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MATRIMONIO Y VIRGINIDAD EN EL PENSAMIENTO

TEOLÓGICO DE SAN AGUSTÍN

EDWIN RICARDO GARAVITO OCHOA

SEMINARIO CONCILIAR SAN CARLOS


SECCIÓN DE TEOLOGÍA
SAN GIL
2016

1
MATRIMONIO Y VIRGINIDAD EN EL PENSAMIENTO
TEOLÓGICO DE SAN AGUSTÍN

EDWIN RICARDO GARAVITO OCHOA

Trabajo presentado como requisito para el parcial de la asignatura de


sacramento del Matrimonio

Docente
FEISAL EDUARDO RUEDA BARRAGÁN
Presbítero

SEMINARIO CONCILIAR SAN CARLOS


SECCIÓN DE TEOLOGÍA
SAN GIL
2016

2
CONTENIDO
pág.
INTRODUCCION 5
1. CONTEXTO TEOLÓGICO QUE INDUCE A SAN AGUSTÍN A
REFLEXIONAR SOBRE EL MATRIMONIO Y LA VIRGINIDAD 6
1.1 VISIÓN QUE OTROS PADRES DE LA IGLESIA TENÍAN
SOBRE EL MATRIMONIO Y LA VIRGINIDAD 6
1.1.1 Los apologistas 7
1.1.2 Los alejandrinos 7
1.1.3 Padres Latinos 7
1.1.3.1 Tertuliano 7
1.1.3.2 San Jerónimo 8
1.1.3.3 San Ambrosio 8
1.2 POSICIONES EN CUANTO AL MATRIMONIO Y LA
VIRGINIDAD SURGIDAS EN EL SENO DE SECTAS HERÉTICAS 8
1.2.2 El maniqueísmo 9
1.2.3 Joviniano 9
2. APORTE DE SAN AGUSTIN RESPECTO AL MATRIMONIO
Y LA VIRGINIDAD 10
2.1 EL MATRIMONIO 10
2.1.1 De los bienes del matrimonio 11
2.1.1.1 Primun coniugii bonum: proles 11
2.1.1.2 Secundum coniugii bonum: fidei 11
2.1.1.3 Tertium coniugii bonum: sacramentum 13
2.1.2 Unidad e indisolubilidad 13
2.2 LA VIRGINIDAD 14
2.2.1 La continencia 14

3
2.2.2 Virginidad 15
2.3 MATRIMONIO Y VIRGINIDAD 16
3. INFLUENCIA DEL PENSAMIENTO AGUSTINIANO EN LA
DOCTRINA DE LA IGLESIA SOBRE EL MATRIMONIO Y LA
VIRGINIDAD 18
4. CONCLUSIONES 19
BIBLIOGRAFÍA 20

4
INTRODUCCION
El matrimonio y la virginidad son realidades que durante toda la historia de la
Iglesia han ocupado a los grandes teólogos, ya que no fue un tema extraño a
Jesús de Nazaret pues cuando unos fariseos se acercan a preguntarle sobre el
divorcio, él da una magnífica enseñanza sobre el origen divino de este
sacramento, su unidad, indisolubilidad y sacramentalidad (cf. Mt 19,1-9). Pero
su enseñanza no se quedó en este punto, sino que a causa de la inquietud que
aprisiona a los discípulos cuando le dijeron: ‘Si tal es la condición del hombre
respecto de su mujer, no convienen casarse’ (Mt 19, 10), Él en su infinita
sabiduría les respondió: ‘No todos entienden este lenguaje, sino aquellos a
quienes se les ha concedido. Porque hay eunucos que nacieron así del seno
materno, y hay eunucos que fueron hechos tales por los hombres, y hay
eunucos que se hicieron tales a sí mismos por el Reino de los cielos. Quien
pueda entender que entienda’ (Mt 19, 11-12). Con estas palabras Jesucristo da
a entender que la virginidad o continencia voluntaria es una opción de vida
que junto con el matrimonio responden al designio salvífico de Dios.
Esta doctrina enseñada por Jesús va ser reforzada por el apóstol Pablo quien
en la primera carta a los corintios se pronuncia al respecto cuando escribe: ‘En
cuanto lo que me habéis escrito, bien le está al hombre abstenerse de la
mujer. No obstante en razón de la incontinencia, tenga cada hombre su mujer
y cada mujer su marido […]. No obstante, digo a los solteros y a las viudas
que está bien que se quedasen como yo. Pero si no pueden contenerse que se
casen; mejor es casarse que abrasarse’ (cf. 1 Cor 7,1-2.8-9).
Luego en los primeros siglos de la Iglesia, los Santos Padres hicieron
reflexiones en torno al matrimonio y la virginidad, las cuales permitieron
llegar a diferentes posiciones, incluso contrarias, pero que permitieron a lo
largo del trascurrir de los años descubrir la bondad de sagrado vínculo entre el
hombre y la mujer, la grandeza de la continencia por el Reino de los cielos, la
reciprocidad y complementariedad entre estas dos opciones de vida cristiana.
El presente trabajo tiene como objetivo comunicar la doctrina de San Agustín
sobre el matrimonio y la virginidad, en sus líneas fundamentales, debido a que
con la sabiduría proveniente del cielo y con su esfuerzo humano este santo
logró hacer la síntesis más hermosa sobre los temas que en este trabajo
incumbe investigar.

