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No es necesario volver a pasar por las vivencias dolorosas para cambiar nuestro estado.
Lo que hemos de hacer es cambiar la representación interna negativa por otra positiva, que
se movilice automáticamente y nos conduzca a obtener resultados más eficaces.
Hay que aumentar la potencia de los circuitos que llevan al éxtasis y cortar la corriente a los
circuitos del dolor.
Lo que sí nos importa, y mucho, es cómo ha construido usted en su mente lo que ocurrió.
¿En qué se diferencia su modo de producir un estado de depresión del que da lugar a uno de
éxtasis?
En particular a través de las tres modalidades predominantes, que son los mensajes ópticos,
acústicos y cenestésicos.
Los «ingredientes» de todas las experiencias humanas derivan de nuestros cinco sentidos, o
«modalidades».
Cuando los seres humanos quieren cambiar algo, por lo común se trata de una de estas dos
cosas, o de ambas a la vez: cómo se encuentran (es decir, el estado en que se hallan) y/o
cómo se comportan.
En nuestro capítulo sobre el poder de nuestros estados explicamos que hay dos maneras de
cambiar el estado de las personas, y por tanto su conducta: o cambiando su fisiología, con
lo que uno se encontrará y actuará de otra manera, o cambiando las representaciones
internas.
Aprender cómo cambiar concretamente nuestra manera de representarnos las cosas, de tal
manera que potencie nuestros sentidos y la creación del tipo de comportamiento que
fomentará la consecución de nuestros objetivos.
En cuanto a nuestras representaciones internas, son dos las cosas que podemos cambiar.
Si alguien ha obtenido un resultado que nos gustaría modelar, necesitamos saber algunas
cosas más, aparte el hecho de que se representó algo en su mente y se dijo algo a sí mismo.
Hacen falta herramientas más afiladas para penetrar de verdad en lo que ocurre en las
mentes. Ahí es donde intervienen las submodalidades. Vienen a ser como las dosis exactas
de los ingredientes que se necesitan para crear un resultado.
Para poder comprender, y luego controlar, una experiencia visual, nos es preciso saber más
acerca de ella. Hemos de averiguar si es oscura o luminosa, en blanco y negro o en color,
móvil o estática.
Visuales
1. Imagen animada o estática
2. En paisaje o enmarcada (y en este caso, forma del marco)
3. En color o en blanco y negro
4. Poca o mucha luminosidad
5. Tamaño de la imagen (tamaño natural, más grande, más pequeño)
6. Tamaño relativo de los objetos centrales
7. El «yo» dentro o fuera de la imagen
8. Distancia entre la imagen y el «yo»
9. Distancia entre el objeto principal y el «yo» 10. Profundidad (tres dimensiones)
11. Intensidad del color (o contraste de blanco y negro)
12. Nitidez, definición
13. Movimiento (rápido o lento si lo hay)
14. Enfoque (qué partes, y si entran o salen de foco)
15. Intermitencia o constancia del enfoque
16. Ángulo de observación
17. Número de escenas (cambios de situación)
18. Lugar
19. ¿Otras?
Auditivas
1. Volumen
2. Cadencia (interrupciones, encadenamientos)
3. Ritmo (regular, irregular)
4. Inflexiones (palabras enfatizadas, y cómo)
5. Velocidad, tempo
6. Pautas
7. Tonalidad
8. Timbre (calidad, origen de la reverberación)
9. Rasgos distintivos (sonido grave, o suave, etc.) 10. Sonido procedente de una fuente móvil, o espacial
11. Lugar
12. ¿Otras?
Cenestésicas
1. Temperatura
2. Textura
3. Vibración
4. Presión
5. Movimiento
6. Duración
7. Continuidad o intermitencia
8. Intensidad
9. Peso 10. Densidad
11. Localización
12. ¿Otras?
Otra distinción importante es la que estriba en saber si una imagen es asociada o disociada.
La imagen asociada es la que uno experimenta como si estuviese realmente allí; uno la ve a
través de sus propios ojos, y oye y siente lo que oiría y sentiría si estuviese presente en ese
lugar y momento, en carne y hueso.
La imagen disociada es la que uno experimenta como si fuese un espectador alejado y
diferente de uno mismo; algo así como asistir a una película de la que uno fuese actor.
¿Qué ocurre cuando la hace más pequeña, más oscura y distante? Descubrirá que las
sensaciones negativas van perdiendo su fuerza.
Hay que ensayar también las demás modalidades. Escuche su voz interna, o la que se
estuviese oyendo durante la experiencia, hablando en un tono fuerte, machacando las
sílabas.
