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Tabla de Contenido
MÁSCARAS
LEÓN EN PIEL DE CORDERO
CAPÍTULO I - LA ISLA
CAPÍTULO II - ZORRO ROJO
CAPÍTULO III - OVEJA BLANCA VS. OVEJA NEGRA
CAPÍTULO IV - OJOS BRUJOS
CONVERGENCIAS
FUEGO INTENSO
CAPÍTULO V - ELLA
CAPÍTULO VI - LA LUNA
CAPÍTULO VII - OVEJA NEGRA
CAPÍTULO VIII - ILUSIÓN O DECEPCIÓN
LÍNEAS DIFUSAS
AVE FÉNIX
CAPÍTULO IX - VISIÓN
CAPÍTULO X - ISLA & ELLA
CAPÍTULO XI - EL GRAN BAILE
CAPÍTULO XII - ENCUENTRO AL ANOCHECER
CAPÍTULO XIII - DECISIONES
NOMBRES DE LOS PERSONAJES
CORAZÓN ROJO Y AZUL
Máscaras
LEÓN EN PIEL DE CORDERO
En la vida no todo es lo que parece, las máscaras están por doquier y
cada quien puede colocarse la que más le conviene. Así, Islandia Mirabal ha
adoptado aquella que la vida le ha permitido tener. Existe una pugna en su
interior, algo lucha por desatarse. Ella es una oveja blanca, ella es una oveja
negra.
Nada más difícil que ser un león vestido en la piel de un cordero, pero
la princesa ha encontrado la manera para salir de la prisión que la vida le ha
colocado. Así, la pelirroja de ojos celestes puede convertirse en otra, una
con el poder suficiente y la fuerza como para hacer lo que le venga en gana.
Han pasado muchas noches desde la primera vez que bailó ante las
luces rojas, pero esta será distinta, un hombre se convertirá en una especie
de obsesión. Sus ojos negros encantan, sus ojos negros son brujos, ¿a dónde
van sus ojos negros? Se pregunta dónde está, y entonces, muy a su pesar,
tendrá una respuesta: La Isla se enfrenta al Zorro Rojo… y lo demás es
historia.
CAPÍTULO I
La Isla
Alessandro se tomó la última cerveza con la intención de regresar al
hotel, se sentía estragado, luego de un intenso día de trabajo, deseaba
dormir y olvidarse del mundo. Como si fuera poco, su novia le había
terminado después de dos años de relación, justo cuando él empezaba a
considerar cosas más serias. Aunque no creía en los compromisos, sabía
que para Lara era importante.
Luego de una terrible discusión, en la cual ella le recalcó que solo vivía
para su trabajo, decidió terminarle porque estaba harta de que siempre la
dejara como su segunda opción.
- ¡Tienes una amante!
- ¡Estás loca! ¡Por supuesto que no!
- Sí, la tienes, tu maldito trabajo, esa es tu amante.
- Lara, no seas absurda, a ti te apasiona tu trabajo, ¿por qué te molesta
que me guste el mío?
- Tú no tienes un trabajo, lo que tienes es una maldita obsesión.
- Eres una egoísta.
- ¡Tú eres un maldito loco!
- Bien, gracias.
- Bien.
- Entonces…
- Entonces nada, no quiero seguir con alguien así.
- Ok, bueno, como quieras, —exclamó molesto y fuera de sí—.
- Bien, si eso quieres.
- Yo no quiero nada, eso lo estás diciendo tú.
- Bien, ¿entonces no te importa? ¡Genial!
- Estás loca, no sé ni qué estás hablando.
- ¡Terminamos! Eso es lo que te estoy hablando.
- Como quieras.
- ¿Así que no te importa?
- Pero… —entonces le colgó, dejándole la idea que todas las mujeres
estaban locas de remate—.
Desde ese día no lo había llamado, ni él tampoco, suponía entonces
que ese era el final. Lara no estaba dispuesta a lidiar con las consecuencias
de un trabajo como el suyo, y él sentía que no tenía derecho a forzarla,
estaba consciente que era difícil la incertidumbre que podría experimentar,
pero no podía hacer nada al respecto.
Eso sí era tener una mala racha en la vida, demasiadas cosas que
digerir. Quería descansar, olvidarse de toda su maldita vida, al siguiente
estaba libre y contaba con suficiente tiempo para seguir cargando con el
malestar de saber que Lara le había dejado, así, sin más.
