Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
(TEXTOS COMPILADOS)
LECTURA 01:
En lo interno, el párrafo encierra una unidad de pensamiento. Presenta una idea básica y
otras que guardan íntima relación con ella, dado que la explican y complementan.
Ejemplos:
"La relación entre lo que sabe una persona y la forma en que actúa no es sencilla.
En general, naturalmente, la gente actúa en forma consecuente con lo que sabe. Si
una persona percibe cierto peligro, generalmente se vuelve precavida; si sabe que
un restaurante es mejor que otro, habrá de comer en el mejor, y así sucesivamente.
Con frecuencia, sin embargo, ocurren incongruencias entre la forma que actúa una
persona y lo que sabe."1
Las ideas que giran alrededor de las oraciones tópicas, se separan con punto y seguido o
con punto y coma. Cuando se redacta solo incluye una idea fundamental en el párrafo. Las
otras ideas son secundarias y solo la explican, la amplían o complementan.
Si se desea introducir otra idea fundamental, entonces el escritor debe abrir otro párrafo
y así sucesivamente hasta terminar el escrito.
El párrafo sirve como guía a quien escribe o lee. La sucesión de los párrafos permite la
comunicación progresiva de un pensamiento, de acuerdo con un orden predeterminado.
La razón principal para la distribución de los párrafos en lograr mayor claridad expositiva.
También es válido el criterio que se denomina de visual. Se aconseja que un párrafo tenga
unas dimensiones comprendidas entre las cinco y las veintiséis líneas. El párrafo largo
indispone la lectura y el breve produce, en general, un mejor efecto.
Los párrafos, al igual que las frases, deben mostrar una secuencia progresiva del
pensamiento. Por esto, se debe procurar que entre el final de un párrafo y el principio del
siguiente, haya continuidad; esto es, que la primera frase se desprenda de lo escribió en
el anterior.
PERSEVERANCIA EN EL ESTUDIO
Santiago Ramón y Cajal
(1852-1934)
Ponderan con razón los tratadistas de lógica la virtud creadora de la atención; pero insisten
poco en una variedad del atender que cabría llamar "polarización cerebral" o "atención
crónica", esto es, la orientación permanente, durante meses y aun años, de todas nuestras
facultades hacia un objeto de estudio. Infinitos son los ingenios brillantes que, por carecer
de este atributo, que los franceses designan espíritu de suite, se esterilizan en sus
meditaciones. A docenas podría yo citar españoles, poseyendo y un intelecto
admirablemente adecuado para la investigación científica, retíranse desanimados de una
cuestión sin haber medido seriamente sus fuerzas, y acaso en el momento mismo en que
la naturaleza iba a premiar sus afanes con la revelación ansiosamente esperada. Nuestras
aulas y laboratorios abundan en estas naturalezas tornadizas e inquietas, que aman la
investigación y se pasan los días de turbio en turbio ante la retorta o el microscopio; su
febril actividad revélase en el alud de conferencias, folletos y libros, en que prodigan la
turba gárrula de los traductores y teorizantes, proclamando la necesidad inexcusable de la
observación y estudio de la Naturaleza en la naturaleza misma; y cuado tras largos años
de propaganda y de labor experimental se pregunta a los íntimos de tales hombres, a los
asiduos del misterioso cenáculo donde aquellos ofician de pontificial, confiesan ruborosos
que la misma fuerza del talento, la casi imposibilidad de ver en pequeño la extraordinaria
amplitud y alcance de la obra emprendida, han imposibilitado llevar a cabo ningún proceso
parcial y positivo. He aquí el fruto obligado de la flojedad o de la dispersión excesiva de la
atención, así como el pueril alarde de enciclopedista, inconcebible hoy en que hasta los
sabios más insignes se especializan y concentran para producir.
Para llevar a feliz término una indagación científica, una vez conocidos los métodos
conducentes al fin, debemos fijar fuertemente en nuestro espíritu los términos del
problema, a fin de provocar enérgicas corrientes de pensamiento, es decir, asociaciones
cada vez más complejas y precisas que dormitan en nuestro consciente; ideas que solo
una concentración vigorosa de nuestras energías mentales podrá llevar al campo de la
conciencia. No basta la atención expectante, ahincada; es preciso llegar a la preocupación.
Importa aprovechar par a la obra todos los momentos lúcidos de nuestro espíritu; ya la
meditación que sigue al descanso prolongado, ya el trabajo mental supraintensivo que solo
da la célula nerviosa caldeaba por la congestión, ora, en fin, la inesperada intuición que
brota a menudo, como la chispa del eslabón, del choque de la discusión científica.
