los archivos de entidades sin-
dicales y políticas, como el Archivo de la CFDT (ACHFT), el Archivo del PCE (AHPCE)
y la Fundación Largo Caballero (FLC) disponen de un volumen importante de legajos que
permiten comprender las labores de estas estructuras en la defensa de los temporeros y tam-
bién los problemas con los que contaban estos trabajadores. Sobre esto último, destaca el
Archivo del PCE en el que se conservan las Cartas a la Pirenaica. La Fundación 1º de mayo
(F1M), además de albergar la información sobre CCOO, también dispone de un fondo dedi-
cado a las asociaciones de españoles en Francia. Por último, el Archivo Provincial de Alba-
cete (AHPAB) dispone de expedientes sobre la gestión de estos trabajadores.

LA MISErIA ObLIgA: EL TEMPORERO EN LA VENDIMIA FRANCESA

Los movimientos de los trabajadores de temporada, también denominados desplaza-


mientos golondrina, se caracterizan por su brevedad y porque el punto de salida y de retorno
es el mismo. De manera habitual, esta circulación está vinculada al sector primario pues, a
diferencia del industrial, estas tareas no son continuas y existen momentos, como el de la
recolección, en el que la demanda de mano de obra es mucho mayor que en el resto del
año.11 Suelen ser emigraciones cíclicas que se repiten anualmente (circularidad migratoria) y
están asociadas a campañas puntuales como la de la recogida de la uva, que será la tratada
en este artículo.12 Estos trabajos están vinculados con la precariedad laboral. Sin embargo,
pese a las malas condiciones, las necesidades económicas de ciertos colectivos les obliga-
ban a aceptar dichos trabajos. Tal y como afirma O. Stark, la rentabilización de las oportu-
nidades económicas frente a los costes sociales explica la existencia de estos trabajos entre
la población más vulnerable.13 Además, una parte importante de este colectivo acaba con-

10
Gérard Noiriel, Le Creuset français. Histoire de l’immigration (xIxe-xxe siècle), Points, Paris, 2016.
Saskia Sassen, Inmigrantes y ciudadanos. De las migraciones masivas a la Europa fortaleza, Siglo XXI, Ma-
drid, 2012. Manuel Castell, “Travailleurs immigrés et bottes de classe”, Politique Aujourd´hui, 1975.
11
Daniel Rodríguez y Sylvia Venegas, “Migración temporal y economía campesina. Nuevos problemas para
viejas teorías”, en VV. AA, Se fue a volver, Colmex, México, 1986.
12
Ana López-Sala y Godenau Dirk, “En torno a la circularidad migratoria: aproximaciones conceptuales”,
Migraciones, 38 (2015), pp. 9-34.
13
Order Stark, The Migration of Labour, Blackwell, Oxford, 1991. Diego Piñeiro, El trabajo precario en
el campo uruguayo, Universidad de la República, Montevideo, 2008. 87
virtiéndose en población “nómada” que acude a diferentes campañas agrícolas a lo largo
del año. En Bogarra (Albacete), el 70% de su población activa eran jornaleros en las décadas
de los sesenta y setenta y su modo de vida consistía en continuos desplazamientos nacio-
nales e internacionales a la campaña de la aceituna, del azafrán o de la vendimia.14 Por últi-
mo, la figura del temporero es común entre países limítrofes debido a que la oportunidad
económica está ligada a la relativa facilidad de desplazamiento. No obstante, existen algunas
excepciones como los españoles que acudían a la hostelería y a la construcción a Suiza.15
Como se ha comentado en la introducción, el desplazamiento a la vendimia francesa
se inició en el siglo XIX debido a la crisis de la filoxera. Más adelante, en la segunda déca-
da del siglo XX volvió a tener un nuevo impulso. Se calcula que en esos años entre 15.000
y 17.000 agricultores y jornaleros de Valencia y Cataluña acudían anualmente a desempe-
ñar dichos trabajos otoñales.16 En la década de los cincuenta, los temporeros aumentaron
en Francia y no solo para la recolecta de uva. En esos momentos se orientaron a la cosecha
del arroz de Camargue y a la recogida de la remolacha en Picardie.17 Sin embargo, desde
finales de los cincuenta se consolidó la vendimia como el principal movimiento temporal
de este país hacia Francia. En esos años, los españoles sustituyeron a italianos, belgas e inclu-
so argelinos. Estos últimos decayeron tras el conflicto colonial entre ambos países, mientras
que los dos anteriores optaron por acudir a Alemania a trabajos industriales.18
Como muestra la teoría sociológica push-pull theory, en los procesos migratorios existen
unos factores que impulsan al emigrante a abandonar su comunidad y otros factores que
atraen al emigrante a otro país.19 El auge de los temporeros a la vendimia francesa respon-
día a la mayor demanda francesa de mano de obra para estas labores, ya que el desarrollo
de ese país durante los trente glorieuses (1945-1975) estaba provocando que sus ciudada-
nos pasasen a ocupar empleos ligados al sector terciario. De esa manera, las tareas peor re-
muneradas y más duras de la agricultura quedaron vacantes. Entre 1956 y 1960, en el Midi
francés la demanda de trabajadores de temporada aumentó en un 650%.20 Ese “efecto lla-
mada” coincidió con la promoción de la emigración por parte de la dictadura y con la cri-
sis de la agricultura española. La modernización agrícola vinculada al Plan de Estabiliza-
ción tuvo efectos positivos en los niveles macroeconómicos de producción agrícola, en la
implantación del regadío y en la mecanización de muchas tareas.21 Pero, al mismo tiempo,
generó más desigualdad en el medio rural.22 Los problemas de los pequeños propietarios y
de los jornaleros, lejos de solucionarse, se agravaron porque disminuyó la oferta de trabajo,

14
José Sánchez, “Los movimientos migratorios en la provincia de Albacete”, Papeles del departamento
de geografía, 7 (1979), pp. 81-83.
15
Sonia Martín, La representación social de la emigración española, el papel de la televisión y otros me-
dios de comunicación, Tesis doctoral, Universidad Complutense de Madrid, Madrid, 2012. Nous, saisonniers, sai-
sonnières... genève 1931-2019, Archives contestataires, le Collège du travail et Rosa Brux, 2019.
16
Natacha Lillo, “Les Espagnols en France”, pp. 21-22.
17
José Babiano, “El vínculo del trabajo, p. 19.
18
F/7/16039. ANF.
19
David Gregory, La odisea andaluza. Una emigración hacia Europa, Tecnos, Madrid, 1978, pp. 27-28.
20
Suzana Dukic, “Deux siècles d’immigration Languedoc-Roussillon”, Hommes & migrations, 1278 (2009),
p. 80.
21
Ernesto Clar, Miguel Martín-Retortillo y Vicente Pinilla, “Agricultura y desarrollo económico en España,
1870-2000”, en Domingo Gallego, Luis Germán y Vicente Pinilla (eds.), Estudios sobre el desarrollo económico
español, Prensas Universidad de Zaragoza, Zaragoza, 2016, pp. 183-184.
22
Manuel Delgado y Andrés Vázquez, “Modernización y crisis de la agricultura en Andalucía, 1955-1995”,
en Manuel González de Molina (ed.), Historia de Andalucía a debate, Anthropos, Barcelona, 2004, vol. 2, pp. 179-
206. Carlos Barciela e Inmaculada López Ortiz, “El fracaso de la política agraria del primer franquismo, 1939-
1959”, en Carlos Barciela (ed.), Autarquía y mercado negro: el fracaso económico del primer franquismo, 1939-1959,
Crítica, Barcelona, 2003. VV. AA, Historia de la agricultura española desde una perspectiva biofísica, 1900-2010,
88 Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, Madrid, 2019.
lo que les obligó a emigrar. Como afirmaba un jornalero de Albacete en la Radio Pirenaica
“si los obreros agrarios se marchan del campo no es por capricho, sino por pura necesidad.
Porque además de ganar una miseria de jornal trabajando de sol a sol, no encuentran traba-
jo”.23 Esa emigración, como demostró Martínez Alier a finales de los sesenta, también generó
problemas en el agro español, aunque el régimen los ocultó.24 De esa manera, tal y como
afirma José Manuel Naredo, la emigración fue al mismo tiempo causa y consecuencia del
final de la sociedad agraria tradicional.25
En los albores de la transición política, los jornaleros continuaban teniendo unos pro-
blemas similares, tal y como demostró la huelga en 1976 en Villafranca de los Barros en la
que reclamaron “no queremos que nos sigan comprando en la plaza como lechugas”.26
En esos momentos, se unió la crisis del petróleo a la de los problemas que se arrastraban des-
de décadas anteriores. Las numerosas tractoradas y huelgas por los precios agrícolas fueron
un ejemplo de ello.27 En Granada, uno de los motivos por los que se consolidó la emigración
temporal fue por la extensión del latifundio de cereales, que dejó a los temporeros sin tra-
bajo.28 Esta situación de vulnerabilidad les conducía a la emigración (permanente o tempo-

23
“Carta Pirenaica”. Caja 191a/15. AHPCE. Una explicación analítica de este proceso: José Manuel Naredo,
La evolución de la agricultura en España (1940-1990), Universidad de Granada, Granada, 1996, pp. 15-18.
24
Juan Martínez Alier, La estabilidad del latifundismo, Ruedo Ibérico, París, 1968, p. 335.
25
José Manuel Naredo, La evolución, pp. 15-18.
26
Hoy, 19 septiembre 1976. Una descripción más detalla de los conflictos agrarios: VV. AA, Crisis agra-
rias y luchas campesinas, 1970-1976, Ayuso, Madrid, 1976.
27
Isidro Sánchez, “El asociacionismo agrario en Castilla-La Mancha”, en Ángel Luis Villaverde y Manuel
Ortiz (coords.), Entre surcos y Arados, Universidad de Castilla-La Mancha, Ciudad Real, 2001, p. 198.
28
Francisco Cobo y Teresa Ortega, “Franquismo y cuestión agraria en Andalucía Oriental”, Historia del Pre-
sente, 3 (2004), p. 117. 89
ral) y a la aceptación de condiciones laborales que en otras situaciones no tolerarían, pero
que en ese contexto “cualquier cosa mejor que el hambre”.29 En la vendimia francesa, aun-
que en muchas ocasiones no se respetaban los derechos laborales, de transporte y de aloja-
miento, al menos disponían de empleo. Los salarios eran mayores que los españoles, pero
tampoco suponían unos ingresos tan dispares con respecto a los españoles como para con-
siderarse el único motivo del viaje a Francia. Pese a la complejidad de hacer una compara-
ción de los sueldos (por la diferente unidad monetaria y el trabajo a destajo), se puede ha-
cer una estimación. En 1975, una jornalera aseguraba que había ahorrado en la campaña
de la vendimia, que duraba entre tres y cuatro semanas, 13.000 pesetas. En España, en ese
año el salario mínimo era de 8.400 pesetas. Por tanto, aunque ganaban más dinero en Fran-
cia, este tema no era el único que les motivaba a acudir a Francia, sino que el problema era
que en España no tenían trabajo. Por otra parte, la brevedad de la tarea de la recolección
de la uva también favorecía la rentabilización de oportunidades frente a los costes. Como
afirmaba uno de estos trabajadores, estaba en la “obligación de tener que buscar el susten-
to para nuestros hijos, [al inicio] nos es todo de color de rosas, hasta que volvemos a ser
engañados”.30 Los temporeros se decantaron por este tipo de actividades ligadas al esfuer-
zo físico, mal remuneradas, lejos de sus hogares a cambio de continuar residiendo en sus
pueblos, en lugar de optar por la emigración permanente.
Tal y como aparece en la siguiente tabla, la mayoría de ellos provenían de provincias
agrícolas, debido a la estacionalidad de las propias labores agrícolas de la que se habló an-
teriormente. En Valencia, aprovechaban que en el cultivo del naranjo no tenían trabajo hasta
noviembre para acudir a Francia en septiembre.31 En Andalucía ocurría la misma situación,
pero con la aceituna y en Murcia con la huerta. En Albacete y Ciudad Real, aunque se de-
dicaban también a la vid, el periodo de cosecha era más tardío que en Francia, por lo que
les daba tiempo a realizar la vendimia al norte de los Pirineos y después en sus localidades
natales. En algunas ocasiones, el volumen de emigración a la vendimia era tan grande en
las zonas de Albacete y Ciudad Real que no había suficiente mano de obra para realizar
esas mismas tareas en sus propias provincias.32 Uno de los aspectos más interesantes y toda-
vía pendientes por analizar son los motivos por los que estos españoles optaban por este tipo
de emigración en lugar de dirigirse a los núcleos urbanos cercanos que estaban en auge gra-
cias a la industrialización y al turismo.33 A la hora de valorar el “coste de oportunidades” de
cada uno de los desplazamientos, muchos optaban por los trabajos agrícolas en Francia antes
que las labores industriales en España, seguramente por la posibilidad de no abandonar defi-
nitivamente sus localidades natales. En otras ocasiones, algunos agricultores que se desplaza-
ban al norte de los Pirineos, también acudían a trabajar a la creciente hostelería mediterránea.
El origen de los temporeros de la vendimia era diferente al de los jornaleros que habían
ido con anterioridad a las campañas del arroz y la remolacha. Córdoba, por ejemplo, en
ambas tareas había sido una de las provincias más importantes en esa emigración con el
13,14% del total nacional. Sin embargo, en la vendimia solo aportó el 4,3% en todo el pe-
riodo 1965-1980.34 El caso opuesto ocurre con Albacete. En 1972, únicamente 57 personas
acudieron a la remolacha, mientras que en ese mismo año 8.922 vecinos salieron oficial-
mente a la vendimia. Una de las posibles causas es la especialización de las tareas agrí-

29
El País, 5 septiembre 1980. Mundo Obrero, 19 de septiembre de 1979.
30
“Carta Pirenaica”, 20 octubre 1963. Caja 177. AHPCE.
31
Mediterráneo, 21 de agosto de 1982.
32
La Vanguardia, 25 de octubre de 1972.
33
Ana Moreno Garrido y Jorge Villaverde, “De un sol a otro: turismo e imagen exterior española (1914-
1984)”, Ayer, 114 (2019), p. 116.
34
José Naranjo, “Algunos aspectos de la emigración exterior de la provincia de Córdoba”, Estudios geo-
90 gráficos, 182-183 (1986), p. 109.
colas.35 En las provincias manchegas no se cultivaba remolacha, por lo que desconocían
esas labores, mientras que, en Córdoba, en la vega del Guadalquivir sí había cultivos re-
molacheros. Aunque se trata de trabajos que no requieren estudios, la experiencia era muy
relevante. En uno de los informes rutinarios del agregado laboral en Francia sobre estas ta-
reas también hacían referencia a la importancia de la cualificación de los trabajadores que
iban a Francia. Alertaba que, si continuaban permitiendo que los obreros del campo con
más experiencia se fueran a la campaña francesa, la consecuencia para España sería la dis-
minución de la productividad.36

P TABLA 1. PROVINCIA DE ORIGEN Y NÚMERO DE TEMPOREROS


EN FRANCIA 1977-1978

Valencia 11.079
Granada 11.018
Murcia 10.697
Albacete 8.126
Jaén 7.454
Córdoba 5.373
Alicante 3.677
Fuente: “Análisis de travailleurs inmigres”. Abril de 1978. FG 49 12.
ACFDT.

Gran parte de los temporeros eran jornaleros que compartían las mismas problemáticas.
En 1975, uno de ellos afirmaba: “somos obreros del campo, no tenemos ni un metro de
tierra, no hay trabajo hasta la recogida de la aceituna”.37 Tras ellos, se encontraban peque-
ños propietarios, otros de los grandes damnificados de modernización, ya que no podían
asumir los costes de la mecanización y, sin ella, sus explotaciones no eran rentables.38
También había obreros de la construcción y, sobre todo, amas de casa. Esto último es muy
significativo porque sirve para mostrar el carácter familiar de estos desplazamientos labo-
"""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""
rales. En 1968 se calculaba que la proporción era 60% del total hombres y 40% mujeres.39
3
La presencia femenina era esencial porque desempeñaba varios roles: vendimiaba al igual
que sus maridos, cuidaba de los niños y, además, cocinaba (con productos traídos de Espa-
ña).40 Ese trabajo de la mujer acabó preocupando al Movimiento, pues consideraban que las
mujeres “sufrían choques bruscos al enfrentarse con costumbres muy distintas”.41 Con res-
pecto a los grupos de edad, predominaban las franjas de 16 a 20 años y la de 41 a 45 años.42

35
José Sánchez, “Los movimientos migratorios”, p. 83.
36
José Babiano y Ana Fernández, La patria en la maleta, p. 37.
"
" 37
Mundo Obrero, 22 noviembre 1975. Más ejemplos: Gloria Román, “‘El pan negro de cada día’: memo-
ria de ‘los años del hambre’ en el mundo rural”, en Miguel Ángel del Arco (ed.), Los “años del hambre”. Historia
y memoria de la posguerra franquista, Marcial Pons, Madrid, 2020, pp. 345-366.
38
La Vanguardia, 17 de junio de 1969.
39
Pierre Carrière y Robert Ferras, “Migration saisonnière des vendangeurs espagnols en Languedoc-Rous-
sillon”, Population, 1 (1968), p. 129.
40
Alicia Mira y Mónica Moreno, “Españolas exiliadas y emigrantes: encuentros y desencuentros en Francia”,
Les Cahiers de Framespa, 5 (2010). https://journals.openedition.org/framespa/383#quotation. Consultado el 8 de
octubre de 2020.
41
“Informe del Movimiento Nacional”. 1973. Caja 2.143. AHPAB.
42
Encuesta sobre la vendimia 1979. 337.07. AHMT. 91
Las etapas vitales intercaladas se veían menos representadas porque eran los periodos del
servicio militar, del matrimonio y del cuidado de los hijos más pequeños. Esta estadística no
tiene en cuenta la importante presencia de trabajo infantil. Aunque estaba penado por la le-
gislación de ambos países, en muchas ocasiones existía un “pacto no escrito” entre el padre y
el patrón que permitían el trabajo de los menores de 16 años. La familia lograba tener más
ingresos y el patrón pagaba un salario más bajo. En una entrevista a un niño, su inocencia
le delató cuando le preguntaron sobre si podrían trabajar los niños: “claro que pueden. Si
el patrón quiere. ¡No se lo vayas a decir a la policía!”.43
Culturalmente, el número de analfabetos era muy alto, lo que evidenciaba los proble-
mas del mundo rural español.44 En los sesenta, en Béziers, una parte importante de la infor-
mación para los temporeros era gráfica para que los que no sabían leer pudieran acceder a
ella.45 En la transición, cuando el país buscaba la homologación europea, la tasa de vendi-
miadores analfabetos todavía rondaba el 11%.46 Todo ello no fue un elemento que impidie-
ra su politización. Como afirmaban en un informe del PCE sobre los españoles en el arroz
en Francia “a pesar de su escaso nivel cultural, captan los acontecimientos y tienen una
sensibilidad política muy elevada”.47
La presencia de temporeros en la vendimia, como muestra la siguiente tabla, tuvo dos
fases en el periodo analizado. Entre 1960 y 1975 el crecimiento más o menos fue continuo.
Durante esos años, los españoles se consolidaron como la primera nacionalidad entre los
trabajadores temporales en el agro francés debido, entre otros motivos, a que accedían a
salarios más bajos que los italianos.48 Todo ello demostraba que las medidas que estaba to-
mando la dictadura para paliar la crisis económica no estaban teniendo éxito en el mundo
agrario. En 1964, el 88% de los temporeros procedían del sur de los Pirineos.49 Desde
1975 a 1982 la tendencia fue regresiva, aunque con cifras muy relevantes por encima de
las 60.000 personas. De esta manera, la emigración temporera presenta una clara diferen-
cia con respecto a la permanente, ya que, durante la transición española, aunque la cifra
disminuyó, el movimiento de población se mantuvo. Todos estos datos son orientativos
pues, como afirma María José Fernández, una parte importante de los desplazamientos se
hacían de manera clandestina.50 En 1971, en Lot et Garone oficialmente se habían contabi-
lizado 4.500 temporeros (tanto para vendimia como para fruta y hortalizas), pero desde di-
cho departamento calculaban que la cifra real oscilaba entre 15.000 y 25.000.51 En 1977,
esos problemas se mantenían y la estimación ascendía a 100.000 trabajadores de tempora-
da, pese a que el Instituto Español de Emigración (IEE) había contabilizado 67.843.52 El
tránsito al margen del IEE de un país al otro podía desembocar en un conflicto. En 1977,
por ejemplo, un grupo de jornaleros españoles se enfrentó a la policía francesa para poder
entrar en Francia y los hechos acabaron con 50 detenidos.53

43
Ya, 24 de septiembre de 1983.
44
Guy Hermet, Los españoles en Francia, Guadiana, Madrid, 1969, p. 120.
45
Triunfo, 22 de octubre de 1965.
46
Encuesta sobre la vendimia 1979.
47
“Carta Pirenaica”. Caja 97, 1.1. AHCPE.
48
Joseph Aude, “Des migrants à l’épreuve: l’émigration espagnole vers la France et ses implications socio-
culturelles (1960-1980)”, recherches contemporaines, 2 (1994), pp. 55-78.
49
Cuadernos para el Diálogo, 1974.
50
María J. Fernández, “Cruzar las fronteras, evitar los Estados: los caminos de la emigración española a Fran-
cia, 1956-1965”, en VV. AA, Un siglo de inmigración, p. 50.
51
Ibidem.
52
La Vanguardia, 23 de agosto de 1977.
92 53
“Informe sobre la campaña de vendimia en Francia 1977”. 262.21. AHMT.
T TABLA 2. TEMPOREROS EN LAS CAMPAÑAS AGRARIAS FRANCESAS
DATOS OFICIALES IEE

1965 62.196 1974 75.037


1966 66.733 1975 78.121
1967 59.970 1976 74.099
1968 71.618 1977 67.843
1969 76.105 1978 72.021
1970 78.676 1979 71.027
1971 75.230 1980 66.414
1972 85.119 1981 66.888
1973 76.200 1982 62.589
Fuente: María del Carmen Bel Adell, “Un ejemplo de emigración estacional en la Región murciana: la vendi-
mia en Francia, campaña 1979”, Papeles de geografía, 8 (1979), p. 121. “Informe de la vendimia 1982”.
FTT. FG 49 12. ACFDT.

El lugar de destino correspondía con las zonas vinícolas de Francia. Por una parte, la
costa mediterránea, denominada Midi y que se corresponde con los departamentos de Hé-
rault, Aude, Gard y Vaucluse. Por otra parte, el departamento de Gironde en la costa atlán-
tica. El viaje variaba en función de la localización de las explotaciones.54 Los que optaban
por ir al Midi, que eran la mayoría, la frontera la cruzaban por Figueras. En cambio, si el
trabajo se encontraba en Gironde el viaje se hacía a través de Irún. También existe una rela-
ción entre lugar de procedencia y de destino. Gran parte de los temporeros del este y sur pe-
ninsular, en torno al 80-90% del total, se inclinaban por el Midi pues, además de haber más
demanda de trabajadores, el trayecto era más sencillo. Los trabajadores de temporada del
norte de la península preferían la Gironde por la facilidad de atravesar los Pirineos por Irún.
La campaña de la vendimia era todo un ciclo que empezaba cuando se tomaba la de-
cisión de acudir a Francia y terminaba en el momento en el que regresaban de nuevo a su
localidad de origen. El primer paso era conseguir un contrato, una tarea que podía ser com-
pleja, pues el trabajo se realizaba a más de 1.000 kms de distancia y, además, en la gran
mayoría de casos no se hablaba francés. Por todo ello, era muy complicado realizar las
gestiones de manera autónoma y existía la necesidad de recurrir a diferentes canales. Por
una parte, se encontraban los cauces legales. El IEE era el encargado de gestionar los con-
tratos de manera oficial.55 Sin embargo, a pesar de su legalidad, no era un proceso sencillo
debido a la numerosa burocracia que había que realizar y, además, requería viajar hasta las
capitales de provincia desde localidades que no siempre estaban conectadas directamente
con esas ciudades. Por otra parte, se encontraban las redes de emigración, a las que los jor-
naleros recurrían con frecuencia teniendo en cuenta los problemas que conllevaba la tra-
mitación a través del IEE.56 Estos contactos podían ser de dos tipos: amigos o conocidos
que vivían en Francia como emigrantes permanentes o “jefes de colla” o capataces.57 Estos
"""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""
últimos tenían ya un vínculo creado con el patrón y eran los encargados de formar la cua-
5

54
Louis Privat, “Les saisonniers dans le Midi”, Économie rurale, 67 (1966), pp. 37-48.
55
VV. AA, Historia del Instituto Español de Emigración, Ministerio de Trabajo e Inmigración, Madrid, 2009.
56
José Babiano y Ana Fernández, “Dentro de mi alma te llevo metida”, p. 208.
57
Mundo Obrero, septiembre de 1979. 93
"
"
drilla de vendimiadores tras las indicaciones ofrecidas por el patrón en la época navideña.
Además, solían encargarse de la tramitación legal de los documentos. Por todo ello recibían
una remuneración económica del patrón.58 Al margen de todos estos trámites se encontra-
ban los trabajadores clandestinos que acudían a las plazas o estaciones de los municipios a
esperar que algún empresario agrícola les ofreciera trabajo.
Una vez establecido el contacto, se iniciaba la gestión burocrática de la recogida de la
convocatoria, el documento que sustituía al contrato hasta llegar a la frontera, del billete
gratuito de ida y de la realización optativa del reconocimiento médico en las localidades
de origen. Llegado el mes de septiembre, comenzaba el viaje hasta las explotaciones fran-
cesas. Este era uno de los puntos más denunciados por los temporeros. El trayecto se reali-
zaba en tren en la mayoría de las ocasiones y se dividía en dos partes. Desde sus localida-
des de origen hasta los pasos fronterizos de Figueras o Irún. Y desde esos puntos hasta sus
alojamientos. Gran parte de las críticas iban dirigidas a los trenes españoles que les trasla-
daban a Figueras e Irún. RENFE no tenía infraestructuras suficientes para asumir el des-
plazamiento de unas 100.000 personas en tan solo unos días, lo que les obligaba a recurrir
a trenes retirados, de madera y en mal estado.59 Esto provocaba continuos retrasos, pasaje-
ros hacinados y ausencia de luz y de agua. La crónica más dura, y algo desafortunada por
la comparación, apareció publicada en un reportaje de Interviú:

Hacinados, guardando turno para echar una cabezada [...] ¿Por qué al ver pasar estos trenes –las venta-
nillas llenas, hombres corriendo con botellas vacías buscando agua en las paradas– uno piensa en
aquellos otros “trenes especiales” alemanes cargados de judíos hacia los campos de concentración?60

El otro foco de críticas era la gestión en Figueras e Irún. En ambos puntos, todos los
temporeros debían bajar del tren para realizar dos trámites. En primer lugar, tenían que re-
coger el contrato, lo que volvía a ocasionar largas colas. Las instalaciones fronterizas tam-
poco disponían de medios para gestionar tal volumen de trabajo en tan poco tiempo. Ade-
más, la entrega de los contratos en ese punto, en lugar de en sus domicilios, les impedía
llevar a cabo una negociación de los salarios y de los contratos. Una vez allí, teniendo en
cuenta la escasez de recursos de estos obreros del campo, no se podían volver a España en
el caso de que no comulgaran con sus condiciones laborales. En segundo lugar, los vendi-
miadores que no habían realizado el reconocimiento en sus municipios debían pasarlo allí,
donde volvían a encontrar una situación de colapso. Un testimonio sobre la campaña de
1977 aseguraba “nos metían en grupos en un salón y allí nos hacían desnudarnos para que
los médicos nos reconociesen [...] Igual que animales”.61 A pesar de todo, muchos vendi-
miadores optaban por realizar el chequeo en Figueras. El motivo era que, en algunos pue-
blos, los médicos rurales se aprovechaban de la situación y cobraban a los jornaleros, de ma-
nera injustificada, por realizarle dicho reconocimiento, pese a que debía ser gratuito.62 Una
vez terminados ambos trámites, en el caso de que todavía estuviese en el andén el tren de
la SNCF que los llevaría hasta sus destinos, tomaban dicho convoy. Pero, si habían acu-
mulado retraso con RENFE, deberían pasar la noche en Figueras, normalmente en la calle.
Tras la llegada a los lugares de trabajo, eran dirigidos a unos alojamientos que, normal-
mente, eran proporcionados por los patronos. Muchos de estos hospedajes, aunque fueron
mejorando con el paso de los años, eran antiguos barracones, cuadras sin aseos, sin espacio

58
Carta de España, Especial vendimia 1982.
59
“Campaña CGT 1965”. Caja 199, 10. AHPCE. Su colaboración en la transición: 064-02. F1M.
60
Interviu, 29 de septiembre - 3 de octubre de 1977.
61
Carta de España.
94 62
“Circular sobre reconocimiento médico. IEE”. 11 julio 1980. 327.2. AHMT.
Perpignan 1975, arrivée des vendangeurs espagnols © Hervé Donnezan/rapho/Musée national de
l’histoire et des cultures de l’immigration, CNHI

para alojar a toda la cuadrilla e incluso sin mobiliario.63 Todavía en 1979, según el IEE, el
37,8% no tenían baño o ducha.64 Las condiciones de trabajo también fueron otro de los fo-
cos de tensión. Una parte importante de los temporeros trabajaba “a destajo”, lo que signi-
ficaba que la remuneración era por kilos recolectados en lugar de por horas trabajadas,
pues era la manera habitual con la que trabajaban en España. Esto suponía que se trabaja-
ba más de 8 horas diarias y más de 5 días a la semana.65 Además, en algunas ocasiones no
eran informados de las cantidades recolectadas cada día, por lo que no podían certificar
que su salario era el correcto. En 1975, unos vendimiadores de Albacete denunciaron “tra-
bajamos a destajo [...] no tenemos ningún control de las cantidades que sacamos al día,
nos están engañando”.66
El regreso a España era mucho más escalonado que la ida por dos motivos. Primero,
porque algunos optaban por hacer una segunda campaña más al norte, cerca de Cognac, don-
de la vendimia era más tardía. Segundo, porque el viaje no era costeado por las autorida-
des francesas ni españolas, únicamente tenían una reducción del billete del 20-25%.67 Por

63
“A la atención de los vendimiadores”. 16 de septiembre de 1965. Caja 195, 10. AHPCE.
64
“Encuesta sobre la vendimia 1979”. 337.07. AHMT.
65
Nuestra bandera, 42-43 (1965).
66
Mundo Obrero, 22 de noviembre de 1975.
67
CFDT Magazine, noviembre de 1981. 95
todo ello, muchos obreros del campo recurrían al autobús ya que era más económico, aunque
más peligroso.68
Pese a toda esa situación, desde el Palacio de El Pardo trataron de ocultar los problemas
de la campaña tanto en los medios de comunicación como en algunos de sus informes in-
ternos. El NO-DO animaba a acudir a la vendimia francesa: “sangre joven y con experien-
cia para ayudar a nuestros vecinos en la consecución de los mejores vinos” y el Diario de
burgos, en esa misma línea, definía las tareas otoñales en el agro francés como “la alegría
del sol levantino”.69 Dentro de ese mismo contexto, en 1971, el Cónsul de Montpellier ase-
guraba que los alojamientos ofrecidos por los dueños de las explotaciones “eran bastante
razonables” y que las relaciones entre los vendimiadores y los patronos “desbordaban el
marco estrictamente laboral”.70 Todas estas premisas, como demuestran la mayoría de los
testimonios, no eran ciertas. Sin embargo, la dictadura continuó promocionando dichos movi-
mientos de población porque suponían un alivio económico para el mundo rural.

EL EMPODERAMIENTO DE LOS TEMPOREROS, 1960-1977

A finales de la década de los cincuenta, una parte de la sociedad española encontró un


marco de oportunidades en el que luchar contra la dictadura. Los obreros industriales y
agrícolas comenzaron a vincular sus problemas cotidianos (malas condiciones de vida, au-
sencia de libertades y dificultades económicas) con el hecho de vivir en una dictadura.
Como afirmaba un jornalero “la defensa de vuestros intereses y de dignidad de obreros
está íntimamente ligada a la lucha contra la dictadura, que esta es la responsable de que se
cometan con el pueblo en general toda clase de atropellos”.71 De esta manera se fueron ac-
tivando los movimientos sociales antifranquistas. El PCE, que no había cesado su activi-
dad desde la guerra, fue vertebrándose tanto en España como en Francia actuando con tác-
ticas como el entrismo.72 Por otra parte, los movimientos católicos de base, tras el Concilio
Vaticano II, se distanciaron del régimen y empezaron un diálogo entre el marxismo y el
cristianismo que desembocó en un compromiso social con los más desfavorecidos.73 Todo
ello, como han demostrado numerosos estudios, afectó también al mundo rural y no solo a
las ciudades industriales.74 En Albacete, por ejemplo, el agro en los sesenta comenzó a mos-
trar su malestar con las medidas impuestas por el Gobierno dictatorial sobre los precios
agrícolas, los salarios o la inoperatividad de las Hermandades de labradores. Se iniciaron las
primeras protestas por la falta de oportunidades y también por la necesidad de recurrir a la
emigración como única salida a su situación.75

68
La Vanguardia, 20 de septiembre de 1974.
69
Eduardo Moyano, La memoria escondida. Emigración y cine, Tabla Rasa, Madrid, 2005, p. 23. Diario de
burgos, 9 de abril de 1972.
70
“Campaña de la vendimia en Francia 1971”. 262.21. AHMT.
71
“Carta Pirenaica”. Caja 174. AHPCE.
72
Fernando Hernández, Los años de plomo. La reconstrucción del PCE (1939-1953), Crítica, Barcelona,
2015. Emanuel Treglia, Fuera de las catacumbas. La política del PCE y el movimiento obrero, Eneida, Madrid,
2014.
73
Manuel Ortiz y Damián A. González (eds.), De la cruzada al desenganche: la Iglesia española entre el
franquismo y la transición, Sílex, Madrid, 2011.
74
Manuel Ortiz (ed.), La transición se hizo en los pueblos, Biblioteca Nueva, Madrid, 2015. Rafael Quiro-
sa-Cheyroyze y Emilia Martos (eds.), La transición desde otra perspectiva: democratización y mundo rural, Sílex,
Madrid, 2019.
75
Óscar Martín, A tientas con la democracia, Catarata, Madrid, 2008. Manuel Ortiz, Las hermandades de
96 labradores en el franquismo, Albacete 1943-1977, IEA, Albacete, 1991.
En todo este contexto, el temporero era una figura con doble vulnerabilidad: en España,
como ya se ha mostrado, la crisis agraria los estaba abocando a la emigración. Y en Fran-
cia, aunque su salario era mayor, también tenían problemas en la campaña de la vendimia.
Por todo ello, el vendimiador en Francia se perfilaba como un sujeto idóneo para tomar
conciencia de sus problemas y comenzar a demandar mejoras. De todo esto se dieron
cuenta el PCE y los movimientos católicos de base que, como se va a tratar de argumentar,
comenzaron a trabajar su concienciación. Así se configuró una identidad en negativo del
obrero del campo en la vendimia francesa.76 Todos ellos eran jornaleros, amas de casa o
pequeños propietarios, explotados tanto en España como en Francia, en una difícil situa-
ción económica y sin plataformas para su defensa. A partir de esas condiciones sociales,
económicas y políticas construyeron un “nosotros” que abandonó la pasividad social y la su-
misión franquista e inició una nueva etapa en la que adquirieron una postura crítica ante la
dictadura. Ese régimen, como se verá más adelante, para muchos de estos vendimiadores era
el responsable de gran parte de sus problemas y por eso se inició un cuestionamiento de
este.77 De esta manera, frente a la identidad propia (“nosotros”) se encontraba la élite de la
dictadura (“ellos”) como el culpable de la situación en la que vivían. Por tanto, pese a los
problemas laborales que surgieron con los patronos al norte de los Pirineos, gran parte de las
críticas iban hacia el gobierno español. No hay que olvidar que, en Francia, comprendieron
las ventajas de la democracia: la posibilidad de asociarse, manifestarse y negociar unos sala-
rios mínimos, aunque en esos momentos no hubieran alcanzado sus demandas.
Desde la década de los sesenta coincidieron dos elementos esenciales para la configu-
ración de una estructura de protesta. Por una parte, entre estos trabajadores aparecieron
ciertas preocupaciones sociales ante sus problemas. Y por otra, esa situación coincidió con
el auge de nuevos espacios sociales, prácticas colectivas y figuras asociativas. Estos “ca-
nales colectivos”, en este caso el catolicismo de base y el antifranquismo del PCE, fueron
esenciales para incluir el malestar de los temporeros dentro del marco de oportunidades
que se estaba dando en España y, así, convertir ese descontento en compromiso social.78
Ese marco supuso la reproducción de conflictos sociales gracias a que una minoría ciuda-
dana sustituyó el apoliticismo por un cuestionamiento de la dictadura y todo ello desembocó
en muchos casos en la construcción de una ciudadanía con valores a favor de la democracia.
En todo este contexto, las demandas de los vendimiadores en Francia pasaron a formar
parte de los movimientos sociales incipientes en aquellos años. La propia idiosincrasia de
estos trabajadores caracterizada por la temporalidad, por la dificultad para contactarse en-
tre ellos durante el año debido a su dispersión geográfica y por el alto número de analfabe-
tos no impidió que construyesen una identidad y se adscribieran a un movimiento propio,
aunque no lograsen la misma visibilidad que el obrerismo o el asociacionismo vecinal.
Una de las cuestiones más interesantes es conocer las razones y la manera con la que
las redes clandestinas del PCE y también los movimientos católicos llegaron a los tempo-
reros. El PCE desde 1951 aumentó su actividad gracias a los españoles que residían en
Francia. El partido se fue nutriendo de exiliados políticos, emigrantes permanentes y, ade-
más, aprovechó la colaboración del PCF y de la CGT.79 La ligazón con el sindicato francés

