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Materia: Edafología
Una unión similar puede ocurrir en la superficie opuesta de la capa octaédrica. Así,
los filosilicatos pueden estar formados por dos capas: tetraédrica más octaédrica y
se denominan bilaminares, 1:1, o T:O; o bien por tres capas: una octaédrica y dos
tetraédricas, denominándose trilaminares, 2:1 o T:O:T. A la unidad formada por la
unión de una capa octaédrica más una o dos tetraédricas se la denomina lámina.
Si todos los huecos octaédricos están ocupados, la lámina se denomina
trioctaédrica (Mg2+ dominante en la capa octaédrica). Si solo están ocupadas dos
tercios de las posiciones octaédricas y el tercio restante está vacante, se
denomina dioctaédrica (el Al3+ es el catión octaédrico dominante).
En algunos filosilicatos (esmectitas, vermiculitas, micas...) las láminas no son
eléctricamente neutras debido a las sustituciones de unos cationes por otros de
distinta carga. El balance de carga se mantiene por la presencia, en el espacio
interlaminar, o espacio existente entre dos láminas consecutivas, de cationes
(como por ejemplo en el grupo de las micas), cationes hidratados (como en las
vermiculitas y esmectitas) o grupos hidroxilo coordinados octaédricamente,
similares a las capas octaédricas, como sucede en las cloritas. A éstas últimas
también se las denomina T:O:T:O o 2:1:1. La unidad formada por una lámina más
la interlámina es la unidad estructural. Los cationes interlaminares más frecuentes
son alcalinos (Na y K) o alcalinotérreos (Mg y Ca).
Las fuerzas que unen las diferentes unidades estructurales son más débiles que
las existentes entre los iones de una misma lámina, por ese motivo los filosilicatos
tienen una clara dirección de exfoliación, paralela a las láminas.
Fijación de amonio
El NH4+ es una forma inorgánica de N edáfico de características catiónicas. Las
arcillas de tipo 2:1, especialmente illita, vermiculita y montmorillonita, al tener
capacidad de intercambio catiónico permanente tienen la posibilidad de retener
superficialmente al amonio. Además de esta adsorción las características del ión
NH4+ hacen que éste penetre en los espacios interlaminares de las arcillas y allí
quede “atrapado” por condiciones estéricas más que electrostáticas. Es
concretamente a esta forma de retención a la que se denomina específicamente
“fijación”. Es en la illita donde altas concentraciones de amonio pueden desplazar
al potasio. El NH4+ fijado es menos disponible para los vegetales, en términos de
equilibrio, que el adsorbido sobre las superficies externas de las arcillas, pero se
ha comprobado que entre 100-300 kg N ha-1, reservado en esta forma, puede
entrar en el flujo dinámico del N del suelo durante un período productivo (Menguel
y Scherer, 1981).
Aniones importantes para las plantas
Los elementos nutritivos que las plantas absorben del suelo proceden de las rocas
(salvo en el caso del N, que procede del aire), que al degradarse lentamente se
convierten en compuestos solubles. Estos compuestos se disocian en el agua del
suelo en iones positivos (cationes) y negativos (aniones), y bajo estas formas son
asimilados por las plantas. Los iones pueden estar libres en la disolución del suelo
o pueden ser adsorbidos por las partículas coloidales del mismo. Los aniones y
una pequeña parte de los cationes están contenidos en la disolución del suelo,
mientras que la mayoría de los cationes están adsorbidos en el complejo coloidal.
Los iones adsorbidos por las partículas coloidales pueden ser absorbidos
directamente por las raíces o, más frecuentemente, pasar primero a la solución del
suelo, de donde son absorbidos por las raíces. Cuando un ión pasa de la
disolución a la planta, otro ión pasa del complejo a la disolución, con el fin de
mantener una concentración adecuada de iones.
Fijación de fósforo
Este fenómeno explicado de una manera simple, es el paso del fósforo asimilable
a sus formas insolubles o no asimilables. Es decir, se trata de fósforo que pasa a
una fracción no lábil, la cual no podrá ser tomada por las plantas o al menos no de
manera inmediata. Este fenómeno también se conoce como adsorción o retención
y ocurre con frecuencia; y para ejemplificar, cuando fertilizamos un cultivo con
fósforo, solo una pequeña fracción del elemento (10 a 15 %) es tomada por la
porción del cultivo que es removida por la cosecha en el año de aplicación. Es
decir, la gran mayoría se queda fijado, adsorbido o retenido en el suelo.
El fenómeno de fijación se presenta mediante varios mecanismos, incluso pueden
coexistir varios a la vez en el suelo. Pero para fines prácticos, los que no interesa
tener en cuenta son: adsorción física, intercambio iónico, precipitación superficial,
y precipitación de fases sólidas.
El ejemplo clásico de fijación de fósforo, son los suelos andosoles, donde el
fenómeno de la fijación ocurre más intensamente. Lo característico de estos
suelos es su alto contenido de alófano, el cual es un aluminosilicato no cristalino
que no tiene una composición química definida. El material original lo constituyen,
fundamentalmente, cenizas volcánicas. Tisdale et al. (1993), relacionado a la
fijación de fósforo también menciona que la presencia de aluminio intercambiable
afecta la disponibilidad de fósforo, donde explica que hay una relación directa
entre el aluminio intercambiable en el suelo y la fijación del fósforo. Por lo tanto, la
disponibilidad de fósforo siempre será un tema a tener en cuenta para cuando se
decida producir cultivos en suelos altamente ácidos, donde por supuesto debe
existir una estrategia de manejo del suelo mediante el encalado y la necesaria
aplicación de fuentes de fertilizantes fosfatadas.