5
1. CONTEXTO TEOLÓGICO QUE INDUCE A SAN AGUSTÍN A
REFLEXIONAR SOBRE EL MATRIMONIO Y LA
VIRGINIDAD
San Agustín se caracteriza por ser el más grande los Padres de la Iglesia, pues
además de llevar una vida santa después de su conversión y posterior bautismo
en el año 387, se le conoce por su ortodoxia de doctrina y, por consiguiente,
por contar con la aprobación eclesiástica, a tal punto que la reflexión
magisterial está altamente impregnada de su pensamiento, tanto a nivel
dogmático como moral.
Pero para llegar a merecer tal denominación, su contexto estuvo determinado
por unos factores internos y externos, unos negativos y otros positivos, los
cuales le permitieron vivir como un auténtico cristiano y redactar muchos
escritos por medio de los cuales expuso su reflexión teológica sobre los
diferentes temas que preocupan a todo cristiano que se quiere mantener en la
recta doctrina encomendada por Jesús a sus apóstoles.
En este capítulo se presentará, a grandes rasgos, el contexto que permitió al
obispo de Hipona desarrollar su pensamiento sobre el matrimonio y la
virginidad.
1.1 VISIÓN QUE OTROS PADRES DE LA IGLESIA TENÍAN SOBRE
EL MATRIMONIO Y LA VIRGINIDAD.
En términos generales se ha de señalar que “los Padres consideran con
unanimidad la virginidad consagrada un estado de vida superior al
matrimonio, [lo cual] no contribuye en principio a resaltar la dignidad del
matrimonio”1. Además, como lo afirma Gonzalo Flórez, “a esto hay que
añadir la influencia negativa de un factor histórico como es el de las corrientes
extremas y radicales que brotan dentro de alguno sectores cristianos que se
oponen al matrimonio por motivos ideológicos o sectarios” 2, realidades que
dificultaron una verdadera comprensión del verdadero significado y papel de
estas dos opciones de vida dentro de la economía de salvación, lo cual llevó a
que “algunos santos Padres destacaran la superioridad de la virginidad sobre
el matrimonio en términos que implican a veces cierto desprecio de la vida
matrimonial”3.

1
FLOREZ, Gonzalo. Matrimonio y familia. Madrid: BAC, 1995. p. 120
2
Ibíd., p. 120.
3
Ibíd., p. 120.

6
A continuación se expondrán, grosso modo, algunos de los postulados de los
Padres de la Iglesia respecto al matrimonio y la virginidad.
1.1.1 Los apologistas. En primer lugar hay que señalar a los apologistas
quienes “resaltan que los cristianos se casan de la misma forma que los
paganos, pero no con propósitos carnales, sino con el deseo de formar una
familia y educar a los hijos” 4. En ellos se ve un avance ya que descubren una
gran diferencia entre el matrimonio cristiano y el pagano en cuanto a sus fines,
pero no se pronuncian respecto a las relaciones y grandes diferencias que hay
entre la vida conyugal y la virginidad.
1.1.2 Los alejandrinos. De los representantes de la escuela teológica de
Alejandría cabe mencionar a Clemente quien “tratando de ser fiel a la
doctrina de San Pablo afirma que el matrimonio es lícito y bueno si se contrae
para procrear. Tanto el que se casa como el que elige el estado de continencia
obran bien, siempre que perseveren en su propósito”5. Asimismo Orígenes
“juzga con mayores reservas que su predecesor en la cátedra de Alejandría la
honestidad de las relaciones conyugales. Los esposos han de saber superar la
pasión egoísta aun en el mismo acto conyugal, que deben realizar de forma
moderada y con miras a la procreación”6; también “distingue entre los
perfectos que se casan únicamente con el fin de poder tener descendencia y los
simple fieles para quienes el matrimonio cumple también la función de
remedio para la concupiscencia”7.
1.1.3 Padres Latinos.
1.1.3.1 Tertuliano. Este Padre de Occidente se caracteriza porque “tiene
hermosas páginas sobre la santidad del matrimonio cristiano, mas, atraído por
el montanismo, se deja dominar por las preocupaciones escatológicas, espíritu
extremista que no encuentra el punto justo”8. Conjuntamente es importante
señalar que “escribe ampliamente sobre el matrimonio del que tiene una idea
desfavorable”9, pues “expresa ya una concepción muy pobre del matrimonio
al afirmar que sólo se justifica por la necesidad de evitar la concupiscencia, ya
que, ante el próximo fin del mundo, se hace innecesaria la propagación de la
4
Ibíd., p. 121.
5
Ibíd., p. 121.
6
Ibíd., p. 121-122.
7
Ibíd., p. 122.
8
RONDENT, Hernri. Introducción a la teología del sacramento del matrimonio. Versión castellana de José Mª
Dausá, C. O., sobre la edición original francesa de la obra Introduction à l’étude de la thèologie du mariage,
de Henri Rondet, publicada en 1960 por el P. Lethielleux. p. 23.
9
Flórez, Op. Cit., p. 122

