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El Sentido Del Miedo Escènico PDF
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Mauricio Weintraub
El Sentido del Miedo Escénico
El Sentido del
Miedo Escénico
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Antes del libro
Aquí comienza
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Mauricio Weintraub
El Sentido del Miedo Escénico
El sentido del Miedo Escénico
Durante la primera parte de la película “Sexto Sentido” el pequeño Cole
Sear (encarnado por Haley Joel Osment) experimenta visiones de
fantasmas y personas muertas y sufre por ello una serie de emociones
displacenteras que van desde el terror hasta la depresión y el pánico. Su
psicólogo, el Dr. Malcolm Crowe (encarnado por Bruce Willis),
acostumbrado a una relación tradicional entre terapeuta y paciente,
diagnostica al niño como esquizofrénico, cataloga a estas apariciones
como alucinaciones, e intenta ayudarlo a comprender su irrealidad.
Sin embargo, luego de la mitad del film el pequeño ha empeorado.
El psicólogo se replantea entonces su propia labor. Desde su formación
tradicional él está cumpliendo con los pasos preestablecidos y sus
diagnósticos son acertados.
Sin embargo, un hecho es evidente: el niño no mejora.
Algo en él entonces cambia; vuelve su mirada hacia sí mismo y se
pregunta por sus propias dificultades para ayudar y acompañar a su
paciente hacia el alivio de su sufrimiento. Deja de mirar al pequeño desde
sus parámetros y etiquetas previas e intenta ingresar en su mundo,
aceptar que para el pequeño las visiones forman parte de su universo, de
su realidad. Decide entonces no intentar convencerlo de la inexistencia de
aquellos fantasmas, sino preguntarse para qué están allí.
En la escena siguiente el psicólogo busca al pequeño y le pregunta:
- ¿Qué crees que es lo que quieren de ti los fantasmas que ves?
El pequeño hace silencio, aguarda y por primera vez piensa en los
fantasmas sin querer rechazarlos.
Finalmente responde:
- Creo que necesitan de mi ayuda.
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El miedo escénico es así un enemigo, un adversario que se interpone
entre nosotros y nuestro deseo de hacer música.
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Mauricio Weintraub
El Sentido del Miedo Escénico
Me enfrenté así a la misma pregunta que el pequeño Cole Sear y, sentado
frente al espejo de mi propia y dolorosa realidad me pregunté
¿Qué me está diciendo mi miedo?
Y que en cada uno de ellos, el miedo escénico no es más (ni menos) que la
señal que indica un desencuentro.
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dedicarme a otra cosa”, etc. Estas frases (y las emociones con las que el
músico (se) las dice: Enojo, lástima, desilusión, ira, etc.) se dan a nivel más
o menos conscientes pero determinan de manera central el temor de este
músico para las próximas presentaciones. Por supuesto, esta manera de
tratar(se) en el error ha sido aprendida por el músico de sus figuras de
autoridad, fundamentalmente padres y primeros maestros y es así como,
a medida que va transitando el proceso, el músico se sorprende al
comprender que suele tratarse a sí mismo de la misma manera en la que
no deseaba ser tratado por sus padres y/o sus maestros cada vez que se
equivocaba.
Lógicamente el trabajo en este ámbito no consiste simplemente en
cambiar las frases sino en poder acercar lentamente a estas dos partes del
músico reconociendo su importancia y su función.
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Introducción a la problemática del Miedo en el
momento de hacer Música
El “Escenario”
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clase grupal, fiesta familiar, momento de estudio con otra persona
presente, etc. Todos estos “escenarios” son absolutamente respetables y
válidos ya que en su estructura fundamental, el miedo escénico no tiene
que ver con un “escenario real” sino con la manera en la que este
“escenario real” repercute y sintoniza con el “escenario interno y
emocional” que el músico tiene en sí mismo previo al hecho de tocar.
a) El Ámbito Emocional 1
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Crítico/Guía. Ambos tienen funciones diferentes y la relación entre ellos
generará la opinión y el sentir que el músico tiene acerca de sí mismo con
relación a su hacer música.
b) El Ámbito Musical 2
c) El Ámbito Existencial
2 - Ídem nota 1.
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El Sentido del Miedo Escénico
escucharlo y preguntarle honesta y sinceramente por sus razones. Cuando
esto ocurre, el miedo lentamente comienza a hablarnos de nosotros
mismos y se transforma en una puerta de extraordinario valor hacia
nuestro interior. Una puerta que, a partir de un trabajo conciente, muchas
veces nos devuelve hacia zonas olvidadas, rechazadas y que, casi siempre
nos permite reencontrarnos con nuestra esencia musical, con nuestra
necesidad de vivir el hecho musical y contar nuestras vivencias más
profundas a través de él.
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Como hemos señalado 3 la problemática del miedo escénico se genera en
tres ámbitos, lo cuáles se interrelacionan e influyen de manera
permanente.
En el presente artículo nos referiremos al segundo de estos ámbitos, es
decir al Ámbito Musical.
Llamaremos entonces Ámbito Musical a aquel “lugar” en el cuál el músico
se relaciona con la obra que ejecuta; lógicamente esta relación se observa
en el momento de la presentación pero en realidad se genera en el
estudio cotidiano. Así, la presentación es sólo la punta visible de la
relación que el músico construye con la obra en la intimidad de su
estudio. Como cualquier relación, lo que se ve “en público” no podrá
menos que reproducir en forma aumentada lo que sucede en la intimidad.
De esta manera, si en el estudio cotidiano el músico se relaciona con la
obra desde el disfrute y la experiencia profunda del hecho musical, este
mismo disfrute y esta experiencia se reproducirán en el concierto;
contrariamente, si en el estudio cotidiano el músico se relaciona con la
obra desde la hiperexigencia por no equivocarse y desde el vacío de
experiencia musical esta misma hiperexigencia y vacío aparecerán, muy
probablemente en forma de temor, en el momento de la presentación.
Por lo tanto, analizaremos de qué manera está compuesto el estudio
cotidiano refiriéndonos en este análisis a la relación que el músico
establece con la obra que está estudiando.
Finalmente, antes de comenzar, diremos que en su estudio cotidiano el
músico lleva a cabo también ejercicios y métodos destinados a desarrollar
la parte técnica; en el presente artículo y con el objetivo de facilitar la
comprensión del mismo, no nos ocuparemos de ellos; sin embargo todo lo
que se diga a continuación con respecto a la obra podrá ser aplicable de
una u otra forma también a estos ejercicios y métodos.
4 Para un análisis más exhaustivo de estos aspectos ver “¿Por qué no disfruto en el Escenario?” – M.
Weintraub 2004 – Editado por Claves Musicales – www.clavesmusicales.com/libro -
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Mauricio Weintraub
El Sentido del Miedo Escénico
Potencialmente existen tres aspectos diferentes a partir de los cuáles el
músico puede relacionarse con la obra en su estudio cotidiano.
Estos tres aspectos son:
- Aspecto Técnico
- Aspecto Analítico
- Aspecto Emocional
Llamaremos Aspecto Técnico de una obra a aquella técnica que el músico
debe poseer o desarrollar para conectarse con la obra en profundidad.
Por su parte, llamaremos Aspecto Analítico de una obra a todos los
elementos de la obra en sí y sus circunstancias que son dignos de ser
analizados. En este sentido, cuando hablamos de la obra en sí nos
referimos a todos los aspectos de la obra que el músico necesita
analizar para comprenderla en profundidad (armónico, rítmico,
formal, estructural, de tensión y distensión, etc). Por su parte cuando
hablamos de las circunstancias de la obra nos referimos a todos los
datos que, si bien no se encuentran explícitamente en la obra, sí se
relacionan con ella de manera directa (datos del compositor, contexto
histórico, situación social y musical de la época, estilo, etc) y que
también el músico necesita conocer y relacionar.
Finalmente, llamaremos Aspecto Emocional de una obra a aquellas
emociones que ésta tiene implícita en su profundidad. Lógicamente este
aspecto es el más subjetivo de los tres aunque, como veremos en otros
artículos, está enraizado y encuentra su apoyo en las profundidades de la
obra misma y tiene una estrecha relación con su estructura interna;
estructura que, hasta cierto punto, puede comprenderse desde la
perspectiva analítica.
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Aspecto Técnico %90 %60 %85 %20 %75 %80 %20 %50
Aspecto Analítico %5 % 0 %10 %70 % 5 %10 %5
%40
Aspecto Emocional %5 %40 % 5 %10 %20 %10
%75 %10
Como ya hemos señalado, este cuadro es solo un “juego” ya que las
energías nunca son tan mensurables como aquí se sugiere. Sin embargo,
este “juego” sirve como una muestra de las diferencias existentes entre
distintos músicos y sirve también para que cada músico (y quizá para que
el lector en tanto músico) pueda reflexionar acerca de la manera en la que
su energía musical se está distribuyendo. Como veremos luego estos
porcentajes tienen especial influencia en el disfrute o en el temor en el
momento de tocar.
Dos preguntas
La segunda pregunta:
¿Los tres aspectos son cualitativamente iguales? Es decir ¿tienen la
misma importancia?
También aquí aparecen las respuestas más diversas. Muchos afirman que
los tres aspectos tienen la misma importancia y otros no alcanzar aún a
imaginar una respuesta para una pregunta que nunca antes se habían
hecho.
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Mauricio Weintraub
El Sentido del Miedo Escénico
Imaginemos que pasamos por la vidriera de una casa en la que venden
cuadros. Imaginemos que vemos un cuadro del pintor que más nos guste,
un cuadro que nos conmueve profundamente. Imaginemos que queremos
comprarlo.
Cuando estamos por comprarlo comprendemos que, para colgarlo en
nuestra sala, necesitamos un clavo y un martillo.
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A lo largo de mi trabajo conmigo mismo y con músicos que experimentan
temor en el momento de tocar he observado que muchas veces no somos
concientes de cuál es el objetivo en nuestro estudio cotidiano.