- ¿Qué haces?, —le dijo Diego—.
- Pues aquí, realmente cansado, pero ya estoy libre, —y sonrió con una
expresión algo desanimada—.
- ¡Genial! Yo también, mañana no vamos a trabajar, tenemos una buena
excusa para trasnocharnos.
- La verdad, estoy muy cansado.
- Oh vamos, no seas aguafiestas.
- Tuve un día terrible, lo que pasa es que tú eres un enfermo, que
después de 18 horas de trabajo quiere seguir de fiesta en fiesta.
- Vamos, lo único que has hecho es trabajar desde que llegamos. Pero te
estoy ofreciendo algo diferente, entretenimiento.
- ¿Entretenimiento?
- Black, ese es el lugar.
- ¿Black?, —dijo sonriendo sin ganas—.
- Créeme, en ese lugar están las chicas más hermosas de toda la ciudad,
y si eso no es suficiente para animarte, no sé qué lo sea.
- Mmm, no tengo muchas ganas.
- Tienes que olvidarte de esa mujer.
- No sé de qué hablas.
- Ok, está bien.
- Bien.
- En serio, allí están las mejores mujeres de la ciudad, necesitas a una
bella mujer para olvidarte de todo.
- Black… —dijo llevándose la cerveza a los labios—. ¿Es un club?
- Ah… ¿lo ves?, sí te interesa.
- No des tantas vueltas.
- Ya te lo dije y te puedo asegurar que son las mujeres más bellas que
verás en toda tu maldita vida.
- Sitios como esos hay en todos lados, y ya sabes que no soy aficionado
a ellos.
- Olvidaba que eres un maldito aguafiestas, pero te aseguro que no te
arrepentirás. Te digo, a primer golpe de vista, esta ciudad es un
completo aburrimiento, pero si te fijas bien, te darás cuenta que esta
gente sí que sabe cómo divertirse. Te aseguro que esta es la mejor
manera de olvidar a esa novia tuya.
- No es mi novia, pero no quiero hablar de eso.
- Bien, genial, porque soy malísimo para eso, vamos, tomémonos unos
tragos y busquemos a un par de chicas guapas.
Alessandro Giacomo era uno de esos hombres cerrados que no le
gustaba demostrar sus emociones, pero que en el fondo tenía sentimientos
nobles. Ya no se conseguían caballeros en ninguna parte, pero él lo era,
aunque no de una forma convencional. Le encantaba atender a su
perfeccionista madre y a los dos sobrinos que le había dado su hermana. Sí,
él era una extraña contraposición entre el rudo ex soldado que trabajaba de
guardaespaldas y el hombre de familia.
Él mismo resultaba visualmente una gran contradicción, tenía unos
grandes ojos negros, dulces y hermosos, de largas pestañas; los mismos
estaban enmarcados con cejas gruesas en color castaño oscuro, que
combinaban con su cabello y su barba del mismo color. Tenía ese aire
moreno y sexy, seguramente porque su familia era oriunda de Italia,
específicamente de la población de Positano.
Era muy alto, medía 1,90 metros, y tenía un cuerpo muy atlético. Era
un hombre fuerte, de ancha espalda y aspecto rudo, tenía el toque de
virilidad y dulzura necesaria para llamar la atención de todas las mujeres.
Desde que entraron a ese bar todas las chicas se le quedaron mirando. Era
imposible no hacerlo, porque, además de todo lo anterior, su mirada era
intensa y penetrante, parecía que podía profundizar hasta hacerte derretir.
En otras palabras, se podría decir que era sexy, aún sin proponérselo.
Alessandro se quedó pensativo, hasta que por fin decidió levantarse de
esa silla donde estaba rumiando su dolor para irse al sitio que Diego le
estaba ofreciendo. No tenía nada que perder, ¡qué más daba!
- ¡Te lo dije!, —exclamó al ver su cara de sorpresa cuando entraron en
el lugar—.
Era un sitio bastante extraño, con un ambiente algo circense, burlesque.
No sabía cómo definirlo, luces de colores y altos contrastes que se
prestaban para cualquier tipo de actividades. Ese era el lugar preciso para
dejar volar las inhibiciones, convertirse en quien eras realmente o en quien
deseabas ser.
