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Tecnológico Nacional de México

Instituto Tecnológico Superior de la región Sierra

División: Ingeniera en Agronomía

Alumnos: Juan Ignacio Medina Zapata

Nombre del profesor: ING. Álvaro Gil Álvarez

Materia: Edafología

Ciclo: Enero 2020/Junio 2020

2do Semestre Grupo “B”

Tema: Quimica de suelos


Química de suelos.................................................................................................1
Sistema coloidal de los suelos...............................................................................1
Tipos de arcillas..................................................................................................1
Intercambio Catiónico (CIC)...............................................................................3
Intercambio aniónico (CIA).................................................................................3
Factores que influyen en la capacidad de intercambio de cationes..................4
Fijación de potasio y amonio..............................................................................7
Aniones importantes para las plantas................................................................7
Fijación de fósforo..............................................................................................7
Capacidad amortiguadora de los suelos................................................................8
Influencia del intercambio iónico en la estructura del suelo..................................9
Reacción del suelo...............................................................................................16
Salinidad y sodicidad en el suelo.........................................................................29
Química de suelos
Sistema coloidal de los suelos
Tipos de arcillas
Como veremos, las propiedades de las arcillas son consecuencia de sus
características estructurales. Por ello es imprescindible conocer la estructura de
los filosilicatos para poder comprender sus propiedades.
Las arcillas, al igual que el resto de los filosilicatos, presentan una estructura
basada en el apilamiento de planos de iones oxígeno e hidroxilos. Los grupos
tetraédricos (SiO)4 4- se unen compartiendo tres de sus cuatro oxígenos con otros
vecinos formando capas, de extensión infinita y fórmula (Si2O5)2-, que constituyen
la unidad fundamental de los filosilicatos. En ellas los tetraedros se distribuyen
formando hexágonos. El silicio tetraédrico puede estar, en parte, sustituido por
Al3+ o Fe3+.
Estas capas tetraédricas se unen a otras octaédricas de tipo gibbsita o brucita. En
ellas algunos Al3+ o Mg2+, pueden estar sustituidos por Fe2+ o Fe3+ y más
raramente por Li, Cr, Mn, Ni, Cu o Zn. El plano de unión entre ambas capas está
formado por los oxígenos de los tetraedros que se encontraban sin compartir con
otros tetraedros (oxígenos apicales), y por grupos (OH)- de la capa brucitica o
gibsitica, de forma que, en este plano, quede un (OH)- en el centro de cada
hexágono formado por 6 oxígenos apicales. El resto de los (OH)- son
reemplazados por los oxígenos de los tetraedros (Figura siguiente)

Una unión similar puede ocurrir en la superficie opuesta de la capa octaédrica. Así,
los filosilicatos pueden estar formados por dos capas: tetraédrica más octaédrica y
se denominan bilaminares, 1:1, o T:O; o bien por tres capas: una octaédrica y dos
tetraédricas, denominándose trilaminares, 2:1 o T:O:T. A la unidad formada por la
unión de una capa octaédrica más una o dos tetraédricas se la denomina lámina.
Si todos los huecos octaédricos están ocupados, la lámina se denomina
trioctaédrica (Mg2+ dominante en la capa octaédrica). Si solo están ocupadas dos
tercios de las posiciones octaédricas y el tercio restante está vacante, se
denomina dioctaédrica (el Al3+ es el catión octaédrico dominante).
En algunos filosilicatos (esmectitas, vermiculitas, micas...) las láminas no son
eléctricamente neutras debido a las sustituciones de unos cationes por otros de
distinta carga. El balance de carga se mantiene por la presencia, en el espacio
interlaminar, o espacio existente entre dos láminas consecutivas, de cationes
(como por ejemplo en el grupo de las micas), cationes hidratados (como en las
vermiculitas y esmectitas) o grupos hidroxilo coordinados octaédricamente,
similares a las capas octaédricas, como sucede en las cloritas. A éstas últimas
también se las denomina T:O:T:O o 2:1:1. La unidad formada por una lámina más
la interlámina es la unidad estructural. Los cationes interlaminares más frecuentes
son alcalinos (Na y K) o alcalinotérreos (Mg y Ca).
Las fuerzas que unen las diferentes unidades estructurales son más débiles que
las existentes entre los iones de una misma lámina, por ese motivo los filosilicatos
tienen una clara dirección de exfoliación, paralela a las láminas.

Los filosilicatos se clasifican atendiendo a que sean bilaminares o trilaminares y


dioctaédricos o trioctaédricos (Tabla siguiente). Como puede verse pertenecen a
los filosilicatos grupos de minerales tan importantes como las micas y las arcillas.

Intercambio Catiónico (CIC)


