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CULTO CRISTIANO
MATERIA: SACRAMENTOLOGÍA
18/10/2013
EL RETORNO AL MISTERIO
A Casel le tocó vivir la efervescencia del así llamado Movimiento Litúrgico, el cual
procedía de la abadía de Solesmes, en Francia. Dicho Movimiento tomó una orientación
marcadamente científica en Alemania, gracias al empuje de los monjes de María-Laach,
bajo la dirección de Ildefonso Herwegen, su abad. María-Laach multiplicó la publicación
de obras que estudiaban la Liturgia desde todos los puntos de vista, pero con un carácter
científico. Fue precisamente en esa serie de trabajos científicos donde la aportación de
Casel resultó fundamental. Centró sus estudios en la investigación del Mysterium Christi,
de San Pablo, que él concebía como clave de toda la vida litúrgica. La consideración de la
Liturgia cristiana como celebración de los misterios y del culto como actualización de la
obra redentora de Cristo fue el eje en torno al cual giró su vida espiritual e intelectual 2. El
trabajo en el que Odo Casel cristalizó su pensamiento fue El misterio del culto cristiano.
1 Cfr. Odo CASEL, El misterio del culto en el cristianismo, Serie Cuadernos Phase 129, Centre de Pastoral
Litúrgica, Barcelona 2001, 3.
2 Cfr. Odo CASEL, El misterio del culto cristiano, DINOR, San Sebastián 1953, 10.
1
Ya desde el año 1921 comenzó a exponer sus ideas, pero fue hasta 1932 cuando en esta
obra recoge los trabajos más importantes que había publicado sobre la materia y completa
su pensamiento. Para exponer esta teoría sobre el Misterio se tomará como base este
trabajo de Odo Casel. En un primer momento, se hablará sobre el retorno al Misterio y de
la posición del Misterio del culto en el cristianismo. En un segundo momento se
contrastará esta propuesta del Misterio con el Magisterio, primero de Pío XII y su encíclica
Mediator Dei y luego con el Concilio Vaticano II. En un tercer momento se mencionarán
algunas líneas que esta propuesta trazó y que se siguieron después del Vaticano II, para
terminar con un comentario personal.
3 Cfr. Guillermo ROSAS, «Odo Casel y el año litúrgico como mistagogía de la Iglesia», en Teología y Vida
Vol. XXXVII (1996), 223.
4 O. CASEL, El misterio del culto cristiano, 35.
2
atado y encadenado a la materia 5. De ahí que Casel concluya diciendo: «nuestra época ha
traído juntamente con el fracaso del humanismo el retorno al misterio6»
Pero cuando habla de misterio ¿a qué se refiere? Contesta Casel: «Misterio es, ante todo,
Dios en su intimidad 7 » Ya pueblos antiguos como los sumerios, los babilonios y los
griegos vislumbraron algo de ese misterio. Los judíos recibieron la revelación y se
acercaron más; pero es hasta la encarnación de Dios cuando la palabra Misterio recibe un
nuevo y profundo sentido. En este punto, Casel, siguiendo a San Pablo, se refiere entonces
al Misterio como la sublime revelación de Dios en Cristo, pues «Dios ha mostrado con
nosotros su amor porque, aun siendo pecadores, Cristo ha muerto por nosotros» (Rom
5,8). En el Hijo de Dios hecho hombre y crucificado contemplamos el misterio de Dios,
manifestado y revelado por Cristo a la Iglesia, Misterio personal que revela, en la carne, la
divinidad invisible. Por lo tanto, los actos de su anonadamiento son misterios «porque
Dios se revela a través de ellos en una forma que aventaja a todos los módulos humanos.
Sobre todo son misterios su resurrección y ascención… Desde que Cristo dejó de estar
visiblemente entre nosotros, ‘lo visible en el Señor –como dice Gregorio Magno- ha
pasado a los misterios’. Su persona, sus acciones salvificadoras, el influjo de su gracia se
encuentran en los misterios del culto 8»
3
1.2. La posición del misterio del culto en el cristianismo
1.2.1. El misterio de Cristo
En esta parte Odo Casel intenta dejar en claro la posición que goza el misterio de Cristo.
