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LA BANALIDAD
DEL MAL
HANNAH ARENDT (1906-1975)

E
n 1961, HannahArendt asis­
EN CONTEXTO tió al juicio de Adolph Eich­
mann, uno de los arquitectos
RAMA
del holocausto. En su libro Eichmann
Ética
en Jerusalén, la filósofa hace referen­
ORIENTACIÓN cia a la aparente «cotidianeidad» de
Existencialismo Eichmann: la figura sentada frente a
ella, en el banquillo, no se parecía, tal
ANTES y como cabría imaginar, a un mons­
C. 350 San Agustín de Hipona truo, sino que, de hecho, hubiera pa­
considera que la maldad no es sado totalmente desapercibido en un
una fuerza, sino que procede café o en la calle.
de una carencia de bondad.
Un error de juicio
Siglo XIII Santo T omás de
Tras asistir al juicio, Arendt llegó a la Eichmann no perpetró atrocidades
Aquino escribe Cuestiones
conclusión de que el mal no provie­ por odio a los judíos, sostiene Arendt,
disputadas sobre el mal, donde sino porque cumplió órdenes de un
ne de la malevolencia ni de un dis­
reflexiona sobre la idea del mal modo irreflexivo, desentendiéndose
frute al hacer daño. Más bien, sugie­ de sus efectos.
como carencia de algo, más re, la razón por la que la gente actúa
que como algo en sí. de dicho modo proviene de equivo­
DESPUÉS caciones en su reflexión o en su jui­ considerar como «monstruos>> a quie­
1971 El investigador y científico cio. Los sistemas políticos opresivos nes perpetran actos terribles, acerca
social estadounidense Philip se aprovechan de nuestra tendencia dichos actos a nuestra vida cotidia­
George Zimbardo lleva a cabo a cometer dichos errores, de manera na, obligándonos a plantearnos que
el famoso Experimento de la que pueden conseguir que parezcan cualquiera de nosotros es capaz de
actos ordinarios que habitualmente hacer el mal. Por esa razón, sostiene
Cárcel de Stanford, en el que
se considerarían «inconcebibles». Arendt, deberíamos tratar de evitar
se convenció a estudiantes
La idea de que el mal es banal no las faltas de nuestros regímenes polí­
normales para participar en intenta despojar de su horror a los ac­ ticos y los posibles errores en nuestra
una serie de actos «malvados» tos malvados, sino que, al negarse a reflexión o nuestro juicio.•
que, usualmente, resultarían
inconcebibles tanto para ellos Véase también: San Agustín de Hipona 72-73 • Santo Tomás de Aquino
como para los demás. 88-95 • Theodor Ador no 266-267

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