Es así como, en muchos casos, hemos aprendido que los pasos del estudio
se dan de la manera siguiente:
5 Con respecto a este punto, en uno de mis cursos un alumno comentó que en su experiencia en el
conservatorio en el cuál había estudiado, los pasos indefectiblemente habían sido los siguientes a lo largo
de su carrera:
- Primero: La técnica
- Luego: El análisis, reducido sólo a “los matices” y nociones elementales de tempo, estilo y datos
del compositor.
- Finalmente, y si el tiempo de la cursada lo permitía, lo emocional. Aunque lamentablemente,
cada vez que llegaba este momento, el año lectivo ya se encontraba en octubre y entonces este
alumno debía comenzar a preparar su examen final.
Lo emocional quedaba entonces para el año siguiente, en el que comenzaba a preparar un programa
nuevo por lo que nuevamente se iniciaba el círculo que se repetía siempre de una manera similar.
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El Sentido del Miedo Escénico
Como hemos señalado anteriormente 6, existen tres maneras
disfuncionales de estudiar. Sin embargo en el presente artículo solo nos
referiremos a dos de ellas por haberlas encontrado como las más
frecuentes dentro del ámbito de la música clásica.
En un próximo artículo nos referiremos también a aquella manera
funcional de llevar a cabo el estudio cotidiano.
Las maneras disfuncionales de estudiar tienen que ver con los objetivos
que tenemos en nuestro estudio cotidiano, objetivos muchas veces
inconscientes pero que suelen determinar nuestro acercamiento (o no) a
la obra a estudiar y, consecuentemente al disfrute o el temor en el
momento de exposición.
En lo referente a la problemática del miedo en el momento de hacer
música, llamamos disfuncionales a estas maneras de estudio cotidiano
porque ellas alejan al músico de la meta de su estudio, es decir de tocar
cada vez mejor y disfrutar cada vez más.
Las maneras disfuncionales de estudiar a las que nos referiremos son las
siguientes:
Quien estudia según este modelo tiene como objetivo más importante en
su estudio cotidiano el estar seguro de no cometer errores en su
presentación futura.
Como es evidente, quien estudia con este objetivo pone el énfasis casi de
manera exclusiva en el Aspecto Técnico, olvidándose o dejando en
absoluto segundo plano al Aspecto Analítico y al Emocional.
En la escena del Cuadro, sería como clavar el clavo para que quede
perfecto, sin colgar nunca sobre él ningún cuadro.
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Para un análisis más exhaustivo de estos aspectos ver “¿Por qué no disfruto en el Escenario?” – M.
Weintraub 2004 – Editado por Claves Musicales – www.clavesmusicales.com/libro -
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Este segundo modelo incluye al primero ya que “tocar la obra como se
debe tocar” incluye el no cometer errores. Sin embargo este objetivo no
se reduce al primero ya que, en general, el “como se debe” incluye
también un estilo, un tempo determinado, etc.
Es interesante notar que, cuando el músico estudia para tocar la obra
“como se debe” siempre está tocando para un “otro” que es quien dice,
justamente, como se debe tocar. Este “otro” puede ser real o imaginario
aunque para el músico tenga una validez efectiva y lo viva como “alguien”
que está fuera de él mismo. Así, algunos “otros” que he visto a lo largo de
mi trabajo son: “mi maestro”, “el ambiente”, “el jurado”, “el compositor
(aunque haya fallecido)”, “la música en general”, “todos”, etc.
Lógicamente quien estudia con este objetivo, estudia los aspectos
técnicos y analíticos (aunque siempre se tratará de un análisis superficial)
pero deberá dejar al margen su aspecto emocional, o al menos todas
aquellas emociones que se le presenten como diferentes a como “se
debe” tocar.
El músico que estudia desde esta perspectiva se piensa a sí mismo y a su
función de intérprete como a un “reproductor” de una obra “que debe
tocarse de determinada manera”. Esta idea de “reproductor” de la obra es
similar a la de un reproductor de audio cuya finalidad es ser fiel a la
grabación que debe reproducir. De la misma manera, este músico
considera que su deber es ser fiel a esta idea que le han enseñado
respecto a lo que la obra es. Es fácil comprender que un reproductor
excluye de sí toda emoción o al menos la limita en el momento de su
ejecución.
7 Ver “Introducción a la problemática del Miedo en el momento de hacer Música” y “El concierto
como el lugar en el que el músico se juega la vida”, entre otros –
M. Weintraub 2006-2007.
8 Ver “El olvido del Músico Interior” – M. Weintraub 2005.
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El Sentido del Miedo Escénico
propio que tiene la capacidad de conmoverse profundamente por el
hecho musical y la potencia de expresar esta conmoción en forma de
sonido, a través de la interpretación de una obra.
Evidentemente este aspecto interno, independientemente de cómo lo
llamemos (Músico Interior, Ejecutante o Niño) es lo más esencial que el
músico tiene en cuanto tal y lo deseable es que a lo largo de su desarrollo
musical, consiga paulatinamente desarrollarse y alcanzar una mejor
expresión y un mayor disfrute en el momento de tocar.
Cuando estudiamos desde alguna de las dos maneras disfuncionales que
hemos mencionado anteriormente, este Músico Interior/Ejecutante/Niño
queda excluido del hecho de hacer música. Así, debido a la confusión,
apartamos a este Músico Interior y lo posponemos, olvidando su
existencia y olvidando a la vez nuestra esencia y nuestro ser.
Lo que he visto en mí mismo y en muchos de mis alumnos cuando
trabajamos la problemática del miedo en el momento de tocar es que, de
esta manera, se ha producido a lo largo del tiempo, un olvido profundo de
aquello por lo cual comenzamos a estudiar música. Así, comenzamos a
estudiar música para “reproducir cada vez más profundamente la
conmoción musical” y, 15 años después estamos estudiando música para
“tocar todas las notas sin equivocarnos e impecablemente”. Es decir que
compramos el clavo y el martillo y nos pasamos 15 años fijando
impecablemente el clavo en la pared olvidándonos del cuadro.
Como consecuencia de esto, cada vez que miramos el clavo, por más que
esté fijado de manera impecable, algo en nosotros “no se conmueve” y
sufre por esta “no conmoción”.
¿De qué manera este Músico Interior intenta recordarnos su existencia?
¿De qué manera intenta hacernos volver sobre nosotros mismos para que
comprendamos que es él quien necesita expresarse y vivir el hecho
musical y que es nuestra tarea ayudarlo? ¿De qué manera este Músico
Interior intenta mostrarnos su capacidad creativa anestesiada, dormida,
postergada…por nosotros?
Temiendo.
Temblando en el momento de tocar.
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de manera profunda y esto es así porque en definitiva el miedo escénico
es siempre aquella voz que, desde lo más profundo de nuestro ser músico
nos habla a nosotros acerca de nosotros mismos.
¿Podremos escucharla?
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El Sentido del Miedo Escénico
Como mencionaba en la Introducción9, el Miedo en el momento de hacer
Música se genera en tres ámbitos diferentes: El Emocional, el Musical y el
Existencial.
A continuación intentaremos comprender, en líneas generales, el primero
de estos ámbitos, es decir el Ámbito Emocional. Describiremos así los
aspectos que lo componen, cómo interactúan y de qué manera esta
interacción favorece el disfrute o acrecienta el temor del músico en el
momento de tocar.
Lógicamente la descripción que a continuación se expone está hecha a los
efectos de posibilitar una mayor comprensión de aquello que suele
percibirse de manera confusa y entremezclada. En este sentido, los
aspectos que a continuación se mencionan son sólo maneras de delimitar
energías diferentes y sus nombres están puestos con el objetivo de
facilitar la comprensión de sus funciones y realidades.
En palabras de Norberto Levy, es solo un intento por alambrar el mar.
El Ejecutante
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hacerlo bien o mal o, incluso puede no hacerlo debido al temor que el
tocar le produce; pero de todas maneras su función consiste en el hecho
de tocar.
Lógicamente el Ejecutante es también quien disfruta y/o quien teme.
En líneas generales el músico reconoce fácilmente y se identifica sin
mayores dificultades con su aspecto Ejecutante. Así, el músico mismo se
presenta diciendo “soy guitarrista”, “soy violinista” o “soy director de
orquesta” nombrándose en este “ser” a partir del hacer del Ejecutante.
El Crítico/Guía
Crítico/Guía y público
11 “¿Por qué no disfruto en el Escenario?” – M. Weintraub 2004 – Editado por Claves Musicales,
www.clavesmusicales.com/libro .
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medida la autoestima, la confianza y la valoración que este músico tendrá
hacia sí mismo y hacia su labor.
Mencionaremos a continuación algunas características generales de esta
relación sin ingresar en su clasificación sistemática12 con el objetivo de
comprender al menos en los conceptos fundamentales la importancia de
la misma.
Hijo-Padre / Alumno-Maestro
12 Para un análisis más detallado de esta relación ver “¿Por qué no disfruto en el Escenario?”, Cap. I
“El Aspecto Emocional” – M. Weintraub 2004. Editado por Claves Musicales
www.clavesmusicales.com/libro .
13 Para un análisis más detallado ver “La relación Alumno-Maestro” – M. Weintraub 2006 –
www.sinfoníavirtual.com entre otras publicaciones.
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El Sentido del Miedo Escénico
El niño está aprendiendo a caminar y lógicamente se cae varias veces
durante el proceso de aprendizaje. El niño llora entonces porque se
lastima la rodilla en la caída.
Hasta aquí el niño llora como consecuencia del dolor que le produce un
pequeño fracaso, similar a los que cualquier proceso trae consigo; este
dolor es un dolor inherente al hecho de crecer ya que este hecho siempre
trae consigo el error más o menos momentáneo.
Sin embargo, ¿Cómo reacciona el Padre ante la caída del Hijo?
Pensemos en dos opciones opuestas:
a) Lo abraza y le dice: “No te preocupes, la caída y el error son
condiciones necesarias para aprender, yo voy a acompañarte a cada
momento hasta que puedas caminar sin caerte. Antes de intentarlo
nuevamente podemos pensar en si hay algo que podés hacer para evitar
caerte las próximas veces”.
b) Lo levanta zamarreándolo y le grita: “¡¡Pero siempre te caés!! ¡¡¿No ves
que tenés que levantar más el pie para no tropezarte?!! Siempre lo
mismo, todos tus compañeros ya caminan y vos te seguís cayendo. Así no
vas a caminar nunca.