La Capacidad de Intercambio Catiónico (CIC) es una medida de cantidad de
cargas negativas presentes en las superficies de los minerales y componentes
orgánicos del suelo (arcilla, materia orgánica o sustancias húmicas) y representa
la cantidad de cationes que las superficies pueden retener (Ca, Mg, Na, K, NH4
etc.). Estos serán intercambiados por otros cationes o iones de hidrogeno
presentes en la solución del suelo y liberados por las raíces. El nivel de CIC indica
la habilidad de suelos a retener cationes, disponibilidad y cantidad de nutrientes a
la planta, su pH potencial entre otras. Un suelo con bajo CIC indica baja habilidad
de retener nutrientes, arenoso o pobre en materia orgánica. La unidad de medición
de CIC es en centimoles de carga por kg de suelo cmolc/kg o meq/ 100g de suelo.
Intercambio aniónico (CIA)
Número total de cargas positivas disponibles (sitios de intercambio) para atraer
aniones al suelo. La habilidad de retener aniones en superficie positivamente
cargada (cmolc/kg = meq/100g).
Factores que influyen en la capacidad de intercambio de cationes
1.-Tamaño de las partículas. Cuanto más pequeña sea la partícula, más
representará su superficie frente al volumen total de la partícula y más grande será
la capacidad de cambio, por tanto, las CCC de las distintas fracciones serán:
arcillas > limos > arenas
2.-Naturaleza de las partículas. La composición y estructura de las partículas
influirá en las posibilidades de cambio de sus cationes. Así la capacidad de
cambio catiónico (CCC) de algunos de los materiales más comunes en los suelos
los representamos en la siguiente tabla.
Como vemos la naturaleza del cambiador confiere mayor a menor capacidad de
cambio. Cada 1% de arcilla puede repercutir en medio miliequivalente en la
capacidad de cambio de cationes del suelo. Si en vez de arcilla nos referimos a la
materia orgánica, cada 1% puede repercutir en 2 miliequivalentes más
(miliequivalente / 100gr = cmol(+)kg-1). Los valores normales en suelos oscilan
entre 4 y 40 cmol(+)kg-1
3.-Tipo de cationes cambiables. La capacidad de cambio de cationes se ajusta al
total de cargas negativas de la partícula, o lo que es lo mismo representa el
número de cargas positivas que incorporarán los cationes que vienen a fijarse.
No obstante, la naturaleza de los cationes de cambio puede modificar el valor de
la capacidad de cambio, aumentándola o disminuyéndola, en función de su carga
y de su tamaño. Los cationes divalentes, trivalentes... al adsorberse aumentan la
capacidad de cationes de cambio

Mientras que los cationes de gran tamaño (radicales orgánicos) disminuyen la


CCC al bloquear, por su tamaño, posiciones de cambio.
Los cationes que frecuentemente ocupan las posiciones de cambio en los suelos
son: Ca2+, Mg2+, K+, Na+, H+, Al3+, Fe3+, Fe2+, NH4+, Mn2+, Cu2+ y Zn2+.
La intensidad con la que los cationes son adsorbidos depende de la carga y radio
del ión hidratado. Al aumentar la carga, aumenta la fuerza de unión con el
adsorbente. Así los cationes trivalentes tienen una más alta capacidad de fijación
en el complejo adsorbente. Los M3+ se fijan preferentemente (alto poder de
adsorción) a los M2+ (que son desplazados a la solución, es decir sufren la
desorción) y estos a su vez desplazan a los M+
Una secuencia de menor a mayor capacidad de fijación (menor a mayor poder de
adsorción) será,
M+< M2+< M3+
Otro factor importante es el radio del ión hidratado. La esfera de hidratación impide
que el catión se aproxime a la superficie del adsorbente, por lo que los iones con
menor grado de hidratación tendrán mayor probabilidad de ser adsorbidos y lo
serán por medio de una unión más fuerte.
La secuencia de adsorción para los monovalentes será:
Li+ < Na+ < K+ < NH4+ < Rb+ < Cs+ < H+
y para los divalentes:
Mg2+ < Ca2+ < Sr2+ < Ba2+
También influirá en el poder de adsorción:
a. Concordancia de las dimensiones de los cationes adsorbidos con los de la red
del cambiador
b. Grado de saturación: un cantión de cambio es más difícil de reemplazar cuando
su concentración en la superficie del adsorbente disminuye.
c. Iones complementarios: Cuando el grado de saturación en bases es superior al
70% en una mezcla de iones se adsorbe primero el que tiene mayor energía de
enlace.
4.-pH. Los suelos presentan distinta capacidad de cambio en función del pH. A pH
bajos los hidrogeniones están fuertemente retenidos en las superficies de las
partículas, pero a pH altos los H de los grupos carboxílicos primero y de los OH
después, se disocian y los H+ pueden ser intercambiados por cationes. Esto es la
consecuencia de que la capacidad de cambio de cationes aumente con el pH.

La materia orgánica es mucho más sensible a los cambios de la CCC con el pH


que la arcilla.
En los suelos ácidos predominan H+ y Al3+, en los suelos alcalinos predominan
las bases fundamentalmente el Na+ y en los neutros el Ca2+.
5.-Grado de saturación. La relación en el complejo de cambio entre los cationes y
el H+ + Al3+ y el resto, expresado en %, representa el grado de saturación
grado de saturación: V = (S/T)x100
siendo, T = capacidad de cambio de cationes. Mide la cantidad de bases de
cambio (T = S + Al3++ H+)
S = Ca2+ + Mg2+ + Na+ + K+.
Cuando V > 50% se dice que el suelo está saturado (en bases).
Si V < 50% el suelo se encuentra desaturado y las posiciones de cambio están
ocupadas principalmente por H+ y Al3+; se trata de un medio pobre en nutrientes.
Fijación de potasio y amonio
La fijación del potasio
La cantidad de potasio en la solución del suelo es mínima y rápidamente es
absorbido por las plantas por estar inmediatamente disponible. Cuando este
potasio es absorbido y extraído por las plantas, es renovado y restituido
inmediatamente por la cesión de formas menos fácilmente accesibles ubicadas en
las zonas de adsorción de los coloides minerales y orgánicos del suelo.
El proceso de adsorción-desorción es el que repone y equilibra la concentración
de potasio de la solución del suelo (Conti, s/f). Cuando la concentración potásica
de la solución ha disminuido has un mínimo (potasio intercambiable mínimo), el
mismo es liberado de las interláminas de las arcillas (potasio fijado) para reponer
el potasio de la solución del suelo. Ante la fuerte extracción de potasio por los
cultivos, el potasio no intercambiable juega un papel fundamental en la nutrición
potásica cuando la forma intercambiable es insuficiente, pero es importante aclarar
que el potasio no intercambiable pasa a la solución con mucha menor velocidad
que el intercambiable.
El proceso de fijación de potasio es común en suelos que en su constitución
mineralógica contienen principalmente arcillas del tipo de las illitas y esmectitas.
Cuando a estos suelos se les agrega potasio proveniente de fertilizantes, en
realidad este ocupa en primera instancia los lugares interlaminares. Por otro lado,
cuando los sitios de fijación se encuentran poco saturados, el ingreso de potasio al
sistema puede implicar una disminución de la disponibilidad actual del nutriente
para el cultivo, pero una fuente de reserva futura. Aunque la anterior es quizá la
principal razón de fijación de potasio, ésta también puede surgir por factores
térmicos, que producen la apertura de las estructuras de los minerales micáceos,
favoreciendo la liberación de este elemento y la saturación potásica del suelo.
Los valores de potasio fijado aumentan a un nivel máximo, después del cual los
valores de fijación suelen ya modificarse poco debido a la saturación de los sitios
del complejo de intercambio. Por esta razón, es importante estudiar los
mecanismos responsables de la fijación-liberación de cada suelo para poder
implementar estrategias de manejo de la fertilidad buscando incrementar la
eficiencia de la fertilización potásica (Conti, s/f).