Sienta la experiencia como una ocasión de firmeza, como una actitud dura. Es posible que
vuelva a ocurrir lo mismo de antes; que se intensifiquen las sensaciones negativas.
Le pido que practique estos ejercicios de un modo concentrado, intenso, fijándose bien en
las modalidades y submodalidades que se vayan revelando más eficaces para usted. De
manera que podría ser conveniente la repetición mental de esas fases, con la atención
puesta en cómo la manipulación de las imágenes cambia las sensaciones que las mismas
evocan.
Tomemos la imagen negativa que nos sirvió al principio, para luego hacerla
más pequeña. Dése cuenta de lo que ocurre mientras la imagen se encoge.
Ahora desenfóquela, hágala más borrosa, atenuada y difícil de ver.
Conseguido esto, aléjela, llévela tan lejos de sí que apenas pueda ya
distinguirla. Por último, tome la imagen y empújela hacia un sol imaginario.
Tome nota de lo que ve, oye y siente mientras aquélla desaparece del mundo.
Haga lo mismo con la modalidad auditiva. Baje el volumen de las voces que
oye; haga que suenen letárgicas y mortecinas, quíteles el ritmo. Hágalo
también con sus percepciones cenestésicas; que la imagen acabe siendo floja e
insustancial, ajena a usted. ¿Qué ha ocurrido con la imagen negativa durante
todo este proceso dirigido por usted? Si el lector es como la mayoría de las
personas, la imagen pierde su poder..., se hace menos potente, menos
dolorosa, incluso llega a dejar de existir. Es decir, que se puede tomar algo
que nos ha causado un gran dolor en el pasado y quitarle fuerza, hasta hacer
que se disuelva y desaparezca por completo.
Este breve experimento puede bastar para dar una idea del poder de esa técnica. En cuestión
de escasos minutos, el lector habrá tomado un sentimiento positivo para reforzarlo e
intensificarlo, y también habrá logrado desprenderse de una imagen negativa intensa y del
poder que ésta ejercía sobre él. En el pasado, usted estaba a merced de los resultados de sus
representaciones internas. Ahora ya sabe que no tiene por qué ocurrir forzosamente así.
En esencia, usted puede vivir de dos maneras. O bien deja que su cerebro siga
gobernándole como venía sucediendo en el pasado; en estas condiciones, cuando aquél
transmite alguna imagen, sonido o sensación, usted responde automáticamente a la
sugestión o bien puede usted optar por dirigir conscientemente su propio cerebro, por
implantar las sugestiones que le convenga, por tomar las experiencias y las imágenes
desagradables y privarlas de su poder e influencia.
¿No hemos conocido todos la experiencia de una misión o un trabajo «que nos
venía demasiado ancho», haciéndonos desesperar de nuestras posibilidades de
llevarlo a término, con lo cual ni siquiera lo intentábamos? Si ahora uno
imagina esa tarea como un cuadrito muy pequeño, se verá en condiciones de
dominarla y emprenderá las acciones oportunas sin dejarse abrumar. No
ignoro que esto puede parecer una simplificación exagerada, pero si el lector
lo intenta ya descubrirá cómo al cambiar sus representaciones puede modificar
su actitud ante la tarea, y así modificar también sus acciones.
Por supuesto, ahora sabemos también que podemos tomar las experiencias
favorables e intensificarlas. Puede uno tomar las pequeñas alegrías de la vida
y hacerlas más grandes,
para iluminar su visión del día y sentirse más ligero y feliz. Lo que tenemos
aquí es el modo de sacarles mejor el jugo, de sentir mayor regocijo, más ardor
vital.
Recuerde que se trata de controlar nuestro cerebro, no de que él nos controle a nosotros.
FRASES PREDICATIVAS
Mediante los predicados utilizados en la comunicación, las personas se representan internamente sus experiencias en las modalidades
visual, auditiva o cenestésica. Doy a continuación una lista de ejemplos de uso corriente.
El objetivo, al «igualar predicados», es adaptarnos al lenguaje que utiliza nuestro interlocutor, con el fin de crear una corriente de
entendimiento al principio de una relación.
Esto significa que si uno es un tipo predominantemente auditivo, por ejemplo, para recobrar
una experiencia le convendrá empezar por evocar todas las sugestiones acústicas. Es decir,
al principio recordaría lo que oyó en tal situación.
Una vez puesto en ella y establecida una representación interna rica y potente, es mucho
más fácil trasladarse al marco de referencia óptico para elaborar las submodalidades
visuales o al marco cenestésico para experimentar las submodalidades táctiles y
propioceptivas.
