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Aristóteles y la economía

“Aristóteles, hijo de Nicómaco y Efestiada, nació en Estagira”. Así


comienza Diógenes Laercio en su Vida de los filósofos el perfil biográfico
del famoso filósofo del siglo IV antes de Cristo. Sigue Diógenes: “Dice
[Aristóteles] que la virtud no es suficiente por si sola para la vida feliz, pues
necesita de los bienes del cuerpo y de los externos”. En efecto, la vida
plena, feliz, o buena, no consistía para Aristóteles sólo en ser prudente,
justo, moderado: también requería bienes materiales. Aristóteles concibe a
la economía como el uso de esos bienes necesarios para la “vida buena”.
También puso un nombre a la actividad de fabricación o comercio de esos
bienes: el de “crematística”. Además, pensó que la moneda, como
instrumento que es, permitía, mediante el precio, establecer una
comparación entre bienes diversos y, consiguientemente, facilitaba su
intercambio. Para él, el precio es un representante de la demanda o
necesidad del bien.
Según Aristóteles, la economía como tal, sólo usaba lo
necesario para la vida buena. Para él, la estimación de la
demanda necesaria, aunque subjetiva, no debe ser arbitraria,
sino justa, pues es parte de la virtud de la justicia. Pero
Aristóteles no era insensible y veía que también se puede usar
mal de las riquezas. Por eso, pensó la posibilidad de que la
crematística, habitualmente subordinada a la economía,
deviniera autónoma y buscara no ya satisfacer la necesidad,
sino enriquecerse ilimitadamente. Esta confusión proviene de
considerar el medio –el dinero– como fin, lo que según él surge, a su vez, de una ilimitación del
deseo. Calificó de ilimitada, no natural o censurada a esta forma de crematística.
Para Aristóteles, cuando en una sociedad se instalaba una mentalidad crematística no natural o
ilimitada se desnaturalizaba finalmente todo. Oigámoslo de su propia voz: “Así ha surgido la segunda
forma de crematística porque al perseguir el placer excesivo procuran también lo que pueda
proporcionar ese placer y si no pueden procurárselo por medio de la crematística, es decir por medio
del dinero, lo intentan por otro medio usando todas sus facultades de un modo antinatural; lo propio
de la valentía no es producir dinero sino confianza ni tampoco es lo propio de la estrategia ni de la
medicina cuyos fines respectivos son la victoria y la salud. No obstante algunos convierten en
crematística todas las facultades como si el producir dinero fuera el fin de todas ellas y todo tuviera
que encaminarse a ese fin”. Es decir, a pesar de que lo propio de la medicina es la salud, la medicina
se convierte también en una forma de crematística; a pesar de que lo propio de la estrategia sea la
victoria, también la guerra se convierte en un instrumento. Es decir, todo se tiñe de la intención de
“producir dinero” (Política I, 9, 1258a 6-14). Parece ser una buena descripción de nuestros tiempos:
el hacer dinero como fin de todas las actividades; y la economía, tratando de regular la vida del
hombre.
Luego de la crisis de 2007-8 se han publicado varios libros que claman por una vuelta a la tradición
ética de la economía inaugurada por Aristóteles. Por ejemplo, James Halteman y Edd
Noell, Reckoning with Markets. Moral Reflection in Economics (2012), trata sobre la importancia de
la ética para la economía. El libro de Robert y Edward Skidelsky How Much is Enough? Money and
the Good Life (2012) edifica su propuesta sobre la noción aristotélica de vida buena.
El libro de Halteman y Noell, luego de una amena introducción, simulando una sesión plenaria de
filósofos y economistas acerca de las relaciones entre economía y ética, dedica el capítulo segundo
enteramente a la ética de Aristóteles. El tercero se concentra en la Edad Media y el cuarto en Adam
Smith. Hasta allí las visiones éticas. En el quinto capítulo explica cómo se “secularizó” la economía.
El sexto contiene una valoración muy equilibrada del aporte de Marx. Luego explica cómo el método
de la economía estándar actual no deja lugar a la ética. El último capítulo contiene su propuesta.

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