Fijación de amonio
El NH4+ es una forma inorgánica de N edáfico de características catiónicas. Las
arcillas de tipo 2:1, especialmente illita, vermiculita y montmorillonita, al tener
capacidad de intercambio catiónico permanente tienen la posibilidad de retener
superficialmente al amonio. Además de esta adsorción las características del ión
NH4+ hacen que éste penetre en los espacios interlaminares de las arcillas y allí
quede “atrapado” por condiciones estéricas más que electrostáticas. Es
concretamente a esta forma de retención a la que se denomina específicamente
“fijación”. Es en la illita donde altas concentraciones de amonio pueden desplazar
al potasio. El NH4+ fijado es menos disponible para los vegetales, en términos de
equilibrio, que el adsorbido sobre las superficies externas de las arcillas, pero se
ha comprobado que entre 100-300 kg N ha-1, reservado en esta forma, puede
entrar en el flujo dinámico del N del suelo durante un período productivo (Menguel
y Scherer, 1981).
Aniones importantes para las plantas
Los elementos nutritivos que las plantas absorben del suelo proceden de las rocas
(salvo en el caso del N, que procede del aire), que al degradarse lentamente se
convierten en compuestos solubles. Estos compuestos se disocian en el agua del
suelo en iones positivos (cationes) y negativos (aniones), y bajo estas formas son
asimilados por las plantas. Los iones pueden estar libres en la disolución del suelo
o pueden ser adsorbidos por las partículas coloidales del mismo. Los aniones y
una pequeña parte de los cationes están contenidos en la disolución del suelo,
mientras que la mayoría de los cationes están adsorbidos en el complejo coloidal.
Los iones adsorbidos por las partículas coloidales pueden ser absorbidos
directamente por las raíces o, más frecuentemente, pasar primero a la solución del
suelo, de donde son absorbidos por las raíces. Cuando un ión pasa de la
disolución a la planta, otro ión pasa del complejo a la disolución, con el fin de
mantener una concentración adecuada de iones.
Fijación de fósforo
Este fenómeno explicado de una manera simple, es el paso del fósforo asimilable
a sus formas insolubles o no asimilables. Es decir, se trata de fósforo que pasa a
una fracción no lábil, la cual no podrá ser tomada por las plantas o al menos no de
manera inmediata. Este fenómeno también se conoce como adsorción o retención
y ocurre con frecuencia; y para ejemplificar, cuando fertilizamos un cultivo con
fósforo, solo una pequeña fracción del elemento (10 a 15 %) es tomada por la
porción del cultivo que es removida por la cosecha en el año de aplicación. Es
decir, la gran mayoría se queda fijado, adsorbido o retenido en el suelo.
El fenómeno de fijación se presenta mediante varios mecanismos, incluso pueden
coexistir varios a la vez en el suelo. Pero para fines prácticos, los que no interesa
tener en cuenta son: adsorción física, intercambio iónico, precipitación superficial,
y precipitación de fases sólidas.
El ejemplo clásico de fijación de fósforo, son los suelos andosoles, donde el
fenómeno de la fijación ocurre más intensamente. Lo característico de estos
suelos es su alto contenido de alófano, el cual es un aluminosilicato no cristalino
que no tiene una composición química definida. El material original lo constituyen,
fundamentalmente, cenizas volcánicas. Tisdale et al. (1993), relacionado a la
fijación de fósforo también menciona que la presencia de aluminio intercambiable
afecta la disponibilidad de fósforo, donde explica que hay una relación directa
entre el aluminio intercambiable en el suelo y la fijación del fósforo. Por lo tanto, la
disponibilidad de fósforo siempre será un tema a tener en cuenta para cuando se
decida producir cultivos en suelos altamente ácidos, donde por supuesto debe
existir una estrategia de manejo del suelo mediante el encalado y la necesaria
aplicación de fuentes de fertilizantes fosfatadas.
Por otro lado, los suelos calcáreos también pueden sufrir este fenómeno de
fijación, especialmente suelos con muy elevados contenidos de carbonatos. En
este caso, la fijación del fósforo ocurre por la formación de fosfatos de calcio.
La severidad de la fijación del fósforo podemos ejemplificarla mediante un orden
de los minerales a fines a este fenómeno. Entonces, la fijación de fósforo es como
sigue: Arcillas 2:1 < Arcillas 1:1 < Cristales de carbonatos< Óxidos cristalinos de
Al, Fe y Mn < Óxidos amorfos de Al, Fe y Mn (Alófano). Este último caso es el de
los suelos Andosoles, donde es necesario aplicar altas dosis de fósforo para
saturar la capacidad de fijación y dejar una cantidad disponible para los cultivos.
Como se mide la fijación de fósforo
La fijación del fósforo puede medirse mediante pruebas rápidas, pero son poco
precisas, pues hay factores que no pueden controlarse en este tipo de pruebas.
Sin embargo, un método más completo es el descrito por Wagh y Fitts (1996), el
cual consiste en la incubación de muestras de suelo por 4 días a las cuales se les
adiciona concentraciones de fosfato monocálcico conocidas, para posteriormente
extraer el fósforo por el método más adecuado para cada tipo de suelo.

