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UNIVERSIDAD NACIONAL DE PIURA

FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES Y EDUCACIÓN

CURSO: SOCIOLOGÍA

PROFESOR: Mg. Nicolás Cueva Palacios

Tema: Objetividad y punto de vista de clase en las Ciencias


Sociales

1. Lee y subraya las ideas principales del siguiente artículo

Objetividad y punto de vista de clase en las Ciencias Sociales1

Por: Michel Lowy

¿Es posible la objetividad en las ciencias sociales? ¿Se trata de una


objetividad del mismo tipo que las ciencias naturales, tal como lo
afirman los positivistas? ¿No está la Ciencia Social necesariamente
“comprometida”, es decir, ligada al punto de vista de una clase
social? ¿Cómo conciliar ese carácter “partidario” con el
conocimiento objetivo de la verdad?

“Solo la verdad es revolucionaria” Antonio


Gramsci

¿Es posible la objetividad en las ciencias sociales? ¿Se trata de una


objetividad del mismo tipo que las ciencias naturales, tal como lo
afirman los positivistas? ¿No está la Ciencia Social necesariamente
“comprometida”, es decir, ligada al punto de vista de una clase

1
Tomado del libro: Sobre el método marxista. pgs. 9-20. México. 1974.
social? ¿Cómo conciliar ese carácter “partidario” con el
conocimiento objetivo de la verdad?

Estas preguntas se encuentran en el centro del debate


metodológico en la Sociología, la Historia, la Economía política, la
Antropología, la Ciencia Política y la Epistemología desde hace más
de un siglo. Nosotros trataremos de demostrar por qué únicamente
el marxismo es capaz de aportar una solución radical y coherente a
este problema (aun cuando es necesario reconocer que los textos
de los autores marxistas sólo nos ofrecen los primeros elementos
en este sentido), solución cuya primera condición de posibilidad es
la ruptura epistemológica total con el positivismo.

I. EL POSITIVISMO

La idea central de la corriente positivista es la de una simplicidad


evangélica: en las ciencias sociales, así como en las ciencias de la
naturaleza, es necesario desprenderse de los prejuicios y las
presunciones, separar los juicios de hecho de los juicios de valor, la
ciencia de la ideología. El fin del sociólogo o del historiador debe
ser alcanzar la neutralidad serena, imparcial y objetiva, propia del
físico, del químico y del biólogo. Dejemos la palabra al “Gran
Ancestro”, Auguste Comte:

“Entiendo por física social la ciencia que tiene por objeto el estudio
de los fenómenos sociales, considerados con el mismo espíritu que
los fenómenos astronómicos, físicos, químicos y fisiológicos, es
decir, sujetos a leyes naturales invariables, cuyo descubrimiento es
el fin especial de sus investigaciones” . “Sin admirar ni maldecir los
hechos políticos, y viendo esencialmente en ellos, como en
cualquier otra Ciencia, a simples sujetos de observación, la física
social considera cada fenómeno bajo el punto de vista elemental de
su armonía con los fenómenos coexistentes y encadenamiento con
el estado anterior. . .”

El positivismo Comtiano está fundado en dos premisas esenciales,


estrechamente ligadas.

1. La sociedad puede ser epistemológicamente asimilada a la


naturaleza (lo que llamaremos “naturalismo positivista”); en la vida
social reina la armonía natural.

2. La sociedad está regida por leyes naturales, es decir, leyes


invariables, independientes de la voluntad y de la acción humana.

De estas premisas se desprende que el método de las ciencias


sociales puede y debe ser idéntico al de las ciencias de la
naturaleza, que sus procedimientos de investigación deben ser
igualmente “neutros”, objetivos y destacados de los fenómenos.

Las implicaciones ideológicas conservadoras, reaccionarias y


contrarrevolucionarias de esta concepción son evidentes.

Comte, cuya franqueza no es uno de sus mejores méritos, las


formula explícitamente: dado que las leyes sociales son leyes
naturales, la sociedad no puede ser transformada; en contra de los
sueños revolucionarios, utópicos y negativos, el positivismo predica
la aceptación pasiva del Status Quo Social:

“Por su naturaleza (el positivismo) tiende poderosamente a


consolidar el orden público, por medio del desarrollo de una
prudente resignación. (. . . ). Evidentemente no puede existir una
verdadera resignación, es decir, una disposición permanente para
soportar con constancia y sin ninguna esperanza de compensación
alguna, los males inevitables, si no es como resultado de un
profundo sentimiento de las leyes invariables que gobiernan todos
los diversos géneros de fenómenos naturales.

