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Escena 1
Roberto acero se estremece en la cama, con los parpados
apretados y una mano en el esternón, algo lo oprime en
su sueño agitado. Su cuerpo atlético y dorado por el Alba
se contrae acentuando su musculatura a lo largo de su
metro ochenta de estatura.
Una dibujante profesional, lo elegiría de modelo.
Gime el hombre, en esos caminos oníricos que está
recorriendo. Su voz adolorida se escucha allí en su casa
solitaria en el bosque, sin un alma a más de 180 m a la
redonda.
Amanece y la luz que bosque que abraza la ciudad de San
Carlos de Bariloche, empieza a dorar las dos plantas de la
cabaña. Su amplio dormitorio, en la planta superior, está
decorado con un par de réplicas de Kandinsky. Al costado,
en el ventanal contrario, una pared dónde está su
escritorio preferido de escritura, Justo encima un tablero
de corcho dónde se pueden distinguir sus diplomas
profesor de física y matemático, ingeniero atómico y
algunos diplomas más pequeños que certifican su
presencia en muchos congresos.
De manera más informal en la tabla de corcho, hay una
escaleta hecha con tarjetas clavadas con adhesivos en
orden lineal como una cuadrilla. Más allá, una foto de
Einstein y Luego una imagen del obelisco de Buenos Aires
y al lado Maradona pateando con violenta elegancia un
planeta tierra.
En el sueño, Roberto Acero se ve a sí mismo prendiendo
fuego, quemando viva a una criatura que se retuerce y se
va convirtiendo en cenizas. En el mismo sueño tiene un
momento de aguda lucidez. Se mira la palma de las
manos y grita: “¡Es mi novela! Mi novela muerta, la que
yo asesiné! Estoy dramatizando en un sueño toda mi
culpa, mi frustración y mi ira. Sí, el fuego simboliza mi
ira”.
Entonces se yergue con resolución y un jadeo
atormentado. Se sacude algo invisible de su rostro. Abre
los ojos verdes, bien cristalinos. Con esa dulzura de niño,
que parece contradecir su recia figura varonil. Un hombre
fibroso, duro y curtido en más de 50 años de lucha.
Se queda absorto un instante y luego se ríe de sí
mismo.
Se ríe por el sueño. Si, si no fuera que estaba construido
con una anécdota tan dolorosa hasta era gracioso.
“El soñador decide ahorrarse el psicoanalista y analizarse
en el mismo sueño. Qué practico.”
Se pone de pie y va hacia el generoso ventanal. Se
encuentra con el alivio de una imagen cotidiana y
querida. El bosque sereno y azul verdoso de escarcha y al
fondo las manos enormes de una niebla maternal sobre la
pre cordillera.
Toma una bocanada de aire, exhala aliviado.
Algo en el sueño le ha sacado demasiado oxígeno. Como
si en vez de todo aquel papel A 4 salido de su impresora
hubiera sido una parte de su espíritu la que se hubiera
consumido.
Se tira al piso de súbito y sosteniéndose con ambos
brazos asciende y desciende de manera sucesiva
enumerando en cada exhalación el completo
movimiento. Su es externo clestomastoideo se hincha viril
y la sangre le engrosa las venas de las sienes, se agita con
cada elevación y sus imponentes deltoides sobresalen en
su espalda como cordillera allí a lo lejos.
Y …31.
Antes llegaba a 40 flexiones matutinas sin parar, incluso
acentuando lentamente la última.
Se pasa ambas manos por la plateada y abundante
cabellera y se acaricia la barba se pone de pie
tambaleando llega al baño abre la canilla y se da una
buena cantidad de agua a golpes suaves pero
consistentes en las mejillas. Estornuda y por fin
contempla su imagen frente al espejo cayéndole todavía
gotas desde la barba y el pelo de la frente amplia.
Suena Mozart desde el móvil, indicando una llamada
entrante. Es peteco.
--- Chamaco. Soy yo! Reportándome desde el campo de
batalla DF—Dijo como si se hubieran visto apenas ayer---
Cómo te trata la vida güey?—
--- Pues bien chavo, aquí resucitándome con mis
abluciones matinales. Solitario, rodeado de buenos libros
y mucho trabajo, ¿cómo va todo por allá?—
Peteco siempre animado, le explicó novedades en la
compañía y que también disfruta de su soltería y que
añoraba encontrarse con él para “ver si otra vez catamos
unos buenos vinos de verdad” Eufemismo aplicado a las
chicas “prepago” con las que se solazaban en la city de
turno.
