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Proyecto exposición .

biMadre Violencia
violencia estructural y XXXX en la sociedad peruana
(proyecto de exposición)

Akito Bertran y Fernando Toledo

1. Violencia
Creemos que la violencia es un elemento constitutivo, inherente al ser humano. Sin
embargo, Milos referentes de violencia a los que nos enfrentamos, de manera más
inmediata, más cercanos fueron quizás sin darme cuentason totalmente culturales,
construidos, como creo que le sucede a la mayoría,: las costumbres, las ideologías, la
religión., Todos estos son aspectos con los que nos relacionamosrelacionadas a
nuestra conducta a nosotros comodesde la base;, porque los aprendemos en ellos
círculos más cercanos, la casa, el barrio, tuel entorno, muchas veces esta disfrazada
dela escuela educación, las culturas oficial y popular. y cCon el tiempo y la exposición,
ciertas formas de asumir la violencia se naturalizan, se normalizan. El resultado es que,
va anidando y se vuelve parte natural de uno, no hablo de esa violencia más básica
más pura, pensando en el nacimiento que aunque sea disfrazado de un momento
mágico es violento en sí, para el niño para la madre y quizás en la infancia esta
violencia de vida sea muy natural, pero de hecho a medida que uno crece esta
influenciada por estos referentes culturales que a través del tiempo son la justificación
perfecta para cuando la violencia ya no solo tiene estos matices des conducta si no que
se convierte en algo directo, físico, podemos llamarlo “real” aunque todo es real, la
religión en mi caso es una justificación perfecta para ciertos momentos violentos, el
tema de ser mujer es otro y quizás ahí no es solo cultural, lo educativo. Creo que uno
normaliza esas cosas, son del día a día y como muchas veces, si no se percibe un
ejercicio directo, físico de fuerza,no existe algo directo un acto, decisión o discurso no
se asumen como violentos, en tanto escapan a la racionalización social de la
violenciacia.

En este sentido, los discursos que piensan la violencia suelen dejar de lado su
intrínseca función cohesionadora, central a la experiencia humana. En las sociedades
democráticas occidentales, la violencia se ha constituido en un ámbito prohibido para
el ciudadano y es ejercida únicamente bajo el monopolio del Estado. La violencia,
entonces, es un ámbito cuidadosamente delimitado por discursos legales, políticos,
ideológicos, culturales, sociales, de clase. Así, el ejercicio de un aspecto del ser
humano termina siendo administrado –como ya anteriormente sucedió con la locura o
la sexualidad humanas, hitos de la Modernidad— por discursos legales, ideológicos,
disciplinarios y culturales desde el poder estatal. Cualquier otro uso de la violencia es
criminalizado, patologizado, disciplinado.
De este modo, aprendemos a percibir a la violencia física, directa, perceptible, medible
como la peor, la que muestra un rostro de la violencia que puede afectarnos. Por
supuesto, no es nada fácil entender golpes, maltratos, matanzas. Sin embargo, algo
escapa al rechazo natural que sentimos ante estos repudiables actos de violencia:
normalmente, se vinculan con estructuras que generan situaciones desfavorables para
muchos –y privilegiadas para otros—, y son justificadas culturalmente en los
aprendizajes de base. Estas estructuras y discursos se retroalimentan, justifican y
accionan entre ellos y nos afectan en distintos niveles. Nos acompañan siempre, ya sea
en situaciones muy cercanas y cotidianas, ya en eventos específicos que, quizás,
percibamos como ajenos, lejanos.
Este discurso oficial –hegemónico— acerca de la violencia se presenta, entonces,
enmarcado en una pulsión de control que niega cualquier elemento que pueda
introducir ruido al equilibrio social. De aquí parte este discurso, de una aspiración a la
pureza. Es el otro flanco de los discursos sobre la memoria histórica, el que no
recuerda las revoluciones ni los procesos de la izquierda; el costado que se deslumbra
con los malabares semánticos de Lacan y arruma en un cajón la experiencia humana
de Freud; la cara que olvida que Althusser estranguló a su esposa y alegó demencia
temporal.
La violencia que excede el monopolio estatal, en estas circunstancias, termina siendo
terrorismo, locura, enfermedad, crimen y desplaza del centro a la violencia estructural,
la real, la que nos condiciona. Esa violencia que, efectivamente, emana del poder de la
razón del ser humano, sus leyes y normas de convivencia. Esta es una violencia
discursiva que nos condiciona y a la que nos referimos cuando hablamos de violencia
estructural; una violencia que es parte del día a día y que asumimos como algo propio,
como algo que nos rodea.
¿Por qué rechazamos la violencia, pero convivimos con ella? ¿Por qué no aceptamos
esta situación? ¿Por qué negamos que no se necesita golpear a alguien o colocar una
bomba para ser violento? ¿Por qué cuando la violencia no nos afecta directamente es
admisible o superable?

2. Akito
Manejaré la información que se genere a partir de estos acercamientos –sea escrita,
gráfica, oral o de cualquier tipo— en base a una bitácora o cuaderno de apuntes, para
luego volver a ellos y generar productos. Técnicamente, los productos se construirán
en función de la información y los significados que vayan apareciendo; las necesidades
aparecerán solas, los acercamientos serán plásticos (dibujo, grabado, intervención,
etc.).
En este proyecto, me interesa mucho que, a pesar de hablar de manera singular, parte
de mi búsqueda sea influenciada y compartida con Fernando. No me interesa mucho
presentar obra que no converse con sus búsquedas y resultados, que no tienen que ser
iguales. Es más, podrían estar enfrentados, pero que siempre manejando las
discusiones y avances como un proyecto único.