Capacidad amortiguadora de los suelos


Es la capacidad que tienen los suelos de resistir los cambios en su reacción ante
el agregado de elementos básicos o ácidos.
En general los suelos con mayor capacidad de intercambio tendr6Ji una mayor
capacidad de resistir las modificaciones en lareacci6n por el agregado de ácidos o
bases" Por esto causa en los muy arenosos, de boja capacidad de intercambio, es
fácilmente modificable su reacci6n, en cambio en los suelos arcillosos húmiferos
se tendrán que agregar grandes cantidades de álcali o ácido para cambiar su pH"
En el Grafico se puede observar que es fácil cambiarle el pH al agua (testigo)con
el agregado de ácido o álcali, en cambio no lo es tanto en el caso de suelos y esta
diferencia ser6 mayor según el poder tamp6n del suelo.
La explicación de este distinto comportamiento de los suelos puede estar
representado de la siguiente forma:
Suponiendo dos suelos, uno con 4 me de Ca y el otro con 2 me de Ca, y se los
quiere acidificar con la misma cantidad de CI H, se tiene:

Las reacciones no van a ser iguales, en el primer caso los CaH fueron
reemplazados por H+ quedando éstos adsorbidos, pasando el CI2Ca a la solución
del suelo. En cambio, en el segundo caso sólo el CaH fue reemplazado por 2 H+,
quedando en la solución del suelo CIH que disociado va a dar H+, por lo tanto,
ante el agregado de igual dosis de ácido la reacción va a ser distinta en ambos
suelos. En el segundo con una menor capacidad de intercambio resistió menos el
agrado de ácido y descendió más el pH. En cambio, en el primer suelo los H+ del
CIH se encuentran adsorbidos en el suelo y no en la solución, por lo que el pH es
más elevado.

Influencia del intercambio iónico en la estructura del suelo


Algunas partículas del suelo tienen la posibilidad de adsorber iones en su
superficie que pueden intercambiar con la solución del suelo. Existe un equilibrio
entre la concentración de iones en la solución y los retenidos por la fase sólida, si
bien este equilibrio es muy complejo y depende de la naturaleza del ion, del tipo
de adsorbente y de la reacción de la solución, principalmente.
Esta característica está ligada a los coloides del suelo representados por la arcilla,
las moléculas húmicas y los oxihidróxidos de hierro y aluminio, si bien pueden
poseerla en menor grado las partículas de limo y de arena muy fina. Al conjunto de
constituyentes implicados en este proceso se le conoce como "complejo
adsorbente" o "complejo de cambio".
A la magnitud de esta propiedad se la conoce como "capacidad de intercambio
iónico", mas como la mayor parte de los iones retenidos son cationes, dada la
electronegatividad de los principales componentes, se habla frecuentemente de
"capacidad de intercambio catiónico" y se utilizan las siglas "CIC". Se expresa en
cmol(c)/kg.
Las partículas de arcilla y las moléculas orgánicas presentan una carga residual
negativa sobre su superficie por lo que son intercambiadores catiónicos
preferentemente, mientras que los oxihidróxidos de hierro y aluminio están
cargados positivamente y son intercambiadores aniónico de modo prioritario.

Alrededor de cada partícula coloidal se sitúa una nube de iones, colocándose en la


primera capa los de signo contrario a la partícula, que al estar más cerca se
encuentran retenidos con más fuerza si bien pueden intercambiarse con los de las
capas vecinas y en último lugar con los de la solución que están libres. De este
modo, la probabilidad de que un tipo de ion este adsorbido es fruto de su
concentración en la solución, cuanto mayor es ésta mayor es la tendencia a la
adsorción, y a medida que va disminuyendo su concentración en la solución va
siendo liberado del complejo adsorbente y sustituido por otro cuya concentración
sea superior. No obstante, el tamaño de los iones y su carga les hace más o
menos susceptibles de ser retenidos.
El origen de las cargas de las partículas coloidales es diverso. En el caso de la
arcilla existen unas cargas procedentes de las sustituciones que ocurren en su
estructura, que, si bien están compensadas por los cationes de las intercapas,
esta compensación no siempre es perfecta dada la lejanía con que en muchas
ocasiones se producen los defectos reticulares del cristal. Esto hace que los iones
puedan quedar muy lejos de la carga que los atrae y la fuerza de unión de los
mismos sea tan pequeña que gocen de una gran movilidad, si en ese continuo
oscilar se apartan demasiado de la fuente de atracción, su lugar puede ser
fácilmente ocupado por otro que se encuentre más cerca. Estas cargas dependen
de las sustituciones producidas en la red cristalina y tienen siempre un valor
constante y negativo, por ello a este tipo de cargas se las conoce como "cargas
fijas". En los compuestos orgánicos estas cargas proceden de los grupos
carboxílicos.