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segundo recorrerá este mismo proceso temiendo cada posible caída
futura.
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- Espero que te vaya bien. Tratá de no trastabillar con las piedras porque si
trastabillás te vas a caer y debajo no hay nada. Vas a morir. Aquí te jugás
la vida.
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Mauricio Weintraub
El Sentido del Miedo Escénico
El olvido del “Músico Interior”
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se llama indistintamente una nota en el diario, un puesto de jerarquía,
una retribución económica, la opinión favorable de algún maestro
determinado, etc. En aquellos músicos que no experimentan disfrute en el
momento de tocar, éste suele ser un punto de fundamental importancia
ya que en muchas ocasiones este “no disfrute” es solo la punta del iceberg
que esconde una pregunta mucho más profunda y esencial con respecto a
la actividad musical: La pregunta acerca de “¿Para qué hacemos
música?”.
En muchos músicos el “no disfrute” en el escenario habla de un cambio
sutil e inconsciente, pero fundamental en relación al objetivo de su
actividad musical. Así, el mismo músico que años antes comenzó su vida
musical para satisfacer aquella necesidad de experimentar
profundamente el hecho musical se encuentra años después llevando
toda una “vida musical” con el objetivo de ser un “músico exitoso”.
Lógicamente no es la intención de este artículo minimizar o restar
importancia al éxito profesional y a los beneficios evidentes que éste
acarrea. Es evidente que todo músico (y en definitiva toda persona)
anhela, desea y necesita ser reconocido por sus pares y por sus
superiores, ascender en la escala social de su profesión así como obtener
una mayor retribución económica por su trabajo. Este anhelo, esta
necesidad es no solo válida sino deseable ya que habla de la propia
esencia del ser músico y del ser humano en relación con la vida en
sociedad.
Sin embargo, este artículo sí desea reflexionar acerca de cuál es el
objetivo final de nuestra actividad musical o, en otras palabras, cuál es la
luz que guía nuestra actividad y por la cual nos movemos y en cómo la
elección de este objetivo ayuda o interfiere con nuestro disfrute del hecho
musical.
Cuando indagamos en aquellos músicos que experimentan displacer en el
momento de tocar, encontramos que muchas veces el objetivo final de su
actividad musical es esta obtención del reconocimiento externo.
Este posicionamiento del éxito como el objetivo más importante aunque
pueda provenir, como hemos dicho, del ámbito familiar y académico, es
posteriormente producto de una reiterada elección personal
generalmente no consciente.
Es por ello que la pregunta acerca de “¿Para qué hago música?” se torna
muchas veces imprescindible a fin de comprender con mayor profundidad
esta problemática.
En general cuando realizo esta pregunta en mis cursos en un primer
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Mauricio Weintraub
El Sentido del Miedo Escénico
momento surgen las respuestas “diplomáticamente correctas”. Así,
algunas respuestas son:
“Para expresarme.”
“Porque amo la música.”
“Porque quiero ser un artista.”
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En innumerables ocasiones los músicos corremos en una loca carrera
hacia este supuesto éxito profesional, con la creencia de que en él
encontraremos nuestro sentido de realización y nuestra sensación de
“descanso” y de “estar en casa”. Así, viajamos a través de la vida musical a
toda velocidad persiguiendo un objetivo esquivo e inasible que cada vez
que es alcanzado se escapa nuevamente.
Sin embargo, algunas veces puede ser interesante detenerse y
preguntarse por aquel “Pequeño Músico” que en el inicio de nuestra vida
musical nos señaló el camino a través del deseo de la vivencia sonora.
Quizá buscándolo descubramos que no está delante, en aquella
“zanahoria exitosa” a la que perseguimos, sino que está detrás de
nosotros o, mejor dicho, dentro de nosotros, esperándonos, mirándonos
con tristeza y asombro y preguntándonos ¿qué buscamos en nuestro
diario correr?
Quizá buscándolo recordemos su esencial necesidad de experimentar el
hecho musical profundamente, independientemente de puestos y
calificaciones y notas en los diarios.
Quizá buscándolo comprendamos que la sensación de plenitud y
realización surgirá de nutrir a este “pequeño músico” hasta transformarlo
en un músico capaz de expresar en sonido sus emociones.
Quizá buscándolo nos demos cuenta de que el éxito es maravilloso
cuando es una consecuencia de la búsqueda de la experiencia musical
profunda pero que solo es un envoltorio de nada cada vez que lo
buscamos como causa de nuestro bienestar y realización.
Quizá buscándolo comprendamos que exigirle al éxito la profundidad de
la vivencia musical es confundir el juego y el lugar de búsqueda.
Quizá buscándolo comprendamos que muchas veces el miedo, el
aburrimiento y el hastío por nuestra actividad musical son solo síntomas
que expresan nuestra confusión y nuestro olvido de aquel aspecto
esencialmente creativo.
Quizá buscándolo lo reencontremos.
Y en él... a nosotros.
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Mauricio Weintraub
El Sentido del Miedo Escénico
La relación Alumno - Maestro
Introducción
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Primera Parte
El Alumno
Una de las preguntas más importantes que suelo hacer en mis cursos es
¿Para quién tocamos cuando estamos en clase?
Cuando preguntamos ¿para quién tocamos? nos referimos a
¿En quién estamos pensando cuando estamos tocando frente a nuestro
maestro?
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Mauricio Weintraub
El Sentido del Miedo Escénico
Cuando decimos “tocar para el maestro” estamos refiriéndonos a una
manera de encarar el ámbito de la clase por parte del alumno que condiciona
y determina su experiencia en esa misma clase. Así, cuando el alumno decide
ir a la clase para “tocar para su maestro”, incluye en esta actitud una serie de
creencias que, si bien en general no están expresadas de manera conciente,
determinarán y definirán su vivencia en la clase.
Una vez que hemos comenzado a comprender con mayor profundidad para
quién
tocamos en la clase, suele ser sumamente importante y a menudo revelador
comenzar a preguntarse para qué tocamos en ella.
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Cuando decimos para qué tocamos en la clase nos referimos a ¿qué
buscamos cuando tocamos en clase? o ¿qué deseamos que ocurra? o ¿cuál
es nuestro objetivo en la clase?
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entre ambos) sino quien debe ayudarlo a tocar cada vez mejor y a disfrutar
cada vez más de su relación con su instrumento. Cuando un alumno “más
funcional” comprende que está yendo a su clase a “ser querido o aceptado”
trabaja en otros ámbitos acerca de esta necesidad y no le exige a su maestro
que subsane esta carencia.
Esto no significa que el alumno “más funcional” soporte el maltrato por parte
de su maestro ya que por lo general el maltrato dificulta e impide el
crecimiento, sino que su objetivo no está puesto en el ser aceptado sino en el
aprender.
Segunda Parte
El Maestro
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maestro disfuncional suele culpar y responsabilizar a su alumno de su no-
progreso y el mensaje implícito o explícito suele ser “yo estoy haciendo lo
que tengo que hacer y vos no te esforzás/estudiás/rendís lo suficiente. Si
seguís en este no-progreso no vas a llegar ser un músico y además yo me
voy a cansar de darte clase”.
Por su parte el maestro funcional suele comprender que no es el alumno
quien no está funcionando sino que es la relación alumno/maestro la que no
está ayudando a que el alumno progrese de la manera deseada. Así, el
mensaje implícito o explícito por parte del maestro más funcional suele ser
“yo estoy haciendo lo mejor que puedo pero lo que yo hago no parece ser lo
que vos necesitás para progresar. ¿Algo de lo que hago te dificulta en tu
crecimiento? ¿Te parece que yo podría hacer algo diferente para ayudarte
de una mejor manera? Vamos a intentar un tiempo más y si no funciona
quizá puedas probar con otro maestro que pueda ayudarte de una manera
más acorde con lo que vos necesitás en este momento”
Tercera Parte
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Para ello comentaré brevemente el proceso de Alicia, una pianista que asistió
a mis cursos destinados a trabajar las emociones displacenteras en el
momento de hacer música. En una de las clases Alicia comentó que había
comenzado a estudiar con una maestra muy reconocida y que estaba
sumamente entusiasmada ya que esta maestra la exigía y, por lo tanto, ella
estaba dispuesta a estudiar hasta poder conformarla. Sin embargo, a lo largo
de sus clases el proceso de Alicia fue similar al proceso de otros músicos que
experimentan displacer en relación con su actividad. Así, del entusiasmo
inicial pasó a cierta decepción por no poder estudiar todo lo que ella quería y,
consecuentemente, por rendir menos de lo que ella deseaba. Finalmente, al
cabo de unos meses, Alicia comentó que sus clases no le estaban sirviendo,
que cada vez tenía menos deseos de estudiar y que estaba pensando en
“abandonar” a su profesora. Además, comentó que, como no era la primera
vez que pasaba por este proceso de entusiasmo inicial-decepción-sensación
de no poder-“abandono”, estaba pensando seriamente en abandonar la
música.
Es importante comentar que el proceso que experimentó Alicia es un proceso
sumamente común en muchos músicos en formación y que, en muchas
ocasiones desemboca en un abandono parcial o total de la actividad. En
muchos casos, el músico en cuestión posee, además, una sensibilidad
artística especial y una vocación musical profunda y definida que permanece
luego archivada como frustración por no haber podido desarrollarse.
Cuando Alicia comentó su proceso comenzamos a trabajar para intentar
comprender con mayor profundidad cuál era el problema y dónde se
encontraba el núcleo que le impedía progresar y disfrutar de su actividad.
Rápidamente Alicia comprendió que ella iba a su clase con el objetivo de
conformar a su profesora. Sin embargo cuando se le señaló este hecho como
un posible detonante de su no disfrute, Alicia no creyó que fuera un error. En
este punto, en el curso, se dio un diálogo sumamente interesante que ilustra
y ejemplifica las creencias que muchos músicos en formación tienen con
relación a su clase y a su relación con su maestro.