76
Verónica Domínguez, Migración e identidad social. representaciones del pasado en los relatos de inmi-
grantes ucranianos y armenios en buenos Aires, Tesis doctoral, Universidad de Sevilla, Sevilla, 2018.
77
Damián A. González y Óscar Martín, “Que se lleven el campo de tiro. Movilización ambientalista, lucha
ecopacifista y acción institucional en defensa de Cabañeros 1983-1987”, en Daniel Lanero (ed.), El disputado
voto de los labriegos, Catarata, Granada, 2018, p. 7.
78
Doug Mcadam, John Mccarthy y Mayer Zald, “Oportunidades, estructuras de movilización y procesos
enmarcadores: hacia una perspectiva sintética y comparada de los movimientos sociales”, en Doug Mcadam, John
Mccarthy y Mayer Zald (eds.), Movimientos sociales. Perspectivas comparadas, Istmos, Madrid, 1999, pp. 21-46.
79
Natacha Lillo, “L’investissement du Parti communiste espagnol auprès de l’immigration ‘économique’”, en
VV. AA, D’Italie et d´ailleurs, PUR, Rennes, 2014. “Carta Pirenaica”. 8 de octubre de 1968. Caja 198/2. AHPCE. 97
llegó a ser muy relevante y numerosos españoles accedieron a puestos de responsabilidad
en dicha estructura.80 A todo ello se le unían las células que tenía en el interior del país.
Estos núcleos comenzaron a trabajar en dos líneas con los temporeros. Por una parte, trata-
ron de defender sus condiciones laborales y de denunciar la explotación en las campañas,
primero del arroz y de la remolacha, y después de la vendimia. Eso permitió, como afir-
maba uno de los encargados del partido de estas labores, que estos trabajadores se vieran
“reflejados en los camaradas del partido una vez que se lograba llevar la conversación ha-
cia lo que interesa a los hombres del campo”.81 Gran parte de esas críticas iban contra el
Gobierno de Franco (“ellos”) porque era el que impedía que tuviesen trabajos dignos en
sus localidades, el que limitaba las libertades y los derechos y el que no mejoraba los trá-
mites para ir a la vendimia francesa. Un oyente de la Radio Pirenaica consideraba que los
vendimiadores se iban a Francia porque “se morían de hambre y tenían que salir a la fuer-
za, el régimen criminal tiene la culpa”.82 En otra ocasión, un obrero del campo, después de
pedir perdón por ser analfabeto, afirmaba: “es una vergüenza lo que Franco está aciendo
(sic.) con nosotros, emos venido en el viaje como sardinas enlatas, pues somos verdaderos
esclavos de Franco”.83 Todo ello permitía que un asunto laboral se convirtiera en una cues-
tión política que introducía a los temporeros en el marco de oportunidades de la lucha con-
tra la dictadura.
Por otra parte, el PCE politizó a estos emigrantes con el objetivo de añadirlos a las lu-
chas del partido y nutrir sus bases sociales. No hay que olvidar que gran parte de los ven-
dimiadores provenían de zonas rurales y de pequeños municipios en los que la lucha con-
tra la dictadura no siempre se había vertebrado. Existen numerosos ejemplos que refuerzan
esta idea. El diario AbC, tras una redada al PCE en Francia, aseguraba que las instruccio-
nes de sus dirigentes iban dirigidas a los temporeros dedicados al arroz, la remolacha y la
vendimia.84 Un español comunista que residía en Francia aseguraba “llegaban a Francia
sin conocimiento alguno de lo que es la conciencia de clase [...] pero poco a poco cambia-
ban. Algunos camaradas incluso tomaban sus vacaciones en septiembre para ir al sur, a los
lugares de la vendimia para hablar y concienciar compatriotas”.85 Los jornaleros de Villa-
malea (Albacete) recordaban que durante su estancia en Francia “empezaron a venir co-
munistas todas las semanas” y que los domingos organizaban actos en los que “hablaban
de política, de lo que pasaba en España, de la lucha contra el franquismo”.86 Ana Claro, otra
militante del PCE que residía de manera permanente en Francia, repara en que “esa gente,
cuando volvía a España, era la que iba a hacer el partido”.87 Los informes internos del
PCE vuelven a demostrar estas tareas. En 1962, enviaron 95 miembros a que visitaran 186
fincas, lo que se tradujo que hablaron con 6.250 temporeros sobre los problemas que pa-
decían y la necesidad de acabar con la dictadura.88 Estas funciones las venían realizando
desde la década de los cincuenta en las campañas del arroz y de la remolacha. En 1955, en
un informe sobre sus acciones con los arroceros señalaban que sus objetivos eran los si-

80
Natacha Lillo, “La politique, facteur d’intégration ? L’exemple des exilés et des immigrés espagnols com-
munistes en France”, en Pilar González-Bernaldo, Manuela Martini, y Marie-Louise Pelus Kaplan (dirs.), Étran-
gers et sociétés. représentations, coexistences, interactions dans la longue durée, PUR, Rennes, 2009, pp. 163-176.
81
“Informe Carlitos”. 1971. Caja 97. AHPCE.
82
“Carta Pirenaica”. 29 de setiembre de 1964. Caja 187, 8. AHPCE.
83
“Carta Pirenaica”. 20 de septiembre de 1963. Caja 182/3. AHPCE.
84
AbC, 9 de marzo de 1960.
85
Rosalía Sender, Nos quitaron la miel: Memorias de una luchadora antifranquista, PUV, Valencia,
2014.
86
Óscar Martín, A tientas, p. 187.
87
Entrevista a Ana Claro Fuentes. Archivo Histórico de CCOO de Andalucía. Colección oral.
88
Michele D’Angelo, “El Partido Comunista Español en Francia, ¿Partido de la protesta u organización para
98 emigrados?”, Aportes, 92 (2016), pp. 187, 195.
guientes: “introducir el máximo de propaganda, recoger buena información [sobre la situa-
ción en España]” y “encontrar, si era posible, compatriotas que podríamos orientarles a
construir grupos de unidad”.89 Estas labores del PCE, junto con el propio descontento de
los emigrantes de temporada y las ansias de cambio político de algunos de ellos pudieron
ser las que convirtieron a los temporeros en Francia en uno de los colectivos que más di-
nero aportaba a las cajas de solidaridad del PCE en Francia, dedicadas a la protección de
los trabajadores españoles.90 Una parte de estas labores contaban con el apoyo de la CGT,
pues no hay que olvidar que una parte importante de los emigrantes permanentes que esta-
ban ligados al PCE también militaban en la CGT. Gracias a ese vínculo, este sindicato rea-
lizó panfletos informativos sobre las luchas de los emigrantes de temporada desde la déca-
da de los sesenta. En estos documentos, la lucha contra la dictadura seguía estando muy
presente: “nosotros sabemos que si vosotros estáis obligados a abandonar vuestro país [...]
lo hacéis obligados por el paro y la miseria que reina en la España de Franco”. E incluso
iban más lejos en sus argumentaciones, pues afirmaban que los sindicatos falangistas vali-
daban con los patronos franceses los bajos salarios.91 En otras ocasiones, la vendimia era
utilizada como excusa para poder viajar a Francia y retomar contacto con el PCE y del
PSUC, tal y como hacían algunos militantes de Tarrasa.92 Aunque en una proporción mu-
cho más reducida, los grupos socialistas trataron de llevar a cabo acciones similares, aun-
que el número de ejemplos que se han encontrado muy reducido, principalmente porque la
fuerza del PSOE en aquellos momentos era inferior a la del PCE.93
Otra de las cuestiones interesantes es conocer la importancia que tuvo esa conciencia-
ción sociopolítica en los emigrantes estacionales una vez regresaban a España. Esta tarea es
complicada para el investigador porque al no existir un movimiento social específico de los
temporeros, para poder comprobar la politización de este colectivo, hay que realizar un ras-
treo personal de las acciones políticas posteriores que hicieron los vendimiadores. Al mar-
gen de los testimonios personales que demuestran la vinculación de ciertos agricultores y
jornaleros con la política activa del PCE, todo apunta a que en líneas generales la vivencia
en un ambiente democrático, junto con la asimilación de sus problemas les permitió, al me-
nos, situarse en posiciones menos pasivas con respecto a la dictadura y más proclives al
cambio democrático. Óscar Martín y Damián González han evidenciado la construcción
progresiva de una cultura democrática en el mundo rural y, precisamente el tema de la emi-
gración y los problemas asociados a ella fueron unos de los elementos que despertaron la
conciencia ciudadana.94 Retomando el activismo del PCE, existen numerosos ejemplos que
permiten certificar el impacto de las labores del PCE en este colectivo. A José Herero Me-
rediz la vendimia le acercó al PCE y eso contribuyó a su liderazgo político primero en el
PCE y después en el PSOE.95 Otros casos significativos fueron los de Francisco Molina y
Martín Noguera. Ambos reconocían que la vendimia les permitió vincularse con las accio-
nes del PCE e iniciar una militancia muy activa, en esta ocasión en Callosa (Alicante).96

89
“Campaña arroz”. 28 julio 1955. Caja 97, 1/1. AHPCE.
90
“Campaña económica”. 1962. Jacq. 975. AHPCE.
91
“Vendimiadores, trabajadores temporeros españoles”. CGT, 19650. Caja 195, 10. AHPCE.
92
Cristina Borderías, Conchita Villar y Mónica Borel, “Los eslabones perdidos del sindicalismo democrático:
la militancia femenina en las CCOO de Cataluña durante el franquismo”, Historia Contemporánea, 26 (2003),
p. 173.
93
“Entrevista a Antonio Molina Ortega realizada por Bruno Vargas”. ES.28079. FLC.
94
Damián A. González y Óscar Martín, “Movimientos católicos, ciudadanía y construcción de enclaves de-
mocráticos en la provincia de Albacete durante el franquismo final”, Ayer, 91 (2013), pp. 195-218.
95
La Nueva España, 20 de marzo de 2016.
96
Francisco Moreno y Manuel Parra, La resistencia antifranquista y las comisiones obreras en las comar-
cas del sur del País Valencià, 1939-1982, Germanía, Valencia, 2007, pp. 187-188. 99
La labor política del antifranquismo estuvo realizada principalmente por el PCE, aun-
que durante los setenta las comisiones campesinas, todavía en periodo de formación, comen-
zaron a implicarse en algunas regiones. Es el caso de Aragón, que en 1973 lanzaron una cam-
paña de denuncia por las condiciones de estos trabajadores.97
Los movimientos católicos de base también realizaron una labor importante con los
temporeros porque su defensa encuadraba dentro de los programas de ayuda a los grupos
sociales más desfavorecidos. En este caso, el vínculo con los vendimiadores apareció en
sus localidades de origen y no en Francia, como había sucedido con el PCE. El trabajo del
catolicismo de base con los jornaleros se llevó a cabo por todo el país, pero en el tema de
los vendimiadores hubo dos zonas en las que tuvieron mayor relevancia. La primera de
ellas fue la sierra sur de Sevilla. Se trataba de una comarca caracterizada por la desigual
distribución de la propiedad agraria, la existencia de un número significativos de tempore-
ros y las dificultades económicas de sus habitantes.98 En la década de los sesenta llegaron
una serie de párrocos jóvenes, Diamantino García y Esteban Tabares entre otros, que co-
menzaron a trabajar para mejorar las condiciones de los vecinos de sus pueblos: organiza-
ban charlas, cursillos, ponían en común sus problemas e incluso realizaban hojas parro-
quiales con contenido social.99
En ese contexto, uno de los temas más trabajados fue la problemática de la vendimia
en Francia, pues gran parte de los habitantes de dichos municipios iban anualmente al agro
francés. Además, estos sacerdotes acudían a Francia junto a ellos para conocer en primera
persona los problemas. La segunda zona importante fue la sierra del Segura y de la Man-
chuela en Albacete. En este caso, la situación socioeconómica era similar a la comentada
en el ejemplo de Sevilla y a la citada en algunas cartas de la Pirenaica anteriormente. La
labor de estos curas, como era el caso de José Carrión, no era acudir a la vendimia para
trabajar como actividad remunerada, sino para ayudarles a reflexionar sobre sus problemas
laborales, económicos y políticos. Este cura-obrero realizaba numerosas tareas para estos
temporeros. En España, les ayudaba a gestionar la documentación, pues no hay que olvi-
dar que muchos de ellos eran analfabetos. En Francia, cada noche organizaba una reunión
para reflexionar sobre los derechos laborales y políticos. Los domingos, además de ofrecer
misa, volvía a convocarles para un coloquio, para merendar e incluso para bailar.100 Una
vez regresaban a sus localidades, continuaban trabajando sobre esta cuestión desde el Cen-
tro de la Pastoral Rural de Fuensanta.101
La labor de estos movimientos cristianos permitió concienciar a los vendimiadores de
sus problemas y poner a su disposición nuevos recursos más plurales en los que debatir.
Eso les permitió transformar las primeras protestas realizadas en un ambiente privado a
otro público.102 Desde finales de los sesenta, el Movimiento Rural de Adultos en Albacete
denunció públicamente, con la ayuda de los emigrantes que iban a las labores agrícolas fran-
cesas, sus problemas de transporte y alojamiento. Un ejemplo fue el escrito del Arciprestazgo

197
Ebro, 31 (1973).
198
Dolores Morillo, Salir a trabajar: procesos migratorios y estrategias económicas de los grupos domésti-
cos en la Sierra Sur de Sevilla, Diputación de Sevilla, Sevilla, 2004, pp. 121, 156-159.
199
Entrevista a Esteban Tabares, “En primera persona”, RTVE, 20 de febrero de 2011. Esteban Tabares, Jor-
naleros y temporeros, Cáritas, Madrid, 1990. Diamantino García, Como un diamante, Nueva Utopía, Madrid, 1996.
Luis Ocaña, Los orígenes del SOC (1975-1977), Atrapasueños-Autonomía Sur-SOC, Sevilla, pp. 56-57.
100
Entrevista a José Carrión realizada por miembros del SEFT el 24 febrero 2011. José Carrión, “Expe-
riencia de una presencia de la Iglesia de Albacete en la transición”, disponible en http://seft.uclm.es/seft/resour-
ces/source/PDFs/josecarrion.pdf. Consultado el 6 de octubre de 2020.
101
Damián A. González y Óscar Martín, “Movimientos católicos”, pp. 195-218.
102
Benjamín Tezerina, “Movimientos sociales, espacio público y ciudadanía: los caminos de la utopía”, re-
100 vista crítica Cièncias Sociais, 72 (2005), pp. 67-97.
de Alcaraz “temporeros, mercancía barata” en el que se exponían las “tan injustas como in-
humanas” causas de las migraciones.103 En esos mismos años, los vendimiadores que se des-
plazaban desde Nerpio (Albacete) a Francia acordaron boicotear conjuntamente a la Caja
de Ahorros de ese municipio tal y como recuerda José Carrión. Estas entidades, como ha
demostrado Antonio Oporto, lograron un poder económico muy importante en la emigra-
ción gracias al control de gran parte del dinero.104 Anualmente la sucursal de Nerpio en-
viaba un delegado a Francia para repatriar todos los ahorros de los temporeros a cambio de
una comisión. De esa manera, evitaban traer el dinero en su propia maleta. Sin embargo,
los jornaleros decidieron no recurrir a ese servicio para denunciar que el alcalde, que era el
director de la Caja de Ahorros, se estaba negando a la construcción de una Escuela Hogar
en su localidad.105 En Sevilla también se pueden comprobar acciones similares. En 1974,
los curas-obreros y los emigrantes de temporada hicieron un escrito enviado al Goberna-
dor Civil y a la Delegación del Ministerio de Trabajo en el que denunciaban la compleji-
dad de la burocracia, el viaje en tren (“lo más temible de la campaña”), la revisión médica
(“vergonzante y bochornosa”) y la ausencia de derechos de los trabajadores.106
En 1976, según El País, Diamantino García, junto con estos trabajadores, organizó una
protesta en Pouzolles por la modalidad de los contratos, lo que les provocó la expulsión de la
cooperativa en la que habían sido contratados.107 En ese mismo año, ese cura formó parte de
los fundadores del Sindicato de Obreros del Campo (SOC), que se dedicó en gran parte a de-
fender los derechos de los temporeros.108 Los eventos de 1976 mostraban una evolución más
en los recursos de protesta, pues se pasó de la realización de escritos de denuncia a la acción
directa, tal y como estaban haciendo las asociaciones de vecinos en España.
A estos primeros movimientos reivindicativos del catolicismo de base se unieron
otros que, sin estar íntimamente relacionados con los curas-obreros, también tuvieron su
origen en sectores eclesiásticos. En 1965, Triunfo entrevistó al “Padre Jiménez”, sacerdote
en el Hogar de los españoles de Béziers, una institución promovida por el régimen para
mantener un cierto control sobre los emigrantes de este país. En relación con la vendimia
pidió al periodista que no criticase solo las condiciones de trabajo francesas, sino que ha-
blase del abandono institucional español de los trenes y de los trámites en la frontera. Se-
gún este cura, “al franquismo no le interesa lo que pasa allí” porque no estaba haciendo
nada por acabar con los obstáculos a los que se enfrentaban todos los años en la vendimia.
Denunciaban, por ejemplo, que los vendimiadores hubieran pasado dos días y dos noches
de pie en vagones de madera.109 De nuevo, como en el caso del PCE, se genera un “ellos”
que apunta directamente a la dictadura. En 1974, una vez más, la Iglesia alzó la voz contra
los problemas de los jornaleros que se desplazaban a Francia. La Comisión Episcopal de
Emigración hizo público un informe sobre la vendimia. Definió esas tareas como “infra-
humanas” y criticó que en muchos casos dormían en paja, no tenían agua corriente, ni ino-
doro.110 Esta denuncia provocó una respuesta inmediata de Fernando Suárez, director del
IEE, que convocó una rueda de prensa para desmentir todos los comentarios de la Comi-
sión Episcopal.111 Esas declaraciones no sirvieron para disminuir las protestas de los tem-

103
Secretariado Asuntos sociales. Caja 2.143. AHPAB.
104
Antonio Oporto, Emigración y ahorro en España, 1959-1986, Ministerio de Trabajo, Madrid, 1992.
105
José Carrión, “Experiencia de una”.
106
Luis Ocaña, Los orígenes del SOC, pp. 57-58.
107
El País, 29 de septiembre de 1976.
108
Luis Ocaña, Los orígenes del SOC.
109
Triunfo, 22 de octubre de 1965.
110
La Vanguardia, 10 de octubre de 1974.
111
La Vanguardia, 16 de octubre de 1974. 101
poreros, sino todo lo contrario. A partir de 1975, las protestas continuaron aumentando, tal
y como se verá a continuación.
Aunque no es objeto de análisis en este estudio, las acciones del antifranquismo hacia
estos trabajadores y el empoderamiento de estos deben entenderse a partir de la postura de
la dictadura ante esta situación. Como ya se ha comentado anteriormente, el régimen de
Franco, desde finales de los cincuenta y principios de los sesenta, comenzó a promocionar
la emigración como válvula de escape para la crisis del mundo rural, del desempleo y para
importar dinero desde el extranjero. En ese contexto, el Gobierno dictatorial firmó acuer-
dos con diferentes países europeos para facilitar la emigración y la asistencia social a los
españoles e Francia. En el caso francés, dicho reglamento entró en vigor en 1957. Dentro
de ese proyecto trataron de vertebrar una serie de instituciones como el IEE, las agregadu-
rías laborales o las Casas de España (en el caso de Francia) para controlar a los españoles
en el extranjero, evitar que se convirtieran en un núcleo de crítica a la dictadura y, al mis-
mo tiempo, mantenerlos vinculados con su país para que continuasen enviando divisas eco-
nómicas. Las agregadurías laborales en cada uno de los países europeos fueron esenciales
para conocer las actividades de los españoles en el exterior, la imagen que se tenía de Espa-
ña en Europa y los trabajos que desempeñaban los trabajadores emigrantes. La mayoría de
los asesoramientos que realizaron en Francia sobre cuestiones laborales estuvieron relaciona-
dos con los trabajadores del arroz, de la remolacha y de la vendimia.112 De hecho, llegaron
a promover un libro en 1960 sobre esta materia, aunque con el único objetivo de informar a
estos emigrantes de los procesos burocráticos de la vendimia.113 También establecieron co-
misiones mixtas hispano-francesas y fijaron reuniones con la patronal agrícola francesa,
Federation professionnelle agrícole (FPA).114 Sin embargo, todos esos contactos apenas tu-
vieron impacto en las dificultades de estos obreros agrícolas. Como se ha mostrado ante-
riormente en el ejemplo del cónsul de Montpellier, no estaban realmente interesados en mejo-
rar las condiciones. Por otra parte, tampoco pusieron remedio a los problemas de RENFE y
de la burocracia en Figueras e Irún, más allá de construir en cada uno de esos puntos un
centro en 1962 para realizar dichos trámites. Se conformaron con abrir algunos centros de
acogida para temporeros, como el de Béziers, y al envío de un mayor número de curas en
los meses de septiembre y octubre dentro del programa de Misiones Católicas en Francia.
Así podían celebrar misas en un mayor número de localidades.115
Tras la muerte del dictador, aumentó en la sociedad la interacción comunicativa como
un agente de concienciación ciudadana y no solo como una lucha ideológica: las asocia-
ciones de vecinos, los movimientos estudiantiles y las protestas agrarias fueron los ejem-
plos más significativos.116 A todo ello hay que sumarle la mayor actividad de los partidos
políticos y de los sindicatos de izquierdas. Este nuevo contexto también afectó a la figura
de estos emigrantes y en sus maneras de luchar. En 1975, Mundo Obrero aseguraba “los
temporeros de este año ya no son los del año pasado, la lucha ha crecido en el campo, las
conciencias están despiertas”.117 Un año más tarde se llevó a cabo la protesta de los vendi-
miadores de Sevilla comentada anteriormente. Y en 1977 se produjeron una serie de acon-

112
Ramón Baeza, Agregados laborales y acción exterior de la Organización Sindical Española. Un conato
de diplomacia paralela (1950-1962), Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, Madrid, 2000, pp. 204-205.
113
Servicio de relaciones exteriores de la DNS, guía para campesinos españoles contratados en Francia,
SIPS, Madrid, 1960.
114
Ramón Baeza, Agregados laborales, p. 205.
115
Natacha Lillo, “El asociacionismo español y los exiliados republicanos en Francia: entre el activismo y la
respuesta del Estado franquista, 1945-1975”, Historia Social, 70 (2011), pp. 183, 188.
116
Pamela Radcliff, “El ciclo de la movilización ciudadana en la Transición española”, Alcores, 14
(2012), pp. 23-48.
102 117
Mundo Obrero, 22 de noviembre de 1975.
tecimientos que demostraban que la sociedad española ya tenía una mayor concienciación
social y que era conocedora de numerosas herramientas de protesta similares a las mostra-
das en las tractoradas.118
En ese mismo año, un grupo de temporeros de Valencia, sin relación anterior entre
ellos, convocaron una huelga en plena campaña de la vendimia. El motivo último que de-
sencadenó los actos de denuncia fue la muerte de una joven en su horario laboral y el inten-
to por parte del patrón de situar el fallecimiento en el tiempo libre de los trabajadores para
eludir responsabilidades.119 Sin embargo, lo que potenció la huelga fue el descontento gene-
ralizado de todos los temporeros. Estas acciones demostraron que, al contrario que durante
la dictadura, en esta ocasión los jornaleros aplicaron en Francia los conocimientos que ha-
bían adquirido en España. Todos ellos estaban participando en movimientos sociales en Es-
paña: había curas-obreros, miembros del asociacionismo vecinal y representantes sindicales.
En esta ocasión no necesitaron ningún “vehículo” organizativo para estructurar la protesta.
Lo que hicieron fue copiar los métodos que conocían de España: convocaron una huelga
con un panfleto reivindicativo, realizaron una rueda de prensa con medios franceses y ocu-
paron la Iglesia del pueblo para lograr mayor visibilidad en Francia.120 Todo ello permitió
que los tribunales cambiaran la versión de los hechos sobre la muerte de la joven, confir-
mando su fallecimiento tras caer del remolque mientras desempeñaba su trabajo.121 De esta
manera, la construcción identitaria del vendimiador en Francia consiguió una primera vic-
toria gracias a la interacción con los movimientos sociales del antifranquismo.

CONCLUSIONES

El artículo ha demostrado que la presencia de españoles en la vendimia francesa no


fue algo testimonial. De esa manera, esta investigación se alinea con todos aquellos estu-
dios que han incidido en la importancia de la politización del mundo rural y en el aumento
de sensibilidad crítica en esos ambientes con respecto a la dictadura. El número de tempo-
reros suponía para algunas provincias un porcentaje significativo de su población, por lo
que este movimiento cíclico alteraba los quehaceres diarios sociales, políticos y económi-
cos de comarcas enteras. Estos emigrantes se insertaron en la tensión que apareció durante
la dictadura entre agentes sociales. Construyeron su propia identidad en negativo a través
de una asimilación de sus problemas y, con el antifranquismo como vehículo, empezaron a
reclamar mejoras. Todo ello sin olvidar las importantes cantidades de dinero que traían a
España y que les permitía subsistir durante una parte importante del año. En 1977, la cifra
oficial ascendió a 2.198 millones de pesetas, a lo que habría que añadir las ganancias de los
emigrantes clandestinos.122
La llegada del PCE y de los movimientos católicos puso a disposición de los tempo-
reros estructuras de movilización y recursos simbólicos para denunciar su situación. Los
movimientos contra la dictadura les ayudaron a comprender las causas profundas de la si-
tuación que vivían y a consolidar una identidad propia basada en la vulnerabilidad socioe-
conómica enfrentada a un “ellos” que era la dictadura. El régimen de Franco era el que man-
tenía las desigualdades sociales en el mundo agrario y, por tanto, el origen de los motivos

118
Isidro Sánchez, “El asociacionismo”, p. 198; Antonio Herrera y John Markoff, “Democracia y mundo ru-
ral en España”, Ayer, 89 (2013), pp. 13-122.
119
VV. AA, racimos de lucha, vendimia 1977. Pasqual Moreno, Diario de vendimias, p. 99.
120
Le Midi Libre, 4 de octubre de 1977. Levante, 10 de noviembre de 1977.
121
Le Midi Libre, 16 de noviembre de 1977.
122
El Socialista, agosto de 1978. 103
de su viaje a Francia. Al mismo tiempo, parte de los problemas de la vendimia, como la ges-
tión burocrática, el viaje y la parada en Figueras o Irún dependían de España y, como se ha
podido comprobar, eran los puntos en los que más problemas existían. Todo ello les per-
mitió a muchos de ellos comprender los problemas de los sistemas dictatoriales con res-
pecto a las democracias.
Ese espacio dialéctico entre temporeros y el antifranquismo permitió a los primeros
empoderarse, defender sus derechos y, en muchos casos, vincular sus problemas con la exis-
tencia de una dictadura. Las acciones del PCE y de los movimientos de base tuvieron sus
efectos y convirtieron a una pequeña parte de los vendimiadores en sujetos activos que co-
menzaron a poner en marcha los recursos políticos de protesta que estaban aprendiendo en
los nuevos espacios de socialización. El boicot a la Caja de Ahorros de Nerpio y el escrito
enviado al Gobernador Civil de Sevilla fueron dos ejemplos de todo ello.
Tras la muerte de Franco, aumentó la presión social contra la dictadura y, como afir-
ma Pamela Radcliff, las minorías activas fueron convirtiéndose en una movilización de
masas.123 Ese salto se produjo a través de los movimientos sociales, sobre todo de las asocia-
ciones vecinales, que actuaron como escuelas de democracia. Ese nuevo contexto también
influyó en los emigrantes temporales y les dotó de más experiencia a la hora de reclamar
sus derechos como trabajadores. El resultado de esa mayor organización fue la consecu-
ción de una victoria legal en Francia en 1977. A partir de 1978, las luchas de los vendimia-
dores cambiaron de manera sustancial. Los dos sindicatos mayoritarios, UGT y CCOO, al
igual que había hecho el PCE en los sesenta, entendieron que los temporeros cumplían el
perfil de sus militantes e iniciaron grandes campañas para defender sus condiciones. Desde
ese momento cambió la organización de la protesta y el rol de estos obreros del campo, sobre
todo por la institucionalización y profesionalización de esta cuestión.
Este estudio sobre la figura de los temporeros ha servido para mostrar su relevancia
en la lucha por sus derechos y en su vinculación con el antifranquismo, pero, sobre todo, ha
servido para descubrir un nuevo objeto de estudio que hasta el momento había sido poco
trabajado. Se han abierto numerosos interrogantes para profundizar en futuras publicaciones.
En sucesivos trabajos se ahondará en el papel que jugó la dictadura, sobre todo a través del
IEE y de las agregadurías laborales. También se pretende avanzar en el eje cronológico y
poner el foco de atención en cómo se insertó la figura del vendimiador en el proceso de
transición a la democracia y en el nuevo sistema democrático (1977-1986) para conocer su
rol social y fechar el momento en el que se consiguieron las primeras mejoras sustanciales
de este problema.

104 123
Pamela Radcliff, “El ciclo”, pp. 23-48.
Las uvas de la ira: identidad y lucha de los temporeros españoles en la
vendimia francesa, 1960-1977

The Grapes of Wrath: Identity and Struggle of Spanish Seasonal Workers in the
French Harvest, 1960-1977

SERGIO MOLINA GARCÍA


Universidad Complutense de Madrid

Resumen
Los cambios económicos y sociales en la década de los cincuenta provocaron, entre otras cosas, el auge
de la emigración económica a Europa. Aunque la historiografía se ha centrado en los movimientos per-
manentes de población, también hubo un gran número de españoles que abandonó sus localidades de ma-
nera temporal con destino a la vendimia francesa. En este artículo se pretende mostrar las principales ca-
racterísticas de los temporeros, las condiciones en las que viajaban y realizaban las labores agrícolas. Y,
sobre todo, conocer el impacto social y político de estos viajes en los trabajadores y trabajadoras de este
país y su posible repercusión en la lucha contra la dictadura.
Palabras clave: Temporeros, vendimia francesa, emigración española, franquismo.
Abstract
Among many other, social and economic changes during the decade of the 50’s produced the increasing
of economical emigration to Europe. Despite historiography has concentrated in the study of the popula-
tion who moved permanently to new countries, there were a great number of Spaniards who abandoned
their cities temporally with the French grape harvest as destination. This paper pretends to show the prin-
cipal characteristics of the temporary workers, the traveling and working conditions. And, above all,
know the social and political impact of this travels on the workers of this country and its possible reper-
cussion on the fight against dictatorial government.
Keywords: Temporary workers, vintage French, Spanish emigration, Francoism.
Sergio Molina García
Doctor por la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM), miembro del Seminario de Estudios del Fran-
quismo y Transición (SEFT) y becado postdoctoral Juan de la Cierva a partir de enero 2020 en la Univer-
sidad Complutense de Madrid. Ha trabajado sobre las relaciones bilaterales franco-españolas, la democratiza-
ción en España y la Historia del Colegio de España en París. Ha publicado tres monografías, ha dirigido
una obra colectiva y ha escrito artículos en diversas revistas especializadas. Ha realizado estancias en Uni-
versidad de Nanterre y Sorbonne Université y organiza anualmente un encuentro para fomentar las relaciones
franco-españolas. Fue galardonado con el V premio de investigadores nóveles 2018 de la Asociación de
Historiadores del Presente.

Cómo citar este artículo:


Sergio Molina García, “Las uvas de la ira: identidad y lucha de los temporeros españoles en la vendimia
francesa, 1960-1977”, Historia Social, núm. 107, 2023, pp. 85-105.
Sergio Molina García, “Las uvas de la ira: identidad y lucha de los temporeros españoles en la vendimia
francesa, 1960-1977”, Historia Social, 107 (2023), pp. 85-105.

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El artículo completo se puede adquirir a través de la plataforma JStor 105
106
Dossier
TURISMO, ESPACIO Y ARQUITECTURA:
DIMENSIONES SOCIALES Y POLÍTICAS
PRESENTACIÓN
Antoni Vives Riera

De pequeño, en casa veraneábamos en Porto Cristo, al este de Mallorca. el puerto consiste


en una larga y serpenteante cala que a modo de fiordo se alarga tierra adentro. en los años 80,
muchos ya pensaban que aquel no era el mejor sitio para tomar el sol y bañarse en la playa.
Sus aguas ya no eran claras y cristalinas debido a la acumulación de embarcaciones en el
ampliado y abarrotado puerto deportivo. Además, una cadena de altos edificios a primera
línea de mar tapaba o empequeñecía a los pinos que antaño eran protagonistas del paisaje.
en aquella época imaginábamos como debía ser el paraje virgen, antes de la llegada del
turismo y del consiguiente proceso de urbanización. Mentalmente, quitábamos de nuestra
vista los edificios, calles, coches y muelles que veíamos ante nosotros y nos imaginamos un
paraíso atemporal de agua transparente sobre arena blanca, con rocas pobladas por altos
pinos que llegaban hasta el mar. La decepción vino cuando empezaron a difundirse foto-
grafías de comienzos del siglo xx. Sorprendentemente, el lugar era una árida estepa com-
pletamente huérfana de pinos, la playa era mucho más pequeña, casi sin arena, y donde
ahora se emplazan muelles y astilleros, antes era la desembocadura de un torrente, una cié-
naga de barro y aguas turbias no apta para el baño. Así pues, el paisaje de mis vacaciones no
era natural. Había sido creado en un momento dado, en los inicios del desarrollo turístico a
principios de siglo. Fue entonces cuando el puerto se dragó para conseguir que las barcas pu-
diesen remontar el humedal, cuando la playa se amplió y se sembraron pinos a lo largo de
toda la costa. Ante la evidencia fotográfica, entendí que Porto Cristo no era un paraíso natu-
ral destrozado, sino un espacio producido a partir de un trabajo de jardinería e ingeniería.
Pensamos que la anécdota personal es pertinente porque ilustra como lejos de ser simple
escenario donde la historia acontece, el espacio es un producto histórico. esta idea ya fue for-
mulada en los años 70 por Henri Lefebvre y defendida años más tarde por edward Soja,
cuando bautizó como “giro espacial” su propuesta de reterritorializar el pensamiento so-
cial y así superar el predominio de la lingüística y la semiótica vigente hasta el momento
(Lefebvre, 1974; Soja, 1989). Sin renegar del previo giro cultural y acercamientos postes-
tructuralistas, una corriente cada vez mayor de científicos sociales y humanistas empezaron
a incorporar en esa época el espacio como categoría de análisis. Así pues, recuperaban lo
material como eje central de conocimiento después de años instalados en textos e imagina-
rios (Thrift, 2008). De esta manera, empezaban a abrirse caminos de retorno a la historia

Historia Social, n.º 107, 2023, pp. 107-110. 107


social desde la historia cultural, sin desdeñar sus aportaciones (eley, 2005). A pesar de que
a nivel internacional el aterrizaje del giro espacial ha conducido a resultados notables
(Kingston, 2010), en la historiografía contemporánea española ello aún no ha conducido a
la configuración de una tendencia clara y consolidada (Hernández y Pérez, 2021). el pre-
sente dossier quiere ofrecer una muestra de las posibilidades que ofrece la aplicación de
este bagaje teórico en la historia del turismo, un fenómeno social y cultural ideal para ex-
plorar su potencial. De hecho, el turismo ha sido definido como una práctica de consumo
de lugares que en la medida que implica movilidad espacial articula relaciones de poder y
establece jerarquías sociales en el mundo global (Sheller y Urry, 2006).
en el campo de la sociología, John Urry ya había planteado en los años 90 el turismo
como acto de observación y poder con el que los turistas investidos como sujetos de cono-
cimiento han imaginado y dispuesto de los espacios de destino de viaje (2002). Siguiendo
esta línea, la configuración histórica de una geografía imaginaria según el deseo visual del
viajero ha sido clave en la producción de espacios turísticos. De esta manera, no solamente
el viajero ha dispuesto del espacio viajado, sino que ha visto materializados –performa-
tivizados– los paisajes previamente imaginados (Coleman y Crang, 2002). Así pues, el tu-
rismo puede ser visto como una práctica cotidiana en la que no solamente las identidades
nacionales y regionales han sido construidas y actualizadas como marcas de consumo
(Morgan y Pritchard, 1998). Con el turismo también se han materializado físicamente en
el espacio los diferentes países que como destinos de viaje pasan de ser lugares sensorial-
mente tangibles (edensor, 2002). es en este sentido que se ha señalado el especial poten-
cial de la aplicación del giro espacial en el estudio de la historia de los procesos de nacio-
nalización o en la configuración de culturas regionales (Storm, 2019)
De todas maneras, ya desde los primeros planteamientos de Lefebvre, la producción
social del espacio nunca ha sido vista como un proceso políticamente aséptico. La materia-
lización del espacio proyectado por aparatos institucionales como parte de programas polí-
ticos determinados imponen a las poblaciones prácticas cotidianas concretas con la que los
cuerpos son disciplinados y las jerarquías sociales de género, clase o raza son corporalmen-
te reafirmadas. en términos foucaultianos, la producción de espacios juega un papel funda-
mental en los procesos de gubernamentalización social llevados a cabo por instituciones
tanto públicas como privadas (Jessop, 2007). en este sentido, el turismo ha sido visto como
una herramienta de gobierno con la que no solamente ha sido materializada la nación, sino
también diferentes ideologías y numerosos regímenes políticos (Werry, 2011).
No hay duda que la arquitectura y el urbanismo han jugado un papel clave en los proce-
sos históricos de performatividad espacial de los imaginarios turísticos (Lasansky y McLa-
ren, 2004). A través de la arquitectura de hospedaje y ocio no sólo se han construido lite-
ralmente las manifestaciones más banales y mundanas de los diferentes estados nación y
sus regímenes políticos. Con la edificación y la urbanización también se han modulado re-
laciones sociales de poder entre hombres y mujeres, entre diferentes clases sociales, etc.
estos mismos fenómenos se pueden observar para el caso de la planificación territorial de
reservas naturales y parques nacionales, en los que, lejos de preservar paisajes y ecosiste-
mas previos, se han producido espacios nuevos (Lekan y Zeller, 2014).
De todas maneras, la producción histórica de espacios turísticos no siempre ha con-
llevado la imposición unilateral de un régimen de disciplina social. Michel de Certeau ya
señaló en su momento como los espacios proyectados desde arriba han sido transformados
desde abajo por la población en sus usos cotidianos (1988). Fuera de los actos oficiales de
los programas de viaje, en esos momentos aparentemente “tontos” de mundanidad cotidia-
na, los actores involucrados en el encuentro turístico, han gozado de la oportunidad de sal-
tarse las reglas establecidas (edensor, 1998). Siguiendo la metáfora teatral propuesta ya en
108 los años 70 por Dean MacCannell (1976), podríamos afirmar que en la performance turís-
tica escenificada ha sido frecuente que los actores se hayan saltado el guion preestableci-
do. en este sentido, estos momentos de transgresión y subversión desde abajo han sido
planteados como efecto de la incorporación emocional del espacio material vivido, es de-
cir, del entorno degustado, olido, tocado, respirado, sufrido o gozado en la práctica coti-
diana (Crouch, 2002). Así pues, la producción del espacio puede ser entendida como un
campo de conflicto y disputa en la que las identidades locales son constantemente nego-
ciadas en la práctica cotidiana. en este sentido, la geógrafa Doreen Massey definió a los
espacios como procesos históricos irresueltos, abiertos al cambio a partir de la continua in-
teracción de los diferentes actores que los moran y usan (2005).
Con relación al giro espacial, el presente dossier se compone de diversos artículos en
los que diferentes enfoques y aproximaciones ya explicadas son planteadas y aplicadas en la
historia del turismo.
en el primer artículo, eric Storm nos ofrece una visión transnacional del impacto de la
cultura regionalista en la proyección de espacios domésticos en europa durante las primeras
décadas del siglo xx. Más allá de la proposición de arquetipos regionales ideales en el plano
textual, se interesa por su plasmación espacial en nuevas arquitecturas domésticas, especial-
mente de carácter turístico y vacacional. Así pues, se fija en como estos nuevos espacios pre-
tendían regular las prácticas cotidianas de sus habitantes, tanto los propietarios como el ser-
vicio. De esta manera, las arquitecturas regionales vinculaban identidad nacional y orden
social tanto desde la perspectiva de clase como de género. Así pues, analiza la proyección
arquitectónica de los espacios domésticos regionales como dispositivo social de regulación
de conductas con arreglo a la identidad burguesa y la ideología liberal-conservadora.
el artículo de Puigvert trata la difusión del estilo alpino suizo en la arquitectura turís-
tica de alta montaña a partir de un estudio comparativo entre el Pirineo catalán, el Valle de
Aosta y la Patagonia argentina. Se fija en como a través de la propagación de este estilo y
su hibridación con las arquitecturas regionalistas de la época se performativizaba el paisa-
je imaginario deseado por las elites turísticas y nacionales más allá de las propias cons-
trucciones. en este sentido, se interesa por la arquitectura como instrumento de aburguesa-
miento y europeización material de los espacios naturales de las periferias territoriales.
el artículo de Nadia Fava y Marisa García relata la historia política y cultural de la
producción de un espacio turístico costero concreto entre 1916 y 1949: la urbanización de
s’Agaró en la Costa Brava. Por una parte, analiza como la identidad política conservadora,
social burguesa y nacional catalana de la Lliga Regionalista y las elites culturales nove-
centistas se performativizó en la construcción de la urbanización, para después abordar los
cambios de significación política y cultural del espacio con la guerra civil de 1936 y la pos-
terior llegada del franquismo. Al mismo tiempo, analiza como en la práctica turística pro-
pia de la nueva sociedad de consumo, la identidad política catalana conjugó la nostalgia
por las supuestas esencias regionales perdidas del mundo rural con la modernización euro-
peizante del país. en este sentido, S’Agaró es presentada como la localización turística
costera en la que se materializó espacialmente esta idea concreta de Cataluña.
Finalmente, Antoni Vives presenta un texto en el que explica como productos turísticos
tanto los espacios naturales de Mallorca, como al movimiento ecologista que los impulsó a
finales del franquismo y durante la transición. explica como el paisaje natural mallorquín
surgió de un imaginario turístico de raíz colonial adoptado como identidad local por la
misma población insular a partir del contacto cultural con el norte europeo. De todas ma-
neras, también incluye en su análisis la incorporación emocional del territorio a través de
la práctica del excursionismo y la propia movilización política, combinada con el patrimo-
nio de conocimientos subalternos heredados de los entornos familiares campesinos. Todo
ello permite explicar por qué el ecologismo local acabó descolonizando el discurso políti-
co, y así contribuyó a la democratización de los espacios naturales. 109
BiBLioGRAFíA

