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Genealogía de la maldad

Jesús René Flores Castellanos

Responder: ¿Qué es eso a lo que llamamos maldad?

El nombre mismo de este curso, al utilizar el vocablo “genealogía”, de corte nietzscheano,

apunta a que estamos estudiando el origen de aquello que ha sido denominado maldad más

que tomar una postura específica sobre la existencia o no, en el plano ontológico, de alguna

cosa a la que se le pueda referir el significado del término maldad. Teniendo esto en cuenta,

podemos hacer una pequeña clasificación de las principales posturas frente a la maldad. Por

un lado, tenemos posturas que apelan a que la maldad es una carencia, algo negativo más

que positivo; por ejemplo, Sócrates, que con su intelectualismo apuntaba a que toda maldad

provenía en realidad de la ignorancia, o Hanna Arendt, que señala que la principal forma de

maldad proviene de la carencia de reflexión, lo que hace que se lleva a cabo el mal de

manera banal, como si fuera algo intrascendente. Como una derivación de esta línea,

podemos colocar a Descartes o Kant, que apuntarían a que la maldad proviene de una

carencia de racionalidad: en efecto, debido a que los hombres no han desarrollado

adecuadamente su razón, no han podido enfocar claramente los problemas (Descartes) o

darse cuenta de su sujeción fundamental a la ley moral (Kant). Por otro lado, tendríamos las

posturas que apelan a la positivad de la maldad, contemplándola como una fuerza existente,

ya sea exterior a nosotros (cristianismo místico), sin que por ello deje de afectarnos, o

interior (Freud y las pulsiones, Bataille y el principio de derroche o “parte maldita”). Bajo

estas perspectivas, la maldad estaría en una relación de tensión con otras fuerzas, y algunas

buscarían su continua supresión, mientras que otras mantener un cierto equilibrio. Sea cual

sea la postura que se tome, me parece que todas concuerdan en que la maldad debe ser
tomada como elemento de reflexión a fin de poder establecer algún cambio, ya sea para

acoger la vida, al estilo de Nietzsche y sus sucesores, ya para afirmar la razón frente a la

pulsión o la carencia. Sólo mediante un proceso de reflexión y afirmación consciente de lo

que se cree, se podrá lograr una transformación individual que afirme con fuerza y relativa

precisión aquello a lo que se aspira.

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