7
especie”10. Las anteriores razones llevan a considerar el matrimonio no
propiamente un bien11. Sin embargo, aclara que si se puede hablar de la
bondad del matrimonio es “en cuanto ha sido bendecido por Dios en orden a la
propagación de la especie”12.
1.1.3.2 San Jerónimo. Para entender la posición de este Santo en torno al
matrimonio y la virginidad hay que partir de la refutación que él tuvo que
hacer a Joviniano quien “después de haber vivido al principio como asceta
algo rígido, de súbito cambió de rumbo atacando a vírgenes y continentes” 13.
Al presentarse este problema, Joviniano encontró un adversario en la persona
de San Jerónimo quien “para defender la virginidad y la continencia, parece
despreciar el matrimonio”14, llegando a considerarlo como “un impedimento
para la vida de oración y de santidad. [Afirma que] constituye un mal menor
que solamente se justifica en cuanto evita el peligro de la fornicación”15.
1.1.3.3 San Ambrosio. Este obispo de Milán, que es considerado el doctor de
la virginidad, “defiende el matrimonio como un estado digno que está al
servicio de la obra de la procreación”16 y lógicamente, como lo caracteriza el
título que ha recibido, dedicó gran parte de sus escritos a reflexionar en torno
a la virginidad, pero sin llegar a un punto justo en cuanto a la manera de
entender el matrimonio respecto a la sublime continencia voluntaria por el
Reino de Dios.
1.2 POSICIONES EN CUANTO AL MATRIMONIO Y LA
VIRGINIDAD SURGIDAS EN EL SENO DE SECTAS HERÉTICAS
1.2.1 El gnosticismo. Como bien es sabido, la corriente gnóstica siempre se
ha presentado como una amenaza para la religión cristiana. Por ende, en lo
concerniente al matrimonio y la virginidad el gnosticismo resultó perjudicial
ya que “[su] metafísica opone la carne y el espíritu como el mal y el bien. La
conclusión será: o renunciar al matrimonio, o abandonarse a toda clase de
excesos, ya que la parte divina que hay en el hombre no es responsable de los
desórdenes de la parte inferior”17.

10
Ibíd., p. 122, haciendo referencia a la obra Ad Uxorem de Tertuliano.
11
Ibíd., p. 122.
12
Ibíd., p. 122, haciendo referencia a la obra Adversus Marcionem de Tertuliano.
13
RONDENT, Op. Cit., p. 24.
14
Ibíd., p. 25.
15
Flórez, Op. Cit., p. 122-123.
16
Ibíd., p. 122.
17
RONDENT, Op. Cit., p. 22.

8
1.2.2 El maniqueísmo. Para entender la concepción que este grupo religioso
tenía sobre el matrimonio y la continencia, hay que partir del hecho que era
un grupo caracterizado por el sincretismo, el cual fundaba sus creencias en la
oposición del espíritu y la materia, de las tinieblas y de la luz, lo cual llevaba
a considerar que “la procreación humana da por resultado aprisionar
partículas de luz divina dentro de un cuerpo de carne tenebroso; por tanto, es
necesario abstenerse de ella”18. Esta teoría sobre la procreación fue refutada
por San Agustín pues el paso de él por la religión de Maní le ayudó luego
para condenarla desde el punto de vista cristiano porque según “nos informa
acerca de los procedimientos de esta secta, sabe que en ella se condena menos
el placer carnal que la procreación”19.
1.2.3 Joviniano. Hacia el siglo IV, en la historia de la Iglesia aparece
Joviniano quien al apartar su pensamiento de la ortodoxia de doctrina cayó en
herejía, pues, según escribe Félix García O.S.A en la introducción que hace a
la obra agustiniana De bono coniugali, él “confería a la castidad conyugal el
mismo rango que a la de las vírgenes consagradas al Señor” 20, y lo hacía
poniendo ejemplos como el siguiente: “¿Luego tú, virgen, eres mejor que
Sara, y que Susana y que Ana?”21. Tales palabras influenciaron en las monjas
que varias de ellas terminaron abandonando su estado para casarse.
Juntamente, “citando el ejemplo de los santos patriarcas, que estuvieron
matrimoniados, pretendía quebrantar el valor del celibato abrazado por santos
y religiosos varones”22.
La herejía de Joviniano, en un primer momento, como ya lo citamos
anteriormente, fue combatida por San Jerónimo quien por defender con
elocuencia las excelencias de la virginidad, parecía que indirectamente
menoscababa el sacramento del matrimonio23. San Agustín para solucionar
este problema hace algo muy novedoso: escribe un libro dedicado al bien del
matrimonio y luego por medio de otro elogia la virginidad, con los cuales
derrota la herejía de Joviniano que estaba confundiendo a la cristiandad de esa
época.

18
Ibíd., p. 22.
19
Ibíd., p. 22.
20
DE HIPONA, Agustín. De bono coniugali. EN Obras de San Agustín. Tratados morales. T. XII. Madrid: BAC,
1954. p. 37. Citando a las Retractaciones de San Agustín. n.2.
21
Ibíd., p.37.
22
Ibíd., p.37.
23
Ibíd., p.36.

