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§ 087. Parácletos...

Jn. 14.16, 26; 1Jn. 2.1. Parácletos... La traducción del sustantivo griego


nominativo, masculino, singular parákletos, envuelve diversos problemas de
tipo lingüístico y doctrinal. Difícilmente pueda definirse con una sola palabra a la
Tercera Persona de la Deidad actuando como Parákletos a favor del creyente.

Esto es de fácil comprobación si uno arriesga (dentro de las limitaciones


humanas), hacer una somera descripción de algunas funciones que el Espíritu
Santo realiza como Parákletos en el creyente, desde su nuevo nacimiento hasta
su final glorificación.

Intentémoslo: Parákletos  es el Engendrador (3.5), y Santificador (2Ts. 2.13),


también es el Persuasor (Ro. 8.38), y Guiador (Ro. 8.14), e igualmente
el Enseñador y Recordador (14.26), y Fortalecedor (Fil. 4.13). Él es el que,
como Dador y Mantenedor de la fe, nutre la esperanza, la alabanza, el gozo,
la paz y el amor (Col. 1.27). Es el Ayudador e Intercesor (Ro. 8.26),
el Defensor, Protector y el que hace Fructificar (Ga. 5.22-23), y claro está,
también es... el Consolador (2Co. 1.3-4). ¿Cuál apelativo integrar entonces al
Texto? Explicado como ha sido, no hallamos mejor propuesta que su
transliteración. Por otra parte, debemos mencionar al Parácletos: JESUCRISTO,
el justo, quien como abogado nos defiende de las acusaciones del diablo (1Jn.
2.1).

 170 -05. Número cinco...

Habiendo entendido que Elohim (3) continúa su manifestación en Su creación


(4), el número cinco, como veremos más adelante, ejemplariza a un
hombre llamado, redimido y salvado entre la humanidad, para andar con Dios
de la tierra a los cielos. En consecuencia, la redención es la acción divina que en
bíblica secuencia sigue a la creación. Puesto que a consecuencia de la caída del
hombre la creación quedó bajo maldición y sujeta a vanidad, por ello, tanto el
hombre como la creación deben ser redimidos. Y así se presenta el orden: Padre
- Hijo - Espíritu Santo - Creación - Redención. Tales son los cinco grandes
enigmas, y por ello el cinco es el inequívoco número de la gracia. Si cuatro es el
número del mundo, éste representa entonces la debilidad del hombre, su
desamparo y vanidad. Pero 4 + 1 resulta en fuerza divina perfeccionada en esa
debilidad. Es símbolo de omnipotencia celestial concedida a la impotencia
terrenal; del favor Divino concedido por amor sin influencias ni intervenciones ni
méritos por la voluntad soberana de Dios, y por lo tanto, invencible. La luz
maravillosa de este don, se expresa en las palabras  siendo declarados justos
gratuitamente por su gracia (Ro. 3.24). La palabra traducida gratuitamente,
ocurre de nuevo en Jn. 15.25, y es traducida sin causa (sin causa me
aborrecieron). ¿Existía una verdadera causa para aborrecer al Señor Jesús? ¡No!,
Así tampoco existe ninguna causa para que Dios nos declare justos ante Su
Presencia. De manera que muy bien podríamos leer: siendo declarados
justos sin causa por su gracia. Tal es el significado de la gracia: ¡Favor al indigno!
Siendo el resultado de 4 + 1, el cinco representa para el ser humano el más
sublime y glorioso de todos los números, por cuanto es el primero que lo
afecta personalmente para bien. Observamos que, tan pronto como la
humanidad fue dividida, Dios se dio a conocer a un cierto hombre y lo llamó
fuera de un mundo violento e inamistoso. Ahora bien, aquel hombre tenía un
nombre compuesto por 4 letras ‫אברם‬ = Abram (el hebreo bíblico no tiene
vocales), pero Dios, en razón de Su promesa, decidió cambiarle el nombre. ¿Y
cómo lo hizo? Insertando entre aquellas cuatro letras la quinta letra del alfabeto
hebreo: ‫ה‬ y convirtiéndolo así en Abraham, un nombre de cinco
letras: ‫אבהרם‬ (Gn. 17.5).

En hebreo, la gematría de (‫)השׁמים‬ la tierra es 296 (74 x 4), mientras que las
palabras (‫)האדצ‬los cielos tienen por gematría 415 (5 x 83). En griego, la
gematría de gracia (χάριν) en acusativo es 761 (con un número escencial de 5).
La gematría de mi gracia te es suficiente (ἀρκεῖ σοι ἡ χάρις µου - 2Co. 12.9) es
1845, cuyos factores son 9 x 5 x 41. Gracia significa favor; pero, ¿de qué clase?,
porque hay muchas clases de favor: favor mostrado al miserable lo
llamamos misericordia; favor mostrado al pobre lo llamamos piedad; favor
mostrado a los que sufren lo llamamos compasión, favor mostrado a los
obstinados lo llamamos paciencia; pero favor mostrado al indigno lo
llamamos ¡gracia! Esto es favor de verdad, favor que es verdaderamente Divino
en su origen, esencia y carácter.
 Será el quinto reino, el Reino de Roca, el que sacudirá y destruirá a los
cuatro poderes mundanos (Dn. 2.32-35); absorbiendo todo dominio de
independencia terrenal, cuando el reino del mundo llegue a ser de nuestro
Señor y de su Ungido (Ap. 11.15).