Certeau, Michel de, 1988, The Practice of everyday life, University of California, Berkeley.
Coleman, Simon y Crang, Mike (eds.), 2002, Tourism: Between Place and Performance, Berghan, New York.
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110
ARQUITECTURA REGIONALISTA, TURISMO Y
EL ANHELO DE UNA VIDA MÁS AUTÉNTICA,
1890-1940. UNA PERSPECTIVA EUROPEA1
Eric Storm

LA arquitectura regionalista fue una moda internacional durante la primera mitad del si-
glo xx. Los arquitectos regionalistas se inspiraron en las tradiciones vernáculas, utilizaron
materiales naturales de procedencia local y se esforzaron para integrar las construcciones
en su entorno inmediato. Sus diseños tuvieron un papel crucial en definir y reforzar identi-
dades regionales, sobre todo en áreas turísticas, tanto en la montaña como en zonas coste-
ras. Posiblemente por esta razón, el estilo regionalista ha tenido hasta hace poco mala pren-
sa entre arquitectos e investigadores, que frecuentemente han rechazado las construcciones
neovernáculas como representantes de una nostalgia fingida y de una arquitectura comer-
cial. Solo se salvaron de esta condena los arquitectos que sirvieron de fuente de inspiración
para movimientos vanguardistas posteriores. Este es el caso, por ejemplo, de algunos miem-
bros del movimiento británico de Artes y Oficios, de arquitectos como Hermann Muthesius
y Richard Riemerschmid por ser dos de los fundadores del Werkbund alemán –el precursor
directo de la Bauhaus– y del genio estadounidense Frank Lloyd Wright.
En España los arquitectos regionalistas no lograron asociarse con las vanguardias
posteriores, por lo que no suelen gozar más que de cierta fama local. Arquitectos regiona-
listas como Leonardo Rucabado y Manuel María Smith Ibarra en el País Vasco y Canta-
bria y Aníbal González Álvarez, Juan Talavera y José Gómez Millán en Andalucía traba-
jaron sobre todo para una clientela adinerada. Diseñaron chalets y palacetes en nuevos
ensanches –como El Sardinero en Santander, Abando en Bilbao o La Palmera en Sevilla–
y segundas residencias en zonas turísticas. Durante el régimen franquista, el regionalismo
tuvo una segunda vida en las regiones devastadas y los pueblos de colonización.2
Al principio, cada región obtuvo su propio estilo. En general, los arquitectos seleccio-
naron los elementos más vistosos y excepcionales de la arquitectura vernácula existente
para reutilizarlos en sus propias creaciones. De este modo, los caseríos rurales de sillería y
grandes techados que se podían encontrar en diversas partes del norte de España y los Piri-
neos franceses se convirtieron en el modelo principal para la arquitectura regionalista del
País Vasco, mientras que las casas señoriales con entramados de madera de colores alegres
se transformaron en el arquetipo de la arquitectura neonormanda. A veces se requería algo
más de fantasía, por lo que las exuberantes decoraciones de los patios tradicionales de las

1
Los contenidos del presente texto son resultado del proyecto I+D+i coordinado por Mary Nash y Antoni
Vives y financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad: “Turismo y performatividad de la identidad
local: Nación y región desde una perspectiva postcolonial y de género (Catalunya y Baleares: siglos xIx-xxI)”
(HAR2017-83005-R), financiado por MINECO.
2
Jean-François Lejeune, Built Utopias in the Countryside: The Rural and the Modern in Franco’s Spain,
Tesis doctoral, Delft University of Technology, Delft, 2019.

Historia Social, n.º 107, 2023, pp. 111-128. 111


Pedro Guimón, casa neovasca para el pintor Ignacio Zuloaga en la bahía de Zumaia, Guipúzcoa, Arquitectura, 1924,
p. 173.

callejuelas céntricas de Sevilla sirvieron de fuente de inspiración para las fachadas exterio-
res de los palacetes de las nuevas avenidas rectas de las afueras de la ciudad. En cualquier
caso, con sus nuevas construcciones regionalistas, los arquitectos se esforzaron por hacer
que cada región fuera más típica. Sin embargo, en los años veinte muchos empresarios y
clientes ya no fueron tan dogmáticos. En Francia, como ha descubierto Bernard Toulier,
numerosos arquitectos de los balnearios daban a sus clientes la posibilidad de elegir entre
un chalet regionalista o uno en un estilo moderno, todo lo demás –como la distribución y
las instalaciones– era idéntico. Algunas veces, los clientes podían escoger entre diversos mo-
delos neovernáculos. De esta manera, el regionalismo terminó convirtiéndose en una mera
cubierta a la moda.3
La gran mayoría de los arquitectos regionalistas se vieron a sí mismos como innova-
dores y modernos. Tenían intenciones reformistas, tanto en sus ideas arquitectónicas como
en su aprecio por el legado histórico. Además, los espacios que modelaron con sus diseños
tuvieron un importante impacto sobre las personas que trabajaron, vivieron y reposaron
allí. Por consiguiente, el objetivo de este artículo es averiguar cómo la arquitectura regio-
nalista intentó influir en la vida diaria de principios del siglo xx, sobre todo en las zonas
turísticas donde el regionalismo tuvo un impacto duradero.

3
Bernard Toulier, “L’assimilation du régionalisme dans l’architecture balnéaire“, en François Loyer y Ber-
nard Toulier (coords.), Le Régionalisme, architecture et identité, Monum, París, 2001, pp. 96-109. Eric Storm,
The Culture of Regionalism: Art, Architecture and International Exhibitions in France, Germany and Spain,
1890-1939, Manchester University Press, Manchester, 2010, p. 136. Alberto Villar Movellán, La arquitectura del
112 regionalismo en Sevilla, Diputación de Sevilla, Sevilla, 1975, pp. 217-220.
Hasta hace poco, el regionalismo arquitectónico se consideraba como una corriente
conservadora y trivial, meramente de interés local. De hecho, los estudios más antiguos
suelen ser monografías o estudios locales. Estas investigaciones se caracterizan en general
por descripciones detalladas, tanto de la vida del arquitecto como de sus principales proyec-
tos.4 A partir de los años noventa, se publicaron algunas obras sobre arquitectura regionalis-
ta dentro de un contexto nacional que situaban a los arquitectos en el contexto cultural y
político de su época, subrayando sobre todo su conservadurismo y los lazos con el regiona-
lismo cultural.5 A partir del cambio del milenio han aparecido algunos estudios más ambi-
ciosos. Sus autores comparaban de manera sistemática la arquitectura regionalista en algu-
nos países vecinos o pintaban un primer esbozo de su evolución en todo un continente y, en
general, enfatizaban más sus ideas arquitectónicas innovadoras y sus ideales reformistas.6
Sin embargo, la investigación de la arquitectura regionalista sigue siendo un campo muy
fragmentado, lo que se pone de manifiesto al examinar los términos utilizados para designar
esta corriente arquitectónica. Como cada país o región debía tener su propio estilo, cada
uno solía tener nombre propio. Además, los investigadores siguen haciendo énfasis en los
elementos singulares de cada estilo regionalista. Los nombres de los estilos podían referir-
se a una ciudad (estilo sevillano o estilo Zakopane en Polonia),7 a una región (estilo mon-
tañés o neonormando), a un paisaje (Prairie Style en los Estados Unidos), a un grupo étni-
co (el neomaya en México o el Pueblo Revival en Estados Unidos) o un edificio particular
(la cottage inglesa o el estilo misión californiano). También se utilizan términos más gené-
ricos como neovernáculo, regionalismo folclórico,8 Heimatschutz,9 romanticismo nacional
(en el caso escandinavo) o neocolonial. En este artículo optamos por el término genérico de
arquitectura regionalista, que ya es el término habitual en España y Francia y últimamente
también se utiliza con más frecuencia en el ámbito anglosajón. Sin embargo, conviene dis-
tinguirlo del regionalismo crítico, que surgió en los años setenta del siglo xx, y que fue pro-
pagado entre otros por Kenneth Frampton, y que está conectado más bien con el ideario
ecologista.10 A pesar de esta confusión terminológica, los ideales arquitectónicos, los princi-
pios de diseño y el fuerte énfasis en el patrimonio específico de un territorio eran muy simi-
lares en todos los variantes nacionales y locales de la arquitectura regionalista. En el fondo, la
arquitectura regionalista reflejaba –como hemos comprobado en investigaciones anteriores–

14
Alberto Villar Movellán, La arquitectura del regionalismo en Sevilla. Maite Paliza Monduate, Manuel de
Smith Ibarra. Arquitecto, COAM, Madrid, 1980. Nieves Basurto, Leonardo Rucabado y la arquitectura monta-
ñesa, xarait, Madrid, 1986. Algunos excelentes estudios recientes son Daniel Le Couédic, Les architectes et l’idée
bretonne, Archive Modernes d’Architecture de Bretagne, Saint Breuic, 1995 y Miguel Ángel Aramburu-Zabala
Higuera, Leonardo Rucabado y la arquitectura española, 1875-1918, Real Sociedad Menéndez Pelayo, San-
tander, 2016.
15
Jean-Claude Vigato, L’architecture régionaliste. France, 1890-1950, Norma, París, 1994. Vittorio Lam-
pugnani y Romana Schneider (coords.), Moderne Architektur in Deutschland 1900 bis 1950: Reform und Tradi-
tion, Hatje Cantz, Stuttgart, 1992.
16
Barbara Miller Lane, National Romanticism and Modern Architecture in Germany and the Scandina-
vian Countries, Cambridge University Press, Cambridge, 2000. Eric Storm, The Culture of Regionalism (existe
una traducción española publicada por Ediciones Complutense). François Loyer y Bernard Toulier (coord.), Le
régionalisme. Rodrigo Gutiérrez Viñuales, “Arquitectura de raíces hispanas: entre los ‘estilos californianos’ y el
neocolonial (1880-1940)”, en Miguel Ángel Sorroche Cuerva (coord.), Baja California. Herencia, memoria e iden-
tidad patrimonial, Universidad de Granada-Atrio, Granada, 2014, pp. 281-307.
17
David Crowley, “Finding Poland in the Margins: The Case of the Zakopane Style”, Journal of Design
History, 14: 2 (2001), pp. 105-116.
18
Vincent B. Canizaro, Architectural Regionalism: Collected Writings on Place, Identity, Modernity and
Tradition, Princeton University Press, New York, 2007, pp. 156-167.
19
Sigrid Hofer, Reformarchitektur 1900-1918. Deutsche Baukünstler auf der Suche nach dem nationalen
Stil, Axel Menges, Stuttgart, 2005, p. 34.
10
Vincent B. Canizaro, Architectural Regionalism, pp. 334-446. 113
el ideario de un regionalismo cultural que se expresó de maneras muy similares por todo el
continente europeo; por ejemplo, en otros ámbitos de producción cultural, como la pintura
y la literatura, o en las actividades para definir y proteger el patrimonio vernáculo de las re-
giones por parte de asociaciones, revistas, museos y exposiciones.11
La gran mayoría de los estudios existentes emplea una perspectiva desde arriba, fiján-
dose en los diseños de los arquitectos, sus ideales políticos o sus planes para fortalecer las
identidades regionales. Sin embargo, el reciente giro espacial de los estudios históricos
proporciona herramientas para estudiar la producción e interpretación de espacios concre-
tos en la vida cotidiana. Influidos por filósofos como Henri Lefebvre y Michel de Certeau
y geógrafos como Edward Soja, David Harvey y Doreen Massey, los historiadores empe-
zaron a interpretar los espacios como construcciones sociales; su sentido y uso son nego-
ciados en la vida diaria por sus usuarios. El giro espacial no solo hace hincapié en el uso
de espacios concretos, sino también muestra la relatividad de los contenedores espaciales
que solemos utilizar como marco geográfico de nuestras investigaciones, como la nación,
la región o la ciudad, como si todo lo que ocurre en él se pudiera explicar examinando úni-
camente su evolución histórica. Al interpretar el espacio como un nudo de flujos transnacio-
nales, transregionales e interurbanos continuos, podemos superar también el fuerte naciona-
lismo metodológico e incluso el regionalismo metodológico en la historiografía existente de
la arquitectura regionalista.12
Mientras que algunas contribuciones de este dossier se concentran en el nivel micro,
al analizar el uso de espacios concretos, este artículo adoptará una perspectiva más amplia,
analizando las prácticas relacionadas con la arquitectura regionalista en Europa Occidental.
El método empleado es el análisis de discurso. Utilizando una amplia gama de artículos
sobre arquitectura regionalista publicados en revistas especializadas como Art Décoratif,
La Vie à la Campagne, Dekorative Kunst, Der Baumeister, La Construcción Moderna y Cor-
tijos y Rascacielos (que provienen principalmente de España, Francia y Alemania) durante
las primeras cuatro décadas del siglo xx, he seleccionado los textos más representativos
para reconstruir la relación entre el ideario regionalista y la producción espacial.13 Muchas
de las casas reseñadas eran residencias veraniegas o casas de campo que se utilizaban con
fines turísticos. Aunque los autores solamente se referían al turismo de pasada o de mane-
ra implícita –por ejemplo, subrayando las vistas espléndidas, lo pintoresco, el contacto con
la naturaleza, la relajación–, al examinar los textos proponemos esclarecer la conexión que
existía entre la arquitectura regionalista y los nuevos hábitos turísticos de la época. Aun-
que las condiciones en los países (y sus diferentes regiones) analizados difieren bastante,
por ejemplo, en cuanto al mercado inmobiliario, las tradiciones vernáculas y los materiales
constructivos locales, el ideario regionalista y su relación con las prácticas turísticas presen-
taba muchas similitudes. La información obtenida destaca sobre todo las intenciones e ideas
de los propagadores de la arquitectura regionalista. Aunque esto no nos permite llegar a las

11
Eric Storm, The Culture of Regionalism. Joost Augusteijn y Eric Storm (coords.), Region and State in
Nineteenth Century Europe: Nation-Building, Regional Identities and Separatism, Palgrave, Basingstoke, 2012.
xosé M. Núñez Seixas y Eric Storm (coords.), Regionalism and Modern Europe: Identity Construction and Move-
ments from 1890 to the Present Day, Bloomsbury, London, 2019.
12
Eric Storm, “The Spatial Turn and the History of Nationalism: Nationalism Between Regionalism and
Transnational Approaches”, en Stefan Berger y Eric Storm (coords.), Writing the History of Nationalism, Blo-
omsbury, London, 2019, pp. 215-239. Claudio Hernández Burgos y Alejandro Pérez-Olivares, “Introducción”,
Rúbrica Contemporánea, 10: 19 (2021), pp. 1-6. xosé M. Núñez Seixas y Eric Storm, “Conclusion: Overcoming
Methodological Regionalism”, en xosé M. Núñez Seixas y Eric Storm (coords.), Regionalism and Modern
Europe, pp. 343-355.
13
También he manejado estas fuentes, pero con otros fines, en Eric Storm, The Culture of Regionalism; “Hasta
en la sopa. Nacionalismo y regionalismo en la esfera doméstica, 1890-1936”, en xavier Andreu Miralles (coord.),
114 Vivir la nación. Nuevos debates sobre el nacionalismo español, Comares, Granada, 2019, pp. 29-55.
experiencias individuales de los obreros de la construcción o los usuarios de los edificios, sí
nos permite examinar de manera detallada cómo los arquitectos querían influir en estas ex-
periencias. Al trabajar dentro de las normativas constructivas existentes y responder a los
deseos de sus clientes, los arquitectos querían moldear la vida cotidiana de los usuarios de
sus edificios. Con este objetivo, el presente artículo examinará sucesivamente las ideas so-
bre tres categorías de prácticas asociadas directamente con la arquitectura regionalista: el
trabajo de los obreros constructores y decoradores, el uso del espacio previsto por los arqui-
tectos y la vida diaria de los habitantes de las casas regionalistas.

1. EL TRABAJO

Quizá la principal fuente de inspiración de la arquitectura regionalista fue el movimiento


de Artes y Oficios de William Morris, un artista inglés con un fuerte espíritu reformista. Mo-
rris estaba muy preocupado por la situación de la clase obrera en la sociedad industrial. Los
obreros estaban alienados, tanto del producto de su trabajo –al ser solo responsables de una
pequeña parte del producto final– como de su plusvalía, es decir del valor monetario de su la-
bor, que se lo apropiaba el propietario de la empresa. Para mejorar la suerte del obrero, Mo-
rris tomó parte en varias organizaciones socialistas, fundando con otros la Liga Socialista en
1884, aunque su activismo político disminuiría a partir de 1890. Su legado cultural más im-
portante son las empresas de artes decorativas que fundó a partir de 1861. En ellas propuso
fomentar el trabajo honesto de los artesanos y ofrecerles una remuneración decente organi-
zándolos en asociaciones modeladas conforme a los gremios medievales. Su intención no
solo era mejorar la situación económica y laboral del trabajador, sino también hacer su vida
diaria más bella y, por lo tanto, más gratificante. Con este objetivo fomentó la colaboración
entre artistas y artesanos para hacer de los espacios interiores obras de arte total, diseñando
desde los muebles, tapices y la decoración hasta los utensilios de mesa. Sus ideas reformistas
sobre las artes aplicadas tuvieron mucho éxito y en 1887 se fundó en Londres la Sociedad de
Exposiciones de Artes y Oficios. El modelo se difundió rápidamente fuera de las fronteras
británicas, convirtiéndose en un movimiento global informal.14
Muchos arquitectos británicos también adoptaron los principios de Artes y Oficios,
empezando por Philipp Webb, que construyó la Red House para Morris en 1859. Según
Hermann Muthesius, las obras de estos arquitectos constituían la base de un nuevo estilo
regionalista. En su influyente libro en tres volúmenes, titulado Das englische Haus (La casa
inglesa), publicado en 1904, Muthesius afirmó que Inglaterra había sido el primer país en el
que había emergido un mercado para arquitectos especializados en el diseño de casas par-
ticulares. Sin embargo, ni los contratistas, ni los arquitectos –por su educación académica–
estaban muy bien equipados para construir este tipo de edificios modestos. Por lo tanto, al-
gunos arquitectos decidieron retornar a la tradición de los gremios. Según Muthesius, des-
de alrededor de los años sesenta del siglo xIx una primera generación de arquitectos co-
menzó a construir casas sencillas y prácticas, al tiempo que incorporaba materiales y
métodos de construcción locales. Sin embargo, en sus obras se hallaban todavía muchas
huellas de la dependencia “historicista” de aquel entonces. Solo una segunda generación de
arquitectos, como Voysey, Baillie Scott y Mackintosh, desarrollaría una unidad orgánica per-

14
William Morris, Hopes and Fears for Art, Ellis and White, London, 1882, pp. 38-70. Elizabeth Cum-
ming y Wendy Kaplan, The Arts and Crafts Movement, Thames and Hudson, London, 1995. Anne-Marie Thiesse,
“The Transnational Creation of National Arts and Crafts in 19th-Century Europe,” Spin lecture, 2012, http:// spin-
net. humanities.uva.nl/images/pdf/Thiesse2012.pdf. 115
fecta entre interior y exterior. También se inspiraron en el pasado, pero desarrollaron sus
propias formas personales basándose en modelos vernáculos.15
Aunque la gran mayoría de los arquitectos regionalistas no compartía el entusiasmo
de Morris por el socialismo, en general adoptaron muchas de sus ideas para combatir la
alienación del obrero, mejorando la vida de este y la calidad estética de su trabajo. Además,
rechazaron el internacionalismo de Morris e intentaron combatir la alienación del obrero
moderno enraizándolo en la patria –o, más bien, el terruño– y sus tradiciones seculares. El
trabajo honesto del artesano, que seguía los pasos de sus antepasados y amaba su Heimat
de todo corazón, era el modelo que solían propagar frente al proletariado industrial desa-
rraigado con falsos ideales de la revolución social.16
A partir de la gran cantidad de artículos sobre edificios regionalistas en revistas espe-
cializadas como The Studio, Art Décoratif, La Vie à la Campagne, Dekorative Kunst, Der
Baumeister, La Construcción Moderna y Cortijos y Rascacielos, resulta evidente que este
estilo no solo se aplicó al exterior, sino que los arquitectos también diseñaron a menudo el
interior y el mobiliario con el fin de crear un conjunto orgánico, un verdadero hogar, que
reconectara al residente con el suelo de la patria y sus tradiciones vernáculas. Las casas te-
nían que ser construidas por artesanos que conocieran bien las técnicas constructivas loca-
les y las características propias de los materiales naturales que provenían de la región. Los
muebles debían estar hechos igualmente de materiales naturales e inspirarse en tradiciones
artesanales locales. Como pusieron de manifiesto autores como Campbell, Maciuika y Lane,
en el Imperio Alemán, esto dio lugar a iniciativas para reactivar el trabajo artesanal mediante
la fundación de talleres donde artistas y artesanos trabajaron juntos, siguiendo el ejemplo de
Morris. En la práctica, no obstante, fueron los artistas y arquitectos –que en general proce-
dían de las clases medias– los que dirigieron a los artesanos. Además, en 1907, se fundó la
Deutsche Werkbund, para promover la renovación de las artes y la artesanía en todo el Im-
perio alemán. Debido a ello, las villas y chalets neovernáculos se llenaron de mesas, sillas y
armarios sólidos y prácticos que a menudo se definían simplemente como “alemanes” o per-
tenecientes a una región más específica (véase también la Ilustración 6).17
Esa misma evolución se puede percibir en otros países, como Francia y España, y en
las exposiciones internacionales donde el trabajo artesanal obtuvo un lugar cada vez más
destacado, contribuyendo así a su éxito como atracciones turísticas. Una reseña española
de la Exposición Internacional de Artes Decorativas e Industriales Modernas de París de
1925 explicaba que el enraizamiento de las artes decorativas francesas en las tradiciones
de la patria había sido un éxito. El autor argumentaba que se habían superado las “pesadi-
llas febriles” del Art Nouveau y que Francia se había librado de “el pesado lastre de veinte
años de influencias extranjeras”, volviendo “los ojos hacia sus gloriosas tradiciones para
devolver a su arte suntuario y decorativo la personalidad perdida ya casi por completo”.
Francia, por lo tanto, estaba en el buen camino para renacionalizar las artes decorativas, y
esto, por suerte, también era el caso de España, ya que según el autor anónimo “es inútil
huir de lo que la necesidad, la lógica y la tradición han plasmado en los siglos”.18
Sin embargo, el objetivo de los arquitectos regionalistas no solo era preocuparse de la
calidad del trabajo artesanal y enlazarlo con el patrimonio vernáculo, sino también mejorar
la posición económica de los artesanos, su educación y sus condiciones de vida. Maciuika

15
Hermann Muthesius, Das englische Haus. Entwicklung, Bedingungen, Anlage, Aufbau, Einrichtung und
Innenraum, vol. 1,Wasmuth, Berlin, 1908, pp. 100-112, 161-189.
16
Eric Storm, The Culture of Regionalism, pp. 187-192.
17
Joan Campbell, The German Werkbund: The Politics of Reform in the Applied Arts, Princeton Univer-
sity Press, Princeton, 1978. John V. Maciuika, Before the Bauhaus: Architecture, Politics and the German Sta-
te, 1890-1920, Cambridge University Press, Cambridge, 2005. Barbara Miller Lane, National Romanticism and
Modern Architecture.
116 18
“El arte moderno y los estilos”, Revista de Oro, 21 (1926), pp. 238-240.
comprobó que, en Alemania, bajo la influencia de arquitectos regionalistas como Muthe-
sius, se hizo una revisión profunda del currículum de las escuelas de artes aplicadas. En
vez de hacer hincapié en teorías estériles y copiar ornamentos de estilos históricos, la en-
señanza en los talleres tenía que centrarse en la práctica. Los alumnos tenían que experi-
mentar con materiales naturales y diversas técnicas para comprender sus ventajas y limita-
ciones.19 Mejorar la calidad del trabajo artesanal también era el objetivo de las escuelas de
artes y oficios, como la de Toledo, que se abrieron en España.20
Los arquitectos regionalistas también querían reformar el estilo de vida de las clases
populares. En ciudades como Hamburgo y Ámsterdam se construyeron escuelas primarias,
viviendas sociales y hasta parques populares en un estilo regionalista.21 La íntima conexión
entre arquitectura regionalista, moralidad personal, vida familiar y un estilo de vida refor-
mado se puso de manifiesto sobre todo en las ciudades jardín, otra invención inglesa.22
Cada casa, incluso las más modestas, debía tener un baño para fomentar la higiene corpo-
ral, hijos e hijas debían tener una habitación separada y el jardín servía como lugar de re-
creo, tanto para los hijos como para los padres. Un pequeño huerto, y a veces incluso un
establo para animales, conectaría a los habitantes con la tierra y les ayudaría a cultivar sus
propios alimentos. Este nuevo aprecio por la íntima conexión con la naturaleza también se
expresó en el movimiento alemán del Schrebergärten (huerto urbano) o en el afán por adqui-
rir una segunda residencia modesta en el campo y su ‘cottage culture’, que según Orvar Löf-
gren definiría la experiencia turística de millones de europeos de la época.23 Con estos espa-
cios, los niños podrían desarrollarse libremente y los mayores no sentirían la necesidad de
buscar divertimento en la taberna y el alcohol. La casa de estilo regionalista debía ser acoge-
dora y crear el ambiente ideal para una familia unida, sana y feliz que, de esta manera, po-
dría funcionar como “la columna de la gran sociedad nacional”. Muchas calles eran sinuosas
y no tenían mucho tráfico, además había zonas verdes y parques infantiles. Hilarión Gonzá-
lez del Castillo afirmó incluso que al transformar al obrero en “propietario de un pedazo de
terreno y hacerlo pequeño agricultor” en este tipo de barrios –que era el objetivo de una ciu-
dad jardín y de la Ciudad Lineal de Madrid que era el tema del autor– se podrían resolver las
grandes plagas sociales del momento, como la emigración, el alcoholismo, la criminalidad,
la incultura, la prostitución, la tuberculosis y las luchas sociales.24
En los Talleres Artesanos de Dresde de Karl Schmidt, en los que producía un mobi-
liario sencillo y vernáculo diseñado por artistas y arquitectos de renombre, se puso de ma-
nifiesto que el espíritu reformista de los activistas regionalistas abarcaba casi todos los
campos de la vida diaria: el trabajo, la vida familiar, la cooperación entre las clases socia-
les y la armonía con las tradiciones ancestrales y el entorno natural. En 1906, Schmidt de-
cidió trasladar su empresa a Hellerau, a las afueras de Dresde, donde también planificó una
ciudad jardín con casas para sus trabajadores y miembros de las clases media y alta loca-

19
John Maciuika, Before the Bauhaus, pp. 104-137.
20
María Rosalina Aguado Gómez, “La escuela de artes, punto de inicio de la Real Academia de Bellas
Artes y Ciencias Históricas de Toledo. Su vinculación a lo largo de un siglo”, Toletum, 61 (2016), pp. 207-247.
21
Hartmut Frank (coord.), Fritz Schumacher. Reformkultur und Moderne, Hatje Cantz, Stuttgart, 1994.
Nancy Stieber, Housing Design and Society in Amsterdam: Reconfiguring Urban Order and Identity, 1900-1920,
University of Chicago Press, Chicago, 1998.
22
Stephan V. Ward (coord.), The Garden City: Past, Present and Future, Spon, London, 1992. Standish
Meacham, Regaining Paradise: Englishness and the Early Garden City Movement, Yale University Press, New
Haven, 1999.
23
Orvar Löfgren, On Holiday: A History of Vacationing, University of California Press, Berkeley, 1999,
pp. 131-136.
24
Hilarión González del Castillo, “Ciudades jardines y ciudades lineales (Conclusión)”, La Construcción
Moderna, 12 (1914), pp. 36-45. Véase también a Erich Haenel, “Die Gartenstadt Hellerau“, Dekorative Kunst,
14 (1911), pp. 297-343; René Chavance, “Les cités-jardins de la Compangie du Nord“, Art et Décoration, 2
(1922), pp. 111-128. 117
Richard Riemerschmid, casas obreras en Hellerau, Alemania, Dekorative Kunst, 1911,
p. 316. Casas neovernáculas, con jardín y tres habitaciones en una calle pintoresca de
la ciudad jardín de Hellerau.

les. Contó de inmediato con el respaldo de su cuñado, el arquitecto regionalista Richard


Riemerschmid, que se convirtió en el principal urbanista del proyecto. Schmidt estaba con-
vencido de que a sus obreros les resultaría más fácil hacer el trabajo de calidad que se ne-
cesitaba si se les proporcionaba un entorno saludable, una casa decente y un taller bien di-
señado, con suficiente luz y aire fresco. Por consiguiente, Riemerschmid diseñó un plano
similar a un pueblo, con calles sinuosas, plazas irregulares, callejuelas pequeñas y casas ado-
sadas pintorescas en un austero estilo regionalista.25
Los arquitectos regionalistas no solo querían combatir la alienación de los obreros, sino
también mejorar la situación de las clases medias y altas, que solían trabajar y residir en edi-
ficios hacinados en grandes centros urbanos, con un ambiente contaminado y ruido continuo.
Por lo tanto, la gran mayoría de las casas regionalistas se erigieron en suburbios amplios y

25
Erich Haenel, “Die Gartenstadt Hellerau“. John Maciuika, Before the Bauhaus, pp. 217-248. Kristiana
Hartmann, Deutsche Gartenstadtbewegung. Kulturpolitik und Gesellschaftreform, Moos, München, 1976,
118 pp. 46-102.
áreas turísticas y ofrecían un espacio agradable para trabajar y descansar a profesionales como
banqueros, abogados, industriales, profesores, intelectuales y artistas, aunque en España no-
bles y grandes terratenientes también constituyeron una parte considerable de la clientela. Un
jardín, barrios verdes y en muchos casos vistas a hermosos paisajes les puso en contacto in-
mediato con la naturaleza, mientras que les alejaba del barullo mundano de las grandes urbes
y las zonas industriales. Además, los estudios y despachos solían estar en una parte tranquila
de la casa. De esta manera, los arquitectos querían crear un entorno ideal para llevar una vida
alegre, cómoda y productiva.26

2. EL USO DEL ESPACIO


Los arquitectos regionalistas rechazaban la arquitectura académica e historicista deci-
monónica por su internacionalismo superficial, por no tomar en cuenta ni su entorno natural,
ni las tradiciones locales, ni las necesidades prácticas de los propietarios. Autores como
Georg Jacob Wolf, Fritz Stahl, Pascal Forthuny y Charles Plumet criticaron los edificios
académicos. En general, eran simétricos, las ventanas se colocaban a intervalos regulares y
su diseño estaba determinado sobre todo por las apariencias. Su tamaño y la ubicación de-
pendían en primer lugar del dibujo geométrico de la fachada. Por lo tanto, era una arqui-
tectura falsa e hipócrita.27 Por el contrario, los arquitectos regionalistas se fijaban primero
en las preferencias personales del cliente, tomando en consideración la orientación de la
casa para protegerla del viento y la lluvia y aprovechar el aire fresco y la luz del día. Lue-
go estudiaban el emplazamiento, que preferiblemente era espacioso y alejado del ajetreo
de la ciudad. Miraban cómo se podrían aprovechar las vistas, dónde se podría ubicar el jar-
dín sin que les molestaran posibles vecinos. Además, los espacios interiores no debían ser
ni demasiado fríos ni demasiado calurosos y, dependiendo de la región, debían estar prote-
gidos del sol tropical, las tormentas, la nieve o los chubascos violentos. Además, no dise-
ñaban la casa desde la fachada hacia dentro, sino al revés, “desde el plano hasta la fachada” o
“desde el interior hasta el exterior”. En vez de dedicar casi toda la atención a la fachada y
la impresión que debía causar al mundo exterior, un arquitecto debía partir de las necesi-
dades concretas de los habitantes y otros requisitos prácticos, y luego diseñar el plano y el
interior. La distribución de las estancias debía tener en cuenta su futuro uso y debían estar
relacionadas entre sí. En vez de una sucesión exangüe de habitaciones rectangulares, todas
de la misma altura, era mejor diseñar con más libertad para crear un conjunto atractivo y
armonioso. La comunicación entre las habitaciones debía ser lógica y sencilla; debía haber
suficientes ventanas para que entrara la luz diurna, al tiempo que se tomaba en cuenta la co-
locación futura del mobiliario. Por consiguiente, el exterior se debía adaptar a las exigencias
interiores de la casa y reflejar el plano, por lo que era una arquitectura más honesta. La fa-
chada debía adaptarse a las líneas y la tonalidad del paisaje, creando un conjunto vivaz. El
contorno, los materiales y los colores debían estar en armonía tanto con la naturaleza circun-
dante como con las tradiciones constructivas regionales. Pero como el plano era moderno,
era imposible hacer una copia exacta de un edificio vernáculo local, ya que había que garan-
tizar un confort actual, siguiendo las ideas más modernas sobre higiene. Además, el edificio
debía estar vinculado orgánicamente con el jardín y el paisaje, proporcionando un acceso di-
recto al jardín desde las habitaciones principales y construyendo balcones, terrazas y mirado-
res, en la medida de lo posible todo ello decorado con plantas y flores autóctonas. Junto con
los diversos tejados a dos aguas daría lugar a un edificio agradable y pintoresco.28

26
Eric Storm, The Culture of Regionalism, pp. 73-195.
27
Ibidem, pp. 81-82, 134-135.
28
Hermann Muthesius, “Die Lage des Landhauses zur Sonne und zum Garten“, Der Baumeister, 6 (1907),
pp. 1-6. Theodor Heuss, “Ein Taunuslandhaus von Hugo Eberhardt“, Dekorative Kunst, 16 (1912), pp. 105-113. 119
Un buen ejemplo de la aplicación de estas consideraciones a una casa regionalista lo en-
contramos en Hardelot, una nueva urbanización en la playa del Paso de Calais, donde Louis-
Marie Cordonnier, uno de los arquitectos regionalistas más conocidos de Francia, construyó
una serie de segundas residencias alrededor de una pista de tenis, justo detrás de la playa. Las
viviendas reflejaban el yermo paisaje de dunas, eran sólidas y toscas y estaban construidas
con materiales locales tradicionales como entramados de madera y tejas de pizarra. En una re-
seña en La Vie à la Campagne de 1913, el autor afirmó que el arquitecto se había inspirado en
los edificios vernáculos de la región. El interior se conectaba con el exterior mediante una
gran variedad de aberturas por todos los lados para dejar entrar la luz solar y el aire fresco. El
exterior no tendría ornamentación superflua y se reduciría a lo esencial: paredes y tejados. Sin
embargo, gracias a la distribución de las masas, un contorno pintoresco y un uso armonioso
de los materiales naturales, cada uno con su propio color y textura, las viviendas dejaron un
fuerte impacto artístico. Debido a su simplicidad, las casas se adaptaban a su entorno rural.
Además, los tejados salientes protegían los chalets de los fuertes vientos, mientras que los
balcones, terrazas y miradores proporcionaban una espléndida vista al mar, al tiempo que per-
mitían tomar el sol durante prácticamente cualquier estación del año y hora del día.29
La importancia de insertar el edificio en el entorno circundante también se puso de ma-
nifiesto en la reseña publicada en Dekorative Kunst de una casa de campo que Riemersch-
mid construyó para Fritz Frank en Witzenhausen. Por desgracia, no queda claro si la casa
era para estancias cortas o funcionaba como residencia principal. El emplazamiento conte-
nía un antiguo peral que había que conservar. Además, este árbol “demandaba” una terraza
y, por lo tanto, el arquitecto construyó el edificio alrededor del peral, orientando además las
estancias principales hacia el valle para que los habitantes pudieran disfrutar de una vista es-
pléndida. Se enfatizó la armonía con el paisaje circundante mediante la forma de los hastia-
les, que repetía de forma esquemática las copas de los árboles. El autor del artículo también
mencionó la necesidad de mantener el olor de la comida alejado de los cuartos de estar, lo que
hizo que la cocina y la despensa se situaran en un anexo de la parte posterior de la casa.30 El
impacto del entorno natural era más importante en el campo y en las zonas turísticas, y quizá
el deseo de los arquitectos y la mayoría de los clientes de conservar un entorno pintoresco les
hiciera dar preferencia con más fervor a las soluciones regionalistas.
La interconexión entre jardín e interior era incluso más necesaria en residencias estivales
y otras casas de vacaciones. Estas solían estar provistas de balcones, galerías, porches y mi-
radores para proporcionar vistas y facilitar el acceso al exterior y, especialmente, al jardín.
Las macetas de flores, rosas y enredaderas estaban pensadas para hacer que apenas se per-
cibiera la transición de la casa al jardín, tal como Sézille dejó claro en el programa para la
construcción de casas de campo estivales baratas publicado en La Vie à la Campagne. Argu-
mentaba que, para estancias temporales, los habitantes no necesitaban el mismo nivel de con-
fort que en sus apartamentos de la ciudad. Por tanto, en vez de un salón para las recepciones
oficiales, era más importante tener una terraza cubierta. El centro de la casa podría consistir
en una “gran habitación común, una especie de Hall, que funcionaría indistintamente como
comedor, salón y despacho”. Esta habitación estaría bien iluminada y rodeada por la terraza,
la cual debía tener un rincón bien protegido donde se pudieran colocar un asiento, un banco
y una mesa y donde los habitantes pudieran sentarse a leer o comer.31

Paul Johannes Ree, “Richard Riemerschmid“, Dekorative Kunst, 11 (1906), pp. 265-300. Louis Sézille, “La
vraie façade de la maison de campagne“, La Vie à la Campagne, 3: 34 (1908), p. 120; “Quelques maisons de
campagne françaises“, La Vie à la Campagne, 10: 114 (1911), pp. 388-392; “La casita soñada. La casa de veinti-
cinco mil pesetas”, El Mundo en Auto, 1925, pp. 9-10.
29
C. Boutibonne, “Cottages modernes d’une robuste structure”, La Vie à la Campagne, 13: 162 (1913),
pp. 381-406.
30
Wilhelm Michel, “Richard Riemerschmid”, Dekorative Kunst, 12 (1909), pp. 289-300, 314-321.
120 31
Louis Sézille, “Un pied-a-terre aux environs de Paris”, La Vie à la Campagne, 3: 37 (1908), pp. 210-211.
Louis-Marie Cordonnier, Le Bon Gîte, Hardelot Plage (1908). Foto del autor, julio de 2005.

