Está en la página 1de 12

LA MEDICINA EN

LOS MONASTERIOS.
20 NOVIEMBRE 2009  / FLORIÁN YUBERO

 
 
 
 
 
 
Rate This

Monjes escritores en monasterios


LA MEDICINA MONASTICA

La asistencia médica se inicio en los monasterios. El primero un fundarse fue


el de los Benedictinos (Orden de San Benito), En el Monasterio de Montecassino
en el año 529, que fue destruido en 1944.  Este monasterio tenía por regla
obligatoria: “La Regla de San  Benedicti”:  “Ora y trabaja en la asistencia de
enfermos antes de todo y sobre todo”,.También fundó el monasterio de Subiaco,
dedicado a San Cosme y San Damián, quienes, sufrieron la persecución de
Dioclesiano, y según la tradición cristiana, efectuaron el primer transplante de la
historia de la medicina trasplantaron la pierna amputada de un hombre negro
apenas muerto, a un hombre blanco con la pierna gangrenada, (Año 300 ), fueron
los patronos protectores de médicos y boticarios.
En los siglos siguientes se fundaron monasterios en Francia, Alemania e Irlanda.
España, fueron famosos los hospitales del camino de Santiago que atendían a
peregrinos. Tras la gran peste que azotó a Europa en el siglo VI y la conquista de
Italia por los lombardos, los monasterios aceptaron gentes cultas que buscaban
refugio. Hacia el inicio de la alta Edad media cobraron importancia las escuelas
catedralicias, como por ejemplo, la Escuela de Chartres. Sin embargo, el ejercicio
de la medicina por parte de los monjes estaba circunscrito a su misión caritativa.
En el siglo IX la biblioteca del Monasterio de San Galeno tenía seis obras de
medicina y mil de teología.
Estos monasterios dedicados a la atención de enfermos surgió la noble necesidad
de que los novicios y monjes tuvieran conocimientos médicos, el atender un
enfermo no solo era dar de comer o beber, incluía también aliviar sus dolores,
medicarlos, curar sus enfermedades internas, y como no se podia improvisar la
enseñanza médica se instituye en los monasterios. Aparte de la asistencia dentro
del monasterio, el monje sale a curar a las ciudades y al campo, a los enfermos
graves que no se podían desplazar.
Entre los muchos méritos de aquellos monjes, está el haber guardado,
conservado, copiado y traducido antiguos códigos, textos y escritos de medicina,
copiaban sobre pergamino con paciencia y pericia los textos médicos, tradujeron
al latín, todos los conocimientos greco – latinos.
Isidoro de Sevilla, médico, obispo y Santo, escribió sobre las artes médicas,
ciencias que debía ser enseñada en las escuelas: La Dieta: modo de vida sana; La
Pharmacia: doctrina de los medicamentos y La Chirugia: intervención quirúrgica
con instrumentos. Isidoro destaca mucho la Tuitio o Profilaxis y la Restauratio
Terapia y reclama que el médico debe conocer y cumplir tres misiones
fundamentales en sus actuaciones: la Anamnesis es decir realizar el Praeterita
Agnocere- estudiar el pasado del enfermo- hacer el diagnostico o conocer el
presente: Praesentia Scire, y hacer el pronóstico: Futura Praevidere.
En la Edad Media se produjo claramente el divorcio entre medicina y cirugía. La
separación se había insinuado en la medicina alejandrina. Después contribuyeron
a ahondarla el hecho de que Galeno, llegado a Roma, abandono la práctica
quirúrgica y aseguro que la cirugía sólo era una forma de tratamiento ya que la
medicina lo importante era un adecuado diagnostico. Así, el cirujano quedó
subordinado al médico.