 Los obreros en la viña (Mt. 20.1-16), es otro precioso ejemplo: Los


jornaleros son contratados en cinco horas distintas del día, simbolizando los
cuatro primeros grupos aquellos justos hechos perfectos (He. 12.23b),
quienes perseverando en hacer el bien, buscan gloria, honor e inmortalidad (Ro.
2.7), en contraste con el quinto grupo, los cuales en una sola hora reciben igual
recompensa.

 La palabra Parácletos ocurre cinco veces. ¡Graciosa provisión! Un


Ayudador dentro de nosotros (el Espíritu Santo) para que no pequemos (Jn.
14.16, 26; 15.26; 16.7); y Otro, como Abogado ante el Padre, dado a nuestro
favor si acaso llegamos a pecar (1Jn. 2.1). La palabra Parácletos significa: Uno
llamado a nuestro lado para dar toda ayuda y enfrentar cualquier necesidad.
¡Dos Abogados defendiéndonos de los enemigos que provocan todas nuestras
necesidades!

Pero el número cinco (así como el dos) también tiene significado ambivalente.


Por una parte, como hemos visto, es el número que denota gracia en la obra de
Redención (número predominante en las medidas del tabernáculo y el nuevo
Templo), pero también exhibe, en algunas partes de la Escritura, oposición a
Dios, a sus planes, y a su pueblo Israel. Los ejemplos son:

- Cinco fueron los reyes de Madían (Nm. 31.8)


- Cinco los reyes Amorreos (Josué 10. 5-26).
- Cinco los príncipes Filisteos (Jue. 3.3) y cinco sus ciudades (2S. 6.17)
- Cinco piedras tomó David para vencer a 5 gigantes. (1S. 17.40)

Más información general acerca de la Numeración Bíblica: §170.


§ 170 -. Numeración Bíblica.

Como un simple recurso de narrativa, el número puede resultar un elemento


prescindible. Cuando, por ejemplo, Apocalipsis habla de ciertos sellados (7.4)
¿por qué no reseñarlos como miles o decenas de miles? Igual le resultaría al
apóstol Juan referir que los peces son muchos, bastantes, suficientes o no
pocos (21.11). ¿Por qué determinar la cantidad? Ciertamente, los
acontecimientos pueden ser descritos sin necesidad de explicitar un número. ¿A
qué viene, pues, el registro ciento cuarenta y cuatro mil o ciento cincuenta y
tres? ¿Cuál es la necesidad de un número específico? Es obvio que, en ese
contexto, la Escritura procura comunicarnos una verdad adicional.

Comprender, pues, la función numérica es tan importante como la investigación


por conocer su significado, pues al descifrar (Ap. 13.18), adicionamos (Sal.
119.160; 139.17) al maravilloso misterio del escudriñamiento de la Biblia (Sal.
111.2; Pr. 25.2). Es oportuno advertir, sin embargo, que la Grafe (la Palabra
escrita) no puede separarse del Logos (la Palabra viva), y poco aprovechará un
esfuerzo en busca de fórmulas cabalísticas para descifrar eventos
circunstanciales del futuro por simple curiosidad.

En el caso de los numerales bíblicos, no hay forma alguna de extraer la


información codificada sin conocerla de antemano. La gematría (suma de letras
que componen la palabra hebrea o griega) no puede extraerse anticipadamente,
y así el método no puede ser utilizado para predecir el futuro (práctica que la
Biblia rechaza expresamente). El futuro, proféticamente revelado desde el
principio en la Escritura, debe entenderse razonadamente en su mensaje
esencial antes de ser extraído. Aunque la función numérica exhibe patrones
recurrentes que de ninguna manera son resultado del azar, la Biblia no revela
ningún mensaje secreto codificado que no haya sido claramente anunciado (Mt.
10.27). Solo en tales casos (y exclusivamente en sus idiomas originales) la
evidencia de diseño y designio, en las peculiaridades de sus numerales exhibirán
un contenido y carácter tal, que nadie podrá cándidamente pasar por alto: la
noción de coincidencias accidentales se verán absolutamente excluidas. Así
como el cumplimiento comprueba la profecía, y el anti-tipo evidencia al tipo,
plugo a Dios integrar en el texto una extensa y compleja serie de patrones
numéricos que, artísticamente diseñados, actúan como sello indeleble,
entretejiendo la jota y la tilde para mostrar la perfección de su Autor Exacto, no
solo en la Escritura, sino también en Sus cosas hechas (Ro. 1.20), en las cuales
observamos la misma ley operando en las varias divisiones de la naturaleza,
predominando ciertos números, unas veces uno, y otras veces otro. La obra más
grande de Dios no es la creación angélica ni la humana. Es su Palabra. Ella, no
sólo anuncia el conflicto de los siglos y la Redención del hombre, sino
también hace que lo anunciado se cumpla detalladamente. Fue la Escritura, con
su autoridad inherente, que encerró todo bajo pecado (Ga. 3.22), dio la buena
nueva a Abraham (Ga. 3.8), y endureció a Faraón (Ro. 9.17). Desde el hijo de
perdición (Jn. 17.12), hasta el Hijo de salvación (Mt. 26.54), todos los
acontecimientos en la obra inefable de la Creación, en los cielos y en la tierra y
debajo de la tierra, se han cumplido, se están cumpliendo, e ineluctablemente
se cumplirán, simplemente porque… está escrito. Y allí, en las Sagradas
Escrituras, hallamos palabras conformadas con letras que, incluso en su
morfología, conllevan una función significativa que muestra un designio. Y, si
hay designio, entonces hay propósito. Quizás no siempre alcancemos a entender
plenamente el propósito para cada designio en toda la Obra de creación y
redención de Dios, pero difícilmente fracasaremos si lo intentamos
escudriñando siempre dentro de ese monumental legado de revelación divina:
la Biblia. Palmoní. Traducido apropiadamente, leemos en Daniel 8.13-
14: Entonces oí a un santo que hablaba, y otro santo dijo al Palmoní (el que
hablaba): ¿Hasta cuándo durará la visión del continuo sacrificio, y cuándo será
quitado, y traída la abominación desoladora, y hollados el santuario y el
ejército? Y se volvió hacia mí y dijo: Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas,
luego el santuario será purificado.

