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La Amazonía, el desarrollo y el clima mundial

Augusto Thornberry
4 de agosto de 2019

El pasado 28 de julio el Presidente del Perú, Martín Vizcarra, en su mensaje a la Nación con
motivo de Fiestas Patrias, anunció que dará prioridad al desarrollo del sector forestal en la
Amazonía y presentó al Congreso peruano un proyecto de ley para simplificar el trámite de las
inversiones en ese rubro, algo que han estado reclamando los empresarios madereros.
Se trata de un esfuerzo por diversificar y dinamizar al sector productivo, ya que el Perú
atraviesa actualmente un período de preocupante ralentización de la economía, crisis política
-que ha llevado al Presidente a convocar elecciones anticipadas- y conflictos sociales. Estos
últimos son motivados principalmente por la oposición de los pobladores locales a varios
grandes proyectos de minería. La razón esgrimida para la oposición a esos proyectos es la
defensa del medio ambiente y del agua para la agricultura, y el monto de inversiones
paralizadas en proyectos mineros suma ya varias decenas de miles de millones de dólares.
Algunos de esos proyectos llevan años de parálisis, mientras que otros, como el de Tía María,
no parecen tener solución y amenazan con tornarse violentos.
En esas condiciones, es muy razonable ponerse a trabajar en atraer inversiones y dar nuevo
impulso a otros sectores tales como infraestructura, turismo, energías renovables o industrias
forestales. En este último caso, no sabemos si el proyecto de ley anunciado por el Presidente
Vizcarra comportará un necesario cambio de modelo, como piden Marc Durojeanni y otros
ecologistas. Pero sí sabemos que hay al menos 10 millones de hectáreas en la Amazonía
peruana, susceptibles de ser reforestados y explotados de modo sostenible, lo que tendría un
impacto planetario.
El problema no es única, ni principalmente, económico. Aparte de su potencial rentabilidad
monetaria, la Amazonía presta al planeta invalorables servicios ambientales, por lo que este
tema es de interés de todos los ciudadanos del mundo. En las líneas siguientes trataremos de
mostrar: a) por qué todos los ciudadanos del mundo deberían preocuparse por el futuro de la
Amazonía, y b) a qué tipo de inversionista debería apelar el Estado peruano (y los demás
amazónicos) para éste y otros sectores por desarrollar.
La Amazonía y el clima global
En su edición del 01 de agosto 2019, el semanario The Economist trata de modo central el
problema de la deforestación de la Amazonía. El bosque tropical que la recubre, equivalente al
40% de los bosques tropicales del mundo, es un elemento crítico en el sistema climático global,
tanto por el carbono que captura de la atmósfera, cuanto por la cantidad de agua que recicla.
Numerosos ríos que nacen en la vertiente oriental de los Andes confluyen hacia el océano
Atlántico, muchos de ellos generando el caudal que forma luego el poderoso río Amazonas. El
clima tropical de la región ecuatorial provoca la evaporación y las posteriores lluvias que suelen
caer en abundancia en esos bosques, lo que ha llevado a los científicos a acuñar el término de
“ríos aéreos”.
Pero la situación actual pone en grave peligro ese ecosistema. Por un lado, el calentamiento
global causa el derretimiento de los glaciares andinos, que durante millones de años han
alimentado ríos que corren en busca de los océanos Pacífico o Atlántico, según el lado de los
Andes en el que se encuentren. Esto provocará períodos de sequía cada vez más
pronunciados de ambos lados de la cordillera. Por otro lado, la deforestación del bosque
tropical significa que hay un menor número de plantas que retengan la humedad y eviten la
erosión de los suelos, lo que implica también menor cantidad de agua reciclada.