Los monjes médicos son expertos en plantas medicinales muchas de las cuales se
cultivaron en el propio monasterio, el primer escrito de medicina monacal es la
“Farmacopea de Lorsch” (795), también en el “Hortulus” obra de Walahfid se describe
la utilidad de las plantas desde Dioscorides, Peino el Viejo hasta sus propios estudios
sobre el valor de los vegetales también se relatan los estudios y cuidados del monje
benedictino Rabano Mauro con su obra naturista “De Universo” sobre las plantas
medicinales.
Otros factores sociales- religiosas, actuaron como cuestiones decisivas de la
separación y degradación de la cirugía en la Edad Media: Para el Cristianismo de
entonces,  el cuerpo del hombre era una vil prisión del alma. El organismo
humano no merecía mayor estudio. La medicina en la doctrina islámica, era
similar en este aspecto con la ideología cristina imperante: el cuerpo de los
muertos era sucio e impío y había que abstenerse de tocarlo y mancharse con su
sangre.
Por ello la medicina medieval tuvo un marcado carácter especulativo, la teoría
médica constituía lo importante, la labor manual era desdeñada. Así, la práctica
quirúrgica fue quedando en manos de los barberos. Por último, en 1163 se
formuló el famoso edicto del Concilio de Tours: Ecclesia abhorret a sanguine,
con el que oficialmente se prohibía la práctica quirúrgica a los clérigos. La
prohibición fue promulgada por el papa Inocencio III y se hizo vigente en 1215.
El edicto estaba basado en el derecho canónico: la culpa de la muerte de un
hombre anula para siempre el ejercicio sacerdotal. Pero en ese mismo siglo los
cirujanos barberos empezaron a subir de status en Francia y más todavía, en el
Renacimiento.
A este empobrecimiento de la medicina en el cristianismo de entonces
reintrodujo un elemento religioso: la enfermedad era el castigo a pecadores o la
posesión por el demonio o la consecuencia de una brujería. De ahí, la oración y la
penitencia para alejar el mal. También los germanos reintrodujeron elementos
mágicos, que se transmitieron a la medicina popular. La medicina monástica se
extendió oficialmente hasta el Concilio de Clermont de 1130, en que se prohibió
a los monjes ejercer la medicina porque perturbaba la vida religiosa.
El progreso importante de la medicina medieval, lo fue el lograr la construcción
de hospitales de gran importancia, en el curso de pocos siglos había una red de
hospitales en toda Europa. Estos hospitales cristianos eran destinados a amparar
peregrinos y pobres, enfermos o sanos, y darles hospitalidad. A mediados del
siglo XII bajo influencia árabe, una generosa fundación de hospitales, tuvo lugar
en su zona de influencia, el primero lo fue en Montpellier (A sur oriental de
Francia)
La mayor parte de la Edad media transcurrió entre dos grandes plagas que
asolaron las poblaciones: la de Justiano en el siglo VI (al parecer también peste
bubónica) y la Peste negra, que estalló en el siglo XIV. En estas épocas y
precisamente en el lapso comprendido entre estas epidemias se extendió la lepra
por Europa, y cuando fue declinando surgió otra terrible cuando apareció la
sífilis. Esta última los monjes la atribuyan al demonio, como castigo a aquellos
que por lujuria se relacionaban con mujeres prostitutas con aquella enfermedad
en actos de pecado.

