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Pontificia Universidad Javeriana

Facultad de Teología
Materia: Reconciliación y Unción
Profesor: Luis Escalante
Alumnos: Emanuel Vega, SJ.
15 de septiembre de 2020

PRIMER EXAMEN PARCIAL SOBRE RECONCILIACIÓN


1. IDENTIFIQUE EN “NOCIONES GENERALES DEL SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN
PENITENCIA” LOS TRES (3) ELEMENTOS MÁS SUGESTIVOS PARA ENTENDER ESTE SACRAMENTO.

A mi parecer, los tres elementos más sugestivos para entender este sacramento tienen que ver con los
tres primeros títulos del documento: (I) «El misterio de la reconciliación en la historia de la salvación»;
(II) «La reconciliación de los penitentes en la vida de la Iglesia»; (III) «Los oficios y ministerios en la
reconciliación de los penitentes». Después de estos títulos, el documento se ocupa en brindar elementos
para comprender los ritos de penitencia y sus posibles adaptaciones prácticas. Por ello, a mi entender,
el «espíritu de la reconciliación y penitencia» se encuentra de alguna manera desarrollado en los
primeros tres capítulos antedichos, veamos:
(I) UNA HISTORIA DE PERDÓN. En este capítulo se señala que el sacramento de la reconciliación
y la penitencia se circunscribe dentro de la historia de salvación que Dios ha
inaugurado por la Encarnación de su Hijo Jesucristo. El Padre envió a su Hijo para
reconciliar a la humanidad entera y liberarnos de la esclavitud del pecado. Cristo exhortó a la
penitencia y conversión durante su vida, acogió a los pecadores y los perdonó. El mismo
Cristo antes de ser entregado por nuestros pecados, les concedió a los apóstoles la potestad
de perdonar los pecados; instituyendo, así, «el sacramento de la penitencia». Celebrar la
penitencia es celebrar la victoria de Cristo sobre el pecado.
(II) LA IGLESIA MEDIADORA DEL PERDÓN. El ser humano está sometido a la tentación por ello,
incluso después del bautismo, cae en pecado. Por ello, necesitamos una constante
renovación y conversión a través del sacramento. Por este sacramento obtenemos el
perdón de los pecados por medio de la Iglesia, puesto que con ella también nos
tenemos que reconciliar. Todo pecado es, al mismo tiempo, ofensa a Dios y daño a los
demás. Para celebrar este sacramento se precisa: contrición, confesión, satisfacción y la
absolución correspondiente del sacerdote.
(III) UN MINISTRO ACORDE, UN PENITENTE PREPARADO. La Iglesia señala que el sacramento
precisa de un ministro competente y facultado; a la vez que un penitente sinceramente
arrepentido y preparado para la celebración del sacramento. El ministro debe procurar
respetar el rito propio y facilitar un espacio en donde se trasparente la misericordia de Dios;
el penitente debe procurar reconocer su fragilidad, y su necesidad de conversión y perdón.

2. A PARTIR DE ALLÍ: ¿QUÉ ELEMENTOS DE RENOVACIÓN PODRÍAN RECREAR Y DINAMIZAR LA PRAXIS


PENITENCIAL Y RECONCILIADORA HOY EN NUESTRAS COMUNIDADES DE FE?

En primer lugar, considero que es preciso una formación más clara para los laicos y religiosos o
sacerdotes sobre lo que verdaderamente significa e implica el sacramento. En este sentido, me
parece que es importante circunscribirlo en el «marco de sentido» que propicia el saber que el
sacramento es un medio de realización y materialización de la misericordia infinita de Dios. De un Dios
que desde antiguo desea reconciliar al hombre y a la mujer consigo. Creo que el Papa Francisco ha
contribuido mucho en eso: en ayudar a los laicos a comprender que Dios nos perdona siempre, y en
ayudar a los curas a que sean acogedores y «perdonadores» sin más.

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En segundo lugar, considero que sería óptimo en muchos casos preparar comunitariamente el
corazón para celebrar el sacramento de la Reconciliación. En algunos Ejercicios Espirituales para
jóvenes, la Primera Semana de estos suele terminar con la celebración del Sacramento de la
Reconciliación. Para ello, se dedican espacios de oración personal, oraciones guiadas, dinámicas de
toma de conciencia de la propia herida y de la necesidad de reconciliación, entre otras, que permiten no
sólo adquirir lucidez sobre el propio pecado, sino también advertir el horizonte de sincero perdón que
nos ofrece Dios. Celebrar comunitariamente el «perdón» ofrecido por Dios nos permite: confirmar que
todo ser humano es pecador (y no «sólo yo»), confirmar que Dios es el Emanuel, es decir, «el que está
con nosotros» siempre, y tomar conciencia, también, de un aspecto del pecado personal que a veces se
olvida: el eclesial-comunitario, el hecho real de que todo pecado repercute dañando el corazón mismo
de la humanidad.
En tercer lugar, es preciso una formación adecuada de los sacerdotes que integre la dimensión
espiritual y también psicológica de la persona humana. Y, con ello, advertir que no siempre puede
darse «solución» en el confesionario de los dramas, dolencias, y actos que agencia o padece el
confesante.
En cuarto lugar, pensando en la «penitencia» que el confesante debe cumplir, considero que estas
pueden recuperar (en el imaginario del sacerdote) el sentido que las originó: restituir el vínculo
dañado con Dios, consigo mismo, con el hermano, con la naturaleza. En este sentido, se pueden
proponer penitencias como: escuchar una canción religiosa y considerar qué te quiere regalar Dios con
ello; realizar una tarea de bien en pro de los más necesitados; cultivar una planta y regalarla; disfrutar
de un tiempo de descanso y ofrecerlo a Dios, etc. En fin, penitencias que unan más al pecador con su
Señor, y que unan más a la humanidad entre sí, facilitando, además, un desarrollo pleno de la persona
humana.
3. ¿CUÁL ES EL PRINCIPAL RETO EN ESTE TIEMPO DE PANDEMIA?
El principal reto, a mi parecer, tiene que ver con la dificultad de confesarse que tienen aquellos que
no pueden acudir a un sacerdote por el debido cumplimiento de la distancia social. Creo que
nuestra Iglesia debe reconsiderar la posibilidad de confesarse a través de medios electrónicos: celular,
computador, plataformas virtuales, etc.
El segundo reto que entreveo es la falta de disponibilidad que tienen los sacerdotes. En muchos
casos, se encuentran tan urgidos por diversas responsabilidades que no tienen tiempo de calidad para
ofrecer a los fieles, en el contexto de un confesionario. La Iglesia podría repensar si el confesar debe ser
un ministerio, servicio, ofrecido sólo por el Obispo y los sacerdotes. Tal vez los diáconos permanentes,
habiéndose garantizado una seria formación en esta materia, podrían también celebrar la
reconciliación (san Ignacio fue confesado por un compañero soldado en la guerra de Pamplona, ante
la imposibilidad de conseguir un sacerdote; por tanto, no pareciera haber seriamente un impedimento
teológico que circunscriba este ejercicio a unos y no a otros).
Un tercer reto que advierto es la emergencia de actos pecaminosos o estados anímicos que antes
no estaban tan presentes en la sociedad. En cuanto a actos: ciberbullying, pornografía, ciberataques,
divulgación de noticias falsas, promoción de actos vandálicos, etc. En cuando a estados anímicos que
pueden devenir en pecado: pereza estructural, saturación existencial, inmediatismo, multitasking, etc.
Un cuarto reto puede ser el pensar cómo celebrar comunitariamente la preparación para el
sacramento de la reconciliación a través de plataformas virtuales.

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