Ahora bien, hay minerales arcillosos en los que no existen sustituciones en su


estructura, como sucede con la caolinita, y cuando se pone este mineral en una
solución de una sal, tras un determinado tiempo se produce una disminución en la
concentración catiónica de la solución, señal de que se ha producido una
adsorción por parte del mineral de los cationes que faltan en la solución. Este
hecho solo puede explicarse por los desequilibrios creados en el borde del mineral
en el que se rompe el equilibrio teórico, ya que éste solo es tal cuando las capas
se consideran indefinidas.
En el borde de las capas tetraédricas pueden quedar expuestos los átomos de
silicio que tendrían una carga positiva sin satisfacer, o los de oxígeno a los que
quedaría una carga negativa. En las capas octaédricas podrían quedar los
aluminios con media carga positiva, o los oxígenos o los OH con media carga
negativa. En contacto con la solución del suelo en la que, como mínimo tenemos
oxhidrilos e hidrogeniones procedentes del agua, son ellos los que satisfacen los
defectos de carga creados y como quiera que esos defectos siempre vienen en
parejas, pues a un borde siempre le corresponde otro, la neutralidad queda
asegurada.

Cuando la partícula de arcilla se encuentra en un medio ácido tiende a ceder parte


de sus oxhidrilos para neutralizar y su lugar es ocupado por el anión responsable
de la acidez, mientras que, en un medio alcalino, cede sus protones a cambio de
la base correspondiente. Solo en los medios neutros permanecerá inactiva, pero
en esas circunstancias se encontrará floculada. La acidez o alcalinidad desde el
punto de vista de un coloide no coincide con el concepto absoluto atribuido a las
mismas sino a su propio concepto, que corresponde con su punto isoeléctrico o
valor de pH al que el coloide flocula. Así la referencia de acidez o basicidad hemos
de referirla al punto isoeléctrico de cada mineral cuando se encuentra en forma
coloidal. Este valor depende de la especie y se sitúa entre 5 y 6 para la mayoría
de ellos. Para valores más ácidos la arcilla se comporta como intercambiadora de
aniones y para valores más básico lo hace de cationes, razón por la cual a estas
cargas se las conoce como "cargas variables", en contraposición con las fijas a
que antes hicimos mención.
La materia orgánica se comporta de una forma semejante a los bordes de la arcilla
por los hidroxilos presentes tanto en sus cadenas laterales como en las zonas
externas del núcleo. Como quiera que el número de hidroxilos de la materia
orgánica es mucho mayor que los efectos de borde de la arcilla, la importancia de
las cargas variables en las sustancias húmicas es mayor que en la arcilla. Algo
similar sucede en los minerales de baja cristalinidad, como ocurre con las alofanas
derivadas de las cenizas volcánicas preferentemente, en que existe una gran
accesibilidad a las zonas internas de su estructura; en este caso la práctica
totalidad de sus cargas son variables.
El importante número de cargas variables de la materia orgánica se pone de
manifiesto cuando se determina su capacidad de intercambio catiónico a diversos
valores de pH, no solo se produce un notable incremento con el ascenso de pH,
sino que para valores de pH cercanos a uno su capacidad se anula. En el caso de
la arcilla solo se produce un ligero incremento y la ordenada en el origen de la
recta de regresión que relaciona la CIC con el pH, presenta un valor de CIC muy
cercano al máximo encontrado.

Por ello cuando se determina la CIC en los diferentes horizontes del suelo con
distintos valores de pH se encuentran unas curvas semejantes a las que se
muestran en la figura de la izquierda. En los horizontes superiores se producen
notables ascensos cuando el pH supera valores cercanos a 6, mientras que en los
inferiores la curva muestra una forma prácticamente horizontal. Los primeros
horizontes están sometidos a un fuerte influjo de la materia orgánica mientras que
los horizontes inferiores son eminentemente minerales. Usualmente la CIC se
determina usando una solución tamponada a pH de 7, lo que significa que en los
suelos ácidos se obtengan valores, en los horizontes más ricos en materia
orgánica, superiores a los que realmente presenta el suelo, mientras que en los
suelos alcalinos sucede todo lo contrario.

