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Su origen se remonta a los primeros esclavos africanos a las plantaciones de caña de azucar de la isla de
trinidad. Constituyo de modo de expresión de hombres y mujeres que se hallaban lejos de sus seres
queridos y, de su tierra además de servir para unirlos y permitirles desahogar sus penas burlandose de
sus amos.
Los esclavos africanos fueron llevados a las antillas para trabajar, siendo arrancados de sus familiares y
raíces culturales. Les estaba prohibido hablar entre ellos durante las horas de trabajo, por lo que
comenzaron a crear canciones como modo de comunicarse y entretenerse.
Poco a poco, el canto se tornó parte fundamental de sus vidas y lo emplearon para expresar
absolutamente todo lo que les ocurría, incluyendo su relación con sus dueños. Hoy en día, consiste en
una especie de conciencia que denuncia e informa con humor y sátira los problemas políticos,
económicos y sociales.
Al son de cuatros, maracas, rayos, campanas y tambores de madera se disfruta del calipso en El Callao,
al sur del estado Bolívar. Este ritmo llegó a Venezuela a mediados del siglo XIX gracias a la inmigración
de hombres y mujeres provenientes de las antillas británicas y francesas, quienes se trasladaron al país
para trabajar en las minas del lugar luego de que se les dieran a los ingleses y galos la concesión de la
explotación del oro.
El calipso no fue sólo transplantado a la cultura guayanesa, sino que fue transformado, tomando
características propias como sus fuertes letras, el tono picaresco con que narra sucesos locales y la
utilización de ciertos instrumentos musicales venezolanos.
La Jota Margariteña :