- Este lugar es inmensamente grande… y extraño, algo atrevido, diría
yo.
- Esa es mi palabra favorita, —dijo sonriendo—, su amigo era un tanto
dado a ese tipo de diversiones, pero no compartía sus gustos.
Sin embargo, esta noche no quería pensar en nada, se sentía
particularmente mal. Todas las malas situaciones que había estado pasando
últimamente, incluyendo que su trabajo no era todo lo que había pensado, le
dejaban un mal sabor de boca. Necesitaba más en su vida, un nuevo reto,
porque todo se le estaba convirtiendo en una rutina.
- Claro, me imagino.
- Este sitio es lo máximo, mira qué genial, —dijo conduciéndolo a
través del lugar, como quien es un experto, se notaba que había venido
varias veces—.
Se sentaron en una mesa desde la cual podía ver el escenario, lleno de
luces y telas iluminadas con los colores luz que estas producían. El efecto
era alucinante, como salido de un sueño.
- Es bonito, pero no me parece nada del otro mundo, es simplemente un
club de mujeres bonitas.
- Es difícil complacerte.
- No es eso, es que… olvídalo.
- Cuando sea la hora del espectáculo verás a lo que me refiero.
- Bien, iré a buscar unas bebidas, espérame aquí, no te vayas a perder
cariño, —le dijo burlándose—.
- Ok, amor, —contestó siguiéndole la broma—.
Estaba distraído mirando hacia todos lados, pero hasta ese momento no
entendía a lo que se estaba refiriendo su amigo. No había nada fuera del
otro mundo en ese lugar, no entendía la emoción que parecía tener, era un
lugar normal, sí, muy bien decorado, elegante, con un estilo muy moderno,
pero nada más.
De repente, las luces cambiaron y se tornaron de un color rojo intenso.
Eso tenía que significar algo, entre las telas algo pareció moverse, era una
figura femenina, a juzgar por la forma que proyectaba. De acuerdo al
atractivo dibujo-sombra, era un cuerpo espectacular, de esos que veías en
alguna foto trucada de las redes sociales, solamente que este era verdadero.
Se movió entre las sinuosas telas, su cuerpo era tentador, sus ojos se
iban tras la sexy sombra. La mujer había captado su atención por la manera
como se movía, se notaba que sabía lo que estaba haciendo. Era toda una
seductora, avanzó lentamente, su cuerpo era un compendio de maravillas,
era real, y extrañamente le hizo olvidar su mal día, la terrible semana y ese
horrible año.
Salió lentamente de la penumbra hacia la luz, y allí pudo ver que
estaba vestida con un traje conformado exclusivamente por miles de tiras en
color negro. Su cabello rubio platinado combinaba a la perfección con esa
piel, que parecía estar hecha de porcelana, y por supuesto, el toque final era
una máscara negra que dejaba entrever su rostro como parte de la fantasía,
sobre todo en las zonas más interesantes, como esos gruesos y tentadores
labios rojo fuego.
La música que la acompañaba era un cliché del burlesque, pero ella
sabía aprovecharla en gran manera. Todos los hombres estaban hechizados
siguiendo a la sensual bailarina que hacía movimientos francamente
tentadores. Ese tipo de mujer tenía todo para volver loco a un hombre, al
que quisiera.
De pronto, ella pareció mirar hacia un punto del lugar, ¿qué tanto
miraba esa mujer?, se preguntó, y entonces se dio cuenta torpemente, era a
él, lo estaba viendo fijamente. Se dijo que quizás era parte de la rutina,
seguramente hacía lo mismo todo el tiempo, seleccionaba a alguno que
tuviera cara de estúpido, como la que él debería tener en ese instante, y
luego ¿qué...? ¿Lo subía al escenario a bailar con ella?
No tardaría en averiguarlo, la mujer bajó del escenario y pareció
avanzar justamente hacia donde estaba. Esos labios eran francamente
tentadores, y la preciosa chica se veía mucho más hermosa de cerca. Se
paró frente a él, nunca le había pasado algo así, se quedó mirándola sin
saber qué hacer. No tenía idea, pero algo le dijo que no debía tocarla, así
que se quedó paralizado sintiendo que todos los hombres a su alrededor le
miraban, seguramente envidiándolo o pensando que era una idiota.