En primer lugar, el cristianismo no es ni “religión” ni “religiosidad” (ni un sistema de
verdades formuladas dogmáticamente que se aceptan y se profesan, ni una postura frente a
lo “divino” más o menos dominada por un sentimiento individual). Casel retoma la idea
paulina de cristianismo, de “Evangelio”, como un Mysterium, no en el sentido de una
doctrina oculta y misteriosa de lo divino, sino más bien «como una acción de Dios, la
realización de un plan eterno en una acción que procede de la eternidad de Dios, se realiza
en el tiempo y en el espacio y tiene nuevamente su término en el mismo Dios eterno. Este
misterio puede expresarse en la única palabra ‘Cristo’, donde ‘Cristo’ significa al
Salvador como persona en unión con su Cuerpo Místico, la Iglesia11» Pablo llama varias
veces a este misterio “oculto” o “escondido ante los siglos”; mas este misterio se reveló en
el tiempo por el hecho de que Dios tomó carne humana y se hizo visible, y a causa del
pecado del hombre se transformó en “Oikonomia”, en plan de salud por la sabiduría y amor
11O. CASEL, El misterio del culto cristiano, 50-51. Casel se basa en algunos textos paulinos para su
argumentación. Estos son:
«dándonos a conocer el Misterio de su voluntad según el benévolo designio que en él se propuso
de antemano para realizarlo en la plenitud de los tiempos: hacer que todo tenga a Cristo por
Cabeza, lo que está en los cielos y lo que está en la tierra» (Ef 1,9-10);
«Por lo cual yo, Pablo, el prisionero de Cristo por vosotros los gentiles... si es que conocéis la
misión de la gracia que Dios me concedió en orden a vosotros: cómo me fue comunicado por una
revelación el conocimiento del Misterio, tal como brevemente acabo de exponeros. Según esto,
leyéndolo podéis entender mi conocimiento del Misterio de Cristo; Misterio que en generaciones
pasadas no fue dado a conocer a los hombres, como ha sido ahora revelado a sus santos apóstoles
y profetas por el Espíritu: que los gentiles sois coherederos, miembros del mismo Cuerpo y
partícipes de la misma Promesa en Cristo Jesús por medio del Evangelio, del cual he llegado a ser
ministro, conforme al don de la gracia de Dios a mí concedida por la fuerza de su poder. A mí, el
menor de todos los santos, me fue concedida esta gracia: la de anunciar a los gentiles la
inescrutable riqueza de Cristo, y esclarecer cómo se ha dispensado el Misterio escondido desde
siglos en Dios, Creador de todas las cosas, para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora
manifestada a los Principados y a las Potestades en los cielos, mediante la Iglesia» (Ef 3,1-10);
«Ahora me alegro por los padecimientos que soporto por vosotros, y completo en mi carne lo que
falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia, de la cual he llegado a
ser ministro, conforme a la misión que Dios me concedió en orden a vosotros para dar
cumplimiento a la Palabra de Dios, al Misterio escondido desde siglos y generaciones, y
manifestado ahora a sus santos, a quienes Dios quiso dar a conocer cuál es la riqueza de la gloria
de este misterio entre los gentiles, que es Cristo entre vosotros, la esperanza de la gloria» (Col
1,24-27). Nótese cómo San Pablo se refiere al “Misterio” como “el Cristo entre vosotros”.
También tenemos en 1Co 2,7: «sino que hablamos de una sabiduría de Dios, misteriosa, escondida,
destinada por Dios desde antes de los siglos para gloria nuestra»; en la misma línea del Misterio
revelado tenemos Rom 16,25: «A Aquel que puede consolidaros conforme al Evangelio mío y la
predicación de Jesucristo: revelación de un Misterio mantenido en secreto durante siglos eternos»
4
de Dios. En consecuencia, el cristianismo es una revelación de Dios a la humanidad por
medio de las acciones teándricas, pletóricas de vida y ricas en vigor. Si Cristo es el
“Salvador”, es decir, el que realiza la obra de salud, la Iglesia a su vez tiene que cooperar a
la obra de Cristo, interiorizándose en aquella acción pero entrañándose activamente, ya que
los miembros sanos participan de los movimientos de la cabeza. Precisamente la Iglesia se
hace cuerpo viviente, prometida y esposa amante de Cristo, por participar en sus acciones 12.
Hasta aquí las cosas, hay elementos suficientes para hacer una triple distinción en el
término «misterio» en Odo Casel15. Por tanto, dicho término puede significar:
5
a) Dios en sí. Dios infinitamente lejano, santo e inaccesible se revela, pero aún “en el
misterio”, por gracia, y sólo a los creyentes, humildes y puros de corazón. En este
punto Casel daba por supuesto que estas disposiciones de fe y pureza de corazón se
adquieren también por gracia de Dios.
b) La revelación de Dios en Cristo. El Hijo de Dios se ha hecho hombre y muriendo
en la cruz ha mostrado, de modo incomprensible para el hombre, todo el amor del
Padre. Cristo mismo es el Misterio en forma personal; por lo tanto, las acciones de
su existencia humillada son misterios, porque Dios se manifiesta en ellos de forma
que trasciende toda medida humana. La Iglesia conduce a la humanidad a la
salvación no sólo a través de la palabra, sino también a través de las acciones
sacras, que por ello también se pueden llamar «misterios». De modo que se puede
decir que Cristo vive en la Iglesia mediante la fe y los misterios del culto.
c) Las acciones o ritos del culto cristiano. Desde que Cristo no es visible entre
nosotros, «su parte visible ha pasado a sus misterios», según decía San León
Magno 16 ; y San Ambrosio 17 también decía: «yo te encuentro en tus misterios».