3. Fernando

Suena pretencioso, pero me interesa partir del trabajo de Walter Benjamin en El Libro
de los pasajes. Quisiera retomar su idea de la recopilación de citas, anotaciones, notas
de lectura que, articuladas, cobran nuevos sentidos. Sobre el método benjaminiano,
Beatriz Sarlo escribió que
Con las citas, Benjamin tiene una relación original, poética o, para decirlo más
exactamente, que responde a un método de composición que hoy
describiríamos con la noción de intertextualidad: las incorpora a su sistema de
escritura, las corta y las repite, las mira desde distintos lados, las copia, varias
veces, las parafrasea y las comenta, se adapta a ellas, las sigue como quien
sigue la verdad de un texto literario; las olvida y las vuelve a copiar. Les hace
rendir un sentido, exigiéndolas.
Benjamin, en El Libro de los pasajes, intentó llevar al extremo este manejo de fuentes y
materiales. Las citas, anotaciones, pensamientos, notas de lectura, etc. que componen
este inmenso volumen póstumo provienen de fuentes, autores, momentos,
intenciones y lugares disímiles. Sin embargo, en contacto unas con otras cobran
nuevos significados en la experiencia de lectura y decodificación: parte importante de
lo que Benjamin llamó iluminación profana y cuyo peso fundamental recae en la
importancia del fragmento.
Pensando en el Surrealismo, Benjamin afirmaba que la iluminación profana consiste en
“ganar las fuerzas de la ebriedad para la revolución”, es decir, poner la experiencia
humana al servicio de la comprensión del mundo. Este proceso de revelación
materialista, sostenía Benjamin, necesita de un tipo específico de “iluminado”: “el
lector, el pensativo, el que espera, el que callejea”; y un afecto o sensibilidad
particular: el “pesimismo” y la “desconfianza”. Desconfianza en el destino de la
libertad, la democracia y el ser humano, y en la posibilidad de entendimiento.
En este sentido, el trabajo que realizaré se enfocará en una recopilación de citas acerca
de la violencia y la interacción del ser humano con esta, las cuales aparecerán solas o
intervenidas por textos propios. La idea es que, de la interacción entre los propios
textos, y entre los textos y la obra plástica de Akito –ambos resultados de un proceso
de trabajo dialogado y articulado— resulten nuevos significados que amplíen y
trasciendan las intenciones de ambos y propongan una lectura de la violencia que la
aborde como parte ineludible del ser humano. Es decir, los textos no comentarán la
obra de Akito; en algunos casos, quizá ni siquiera haya una relación muy evidente.
Para ello acudiré a citas –impresas y visuales—de Arlt, Badiou, Kubrick, Faulkner,
Dalmacia, Espósito, Agamben, Marx, Benjamin, Vargas Llosa, Quiroga, Taussig,
Mariátegui, Guzmán, la Constitución, diarios, reportajes………

Mis referentes de violencia más cercanos fueron quizás sin darme cuenta totalmente
culturales, como creo que le sucede a la mayoría, las costumbres, las ideologías, la religión,
relacionadas a nuestra conducta a nosotros como base, porque lo aprendes en el círculo más
cercano, la casa, el barrio, tu entorno, muchas veces esta disfrazada de educación, cultura y
con el tiempo va anidando y se vuelve parte natural de uno, no hablo de esa violencia más
básica más pura, pensando en el nacimiento que aunque sea disfrazado de un momento
mágico es violento en sí, para el niño para la madre y quizás en la infancia esta violencia de
vida sea muy natural, pero de hecho a medida que uno crece esta influenciada por estos
referentes culturales que a través del tiempo son la justificación perfecta para cuando la
violencia ya no solo tiene estos matices des conducta si no que se convierte en algo directo,
físico, podemos llamarlo “real” aunque todo es real, la religión en mi caso es una justificación
perfecta para ciertos momentos violentos, el tema de ser mujer es otro y quizás ahí no es solo
cultural, lo educativo. Creo que uno normaliza esas cosas, son del día a día y como muchas
veces no existe algo directo no se asumen como violencia.
Vamos creciendo y somos seres sociales, entramos en otro círculo más de violencia, tenemos
diferencias y a la vez estructuras, estructuras que se han dado de diferentes maneras, y que
generan beneficios para algunos pero son perjudiciales para otros, afectan libertades,
identidades, supervivencia. Muchas veces esta violencia podría ser indirecta, no intencionada,
el beneficio del más por el menos, pero está ahí, nosotros mismos buscamos como
justificarlas.

El tema para mi es que siempre vemos como la peor a la violencia directa, a la física, a la que
nos muestra una cara de la violencia que puede afectarnos, y si, no es nada fácil entender
golpes, matanzas, maltratos, pero esta normalmente relacionada a estas estructuras que
generan situaciones no favorables para muchos y se justifica en lo cultural, en eso que hemos
aprendido de base, como vivencia. Se alimentan, se justifican y se accionan unas con otras,
tenemos la violencia en todos los niéveles, pienso que la peor es la estructural ya que afecta a
más personas, se justifica y genera acciones y de una u otra manera estamos inmersos en ella.
Nos acompañan ya sea en situaciones muy cercanas del día a día o situaciones que son
específicas, que quizás vemos como no propias, lejanas.
Aquí viene mi cuestionamiento, porque “todos” rechazamos la violencia pero convivimos con
ella y no aceptamos eso, porque negar que no se necesita dar un golpe o algo parecido para
ser violento, porque cuando algo no nos afecta directamente la violencia no lo es tanto, o es
superable. Nos creemos capaces de diferenciarnos de otros seres vivos por nuestra inteligencia
pero es en base a esa inteligencia que hemos aprendido a utilizar las violencias para nuestro
beneficio e interés, sea de la manera que sea todos lo hacemos.
Está bien o está mal, eso no lo sé, me gustaría decir que está mal, pero sería una hipocresía.

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