Las cargas variables son las responsables de la retención de aniones tanto en la


arcilla como en las sustancias húmicas. Los aniones, por su mayor tamaño, tienen
una movilidad menor que los cationes, lo que resulta de especial importancia en el
caso del fosfato, que acrecienta el efecto por el hecho de su escasa solubilidad, de
modo que en este caso cabe más hablar de fijación que de intercambio. Los
suelos ácidos y ricos en materia orgánica pueden retener tal cantidad de fosfato
que provoquen carencias en la vegetación, aun con concentraciones elevadas de
fosfato total. Algo semejante sucede en los suelos ácidos y ricos en alofana, como
es el caso de áreas volcánicas muy lluviosas o con materiales preferentemente
ácidos, que además son los más proclives a la formación de estos minerales dado
su elevado contenido en silicio.
La importancia de los componentes del suelo en lo referente a la CIC varía con
sus propias características. La caolinita, que carece de sustituciones presenta un
valor comprendido entre 7 y 10 cmol(c)/kg. La ilita presenta sustituciones, pero son
compensadas por potasio que cierra fuertemente la estructura por lo que suele
presentar valores bajos que no suelen superar los 25 cmol(c)/kg y algo similar
ocurre en las cloritas, si bien la segunda capa octaédrica les da una superficie de
borde superior y le permite alcanzar valores cercanos a los 40 cmol(c)/kg. Los
minerales abiertos superan ampliamente estos valores, de modo que las
esmectitas pueden alcanzar valores de 100 cmol(c)/kg y las vermiculitas por su
mayor hidratación es frecuente que superen los 140 cmol(c)/kg y pueden llegar a
los 160 cmol(c)/kg. Las alofanas varían mucho con el pH, pero, en condiciones
favorables, pueden alcanzar los 150 cmol(c)/kg.
La materia orgánica además de su riqueza en cargas variables, presenta muy
diferentes formas de evolución y de tamaño de su núcleo; por todo ello los valores
oscilan entre los 100 y los 400 cmol(c)/kg, correspondiendo los valores más altos a
las formas más polimerizadas, presentes en los humus más evolucionados. Como
vemos su importancia es muy grande, pero en el suelo decrece notablemente por
razón de su bajo contenido, siendo más importante la arcilla por su mayor
concentración.
En un principio podría calcularse el valor de la CIC en función del contenido y
calidad de la arcilla y de la materia orgánica, si bien el valor medido es siempre
inferior al calculado. La razón de esta discrepancia está en la formación de
complejos arcillo húmicos, que al requerir un ligando catiónico elimina algunas
posiciones de cambio, aunque más importante es el efecto estérico, pues las
moléculas orgánicas situadas alrededor de la arcilla impiden la accesibilidad a
posibles posiciones de cambio de ambas.
Dada la importancia de esta característica del suelo en lo referente a la nutrición
vegetal, es conveniente establecer los niveles mínimos necesarios para asegurar
la corrección de ésta. Mas no solo interesa su valor toral sino el tipo de bases que
saturan esas posiciones de cambio, que deben presentar un equilibrio adecuado
para satisfacer las necesidades de las plantas y la correcta estructura del suelo,
que viene influida por la presencia de determinados cationes, sobre todo el calcio
por su carácter floculante y el sodio por su efecto contrario.
Un valor de CIC superior a 25 cmol(c)/kg asegura una buena retención catiónica,
aunque valores superiores a 20 cmol(c)/kg resultan aceptables. Los valores
inferiores a 10 cmol(c)/kg son francamente insuficientes y el lavado de bases
procedentes de la alteración será muy alto.
Las bases más frecuentes en el complejo de cambio son Na, K, Ca y Mg. En
ínfimas concentraciones pueden aparecer otros, destacando entre los minoritarios
el amonio por su importancia en la nutrición vegetal. En suelos ácidos puede
aparecer como componente, incluso mayoritario, el aluminio en cualquiera de sus
formas de hidratación. Los hidrogeniones son los encargados de ocupar las
posiciones que quedan libres por ausencia de bases, de ahí que exista una gran
relación entre el valor del pH y el "grado de saturación", entendiendo por tal al
porcentaje de la CIC que está ocupado por las bases mayoritarias y citadas al
principio.
La base más abundante es el Ca, cuya presencia debe superar los 30 cmol(c)/kg
cuando ello es posible, si bien un contenido por encima de 20 cmol(c)/kg ya es
aceptable, aunque no debería estar nunca por debajo de 3.5 cmol(c)/kg.
Le sigue en abundancia el Mg, cuyo contenido óptimo estaría por encima de 7.5
cmol(c)/kg, pero todo va bien cuando supera los 5 cmol(c)/kg. El valor crítico se
sitúa en 0.6 cmol(c)/kg.
El sodio no tiene un papel claro en la nutrición vegetal y por ello no resulta
imprescindible, si bien es el tercero en abundancia. En este caso en lugar de fijar
un valor mínimo lo importante es que no se supere un valor máximo que podemos
situar como óptimo en 1cmol(c)/kg, aunque es aceptable que no se superen los 2
cmol(c)/kg. Existe un grave riesgo de exceso cuando se supera el valor de 4
cmol(c)/kg.
Por último, tenemos al minoritario potasio cuyo contenido óptimo es cuando
supera el valor de 1 cmol(c)/kg. Resultan aceptables los valores que superan los
0.75 cmol(c)/kg y nunca debría ser inferior a 0.25 cmol(c)/kg.
A efectos estructurales los valores ideales serían aquellos en que el calcio no baje
del 70 % del total y el sodio no supere un 5 %.
Aunque considerados independientemente, los valores anteriores son los
establecidos como promedio de la observación de numerosos casos, es muy
importante la relación que existe entre ellos para evitar los problemas de
antagonismo y de ninergia que se producen en su absorción por parte de las
plantas. El más frecuente es el antagonismo existente entre K y Mg, de modo que
un desequilibrio en favor de alguno de ellos, deprime la absorción del otro, aunque
sus niveles sean correctos.
El grado de saturación, como vimos, es un indicativo del valor del pH del suelo,
pues todo lo no ocupado por bases lo está por hidrogeniones. Valores superiores
al 80 % son aceptables, si bien lo deseable es el 100 %. Cuando baja del 20 %, no
solo existe una acidificación clara, sino que es posible que exista aluminio en las
posiciones de cambio, elemento que resulta tóxico para la mayoría de las especies
vegetales salvo para aquellas que son fuertemente acidófilas.

