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Mejores prácticas en legislación para el estímulo a la reforestación y conservación.

Alvaro Quirós R.

Los impactantes efectos en nuestras vidas de los fenómenos de El Niño y La Niña, y en general de Cambio
Climático, nos obligan a preguntarnos y evaluar las acciones preventivas y correctivas desarrolladas por los
gobiernos del planeta, en especial los países más industrializados, poblados y generalmente los mayores
emisores de gases de efecto invernado y generadores de residuos y contaminantes. Los protocolos y acuerdos
pasados o recientes (Kyoto, Montreal, París y otros) muestran noticias poco alentadoras para la potencial
reversión o disminución de los efectos del Cambio Climático.

En Latinoamérica, varios países firmantes de estos acuerdos desarrollan políticas de reforestación y


conservación forestal, algunos motivados por los posibles beneficios económicos de los mercados
internacionales de bonos de carbono (REDD+), otros por su vocación forestal. Entre las herramientas más
comunes para estimular estas actividades vemos el uso de incentivos y subvenciones, y para hablar de ellos
iniciaré con la definición de tan mal entendidos y tergiversados conceptos.

Las actividades forestales, maderables o no maderables, al igual que cualquier otra actividad económica, y
aunque algunos economistas les cueste comprender los beneficios de los servicios forestales, mejoramiento de
calidad de vida, disminución de enfermedades por contaminación y otros intangibles, pueden ser medidas en
términos de costos y rendimientos. Los incentivos son pagos o servicios que aumentan la ventaja comparativa,
mientras que una subvención es un pago o servicio que reduce los costos o eleva los rendimientos de la
actividad haciéndola competitiva. A pesar de parecer lo mismo, la diferencia para el desarrollo y aporte de ese
sector a la economía de un país puede ser muy grande. En la práctica, las subvenciones son dinero perdido
utilizado para tratar de salvar un sector que tiene sus días contados, mientras que un incentivo crea, acelera o
potencializa una actividad que puede dinamizar y hacer crecer la economía.

Para su análisis, dividiremos los incentivos en directos e indirectos. Los directos se dividen en especie (plántulas
baratas, infraestructura, asistencia técnica, otros), exoneraciones (fiscales directas, importación, capitales,
otros), préstamos y tasas preferenciales, y pagos o reembolsos por la inversión realizada. Los indirectos se
dividen en sectoriales (precios de insumos y producto, restricciones comerciales) y macroeconómicos (medidas
monetarias y fiscales en general).

De los análisis comparativos realizados por Thomas Enters, Patrick B. Durst y Chris Brown para FAO, hace 15
años y recordando que las inversiones forestales tienen proyecciones a 20 y 40 años, es interesante observar los
diferentes esquemas de estímulos desarrollados por grandes naciones (China, EEUU, India, Australia y Nueva
Zelanda) versus países asiáticos con menores extensiones y especies maderables tropicales (Malasia, Indonesia,
Filipinas y Tailandia).

Las políticas de estímulo al sector forestal de las grandes naciones basaron sus acciones en la venta de plántulas
baratas, concesiones de terrenos, desarrollo de acuerdos de coinversión (público-privada) y garantía de los
recursos. Mientras que los países asiáticos tropicales ofrecían ventajas fiscales. Ambos grupos, tanto grandes
naciones como países asiáticos tropicales poseían plantaciones forestales, ofrecieron préstamos blandos e
inviertieron en investigación y desarrollo (I+D).
Ejemplos Latinoamericanos.

En Centroamerica, Guatemala (1975) inició el Programa de Incentivos Forestal, conocido como PINFOR,
reforestando alrededor de 20.000 Ha. en sus primeros 23 años. Su segunda versioón (1998 a 2008), reforestó
81.854 Ha., promovió la regeneración natural de 1.800 Ha. e incorporó 160.710 Ha de bosques naturales al
manejo forestal sostenible.

En Sudamérica, Ecuador presentó en el 2013 su Programa de Incentivos para la Reforestación con Fines
Comerciales, con el propósito de generar materia prima para el abastecimiento de la industria maderera y
reducir la tala de bosque nativo. Los beneficiarios son personas naturales y jurídicas, quienes reciben un
reembolso de 75% del costo de establecimiento de la plantación e igual porcentaje del costo de mantenimiento
hasta el cuarto año. Las asociaciones comunitarias y cooperativas productivas pueden ser reembolsos con hasta
el 100%. En su primer, el programa logró la siembra de 16.000 Ha. de las 19.300 inscritas.

Conclusión

En general, podemos concluir que los incentivos directos son poco eficientes para atraer inversores pequeños,
las ventajas fiscales sólo pueden funcionar cuando los inversores pagan realmente impuestos, los incentivos
directos deben diseñarse según las necesidades de los potenciales receptores, además algunos tipos de
incentivos directos son vulnerables al fraude o abuso y pueden ser cuestionados por la Organización Mundial del
Comercio.

En la banda tropical es recomendable apuntar la política de atracción de inversión forestal al mercado


internacional (fondos de inversión, transnacionales, otras), homologar los incentivos forestales con los
incentivos agropecuarios para reducir la competencia entre ambas actividades, desarrollar programas de
plantaciones estatales, plántulas baratas e incentivos de subvención de viveros, y muy estratégicamente, apoyar
intensamente la investigación y su extensión.

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