Está en la página 1de 2

RESUMEN ¿QUÉ ES LA LINGÜÍSTICA FUNCIONAL?

– LUIS PRIETO

El rasgo que mejor caracteriza la lingüística del siglo XX es la preocupación en retroceder hasta los hechos
concretos para definir a partir de ellos las entidades lingüísticas. Para comprender como esta preocupación ha
podido aparecer tan tardíamente en la historia de nuestra ciencia hay que tener en cuenta el empleo que el
hablante hace de la lengua, el cual termina por ocultarle la verdadera naturaleza de las entidades que la
componen. Estas entidades: frases, palabras, fonemas, etc., en efecto, no son hechos concretos, sino clases
de hechos concretos, es decir, entidades abstractas. Para servirse de una lengua el hablante debe clasificar los
hechos concretos según los sistemas de clasificación que forman las entidades que componen esa lengua: es
precisamente la habilidad para llevar a cabo esta clasificación lo que los lingüistas suelen llamar el
“sentimiento lingüístico” del hablante.

Ahora bien, la práctica constante de esta actividad clasificadora habitúa al hablante a no prestar atención, en
los hechos concretos, sino a aquéllas de sus características que determinan su clasificación lingüística. Y este
hábito se hace tan fuerte que el hablante puede llegar a ser totalmente inconsciente de la existencia misma
de las otras características de los hechos concretos, de aquéllas que no interesan para la clasificación
lingüística de los mismos. En este caso, no se da más cuenta de la operación que realiza cuando incluye dos
hechos concretos, diferentes en cuanto ales, en la misma clase lingüística, es decir, de que hace abstracción
de su diferencia, sino que Cree simplemente que se trata de dos hechos concretos idénticos en cuanto tales.
Naturalmente, el hablante termina de este modo tomando las entidades lingüísticas por hechos concretos.
Esto ocurre de manera típica para los sonidos. Hay en español, por ejemplo, un sonido [b], que hallamos en
palabras como rombo, y un sonido [β], que hallamos en palabras como robo. Es así que, a pesar de la
diferencia, ambos sonidos pertenecen a la misma clase lingüística, el fonema [b]. En otros términos, la
identidad de la clase a que estos sonidos pertenecen es confundida con la identidad de los sonidos mismos.

Los lingüistas, han sido víctimas, también ellos, de este espejismo, y durante largo tiempo han admitido que
las entidades lingüísticas son hechos concretos. Lo muestra bien el empleo que se ha hecho del término
sonido" durante el siglo XIX. Este término no ha designado nunca sino hechos concretos. Pero puesto que
durante el siglo XIX as entidades lingüísticas que hoy lamamos fonemas" han sido identificadas con sonidos,
es decir, con hechos concretos, los lingüistas no han tenido ningún inconveniente en emplear para aquellas
entidades el mismo término que servía para designar estos hechos concretos. Gracias al desarrollo de la
fonética instrumental, que se produjo a fines del siglo pasado, esta situación se modificó. La fonética
instrumental mostró ton toda evidencia que las entidades lingüísticas que se habían llamado hasta entonces
"sonidos" no eran en realidad sonidos, sino clases de sonidos. Estas entidades, no eran pues hechos concretos,
sino clases de hechos concretos. El término que designaba los hechos concretos no pudo ser ya utilizado para
las entidades lingüísticas, y se creó para éstas el término "fonema”.

Poco a poco tomó cuerpo en los lingüistas la idea de que lo que era verdad para los “sonidos" debía serlo
también para las otras entidades lingüísticas, y nació así la preocupación de no partir más de las entidades
"sentidas" y erróneamente tomadas por hechos concretos sino de los verdaderos hechos concretos. Los
hechos concretos que el hablante distribuye en las clases que son las entidades lingüísticas, que constituyen
los verdaderos datos iniciales de la lingüística, y que ésta debe por consiguiente tomar Como punto de partida,
son el "sentido" y la “fonía”, y se hallan en el "acto de habla". El "sentido" es la relación social cuyo
establecimiento entre el emisor y el receptor constituye el objeto del acto de habla. Puede consistir en una
información que el emisor proporciona al receptor, en una pregunta que le formula, o en una orden (pedido,
ruego, etc.) que le dirige. La "fonía" es la serie de sonidos que el emisor produce para establecer la relación
social que constituye el sentido. Cuando se trata de los hechos concretos que constituyen la fonía y el sentido,
es preciso no caer en el error que atribuimos a la lingüística del siglo pasado y confundirlos con las entidades
lingüísticas a las que pertenecen.
Esto nos conduce al problema central de la lingüística funcional. El haber distinguido por una parte los hechos
concretos -las fonías, los sonidos que las componen y los sentidos-y por la otra las clases que son las entidades
lingüísticas y en los que dichos hechos concretos se distribuyen, constituye por cierto un problema
fundamental.