Así pues, tal disposición corresponde exclusivamente a la filosofía


positivista, cualquiera que sea el objeto al que se aplique y, por lo
tanto, también respecto de los males políticos”.

Este pasaje, verdadera joya del naturalismo positivista, es uno de


los raros momentos en los que el discurso sociológico burgués se
manifiesta en toda su pureza, por decirlo así, en estado salvaje.
Permite comprender mejor el verdadero sentido de la palabra
“positivo” empleada por Comte para distinguir, o mejor dicho
oponer su doctrina a las peligrosas teorías negativas, críticas,
destructivas, disolventes, subversivas, en pocas palabras,
revolucionarias, de la filosofía de la ilustración, de la revolución
francesa y del socialismo.

Más que Comte, Durkheim será el verdadero guía del pensamiento


de la sociología positiva moderna. Su naturalismo sociológico es de
orden comtiano, tal como lo reconoce explícitamente en las reglas
del método sociológico: “La primera regla y la más fundamental es
el considerar los hechos sociales como cosas

(. . .). Comte, es verdad, proclamó que los fenómenos sociales son


hechos naturales sometidos a leyes naturales. Con ello reconoció
implícitamente su carácter de cosas, pues no hay más que cosas en
la naturaleza”
Durkheim, recurre muchas veces a los modelos naturalistas para
“explicar” los fenómenos sociales, modelos cuyo cometido
ideológico es siempre conservador. Por ejemplo, según Durkheim la
sociedad es, como el animal, “un sistema de órganos diferentes,
cada uno de los cuales cumple una función especial.

Ciertos órganos sociales tienen “una situación particular y, sí se


quiere, privilegiada”; situación, según él, absolutamente natural,
funcional e inevitable: “ella se debe a la naturaleza del papel que
desempeña y no a alguna causa extraña a sus funciones”. Ese
privilegio es pues un fenómeno absolutamente normal que se
encuentra en todo organismo vivo: “ Es así como en el animal la
preminencia del sistema nervioso sobre los demás sistemas se
reduce al derecho, valga la expresión, de recibir una alimentación
más escogida y de tomar sus parte antes que los demás”.

En otras palabras de Durkheim, se confunden la analogía


“organicista” y el modelo social – darvinista de la “supervivencia de
los más aptos” en “la lucha por la vida”: “pues, sí nada obstaculiza
ni favorece indebidamente a los competidores que se disputan las
tareas, es inevitable que las realicen únicamente aquellos que son
los más aptos para cada tipo de actividad (. . .). Se dirá que no
siempre hay suficiente para contentar a los hombres; que hay
algunos cuyos deseos superan siempre las facultades. Es verdad
pero se trata de casos excepcionales, y puede decirse que
mórbidos. (¡Sic!)

Normalmente, el hombre encuentra la felicidad al realizar su


naturaleza; sus necesidades están en relación con los medios.
Es así que en el organismo cada órgano solamente reclama una
cantidad de alimentos en proporción a su dignidad”

Al igual que Comte, Durkheim era consciente del carácter


fundamentalmente reaccionario de su naturalismo sociológico; lo
proclamaba con orgullo un tanto ingenuo en el prefacio de las
reglas del método: “nuestro método no tiene, pues, nada de
revolucionario. (¡Es lo menos que se puede decir!, M. Lowy.).

En un sentido, incluso es esencialmente conservador, ya que


considera a los hechos sociales como cosas cuya naturaleza, por
flexible y maleable que sea, no es, sin embargo, modificable a
voluntad.”

El discurso Dukheniano, ya lo hemos visto, pasa con toda


naturalidad de la ley de la selva a las leyes naturales de la sociedad,
y de estas a los organismos vivos. Este sorprendente vagabundeo
de la evolución está fundado en una presuposición metodológica
esencial: la homogeneidad epistemológica de los diferentes
dominios y, en consecuencia, de las ciencias que los toman por
objeto. Presuposición que funda esta exigencia central decisiva de
todas las corrientes positivistas: “Que el sociólogo adopte la
disposición mental de los físicos, químicos y fisiólogos, cuando
abordan una región todavía inexplorada de su campo científico”.