Ambas aportaciones de Padres de la Iglesia fueron retomados por Casel.
Respecto de este último punto, cabe decir (siempre con Casel) que el misterio de Cristo
que se realizó en nuestro Señor, de verdad, plena, histórica y fundamentalmente, se
actualiza en nosotros bajo forma figurativas y simbólicas, que no son en realidad meras
imágenes externas, sino algo que se desborda de la realidad de la nueva vida comunicada
por Cristo que en parte es simbólica y en parte es real. «Por eso, con razón llamamos
misterios a los sagrados ritos que reproducen y median el Misterio de Cristo 18». En este
punto, Casel se apoya en 1Co 4,1: «Por tanto, que nos tengan los hombres por servidores
de Cristo y administradores de los misterios de Dios», entendiendo en primer lugar el
misterio de Cristo que se predica, y en segundo lugar, los sagrados ritos mediante los cuales
somos recibidos e introducidos en el misterio de Cristo. Por lo tanto, estos ritos sagrados
nos incorporan a la dinámica del misterio. No son ni meras representaciones ni tampoco
actos fríos, meramente cultuales o canónicos.
16 Sermo 74, 2.
17 Apologia prophetae David, 58.
18 O. CASEL, El misterio del culto cristiano, 63.
6
A partir de ahora19 Casel irá mencionando en esta parte de su obra uno a uno los
sacramentos.
El Bautismo
Dentro de este misterio de Cristo que Casel intenta exponer se encuentra la glorificación
de Cristo, el cual, después de su Pasión, se tornó en Pneuma, Espíritu. Cristo es Pneuma
por la unión hipostática con el Logos divino, que es Espíritu; mas esta unión lleva consigo
la transfiguración de la naturaleza humana, plenificada y transparente por la resurrección.
El Bautismo no es sólo la gracia de la remisión de los pecados y la participación de la
filiación divina, sino también es la purificación de los pecados y la donación del Santo
Espíritu, pero además, la reproducción o imagen de la Pasión de Cristo. Para que el
hombre transforme todo su ser y participe de la resurrección espiritual recibiendo la efusión
del Espíritu divino, es necesario que viva místicamente la Pasión del Señor por el
Bautismo. Este apunta, en primer lugar, al aniquilamiento del hombre viejo. Sólo el
perfume de la mirra habla de aromas de resurrección.
La posesión y vivencia del Espíritu es la señal distintiva del cristiano 20. Se expresa en el
bautismo propiamente de una manera positiva con el rito de la transfusión del aliento o
insuflación del Espíritu Santo21, mientras que el agua bautismal significa primordialmente
la purificación de los pecados.
La Confirmación
Si bien Casel no desarrolla casi nada respecto de este sacramento, sí manifiesta que, por
la iniciación, es decir, por el Bautismo y la Confirmación, el hombre se hace miembro vivo
de Cristo, es más, se hace un Cristo, ya no un puro hombre, sino aquél que está deificado,
consagración del Santo Crisma en la Misa Crismal que preside el Obispo en Semana Santa.
7
nacido de Dios como hijo suyo, por lo que lleva la vida de Dios en sí22. No obstante, en
párrafos anteriores cita una catequesis mistagógica de San Cirilo de Jerusalén23 que subraya
la unción con el crisma en referencia a la unción del Espíritu Santo con que fue ungido
Cristo.
La Eucaristía
A este sacramento es al que le presta más atención. En primer lugar, Casel asegura que
no hay religión sin sacrificio. La relación entre Dios y el hombre se simboliza en el
sacrificio. El hombre quiere ciertamente remontarse hasta Dios y ser santificado por Él.
Únicamente donde el hombre no quiere o no puede ser el mismo sacrificio, Dios acepta una
sustitución, tal y como sucedía entre los judíos y los paganos. En el caso del Cristianismo,
se ha restablecido nuevamente la idea primitiva del puro sacrificio cuando se ofreció a sí
mismo a Dios en la cruz el representante más elevado del género humano, Jesucristo,
Hombre-Dios, como inmolación total. Por lo tanto, Cristo ha presentado en su naturaleza
humana el sacrificio, pero con la virtud de su divinidad. De ahí que Dios mismo haya
obrado la reconciliación por el Sacrificio de Cristo. Así, es Dios mismo, en última
instancia, quien ha ofrecido el sacrificio 24.