Page 1
La regla de san Benito y el
Oficio médico
Pedro Alejandro Rovetto V., MD.
Profesor de Historia de la Medicina
Profesor de Patología
Profesor de Medicina Narrativa
Pontifi cia Universidad Javeriana Cali
Desde hace unos 35 años soy médico. Hace ya más de treinta enseño medicina.
Desde hace unos ocho acudo cuando puedo a pasar unos días al Monasterio
Santa María de la Epifanía (OSB) en Guatapé, Antioquia. He publicado un libro de
historia de las ideas médicas para mis estudiantes. ¿Cómo he armonizado la
espiritualidad benedictina y el ejercicio de la medicina en mi vida? Eso es lo que
trataré de responder. Quizás el interés por lo benedictino es anterior a mis afanes
médicos. Cuando era niño recuerdo algunas historietas sobre santos y en ellas la
imagen de unos monjes tejiendo canastos. Aquella ingenua ilustración del “ora et
labora” se me quedó grabada en la memoria infantil. Cuando era médico rural en
las montañas de Caicedonia (Valle del Cauca) tenía mucho tiempo libre viajando
entre vereda y vereda haciendo consultas de medicina general. Me preocupaba
cómo organizar mi vida y acabé pidiendo al joven chofer de ambulancia que me
acompañaba que me llevara donde un ebanista para labrar “algo” de madera, no
pude explicarle a él su utilidad, que representara una O rodeando un cuadrado con
cuatro celdas: la Oración alrededor de los Talleres de mi vida, que eran y son la
lectura, el estudio, la medicina y la poesía. En el fondo de mi desordenada vida
(“mis andanzas las tienes registradas, / están guardadas mis lágrimas en tu odre”
dice el salmo 56) no he dejado de intentar seguir ese plan de vida con algunas
variaciones. Esto ha sido un peculiar e incompleto cumplimiento del “ora et
labora”. En el Monasterio de Guatapé aprendí mucho sobre lo monástico, sobre
todo durante las comidas cuando se leía algunas veces una historia de la Orden o
algo de la vida de san Bernardo. Al escribir en mi texto sobre medicina medieval la
dividí en medicina monástica y escolástica, recordando aquellas lecturas en el
refectorio. En mis lecturas de historia de la medicina gocé cantidades volviendo a
los Padres y la Tradición sobre todo donde se refi eren a la enfermedad y los
enfermos. Y descubrí la importancia de san Benito en el pensamiento médico. Hoy
quisiera subrayar esto e intentar una lectura de los pasajes de la Regula
benedictina más aconsejables para el cuidado de los enfermos. Debemos recordar
que ya antes de san Benito la preocupación por quienes sufren enfermedad fue
siempre una característica cardinal del pensamiento cristiano. A mis estudiantes
les he hecho leer y discutir el episodio del ciego de nacimiento (Jn 9) como
discurso sobre la enfermedad, sus causas y su signifi cado. San Agustín es el
Padre occidental que más habla de la enfermedad, casi siempre como metáfora
del pecado, y de la Gracia como remedio del alma prescrito por el Médico del
alma. Por otro lado los Padres griegos orientales deben ser considerados los

Page 2
inventores del hospital como sitio para el cuidado de hombres que sufren dolor e
incapacidad, representando vicariamente en la enfermedad a Jesucristo. Sabemos
que los romanos tenían hospitales, sí, pero para el cuidado de soldados y
gladiadores. La medicina romana pertenecía a lo doméstico, no a lo público, con
médicos de casa frecuentemente esclavos griegos o ciudadanos afi cionados a la
medicina como Celso (“infl amatio est rubore con dolore et tumore et calore”). San
Basilio el Grande (329-379) establece algo distinto en Cesarea: un gran
nosocomio (“casa de enfermos”) que llega a ser llamado la ciudad de los
enfermos. Subrayemos que allí se cuidaba de los enfermos pobres o peregrinos
enfermos, no de las personas enfermas socialmente importantes como los ricos,
los legionarios o los gladiadores. No se puede entonces menospreciar la infl
uencia de la tradición cristiana en el ejercicio de la medicina pero quienes más infl
uyeron en la práctica de la medicina fueron san Benito y sus monjes durante siglos
y siglos hasta la fundación de la escuela de medicina de Salerno y luego las
universidades con sus facultades. No sólo por la preservación en tiempos oscuros
de la medicina clásica en manuscritos sino aún más por la importancia del cuidado
de los enfermos en la Regla y las casas benedictinas con sus herbarios de plantas
medicinales. Muchos santos benedictinos ejercieron medicina en sus días como
san Beda el venerable, santa Hildegarda de Bingen y otros. Hay que resaltar
entonces en la Regla el pensamiento médico. Para mí medicina es todo lo que
hace el hombre en su cultura milenaria para enfrentar el sufrimiento que llamamos
enfermedad, reconociendo (por lo menos desde el Neolítico) empáticamente al
prójimo que sufre. Por lo tanto, el cuidado médico de generaciones de monjes
benedictinos es parte integral de la evolución del pensamiento médico. Y la
espiritualidad de san Benito es necesaria hoy, y mucho, a la medicina.
Antiguamente, desde el mismo san Gregorio Magno Papa y primer biógrafo de san
Benito, muchos comentaristas han alabado la discreción de la Regula Benedicti
(RB). Es lugar común que la espiritualidad benedictina está fundamentada en esa
discreción, “madre de las virtudes” (RB LXIV, 19). Quizás algunos piensen que esa
discreción es sólo equilibrada y satisfecha moderación. Hasta contar con un poco
de mala fé chistes sobre la comodidad de la vida monástica sin conocerla.
Cuando empecé a visitar mi abadía una colega me preguntó sobre qué se hacía
allá y comentó que era una vida “estéril, inútil”. Aunque callé lo hice para no ser
violento en mi respuesta pero me ruboricé de ira ejerciendo esa virtud tan
infrecuente en nuestros días, la paciencia. Precisamente en la medicina actual es
donde más necesitamos paciencia, prudencia o ecuanimidad como lo aconsejaba
Osler. Lo recomienda la Regla al abad, quien a su vez debe imitar en esto a
Jesucristo, “médico del alma” (San Agustín). En el capítulo 64, llamado el
“segundo directorio abacial”, la Regla precisa lo que es la discreción como
característica fundamental del abad. La medicina debería estudiar en qué consiste
la discreción del abad benedictino y conformar el acto médico a esa necesaria e
infrecuente virtud. La Regla pide al abad que no sea agitado, inquieto,
inmoderado, terco, envidioso ni suspicaz porque “nunca estará en paz” (RB LXIV,
16). El médico debería comprometerse a seguir ese consejo en su ofi cio. Esto,
repito, es lo que aquel paradigma de médico William Osler recomendaba en su
famoso discurso “Aequanimitas” (1889). Él y la Regla piden al médico y al abad lo