¿Cómo puede el investigador en ciencias sociales adoptar la


disposición mental del químico sí el sujeto de su estudio, la
sociedad, es también objeto de un combate político encarnizado,
donde se enfrentan concepciones del mundo radicalmente
opuestas? La respuesta de Durkheim es una ingenuidad
anonadante, impregnada de una “buena voluntad” positivista:
“Así entendida, la sociología no será ni individualista ni comunista,
ni socialista, en el sentido que vulgarmente se da a estas palabras.
Por principio, ignorará estas teorías a las cuales no podría
reconocer valor científico, ya que entienden directamente, no a
expresar los hechos, sino a reformarlos”

En otras palabras: el sociólogo debe “ignorar” los conflictos


ideológicos, “acallar las pasiones y los prejuicios” y “descartar
sistemáticamente todas las premoniciones”

Durkheim, como buen positivista, cree que los “prejuicios” y las


premoniciones pueden ser ““descartados”, como se descarta un
par de lentes oscuros para ver más claro. No comprende que esas
“premoniciones” (es decir, ideologías) son como el estrabismo y el
daltonismo, parte integrante de la mirada, elemento constitutivo
del punto de vista. El mismo Durkheim es por otra parte la prueba
viva de que la “buena voluntad” y el ardiente deseo de ser objetivo
de ninguna manera bastan para acallar los “prejuicios”
(conservadores y contrarrevolucionarios en su caso).

El positivismo de ninguna manera es un fenómeno propio del siglo


XIX. Todavía hoy, corrientes manifiestamente neopositivistas
ejercen una influencia decisiva, si no hegemónica, en las Ciencias
Sociales universitarias, académicas, “Oficiales” e institucionalizadas,
particularmente en los Estados Unidos. Evidentemente sus formas
han cambiado: conductismo y funcionalismo han remplazado a la
vieja metafísica de Augusto Comte, y el modelo cibernético
sustituye ventajosamente al organicismo biológico de Durkheim.
Pero el principio fundamental sigue siendo el mismo: George A.
Lundberg, autor de un manual de sociología moderna muy
apreciado en los Estados Unidos, no vacila en escribir estas líneas
que parecen extraídas del discurso de la filosofía positiva:
“Considerando la Sociología como una Ciencia natural,
estudiaremos el comportamiento social humano con el mismo
espíritu objetivo con el que un biólogo estudia un nido de abejas,
una colonia de termitas, la organización y el funcionamiento de un
organismo vivo”

Es preciso agregar que la tesis positivista según la cual la


objetividad tendrá por condición la separación entre juicios de
hecho y juicios de valor, y la eliminación voluntaria de las
“premoniciones”, ha influenciado en la Sociología mucho más allá
de los límites de la corriente positivista en sentido estricto.

En especial Max Weber, que difícilmente puede ser considerado


como un positivista, subraya la especificidad de las “ciencias de la
cultura” en relación con las ciencias naturales; sin embargo, creía
que la ciencia social podía y debía ser “sin presuposición” y “no
valorativa”. Según Weber, los conceptos de las Ciencias Sociales no
deben ser “espadas para atacar adversarios”, sino solamente “rejas
de arado para surcar el inmenso campo del pensamiento
contemplativo”, porque “cada vez que un hombre de ciencia hace
intervenir su propio juicio de valor, ya no hay comprensión integral
de los hechos” . Sin embargo, en ciertos escritos metodológicos
Weber reconoce que, en lo que se refiere a las ciencias sociales, los
valores del observador desempeñan cierto papel en la selección del
objeto de investigación científica, la determinación de la
problemática y de las cuestiones a plantear. Pero subraya que las
respuestas aportadas, la investigación misma el trabajo empírico
del sabio, deben estar libres de toda valorización, y sus resultados
deben ser aceptados para todos”
¡Como sí la elección de las preguntas no impusiera en gran parte las
respuestas mismas!. Lucien Goldmann subraya acertadamente el
carácter contradictorio de la posición de Weber, a medio camino
entre el desconocimiento del determinismo social del pensamiento
sociológico que caracteriza a los positivistas, y su aceptación
integral por los marxistas: “Los elementos escogidos determinan de
antemano, desde luego, el resultado del estudio. Siendo los valores
(. . .) los de tal o cual clase social, lo que una perspectiva eliminará
como no esencial puede ser, por lo contrario, muy importante en
otra. ( . . .). En este punto el pensamiento de Weber resulta
insostenible. “

El error fundamental del positivismo es pues la incomprensión de la


especificidad metodológica de las Ciencias Sociales en relación con
las Ciencias Naturales, especificidad cuyas causas principales son:

1. El carácter histórico de los fenómenos sociales, transitorios,


perecederos, susceptibles de ser transformados por la acción de los
hombres.