22 Cfr. O. CASEL, El misterio del culto cristiano, 67-68. Una nueva serie de textos bíblicos argumentan a
favor de Casel:
Sobre el ser hijos de Dios: «Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de
Dios, a los que creen en su nombre» (Jn 1,12); «Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo
Jesús» (Gal 3,26); «Pero, al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer,
nacido bajo la ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley, y para que recibiéramos la
filiación adoptiva. La prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el
Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abbá, Padre!» (Gal 4,4); «En efecto, todos los que son guiados por
el Espíritu de Dios son hijos de Dios» (Rom 8,14)
Sobre el tema de la vida: «En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres» (Jn 1,4); «En
verdad, en verdad os digo: el que escucha mi Palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida
eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado de la muerte a la vida» (Jn 5,24); «Lo mismo que
el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí»
(Jn 6,57); « Jesús le respondió: «Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera,
vivirá» (Jn 11,25).
23 Se trata de la Catequesis Mistagógica III, 1-2.
24 Cfr. O. CASEL, El misterio del culto cristiano, 68-71.
8
reproduce el mismo sacrificio en que el Señor, a la vista de los cielos y de la tierra, se
presentó a sí mismo con la hostia de su Cuerpo como víctima al Padre. Es aquí donde se
vuelve a dar con la significación básica del Misterio del culto. Sin este misterio del
sacrificio de Cristo, la Iglesia sería una sacerdotisa sin sacrificio, un altar sin ofrenda, una
Esposa dejada por su Señor. Por otro lado, Cristo, sin la Iglesia, sería un sacerdote sin
comunidad ni podría ser nuestro precursor. De ahí pues que esté fuertemente marcada la
unidad del sacerdote con la comunidad. Cristo es ministro de una liturgia más sublime (cfr.
Heb 8,6), es el verdadero Liturgo del Santuario (cfr. Heb 8,2); como consecuencia, la
comunidad, es decir, la Iglesia, tiene que realizar un sacrificio verdadero, externamente
visible, litúrgico 25.
Así llega Odo Casel a justificar la necesidad del misterio de culto, pues esta se deriva
igualmente del hecho de que una comunidad visible de hombres sólo puede patentizar su
unidad interna y sus concordes impulsos en el servicio de Dios, mediante un acto ritual en
comunidad; y este acto sólo puede ser un acto simbólico, en el que el sacerdocio representa
al mismo tiempo a ambas partes y exteriorice sus voluntades con gestos y palabras, que
haga visible la acción invisible de Dios en el hombre por la acción simbólica de los
sacerdotes y el hacer de la comunidad y por los ritos y fórmulas practicados por los
ministros del sacerdocio. Todos estos requisitos se cumplen en el misterio del sacrificio de
la Misa: «En ella se reproduce misteriosamente el sacrificio de la muerte del Señor. Cristo
se ofrece de nuevo sacramentalmente, prolonga su pasión en el misterio por nosotros. Y
como la Iglesia realiza el misterio por mano de los sacerdotes, ofrece también ella el
sacrificio de su Esposo, que a la par es su sacrificio también […] de suerte que juntamente
con Cristo se torna en un solo sacrificio26»
9
unimos a ella personalmente, y mayor y más intensa es nuestra unión en el sacrificio. Esto
implica la necesidad de una participación activa de los fieles en la celebración litúrgica;
incluso, implica la necesidad de una participación en una forma externa, destinada a
favorecer y a aumentar la piedad interna 27. Estas ideas de participación interna y externa
las retomará años más tarde Pío XII en su encíclica Mediator Dei.
Pero el misterio de la Eucaristía no queda agotado con el hecho de ser sacrificio; más
bien, el sacrificio tiene otro aspecto que es más sacramental. Al igual que los sacrificios de
la Antigua Alianza, el sacrificio del Nuevo Testamento es un sacrificio-banquete, pero en
un sentido mucho más elevado y espiritual. El Verbo Encarnado es realmente el alimento
del mundo, por comunicarle y conservarle mediante su palabra y su Espíritu la vida
sobrenatural. Pero Cristo ha verificado este hecho en el misterio, porque quiso imprimir
sobre esta unidad entre Él y su Iglesia el sello más concreto de la comunión de carne y
sangre28.