Page 3
mismo: ecuaniminidad. Pero hay más en la Regula Benedicti. Cuando en los
versículos que siguen se precisa lo que es la discreción del abad (RB LXIV, 17-
19), exponiendo no sólo lo que no se debe hacer sino lo que hay que ser, es como
si nuestro padre san Benito estuviera hablándole al oído a un médico: “sea
previsor y circunspecto en las órdenes que deba dar…tome sus decisiones con
discernimiento y moderación, pensando en la discreción…madre de las virtudes,
ponga moderación en todo de manera que los fuertes deseen aún más y los
débiles no se desanimen”. Hay que penetrar, haciendo Lectio Divina, en cada una
de estas palabras de la Regula y aplicarlas al acto médico. Primero, sea previsor.
No hay que añadir nada a la conocida importancia de la previsión en medicina,
subrayada desde aquel inicial Aforismo Hipocrático que recomiendo a mis
estudiantes aprender de memoria: “el arte es largo, la vida breve, la ocasión
efímera, la situación peligrosa, la decisión difícil….”. El médico debe considerar,
casi que contemplar en sentido monástico, toda la vida de su paciente, lo que ha
ocurrido antes y lo que puede suceder después, como el abad debe hacerlo del
monje a su cuidado. El médico debe servir al enfermo, conocerlo y amarlo (cruz
del médico), teniendo en cuenta todos sus días y su noches, toda su vida corta en
horas o larga en años. Hace años decía a mis estudiantes que en su casa, de
noche, debían imaginar lo que estaba viviendo el enfermo que habían dejado en el
hospital, acostado sudoroso en una cama y rodeado por mosquitos y toda clase de
ruidos. Yo, que he estado en algunas ruidosas salas de cuidado intensivo, sé lo
que digo. Segundo ¿Qué es ser circunspecto? Si pensamos en la etimología de la
palabra (circum+specere) es “mirar alrededor” del enfermo. No limitarse al
evidente dolor ni al órgano enfermo. Como patólogo conozco la importancia de
revisar toda la placa microscópica antes de hablar y proponer un diagnóstico (mis
colegas y residentes se sonreíran porque lo hago muy rápido, pero lo hago).
Además hay que mirar más allá de la biopsia: pensar en otros sitios no
muestreados, pensar en el todo orgánico del paciente, pensar en el paciente en su
grupo familiar, pensar en el paciente en su grupo epidemiológico, pensar en el
paciente en la sociedad sabiendo que lo más importante es la persona que sufre y
no las estadísticas. Como se ve, para hacer una buena medicina hay que tener la
“circunspección” que san Benito recomienda a sus abades. El médico y el abad
deben tomar decisiones, eso es el oficio que ejercen y es lo más difícil de su
“carisma” (don, vocación). Yo como patólogo que pienso y pienso en
enfermedades todos los días de mi vida me he dado cuenta que las enfermedades
no son cosas ni demonios malintencionados sino decisiones que tomamos sobre
un hombre que sufre, el enfermo. Y todas las semanas, lo juro, sudo algunas
decisiones difíciles. Esas decisiones, sigue la Regla, deben tomarse con
discernimiento. ¿Qué es el discernimiento? Para mí como médico es lo contrario al
clásico y casi mágico “ojo clínico”. Es conocer el problema del enfermo, su
sufrimiento, en todos sus hechos (datos clínicos, “clinical facts” en inglés) y, muy
importante, en sus dimensiones y proporciones correctas. No hay que exagerar ni
minimizar lo que nos conviene o nos parece. La mirada clínica del médico es
esencialmente discernimiento, separar la paja del trigo. Nadie puede ser
completamente objetivo, pero el médico debe intentarlo. Debe intentar ver con
claridad los problemas desde arriba, o desde abajo, en sus límites exactos. Dicho
sea de paso, como sólo Dios puede hacer esto, perfectamente el buen médico