2. La identidad parcial entre sujeto y el objeto del conocimiento.

3. El hecho de que los problemas sociales están en las miras


antagónicas de las diferentes clases sociales.

4. Las implicaciones políticas – ideológicas de la teoría social: el


conocimiento de la verdad puede tener consecuencias directas
sobre la lucha de clases.

Estas razones (estrechamente ligadas entre sí) hacen que el método


de las Ciencias Sociales se distinga del método de las Ciencias
Naturales, no solamente al nivel de los modelos teóricos, técnicas
de investigación y procedimientos de análisis sino también y sobre
todo al nivel de la relación con las clases sociales. Las visiones del
mundo, “las ideologías” (en sentido amplio de sistemas coherentes
de ideas y valores) de las clases sociales, modelan de manera
decisiva (directa o indirecta, consciente o inconsciente) a las
ciencias sociales, planteando así el problema de su objetividad en
términos completamente distintos de las ciencias de la naturaleza.

La realidad social, como toda realidad, es infinita. Toda ciencia


implica una elección, y en las ciencias históricas esta elección no es
producto del azar, sino que está íntimamente ligada a una
perspectiva global determinada. Las visiones del mundo de las
clases sociales condicionan entonces no sólo la última fase de la
investigación científica social, la interpretación de los hechos, la
formulación de teorías, sino la elección del objeto de estudio, la
definición de lo que es esencial y de lo que es accesorio, las
preguntas que se plantean a la realidad; en pocas palabras,
condicionan la problemática de investigación.

Un ejemplo: la pregunta que constantemente plantea Durkheim en


La división del trabajo social: ¿Cuáles son los factores que
obstaculizan la libre competencia de los individuos en la lucha por
la vida?, lejos de ser “inocente”, lleva la huella de la visión del
mundo social – darvinista de la burguesía en la época del
capitalismo competitivo. Independientemente de la “respuesta”
dada por Durkheim, esta “pregunta” orienta su teoría sociológica
en cierta dirección, confiriéndole un carácter necesariamente
“tendencioso”.
Ahora bien, es verdad que la distinción entre ciencias naturales y
ciencias sociales no debe ser absolutizada: es histórica y relativa.

Histórica porque, durante todo un periodo, también las ciencias de


la naturaleza fueron el terreno de un combate ideológico. Del siglo
XV al XIX, las clases dominantes clérigo – feudales resistieron a las
ciencias de la naturaleza, que constituían un desafío a su sistema
ideológico. Durante siglos, la astronomía fue el campo de una lucha
de clases encarnizada, ideológica e incluso a veces política, y los
hombres de ciencia frecuentemente fueron víctimas de la represión
de los aparatos del Estado. (Giordano Bruno, Galileo Galilei, Miguel
Servet etc.). Gracias únicamente a la liquidación del modo de
producción feudal y a la desaparición (o “modernización”) de su
ideología, las ciencias naturales se volvieron progresivamente un
terreno “neutro” desde el punto de vista ideológico. Sin embargo,
incluso en el siglo XVI, la relación epistemológica entre ciencia
astronómica y las clases sociales no era del mismo tipo que la que
se encuentra en las ciencias sociales.

Relativa, porque el grado de “compromiso ideológico” no es el


mismo en todas las ciencias sociales (ni el de “neutralidad
ideológica” en todas las ciencias naturales), y porque, por otra
parte, en el interior de una misma ciencia ciertos problemas son
más “sensibles” que en otros: la historia de la Revolución Francesa
evidentemente despierta más antagonismos de clase que la de las
guerras del Peloponeso.

