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TESTIMONIO DE EDUVIGES OLIMPIA VARGAS DE BELLO

Preguntada sobre su interés en la causa dijo : “Solamente que se conozca la verdad y que se
haga justicia”.

Invitada a exponer contó que era catequista en Jesús de la Buena Esperanza, que trabajó en la
Parroquia La Rotonda y que militó en la Juventud Peronista. Todo esto en Goya.

Casada desde el 4 de abril de 1975. El 14 de octubre de 1976 estando en su casa con su bebé
de seis meses y su esposo trabajando, ingresaron a su casa que era un rancho, uno de ellos fue
Baigorria quien entró a su dormitorio y que estuvo a punto de llevarse una cajita donde estaba
el sueldo de su esposo impidiéndoselo la declarante, había gente de civil en su casa y del
Ejército afuera. Con su hijo en brazos fue trasladada a la Compañía de Ingenieros 7 a un lugar
que identificó como “la cuadra” donde vio a la señora de Strobel y a Kila Candia (hermana de
Nía). No estuvo “ni vendada ni esposada”, contó que el bebé no se calmaba, que lloraba, y que
le dio de mamar. Como le pidieron la entrega del bebé ella se negó y a su requerimiento
compareció su madre que se hizo cargo del niño y le dijo al separarse: “No hay mal que dure
cien años”.

Relató que al interrogarla había un escritorio con tres “tipos” uno de camisa celeste, ojos bien
celestes, bien peinado a la gomina, con acento distinto al usado en la zona, con la
pronunciación “ye”. Le preguntaban “¿Dónde están tus hermanos?”. Recordó que tiene dos
hermanos desaparecidos: Dora y Juan Ramón Vargas. “Tenemos métodos buenos, regulares y
malos” le decía Lemos, ella no contestó, uno de los guardias era de apellido Benedí, otro de
apellido Ávalos. Sufrió una segunda detención estuvo sola. En otra celda del Regimiento
estaban Juan Ramón Gauna y Viglieca de Esquina, y entre las mujeres Mabel Fernández quien
al llegar se tiró a la cama diciéndole “Me trajeron de torturar” y en sus tobillos tenía puntitos
como de sangre acumulada. No habló con ella hasta que se retiró un guardia de la ventana.

También fueron detenidos su padre y su esposo. Estando embarazada “perdí mi bebé”, estuvo
“en una situación de angustia”. Muy dolorida en la espalda le quisieron aplicar una inyección
por orden del doctor Barbeira (oficial médico), agregando que “tenía los pechos muy cargados
de leche”. Caminaban los detenidos por una cancha de fútbol en cuyo centro había una
ametralladora y un soldado con fusil en cada esquina.

Fue trasladada a la Alcaidía del Chaco junto a María Esther Rabas y Mabel Fernández en un
vehículo militar, yendo de acompañante un suboficial de apellido Sánchez que vivía a media
cuadra de su casa, estuvo una semana en Chaco, y la llevaron en avión a Villa Devoto. Con los
ojos vendados escuchaba amenazas de los guardias: “La mitad la vamos a tirar al río de la Plata
y la otra mitad al Amazonas”.

Escuchó al llegar sirenas y ruidos de helicópteros. Al entrar al penal de Devoto le dijeron: “¿Ud.
sabe dónde está? –En el Paraíso Terrenal”. Vio rejas, rejas y rejas, luego colchones en el piso
con chinches que no la dejaban dormir, obligada se durmió y amaneció toda picada e
hinchada. Sufrió una sanción de quince días “por contestar mal a una celadora” yendo a una
celda de castigo donde había una colchoneta de lata. El agua para bañarse era helada. Allí en
Devoto fue interrogada por Bertorello y por Córdoba: ¿”Dónde están tus hermanos?” era la
pregunta más insistente. Estuvo tres años presa hasta 1979. Ese año fue trasladada al
aeropuerto y en avión junto a Mabel Fernández, Tere Fernández (de Formosa) a Corrientes.
Luego en un colectivo con varones y mujeres, quien dirigía les dijo: “Si hay un rescate, primero
se fusila a todos ustedes”. En agosto compareció ante consejos de guerra en el Chaco. Su
abogado defensor oficial se llamaba Jorge Gómez y pidieron para ella un año y medio de
reclusión. Conducida luego al Pelletier quedó allí hasta el 2 de abril de 1981 en que recuperó
su libertad.

Recordó en su declaración al padre Diego Orlandini. También que Obregón le tomó declaración
en el Regimiento con una máquina de escribir preguntándole “qué actividades tenía” y
diciéndole que iba a estar cuatro o cinco años detenida. No compareció ante ningún juez. No
conoció ni se le hizo saber los motivos de su detención. Quedó a disposición del PEN .

En el final expresó que quería agradecer “a mis hijos” (Elena y Fernando presentes en la sala)
porque “están ahí”, abrazándose más tarde con ellos en la misma sala.

GOYA, 25 de mayo de 2011 PRENSA MEDEHS GOYA

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