Por otro lado, los suelos calcáreos también pueden sufrir este fenómeno de
fijación, especialmente suelos con muy elevados contenidos de carbonatos. En
este caso, la fijación del fósforo ocurre por la formación de fosfatos de calcio.
La severidad de la fijación del fósforo podemos ejemplificarla mediante un orden
de los minerales a fines a este fenómeno. Entonces, la fijación de fósforo es como
sigue: Arcillas 2:1 < Arcillas 1:1 < Cristales de carbonatos< Óxidos cristalinos de
Al, Fe y Mn < Óxidos amorfos de Al, Fe y Mn (Alófano). Este último caso es el de
los suelos Andosoles, donde es necesario aplicar altas dosis de fósforo para
saturar la capacidad de fijación y dejar una cantidad disponible para los cultivos.
Como se mide la fijación de fósforo
La fijación del fósforo puede medirse mediante pruebas rápidas, pero son poco
precisas, pues hay factores que no pueden controlarse en este tipo de pruebas.
Sin embargo, un método más completo es el descrito por Wagh y Fitts (1996), el
cual consiste en la incubación de muestras de suelo por 4 días a las cuales se les
adiciona concentraciones de fosfato monocálcico conocidas, para posteriormente
extraer el fósforo por el método más adecuado para cada tipo de suelo.
Las reacciones no van a ser iguales, en el primer caso los CaH fueron
reemplazados por H+ quedando éstos adsorbidos, pasando el CI2Ca a la solución
del suelo. En cambio, en el segundo caso sólo el CaH fue reemplazado por 2 H+,
quedando en la solución del suelo CIH que disociado va a dar H+, por lo tanto,
ante el agregado de igual dosis de ácido la reacción va a ser distinta en ambos
suelos. En el segundo con una menor capacidad de intercambio resistió menos el
agrado de ácido y descendió más el pH. En cambio, en el primer suelo los H+ del
CIH se encuentran adsorbidos en el suelo y no en la solución, por lo que el pH es
más elevado.
Por ello cuando se determina la CIC en los diferentes horizontes del suelo con
distintos valores de pH se encuentran unas curvas semejantes a las que se
muestran en la figura de la izquierda. En los horizontes superiores se producen
notables ascensos cuando el pH supera valores cercanos a 6, mientras que en los
inferiores la curva muestra una forma prácticamente horizontal. Los primeros
horizontes están sometidos a un fuerte influjo de la materia orgánica mientras que
los horizontes inferiores son eminentemente minerales. Usualmente la CIC se
determina usando una solución tamponada a pH de 7, lo que significa que en los
suelos ácidos se obtengan valores, en los horizontes más ricos en materia
orgánica, superiores a los que realmente presenta el suelo, mientras que en los
suelos alcalinos sucede todo lo contrario.
Las rocas neutras están dominadas por las plagioclasas con algún feldepato
potásico; le siguen a corta distancia los anfiboles y más lejos las micas con
predominio de la biotita. Completan su composición lo piroxenos y presentan algo
de cuarzo.
El comportamiento del cuarzo es similar al que tiene en las rocas ácidas. Igual
sucede con los feldespatos y las micas, solo que en este caso es habitual lo que
allí era ocasional y viceversa.
Los silicatos en cadenas, piroxenos y anfiboles, como ferromagnesianos son
proclives a la formación de esmectitas y vermiculita. Dan una CIC muy alta y
liberan bases abundantes con predominio de alcalinotérreos y sobre todo
magnesio. El hierro y los ocasionales excedentes de aluminio, quedan en forma
precipitada.
La presencia de bases en estos suelos es relativamente abundante por la
presencia de los inosilicatos, pero, como la CIC es bastante elevada, la saturación
no es completa, aunque depende mucho del clima. El pH suele estar cercano a la
neutralidad si bien está también muy influido por el clima, que resulta el factor
determinante en los suelos desarrollados sobre este tipo de rocas.
La materia orgánica está constituida por ácidos débiles en conjunción de sus sales
con bases fuertes lo que constituye un tampón en sí misma. La arcilla también se
comporta como un ácido débil como se desprende de la figura adjunta, en ella se
observa la variación del pH del agua pura, de agua mezclada con arena y de una
suspensión de arcilla, al ser adicionadas de una solución ácida o de una alcalina.
Serían típicas curvas de valoración, en las que en el agua pura el ácido o la base
añadidos se muestran con la fuerza que les es propia; en el caso de la arena el
comportamiento es muy similar, pero en el caso de la arcilla, se muestra como un
ácido débil o como una base débil en función del pH reinante, como era
predecible.
La suspensión arcillosa admite la adición de cantidades importantes de ácido o de
base sin modificar apenas su pH, actúa como un potente amortiguador.
En los medios ácidos, las bases están prácticamente ausentes y en el complejo de
cambio solo existen hidrogeniones y un elemento muy abundante en el suelo
como es el aluminio, que a esos valores es soluble y se encuentra disociado
cualquiera que sea la forma molecular de su procedencia. Este aluminio presenta
una capacidad tampón como se desprende de la figura adjunta. En ella se
muestran las curvas de valoración de un ácido fuerte con una base fuerte, en
ausencia de otros compuestos o en presencia de concentraciones crecientes de la
sal alumínica correspondiente al ácido utilizado.
En la figura podemos observar como la cantidad de base necesaria para provocar
la neutralización del ácido se va incrementando de forma proporcional a la sal
alumínica añadida, sin que se modifique el valor inicial del pH.