Lo transcribiré en líneas generales:
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Mauricio Weintraub
El Sentido del Miedo Escénico
A – Sí. Mi maestra es una pianista muy reconocida y tuve la suerte de que me
aceptó
como su alumna. Ahora que soy su alumna no quiero dejar de serlo y sé que
para
seguir siéndolo tengo que rendir en relación con lo que ella me exige.
M.W – Es decir que vas a tu clase para que tu maestra no te eche.
A – Digamos que sí.
M.W – O, dicho en otras palabras, para que tu maestra vuelva a aceptarte
una y otra vez.
A – Puede ser.
M – ¿Y qué pensás de eso?
A – No sé, por un lado no me siento muy bien al decirlo así, pero por otro me
parece que es lo más natural. Ella es muy reconocida y yo soy sólo una
estudiante, me parece lógico que ella me exija y que si yo no rindo no quiera
darme más clase.
M.W – Dejame ver si entendí bien. Vos pagás por tu clase un arancel, es decir
le das algo a tu maestra para que ella te enseñe. Sin embargo, también le
regalás tu clase para ver si le gusta o no, con la idea de que si no le gusta
probablemente decida dejar de darte clase. Es decir, deje de aceptarte ¿Está
bien este razonamiento?
A – Digamos que sí.
M.W - Quizá la pregunta sería ¿qué queda para vos? Quiero decir, si además
del arancel también regalás tu clase ¿qué es lo que te llevás vos de esta
relación?
A - ¿A qué te referís cuando decís “qué me llevo”?
M.W- Me refiero a que en la relación alumno-maestro, así como en toda otra
relación profesional, ambas partes tienen la obligación de dar algo y el
derecho a recibir algo. En esta relación en particular el alumno tiene la
obligación de dar un pago por la clase recibida (ya sea de manera directa o a
través del pago de sus impuestos) y como contrapartida tiene el derecho de
recibir una clase en la que él sea ayudado a tocar cada vez mejor y a disfrutar
cada vez más por una persona que posee mayor conocimiento.
Cuando vos decidís conciente o inconscientemente regalar tu clase
esperando una y otra vez su aceptación estás cediendo lo que es
esencialmente tuyo en tanto alumna y por lo tanto te quedás sin nada, te
quedás vacía. Y esto es así porque aunque tu maestra te acepte, la seguridad
que te da su aceptación te dura un rato, hasta que sentís que corrés el riesgo
de que deje de aceptarte en la siguiente clase. ¿Me entendés?
A – Si, te entiendo, pero siempre he ido a mis clases de esta manera. No
sabría ir de otra manera. ¿Cómo puedo hacer para ir de otra manera?
46
M.W – Esperá, no te apures. Quizá no tengas que ir de otra manera, eso lo
decidirás vos si es que crees que sería bueno cambiar. Pero creo que antes de
ello es importante entender con la mayor profundidad posible esta relación
que vos establecés con tu maestra. Y creo que para ello lo interesante sería
pensar ¿qué significa para vos ser aceptada por tu maestra?
A - (Piensa) Ser aceptada significa que valgo, que sirvo para la música.
M.W - ¿Y qué más sentís cuando sos aceptada por tu maestra? Quiero decir
¿Qué más sentís que tu maestra te da cada vez que te acepta y qué te quita
cada vez que no te acepta?
A – Siento que, cada vez que me acepta, mi maestra me incluye en el grupo
de los “músicos potenciales”, o de los “músicos elegidos”, siento que me
reconoce, siento que está mas cerca, siento que me quiere. (Pausa)
Siento que me quiere.
Esta conversación con Alicia es un fiel reflejo de toda una manera de encarar
la clase y la relación alumno-maestro por parte de un alumno disfuncional.
A lo largo del trabajo con Alicia, ella fue comprendiendo que su manera de ir
a la clase poco tenía que ver con habitar un lugar de aprendizaje. Entendió
también que ella había decidido (inconscientemente, por supuesto) que la
clase era un lugar en el cual se jugaba la aceptación, la valorización y, en
definitiva, el amor de su maestra hacia ella y que esto entorpecía e impedía
su progreso en relación con su instrumento. Alicia comprendió también que
la clase no podía ser un lugar en el cual se juegue el amor y que, si esto era
así, era porque en algún lugar propio ella misma no podía aceptarse,
valorizarse y amarse de una manera funcional y por ello lo buscaba en el
otro. Comprender esto la llevó a cuestionarse acerca de porqué ella no podía
amarse como lo necesitaba y abrir espacios para trabajar esta dificultad que
intoxicaba su clase de piano y otros espacios.
47
Mauricio Weintraub
El Sentido del Miedo Escénico
Como hemos señalado anteriormente, si el maestro es disfuncional, muy
probablemente también juegue el juego de “tocás bien/te quiero – no tocás
bien/no te quiero”. Sin embargo, como hemos visto es el alumno quien
decide para qué va a la clase, y esto es así por que la clase es esencialmente
suya, es su vida musical la que se juega en ella y, finalmente, es él quien
decide qué tipo de maestro quiere tener.
El reconocimiento y la recuperación de este poder esencial que el alumno
tiene en relación con la clase harán que este alumno plantee sus dudas y
dificultades a su maestro hasta que éste pueda ayudarlo a solucionarlas o
que busque un maestro que pueda hacerlo. Sin embargo este
reconocimiento y esta recuperación sólo pueden darse en la clase cuando el
alumno ya lo ha hecho en su conciencia y en su ser.
48
Los “agujeros negros” en la relación con la obra
La mente y el misterio
En mi propio proceso fue el Mtro. Jordi Mora quien por primera vez me
enfrentó a mi desconocimiento central de cuestiones fundamentales de
las obras que estudiaba.
Así, en las clases que tomé con el Mtro. Mora mientras me encontraba
haciendo un pos grado de dirección orquestal en Barcelona, fueron
apareciendo de manera evidente los enormes vacíos que yo dejaba en la
obra, en mí mismo y entre la obra y yo cada vez que me aproximaba a
ella. Estos vacíos estaban hechos, no tanto por las respuestas que yo no
encontraba, sino más bien por las preguntas que yo no me hacía con
respecto a estas obras y a lo que yo experimentaba con ellas.
14 Aunque en mi experiencia con músicos que experimentan temor he comprobado que, muchas veces, la
no pregunta por la profundidad de la obra hace que el estudio de ésta se vuelva carente de sentido y la
energía que el músico podría disponer al aspecto técnico disminuya.
50
Este punto es de fundamental importancia ya que los vacíos a los que me
refiero pueden encontrarse en tres ámbitos simultáneos: En la obra en sí,
en lo que la obra produce en el intérprete y en la relación entre la obra y
el intérprete.
Quizá este último vacío entre obra e intérprete es el más significativo y
complejo.
Así, y mencionando un ejemplo propio de las clases con Mora, recuerdo
que si bien yo sabía que la primera sinfonía de Beethoven comenzaba con
un acorde de dominante de Fa M estando compuesta en la tonalidad de
Do M., nunca me había preguntado qué era lo que a mi me ocurría con
este hecho. Es decir, no existía un vacío en relación con la obra ya que
sabía de qué acorde se trataba, ni existía un vacío en mí mismo ya que
sabía en líneas generales qué emoción me producía la tonalidad de Do M.
Pero sin embargo sí existía un vacío profundo entre la obra y yo ya que
nunca me había preguntado qué era lo que me producía el hecho de que
una sinfonía comenzara con un acorde de dominante de Fa M estando
compuesta en Do M, ni qué era lo que experimentaba cuando, finalmente
llegábamos a Do M (aunque no aún con un I, sino con un I en sexta) recién
en el compás 6.
Es decir, el vacío se encontraba entre la obra y yo y sólo cuando Mora me
habló durante 40 minutos de esos primeros 6 compases y de lo que esto
significaba para el “alma musical” comprendí que, cada vez que yo había
dirigido esa sinfonía había experimentado lo que hoy llamo “una no
experiencia musical en el momento de hacer música”.
51
Mauricio Weintraub
El Sentido del Miedo Escénico
musical y artística del músico en cuestión devolviéndolo a un estado de
obediencia a partir del cual el hecho artístico no es posible.
a) Análisis Estructural
- Secciones Estructurales
52
Como se observará es muy diferente considerar los compases 29 al 32
como finales de la primera sección o como inicio de la siguiente.
En este sentido es clara la experiencia de “estar distendiendo” hasta la
primera corchea del compás 29 y es clara la experiencia de “comenzar a
tensar” a partir de la corchea siguiente.
Además, esta mirada alumbra la comprensión global de la primera sección
del tema ya que el punto culminante del mismo queda exactamente en el
centro, en el compás 15, habiendo tenido 14 compases de tensión y 14 de
distensión.
Se analiza:
- Diferenciación de cada sección estructural
- En cada sección se analiza:
- Tensión
- Llegada o Punto Culminante
- Distensión
- Región Culminante
53
Mauricio Weintraub
El Sentido del Miedo Escénico
b) Análisis Formal
- Secciones Formales
Llamo sección formal a aquel fragmento musical que constituye una parte
formal de la obra.
Ejemplo: Sección de la Exposición o sección del Desarrollo en la forma
sonata.
En la sonata op.31, Nº 3: Exposición: Compases 1 a 88.
Desarrollo: Compases 89 a 136.
Se analiza:
- Diferenciación de cada sección formal
- En cada sección formal se analiza:
- Tensión
Llamo proceso de tensión a aquella parte que conduce
al punto culminante
- Llegada o Punto Culminante
Llamo Punto Culminante al momento en el que se
expresa con mayor profundidad la emoción que se está
contando
- Distensión
Llamo proceso de distensión a aquella parte que
continúa al Punto
Culminante y distiende, de alguna manera, la tensión
que se había acumulado para llegar a él.
- Región Culminante
Llamo Región Culminante a aquella región en la cual se
encuentra el Punto Culminante.
54
c) Análisis Armónico
- Tonalidades
Tonalidades Principales
Tonalidades Secundarias
Tonalidades de paso
Son aquellas tonalidades que son utilizadas por el compositor para llegar a
tonalidades principales o secundarias. Aparecen fundamentalmente en las
secciones de desarrollo o modulantes.