Casi todos los que desconfían de sus propias fuerzas ignoran el maravilloso poder de la
atención prolongada. Esta especie de polarización cerebral con relación a un cierto orden
de percepciones afina el juicio, enriquece nuestra sensibilidad analítica, espolea la
imaginación constructiva y, en fin, condensando toda la luz de la razón en las negruras del
problema, permite descubrir en éste inesperadas y sutiles relaciones. A fuerza de horas de
exposición, una placa fotográfica situada en el foco de un anteojo dirigido al firmamento
llega a revelar astros tan lejanos, que el telescopio más potente es incapaz de mostrarlos;
a fuerza de tiempo y de atención, el intelecto llega a percibir un rayo de luz en las tinieblas
del más abstruso problema.
También los viajes, al traernos nuevas imágenes del mundo y remover nuestro fondo ideal,
poseen la preciosa virtud de renovar el pensamiento y de disipar enervadoras
preocupaciones. ¡Cuántas veces el rudo trepidar de la locomotora y el recogimiento y
soledad espiritual reinante en el vagón (el "desierto del hombre", que diría Descartes) nos
ha sugerido ideas que justificó ulteriormente el laboratorio!
En España, donde la pereza es, más que un vicio, una religión, se comprende
difícilmente esas monumentales obras de los químicos, naturalistas y médicos alemanes
en los cuales solo el tiempo necesario para la ejecución de los dibujos y la consulta
bibliográfica parecen deber contarse por lustros. Y, sin embargo, estos libros se han
redactado en uno o dos años, pacíficamente, sin febriles apresuramientos. El secreto está
en el método de trabajo; en aprovechar para la labor todo el tiempo hábil; en no entregarse
al diario descanso sin haber consagrado dos o tres horas por lo menos a la tarea; en poner
dique prudente a esa dispersión intelectual y a ese derroche de tiempo exigido por el trato
social; en restañar, en fin, en lo posible, la cháchara ingeniosa del café o de la tertulia,
despilfarradora de fuerzas nerviosas (cuando no causa disgusto), y que nos aleja, con
pueriles vanidades y fútiles preocupaciones, de la tarea principal.
Si nuestras ocupaciones no nos permiten consagrar al tema más que dos horas, no
abandonemos el trabajo con el pretexto de que necesitaríamos cuatro o seis. Como dice
juiciosamente Payot, "poco basta cada día si lograremos ese poco".
No pretendemos proscribir en absoluto las distracciones; pero las del investigador serán
siempre ligeras y tales que no estorben en nada las nuevas asociaciones ideales. El paseo
al aire libre, la contemplación de las obras artísticas o de las fotografías de escenas, de
países y de monumentos, el encanto de la música y sobre todo la compañía de una persona
que, penetrada de nuestra situación, evite cuidadosamente toda conversación grave y
reflexiva, constituyen los mejores esparcimientos del hombre de laboratorio. Bajo este
aspecto será bueno también seguir la regla del Bufón, cuyo abandono en la conversación
(que chocaba a muchos admiradores de la nobleza y elevación de su estilo como escritor)
lo justificaba diciendo: "Estos son mis momentos de descanso".
En resumen, toda obra grande es el fruto de la paciencia y de la perseverancia, combinadas
con una atención orientada tenazmente durante meses y aún años hacia un objeto
particular. Así lo han confesado sabios ilustres al ser interrogados tocante al secreto de sus
creaciones. Newton declaraba que solo pensando siempre en la misma cosa había llegado
a la soberana ley de la atracción universal; de Darwin refiere uno de sus hijos que llegó a
tal concentración en el estudio de los hechos biológicos relacionados con el gran principio
de la evolución, que se privó durante muchos años y de modo sistemático de toda lectura
y meditación extraña al blanco de sus pensamientos, en fin, Bufflon no vacilaba en decir
que "el genio no es sino la paciencia extremada". Suya es también esta respuesta a los
que le preguntaban cómo había conquistado la gloria: "Pasando cuarenta años de mi vida
inclinado sobre mi escritorio". En fin, nadie ignora que Mayer, el genial descubridor del
principio de la conservación y transformación de la energía, consagró a esta concepción
toda su vida.
Siendo, pues, cierto de toda certidumbre que las empresas científicas exigen, más que
vigor intelectual, disciplina severa de la voluntad y perenne subordinación de todas las
fuerzas mentales a un objeto de estudio, ¡cuán grande es el daño causado
inconscientemente por los biógrafos de sabios ilustres al achacar las grandes conquistas
científicas al genio antes que al trabajo y la paciencia! ¡Qué más desea la flaca voluntad
del estudioso o el profesor que poder cohonestar su pereza con la modesta cuanto
desconsoladora confesión de mediocridad intelectual! De la funesta manía de exaltar sin
medida la minerva de los grandes investigadores sin parar mientes en el desaliento
causado en el lector, no están exentos ni aún biógrafos de tan buen sentido como L. Figuier.
En cambio, muchas autobiografías, en las que el sabio se presenta al lector de cuerpo
entero, con sus debilidades y pasiones, con sus caídas y aciertos, constituyen excelente
tónico moral. Tras estas lecturas, henchido el ánimo de esperanza, no es raro que el lector
exclame: Anche io sono pittore.
