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PRIMERA PARTE :
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va a convertir el concepto de trabajo en una categoría fundamental de una
crítica de la economía política. Sin embargo, en este cambio, si bien mantiene
su concepción inicial del trabajo como creación de valor y exteriorización de la
esencia humana, Marx va a abandonar -siempre en interpretación de Honneth-
la interpretación feuerbachiana del trabajo desalienado como una “amorosa
afirmación del carácter necesitado de todos los demás sujetos del género”. Con
esto Marx rompe el hilo que pudo haber unido su modelo del conflicto social
con el modelo de lucha por el reconocimiento.
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el reconocimiento en la forma estrecha que había tomado en la dialéctica del
señor y del siervo” (Honneth, 1997: 176). Con esto, según Honneth, “al
principio de su trabajo creador, [Marx] ya ha sucumbido a la tendencia
problemática de reducir el espectro de exigencias de reconocimiento a la
dimensión de la autorrealización en el trabajo” (1997: 176).
Es decir, esta “doble afirmación” señala que el sujeto “se afirma” en el acto de
producción de dos formas: primero, se afirma a sí mismo como sujeto productor
y como parte de una relación social. Esta “doble afirmación” es, según
Honneth, la base para la exigencia de reconocimiento. En ese sentido, la lucha
de los trabajadores será entendida como una lucha “por la restauración de las
posibilidades de reconocimiento” (Honneth, 1997: 177). Esta lucha, no
obstante, sería una lucha mora, no económica ni política. Por eso, Honneth
señala que la lucha de clases en el joven Marx es una lucha moral:
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valoración simétrica. No se trataría de una lucha económica por la ganancia y
los bienes, ni una lucha política por los instrumentos de poder, sino de una
exigencia moral por la valoración simétrica y la autoconciencia individual. Una
condición determinante para alcanzar esta valoración simétrica y la
autoconciencia individual es la liberación del trabajo. Podemos observar aquí
que Honneth trata de separar las exigencias morales de las luchas económicas
y políticas en las que derivará años después Marx. Su objetivo, como hemos
visto, es identificar la estructura moral de los conflictos sociales. Comprender la
propuesta de Marx como una lucha moral es parte de este proceso.
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Para superar esta unilateralidad, señala Honneth, Marx convierte el concepto
de trabajo en una categoría fundamental de la crítica de la economía política.
De su concepto inicial de trabajo, Marx mantiene la característica de ser un
proceso de creación y, a la vez, de exteriorización de la esencia humana. Sin
embargo, en el cambio operado con inclinación a la economía política, Marx
abandona –en la interpretación de Honneth– la idea feuerbachiana de que el
trabajo desalienado puede entenderse como “una especie de amorosa
afirmación del carácter necesitado de todos los demás sujetos del género”
(Honneth, 1997: 180). Con esto, dice nuestro autor, Marx rompe el hilo que
pudo haber unido su modelo de conflicto social con el modelo de lucha por el
reconocimiento.
Este paso al “modelo utilitarista” del conflicto social ya estaba esbozado, según
Honneth, en los escritos juveniles de Marx “porque todo el espectro de las
exigencias de reconocimiento lo refiere a una sola dimensión, de la que,
cuando se ha desprendido la elucidación adicional antropológica, no es difícil
dejar solamente en claro el simple interés económico” (Honneth, 1997: 180). El
“modelo utilitarista” de Marx consistiría en lo siguiente:
Este cambio de modelo por parte de Marx impide continuar con el análisis de
los conflictos sociales como exigencias de reconocimiento pleno y se reduce a
entenderlos como conflictos de interés, como lucha por la autoafirmación
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económica. Este cambio, según Honneth, es un retroceso al “modelo
tradicional” que solo concibe la dimensión económica de los conflictos. El