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QVESADA SANZ
Il u strac io nes
CARLOS FERNÁNDEZ DEL CASTILLO
DE
RECIA y ROMA
~~ FORJARON LA HI STOR1A DE LA
ANTIGÜ EDAD C LÁSICA
23017
1 11
9 788490 600733
PVP 35 €
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Ar as d reci y Ro a.
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Carlos ernán ez del astillo
Quedan rigurosamente prohibidas, sin la auwrización escrira de los rirulares del copyright, bajo las sanciones esra
blecidas en las leyes, la reproducción wral o parcial de esta obra por cualquier méwdo o procedimiento, compren
didos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella medi ante al quiler o prés
tamo públicos.
ISBN: 978-84-9060-073-3
Depósito legal: M. 2.474-2014
Forocomposición: IRe, S.L.
Impresión: Anzos
Encuadernación: De Diego
Impreso en España-Printed in Spain
Índice
Primera parte
Capítulo l . La guerra en la Grecia arcaica y clásica ........ ...................... .... ................................ ........ 17
Capítulo 4. Hasta en La guerra de las galaxias: el casco corintio .................................... .... .. .... ........ 39
Capítulo 6. Termópilas. Una derrota aplastante convertida en victoria ... moral.............. ................. 49
Capítulo 7. «No es tan fiero el espartano... »: la batalla de Esfacteria (425 a.e.) ..................... ....... .. 71
Capítulo 9. Un escudo exótico: la pelta .............. .. .......... ......................... .............. ............... ........... 109
Capítulo 10. Una peligrosa arma de los pobres: la honda .............................. .. .. ... .................. ...... ... 115
Capítulo 11. El arco compuesto , una obra maestra de la mecánica .................. ............................... 121
Capítulo 14. El día en que Alejandro pudo morir: la batalla del Gránico .. .. .................................... 155
Capítulo 15. El asedio de Tiro. La guerra en su forma más salvaje ................................................. . 173
Capítulo 16. La primera artillería .... ........................ .. .... .. ........................ ....... ........ ......................... 185
Capítulo 17. «Arco de vientre»: la primera ballesta ......... ........................ ......... ............................. ... 191
Segunda parte
Capítulo 22. El pilum .................... ......... ........................ ... ............................... .... .......................... 225
Capítulo 23. Gladius hispaniensis: la terrible espada de origen hispano ............................................ 233
Capítulo 24. Pugio: el puñal legionario ............................ ......................... .. .... ......... .................. ..... 239
Capítulo 26. Que inventen ellos: la cota de malla .. .. ............. ........ .................................................. 249
Capítulo 28. Aníbal contra Escipión: la batalla de Zama .... .... ........................................................ 261
Capítulo 29. Combatiendo en mar como en tierra: el corvus ............................... .. ......................... . 277
Capítulo 3l. Enseñas militares: esenciales en la batalla y símbolos sagrados de la unidad ................ 287
Capítulo 32. Los cascos romanos de época imperial. Luchando contra gigantes .............. .. .............. 297
Capítulo 33. Romanos de Astérix: la lorica segmentata .. .................. .. ........................ .. ......... ............ 303
Capítulo 35. Las armas de los gladiadores .. ........................... ... ............................................... .. ....... 323
Capítulo 36. La primera silla de montar .. ............ ................... .................. ....... ..................... ... ....... 331
Capítulo 38. ¡Roma saqueada! El fin del mundo ......................................................... .... ................ 343
Capítulo 39. El estribo: ¿un accesorio sobreestimado? ........ ......... ... ........ ..... .. .................. ........... ..... 359
Capítulo 40. Fuego griego .... ....................... .... .................................... .. ...... ........ .......... .. ....... .. ....... 363
Capítulo 41. Legionarios por la avenida: la recreación histórica ........................................ .. ............. 367
Bibliografía ........ ... .......... ... ...... .... ...................... ............ .... ... ..... .. ........ ... .......... .............. ..... .... .. ...... 379
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¡Mercenario! El oIdado
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capítulo
Armas de Grec i a y Ro ma 1-1----------
ses, tales como Hierapytna. Y otros, como los Diez Mil de ]enofonte,
eran profesionales plenamente orgullosos de sus capacidades, cuyo es
tatus último dependía de la victoria de la causa que defendían. Pues
vae victis!, la muerte de Ciro en Cunaxa les dejó solos y aislados en
medio de un imperio hostil; pero si Ciro hubiera vivido, y Artajerjes
muerto, hubieran sido héroes. Hoy, cuando la voz «mercenario» se
aplica sólo a los Bob Denard, Blackwater y compañía, es políticamen
te incorrecto hablar del soldado profesional como de un mercenario,
pero recordemos que esto no ha sido siempre así. Ya desde los sharda
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capítulo
Ar ma s de Gr ecia y Roma 1-1----------
sin vergüenza ni deshonor al Gran Rey persa, e incluso que, cuando
en 334 a.e. Alejandro atacó Persia, combatieran con dureza contra el
ejército del macedonio.