Como conclusión de este apartado, Casel afirma que los tres misterios ya mencionados
(Bautismo, Confirmación y Eucaristía) significan y causan la total incorporación del
hombre al Cuerpo de Cristo. Es por esta razón que son los más importantes y
trascendentales para la vida de la Iglesia y de cada uno de los cristianos, «pues el Bautismo
purifica del pecado por la inmersión en la Cruz de Cristo, la Confirmación le infunde la
nueva vida del Espíritu y la Comunión vigoriza y mantiene esta vida y hace que los
miembros sean perfectamente una misma cosa con el cuerpo. Estos tres misterios son, por
lo mismo, la iniciación, la consagración cristiana. El así consagrado puede cooperar
después activamente en la obra suma del Cristo místico, en su entrega por amor al
Padre29»
10
El Orden
Casel reconoce la necesidad de una representación en la tierra de la Cabeza invisible,
que es Cristo. Se refiere a aquellos hombres que representan al Señor de manera especial
como guía, maestro y sacerdote. Aquí precisamente tiene sentido el sacramento del Orden,
que Case llama «el misterio de la Unción sacerdotal», el cual asemeja a los hombres
escogidos por Cristo en sus propiedades. Es por medio de la imposición de manos del
Obispo que el Espíritu Santo baja de un modo singular sobre ellos, con lo cual se significa
y causa la comunión con los Apóstoles con Cristo.
Resulta interesante que Casel ponga a aquellos (hombres y mujeres) que deben ser
prototipos de santidad y de consagración a Dios junto a los sacerdotes y que, incluso,
designe con la palabra «misterios» a la consagración del monje, de las vírgenes, del Abad,
de la Abadesa y aún la dedicación de las viudas; si bien, en su misma obra, aclara que no
son sacramentos, sino sacramentales, por lo que su efecto no es sacramental, sino
sacramentario30.
El Matrimonio
Si bien no ahonda mucho en esta parte, este misterio lo relaciona Casel con el misterio
primordial, es decir, con la unión espiritual entre Cristo y la Iglesia; por tanto, el
matrimonio de dos cristianos es un símbolo significativo de tal unión, ya que así San Pablo
se refiere a él cuando dice: «gran misterio es éste, lo digo respecto a Cristo y la Iglesia»
(Ef 5,32). Es por eso que el sacramento del matrimonio recibe su último sentido y su
bendición del gran misterio de Cristo.
con óleo en el nombre del Señor. Y la oración de la fe salvará al enfermo, y el Señor hará que se levante, y
si hubiera cometido pecados, le serán perdonados»
11
pecados por el misterio de Cristo, no como un segundo Bautismo, sino como una
rehabilitación del Espíritu que seguía antiguamente a la imposición de manos del Obispo.
Es más, ni siquiera los mismos difuntos escapan de la acción bienhechora y salvífica de los
misterios cristianos.
Por todo lo ya antes expuesto, Casel pretende que la Liturgia se entienda en el auténtico
sentido primitivo, es decir, en el sentido de realización y presencialización del misterio de
Cristo en toda la Iglesia a través de los siglos para su santificación y clarificación, y no en
el sentido de un ritualismo elaborado y esteticista o de una ostentación deslumbrante y
calculadora33. He aquí precisamente uno de los grandes aportes de Casel tanto en el ámbito
sacramentario como en el ámbito litúrgico.
12
Para hacernos partícipes de esta bienaventuranza, nuestro Señor Jesucristo […] cuarenta días
después de su resurrección se elevó al cielo en presencia de sus discípulos. Puso fin a su
presencia corporal para permanecer en la derecha de su Padre hasta que se terminen los
tiempos divinamente previstos para que se multipliquen los hijos de la Iglesia […] Lo que fue
visible en nuestro Redentor ha pasado ahora a los Misterios35.
35 Sermo 74,2
36 Cfr. O. CASEL, El misterio del culto en el cristianismo, 36.
37 Cfr. O. CASEL, El misterio del culto cristiano, 84-87.
13
prestó su lengua y sus formas al cristianismo naciente, cuyo pensamiento fundamental era
la comunión en la vida de los dioses 38.
Sin embargo, su aportación fue importante debido a que hicieron posible la encarnación
en lo temporal de la realidad enteramente nueva de la revelación divina del Nuevo
Testamento40.
De pronto, el lenguaje, tanto del culto judío como del culto pagano oficial quedó
obsoleto. Con todo, comenzaron a emplearse expresiones mistéricas para el Misterio
cristiano. Muchos ritos fueron tomados para enriquecer y adornar la sencillez del culto
cristiano. Según una imagen de los Padres de la Iglesia, el oro y la plata de Egipto se
fundieron para adornar los sagrados vasos de la Iglesia. Un ejemplo de tal situación es el
uso de la palabra “sacramento”, término que pertenece, en el fondo, a la lengua de los
antiguos misterios 41. Esto fue consecuencia del hecho de que el cristianismo es, en su
38 Cfr. O. CASEL, El misterio del culto en el cristianismo, 40-43. No hay que olvidar que tanto el Evangelio
como el dogma utilizaron también el lenguaje helenista.