9
2. APORTE DE SAN AGUSTIN RESPECTO AL MATRIMONIO Y
LA VIRGINIDAD
El matrimonio y la virginidad fueron temas que importaron muchísimo a San
Agustín y por eso a cada uno le dedica una obra completa y muchas otras
referencias en sus demás escritos. A continuación se presentarán algunas
pinceladas de lo que es esta doctrina agustiniana, tratando de obtener lo
esencial, para entender la concepción que presenta el Obispo de Hipona sobre
estas dos realidades: de bono coniugali y de sancta virginitate, como él mismo
las define.
2.1 EL MATRIMONIO
Para presentar la doctrina agustiniana sobre el matrimonio hay que partir de la
definición que San Agustín da al respecto. Él dice: “La unión del hombre y la
mujer, causa de la generación, constituye el bien natural del matrimonio”24.

Por eso, en su reflexión sobre la unión marital, el más grande de los padres de
la Iglesia, en primera instancia, recuerda que el hombre por su misma
naturaleza es de condición sociable y resalta que “la primera alianza natural de
la sociedad humana nos la dan, pues, el hombre y la mujer enmaridados. A los
cuales no los creó Dios por separado, uniéndolos luego como si fueran
alienígenas, sino que a la hembra creóla del varón”25, con lo cual da a entender
que esta sociedad original está dentro del plan de Dios, pues Él ha querido
hacer del hombre y la mujer seres conyugales que, al recibir el mandato de ser
fecundos y henchir la tierra (Gn 1, 28) se unieran entre sí y de esa manera “los
hijos vinieran a consolidar la eficacia de esta sociedad vincular como el único
fruto honesto, resultante no sólo de la mera unión del hombre y de la mujer,
sino del comercio y trato conyugal de los mismos”26.

Lo anterior es el arranque que Agustín utiliza para su exposición teológica


sobre el matrimonio cristiano, el cual debe ser entendido como un bien
querido por Dios desde el principio y que indiscutiblemente forma parte de la
economía de salvación.
2.1.1 De los bienes del matrimonio. San Agustín para hablar de los bienes
del matrimonio pone como ejemplo a María y José en quienes se evidencia
24
DE HIPONA, Agustín. El matrimonio y la concupiscencia. Fuente://www.augustinus.it/spagnolo/index.htm.
En: http://www.ellibrototal.com/ltotal/?t=1&d=2323_2421_1_1_2323 . IV. 5.
25
DE HIPONA, Agustín. De Bono coniugali. En obras de San Agustín. T. XII. Madrid: BAC, 1954. I.1.
26
Ibíd., I.1.

10
claramente estos tres aspectos, pues “todo el bien del matrimonio se encuentra
colmado en los padres de Cristo: la prole, la fidelidad, el sacramento. La prole,
conocemos al Señor Jesús; la fidelidad, porque no existió ningún adulterio; el
sacramento, porque no lo rompió ningún divorcio”27.
Partiendo de este ejemplo tan insigne se presenta a continuación los bienes
que según la reflexión hecha por San Agustín trae la unión conyugal querida
por Dios. Estos son:
2.1.1.1 Primun coniugii bonum: proles. El primer bien del matrimonio es la
“filiorun procreationem”28, o la procreación de los hijos, que se convierte en
el fin primario de la unión conyugal cuando hombre y mujer se donan
recíprocamente en cuanto a la carne29. Como lo dice el mismo San Agustín,
este bien debe ser amado en cuanto que “la prole no sólo [está para] que
nazca, sino para que renazca, pues nace a la pena si no renace a la vida” 30. De
ahí se desprende el compromiso de los cónyuges de engendrar hijos no sólo
para la carne sino también para Cristo en quien el hombre renace para la vida,
pues “la unión de los cristianos no está determinada por el fin de dar vida a
hijos que pasen por este mundo, sino por el que sean regenerados para que no
se aparten de Cristo”31.
2.1.1.2 Secundum coniugii bonum: fides. Este bien da a entender que el
matrimonio no se reduce simplemente a la procreación, sino que se le llama
propia y justamente un bien, porque además de estar para engendrar hijos, es,
a la vez, principalmente una “sociedad natural por uno y otro sexo
constituida”32. Si no se indicara este bien “no cabría hablar de matrimonio
entre personas de edad provecta, y menos aún si hubieran perdido a sus hijos o
no hubieran llegado a engendrarlos”33.
Por este bien matinal es como logramos comprender que “en el verdadero y
óptimo matrimonio, a pesar de los años y aunque se marchiten la lozanía y el
ardor de la edad florida, entre el marido y la mujer impera siempre el orden de
la caridad y del afecto que vinculan entrañablemente al marido y a la
esposa”34.
27
DE HIPONA, Agustín. El matrimonio y la concupiscencia. Op. Cit., XI. 13.
28
DE HIPONA, Agustín. De Bono coniugali. Op. Cit., III. 3.
29
Ibíd., VI. 6.
30
DE HIPONA, Agustín. El matrimonio y la concupiscencia. Op. Cit., XI. 13.
31
Ibíd., VII.
32
DE HIPONA, Agustín. De bono coniugali. Op. Cit., III. 3.
33
Ibíd., III. 3.
34
Ibíd., III. 3.

