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VII.

ROLES Y ESTILOS DE LIDERAZGO DEMOCRÁTICO PARA VENEZUELA

Se debe conducir a Venezuela hacia una democracia moderna y madura, pero para ello se requiere
un liderazgo de gran calidad política y ética. Es necesario contar con un líder de gran calidad moral,
que tenga la capacidad de reconocer su poder de manejar las masas y aplicar políticas económicas
y sociales, que conduzcan a nuestro país al éxito después de décadas de fracaso y corrupción.

Se debe tener coraje para no caer en el camino más fácil, que pudiera ser muy peligroso y
destructivo, y saber utilizar la capacidad para atacar los males socioculturales desde sus raíces.

El político como mediador cultural

En nuestra situación política, la posición de un líder debe ser de mediador entre las diferentes
culturas predominantes en el país. El mediador debe tener una visión clara de la situación política,
social y cultural que le permita llevar una propuesta realista y convincente sobre el camino para
lograr los objetivos políticos.

El líder debe ser un educador de la cultura pública tanto con su discurso cómo con sus acciones. En
el terreno cultural, la acción fundamental del líder debe consistir en levantar y mantener
instituciones dentro de las cuales las personas puedan experimentar la vida pública moderna y
aprender a ser buenos ciudadanos.

Actualmente nuestro liderazgo presenta una curiosa tendencia a destacarse haciendo cosas nuevas,
interviniendo, reorganizando, suprimiendo y creando, cambiando por completo las instituciones
existentes, en nombre de mejoras radicales que luego se pierden en el tiempo. Los cambios
institucionales tienen costos muy altos, costos económicos al desechar una inversión anterior ya en
marcha, y comenzar otra nueva desde cero. Pero también hay costos culturales ya que requieren un
aprendizaje de los funcionarios y de la población hasta que llegan a marchar medianamente bien.

En resumen, la creencia es que deben sobrevivir gobiernos, constituciones y revoluciones. Ya que


cambiar con cada gobierno el perfil del sistema educativo, de salud, de seguridad o de ciudadanía,
es garantizar un gran retardo en el desarrollo del país para dar un paso atrás. Por ello el líder debe
ser conciliador entre las instituciones actuales y las que se deben lograr para alcanzar el éxito
político, económico y social del país.

El líder en su camino debe sortear dos grandes situaciones, primero, la tentación de los sujetos
culturalmente modernos, en particular cuando tienen medios para incorporarse por sí mismos a la
modernidad económica. El segundo, la disfuncionalidad y el desprestigio que tiene actualmente el
estado en su papel de motor de la modernización.

Reconocer el camino recorrido

Es importante reconocer que nuestro fracaso como sociedad tiene hondas raíces culturales. Sin
embargo, a lo largo del siglo XX se ha reunido mucha experiencia para tener éxito como sociedad.
Dentro de los que se pueden mencionar:

 25 años de experiencia con el Metro de Caracas.

Hábitos democráticos, desarrollados a través de un sistema electoral descentralizado.


Sin embargo, la misma crisis está suponiendo un apalancamiento de la conciencia nacional que
puede producir nuevas adquisiciones decisivas para el futuro. Dentro de las que podemos
mencionar:

􀂃Estar conscientes que erradicar la pobreza es la principal tarea de nuestra sociedad en un futuro
inmediato.

􀂃Aprender hacer sacrificios precisos tras décadas de creciente desorden y destrucción


institucional, para sostener instituciones sólidas dentro de las cuales vivir, y para asumir su porción
de poder y responsabilidad en las negociaciones sociales que desarrollan la vida en común.

􀂃Debemos ser capaces de desarrollar otras actividades económicas, como el turismo, bienes y
servicios, tecnología, etc. Ante la disminución de la renta petrolera actual.

􀂃Por último debe existir una integración social en armonía, y dejar a un lado las peleas sociales
para luchar por un fin común. Establecer alianzas con voluntad de integración real a las diferentes
instituciones.

El político y la creación social

No todas las dificultades de nuestra sociedad son responsabilidad del político. Pero en cada punto
en que la participación del Estado desempeña un papel relevante, es responsabilidad primaria del
político asegurarse que bajo su gobierno existe una acción social positiva.

Para ello debe tener dos ideas muy claras: el gobierno no es el Estado y el Estado no es la nación.
La sociedad, está primero y el Estado no es más que un instrumento a su servicio, para facilitar la
producción y darle un orden institucional dónde puedan florecer las relaciones de cooperación
creativa.