Reacción del suelo


Cuando nos referimos a la reacción del suelo, obviamente lo hacemos a la
solución del suelo, si bien esta no es más que un reflejo de su fase sólida. De
hecho, se mide en una suspensión suelo/agua con una relación, generalmente,
1/1.
Como ya sabemos, cuando se inicia la alteración de la roca para dar origen al
suelo, la única fase líquida que existe es el agua de lluvia, que presenta un pH
ligeramente ácido como consecuencia del dióxido de carbono que lleva disuelto y
que forma ácido carbónico; independientemente de la posibilidad de arrastrar
pequeñas cantidades de ácido nítrico, procedente de la disolución de los
diferentes óxidos de nitrógeno formados por las descargas eléctricas, que tienen
lugar en la atmósfera, y que consiguen ionizar al nitrógeno del aire.
Esta solución ácida en contacto con los minerales que constituyen las rocas,
provocan una hidrólisis de los mismos que afecta principalmente a los cationes
que sirven de unión a las estructuras silicatadas de los mismos. Como quiera que
los cationes más abundantes son calcio, magnesio, potasio y sodio, son estas las
primeras bases que se liberan en forma de los hidróxidos correspondientes,
reemplazando sus posiciones los hidrogeniones del agua. En menor medida
aparecen los hidróxidos de hierro y aluminio, que quedan precipitados y en forma
inactiva merced al pH alcalino que se genera por la disociación de las bases
solubles.
La solución de ataque, inicialmente ácida se va volviendo alcalina pudiendo
alcanzar un pH elevado que es capaz de solubilizar al esqueleto silíceo del
mineral, en forma de ácido metasilícico, e incluso al aluminio que le acompaña en
las capas tetraédricas que puede liberarse en forma de aluminato.

Este medio inicial, por lo grueso de su granulometría es muy permeable y permite


la fácil percolación del agua a su través, por lo que una buena parte de los
compuestos liberados son arrastrados fuera del incipiente suelo creado. En las
fases de desecación se produce la recombinación de los iones presentes
generando las estructuras arcillosas, que ya vimos al tratar de los procesos de
alteración mineral.
Simultáneamente se va produciendo la descomposición del material orgánico que
se deposita en la superficie del suelo generando una serie de compuestos de
carácter ácido que también conocimos al tratar del proceso de humificación. De
esta forma se produce un equilibrio entre la acidificación que genera el material
orgánico y la basificación provocada por el material mineral. Como la fracción
mineral suele ser mayoritaria, la tendencia del suelo sería hacia la basicidad, pues
los escasos ácidos formados son muy débiles e inestables, los aluminatos solo
son posibles a valores de pH muy elevados y el ácido metasilícico se descompone
fácilmente en sílice y agua.
Una vez pasado el periodo inicial y cuando el suelo va adquiriendo un cierto
desarrollo condicionado por su primera fase evolutiva, las bases que siguen
liberandose encuentran un triple camino a partir de la solución. Unas son
absorbidas por las plantas, otras son lavadas y un tercer grupo puede quedar
retenido en el complejo de cambio. El lavado afecta con mayor intensidad a
aquellos elementos de mayor solubilidad como son los alcalinos, que a su vez son
los que generan bases más fuertes y con mayor incidencia en el pH del suelo, por
lo que se produce un fuerte descenso de este una vez que se estabiliza el proceso
hidrolítico y de neoformación de arcillas; el pH de ataque inicial, que puede
alcanzar valores superiores a 9, baja considerablemente con la fuerte pérdida de
alcalinos que ceden el puesto a los alcalinotérreos, cuyos hidróxidos más débiles
se ven afectados por la presencia del dióxido de carbono, producido en la
respiración de los organismos del suelo, formando bicarbonatos solubles cuyo pH
se sitúa alrededor de 8.
Los nuevos minerales formados, junto a la materia orgánica necesitan satisfacer
sus cargas negativas, adsorbiendo cationes en su superficie a cambio de
hidrogeniones que van liberando con lo que se va consiguiendo una neutralización
del medio. Como los aniones no abundan en el suelo, pues el principal procedente
de la alteración mineral es el metasilicato que se descompone con facilidad, como
vimos, las bases lavadas lo hacen en forma de hidróxido en gran medida, lo que
conlleva un empobrecimiento en oxhidrílos, procedentes del agua, con la
consiguiente sobrecarga de hidrogeniones.
La acidificación de la solución provoca el desplazamiento de los cationes del
complejo de cambio que son reemplazados por los hidrogeniones excedentarios
con la consiguiente insaturación del mismo. A medida que son liberados los
cationes pueden ser arrastrados por la lluvia y el proceso continúa de forma
indefinida. La acidificación no tendría límite si no fuese por la continuidad del
proceso de alteración, que persiste mientras existan minerales primarios.
Como hemos podido observar, en la reacción del suelo intervienen tres actores
principales: alteración mineral, humificación y clima.
Los climas húmedos son proclives a la formación de suelos ácidos, mientras que
los climas secos lo son a la formación de suelos básicos. Como ya comprobamos
al analizar los procesos de alteración, en climas húmedos predominaban las
arcillas de baja actividad, lo que hace que las bases se retengan poco y su lavado
sea más fácil. En los medios más secos predominanlas arcillas de elevada
actividad lo que facilita la retención de las bases y su pérdida es mínima.
En cuanto a las rocas distinguiremos los tres tipos principales: ácidas, neutras y
básicas.
Las rocas ácidas están dominadas por el cuarzo y por los feldespatos,
principalmente ortosa con algo de plagioclasas; acompañados de mica,
preferentemente moscovita con algo de biotita. Los restantes minerales son poco
relevantes.
El cuarzo no da lugar a ningún mineral arcilloso y lo más que puede hacer es
pasar a la fracción arcilla en su propia forma microdividido. No genera ninguna
capacidad de intercambio catiónico ni libera base alguna.
Los feldespatos solo generan arcilla de tipo caolinítico y, eventualmente, ilita en
los medios confinados. La CIC que aportan es baja y las únicas bases que aportan
son potasio con algo de sodio y calcio, según el contenido en plagiclasas.
Las micas suelen abrirse a ilitas y la biotita puede generar vermiculita en medios
no muy lavados. Su CIC es media y las bases principales son el potasio y el
magnesio procedente de las biotitas pues el hierro se oxida y precipita
rápidamente, al igual que los excedentes de aluminio.
La escasez de bases liberadas hace que la saturación sea baja a pesar de que la
CIC también lo es; en esas condiciones el pH es algo ácido y la reserva de bases
muy escasa, por lo que por poco lavado que exista se puede llegar a valores
fuertemente ácidos.