- Eres muy guapo, —le dijo ella con una voz muy profunda, casi parecía
un ronroneo, tenía un acento muy sexy, era una forma de hablar que
jamás había escuchado—.
- Tú también, —le respondió sin saber qué más decir—, la mujer
comenzó a bailar a su alrededor, en ese instante pudo percibir el
exquisito aroma que se desprendía de su piel. Era como una especie de
mezcla floral, combinada con especias, un aroma muy cálido, tanto
como ella que parecía estar rodeada de puro fuego.
Cuando estaba comenzando a emocionarse se retiró de su lado para ir
otra vez al escenario. Era muy segura de sí misma, ese tipo de mujer que
tenía la suficiente audacia como para hacer lo que le diera la gana. Subió
nuevamente a su escenario mientras muchos de los hombres la miraban
extasiados y con cara de idiotas, incluyéndolo a él, aunque quisiera
disimularlo.
- ¡Hey!, ¿y qué?, —dijo Diego dándole un espaldarazo—. ¡Eres un
maldito bastardo con suerte! De todos los tipos que están aquí y
precisamente te ha escogido, sí que tienes suerte, ¡qué daría yo para
que esa mujer me mire así y me baile como lo ha hecho contigo!
- ¡De qué mierda hablas!, —le dijo mirándolo extrañado—, no es más
que una bailarina, eso es lo que se supone que ellas hagan.
- Pues no, esta mujer no hace eso, de hecho, baila sola y nunca baja del
escenario. Por eso te digo, ¡eres un maldito bastardo con suerte! Jamás
le había visto hacer eso en todas las veces que he estado aquí.
- Ok, ¿y quién es?, ¿tiene nombre o algo?
- No lo sé, es muy misteriosa, baila solamente los jueves y luego
desaparece.
- ¿Solo baila?
- Sí, es una persona muy misteriosa, creo que es su personaje, su arma
de seducción, supongo, lo cierto es que nadie sabe nada de ella.
- No existe nadie que pueda volar por encima del radar, siempre hay
formas de averiguar las cosas.
- ¿Para qué? ¿No te parece que es encantador el misterio?
- Pues sí, jajajaja, también tienes razón.
Tenía que admitirlo, la hermosa rubia lo tenía intrigado, su cuerpo era
el epítome de la perfección, esas hermosas piernas y la manera en que se
movía sobre el maldito tubo. No podía ver su rostro, pero si de algo estaba
seguro era que debía ser realmente hermosa, a juzgar por las facciones que
se podían adivinar a través de la máscara.
- ¿Ves que valió la pena haber venido hasta este lugar? —Le dijo
mientras notaba que su amigo no le quitaba los ojos de encima a la
rubia—.
De pronto, la música se detuvo y como por arte de magia la mujer
desapareció entre las telas. Su amigo tenía razón, el misterio era su mayor
atractivo. Parecía alguien que tenía mucho que ocultar, pero en el caso de
esta chica, ese ocultamiento resultaba realmente seductor.
- Sabes qué, conseguí a dos chicas guapas, allá en la barra. Mira, esta
noche estás de suerte, una de ellas me preguntó por ti.
- Ah… ¿sí? —Dijo despreocupadamente al tiempo que tomaba el trago
que su amigo le había pasado—.
- Me preguntó a qué nos dedicábamos, le dije que somos militares y que
estamos trabajando en una misión secreta, jajajajaja.
- ¡Rayos! ¿En serio?
- Pues sí, ya sabes lo mucho que les gustan a las mujeres los uniformes
militares, ese truco siempre me ha funcionado. Bueno, luego que
consigues lo que quieres, pues, ya ni modo.
- ¡Ja!, —dijo riendo—, no sé ni siquiera por qué me extraña, todo el
tiempo haces lo mismo. Pero esta vez no puedo acompañarte, no estoy
interesado en ir con esas chicas a ningún lado.
- ¿Acaso estás loco? Míralas, ¡están buenísimas!
Alessandro se volteó al tiempo que se llevaba la cerveza a los labios.
Efectivamente, las dos eran muy guapas, pero no estaba de ánimos para
esas cosas.