Los autores y arquitectos que defendían la nueva corriente del regionalismo afirmaban
que era vital fomentar la vida familiar, que era aún más importante durante las vacaciones.
Se hacía énfasis sobre todo en la intimidad y la privacidad frente a los visitantes, vecinos y
sirvientes. Los comedores debían ser acogedores, para fomentar la intimidad de la familia.
Por consiguiente, las salas de recepción y los despachos debían estar claramente separados
de las áreas para vivir. Así que mientras el primer movimiento feminista empezaba a de-
jarse escuchar, la separación entre la esfera masculina y femenina todavía se subrayaba.
Lo mismo era aplicable a las posibles habitaciones para invitados y más aún a las zonas utili-
zadas por el servicio. Un autor como Louis Sézille dedicó a menudo unas pocas líneas a este,
por ejemplo, en su reseña de una villa impresionante en estilo normando en el balneario de
Cabourg, criticando el hábito de alojar a las criadas y los sirvientes en buhardillas debajo del
tejado. Esto no solo era incómodo para ellos, afirmó en un tono paternalista, ya que en estas
habitaciones hacía calor en verano y frío en invierno, sino que también era inapropiado para
los propietarios de la casa, ya que a menudo les molestaban o incluso se despertaban con los
ruidos que hacían encima de su cabeza. Además, si no había una escalera específica para
los sirvientes, uno se los encontraría en cualquier parte de la casa. Por consiguiente, en sus
propios diseños siempre intentaba encontrar un lugar lógico y algo aislado en la casa para
ellos, ya fuera en el sótano, en la planta baja o en una ala separada de la primera planta.32
En casa, como en la sociedad, cada uno tenía que conocer su lugar.

32
Louis Sézille, “Conception d’une grande villa à Cabourg. Les plan de ‘Sweet Home’, maison normande”,
La Vie à la Campagne, 13: 153 (1913), pp. 87-90. Albert Maumené, “Sweet home, villa du littoral normand.
À Mme Fernand Renault, Cabourg (Calvados)”, La Vie à la Campagne, 13: 151 (1913), pp. 11-17. Louis Sézille, 121
Otras medidas prácticas promocionaban la pulcritud y la decencia de la casa, una pri-
mera necesidad para una buena casa burguesa, donde la higiene personal era una clara in-
dicación del estatus social. Las villas regionalistas más grandes estaban provistas de una
entrada separada para los comerciantes que proporcionaba acceso directo a la cocina o el só-
tano. Las casas de campo de zonas de playa tenían a menudo una pequeña entrada que daba
acceso al sótano, donde un cuarto de baño bien equipado permitía asearse antes de entrar
en las habitaciones principales de la casa, “eliminando de las habitaciones todas las causas
de suciedad que procedían de la arena que se traía con las ropas mojadas”. En estos chalets,
Sézille pensó incluso en un sistema para echar la ropa sucia por un tubo que desembocara
directamente en un cesto del sótano.33

3. LA VIDA DIARIA

De algunos textos podemos deducir que este espacio doméstico regionalizado debía
fomentar las buenas costumbres de los habitantes. A veces esto podía tomar un tono con-
servador y nostálgico, por ejemplo, abogando por una división “tradicional” de tareas en-
tre varones y mujeres. En un largo artículo que apareció en 1926 en la revista ilustrada El
Mundo en Auto, que dedicaba suma atención a temas turísticos, el autor anónimo puso las
cocinas rurales tradicionales como ejemplos edificantes para los lectores. Ocho fotografías
de cocinas rurales de diferentes regiones españolas ofrecían una imagen de este “santuario
familiar”. El autor trazaba una imagen idealizada del pasado en la que cada uno conocía su
sitio y trabajaba sin quejarse. En estas cocinas “es donde tras el rudo trabajo cotidiano se re-
únen padres e hijos; allí, donde el abuelo... preside la familia; allí, donde la madre cuida o
amamanta a sus hijitos, sin abandonar por un momento la preparación de la comida para los
grandes”. Es obvio que el autor opinaba que una cocina acogedora, decorada conforme a las
tradiciones seculares regionales, estimularía la vida familiar y contribuiría de esta manera
a la rectitud moral de todos sus miembros en beneficio de la patria.34 Aunque no lo decía,
se podría intuir que el autor pensaba que la patria estaba amenazada por el internacionalis-
mo y el espíritu revolucionario del movimiento obrero –la memoria de la Revolución rusa
y el trienio bolchevique todavía estaba fresca– de aquel entonces.
Un mensaje muy parecido se puede extraer de la descripción de la sala de estar de una se-
gunda residencia magnífica diseñada por Riemerschmid cerca de Füssen, una pequeña ciudad
alpina al lado del palacio de Neuschwanstein:

Junto a la ventana hay una silla y un escritorio cómodos para el padre, en el mirador hay un pequeño
rincón de trabajo y conversación para la madre, a lo largo de otra ventana se extiende un diván alre-
dedor de una mesa grande... Una estufa enorme con azulejos de color oscuro incrementa la impresión
de un confort seguro... [La casa tenía una habitación de invierno, que] ... como un nido acogedor
está construida alrededor de la impresionante estufa... Esta habitación es realmente un rincón familiar
en el que uno se siente como una persona perfectamente protegida que observa y disfruta incluso con
tormentas y tempestades.35

“Un cottage sur une plage de l’océan”, La Vie à la Campagne, 4: 44 (1908) pp. 48-49; “Trois cottages aux envi-
rons de Paris”, Art et Décoration, 1910, pp. 25-31.
33
“Les villas et les jardins de Deauville”, La Vie à la Campagne, 12: 140 (1912), p. 56. Louis Sézille,
“Conception d’une grande villa à Cabourg”. M. P. Verneuil, “Type d’un spacieux et confortable cottage“, La
Vie à la Campagne, 5: 66 (1909) pp. 371-372.
34
“Cocinas rurales”, El Mundo en Auto, 16 (1925), pp. 193-196.
122 35
J. Popp, “Haus Schwalten von Richard Riemerschmid”, Dekorative Kunst, 17 (1913), pp. 8-9.
Richard Riemerschmid, “Haus Schwalten”, Dekorative Kunst (octubre 1913), p. 2. Una villa impresionante con
toques bávaros, miradores y contraventanas y a la derecha la pintoresca casa del conserje.

Richard Riemerschmid, “Haus Schwalten: plano de la planta baja”, Die Dekorative Kunst (Octubre
1913) p. 6. Al lado de la entrada se encuentran la cocina (Küche), la despensa y las estancias para los
criados (Dienstboten). El hall (Diele) era el centro de la casa. En la cita se describe de manera deta-
llada el salón de estar (Wohnzimmer), el mirador y el salón de invierno (Winterstube). 123
Richard Riemerschmid, “Haus Schwalten: Winterstübl”, Die Dekorative Kunst, (1913), p. 11. El
“nido acogedor” del salón de invierno, con el banco pegado a la estufa.

Muchos autores también se opusieron a la vida mundana de las ciudades o los gran-
des balnearios y estaciones termales de la época, como Niza, Carlsbad o San Sebastián.
Los chalets regionalistas se construyeron preferiblemente en pueblos para disfrutar de la
vida sencilla en el campo, la playa o la naturaleza. La ciudad, además, estaba asociada con
la anarquía, el abarrotamiento, el estrés y la degeneración, y una casa tranquila y el estre-
cho contacto con la naturaleza se consideraban un buen remedio para los nervios sobrecar-
gados del ser humano moderno. Una casa bien construida debía proteger a sus habitantes
del caos de la vida en una sociedad industrial.36

36
Hermann Muthesius, Das englische Haus, pp. 6, 219-220. Erich Willrich,“In partibus infidelium. Zu den
Arbeiten Albin Müllers”, Dekorative Kunst, 8 (1905), pp. 302-322. Emil Waldmann, ”Das Landhaus Friese in
Bremen”, Dekorative Kunst, xI (1908), pp. 185-186. Paul Schulze-Naumburg, ”Die Großstadtkrankheit”, Kunst-
124 wart, 7 (1906), pp. 569-577.
Muchos críticos coincidían en que los nuevos chalets regionalistas debían fomentar
tanto los valores rurales tradicionales como los más modernos de la clase media, y esta
combinación se podía plasmar sobre todo en segundas residencias y otros espacios con fi-
nes turísticos. Lo que los arquitectos propagaban no era una existencia de miras estrechas
guiada por la rutina y las convenciones sofocantes de la burguesía decimonónica en una
aglomeración industrial, sino una vida auténtica y una actitud que respetara la naturaleza y
las tradiciones. En muchos sentidos, los chalets y casas de campo regionalistas, erigidos
principalmente para intelectuales y profesionales de clase media alta, formaban parte de
un movimiento reformista más amplio que se podría definir con el concepto alemán de Le-
bensreform. Los arquitectos regionalistas compartían una nueva apreciación de la natura-
leza, un deseo de autenticidad y creatividad y la revaloración de las tradiciones populares
con diversos movimientos como el excursionismo (su aprecio por la naturaleza y el patri-
monio cultural del campo), el reformismo educativo (educar a los niños de manera más
natural, recurriendo a ejercicios prácticos, deporte, excursiones, haciendo énfasis en el jue-
go y el bienestar psíquico del niño, como también se empezó a hacer en colonias de vaca-
ciones), el vegetarianismo (una comida sana y natural, sin dañar a otros seres vivos), el
esoterismo (muchos estaban interesados en espiritismo, bailes experimentales o religiones
orientales) y fundirse con la naturaleza (llevar ropa más libre, tomar una sauna o un baño
de sol, e incluso el nudismo).37
Este anhelo por una vida más auténtica, en comunicación directa con la naturaleza y
libre de las convenciones rígidas de la ciudad, también fue uno de los grandes motores de-
trás del rápido crecimiento del turismo en esta época. El tren, la bicicleta y después los au-
tomóviles facilitaron el acceso al campo y las zonas alejadas, mientras que la gente, sobre
todo de clase media, disponía de más tiempo libre e incluso vacaciones pagadas. Nuevas
actividades como hacer excursiones a pueblos antiguos y paisajes espectaculares, acampar
y tomar el sol en la playa fueron ganando rápidamente popularidad y estimulaban la cons-
trucción de una infraestructura turística de restaurantes, hoteles y viviendas estivales. Mu-
chos de estos edificios se construyeron en el nuevo estilo regionalista para aumentar el
atractivo y el carácter específico de la zona. También se fomentó un sentimiento de liber-
tad practicando uno de los nuevos deportes como el excursionismo, la natación, el ciclis-
mo, el alpinismo o el esquí. Estas actividades también las practicaban muchas mujeres, fo-
mentando así su emancipación.38

CONCLUSIóN

Los arquitectos regionalistas querían moldear las prácticas del trabajo, el uso de los
espacios y la vida diaria siguiendo sus ideas reformistas. Uno de sus objetivos principales
era sustituir el trabajo anónimo de los obreros industriales por la labor honesta del artesano,
tanto para combatir los excesos del capitalismo como para evitar una revolución obrera. No
solo integraron tradiciones artesanales en sus diseños, tanto de las casas como de los inte-
riores, sino que también se preocuparon por la suerte de los artesanos, mejorando su ins-
trucción, la calidad de sus productos, sus condiciones de trabajo e incluso sus condiciones

37
Kai Buchholz (coord.), Lebensreform: Entwürfe zur Neugestaltung von Leben und Kunst um 1900, Haü-
ser, Darmstadt, 2001. Barbara Miller Lane, National Romanticism. François Loyer y Bernard Toulier (coords.),
Le Régionalisme, Eric Storm, The Culture of Regionalism.
38
Catherine Bertho Lavenir, La roue et le stylo. Comment nous sommes devenus touristes, Odile Jacob, Paris,
1999, pp. 63-363. Orvar Löfgren, On Holiday: A History of Vacationing, University of California Press, Berkeley,
1999, pp. 1-155. Eric G. E. Zuelow, A History of Modern Tourism, Palgrave, Basingstoke, 2016, pp. 91-149. 125
de vida. Esto no dependía del tipo de encargo, ya que en este sentido el trabajo en los edi-
ficios regionalistas de las zonas turísticas no se distinguía fundamentalmente de las labo-
res artesanales en otros proyectos. En cuanto a las prácticas en el uso de espacios hemos
encontrado algunas provisiones específicas relacionadas con el turismo, por ejemplo, para
evitar que la arena de la playa entrara en la casa. Sin embargo, el afán de insertar el edificio
en su entorno natural, protegerlo contra los elementos y proporcionar vistas y aperturas hacia
el paisaje circundante –que eran principios básicos de la arquitectura regionalista– deter-
minaban aún más el diseño e indirectamente también los usos de los espacios en zonas turís-
ticas. La relación con el turismo también fue evidente en el impacto de la arquitectura re-
gionalista en la vida diaria. Los arquitectos querían fomentar la intimidad de la vida
familiar, una vida auténtica y libre en contacto con la naturaleza y las sanas tradiciones an-
cestrales, lejos del estrés de la gran ciudad. Esto se podría plasmar de maneras muy diversas,
como en las actividades al aire libre, en una vida libre de las convenciones estrictas, en el so-
siego que daba la naturaleza, en el hogar como el símbolo de una sociedad ordenada o en el
enraizamiento en el terruño de la patria.
Como hemos visto, los arquitectos regionalistas fueron muy críticos con el mundo in-
dustrializado del siglo xIx, con la explotación de la clase obrera, las aglomeraciones urba-
nas hacinadas, una cultura cosmopolita superficial y sus normas asfixiantes. Anhelaban
una vida más auténtica y se pusieron manos a la obra para reformar la sociedad mediante
sus construcciones y los espacios domésticos vacacionales. Sin embargo, su visión pater-
nalista de una sociedad ordenada donde las clases bajas (y las mujeres) todavía conocían
cuál era su lugar, no sobreviviría a la llegada de la sociedad de masas. Aunque no hemos
podido ofrecer una perspectiva desde abajo, a través de nuestro análisis de las tres prácti-
cas nos hemos acercado a la significación concreta de la vida diaria en los espacios diseña-
dos por los arquitectos regionalistas.
Finalmente, podemos concluir que en sus proyectos encontramos dos tendencias que
con la distancia del tiempo parecen contradictorias, pero que en el fondo eran dos caras de
la misma moneda. Una tendencia nostálgica, que utilizaba tradiciones constructivas regio-
nales, estimulaba el trabajo artesanal, fomentaba una vida familiar con una clara división de
géneros, un fuerte aprecio por el patrimonio vernáculo y un deseo de reforzar las identida-
des regionales para así fortalecer los sentimientos patrióticos, no solo de los clientes adi-
nerados, sino también de los obreros. Por otro lado, encontramos una tendencia reformista
y liberal, aunque de claros matices paternalistas. Los arquitectos regionalistas querían fo-
mentar la cooperación entre artistas y artesanos, mejorar la situación de los obreros, darles
un trabajo digno, una mejor educación, un salario decente y si fuera posible incluso una
vivienda agradable en un entorno saludable. Además, eran partícipes de un nuevo aprecio
por la naturaleza y la vida al aire libre, por los deportes y las vacaciones, por una casa hecha
a medida de sus habitantes con un jardín y espacios verdes, alejada del ambiente insalubre
e inmoral de la gran ciudad. Pero una vida libre y auténtica en consonancia con la natura-
leza también quería decir una existencia enraizada en una parcela de tierra específica, res-
petando sus tradiciones ancestrales (reinventadas). Parece que esto significaba que las cla-
ses populares tenían que quedarse en su tierra natal, adoptando sus tradiciones vernáculas,
mientras que la clase media alta a la que pertenecían los arquitectos regionalistas podía
viajar y desplazarse libremente para vivir en un ensanche con espacios verdes a las afueras
de una gran ciudad o en un sitio idílico donde podían construir una casa de campo pinto-
resca con vistas espléndidas. Sin embargo, muchos de estos arquitectos también colaboraron
en la construcción de ciudades jardín que en principio tenían como uno de sus objetivos mez-
clar las diversas clases sociales, creando una comunidad armoniosa y evitando así la lucha
de clases. Las ciudades jardín también florecieron después de la Primera Guerra Mundial,
126 pero para economizar los arquitectos empezaron a aplicar la producción en serie, utilizando
materiales baratos como acero y hormigón, por lo que el regionalismo dejó ser el estilo pre-
ferido para estas urbanizaciones.39
¿Cómo tenemos que valorar los esfuerzos de estos arquitectos? Tuvieron mucho éxito
en lo que respecta a su deseo de mejorar la calidad del trabajo artesanal. Aunque no tene-
mos datos sobre las circunstancias laborales concretas, en sus construcciones empleaban
mucho trabajo manual que exigía artesanos diestros. El inconveniente era que los costes del
trabajo y los materiales naturales que utilizaban eran elevados, por lo que sobre todo a par-
tir de los años veinte las casas regionalistas se convirtieron en un lujo asequible solo para
unos pocos afortunados, traicionando así la vocación igualitaria de muchos arquitectos. Una
alternativa sería emplear materiales más baratos, como acero y hormigón, o utilizar elemen-
tos prefabricados, pero esto traicionaría sus ideales de una arquitectura auténtica, creada por
un trabajo artesanal honesto. Sin embargo, en una versión menos dogmática –y a veces con
un toque más festivo y folclórico– sobrevivía en el sector turístico, donde su imagen reco-
nocible y pintoresca servía para atraer a los turistas, tanto veraneantes como visitantes.
En cuanto al uso del espacio, sus casas construidas a la medida del cliente, adaptadas
a su emplazamiento y entorno natural, valorando los espacios verdes y respetando la natu-
raleza existente, fueron muy apreciadas por la gran mayoría de los usuarios de sus cons-
trucciones. Y esto se manifiesta nuevamente sobre todo después de los estragos que hizo
el modernismo en los años cincuenta, sesenta y setenta tanto en la arquitectura como en la
planificación urbana. El regionalismo crítico de los años ochenta, aunque partiendo de una
base ideológica muy diferente, recoge muchos de los valores de la arquitectura regionalista
de principios del siglo xx.
El aprecio por las identidades regionales y su patrimonio vernáculo también ha tenido
mucho eco y no ha desaparecido desde entonces. Los diversos regímenes autoritarios y
fascistas, como el de Franco, lo tomaron muy en serio –sobre todo en sus aspectos más
folclóricos y tradicionalistas–, pero ha sobrevivido en una forma menos pesada, más rela-
cionada con el ocio, el entretenimiento y el turismo hasta nuestro tiempo.40 El afán por la
libertad y una vida más auténtica en consonancia con la naturaleza, la vida al aire libre y el
deporte ha sido compartido por muchos y no ha hecho sino aumentar desde entonces. Fi-
nalmente, podemos concluir que, en cuanto a prácticas asociadas con el trabajo, los espacios
y la vida diaria, la influencia a largo plazo de la arquitectura regionalista ha sido conside-
rable, aunque a menudo es complicado distinguirla del impacto de otras corrientes refor-
mistas similares.

39
Eric Storm, The Culture of Regionalism, pp. 111-114, 144-153.
40
Véase por ejemplo Maribell Rosselló, “Cases d’estiueig a les Illes Balaers. Miratges turístics de l’arqui-
tectura tradicional”, en Antoni Vives Riera y Francesc Vicens Vidal (coords.), Cultura turística i identitats múl-
tiples a les Illes Balears. Passat i present, Afers, Barcelona, 2021, pp. 137-167. 127
Arquitectura regionalista, turismo y el anhelo de una vida más auténtica, 1890-1940.
Una perspectiva europea

Regionalist architecture, tourism and the yearning for a more authentic life, 1890-1940.
A European perspective

ERIC STORM
Universidad de Leiden

Resumen
La arquitectura regionalista fue una moda internacional de la primera mitad del siglo xx que se hizo muy
popular en zonas turísticas. Los defensores del regionalismo querían una arquitectura más auténtica, una
vida familiar sencilla en contacto con la naturaleza y la adopción de tradiciones artesanales. Esto se po-
dría expresar de una forma nostálgica, exaltando los valores y el patrimonio del campo. Otros propagaban
una versión más reformista: higiene moderna, aire y luz, honestidad constructiva e igualdad social. Ba-
sándonos en la prensa especializada de la época, analizamos tres tipos de prácticas relacionadas directa-
mente con la arquitectura regionalista: el trabajo, el uso del espacio y la vida cotidiana.
Palabras clave: Arquitectura regionalista, turismo, trabajo artesanal, patrimonio regional, vida cotidiana.

Abstract
Regionalist architecture was an international trend during the first half of the twentieth century, and was
particularly popular in tourist areas. The propagandists of regionalism wanted a more authentic building
style, a simple family life in close contact with nature and the adoption of artisanal traditions. This could
express itself in a nostalgic version, exalting the values and patrimony of the countryside. Others propa-
gated a more reformist version: modern hygiene, air and light, constructive honesty and social equality.
Based on the specialized press of the time three types of practices related to architectural regionalism will
be analyzed: work, the use of space and daily life.
Keywords: Regionalist architecture, tourism, artisanal work, regional patrimony, everyday life.

Eric Storm
Profesor de historia europea en la Universidad de Leiden (Países Bajos). Es especialista en la historia cul-
tural española del siglo xIx y xx y sus investigaciones se centran últimamente en la construcción de iden-
tidades regionales y nacionales desde una perspectiva comparativa. Recientemente ha editado con xosé
Manoel Núñez Seixas Regionalism and Modern Europe (Bloomsbury 2019), con Stefan Berger Writing the
History of Nationalism (Bloomsbury 2019) y con Joep Leerssen World Fairs and the Global Moulding of
National Identities (Brill 2021). Actualmente está terminando A World History of Nationalism, que será
publicado por Princeton University Press.

Cómo citar este artículo:


Eric Storm, “Arquitectura regionalista, turismo y el anhelo de una vida más auténtica, 1890-1940. Una pers-
pectiva europea”, Historia Social, núm. 107, 2023, pp. 111-128.

Eric Storm, “Arquitectura regionalista, turismo y el anhelo de una vida más auténtica, 1890-1940. Una pers-
pectiva europea”, Historia Social, 107 (2023), pp. 111-128.

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LA ARQUITECTURA CONTEMPORÁNEA
DE ALTA MONTAÑA DESTINADA A USOS
TURÍSTICOS. LOS ALPES COMO FUENTE
DE INSPIRACIÓN PAISAJÍSTICA Y
ARQUITECTÓNICA TRANSNACIONAL
(1880-1950)1
Joaquim M. Puigvert Solà

EL influyente historiador del arte catalán Alexandre Cirici Pellicer (1914-1983), al estu-
diar la arquitectura contemporánea del pueblo pirenaico de Queralbs, observó que Miquel
Albareda, un destacado y viajado esquiador en la década de 1940-50, compró y reformó
distintas casas de la población para adaptarlas para la temporada de esquí y de veraneo si-
guiendo modelos de la arquitectura “tradicional” de los Alpes: “la força [de estas innova-
ciones arquitectónicas] rau en la imaginació romàntica dels estiuejants d’estil esquiador,
molt sensibles a la idea mítica de fer de Catalunya, una Suïssa o un Tirol i, dels Pirineus,
uns Alps” (Cirici, 1985: 246).2 El brillante e intuitivo análisis de Cirici nos sugiere una serie
de interrogantes a sabiendas de que el problema que describe es, en rigor, extensible al con-
junto del Pirineo catalán y a otras cadenas montañosas del mundo a partir de los nuevos
usos sociales de la montaña: ¿Cuáles fueron los inicios del “descubrimiento” de los Alpes
que los convirtieron en modelo universal para interpretar los paisajes de alta montaña?
¿Por qué vías la arquitectura alpina pasó a ser paradigma y modelo transnacional? ¿Qué ti-
pologías arquitectónicas dieron respuestas a las nuevas demandas sociales y cuáles fueron
las más receptivas a los modelos alpinos? ¿Hasta qué punto los modelos arquitectónicos
alpinos internacionales hibridaron con referentes locales y regionales y contribuyeron a la
regionalización y/o nacionalización de determinados paisajes?
Para dar respuesta a estos interrogantes nos proponemos realizar un ejercicio de his-
toria comparada entre el Pirineo catalán, los Alpes suizos, franceses e italianos (especialmen-
te Valle de Aosta) y la Patagonia argentina, abrazando un arco cronológico que va del últi-
mo cuarto del siglo xIx a 1950. Para ello, con enfoques procedentes de la historia social y
cultural, se tendrán en cuenta distintos campos historiográficos vinculados a la historia de
la arquitectura, del turismo, del paisaje y de la creación de las identidades regionales y na-

1
Este artículo se ha realizado en el marco de los proyectos de investigación “Mundos de trabajo en transi-
ción (1750-1930), Cualificación, movilidad y desigualdades” (HAR 2017-84030-P) y “La democracia y sus
enemigos (1918-1931): España, la primera posguerra, la dictadura de Primo de Rivera y sus articulaciones con
Italia, Portugal y Argentina” (PID2020-112800GB-C22) financiados por el MINECO.
2
Para contextualizar este análisis de Cirici dentro de su trayectoria intelectual de historiador del arte con
una mirada globalizadora de inspiración sociológica y antropológica es imprescindible la biografía intelectual
de Narcís Selles (2007).

Historia Social, n.º 107, 2023, pp. 129-143. 129


cionales. En este último aspecto se aplicará la perspectiva de la historia comparada y trans-
nacional a partir del paradigma teórico constructivista de los hechos regionales y nacionales,
a la manera de Anne M. Thiesse (2010 y 2014) y de Eric Storm (2010 y 2019).

LOS ALPES: PARADIGMA uNIVERSAL

Desde hace ya dos siglos, los Alpes se han convertido, tal como dice Marina Frolova
(2002: 7-8), en “un verdadero arquetipo de montaña”, a partir del cual se describen e inter-
pretan los paisajes de montaña del mundo, a riesgo de dificultar el reconocimiento de la gran
diversidad y pluralidad de los distintos medios montañosos. Son como mínimo cuatro las
razones que han contribuido a ello: el descubrimiento científico de los Alpes en el siglo xVIII
por parte de geólogos, botánicos y naturalistas;3 la nueva valoración estética de la alta mon-
taña, que dejó de considerarse territorio hostil, peligroso, áspero e improductivo para pasar
a ser sinónimo de paisaje bello y sublime a partir de la nueva conceptualización de Burke
(A Philosophical Enquiry into the Origen of our ideas of the Sublime, 1757) y de Kant (Kritik
der reinen Vernunft, 1781), que fue incorporada en la mirada de las primeras generaciones
románticas y en todos los movimientos neorrománticos de finales del siglo xIx hasta hoy;4
el hecho que, desde el siglo xVIII, en el itinerario del Grand Tour, cada vez más Suiza y los
Alpes eran ruta obligada para las élites que lo practicaban (Boyer, 2000; Tissot, 2000; Bri-
lli, 2010; Miralpeix, 2022); y el nacimiento del turismo de alta montaña relacionado con
los viajes, el veraneo, el alpinismo y sus centros de sociabilidad y los deportes de nieve, que
convirtieron los Alpes en “la première montagne touristique du monde” (Knafou, 1994:
47). En definitiva, fueron variadas las razones por las que los Alpes, en palabras de Martí-
nez de Pisón, nutrieron culturalmente a otras montañas “con manifestaciones de variedad
regional” (Martínez de Pisón, 2015: 83).
Son infinidad los paisajes de alta montaña mundiales que han sido comparados con los
Alpes. La toponimia da cuenta de ello, no por casualidad a las montañas más notables de
Oceanía se les ha dado el nombre de Alpes neozelandeses o Alpes del Sur (Couzy-Ségog-
ne, 1967: 158), de la misma manera que se habla de los Alpes australianos, los Alpes japone-
ses, o escandinavos (Débarbieux, 1997).
La publicidad turística desde finales del siglo xIx para promocionar determinados en-
claves y paisajes de los Pirineos, del Prepirineo y del norte de la Península Ibérica los com-
paró de un modo bastante sistemático con Suiza. Son, claro está, las otras Suizas. Emma-
nuel Brousse, por ejemplo, en su libro Pyrénées inconnues. La Cerdagne française (1896),
decía: “En été, c’est le pays le plus charmant qui’il soit, méritant à juste titre le nom qui
lui a été souvent donné de Suisse française” (Brousse, 2002: VII). En Cataluña, en las cuatro
primeras décadas del siglo xx, los entornos de villas como Olot, Sant Hilari Sacalm y Ri-
bes de Freser, o la comarca de Arán, entre muchos otros lugares, se autopresentaron como
las suizas catalanas como reclamo y (casi) como marca turística;5 y en España, en 1918,
los primeros parques nacionales de Covadonga y Valle de Ordesa coincidieron, no por ca-
sualidad, con paisajes de montaña norteños que podían ser objeto de comparación con Suiza,
tal como indicó Josefina Gómez Mendoza (1999: 140). En Portugal sería el territorio del

3
Véase Guiton (1942), Grand-Carteret (1983), Joutard (1986), Délaloye (1998), Martínez de Pisón (2014,
2015, 2017) y Maderuelo (2020: 480-488).
4
Joutard (1986), Roger (2013: 94-106), Tuan (2015: 56-64) y Thomas (2021: 153-191). Buenas síntesis de
la concepción romántica del paisaje se pueden encontrar en Argullol (2006), Bodei (2011), Budd (2014) y Pas-
tor (2021).
130 5
Véase Nogué (1985) y Roma (2004: 217-223).
Parque Nacional de Peneda-Gerês el que ya a inicios del siglo xx sería interpretado en clave
alpina y presentado en el futuro como la “Suiza portuguesa” (Paül-Trillo, 2019: 132).
La comparación con Suiza penetró más allá de los círculos relacionados con el turismo
y fue muy pronto interiorizada por ingenieros y arquitectos, que proyectaron la moderniza-
ción de determinados enclaves montañosos y su adaptación a los nuevos usos turísticos y
deportivos, contribuyendo, por decirlo a la manera de Alain Roger, a la “artealización” in
situ del paisaje y a su “alpinización” a través de la arquitectura (Puigvert, 2007).6 Así, el
ingeniero Joan Matabosch y el arquitecto Bernat Pejoan justificaron en 1918 la moderni-
zación del santuario pirenaico de Núria (situado a 2.000 metros de altitud en los Pirineos
Orientales) con la construcción de un hotel, chalés y un medio de transporte moderno re-
curriendo al ejemplo suizo. Así las cosas, podemos leer en su memoria justificativa: “De po-
cos lugares puede decirse como de Núria que la sublimidad de lo infinito quede entre sus
montañas... viene a ser al llevar a la práctica los proyectos que se indican, como trasladar la
visión de Suiza a los Pirineos” (Puigvert, 2008: 107, 2014 y 2015).
En la Patagonia argentina, en el Parque Nacional Nahuel Huapi, creado en 1934, tam-
bién se produjo una comparación del todo similar. La intencionalidad de la creación de
este Parque, como era el caso en otros parques nacionales, no era solamente de carácter
conservacionista, sino también de carácter patriótico nacionalista en la medida que los Es-
tados nación desarrollaron procesos de nacionalización de determinados paisajes naturales
de sus territorios con alta potencialidad simbólica, política y turística; por decirlo a la mane-
ra de Henri Lefebvre (2000: xI-xII) la naturaleza puede ser estratégicamente politizada.7
Su origen está en la cesión en 1902 al Estado argentino de miles de hectáreas por parte del
naturalista y director del Museo de Ciencias Naturales de La Plata, el perito Francisco P.
Moreno (1852-1919) con la condición de que se dedicaran a Parque Nacional, siguiendo el
modelo pionero norteamericano de Yellowstone; posesiones que previamente le habían
sido otorgadas por su tarea de relevamiento de la zona con fines científicos y políticos, co-
laborando con la Conquista del “Desierto” (1878-1884), la campaña que desarrolló el ejér-
cito argentino en contra de los pueblos indígenas patagónicos (Livon-Grosman, 2003:
130-139; Blengino, 2005). Para Exequiel Bustillo, director de Parques Nacionales Argen-
tinos durante el periodo 1934-1944, no se trataba sólo de contribuir a nacionalizar, argenti-
nizar y “deschilenizar” el territorio andino sino de hacer de la villa de Bariloche (la desti-
nada a ser la capital del nuevo Parque Nacional), “una ciudad de rasgos típicos, con cierta
gracia arquitectónica y con algo de europeo. una de esas pintorescas ciudades de montaña
que son [concluía] el encanto de Suiza y del Tirol” (Bustillo, 1988: 201).8

EL CHALé SuIzO: LA DIFuSIóN DE uN MODELO ARQuITECTóNICO

Tal como indicó Jacques Gubler en su influyente y seminal libro Nationalisme et in-
ternationalisme dans l’architecture moderne de la Suisse (1.a ed. 1975) en la segunda mi-
tad del siglo xIx, el estilo suizo (especialmente representado en el chalé como arquetipo,

6
Según Roger (2013: 15-35) hay que considerar una doble artealización de la naturaleza y el paisaje: la
primera, es directa y adherente (in situ); la segunda, es indirecta y móvil (in visu), es fruto de la mirada de los
artistas, poetas y escritores que han condicionado las percepciones posteriores.
7
Sobre la creación de los parques nacionales en España con perspectiva comparada a nivel internacional
véase Santos Casado (2010) y Nogué (2006); su motivación turística en Sánchez y García (2018). Referencias
generales en Thiesse (2010).
8
Para el contexto sociopolítico de su creación, véase Bandieri (2009: 257-318). Recientemente Gonzalo
Ezequiel Barrios (2021) ha puesto de relieve la necesidad de matizar el papel “principal” de Exequiel Bustillo
en el proyecto de europeización de Bariloche como destino turístico a partir de modelos suizos en la medida que
existían proyectos anteriores. 131
Entrada principal del Village Suisse de la Exposición Nacional de Ginebra de 1896 (Fuente: Crettaz y Michaelis-
Germanier, 1984: 103).

máxima expresión del Heitmatstil y de “lieux de memoire helvétique”) se internacionalizó


y exportó a partir de las exposiciones nacionales e internacionales. En efecto, de manera
especial fueron las exposiciones nacionales e internacionales de Ginebra de 1896 y de To-
rino de 1911 las principales vías de difusión del modelo a partir de la construcción respec-
tivamente del Village Suisse y del Villaggio Alpino.9 En el primer caso se construyeron 56
chalés, 3 granjas, una iglesia y 18 mazots, bajo el asesoramiento de arquitectos (de manera
especial de Paul Bovier); mayoritariamente se trataba de nuevas construcciones inspiradas
en los catálogos existentes sobre arquitectura tradicional suiza y repertorios gráficos. En
otros casos se llegaron a trasladar desde sus lugares de origen previa llamada a la colabo-
ración de los cantones (Crettaz y Michaelis-Germanier, 1982-1983: 80). El objetivo de
todo ello era recrear un village con vida, con campesinos y artesanos alterizados e ideali-
zados, con paisajes recreados con su monte, pastos, vacas y cascada de agua, recreando la
parecida “autenticidad” y “escenografía” de los primeros museos etnográficos al aire libre
del norte de Europa, el Skansen en Estocolmo (1891) o el Seurassaren de Helsinki (1909).10
Los villages alpinos y sus sugerentes performances eran “espresione metonímica di un pa-
esaggio que si vuole morale”, además de una expresión de “una sorta di esotismo próximo,
símbolo di un territorio paradossalmente sconosciuto sebbene collocato nel cuore delle vec-
chio continente” (De Rossi-Dini, 2012: 16). A través de los villages se daba una visión del

19
Véase Gubler (1988: 27-35), Crettaz y Michaelis-Germanier (1982-1983: 178), Lévy (1999) y De Rossi
(2005: 31). Para la creación del Village Alpino fue importante la participación del Club Alpino Italiano, el cual ya
había participado en la Exposición Internacional de Torino de 1884 y la construcción de su Borgo Medievale.
La Sede del CAI en esta exposición se inspiraba en la arquitectura tradicional de los valles alpinos (Caramiello
y Carpignano, 2011: 183).
10
Lowenthal (1998), Capel (2014: 124-127), Corsane (2005) y http://www.euro-1-guide.com/See_Type/
132 Open_Air_1.htm
todo alterizada y “exótica” en clave positiva, sumamente idealizada, del mundo rural y mon-
tañés (Williams, 2001; Hall, 1997; Vives, 2009) reflejo de una mentalidad romántica y neo-
colonial en el corazón mismo del “viejo continente” (Nash y Torres, 2009; Nash, 2019: 21).

