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Introducción
Este periodo de vida, en el aspecto cognoscitivo, implica tres momentos que van
desde la adquisición de información y habilidades, es decir, lo que se necesita
saber, ya sea mediante la educación formal o informal, para pasar, posteriormente,
a la integración práctica de los conocimientos y habilidades, lo que equivale hoy en
día a las competencias; para que, finalmente, en este proceso se encuentre un
significado y propósito del actuar, de las decisiones y de los propósitos.
Las diferencias en los cambios indican que el desarrollo adulto puede manifestarse
multidireccionalmente, es decir, en algunas competencias de manera estable y en
otras aumentando o disminuyendo.
Las preguntas clave de una psicología del desarrollo de la edad adulta serían, si se
dan verdaderos cambios con el aumento de edad, qué magnitud encierran estos,
en qué ámbitos pueden observarse y si se manifiestan relacionados entre sí.
Además, habría que investigar cómo se producen.
Dado que los cambios suceden de manera distinta en las diversas competencias,
conviene hablar de una multidimensionalidad y una multidireccionalidad. También
es necesario describir los cambios, según las características de cada persona o
cada grupo. El influjo de la experiencia y del propio historial, el prolongado hábito
en criterios cognitivos y conductuales o el efecto de diversos contextos educativos,
sociales, etc. componen una serie de variables decisivas.
Son todavía escasas las teorías nacidas en el contexto de una psicología del
desarrollo de la edad adulta. Hablaremos, por ello, de aquellas teorías que
explícitamente se fijan en el desarrollo de la edad adulta.
En la psicología del desarrollo de la edad adulta son frecuentes, como se ve, las
teorías caracterizadas por las etapas vitales. Algunos autores las describen como
transiciones. Gould (1972, 1978), por ejemplo, habla de siete transiciones, desde
los 16-18 años, hasta los 50-60 años.
Vaillant (1977) habla de tareas fundamentales para una buena adaptación, divididas
según las edades de “establecimiento”, “consolidación” y “transición”.
Keagan (1982) elabora varias teorías evolutivas y propone seis fases de desarrollo
(incorporativa, impulsiva, imperial, interpersonal, institucional e interindividual) que
avanzan no tanto en función de la edad cronológica, cuanto en función del
significado que se concede al entorno. Curiosamente distingue entre
planteamientos masculinos y femeninos, para enfrentar las distintas fases.
Muchas de estas teorías de crisis normativa se basan en las ocho famosas etapas
de Erikson (1950, 1968) que él llamaba las “ocho edades del hombre”. La literatura
moderna sobre la psicología del desarrollo de la edad adulta parece querer ir
olvidando al varias veces mencionado Erikson, pero creemos que siempre habrá
que tenerlo presente. No en vano, el fue quien amplió las etapas de Freud hasta
ocho, cambiando su modelo psicosexual por otro psicosocial y abriendo el camino
para el estudio del ciclo vital que tanto juego ha dado desde entonces.
Erikson (1950, 1968, 1985) explica el desarrollo humano, desde la infancia a la
senectud, como una búsqueda de la identidad personal, a través de ocho etapas.
La resolución positiva de cada etapa es de capital importancia para poder acceder
a las etapas siguientes. El conflicto propicia el paso de una etapa a otra superior. Si
esa “crisis” no se resuelve de forma satisfactoria, continúa demandando energía y
causando dificultades. Por tanto, toda personalidad sana debe resolver la crisis de
forma adecuada. La naturaleza de cada crisis es diferente y se caracteriza por una
bipolarización (positiva-negativa).
Jean Piaget
Al trascender el mundo de lo concreto, el adulto joven se orienta cada vez más hacia
el mundo de las ideas, los valores y la creación, lo cual posibilita una actitud más
realista y amplia del mundo, abarcando no sólo lo externo y concreto, sino también
la realidad psíquica interna.
Jean Piaget considera que arribar a la edad adulta significa pasar a de un estado
de equilibrio menor a un estado de equilibrio superior, y que esa equilibración se
modifica continuamente debido a las actividades que realiza el sujeto, así como a
los años.
En la autonomía se sigue una regla, un principio, o ley, elementos que son internos
a la propia conciencia de la persona, resultado de una decisión libre; esto significa
tener la capacidad de analizar, razonar, aceptar y reconocer los beneficios tanto
personales como sociales de acatar tales ordenamientos.
Kohlberg afirma que una persona autónoma se caracteriza por la capacidad para
realizar juicios morales y para formular sus propios principios morales, más que
conformarse con los juicios morales de los adultos que están a sus alrededor. Se
considera que las reglas, principios y valores son autónomos, cuando una persona
los internaliza, es decir, ha hecho suyos los contenidos originalmente impuestos por
mediadores sociales, como los padres, las autoridades o los agentes significativos,
otorgándoles un sentido y significado propio.
De los tres niveles de desarrollo moral, es decir, nivel preconvencional,
convencional y posconvencional, para la etapa adulta temprana, corresponde en
parte el tercer nivel (con sus dos etapas). Se llega a la verdadera moralidad, se
presenta un conflicto entre dos patrones, creencias o valores aceptados
socialmente y tratar de decidir entre ellos. El control de la conducta es interno, los
juicios se basan en lo abstracto y en principios personales.
Existe una conciencia del relativismo de los valores y opiniones personales, que
progresivamente llevará a lo que es constitucional y democráticamente acordado,
lo correcto es un asunto de “valores” y “opiniones” personales. El respeto a la ley es
acordado libremente, pero cumplido como obligatorio.
