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Apunte de C. Unidad 1 PDF
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Temas de la unidad
Lo social y lo natural. La vida cotidiana como fenómeno social y campo de conocimiento.
Estructura de la vida cotidiana y su relación con la dimensión histórica, social e individual.
Relación entre vida cotidiana y sociología. La acción social y su significación.
MARQUÉS, JOSEPH VINCENT, No es natural - Para una sociología de la vida cotidiana, Barcelona,
Anagrama, 1982, cap. 1: “Casi todo podría ser de otra manera”.
MILLS, CHARLES WRIGHT, La imaginación sociológica, México, Fondo de Cultura Económica, 1961,
cap. 1: “La promesa”.
HELLER, ÁGNES, Historia y vida cotidiana. Aportación a la sociología socialista, México, Enlace-
Grijalbo, 1985, cap. II: “La estructura de la vida cotidiana”.
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Sociología – Apunte de Cátedra de la Unidad 1
Introducción
El conocido sociólogo británico Anthony Giddens afirma que “la sociología es el estudio de la
vida social humana, de grupos y sociedades” aludiendo de esta forma, al problema de la
manera en que construye su objeto la sociología y cuáles son los métodos propios de esta
disciplina, temáticas que serán abordadas al menos en su formulación clásica, en la Unidad 2.
No obstante, la expresión “vida social”, que puede sonar acaso un poco enigmática, requiere
de un tratamiento previo. Vida social presupone existencia (vida) de seres humanos en
interrelación con otros seres humanos.
En esta Unidad 1 nos dedicaremos, primero, a analizar una paradoja fundamental que enfrenta
el pensamiento sociológico: lo social no es natural pero en su existir se naturaliza. Tenemos
entonces, por un lado, lo social, y por el otro lo natural.
No podemos prescindir de lo biológico que se nos presenta como un algo ineludible para seguir
viviendo, pero satisfacemos esas necesidades biológicas en interrelación con otros humanos y
en gran medida, condicionados por esa interrelación. No podemos prescindir tampoco de lo
social en tanto que nos definimos como seres humanos. Repetimos entonces, “el ser humano
es por definición, biológico y social”.
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Sociología – Apunte de Cátedra de la Unidad 1
que son tan inmutables como aquellas que surgen de nuestras necesidades y formas
biológicas.
Se podrá objetar que casi todos los seres vivos se agrupan con semejantes y, en algunos
casos, lo hacen en formas de organización complejas, con aparentes jerarquías y una división
del trabajo (las hormigas, las abejas, etc., son los ejemplos habituales). Pero esas formas que
adquieren están determinadas por su propia biología, orientada por su estructura instintiva y
se presentan como invariables, a pesar de las distintas estrategias adaptativas que desarrollan
las diversas especies. Las que no se adaptan a los retos y desafíos del ambiente, sencillamente
desaparecen, pero esa adaptación, cuando funciona, es instintiva. En el caso del ser humano,
su capacidad de adaptación es aún mayor, ya que al instinto se le suma la conciencia y la
cultura, o sea que la abstracción y el sentido que les atribuimos a nuestras acciones abren una
gama de posibilidades, aparentemente, nunca agotadas; es decir, la posibilidad de imaginar y
ensayar alternativas así como la adaptación a diversos climas y lugares.
Pensemos en un ejemplo que nos es cercano y que nos habla del elevado grado de
naturalización de nuestra propia existencia social: nos alimentamos porque así lo dispone la
naturaleza, de no hacerlo, moriríamos, pero las diversas maneras en que lo hacemos, qué
comemos, dónde y cómo, son muy distintas en el conjunto de los humanos, dependiendo de
las costumbres, hábitos, culturas, clases sociales y disponibilidad de alimentos. Lo social en
este caso, como en tantos otros, está atravesado por un universo de significados, por una
dimensión simbólica y regulada por normas, valores y costumbres que, insistimos, varían de
un lugar y un tiempo a otro, no permanecen siempre iguales como sí lo hacen el régimen
dietético de los leones, la forma de agrupamiento de los insectos o los hábitos migratorios de
las aves. La misma invención del fuego para cocinar los alimentos y modificar materiales es un
logro del ser humano producto de su evolución no sólo física y mental, sino también intelectual
(la capacidad de abstraer y transmitir por medio del lenguaje esas abstracciones). Pero cuando
cotidianamente nos alimentamos, no nos planteamos estas cuestiones, simplemente, lo
hacemos. De la misma manera, tomamos como dadas, es decir, no cuestionadas, nuestras
formas de relacionarnos, de interacción social, como si siempre tuvieran que ser así y no
fueran a cambiar. Como si estuvieran determinadas por una fuerza ajena o superior a nosotros
mismos en tanto seres sociales, pudiendo ser un mandato divino o simplemente la naturaleza:
es natural que así suceda y, por lo tanto, invariablemente, seguirá siendo de esa manera.
