Está en la página 1de 9

DISCAPACIDAD Y SEXUALIDAD

Fase 2 – Elaboración de la historia de mi sexualidad

Presentado por: Johanna Henao Parada

Código: 37.550.318

Tutora: Karol Julieta Osorio Claros

Grupo: 80011_55

Universidad Nacional Abierta y a Distancia – UNAD

Licenciatura en Pedagogía Infantil – LIPI

Escuela de Educación – ECEDU

CEAD: Bucaramanga

2023
La historia de mi sexualidad

Al recordar cada momento vivido durante las etapas de mi vida, llegan a mí memorias
agradables y otras no tanto. Recuerdo instantes en los que observaba a mi madre reconociendo en
ella partes de mi cuerpo. Creo que supe que era una niña porque mi madre tenía un cabello largo
igual que el mío, me vestía como ella se vestía y ella y procuraba comprarme muñecas para que
al jugar lo hiciera con las otras niñas. Siendo muy pequeña mi madre solía bañarme en privado,
siempre diciéndome que las niñas no debían mostrar su cuerpo a los hombres y que me cuidara
de no dejarme tocar de nadie. Para esa edad, no sabía a qué se refería mi mamá con “no dejarme
tocar”, creía que no debía permitir que alguno de los otros niños me tomara una mano o que
simplemente hiciera un contacto físico conmigo.

En mi casa todo transcurría felizmente, vivía con mi mamá, mi padre y mis dos hermanos
hombres menores. Pero, se llegó el día en que comprendí a que se referían las palabras de mi
madre. Mi padre acostumbraba a llevarme a sus jornadas laborales en los cultivos de su finca, un
día de repente a mis seis años, cortó unas hojas de plátano las acomodó en el suelo y me dijo
acuéstate, en ese instante no sabía nada de lo que mi padre pretendía hacer, yo obedecí, él se
sentó también y empezó a quitar mi pantalón, le pregunté por qué me quitaba la ropa y solo dijo
“espera, ya te explico, todos los papas hacen esto con sus hijas”, luego retiro mi panti y llevo sus
manos a mi vagina. En ese instante me acordé de mi mamá, de su advertencia, no sé cómo
reaccione, pero sentí que mis ojos se abrían, que había despertado de un sueño, di un salto y me
puse en pie, le dije que le contaría a mi mamá lo que él me estaba haciendo, que él era hombre y
no me debía mirar ni tocar desnuda, entonces me contestó: - tu mamá no te va a creer, no le digas
nada y no lo vuelvo a hacer, si le cuentas algo te pego, me voy y los dejo solos y nunca más me
vuelven a ver. Me acuerdo que me vestí rápido y corrí hasta la casa lo más rápido que pude,
busqué a mi mamá y me escondí debajo de su larga falda, cerré mis ojos y temblé de miedo.
Mamá se preocupó, pero antes de que yo le dijera algo, mi padre apareció en la cocina,
diciéndole que algo me había asustado en el cultivo. Solo me quedé muda, no fui capaz de
contarle a mi mamá, pero a partir de ese día empecé a tenerle miedo a todos los hombres que
llegaban a mi casa, no me le despegaba a mi mamá nunca, jamás acompañé a mi papá a ninguna
parte, cuando mamá necesitaba ausentarse lloraba tanto para que no me dejara en casa, empecé a
ver a mi padre en todas mis pesadillas, pero, para esa edad no entendía aún por qué le tenía tanto
miedo y por qué no debía dejarme tocar, ni dejarme ver desnuda. Solo sabía que eso era algo
muy malo, nadie me lo había dicho, pero el miedo que le tomé a mi padre me decía que algo
estaba mal.

Desde ese día empecé a desarrollar un sentido de protección hacia mis hermanos, creía
que mi padre iba a hacer lo mismo con ellos y una de las formas en que los protegía era haciendo
que se pusieran mucha ropa, yo también me vestía así, y les decía que no fueran a dejar que papá
les quitara la ropa ni que los viera desnudos.

