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La propuesta plantea implementar una ética civil en Colombia basada en tres pilares: 1) el respeto a los derechos humanos fundamentales, 2) priorizar valores como la dignidad y la justicia que se han perdido, y 3) usar el diálogo como medio para resolver conflictos y lograr acuerdos mínimos. La ética civil busca una sociedad donde se acepta el pluralismo pero se unifica en torno a valores compartidos.
La propuesta plantea implementar una ética civil en Colombia basada en tres pilares: 1) el respeto a los derechos humanos fundamentales, 2) priorizar valores como la dignidad y la justicia que se han perdido, y 3) usar el diálogo como medio para resolver conflictos y lograr acuerdos mínimos. La ética civil busca una sociedad donde se acepta el pluralismo pero se unifica en torno a valores compartidos.
La propuesta plantea implementar una ética civil en Colombia basada en tres pilares: 1) el respeto a los derechos humanos fundamentales, 2) priorizar valores como la dignidad y la justicia que se han perdido, y 3) usar el diálogo como medio para resolver conflictos y lograr acuerdos mínimos. La ética civil busca una sociedad donde se acepta el pluralismo pero se unifica en torno a valores compartidos.
Colombia, a partir de la Constitución Política de 1991, se definió como un Estado
Social de Derecho de carácter pluralista, ya que los principios que tomaron como base a la moral y valores cristianos como el amor al prójimo, la humildad y la solidaridad; dejaron de ser los únicos fundamentos morales bajo los cuales, la comunidad colombiana guiaba su conducta social. Este hecho, llevó no sólo a una diferenciación social caracterizada por el multiculturalismo, la diversidad de lenguajes, de creencias y de religiones; sino también, a un pluralismo ético (Cadavid, s.f.). Además de esto, la historia de violencia en el país y la formación de grupos armados, que surgen a partir de la prevalencia de problemas como el consumismo ante la calidad de vida, la falta de tolerancia, la desigualdad y la corrupción política ante la justicia; sumado a la época de modernización, que generó una explosión demográfica, constituyen factores importantes en el desarrollo de conflictos y en el debilitamiento de la moral y la ética propuesta en el siglo XIX. Todo esto, hace necesario la aplicación de una ética civil, que es definida por Andino (2017) en su aproximación a la teoría civil de Adela Cortina, como una ética que no sólo acepta el pluralismo actual, sino que busca la unificación de la sociedad a partir de mínimos comunes, que permitan una convivencia pacífica entre los ciudadanos con creencias e ideologías diferentes. Según García (1996), la ética en Colombia se encuentra en crisis debido a causas de tipo económicas, que implican cuestiones como el desempleo, falta de oportunidades o favorecimiento de ciertos sectores sociales; causas culturales como son la ausencia de valores y principios morales; y causas políticas que incluyen la incapacidad de las entidades estatales para proteger y hacer valer los derechos de las personas y la poca inclusión de la participación de las minorías en las decisiones políticas. Con respecto a lo anterior, se ha planteado una ética civil que en primera instancia, tiene como base el respeto a los Derechos Humanos (civiles, políticos, económicos, sociales, culturales y ambientales). Los derechos humanos declarados por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1948, son aquellos a los cuales todas las personas tenemos acceso por el solo hecho de ser seres humanos y que tienen carácter universal, son indivisibles, equitativos y obligatorios. En Colombia, existen múltiples decretos constituidos en cerca de 30 artículos estipulados en la Constitución de 1991, los cuales contienen todos las garantías constitucionales de las que somos beneficiarios todas las personas del mundo. Sin embargo, a pesar de que existen todas estas leyes y decretos que defienden la legitimidad de los mismos, en el país se viven constantes casos en los que a las personas les son vulnerados, generando situaciones de tensión que en la mayoría de las veces terminan por trascender a problemas sociales y culturales, como sucede el caso de manifestaciones civiles por la falta de apoyo y presupuesto para la educación media y superior. Según García (1996), los Derechos Humanos Fundamentales deberían ser el punto de partida del orden social y político, los cuales conforman el núcleo del llamado “contrato social”, permitiendo entrever la relación íntima que existe entre la ética y la política. Si se analiza con sumo detalle cada uno de los derechos definidos en la Constitución de 1991, se puede afirmar que el contexto socio-cultural es definido por la prevalencia de los intereses individuales, lo cual impide conciliar un bienestar social para todos. Esta prevalencia de los intereses individuales, está respaldada en el país hace más de 50 años por la inequidad y desigualdad económica que viven cada uno de los colombianos día a día, producto de muchos años de mala administración del capital nacional. Además, no sólo se están vulnerando derechos fundamentales como el derecho a la vida y a la dignidad; sino también el derecho a la libertad, el cual engloba tanto la expresión, como el género, el pensamiento o la religión; los cuales son escogidos de manera autónoma por cada individuo. Un ejemplo común hasta hace algunos años, que representa la vulneración de estas garantías constitucionales, corresponde a los problemas sociales generados por la creciente población de personas cuya orientación sexual o creencias religiosas no iban acorde con lo caracterizado por la sociedad como “normal”, lo cual definió períodos difíciles en la historia de un país que continúa necesitando la divulgación de la diversidad e inclusión social para todos, sin tener en cuenta ninguna característica, gusto o condición de ser del individuo o grupo en cuestión. Por casos como el anterior, para poder desarrollar una ética cívica total, se necesita, entonces, priorizar y garantizar los Derechos Humanos Fundamentales para todas y cada una de las personas que habitan dentro y fuera del país. Esto no se trata únicamente de estipular decretos en la Constitución, sino, por el contrario, se trata de generar una conciencia cívica y moral para que las personas reflexionen y actúen de la manera correcta, teniendo como base de sus decisiones, el respeto a todos los derechos que nos identifican y definen como seres humanos pertenecientes a una misma sociedad. Durante los siglos XVII y XVIII, en el seno del pensamiento filosófico se desarrolló el concepto de valores humanos como se conocen hoy en día, que constituyen una serie de guías o pautas a seguir de comportamiento que controlan la conducta de un individuo. Sin embargo, estos existen desde siempre y están presentes en todas las sociedades. Dicho esto, en Colombia los valores humanos deben de ser un pilar fundamental para garantizar un desarrollo íntegro de la identidad de cada ciudadano. Una sociedad con valores éticos bien arraigados dentro de sus costumbres, es una sociedad capacitada para desarrollarse y adaptarse a los diversos cambios socioculturales que se viven y vivirán en la la actualidad y futuro cercano. Es decir, que si Colombia logra generar un cambio de pensamiento en todas las personas, muy probablemente se podrían solucionar los problemas de desigualdad y vulnerabilidad que existen en el país. Sin embargo, esto no se da en la sociedad colombiana de tal manera, ya que las personas a medida que fueron afectadas por el cambio de la economía, producto del avance industrial, empezaron a perder ciertos valores importantes que modificaron el esquema general de la sociedad. Es decir, en Colombia, y también en gran parte de América Latina, los valores éticos-morales se han ido dejando de lado, priorizando los intereses personales y pensamientos individuales. La corrupción, consiguientemente, también es un problema que se ha presentado desde que existe la política en la nación, el cual lleva a las personas a perder el respeto y la confianza en las autoridades cívicas e institucionales, que se genera a raíz de la poca transparencia de las entidades para con la sociedad. Por último, en Colombia no solo hay una falta de respeto, de dignidad y de honestidad sino también de libertad y justicia, debido a todos los años de conflicto armado que han privado de la libertad a miles de personas inocentes víctimas de la guerra. Por esto, está claro que existe un gran vacío de valores éticos, el cual es el desencadenante de otros problemas mayores y trascendentales que han marcado el país, dejando una huella imborrable en la memoria de todos los colombianos. Sin embargo, esto no significa que no tenga solución el problema a largo plazo. Como ya se ha mencionado anteriormente, si se logra implementar una política de concientización en el país para promover una mentalidad de cambio en todos los ciudadanos colombianos, podremos ir llenando el vacío de valores que existe en la comunidad y a futuro seguro lograremos tener un país libre de corrupción y desigualdad. Finalmente, el último postulado de la ética civil propuesta, se basa en utilizar el diálogo como un medio primario para llegar a ese acuerdo de mínimos que convengan a la colectividad, y que, a su vez, se establezca como primer paso para la resolución de conflictos que hacen parte de la cotidianidad de la sociedad colombiana, ya que, tal como afirma Vallejos (2009): “El pluralismo conflictivo en una sociedad con una alta diferenciación funcional, como lo hemos planteado, hace improbable acuerdos universales o una unidad universal.” (p. 607). Esta forma de diálogo, estaría basada en la teoría de la acción comunicativa Habermas y Apel, la cual sería aplicada no sólo en el ámbito social, sino también en el político. De esta manera, la democracia que se implementa en Colombia, debería fundamentarse en una participación activa y transparente de la comunidad, guiada bajo los mínimos del respeto y la tolerancia; y de esta forma, pueda realmente cobrar algún sentido en la búsqueda de una resolución pacífica de los desacuerdos. Por ello, según Cortina (1985) “todas las decisiones e instituciones estarían sujetas a la discusión pública y al consentimiento de todos los afectados, aparece así no solo como la idea nuclear de un Estado de Derecho Democrático, sino como la única forma plausible de racionalización del poder político” (p. 333). En la situación actual del país, con la dinámica de los diálogos de paz, la adaptación de una ética discursiva de manera responsable, es una opción viable que posibilita la formación de una sociedad, que aunque es intrínsecamente pluralista, le permita a las personas expresar sus ideas, aspiraciones y pensamientos; lo cual favorece la participación activa y los procesos de inclusión social entre las diferentes religiones, razas, etnias o clases sociales. Sin embargo, tal como afirma Vallejos (2009): “Estos mínimos no serán garantía de una solución mágica, pero serán el andamiaje en una sociedad que privilegia el conflicto y el desacuerdo…” (p. 613), por lo que no sólo se debe depender de la aplicación de la ética discursiva como la única solución para los conflictos, sino como una primera instancia para llegar a acuerdos que hagan posible este objetivo. A partir de los planteamientos hechos anteriormente, se puede concluir que teniendo en cuenta evolución socio-cultural y política de Colombia, es necesaria la implementación de una ética civil que sirva de base para construir un sistema que se reduzca a encontrar los valores mínimos que satisfagan las necesidades de toda la población, el cual debe incluir el respeto por los Derechos Humanos Fundamentales, los valores éticos y la utilización del diálogo como medio para llegar a acuerdos; los cuales en conjunto, tienen como objetivo ayudar al país a mejorar las condiciones en que se encuentra actualmente. La ética civil, corresponde a una opción viable pero complicada para lograr este fin, debido al pluralismo que existe hoy en día, sin embargo, es responsablemente adaptada mediante la generación de conciencia cívica y moral acerca de la importancia de los valores mínimos, la incitación a la participación y al respeto de las diferencias; se convierte en un ética factible, ya que reconoce la voz de todas las poblaciones, incluidas las minorías, y representa un cambio en la forma en que se toman las decisiones, asegurando el bienestar de toda la población.
Referencias:
Andino, C. (2017). Ética de mínimos y pluralidad democrática. Aportes actuales de
la ética civil de Adela Cortina. Revista Científica de la UCSA, 4( 1), 67-79. https://dx.doi.org/10.18004/ucsa/2409-8752/2017.004(01)067-079 Cadavid, H. (s.f.). La Ética Social en Colombia en el Siglo XXI. Universidad Nacional Abierta y a Distancia. Medellín. Recuperado de https://academia.unad.edu.co/images/foro%20filosofia/2010/ponencias/LaEtic aSocialenColombia.PDF Cortina, A. (1985). Razón comunicativa y responsabilidad solidaria. Ética y política en K. O. Apel. Epílogo de L. O. Apel. Salamanca: Sígueme. https://doi.org/10.15581/009.19.1.254-256 García, M. (1996). El camino de la ética civil en colombia. Balance y perspectivas. Theologica Xaveriana, 46, 283-316. Recuperado de https://javeriana.edu.co/theologica/edicion.php?Ed=95&Cn= Organización de las Naciones Unidas. (s. f.). Defiende hoy los derechos de los demás. Naciones Unidas - Derechos Humanos. Recuperado de https://www.standup4humanrights.org/es/article.html Vallejos, R. (2009). Conflictividad y modernidad: una ética de mínimos para la resolución de conflictos. Caderno CRH, 22(57), 601-615. https://doi.org/10.1590/S0103-49792009000300012
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