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FÓRMULAS EN EL ROMANCERO: ELEMENTOS SIGNIFICATIVOS – Aurelio González

Es evidente y comúnmente aceptado que el romance es un texto de tipo tradicional y se caracteriza por vivir en variantes. Ya en las
primeras colecciones romancísticas del siglo XVI nos encontramos, en varias ocasiones, con distintas versiones de un mismo romance.
Sin embargo, esta variación, a pesar de la gama tan amplia que puede presentar, nunca es arbitraria, pues en primer lugar se debe
ajustar a una misma historia, aunque las distintas «lecturas» o interpretaciones, generadas muchas veces por las mismas variaciones
textuales, van haciendo que la historia no sea un modelo clausurado sino abierto. En segundo lugar, la variación se mantiene dentro
de los márgenes de un «lenguaje» del Romancero que el transmisor conoce, aunque no necesariamente de manera completa y
razonada. Sin este «lenguaje» el transmisor o sus escuchas no podrían reconocer el texto que se está diciendo o cantando como parte
de su patrimonio cultural ni en su especificidad genérica.

Es claro también que la variación en el vocabulario y la sintaxis de un romance estará condicionada por el propio sistema lingüístico
en que se lleva a cabo la narración, pero la peculiar tradición lingüística del género Romancero también condicionará la variación en
este nivel de articulación del texto. Existe otro límite para la variación, y es la formación verbal específica de cada romance en
particular.

Existe un vocabulario, determinadas estructuras sintácticas complejas y sintagmas que definen a un romance determinado tanto como
su intriga, y que el transmisor conserva en la memoria con suficiente precisión. Un elemento discursivo muy importante, que el
transmisor retiene en su memoria y que forma parte de ese lenguaje tradicional es la fórmula, sin embargo, esta unidad «fija» también
es una unidad abierta en cuanto acepta la variación tanto en el nivel de la forma como, incluso, en el del significado. Entiendo el
término «fórmula» como una serie de elementos que se repiten sin variación notable en distintos textos, y como «estructura
formularia» aquella que presenta variables notables o una reestructuración de los elementos de la fórmula.

El texto romancístico se articula métricamente en su discurso, en la mayoría de los casos, en versos de dobles octosílabos divididos en
hemistiquios y asonantados. El lenguaje del Romancero, además de la especificidad métrica, se caracteriza por su capacidad de
condensación expresiva poética a través de un lenguaje figurado cuyas unidades son las fórmulas. Lo que define las fórmulas como
tales no es solamente su recurrencia, sino también su carácter figurativo que permite articular dramáticamente el texto romancístico
en el plano del discurso. En ocasiones se podría entender que el discurso del Romancero es completamente formulístico, sin embargo,
en el plano del discurso podemos identificar varios elementos significativos que pueden tener una codificación los suficientemente
estable para funcionar como fórmulas:

a) Elementos con valor significativo suprasegmental

Son los indicios, informes y símbolos. Estos elementos no son expresión directa de la intriga: exigen un proceso de interpretación
por parte del receptor, y remiten en muchos casos a contextos culturales («lunes por la mañana» = día nefasto; «mañanita de San
Juan» = día favorable), o a conceptos difusos como sentimientos, atmósferas, situaciones, caracteres, etc. Los podemos considerar
como los elementos más alejados del significado de la historia, aunque están muy relacionados con el estilo del género e
indudablemente llenan una función «identificadora». En la tradición oral moderna continúa el uso de la ubicación temporal del
lunes (a cualquier hora) como un indicio del destino trágico del personaje o de lo nefasto de las acciones que se emprenden.

b) Elementos con valor ornamental

Estos elementos corresponderían a los «modificadores» y su relación significativa con la historia es mínima. Entre estos elementos
podemos considerar a las fórmulas genéricas, como las de introducción: «estando en estas razones», «bien oiréis lo que diría»;
de transición: «a la subida de un...»; o estrictamente calificativas: «peine de oro», «vaso de cristal de China», «plata fina», etc.

c) Elementos con significado narrativo

Son los que expresan las secuencias de la historia organizada artísticamente en la intriga. Estos elementos están formados por
«núcleos», en los cuales se expresa directa o esencialmente el contenido de la secuencia de la historia, y «expansiones», en las
cuales encontramos expresiones complementarias de los núcleos. Por lo general estas expansiones amplían, por medio de
descripciones, enumeraciones, etc., el contenido de los núcleos. Estos elementos periféricos no son totalmente prescindibles con
respecto a la historia, pues su relación, aunque no es directa con las secuencias de la intriga, si lo es con los elementos nucleares.

La fórmula posee un valor significativo variable por lo que se puede decir que ésta es un elemento del discurso tradicional que llena
varias funciones y que a pesar de ser uno de los elementos más estables del texto está compuesta por elementos de distinto tipo lo
cual se corresponde con la apertura y variación que presenta.

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