Otro de los rasgos distintivos del ser humano es el trabajo. Pero no debe entenderse por
trabajo el mero desgaste físico-energético para satisfacer una necesidad (en ese sentido todos
los animales lo hacen), sino más bien como la acción consciente para modificar nuestro
entorno, cambiar de forma la materia y transformar la naturaleza, actividades todas que
requieren de un grado significativo de abstracción, de ejercicio intelectual. Es una tarea por lo
tanto, que, si bien puede tener como objeto la satisfacción de necesidades naturales, se lleva
adelante desde un plano no instintivo; por eso mismo adquiere formas variables e
históricamente determinadas. Pensemos por ejemplo, en nuestro desarrollo civilizatorio, desde
las actividades de los pueblos cazadores-recolectores hasta la revolución industrial, pasando
por la agricultura y el comercio y las distintas formas de organización social que los hombres
se han dado a partir de la necesidad de garantizar la subsistencia.
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Sociología – Apunte de Cátedra de la Unidad 1
Thomas Luckmann, Peter Berger y Ágnes Heller intentan explicarnos las condiciones y los
elementos sociales y psicosociales de este proceso que constituye acaso, el desafío más
complejo de la moderna sociología. Dicho desafío es también su (nuestro) compromiso, que no
lo es sólo con el mero conocimiento, sino que lo es también con la propia sociedad a la que
estudia.
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Sociología – Apunte de Cátedra de la Unidad 1
En el ámbito de las acciones humanas, siguiendo el planteo de Mills, aun percibiendo que no se
trata de actos y situaciones determinadas por la naturaleza, es frecuente y propio del
conocimiento espontáneo de los hombres no disponer de la posibilidad de vincular la
experiencia individual (aquella que a lo largo de nuestra vida conforma nuestra biografía) con
el contexto social en que se despliega tal experiencia. Este contexto, además, está sometido al
desarrollo de la historia, que determina las características propias de cada una de sus etapas,
a partir de la actividad de los hombres, individualmente o en grupos. Ellos se organizan en un
nivel superior y necesario y así constituyen las instituciones, organizaciones que expresan de
forma inmediata y necesaria la división social del trabajo que aquellos establecen cuando
buscan satisfacer sus necesidades. La promesa de las ciencias sociales, más puntualmente de
la sociología, es dotar a los hombres de la “facultad mental” que posibilite dicha reflexión
acerca de la relación entre experiencia individual y contexto. Echar luz sobre los a veces
opacos vínculos, que recorren el camino que va de la biografía (la propia historia del individuo)
con la Historia (en el sentido más amplio del término), el lugar que por múltiples razones
ocupa cada individuo en la sociedad y la estructura de esa misma sociedad. En otras palabras:
vincular lo individual con lo colectivo y sus mediaciones: a esta facultad Mills la denomina
imaginación sociológica.
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Sociología – Apunte de Cátedra de la Unidad 1
partir de su semántica, producen efectos cosificadores (cuando las figuras sociales parecen
como “cosas”, es decir, como objetos ajenos a los individuos) determinantes de frecuentes
tendencias egocéntricas, que ubican al individuo en el centro del análisis y a su alrededor, en
sucesión concéntrica, a la familia, la escuela, la empresa, la sociedad. La sociedad misma es
representada mentalmente como opuesto a los individuos. Simultáneamente, Elías denuncia el
fetichismo de la tecnología propia de la sociedad moderna como una forma más de
cosificación, que coexiste con la pervivencia de “fantasmas”, es decir de problemas que
afectan al hombre corriente que al no percibirse correctamente en su vinculación con la
sociedad, es arrastrado a aventuras irracionales: el semejante es concebido como distinto y
amenazador y potencialmente peligroso. El individuo cosificador (y a la vez cosificado) es,
entonces, sujeto de manipulaciones regresivas (Elías está pensando fundamentalmente en el
nazismo).
Por el contrario, afirma este autor en su Sociología Fundamental, que las personas se hallan
ligadas entre sí de diversos modos y constituyen “entramados de interdependencia”, con
equilibrios de poder más o menos inestables y de variados tipos como lo son las familias, las
escuelas, las ciudades, las capas sociales, el Estado, etc. La “revolución copernicana” (alude al
impacto que en el siglo XVI tuvo la teoría del astrónomo polaco Nicolás Copérnico, que
estableció que los planetas no giran alrededor de la Tierra, sino que es esta última, uno más
siguiendo su órbita alrededor del sol) que según Elías, la sociología debe encarar, consiste en
romper la imagen egocéntrica, reemplazándola por una concepción de la sociedad como
configuración o entramado de individuos interdependientes.
La vida cotidiana es una esfera en la que pueden ser comprendidas las interrelaciones del
mundo económico-social y la vida de cada persona. En palabras de Heller, es “la vida de todo
hombre” que, a partir del nacimiento, cada uno debe preservar satisfaciendo las necesidades
que en particular son propias de la auto-preservación. Este hombre particular (el que es cada
uno de nosotros), como miembro del género humano, tiene, a partir de su particularidad
concreta, la posibilidad de desarrollar acciones, sustentar conocimientos, sentir motivaciones
genéricas. Sin embargo, las determinaciones proyectadas desde la jerarquía socialmente
impuesta por la división social del trabajo, pueden provocar en su conciencia una cristalización
total de las características de la particularidad, impidiéndole el desarrollo humano específico
que le permite acceder a su condición de individuo como hombre entero (relación consciente
entre particularidad y especificidad).
