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El primer testimonio de san Vicente es el del amor. Su vida no es más que amor y
podemos repetir para resumirlo lo que él mismo dice de Cristo: “Sus humillaciones no
eran más que amor; su trabajo era amor, sus sufrimientos amor, sus oraciones amor, y
todas sus operaciones exteriores e interiores no eran más que actos repetidos de su
amor”. San Vicente define el amor que Dios nos tiene y el que debemos demostrarle.
Dios nos ama. Jamás duda de ello y nos lo dice claramente, con palabras familiares:
«Bien, ¡alabado sea Dios! ¡Alabado y glorificado por siempre! Sí, hermanos míos,
cuando Dios coge cariño a un alma, la soporta, haga lo que haga. ¿No habéis visto
alguna vez a un padre, que tiene un niño pequeño al que ama mucho? Le deja hacer a
ese niño todo lo que quiere y hasta llega a decirle: ‘Muérdeme, hijo mío’. ¿De qué
proviene todo esto? De que ama a ese niño. Pues lo mismo se porta Dios con nosotros,
hermanos míos”.
Pero Dios quiere que le amemos. Corazón abierto, hacer su voluntad, caridad en acto.
Dice: “Se trata de amarlo más que a cualquier cosa “, y gusta repetir que la caridad
hace que vayamos hacia Él.
En consecuencia, San Vicente nos muestra el buen camino. Si el amor de Dios y por
Dios es la fuente de su vida, la caridad con el prójimo – esto no es una revelación, todo
el mundo lo sabe – es el alma de su vida. Vive el Evangelio con fuerza y perseverancia.
El Amor de caridad es el gran motor de su vida y de su acción.
ORACIÓN
Noble San Vicente de Paúl,
amado servidor de los pobres,
que sigamos tu ejemplo y hagamos
buenas obras entre aquellos
a los que la sociedad ha abandonado,
esclavizado u olvidado.