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Melissa Correa Giraldo

2016

RELACIÓN DESASTRE – DESARROLLO

En la historia de la humanidad se han suscitado un sin número de desastres


desde el surgimiento del ser humano en la tierra, “los desastre u ocasiones de
crisis asociadas con pérdidas y daños humanos y materiales socialmente
significativos” (CEPREDENAC; PNUD, 2003) exponen la susceptibilidad de los
humanos frente a las diferentes manifestaciones de la naturaleza, en este punto
cabe aclarar, que los fenómenos naturales no son los responsables de los
desastres si no la exposición de las personas y sus formas de vida a los mismos,
los cuales configuran escenarios de riesgo, en donde el riesgo es el resultado de
la confluencia de la vulnerabilidad y la amenaza, ambas son dependientes la una
de la otra, es decir, sin uno de estos dos factores el riesgo es inexistente.

La construcción del riesgo de desastres se da a partir de diversas manifestaciones


sociales, culturales, políticas y económicas en un determinado territorio, en donde
la futilidad sobre sus características biofísicas, la planificación inadecuada, la
inequitativa distribución de los recursos, los intereses particulares sobre los
colectivos, entre otras variables; motiva y dinamiza las distintas formas de
ocupación del territorio en zonas no aptas para ciertos usos. Dichas variables
pueden no ser identificadas a simple vista, y sin embargo, el trasfondo de los
riesgos y/o desastres radica en ellas.

En épocas pasadas, muchos de los desastres ocurridos, fueron producto del


desconocimiento sobre los factores de amenaza y vulnerabilidad, debido a que
poco se conocía sobre las dinámicas de la tierra. Al paso de los años dichos
factores empezaron a ser identificados, conocidos, estudiados e indagados con el
fin de entender los procesos antes, durante y después de la ocurrencia de un
desastre en pro de la disminución de dichas “eventualidades”.

Empero, a pesar de los conocimientos adquiridos sobre el riesgo de desastres, el


panorama no ha cambiado, y por el contrario, los desastres van en aumento, no
por incremento en la cantidad o magnitud de fenómenos naturales (aunque de
cierta manera tienen incidencia), sino por el crecimiento de la exposición de los
humanos frente a dichos fenómenos naturales; aquella exposición se debe a la
conformación de grupos sociales en zonas de alto riesgo como: zonas de
inundación, laderas de alta pendiente susceptibles a fenómenos de remoción en
masa, zonas aledañas a la influencia de actividad volcánica, zonas altamente
sísmicas; por nombrar algunos ejemplos.
Los asentamientos en esas zonas obedecen a diversos factores, principalmente
sociales, políticos y económicos englobados en lo que tradicional y comúnmente
se denomina desarrollo; “Hoy en día existe un amplio reconocimiento de que los
desastres se relacionan de una u otra forma con una suma de prácticas humanas
inadecuadas” (CEPREDENAC; PNUD, 2003), las diversas formas y concepciones
de desarrollo tienen una estrecha relación con los desastres, en la medida en que
un desastre impacta fuertemente dichas formas de desarrollo pero también
aquellas formas influyen en la configuración de los riesgos y finalmente en la
materialización de un desastre.

La degradación ambiental y la presión ejercida sobre los recursos naturales


representan, entre otros, algunos de los factores resultantes del “desarrollo” más
influyentes en la construcción de escenarios de riesgo, a razón de que estos
aceleran algunos procesos naturales y dan origen a otros convirtiéndose en
amenazas aún mayores, debido a la disminución de la resiliencia de ecosistemas
y por ende a la función de regulación de los mismos. Los diferentes modelos
desarrollistas implantados en los distintos países, estimulan, incentivan y
promueven prácticas inadecuadas sustentadas en retóricos argumentos que sólo
sirven para desviar la atención, esfuerzos y recursos a lo verdaderamente
importante y que además dilatan la brecha social entre ricos y pobres, siendo
estos últimos los más afectados por los desastres.

Es importante reconocer que los desastre no son impredecibles, inmanejables,


inevitables ni naturales, se requiere dar un viraje a la concepción existente y
generalizada sobre el desarrollo y la relación con los desastres, centrando la
atención en la manera de cómo estamos ocupando el territorio, las formas de
organización, la estrategias de desarrollo, la relación de la sociedad con su
entorno y el perentorio papel del gobierno en la toma de decisiones.

Bibliografía
CEPREDENAC; PNUD. (2003). La Gestión Local Del Riesgo: Nociones Y
Precisiones En Torno Al Concepto Y La Práctica. Guatemala:
CEPREDENAC; PNUD.

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