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El hombre concreto que estudiamos en la esfera de la vida cotidiana es, entonces, particular y
específico. Es necesario que tomemos en cuenta que tal particularidad no es la singularidad de
un hombre aislado, sino la del individuo cuya maduración se produce en la posibilidad
creciente de asimilar las relaciones a través de la manipulación de las cosas y de las formas de
comunicación social. ¿Acaso al aprender el hombre a vestirse, calzarse, emplear utensilios para
comer, no está asimilando relaciones sociales? Esta particularidad de creciente complejidad, es
una particularidad social y, a partir de ella, más allá de que el hombre perciba sus necesidades
como necesidades del “yo”, se produce el movimiento que integra al particular en el sistema
de necesidades de la comunidad, que hace posible las motivaciones y acciones en nombre del
“nosotros”. Teniendo en cuenta que no se trata de comunidades naturales, sino de la sociedad
capitalista (que imprime a la esfera de la vida cotidiana una jerarquía determinada por la
división del trabajo y las relaciones sociales que establece), se hace necesaria la ética, a fin de
que el individuo someta su particularidad a lo específico a partir de un mandato exterior. Más
allá de su poder de veto, la ética significará, en su concreción a través de la moral, la función
de transformación y culturización de las aspiraciones de la particularidad. Recordamos repasar
el Documento de Cátedra ya que proporciona algunas herramientas más para el abordaje del
texto.
Berger y Luckmann aportan una perspectiva teórica sobre la construcción social de la realidad.
Desde esta perspectiva, la sociología puede recuperar dos de sus “consignas” más influyentes
(y por nosotros abordadas en el desarrollo de la Unidad 2). Una de ellas es la propuesta por
Emile Durkheim (en Las reglas del método sociológico) y ésta refiere a considerar a los hechos
sociales como cosas; y la otra es la desarrollada por Weber (en Economía y Sociedad) al definir
como objeto de estudio de la sociología a la acción social por considerar que ésta es
portadora de significado subjetivo y, por lo tanto, susceptible de una comprensión.
De este modo, Berger y Luckmann entienden que estas dos propuestas no se contradicen,
sino que se complementan y en esa intersección conforman a la sociedad; entendiéndola a
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ésta como existencia real objetiva y como producto de las actividades y acciones humanas. Es
este carácter dual de la sociedad, y es justamente ello lo que constituye su realidad, por lo que
la pregunta central de la sociología deberá ser: ¿Cómo es posible que los significados
subjetivos se vuelvan existencia objetiva?, o ¿Cómo es posible que la actividad humana
produzca un mundo de cosas?
En el análisis del proceso de construcción de la sociedad como realidad objetiva, los autores
van a priorizar el momento de la institucionalización: las instituciones tienen una historia de la
cual son producto, éstas controlan el comportamiento humano. El carácter controlador es
inherente a la institucionalización, en todas las instituciones y en todos los conglomerados de
instituciones (sociedades) existen mecanismos de control (sistema de control social)
El orden social no es considerado como externo e impuesto al individuo, sino que aparece a
través de una relación dialéctica con éste, como producto humano, la realidad
institucionalizada tiene su origen o es producto de la construcción humana.
En el análisis de “La sociedad como realidad subjetiva” (capítulo III del texto), los autores se
centrarán en que la realidad objetiva es asumida -internalizada- por los individuos, allí
destacarán el análisis de la socialización. El individuo no nace como miembro de una sociedad,
pero si con la predisposición a la sociabilidad. El punto de partida es la internalización, es decir
la aprehensión o interpretación inmediata de una acontecimiento objetivo en cuanto expresa
significado, en tanto es una manifestación de los procesos subjetivos de otros que se vuelven
subjetivamente significativos para el individuo. La internalización es la base para la
comprensión de los propios semejantes y para la aprehensión del mundo en cuanto realidad
significativa y social.
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Sociología – Apunte de Cátedra de la Unidad 1
nuevos sectores del mundo objetivo de su sociedad, acceso que se da en función de su rol y su
posición social.
El producto de la actividad del hombre (el mundo social) vuelve a actuar sobre el productor (el
hombre). Es el momento de la internalización, por la que el mundo social objetivado vuelve a
proyectarse en la conciencia del hombre; esto se da durante el mencionado proceso de
socialización o aprendizaje social.
Todo individuo nace dentro de una estructura social objetiva en la cual encuentra a los otros
que están encargados de su socialización. Desde niño, el individuo se identifica con los otros
(otros significantes con los cuales existe una conexión de tipo emocional), la internalización se
produce porque el niño acepta los “roles” de los otros, o sea, los internaliza, se apropia y así es
capaz de identificarse él mismo; esto es adquirir una identidad (yo) subjetivamente coherente.
Recibir y constituirnos una identidad, permite adjudicarnos un lugar en el mundo.