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TRANSUSTANCIACIÓN EUCARÍSTICA
Las páginas que siguen son un resumen de la conferencia pronunciada en Roma,
durante la última sesión conciliar, por el teólogo holandés E. Sehillebeeckx, bajo el
título: Transsubstantiation, Transfinalisation, Transsignification. Este autor ha tenido
ocasión de vivir de cerca las controversias que se levantaron en su país sobre el dogma
de la transustanciación. En esta conferencia interpreta en sentido recto las modernas
corrientes teológicas en torno a la Eucaristía. Intenta explicar al mismo tiempo la
turbación de algunas conciencias católicas, tanto por las expresiones algo
desorientadoras de algunos teólogos de primera línea como por la reacción
desafortunada de ciertos teólogos más conservadores que interpretaron el dogma de la
transustanciación con una teología materialista, que negaría -dice- de hecho la
categoría «sacramento-signo» y supondría una interpretación del dogma según las
teorías químicas de los átomos y las moléculas. Si entendemos bajo la expresión
«presencia de Cristo» la presencia del Cuerpo de Cristo, según insiste el Papa en su
encíclica, desaparece todo equívoco.
PLANTEAMIENTO DE LA CUESTIÓN
Historia, magistra vitae! Una consideración exacta sobre el pasado de nuestra fe nos da,
en medio de la investigación moderna, preocupada más que nunca por revalorizar el
sentido de esa fe, una calma profunda que no se alarma fácilmente. Nuestra fe es una fe
en historicidad. Reflexionando sobre lo que ha ocurrido en los últimos años y ocurre
aún en las polémicas sobre la transustanciación, aparece claramente la firme voluntad de
todos los teólogos católicos de salvaguardar el dogma auténtico, pero de una manera tal
que el pueblo de Dios, sobretodo el mismo clero - formado cada día más en una
mentalidad no escolástica - pueda vivirlo más intensamente y, si se me permite decirlo,
de una manera más existencial.
Lo único que quizá se pueda achacar a estos pensadores católicos, es no haber caído en
la cuenta suficientemente de que vivimos unos tiempos en que la fe y la teología llegan
a ser objeto de la prensa, radio y televisión. Estas circunstancias obligan al teólogo a
formular su valorización moderna de manera que el pueblo fiel -poco acostumbrado ,a
EDOUARD SCHILLEBEECKX
Sin hacer un análisis de las polémicas eucarísticas, indicaremos, de una manera sumaria,
tres factores que han contribuido a la renovación de la teología eucarística, no
pretendiendo con esto ser exhaustivo.
Sacramento - Signo
La noción de sustancia
Desde hace unos treinta años, se debate, aun entre los neoescolásticos, una cuestión
concerniente a la noción de "sustancia". De hecho la neoescolástica tenía una tendencia
clara a reservar este concepto de sustancia al hombre, es decir, a los seres formalmente
espirituales, mientras que las cosas, sobre todo los seres artificiales como el vino, no
pueden ser llamados sustancias. A la vez la distinción entre la sustancia y los
accidentes, en el sentido aristotélico de la palabra, fue atacada fuertemente.
A causa de esta crisis, algunos teólogos emprendieron un análisis histórico del Concilio
de Trento, para ver si este Concilio, al definir el dogma de la transustanciación, se había
apartado o no de la concepción aristotélica. Según nuestra opinión, los Padres
conciliares, aun pensando en categorías aristotélicas, que eran las suyas, quisieron
definir en Trento el dogma de la realidad propia de la presencia eucarística, es decir,
nuestra fe católica eucarística, y no sus categorías de pensar y formular esta presencia
peculiar eucarística.
La presencia real
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De ahí que uno de los rasgos del pensamiento teológico actual . con respecto a la
Eucaristía, consista en afirmar que la presencia real eucarística no se puede separar de la
presencia real de Cristo en el misterio litúrgico y en el alma de los fieles. Se revaloriza
de esta manera él pensamiento bíblico, patrístico y de la alta escolástica, según el cual la
presencia eucarística en el pan y en el vino consagrados está ordenada a la presencia,
cada vez más intima de Cristo en la comunidad reunida y en cada fiel en particular. En
la Eucaristía Cristo no viene primariamente para establecer su trono en la sagrada
hostia; sino que, como dice el Concilio de Trento, ese instituye para ser comido", es
decir, para que al comer esta presencia eucarística, Cristo viva en nuestro corazón, en
nuestro espíritu, en nuestros sentidos y en nuestro cuerpo santificado.
De este análisis comparado con la interpretación de los PP. Griegos -que hablaban de
una "conversión sustancial" en sentido ontológico, pero absolutamente extraño a la
filosofía de la naturaleza de Aristóteles- se sigue que, a pesar de qué los Padres
Conciliares de Trento pensaban en ¡categorías aristotélicas el. dogma mismo no: tiene
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nada que ver con las categorías de sustancia y accidente de Aristóteles. El no, tener
claro este punto ha dado lugar, a muchas, polémicas que carecen totalmente de base.