Page 4
debe ser hombre de oración, quizás “breve y pura” como lo pide la Regla (RB XX,
4). Algunos poderes económicos, políticos o sociales nos hacen perder el
discernimiento clínico y ver sólo un problema, una solución, un ingreso económico,
un benefi cio social en la medicina. Nada más peligroso para el ofi cio médico cuyo
objeto esencial, por encima de todo, es la persona que sufre. Y este ofi cio médico
debe ejercerse con moderación. Hoy cuando todos nos creemos enfermos y
creemos nuestra enfermedad la más importante, caemos fácilmente en una
medicina inmoderada, costosa, peligrosa, hipertecnológica. Si hay que hacer una
recomendación brutal a la medicina de nuestros días y a nuestras “entidades de
salud” debería ser el pedir moderación en todo: moderación en los diagnósticos,
moderación en las terapias, moderación en los fármacos, moderación en la
“efectividad” y “efi cacia” económicas. Otro capítulo de la Regla, el XXXIV, lo
explica claramente en su mismo título: “Si omnes aequaliter debeant necessaria
accipere” (Todos han de recibir igualmente lo necesario). Atención: sólo lo
necesario. Algún Padre decía que el que tiene más de lo necesario lo ha robado, y
uno puede robar salud al otro usando más de lo necesario para su enfermedad
propia. Finalmente, el propósito del acto médico es que los enfermos “fuertes
pidan más”, más vida y salud, “y los débiles no se desanimen”. La ternura del abad
y de toda la espiritualidad benedictina por el pecador y el enfermo, por el monje
poco cumplidor y el enfermo quejoso, es lo más admirable en el pensamiento de
nuestro padre san Benito. Podría uno aplicar otras características de la
espiritualidad benedictina al acto médico. Por ejemplo, el médico debe usar “los
instrumentos que son las buenas obras” (RB IV) en el “taller” (RB IV, 78) que es el
consultorio, el hospital, la comunidad o la familia del paciente. Y debe hacerlo con
obediencia (RB V) a lo necesario: la evidencia médica necesaria para disminuir el
sufrimiento del paciente. Sorprende a veces observar la desobediencia médica a
la misma evidencia médica por orgullo, vanidad y otros intereses personales. El
médico además debe ser taciturno (RB VI), sólo hablar lo necesario (cosa difícil
para mí) y dejar al paciente hablar, aunque sea demandante, quejoso, cansón.
Aunque yo no aspire ya a esa virtud, muchos médicos se habrán hecho santos por
el silencio. Un médico mayor le decía a Osler que hablaba demasiado y le
aconsejaba “he ejercido durante años con una sola palabra: hmm…” Y todo esto lo
debe hacer el médico con humildad (RB VII), corazón y plenitud de la
espiritualidad benedictina. Algún decano de medicina (PJV para que se sepa) le
dijo a los estudiantes que yo era humilde, inmerecido halago que siempre le he
agradecido. Estaba equivocado, lo sé en mi íntima interioridad como diría Agustín,
pero desde aquí quiero darle las gracias. Por último, habría que investigar y
enseñar todo el cuidado médico (RB XXXVI) que se hacía en las abadías,
verdaderas clínicas medievales. Pero basta con estas anotaciones para señalar lo
importante que ha sido la lectura de la Regula Benedicti en mi ejercicio de la
medicina.
-----------------------------------

