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La influencia de los espíritus en nuestras vidas

JOSEP RIERA·JUEVES, 25 DE MAYO DE 2017Leída 35 veces

En muchas ocasiones, los espíritus de los muertos permanecen entre nosotros y nos influencian,
motivan y hasta nos dirigen. La fe, la confianza en Dios y una fuerte coraza espiritual, nos
mantienen libres de todas las influencias negativas.

En muchas ocasiones, las personas tienen dificultades para mantener la estabilidad emocional.
Varían mucho, de la tristeza a la alegría, de la depresión a la euforia, del buen ánimo al desaliento.
No siempre esas emociones están asociadas al día a día. La diversificación de estados emocionales,
en muchas ocasiones está asociada a la naturaleza de los Espíritus que se aproximan a nosotros, y
tiene relación directa con las influencias que sufrimos por parte del mundo espiritual.

¿Hablamos de las almas de los muertos? Sí.

Hombres y mujeres, desencarnados, liberados de la materia, pero presos y sujetos al interés


humano, atados todavía a este mundo material por distintas razones. Permanecen entre nosotros
y nos influencian, motivan y hasta nos dirigen. Escribe Allan Kardec que esa influencia es a veces
tan intensa, que no es raro que sean los espíritus los que dirijan en parte nuestros
comportamientos, actitudes o forma de pensar.

Es inevitable preguntarse: ¿Por qué hacen eso? ¿Cuál es su propósito?

Las motivaciones de esos espíritus desencarnados atienden a su propia condición. Los hay que
están perplejos y quieren ayuda, o piden oraciones, o no saben siquiera que ya no tienen cuerpo
físico, porque fallecieron en circunstancias trágicas o de manera súbita e inesperada (un accidente
de tráfico, por ejemplo).

Hay espíritus malévolos que se divierten en atenazar, amedrentar, asustar a los encarnados; los
hay que ejercen venganza; los que han sido enviados por los poderes de la magia negra, por un
brujo negro que ha recibido el encargo de otra persona, para hacer daño a un ser vivo o a una
familia entera… También hay espíritus que se vinculan a los vicios y desean intermediarios para
seguir satisfaciéndolos, pues ya no pueden disponer de su propio cuerpo … Las influencias de los
espíritus en nosotros, seres encarnados y habitantes en este plano terrenal, son muy variadas y las
motivaciones muy distintas.

¿Cómo distinguir, pues, nuestros pensamientos de aquellos que pueden ser inspirados por un
desencarnado?

En principio es difícil, por cuanto el flujo mental de los espíritus a los cuales nos asociamos –o de
aquellos que se acercan a nosotros por cualquiera de las razones antes expuestas-, se expresa en
nuestra mente como si fuesen nuestros propios pensamientos, algo de nuestra intimidad. Y es
necesario también tener muy en cuenta y considerar la cuestión de la sintonía. Generalmente,
esas entidades guardan una cierta compatibilidad con nuestra manera de ser, con nuestras
tendencias y con nuestras ideas.

Esta sintonía o compatibilidad de los espíritus con los humanos encarnados podría llegar a
explicar, por ejemplo, casos tan extremos como el que las influencias llegaran a ser tan negativas
que pudieran llegar a impulsar al suicidio a alguien que jamás pensó tomar esa iniciativa.

Si la entidad desencarnada que influencia y perturba al ser vivo, fue en su vida un suicida, puede
seguir induciendo, sugestionando y llevando a la persona hasta un grado de depresión o de
inestabilidad emocional tan profunda, que lleve a la persona a sentir el deseo de matarse.

En ciertas ocasiones, si la persona, por circunstancias afectivas, laborales, o por hallarse en una
situación emocional muy compleja, llega a hacerse afín a esa idea del suicidio, a entrar en sintonía
con ella, puede suceder que llegue a admitirla y, en consecuencia, a aceptarla como la única
solución válida en ese momento de su existencia.

Para superar las influencias negativas de los espíritus maliciosos, vengativos, endurecidos o
rebeldes y para reforzar todo nuestro ser de manera que sólo reciba buenas influencias del mundo
espiritual que nos rodea, sólo dos cosas son indispensables: Practicar el Bien y poner en Dios toda
nuestra confianza.

La fe, la confianza en Dios y una fuerte coraza espiritual nos mantienen libres de todas las
influencias negativas. La confianza en Dios sustenta el equilibrio de las emociones, en todas las
situaciones difíciles, y nos ayuda a evitar los estados depresivos que nos vuelven vulnerables a las
influencias inferiores. Y la práctica del Bien nos pone en sintonía con las fuentes de la Vida,
facultando la infalible protección de los benefactores espirituales.

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