A los pocos días mis padres se separaron, y a mí dejaron al cuidado de otra familia que
vivía en el pueblo, la cual me adoptó hasta mis trece años. Durante este tiempo y a medida que
crecía empecé a comprender lo que había sucedido, ya en el colegio, nos explicaban como los
seres humanos se reproducían y en un video educativo que solían proyectar en la escuela,
descubrí lo que mi padre pretendía hacerme. Fue como si a medida que crecía conocía más lo
aberrante que era mi padre. Mi timidez y desconfianza hacia las personas crecía cada vez más,
los temas sobre pensamientos eróticos, fantasías, deseos, relaciones sexuales, etc., no estaban
dentro de mis conversaciones, ni mucho menos permitir que un niño pretendiera tomarme de la
mano o abrazarme.

La familia con la que crecí no fue la más afectuosa o cariñosa conmigo, creo que la falta
de afecto y soledad me hacían que cada vez me aislara más, a esa edad la imagen que tenía de
mis padres era la peor, uno quiso dañarme y el otro me abandonó dejándome vulnerable ante
cualquier otro que quisiera hacerme daño.

Pero la pesadilla no terminaba ahí, a mis trece años mi padre apareció un día, empacaron
mi maleta y me dijeron “tienes que irte con tu papá, aquí no te queremos, no eres nuestra hija”.

Cuando me llevaron a la casa de mi padre, sentía que todo me daba vueltas, mi cuerpo
temblaba y duré varios días con fiebre, vómitos y pesadillas, pienso hoy, que era un ataque de
pánico, pero no tenía esa vez a quien contarle, mi miedo era extremo. En esa casa vivía más
familia, mi abuela, un tío, cuatro primos y mis dos hermanos. Cuando mi padre bebía solía
embriagarse y me acuerdo que la primera noche de mi llegada llegó a la cama donde yo dormía
con mis dos hermanos a llamarme para que fuera a dormir con él. Obviamente, mis gritos eran de
pánico, todos se despertaron, hice escándalo, les conté lo que él había hecho cuando era más
pequeña y lo que pretendía seguir haciendo, pero, nadie me creyó, dijeron que papá estaba
borracho y se había confundido. Desde ese día comprendí que estaba más sola que nunca y que
debí irme de ese lugar, pero mientras tanto debía cuidarme de él y todos los demás.

Una mañana apareció una amiga de mi abuela que llegaba de la ciudad y contó que estaba
sola y que necesitaba quien la acompañara, de inmediato me ofrecí y convencí a mi abuela para
que me dejaran ir, además iba a seguir estudiando. Con peleas y regaños de mi abuela convenció
a mi padre para que me dejara ir, puedo decir, que el odio que le tenía a mi padre había crecido
mucho más y al mismo tiempo crecía el odio hacía mi mamá.

En ese nuevo hogar me sentía tranquila, la soledad y la anciana eran mi mejor compañía,
me enseñó a orar, a creer en Dios, me hablaba del perdón y la honra hacía mis padres. Quizás esa
paz y el tiempo ayudo a olvidar un poco.

Recuerdo que esa anciana fue quien me enseñó a utilizar las toallas higiénicas, pues
estando allí, llegó por primera vez mi periodo menstrual, ella cocía y me hacía mis bragas. Yo
era tan tímida que me avergonzaba vestirme con faldas cortas o short.

Me acuerdo que en ese tiempo empecé a relacionarme con jóvenes de mi sexo opuesto,
pero, al iniciar un acercamiento con algún joven que pretendía ser cariñoso, abrazarme o darme
un beso, era muy incómodo y si de pronto me quedaba a solas con él y pretendía tocarme o
acariciarme, no sé qué pasaba en mí, que hacía que me alejara totalmente de esa persona. Me
acuerdo que los chicos me llamaban la atención, quizás empezaba el cruce de miradas, el
coqueteo con ellos, pero a la hora de dar un paso más no era capaz, de inmediato la imagen de la
cara de mi padre aparecía acabando todo. Puedo decir que mis novios fueron muchos y todos los
noviazgos terminaban en lo mismo.

Cuando cumplí veinticuatro años, conocí a alguien muy especial, al que con el paso de
los días le tomé mucha confianza, me pidió matrimonio, yo estaba feliz, pero antes de dar el sí
decidí contarle todo, para que estuviera dispuesto a tenerme paciencia y ayudarme a superar ese
trauma que me había acompañado tanto tiempo, solo le pedí que por ningún motivo le contara a
otra persona lo que me sucedió. Después de casarnos y tras iniciar poco a poco el acercamiento
físico, el compartir la misma cama, su afecto, abrazos caricias, poco a poco se llegó el momento
y después de tres meses de casados pude experimentar por primera vez el placer de nuestra
sexualidad e intimidad.