- Para que veas que soy buen amigo, yo escojo la castaña y tú puedes
quedarte con la pelinegra, está muy bien, así como te gustan.
- Jajajajaja, ¿así que eres un buen amigo?
- Pues sí, —le dijo sonriendo—.
- Te agradezco, pero paso.
- Las vas a decepcionar, esa chica está muy animada contigo.
- Lo siento.
- Si piensas que vas a tener suerte con la rubia estás muy equivocado,
puede ser que haya bailado a tu alrededor, pero eso no quiere decir que
vas a conseguir nada más con ella. Esa mujer, como te dije, es un
completo misterio, llega aquí no se sabe de dónde y se va de igual
manera.
- No he dicho nada de eso, creo que eres tú quien está obsesionado con
esa chica. Simplemente estoy cansado, este día ha sido demasiado
desastroso, y lo mejor es que me vaya al hotel. Necesito dormir y no
pienso trasnocharme, así que ¡suerte con eso! —Dijo dejando una
cantidad de billetes en la mesa y levantándose para dirigirse a la salida
—.
- Vamos, ¿me vas a dejar solo esta vez?
- No me digas que un militar rudo como tú, que anda en una misión
secreta, jajajaja, no puedes con dos chicas, ¡por favor!
- Oh… vamos.
- Adiós, nos vemos.
Sin hacerle caso fue hacia la puerta, de lo único que tenía ganas era de
ir al hotel y tirarse de cabeza en la cama, deseaba dormir hasta perder la
conciencia, para olvidarse absolutamente de todo. Cuando salió a la calle se
subió el cuello de la chaqueta, hacía un poco de frío, caminó entre las calles
iluminadas por los postes de luz amarillentos.
Fue rápidamente hacia su auto, entre la soledad del lugar y a medida
que iba avanzando, vio a una mujer recostada en la pared en una pose muy
resuelta. Comenzó a pensar cosas, como que tal vez se trataba de una chica
que había salido del lugar y que estaba allí borracha o quizás era una
trabajadora de la noche. Pero igual, su instinto protector se activó y quiso
saber si le pasaba algo o podía ayudarla.
- Buenas noches ¿estás bien? —Le preguntó desde una distancia
prudencial, notó que la mujer llevaba un sobretodo con capucha en
color negro—.
- Creo que es evidente, —entonces se quitó la capucha dejando ver su
cabellera rubia—.
- ¡Rayos!, —en ese instante se dio cuenta que era la misma chica, la
rubia del club, y se quedó paralizado ante la imponente presencia de la
mujer, ahora podía ver su rostro—. Estaba profusamente maquillada,
tanto que sus ojos ahumados en negro parecían una segunda versión de
la máscara.
- Hola, extraño, así que nos volvemos a ver, —le dijo con ese mismo
tono de voz sensual—.
Debajo de ese sobretodo llevaba unas botas negras y al parecer el
mismo enterizo. Se concentró en esos labios rojos que lo tenían hechizado,
y solamente podía imaginar lo que se sentía apoderarse de ellos, morderlos
y sentir el sabor de esa boca que prometía tantas cosas, y todas muy malas,
por cierto.
- Me da la impresión que eres nuevo por aquí, jamás te había visto en
este lugar, —y comenzó a caminar hacia donde estaba de una forma
realmente sensual, insinuante, tanto que le provocó un estremecimiento
interno, ¿qué rayos tenía esa mujer que lo hacía sentir de esa manera?
—.
- ¿Cómo sabes que soy nuevo aquí? —Dijo fiel a su estilo, como todo
hombre de estrategia nunca daba más información de la necesaria,
después de todo, no la conocía, ni tenía la menor idea de quién pudiera
ser esta mujer—.
- Eres un chico listo, así me gusta, no hay nada que deteste más que un
hombre estúpido. Pero tú pareces todo lo contrario. Como respuesta a
tu pregunta, te diré que si te hubiese visto alguna vez en este lugar, te
recordaría.
- Ah… ¿sí?
- Sospecho que eres ese tipo de hombre al cual no se le puede olvidar
fácilmente.
- Jajajaja, dime algo.
- ¿Qué?, —dijo acercándose un poco más—.
- ¿Andas por ahí diciendo ese tipo de cosas a todos los hombres con los
que te topas o simplemente lo haces con aquellos para los cuales bailas
en el club?