11
Expresado lo anterior, muy de la mano hay que hablar de la fidelidad, que en
términos agustinianos viene a ser el quartum coniugii bonum, pero que según
la tradición va unido a esta bondad.
Este ‘bien del matrimonio’ sale a flote cuando San Agustín escribe:
En el cumplimiento exacto de los deberes que la unión conyugal impone a los
esposos, se deben estos mutua y constante fidelidad, aun cuando en ese
cumplimiento quepa un tanto de incontinencia y de intemperancia. El apóstol
San Pablo atribuye a esta mutua fidelidad una importancia jurídica tan
decisiva, que la denomina potestad cuando escribe: porque la mujer maridada
no es dueño de su cuerpo, sino que lo es el esposo. Y asimismo, el marido no
es dueño de su cuerpo, sino que lo es la mujer35.
Sin embargo, hay que aclarar que ese tanto de incontinencia e intemperancia
de que se habla en la cita anterior son aceptables ya que los esposos están
obligados “a cumplir fielmente los deberes de la unión conyugal con
recíproca donación en cuanto a la carne, no sólo con el fin primario de criar
hijos, […] sino también para evitar el contraer, a espaldas de esta unión
sagrada, cualesquiera otros vínculos concubinarios e ilícitos” 36. De esta
manera se entienden mejor las palabras del apóstol de los gentiles retomadas
por San Agustín, quien las explica diciendo: “Y por ello deberán en cierto
modo convertirse el uno en esclavo del otro para ayudarse a soportar las
flaquezas de la carne”37.
Pero hay que especificar que para el obispo de Hipona en la satisfacción y
cumplimiento del débito conyugal, si se trata de “el deber, pues, por el que los
esposos hacen mutua entrega de sí mismos con el fin de engendrar hijos está
totalmente exento de toda culpa. Si se hace uso del débito matrimonial sólo
con el fin de satisfacer la concupiscencia, presupuesto que sea entre marido y
mujer y por conservar la fe conyugal, la culpa no excedería de venial. El
adulterio, en cambio, y la fornicación constituyen pecado mortal”38.
Para entender un poco mejor:
Peca muchísimo menos el que con excesiva asiduidad se acerca a la propia
mujer que el que, aunque sea muy rara vez, da en la fornicación. Mas cuando
el esposo quisiera torpemente abusar de su mujer, contra lo prescrito por la
naturaleza, entonces será más torpe y vitanda la esposa si consiente que en sí
35
Ibíd., IV. 4.
36
Ibíd., VI. 6.
37
Ibíd., VI. 6.
38
Ibíd., VI. 6.

12
realice una acción nefanda antes que con otra mujer cualquiera. Porque la
dignidad del vínculo matrimonial radica en la casta y legítima facultad de
procrear y en el cumplimiento honesto de los deberes mutuos con ese fin
relacionados.
Finalizando, es indispensable agregar las siguientes palabras del Cantor de la
misericordia que nos aclaran este tema que ocasionalmente se presta para
malas interpretaciones: “Hay que decir que todo cuanto los esposos realicen
en contra de la moderación, de la castidad y de la verecundia es un vicio y un
abuso, que proviene no en verdad del matrimonio, sino de los hombres mal
refrenados”39.
2.1.1.3 Tertium coniugii bonum: sacramentum. En los escritos agustinianos
se puede evidenciar que “en la unión conyugal del hombre y la mujer se
asienta y radica un bien, y que esta alianza conyugal de tal manera y con tanta
insistencia la encomienda y preceptúa la divina Escritura” 40. La anterior
afirmación da a entender que el matrimonio es sagrado, lo cual mereció que
“el Señor mismo lo ratificara en su Evangelio, no sólo cuando prohibió
repudiar a la esposa, a no ser por causa de fornicación, sino también porque él
mismo consintió ser invitado a unas bodas”41. Por consiguiente este bien del
matrimonio consiste en el sacramento “-que no se destruye ni por el divorcio
ni por el adulterio-, éste ha de ser guardado por los esposos casta y
concordemente; es el único de los tres bienes que por derecho de religión
mantiene indisoluble el matrimonio de los consortes estériles cuando ya han
perdido enteramente la esperanza de tener hijos, por la que se casaron”42.
2.1.2 Unidad e indisolubilidad. Otros temas fundamentales del matrimonio
tratados por San Agustín son la indisolubilidad y la unidad.
En cuanto a la unidad afirma: “Que al bien del matrimonio pertenezca la
unión de un hombre con una mujer más que la de uno con muchas, lo indica
suficientemente la primera unión conyugal instituida por Dios”43 con lo cual
da a entender que la poligamia no estaba dentro de los planes divinos.
En lo referido a la indisolubilidad expresa que en la unión conyugal se da
“un cierto sacramento del matrimonio -por lo que dice el Apóstol: Maridos,

39
Ibíd., VI.
40
DE HIPONA, Agustín. De Bono coniugali. Op. Cit., III. 3.
41
Ibíd., III. 3.
42
DE HIPONA, Agustín. El matrimonio y la concupiscencia. Op. Cit., XVII. 19.
43
DE HIPONA, Agustín. El matrimonio y la concupiscencia. Op. Cit., IX. 10.