CAPITULO VI
 
MEDICINA DEL CRISTIANISMO
 
El Cristianismo se inicia con el
nacimiento de Jesús en Nazaret, y
comienza la Era Cristiana en plena
dominación romana, la medicina es
utilizada frecuentemente tanto por
Jesús, que es un Cristo – Sanador de la
humanidad- por los milagros y
curaciones que realizaba, como
posteriormente los enfermos sanaban
por intervención de los Apóstoles :
- San Lucas era médico – y los santos, la fuerza espiritual de los santos y
mártires se trasmite a través de las reliquias y posteriormente aparecieron los
santos protectores, y los santos especialistas de patologías especiales.
 
Milagros de Jesús

 
Es deber cristiano atender a los enfermos con generosidad y amor al prójimo, el
Cristianismo va logrando auge, expansión y floreció en todo el Imperio romano,
pese a las persecuciones, hasta que en el año 326
por el Edicto de Milán, el Emperador Constantino
declara el Cristianismo como religión oficial de
Roma, se fundan Iglesias, monasterios, en donde la
caridad para el doliente, la misión sanadora del
cristianismo y la fe, es lo más importante. La
asistencia por amor al enfermo, hace que los
creyentes aumentaran rápidamente, así es como se
funda el monasterio de Oriente por San Pacomio
(292 – 348) donde se trataban enfermos, también se
funda el hospital de Cesarea Capadocia por el
obispo Basilio, conocida como la ciudad
hospitalaria.
 
En Occidente, el Fundador de la
Medicina Monástica fue San
Benito de Nursia (480 – 547),
funda el monasterio de Monte
Cassino (529) donde se inicia la
medicina monástica ; este
monasterio tenía por regla
obligatoria: "La Regula
Benedicti" "Ora y trabaja en la
asistencia de enfermos antes de
todo y sobre todo", también San
Benito de Nursia, fundó el
monasterio de Subiaco,
dedicado a San Cosme y San
Damian, quienes en los años
300 , sufrieron la persecución
de Dioclesiano, según la
 
tradición cristiana, efectuaron el
primer transplante de la historia
de la medicina trasplantaron la
pierna amputada de un hombre
negro apenas muerto, a un
hombre blanco con la pierna
gangrenada, fueron los patronos
protectores de médicos y
boticarios.

En estos múltiples monasterios dedicados a la sanación, nace la necesidad de que


los novicios y monjes tuvieran una preparación y conocimientos médicos, ya que
desde Montecassino, atender un enfermo no solo era dar de comer o beber sino
también aliviar sus dolores, medicarlos, curar sus enfermedades internas, las más
difíciles de entender por falta de conocimientos médicos que no se podían
improvisar, por lo que la enseñanza médica se instituye en los monasterios, para
los novicios que querían seguir las obras de Cristo. Al inicio la asistencia médica
se limitaba dentro del monasterio, posteriormente el monje – enfermero –
médico,- sale a curar enfermos entre la población y en el campo. Entre los
muchos méritos de aquellos monjes médicos cristianos, está el haber guardado,
conservado, copiado y traducido antiguos códigos, textos y escritos de medicina,
en sus celdas y en las bibliotecas, copiaban sobre pergamino con paciencia y
pericia los textos de Galeno, Celso, Oribacio, Aureliano, Rufo de Efeso, los de
Plinio, no sólo en un monasterio, sino en todos los monasterios, los religiosos
tradujeron al latín, todos los conocimientos greco – latinos, destacando
Cassiodoro "El Herudito", que fundó su monasterio en Calabria, donde se
desarrolló una escuela médica –monástica, en Vivariun, se funda "El
Scriptorium", aquí se rescataron, tradujeron y copiaron las obras de Hipócrates
como la "Naturaleza Médica", a Dioscorides, Galeno y muchos otros, Cassiodoro
escribió una Enciclopedia de Historia Natural.