- Ni lo uno, ni lo otro, sencillamente cuando me gusta algo voy tras ello,
—le respondió y entonces se acercó tanto que él pudo sentir el aroma
de su perfume, tibio y sensual—.
- Sí, —dijo—.
- Sí ¿qué?
- Eres más sexy de cerca, —entonces rozó sus labios con los suyos
haciéndolo estremecer de una manera poderosa—.
¡Rayos!, dijo para sus adentros, ¿qué rayos es esto? Aunque había
estado con muchas mujeres, él no estaba acostumbrado a este tipo de cosas,
todas eran personas conocidas, novias, parejas, amigas, pero jamás se había
metido en un enredo como este. En resumen, era un hombre más bien
conservador, según algunos, un tanto aburrido. Era una persona de acción
pero en su trabajo, no en las relaciones, pero eso no contaba como una
relación, era una especie de ligue de una sola noche.
- Hay un sitio aquí cerca, donde, digamos que voy algunas veces ¿si
quieres puedes acompañarme? —Le dijo al tiempo que hacía un gesto
con la cabeza, indicándole que la siguiera, sonriéndole de una forma
muy sensual—.
- Ah… ¿sí?, dime, ¿qué es lo que quieres?, no pago por eso, lo siento,
—y se quedó parado justamente donde estaba—.
- Jajajaja, no seas idiota, no soy nada de lo que imaginas, si me he
acercado a ti es simplemente porque me gustaste, como lo haría
cualquier mujer que se fija en un chico guapo, ahora ¿vienes o te
quedas como un idiota ahí? —Dijo y siguió caminando—.
- ¡A la mierda!, —pensó que no tenía nada que perder, alguna vez debía
hacer algo arriesgado en su vida, y entonces fue tras la rubia, esa noche
tenía ganas de hacer algo diferente—.
- Buena elección guapo.
El lugar era bastante rústico, aunque no de mal gusto, parecía el sitio
ideal, aquel donde ibas cuando querías permanecer anónimo. La chica le
pasó una llave, y ella siguió por las escaleras, mientras él fue detrás de ella.
La sexy mujer caminaba como si fuera un felino, sensual, fuerte, y él
iba por el camino preguntándose ¿qué mierda estaba haciendo? Pero la
rubia lo tenía hechizado, como si lo llevara atado por un hilo invisible.
Cuando llegaron a la habitación ella le hizo una señal para que entrara
primero y cerró la puerta. Él se quedó parado en mitad de la habitación y
trató de acercarse, pero ella retrocedió.
- Tranquilo, todo a su tiempo.
- Ok, —y sonrió siguiéndole el juego—.
Se quitó la chaqueta dejando ver que llevaba el enterizo negro de tiras
debajo. Él sintió que la cabeza le daba vueltas, esa mujer estaba
completamente loca, andaba por la calle vestida de esa manera, como si
nada y ahora estaba allí, ante él, de la forma más descarada y sensualmente
posible que alguien se pudiera imaginar, mirándolo sin más, como la cosa
más natural del mundo.
- ¡Guao!, —fue lo que acertó a decir—.
- ¿Qué?, —y sonrió—.
- Nada, ese leotardo es realmente llamativo.
- Jajajajaja, esa es la idea, siéntate allá, —le dijo señalándole una silla
—.
- Espera un momento, esto es…
- Esto no es nada de lo que imaginas, —dijo con gesto decidido—.
Ahora ¡siéntate en la maldita silla!
Él fue hacia donde la mujer le estaba indicando, no se hallaba en esta
situación, pero, había terminado con su novia y se sentía un tanto desairado.
Quizás también estaba total y completamente cansado, deseaba sentir algo
diferente. Su trabajo podía ser realmente agotador, pero esta chica estaba
revolucionando su cabeza, creándole un cortocircuito cerebral.
La mujer comenzó a bailar nuevamente con destreza, como lo había
hecho en ese lugar, solamente que sin música, tal parecía que la llevaba por
dentro. Se quedó mirándola, esa mujer tenía algo que lo atraía
poderosamente, como si tuviera una especie de hechizo.
Se acercó y colocó sus labios muy cerca de los suyos, respirando sobre
ellos. La sensación era de un calor abrasador, de una expectativa intensa.