Bien, pues después de ver y experimentar la estructura de algo que en su tiempo nos motivó
fuertemente, vamos a pensar en alguna otra cosa para la cual nos gustaría estar fuertemente
motivados, pero que en el momento presente no nos inspira ninguna afición especial ni
motivación alguna para hacerla.
Una vez más, formemos la imagen mental. Y luego, repitámosnos las mismas preguntas.
Pero ahora prestaremos especial atención a las diferencias entre las respuestas, en
comparación con el caso de la acción fuertemente motivada.
Mientras tanto, anotaremos otra vez cuáles son las submodalidades más potentes, las que
encierran más potencialidades para modificar nuestro estado.
No es tan difícil. Imagine su cerebro como una pantalla de televisión, con la imagen
partida, y observe las dos imágenes al mismo tiempo.
Hay diferencias entre las submodalidades, ¿no es cierto? Era fácil preverlo, por supuesto,
ya que diferentes representaciones producen diferentes tipos de resultados en el sistema
nervioso.
Ahora tomemos lo que hemos aprendido acerca de las clases de submodalidades que nos
motivan y, paso a paso, reajustemos las submodalidades de la cosa que todavía no tenemos
ganas de hacer (experiencia 2), de manera que se igualen con las de la cosa que nos motiva
(submodalidades de la experiencia 1).
Estas últimas, lo repito, pueden ser diferentes según la persona, pero lo más probable es que
la imagen de la experiencia 1 sea más brillante que la de la experiencia 2. Asimismo será
más nítida y cercana. Le pido que se fije bien en las diferencias entre la una y la otra, y que
manipule la segunda representación de modo que vaya pareciéndose más a la primera. No
olvide hacer lo mismo con las sugestiones auditivas y las cenestésicas.
Hágalo ahora.
¿Qué le parece ahora la experiencia número 2?
¿Se siente más motivado por ella?
Así debería ocurrir, si ha igualado con cuidado las submodalidades de la experiencia 1 con
las de la experiencia 2 (por ejemplo, si la 1 se representaba como una película y la 2 como
una foto fija, convierta usted la experiencia 2 en una película); continúe este proceso con
todas las submodalidades visuales, auditivas y cenestésicas.
Por tanto, si usted averigua concretamente lo que le hace sentirse motivado a favor de algo,
sabrá exactamente qué debe hacer ante cualquier experiencia para sentirse motivado
siempre que quiera; y de tal estado de motivación hay que partir para que las acciones sean
eficaces.
Lo mismo que cualquier otra habilidad, ésta exige repetición y práctica. Cuanto más a
menudo se repitan conscientemente esos sencillos cambios de submodalidad, más pronto se
conseguirán los resultados deseados. Quizá descubra que, para usted, cambiar el brillo o
nivel de luminosidad de una imagen tiene más efecto que cambiarla de posición o de
tamaño. Sabido esto, ya no dudará de que para manipular algo ha de empezar por modificar
la iluminación.
Ello puede conseguirse con ayuda de lo que llamamos «el patrón del tris-tras». Sirve para
tratar gran número de los problemas crónicos y los hábitos perjudiciales que se crean las
personas. Con el patrón del tris-tras se toman las representaciones internas que nos colocan
en un estado de impotencia, y se disparan automáticamente otras representaciones internas
nuevas que nos ponen en pleno dominio de nuestros recursos tal como deseábamos. Una
vez haya descubierto usted qué tipo de representaciones internas le inducen, por ejemplo, a
comer más de lo necesario, mediante el patrón del tris-tras creará una nueva representación
interna, centrada en otra cosa que tenga más fuerza y que, al ser vista u oída, le induzca a
apartar de sí la comida. Si asocia las dos representaciones, cada vez que piense en darse un
atracón la primera llamará automáticamente a la segunda y le pondrá a usted en condiciones
de no apetecer los alimentos. Lo mejor del patrón del tris-tras es que una vez implantado
con eficacia no resulta preciso recordarlo constantemente. El proceso se desencadena de
forma automática, sin ningún esfuerzo consciente.
Segunda fase:
Una vez se tiene una imagen clara del comportamiento que se quiere cambiar,
es preciso formarse una representación diferente,
una imagen de uno mismo tal como sería si el cambio deseado se hubiese realizado ya,
y de lo que tal cambio significaría para usted.
Trate de imaginar cómo retira los dedos de la boca,
cómo se ejerce una ligera presión sobre los dedos cuya uña iba a roer,
y considere sus manos perfectamente cuidadas,
al tiempo que se contempla a sí mismo como una persona elegantemente vestida,
de magnífica presencia y muy segura y dueña de sí.