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capItulo
Ar mas de Grec i a y Ro ma ¡1-- - - - - - - - - - -
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capítu l o
Armas de Grecia
y Rema 1-1-----------
ta costaba como mínimo 300 dracmas, lo mismo que un caballo nor
mal, esto es, un año de sueldo de mercenario, mientras que un buen
caballo podía subir a las 1.200. Las potencias extranjeras pagaban en
su moneda -por ejemplo, el dárico persa era muy apreciado-, e inclu
so Egipto se vio obligado a acuñar moneda copiada de cuños atenien
ses por primera vez en su milenaria historia a principios del s. IV a.c.,
única y exclusivamente para pagar mercenarios. Aunque la inflación
no es exagerada a lo largo de todo el periodo, el hecho de que los suel
dos de los mercenarios se mantuvieron constantes o incluso bajaron
indica además una progresiva pérdida de poder adquisitivo.
Así pues, la paga de los mercenarios era baja o incluso misera
ble, por lo que su única esperanza de enriquecerse consistía en reali
zar alguna hazaña notable o, en la mayoría de los casos, conseguir un
buen botín gracias a un golpe de suerte. Esto implicaba que el saqueo
de ciudades e incluso santuarios se fue convirtiendo en una práctica
habitual de ejércitos famélicos, lo mismo que la venta de prisioneros
esclavizados.
Sólo en casos muy concretos, y ya en época helenística, con
siguieron los mercenarios condiciones de trabajo ventajosas. Es el caso
del famoso contrato ofrecido en 260 a.e. por Eumenes de Pérgamo a
sus mercenarios, normalmente asentados en cómodas guarniciones;
en él se aseguraba la llegada a tiempo de la paga en metálico, se limi
taba el periodo de campaña a diez meses, evitando el campo en lo
peor del invierno, se incluían privilegios como un precio fijo para el
vino y el grano, se aseguraban dispensas de impuestos e incluso pen
siones para los huérfanos de los fallecidos.
Parece que la esperanza de la mayoría de los mercenarios era
conseguir, para retirarse, que una ciudad o Estado les concediera tie
rras para establecerse y culrivarlas . Ésta fue, por ejemplo, una prácti
ca frecuente entre los tiranos griegos de Sicilia: Dionisia de Sicilia
asentó numerosos mercenarios en lugar de ofrecerles metal, y éstos
aceptaron encantados. En otras ocasiones, los propios mercenarios
podían apropiarse a la fuerza de haciendas, mujeres y tierras, como
hicieron los mamertinos en Mesina. Sin embargo, la mayoría de los
mercenarios del s. IV nunca consiguió tierras.
Un fenómeno especial es el de las cleruquías, sistema caracte
rístico de los Estados helenísticos tardíos y en especial de Egipto y
Babilonia, por el que se asignaban tierras a colonos militares de origen
macedonio o al menos griego, a cambio de que ellos, y sus descendien
tes, estuvieran a disposición del Estado como soldados si surgía la nece
sidad; la idea era que los soldados macedonios eran naturalmente
mejores que los indígenas y había que atraerles de alguna manera
desde las montañas de la Hélade. Naturalmente, el sistema no podía
funcionar bien a largo plazo porque, con el paso de los años, y sobre
todo en periodos de paz, los soldados se iban convirtiendo, más y más,
en campesinos, perdiendo su disposición militar; y en cuanto a sus
hijos, nunca iban a tener la capacitación militar de sus padres. Estos
clerucos eran un complemento a contingentes mercenarios que hacían
vida de guarnición.