---Bobsito! Cuánto hace que no nos vemos? –
--- Pues desde del congreso del CERN en Suiza, ¿cierto?
…---
Pues te tengo que ofrecer algo relativo al CERN
justamente-- ¿podrías ir a Praga? Tengo una vacante para
ti--- Es exclusivamente para gente especializada en el
bosón de higgs., la única pega es que tendrías que salir
pasado mañana como máximo.—
---Pues mira la semana entrante, creo que viene al puto
bosque donde vivo, alguien del comité de Oslo para el
asunto de mi nominación al novel…pero, bueno, que se
jodan.---
Del otro lado Peteco rio con algarabía mexicana.
---Hijo de la ching…Tomo esa broma como un afirmativo.
¿ok?
--Pues claro, ¿y yo puedo exponer el tema que yo quiera?
O me recomiendas algo en especial?
---Pues por mi, Guey, tanto como si declaras el numero pi
de una teta de Maria Felix! Todo bien, lo que importa es
que me salves. Si vienes te debo una. Es un hecho.
Animado por lo de Praga, Roberto se prepara su
desayuno.
Escena dos:
Le vendrá bien salir de viaje. Alejarse de los despropósitos
que le acontecieron en los últimos meses. Primero aquel
romance con la jovencísima odontóloga recién llegada al
pueblo que lo dejó por un profesor de Ski que al final se
matò contra un pino, pobre muchacho.
Aquello pareció una escena poco lograda de una novela
escrita por alguien del barrio. Podría ser en todo caso una
novela negra, pero como lo del muchacho pasó en plena
temporada y estaba todo blanco de nieve, se trataba de
un hecho bastante grisáceo.
Roberto tuvo que ocuparse del cadáver hasta que llegara
la policía. Puesto que en el pueblo la ignorancia de
algunos vecinos le atribuyeron conocimientos en
medicina por el simple hecho de tener un doctorado y
que por eso casi todos lo llenaran “doctor”.
Pues la experiencia le impacto muy mal, claro no tan mal
como al profesor de sky. La odontóloga no estaba en
Bariloche, de modo que le tuvo que ir a dar la noticia.
Ella había estado ausente y llego una tarde después de la
muerte de su amante.
Le había dado una profunda pena por ella en cuanto la
vio. Y sì también por el esquiador, tan joven así y con la
vida malograda.
No la pudo ni tocar. Eso no pudo hacerlo. Nada de un
abrazo de consuelo. Roberto no quiso consuelos cuando
le clavó bien adentro el torno y se lo retorció en el pobre
corazón sin anestesia. No, no estaba resentido con la
joven Doctora. Solo quería ser sincero. Por eso no le dio el
par de dientes que se encontró en la nieve sanguinolenta.
Roberto, Solo bajo la mirada. Y le dijo.
---Mira, lamento desde lo más hondo la muerte de este
muchacho, podría tener la edad de un hijo mío. Seguro
que no merecía un final así. No fue por su impericia,
seguro. Me lo contaron. sino un turista imprudente que
se le cruzó con un skate. Ojala puedas superarlo tan
fácilmente como superaste mi ausencia. Adios.---
A los pocos días, nunca sabrá si por lo ocurrido o porque
realmente su novela era muy difícil de entender e
inaccesible para la mayoría de la gente, Roberto quemó
todo el texto en el quincho de asado de Clarisa.
---Cariño…vs a preparar un asado en invierno? Pero que
mala idea.
----No, es la novela---dijo como en funerales.
----Eso es una idear peor!
300 páginas en letra palatino linotype 18 a doble espacio.
Una historia compleja y enredada, que terminó por
artarlo. Pensó, que lo bueno era que había salvado a
unos cuantos lectores del esfuerzo inútil de intentar
entenderla. Que se le había ido de las manos muchas
oraciones y personajes. Que la trama se debilito porque el
punto de conflicto era casi increíble y que los personajes
en efecto parecían no ser de este mundo..