- Grados Significativos
Son aquellos grados que, por una u otra razón, repercuten de manera
extra-ordinaria en el “alma” del intérprete. Estos grados suelen repercutir
de esta manera por ser grados inesperados; es decir, grados que, de
alguna manera, están fuera de la lógica de la tonalidad en la que están
incluidos. Pueden ser: grados alterados, grados pertenecientes a otra
tonalidad, que anuncian una modulación (que puede o no llevarse a cabo),
etc.
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Mauricio Weintraub
El Sentido del Miedo Escénico
- Macroarmonía
d) Análisis Melódico
e) Análisis Temático
- Temas
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De la misma manera (al igual que una persona), un tema puede estar
compuesto, y de hecho generalmente es así, por más de una energía.
Ejemplo: Primer tema de la Sonata op.31 Nº 3 de Beethoven
- Energía 1: Desde el compás 1 hasta la primera corchea del compás
17.
Y desde el compás 33 hasta el compás 45.
- Energía 2: Desde la segunda corchea del compás 17 hasta el compás
32.
Se analiza:
- Diferenciación de cada tema
- En cada tema se analiza:
- Tensión
- Llegada o Punto Culminante
- Distensión
f) Análisis Funcional
Llamo función de una nota al rol que ésta cumple dentro del discurso
musical.
Las funciones o roles posibles más frecuentes son:
- Melodía principal
- Melodía secundaria
- Armonía
- Bajo
Lógicamente existen diferentes tipos de cada una de estas funciones y una
misma nota puede cumplir funciones entremezcladas.
Se analiza:
- Función que cumple cada nota
- Orden de prioridades de cada una de las funciones presentes en
cada momento
____________________________________________________________
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Mauricio Weintraub
El Sentido del Miedo Escénico
Aspecto Emocional - El Intérprete
a) Emociones15
15 Lógicamente, como he señalado en otros artículos y escritos, las emociones nunca pueden ser
especificadas de manera tan inequívoca como aquí se sugiere; sin embargo considero que reflexionar
acerca de ellas e intentar comprender su origen y diferencias suele constituir un ejercicio que profundiza
su comprensión y conocimiento y que provee al músico que teme de una serie de herramientas de
fundamental importancia a la hora de trabajar con su temor.
58
Emociones Secundarias o Emociones Intensificadas o Disminuidas
59
Mauricio Weintraub
El Sentido del Miedo Escénico
Así, cuando un músico tiene en su interior esta confusión suele no poder
percibir la alegría en los momentos introvertidos ni la tristeza en los
extrovertidos.
Un ejemplo en este sentido es la diferencia existente entre la alegría que
aparece en el comienzo del 4º movimiento de la Quinta Sinfonía de
Beethoven y la que aparece al comienzo del 1er. movimiento de la
Segunda Sinfonía de Brahms. Mientras aquella es sumamente
extrovertida y más cercana al heroísmo ésta es introvertida y más cercana
a la placidez. Si el músico no puede diferenciar las emociones de la
manera en la que estas emociones están expresadas suele pensar que el
comienzo del 1er. movimiento de la Segunda Sinfonía de Brahms expresa
otra emoción diferente y no alegría (por ejemplo, tristeza).
Mencionaré a continuación algunas parejas de opuestos en las que
pueden ser expresadas las emociones:
- Extroversión / Introversión
- Calmadamente / De forma apurada
- Explícitamente / Implícitamente
Entre otras
- Activa / Receptiva
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El primer fragmento se encuentra entre los compases 91 y 96, mientras
que el segundo fragmento se encuentra entre los compases 114 y 126.
En ambos casos se trata de fragmentos sumamente conflictivos con
emociones que oscilan entre el miedo y el enojo. Sin embargo hay “algo”
profundamente diferente entre ellos.
En el primer fragmento lo que está por ocurrir “aún no ha ocurrido”,
mientras que en el segundo ya “está ocurriendo”. Esta diferencia exige
que el intérprete tenga actitudes también diferentes.
En el primero de los dos fragmentos se necesita un intérprete “más
receptivo” de la música mientras que en el segundo se necesita un
intérprete “más activo” de la música. Se que estos parámetros pueden
constituir una dificultad extra pero me parece fundamental poder intentar
comprenderlos con la mayor profundidad posible.
Cuando me refiero a un intérprete “más receptivo” quiero decir un
intérprete que actúa a partir de lo que la música le va proponiendo a cada
instante (más allá de su preparación en su estudio cotidiano). Si volvemos
al primero de los dos fragmentos señalados, es evidente que la tensión
que cada acorde acumula a partir del compás 91 necesita de un intérprete
que pueda “escuchar” esa tensión y recién después “decida” cómo y
cuándo tocar el acorde siguiente. Beethoven también da indicios de esto
cuando coloca ritardando y molto sostenuto. Sin embargo ¿cuánto
ritardando y cuánto molto sostenuto? Si el intérprete llega a ese
momento con un ritardando y un molto sostenuto exactamente pre-
determinado probablemente impondrá estas pre-determinaciones a la
obra y “algo” del temor que la obra expresa se perderá.
Sin embargo, si el intérprete puede trascender aquello que él mismo ha
decidido en su tiempo de estudio y puede “escuchar” cada acorde casi
como si la música se tocará a sí misma, quizá será justamente cada acorde
quien le indique cuándo y cómo tocar el siguiente, de la misma manera en
que, en una situación de sumo peligro, un niño da cada paso sólo
teniendo en cuenta a la situación en sí y no a sus propias ideas previas
sobre la situación.
Cuando esto sucede se da un hecho increíble y mágico y es que, por un
instante los roles parecen invertirse y ya no es el intérprete quien “toca” a
la música sino la música quien “toca” (en todo el sentido de término) al
intérprete. Para que esto ocurra el intérprete debe permitirse “no tocar”
sino “ser tocado”, es decir, debe permitirse ser llevado por la música y ser
receptivo a ella.
Debe permitir no ser él quien crea sino quien permite que la creación se
cree.
61
Mauricio Weintraub
El Sentido del Miedo Escénico
Por su parte, el otro fragmento necesita de una actitud diferente por
parte del intérprete. Como he señalado, este segundo fragmento también
expresa conflicto, pero este conflicto “está sucediendo en este
momento”. El intérprete no puede ser entonces receptivo, sino activo
porque es él quien debe hacer que la música exprese aquello que necesita
expresar. Si el intérprete se coloca en la actitud receptiva a la que nos
referíamos anteriormente “algo” no acontecerá aquí ya que la música
“necesita” en este caso ser movida, necesita de un intérprete que asuma
el rol activo de “hacer”.
____________________________________________________________
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Relación entre el Aspecto Analítico y el Aspecto Emocional - Lo que
ocurre “entre” el intérprete y la obra
La perspectiva Fenomenológica
La Estructura
16 Lógicamente toda analogía con aspectos extra-musicales sólo representan un intento por obtener una
comprensión más profunda del hecho musical. Como se sabe la música constituye un hecho “en sí
mismo” y no necesita estar referida a otra cosa fuera de ella misma. Sin embargo he observado en mi
propio proceso y en el de muchos de mis alumnos lo esclarecedor que resulta aportar elementos,
metáforas y, como en este caso, analogías extra musicales al hecho musical interpretativo.
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Mauricio Weintraub
El Sentido del Miedo Escénico
innumerables procesos de tensión y distensión superpuestos y
simultáneos que se llevan a cabo de manera continua y permanente.
Así, por un lado (en tres notas) lo más constitutivo del hombre en el plano
biológico, es decir su respiración, no es más (ni menos) que la repetición
de este proceso a lo largo de su vida, siendo cada inspiración una tensión,
cada instante entre inspiración y exhalación una llegada y cada exhalación
una distensión. Sin embargo, por otro lado (en la obra toda), la vida
misma del hombre puede verse como la expresión de este mismo proceso
siendo éste absolutamente individual para cada ser humano. De esta
manera, al final de cada vida, cada hombre podría pensar cuál fue su
“punto culminante principal” y “sus puntos culminantes secundarios” (el
nacimiento de un hijo, un reconocimiento profesional, la unión con la
persona amada, un accidente, etc.) y observar de qué manera se han dado
los procesos de tensión y distensión hasta y desde allí.
La comprensión de la obra como un proceso de tensión y distensión suele
constituir un punto de enorme importancia en lo referido a la cuestión
interpretativa. Así, esta mirada excluye, por ejemplo, la posibilidad real de
una repetición.
Un ejemplo de este punto sería el siguiente: Si analizamos una forma
sonata clásica, en líneas generales, desde la perspectiva formal la
reexposición suele ser prácticamente igual a la exposición, más allá de la
habitual diferencia de tonalidad del segundo tema, que en la reexposición
suele aparecer en la misma tonalidad que el primero y alguna otra
diferencia menor.
En este sentido, desde una mirada indiferente a la estructura de la obra,
se debería tocar la reexposición prácticamente de la misma manera que la
exposición.
Sin embargo, desde una perspectiva estructural, la reexposición y la
exposición suelen ser exactamente opuestas
¿Por qué? Por que el punto culminante del movimiento suele encontrarse
en algún lugar del desarrollo (generalmente hacia el final o al comienzo de
la reexposición) y de esta manera, mientras en la exposición estamos
“yendo” hacia el punto culminante (es decir, estamos en un proceso de
tensión), en la reexposición estamos “volviendo” (es decir, estamos en un
proceso de distensión). Es así como desde la vivencia del intérprete y,
fundamentalmente, desde lo que el intérprete se proponga expresar,
ambas perspectivas son exactamente opuestas.
Una analogía en este sentido es la que suelo dar en mis clases de
interpretación, cuando hablamos de la forma sonata. Así, desde la
perspectiva estructural, la exposición de la forma sonata suele ser como la
64
etapa de niñez y adolescencia de una persona que transcurre en su casa
de la infancia. Luego, esta persona decide irse de esta casa y emprende así
un viaje hacia diferentes lugares del mundo, más o menos alejados (luego
veremos de qué manera la tonalidad influye en este mayor o menor
alejamiento) y más o menos gratos. En este viaje suceden diferentes
acontecimientos y conflictos, algunos resueltos favorablemente y otros
no. Este “viaje” es, sin dudas el desarrollo.