Isidoro de Sevilla (560 – 636),


Obispo, médico, escribió
"Etymologierum Libri XX" recopila
todo el saber de su época, sobre las
artes y ciencias, sobre el cuerpo
humano, dietética, en el se da un
lugar destacado a la medicina, que
debía ser enseñada en las escuelas,
este libro constituía el Trivium
(gramática – retórica y dialéctica), y
el Cuadrivium (aritmética,
geometría, música y astronomía) además de la física y la medicina, tuvieron gran
difusión y sirvieron como textos de enseñanza casi mil años, formando la triada
clásica : La Dieta : modo de vida sana; La Pharmacia : doctrina de los
medicamentos y La Chirugia : intervención quirúrgica con instrumentos. Isidoro
destaca mucho la Tuitio o Profilaxis y la Restauratio Terapia y reclama que el
médico debe conocer y cumplir tres misiones fundamentales en sus actuaciones:
la Anamnesis es decir realizar el Praeterita Agnocere- estudiar el pasado del
enfermo- hacer el diagnostico o conocer el presente: Praesentia Scire, y hacer el
pronóstico : Futura Praevidere.
Nos escribe sobre el simbolismo cristiano y
la musica. En esta época por amor a Cristo,
se crearon tanto monasterios como
numerosas instituciones para el cuidado de
los enfermos. Así tenemos: Ifirmarium, para
monjes enfermos; Ptochia, para cuidar a los
pobres; Gerontochia, para cuidar a los
ancianos; Xenodochia, para los extranjeros;
Brephotrophia, . para los expositos
,Orphanotrophia para los huérfanos,
Nosocomia, para los enfermos y
Exinodochium Leprosorum, para los leprosos.
 

El nombre Hospital aparece recién en el siglo VIII por el Papa Esteban II. Santa
Elena, madre de Constantino, en el año 330, fundó un hospital en
Constantinopla, pero también a lo largo del Imperio de Occidente y del Imperio
de Oriente, se fundan muchos hospitales.

El Cristianismo, pasa a ser el nexo cultural –religioso y médico entre Oriente y


Occidente, lamentablemente las divisiones y disputas teológicas irreversibles,
tuvieron gran influencia en la historia de la medicina.

Nestorio, patriarca de Constantinopla, a partir del Consilio de Efeso en el 431,


fue destituído como Patriarca y expulsado a Antioquía en la Mesopotamia;
Nestorio, hombre inteligente, formado también como médico, en su exilio fundó
la escuela Médica de Edessa en Asiria y Mesopotamia; después los nestorianos
(monjes – teólogos y médicos seguidores de Nestorio), se marcharon a Persia,
llevándose todos los textos escritos, donde fundaron la Escuela Médica de
Gondishapur, que floreció durante varios siglos con sus hospitales y donde se
tradujeron los escritos griegos y antiguos al latín y al árabe, los nestorianos
fueron los que más influyeron en la medicina Arabe.

Vemos pues como en Oriente y Occidente, los cristianos fueron los guardianes
de los conocimientos desde los Sumerios, griegos, egipcios y romanos, los
cuidaron, copiaron y tradujeron, y luego, los difundieron, para llegar hasta la
actualidad en que todavía se estudian.

Aurelio Casiodoro, secretario de Teodorico El Grande, sacerdote, médico,


recomendó los estudios de Hipócrates, Galeno, Dioscorides y Celio Aureliano,
en los múltiples monasterios cristianos que se multiplicaron por Europa y Asia,
especialmente en Inglaterra, Francia, España, Italia, la Germanía, donde se
aseguró el predominio de la Medicina Monástica.

Alejandro de Tralles escribe varios


libros sobre Patología y tratamiento de
cada uno de los órganos y regiones
corporales en su "Therapeutika"
describe las enfermedades "De la
cabeza a los pies".

   
Los monjes médicos son expertos en plantas medicinales muchas de las cuales se
cultivaron en el propio monasterio, el primer escrito de medicina monacal es la
"Farmacopea de Lorsch" (795), también
en el "Hortulus" obra de Walahfid se
describe los,placeres y utilidad de las
plantas desde Dioscorides, Plinio el
Viejo hasta sus propios estudios sobre
el valor de los vegetales también se
relatan los estudios y cuidados del
monje benedictino Rabano Mauro con
su obra naturista "De Universo" sobre
las plantas medicinales.

También podría gustarte