Ahora recordaba todo aquello no tan lejano como algo
dejado muy atrás. Tal vez a la catarsis involuntaria del
sueño. Posiblemente gracias a la llamada de Peteco que
le hacía recordar buenos momentos en Barcelona
“Catando vinos” y comiendo paellas valencianas en la
Rambla. O simplemente que hay etapas que debe ser
dejadas atrás.
---Nunca más volveré a quemar, ni destruir de ningún
modo ninguna novela-- dijo al escritorio donde reposaban
apagada la impresora y dormido el ordenador.
Mira, a través del ventanal mientras come los huevos
con “panceta” y se toma un buen mate cocido. Y decide
que debe cumplir con los deberes para tener todo
preparado para el viaje.
Roberto levanta el móvil y Llama a su ex mujer, que vive
del otro lado del pueblo.
Clarisa Montalbán contesta con una voz matutina fónica
y soñolienta. Carraspea demasiado grave para tratarse
de una mujer. Le respondió del otro lado intentando un
desenfado:
--- se puede saber qué cosa te puede estar pasando para
que me despiertes a estas horas? ---
--- Lo siento cariño---
Dijo y enseguida se arrepintió. Porque eso develaba
demasiado pronto que la llamaba para pedirle un favor.
“Se le escapó” lo de cariño, pero era peor disculparse por
haberlo dicho. Era la costumbre? Clarisa y Roberto se
habían separado hacía más de un año y permanecían en
una zona fraternal, en la que Roberto siempre intentaba
de alguna manera No sentirse culpable por haberla
abandonado y ella, paciente, resignada, al tener la
certidumbre de que nunca Podría tener un hombre como
él otra vez.
Por pura necesidad y vecindad habían recibido entre las
sábanas esperando remotamente una reconciliación,
pero poco a poco fueron reconociendo que ambas
soledades eran el mejor ámbito, para sus actividades
intelectuales y para tener una convivencia más sana por
lo menos sin tanta abundancia de discusiones. Eso por no
hablar de ciertas infidelidades con mujeres jovencitas.
Cosa que en el fondo comprendía pero que a Clarisa,
como era natural le resultaba insoportable.
---Voy a viajar otra vez, se trata de un congreso en
Praga.---
---Ah! pero qué bien! afortunado el hombre! Y què me
llamas para invitarme?---bromeó
--- Cariño voy a necesitar que me consigas alguien para
limpiar la cabaña y esas cosas y tengo que verte primero
para darte un abrazo, porque nunca se sabe---
--- Ay por favor! encima que me despertáis y no me
invitas ni en broma, no te pongas ni melancólico ni
fatalista---dijo
Roberto se rio con sincera alegría puesto que era mejor
una Clarisa Sarcástica, irónica que una Clarisa Fría y
distante. Y cuando ella tenía nieve en el alma exhalaba
ácido nítrico.
………………
…..
Escena tres
Escena 4
Roberto acero se tomó un taxi desde el aeropuerto que
lo llevó al hotel reservado por Peteco en la ciudad vieja
de Praga. Cuando llegó al lobby esperó su turno y se
dedicó a conservar a los animales como èl que venían de
diferentes sitios del mundo a pasar unos días en la
antigua ciudad Medieval. Miro su alrededor a la izquierda
bajo una estrafalaria araña de cristales, un piano negro.
Luego una amplia zona alfombrada al estilo persa y unos
señoriales sillones que conducían a el mostrador de
recepción, donde una preciosa belleza Checa de amplia
sonrisa atendía una fila de señores con portafolios o
maletines de cuero de víbora, vestidos con trajes de tela
casimir o de raya diplomática mostrando el conjunto
hasta alguno Con un pintoresco sombrerito anacrónico o
más de dos con pajaritas en los vértices blancos de sus
camisas. Roberto Acero se mira a sí mismo en una gran
espejo oval situado en una columna cercana y se dijo:
Bueno, pues yo, tengo alguna semejanza con ellos: son
hombres de negocios.
Si, hombres de negocios en Praga.
¿Y cuál es tu negocio Roberto Acero? Pues vaya que es
sutil, mi negocio. Mi vida está dedicada a lo infinitesimal
a lo más pequeño de lo pequeño. O sea a lo invisible e
intangible.
Ya desde la antigua Grecia clásica, desde los tiempos de
Tales de Mileto, hubo una preocupación por lo pequeño,
por lo originario, por lo infinitesimal, O sea ¿cuáles eran
aquellas partículas que ordenaban todo? Todo lo
perceptible. Todo fenómeno perceptible por los sentidos
y aún más allá. Porque si una partícula se iba
subdividiendo y subdividiendo en partes y más partes….