1 González, Jaime. Comunicación social y dominación ideológica. Ed. Martí, San José,
1981, p. 53.
2 Íd., p. 17.
3 Íd., p. 13.
1. EL PÁRRAFO
Los párrafos desempeñan en el texto la misma función que las columnas de una casa,
constituyen la estructura de la construcción.
Una vez confeccionado el esquema, tenemos que desarrollar todos sus puntos para crear
el texto. Cada idea o cada bloque de ideas del esquema ha de ser utilizado para un
párrafo; de modo que presente una unidad de información completa.
3. TIPOS DE PÁRRAFOS
Párrafo introductorio
Tiene como propósito despertar el interés del lector por el tema, entusiasmarlo con él.
Las funciones que cumple son: plantear el tema: informar acerca de lo que se va a
tratar en el texto, anunciar el orden de desarrollo del tema, comunicar los propósitos
y las razones que animan al redactor a escribir, plantear la tesis (si se trata de un texto
argumentativo) y adelantar la idea principal.
Párrafo de desarrollo
Se tiene dos clases: de desarrollo propiamente y de transición.
- De desarrollo propiamente: Su función es argumentar, definir, explicar,
ejemplificar, contrastar, etc.
- De transición. Su función es vincular lo ya tratado con lo siguiente. Para
ello se resume lo anterior para dar paso a una nueva etapa del desarrollo de
las ideas en el texto.
Párrafo de conclusión
Sus funciones son: recapitular el contenido del tema expuesto, resumir en pocas
palabras lo expuesto en el desarrollo, formular generalizaciones sobre el tema,
reafirmar la tesis, añadir nueva información: perspectivas, prospecciones,
expectativas, comunicar un mensaje personal, manifestar un deseo, una propuesta,
etc.
Párrafo subjetivo
Llamo matrimonio a la voluntad que tiene una pareja de crear a alguien que sea
superior a quienes lo crearon, además, al respeto que se tienen entre si quienes
coinciden en desear esto. Que ese sea el sentido de la verdad de tu matrimonio y no
como piensa la gente que está de demás, de que es la unión bendecida por el cielo.
¡Yo rechazo tal cielo! ¡Rechazo a esos animales prisioneros de esa red celestial!
(Friedrich Nietzsche).
Párrafo objetivo
La delincuencia juvenil se a convertido en un serio problema para la ciudadanía. Las
pandillas no sólo proliferan en las zonas marginales de Lima y Callao, sino que también
han comenzado a extenderse hacia distritos como Breña y Surquillo. La situación es
tan preocupante que el alcalde se Surquillo, Gustavo Sierra, hizo ayer una polémica
propuesta: Modificar el Código Penal para que se sancione con prisión a los padres que
no se preocupen por prevenir los actos vandálicos en los que estarían incurriendo sus
hijos.
Párrafo deductivo
Proceso lógico de lo general a lo particular. Se caracteriza porque la oración directriz
está ubicada al comienzo del párrafo. Ejemplo:
Párrafo inductivo
Proceso lógico de lo particular a lo general. Se inicia con oraciones que expresan ideas
secundarias y al final va la idea temática como una conclusión general de los se ha
afirmado antes. Ejemplo:
Comenzar por los hechos, luego describirlos y más tarde formular hipótesis y construir
teorías para explicarlos; después deducir de ellas conclusiones particulares
verificables; recurrir eventualmente a nuevas observaciones o a nuevos cálculos y
contrastar sus conclusiones con estos resultados y finalmente, si es necesario, corregir
sus conjeturas sin compasión: he aquí el severo carácter autocorrectivo de la
investigación científica.
Párrafo analizante:
Son aquellos cuya idea principal va al inicio del párrafo y las ideas secundarias o
complementarias se desarrollan después a modo de ejemplos, argumentos y otros
comentarios. Ej.
Párrafo sintetizante:
Presenta la idea principal al final. Son los párrafos que se inician exponiendo ideas
particulares que después son resumidas a manera de conclusión. Ej.
Párrafo encuadrado
La idea principal va al principio del párrafo y aparece también al final, como un refuerzo
o reiterando la idea inicialmente planteada a manera de conclusión. Ej.
Párrafo paralelo
Son aquellos que todas las ideas del párrafo están al mismo nivel. No podemos hablar
de ideas principales y secundarias. Ej.
"El órgano vomeronasal, OVN, llamado también órgano de Jacobson _ fue este
cirujano danés quien lo descubrió en los mamíferos en el siglo pasado _, está
localizado en la nariz, pero no pertenece al sistema olfativo. Está compuesto por
un par de minúsculas fosas, de entre 0,2 y 2 milímetros de diámetro, que se
sitúan a ambos lados del tabique óseo y en donde se encontrarían los receptores
de feromonas".