39 Cfr. Pedro FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, A las fuentes de la sacramentología cristiana, San Esteban, Salamanca
2004, 206.
40 Cfr. O. CASEL, El misterio del culto cristiano, 94-95.
41En este punto, Casel hace muy buen uso de sus conocimientos sobre filología.
14
misma esencia, una religión de los misterios. «La primitiva Iglesia vivía en el Misterio y
no precisaba por lo mismo de teoría alguna que se lo declarase42».
Como se ha visto, a los antiguos hombres no se les hizo difícil la creencia en una
mediación de la vida divina a través de símbolos religiosos. Los ritos simbólicos y
poderosos de los misterios les eran connaturales. Cuando la Iglesia de Cristo penetró en
este mundo, no disolvió la antigua manera de pensar, sino que le “confirió” su plenitud 43.
El pensar simbólico fue santificado y deificado desde que el mismo Verbo eterno se
manifestó en carne y nosotros hemos contemplado la gloria de Dios en el rostro de Cristo 44.
Por eso no es de extrañar, dice Casel, que el Señor, al partir, sus misterios como señales de
su divina presencia. De distinta manera fue cuando en el seno de los pueblos germánicos,
que en un principio habían recibido con gran apasionamiento el cristianismo, surgió una
nueva cosmovisión en la que se puso en primer plano el valor individual, ya sin relación
con el orden puesto por Dios. Así, se subjetivaron también los objetos de la naturaleza.
¿Cuál fue la consecuencia de este movimiento? Casel lo dice crudamente: «Cualquiera que
abra los ojos, puede ver con espanto a dónde ha ido a parar Europa y los continentes
influenciados por ella con el individualismo, el liberalismo y el socialismo45» Como nos
damos cuenta, Casel critica fuertemente el modernismo y el antropocentrismo, en los cuales
la fe se manifiesta como racionalismo y la vida de piedad como una tendencia al propio
placer psicológico.
567.
15
del Cuerpo místico de Cristo y a una manera de pensar individualista. El sacrificio fue
estimado sólo como teoría. La doctrina de los misterios fue rechazada y combatida por
muchos teólogos, mientras que, por otro lado, otros teólogos, fundados en Santo Tomás y
los Santos Padres, salieron a su defensa 48.
Frente a tal situación, Casel justifica el por qué de la renovación litúrgica (conocido
como el Movimiento Litúrgico). Dicha renovación no es más que la búsqueda de un nuevo
reconocimiento y acentuación de los misterios de culto y un impulso a hacerlos nuevamente
accesibles a los fieles. Casel la ve como «la ola de la vivencia en profundidad de Dios tal
cual es en realidad, en su imponente realidad, en su imponente majestad, el cual en el
Nuevo Testamento no se revela como en el Antiguo a manera de huracán de terror, sino
como el Amor más hondo e incomprensible 49 » A diferencia de la Devotio, se trata de
aspirar por transfundir vivamente toda la vida con el Espíritu de Dios, no sólo en las “horas
de devoción”, sino en el ser y obrar por entero. Sin duda, se trata de una gran intuición de
Casel. Recordemos que su obra vio la luz treinta años antes de que comenzara el Concilio
Vaticano II.
Con una genialidad sorprendente, Casel ve con mucha esperanza que en el corazón de la
Iglesia surjan nuevas maneras de pensar. Alcanza ya a percibir que hay algo más allá del
racionalismo y del materialismo: una aspiración a la mística. ¿Dónde pretende Casel
encontrar respuestas? No fuera de la Iglesia, ciertamente, sino dentro de ella. Así lo
expone contundentemente:
Esta manera de escribir hace recordar dos posturas tanto contrarias como
complementarias que influyeron también en el ambiente previo del Concilio Vaticano II: la
16
vuelta a las fuentes (ressourcement), es decir, el volver a Biblia, a la Patrística y a la Alta
Escolástica («que los fieles de Cristo y de la Iglesia se acuerden que poseen este tesoro»); y
la puesta al día (aggiornamento) o presentación de los principios católicos al mundo
moderno («es preciso que lo purifiquen… y le devuelvan todo su resplandor… [para]
mostrar al mundo los Misterios de salvación»).
17
Si comparamos ambos vocablos, «Mysterium» y «Liturgia», significan lo mismo cuando
lo tomamos en el sentido de misterio de culto, pero desde un punto de vista diferente. El
término «Mysterium» expresa la esencia misma de la acción sagrada, es decir, la obra
redentora que el Señor glorioso lleva a cabo y aplica por medio de los ritos sagrados que ha
instituido. En cambio, el término «Liturgia» designa más específicamente la parte que
corresponde a la Iglesia en esta acción redentora de Cristo. Entonces podemos decir,
siguiendo el planteamiento de Casel, que el «Mysterium» corresponde más como obra del
Esposo, mientras que «Liturgia» sería más el hacer de la Esposa.