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capítul o
Ar mas de
Grecia y Rema /-1----------
do (véase Capítulo 4) fue igualmente abriendo sus formas, sustituyén
dose progresivamente por tipos más ligeros y abiertos que garantizaban
una más eficaz protección activa, mejorando la visibilidad y la audi
ción. Las grebas, en fin, fueron también desapareciendo (Capítulo 5).
En el s. IV los griegos, incluso los espartanos, iban renuncian
do al casco metálico en favor de un pilos de cuero o fieltro, o quizá
metálico, pero muy ligero; algunos hoplitas habían renunciado por
completo a la coraza y confiaban su protección al aspis. Las reformas
de Ifícrates tras la batalla de Lechaeum (390 a.e.) aligeraron aún más
el equipo del hoplita. Este aligeramiento corporal evolucionaba en pa
ralelo al crecimiento y progresiva especialización de los distintos cuerpos
de infantería ligera. Sin embargo, cuando los griegos de los ss. VI o Va.e.
querían representar a sus héroes troyanos del pasado en pintura cerámi
ca, seguían dotándoles de panoplia metálica completa, incluso con
algunos elementos rara vez documentados: protectores metálicos de
vientre, de muslo, de antebrazo ... La razón es que la panoplia defen
siva metálica adquiría un valor de prestigio, una simbología aristocrá
tica, que iba más allá de la realidad del campo de batalla.
Dicho aligeramiento tiene que ver, creemos, tanto con cues
tiones prácticas como con transformaciones sociales, reflejo quizá de
una extensión del armamento prestigioso hacia un segmento más
amplio de la sociedad que, sin embargo, no podía permitirse las cos
tosas panoplias aristocráticas de placa de bronce; la Guerra del
Peloponeso y las del s. IV a.e. no harían sino acelerar este proceso.
En este contexto, cabe preguntarse cómo se equipaban las tro
pas. Ya hemos visto (Capítulo 1) que en el s. IV a.e. Atenas entrega
ba a los efebos que hacían e! servicio militar las armas básicas de! equi
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Mere nar 01 El so l dado oro esional .
~
ca pí t u l o
Homero.
¿Mercenarios chipriotas en
Guerra lelantina.
Asiria?
en Egipto.
TIranlas en muchas polis.
Arqulloco de Paros.
Antimenidas.
Brasidas de Esparta.
Pericles.
260 Contrato de
Eumenes I de Pérgamo.
255 Jantipo de Esparta
recibe el mando del 230 Atalo I de Pérgamo vence
ejército cartaginés contra a los gálatas.
Roma.
Octavio Augusto.
- - - - - - - - - - - - - i l 101
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c a pítuto
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------------------------~I I~ercerar 01 El su dado ro'es on~
cap ílul o
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----------------------------~I 103 r l- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
~
capítulo
Ar mas de Gr ecia y Roma 1-------------
orros fondones, sus seis mil mercenarios eran una fuerza homogénea
y enrrenada, en perfecta forma física.