Entonces comenzó a besarlo suavemente, casi como si fuese un roce y
sintió una fuerte corriente eléctrica.
Sus manos volaron hacia esas hermosas caderas de guitarra, pero ella
retrocedió negándole con el dedo índice para indicarle que todavía no era el
tiempo. ¿Qué era lo que quería esta mujer?, ¿volverlo loco?
- Me gusta la sensación de tu barba.
Lo que ocurrió después de eso no tenía descripción, un fuego arrasador
se había adueñado de su cuerpo, un fuego rubio que no tenía nombre ni
apellido, pero sí la suficiente destreza como para volver loco a un hombre.
No tenía ningún apuro, era como si se hubiese planteado un reto personal, el
de llevarlo al delirio.
Era ese tipo de mujer que le gustaba tener el poder de la situación para
enloquecer a un hombre de la forma más extrema y placentera posible,
hasta el orgasmo. Pero no desde la ternura o la simple pasión, sino desde la
dominación completa.
Pareció decidirse, fue sobre él como un animal ávido y hambriento, sus
ojos eran dos cápsulas de veneno azul, brillantes, casi como si no fuera
humana, tenían un brillo malévolo. Alessandro también había perdido el
control, y ya no era él mismo, sino el que quería ser.
No supo en qué momento se quedó dormido, cuando abrió los ojos ya
era de día y el sol entraba levemente por la ventana azul. A su lado, el vacío
le encontró, se levantó para verificar que la chica no se había fugado con
sus pertenencias.
Pero cuando fue hacia el baño se la topó de frente y se dio cuenta que
ante la luz del día se veía más joven de lo que pensó.
- ¡Mierda! —Exclamó la chica corriendo hacia donde tenía su bolso—.
Él se le quedó mirando entre sorprendido e intrigado, parecía no
percatarse que estaba allí, como si ni siquiera le importase.
- ¡Cielos no eres rubia!, —dijo sorprendido—.
- Eres muy intuitivo.
- ¡Rayos!, —dijo tocándose, y en ese instante se dio cuenta que tenía
moretones en todos lados—.
Estaba desnuda y parecía ofuscada, como si fuese tarde para ir a algún
lado. Pudo ver su espalda llena de maravillosas pecas, y además un
encantador lunar que tenía en la parte baja de la misma, este poseía una
forma de luna y un tono castaño claro. Le pareció algo tierno y hermoso,
muy diferente a su dueña, la cual lo había roto en pedazos prácticamente.
Andaba correteando por todo el lugar recogiendo la ropa que estaba
regada por doquier. Alessandro la miraba divertido, parecía una graciosa
versión de la chica misteriosa e impenetrable de la noche anterior.
- ¿Te ayudo?
- No es necesario.
- ¿Por qué estás tan apurada? ¿Tienes alguna especie de reunión algo
así? —Dijo sonriendo—.
- Algo así, ¿qué hora es? —Preguntó sin verlo—.
- Mmm… las siete y media, —respondió luego de ver su reloj—.
- ¡Maldición!, ¡maldición!, ¡me quedé dormida!
- Jajaja, —a él le pareció encantadora la actitud de ella, ahora se veía
definitivamente mucho más… real que la noche anterior, parecía que
estaba muy apurada por llegar a algún sitio, así que vio la oportunidad
de conocerla un poco más—.
Se vistió rápidamente y se colocó el sobretodo, entonces volvió a
ponerse su peluca. Parecía que al hacerlo entraba otra vez en papel. Sin
embargo, por el gesto de su cara no estaba en ánimos de más aventuras. Era
como si su mente estuviera en otro lado, muy lejos de allí.
- Sabes, lo de anoche fue encantador, —le dijo sonriendo—, fue una
experiencia increíble.
- Bien por ti, —y tomó su cartera, luego de retocarse el profuso
maquillaje—.
- ¿Podríamos repetirlo?
- Seguramente que lo harás en tus sueños, —le dijo ella sonriendo y
tomando su bolso para ir hacia la puerta—.
- Espera, puedo llevarte en mi auto, veo que estás apurada, —le dijo
deteniéndola del brazo con delicadeza—.
- No es necesario, —le respondió y entonces giró el pomo de la puerta
para salir—.
- ¿Cómo te llamas?