13
amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia”44 que es la causa por
la que el matrimonio cristiano es indisoluble.
También enuncia que “la res (virtud propia) del sacramento consiste en que
el hombre y la mujer, unidos en matrimonio, perseveren unidos mientras
vivan y que no sea lícita la separación de un cónyuge de otro, excepto por
causa de fornicación”45. Por tanto, como el mismo San Agustín lo escribe,
podemos decir: “Existe entre los cónyuges vivientes tal vínculo, que ni la
separación ni la unión adúltera lo pueden romper”46.
2.2 LA VIRGINIDAD.
San Agustín para continuar contrarrestando los ataques que por parte de
Joviniano sufría la virginidad, escribió la obra De sancta virginitate en la que
elogia este estado de vida. Seguidamente se expondrá “la excelencia del más
alto don que las vírgenes han recibido del cielo”47.
2.2.1 La continencia. Para hablar de la manera como es concebida la
virginidad por San Agustín, hay que partir de lo que él entiende por
continencia, que según se puede deducir de sus escritos hay que concebir este
término en dos sentidos: uno amplio y otro estricto.
En un sentido amplio expresa que “el término ‘contener’ significa que del
pensamiento no se pasa al consentimiento, pues de ese modo, en conformidad
con el precepto apostólico, no reina el pecado en nuestro cuerpo mortal ni
ponemos nuestros miembros como armas de iniquidad en manos del
pecado”48. Por eso, “la puerta de la continencia es la que impide que brote del
interior algo que contamine la vida de la mente aunque estén sellados los
labios de la carne”49, porque “hartas cosas hay que con la boca del cuerpo las
callamos y con el corazón las gritamos. En cambio, no brotará palabra alguna
de la boca de quien mantiene el corazón en silencio. Lo que dentro no suena,
fuera no resuena. Lo que brota dentro, cuando es malo, mancha la conciencia

44
Ibíd., X. 11.
45
Ibíd., X. 11.
46
Ibíd., X. 11.
47
DE HIPONA, Agustín. De sancta virginitate. EN Obras de San Agustín. Tratados morales. T. XII. Madrid: BAC,
1954. I. 1.
48
DE HIPONA, Agustín. De continentia. EN Obras de San Agustín. Tratados morales. T. XII. Madrid: BAC, 1954.
II. 4.
49
Ibíd., I. 2.

14
aunque no remueva la lengua. Allí hay que poner la continencia donde incluso
los mudos hacen hablar a la conciencia”50.
En el sentido estricto, la continencia es “la castidad que refrena los
movimientos sexuales, [a la cual] no podrá violarla ninguna violencia mientras
se mantenga en el corazón esa superior continencia de la que venimos
hablando”51.
Ahora bien, para que sea posible vivir la continencia hay que concebirla como
don de Dios puesto que “en el libro de la Sabiduría leemos que nadie puede
ser continente si Dios no se lo da” 52. Es por eso que es absurdo presumir de
fuerzas propias para ser continentes.
2.2.2 Virginidad. San Agustín en De la continentia53 alude a una forma de
continencia más perfecta y gloriosa que renuncia al mismo vínculo conyugal,
que sin duda alguna es la virginidad. Pero esta continencia adquiere gran
honor sólo si se entiende como consagración a Dios, pues así lo expresa el
obispo de Hipona:
Tampoco tiene su honor la virginidad por ser integridad, sino por estar
consagrada a Dios, y aunque se custodie la carne, se conserva por el espíritu
de devoción y religión. Por ello es también espiritual la virginidad del cuerpo
consagrada y custodiada por la continencia de la piedad. Nadie hace un uso
impuro de su cuerpo si antes no concibe espiritualmente la maldad y, de igual
modo, nadie guarda la pureza del cuerpo si no ha implantado antes la castidad
en su espíritu54.
Además, hay que indicar que la virginidad es una virtud de ángeles pues “la
integridad virginal y el abstenerse de todo contacto carnal por la religiosa
continencia tiene algo de participación angélica: es la ascensión a la
incorruptibilidad perpetua en la carne corruptible” 55. De ahí que la virginidad
haya sido tan valorada a lo largo de la historia de la Iglesia como un bien
excelso “que no hay que amar […] por las ventajas que reporta a la vida de
esto siglo, sino mirando a la vida futura que se nos promete en el reino de los
cielos”56.

50
Ibíd., I. 2.
51
Ibíd., II. 5.
52
Ibíd., I. 2.
53
Ibíd., I. 1.
54
DE HIPONA, Agustín. De sancta virginitate. Op. Cit., VIII. 8.
55
Ibíd., XIII.
56
Ibíd., XXII. 22.