El siguiente paso se dio hacia mediados del s. IV, cuando sur
gieron aventureros -condottieri, los llama W K. Pritchett-, con o sin
tropas, que se ofrecían al mejor postor, que no mandaban tropas mer
cenarias al servicio de su ciudad, y que incluso luchaban conrra ellas:
es el caso de Dion en Sicilia; Chares de Atenas, que combatió en
Persia, y muchos orros. La actividad de estos generales profesionales
era compleja. Se podían ofrecer por un precio, incluso para dirigir
lejanas guerras; y estas actividades eran a veces en beneficio propio,
otras para conseguir dinero para sus propias poleis, como en e! caso
de! espartano Agesilao. Aparte de ejemplos tan conocidos como los de
Jenofonte, Chabrias o Ifícrates, uno de los casos más espectaculares es
el de Jantipo, un espartano que, según nos cuentan Polibio (1, 32) Y
Diodoro (23, 15, 7), entre otros, tomó en 255 a.e. el mando de las
fuerzas cartaginesas contra Roma, aplastando al general romano Atilio
Regulo en la Primera Guerra Púnica. No sabemos qué paga llevó con
sigo cuando partió (Polibio 1, 36), quizá a Egipto, pero lo cierto es
--------------------~I 105 r l- - - - - - - - - - - - - - - - - - -
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cap í tut o
Armas de Gre cia y Rom~ 1-1-----------
Bib liografia
relativas-, pero que leídos en conjunto nos dan la visión global sobre la guerra
en Grecia o Roma, a modo de mosaico temático. Al ir colocados, en la medida
de lo posible, por orden cronológico, la lectura permite ir viendo o
vislumbrando la evolución de las armas, de los sistemas estratégicos, de las
técnicas de ataque o defensa, es decir, la evolución -que a veces es revolución-,
de la guerra, un instrumento de poder desde los orígenes de la humanidad, que,
pese a quien pese, "forjaron la historia" occidental, como reza el título del libro.
Fernando Quesada nos presenta y nos acompaña en este paseo ilustrado
por la historia militar antigua con mano experta, maestra, conjugando la
erudición con el entretenimiento. Esto es mucho, en un tiempo en que apenas
se leen libros especializados, pero que nos consta que el autor sí ha leído y
digerido, y nos los presenta, a modos de resumen y de resultados, a lo largo de
estas páginas, liberadas de los pies de página eruditos, que tan "duros" hacen
para el público no especializado los estudios de investigación histórica. El matiz
académico se solventa aquí con una bibliografía final, amplia aunque selecta,
a donde el lector más inquieto puede hacer excursiones.
Parece que el germen del libro está en la serie de artículós que el autor
venía, y viene, publicando regularmente en una revista de divulgación histórica,
mensual, La Aventura de la Historia, si bien los capítulos han sido aquí
convenientemente revisados, ampliados, maquillados y engalanados para dar
unidad y coherencia a la secuencia de temas expuestos. Diversidad y unidad (o
unidades) temáticas se consiguen en este libro pese a no ser concebido como tal
desde el principio. Aquí se nota el esfuerzo arduo del autor por evitar
repeticiones, ampliar capítulos, o añadir citas o ilustraciones mayores y mejores
que las aparecidas en la publicación mensual. Con todo, el espíritu de alta
divulgación se mantiene, y aun se amplía.
La intención de instruir entreteniendo se observa, por ejemplo, en las
alusiones que el autor hace al mundo del cine. Quizás se parte de la idea de que
aquellos que no leen libros, al menos van al cine, una actividad cultural mucho
más cómoda y más barata que los libros: la pasividad del espectador de cine
contrasta con la actividad -acción activa y el esfuerzo- del lector. Es más
cómodo tragarse en un par de horitas la película de Oliver Stone sobre
Alejandro Magno que leer los libros de Curcio Rufo o de Arriano. La realidad
es que los libros y la alta cultura cada vez interesan menos; e incluso el cine -el
colmo de los colmos-, cada vez también interesa menos. Así que, después de
expresar este negativo diagnóstico particular (que no tiene por qué ser
compartido), y visto lo visto, me parece bien que libros como éste, que no
renuncia a que sea comprado y leído "también" por diletantes del ejército
romano, lance esos anclajes cinematógráficos en su discurso, con la presunción
de que la mayoría de los lectores no ha leído a Arriano, pero sí ha visto la
película Alexander de Oliver Stone, 300, o "la Guerra de las Galaxias" (cf. Cap.
CRITICA
DE LIBROS
4). Otro tanto podría decirse de las alusiones directas al celebérrimo cómic
Astévix (ver cap. 33), ese galito enano e insoportable cuya gracia yo no capto
jamás y cuyo éxito no alcanzo a comprender, salvo en las mentes infantiles.
