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El segundo tipo (la deditio) no reconoce subclases, pues los intentos de distinguir a ambas no ha
convencido a los estudiosos. Son simples variaciones estilísticas para referirse a una rendición
formalmente incondicional, por la que una comunidad se pone enteramente en manos de Roma. Su
situación quedaba en suspenso hasta que Roma o su representante adoptase alguna decisión al
respecto, lo cual podia ocurrir inmediatamente después del pacto de rendición o bien llevar más
tiempo. La capacidad de Roma era plena en ese momento por lo que podía acordar la desaparición
de la comunidad que se le había rendido y la venta de sus ciudadanos como esclavos o al contrario,
la restitución de la comunidad.
Un documento excepcional, el bronce de Alcántara (104 a.C), nos ha conservado el recuerdo oficial
de una de esas deditiones.
La deditio no admite condiciones, aunque puede haber ciertos pactos previos a los que el general
victorioso deberá atenerse como un compromiso moral, no jurídico. Está es la unica diferencia que
separa a una ciudad que se ha rendido de otra tomada por asalto. La consecuencia de la misma, es la
libertad de los seanocos, aparentemente plena.
Roma a medida que su poder se acrecentaba, recurre cada vez menos al fodeus y cada vez más a las
concesiones unilaterales de libertad, con deditio previa o sin ella. Así nacieron las ciutates liberae
sine foedere. Muy semejante es la condición de aliado o bien “amigo” del pueblo romano. Roma no
buscaba una relación tasada de derechos y obligaciones sino un ambiguo y amplio compromiso
equiparable a la clientela entre individuos, un régimen extralegal en su mayor parte. Está libertad
clienteral era compatible con el pago del tributo a Roma.