Estos principios generan un cambio en el concepto del liderazgo:

􀂃El político debe estar al servicio de los movimientos creadores de la sociedad, y no intentar
controlarlos, mediatizarlos, inhibirlos o destruirlos para mantenerse en el poder;

􀂃El político debe mantenerse en constante diálogo con los actores sociales para generar una
comunicación fluida entre ellos.

􀂃El político debe asegurar condiciones estables para el funcionamiento confiable del Estado
según la Ley, para todos por igual.

􀂃El político debe medir su éxito por el avance del orden institucional y sus resultados en términos
de eficiencia productiva.

En Venezuela, necesitamos urgentemente una generación de líderes políticos capaces de superar la


tentación, despojarse del poder arbitrario en la distribución de la renta, y redefinir las relaciones
entre política y Estado, y entre Estado y sociedad.

El político y la competencia social

La vida social debe basarse en una sana competencia que estimule a las personas a producir más y
mejor. El empresario y el trabajador se someten a la competencia del mercado, y el político a la
competencia electoral. Un mercado sin competencia se convierte en un monopolio, y el sistema
político sin competencia en una dictadura. La pretensión de eliminar a los competidores constituye
siempre una grave amenaza contra la salud de toda la sociedad.

Una de las funciones principales de las instituciones es ponerle límites a la competencia, a lo que se
puede hacer para triunfar en ella y a lo que se puede ganar o perder, de manera que los elementos
básicos de la cooperación social no se resientan.

La competencia política debe tener las reglas claras y deben ser respetadas por todos los actores
políticos que intervienen. El irrespetar las reglas y límites establecidos por las leyes electorales,
pueden producir una inestabilidad social y un clima político.

La acción política requiere saber manejar dos hilos. Primero el de la gran política, que incluye los
acuerdos de amplio consenso sobre los que se establecen las reglas constitucionales, las grandes
instituciones y las políticas de Estado. Y luego el de la pequeña política, el cual es la competencia
diaria por llevar adelante el propio proyecto, ganar espacios y poder, y usarlo de manera
convincente para más poder. La pequeña política competitiva es beneficiosa en la medida en que se
le han establecido límites a través de acuerdos de gran política.

Dentro de la política hay momentos en que a todo político se le pide separarse de sus intereses
inmediatos y tenga el gesto de grandeza para poder crear bases sólidas de consenso, destinadas a
durar décadas. Estos momentos son llamados constituyentes de la política, en que un sistema de
reglas se ha agotado y deben emprenderse reformas de fondo.

La tercera gran tentación que puede presentar un político es infatuarse con su poder, y creer que
todo puede hacerse con él y que todo vale para conservarlo. No existe cosa más peligrosa y
destructiva para la política, la sociedad y la cultura que un líder que se niega a negociar. Si se niega
a hacerlo, y prefiere aplastar a negociar, tendremos derecho a sospechar que tiene una vocación de
dictador.

El político y el cambio social

Los políticos por excelencia son prudentes, en ocasiones puede sentirse tentado de emplear su poder
para embarcarse en grandes operaciones de ingeniería social a fin de cambiar de raíz la estructura o
la cultura de la sociedad. Pero los sistemas sociales contemporáneos son muy complejos y es
preciso tener mucho cuidado. Resulta perfectamente legítimo proponerse grandes objetivos de
mejora y progreso social.

La prudencia en la ejecución de programas sociales, políticos o económicos, exige que seamos muy
cuidadosos, a mayor envergadura del programa y cuánto más lejos esté la situación que se quiere
alcanzar de la actual.

Construir una vida pública desde la política es un trabajo de paciencia: Avanzar en un sentido que
parece posible, observar qué desequilibrios se producen, compensar esos desequilibrios con avances
en la dirección en que nos quedamos atrás. Mantener instituciones e irlas mejorando poco a poco,
dar tiempo a los aprendizajes sociales, construir consensos de largo plazo. Sostener reglas claras
que permitan a la sociedad saber a qué atenerse para hacer sus planes, hará que las personas
comprendan cada vez mejor la vida social y las claves culturales del éxito colectivo, de manera que
cada vez puedan participar más productivamente en ellas.
La cuestión del cambio cultural que Venezuela necesita para tener éxito en sus objetivos históricos
modernizadores, depende en buena medida del liderazgo político que se disponga en el inmediato
futuro. Debe ser un liderazgo político distinto al que ha predominado durante las últimas décadas.

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