¿Cómo explicarse que en español los sonidos [s] y [z] pertenecen a la misma clase y son en consecuencia para
el hablante "el mismo sonido", mientras que en francés pertenecen a clases distintas y son en consecuencia
"sonidos distintos”? El hablante, por su parte, no puede prestarnos ninguna ayuda en la solución de este
problema. Es Ferdinand de Saussure quien proporciona si no la solución misma, al menos la base sobre la cual
esta debía ser elaborada, cuando afirma que "las fonías son útiles para establecer relaciones sociales,; la
clasificación que el hablante hace de las fonías y de las relaciones sociales que se establecen por su intermedio
no es sino la clasificación que todo usuario de útiles hace de éstos y de las operaciones que ejecuta con los
mismos”.

Las entidades lingüísticas que el hablante "siente" y que la lingüística del siglo pasado había considera- do
como datos, son, probablemente sin excepción, ya sea clases de fonías o clases de sentidos establecidos según
lo que ha sido dicho para las clases de útiles en general y para las operaciones correspondientes, ya entidades
"bifaciales" compuestas por una clase de fonías y una clase de sentidos, ya, por último, entidades más
pequeñas que resultan del análisis basado en la comparación de las entidades precedentemente
mencionadas.

El método funcional en lingüística es el que estudia los hechos concretos del acto de habla, la fonía y el sentido,
considerando la fonía como útil que sirve para ejecutar la operación que constituye el establecimiento del
sentido. Ubicándose en esta perspectiva, el método funcional establece clases de sentidos y clases de fonias,
y la comparación de dichas clases le permite analizarlas en factores lógicos, es decir en otras clases.6 Es visible
así que, aunque el método funcional sea reciente como procedimiento científico, los principios en los que se
funda son los mismos que han servido de fundamento a la lingüística del siglo pasado y sirven
permanentemente de fundamento a las escuelas "tradicionalistas”. La lingüística del siglo pasado en efecto,
al igual que las escuelas mencionadas, parten de las entidades "sentidas'" por el hablante. Ahora bien, este
""sentimiento" del hablante resulta de la aplicación que hace, en forma inconsciente, a las fonías y a los
sentidos, de los mismos criterios de clasificación y de análisis que el método funcional les aplica de forma
consciente.

La aplicación del método funcional al estudio de las fonías ha sido hecha principalmente por los fonólogos de
la ""Escuela de Praga", cuyo resultado es la fonología "praguense". Lo esencial de la teoría fonológica, en gran
parte implícito, puede resumirse de la siguiente manera. Se considera como dado el significado de cada fonía,
lo que no es otra cosa que su utilidad, es decir la clase de sentidos o relaciones sociales que por su medio se
pueden establecer. BI procedimiento para establecer clases de fonias es la conmutación", que consiste en este
caso particular en reemplazar una fonía por otra como término de la relación con un significado: si este
reemplazo puede ser hecho sin que de él resulte un cambio en el significado, las fonias en cuestión pertenecen
a la misma clase; de otra manera pertenecen a clases distintas.

Vemos así que lo que hace la fonología no es más que la segunda de las dos ""conmutaciones" que practica el
usuario de útiles y que supone el estudio funcional de los mismos. En efecto, el usuario de los útiles
particulares que son las fonías establece inicial mente su utilidad, es decir su significado respectivo, y las
distribuye seguidamente en clases teniendo en cuenta su significado. Ahora bien, la fonología, considerando
como datos los significados de las fonías, prescinde de la primera de esas "conmutaciones". Por supuesto, la
limitación de la lingüística funcional al exclusivo estudio de la fonía no podría ser más que provisoria. Pero aun
limitada de esta manera, provocó ya importantes transformaciones en nuestra ciencia.

También podría gustarte