Llega entonces un momento en la vida de este sujeto, en que decide
volver, retornando así a su casa primera. El comienzo de la reexposición
es el momento en el que nuestro protagonista se encuentra ante la puerta
de la casa de su infancia.
¿Es la misma casa? Si ¿Es igual? No, porque él ya no es el mismo.
Obviamente todo lo ocurrido en su “viaje” a través del desarrollo, sus
conflictos resueltos y no resueltos, sus luchas ganadas y perdidas, sus
amores y desilusiones lo han modificado y su mirada de su casa hará que
esta misma casa sea diferente (¿o no percibimos la casa de la infancia
como más pequeña cuando retornamos siendo adultos?).
Así, la reexposición nunca podrá ser igual que la exposición aunque las
notas sean prácticamente iguales, porque quien vive estas notas no lo es.
La Armonía
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Mauricio Weintraub
El Sentido del Miedo Escénico
La modulación desde una perspectiva fenomenológica
17 Es importante recordar que las distancias en la armonía no se miden por intervalos sino por el círculo
de quintas. De esta manera, la armonía habita un espacio, digamos “tridimensional”, mientras que la
melodía habita un espacio “bidimensional”.
66
Un ejemplo de estos dos puntos lo encontramos en la sonata op.31, Nº 3
de Beethoven. Si observamos lo que ocurre entre los ya citados compases
29 y 32 encontraremos, como ya hemos dicho, una clara cadencia al I de
Sib M. La tónica de esta nueva tonalidad llega en la primera corchea del
compás 31 y durante el resto de ese compás y el compás 32 se refuerza
con la reiterada aparición de la sensible.
Hemos modulado así de Mib M a Si b M, nos hemos “mudado”, para
seguir con nuestra analogía geográfica, de Argentina a Uruguay.
Ahora bien ¿Qué se espera que ocurra en el compás 33? (¿Qué país se
espera que haya detrás de la puerta de salida del Aeropuerto de
Montevideo?)
Sin duda alguna que la obra continúe en Si b M y, probablemente que
comience el segundo tema. Sin embargo Beethoven impone (no propone
sino que impone) otro camino. Por un lado un retorno sorpresivo y sin
previo aviso a la tonalidad anterior, hecho que ya de por sí provoca
sorpresa e incertidumbre, pero por otro lado un cambio al modo menor
de esta tonalidad anterior con las consecuencias que este cambio modal
tiene para el alma y el aparato emocional del intérprete (y del oyente).
Imaginemos qué hubiera pasado si Beethoven hubiera preparado la
modulación a mib m cuando comenzó a preparar la modulación a Sib M,
es decir en el compás 29 y hubiera dado al alma del intérprete (y del
oyente) esos cuatro compases para que “se acostumbre” a la nueva
modalidad menor. Si esto hubiera ocurrido todo se hubiera perdido. No
habría habido ni la incertidumbre ni la angustia y el dolor que sí
experimentamos en el compás 33.
Lo brusco e inesperado de la modulación han sido los rasgos que han
determinado nuestra experiencia.
Así, Beethoven nos da una pequeña muestra en estos cuatro compases de
uno de sus rasgos más profundamente movilizadores: Su capacidad para
hacer siempre lo diferente a lo que él mismo propone.
Podríamos dejar aquí el ejemplo, pero demos un paso más.
En el compás 29 Beethoven propone ir a Sib M, sin embargo en el compás
33 estamos en mib m. Inmediatamente “algo” en nosotros, (“algo” que
está acostumbrado históricamente desde la tradición clásica a seguir
reglas y costumbres) dice “¿Pero cómo, no íbamos a ir al clásico segundo
tema en la dominante de la tonalidad principal?” “No” contesta
Beethoven desde la obra. “¿Dónde iremos entonces?” Preguntamos “¿En
qué mundo estamos ingresando?”
Esta es la incertidumbre que Beethoven nos propone (o nos impone) en
los compases 33 al 45.
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Mauricio Weintraub
El Sentido del Miedo Escénico
Como es fácil comprender esta incertidumbre es esencial, nos llega a la
raíz de nuestras propias costumbres y convicciones. Es así como en el
compás 39 estamos en fa m (otra modulación) y en el 44 y 45 en un
acorde de séptima disminuida (que, como sabemos puede ir a ocho
tonalidades de manera directa), lo que aumenta y profundiza nuestra
experiencia de incertidumbre. “¿Adónde iremos ahora?” “¿Dónde nos
llevará este hombre?” “¿A qué universo extraño?”.
A ninguno.
Beethoven ha vuelto a proponer algo que luego niega.
Lo que continúa a partir del compás 46 es… efectivamente, el segundo
tema en Sib M, es decir el clásico segundo tema en la tonalidad de la
dominante.
Beethoven se ríe de nosotros.
De una manera extraordinaria Beethoven ha jugado con nosotros y ha
creado una enorme tensión para llevarnos justo allí donde esperábamos.
En este sentido es fundamental la comprensión de la importancia de
cómo el “camino hacia” determinará nuestra experiencia en el momento
de llegar.
Así, este segundo tema en Sib M hubiera sido casi un “trámite” si
Beethoven lo hubiera comenzado cuando lo insinuó en el compás 33; sin
embargo, luego del paso por mib m y fa m, el alivio y la alegría por habitar
la tonalidad mayor de la dominante aparece como la emoción
fundamental.
Como me gusta decir en mis clases: “el lugar donde vamos puede ser el
paraíso o el infierno, depende de dónde estemos viniendo”
68
Un ejemplo
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Mauricio Weintraub
El Sentido del Miedo Escénico
Beethoven evita la seguridad, propone e impone al oyente una
participación activa, no permite su pasividad. El oyente de Beethoven no
es mero receptor, deberá poner en su escucha de este comienzo sus
propios temores, fantasías e inclinaciones en una dirección. No podrá no
hacerlo.
Esta incertidumbre inicial se acentúa en los siguientes dos compases.
Entre el compás 1 y el 3 el acorde no ha cambiado, permanece. Los dos
primeros compases son idénticos, cuando esto ocurre la tensión debe
aumentar o disminuir. No existe en la música la posibilidad de una
igualdad en la tensión. Ante la repetición experimentamos más o menos
tensión pero nunca igual. Incrementar la tensión en el segundo compás o
disminuirla será tarea del intérprete y también su decisión. Sin embargo
esta decisión encuentra en la obra su justificación. En el tercer compás
Beethoven vuelve a repetir la armonía pero modifica el ritmo, las tres
negras lo hacen persistente y se intuye hacia el final de ese compás una
definición ¿aparecerá finalmente cierto atisbo de tonalidad? El oyente lo
ansía, lo espera, lo busca para depositar allí cierto reposo, aunque el
reposo incluya emociones no deseadas. (Si la tonalidad final fuera menor
seguramente hablaríamos de emociones relacionadas con el dolor o la
tristeza, relacionadas con el displacer. Así, aunque nadie desee habitar el
displacer, sin embargo la estabilidad en el dolor permitiría una
certidumbre, algo se habría calmado).
El tercer compás preanuncia una definición que se espera en el cuarto…
sin embargo Beethoven vuelve a posponerla. Lejos de definir la tonalidad
nos presenta una acorde de 7ma. disminuida. El acorde de 7ma.
disminuida es, quizá, el acorde de mayor tensión dentro de la armonía
clásica que se manejaba en la época. Conformado por tres terceras
menores, el acorde de 7ma. disminuida actúa como una “puerta giratoria”
ya que podría ser una sensible de, al menos 4 tonalidades menores y 4
mayores, es decir: desde un acorde de 7ma. disminuida se puede salir
hacia al menos 8 tonalidades diferentes.
En esta sonata Beethoven coloca el acorde de 7ma. disminuida en el
cuarto compás y también en el 5º repitiendo las tres negras del tercer
compás y provocando un nuevo incremento en la tensión. Hemos
recorrido ya 5 compases de la obra y sólo hemos transitado tensión
provocada por diferentes elementos: indefinición tonal, repetición de
compases, repetición de armonía pero disminución rítmica y, finalmente,
crescendo dinámico en los compases 4 y 5.
Es recién en el compás 6 cuando Beethoven nos propone una dirección
relativamente definida, un objetivo tonal, un lugar de llegada. El compás 6
70
tiene un principio de establecimiento tonal, finalmente hay un acorde que
podría ser de I grado, una aparente tónica de Mi b M. La aparición de este
I grado (en segunda inversión) es un punto de llegada, un objetivo
alcanzado; sin embargo el oyente tiene una experiencia doble en este
momento: por un lado cierta estabilidad, una certidumbre en medio del
mar de indefinición tonal, por otro la duda inmediata ¿será esta aparente
certidumbre definitiva, verdadera o nuevamente Beethoven nos llevará
de viaje hacia lo desconocido? La posición de segunda inversión del
acorde de Mi b contribuye a la incertidumbre y el calderón aumenta la
expectativa. Estamos en este momento en el punto culminante de la
primera frase de 8 compases.
¿Qué hará Beethoven ahora?
La distensión es casi una broma. La simpleza del motivo (apoyaturas y
bordaduras dobles), de la armonía (V – I) y la duración de la distensión
(compás 7 y las primeras 5 notas del compás 8) contrasta con la
complejidad del proceso de tensión. Ha sido como un juego; una tensión
profunda, central, casi esencial que ha preanunciado un conflicto que
nunca ha llegado, el tono lúdico de la distensión está intensificado por
esta diferencia entre el miedo y el peligro real. Una vez más Beethoven ha
dado al oyente aquello que éste nunca hubiera supuesto.
Recién ahora el oyente sabe que está en Mi b M.
Veamos ahora qué había hecho Beethoven en el comienzo desde el
conocimiento total de la frase. Los primeros tres compases están
constituidos por un II7 y los compases 4 y 5 por un IV sensible de un V que
nunca llegó. ¿Es tan diferente de lo utilizado en la época? No, la cadencia
II - IV Sensible – V - I es de las más frecuentes, sin embargo la ausencia de
establecimiento tonal ha generado lo descripto anteriormente. Podríamos
decir que la sola colocación de un acorde de I grado antes del comienzo
de la obra hubiera solucionado el conflicto, hubiera serenado al oyente.