¿hasta dónde se podría llegar? Y lo más importante.
¿Había allí un conjunto de fuerzas mensurables? ¿Había
allí un orden?
Pues ya desde Aquellos tiempos se empezó a descubrir
que sí, en efecto, había una orden y que todo lo
perceptible por los sentidos obedecía a causas
infinitesimales. Que podían comprenderse, expresarse en
lenguaje matemático y por lo tanto eran susceptibles de
ser controladas por el ser humano. Se podría llegar a un
átomo. Es decir una partícula que fuera indivisible y que
fuera el origen de todo lo que existe. Pues ese era en el
fondo, expresado de manera muy práctica y superficial, el
negocio de Roberto.
Y por eso estaba allí. Haciendo la fila con su papeles en
una mano, su maletín con el leptop en la otra y una valija
con dos trajes al pie. Otro Hombre de negocios. Un
traficante de información. Información vital para
empresas como intertech que pagaban aquel tour de lujo
y un estipendio por demás razonable si solo se miraba
desde el punto de vista alimenticio.
Un tipo de información que puede ser comprendida y
sólo hasta cierto punto, para esclarecer misterios que
dieran lugar a avances tecnológicos o tendencias
bursátiles por causas muy alambicadas pero verídicas.
Incluso, lo que hasta ayer no más, podía ser
absolutamente cierto, hoy Gracias a unas supe maquinas
como el bendito CERN, era posible que lo que era
verdadero se trocara en falso. Que mucho cambiara en
unos minutos, en unos segundos, o aún en menos que
eso : en un nanosegundo.
El CERN fue creado para investigar, dilucidar el
comportamiento las causas de las partículas sub
atómicas. Y los físicos matemáticos, ingenieros nucleares
y de otras disciplinas de las ciencias exactas, eran usados
por grandes corporaciones para poder formarse opinión,
y poder predecir el avance de la ciencia y la tecnología. O
sencillamente PRODUCIRLA.
Entonces, se reunían en hoteles cinco estrellas y en
centro de convenciones, para hablar acerca de esta súper
máquina. De lo descubierto, de lo analizado, para
manejar esa información y luego en muchos casos, como
mínimo, venderlas al mejor postor.
El CERN. un gigante de 27 kilómetros Qué pesa más de
37.000 toneladas enterrado a más de 160 metros de
profundidad en Suiza, hizo posible a través de las
décadas que el ser humano llegará a comprender cada
vez con mayor presumible precisión, el origen del
universo.
La preciosa recepcionista checa lo sorprendió con su
mirada esmeraldina. Era más bella aún que metros allá
atrás en la fila, años luz en el espacio y el tiempo. Una
prueba màs de la teoría de la relatividad. Le dirigió unas
palabras en inglés con amistosa tranquilidad. Roberto
Acero le extendió su credencial, sus papeles y el
pasaporte. Se le asigna una habitación y luego de un
casillero la muchacha de redondeado tracero deportivo
extrajo una llave.
Gracias a Dios o mejor dicho al bosón de Hiigs, le tocó
una habitación con un gran ventanal que daba a la ciudad
de “cien torres”. Desde ahí podía ver claramente el
ayuntamiento y comprobó que había más de cien Torres,
calculaba trescientas. De modo que se cambia la
chaqueta después de darse una ducha y apenas con la
tarjeta de crédito salió del Hotel rumbo a la hermosa
tarde de Praga que le parecía que estaba diseñada para
su placer.
Comenzó a caminar por esas calles antiguas de la ciudad
medieval, el sol personalizaba las calles con su colorido y
sus edificios de manera tal que se sentía en un set
cinematográfico. Llegó al ayuntamiento y así en la torre
de Casi más de 60 metros de altura pudo apreciar la
estrella de las curiosidades turísticas: El reloj
astronómico. Reconoció en ese instante que la elección
de la ciudad por los organizadores del congreso había
estado muy inspiraba. Porque una de las cuestiones
fundamentales en el temario del congreso, era
justamente el tiempo. Como era natural. El CERN las
partículas sub atómicas y el tiempo.