15
2.3 MATRIMONIO Y VIRGINIDAD.
San Agustín para abordar la reflexión sobre el matrimonio respecto a la
virginidad y viceversa, señala un principio que va a ser clave en la compresión
de esta temática: “El matrimonio y la virginidad son, por tanto, dos bienes, de
los cuales el uno es más excelente que el otro” 57, ya que como la vamos a ver,
hay “mayor mérito de la virginidad, dada la bondad del matrimonio” 58, pues
como indica el doctor trinitatis: “manteniéndonos nosotros en el justo medio
de la verdad mediante la recta razón y con la autoridad de la Santa Escritura,
ni condenamos como pecado al matrimonio ni igualamos su bien al de la
continencia virginal, y ni siquiera a la de la continencia de las viudas”59.
Esta doctrina es planteada por San Agustín porque es la que él ha encontrado
en la Sagrada Escritura, específicamente en los escritos paulinos, y a partir de
estos datos revelados es que va a hacer una importante reflexión en torno al
bien del matrimonio y el mayor mérito de la virginidad.
En primer momento no hay que desconocer que “al hablar de ambos estados,
virginal y conyugal, nos enseñó el apóstol que en ambos casos se trata de un
don de Dios, diciendo: quisieran que todos fuese como soy yo, pero cada uno
tiene su don de Dios, uno de un modo, otro de otro”60, de tal forma que a partir
de esta afirmación “tomar mujer o casarse no es pecado alguno [como algunos
herejes consideraban], porque si fuera pecado, algún precepto 61 lo
prohibiría”62, y el optar por la virginidad aunque no sea un mandamiento, es
un consejo, ya que como dice el mismo Pablo: “ Acerca de las vírgenes no he
recibido precepto del Señor”63, expresión que de ningún modo indica que no
sea querida por Dios.
De lo anterior se sigue que el optar por una u otra forma de vivir el
cristianismo es una gracia que Dios que da a cada bautizado de acuerdo a los
carismas con los que lo ha dotado. Por eso san Pablo escribe: “Está bien al
hombre abstenerse de la mujer. No obstante, por razón de la incontinencia,
tenga cada hombre su mujer, y cada mujer su marido […] No obstante digo a
57
DE HIPONA, Agustín. De bono coniugali. Op. Cit., XXIII. 29.
58
DE HIPONA, Agustín. De sancta virginitate. Op. Cit., XXI. 21.
59
Ibíd., XIX.
60
DE HIPONA, Agustín. De continentia. Op. Cit., I.
61
El matrimonio en ningún momento de la escritura aparece como prohibición pero sí como mandato: “¿No
habéis oído que el creador desde el comienzo, ‘los hizo varón y hembra’, y que dijo: ‘Por eso dejará el hombre
a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne’?”.
62
DE HIPONA, Agustín. De sancta virginitate. Op. Cit., XIV. 14. Citando a 1 Cor 7, 7.
63
Ibíd., XIV. Citando a 1 Cor 7, 25.

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los solteros y a las viudas que estaría bien que se quedasen como yo. Pero si
no pueden contenerse, que se casen; mejor es casarse que abrazarse” (1 Cor
7,1.8).
Del texto precedente San Agustín va a sacar una conclusión muy grande
refiriéndose principalmente a los solteros: “Quien pueda elegir la sagrada
virginidad que la elija, y solamente quien no pueda guardar la continencia que
se case”64, con la seguridad de que quien se casa no comete pecado, pues el
hecho de desatender un consejo, en nuestro caso el de la continencia perfecta,
no implica la infracción de una norma, y, por su parte, el que elige la sagrada
virginidad ha atendido a lo mejor65.
Pero sí se debe tener presente que “con la virginidad se aconseja lo mejor” 66,
porque quienes optan por ella “sin duda tendrán una gran recompensa, por
encima de los otros, en aquella común inmortalidad quienes ya tuvieron algo
que no era carne en su carne”67.
Ya expuestos los anteriores postulados hay que hacer una aclaración, la cual,
según las palabras del obispo de Hipona, hace que verdaderamente la
virginidad sea tenida por más excelsa que el sagrado vínculo del matrimonio.
Veamos: “Tampoco alabamos a las vírgenes por el hecho de ser vírgenes, sino
por ser vírgenes consagradas a Dios por la religiosa continencia. Pues me
atrevo a decir sin temeridad que se me antoja más feliz la mujer casada que la
virgen con ansias de casarse”68.
A la postre, la doctrina agustiniana respecto del matrimonio y la virginidad se
puede resumir en las siguientes máximas que expresan el justo equilibrio al
que llegó San Agustín al abordar estos temas que tanto interesaban en su
época, y que aún hoy son retomados por la reflexión eclesial. Estas palabras
son: “Quien elige lo mejor no condena lo bueno. Por todo lo cual amonesto a
los que profesan continencia perpetua y sagrada virginidad que de tal manera
prefieran su bien al del matrimonio, que no lleguen a juzgar éste como malo.
[…] Esta es la auténtica y sana doctrina del Señor: elegir los dones mayores
de modo que no se condenen los menores”69.