Tipos de pensamiento
Piaget creía que el pináculo del logro cognoscitivo era el pensamiento de las ideas
formales. En esta etapa, se suponía que los adultos podían desarrollar un
pensamiento completamente abstracto y probar las hipótesis formales. Sin
embargo, algunos científicos del desarrollo sostienen que los cambios en la
cognición se extienden más allá de esta etapa. Una línea de teoría e investigación
neopiagetana se concentra en los niveles superiores de pensamiento reflexivo o
razonamiento abstracto. Otra se relaciona con el pensamiento posformal que
combina la lógica con la emoción y la experiencia práctica en la solución de
problemas ambiguos.
K Warner Schaie
El modelo del ciclo vital del desarrollo cognoscitivo propuesto por K Warner Schaie,
examina el desarrollo de los usos del intelecto dentro de un contexto social. Sus
siete etapas giran en torno a metas motivacionales que aparecen en varias fases
de la vida. Esas metas pasan de la adquisición de información y habilidades (¿Qué
necesito saber?) a la integración práctica de conocimientos y habilidades (¿Cómo
debo usar mis conocimientos?) para una búsqueda de significado y propósito (¿Por
qué debería saber?) las siete etapas son las siguientes:
3.- Etapa de responsabilidad (de los 39 a los 61). La gente de edad media usa la
mente para resolver problemas prácticos asociados con su responsabilidad con
otros, como los miembros de la familia o los empleados. Por ejemplo, un adulto
encuentra una forma más eficaz de hacer una tarea en el trabajo.
4.- Etapa ejecutiva (de los treinta o cuarenta a la edad media). Las personas que
transitan por esta etapa, que puede superponerse con las etapas de logro y
responsabilidad, se responsabilizan de los sistemas sociales (como las
organizaciones gubernamentales o de negocios) o los movimientos sociales. Se
ocupan de relaciones complejas en niveles múltiples. Por ejemplo, un adulto puede
actuar como mediador en un desacuerdo entre dos compañeros de trabajo, de modo
que no haya inconveniente en la oficina.
6.- Etapa reintegrativa (adultez tardía). Los adultos mayores suelen experimentar
cambios biológicos y cognoscitivos, y tienden a ser más selectivos acerca de las
tareas a las que dedican sus esfuerzos. Se enfocan en el propósito de lo que hacen
y se concentran en tareas que tienen más significado para ellos. Por ejemplo, una
persona que siente el efecto de la vejez en sus articulaciones decide caminar, en
vez de correr, como parte de su rutina.
7. Etapa de creación del legado (vejez avanzada). Casi al final de la vida, una vez
que ha concluido la reintegración (o junto con ella), es posible que las personas
mayores dejen instrucciones para la disposición de sus posesiones preciadas,
hagan arreglos funerarios, proporcionen historias orales o escriban la historia de su
vida como un legado para sus seres queridos. Por ejemplo, un hombre mayor
completa una directiva avanzada y la distribuye a sus nietos.
A diferencia de los jóvenes de las generaciones pasadas, que, por lo regular, podían
pasar directamente de la escuela al trabajo y a la independencia financiera, muchos
adultos jóvenes no tienen una trayectoria profesional clara. Algunos alternan entre
educación y trabajo; otros persiguen ambos objetivos al mismo tiempo. La mayoría
de los que no se inscriben y no terminan la educación posterior a la secundaria,
ingresan al mercado laboral, pero muchos regresan después para recibir más
formación. Algunos combinan la universidad con el matrimonio y la crianza de los
hijos (Fitzpatrick y Turner, 2007). Muchos de ellos que estudian o viven con sus
padres son financieramente dependientes. (Schoeni y Ross, 2005).
Las elecciones formativas y vocacionales después de la preparatoria pueden
presentar oportunidades de crecimiento cognoscitivo. La exposición a un nuevo
ambiente educativo o de trabajo ofrece la oportunidad de afinar habilidades,
cuestionar supuestos sostenidos durante mucho tiempo y probar nuevas formas de
mirar el mundo. Para un número cada vez mayor de estudiantes de edad no
tradicional (mayores de 25 años y más), la universidad o la formación en el trabajo
reviven la curiosidad intelectual, mejoran las oportunidades de empleo y
perfeccionan las habilidades laborales. (Papalia, 2017)
Otro campo bastante estudiado es el del aprendizaje. Las personas mayores pue-
den aprender con éxito diversas habilidades, pero deben dedicar a ello más tiempo,
quizá por una escasa formación anterior.
No existen, por tanto, fronteras para el aprendizaje, si bien cambian con la edad las
condiciones de un aprendizaje efectivo. Al mismo tiempo, conviene tener en cuenta
las posibilidades de los potenciales insuficientemente desarrollados.
El seguimiento, siete años más tarde, demostró la superioridad del grupo entrenado
y la repetición del entrenamiento mejoró todavía más su ventaja. Como se ve, un
entrenamiento adecuado puede recuperar buena parte de las pérdidas.
Pero siguiendo con esta cuestión, cabe preguntarse: ¿puede aumentar todavía el
rendimiento en las personas que han alcanzado ya un nivel relativamente alto? El
Programa “Autonomía en la edad adulta” (SIMA; Oswald, Hagen, Rupprecht y
Gunzelmann, 2003) intentó dar una respuesta.
Con una muestra inicial de 375 sujetos entre 77 y 93 años, sin daños cognitivos, y
su correspondiente grupo de control se estudió el efecto de un entrenamiento de
memoria (20 sesiones) en combinación con otro grupo experimental (22 sesiones).
Los participantes mejoraron en varios ámbitos entrenados, por ejemplo, en la
atención y en el tiempo para la elaboración de la información. Sin embargo, no se
observó ninguna transferencia en los campos no entrenados.
Referencias bibliográficas