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Por sus manos ha pasado un estudiante de 17 años «que nunca había estado
expuesto a un sonido agudo o continuado hasta que llegaron los dispositivos
electrónicos a su rutina diaria». Según relata, se trata de un caso claro de pérdida de
audición asociada a una inadecuada utilización de los reproductores de música.
«Al uso de los auriculares de su móvil y de la tableta se sumaban cada día unas dos
horas de exposición a un ruido por encima de los umbrales aceptables. La familia
empezó a notar que, constantemente, preguntaba '¿qué?' cada vez que un interlocutor
se dirigía a él y, además, tenía que aumentar el volumen habitual de su televisión».
Este adolescente tuvo la suerte de no necesitar audífonos, pero sí tuvo que cambiar
sus rutinas, algo que no siempre es fácil, sobre todo si se trata de usar menos el móvil:
«Le recomendé reducir el tiempo de exposición a reproductores de música personal,
incluido el móvil, y bajar el volumen».
Para María Luisa Mompó, pediatra en el Hospital Quirónsalud Valencia, queda mucho
por hacer en educación sanitaria: «Hay que concienciar a la población de que la
audición es tan importante como la vista y que deben proteger sus oídos contra
aquello que se considere potencialmente peligroso», argumenta.
Pero la realidad es otra y la población joven, en ocasiones, hace oídos sordos a estas
medidas de protección, incluso en el ámbito laboral. Precisamente, Enrique Monerris,
jefe del Servicio de Otorrinolaringología del Hospital Universitario del Vinalopó, en
Elche (Alicante), explica la historia clínica de un paciente de 25 años que trabaja en
una fábrica de calzado de la provincia y que está expuesto a un ruido constante
generado por maquinaria pesada. Aunque la empresa le proporciona cascos y tapones
para aislarse del ruido, el trabajador reconoce que no los usa durante toda la jornada
laboral porque dice que son incómodos. «A esto hay que añadir», continúa
Monerris. «Que el joven usa dispositivos de música con un volumen elevado
cuando va al gimnasio y durante sus desplazamientos». El resultado de esta
imprudencia no es otro que un diagnóstico de «pérdida moderada de audición que
afecta a los dos oídos».
A la lista de jóvenes afectados por pérdidas de audición se suma el paciente de José
Luis Blanco, audiólogo con casi 30 años de experiencia, quien recuerda a un locutor
de radio en Albacete de 32 años que acudió a su gabinete porque notaba que cada
vez tenía que poner más alto el volumen de sus auriculares y en su día a día percibía
que entendía las conversaciones peor que el resto, más si había ruido alrededor.
En esta ocasión, paciente y experto, dentro del estudio de radio, determinaron el nivel
adecuado de sonido en función de la pérdida auditiva detectada para que no causara
más daño. Otra recomendación fue que descansara los oídos periódicamente. «Este
paciente tenía los auriculares puestos constantemente y oía todo el rato lo que ocurría
en el programa, incluso cuando se hacían desconexiones nacionales, a las que no
necesitaba prestar atención», cuenta. «En esos espacios puntuales le indiqué que
se quitara los auriculares para tener momentos de silencio». Según este experto,
«el nivel de ruido en el oído es acumulativo y hacer estas pausas ayuda a relajarse».
Lavilla insiste en que «los auriculares se ajusten bien y, a ser posible, que aíslen del
ruido del entorno», ya que si cumplen estos dos criterios permiten escuchar música
con claridad a volúmenes bajos. También hace un llamamiento a los padres, «muchos
de los cuales han crecido entre walkmans, discmans o mp3», y les sugiere que «no
regalen alegremente a sus hijos productos que puedan dañar su salud y, si lo hacen,
inculcarles la idea de escuchar sin riesgos».
https://www.elmundo.es/papel/historias/2019/07/25/5d38792dfdddff742a8b4612.ht
ml