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Jardín literario de 1º de ESO: el cuento de la lechera.

ACTIVIDAD: Lee la línea temporal de versiones del cuento de la lechera. Actualiza tú el


cuento de la lechera en el s. XXI; haz tu propia versión del cuento.

1. “El religioso que vertió la miel y la manteca sobre su cabeza”, en Calila e Dimna,
recopilado por Alfonso X el Sabio en el s. XIII, aunque se remonta al Pachatantra, en
sánscrito, s. VI a. C.

Dicen que hubo un religioso que cada día pedía limosna en la casa


de un mercader rico, recibiendo pan, miel y manteca, además de otras
viandas para comer. No dudaba en nutrirse a diario con  el pan y el resto
de manjares, guardando la miel y la manteca en una jarra, que colgaba a
la cabecera de su cama. Cuando la jarra se llenó, sabiendo que el precio
de la miel y la manteca había aumentado en el mercado local, comenzó a
reflexionar y hacer sus cálculos. «Venderé lo que está en esta jarra por
tantos maravedís, que podré comprarme 10 cabras, las cuales una vez
preñadas, parirán a los cinco meses».
Continuó haciendo cuentas con su creciente rebaño de cabras, y
estimó que en cinco años tendría al menos 400. Luego, se dijo, «las
venderé y compraré 100 vacas, además de semillas, que  con los
bueyes que tenga cultivaré en el campo».

Así conjeturó que en otros cinco años tendría tanta leche y


cereales, que podría adquirir una lujosa casa y muchos esclavos. Una vez
cumplido su sueño anterior se casaría con una mujer muy hermosa y de
alto linaje, con la que tendría un descendiente varón, al que educaría para
ser respetado y admirado por sabios y reyes.

Y si el hijo le saliera rebelde y maleducado, se dijo, «le castigaré


con la vara que llevo en la mano».

Y al decir esto y alzar la vara que sostenía con la mano, dio con
ella en la jarra que tenía en la cabecera de su cama, rompió dicho
recipiente, derramándose la miel y la manteca sobre su cabeza.

Moraleja: no quieras imaginar lo que no sabes si será.


2. Don Juan Manuel, El conde Lucanor, s. XIV.

Lo que sucedió a una mujer que se llamaba doña Truhana

Otra vez estaba hablando el Conde Lucanor con Patronio de esta manera:
-Patronio, un hombre me ha propuesto una cosa y también me ha dicho la forma de
conseguirla. Os aseguro que tiene tantas ventajas que, si con la ayuda de Dios pudiera
salir bien, me sería de gran utilidad y provecho, pues los beneficios se ligan unos con
otros, de tal forma que al final serán muy grandes.
Y entonces le contó a Patronio cuanto él sabía. Al oírlo Patronio, contestó al conde:
-Señor Conde Lucanor, siempre oí decir que el prudente se atiene a las realidades y
desdeña las fantasías, pues muchas veces a quienes viven de ellas les suele ocurrir lo
que a doña Truhana.
El conde le preguntó lo que le había pasado a esta.
-Señor conde -dijo Patronio-, había una mujer que se llamaba doña Truhana, que
era más pobre que rica, la cual, yendo un día al mercado, llevaba una olla de miel en la
cabeza. Mientras iba por el camino, empezó a pensar que vendería la miel y que, con lo
que le diesen, compraría una partida de huevos, de los cuales nacerían gallinas, y que
luego, con el dinero que le diesen por las gallinas, compraría ovejas, y así fue
comprando y vendiendo, siempre con ganancias, hasta que se vio más rica que ninguna
de sus vecinas.
»Luego pensó que, siendo tan rica, podría casar bien a sus hijos e hijas, y que iría
acompañada por la calle de yernos y nueras y, pensó también que todos comentarían su
buena suerte pues había llegado a tener tantos bienes aunque había nacido muy pobre.
»Así, pensando en esto, comenzó a reír con mucha alegría por su buena suerte y,
riendo, riendo, se dio una palmada en la frente, la olla cayó al suelo y se rompió en mil
pedazos. Doña Truhana, cuando vio la olla rota y la miel esparcida por el suelo, empezó
a llorar y a lamentarse muy amargamente porque había perdido todas las riquezas que
esperaba obtener de la olla si no se hubiera roto. Así, porque puso toda su confianza en
fantasías, no pudo hacer nada de lo que esperaba y deseaba tanto.
»Vos, señor conde, si queréis que lo que os dicen y lo que pensáis sean realidad
algún día, procurad siempre que se trate de cosas razonables y no fantasías o
imaginaciones dudosas y vanas. Y cuando quisiereis iniciar algún negocio, no
arriesguéis algo muy vuestro, cuya pérdida os pueda ocasionar dolor, por conseguir un
provecho basado tan sólo en la imaginación.
Al conde le agradó mucho esto que le contó Patronio, actuó de acuerdo con la
historia y, así, le fue muy bien.
Y como a don Juan le gustó este cuento, lo hizo escribir en este libro y compuso
estos versos:

En realidades ciertas os podéis confiar,


mas de las fantasías os debéis alejar.
4. La Fontaine, Fábula de Perrette y el cántaro de leche, 1678.

Había una vez una muchacha, cuyo padre era lechero, con un cántaro de leche en
la cabeza.
Caminaba ligera y dando grandes zancadas para llegar lo antes posible a la
ciudad, a donde iba para vender la leche que llevaba.
Por el camino empezó a pensar lo que haría con el dinero que le darían a cambio
de la leche.
-Compraré un centenar de huevos. O no, mejor tres pollos. ¡Sí, compraré tres pollos!
La muchacha seguía adelante poniendo cuidado de no tropezar mientras su
imaginación iba cada vez más y más lejos.
-Criaré los pollos y tendré cada vez más, y aunque aparezca por ahí el zorro y mate
algunos, seguro que tengo suficientes para poder comprar un cerdo. Cebaré al cerdo y
cuando esté hermoso lo revenderé a buen precio. Entonces compraré una vaca, y a su
ternero también….
Pero de repente, la muchacha tropezó, el cántaro se rompió y con él se fueron la
ternera, la vaca, el cerdo y los pollos.
5. Samaniego, Fábulas en verso castellano, s. XVIII, “Cuento de la lechera”.
Llevaba en la cabeza
una lechera el cántaro al mercado
con aquella presteza,
aquel aire sencillo, aquel agrado,
que va diciendo a todo el que lo advierte, 5
¡yo sí que estoy contenta con mi suerte!
—45→
Porque no apetecía
más compañía que su pensamiento,
que alegre la ofrecía
inocentes ideas de contento, 10
marchaba sola la feliz lechera,
y decía entre sí de esta manera:
«Esta leche vendida,
en limpio me dará tanto dinero,
y con esta partida 15
un canasto de huevos comprar quiero,
para sacar cien pollos, que al estío
me rodeen cantando el pío, pío.
»Del importe logrado
de tanto pollo, mercaré un cochino; 20
con bellota, salvado,
berza, castaña engordará sin tino;
tanto que puede ser que yo consiga
ver como se le arrastra la barriga.
—46→
»Llevarelo al mercado; 25
sacaré de él sin duda buen dinero:
Compraré de contado
una robusta vaca y un ternero,
que salte y corra toda la campaña,
hasta el monte cercano a la cabaña.» 30
Con este pensamiento
enajenada, brinca de manera,
que a su salto violento
el cántaro cayó. ¡Pobre lechera!
¡Qué compasión! Adiós leche, dinero, 35
huevos, pollos, lechón, vaca y ternero.
¡Oh, loca fantasía!
¡Qué palacios fabricas en el viento!
Modera tu alegría;
no sea que saltando de contento, 40
al contemplar dichosa tu mudanza,
quiebre su cantarillo la esperanza.
—47→
No seas ambiciosa
de mejor, o más próspera fortuna,
que vivirás ansiosa 45
sin que pueda saciarte cosa alguna.
No anheles impaciente el bien futuro,
mira que ni el presente está seguro.

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