64
Ibíd., IX.
65
Ibíd., XV.
66
Ibíd., XV.
67
Ibíd., XIII.
68
Ibíd., XI.
69
Ibíd., XVIII. 18.

17
3. INFLUENCIA DEL PENSAMIENTO AGUSTINIANO EN LA
DOCTRINA DE LA IGLESIA SOBRE EL MATRIMONIO Y LA
VIRGINIDAD.
En el capítulo anterior hemos conocido, a grandes rasgos, el pensamiento de
San Agustín sobre la relación y complementariedad entre el matrimonio y la
virginidad, a tal punto que se puede asentir que su doctrina al respecto, “será
en adelante la que sirve de modelo de inspiración en la enseñanza cristiana” 70,
lo cual se puede evidenciar en algunos documentos de la Iglesia que sin hacer
referencia explícita a San Agustín, sí tienen como base su manera de pensar.
Pues como lo expresa Augusto Sarmiento, tanto en la reflexión teológica
como en el Magisterio “se constata que a la par que se afirma de manera
constante la dignidad y bondad del matrimonio, se proclama inequívocamente
lo superior de la virginidad”71, concepción tenida por el Obispo de Hipona.
Ejemplos claro es el pronunciamiento del Concilio de Trento en una de sus
sentencias: “Si alguno dijere que el estado conyugal debe anteponerse al
estado de virginidad o de celibato y que no es mejor o más perfecto
permanecer en la virginidad o celibato que unirse en matrimonio, sea anatema
(DS 1810)”72.
El Concilio Vaticano II también deja entrever entre sus líneas la relación entre
matrimonio y virginidad poniendo el acento más bien “en la mutua
complementariedad entre una y otra vocación, al situar la comprensión de la
virginidad en el marco de la llamada universal a la santidad: subraya la
dignidad y valor eximios del matrimonio (cf. GS 47-52) y a la vez la
excelencia de la virginidad (LG 42; 46-57)”73.
Por último es oportuno tomar lo que el Papa Francisco enseña sobre las
relaciones entre matrimonio y virginidad cuando escribe: “No se trata de
disminuir el valor del matrimonio en beneficio de la continencia, y no hay
base alguna para supuesta contraposición. Si de acuerdo con una cierta
tradición teológica, se habla del estado de perfección se hace no a causa de la
continencia misma, sino con relación al conjunto de la vida fundada sobre los
consejos evangélicos”74. Lo escrito anteriormente lo tenía claro San Agustín,

70
FLOREZ. Op. Cit., p. 123.
71
SARMIENTO, Augusto. El matrimonio cristiano. 3. ed. Pamplona: EUNSA, 2007. p. 157.
72
Ibíd., p. 158.
73
Ibíd., p. 158.
74
FRANCISCO. Exhortación apostólica postsinodal Amoris laetitia. Bogotá: San Pablo, 2016. n. 160.

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quien en ningún momento desvalora el matrimonio a causa de exaltar la
virginidad.
4. CONCLUSIONES
A lo largo de toda la historia del cristianismo surgen diferentes corrientes ad
extra y ad intra de la Iglesia que pretenden desvitalizar y tergiversar la
doctrina sobre el matrimonio y la continencia voluntaria por el Reino de los
Cielos. San Agustín es un ejemplo para todo cristiano, especialmente para los
pastores, de que estas instituciones deben ser defendidas a capa y espada a fin
de mantener la tradición apostólica que contiene la verdad plena de la
Revelación en Nuestro Señor Jesucristo.
Al terminar esta investigación, queda el convencimiento de que la patrística
es, sin duda, un tesoro insuperable de la Tradición eclesial al cual se debe
acudir siempre que se desee estudiar la doctrina cristiana concerniente a temas
dogmáticos que tienen influencia directa en la moral; es el caso del
matrimonio y la virginidad.
Muchos cristianos del siglo XX, influenciados por el secularismo, han llegado
a considerar equívocamente al ‘matrimonio católico como causa de los males
de la familia’. San Agustín por medio de su doctrina nos deja bien claro que el
matrimonio es un bien y que como bien no puede ser raíz de algún mal. Antes
bien, hace la aclaración de que si se presentan situaciones deplorables en el
hogar es a causa de hombres y mujeres mal refrenados que dan vía abierta a
los impulsos negativos, a través de los cuales el maligno siembra cizaña.
En nuestros días un número considerable de cristianos seguimos optando por
una vida virginal o celibatal. San Agustín nos ayuda a entender que lo que
hace sublime este don, no es el sólo hecho de ser continentes, sino que la
continencia se haga por amor al Reino de Dios.
Todo el que ha optado por la continencia voluntaria a causa del Reino de Dios
y los que nos estamos preparando para dar ese paso, hemos de tener claro que
el hecho de seguir este estilo de vida, no es causal de creernos más que
quienes deciden casarse, porque ambos proyectos están dentro del plan
salvador de Dios.
San Agustín, siguiendo la doctrina bíblica, comparte el hecho de que quien no
sea capaz de contenerse que se case, ya que es mejor casarse que abrasarse.
Con esto se llega a la conclusión que quien opte por una vida virginal o

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celibatal debe hacer la opción totalmente libre y midiendo en sí mismo la
capacidad de dominio propio que tenga.

BIBLIOGRAFÍA
DE HIPONA, Agustín. De bono coniugali. En: Obras de San Agustín.
Tratados morales. T. XII. Madrid: BAC, 1954.
__________________. De continentia. En: Obras de San Agustín. Tratados
morales. T. XII. Madrid: BAC, 1954.
__________________. De sancta virginitate. En: Obras de San Agustín.
Tratados morales. T. XII. Madrid: BAC, 1954.
__________________. El matrimonio y la concupiscencia. Fuente:
//www.augustinus.it/spagnolo/index.htm.En://www.ellibrototal.com/ltotal/?
t=1&d=2323_2421_1_1_23223. IV. 5.
FLOREZ, Gonzalo. Matrimonio y familia. Madrid: BAC, 1995. 285 p.
FRANCISCO. Exhortación apostólica postsinodal Amoris laetitia. Bogotá:
San Pablo, 2016. 289 p.
RONDENT, Hernri. Introducción a la teología del sacramento del matrimonio.
Versión castellana de José Mª Dausá, C. O., sobre la edición original francesa
de la obra Introduction à l’étude de la thèologie du mariage, de Henri Rondet,
publicada en 1960 por el P. Lethielleux. 133 p.
SARMIENTO, Augusto. El matrimonio cristiano. 3. ed. Pamplona: EUNSA,
2007. 487 p.

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