Después de un año, quedé en embarazo, creo que no hay amor más grande que pueda
ayudar a superar cualquier dolor que la experiencia de ser madre, el sentir los síntomas de las
primeras semanas y observar cómo cada día crece tu hijo dentro de ti, es lo más hermoso que
como mujeres podemos experimentar, la sexualidad de la mujer es tan perfecta, el tener que
pasar por cambios hormonales, aumento de peso, citas al ginecólogo, dolores de parto, etc., sólo
la mujeres podemos vivirlo. Tener a mi hijo en los brazos y amamantarlo fue tan extraño y único,
que se convirtió en mi mejor momento, el cual, supero todos los demás. Tres años después llegó
mi hija, ella iluminó todo a mi alrededor, ese día juré protegerla con mi vida si fuere posible, ella
no viviría lo mismo que yo jamás.

Tras de ocho años de casados y con dos hijos, mi esposo decidió irse de la casa a vivir
con su amante, no sin antes contarle a toda su familia y a la mía lo que mi padre pretendía
hacerme cuando niña, les dijo a todos que mi padre me había violado y que por eso me dejaba,
que yo era muy morronga para el sexo y que el necesitaba quien lo satisficiera realmente.

Hoy día sigo convencida que quizás no debí confiar en él para contarle mi secreto, a pesar
de que he ido a consultas con psicólogos, creo que la sexualidad nos corresponde solo a nosotros
y que el proceso para superar este tipo de heridas debe hacerse con decisión y voluntad para
poderlas superar. Mi verdad la he ido superando poco a poco, el hecho de ser madre me fortalece
y motiva a hablarle a mis hijos sin tapujos, todos los días les hablo de los peligros a los que están
expuestos y lo alertas que deben estar ante las señales de abuso.

Vivo sola con mis dos hijos hace cinco años, trato de ser feliz con lo que hago. Mi madre
se acercó hace tres años, me pidió perdón, mi padre baja su mirada cuando me ve, su orgullo es
tan grande que no le permite disculparse. Mis hermanos procuran protegerme y estar pendientes
de mí y mis hijos, lloraron al conocer la verdad, creo que hoy día odian mucho más a mi padre de
lo que yo llegué a odiarlo, pero, siempre les hablo del perdón y la reconciliación con él para que
no les dañe su corazón.
Esta historia fue difícil de contar, es mover el pasado y tratarlo de enterrar nuevamente.
Hablar de la historia de mi sexualidad es mover mi fragilidad y vulnerabilidad, pero también
sirvió que tanto lo he superado.

Para mí las relaciones de pareja están en stop por ahora, estoy trabajando en la confianza
hacía mí misma y hacia los demás. Me considero hermosa, delicada, femenina, valiente y
resiliente ante el dolor. Creo que no todas las personas son iguales y que no hay nada mejor que
el tiempo para curar las heridas.

Pantallazos de evidencias
Referencias

Franco, E. (2013). Sexo, Género y Sexualidad. UNAD. http://hdl.handle.net/10596/9470

Franco, E. (2013). Los cinco sentidos: La vista, el gusto, el olfato, el oído, el tacto ¡como órganos
sexuados! UNAD. http://hdl.handle.net/10596/9467

Gómez, J. (2014) Psicología de la sexualidad, Difusora Larousse- Alianza editorial.


http://bibliotecavirtual.unad.edu.co:2077/lib/unadsp/detail.action?docID=11038661&p00=sexu
alidad

OPS., & OMS. (2000). Promoción de la salud sexual. Recomendaciones para la acción. OPS (Organización
Panamericana de la Salud). http://www1.paho.org/Spanish/AD/FCH/AI/salud_sexual.pdf

OVI I Unidad 1. Ejercicio de Relajación Consciente para Elaborar la Historia de TÚ Sexualidad. Repositorio
Institucional UNAD. Nov, 2020. https://repository.unad.edu.co/handle/10596/37485

OVI Puntualicemos el concepto Sexualidad. Repositorio Institucional UNAD. Ene, 2023.


https://repository.unad.edu.co/handle/10596/54278

También podría gustarte