Aunque esos bosques también emiten CO2, el balance final, desde hace millones de años,
arroja un saldo favorable en oxígeno y agua. Sin embargo, The Economist cita la opinión de
algunos científicos que afirman que tal vez con un 3 a 8% de deforestación adicional, el
proceso hidrológico ancestral se revierta; menos vegetación significará menos reciclaje de
agua, y menos agua, a su vez, dará vida a cantidades menores de plantas, con lo cual la
Amazonía habrá entrado a un círculo vicioso de degradación y muerte. La menor vegetación
significa también menor captura de carbono de la atmósfera, lo que acelera el calentamiento
global, por lo que estos efectos pueden llegar mucho antes de lo previsto por estudios
anteriores. Si esta tesis científica es válida, estamos muy cerca, dice The Economist, del punto
en el cual el fiel de la balanza girará definitivamente hacia el lado que lleva a la desaparición
de la Amazonía.
El semanario inglés atribuye gran responsabilidad en todo esto a políticas del actual Gobierno
de Brasil -que defiende la deforestación en nombre de un supuesto desarrollo- y sugiere
medidas políticas, aplicadas tanto por la sociedad civil y el empresariado brasileño (incluyendo
a los productores de ganado y de soya) –que se verá perjudicado por la desaparición de la
Amazonía o por las sequías- como por instituciones internacionales, por ejemplo la UE en sus
acuerdos comerciales con el Mercosur.
Es verdad que Brasil, con un 67% del bosque amazónico, tiene un peso decisivo en el futuro de
la Amazonía, pero no se debería descuidar la importancia de los otros 8 países que forman
parte de esa cuenca hidrográfica. Perú es el segundo país en extensión de bosque amazónico,
con alrededor de 13%.
Actualmente el Perú también tiene un serio problema de deforestación, debido en parte a la
acción de la minería ilegal, la tala ilegal, o ambas. Aunque el Tratado de Libre Comercio con
Estados Unidos exige rigurosos controles en este tema, las autoridades peruanas hasta la
fecha no han podido controlar el problema. Sin embargo, el negocio de madera en bosques
manejados es bastante lucrativo por lo que, de darse un verdadero impulso a esa industria,
podría empezar a avizorarse una solución al problema medioambiental sin necesidad de
depender únicamente del control y la represión, lo que de todos modos hasta el momento ha
fracasado. El éxito que podrían tener las empresas madereras respetuosas de la ley podría
tener un significativo efecto demostración en otras empresas, del mismo país e incluso de otros
países. Unas cuantas success stories podrían desencadenar un círculo virtuoso de
reforestación – manejo sostenible – producción de maderas finas y derivados.
Desde el punto de vista político internacional, esta posición podría ser adoptada por la
Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA) que agrupa a todos los Estados
que conforman la región. Desde el punto de vista de cooperación y asistencia técnica, la
Organización Internacional de las Maderas Tropicales (OIMT) puede ayudar a identificar las
especies más rentables en cada sector. Esto es sumamente importante porque, siendo los
países amazónicos muy ricos en biodiversidad, hay un gran número de especies y sus
variedades que aún no han sido estudiadas, Probablemente por esa razón se ha abusado de la
explotación de un número reducido de especies, como la caoba y el cedro, pese a la inmensa
variedad de especies maderables que abundan en el bosque tropical. Estas dos organizaciones
ya tienen proyectos en materia de biodiversidad y manejo comunitario, pero hasta donde
sabemos no comportan, dentro de la Amazonía peruana, significativas inversiones privadas.
Inversionistas como activistas sociales y medioambientales
En cuanto al financiamiento, ya existen empresas trabajando en la zona o interesadas en
hacerlo; pero para salir del actual entrampamiento económico y social, haría falta una
verdadera revolución en la práctica de las políticas de desarrollo, y eso podría comenzar por un
shock de inversiones de alto impacto social y ecológico positivo. En el año 2007, el G-7 y otros
organismos acuñaron el término de Inversión con Impacto, y una serie de inversionistas y
administradores de fondos de inversión lo vienen poniendo en práctica, bajo la idea de que las
inversiones pueden ser perfectamente rentables y al mismo tiempo contribuir a alcanzar
impactos positivos en temas sociales o medioambientales.
