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CIPRIANO Y LA POTESTAD SACERDOTAL

a. «Clerus» y «plebs» en la unidad de la Iglesia


Cipriano es el hombre de la unidad de la Iglesia. La Iglesia de Cristo está integrada por dos
elementos esenciales: la plebs, conjunto de los fieles, y el ordo o clerus, que lo componen los
obispos, los presbíteros y los diá conos. Los textos que corroboran esta distinció n son abundantes.
En una carta, y refiriéndose al problema de los lapsi, recuerda que sobre esta materia ha escrito al
clero y a la plebe, y con ocasió n de haber sido elegido obispo Cornelio afirma que han dado su
testimonio el clero y la plebe, pues ambos han participado en la elecció n. Con el término plebe
designa a la parte laica de la comunidad que actú a de forma directa en los asuntos que afectan a la
Iglesia local.

b. El ministerio del obispo y la unidad eclesial


Dentro de la comunidad, el obispo ejerce la funció n de eje en torno al cual gira la realidad de la
Iglesia, que es siempre la Iglesia particular, la cual es como la grey adherida al pastor, que es el
obispo, y establece tal vínculo de unió n entre el obispo y los miembros de la comunidad que si
éstos se sustraen del obispo dejan de pertenecer a la Iglesia. La razó n de la autoridad del obispo en
la Iglesia no es má s que una ló gica deducció n de haber sido puesto por Dios al frente de la misma:
“Dios se digna elegir y constituir a sus sacerdotes en la Iglesia”. Entendiendo el episcopado como
institució n divina, sostiene que el obispo, una vez investido de sus poderes, no depende sino de
Dios y es independiente de cualquier otra autoridad. Reconoce al obispo como al sacerdote por
antonomasia, al que le corresponde la celebració n de todas las acciones litú rgicas, y por ello es
quien admite en la comunidad a los nuevos cristianos por los sacramentos del bautismo y de la
confirmació n; los separa de la Iglesia por la excomunió n, y los reintegra mediante la imposició n de
las manos después de una penitencia saludable; preside de manera ordinaria la celebració n
eucarística, aunque no de manera exclusiva, ya que al presbítero, acompañ ado y asistido por un
diá cono, se le permite celebrarla en caso de necesidad; y, por ú ltimo, es el obispo quien impone las
manos al nuevo obispo. La Iglesia de Cristo es una, aunque está dividida en muchos miembros, y a
esta unidad la sirve el obispo moná rquico cuando está al frente de una Iglesia particular, ya que el
episcopado en sí es uno, aunque se ejerce a través de muchos. El obispo, para ejercer todas sus
competencias eclesiales, está dotado de la autoridad que se desglosa en estas diversas funciones:
ministerio de la palabra o de la evangelizació n, en su doble modalidad de proclamar la palabra de
Dios a los no creyentes y de hacer profundizar en la enseñ anza a los ya iniciados; el ministerio
cultual sacramental, que abarca la celebració n de la Eucaristía, la administració n del bautismo, el
perdó n de los pecados y la unció n de los enfermos; y, por ú ltimo, el poder de jurisdicció n o
gobierno.

c. Los presbíteros en torno al obispo


Los presbíteros está n integrados en el clero, y les corresponde la competencia de servir a la
Iglesia mediante la colaboració n con el obispo. Resulta má s exacto hablar del presbiterio que de
los presbíteros, ya que en su propia realidad ministerial forman un cuerpo en torno al propio
obispo. El presbiterio, se refiere a los presbíteros, pero no se les puede confundir con un colegio,
puesto que el término colegio lo reserva siempre para el colectivo de los obispos, que forman un
colegio de rango universal y en funció n de la unidad de la Iglesia, y los presbíteros se integran en
un presbiterio alrededor del propio obispo. El presbiterio es un colaborador del obispo.

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d. Honor sacerdotal
El obispo, sacerdote por antonomasia, participa del sacerdocio de Jesucristo, sumo sacerdote.
Con la idea de la suprema dignidad sacerdotal se opera un cambio tanto en la terminología como
en la comprensió n del obispo, ya que se pasa de la categoría del servicio a la del honor y comienza
a abrirse paso en la consideració n del ministerio una doble comprensió n del sacerdocio, la de
aquel que ocupa la suprema dignidad y la de quienes, siendo también sacerdotes, no la ocupan. Y
con esta apreciació n que exalta la figura sacerdotal del obispo a la altura de un supremo
sacerdocio se está n echando los cimientos para describir al presbítero como el sacerdote de
segundo orden.

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