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Actividad de la quinta sesión: El cristianismo primitivo

Jesús René Flores Castellanos

Dentro de la tradición cristiana existe una cierta ambigüedad en lo que se refiere al

origen del mal: por un lado, se habla de una entidad consciente y personal, malvada (el

Diablo o Satanás), que puede tomar posesión de algún individuo y encaminarlo a realizar

acciones malas; por otro lado, se le ha querido dar peso a la decisión libre e individual de

alejarse de Dios, decisión que se ve fomentada por elementos tales como el apego a las

riquezas, al poder o la fama.

Las lecturas de esta sesión nos muestran algunos de los fundamentos bíblicos para esta

concepción ambigua de la maldad. En primer lugar, vemos a Jesús diciendo que sólo los

sencillos de espíritu como los niños, que no parecen tener mayor codicia, heredarán el

Reino de los Cielos. Posteriormente, le dice al joven rico que debe abandonar sus riquezas

si es que pretende acercarse más a la bondad y la salvación. Con esto, Jesús parece estar

indicando que las riquezas, el poder y el prestigio nos acercan con facilidad a la maldad,

mientras que sus contrarios, al acercarnos a una forma de ser “como niños” nos acercarían a

la bondad.

En segundo lugar, vemos a Jesús liberando a un poseso de sus demonios. Lo interesante

aquí es que no hay relación explícita de la maldad con la riqueza y el poder, si bien no

conocemos las circunstancias individuales y sociales de la persona endemoniada. Sea como

sea, en la tercera lectura podemos ver una síntesis de las dos expresiones del mal en tanto

aparecerá el demonio para tentar a Jesús precisamente con la riqueza, el prestigio y el

poder.
Sea que venga de una entidad existente y personal o bien de la misma condición humana

y sus tentaciones, el cristianismo parece indicar que la riqueza, prestigio y poder nos

acercan a la maldad, mientras que la pobreza, humildad y sencillez nos llevan al camino de

la bondad.

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