La definición estricta de la Inversión con Impacto consiste en un modelo de negocios en que la
actividad central (el “core business”) produce por sí misma, además de una utilidad económica,
un impacto social o ambiental positivo. Los accionistas exigen de sus administradores que
rindan cuenta al mismo tiempo de la rentabilidad comercial y del impacto obtenido. En esto, la
Inversión con Impacto es radicalmente diferente de la Responsabilidad Social Corporativa o de
la Filantropía.
Bancos de inversión como la Union de Banques Suisses (UBS) o el Morgan Stanley,
corporaciones como la Fundación Rockefeller, ONG’s como Swisscontact, y muchas otras
instituciones, crearon órganos especializados en este tipo de inversión. Otros crearon
instrumentos financieros, tales como los bonos cotizados en Bolsa bajo las siglas ESG
(Environment, Social and Governance). El Report on US Sustainable, Responsible and Impact
Investing Trends 2018 afirma que los responsables de la gestión de alrededor de USD $12
millones de millones (trillions) de dólares aplican consideraciones de tipo ESG, un incremento
del 38% desde el 2016. Según ese informe, los fondos ESG centrados en el cambio climático
se duplicaron entre 2016 y 2018, ascendiendo ahora a USD$ 3 billones de dólares.
Utilizando un concepto restringido únicamente a las inversiones de impacto, menos genérico
que el de ESG, en abril del 2019, el Global Impact Investing Network (GIIN) publicó un informe
estimando que a esa fecha existían alrededor de $500 mil millones de dólares invertidos en el
sector de Inversión de Impacto en el mundo. Para estos inversionistas, el índice de impacto es
tan importante como el de rentabilidad. Pero para ellos, medir el impacto ambiental o social es
tal vez el aspecto más difícil. El Perú tiene un considerable expertise en medición de impacto,
lo que le da una ventaja sobre otros países y facilita su atractivo para este tipo de
inversionistas. Pero la búsqueda o construcción de estándares internacionales de medición de
impacto continúa.
El Financial Times del 31/07/2019 da cuenta de que las firmas europeas ABN Amro, BASF,
Akzo Nobel y Novartis han desarrollado sus propios sistemas de contabilidad incorporando
índices de impacto. Por su parte, Sir Ronald Cohen, fundador de Apax Partners, una de las
más grandes empresas europeas de capital de riesgo, se ha asociado con Harvard Business
School, McKinsey y un grupo de bancos de inversión para desarrollar lo que han denominado
“Impact Weighted Accounts Initiative” (que se podría traducir como “Iniciativa de Cuentas
Ponderadas por Impacto”). Por el momento consideran que este concepto estará en la
incubadora durante unos dos años, mientras reciben opiniones de otras 19 empresas
potencialmente interesadas ya identificadas, entre las cuales figuran Infosys, Puma, Levi
Strauss y Nestlé.
La misma nota del FT informa que Goldman Sachs acaba de crear el “Grupo de Finanzas
Sostenibles”. Esta unidad permite tener un solo interlocutor con los clientes que invierten en
Fondos de Inversión de Impacto, ESG, u otros que persiguen una buena causa, es decir
“activistas”. Según el responsable de esa unidad, lo interesante es que ésta no es una iniciativa
top down de la gerencia del banco, es decir, decidida e impuesta por la directiva del banco, sino
que responde a la demanda delos clientes. Digamos que es una revolución desde abajo hacia
arriba.
En conclusión, fondos de inversiones “activistas”, como les llama el Financial Times, son cada
vez más numerosos, y su liquidez no es escasa. Lo que falta es abogar por este modelo de
desarrollo y tender puentes entre una buena causa, urgentísima y vital para el planeta, como es
la de la reforestación o conservación de la Amazonía, y los inversionistas que puedan convertir
esa actividad en un negocio rentable. Esa línea de trabajo representa una gran oportunidad
para estrechar aun más la comunidad de valores e intereses que une a la UE con el Perú y
otros países amazónicos.
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Augusto Thornberry
Director de Estudios del Centro de Estudios, Formación e Información América Latina-Unión Europea
(CEFIAL-UE). Consultor en Cooperación Técnica Internacional, Relaciones Internacionales, Derecho
Internacional Público.

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