Esta imagen de uno mismo en el estado deseado debe ser de tipo disociado.
Ello se debe a que necesitamos crear una representación interna idealizada,
la cual iremos redibujando siempre, en vez de considerarla como algo ya adquirido.
Tercera fase:
En un «tris-tras», permute las dos imágenes de manera que
la experiencia torpe y triste dispare automáticamente la experiencia de seguridad y
dominio.
Es decir, le habrá abierto a su cerebro un camino totalmente distinto para reaccionar frente
a lo que en el pasado suscitaba una reacción negativa.
Una vez haya construido mentalmente las imágenes, el proceso de sustitución debe
efectuarse por completo en menos tiempo del que necesite para decir «zumbaaa», y ya tiene
usted delante una imagen grande, brillante, nítida y coloreada de cómo desea ser. La vieja
imagen de lo que usted era ha quedado aplastada y hecha polvo.
Hágalo cinco o seis veces, tan rápido como pueda. Recuerde: la velocidad es fundamental,
y también divertirse haciéndolo. Lo que le está diciendo a su cerebro es: Mira esto,
«zumbaaa», haz esto, mira esto, «zumbaaa», haz esto, mira esto, «zumbaaa», haz esto...,
hasta que la imagen antigua produzca el disparo automático de la imagen nueva, de los
nuevos estados y, en consecuencia, del nuevo comportamiento.
Evoque ahora la primera imagen. ¿Qué ha pasado? Si, por ejemplo, ha sometido a la rutina
del tris-tras el hábito de morderse las unas, al imaginarse a sí mismo haciéndolo verá que le
resulta difícil, que le parece algo antinatural. De no ser así repita la práctica, esta vez
procurando hacerlo con más claridad y rapidez; asegúrese sobre todo de experimentar sólo
durante un brevísimo instante la sensación positiva que le proporciona la imagen nueva,
antes de abrir de nuevo los ojos y volver a iniciar el proceso. Tal vez no funcione si la
imagen hacia la cual ha elegido tender no es lo bastante sugestiva o deseable. Es muy
importante que se trate de algo sobremanera atractivo, de modo que propicie un estado de
motivación o deseo, algo que realmente anhele o que para usted pueda ser más importante
que el hábito antiguo. En algunos casos es útil añadir nuevas submodalidades, como el olor
o el sabor. Los resultados asombrosamente rápidos que produce el patrón tris-tras se deben
a ciertas tendencias del cerebro. Nuestra mente tiende a evitar las cosas desagradables y a
apegarse a las agradables.
Al hacer que la imagen de uno que no necesita morderse las unas sea mucho más atractiva
que el deseo de mordérselas, se le suministra al cerebro una señal poderosa, que indica
hacia qué tipo de comportamiento debe tender. Es lo que hice yo para abandonar la
costumbre de morderme las uñas, que se había convertido para mí en un hábito por
completo inconsciente. Un día después de haber practicado la rutina del tris-tras, me
sorprendí mordiéndome los dedos. Esto podía interpretarse como un fracaso, pero yo
preferí considerarlo como un progreso en la curación del hábito, tras lo cual me limité a
hacer diez ejercicios de tris-tras, y nunca más se me ha ocurrido morderme las uñas.
No olvide que su mente puede ir contra las leyes del universo, en un sentido que es crucial:
puede retroceder hacia el pasado.
No ocurre lo mismo con el tiempo real ni con los hechos, y sin embargo la mente puede.
La clave consiste en cambiar su estado, en retroceder y ponerse en un estado que le permita
conseguir que se hagan las cosas.
Lo cual puede hacerse por el procedimiento de reubicar o resituar las representaciones
internas.
Podemos asociarnos con cualquier cosa que nos convenga, o disociarnos de ella.
La clave está en hacerlo conscientemente, de manera que nos sirva de ayuda. Podemos
controlar cualquier representación de las que nos formamos en nuestro cerebro.
¿cómo adoptar las creencias que nos capacitan y deshacernos de las que nos perjudican?
El primer paso consistía en darse cuenta de sus poderosos efectos sobre nuestra vida. En el
presente capítulo ha dado usted el segundo paso: cambiar la manera en que se representa
usted esas creencias a sí mismo.
Recuerde que una creencia es un estado emocional fuerte, una certeza que se tiene acerca
de determinadas personas, cosas, ideas o experiencias de la vida. ¿Cómo se ha creado esa
certeza? A través de las submodalidades específicas. Cuando usted está seguro de algo, ¿le
parece que lo ve oscuro, desenfocado, diminuto y lejano... o todo lo contrario?