El reloj astronómico más antiguo del planeta, con más de
600 años de antigüedad era un símbolo espectacular que
casi lo resumía todo. Ahora bien, ¿estaba pensando como
un físico o estaba imaginando cosas como un novelista?
Aquel artilugio mecánico se distinguía no sólo por
marcar las horas, además marcaba la fecha y los tiempos
astronómicos. También, oh maravilla de cálculo
matemático y tecnología relojera de avanzada, tiene un
sub círculo mecánico movible, en el cual están dibujados
los 12 signos zodiacales, marcando de ese modo, la
posición de las constelaciones en el cielo de Praga.
Maravilloso. Al mismo tiempo, las figuras de los
Apóstoles, propio e inevitable de la mentalidad de la edad
media, Aparecen por 2 ventanas en la parte superior al
conjunto adornado por la muerte en forma de esqueleto
articulado, que se mueve al son de las internas
campanadas musicales. Cuentan que al diseñador, al
constructor de esta maravilla tecnológica, le quemaron
los ojos para que nunca más alguien pudiera hacer algo
así.
Roberto Acero había tenido oportunidad de ver cierta
información que lo hacían candidato que en algún
momento alguien se le ocurriera quemarle los ojos.
Estaba en la misma situación que muchos otros
científicos, que por tal razón era mantenían una sobria
cautela ante todo lo que se decía. Sobre todo ante todo
lo que se escribía o se divulgaba a la prensa.
Abrumado por tales ideas y comparaciones, se sintió
impulsado a seguir caminando. Por eso y porque un
contingente de japoneses con móviles y cámaras
invadieron el lugar con su sonrisas orientales desplazando
a unos circunspectos ancianos alemanes con pinta de
matrimonios casados por las SS.
De modo que se animó a salir del gentío turístico, quiso
visitar la calle prikópe y ver si podía tomarse un tranvía
para ver el museo de Kafka.
Su vida en relación a todo la información que manejaba,
tenía algunos aspectos entonces verdaderamente
kafkianos, otro motivo acertado por el cual estaba
elegido el lugar del congreso de manera excelente. Esa
era la mejor ciudad, también por eso, porque nadie como
Kafka pudo trasuntar el absurdo y la demencia de las
incógnitas Suprema la vida, como él pudo hacerlo.
Inclusive era probable que el propio Kafka, estuviera loco.
Demente, tal como el sistema, el establishments parecía
estar Demente al tratar de tener la información de
aquello que le daría el poder absoluto sobre todo lo
creado. Aún a riesgo de hacer desaparecer el planeta en
el trámite. Roberto Acero se sentía profundamente
empequeñecido al estar en ese tablero de ajedrez,
sintiéndose apenas un peón científico. Alguien que
recolectaba y transmitìa información. Un alfil sacrificable,
que tenía un margen de maniobra muy pequeño, para
emitir sus propias opiniones, si es que quería conservar
el poco estatus que había logrado en la comunidad
científica.
A través de los últimos lustros, Roberto había sido testigo
involuntario de la destrucción de varias carreras de
colegas de lo mejor intencionados. Cientìficos, que de
pronto no quisieron afinar la nota en el coro o
pretendieron ser solistas, cuando la partitura de las
multinacionales indicaba un pianissimo obediente.
Incluso, en opinión de Roberto, en muchos casos ese
protagonismo estaba justificado. No obstante en aquella
época, estas personas, se encontraron, no con los ojos
quemados, pero si ninguneados, hasta un punto que
perdieron la posibilidad de continuar adelante. Al menos
de manera oficial. Es que hay poderes fácticos que se
ocupan de pagar “la fiesta” de las subvenciones, los
presupuestos, los subsidios, en fin: vil caballero don
dinero.
Pues Roberto podía verse así, como un hombre de
negocios. Pues efectivamente él se veía empequeñecido,
reducido a la simple condición de un Cortesano en el
castillo. Justo Kafka en su novela el Castillo sugería con
múltiples metáforas algo así, con increíble intuición.