TIPOLOGíAS ARQuITECTóNICAS

Las nuevas demandas turísticas y deportivas sobre la alta montaña comportaron, ade-
más de la mejora de caminos y carreteras y la apertura de sendas líneas ferroviarias, trenes
cremallera y funiculares, la necesidad de incrementar la construcción de tipologías arqui-
tectónicas pensadas para el viajero, el turista y los alpinistas, a saber: hoteles, villas-chalés
de veraneo, albergues/refugios y estaciones de trenes.
Los primeros grandes hoteles o palaces de alta montaña se construyeron en Suiza;
destinados a una clientela de alto poder adquisitivo, se localizaron en sitios con grandes
perspectivas paisajísticas. Pero su estilo (resuelto en lenguaje neoclásico, barroco o ecléc-
tico) no se diferenciaba de los grandes hoteles urbanos del siglo xIx de las grandes capita-
les europeas. Sus grandes moles de varios pisos a gran escala que irrumpían en el paisaje
pronto fueron motivo de severas críticas.
Así las cosas, en 1847 en Suiza, en Rigi-Kulm (1.797 m) se construyó el primer hotel
bélvédère de altitud; en 1857 un segundo hotel. Y en 1871, en el mismo lugar, el primer
tren cremallera turístico de Europa (Giudici, 2000: 365), siguiendo el modelo del tren cre-
mallera de la montaña americana de Washington (inaugurado en 1866); no en balde, tal
como comentó élisée Reclus en Histoire d’une montagne (1880), en la gran obra “d’amé-
nagement de la nature” los suizos siguieron a los americanos (Reclus, 2017: 418).11
Tal como hemos comentado, pronto surgieron voces críticas sobre el impacto de los
grandes hoteles en el paisaje; la misma guía Baedeker en 1859 ya se lamentaba de que las
nuevas construcciones habían perjudicado las vistas panorámicas (Giudici, 2000: 364).
Pero las críticas más sistemáticas y argumentadas llegarían a partir de la creación en Berna
en 1905 de la Ligue pour la conservation de la Suisse pittoresque, entidad que, inspirándo-
se en las heitmatschutz alemanas, tenía entre sus principales objetivos el proteger las belle-
zas naturales del paisaje “contre tout enlaidissement et toute exploitation spéculatrice” y
proteger y mantener en buen estado las casas de estilo tradicional (Bundi, 2005: 11).12 Desde
estos objetivos la entidad, preocupada por la desfiguración paisajística producida por el tu-
rismo, contribuyó a crear un estado de opinión pública.
Más allá de las críticas surgidas desde Suiza a la arquitectura de los hoteles lujosos,
se puede constatar la existencia de una larga tradición de pensamiento conservacionista de
base romántica que ponía en entredicho determinados impactos paisajísticos del turismo en
Suiza, bien representada, entre otros, por Jules Michelet, Ruskin y Elisée Reclus.13 Este úl-
timo afirmó en 1880, por ejemplo, que el progreso en Suiza podía conllevar “les abús co-
rrespondants”, y hacía necesaria una “ordonnance générale des paysages” para evitar el
afeamiento del paisaje (Réclus, 2017: 423). La actitud crítica con respecto a determinados
impactos paisajísticos no se limitó al mundo de los artistas, intelectuales y escritores, sino
que también fue compartida por excursionistas. Así, por ejemplo, el destacado y cosmopo-
lita excursionista catalán Cèsar August Torras ya en 1888 habló del “faust rídicol e inmoral
dels grandiosos hotels de la muntanya de Suïssa i Savoia. Davant aquella naturalesa tan gran,

11
Véase Vicente (1983: 35-118).
12
Sobre la influencia de las heitmatschutz alemanas en la Cataluña de las dos primeras décadas del siglo xx
es imprescindible la consulta de la tesis doctoral de Ramon Graus (2011).
13
Giudici (2000: 367), Engel y Vallot (2006: 158), Martínez de Pisón (2017: 120-121). 133
aquests hotels són una verdadera profanació”.14 En los Pirineos franceses este modelo de
gran hotel también tendría su correlato en el Gran Hotel de Font Romeu (1914) en la Cer-
daña francesa y en el Superbagnères de Luchon (1922) (De Barros, 1999: 410). La crítica
a los hoteles de la belle époque se complementaba con visiones críticas de la banalidad de
la vida social de los turistas de los grandes centros turísticos de los Alpes, que se contrastaba
con la de los apasionados y “auténticos” alpinistas que conquistaban las grandes cimas.
Josep M. Guilera en su Excursions pels Pirineus i els Alps (1927) contrasta los turistas de
Chamonix con los alpinistas. Los primeros se concentraban sin demostrar demasiado inte-
rés por las montañas “en el fons de les valls i s’entreté [nen] davant les parades del firal”;
los segundos siempre con la impaciencia y el noble deseo de subir a “la muntanya més alta
o a l’agulla més esbelta” (Guilera, 1927: 143-145).

LA ARQuITECTuRA TuRíSTICA REGIONALISTA

Las críticas a los lujosos, grandes e impactantes hoteles de alta montaña estimularía a los
arquitectos a encontrar en el regionalismo arquitectónico el principal paradigma para dar
respuesta a esta nueva sensibilidad más paisajística.15 El regionalismo arquitectónico se di-
fundió especialmente durante las cuatro primeras décadas del siglo xx y podía estar vincu-
lado (o no) a los regionalismos políticos y a los nacionalismos de Estado o los alternativos
a él. Las premisas de esta tendencia arquitectónica que podían resultar especialmente útiles
para ser aplicadas a la arquitectura con fines turísticos eran múltiples: tener en cuenta el
genius loci del espacio regional escogido para construir;16 inspirarse en la arquitectura ver-
nacular y tradicional, reinterpretándola y modernizándola; utilizar, en la medida de lo posi-
ble, materiales de construcción de proximidad (piedras, maderas) como principal estrategia
para adaptarse al clima y armonizar con el entorno paisajístico, siguiendo la recomendación
de la geografía humana posibilista de los discípulos de Vidal de La Blache que ya habían
destacado en sus estudios sobre la tradicional adecuación de las casas del mundo rural a su
medio geográfico.17 Tal como ha afirmado Storm, el regionalismo, lejos de ser una tendencia
arquitectónica tradicional y reaccionaria, fue, de facto, moderna en la medida que era fruto
de la crítica a los decimonónicos eclecticismos y a la necesidad de superar las influencias
estilísticas pretéritas priorizando ajustarse al wolksgeist concreto de una región, pero sin
servilismos con respecto a la arquitectura vernacular. Este tipo de arquitectura –afirma
Storm– siguió siendo especialmente popular en el campo de las exposiciones y el turismo,
ya que “podía ofrecer a la población una sensación de hogar, reforzar las identidades regio-
nales y nacionales o proporcionar una imagen conveniente de autenticidad y tradición a res-
taurantes, hoteles y fabricantes de productos artesanales” (Storm, 2019: 297). En definitiva,
la arquitectura para usos turísticos debía responder a las expectativas del turista y viajero
siempre deseoso de encontrar una alteridad paisajística y arquitectónica posiblemente más
escenográfica que “auténtica”, en expresión de Dean MacCannell (2003: 121-143).18 La ar-
quitectura turística podía contribuir a ello actuando a modo de museos etnográficos que in-

14
Véase Iglesies (1983: 87).
15
Sobre regionalismo arquitectónico véase, Vigato (1994), Loyer y Toulier (2001), Canizaro (2007),
Puigvert (2008) y Storm (2010 y 2019).
16
El arquitecto Otto Wagner en 1895 ya recomendaba a los jóvenes arquitectos que se esforzaran en ex-
presar el genius loci de los lugares donde trabajaban aprovechando las características del terreno y de su fondo
paisajístico (Wagner, 1993: 68-73).
17
Para una visión actualizada de la geografía humana de montaña de la escuela de Vidal de La Blache, véase
Josep Oliveras (2020).
134 18
Parecidos análisis se pueden encontrar en Medina Lasansky y Mclaren (2006) y Mclaren (2006).
vitaban –si aplicamos el análisis de Henri Lefebvre referente a los monumentos– a “experi-
mentar” físicamente la cultura local autóctona, repleta de “autenticidad”.19
Las estaciones de trenes eran tipologías arquitectónicas con alto poder simbólico. No
era, pues, casualidad que fuesen los primeros edificios que podía ver un alpinista o turista
al llegar a un determinado valle de alta montaña (Puigvert, 2011b). Por ejemplo, Antonio
De Rossi ha destacado la importancia de la estación construida entre 1913 y 1916 en Ce-
res, en la línea ferroviaria Torino-Ceres, siguiendo el modelo de chalé alpino y que “fun-
ciona anche da logo pubblicitario per la compagnia propietarias della strada ferrata” (De
Rossi, 2005: 21-23).20
Sin duda, los refugios y albergues destinados a alpinistas y excursionistas situados en
cotas altas de los Alpes y los Pirineos fueron las tipologías arquitectónicas más propensas
a ser canónicamente regionalistas. En los Alpes, la red de refugios y albergues pronto fue
muy considerable y se desarrolló en paralelo a la institucionalización de las corporaciones
de guías y portadores y de las sociedades turísticas, y a la creación de los correspondientes
reglamentos y tarifas. En palabras de Marc Boyer referentes a Chamonix, “la transforma-
tion des paysans en guides et des auberges en hôtels est le trait le plus visible de cette mu-
tation” (Boyer, 2000: 165).21 Así, por ejemplo, a través del folleto Guides et porteurs, pu-
blicado por la Société des Touristes du Dauphiné (editado por primera vez en 1885), se
relacionan un total de 43, de los cuales 27 corresponden a refugios, 6 a chalés, 6 a chalés-
hotel, 3 a maison forestière y 1 a petit auberge.22 Los clasificados como chalés-hoteles, sin
dejar de ser albergues-refugios por los servicios que ofrecían y por su mayor confort, aña-
dían la palabra hotel a la de chalé. Algunos de ellos eran promovidos por sociedades alpi-
nistas o eran sucursales de hoteles (por ejemplo, el Chalet-Hôtel d’Ailefroide, situado a
1.500 metros de altitud).23
El modelo de chalé-hotel respondía a la necesidad de ofrecer alojamiento confortable
en enclaves estratégicos desde los que se pudiesen practicar los deportes de la nieve o as-
cender o escalar a las más altas cumbres. Se buscaban la funcionalidad y el confort, pero
sin demasiados lujos. Los principios del regionalismo arquitectónico resultaban más que
apropiados para dar respuesta a estas demandas y conseguir una buena integración de los
chalés en el paisaje. Pronto, el modelo del chalé-hotel alpino se extendió en el Pirineo ca-
talán. El primer refugio del Pirineo catalán, el xalet-Refugi de ull de Ter, proyectado por
Jeroni Martorell en 1908, respondía a las dos claves: integración y fusión con el entorno pai-
sajístico (“son aspecte d’originalitat, robustesa y elegancia, respon plenament al march de la
naturalesa que l’envolta”, dijo el arquitecto que lo proyectó) e inspiración en los refugios
alpinos de los Alpes, en particular en los de “tipo ojival” del arquitecto Leonce Lourde-
Rocheblave (Graus, 2011).24 El mejor ejemplo de chalé-hotel del Pirineo catalán es el de la
Molina, del Centre Excursionista de Catalunya, inaugurado en 1925 y considerado “le pre-

19
Véase Lefebvre (2000: 103).
20
En la actualidad Carles Gorini, en la universitat de Girona, está realizando su tesis doctoral sobre La
muntanya: institució moral: negoci turístic. El projecte del FMGP a Núria (1917-1936), donde analiza en profun-
didad la arquitectura de las estaciones del tren cremallera de Núria muy influenciadas por los modelos alpinos.
Sobre la arquitectura de las estaciones de tren resulta modélico el análisis de Graus (2016).
21
La profesión de guía de montaña se institucionalizó por primera vez en el mundo en torno a la montaña
del Montblanc con la creación en Chamonix (Saboya), en el año 1821, de la Compagnie des Guides (Debar-
bieux, 2011: 29-34).
22
Guide et porteurs. Reglaments et Tarifs. Chalets et refuges, Société des Touristes du Dauphiné, Greno-
ble, 1906.
23
Ibidem, 78-79.
24
Centre Excursionista de Catalunya. Obsequi als cooperadors a l’obra del Xalet-Refugi d’Ull de Ter,
Barcelona, 1908. 135
Perspectiva del Chalé-Hotel de la Molina, proyectado por Josep Danés (1924). (Fuente: Puigvert, 2008: 129).

mier hotel stable de la première station de ski d’Espagne” (Lévy, 1999: 538). Se trata de
un proyecto del arquitecto novecentista Josep Danés, quien aprovechó una arquitectura ru-
ral preexistente (un corral de ovejas) y la amplió, utilizando la misma mampostería combi-
nada con obra vista en los marcos de ventanas y puertas, tal como era tradicional en la ar-
quitectura vernacular de la Cerdanya.25 El uso de mansardas en la cubierta de pizarra era la
nota que contribuía a “alpinizar” el chalé, inspirándose en modelos internacionales. Es in-
teresante el contraste entre el exterior, que primaba la integración en el paisaje, y el inte-
rior, que seguía planteamientos más modernos y urbanos en lo referente a distribución de
espacios y a la decoración próxima al art déco. Pronto fue considerado un modelo a seguir.
No fue, pues, casualidad que recibiese en 1926 el primer premio del VI Concurso de Hoteles
convocado por la Sociedad de Atracción de Forasteros, por el hecho de conservar “su ca-
rácter típico de la gran masía catalana montañesa”.26 Hay ciertos paralelismos entre el chalé
de La Molina y los chalés unifamiliares que el arquitecto Le Même construiría en los años
1925-1930 en la estación de montaña de Megève. El análisis que ha realizado Jean-Paul
Brusson sobre los chalets skieurs de Le Même es en gran medida aplicable al chalé de La
Molina. No se trataría de copias serviles de la arquitectura de las construcciones vernacu-

25
Puigvert (2008: 129-133, 2011: 42-50, 2020). Lacuesta, Puigvert y Vidal (2020). Véase la entrada dedi-
cada al chalé de La Molina en Lacuesta, Puigvert y Vidal: Mapa d’Arquitectura i Paisatge Urbà Noucentistes
(mapaarquitecturanoucentisme.org).
136 26
Barcelona Atracción, 188 (1927), 45.
lares, sino de una reinterpretación contemporánea que evoca –eso sí– determinadas formas y
materiales tradicionales, sin renunciar por ello a la cultura urbana de sus usuarios y a su idea
de confort ni a sus gustos decorativos modernos y refinados en los interiores (Brusson, 1993:
162; Lyon y Caen, 2003: 42-43).
Si los albergues o los chalés-hoteles para alpinistas y excursionistas en los Alpes y el
Pirineo adoptaron los principios del regionalismo arquitectónico siguiendo modelos alpi-
nos, también lo harían los grandes hoteles una vez superada la fase de los criticados hote-
les o palaces de la belle époque. Pondremos dos ejemplos: el hotel del Santuario de Núria
en los Pirineos catalanes orientales, proyectado por Josep Danés (1923-1931), y el hotel
Llao Llao (inaugurado en 1937 en el Parque Nacional Nahuel Huapi en la Patagonia ar-
gentina), proyectado por Alejandro Bustillo. En el primer caso, el arquitecto combinó ele-
mentos arquitectónicos procedentes de sus estudios sobre la arquitectura pirenaica tradi-
cional (especialmente, el Valle de Arán) con elementos directamente importados de Suiza.
Así las cosas, se inspiró directamente en los puentes antiguos de madera de Lucerna (el
Kapellbrücke y el Spreuerbrücke) para unir el hotel-santuario con la estación del tren cre-
mallera. Priorizó la integración de la nueva arquitectura en la escenografía paisajística del
valle y su funcionalidad: “el caràcter del lloc [decía] ha influït molt en la forma”. Para él
no se trataba de “fer una arquitectura de flocs i tafetans, que tampoc s’avindria amb la
grandiositat de la natura, davant de la qual una forma humil sembla ben escaient” (Puig-
vert, 2008: 117). No fue casualidad que otra fuente de inspiración fuera el Hospicio del
Gran San Bernardo, en un momento de su relanzamiento internacional gracias a la procla-
mación, en 1923, por parte de Pio xI (el papa alpinista que subió al Montblanc desde Va-
lle de Aosta) de San Bernardo de Menthon como patrón “non seulement des alpinistes
mais des populations montagnardes” (Cuaglia, 1972: 501). El Hospicio del Gran San Ber-
nardo era un centro que presentaba muchos paralelismos con el santuario pirenaico de Nú-
ria: centros religiosos que históricamente habían sido importantes núcleos de hospitalidad
en la alta montaña y que a inicios del siglo xx se habían modernizado, a instancias de las
respectivas instituciones eclesiásticas, con la construcción de confortables y funcionales
hoteles para esquiadores, veraneantes y turistas, lo que evidenciaba las complejas relacio-
nes entre religión y turismo en determinados enclaves y cómo la Iglesia vio en el turismo
más una oportunidad que una amenaza a sus intereses (Santos, 2018).
En el caso del hotel de Llao Llao (destinado a ser el principal hotel del flamante Par-
que Nacional Nahuel Huapi), fue el arquitecto Alejando Bustillo (hermano de Exequiel Bus-
tillo) quien escogió dónde se ubicaría en función de la amplia perspectiva paisajística del
lugar, presidido por el Cerro Tronador, situado a 3.491 m. Se inauguró en 1937. El arqui-
tecto empleó “troncos de ciprés a la vista, techo de tejuelas de alerce y basamento de piedra,
elementos todos abundantes en la zona” (Biedma, 2003: 213). Además de Alejandro Bus-
tillo, otro arquitecto destacaría en el Parque Nacional Nahuel Huapi: Ernesto de Estrada.
En efecto, él sería el proyectista del Centro Cívico de Bariloche abierto al paisaje del lago
Nahuel Huapi. Su proyecto es un magnífico compendio de arquitectura regionalista desti-
nada a una localidad que, a partir de 1934, se transformaría “de aldea agropastoril en centro
turístico internacional” (Bandieri, 2009: 315). En el Centro Cívico de Bariloche, Ernesto
de Estrada actuó como verdadero arquitecto paisajista capitalizando su formación de post-
grado en el Instituto de urbanismo de París en 1935.27 Podemos convenir que, así como las
sociedades urbanas argentinas siempre partieron de la “imagen de una América europeizada”

27
Seguimos, para analizar la trayectoria de Ernesto de Estrada, a Ramón Gutiérrez (2007), Lolich (2007a,
2007b), Estrada (2007). Agradezco al arquitecto Gonzalo de Estrada, hijo de Ernesto de Estrada, la entrevista que
tuve con él en agosto de 2010 en Bariloche. Fue de gran utilidad para entender el urbanismo y la arquitectura
del Centro Cívico. 137
Centro Cívico de San Carlos de Bariloche proyectado por Ernesto de Estrada en 1940 (Fuente: Gutiérrez, 2007:
45).

cuando se trató de colonizar y “civilizar” las montañas patagónicas para el turismo nacio-
nal e internacional, también se recurrió a Europa, a los Alpes y a Suiza.28 Estrada abando-
nó la rígida cuadrícula abstracta (el clásico damero) y aprovechó el potencial paisajístico
del lugar y los desniveles hacia el lago, tal como dejó escrito, “para lograr un pintoresco
pueblo montañés”, y aprovechó también la ayuda de determinadas especies forestales (ci-
tado por Lolich, 2007a: 55). Algunas de sus fuentes de inspiración serían la ciudad suiza
de Berna (la céntrica calle Gerechigkeitsgasse y la Torre del Reloj) y las construcciones
madereras de los parques nacionales norteamericanos, del sur de Chile, Alemania y Cen-
troeuropa (Lolich, 1993).

A MODO DE CONCLuSIóN

Hemos visto que la arquitectura destinada a usos turísticos en la alta montaña, una
vez superado el paradigma de los grandes hoteles lujosos de la belle époque, encontró en
la tendencia del regionalismo arquitectónico un lenguaje óptimo para intentar adaptarse a
los paisajes de los Alpes, el Pirineo catalán y la Patagonia argentina. Se trataba de una ar-
quitectura adaptada a los usos deportivos y turísticos de la montaña, pero con gran poten-
cialidad evocadora y simbólica que deseaba dar respuesta a las expectativas idealizadas de
los turistas y alpinistas urbanos tan influenciadas por las lecturas románticas decimonóni-
cas de los paisajes de montaña, siempre deseosos de encontrar paisajes escenográficos
“auténticos”, que pudieran ser objeto de “ilusión turística” (Lefebvre, 2000: 219). Los Alpes

28
Sobre los impactos del urbanismo europeo de los siglos xIx y xx en Latinoamérica, véanse las síntesis
138 de Hardoy y Morse (1989), Goerg y Huetz de Lemps (2011) y el libro seminal de José Luis Romero (2001).
(y, en particular, el eficaz y exitoso “efecto espejo” del chalé suizo) actuaron de modelo
transnacional a seguir por muchos arquitectos. Paradójicamente y en contradicción con sus
postulados, hemos constatado el carácter sumamente internacional de esta arquitectura re-
gionalista, aun siendo los practicantes de este tipo de arquitectura quienes acusarían a los
jóvenes arquitectos de vanguardia de “uniformizarlo todo” haciendo abstracción del modo
de construir en cada región (Baeschlin, 1930: 10). No obstante, en muchas ocasiones los
arquitectos dialogaron con la arquitectura tradicional propia de las regiones donde constru-
yeron (sin renunciar a los gustos modernos de su clientela urbana), de lo que resultó una
arquitectura híbrida y ecléctica, «pintoresca», fruto de complejos procesos de transcultura-
ción arquitectónica, no exentos de contenido político en clave nacionalizadora y de euro-
peización de los espacios de alta montaña; tendencia que pronto sería altamente criticada
por las nuevas generaciones de arquitectos racionalistas de vanguardia.29

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29
Las incisivas reflexiones y recomendaciones de Adolf Loos, Règles pour celui qui construit en montag-
ne (1913), ya resultaron del todo premonitorias con respecto a la actitud de las nuevas generaciones de arquitec-
tos ante el regionalismo arquitectónico: “ne bâtis pas pintoresche. Abandonne ce genre d’effet aux maçons, aux
montagnes, au soleil. L’être humain qui s’habille pittoresque n’est pas pittoresque, c’est un polichinelle” (Loos,
2003: 151). 139
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142
La arquitectura contemporánea de alta montaña destinada a usos turísticos. Los Alpes
como fuente de inspiración paisajística y arquitectónica transnacional (1880-1950)

Contemporary high mountain architecture intended for tourist uses. The Alps as a
source of transnational landscape and architectural inspiration (1880-1950)

JOAQuIM M. PuIGVERT SOLÀ


universitat de Girona

Resumen
El artículo aborda un análisis comparativo de la arquitectura contemporánea de alta montaña destinada a usos
turísticos y deportivos en los Alpes suizos y franceses, Valle de Aosta, Pirineo catalán y Patagonia argentina.
Los arquitectos utilizaron como modelo de inspiración transnacional el chalé suizo. La arquitectura regio-
nalista que practicaron fue resultado de la hibridación de la arquitectura vernacular propia con los modelos
internacionales alpinos; arquitectura que contribuyó a regionalizar y nacionalizar determinados paisajes de
montaña desde una perspectiva idealizada, alterizada y estereotipada.
Palabras clave: Alpes, Pirineo catalán, Patagonia argentina, arquitectura regionalista, nacionalización del
paisaje.

Abstract
This article is intended to make a comparative analysis of the contemporary high mountain architecture for
tourist and sport uses in the Swiss and French Alps, Aosta Valley, Catalan Pyrenees and Argentina Patago-
nia. The Swiss chalet was used by the architects as a model of transnational inspiration. Their regionalist archi-
tecture resulted from the hybridisation of their own vernacular architecture combined with international
Alpine models. This architecture contributed to the regionalisation and nationalisation of certain mountain
landscapes, from an idealized, “otherised” and stereotyped point of view.
Keywords: Alps, Catalan Pyrenees, Argentine Patagonia, regionalist architecture, landscape nationalisation.

Joaquim M. Puigvert i Solà


Profesor Titular de Historia Contemporánea de la universitat de Girona. Director de la Cátedra Martí Ca-
sals de Medicina i Salut en l’Àmbit Rural de la misma universidad. Su última línea de investigación está
dedicada a la historia social y cultural de las profesiones liberales en la Cataluña de los siglos xIx y xx.
Entre sus libros destacan Josep Danés i Torras. Noucentisme i regionalisme arquitectònics (Barcelona,
Publicacions de l’Abadia de Montserrat, 2008) y Balnearios, veraneo, literatura. Agua y salud en la Es-
paña contemporánea (Madrid, Marcial Pons, 2018) del cual es coeditor y coautor.

Cómo citar este artículo:


Joaquim M. Puigvert Solà, “La arquitectura contemporánea de alta montaña destinada a usos turísticos.
Los Alpes como fuente de inspiración paisajística y arquitectónica transnacional (1880-1950)”, Historia
Social, núm. 107, 2023, pp. 129-143.
Joaquim M. Puigvert Solà, “La arquitectura contemporánea de alta montaña destinada a usos turísticos.
Los Alpes como fuente de inspiración paisajística y arquitectónica transnacional (1880-1950)”, Historia
Social, 107 (2023), pp. 129-143.

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El artículo completo se puede adquirir a través de la plataforma JStor 143
LA PRODUCCIÓN HISTÓRICA DE
ESCENARIOS VACACIONALES EN LAS
POLÍTICAS TURÍSTICAS: LA URBANIZACIÓN
DE S’AGARÓ (1916-1949)1
Nadia Fava
Marisa García Vergara

INTRoDuCCIóN

LoS análisis de las ciudades de principios del siglo xx no siempre han puesto el crecimiento
y desarrollo turístico en relación con las transformaciones sociales, políticas y culturales
contemporáneas:2 rara vez el fenómeno ha sido estudiado en conexión con las actividades
productivas ya presentes en la zona, o con los intereses de los habitantes locales en la pro-
moción de su territorio.3 En España, sin embargo, los promotores económicos y los políti-
cos locales que impulsaron las iniciativas turísticas compartieron un proyecto que no sola-
mente veía en el turismo una oportunidad de beneficio económico, sino también un medio
para transformar el territorio, reformar la vida política, social y cultural del país, e incluso
proyectar una imagen de modernidad hacia el exterior.4
A lo largo del siglo xx el turismo no sólo ha sido una importante actividad económica.
La construcción de espacios turísticos también ha contribuido a forjar, desde las instituciones
públicas, identidades nacionales en todas sus gamas de diversidad regional.5 En este sentido,

1
Los contenidos del presente texto son resultado del proyecto I+D+i coordinado por Mary Nash y Antoni
Vives y financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad: “Turismo y performatividad de la identidad
local: Nación y región desde una perspectiva postcolonial y de género (Catalunya y Balears: siglos xIx-xxI)”
(HAR2017-83005-R).
2
Peter Borsay y John K. Walton, “Introduction: the resort-port relationship”, en Peter Borsay y John K.
Walton (eds.), Resort and Ports. European Seaside Towns since 1700, Tourism and Cultural Change, Channel
View, Bristol, Buffalo, Toronto, 2011, pp. 1-17.
3
Con notables excepciones, entre las más actuales: Ana Moreno Garrido, De forasteros y turistas. Una
historia del turismo en España, 1880-1936, Marcial Pons, Madrid, 2022; Rafael Vallejo Pausada, Historia del
turismo en España, 1928-1962, Sílex, Madrid, 2022; Rafael Vallejo y Carlos Larrinaga (dirs.), Los orígenes del
turismo moderno en España. El nacimiento de un país turístico, 1900-1939, Sílex, Madrid, 2018, o también el
número monográfico Rafael Vallejo y Carlos Larrinaga (eds.), “El turismo en España”, Ayer, 114 (2019).
4
Saida Palou y Gemma Torres, “Turismo y nación en el diseño de la ciudad cosmopolita. Disciplinas de
género y clase en Barcelona 1908”, en Antoni Vives y Gemma Torres (eds.), El placer de la diferencia: Turismo,
género y nación en la historia de España, Comares, Granada, 2021, pp. 105-120.
5
Carmen Gil de Arriba, “‘Geografías turísticas’: moda y modos de viajar en la España de la primera mitad del
siglo xx”, Ayer, 114 (2019), pp. 147-174. Eugenia Afinoguénova, “An organic nation: State-run tourism, Regiona-
lism, and Food in Spain, 1905-1931”, Spanish Languages and Literatures Research and Publications, 34 (2014),
pp. 743-779. Ana Moreno Garrido, Historia del turismo en España en el siglo xx, Síntesis, Madrid, 2007. Antoni
Vives-Riera, “Tourism and nationalism in the production of regional culture: the shaping of Majorca’s popular
songbook between 1837 and 1936”, Nations and Nationalism, 24: 3 (2018), pp. 695–715. Beatriz Correyero y Rosa
Cal, Turismo: La mayor propaganda de estado. España: desde sus inicios hasta 1951, Visionnet, Madrid, 2008.

Historia Social, n.º 107, 2023, pp. 145-161. 145


algunos estudios recientes recalcan la duplicidad de intereses políticos y económicos en la
construcción cultural de las identidades nacionales y regionales en relación con el valor tu-
rístico del territorio y la entrada en la sociedad de consumo.6 De todas formas, la relación
entre cultura turística, imagen proyectada y políticas públicas ha sido mayormente analizada
en relación con el turismo de masas de la etapa desarrollista del franquismo.7 Menos fre-
cuentes son los estudios centrados en analizar esta relación con el turismo de élite durante la
primera mitad del siglo xx. Este es el contexto en que se construyó en 1924 la ciudad jardín
de S’Agaró, situada en la Costa Brava de Gerona.
Si toda ciudad, como afirmó Henri Lefebvre,8 es una producción social compleja basada
en valores e imaginarios relacionados con las formas en que la gente las percibe y utiliza,9 es-
tudiar el espacio urbano como una producción más que como un proceso implica conside-
rar la multiplicidad de prácticas que producen socialmente los espacios y también el carác-
ter conflictivo, en última instancia político, de los procesos de producción espacial.
El análisis de la construcción de S’Agaró (1916-1926) y de sus correspondientes pu-
blicaciones promocionales hasta 1949,10 ilustra la relación entre el marco espacial físico de
un resort costero con connotaciones claramente políticas, y un programa cultural simbóli-
co de carácter turístico en principio apolítico. La función de los materiales publicitarios
del resort era construir un mundo simbólico que pudieran compartir las clases acomodadas
de Cataluña y Europa en general. Tanto el espacio urbanístico como la correspondiente
propaganda promocional ofrecían a sus huéspedes un idílico escenario en el que se mate-
rializaba una imagen de calma e inmovilidad, en abierta confrontación con la conflictivi-
dad de la época. Los documentos de archivo con relación a la proyección y promoción de
S’Agaró, nos permitirán confrontar el contexto cultural y social con el programa arquitec-
tónico propuesto y desplegado en sintonía con las sensibilidades políticas burguesas que
primero conducirán a posiciones nacionalistas catalanas y posteriormente confluirían con
las políticas turísticas iniciadas durante el franquismo a partir de 1939.

S’AGARó EN LA CoSTA BRAVA: ESCENARIo TuRíSTICo MEDITERRáNEo

El turismo fue parte esencial del proceso de transformación social de España, junto
con la industrialización y la instauración de la sociedad de consumo.11 Desde finales del si-
glo xIx y principios del xx, se benefició de una economía más rentable y acumulativa.12
La estrecha relación entre la industrialización y el desarrollo del turismo es evidente en el
caso de Inglaterra, donde las primeras ciudades costeras se construyeron de forma paralela a
la primera revolución industrial. Durante ese período, las élites de los países europeos indus-
trializados, preocupadas por la salud conforme al paradigma higiénico de la época, se con-
vencieron de las cualidades curativas del aire puro, las aguas termales, el ejercicio físico y

16 Jorge Villaverde y Yvanne Galant, ¿El turismo es un gran invento? Usos políticos, identitarios y cultura-
les de turismo en España, Institució Alfons el Magnànim, Valencia, 2021. Alicia Fuentes Vega, Bienvenido, Mr.
Turismo. Cultura visual del “boom” en España, Cátedra, Madrid, 2017.
17
Justin Crumbaugh, Destination dictatorship: The spectacle of Spain’s tourist boom and the reinvention
of difference, SuNY Press, New York, 2009.
18
Henri Lefebvre, La Production de l’espace, Anthropos, París, 1974.
19
Brian McLaren y D. Medina Lasansky (eds.), Architecture and Tourism: Perception, Performance and
Place, Berg, oxford, New York, 2004.
10
Revista de S’Agaró, Publicació de turisme, Edicions S’Agaró (1935-1974). Consultable en línea: https://
xacpremsa.cultura.gencat.cat/pandora/pub.vm?id=0001204942&year=1935&view=premsa&lang=es
11
John K. Walton, “Seaside tourism in Europe: Business, urban and comparative history”, Business History
Journal, 53: 6 (2011), pp. 900-916.
146 12
Rafael Vallejo y Carlos Larrinaga (dirs.), Los orígenes del turismo moderno en España.
los baños de mar.13 Hacia finales del siglo xIx, el turismo se popularizó y se extendió a las
clases medias.14 En España este proceso se inició en las primeras décadas del siglo xx. En
Cataluña tuvo un sesgo específico, puesto que estuvo ligado a la voluntad política de moder-
nizar el territorio y a la vez, forjar una nueva identidad nacional catalana abierta al exterior.
Persiguiendo este objetivo, en 1906 se creó en Barcelona la Comisión de Atracción
de Forasteros (1906-1909), que pronto fue sustituida por la Sociedad de Atracción de Fo-
rasteros (1908-1936).15 Se trataba de una entidad semiprivada, patrocinada y subvencionada
tanto por el Ayuntamiento como por la Diputación de Barcelona, aunque también recibía
financiación de organizaciones industriales, comerciales, artísticas y científicas. En 1909 se
creó la primera oficina de información turística municipal, que entre 1910 y 1936 publicó
la revista Barcelona Atracción.16 Además de promover Barcelona y Cataluña como destino
turístico y de impulsar el intercambio cultural que permitiría modernizar las costumbres de
la población,17 su objetivo era hacerse eco del proyecto político y cultural de la Lliga Re-
gionalista, que controlaba el Ayuntamiento de la ciudad condal desde 1901 y se puso al man-
do de la nueva Mancomunitat de Catalunya en 1914, poco antes de que se gestase el pro-
yecto de S’Agaró.18
Culturalmente, el programa de la Lliga se plasmaba en el ideario del movimiento
Noucentista, encabezado por el intelectual Eugeni d’ors.19 Como otras coetáneas surgidas
en el seno del reformismo burgués en toda Europa, esta corriente cultural pretendía rom-
per con el subjetivismo irracional del Modernisme, reclamando un retorno a los orígenes
depurados de las tradiciones clásicas mediterráneas. Los novecentistas catalanes veían este
origen de manera ecléctica. Su ideario se nutría de los valores de las ideologías regionalis-
tas antiurbanas, que veían en el mundo rural y en la naturaleza humanizada las auténticas
y sólidas raíces culturales de la nación.20 La masía y su austera decoración –una construc-
ción rural ligada al trabajo agrícola y a la naturaleza– encarnaban su visión idealizada del
entorno agrario. Por otra parte, el canon del clasicismo, la tradición latina y sus valores
simbólicos también formaban parte de un ideario estético que vinculaba Cataluña a la mo-
dernidad europea.21
Las primeras manifestaciones del turismo en Cataluña fueron aisladas y discontinuas.
En la Barcelona de finales del siglo xIx, la actividad turística se orientó primero hacia la