El dogma exige que haya un momento ontológico, es decir, que la realidad terrestre, el
pan y el vino, no sea solamente rozada por una denominación extrínseca -que no afecta
intrínsecamente a estas realidades- sino que la anáfora consecratoria haga de este pan el
don real y realista del Cuerpo del Señor como alimento espiritual del alma. El pan se ha
hecho sacramental. Y, cómo una realidad no puede ser a la vez dos realidades, la
realidad presente y ofrecida después de la consagración no es ya pan, sino el Cuerpo del
Señor, el Señor mismo, bajo el signo del pan sacramental.
Aceptado esto, queda abierta la puerta a los teólogos hacia una mayor profundizacion de
este misterio y una-presentación conceptual del dogma, diferente de la concepción
medieval y tomista.
A este respecto hubo en Italia entre los años 1949-1960 una interesante polémica. El
profesor Colombo argüía, con razón, que la transustanciación no es un cambio físico,
sino ontológico. El profesor Selvaggi, a su vez, seguía identificando el dogma de Trento
con un cambio de tipo - fisicista, e incluso químico. Hoy la polémica ha avanzado. Los
teólogos quieren llevar adelante la relación entre este elemento ontológico y el
"sacramento-signo", que había sido dejado de lado en la polémica de Colombo y
Selvaggi. El "cambio sustancial" o transustanciación es sacramental y, en ese marco, es,
a la vez, cambio ontológico:
La intención de los teólogos actuales, que estudian estos puntos, es presentar el dogma
de la transustanciación eucarística por medio dé categorías existenciales, más
comprensibles para el pueblo cristiano de nuestros días; y que tengan, al mismo tiempo,
una densidad verdaderamente ontológica. En este sentido hablan de transfinalización y
transignificación.
La teología postridentina desplazó este acento: de tal forma fue acentuada la presencia
real en la hostia que parecía un fin en sí, y no un medio orientado esencialmente hacía el
crecimiento de Cristo en el corazón de los fieles y en la comunidad. La consecuencia de
esta traslación del acento fue que la devoción al Santísimo Sacramento quedó casi
aislada, en la devoción popular, del contexto de la celebración eucarística o de la Santa
Misas Se adoraba al Santísimo Sacramento, ya no se le comía. Los teólogos modernos,
aceptando la presencia real eucarística, y aceptando también la legitimidad de la
adoración de Cristo en el Sacramento, pretenden solamente desplazar el acento al lugar
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Una comparación puede ayudar a comprenderlo dicho. Cuando una madre de familia da
una recepción y ofrece comida y bebida a los invitados, este alimento y esta bebida
quedan inmersos en la relación interpersonal, se convierten en el signo del amor y de la
hospitalidad de la anfitriona. Esto, que en el terreno humano es una mera analogía
antropomórfica, queda asumido en la Eucaristía por la fuerza creadora del Espíritu, que
en Cristo realiza la densidad ontológica de este don de Sí mismo en el signo sacramental
del pan. Este don de sí mismo, en y por el pan y el vino, transustancializa este pan y este
vino en su propio ser.
Algunos han criticado irónicamente a estos teólogos diciendo que para ellos la
Eucaristía no es más que un gesto de amor del hombre que da un trozo de chocolate a su
amigo. De hecho estos teólo gos sólo han reaccionado contra un fisicismo eucarístico,
mientras que en la Eucaristía nos encontramos en la categoría de la relación
interpersonal entre Cristo y nosotros, una interpersonalidad en la cual Cristo se da al
hombre mediante el pan y el vino, que en virtud de este mismo don, han sufrido una
transfinalización y una transignificación ontológica y, por consiguiente, radical: se han
convertido en la presencia real ofrecida por Cristo, - que en la Cruz ha dado su vida por
nosotros- a fin de que participemos de este Sacrificio y de esta Nueva Alianza, que es la
vida para todos nosotros. La realidad del pan y del vino, en cuanto es objeto de estudio
por parte de la química, física o botánica, no sufre cambio; de lo contrario, Cristo no
estaría presente bajo el signo del pan comible y del vino potable. La sacramentalidad
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eucarística exige precisamente que esa realidad no cambie, pues de otro modo no habría
ya signo eucarístico. Mas en su realidad ontológica, a la pregunta: "¿qué es este pan en
realidad y qué es este vino?" no se puede ya responder: "son pan y vino", sino: "la
presencia real de Cristo ofrecida bajo el signo sacramental del pan y del vino". Por
consiguiente; la realidad, o sea, la sustancia que se encuentra ante sí ya no es pan y
vino, sino la presencia real de Cristo ofrecida a mí bajo el signo de comida y bebida.
En esta misma línea se expresa la encíclica Mysterium fdei, que en ningún modo
condena la transfinalización y la transignificación, con la condición de que no se las
considere como meras denominaciones extrínsecas o cambios periféricos, sino por el
contrario, se les dé una densidad profunda y ontológica.