EN CONCLUSIÓN: los positivistas insisten mucho en la


heterogeneidad de los juicios de hecho y los juicios de valor, y en la
necesidad lógica de su separación. Subrayan, con razón por otra
parte, que nunca se puede deducir un juicio valorativo de un
factico. Según la célebre expresión de Poncairé: las premisas en
indicativo no tienen conclusión lógica en imperativo. Weber señala
con ironía que nunca se podrá demostrar científicamente la justeza
del error del Sermón de la Montaña. Eso no se puede discutir; pero
lo que olvidan tanto Weber como los positivistas, es la relación
inversa entre la ciencia y lo normativo: los valores que orientan,
influencian y condicionan los juicios de hecho. Relación que por su
parte no es lógica sino sociológica: es el punto de vista de clase
(que implica elementos normativos) el que en gran parte define el
campo de visibilidad de una teoría social, lo que ella” ve” y lo que
no ve, sus “aciertos” y sus “desaciertos” su luz y su ceguera, su
miopía y su hipermetropía.

2. Según la lectura: ¿cuál es la idea central del Positivismo?

La idea central del Positivismo es la idea de la sencillez evangélica:


en las ciencias sociales como en las ciencias naturales, es preciso
eliminar prejuicios y conjeturas y separar los juicios de hecho de los
juicios de valor, la ciencia de la ideología.

3. Explique las dos premisas esenciales del positivismo comtiano.

1. La sociedad puede ser epistemológicamente asimilada a la


naturaleza (lo que llamaremos “naturalismo positivista”); en la vida
social reina la armonía natural.

2. La sociedad está regida por leyes naturales, es decir, leyes


invariables, independientes de la voluntad y de la acción humana.

Esto quiere decir que el método de las ciencias sociales puede y


debe ser idéntico al de las ciencias de la naturaleza, que sus
procedimientos de investigación deben ser igualmente “neutros”,
objetivos y destacados de los fenómenos. Pero reducir el método al
de las ciencias naturales y proponer que solo el científico es aquel
conocimiento neutro y objetivo, sucede en una concepción
estancada de la sociedad, en la cual se concibe a éstas sin
variaciones, en completo orden, inmutable, lo que implica una
cierta posición respecto a la función que las ciencias sociales
desempeñan en el conocimiento, tanto de la forma en que se
aprende, como de la explicación de lo que se aprende. La Sociología
positiva se limita al estudio de los hechos de orden social existente
y, aunque sin rechazar la necesidad de la corrección y el
mejoramiento, excluirá todo impulso que tienda a derrocar o a
negar este orden.

4. ¿Estás de acuerdo con el darvinismo social? Argumenta su


respuesta.

No estoy de acuerdo con esa ideología ya que esta ha inspirado


numerosas incursiones y esclavización de mucha población,
promueve la superioridad de unas razas sobre otras, y que la
evolución humana está dada por la supervivencia de los más
fuertes, llegando incluso a inspirar a Hitler a enaltecer a la raza
alemana y a defender que había de expandirse y purificarse,
prohibiendo la mezcla racial.

5. ¿Estás de acuerdo con Max Weber cuando afirma que: “los


conceptos de las Ciencias Sociales no deben ser “espadas para
atacar adversarios”, sino solamente “rejas de arado para surcar el
inmenso campo del pensamiento contemplativo”, porque “cada
vez que un hombre de ciencia hace intervenir su propio juicio de
valor, ya no hay comprensión integral de los hechos”?
Fundamenta tu respuesta.

Estoy de acuerdo, las ciencias sociales no debe ser un campo de


estudio para enfrentar a otros, sino que es una ciencia y un
complemento importante para otras ciencias e ideologías, sin
embargo, tanto Durkheim como Weber cuentan con profundas
limitaciones en su pensamiento frente a la objetividad, puesto que
ésta es reducida a una subordinación hacia cuestiones como la
inteligencia o la honradez personal de quien piensa, desconociendo
con ello el reconocimiento de la identidad parcial entre sujeto y
objeto a la hora de construir conocimiento a partir la vida humana y
sus manifestaciones.

6. ¿Cuáles son los argumentos que señala Michel Lowy para


señalar el error fundamental del positivismo?

Los argumentos para señalar el error fundamental del positivismo


son:

1. El carácter histórico de los fenómenos sociales, transitorios,


perecederos, susceptibles de ser transformados por la acción de los
hombres.

2. La identidad parcial entre sujeto y el objeto del conocimiento.

3. El hecho de que los problemas sociales están en las miras


antagónicas de las diferentes clases sociales.

4. Las implicaciones políticas – ideológicas de la teoría social: el


conocimiento de la verdad puede tener consecuencias directas
sobre la lucha de clases.

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