En este pasaje, la revelación profética de un cierto evento del futuro es


mostrada a Daniel mediante un personaje llamado Palmoní, significando este
nombre numerador maravilloso. Así, por lo menos, hay un ser angélico cuya
función tiene que ver con el número. Los números (y por ello sus secretos)
ocupan un lugar importante en las obras y en el plan de Dios. Un numerador
maravilloso preside sobre ellos, y tiene a su cargo dar a conocer tiempos
(kronos) y épocas (kairos) divinas. Ciertamente, aquí parece haber designio; y si
esto es así, y no sólo los días en que dichos eventos tendrán lugar están
numerados, sino también las palabras en sí mismas se encuentran
numeradas, entonces salta a la vista la asombrosa inspiración literal de la Biblia.

Estructura numérica del Texto Sagrado. El reclamo de la Biblia misma, de ser la


Palabra de Dios, ha sido blanco de constantes ataques a través del tiempo. Sin
embargo, así como ninguno de sus opositores ha podido explicar su profecía
cumplida, tampoco la impronta matemática que subyace en su texto. En sus
idiomas originales, la Biblia presenta una filigrana que actúa de manera similar
al papel de seguridad bancario. Como si la mano invisible de su Autor Exacto
hubiera estampado su sello de agua de autenticidad. La Biblia fue escrita en
hebreo y griego, y en dichos idiomas no existen símbolos numéricos. Estos se
indican mediante palabras, tales como uno, dos, tres, etc. El alfabeto hebreo
consta de 22 letras, cada una de las cuales sirven a su vez para indicar los
números del 1 al 10, del 20 al 100, y del 200 al 400. Sumando el valor de cada
una de las letras que conforman una determinada palabra, obtenemos su valor
numérico, al cual se denomina gematría. El alfabeto griego, por su parte, tiene
27 letras con valor numérico determinado.

Por ejemplo, 99 es la gematría de la palabra gr. ἀμήν = amén (α = 1; μ = 40; η =


8; ν = 50) y 888 la del nominativo JESÚS = Ἰησοῦς (Ι = 10; η = 8; σ = 200; ο = 70; υ
= 400; ς = 200). Entendido apropiadamente, el valor numérico resultante de la
suma de las letras del vocablo mostrará resultados sorprendentes y edificantes
(ver significados). No es posible ahora multiplicar ejemplos, pero, entre los miles
que hasta el presente han podido ser identificados y clasificados, se han
seleccionado algunos pocos para ilustrar el empeño.

La función del número en la Escritura se evidencia por el valor nominal, ordinal e


integral de cosas mencionadas, el cálculo unitario y de conjunto
de palabras y hechos, número de palabras utilizadas
en frases, oraciones y pasajes, gematría de palabras y frases, cómputo
equidistante, números plenos y su extracto resultante y su
relación nominal y ordinal en los distintos personajes y acciones de los mismos.
Siempre es oportuno recordar que el significado espiritual y aplicación tipológica
del número se propone mediante un aprecio no especulativo registrado
continuamente en la Biblia.

El significado de los siguientes ejemplos muestran el designio sobrenatural


del número, tanto en las obras como en la Palabra de Dios.

1 Unidad Esencial
2 Separación o Testimonio
3 Pluralidad Unitaria
4 Creación Material
5 Gracia / Iglesia
6 Hombre / Humanidad
7 Compleción / Perfección
8 Nueva Creación / Resurrección
9 Finalidad
10 Perfección Ordinal
11 Desorganización / Dispersión
12 Perfección Gubernamental / Israel
13 Pecado / Rebelión / Apostasía

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