Toda la Iglesia y todos los estados de vida que la componen han cooperado al
embellecimiento litúrgico del misterio, cada cual a su modo según su carisma, pero todos
por razón de su íntima participación en la liturgia de los misterios. Cuando se habla de toda
la Iglesia, no sólo se está refiriendo al clero; por lo que cuando se habla de una cooperación
activa de toda la Iglesia, se trata de que cada cristiano coopere, según su rango en el grado
y en la medida establecida, en virtud del carácter sacramental del Bautismo y de la
Confirmación. Esto significa que el laico no puede contentarse con una piedad
individualista. Debido a su incorporación al Cuerpo místico de Cristo, es un miembro
18
necesario e indispensable de la comunidad cultual y litúrgica. Y para dar su perfección a
esta participación, el fiel debe actualizar su sacerdocio objetivo y vivirlo de manera
personal en comunión con el misterio 54.
7. Sabéis sin duda alguna, venerables hermanos, que a fines del siglo pasado y principios del
presente se despertó un fervor singular en los estudios litúrgicos, tanto por la iniciativa
laudable de algunos particulares cuanto, sobre todo, por la celosa y asidua diligencia de varios
monasterios de la ínclita Orden benedictina; de suerte que, no sólo en muchas regiones de
Europa, sino aun en las tierras de ultramar, se desarrolló en esta materia una laudable y
provechosa emulación, cuyas benéficas consecuencias se pudieron ver no sólo en el campo de
las disciplinas sagradas, donde los ritos litúrgicos de la Iglesia Oriental y Occidental fueron
estudiados y conocidos más amplia y profundamente, sino también en la vida espiritual y
privada de muchos cristianos.
8. Las augustas ceremonias del Sacrificio del altar fueron mejor conocidas, comprendidas y
estimadas; la participación en los sacramentos, mayor y más frecuente; las oraciones litúrgicas,
más suavemente gustadas; y el culto eucarístico, considerado —como verdaderamente lo es
centro y fuente de la verdadera piedad cristiana. Fue, además, puesto más claramente en
evidencia el hecho de que todos los fieles constituyen un solo y compactísimo cuerpo, cuya
cabeza es Cristo, de donde proviene para el pueblo cristiano la obligación de participar, según
su propia condición, en los ritos litúrgicos55.
10. Sin embargo, mientras que, por los saludables frutos que de él se derivan, el apostolado
litúrgico es para Nos de no poco consuelo, nuestro deber nos impone seguir con atención esta
«renovación», como algunos la llaman, y procurar diligentemente que estas iniciativas no se
conviertan ni en excesivas ni en defectuosas.
11. Ahora bien: si, por una parte, vemos con dolor que en algunas regiones el sentido, el
conocimiento y el estudio de la liturgia son a veces escasos o casi nulos, por otra observamos
con gran preocupación que en otras hay algunos, demasiado ávidos de novedades, que se alejan
del camino de la sana doctrina y de la prudencia; pues con la intención y el deseo de una
renovación litúrgica mezclan frecuentemente principios que en la teoría o en la práctica
19
comprometen esta causa santísima y la contaminan también muchas veces con errores que
afectan a la fe católica y a la doctrina ascética56.
Parece que lo más correcto es tomar una postura media. Por un lado, Pío XII reconoce
la gran aportación de los benedictinos a la renovación litúrgica; por otro lado, advierte de
posibles desviaciones en el culto. Un punto más a favor de la propuesta caseliana lo
tenemos en la definición que da el papa de la Liturgia en el número 29: «La sagrada
liturgia es […] el completo culto público del Cuerpo místico de Jesucristo, es decir, de la
Cabeza y de sus miembros57». La encíclica recoge el deseo de Casel de fundamentar toda
la vida cristiana en la Liturgia, y por otra parte, evita el escollo de un exclusivismo litúrgico
que repudie las válidas devociones públicas o privadas.
56 Carta encíclica Mediator Dei del Sumo Pontífice Pío XII sobre la Sagrada Liturgia (25.08.2013).
57 Carta encíclica Mediator Dei del Sumo Pontífice Pío XII sobre la Sagrada Liturgia (25.08.2013).
58 Constitución Sacrosanctum Concilium sobre la Sagrada Liturgia (12.09.2013) en
http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-
ii_const_19631204_sacrosanctum-concilium_sp.html
59 Constitución Sacrosanctum Concilium sobre la Sagrada Liturgia (12.09.2013).
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Y en el número 14 habla de la participación «plena y activa de todo el pueblo»: «hay
que tener muy en cuenta esta plena y activa participación de todo el pueblo, porque es la
fuente primaria y necesaria de donde han de beber los fieles el espíritu verdaderamente
cristiano60»
El progreso espiritual tiende a la unión cada vez más íntima con Cristo. Esta unión se llama
“mística”, porque participa del misterio de Cristo mediante los sacramentos —“los santos
misterios”— y, en Él, del misterio de la Santísima Trinidad. Dios nos llama a todos a esta unión
íntima con Él, aunque las gracias especiales o los signos extraordinarios de esta vida mística
sean concedidos solamente a algunos para manifestar así el don gratuito hecho a todos62.
