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Por
Disnory Murcia Otavo
Desde que estaba en primaria se me enseño que era una niña y que ser como tal una niña
tenía un aparato reproductor distinto al de los niños, que el mío recibía el nombre de vagina
y vulva y que los hombres tenían pene y testículos, que las niñas utilizábamos faldas y
vestidos y los niños pantalones y bermudas. Cuando estaba en secundaria nos enseñaron
sobre el funcionamiento más detallado de nuestro sistema reproductor, tanto el de los
hombres como el de nosotras las mujeres, al principio nos daba pena, ya en grados más
superiores estábamos más maduros y tomábamos el tema con más seriedad. Esos temas se
tocaron más en el ámbito académico, con mi familia poco hablaba sobre temas de
sexualidad. Considero que tal vez debí recibir un poco más de información pero siento que
tuve las bases suficientes para saber qué era lo bueno y lo malo.
A la edad de los 17 años conocí al que en ese entonces creí ser el amor de mi vida, con él
experimenté lo que se sentía estar por primera vez en cuerpo y alma con un hombre,
realmente no me acuerdo muy bien como fue, pero si me cuerdo que tenía mucho miedo
porque en ese entonces hablaba con amigas que ya habían experimentado y decían que era
espantoso pero al mismo tiempo algo muy lindo creía que iba a durar mucho tiempo con él,
quizás toda una vida, pero no fue así, tan solo fue un amor de adolescencia.
Después de haber experimentado, aun siendo muy joven decidí conformar un hogar con el
que creía que sí era de verdad el amor de mi vida, el papá de mi hijo, me casé y tuvimos un
hijo, llamado Daniel, él es la luz de mis ojos, en ese entonces ya no vivía con mis abuelos,
tampoco con mi mamá, llevaba una vida de casada y vivía lejos de Florencia y de
Montañita. Me fui a vivir a Armenia, allá nació mi hijo, al poco tiempo de haber nacido nos
devolvimos para mi tierra natal, las situación con el papá de mi hijo no estaba bien,
decidimos en un mutuo acuerdo dar por terminada nuestra matrimonio y nos separamos, al
poco tiempo de haberme separado conocí a un hombre, me lleva varios años, pero eso no
fue impedimento para que ambos nos enamoráramos. En toda mi vida solo he estado con
tres hombres distintos.
Después de convivir por más de cinco años decidimos casarnos por la iglesia, una boda
donde asistieron nuestros amigos y familiares más íntimos, decidimos no tener hijos, mi
esposo tiene una hija y yo tengo a mi hijo Daniel, llevo una vida sexual placentera pero sin
ánimos de sacarle provecho. Los valores que priman en la vivencia de mi sexualidad es el
respeto y la confianza, por eso es que no se me han violentado mis derechos sexuales, ya
que siempre han sido por mi consentimiento. Tengo la libertad de elegir cuando y como
gozar de mi sexualidad y con quien, pues con las parejas que he tenido he gozado de mi
libertad en la elección de si quiero o no tener relaciones.