- Me dicen La Isla, —dijo ella voleándose para verle por última vez—.
- ¿La Isla? ¿Por qué?
- Si te vuelvo a ver te lo explicaré.
Él todavía estaba desnudo y envuelto en la sábana. Se asomó a la
puerta, pero la chica ya había desaparecido entre las escaleras. Entonces se
quedó allí extasiado y asombrado de sí mismo, todavía obnubilado por todo
lo que había pasado la noche anterior.
Era increíble, la sensación fue como si todo hubiese sido un sueño.
Pensó en la cara de Diego, si supiera que se había acostado con esa chica a
la cual deseaba tanto, pero no, ese tipo de cosas se las reservaba solo para sí
mismo.
Buscó su ropa con tranquilidad y cierta pereza. A diferencia de esta
mujer, él tenía todo el día por delante y muy poco que hacer, y ahora sí
podría dormir tranquilamente en la cama del hotel, luego de haber
disfrutado esta noche maravillosa junto a la misteriosa y extraña a la cual
seguramente nunca más vería. ¡Qué raro!, parecía no querer nada, no lo
había robado, ni pedido dinero, dijo la verdad, solamente quería estar con él
y ya.
Cuando se miró en el espejo del baño soltó una carcajada, ¡estaba
acabado! Era una especie de pequeño desastre, parecía que un huracán
había pasado sobre todo su cuerpo. ¡Genial!, esta pequeña fierecilla había
hecho de las suyas, una bruja pelirroja, si había algo que a él le fascinaba
era precisamente una pelirroja ¿Iría al Black nuevamente? Se preguntó
mirando sus grandes ojos negros al espejo, debajo de los cuales campaban
unas ojeras malvas.
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PROTAGONISTAS
Islandia Magdalena Margarita Mirabal-Lohardam Luises Palma del
Toboso: Su Alteza Real y la segunda en la línea de sucesión al Trono de
Mirabal. Su mayor deseo, aparentemente, es ser la reina de su país y
cumplir con la real misión de su corona. Pero a veces las personas pueden
engañarnos.
Alessandro Giacomo (Zorro Rojo): guardaespaldas, ex militar, trabaja
para el embajador Su Excelencia Luis Montaño, su mayor meta es ser el
mejor en su profesión, y luego retirarse a la cabaña de su abuelo, y tener
una vida simple, claro, eso a sus 60 y tantos años.
Miembros de la Realeza
Isabella (Ella) Elena Margarita Mirabal-Lohardam Luises Palma del
Toboso: Su Alteza Real y la heredera al Trono de Mirabal. Su mayor deseo
es encontrar un camino para sí misma. A sus 25 años no sabe quién es, ni
qué quiere en la vida. Hermana mayor de Islandia.
Indhon (Izzy) Luis Fernando Mirabal-Lohardam Palma Lima: primo
de Isabella, y tercero en la línea de sucesión al trono.
Benedict Augusto Felipe Cohrad Mirabal-Lohardam Luises Palma del
Toboso: Su Majestad y rey del Sagrado Trono de Mirabal, el trono de las
estrellas.
Mika Agustina Mirabal Nokpa: Su Majestad reina del Sagrado Trono de
Mirabal.
Lord Barner Harrington: primero del rey.
Parlamento de Mirabal
Su Excelencia Islas Valencia: Representante en el Parlamento.
Su Excelencia Frank Ventura: Viceministro del reino.
SERVICIO DE PALACIO
Madame Eloise Bélanger: asistente de la princesa y de Su Majestad.
Rocío Durán: asistente de la princesa Islandia, y la única que sabe su
verdadera identidad.
Casper Hubert: ex guardaespaldas de la princesa, 58 años, mentor de
Alessandro.
Tristán Benet: casi novio de Rocío, ayudante de la princesa en sus
correrías.
Amigos y Otros Personajes
Lucca Giacomo: padre de Alessandro.
Lara Fajardo: ex novia de Alessandro.
Diego Méndez: amigo de Alessandro, guardaespaldas.
Andru Dimitriou Xanthopoulos: amigo de Isabella, heredero de la fortuna
de los navieros Dimitriou y eterno enamorado de Isabella.
Michel Lara: psicóloga y amiga de Isabella, trabaja ayudando a las
mujeres en la fundación Mariposas.
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