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3. ANEXO: LA TEOLOGÍA DE CASEL COMO MISTAGOGÍA
No puedo dejar a un lado, aunque sea brevemente, una breve mención respecto de este
punto que llamó mi atención. En primer lugar, es interesante que las monjas de la abadía
de Herstelle, donde Casel fue capellán, hayan puesto en su lápida sepulcral el título:
Mistagogus nobis et pater. Guillermo Rosas, en esta misma sintonía, propone tres
dimensiones en Casel que podemos llamar mistagógicas 65:
65 Cfr. Guillermo ROSAS, «Odo Casel y el año litúrgico como mistagogía de la Iglesia», 227-229.
66 Tales como Emmanuel von Severus y Arno Schilson.
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COMENTARIO PERSONAL
Aunque no había tenido antes la oportunidad de conocer un poco sobre Odo Casel, me
resultó muy interesante constatar que muchos puntos que nosotros damos ya por
descontado en la Liturgia fueron aportación suya. Algo que llama la atención es la manera
de argumentar su teología, pues recordemos que su obra El misterio del culto cristiano es
de mediados del siglo XX, y no obstante eso, sus enunciados los va fundamentando con
abundantes textos bíblicos y continuas referencias a los Santos Padres: dos cosas que todo
teólogo contemporáneo debe hacer también. Además, considero que sus conocimientos en
el área de la teología dogmática, aunados a su saber filológico, le otorgaron mayores
herramientas para exponer sus ideas.
No obstante todas sus aportaciones y sus méritos, también hay que reconocer sus
límites67: ciertos pasajes tienen un sabor platónico; también da la impresión de que no le da
su justo valor a la fe ni la liturgia del Antiguo Testamento, tal vez influido un poco por su
contexto histórico alemán anti-semita, exaltando más el culto helenista, con lo que
prácticamente desechó la continuidad cultual hebraico-cristiana, puesta de relieve por la
exégesis actual68.
Sin embargo, en general creo que se puede decir que Casel fue un hombre adelantado a
su tiempo, que con sus intuiciones ayudó a progresar la reflexión teológica sobre un aspecto
ya olvidado y puesto en el baúl de los recuerdos: el Misterio. Así, considero que una muy
buena definición de sacramento según Casel es esta: «El Misterio es una acción sagrada y
cultual [de la Iglesia] en la que se actualiza, por medio de un rito, el hecho de la salvación.
La comunidad que realiza el culto bajo estos ritos, se hace partícipe de la acción salvadora
[de Cristo], alcanzado por ella su salvación69»
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BIBLIOGRAFÍA
a) Principal
CASEL, Odo, El misterio del culto cristiano, DINOR, San Sebastián 1953.
__________, El misterio del culto en el cristianismo, Serie Cuadernos Phase 129, Centre de
Pastoral Litúrgica, Barcelona 2001.
b) Secundaria
Carta encíclica Mediator Dei del Sumo Pontífice Pío XII sobre la Sagrada Liturgia
(25.08.2013) en http://www.vatican.va/holy_father/pius_xii/encyclicals/documents/hf_p-
xii_enc_20111947_mediator-dei_sp.html
Catecismo de la Iglesia Católica, Coeditores Católicos de México, México, D. F. 1999.
Constitución Sacrosanctum Concilium sobre la Sagrada Liturgia (12.09.2013) en
http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-
ii_const_19631204_sacrosanctum-concilium_sp.html
FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, Pedro, A las fuentes de la sacramentología cristiana, San
Esteban, Salamanca 2004.
GRILLO, Andrea, «Odo Casel (1886-1948)», en Credere Oggi Vol. XXIII/134 (2003), 51-
56.
PAZ, Miguel, «Odo Casel y la presencia salvífica de Cristo en la liturgia», en Ecclesia:
Revista de cultura católica Vol. XI/ 3 (1997), Mayab, 397-407.
ROSAS, Guillermo, «Odo Casel y el año litúrgico como mistagogía de la Iglesia», en
Teología y Vida Vol. XXXVII (1996), 221-237
SARTIRE, D. y M. TRIACCA, Achille (dirs.), Nuevo diccionario de liturgia, Vol. II, Paulinas,
Madrid 1987.
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