Una nota breve sobre las ilustraciones: todas son de gran calidad gráfica
y plástica. Mapas, esquemas de batallas, dibujos multicolores, perfiles de armas,
en fin, apoyan y complementan muy bien el discurso explicativo, acentuando
el papel didáctico del libro. También las fotos de grupos de "recreación
histórica" (sobre el asunto, ver especialmente el cap. 41, que debe ser
considerado anecdótico o periodístico), tan de moda.
Tengo que decir que muchos de los dibujos de reconstrucción que
aparecen aquí como originales a mí particularmente me suenan "mucho" a otras
ya conocidas y publicadas. No seré yo quien entre aquí -innecesariamente, por
otra parte-, en delimitar o definir la delgada frontera entre "originalidad" y,
como decía aquél, "interpretación propia", es decir realizar variantes n, o
"retoques personales", sobre modelos/dibujos ajenos de los grandes maestros
en este ámbito, como Peter Conolly, Angus Mac Bride, o James Field. Allá
cada cual.
Naturalmente me resulta imposible -por razón de espacio, y por la
aspiración personal de alcanzar siempre que se pueda la "razón práctican-,
comentar, ni siquiera glosar, los capítulos donde, de un modo u otro, interviene
el ejército romano. Me limitaré a citar los que más me han interesado. La
sección estrictamente griega-en la que luchan griegos contra griegos, o griegos
contra persas-, concluye con el capítulo 15, dedicado al asedio de Tiro por
Alejandro Magno, en el 332 a.c. La sección se cierra con varios capítulos de
historia militar "helenística", que tratan concretamente sobre artillería y
máquinas de cuerda tensada y de torsión (cap. 16, 17), asedio y poliorcética
(cap. 18, sobre la Helepolis), y armas "especiales" de ataque, como son los
elefantes (cap. 19) y el curioso capítulo sobre "la guerra biológica" (cap. 20,
sobre el uso de venenos que se hacen ingerir al enemigo, o que se impregnan
en algunas armas). Si se me permite la ironía, también el elefante es un "arma
biológica". Muy bien podría haber sido insertado aquí el capítulo 40, titulado
"Fuego griego".
Los capítulos dedicados al ejército romano -sus armas y su utilización
en distintos episodios de su historia-, son los 2 1-39. El primero de ellos, el 21,
es un "mini-tratado", o tema para el estudio para alumnos de bachillerato, sobre
el ejército romano a lo largo de su historia, pero es un capítulo necesario para
enmarcar todos los siguientes en un hilo cronológico, tan importante en historia.
Este capítulo tiene continuación en el 38, sobre el saqueo y el "final" de Roma.
Los capítulos siguientes tratan de distintas armas personales del soldado
romano republicano: elpilum (cap. 22), el gladius hispaniensis (cap. 23, donde
Quesada corrige errores muy instalados en la historiografía sobre el origen y
CRÍTICA DE LIBROS
ISBN:
978-1-84603-207-3
Armas de Pages:
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Dogs of War
Ever wondered what the 'Wardogs'in the popular computer game Rome: Total War were
based on? David Karunanithy's book lays the evidence out. For the annent Celtic world -
which makes up the first 40 pages of the book that reaches to the 19th century - there's
not much to go on.The literary evidence is limited to a unambiguous quote from Strabo for
actual use of dogs in war and several indications of warlike dogs used to guard their mas-
ters wherever they went. More evidence is derived from early Medieval lrish sources, which
relate vivid and bloody scenes of dogs at war. K. obviously believes that Celticuse of dogs in ISBN:
war was of amore structural nature. After a discussion of early Medieval dog use, K.lists the 978-0-9555607-2-9
breeds of dogs used for war (although that sometimes cannot be distinguished from hunt- Pager:
ing) and the glimpses that remain of their actual use on the battlefield throughout history, 218
including examples from the Classical wor1d.A number of these incidents is related in more Authorleditor:
detail and illustrated in the next part of the book. The book throughout is very well illus- David Kaninanithy
trated with black and white draw'ngs of representational evidence and severa1 color plates Publisher:
of dogs in adion. K. clearly shows his reasoning, quoting the sources he adduces verbatim. Yarak Publishing
The only thing I found slightly annoying is his habit to list a book's complete bibliographical Address of Publisher:
datain text. He has endnotes, why not put this information in there? www.yarak.co.uk