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INTEGRANTES:
- Mejía Medina, Ana Claudia
- Quispe Donayre, Fabian Adriel
- Delgado Calle, Andrea Alejandra
Ana (V y VIII):
Narrador (Ana)
Patronio (Andrea)
Zorra (Fabián)
Andrea (VI):
Patronio (Andrea)
Conde (Fabián)
Narrador (Ana)
Fabian (VII):
Conde (Fabián)
Patronio (Andrea)
Narrador (Ana)
Cuento V
El Conde Lucanor charlaba con Patronio, su consejero, contándole:
Conde: Un amigo mío empezó a alabarme, y en eso me propuso hacer un
negocio, el cuál acepto que se veía muy provechoso.
Y se puso a contar la propuesta. Patronio, dándose cuenta que lo trataban
de engañar, le dijo:
Patronio: Ese hombre lo que quiere hacer es engañarlo, y por eso le voy a
contar lo que suedió a un cuervo con una zorra.
El conde le preguntó lo ocurrido.
Patronio: Una vez un cuervo encontró un pedazo de queso, y subió a un
árbol para que nadie le interrumpiese. La zorra, viendo esto, pensó en la
forma de quitárselo, y le dijo:
Zorra: Cuervo, hace tiempo que he oído hablar sobre usted, sobre su
majestuosidad, y a pesar de haberlo buscado por mucho tiempo, nunca he
tenido la suerte de hacerlo. Ahora que le veo, sois muy superior a los
demás.
Patronio: Y de esa forma, empezó a alabarlo, diciéndole verdades a
medias con tal de engañarlo. Así, el cuervo cayó en la trampa, atraído por
los halagos, y cuando abrió la boca para cantar, se le cayó del pico el
queso, y la zorra se lo llevó.
Patronio: Y así usted, Conde Lucanor, debe estar prevenido para no caer
en trampas como esas.
El conde le agradeció mucho a su consejero e hizo así; además, como
creyó que era un buen cuento, lo mandó a poner en ese libro.
» Vos, señor conde, si queréis que lo que os dicen y lo que pensáis sean
realidad algún día, procurad siempre que se trate de cosas razonables y no
fantasías o imaginaciones dudosas y vanas. Y cuando quisiereis iniciar
algún negocio, no arriesguéis algo muy vuestro, cuya pérdida os pueda
ocasionar dolor, por conseguir un provecho basado tan sólo en la
imaginación.
En realidades ciertas os podéis confiar,
más de las fantasías os debéis alejar.
Cuento VIII
El conde Lucanor estaba hablando con su consejero:
Conde: Ahora estoy necesitado de dinero, aunque Dios me ha hecho
venturoso otras muchas veces. Creo que tendré que vender una de mis
tierras, aquella por la que más cariño siento, aunque me resultará muy
doloroso, o bien tendré que hacer otra cosa que me dolerá tanto como la
anterior. Tengo que hacerlo para salir del agobio y de la penuria en que
estoy, pues vienen a mí muchas gentes a pedirme un dinero que tantos
sacrificios me van a costar. Por el buen juicio que Dios ha puesto en vos,
os ruego que me digáis lo que debo hacer en este asunto.
A lo que Patronio respondió:
Patronio: Me parece que a usted le pasa lo mismo que le pasó a un
hombre que estaba muy enfermo.
Y el conde le pidió que le contara.
Patronio: Había un hombre que estaba muy enfermo, al cual dijeron los
médicos que no podría curarse si no le hacían una abertura en el costado
para sacarle el hígado y lavarlo con unas medicinas. Mientras lo estaban
operando, el cirujano tenía el hígado en las manos y, de pronto, un hombre
que estaba cerca comenzó a pedirle un trozo de aquel hígado para su gato.
Patronio: Por ello, si usted quiere perjudicarse para conseguir dinero, a
pesar de saber que después se lo dará a quien no lo necesita, haga lo que
usted dice; pero si no, siga mi consejo.
Por esto, el conde le agradeció a patronio por su consejo, y le fue bien.