13
Alain Corbin, The Lure of the Sea: The Discovery of the Seaside in the Western World, 1750-1840, Polity
Press, Cambridge, 1994.
14
Los avances sociales en diferentes países europeos democratizaron el turismo cuando los gobiernos san-
cionaron el derecho a las vacaciones pagadas. Bernard Toulier (ed.), Tous à la plage! Villes balnéaires du xVIIIe
siècle à nos jours, Lienart, Paris, 2006.
15
Saida Palou Rubio, Barcelona, Destinació Turística. Un Segle d’Imatges i Promoció Pública, Vitel·la,
Bellcaire d’Empordà, 2012.
16
Albert Blasco Peris, “La Societat d’Atracció de Forasters de Barcelona com a estructura de poder”, en
xI Congrés d’Història de Barcelona, La ciutat en xarxa, AHCB, Institut de Cultura y Ajuntament de Barcelona,
Barcelona, 2009, pp. 1-7.
17
José Javier Sánchez y Silvia Gómez Bermejo, S’Agaró i l’arquitecte Rafael Masó: la ciutat-jardí de Cas-
tell-Platja d’Aro: arquitectura, urbanisme i paisatge noucentista al Mediterrani, Ajuntament de Castell-Platja
d’Aro, Platja d’Aro, 2020. Albert Blasco i Peris, “La Societat d’Atracció de Forasters”. ucelay da Cal, El impe-
rialismo catalán. Prat de la Riba, Cambó, D’Ors y la conquista moral de España, Edhasa, Barcelona, 2003.
18
José Javier Sánchez y Silvia Gómez Bermejo, S’Agaró i l’arquitecte Rafael Masó.
19
ucelay da Cal, El imperialismo catalán. Joan Cuscó i Clarasó, “Eugeni d’ors. Nacionalisme i noucen-
tisme”, Revista de Catalunya, 178 (2002), pp. 39-44.
20
Eric Storm, “Regionalism in history, 1890-1945: The cultural approach”, European History Quarterly, 33:
2 (2003), pp. 251-265; “Nation-building in the provinces: The Interplay between Local, Regional and National
Identities in Central and Western Europe, 1870-1945”, European History Quarterly, 42: 4 (2012), pp. 650-663.
21
Jean-Francois Lejeune y Michelangelo Sabatino, Nord/Sud. L’architettura moderna e il Mediterraneo,
LISTlab, Rovereto, 2016, p. 138. 147
llamada Costa del Poniente, en emplazamientos como Sitges, y también hacia la costa del
Maresme, bien comunicada por ferrocarril con Barcelona. En esta época, el modelo de de-
sarrollo turístico importado de la vecina Francia promovía en la costa mediterránea princi-
palmente el turismo invernal.22 De esta manera, en 1906, la Comisión para la Atracción de
Forasteros lanzó el primer eslogan que anunciaba “Barcelona ciudad de invierno”,23 emu-
lando a la ciudad de Niza.
En la costa norte de Catalunya, la escarpada orografía retrasó la expansión del servi-
cio ferroviario, de manera que las poblaciones de la entonces llamada Costa del Levante
sólo atraían a la burguesía de la provincia de Girona. A principios del siglo xx, la consoli-
dación del transporte ferroviario favoreció la popularización de los baños de mar de la
zona.24 Por esta razón, la Costa Brava ya fue promocionada desde sus inicios como lugar
de veraneo, sobre todo después de iniciada la Primera Guerra Mundial. En estos momen-
tos, se estableció la conexión ferroviaria que unía la inaugurada en 1862 entre Girona y
Barcelona con el sistema viario local construido durante el cambio de siglo como respues-
ta a la actividad industrial del corcho en la zona. De esta manera, la capital provincial que-
dó comunicada con ciudades costeras como Sant Feliu de Guíxols. Construida a partir de
la iniciativa privada en 1892,25 esta línea distribuyó el turismo por toda la costa de la pro-
vincia de Girona. Fue entonces cuando sus playas dejaron de ser únicamente un lugar de
evasión durante los meses estivales para los habitantes de las localidades vecinas, y las
únicas infraestructuras construidas específicamente para los forasteros dejaron de ser los
escasos establecimientos de baño, como los baños de la Pedrera en Sant Feliu de Guíxols
(1898-99) o los de Ventura en Lloret de Mar (1904).26
En la coyuntura de la Primera Guerra Mundial, la España neutral disfrutó de un pe-
riodo de intensa actividad industrial y acumulación de capital debido al crecimiento de sus
exportaciones, cosa que favoreció los proyectos de iniciativas privadas para la construc-
ción de establecimientos de baño o urbanizaciones turísticas. En este contexto económico,
político y cultural, la promoción de una ciudad turística como S’Agaró, enclavada en la
agreste Costa Brava, contaría de inmediato con la adhesión de las élites dirigentes barcelo-
nesas y catalanas. El proyecto y la construcción de la ciudad jardín a partir 1916 fue una
operación turística de iniciativa privada impulsada por un industrial de Girona, Josep En-
sesa Pujadas (1866-1940) y continuada por el hijo Josep Ensesa Gubert (1892-1981). La
familia Ensesa estuvo vinculada al desarrollo económico de la ciudad de Girona con la in-
dustria harinera27 y su taller de reparaciones ferroviarias MZA, así como también con la obra
del arquitecto Rafael Masó (1880-1935), quien colaboró en varios proyectos familiares y
empresariales. Sus figuras y la de Masó fueron paradigmáticas, ejemplificando el papel de

22
Bernard Toulier, “Le phénomène balnéaire. Invention et âge d’or de station de bord de mer (1760-1929)”,
en Bernard Toulier (ed.), Tous à la plage!, pp. 47-70.
23
Agustín Cocola-Gant y Saida Palou, “Tourism promotion and urban space in Barcelona. Historic pers-
pective and critical review, 1900-1936”, Documents d’Anàlisi Geogràfica, 61: 3 (2015), pp. 461-482. DoI: https://
doi.org/10.5565/rev/dag.266.
24
Joan C. Cirer Costa, “Spain’s new coastal destinations. 1883-1936: The mainstay of the development of
tourism before the Second World War”, Annals of Tourism Research, 45 (2014), pp. 18-29. Antoni Farreras
Pau, El Turisme a Catalunya del 1931 al 1936, Pòrtic, Barcelona, 1973. Mercedes Tatjer, “En los orígenes del tu-
rismo litoral: los baños de mar y los balnearios marítimos en Cataluña”, Scripta Nova, 13: 296 (2009).
25
El tren de San Feliu de Guíxols - Gerona (1892-1969) fue una línea de ferrocarril de vía estrecha creada
por la Compañía Anónima del Ferrocarril de San Feliu de Guíxols a Gerona.
26
Mercedes Tatjer Mir, “En los orígenes del turismo litoral”.
27
Helena Benito Mundet, Harinera La Montserrat (1898-1936). Aproximación a la historia empresarial
de los Ensesa de Girona (c. 1880 – c. 1989), Tesis doctoral, universidad de Girona, Girona, 2005. Anna Ensesa
148 Montsalvatge, S’Agaró, el somni de Josep Ensesa, Ensesa Montselvatge, Girona, 2015.
Figura 1. Plano de ubicación de S’Agaró, San Feliu de Guíxols y Castell D’Aro y Plano del Arq. Rafael Masó, del
“Proyecto Suburbio-Jardín: en terrenos de la punta de St Pol (Playa de Sant Feliu de Guíxols) Propiedad del Sr. Jo-
sep Ensesa”, c.1925. urbanitzaciò S’Agaró: 1984-1972, 23-48. Archivo Histórico de Girona (AHG).

la burguesía industrial vinculada a la Lliga Regionalista en el desarrollo cultural y social


de la Cataluña de principios del siglo xx.28
La ubicación propuesta para la urbanización se encontraba en el término municipal
de Castell d’Aro, geográficamente cercano a Sant Feliu de Guíxols (Fig. 1).
A principios del siglo xx, la Costa Brava era un lugar de fuertes contrastes. Castell
D’Aro era un municipio fundamentalmente agrícola, con una zona costera de marismas,
mientras que Sant Feliu de Guíxols era una ciudad en rápida expansión debido a la inci-
piente industrialización basada en la explotación del corcho. La industria del corcho empe-
zó a decaer a mediados de la década de 1920 hasta que se agotó en la década de1960.29 Por
este motivo, la experiencia de S’Agaró respondió a un proceso de transformación política,
económica y social del entorno local vinculado a la desindustrialización. En este contexto,
la construcción y explotación de la urbanización surge como una iniciativa privada, fuerte-
mente apoyada por el gobierno local, que vio el turismo como posible recurso para superar
la crisis generada por el desplome de las exportaciones de corcho, y también para neutrali-
zar la inestabilidad social y los cambios políticos.
Este proyecto de reconversión fue facilitado por la presencia de infraestructuras de
movilidad ya consolidadas en la zona, como el ferrocarril y el puerto comercial, así como
las arquitecturas urbanas ya construidas o proyectadas en el mismo periodo, volcadas hacia
la promoción de las actividades turísticas, como el paseo marítimo y los baños de mar de

28
Rafael Masó Valentí, además de su trayectoria como arquitecto y escritor, desarrolló una carrera políti-
ca de fuerte compromiso catalanista, siendo regidor en el Ayuntamiento de Girona por el partido de la Liga Re-
gionalista entre el 1920 y 1923. Como activista cultural, integró el grupo de intelectuales formado por xavier
Montsalvatge, Prudenci Bertrana, Carles Rahola o Miquel de Palol; colaboró con diferentes revistas y fundó la
sociedad Atenea de Girona en 1913. Ver a Narcís Aragó Masó, Rafael Masó, ciutadà de Girona, Ayuntamiento
de Girona, Girona, 2007.
29
Arnau Camps Quer, Evolució del model turístic a Catalunya (1920-1930), Trabajo Final de Grado (Ge-
ografía), universitat de Girona, Girona, 2018. Nadia Fava, Marta Carrasco Bonet y Romà Garrido Puig, “The
impact of tourism on retailing structure: San Feliu de Guixols, Costa Brava, Spain”, en AA. VV, La città, il
viaggio, il turismo: Percezione, produzione e trasformazione, CIRICE, Napoli, 2017. 149
Sant Elm. A partir de 1928, las excursiones marítimas entre Barcelona y Sant Feliu se po-
pularizaron, sobre todo cuando el empresario local Jaume Marill creó la agencia Viatges
Blaus30 y aprovechó las estancias de los barcos de la Transmediterránea en Barcelona para
organizar excursiones a varios puertos de la provincia de Girona. El trayecto Barcelona–
San Feliu, a propuesta de Josep Ensesa Pujadas, era amenizando con actividades culturales
de carácter regional-nacional como conciertos de la coral del orfeó Català31 o espectáculos
de grupos sardanistas. Apenas un año después, e impulsado por el promotor de la ciudad jar-
dín de S’Agaró, comenzaron a cubrir el recorrido entre la capital catalana y Sant Feliu ser-
vicios regulares de autocares, equipados con el confort e higiene que remarcaban el lujo y
la exclusividad de S’Agaró. Con salidas regulares cada martes, jueves, sábado y domingo,
el servicio se inauguró después de dos años de negociaciones entre el promotor de la urba-
nización, el propietario de Viatges Blaus y la compañía de autocares Pullman. El viaje en
autocar duraba solo tres horas, notablemente menos que las seis que podía durar el recorrido
en tren, que incluía un trasbordo. Josep Ensesa gestionó también el servicio de taxi entre la
estación de tren en Sant Feliu y la nueva ciudad de vacaciones.32
Por otra parte, los vínculos políticos de Ensesa, militante de la Lliga Regionalista, no
solamente facilitaron apoyos en la administración local, sino también los contactos con insti-
tuciones estatales, sin los cuales no se habrían podido conseguir los permisos para cons-
truir en la zona marítimo-terrestre. Varias fueron las acciones que dicho promotor turístico
emprendió. Primero, participó activamente en el Consejo Nacional de Turismo para crear
el Patronato de Turismo de Cataluña (1936) y el Patronato de la Costa Brava (1935). Des-
pués, trabajó intensamente en el proyecto de federación de municipios de la costa para
promover y dar a conocer la belleza natural y artística de la zona, cooperar en proyectos de
urbanización y contribuir a la mejora del transporte y la seguridad.
A lo largo de los años treinta, los esfuerzos en promocionar S’Agaró, resaltando el signi-
ficado y el valor distintivo de lo que podían adquirir los potenciales compradores y visi-
tantes, se concretaron en la publicación de una revista cuya finalidad era fijar y expresar
los valores distintivos del lugar y, por extensión, de la cultura local. Al igual que los grandes
almacenes de Barcelona de la época, verdaderas materializaciones urbanas de la emergencia
de la moderna sociedad de consumo,33 las ciudades turísticas contemporáneas se esforzaron
en crear publicaciones de autopromoción, generalmente con apoyo público e institucional.
Este no es el caso de la Revista de S’Agaró que, financiada íntegramente por promotoras
privadas, se dirigía en francés a un modelo de lector y comprador internacional de clase
acomodada más allá de las fronteras de España. Por lo tanto, la publicación constituye un
ejemplo singular para analizar la dimensión política internacionalizadora de la promoción
turística al margen del estado y de los discursos institucionales.

30
Jaume Marill no solamente era un empresario del Ampurdán (Girona), propietario de la agencia de viajes
en La Rambla de Barcelona, Viatges Blaus, que supuso la llegada masiva de visitantes a la Costa Brava. Tam-
bién tuvo un papel activo durante la Republica en el debate sobre el rol del turismo en las políticas de la Gene-
ralitat y participó en la creación de la Federación de Turismo de Cataluña en 1933. Antoni Farreras Pau, El Tu-
risme a Catalunya del 1931 al 1936, Pòrtic, Barcelona, 1973, pp. 135-141.
31
L’Avi Muné, 20 de julio 1929, p. 1. Gaetano Cerchiello, “Entre los antecedentes históricos de los cruce-
ros populares: las excursiones marítimas en Cataluña y Baleares en el primer tercio del siglo xx”, Investigacio-
nes Turísticas, 21 (2021), pp. 278-304. DoI: https://doi.org/10.14198/INTuRI2021.21.13.
32
Yvette Barbaza, Le paysage humain de la Costa Brava, Armand Colin, París, 1996.
33
Nadia Fava, “Traditional retailing versus modern retailing in a port city: Barcelona, 1859-1936”, His-
150 tory of Retailing and Consumption, 3: 2 (2017), pp. 87-101.
Figura 2. Vista general del Hostal La Gavina tras las reformas de Rafael Masó en un anuncio publicitario y ar-
tículo del arquitecto con fotografías de sus obras en S’Agaró, Revista de S’Agaró, 1 (1935), pp. 10, 18-19.

LA ARQuITECTuRA DE S’AGARó

El origen de la construcción de la villa turística fue la compra por parte de Ensesa Pu-
jadas de un terreno aislado frente al mar en el año 1916.34 En los años siguientes, aconse-
jado por su amigo el arquitecto R. Masó, el empresario adquirió otras parcelas contiguas
para proyectar una ciudad jardín de vacaciones, cuyas viviendas serían puestas en venta
con posterioridad.35 La ejecución del proyecto privatizaba todo un promontorio costero, a
poca distancia del balneario de San Feliu de Guíxols. El proyecto, redactado por Masó, se
concretaría en una arquitectura clasicista tradicional, aderezada con elementos vernáculos:
un lenguaje que intentaba plasmar el imaginario novecentista y construir una versión idea-
lizada de Cataluña como región o nación, materializando un escenario controlado, diferen-
ciado y bien separado de los lugares colindantes.
El modelo urbano adoptado fue el del “suburbio jardín”, con amplias avenidas arbo-
ladas, escaleras que ascendían a la plaza central y la iglesia situada en la cima frente al
mar (Fig. 2).
Durante los años veinte, este modelo de trazado urbano ajardinado de origen inglés se
impuso en las urbanizaciones destinadas al turismo de élite, a medida que crecía en Euro-
pa el interés por el entorno natural y la relación con la costa y el mar. En Catalunya, el ur-
banista Cebrià de Montoliu fue su primer difusor cuando en 1912 creó en Barcelona la So-
cietat Cívica de la Ciutat Jardí, junto a la revista Civitas, a la que Masó estaba suscrito.36
Las diferentes propuestas de este tipo surgieron en la década de 1920 como extensiones de

34
Miquel Borell y Sabater, S’Agaró i Sant Pol. Les perles de la Costa Brava, Imprenta Pagès, Anglès, 2016.
35
El conjunto de documentos relativos a las transacciones de fincas de la familia Ensesa en S’Agaró entre
1916 y 1972 se conserva incompleto junto a los planos redactados por R. Masó y F. Folguera en el Fondo urba-
nitzaciò S’Agaró del AHG.
36
Beatriz Vidal, Catálogo comentado de las obras de Rafael Masó en la urbanización de S’Agaró. 1916-
1935, universitat de Barcelona, Barcelona, 2016. Francesc Roca et al., Cebrià de Montoliu (1873-1923), Ayun-
tamiento de Barcelona, Barcelona, 1993. 151
las ciudades costeras consolidadas, como la urbanización Els Pins, proyectada por Josep
Reixach y Emili Serra en 1925-1926 en la extensión de la playa anexa al núcleo de Blanes,
cuyo paseo marítimo se publicitó como una “futura Niza catalana”. También en Sant Fe-
liu, el arquitecto Martí Sureda había proyectado un paseo del mar previendo la construc-
ción de chalets novecentistas que conformarían la fachada marítima de la ciudad. Y en
1922, el industrial Pere Rius i Taulet promovió la construcción de la ciudad-jardín de Sant
Elm, un balneario con fuentes, jardines y residencias situadas en la montaña frente al
mar.37 Todas estas experiencias sirvieron de referentes para la urbanización proyectada por
Ensesa y Masó.
El proyecto urbanístico de S’Agaró38 surge en este contexto de intensa actividad arqui-
tectónica y constructiva. Tras la compra de la primera parcela situada en un extremo de la
playa de Sant Pol, Ensesa fue ampliando su propiedad con la adquisición de las casetas de
baño situadas en el extremo oriental de la playa en 1920. En 1924 su hijo, Josep Ensesa Gu-
bert construyó la primera residencia, Senya Blanca, un chalet aislado de tres plantas pro-
yectado por Masó, cuyos volúmenes blancos cubiertos con tejados inclinados exhibían ven-
tanas y arcos de piedra recuperados de antiguas masías y casas rurales catalanas.39 De esta
manera, a través de la construcción de la urbanización la región rural y atemporal imagina-
da por el novecentismo se materializaba en el espacio turístico. De hecho, en 1935, Ensesa
Gubert incluso planteaba en retrospectiva la construcción de S’Agaró en general y del chalet
en particular como una muestra de resistencia arquitectónica del regionalismo catalán a la
censura política impuesta por la dictadura centralista de Primo de Rivera:

Los difíciles momentos políticos por los que pasaba nuestra tierra no nos permitían exponer públi-
camente nuestra manera de pensar. Rafael Masó estaba furioso, y no encontrábamos otra manera de
hacer oír nuestra protesta contra la vejación a que era sometida nuestra gente que creando un nuevo
pueblo, levantando nuevas construcciones que por su manera de ser concebidas y llevadas a cabo,
proclamaran muy alto y bien noblemente de cara al mundo, que Cataluña existía con un sentimiento
y una lengua propios y con una arquitectura muy propia y definida.40

El chalet Senya Blanca fue el verdadero comienzo de la construcción de todo el com-


plejo. Estimulados por el fervor que suscitaba entre la alta burguesía la cultura de balnea-
rio, la familia Ensesa solicitó al arquitecto Masó los planos para construir la ciudad jardín
de vacaciones. El primer núcleo que se edificó en las parcelas trazadas por Masó, después de
Senya Blanca, se situó en torno a la plaza del Roserar. En una doble parcela Masó construyó
entre 1924 y 1929 dos viviendas adosadas, que muy pronto fueron adaptadas para conver-
tirlas en hotel. La primera reforma de los chalets originales y su adaptación para convertirlos
en el Hostal La Gavina, con once habitaciones, se realizó entre 1924 y 1929, y fue obra del
propio arquitecto Masó.41 Poco después, Ensesa y Masó emprendían un viaje a la Costa Azul
buscando inspiración para equiparar a S’Agaró con los centros turísticos europeos, ya fuere

37
Carolina Ramos Caravaca, “Costa Brava, los retos urbanísticos del turismo de masas: la huella de la
ciudad jardín y algunos principios racionalistas en el tejido turístico de masas”, QRU, 5-6 (2015), pp. 114-135.
38
urbanitzaciò S’Agaró: 1894-1972. AHG. Se puede encontrar mucha información sobre el proyecto y su
realización en Josep Ensesa, “S’Agaró cumple 30 años”, La revista S’Agaró (1954), pp. 7-19.
39
Carlos Rahola habla del “milagro” de la ciudad que se está creando y que aún tiene abiertas numerosas
posibilidades, especialmente relacionadas con la cultura como elemento de atracción para turistas o residentes.
Carlos Rahola, “una vila que es crea”, Avi Muné, 20 de julio de 1929, p. 1.
40
Josep Entensa Gubert, “El Rafael Masó que jo he conegut”, La revista S’Agaró, 2 (1935-1936), pp. 4-9.
Traducción de las autoras.
152 41
Beatriz Vidal, Catálogo comentado, pp. 54-62.
Figura 3. Revista de S’Agaró. Portada del primer número, de E. Money; página de anuncios publicitarios y “Visi-
tantes ilustres”: L. Companys, P. Guerra del Río y M. Azaña (núm. 1, junio) y llegada del General F. Franco y su
familia a S’Agaró (núm 2. abril de 1949).

por la calidad de la arquitectura, o por el modelo de promoción adoptado por la cadena de


hoteles de lujo Paris Còte d’Azur.42 Resultado de este viaje fueron las sucesivas ampliacio-
nes del Hostal La Gavina, a cuyo núcleo original se adosaron dos nuevos cuerpos y la
construcción de las pistas de tenis adjuntas en 1932. En 1933 Masó realizó una tercera in-
tervención en el Hostal: añadió nuevos cuerpos y construyó un complejo anexo que permi-
tió ubicar 34 habitaciones. Las nuevas fachadas se articularon con galerías de arcos de me-
dio punto, con tejados inclinados individualizando los volúmenes y la torre-mirador en la
articulación del conjunto con el gran patio de fiestas acristalado. Los jardines adoptaron
un nuevo diseño radial del que partían los paseos. Con estas reformas arquitectónicas, el
espacio turístico de S’Agaró no solamente se internacionalizaba, sino que alcanzaba los
estándares de europeidad y civilización a los que se quería asimilar la identidad política y
cultural catalana. En efecto, uno de los cometidos de la propaganda de la urbanización pu-
blicada por sus promotores era, poner de relieve este vínculo entre el lugar, el espacio ar-
quitectónico y la política catalana. Por ejemplo, en el primer número de la Revista S’Agaró
se describe el Hostal homónimo como el escenario de encuentro de las elites dirigentes, don-
de “se celebraron varias reuniones de gran interés político nacional [...que] sentaron las
bases para el traspaso de los servicios de Educación Pública del Estado español a la Genera-
litat de Cataluña”.43 De esta forma, incluso las notas de sociedad reafirmaban el compromiso
político regionalista.

42
Rafael Masó también se inspiraba en referentes estilísticos propios de la arquitectura del Spanish Colo-
nial Revival que divulgaban publicaciones como Californian Architecture in Santa Barbara, a la que estaba
suscrito. Joan Tarrús y Narcís Comadira, Rafael Masó, arquitecte noucentista, Brau, Col·legi d’Arquitectes de
Catalunya, Girona, 2007, p. 151.
43
“Hôtes illustres”, Revista de S’Agaró, 1 (1935), p. 17. Traducción de las autoras. Se refiere al encuentro
entre el presidente de la Generalitat Lluís Companys, el ministro español de obras Públicas Rafael Guerra del
Río y Manuel Azaña, celebrado en S’Agaró. También en S’Agaró se celebró en 1937 la reunión convocada por
Josep Tarradellas con altos cargos de la Generalitat para reorganizar la política financiera de Cataluña en el
marco de una economía de guerra, donde se aprobaron las disposiciones conocidas como Decretos de S’Agaró
o Plan Tarradellas. 153
El edificio que se conserva en la actualidad es obra del arquitecto Francesc Folguera
Grassi,44 quien sustituyó a Masó en la dirección de la urbanización tras su muerte en 1935.
Folguera remodeló totalmente el hotel, conservando pocos elementos del edificio original.
De todas formas, se esforzó en mantener el mismo enfoque estilístico. El lenguaje nove-
centista, enraizado en las tradiciones rurales catalanas, con la casa pairal como su referen-
te, siguió el proceso de adaptación a los estándares de consumo elitistas que representaban
los Hoteles Ritz anteriormente inaugurados en Madrid y Barcelona. De hecho, Folguera
diseñó junto a Eduard Ferrés Puig el edificio del Ritz Barcelona entre 1917 y 1919. En los
interiores del hotel de S’Agaró, el lenguaje se reelaboró para ofrecer una imagen de consu-
mo de lujo y modernidad atemperada por las consignas de orden, claridad y clasicismo
que hundía sus raíces en el mediterraneísmo promovido en los países del sur de Europa
durante los años de entreguerras.45 El Hostal de S’Agaró acabó siendo absorbido en 1935
por el mayor consorcio de hoteles de España: la cadena “Hoteles unidos SA”. 46
La inauguración del Hotel La Gavina en 1929, año de la Exposición universal de Bar-
celona, supuso el inicio del turismo de lujo en la Costa Brava. La celebración de exposi-
ciones universales se utilizó como poder blando de los estados para la construcción de la
identidad nacional, recurriendo a la narrativa de la autenticidad y la tradición y a los com-
ponentes culturales de la modernidad y la globalización.47
Por otra parte, la presencia de actores, artistas, intelectuales, políticos y otros perso-
najes famosos convirtió al hotel en una gran atracción turística. Los empresarios no sólo
cuidaron de la construcción, gestión y trámites administrativos, sino que se ocuparon espe-
cialmente de su promoción, con la organización del transporte colectivo y la organización
de acontecimientos culturales y deportivos. Para este fin emplearon las vallas publicitarias
de los cruceros entre Barcelona y Sant Feliu, al igual que las de los servicios de taxis y au-
tobuses que hacían el mismo trayecto. También se encargaron de anunciar en la prensa lo-
cal las actividades culturales y de ocio que organizaban, e impulsaron la publicación de li-
bros y folletos publicitarios. Josep Ensesa parecía tenerlo claro:
S’Agaró tenía que ser algo más que una exitosa aglomeración de casas bien construidas. Dentro este
cuerpo bien proporcionado, hacía falta también un alma: la Iglesia, y un cerebro: la Escuela. Y tenía
que lucir una voz con la que expresar sus sentimientos: la Revista.48

EL PERIoDISMo TuRíSTICo Y LA PRoMoCIóN DE S’AGARó CoMo CIuDAD DE VACACIoNES

La Revista de S’Agaró: Publicación de Turismo fue un elemento clave en la puesta en


escena y la construcción del imaginario que ofrecía la ciudad turística costera. Tuvo como

44
Francesc Folguera (1891-1960) fue un destacado arquitecto novecentista que comenzó su carrera como
ayudante de Gaudí, al que dedicó junto a J.F. Ràfols el primer estudio monográfico del arquitecto. Reconocido
autor del Poble Espanyol para la Exposición de Barcelona de 1929, y de la fachada y torre del Monasterio de
Monserrat, destacó también como restaurador de iglesias. En S’Agaró, además de la reforma del Hostal La Ga-
vina, construyó la Iglesia de la Mare de Déu de l’Esperança, el camino de ronda y la loggia de Senya Blanca.
Su clasicismo depurado, cercano al proto-racionalismo, le convirtió en referente para las jóvenes generaciones
del GATCPAC. P. Sustersic, “Francesc Folguera Grassi”, en Antonio Pizza y Josep M. Rovira (eds.), La tradi-
ción renovada: Barcelona años 30, CoAC, Barcelona, 1999, pp. 97-120.
45
Marisa García Vergara y Antonio Pizza, “Mediterranean and Modern Architecture: The Spreading of a
Myth in the Media”, The Journal of Architecture, 26: 8 (2021), pp. 1117-1145. DoI: https://doi.org/10.1080/
13602365.2021.1980419.
46
Revista Claror, 2: 12 (1936), p. 42.
47
Josep Leerssen y Eric Storm, World Fairs and the Global Moulding of National Identities: International
Exhibitions as Cultural Platforms, 1851-1958, Brill, Leiden, 2022.
48
Josep Ensesa Gubert, “El Rafael Masó que jo he conegut”, Revista S’Agaró, 2 (1935), pp. 4-9. Traduc-
154 ción de las autoras.
director en su primera etapa a Carles Sindreu y como director artístico a Enric Moneny,49
autor de las ilustraciones y portadas. Moneny trabajó desde 1927 para el Patronato Nacio-
nal del Turismo Español, si bien su tarea más relevante fue como cartelista para la oficina
de Turismo de Cataluña (1932-36).50 La revista tenía como objetivo crear y promover los
símbolos y valores para los futuros turistas, de manera similar a otras revistas del contexto
internacional como La gazette des bains de mer Royans (1877-1924).51 En realidad, la pri-
mera agencia de viajes fundada en Inglaterra en 1845 por Thomas Cook, había comenzado
a publicar un folleto mensual en el que detallaba la ruta de cada viaje bajo el título Cook’s
Excursionist and Home and Foreign Tourist Advertiser (1851-78),52 considerada como la
primera revista de viajes de la historia. Cook & Son estableció su primera oficina en Ma-
drid en 1892 y en 1924 creó la Revista de Viajes. Periódico ilustrado consagrado al turis-
mo (1924-1936), con el objetivo de “propagar e intensificar el turismo por toda la superfi-
cie del Globo”. El artículo de presentación comentaba que habiendo “prestado en los
tiempos modernos tan escasa atención al turismo”, los españoles “no sólo lo han descuida-
do como medio de expansión (...) sino también como fuente de riqueza”.53 La Revista de
S’Agaró apareció en este contexto con ese mismo espíritu.
Fundada en 1935 por Josep Ensesa Gubert, publicó cuatro entregas al año hasta el ve-
rano de 1936, cuando estalló la Guerra Civil.54 Durante esta primera época, la revista utilizó
indistintamente el castellano, el catalán, el inglés y el francés en sus versiones originales,
consciente de que sus cosmopolitas lectores eran capaces de leer cualquiera de esas len-
guas. Tras la pausa entre 1936 y 1949, la revista reanudó su publicación hasta 1974. Du-
rante este segundo periodo se publicó anualmente, y en los últimos años salió sólo en cata-
lán, aunque se publicaron ediciones en español, francés e inglés.
El primer número de la revista explicaba que su objetivo era dar a conocer la belleza
de S’Agaró como “espejo de la identidad catalana” caracterizada por “los bellos paisajes, el
aire puro, el mar azul, los deportes, la vida social”. S’Agaró pretendía ser un escenario don-
de se recreasen los valores asociados con una identidad catalana de carácter conservador
que había quedado un tanto desubicada durante la Segunda República. Ese lugar “donde la
cordialidad y el buen tono han establecido un pacto perfecto” no dejaba de contrastar con
la inestabilidad política y social que se vivía en Barcelona y en tantas otras partes de Cata-

49
“Moneny y su invitación al veraneo”, Destino, 8: 369 (1944), p. 8. Este artículo dedicado al autor de las
portadas de la Revista S’Agaró, lo presenta como el ‘ejecutor del suplicio de Tántalo’ para aquellos que no po-
dían beneficiarse de este tipo de vacaciones.
50
Antoni Farreras Pau, El Turisme a Catalunya del 1931 al 1936, pp. 77-79.
51
Florence Allorent, “Images et souvenirs. La promotion de la ville balnéaire”, en Bernard Toulier (ed.),
Tous à la plage!, pp. 231-237.
52
Stephanie Malia Hom, Destination Nation: The Grand Tour, Thomas Cook, and the Arrival of Mass Tou-
rism. university of Toronto Press, Toronto, 2015.
53
“Proemio”, Revista de Viajes, 1:1 (1924), pp. 3-4.
54
Josep Ensesa ya había promovido intensamente el Hostal la Gavina en diversos periódicos, divulgando
la ciudad jardín. El semanario La Costa Brava dedicó un reportaje artístico a S’Agaró con reproducciones de
imágenes de Josep Lloret o Pere Gorro. La Costa Brava, 4: 170 (1933). El periódico Baluard de Sitges (1934, 1345,
p. 2; 1946, p. 3 y otros números del mismo año), o el diario La Publicitat, publicitaron la urbanización por el
confort, la distinción y su fácil acceso en tren y autobús (1 de septiembre de 1934, p. 10). Los semanarios cultu-
rales como El mirador o L’Humanitat, fundado por Lluís Companys, publicaron sendos artículos sobre S’Agaró,
en la sección de turismo, focalizando en los bellos paisajes, la posibilidad de hacer deportes y tener intimidad
(1934, 846, 29 de julio, p. 7). También La Veu de Catalunya, siempre durante 1934, reporta noticias sobre el Hostal
la Gavina, en referencia a actos culturales, políticos o deportivos. La publicidad de S’Agaro y el Hostal la Gavina
será frecuente en los medios locales y nacionales, así como los reportajes sobre los festivales artísticos (“Festi-
vales en S’Agaró”, ABC, 29 de julio de 1957; “Fiesta de Arte”, La Vanguardia Española, 21 de julio de 1960;
26 de julio de 1960; “Con Antonio bajo las estrellas de S’Agaró”, Destino, 1199 (1960); Blanco y Negro, 20 de
agosto de 1960, 4 de julio de 1964). 155
luña.55 La portada de la primera entrega mostraba la estructura de los Baños de Sant Pol
enmarcando la playa, con sus elegantes veraneantes vestidas o en traje de baño bajo som-
brillas, y a lo lejos la silueta del Hostal La Gavina entre la vegetación. Los turistas, el mar y
el velero del fondo eran los protagonistas de la ilustración, anticipando las imágenes que
sólo hacia el final de los años cincuenta sustituirán al “lugar” por los protagonistas del vera-
no: los turistas y su experiencia. Es interesante contrastar con los carteles del Patronato de
Turismo (1928-1936) que, en este mismo periodo, representaban por lo general ciudades
monumentales, localidades mediterráneas anunciadas como “ciudades de invierno”, y recu-
rrían sobre todo al tipismo nacional español mediante figuras iconográficas como los tore-
ros y las flamencas.56 En la promoción de S’Agaró, la identidad local no se contraponía a la
de los turistas, ni se presentaba lo local como un exotismo a consumir. En la revista de la
urbanización los turistas eran los protagonistas, por lo que la identidad catalana se asimila-
ba a la procedencia europea occidental de los visitantes. Con esta nueva mediterraneidad
moderna, europea y civilizada de reminiscencias novecentistas se pretendía tomar distancia
de la identidad española exotizada y elevar la identidad catalana a los estándares europeos.
Los textos publicados en la revista no sólo describían S’Agaró, sino diversos lugares
de la Costa Brava. Los autores, firmas de reconocido prestigio literario como el escritor
Josep Vicenç Foix o el poeta Joan Salvat, añadían a las narraciones paisajísticas o los rela-
tos de las actividades mundanas la descripción del paisaje cultural. Artículos sobre “El
paisaje en el Cine” o “Nuestros pintores en la Costa” entre muchos otros,57 constituyen
ejemplos de cómo el lugar era presentado no sólo como espacio turístico a descubrir, sino
también como un entorno cultural que habitar. De hecho, el primer número incluyó un tex-
to póstumo de Rafel Masó, publicado en memoria del arquitecto “creador de S’Agaró y
colaborador de la revista”, fallecido días antes. Varias fotografías de sus obras en S’Agaró
ilustran su prosa poética titulada Ràfecs (ver Fig. 2).58 Numerosos artículos trataban de de-
portes como la vela, el tenis o las carreras de caballos, que se iban popularizando entre la alta
sociedad catalana. Este tipo de actividades se pusieron de moda entre las elites barcelonesas
a partir de la inauguración de los lujosos Baños de San Sebastián en 1928, y eran conside-
radas como prácticas deportivas asociadas al ocio y a la ostentación, tal como se presentaban
también en la Revista de S’Agaró. En este sentido, cabe destacar que el magazine D’Ací i
d’Allà (1918-1936), considerada la primera revista catalana sobre ocio de clara vocación
europeísta, al estilo Vogue o Vanity Fair, compartía muchos aspectos con la Revista de
S’Agaró, entre ellos, las empresas que se publicitaban, el público al cual se dirigía, los ar-
tículos sobre deportes de élite y el sector político que la promovía.
De todas formas, las fotografías y comentarios sobre las fiestas náuticas, regatas y con-
cursos hípicos, se combinaban con otras de cenas marineras donde “las últimas creaciones
de los modistos de la capital” se mezclan con las redes de pesca que ambientaban la “típica
taberna costeña”, el Café d’en xic, construido en la playa, así como la “fiesta ochocentista”
celebrada en los jardines de La Gavina. En un contexto en el que la burguesía catalana se
sentía amenazada por el cambio político que representaba la Segunda República y la Ge-
neralitat republicana, la burguesía catalana planteaba S’Agaró no solamente como un es-
pacio cosmopolita de europeidad donde se podía exhibir el carácter educado y civilizado

55
Revista de S’Agaró, 1:1 (1935), p. 5.
56
María D. Fernández Poyatos, José R. Valero Escandell, “Carteles, publicidad y territorio: la creación de
la identidad turística en España (1929-1936)”, Cuadernos de Turismo, 35 (2015), pp. 157-184.
57
H. Saenz Guerrero, “El paisaje en el Cine”, Revista de S’Agaró, 1 (1950), pp. 7-8. Juan Cortes, “Nuestros
pintores y la Costa Brava”, Revista de S’Agaró, 1 (1950), pp. 17-21.
58
“‘Ràfecs’ per Rafael Masó i Valentí”, Revista de S’Agaró, 1 (1935), pp. 8-9. El segundo número incluye
un artículo laudatorio de J. Ensesa i Gubert, ilustrado con diseños de Masó para el Hostal, y su texto “Cançó dels
156 manobres en fer anar les pales”, Revista de S’Agaró, 2 (1935), pp. 4-9 y p. 10.
asociado a la identidad catalana conservadora. La taberna vernácula de pescadores era esce-
nificada como un reducto de la Cataluña regional, donde las clases sociales convivían en ar-
monía en un ambiente apolítico. La portada del segundo número, correspondiente a diciembre
de 1935, proponía extender este oasis de paz y civilización a los meses invernales mostrando
actividades no veraniegas, como la práctica de equitación, y recomendando en el texto edito-
rial: “Conocer la Costa Brava en invierno es descubrir un misterio luminoso...”.59
Durante la Guerra Civil, el proyecto de S’Agaró, incluida la revista que cesó de pu-
blicarse, quedó profundamente afectado.60 El promotor se trasladó a Suiza entre 1936 y
1939, y las tropas de la CNT-FAI y el PouM saquearon y ocuparon los chalets y el hotel
pasó a depender de la Generalitat. En 1937 el hotel fue utilizado como lugar para la recu-
peración de milicianos constituyéndose en un hospital. El 28 de julio de 1938, además, la
ciudad jardín sufrió el ataque de la aviación italiana y alemana calificado en su momento
de “bárbaro e inhumano”.61
Al acabar la guerra, la revista no reapareció hasta 1949, cuando se celebraron los 25
años de la urbanización.62 Bajo el formato de ‘álbum aniversario’, el diseño y contenido se
adecuaba a los nuevos imperativos estéticos y periodísticos de la época. Así, imágenes a
plena página de fotógrafos modernos como Bucovich, Casas, Gandol, Sagarra o Zerko-
witz, sustituían los antiguos anuncios comerciales. Los nombres castellanizados de nuevos
colaboradores como José María de Sagarra, José Pla, Carlos Soldevila o Jaime Arias,
anunciaban sendos artículos dedicados al paisaje, la urbanización, la arquitectura residen-
cial y las diversiones, siguiendo las convenciones de las guías de viaje tradicionales.
En el prefacio de presentación de la nueva revista, José María de Segarra convertía
esmeradamente el espacio turístico de S’Agaró en una metáfora de la experiencia traumática
de la Guerra Civil y del alineamiento final de la burguesía catalana con el franquismo.63
Así, por ejemplo, aludía a “la tenacidad de una constante lucha contra los díscolos vientos
del norte, que derrumban las mejores intenciones y aniquilan los mejores deseos de expan-
sión vegetal”, y explicaba que “los nuevos propietarios de S’Agaró se impusieron el deber
de pulir su mentalidad de propietarios de aquellas aristas anarquizantes” [...] y “renuncia-
ron a ser disparatadas células independientes, para someterse a la condición de partes dis-
ciplinadas de un todo”. Según Segarra, en esa estricta disciplina radicaba “precisamente, la
gracia y el encanto de S’Agaró; su naturaleza de urbanización condicionada”. Por lo tanto,
S’Agaró era propuesto como un ejemplo de materialización espacial de disciplina e inte-
gración en un proyecto unitario que después de la guerra había surgido reforzado: “el de
un todo con alma y con destino”. En efecto, la propia arquitectura permanecía allí como
garantía contra la frivolidad juvenil. Las reformas acometidas por Folguera en esta época
reafirman ese compromiso, mostrando cómo “no sólo aquí se evitó el carnaval arquitectó-
nico, que ha envilecido rincones excelsos de nuestras costas”. La unicidad de S’Agaró como