Sin embargo Beethoven no desea esto, la provocación de la inquietud es
su sello.
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Mauricio Weintraub
El Sentido del Miedo Escénico
Beethoven crea la tensión ahora a partir de otro elemento: La alternancia
de las octavas modificadas cada dos compases y nunca en el mismo
registro que la primera vez (salvo en el compás 11). Llegamos así al
compás 15 y, en él, al punto culminante de esta segunda frase y, en
definitiva, de los 16 primeros compases.
A partir del compás 17 comenzará el proceso de distensión. Los elementos
son los que se anunciaron en los dos compases de distensión anteriores (7
y 16) más la célula temática ya aparecida en el compás 1. Es fundamental
notar aquí la importancia que Beethoven da a la estabilidad tonal. Así
como antes su ambigüedad fue la generadora de tensión, ahora la
estabilidad es lo que permite la distensión. Nótese los 8 compases
consecutivos de pedal de tónica (entre el 17 y el 24, incluyendo la negra
del 25) y la aparición permanente de las secuencias cadenciales: IV – I / VII
– I / nuevamente IV – I y, finalmente II7 – VII – I, siempre con pedal de
tónica y solo hasta el compás 25. Luego de esto una nueva cadencia de V7
– I (compases 26 y 27) y otra más (compases 28 y primera nota del 29),
reafirmando la tónica de Mi b M.
A partir del compás 29 es importante notar que el fraseo comienza
siempre en la segunda de las 6 corcheas siendo las 5 de cada compás
levare de la primera del compás siguiente. Esta comprensión del fraseo
nos permite percibir con mayor claridad lo que sucede con la tonalidad. A
partir de la segunda nota del compás 29 encontramos un VII de Si b M.
que después se transforma en un V en el compás siguiente y desemboca
en un I en la primera nota del compás 31. La repetición incisiva en octavas
del intervalo la-si en los compases 31 y 32 nos hace entrever la
modulación a Si b M
Ahora bien, detengámonos un instante antes de continuar y veamos qué
ha sucedido con el proceso de mayor extensión. Pensémoslo de esta
manera: La obra comienza con un proceso de tensión que llega hasta la
primera nota del compás 17, a partir de la segunda nota del compás 17
comienza el proceso que distiende lo que antes se ha tensado.
¿Dónde finaliza este proceso de distensión?
Encontramos aquí la necesidad de separar dos perspectivas: la
perspectiva formal y la estructural.
Desde una perspectiva formal debemos decir que la sección finalizaría en
el compás 32, justo antes de la nueva aparición de la célula temática. Sin
embargo sin observamos más profundamente y nos detenemos en la
estructura profunda de la obra, encontraremos que la distensión
propiamente dicha finaliza en la primera nota del compás 29, con la
última cadencia a la tónica de Mi b M. Como hemos señalado, a partir de
72
la nota siguiente ya nos encontramos “hacia” Si b M, con la consecuente
tensión que genera este cambio tonal. Observemos cómo ha quedado
entonces conformado el primer proceso de tensión/distensión propuesto
por Beethoven: 14 compases de tensión hasta el punto culminante y 14
compases de distensión desde el punto culminante hasta la primera nota
de compás 29. El equilibrio en los procesos nos habla de la emoción
central de este primer tema, una emoción relacionada con la alegría, con
cierto espíritu lúdico y de juego aunque el comienzo haya habitado
también emociones relacionadas con el temor y la incertidumbre.
Como hemos señalado a partir de la segunda nota del compás 29, nos
encontramos en una sección “hacia” Si b M. Luego de esos 4 compases
“hacia” Si b M. el oyente esperaría la llegada a esta nueva tonalidad en el
compás 33. Sin embargo, como ya ha ocurrido antes, Beethoven
decepciona, genera una expectativa y la frustra, no se atiene a lo
esperado, no satisface al oyente, más bien lo provoca.
En el compás 33 no comienza el segundo tema, sino que aparece
nuevamente la célula central del tema A pero con una diferencia: la quinta
del acorde está descendida.
Nuevamente la indefinición tonal y con ella las emociones relacionadas
con el temor y la incertidumbre. Durante 4 compases la armonía se
mantiene y la tensión aumenta debido a los elementos rítmicos y
dinámicos y a los cambios de octava. En el compás 39 la armonía cambia
aunque la relación interválica se mantiene. Esta nueva armonía
permanece durante 5 compases más, hasta el compás 43. La tensión ha
aumentado debido al cambio armónico, la indefinición tonal y la dinámica
(poco più F en el compás 39). En el compás 44 aparece algo diferente y
sorpresivo, el F en la segunda negra del compás y, finalmente la definición
tonal: la dominante de Si b M.
¿Qué ha ocurrido entre los compases 33 y 44? Es una zona de profunda
indefinición. No hay en estos 12 compases ni tónica ni dominantes que
estabilicen una tonalidad y, si bien esta sección está relacionada
claramente desde lo temático con el comienzo, la aparición reiterada de la
quinta descendida nos habla de un mayor conflicto e incertidumbre.
Sabemos que no nos encontramos en la tonalidad original y, además, en
el quinto compás hay una nueva modulación hacia otra tonalidad en la
que tampoco habrá tónica ni dominante. Desde la perspectiva armónica
estamos aquí ante dos modulaciones: una a mi b m (compases 33 al 38) y
otra a fa m (compases 39 a la primera nota del 44), utilizando en amos
casos el acorde de II7, y generando en el oyente una vivencia de este
pasaje a partir de la incertidumbre de la indefinición tonal.
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Mauricio Weintraub
El Sentido del Miedo Escénico
¿Por qué Beethoven decide alargar la sección correspondiente al tema A
estos 12 compases si ya en el compás 32 se encontraba preparado para
modular al Si b M al que, finalmente modula en el compás 46?
Quizá la respuesta la encontremos en la no oposición de los temas A y B.
Como hemos señalado anteriormente el núcleo emocional del tema A
tiene que ver con la alegría, el espíritu lúdico y ausencia esencial de
conflicto independientemente de una primera parte construida a partir
del temor y la incertidumbre. Si observamos lo que ocurre con el tema B
que comienza en el compás 46 notaremos características similares.
También en este tema encontramos alegría como emoción básica,
también aquí un claro espíritu lúdico y aún mayor extroversión. Lo usual
en la estructura de forma sonata es que los temas sean contrastantes, sin
embargo Beethoven decide que ese no será su camino. Él planteará dos
temas de núcleo emocional similares.
¿Cómo establecer entonces las diferencias y los conflictos que luego den
lugar a un desarrollo? Beethoven lo hace a partir de una zona “agregada”
al tema A y perteneciente a él, construida lógicamente, con los elementos
del tema A que menos se parezcan al núcleo emocional que
mencionábamos anteriormente. Esta zona es la que encontramos entre
los compases 33 y 44. Aquí las emociones relacionadas con el temor se
acentúan y se profundizan y aparece también algo relacionado con el
dolor, propio en líneas generales, de las tonalidades menores. Nótese que
es recién en el compás 33 donde se puede señalar verdaderamente una
tonalidad menor, anteriormente había habido sólo grados menores (el
comienzo, por ejemplo), pero siempre dentro de tonalidades mayores. La
tonalidad menor llega recién en el compás 33, aunque como hemos dicho
sin definición en lo referente a la aparición de una tónica.
Una última reflexión antes de ingresar directamente en el tema B. Si
contamos aquellos compases en donde el núcleo emocional se encuentra
en el temor y/o dolor (es decir, las emociones básicamente conflictivas,
tenemos 23 compases (compases 1 a 7, 10 a 15 y 33 a 43). Por otro lado,
si contamos aquellos compases en los que el núcleo emocional se
encuentra en la alegría y espíritu lúdico (es decir, las emociones
básicamente no conflictivas), tenemos 22 compases (compases 7 al 9, 16
al 32 y 44 al 45).
También aquí los equilibrios son asombrosos.
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la primera nota del 53) cuyo punto culminante se encuentra en el mi b del
compás 50 (es sumamente importante escuchar la armonía de la mano
izquierda del compás 49 que sirve como “camino” hacia esta
culminación). Luego tenemos una región cadencial de 4 compases (53 al
56) y la repetición, con variaciones en la melodía, de los primeros 8
compases del tema (57 hasta la primera nota del 64). El punto culminante
está nuevamente en el compás 5º de la frase, en este caso en el 61 que
es, a su vez el punto culminante de todo el tema B. Luego de esto
ingresamos en la sección final del tema B (desde la segunda nota del
compás 64 hasta el compás 71), en la que aparece una segunda idea que
“ablanda” la emoción de alegría extrovertida y la transforma en una
alegría más introvertida o contemplativa y con menos espíritu lúdico. Esta
sección incluye una progresión, entre los compases 68 al 71 que sirve
como conclusión al tema.
A partir del compás 72 comienza la coda de la Exposición, construida con
elementos del Tema B (los arpegios surgen de la mano izquierda del tema
B) y del tema A (las corcheas ascendentes tienen que ver con las corcheas
del compás 28 y siguientes y, finalmente, los compases 82 y 83 son una
aumentación del comienzo).
Esta sección conclusiva presenta una primera parte de tensión (a partir de
elementos rítmicos y dinámicos) que culmina en la primera nota del
compás 82 y, luego una sección de distensión hasta el compás 86.
Desde el punto de vista formal la exposición finaliza en el compás 88, pero
desde el punto de vista estructural finaliza en la primera nota del compás
86, ya que luego de ese punto nos dirigimos hacia el desarrollo.
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sentido el intérprete debe “saber” y, al mismo tiempo “no saber” lo que
ocurrirá seis compases más adelante para así poder experimentar lo que
sucede en el presente musical.
Llegamos entonces al compás 100, aquí sólo aparece el pedal de do que,
aparentemente precede a una sección en do m. Sin embargo Beethoven
vuelve a estar en contra de lo esperado y realiza un cambio modal que
cambia la dirección prevista. A partir del compás 101 modula a Do M
tomando los mismos elementos que antes aparecían en la sección de
distensión del tema A (compás 17 y siguientes). Se trata de una evidente
sección de distensión que llega hasta el compás 108. En este sentido es
interesante volver a notar las simetrías: la sección en do m comienza en el
compás 92, con el acorde de Sexta Aumentada y se produce una tensión
cuya culminación está en la primera nota del compás 99, a esto le sigue
una sección de distensión hasta la primera nota del compás 108, aquí
también hay 8 compases de tensión y 8 de distensión.