Al fondo de la plaza del ayuntamiento rodeado por esos
extraños especímenes humanos con cámaras fotográficas
y celulares tratando de captar, de congelar aquel instante
en el momento en que se estaba moviendo la galaxia
obedeciendo fuerzas gravitacionales casi incalculables,
había un palco con una pequeña orquesta sinfónica, no
era más de 30 músicos. Comenzó a sonar por toda la
plaza debidamente amplificada. La música sinfónica se
desplazó entre las Torres, acariciando las paredes y
ventanas de los antiguos edificios y en la profundidad de
la mente de Roberto Acero con un sinuoso fluir de
semicorchea ejecutado por los violines. Un melisma
desde donde luego de unos compases surgió la melodía
del moldava de Smétana. La melodía nostálgica que
describe al río que cruza La república Checa. Roberto, de
una manera que le pareció un tanto vergonzosa sintió
que se le estremecía el corazón. Sólo, en aquella ciudad,
en un momento de su vida que le presentaban unas
circunstancias en las cuales los tiempos astronómicos, las
coordenadas Galácticas y la pura conciencia de llevar más
de 5 décadas entre sus ojos, determinaban que había un
antes y un después en su vida.
Podía percibir de alguna forma que aquella melodía de
Smétana le revelaba, más allá de lo verbal, una verdad
tierna, bondadosa y fatal: había ya pasado la mitad de su
vida y su destino era la muerte
Y tal como en el reloj astronómico donde una de las
figuras es un esqueleto que agita un farol, la vida parecía
decirle que la muerte se avecina. Porque no sabes
cuándo será tu último día pero tu último día llegará.
¿Y qué has hecho qué has hecho de tu vida hasta ahora?
Esa era la razón, no había otra más profunda por la cual
Roberto deseaba escribir una novela. Deseaba llegar a
plasmar en forma literaria algo que pudiera llegar a las
conciencias de la mayor cantidad de gente posible. Por
eso quería escribir, por eso era necesario escribir.
El asunto, era como y de que escribir. Exactamente para
despertar algo que valiera la pena en las almas humanas.
Miró al campanario saludo a la orquesta con un gesto de
aprobación con la cabeza y le dio la espalda dejándola
resonar acordes disminuidos.
Roberto se sintió ante esas diatribas bastante
apesadumbrado por dos cosas: la primera era que le
parecían sus pensamientos muy presuntuosos y la
segunda que le daba vergüenza tener esa sensiblería de
poeta fracasado. De modo que tomó la calle que tenía
mayor brisa para ver si se le secaba la Lagrimita del ojo
izquierdo que la había surgido. Aquello entre lastimero,
musical y autocompasivo de pronto le había traspasado
todo el cuerpo y el alma. Lamentable.
Se sentía caer bajo.
Entonces empezó a preguntar por algún bar histórico o
reconocido de la zona. Los bares en algunos cascos
antiguos de viejas ciudades eran los refugios predilectos
de su alma de escritor. En momentos así necesitaba
tener su portátil o por lo menos una libreta porque quería
tomarse un capuchino o un licor (nunca vino porque el
vino es para tomarlo en compañía, es un duende y para
despertar al duende hace falta Un par de amigos sobre
todo si hay una presencia femenina de por medio)
Busco un bar y lo halló. Ya alguien le había hablado del
el café más antiguo de Praga. El café Slavia.
Un café parecido a la Paz de Buenos Aires, un poco más
amplio. Al principio no le pareció gran cosa, pero cuando
abrió la puerta la decoración Art decó y ese sabor a
café recién tostado, a croissant poco horneado, todo ello
tan amigo de las mejores ideas de los mejores momentos
que respiró a fondo por que pocos lugares públicos
pueden encontrarse que evoquen tanto a un hogar como
ese tipo de sitios. Se sentó cerca de un ventanal y pidió
un capuchino a una camarera de impecable uniforme y
pulcro rodete en el cabello.
Ver a la gente pasar es como una especie de espiral
hipnótica. Un transeúnte tras otro, ver la vida ajena pasar
ser testigo del acontecer de la calle como si fuera el
propio discurrir del pensamiento. Un instante que
permite meditar y regocijarse íntimamente de la vida.
Sobre todo frente a esa tasa de impecable porcelana
blanca que le ponen humeante de aroma dulzón unas
manos femeninas. Maternales.
---Voy a volver a escribir, tengo que volver a escribir,
debo volver a escribir--- Le dijo a la gente que pasaban
metidos en sus cosas.
Introdujo la cuchara en la espuma de la tasa de café. Una
espuma que tenía dibujado un corazón. Empezó a darle
vueltas y la deshizo. La transformó en una espiral, en una
espiral de partículas, en una diminuta vía láctea con café.