59
La traducción es de las autoras.
60
Como Larringa ha demostrado con sus estudios, la infraestructura turística que se puso a disposición de
la República fue la más afectada por la guerra y la menos ayudada durante las políticas de posguerra. Carlos La-
rrinaga, De la Fonda al Hotel. Turismo y hotelería privada en España entre 1900 y 1959, Comares, Granada,
2021. También interesante sobre el tema: Elisa Martín Ruiz, “Dualismo turístico durante la Guerra Civil Espa-
ñola. Salvaguarda del patrimonio cultural vs. promoción turística”, Pasos, 20: 4 (2022), pp. 901-922.
61
“Bárbaro e inhumano ataque contra hospitales de S’Agaró”, La Vanguardia, 31 de julio de 1938, p. 1.
62
Anuario de la Arquitectura dedica también en 1949 un artículo escrito por F. Folguera a “S’Agaró, ur-
banización de la Costa Brava Catalana”. Se trata de un artículo fundamentalmente laudatorio que remarca los
aspectos de modernidad y novedad de la urbanización al identificar “el carácter y la armonía del conjunto” como el
aspecto singular que le ha dado fama internacional. Anuario de la Arquitectura, 2 (1949). La revista Destino, en
septiembre de 1950, dedica un artículo a “S’Agaró publicación de turismo”, que elogia la Revista S’Agarò, a la
que califica de elegante, por el papel, la calidad de las fotos y el contenido firmado por célebres autores, que tam-
bién publicaban en Destino, como Josep Pla. Destino, 685 (1950), p. 22.
63
J. M. de Sagarra, “Prefacio”, Revista de S’Agaró, 1 (1949), p. 11. 157
espacio turístico regionalizado pasa a simbolizar “gran unidad de diversidades de la nueva
España”. Como comenta el prologuista, “S’Agaró, que parece ser una gran diversión, y un
gran desahogo, es en realidad esto: una ambición, un pensamiento, una tenacidad y un amor
comprensivo”. El prefacio se ofrecía como una melancólica reflexión dedicada al joven cre-
cido durante la guerra: “esta es la meditación que, en sus bodas de plata con el mar, te ofrecen
estas flores, estas piedras, estas frondas y estas paredes, a ti, hombre de veinticinco años”.
Diferente es la imagen que propone la revista Destino.64 El semanario, portavoz del
ala liberal del franquismo, reporta en septiembre de 1949 el vigésimo quinto aniversario
de S’Agaró en la sección ‘De Mediodía a Medianoche’, dedicado a noticias de tono ligero
de Catalunya. En el talante propio del caricaturista Manuel Del Arco Alvarez, S’Agaró no
viene exaltada por unificar simbólicamente España, sino que se la tilda de urbanización
muy “rara”: un pueblo inventado por su fundador, sin comercios ni médicos, con una igle-
sia que no es parroquia y con un estilo arquitectónico que recurre al estilo vernáculo de la
montaña. Hay pocos elogios, incluida la queja por la falta de tren para ir a su boda de plata,
a 109 km de Barcelona.
Es evidente que los esfuerzos de Segarra por proclamar la nueva alineación ideológica
de los propietarios de S’Agaró no resultaron suficientes para hacer olvidar los orígenes del
proyecto y las intenciones de un programa que la arquitectura testimonia con mayor convic-
ción. Así pues, para reafirmar la ubicuidad de los instrumentos, y su polisemia, se reafirma-
rán sin cesura aparente. Tras el sobrio interludio del aniversario, los números siguientes
volvieron al formato original y al estilo gráfico de antes de la guerra: la portada en color y
las páginas interiores en un sobrio blanco y negro. El deporte, el paisaje y la vida social si-
guieron siendo los temas centrales, mientras los turistas continuaban siendo los protagonis-
tas, siempre retratados en una atmósfera despolitizada de armonía social ante las construc-
ciones arquitectónicas de la ciudad jardín.65 Tras la Guerra Civil, S’Agaró fue resignificado
como lugar de edificación de la nación española y el régimen franquista en su acepción más
regional.66 Su vocación europeísta y civilizatoria se mantuvo intacta, por lo que este modelo
de espacio turístico alejado del estereotipo exotista del “Spain is different” puede ser enten-
dido como la concreción espacial de los usos franquistas del turismo para elevar a España a
los estándares metropolitanos europeos.67 Esta propulsión turística del régimen franquista al
glamour europeo más cosmopolita se escenificó en 1949 con la visita del general Franco y
su esposa a S’Agaró y su hospedaje en el hotel La Gavina.68

CoNCLuSIoNES

La construcción de la urbanización de S’Agaró revela los matices sociales, culturales


y finalmente políticos de la práctica turística en el contexto histórico específico de la Cata-
luña de la primera mitad del siglo xx. La construcción de esta ciudad jardín y su produc-

64
M. Del Arco, “S’Agaró a 109 km: sus bodas de plata”, Destino, 630 (1949), p. 7.
65
Cerverí de Girona, “S’Agaró cumple 30 años”, Revista semanario de informaciones. Artes y letras, 122
(1954), p. 6 El artículo elogia la localidad de S’Agaró por su belleza paisajística y arquitectónica y refleja cómo
las afectaciones y el lujo excesivo se borran allí para dar paso a la sabiduría popular que “son la masía de nuestros
campos”, manifestando la forma local de ser suntuosos.
66
Beatriz Correyero, “Turismo e identidad nacional en el primer franquismo: unidad en la diversidad”, en
Antoni Vives y Gemma Torres (eds.), El placer de la diferencia, pp. 87-102.
67
En el libro El placer de la diferencia hay diversos capítulos referentes al tema, en particular: Jorge Vi-
llaverde, “El spain is different de Rafael Calleja: Identidad nacional e imágenes de feminidad en la promoción
turística de la II República”, pp. 63-86, y Brice Chamoleau, “Civilizados y paganos. Turismo y traslatio imperi
española bajo el franquismo”, pp. 116-144.
158 68
“Visitantes ilustres”, Revista S’Agaró, 2 (1949), p. 16.
ción como espacio turístico contribuyó a materializar la cambiante imagen de la identidad
catalana propia de la burguesía conservadora. Así, simbolizó los diferentes posicionamien-
tos políticos correspondientes, desde la oposición al régimen de la Restauración y a la dic-
tadura de Primo de Rivera, al alejamiento de la Segunda República y el alineamiento final
con el Franquismo. La Revista de S’Agaró no solamente se encargó de fijar estas resignifi-
caciones políticas. Con el protagonismo de los huéspedes como atracción turística, y las
continuas alusiones al lujo y a las nuevas actividades de ocio vacacional como el tenis, la
vela o la equitación, la revista definió el espacio de la urbanización como lugar privilegia-
do de escenificación de una nación moderna a la altura de las procedencias turísticas nor-
te-europeas de sus visitantes.69 Al mismo tiempo, presentaba a S’Agaró como concreción
espacial de una región eterna y atemporal. En este sentido, la revista hacía apología de la
belleza del paisaje natural de la Costa Brava, así como las arquitecturas que incorporaban
elementos constructivos vernáculos como tejas y arcos, e incluso restos arqueológicos de
antiguas masías. Por consiguiente, S’Agaró fue construido como un espacio de museifica-
ción de la identidad catalana, entendida al mismo tiempo como rural-tradicional y moder-
na-civilizada, diseñada antes de la Guerra Civil por el Noucentisme y reproducida durante
el franquismo. Dicho modelo de espacio turístico asociado a la identidad regional catalana
será más tarde propuesto como emblema de la marca turística “Costa Brava”, por ejemplo
en la revista Áncora en la que se señalaba a principios de los años 50 que:

S’Agaró [...] es la ideal proyección hacia el futuro de la Costa Brava. De esta Costa Brava, meta del
turismo y por este motivo, fatal encrucijada de lo bueno y de lo malo que entraña todo descubri-
miento multitudinario, S’Agaró es la ordenación, la resistencia al alboroto, mediante una sabia y poéti-
ca conquista del paisaje mediterráneo por el urbanismo [...] El building bloque, liso y llano, exento
de sabor local, desafía el Mediterráneo en muchas de las localidades de la Riviera. En S’Agaró se ha
hecho un esfuerzo de imaginación mucho más profundo. No se le ha negado ninguna conquista a la
técnica moderna. Pero se le ha sometido a la tradición.70

De todas formas, el modelo urbanístico que irónicamente acabó produciendo la Costa


Brava como espacio turístico consolidado y más democratizado durante los años 60, más bien
se inspiraba en los trabajos de los urbanistas más identificados con la Segunda República.
En efecto, en 1929 y para el mismo ayuntamiento de Castell d’Aro, los arquitectos Josep
Lluis Sert y Josep Torres, miembros del Grup d’Arquitectes i Tècnics Catalans per al Pro-
grés de l’Arquitectura Contemporània, proponían un Poblat d’estiueg a la costa,71 antece-
dente del proyecto de la Ciutat de Repòs i les vacances (1931-34), una propuesta coopera-
tiva y popular orientada a satisfacer las necesidades culturales, de salud, ocio y deporte de
las clases trabajadoras. La arquitectura moderna y funcional de los servicios turísticos para
los obreros, invertía el paradigma formal, urbanístico y social del turismo de S’Agaró, pen-
sado únicamente para la alta burguesía. El proyecto del GATCPAC nunca llegará a realizar-
se, pero constituirá la base fundamental del futuro de la Costa Brava.
Estas contradicciones nos llevan a reflexionar sobre cómo la producción histórica de
espacios turísticos ajenos a la cotidianeidad y al entorno del trabajo y la producción han ju-
gado un importante papel en la reproducción cotidiana de las identidades nacionales y los
órdenes sociales propuestos por sus instituciones promotoras.

69
Ante la imposibilidad de cuantificar datos estadísticos sobre el turismo de S’Agaró, cabe señalar que a
finales de 1950 y comienzos de 1961 de un total de 10.800 visitantes a Sant Feliu de Guíxols, un 39% proce-
dían de Reino unido, mientas que entre un 15 y un 26% procedían de Francia; el resto de nacionalidades nunca
supera el 8%. Yvette Barbaza, Le paysage humain de la Costa Brava, anexo II, LxV, LxVI.
70
Ancora, 1 de agosto de 1953, p. 34.
71
Josep L. Sert y Luis Torres, Poblat d’estiueg a la costa. 1929. C 1877 / 1. Archivo Histórico del CoAC.
GATCPAC, Ciutat del Repós i les Vacances. 1931-37. CAT AHCoAC-B. Archivo Histórico del CoAC. 159
La producción histórica de escenarios vacacionales en las políticas turísticas:
la urbanización de S’Agaró (1916-1949)

The historical production of holiday scenarios in tourism policies:


the urbanization of S’Agaró (1916-1949)

NADIA FAVA
universidad de Girona

MARISA GARCíA VERGARA


universidad de Girona

Resumen
Este artículo analiza la relación entre las políticas de promoción turística implementadas para atraer el primer
turismo de élite a Catalunya y la producción de identidades nacionales en la primera mitad del siglo xx,
en un contexto histórico de significativos cambios sociales y políticos tanto en España como en Europa.
El análisis del proyecto de la Ciudad jardín de S’Agaró (1916-1926), junto con su documentación promo-
cional, nos permite relacionar la construcción de los espacios destinados al turismo y el proceso de resig-
nificación de los mismos en el marco de las confrontaciones y convergencias entre las políticas regiona-
listas catalanas y las nacionalistas promovidas por el régimen franquista. El resultado pondrá en evidencia
cómo se escenificó y materializó el imaginario turístico en Cataluña, en estrecha correspondencia con la
emergencia de la moderna sociedad de consumo.
Palabras clave: espacio turístico, identidad nacional, sociedad del consumo, ciudad jardín, Costa Brava.

Abstract
This article analyzes the relationship between tourism promotion policies implemented to attract the first
elite tourism to Catalonia and the production of national identities in the first half of the Twentieth Centu-
ry, in a historical context of significant social and political changes in Spain and Europe. The analysis of
the project of the Garden City of S’Agaró (1916-1926), together with its promotional documentation, al-
lows us to relate the construction of the spaces destined to tourism and the process of resignification of
them in the framework of the confrontations and convergences between the Catalan regionalist policies
and the nationalist ones promoted by the Franco regime. The result will show how the tourist imaginary
was staged and materialized in Catalonia, in close correspondence with the emergence of the modern
consumer society.
Keywords: tourist space, national identity, consumer society, garden city, Costa Brava.

Nadia Fava
Arquitecta y doctora en Arquitectura por la universidad Politécnica de Cataluña. Profesora agregada de
urbanismo de la universidad de Girona y corresponsable del Grupo de investigación Arquitectura y Terri-
torio. Centra sus investigaciones en la historia y la teoría del urbanismo desde una perspectiva socio cultural
de los siglos xIx y xx. El turismo como actividad económica relacionada con la construcción del terri-
torio, de la imagen y de identidades conflictuales ha sido el centro de gran parte de sus investigaciones,
160
publicadas en revistas científicas como: Journal of Urban History, Urbanística, Planning Perspective.
Town Planning Review, Zainak, Cuadernos de antropología-etnografía, y en capítulos de libros como Tourism
in the City: Towards an Integrative Agenda on Urban Tourism (2016), Meditterani. Traduzioni della Mo-
dernità (2017).

Marisa García-Vergara
Arquitecta y doctora en Teoría e Historia de la Arquitectura por la universidad Politécnica de Cataluña.
Profesora Serra Hunter en la universidad de Girona y corresponsable del Grupo de investigación Arqui-
tectura y Territorio. Centra sus investigaciones transdisplinarias en las interrelaciones entre el arte, la políti-
ca y la cultura moderna de las vanguardias históricas. Colabora con instituciones culturales como museos,
fundaciones y galerías, con contribuciones en exposiciones y catálogos como Piedad y Terror en Picasso.
El camino a Guernica (2018), Habitación (2019) o Hiperespacios (2020). Ha publicado libros como Geor-
ges Bataille y la parte del arte (2013), Le Corbusier. Arte y Diseño (2017) y artículos en revistas científicas
como Journal of Architecture, Town Planning Review, Concreta, Casabella, Arquitectura Viva, Arte y Parte,
entre otras.

Cómo citar este artículo:


Nadia Fava y Marisa García Vergara, “La producción histórica de escenarios vacacionales en las políticas
turísticas: la urbanización de S’Agaró (1916-1949)”, Historia Social, núm. 107, 2023, pp. 145-161.

Nadia Fava y Marisa García Vergara, “La producción histórica de escenarios vacacionales en las políticas
turísticas: la urbanización de S’Agaró (1916-1949)”, Historia Social, 107 (2023), pp. 145-161.

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El artículo completo se puede adquirir a través de la plataforma JStor 161
MIRADA TURÍSTICA, ESPACIO NATURAL Y
DEMOCRATIZACIÓN: LOS INICIOS DEL
ECOLOGISMO EN MALLORCA (1964-80)1
Antoni Vives Riera

EL verano de 1977 un grupo de jóvenes anarquistas contraculturales irrumpió en el pleno


de la diputación provincial de las Islas Baleares e interrumpió los parlamentos llamando a
sus integrantes “basura franquista” y a la institución “cueva de ladrones”. Con esta acción
mediática querían apoyar a sus compañeros que desde hacía semanas estaban ocupando el
islote de Sa Dragonera para evitar la construcción de un complejo turístico.2 Con el mismo
objetivo, el más moderado Grup d’Ornitologia Balear (GOB), fue capaz de convocar varias
de las manifestaciones más multitudinarias de la Transición en Mallorca, a las que acudieron
representaciones oficiales de todos los partidos de izquierdas.3
A lo largo de la geografía española se han detectado movilizaciones similares en esta
misma época. La mayoría giran en torno a conflictos ambientales locales relacionados con
la protección de espacios naturales amenazados por proyectos de desarrollo turístico, por
usos militares o por la construcción de centrales energéticas.4 Siguiendo en cierta medida
el esquema de un “ecologismo de los pobres”,5 se trata sobre todo de conflictos por el es-
pacio en los que las comunidades locales intentan preservar el control del territorio más
próximo ante fuerzas externas o percibidas como tal.6 En la medida que en el conjunto de

1
Los contenidos del presente texto son resultado del Proyecto coordinado I+D+i “Género y nación en la
producción histórica de las costas mediterráneas en España: Espacios naturales y complejos vacacionales de la
praxis turística a la movilización política (Costa Brava, Mallorca y Costa Blanca, s. xx)”, y del subproyecto
“Imaginarios turísticos, identidades políticas y movilización social en el Mediterráneo español: Una perspectiva
de género desde la Costa Brava, Mallorca y Costa Blanca (s. xx)” (PID2021-123790NB-C21) financiado por
MCIN/AEI/10.13039/501100011033/. Quería agradecer a Nuria Benach y Rosa Tello haberme introducido hace ya
tanto al giro espacial, a Javier Díaz Freire haberme iniciado a la teoría social sobre cuerpo y emoción, y a Mary
Nash haberme incorporado junto con ellas y ellos en los proyectos que ha dirigido. También quería agradecer a
Gemma Torres la atenta revisión del texto desde la perspectiva académica, así como a Joan Mayol el intercambio
de impresiones desde su experiencia vital.
2
Pere García, Salvem sa Dragonera. Història dels ecologismes a Mallorca, Illa, Palma, 2017.
3
Miquel Bauçà, “Els primers guerres verds”, en Miquel Payeras (ed.), Memòria viva: Mallorca des de la
mort de Franco fins avui 1975-1995, Promomallorca, Palma, 1995, pp. 171-173.
4
Raúl López Romo y Daniel Lanero Táboas, “Antinucleares y nacionalistas. Conflictividad socioambiental
en el País Vasco y la Galicia rurales de la Transición”, Historia Contemporánea, 43 (2011), pp. 749-778. Damián
González y Oscar Martín, “‘Que se lleven el campo de tiro’: movilización ambientalista, lucha ecopacifista y
acción institucional en defensa de Cabañeros (1983-1987)”, en Daniel Lanero (ed.), El disputado voto de los la-
briegos: Cambio, conflicto y continuidad política en la España rural (1968-1986), Comares, Granada, 2018,
pp. 151-170.
5
Joan Martínez Alier, El ecologismo de los pobres. Conflictos ambientales y lenguajes de valoración, Icaria,
Barcelona, 2005.
6
Pablo Corral-Broto, “El inesperado ‘ecologismo’ del campo español,1939-1979”, en Daniel Lanero (ed.),
El disputado voto, pp. 171-193.

Historia Social, n.º 107, 2023, pp. 163-181. 163


España las pequeñas movilizaciones vecinales tuvieron un papel clave en la democratiza-
ción desde abajo que hizo inevitable la transición a la monarquía parlamentaria,7 en el
mundo rural el ecologismo tuvo un papel muy importante. En el presente artículo profun-
dizamos para el caso de Mallorca en la relación entre turismo, ecologismo y democratiza-
ción a finales del franquismo y durante la Transición.
El papel clave del espacio en el planteamiento de conflictos ambientales invita a la
aplicación de los repertorios conceptuales del llamado “giro espacial”, aún poco presentes
en la historiografía española.8 Ya en los años setenta, Henri Lefebvre planteó el espacio no
como simple escenario de las relaciones sociales, sino como ente socialmente producido e
históricamente configurado.9 Más tarde, Michel de Certeau ha puesto énfasis en la capaci-
dad de los sujetos subalternos de transformar los espacios proyectados desde arriba a tra-
vés de sus usos cotidianos.10 Mientras tanto, Doreen Massey ha planteado el espacio como
producto cambiante de la interacción frecuentemente conflictiva entre sujetos en posicio-
nes de poder desiguales.11 En este sentido, tanto los complejos turísticos como las reservas
naturales protegidas pueden ser entendidos como espacios surgidos de la lucha entre dife-
rentes actores en torno al control y los usos de los mismos.
En el contexto de la España del franquismo, la producción histórica de un número
cada vez mayor de urbanizaciones costeras de hospedaje turístico durante la etapa desarro-
llista puede ser concebida como una operación de poder llevada a cabo no solamente des-
de la iniciativa privada, sino también por la misma dictadura. De hecho, no cabe duda de
la importancia del turismo en la estabilización y reformulación del franquismo como régi-
men compatible con las democracias occidentales.12 Aun así, la identificación del estado
franquista con el desarrollo turístico no significa que el ecologismo tenga que asimilarse de
forma automática al antifranquismo. Basta recordar los orígenes turísticos de los primeros
parques naturales, para comprobar que binomios de contrarios como ecologismo-turismo
no siempre encajan con la evidencia histórica.13 Efectivamente, las reservas naturales han
sido históricamente producidas como espacios renaturalizados y habilitados para la visita
de excursionistas.14 En este sentido, la sensibilidad turística ha jugado un papel decisivo en
la creación de los primeros parques, entendidos como espacios destinados a la admiración
paisajística.15 Desde este punto de vista, cabe plantearse la posibilidad que el movimiento
ecologista local tenga sus orígenes culturales en el mismo relato turístico. De hecho, Mi-
chel Picard ya planteó en su momento la aparición de culturas propiamente turísticas compar-
tidas tanto por viajeros como por locales.16 A pesar de oponerse a la construcción de urbani-

17
Pamela Radcliff, Making Democratic Citizens in Spain: Civil Society and the Popular Origins of the
Transition, 1960-78, Palgrave Macmillan, New York, 2011.
18
Eduard Soja, Postmodern Geographies: The Reassertion of Space in Critical Social Theory, Verso,
London, 1989. Claudio Hernández Burgos y Alejandro Pérez Olivares, “Introducción”, Rúbrica Contemporá-
nea, 10:19 (2021), pp. 1-6.
19
Henri Lefebvre, The Production of Space, Blackwell, Oxford, 1991.
10
Michel de Certeau, The Practice of Everyday Life, University of California, Riverside, 1988.
11
Doreen Massey, For space, Sage, London, 2004.
12
Justin Crumbaugh, Destination Dictatorship: The Spectacle of Spain’s Tourist Boom and the Reinvention
of Difference, SUNY Press, Albany, 2009.
13
Andrés Sánchez-Picón y José García-Gómez, “Los espacios naturales: Los primeros pasos de un nuevo
producto turístico durante el primer tercio del siglo xx”, en Rafael Vallejo y Carlos Larrinaga (eds.), Los orígenes
del turismo moderno en España: El nacimiento de un país turístico (1900-1939), Sílex, Madrid, 2018.
14
Thomas Lekan y Thomas Zeller, “Region, Scenery, and Power: Cultural Landscapes in Environmental
History”, en Andrew Isenberg (ed.), The Oxford Handbook of Environmental History, Oxford University, Ox-
ford, 2014, pp. 332-365.
15
Mark Harvey, “Civilizing nature: National parks in global historical perspective”, Journal of Tourism His-
tory, 8: 2 (2016), pp. 207-209.
164 16
Michel Picard, Bali: Cultural Tourism and Touristic Culture, Archipelago, Singapore, 1996.
zaciones costeras, el ecologismo en Mallorca pudiera ser entendido como una parte de una
cultura turística común.
Aun así, la tradicional asimilación entre turismo y desarrollismo franquista sin duda
empujó al movimiento ecologista a identificarse con la oposición al Régimen. En este sen-
tido, la hipótesis de los orígenes turísticos del discurso ecologista parece reforzar la tesis
del turismo como elemento de democratización y desestabilización del franquismo. Si el
movimiento ecologista parte de una sensibilidad turística contra el desarrollismo, su mira-
da sobre el territorio pudo extenderse en España con el incremento del turismo. En esta lí-
nea, Sasha Pack ha señalado el potencial democratizador del contacto de los visitantes ex-
tranjeros con la población local.17 Mary Nash, por su parte, ha planteado que la visita en
esta misma época de mujeres procedentes del norte europeo seguramente introdujo nuevos
códigos culturales de conducta sexual femenina.18
Aunque dichos autores no plantean los efectos supuestamente democratizadores del
turismo como un simple trasvase de cultura democrática y ecologista de norte a sur, sino
como un proceso más complejo de configuración histórica de una nueva subjetividad de-
mocrática, esta visión imperialista y colonial del contacto entre unos turistas portadores de
civilización y una población local políticamente atrasada parece predominar en las inter-
pretaciones tanto contemporáneas a los hechos como posteriores.19 En este sentido, la teoría
postcolonial y los sectores más críticos en los estudios turísticos han relacionado el turismo
moderno global con la expansión imperialista,20 concibiendo el viaje como un acto de po-
der en el que el turista es investido como sujeto observador y voz reconocida, mientras los
países de destino y sus habitantes son puestos a disposición como silenciados objetos de co-
nocimiento. En términos de John Urry,21 la mirada turística constituye una práctica de con-
trol social a partir del que el viajero voyeur no solamente imagina y representa el país visitado
a partir de estereotipos y fantasías previas. También supervisa y dispone del espacio viajado,
disciplinando los comportamientos de la población local. Con la asunción de estos princi-
pios de raíz foucaultiana, se hace muy difícil entender el ecologismo de matriz turística como
un factor de democratización en el ámbito local. Más bien se puede acercar más a un acto de
conocimiento, vigilancia y castigo.22
En el presente artículo, no sólo nos aproximamos a los orígenes turísticos de la iden-
tidad ecologista en Mallorca. Asumiendo la violencia epistémica de raíz colonial que aca-
rrea el turismo moderno,23 ponemos énfasis en la agencia democratizadora de las poblacio-
nes locales movilizadas por la protección de la naturaleza. Así pues, partimos de la base
que la movilización ecologista no solamente surgió del contacto cultural con los turistas,
sino también de la experiencia corporal y emocional de la materialidad del espacio más

17
Sasha Pack, Tourism and Dictatorship: Europe’s Peaceful Invasion of Franco’s Spain, Palgrave Mac-
millan, New York, 2006.
18
Mary Nash, “Turismo, género y neocolonialismo: la sueca y el donjuán y la erosión de arquetipos cultu-
rales franquistas en los 60”, Historia Social, 96 (2020), pp. 41-62.
19
Brice Chamoleau, “Civilizados y paganos. Turismo y traslatio imperi española bajo el franquismo”, en
Antoni Vives y Gemma Torres (eds.), El placer de la diferencia: Turismo, género y nación en la historia de Es-
paña, Comares, Granada, 2021, pp. 116-131.
20
Mary L. Pratt, Imperial Eyes: Travel Writing and Transculturation, Routledge, New York, 1992. Keith
Hollinshead, “Tourism and new sense: Worldmaking and the enunciative value of tourism”, en Michael Hall y
Hazel Tucker (eds.), Tourism and Postcolonialism. Contested Discourses, Identities and Representations, Rout-
ledge, New York, pp. 25-43.
21
John Urry, The Tourist Gaze 2.0, Sage, London, 2002.
22
Michel Foucault, Vigilar y castigar: Nacimiento de la prisión, Siglo xxI, Madrid, 1988.
23
Gayatri Spivak, “Can the Subaltern Speak?”, en Laura Chrishan and Patrick Williams (eds.), Colonial
Discourse and Postcolonial Theory, Harvester, New York, 1994. 165
próximo, acumulada a partir de prácticas cotidianas como la caza o el excursionismo.24
Además, pensamos que la incorporación del legado de conocimientos campesinos sobre el
medio natural más inmediato pudo dar al ecologismo local un punto de vista propio, de-
mocratizador y decolonizador al mismo tiempo.25 En efecto, la experiencia acumulada del
espacio en estas condiciones implica el establecimiento de un nexo emocional con el terri-
torio-paisaje que explica la movilización social.26 Para el caso de los conflictos ambienta-
les, no cabe duda que el apego local al espacio más próximo ha tenido unos innegables
efectos movilizadores, especialmente en caso de desposesión territorial.27
A partir de estos posicionamientos interpretativos, en los dos primeros apartados del
presente artículo explicamos los orígenes turísticos del imaginario ecologista en Mallorca
a partir del análisis imagológico de dos textos clave.28 Primero analizamos el relato de viajes
Majorca Observed,29 publicado por el escritor inglés Robert Graves en 1964. En segundo
lugar analizamos la película homónima producida por la BBC y estrenada en 1970.30 Se
trata de un documental sobre naturaleza salvaje en Mallorca que se grabó con intenciones
conservacionistas a iniciativa de la Royal Society for Protection of Birds (RSPB), una or-
ganización británica de amantes de la ornitología que en aquellos momentos estaba jugan-
do un papel importante en la creación de reservas naturales en el Reino Unido. Si en el
texto de Graves la isla de Mallorca era observada como destino turístico en términos clara-
mente coloniales, en el documental de la BBC este relato se conectaba con la nueva sensi-
bilidad ecologista para acabar planteando disciplinas sociales para la población local. A
partir de un análisis complementario basado en egodocumentos y prensa,31 reconstruimos
posteriormente la recepción en la isla del documental y planteamos la posible asunción del
estereotipo de ignorancia local y el correctivo ecologista de los comportamientos de la po-
blación isleña propuesto desde la mirada vigilante de la BBC. Así, explicamos la gestación
del GOB, hasta día de hoy la organización ecologista más importante en las Islas Baleares.
En los dos últimos apartados del artículo abordamos la descolonización de la identi-
dad ecologista en Mallorca y la democratización de los espacios naturales producidos me-
diante la movilización política local. Para ilustrar estos dos procesos adoptamos un enfo-
que microhistórico y analizamos principalmente las memorias de Joan Mayol,32 uno de los
miembros fundadores del GOB que en 2014 publicó sus recuerdos sobre los inicios de su
activismo ecologista. Este relato autobiográfico nos permite identificar el repertorio de co-
nocimientos campesinos heredados que se incorporaron en el nuevo relato ecologista lo-
cal, junto a las experiencias corporales-emocionales del espacio natural surgidas de las pri-
meras expediciones de autoconocimiento del propio espacio natural previas al activismo
ecologista. Con este segundo objetivo también realizamos una relectura de la bibliografía
existente sobre las primeras movilizaciones del ecologismo insular, al igual de la produc-
ción discursiva, cuyo análisis evidencia sus pretensiones y efectos de democratización del
espacio natural ante la exclusión turística.

24
Thomas Csordas, Embodiment and Experience: The Existential Ground of Culture and Self, Cambridge
University Press, Cambridge, 1994.
25
Walter Mignolo, Local Histories/ Global Designs: Coloniality, Subaltern Knowledges, and Border Thin-
king, Princeton University Press, New York, 2012.
26
James Jasper y Lynn Owens, “Social movements and emotions”, en Jan Stets y Jonathan Turner (eds.),
Handbook of the Sociology of Emotions, vol. 2, Springer, Riverside, pp. 529-548.
27
Alice Poma, Defendiendo territorio y dignidad: Emociones y cambio cultural en las luchas contra repre-
sas en España y México, EDUEPB, Campinha Grande, 2017.
28
Manfred Beller y Joep Leersen, Imagology: The Cultural Construction and Literary Representation of
National Characters, Rodopi, Amsterdam, 2007.
29
Robert Graves, Por qué vivo en Mallorca, José J. de Olañeta, Palma, 1997.
30
The World About Us: Majorca Observed, Robin Crane, BBC, 1968.
31
Sigurður Magnússon e Istvan Szíjártó, What is Microhistory? Theory and Practice, Routledge, New
York, 2013.
166 32
Joan Mayol, El naixement del GOB: Un record personal, Lleonard Muntaner, Palma, 2014.
ROBERT GRAVES Y LA NARRATIVA TURíSTICA COLONIAL DEL PARAISO PERDIDO

La primera proyección del documental Majorca Observed en Palma en 1970 es con-


siderada como un momento inaugural clave del movimiento ecologista en Mallorca. En
cierta manera, la película parece evidenciar que las primeras valoraciones positivas de la
isla como espacio natural y las consiguientes denuncias de degradación medioambiental
procedían del Reino Unido. El carácter turístico de la mirada de la BBC sobre Mallorca se
evidencia en el juego intertextual de su título con el relato homónimo de Robert Graves,
publicado seis años antes.
En su libro, Graves explica las razones de la decisión del escritor británico de viajar y re-
sidir en Mallorca: primeramente, “porque el clima tenía fama de ser el mejor de Europa”.33
A los tradicionales argumentos climáticos, añadía las no menos típicas referencias a la be-
lleza paisajística del lugar, entendido como un “telón de fondo con sol, mar, montañas, ma-
nantiales y árboles frondosos”.34 De todas formas, valoraba Deià, el pueblo donde se había
instalado, porque “allí no ha ocurrido nunca nada importante”.35 En este sentido, elogiaba
Mallorca porque “en los pueblos reina una perfecta tranquilidad”, una “absoluta quietud”.36
En una actitud escapista típicamente turística,37 huía del bullicio y el ritmo frenético de la
“superpoblada” Londres en busca de su opuesto tradicional, rural, meridional y mediterrá-
neo. Así pues, imaginaba su paraíso mallorquín a partir del arquetipo de un espacio anacró-
nico en términos de Anne McClintock,38 un lugar congelado en un pasado remoto, fosiliza-
do en un estadio anterior de atraso en la narrativa moderna-colonial del progreso.
En este sentido, lo que más placía a Graves de la supuesta atemporalidad de la vida
mallorquina era “la ausencia de política”.39 En su destino de viaje, buscaba un remanso de
paz huyendo de la conflictividad política y social de su lugar de procedencia. Ello contras-
ta con la realidad de las represalias políticas sufridas por algunos de sus amigos de Deià en
1936,40 poco antes de que el escritor británico abandonara Mallorca para no volver hasta
1946. Aun así, Graves relataba los convulsos años treinta en la isla siguiendo las fantasías
coloniales del paraíso ahistórico. Primero explicaba que “llegó pacíficamente la Repúbli-
ca, pero los habitantes de Deià no hicieron mucho caso”, después afirmaba que “en 1936
estalló la Revolución, nadie pensó que afectaría Mallorca”.41 Los repertorios clásicos de
representación colonial de la insularidad,42 se convertían así en el argumento que explica-
ba por qué Mallorca se mantenía al margen del conflicto político y sólo era afectada “cada
cien años o así por la reverberación de una guerra civil en la Península”.43 Así pues, Gra-
ves negaba la trayectoria histórica de sus vecinos isleños, llegando a afirmar que “sus más
recientes luchas habían tenido lugar alrededor de 1450”, o que “no se ha producido ningún
combate insular memorable”.44 Al expulsar el espacio de Mallorca de la historia universal,
lo estaba desplazando de la geografía europea metropolitana a las periferias coloniales.45

33
Robert Graves, Por qué vivo en Mallorca, p. 7.
34
Ibidem.
35
Ibidem, p. 11.
36
Ibidem, p. 25.
37
Chris Rojek, Ways of Escape: Modern Transformations in Leisure and Travel, Macmillan, London, 1993.
38
Anne McClintock, Imperial Leather: Race, Gender, and Sexuality in the Colonial Contest, Routledge,
New York, 1995.
39
Robert Graves, Por qué vivo en Mallorca, p. 7.
40
Juana Seguí, Robert Graves y Mallorca, Tesis doctoral, Universitat de les Illes Balears, Palma, 2005.
41
Ibidem, p. 8.
42
Maeve McCusker y Anthony Soares, Islanded Identities: Constructions of Postcolonial Cultural Insula-
rity, Rodopi, Amsterdam, 2011.
43
Robert Graves, Por qué vivo en Mallorca, p. 25.
44
Ibidem, p. 51.
45
Eric Wolf, Europa y la gente sin historia, FCE, México, 1987. 167
A pesar de la actitud amigable e incluso aduladora de Graves con sus vecinos mallor-
quines, el estereotipo colonial en su relato tenía un reverso negativo como sinónimo de atraso
y subdesarrollo. Ello se hacía patente con relación a las cuestiones más mundanas que
afectaban la vida cotidiana del residente extranjero, por ejemplo, con respecto a la comida.
Así, el escritor británico llegaba a afirmar que en Mallorca “la vida es bastante menos ci-
vilizada, no es fácil conseguir carne de ternera, mantequilla o leche de vaca”.46 Aparte de
la comida, también lamentaba la situación de la educación y avisaba que en Mallorca “los
colegios llevan unos 50 años de atraso”.47 De todas formas, el subdesarrollo también ofre-
cía importantes ventajas al residente extranjero en su día a día. Por ejemplo, Graves desta-
caba los bajos precios, que le permitían “vivir con una cuarta parte de lo que necesitaba en
Inglaterra”.48 Desde su punto de vista, ello suponía una especial ventaja con relación al
servicio doméstico. De hecho, comentaba las dificultades sufridas en su estancia en Londres
porque, “puesto que Inglaterra padecía de pleno empleo, no encontraríamos ayuda domés-
tica a ningún precio”. Por contraste, “aquí en Mallorca nuestras dos muchachas, la asistenta
y el jardinero [...] ganan entre todos unas tres libras esterlinas”.49 De esta manera, el supre-
macismo colonial de Graves buscaba en la práctica cotidiana una actitud de agradecida y
servil hospitalidad por parte de sus vecinos locales.
En la parte final de su libro, el escritor inglés manifestaba la percepción inequívoca
del peligro que acechaba a su paraíso colonial. Identificaba claramente la amenaza con el
“turismo masivo” de “los viajes chárter” y las “reservas de hoteles en bloque”, que estaba
acabando con el encanto “de aquellas islas mediterráneas tan baratas” de “antes de la Gue-
rra”.50 No hay duda de que la aplicación del modelo de producción fordista con posteriori-
dad a la Segunda Guerra Mundial condujo a la masificación turística,51 de la que Graves se
desvinculaba a partir de la distinción entre el “turista individual”, con quien se identificaba,
y el “turista de grupo”, al que despreciaba.52 De entre los efectos perjudiciales del boom tu-
rístico de los años 60, a nuestro expatriado inglés le entristecía especialmente el abandono
de la actividad agraria que se traducía en cosechas de aceitunas podridas en el suelo y en
“bancales caídos que ya no se reconstruyen”.53 Así pues, Graves significaba su experiencia
en Mallorca a partir de la narrativa bíblica del paraíso perdido en la que el turismo de ma-
sas era visto como el pecado original. En este contexto, su actitud escapista propiamente
turística no le conducía al activismo para cambiar la situación. En tanto que móvil y ocio-
so consumidor de países, su primera opción era buscar otro emplazamiento menos gasta-
do, ya que “uno no puede parar el progreso, solo lo puede esquivar”.54 Igual que Adán, el
autor de Majorca Observed se sentía expulsado de su paraíso y se preguntaba “¿A dónde
podremos retirarnos?”.55 Esta misma narrativa turística y colonial del paraíso perdido fue
más tarde adoptada en el documental homónimo de la BBC y jugó un papel clave en la
formación de una identidad ecologista local.