Aquí termina entonces la primera sección del desarrollo.
La segunda sección comienza en la segunda corchea del compás 108 y es
una sección de transición. Por un lado hay estabilidad tonal (do m) y
armónica (las armonías son V – I) pero el acorde del V aparece siempre
con la 5ª descendida (compases 109, 111 y 113). Esto genera
necesariamente inestabilidad y sensación de un futuro incierto; así, la
emoción fundamental de esta sección oscila entre la serenidad y un “algo”
contenido. ¿Qué será este “algo”? ¿Aparecerá luego sin poder ser
contenido? Aquí, quizá, esté esta inestabilidad y el temor que acompaña
al oyente desde el comienzo del movimiento. Es interesante también que
este “algo” aparezca en una sección que está desarrollando aquellos
mismos elementos que se encontraban en la zona de distensión del tema
A (compases 17 y siguientes), como si este “algo” impregnara todo,
incluso aquello que se vivía sin conflicto.
Quizá una primera aparición de este “algo” pero sin contención lo
encontramos en el compás 114. Hay allí un F subito , extrañamente
infrecuente en una obra beethoveniana. Este F subito irrumpe en el
momento menos esperado, en el momento de la esperada distensión, en
el mismo momento en la que dos veces antes (compases 110 y 112)
apareció la tónica en p. Encontramos en estos dos compases (114 y 115)
una emoción diferente: enojo. Esta emoción prácticamente no había
aparecido antes, salvo, quizá en algunos momentos conflictivos en los que
se mezclaba con el dolor y la incertidumbre. Sin embargo este enojo dura
sólo dos compases y, así como apareció repentinamente, desaparece.
Quizá podríamos pensar que fue sofocado, no permitido. Por supuesto
77
Mauricio Weintraub
El Sentido del Miedo Escénico
entramos en el terreno de lo subjetivo, pero la música no sabe de
cientificismo y lo subjetivo la compone también de manera esencial. Lo
que sí sabemos es que Beethoven utiliza estos dos compases para una
nueva modulación, toma el I de Do M le agrega la 7ma. y lo hace
dominante de Fa M.
El compás 116 nos encuentra ya en Fa M. Aquí la historia se repite de
manera similar a los compases 108 al 113); nuevamente V – I (ahora de Fa
M), nuevamente la 5ª disminuida que atemoriza y provoca incertidumbre
en el V, nuevamente el intento por priorizar la serenidad y la alegría. Sin
embargo (y aquí otra vez lo subjetivo, lógicamente) algo es diferente.
Hubo un “algo” que irrumpió antes de manera inesperada cuando la
tonalidad era incluso más estable (estábamos en Do M desde hacía más
compases) ¿por qué no habría de hacerlo ahora con una tonalidad más
inestable y con ese “algo” evidentemente no resuelto sino sólo
“sofocado”?
Este “algo” aparece nuevamente en el compás 122, aunque ahora con una
diferencia: no se irá sin mostrarse plenamente durante los próximos 6
compases.
Estamos ya, a partir del compás 122, en la tercera parte del desarrollo.
Lo que sucede entre los compases 122 y 136 y, fundamentalmente entre
los compases 122 y 128 constituye el centro nuclear del primer
movimiento de la sonata op. 31 Nº 3 de Beethoven. Se trata de células de
dos compases en las que Beethoven desarrolla elementos que tuvieron su
origen en los temas A y B: las semicorcheas del compás 122 surgen del
acompañamiento del comienzo del tema B, las corcheas del compás 123
surgen del compás 28, en el tema A y son las mismas que fueron
transformadas ya en el final de la exposición y la línea de la mano derecha
del compás 123 es, claramente la línea del compás 65, en el tema B.
Estamos en un momento decisivo, de profundo conflicto y esto se observa
en el siguiente dato: desde el comienzo del desarrollo, es decir durante 33
compases la obra pasó por tres tonalidades (Mi b M – Do m/M – Fa M),
ahora, en sólo 7 compases pasará por otras 3 (si b m – Mi b M – y
finalmente La b M a partir del compás 128).
Aparecen aquí emociones que no habían sido centrales en la obra,
desplegada de manera más profunda. El enojo ya entrevisto en los
compases 114 y 115 y, fundamentalmente el dolor de los compases 124 y
125, quizá único momento en la obra en la que el dolor es permitido y se
muestra abiertamente.
Existen dos lugares en los que podríamos ubicar al punto culminante,
ambos proponen diferentes emociones y abren distintas perspectivas:
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uno es el comienzo del compás 125 y el otro el comienzo del compás 127.
En el primero, el dolor aparece como núcleo emocional y, también, por
qué no, el enojo. En el segundo cierto optimismo y espíritu de lucha.
Ambos son diferentes.
La salida que Beethoven propone a esta llegada al punto culminante (sea
cual sea el que elijamos) es sumamente interesante, ya que en ella se
permite el dolor y la resignación. Esto se da a partir del compás 128 y
hasta el compás 134. Es una región en La b M en la que la distensión
muestra su cara más resignada, más dolorida, menos luchadora. Durante
al menos 4 compases (hasta el 131) ya no hay lucha, el dolor y la
resignación dominan la escena.
En la última corchea del compás 132 hay un p subito que genera
nuevamente expectativa. A partir del 134, con el crescendo comienza el
camino hacia la reexposición. Lógicamente la reexposición se encuentra
en Mi b M, es interesar que en la macro armonía (tomar los núcleos
tonales como si fueran grados de una tonalidad), Beethoven retorna a la
tonalidad principal desde un IV (La b M) y no desde un V. Esta cadencia
plagal (IV – I) acentúa la sensación de menor fortaleza y mayor
introversión.
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Mauricio Weintraub
El Sentido del Miedo Escénico
Reexposición – Desde compás 136 hasta compás 219
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He relacionado este punto con el proceso de respiración y las implicancias
emocionales que éste tiene. En este proceso, inhalar (tensar) la misma
cantidad de tiempo y aire que exhalar (distender) produce una sensación
de calma relacionada con el placer y la ausencia de conflicto. Estas
sensaciones son las más frecuentes en las emociones de alegría y amor.
Por otro lado inhalar (tensar) más cantidad de tiempo y aire que exhalar
(distender) provoca indefectiblemente angustia y es lo que, en general, de
manera inconsciente hacemos cuando experimentamos emociones de
angustia, enojo o miedo; es decir, emociones conflictivas y displacenteras.
Queda este punto para seguir reflexionando en próximos artículos y
escritos.
Palabras de despedida
18 Para una información más detallada de los Aspectos Analítico y Emocional, ver “¿Por qué no
disfruto en el Escenario?”, 2004. Editado por Claves Musicales
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Mauricio Weintraub
El Sentido del Miedo Escénico
Mauricio Weintraub
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Como Psicólogo, es egresado de la Facultad de Psicología y Ciencias Sociales de la
Universidad de Flores en 2009. Ha sido docente de la misma universidad en las
Materias Psicología General I y II y de las materias Teoría y Técnica de Exploración y
Diagnóstico I y II. Ha sido Coordinador del Programa Calidad de Vida y del Programa de
Salud Metal Barrial del Hospital Pirovano. Es Constelador Familiar.
En la actualidad se dedica a la clínica individual, grupal y de pareja y es director de
Habitar(nos), espacio de encuentros grupales para el crecimiento individual.
Es el creador de la técnica Escenas Matrices.
Ha dictado conferencias y talleres de esta técnica en Argentina, Colombia y España.
Ha formado parte del equipo docente del Enfoque Vincular Integrativo que dirige la
Lic. Felisa Chalcoff.
Además, desde el año 2002 gran parte de su actividad está dedicada a realizar
actividades con el objetivo de comprender y transformar el miedo en el momento de
hacer música. Ha dictado cursos referidos a esta temática en los conservatorios
Nacional de Música, de la Ciudad de Buenos Aires, “Alberto Ginastera”, “Juan José
Castro”, de Bahía Blanca, Collegium Musicum de Buenos Aires, en las universidades
del Salvador, del Litoral, Nacional de Rosario, Nacional de Tucumán, Adventista del
Plata de Entre Ríos, Escuela de Artes de San Nicolás, C.R.E.I. en la Provincia de Santa
Fe, Centro de Formación Docente de la Facultad de Artes de La Rioja, Escuela de
Música de la ciudad de Neuquén, Universidad Estatal de Maringá, Brasil, Escuela de
Música de la Universidad Industrial de Santander, en Bucaramanga, Colombia,
Universidad de Ibagué y en el Conservatorio del Tolima, en Colombia y Conservatorio
de Sagunto, Torrens, Segorbe, Moncada entre otros conservatorios y entidades
musicales de España. Ha escrito además, dos libros referidos a esta problemática:
“¿Por qué no disfruto en el Escenario?” y “El Sentido del Miedo Escénico. Ambos
libros han sido editados por Claves Musicales y se han vendido ya en 10 países de
América Latina, EEUU y España. En la actualidad tiene a su cargo la única cátedra de
Latinoamérica destinada a trabajar esta temática: la misma pertenece al profesorado
de música del Conservatorio “Julián Aguirre” de Banfield.
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El Sentido del Miedo Escénico
A partir de la necesidad de difundir este enfoque y sus posibilidades ha surgido en
2014 Sintonía – Enfoque Integral del Intérprete de Música, espacio que dirige y que
conforma junto a otros docentes de Buenos Aires, Neuquén y La Pampa.
Sintonía lleva a cabo durante 2015 su primer año de actividades que incluyen:
Formación Básica en el Enfoque Integral del Intérprete de Música, Especialización en
Miedo Escénico, Especialización en Interpretación Musical centrada en las Emociones,
clases, charlas y masterclasses.
Recientemente ha salido a la venta su nuevo libro “Música y Emociones - Una mirada
integral del Intérprete de Música” libro que incluye las nociones fundamentales de este
enfoque.
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