En un instante puede cambiar toda una vida. En un
momento puede estar inadvertida tola historia del
cosmos. En lo más pequeño, en lo infinitesimal está
implícita la enormidad de todos los fenómenos cósmicos.
Roberto era una partícula del universo y tenía sintetizada
en su propia alma, en su ser, en su piel, en sus huesos, la
historia misma de las estrellas. Igual que cada persona
más allá del vidrio del ventanal.
Escena 5 MILUSKA
Capítulo 2
Escena 1:
---Pinche cabrón!
---Je, Uno muy exótico. La verdad es que este vino
checoslovaco, me dejó la sangre renovada—
---¡híjole! ---
--- Entonces me levanté de muy buen humor, me fui a un
café dispuesto a comenzar mi nueva novela. Fíjate vos de
que buen ánimo estaría para pensar tal cosa---
---Increíble, yo pensé que ya por tu edad…no reincidirías
en tales pecados…me refiero a escribir un best seller, por
supuesto---
--Me lleve, incluso, el portátil al café decidido a escribir
por lo menos una síntesis argumental.
--- Espero que esta vez me dejes leer tus intentos
literarios antes de que los quemes…o que lo arrojes en el
centro del Nahuel huapi—
--- Pues la cuestión es que no pude escribir ni media
palabra---
---Uy pero y entonces? ---
---Espera hombre. Cuando estaba tomándome el café
golpeé con algo debajo de la mesa. Era un portafolio de
cuero.
---Un portafolio con un millón de Rublos y ahora te
persigue la mafia Rusa!!!.---
--- No! en serio Peteco: Un portafolio que a su vez
contenía una novela mecanografiada, una novela
completa, interesantísima. Estuve encofrado allí, más de
dos horas leyéndola---Dijo casi como asustado, como si lo
persiguiera algo parecido a la mafia rusa. Pero invisible.
Sobrenatural.
Escena 4
Gracias a Dios o a la diosa Bastet, resultó que Peteco
encontró pasajes para aquella misma noche. Entonces
serían pocas horas de vuelo y estaría tomando un
desayuno, mañana mismo, en la rambla San Josep.
Peteco inclusive a cambio de un hotel más económico, Le
consiguió un coche de alquiler. Todo redondo.
Por la noche leyó parte de la novela, en el avión. El punto
de conflicto llegó al clímax. Donde realmente se
conjugaron todas las fuerzas de los personajes y se
empezó a desprender un desenlace con un giro
inesperado de la trama.
El avión se inclinó y allí abajo ya se empezó a divisar la
miríada de luminarias de Barcelona.
El air bus se posó sobre la pista 2 del aeropuerto del
Prat. Roberto Camino por los amplios corredores y se
encontró con una chica rubia parecida a la que había visto
en el aeropuerto de Buenos Aires. Ojeando ejemplares
de oferta en la librería del Shoop. Lástima que no era la
misma.
Dio rienda suelta a su impulso y sin pensarlo se acercó
hasta ella.
--- Disculpe señorita, Acabo de comprar esta novela en
otro aeropuerto, pero no puedo llevarla conmigo, me la
aceptaría. No quiero dejarla “olvidada” por allí. ---le
sonrió
La chica lo observo como si fuera el mismo Stephen King y
le preguntara donde podía encontrar una funeraria
abierta.
--- Veo que está apunto de comprar un libro---agregó
Roberto--- No espero nada de usted, solo que tome la
novela y haga con ella lo que quiera. Yo sigo mi viaje.---
Dijo al la vez que le entregaba el ejemplar de F Clark “el
Perseguidor” ·500mil ejemplares vendidos· Best Seller.
---Si, claro que sí—murmuró. Al tiempo que tomaba el
objeto y no le quitaba los ojos de encima.
Acto seguido, la menuda señorita lo beso en el costado
derecho de la barba. Como como una especie de Heidi
despidiéndose del abuelito.
---Esto para mí es un buen presagio--- dijo la niña
regocijada.
Roberto asintió y sin más, se dio la vuelta. Se marchó
ancho de gratitud.
La diminuta boca de la niña se le quedó en la piel peluda
un rato como recordatorio de que una nueva etapa
comenzaba en su vida.
………………………
Capítulo 3
Escena 1:
Escena 3: