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Lo creen y lo defienden desde hace ya años, aunque es ahora cuando empieza a calar y a oírse
hablar de esta figura pictórica creada por expertos en nutrición de la Escuela de Salud Pública
de Harvard y de los editores en Publicaciones de Salud de Harvard para ilustrar cómo debe ser
una dieta sana y equilibrada. El fin no deja de ser otro que combatir la grave epidemia de
sobrepeso y obesidad que afecta a los países desarrollados, y que lleva asociada el desarrollo
de enfermedades no transmisibles como ciertos tipos de cáncer, diabetes o problemas
cardiovasculares.
Una de las responsables de que ese nombre empiece a sonar, sobre todo entre los niños,
es Lucía Mi Pediatra, que le ha dedicado uno de los seis cuentos de su libro infantil, publicado
el pasado abril. “Hay que desterrar para siempre la pirámide de alimentos”, escribe en su
web la especialista, para la que este patrón “es igual para un niño de 2 años que para un
abuelito de 98”. Más contunde era el nutricionista Aitor Sánchez en una entrevista con El
HuffPost: “Hay que demolerla directamente. Es un fracaso, un error”.
¿Por qué está ganando ahora peso y por qué la pirámide se ha quedado obsoleta? ¿Qué
errores tiene uno y que aciertos el otro? ¿Como podemos incorporar este modelo a nuestra
dieta?
Y recordemos la pirámide:
Imagen de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC).
Vaya por delante que no hay ningún estudio científico que los compare, “pero el plato es más
cercano y parece que se entiende mejor”, explica Eduard Baladia, coordinador del Centro de
Análisis de la Evidencia Científica de la Fundación Española de Dietistas-Nutricionistas (FEDN).
“Es más divulgativo y más fácil de trasladar al plato”, añade el nutricionista Carlos Ríos,
impulsor del movimiento realfooding y responsable de presentar el reciente
estudio Alimentación infantil en los comedores escolares.
Ambos defienden que el Plato de Harvard es un buen patrón para elaborar nuestro menú
diario o semanal, pero insisten en que no debemos hacer cada comida atendiendo a esa
distribución. Debe servir de referencia por las ideas que transmite.
No quiere decir esto que se prohíba el alcohol, pero sí que no debe estar en un patrón de
alimentación sana. “En la gente joven el alcohol no aporta ningún beneficio”, aseguraba el
doctor Martínez-González, especialista en medicina preventiva y coinvestigador principal de
varios proyectos financiados por los Institutos Nacionales de Salud Norteamericanos (NIH),
en una entrevista con El HuffPost. Aunque sí es verdad que a partir de los 45 años “una copa
de vino tinto a la comida —o dos en hombres— reduce las posibilidades de infarto de
miocardio e infarto cerebral, pero si te pasas ocurre todo lo contrario. Además en las
mujeres también hay cáncer de mama y el alcohol, por poca cantidad que sea, ya aumenta el
riesgo de padecerlo”.
En cuestión de líquidos, los especialistas también celebran que el Plato de Harvard limite la
cantidad de zumo diario a un vaso pequeño, ya que al beberlos (aunque sean naturales) se
pierde la fibra natural de la fruta y la sensación de saciedad y se hace una mayor absorción de
azúcar, lo que se traduce en un importante pico de glucosa.
4. La leche y los lácteos deben limitarse aún más. Si en la pirámide se hablaba de 2 o 3 raciones
diarias, en el Plato de Harvard se recomiendan 1 o 2 raciones. Esto se traduce en que ni
siquiera aparecen representado en el dibujo.
5. Cambian las fuentes de proteínas. No es que sean otras, es que se da prioridad a los
pescados, las aves, las legumbres y las nueces y se le resta a las carnes rojas. “Si tienes un
patrón de vida saludable no hay problema con meter alguna ración a la semana, el problema
es que se desplacen a otros alimentos saludables para dar cabida a éstos”, añade Carlos Ríos.
7. Las grasas sí, pero escogidas. Esto quiere decir sí al aceite de oliva, límite a la margarina y no
a las grasas trans, que sí aparecían en los ultraprocesados de la cúspide de la pirámide
nutricional. Su presencia en la dieta es más necesaria de lo que algunos creen.
Carlos Martínez-González señala en el libro Salud a ciencia cierta que las dietas bajas en grasa
están completamente desfasadas. “No es cuestión de quitar la grasa, que además posee un
poder saciante y cuando se usa dentro de la dieta mediterránea incluye fibra y elementos
antiinflamatorios”, escribe el doctor Martínez-González.
8. No hay intereses detrás. Así lo cree Eduard Baladia, que defiende que “la pirámide tiene
limitaciones porque depende de los gobiernos y éstos a su vez de las empresas que pueden
hacer presiones”. De esta manera, el Plato de Harvard sería mucho más libre y estaría mucho
menos condicionado.
“Lo que necesitamos son nuevas guías alimentarias que se basen en datos científicos, no en lo
que queramos fomentar en cada momento. La pirámide alimentaria es un claro ejemplo de
conflicto de interés de la industria alimentaria con el mensaje de salud”, asegura Aitor
Sánchez, que insiste en que “la industria no es la que debe dar el mensaje de salud, sino el
personal sanitario”.
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