46
Robert Graves, Por qué vivo en Mallorca, p. 9.
47
Ibidem, p. 35.
48
Ibidem, p. 7.
49
Ibidem, p. 24.
50
Ibidem, p. 41.
51
Eric Zuelow, A History of Modern Tourism, Palgrave Macmillan, London, 2015.
52
Robert Graves, Por qué vivo en Mallorca, p. 42.
53
Ibidem, p. 54.
54
Ibidem.
168 55
Ibidem.
Dibujo de la “Zona Dorada” de Palma por Paul Hogarth para ilustrar Majorca Observed (Robert Graves, Por qué
vivo en Mallorca, p. 40).

MALLORCA SEGúN LA BBC: MIRADA TURíSTICA, PRáCTICA ECOLOGISTA Y ESPACIO NATURAL

Más allá de la coincidencia en el título, la relación de intertextualidad entre el libro de


Robert Graves y el documental de la BBC se hace evidente cuando en su metraje se nombra
a “algunos expatriados que se fijaron en Mallorca cuando aún no estaba ‘contaminada’”, que
“ven a las masas de turistas como plagas de langostas devorando sus placeres privados de paz
y discreción”.56 Con esta referencia, los guionistas no solamente estaban pensando en Graves,
implícitamente también manifestaban que éste era el punto de vista adoptado por la película.
De hecho, el binarismo en que se basa el discurso visual, sonoro y textual del documental es
el mismo. Ambos documentos afirman una Mallorca atemporal y natural opuesta a la isla ar-
tificial y modernizada consumida por el turismo de masas. En el documental, el opuesto ne-
gativo al paraíso mallorquín es expuesto al comienzo del metraje, cuando en pantalla apare-
cen bañistas en las playas de los complejos vacacionales costeros con un fondo de música
pop. Inmediatamente después, aparecía acompañado de música folk el paisaje opuesto: un
mercado agrario artesanal donde campesinos locales vendían sus productos.

56
The World About Us: Majorca Observed. Postproduction Film Script, pp. 4-5. BBC Written Archives
Centre. Las traducciones del inglés son nuestras. 169
Durante el primer cuarto de hora de metraje, el documental parece centrarse más en
la vida cotidiana del campesinado de Mallorca que en la naturaleza salvaje. En una de las
primeras escenas, se reproduce la imagen en zoom de un avión aterrizando en la isla, que
cuando se revierte deja entrar en el objetivo de la cámara a un campesino arando la tierra
aun con una mula, tal y como le gustaba observar a Graves.57 Ante estas imágenes, la voz
en off comenta que “detrás de una fachada de discotecas y tiendas de suvenires, la vida
tradicional parece moverse al ritmo de siempre”.58 De esta manera, se acentuaba el con-
traste entre modernidad turística exógena y la tradición agraria endógena, definidora de un
espacio anacrónico que en el documental se acaba extrapolando a la vida salvaje y a los
espacios naturales. Así pues, en el discurso del documental se difuminaban las fronteras
entre el mundo natural y la población mallorquina, al mismo tiempo que se trazaba una
clara línea de separación entre el ecoturista septentrional como sujeto conocedor del espa-
cio natural y la población local meridional incluida como objeto de conocimiento en tanto
que parte pasiva del entorno observado.
Igual que en el relato de Graves, la representación colonial positiva del campesinado
tradicional en el film de la BBC ofrecía su reverso negativo de desprecio inferiorizante.
Ello se manifestaba con la aparición en cámara de jilgueros enjaulados por la población
local. De todas formas, el impacto visual de la barbarie local llegaba a su punto más álgido
con la aparición en primer plano de “cadáveres [de gaviotas y aves rapaces] exhibidos en
un hilado como ropa sucia”.59 Estos tendidos eran obra de los guardabosques de los cotos
que así visualizaban ante el terrateniente su labor de contención de la población de depre-
dadores de aves de caza. En esta línea, el trabajador de la BBC Richard Brock, que cola-
boró en la realización del documental, comentaba poco después en la revista naturalista
Birds que, aparte del desarrollo turístico, otros problemas para la fauna en Mallorca eran
“prácticas como la caza con trampas o armas de fuego, y la actitud general de la población
local ante la vida salvaje”.60 De esta manera, dejaba entrever la falta de educación de unos
lugareños incapaces de adoptar el punto de vista ecologista.
A pesar de la atención prestada a la población local, los verdaderos protagonistas del
documental eran los animales salvajes. El protagonismo de las aves y las ubicaciones ele-
gidas para su grabación, indican que la iniciativa de su producción provino de la RSPB.
En efecto, los escenarios naturales más recurrentes en la película son los mismos que acos-
tumbraban a visitar en sus excursiones los birdwatchers que desde 1967 llegaban a Ma-
llorca en paquetes vacacionales llamados ornithoholidays, anunciados en la revista Birds.61
De hecho, el documental se grabó solamente un año después. Al parecer el centro de hos-
pedaje y base operativa de los ornitólogos británicos era un hotel del Puerto de Pollença,
cerca de las montañas de la Serra de Tramuntana, donde se podían avistar buitres negros, o
los humedales de S’Albufera, que contaban con un gran número de aves salvajes. El enlace
con la BBC seguramente fue el mismo Richard Brock, miembro de la RSPB que tuvo un
papel muy activo en el proceso de producción y grabación del documental.62
El carácter en cierta manera activista y reivindicativo de la RSPB se entrevé al final
de la película, cuando la reproducción de imágenes de las obras de construcción de la lla-
mada Ciudad de los Lagos en el entorno de S’Albufera desvelaba el verdadero objetivo del

57
Robert Graves, Por qué vivo en Mallorca, p. 8.
58
The World About Us, pp. 2-3.
59
Ibidem, p. 7.
60
Richard Brock, “Holidays Abroad; Majorca”, Birds, 1973, p. 196.
61
Desde el número de enero/febrero de 1967, hasta el número de primavera de 1979, las ornithoholidays
en Mallorca se anunciaban regularmente en la revista Birds.
62
Como ya se ha visto, Brock era colaborador habitual de la revista Birds, por otra parte, Joan Mayol lo
170 recuerda en sus memorias. Joan Mayol, El naixement del GOB, pp. 26-27.
documental: parar la urbanización de este entorno natural. Nuevamente, el recurso de vi-
sualizar el contraste entre la modernidad turística y la naturaleza salvaje se utiliza cuando la
cámara filmaba las obras del complejo y, tan solo moviéndose unos grados hacia un lado,
pasaba a enfocar aves salvajes en una laguna adyacente. En este momento, la voz en off
añadía que “los viejos crímenes obsoletos de automutilación cometidos en tantos otros paí-
ses en el mundo se repiten aquí como si fuese algo nuevo”.63
A partir de los años setenta, la narrativa turística, ecologista y colonial sobre Mallorca
como paraíso perdido fue adoptada y apropiada por un número cada vez mayor de pobla-
ción local. Cuando Majorca Observed se proyectó por primera vez en la isla tres meses
después de su estreno en la BBC, su visionado dejó fascinada a buena parte de su audiencia.
En aquella proyección estaba Joan Mayol, joven aficionado a la ornitología y miembro de la
Sociedad de Historia Natural de Palma (SHN), quien afirmó con posterioridad que “las imá-
genes de halcones, águilas y abejarucos me cautivaron”.64 Ante la recepción tan entusiasta,
Richard Brock, puede que sorprendido, decidió ceder una cinta del documental a la SHN,
cuyos miembros más jóvenes se encargarían de proyectar durante años por los barrios y pue-
blos de toda la isla.65 Así, los jóvenes ecologistas fomentaron la adopción por parte de la po-
blación local de una nueva mirada sobre el espacio de la isla como medio natural que no era
compartida por las previas generaciones campesinas, que veían los mismos entornos como
espacios de explotación agraria reservados para la caza, la pesca y la recolección.
Impactado por el documental, Mayol publicó poco después en el periódico Baleares el
primer escrito de reivindicación ecologista en el archipiélago, alertando de los peligros de
desaparición del buitre negro.66 Animado por este primer reportaje, otro joven ecologista,
Miquel Rayó, publicó una carta al director en el mismo rotativo, haciendo un llamamiento a
la formación una sección balear de ADENA, recién creada en Madrid bajo el liderazgo me-
diático de Félix Rodríguez de la Fuente.67 El núcleo original del GOB estaba formado.

INICIOS INVISIBLES DEL GOB: INCORPORACIóN EMOCIONAL DEL ESPACIO NATURAL


Y DECOLONIZACIóN

En sus memorias personales sobre el nacimiento del GOB, Joan Mayol explica su ex-
periencia de los años previos a la movilización ecologista de Mallorca cuando el movi-
miento se gestó subterráneamente y sin visibilidad ante el ojo público.68 El GOB se instituyó
oficialmente en 1973, pero dio sus primeras señales de vida en 1970. Mayol, organiza su
relato subjetivo de esta época en diferentes capítulos correspondientes a espacios, no tanto a
etapas, hechos o personajes. En sus memorias, narra cómo se familiarizó con los diferentes
entornos naturales de la isla que después fueron objeto de lucha ecologista y finalmente aca-
baron convirtiéndose en reservas protegidas.
El primer espacio de la trayectoria biográfica de Mayol como ecologista es S’Albufera.
Pero no lo descubrió a partir del contacto con los birdwatchers de la RSPB.69 Lo que le abrió

63
The World About Us, p. 21.
64
Joan Mayol, El naixement del GOB, p. 20.
65
Ibidem, p. 27.
66
Jesús Jurado, “GOB 40 Anys”, Es Busqueret, 40 (2015), pp. 13-17.
67
Joan Mayol, El naixement del GOB, p. 20.
68
Alberto Melucci, Acción colectiva, vida cotidiana y democracia, Centro de Estudios Sociológicos, Méxi-
co, 1999.
69
Joan Mayol, El naixement del GOB, p. 18. 171
las puertas del humedal fue la afición a la caza de su padre, a quien acompañaba en sus ca-
cerías. Al parecer, su progenitor tenía buenas relaciones con el mayoral encargado del coto
de caza más soñando y deseado de la isla, quien aparte de guiarles por la finca llegó a
ofrecerles su casa. De esta manera, Mayol relata unas largas e inolvidables vacaciones en
un entorno natural envidiable con un gran número de especies de aves.70 Al parecer, estas
experiencias previas ligadas a la práctica de la caza hicieron crecer el apego del pequeño
Mayol a S’Albufera en concreto y a la naturaleza en general.
De hecho, es muy significativo que su relato sobre los orígenes del GOB, el pionero
ecologista no dé comienzo con el visionado del documental de la BBC o con la fundación
de ADENA. Desde su propia perspectiva, los orígenes más tiernos del ecologismo en Ma-
llorca son explicados en un primer capítulo dedicado a su familia. En este sentido, afirma
que su “trayectoria ecologista [...] es producto de un padre cazador y de unos abuelos ma-
ternos campesinos”.71 De hecho, su padre no era un aficionado a la caza cualquiera. Re-
gentaba una de las tiendas dedicadas a esta actividad más populares de Palma, habitualmente
frecuentada por campesinos de toda la isla. A pesar de vivir en la ciudad, Mayol pudo ad-
quirir así conocimientos sobre el medio natural, escuchando relatos de caza y oyendo ter-
tulias sobre el estado de los cotos o las fechas de las vedas. En este sentido, llega a afirmar
que “en realidad mi padre fue quien me hizo ecologista”.72
El segundo espacio natural que Mayol conoció con profundidad fueron las montañas
de la Sierra de Tramuntana. En este caso, las visitas se incrementaron como consecuencia
directa del visionado del documental de la BBC. Con el objetivo de fotografiar a los bui-
tres negros que había visto en la película, con solo 17 años organizó una primera expedi-
ción junto al joven excursionista Jesús Jurado.73 Ante el fracaso de su primer intento, orga-
nizó nuevas excursiones a los que se añadieron Miquel Rayó y otros compañeros. Con el
tiempo, ya no solamente pretendían fotografiar a los buitres, sino también localizar nidos y
hacer un recuento de ejemplares. En este sentido, la sección mensual “Defensa de la natu-
raleza” que el Diario de Mallorca les concedió, obligó al grupo a disciplinarse y a organizar
regularmente exploraciones de campo.74
A la experiencia acumulada de excursiones en la sierra, se añadió en 1972 una ambi-
ciosa expedición al archipiélago de Cabrera, con el objetivo de hacer recuentos de aves
marinas y anillar el máximo número de ejemplares. Se trataba de una experiencia que ya
se había ensayado en previas visitas al islote de Sa Dragonera.75 De todas formas, el obje-
tivo de fondo era generar el conocimiento necesario para una futura petición de protección
del espacio. A pesar de estar bajo jurisdicción militar, la amenaza de que Cabrera y los is-
lotes adyacentes fueran devueltos a manos privadas y posteriormente urbanizados era un
tema de dominio público en aquellos momentos.76 De esta manera, a través de la práctica
cotidiana del excursionismo naturalista, los jóvenes ecologistas locales no solamente em-
pezaban a transformar el espacio agrario menos humanizado en espacio natural. También in-
tentaban prevenir una futura turistificación del mismo.
En su relato personal de estas primeras excursiones, Mayol pone espacial acento en
cómo estas prácticas afectaron a sus cuerpos. Más allá de la anécdota, diferentes episodios
narrados indican como el mismo espacio natural fue sensual y emocionalmente incorporado

70
Ibidem, p. 14.
71
Ibidem, p. 11.
72
Ibidem, p. 12.
73
Ibidem, p. 30.
74
Jesús Jurado, “GOB 40 anys”.
75
Joan Mayol, El naixement del GOB, p. 49.
172 76
Miquel Rayó, L’ecologisme a les Balears, Documenta, Palma, 2004.
De izquierda a derecha: Jesús Jurado, Joan Mayol y Miquel Rayó en una excursión de recuento de buitres negros.
Publicado en Última Hora (05/09/2021).

por los jóvenes ecologistas. Por ejemplo, explica que una expedición en la sierra se alargó
“dos o tres días en que reventaron las suelas de las botas Chiruca”.77 A través del cansancio
en las piernas o del dolor de las ampollas en los pies, los expedicionarios acumularon en su
cuerpo sensaciones que les ofrecían un conocimiento del espacio recorrido de carácter emo-
cional, más allá de libros, dibujos o fotografías. En el relato de la expedición de Cabrera, el
pionero ecologista comenta las heridas en sus manos provocadas por los picotazos de las
pardelas que se resistían a ser anilladas. Finalmente, explica con tintes épicos el miedo al
desplazarse a nado entre los diferentes islotes del archipiélago debido a la presencia de pe-
queños tiburones.78 Así pues, el frío acumulado en la travesía acuática, el dolor de las heridas
en las manos o el miedo a las tintoreras, conformaban un conjunto de emociones con las
que los jóvenes ecologistas establecían unos vínculos con el espacio explorado y un apego
sentimental al entorno natural que iba más allá del placer de contemplación turística perse-
guido por los birdwatchers británicos. En este sentido, Mayol apunta como explicación del
éxito del GOB a la política de organización de excusiones que “crean experiencias directas y
amor a la naturaleza”.79
Para entender el carácter descolonizador de la identidad ecologista local con relación al
imaginario turístico sobre la naturaleza de Mallorca introducido por los birdwatchers bri-
tánicos,80 un detalle que no se puede pasar por alto es que el conocimiento generado en las
excursiones naturalistas de esta época siempre se realizó desde el punto de vista local. A
diferencia de los relatos de Graves o la BBC, en la memoria ecologista del GOB el espacio
experimentado no es presentado como ajeno, como tierras extrañas o exóticas. De hecho,

77
Joan Mayol, El naixement del GOB, p. 25.
78
Joan Mayol, El naixement del GOB, p. 42.
79
Ibidem, p. 88.
80
Walter Mignolo, Local Histories. 173
Jesús Jurado comentaba con posterioridad que estas excursiones propiciaron el amor a
“nuestra tierra, nuestra naturaleza”, y sólo en segundo término “a la naturaleza en general”.81
El abandono de la perspectiva turística adquirida por los jóvenes ecologistas locales con el
visionado de Majorca Observed y los primeros contactos con la RSPB, hacía de esta prác-
tica naturalista un empoderador dispositivo de autoconocimiento y autodescubrimiento.
De hecho, con sus excursiones los miembros del núcleo originario del GOB transgredían
la norma turística colonial al emplazarse ellos mismos como sujetos exploradores y cono-
cedores del espacio.
Este giro discursivo conduce al replanteamiento de las relaciones entre turistas y po-
blación local en el propio relato del ecologismo mallorquín. En la medida que ya no hay
una distinción clara entre el excursionista visitante y la población local visitada, las jerar-
quías sociales son difuminadas. Así pues, en las memorias de Mayol, la distinción entre
los jóvenes excursionistas y los campesinos que les acogían y guiaban ya no es tan binaria
como en el caso de los birdwatchers británicos. De hecho, las fronteras entre ambos suje-
tos son continuamente atenuadas con el énfasis puesto en las relaciones de cercanía perso-
nal entre unos y otros. Esta complicidad no solamente permitió a los excursionistas atrave-
sar las fincas con el permiso de los campesinos, sino también compartir momentos de
celebración del ciclo agrario como la esquila de las ovejas.82 En Cabrera, el grupo de expe-
dicionarios llegó a la isla con la embarcación de pesca del padre de uno de sus miem-
bros.83 Así pues, la proximidad entre ecologistas y campesinado local llegaba al extremo
del parentesco.
Además de establecer cierta identificación entre ecologismo y campesinado local, en
la memoria compartida de los orígenes del GOB, el núcleo originario excursionista reco-
nocía el valor de los conocimientos subalternos de sus guías. En efecto, la información de
la geografía visitada ofrecida por guardabosques, mayorales y arrendatarios fue clave en la
confección de estudios que más tarde justificarían la protección de los espacios naturales.84
En este sentido, Mayol los llega a describir como “hombres que conocen muy bien la ga-
rriga y sus secretos [...], de los que aprendí más que con algunos profesores de la universi-
dad”.85 Por el contrario, cuando el equipo de grabación de la BBC del documental Majorca
Observed acudió a la armería del padre de Mayol en busca de asesoramiento,86 la aporta-
ción de los cazadores locales no se vio reconocida en ningún momento del metraje.

MOBILIZACIóN ECOLOGISTA Y DEMOCRATIZACIóN DEL ESPACIO DURANTE LA TRANSICIóN

En 1977 el ecologismo en Mallorca pasó a ser un movimiento social mediáticamente


visible, capaz de agregar militancia más allá de las redes sumergidas de sociabilidad y de
marcar la agenda de debate político preautonómico. Aquel año un grupo de jóvenes activis-
tas ocuparon el islote de Sa Dragonera para impedir la construcción del complejo turístico
que allí había proyectado la empresa Pamesa, nueva propietaria de la finca.87 Los protagonis-
tas de esta acción fueron Terra i Llibertat, un pequeño e informal grupo contracultural de ca-
rácter anarquista partidario de la acción directa no violenta. Si en sus primeras excursiones al

81
Jesús Jurado, “GOB 40 anys”, p. 17.
82
Joan Mayol, El naixement del GOB, p. 37.
83
Ibidem, p. 41.
84
Ibidem, p. 54.
85
Ibidem, p. 13.
86
Información facilitada oralmente por Joan Mayol.
87
Pere Garcia, Dragonera pels dragons: Història de la lluita ecologista per salvar Sa Dragonera 1974-1995,
174 Moixet Demagog, Palma, 2008.
Militantes del GOB apoyando la ocupación de Sa Dragonera. Imagen del documental “Salvem sa dragonera”,
del programa de IB3 Jo hi era (Youtube).

islote, el GOB empezó a transformar Sa Dragonera en espacio natural, su posterior ocupa-


ción significó su transformación definitiva en espacio político. Así pues, la presencia y lide-
razgo de la población local en la movilización ecologista contradecían tanto el estereotipo
colonial de la Mallorca apolítica presente en los relatos de Robert Graves, como la insensibi-
lidad local ante el ecologismo afirmada en el documental de la BBC y la revista del RSPB.
Al parecer, la ocupación se hizo por sorpresa, de noche y de manera un tanto impro-
visada. Una vez tomado el control del islote, el conflicto por el espacio se desarrolló en el
mar, en torno al avituallamiento de los ocupantes. De hecho, en los alrededores de Sa Dra-
gonera se produjo una pequeña batalla naval entre activistas ecologistas que en botes pri-
vados intentaban llegar al islote y lanchas de la guardia civil que querían impedírselo. A
través de la experiencia de ocupación, se establecieron vínculos emocionales con el espa-
cio determinantes para el mantenimiento de la movilización. Así pues, el sol incorporado
en la piel de los ocupantes, el pescado del entorno degustado, o algún incidente con las
molestas orugas procesionarias de los pinos, todo ello generó nuevamente un apego del
movimiento ecologista por el espacio natural-político.88 Este proceso cogió tintes más dra-
máticos en la segunda ocupación del islote en las navidades de 1978-79, en unas condicio-
nes mucho más precarias de frío, temporal marítimo, mayores dispositivos policiales y
más dificultades de avituallamiento. Los activistas empezaron a sufrir en sus carnes la esteri-
lidad del entorno y algunos se declararon en huelga de hambre. Aparte del apego al islote,
todo ello les proporcionaba un sentimiento de legitimidad en la apropiación del espacio.
Evidentemente, la experiencia del entorno que tenían los ejecutivos e ingenieros de Pamesa
era mucho menor.

88
Ibidem, p. 21. 175
Esta apropiación emocional del espacio natural por parte de los activistas ecologistas
se complementaba desde el primer momento con la reivindicación textual de su democra-
tización. En este sentido, la prensa del momento se hacía eco de las propuestas de nuevos
usos del islote sostenidas por los ocupantes, sobre todo relacionadas con el ocio infantil o
la “experimentación con energías libres”.89 Por lo tanto, el discurso que había detrás del
acto de ocupación no tenía que ver solamente con la preservación de los ecosistemas, sino
con el libre acceso al ocio en la naturaleza y con la toma de control del espacio turístico
por parte de la población local. Así pues, se quería superar la tradicional exclusión local
del ocio turístico y evitar que la producción de reservas naturales fuese acompañada de la
desposesión local como había sucedido en el pasado en las fincas reforestadas por el Ar-
chiduque Luis Salvador en la costa mallorquina de Valldemossa.90 En este sentido, las de-
nuncias de Terra i Llibertat iban dirigidas en sus manifiestos contra “las minorías que pre-
tenden seguir diciendo por nosotros lo que sólo a nosotros corresponde: nuestro espacio y
nuestra vida”.91
Salvando las distancias, los argumentos y reivindicaciones de Terra i Llibertat se pa-
recían a los que esgrimía el GOB en sus primeras campañas para la protección de S’Albu-
fera,92 cuando ya se había convertido en un auténtico lobby de presión para la defensa de la
naturaleza con apoyos mediáticos y asesoramiento jurídico.93 En 1976, esta organización
publicó un folleto informativo en el que diferentes militantes y personalidades conocidas en
la isla exponían argumentos a favor de la reconversión de las fincas del humedal en parque
natural público. En sus páginas, el abogado y político autonomista Josep Melià defendía
poner límites al derecho a la propiedad privada y establecer controles públicos a los espa-
cios de interés natural, llegando a proponer “la introducción de correctivos de garanticen
los intereses de la comunidad”.94 Así pues, desde los sectores más moderados del ecologis-
mo también se defendía la producción de espacios naturales como una forma de democra-
tización y toma de control local del espacio turístico.
De hecho, más allá de movilizaciones políticas, el espacio natural también se siguió de-
mocratizando a través de la práctica cotidiana del excursionismo. En este sentido, fue muy
significativa la publicación en 1978 de la “Guía Ecológica de las Baleares”,95 que identifi-
caba 14 espacios que podían ser tomados fácilmente como objeto de reivindicación ecolo-
gista. Se trata de una guía divulgativa que acompañaba a cada espacio con un código de
pequeños iconos correspondientes a los principales puntos de interés, no solamente faunístico
o botánico, sino también paisajístico e histórico. Del mismo modo, también especificaba las
actividades de ocio más aconsejables, como fotografía, senderismo, submarinismo o acam-
pada. Así pues, al igual que en los inicios más tiernos del GOB pocos años antes, con esta
publicación se actualizaba el contradictorio vínculo entre turismo y ecologismo. De hecho,
según el coordinador de la guía, el jefe provincial del gubernamental Instituto para la Con-

89
Ibidem, p. 31.
90
Joan Mayol, Miramar, el primer parc nacional d’Europa, Lleonard Muntaner, Palma, 2021. Mark Spence,
Dispossessing the Wilderness: Indian Removal and the Making of the National Parks, Oxford University Press,
Oxford, 2000.
91
Pere García, Dragonera pels dragons, pp. 28-29.
92
Jesús Jurado, “Intent cronològic sobre la lluita conservacionista per S’Albufera”, Lluc, 720 (1985), pp. 31-
34.
93
Sobre la labor periodística de difusión de la sensibilidad ecologista llevada a cabo por los primeros
miembros del GOB ver Antoni Vives, “Del Diario de Mallorca al GOB: Relat turístic colonial i identitat ecolo-
gista local a Mallorca (1970-73)”, en Francesc Vicens (ed.), Cap a una ecologia integral del paisatge. Visions
del paradís des de l’art, la cultura i l’educació, Tirant lo Blanch, València, 2022, pp. 107-125.
94
GOB, Per qué volem salvar s’Albufera?, Gràfiques Miramar, Palma, 1976, p. 14.
176 95
Guía ecològica de las Baleares, Incafo, Madrid, 1978.
servación de la Naturaleza (ICONA), su objetivo era informar sobre “aquellos lugares que
realmente destacan por el conjunto de sus bellezas naturales”, a la par que “formar a sus visi-
tantes para que puedan aprovechar al máximo su visita”.96
Aun así, la gran mayoría de los contenidos de la publicación estaban firmados por los
jóvenes naturalistas que formaron el núcleo original del GOB. De esta manera, la publica-
ción no era más que una herramienta de divulgación al conjunto de la población de los co-
nocimientos acumulados en las previas expediciones naturalistas con el objetivo de “dar a
conocer la naturaleza balear, conscientes que solamente aquello que es primero conocido
puede ser después respetado y conservado”.97 En este sentido, es importante tener en cuen-
ta que esta guía regional de la Islas Baleares surgida de la iniciativa de ICONA solamente
se publicó en castellano y fue distribuida gratuitamente en el ámbito insular por su princi-
pal patrocinador la Caja de Ahorros “Sa Nostra”. Así pues, el pequeño libro verde plastifi-
cado de bolsillo se convirtió en un elemento común de las estanterías de muchos hogares
de Mallorca, fomentando entre la población local a la que iba dirigida una práctica excur-
sionista teñida de sensibilidad ecologista. Con la guía, se incitaba a los lectores a transgredir
los roles establecidos por el discurso originario turístico colonial de Graves y la BBC, según
la cual la posición dominante del sujeto turístico conocedor quedaba reservada para los vi-
sitantes extranjeros. Siguiendo los pasos de los pioneros jóvenes naturalistas del GOB,
ahora el sujeto conocedor y protector del espacio natural era el conjunto de la población insu-
lar que de esta manera era investida como agente político. Es en este sentido que se pueden
entender las posteriores movilizaciones para la protección pública de entornos como S’Albu-
fera (1988), Cabrera (1991), o Sa Dragonera (1994).98
A pesar de que S’Albufera se constituyó en el primer parque natural de Mallorca en
1988, fue la finca costera de La Trapa, situada justo enfrente de Sa Dragonera, en 1980 el pri-
mer espacio protegido producido por el movimiento ecologista. Fue allí donde se ensayó
el modelo de democratización turística de la naturaleza entre la población local. Al igual
que en el caso del islote adyacente, la apropiación emocional del espacio no se realizó sola-
mente mediante el ocio excursionista, sino a través del sacrificio corporal de militancia eco-
logista. La finca en cuestión era propiedad del abogado Josep Casasayas, mecenas de las
primeras excursiones naturalistas del GOB y primer presidente de la organización. Cuando en
1973 se declaró allí un incendio forestal, desesperado ante la falta de medios, el terrate-
niente pidió a sus jóvenes amigos que colaboraran en la extinción. De esta manera, los
compañeros ecologistas incorporaron sensorialmente el espacio de la finca a través del ca-
lor abrasador, la asfixia y la extenuación física, estableciéndose vínculos con el territorio a
través de emociones como el miedo.99 Este proceso se completó con tareas de repoblación
y restauración de los ecosistemas previos. Como relata Mayol, en la extinción de incendios
“nos mojamos (de sudor) por el territorio”.100 Así pues, a través de su arriesgada presencia
y sacrificio corporal en los duros trabajos de producción del espacio natural, los jóvenes eco-
logistas no solamente se apropiaron emocionalmente de La Trapa, sino que en cierta medida
se habían ganado la legitimidad moral de su propiedad.
Cuando en 1979 Casasayas tuvo que poner en venta la finca por motivos económicos,
el apego emocional y personal a este espacio en concreto empujó al GOB a organizar una
recolecta por suscripción popular para poder comprarla y así evitar su futura urbanización.

196
Ibidem, p. 5.
197
Ibidem.
198
Gabriel Mayol, En defensa de la terra. Mobilitzacions ecologistes a Mallorca (1983-2007), Lleonard Mun-
taner, Palma, 2021.
199
Joan Mayol, El naixement del GOB, p. 79.
100
Ibidem, p. 82. 177
Nuevamente, el objetivo de esta acción no solamente era la preservación del ecosistema
restaurado, sino convertir la finca en un espacio de socialización y democratización de la
naturaleza, donde las escuelas y el mundo asociativo pudiesen organizar excursiones edu-
cativas, o donde los subscritores de la recolecta compartiesen las tierras de cultivo para
practicar la agricultura ecológica.101 Salvando las distancias, el GOB materializó en el es-
pacio de La Trapa la utopía que habían soñado los activistas de Terra i Llibertat para Sa
Dragonera. En palabras de Mayol “La Trapa supone la plasmación práctica de los princi-
pios de conservación y uso público de espacios naturales”.102

CONCLUSIONES

El imaginario turístico y colonial ha representado históricamente al espacio de Mallor-


ca como paraíso natural anacrónico a disposición de los viajeros y en peligro de extinción.
Este imaginario ha jugado un papel imprescindible en la formación de una identidad ecolo-
gista en Mallorca. Al incluir a la población local como parte del paraíso turístico, esta identi-
dad proyectada desde el norte europeo fue asumida por las generaciones más jóvenes de las
clases medias insulares. De esta manera, su mirada sobre la isla como espacio natural empe-
zó a diferir de la percepción de las previas generaciones campesinas del territorio como es-
pacio agrario. En este sentido, el ecologismo mallorquín puede ser entendido como fruto de
una cultura turística progresivamente compartida tanto por viajeros como por locales.
De todas maneras, la presencia y liderazgo de la población local con respecto a la
movilización política para la producción de espacios naturales contradice los estereotipos
coloniales proyectados sobre la población mallorquina, en principio falta de sensibilidad
ecológica y ajena a cualquier forma de debate político o movilización social. En el relato
turístico colonial, el rol adjudicado a la población local no era defender la naturaleza, sino
formar parte de ella o si acaso perjudicarla por ignorancia y atraso cultural. Por tanto, el
contacto cultural entre turistas y población insular no es suficiente para explicar el movi-
miento ecologista en Mallorca.
El examen de la memoria ecologista de la isla desvela que la movilización para la
producción de parques naturales se explica ante todo por la experiencia acumulada sobre
los espacios agrarios menos humanizados, emocionalmente incorporados por la población
local. Este proceso se activa en primer término con los usos cotidianos del espacio a partir
de prácticas campesinas previas al contacto turístico como la caza o la pesca. Con poste-
rioridad, la incorporación emocional del espacio se incrementó cuando los jóvenes ecolo-
gistas adoptaron la práctica turística de la excursión naturalista y así subvirtieron los roles
establecidos en el relato colonial, a la par que negaron la identidad asignada de serviles
auxiliares integrados en el paisaje visitado. De esta manera, el nuevo conocimiento ecoló-
gico sobre Mallorca pasaba a ser producido desde una perspectiva local. Este proceso de
rehabilitación de la población de la isla como sujeto político no solamente incluía a los jóve-
nes ecologistas, sino también a las previas generaciones campesinas, cuyos valiosos conoci-
mientos subalternos sobre los cotos de caza jugaron un papel clave en su posterior reconver-
sión en espacios naturales.
Con esta inversión de poder, la población local no solamente descolonizaba y destu-
ristificaba la identidad ecologista en Mallorca. También tomaba el control del proceso de
producción de espacios naturales protegidos. Solamente con los usos cotidianos de las fincas
más remotas para la práctica del excursionismo naturalista, los jóvenes del GOB ya empe-

101
Ibidem, p. 80.
178 102
Ibidem, p. 89.
zaban a transformarlas en espacios naturales. Más tarde, con la ocupación de Sa Dragonera
y las consiguientes movilizaciones, el grupo Terra i Llibertat transformaba el espacio natural
en político. De esta manera, se abría un proceso de democratización del territorio a partir
del que la población local tomaba el control de sus entornos naturales y superaba la tradi-
cional exclusión en los espacios de ocio turístico.
Así pues, el movimiento ecologista solamente se convirtió en un factor de democratiza-
ción de la España franquista cuando se inició el proceso de descolonización de sus imagina-
rios y prácticas de matriz turística. Si los vecinos y vecinas de los entornos naturales no hu-
biesen transgredido la norma turístico-colonial que les identificaba como sujetos apolíticos
sin capacidad de agencia social, la movilización política local para la democratización del
espacio no habría sido posible. El imaginario turístico colonial era necesario para la movili-
zación ecologista, pero no era suficiente. La continua e ininterrumpida experiencia del espa-
cio por parte de la población local, junto con el apego emocional generado en su incorpora-
ción sensorial cotidiana, fueron factores decisivos tanto en la movilización ecologista, como
en sus efectos de democratización del entorno natural y de la vida política en general.

179
Mirada turística, espacio natural y democratización: los inicios del ecologismo
en Mallorca (1964-80)

Tourist gaze, natural space and democratization: The beginnings of environmentalism


in Mallorca (1964-80)

ANTONI VIVES RIERA


Universitat de Barcelona

Resumen
En el presente artículo explicamos el papel decisivo de los imaginarios turísticos y la incorporación emo-
cional del territorio en la génesis del movimiento ecologista en Mallorca a finales del franquismo y du-
rante la Transición. Planteamos la producción de espacios naturales consiguiente a la movilización ecolo-
gista como consecuencia de la asunción local de la mirada turística-colonial sobre el propio paisaje,
combinada con la acumulación de conocimientos subalternos surgidos de las experiencias previas del es-
pacio. Este último aspecto explica porqué el movimiento local descolonizó el discurso ecologista de orí-
genes turísticos, y así contribuyó a la democratización de los espacios naturales.
Palabras clave: Turismo, ecologismo, giro espacial, democratización, Transición.

Abstract
In this paper we explain the decisive role of tourist imaginaries and land emotional incorporation in the
genesis of the environmental movement in Mallorca at the end of the Franco regime and during the Tran-
sition. We propose the production of natural spaces due to environmental mobilization, as a consequence
of previous processes of local assumption of the tourist-colonial gaze at the own landscape, combined
with the accumulation of subaltern knowledge arising from previous experiences of the space. This ex-
plains why the local movement decolonized the ecological discourse of tourist origins, and finally con-
tributed to the democratization of natural spaces.
Keywords: Tourism, environmentalism, space turn, democratization, Transition.

Antoni Vives Riera


Profesor agregado de Historia Contemporánea en la Universitat de Barcelona. Sus actuales intereses en
investigación se centran en el papel de los discursos y la práctica turística en la performatividad espacial
y corporal de las identidades nacionales y regionales desde la perspectiva de los estudios de género y la
crítica post y decolonial. Siguiendo esta línea de trabajo ha publicado en revistas como Nations and Na-
tionalism o Tourist Studies, y ha coordinado junto con Mary Nash el proyecto I+D “Turismo y performa-
tividad de la identidad local: Nación y región desde una perspectiva postcolonial y de género (Catalunya
y Balears: siglos xIx-xxI)” (HAR2017-83005-R).

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Cómo citar este artículo:
Antoni Vives Riera, “Mirada turística, espacio natural y democratización: los inicios del ecologismo en
Mallorca (1964-80)”, Historia Social, núm. 107, 2023, pp. 163-181.

Antoni Vives Riera, “Mirada turística, espacio natural y democratización: los inicios del ecologismo en
Mallorca (1964-80)”, Historia Social, 107 (2023), pp. 163-181.

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