Las rocas neutras están dominadas por las plagioclasas con algún feldepato
potásico; le siguen a corta distancia los anfiboles y más lejos las micas con
predominio de la biotita. Completan su composición lo piroxenos y presentan algo
de cuarzo.
El comportamiento del cuarzo es similar al que tiene en las rocas ácidas. Igual
sucede con los feldespatos y las micas, solo que en este caso es habitual lo que
allí era ocasional y viceversa.
Los silicatos en cadenas, piroxenos y anfiboles, como ferromagnesianos son
proclives a la formación de esmectitas y vermiculita. Dan una CIC muy alta y
liberan bases abundantes con predominio de alcalinotérreos y sobre todo
magnesio. El hierro y los ocasionales excedentes de aluminio, quedan en forma
precipitada.
La presencia de bases en estos suelos es relativamente abundante por la
presencia de los inosilicatos, pero, como la CIC es bastante elevada, la saturación
no es completa, aunque depende mucho del clima. El pH suele estar cercano a la
neutralidad si bien está también muy influido por el clima, que resulta el factor
determinante en los suelos desarrollados sobre este tipo de rocas.

Las rocas básicas están constituidas predominantemente por olivino acompañado


principalmente por piroxenos.
El comportamiento del olivino es muy parecido al de los piroxenos, si bien la
preferencia en la neoformación de arcilla es de vermiculita por el elevado
contenido magnésico. También puede formar minerales 1:1 dioctaédricos de tipo
antigorita o con sustituciones, los que se conocen como bertierinas. En estos
casos la CIC es más baja. Estos minerales aparecen en medios lavados en los
que haya una fuerte pérdida de sílice, que no es muy abundante en estos
minerales tan básicos.
La presencia de bases es muy alta lo que lleva a una saturación elevada y a un pH
netamente básico, aunque no suele alcanzar el valor de 8.
La materia orgánica tiene un efecto contrario, todo el proceso de humificación es
una constante fuente de grupos ácidos por lo que la tendencia inicial es a una
bajada del pH.
La descomposición de los restos vegetales genera una serie de sustancias cuya
característica principal es la presencia de varios grupos carboxílicos dentro de
moléculas de masa baja o media, por lo que su importancia relativa es elevada.
Ello genera una acidez elevada.
A medida que se inicia el proceso de humificación propiamente dicho,
caracterizado por una polimerización y condensación de algunos de los
compuestos anteriores, y de la incorporación de otros como cadenas laterales del
gran núcleo formado. La importancia relativa de los grupos carboxílicos decrece a
medida que aumenta el tamaño de la molécula. La consecuencia es una
disminución de la acidez con la maduración de las sustancias húmicas.
Si analizamos en conjunto las sutancias y procesos que influyen sobre el pH del
suelo, encontramos que la máxima acidez aparecerá en los horizontes A,
dominados por la materia orgánica, que será aún mayor cuando en la superficie
del suelo aparezcan horizontes orgánicos de tipo H u O. A medida que
descendemos en el perfil el influjo de la materia orgánica decrece a la par que
aumenta el de la alteración mineral, razón por la cual el pH irá creciendo. Este
crecimiento se verá aumentado por la acumulación de las bases lavadas en los
horizontes superiores, que a su vez se irán acidificando por esta pérdida.
La acidez del horizonte A hace que las cargas variables de la materia orgánica se
desplacen hacia el lado positivo y que baje la capacidad de intercambio catiónico,
como consecuencia de ello se produce una saturación en bases mayor aunque su
contenido total no se vea alterado. Se da la paradoja de que el descenso del pH
induzca una elevación de la saturación en bases. A medida que progresa la
formación de sustancias húmicas de mayor evolución va aumentando el pH y todo
sucede al revés. En este caso hay otro hecho que compensa al anterior, es la
formación de complejos arcillo-húmicos; los puntos en que se produce la
formación del complejo son grupos activos para el intercambio que quedan
bloqueados, y si bien su número es muy reducido y la influencia sobre la
capacidad de intercambio catiónico es baja, se produce un efecto estérico más
importante porque las partículas arcillosas impiden el acceso a las posiciones de
cambio de la materia orgánica, al tiempo que esta ejerce el mismo efecto sobre
aquellas, con ello se produce una bajada efectiva de la capacidad de intercambio
catiónico en los participantes en el complejo, con una subida simultánea del grado
de saturación.
Todos estos efectos son una muestra de la complejidad del proceso de
intercambio y de su relación con el pH. Por ello, como vimos en su momento, la
capacidad de intercambio catiónico se mide en un medio tamponado a pH siete, lo
que nos da un valor que no concuerda con el real pero que no depende de los
avatares de las variaciones del pH. Esto lo hace más representativo del promedio
a lo largo del año, ya que el pH oscila según avanzan los procesos que lo regulan,
y más comparable con los restantes horizontes y con otros suelos semejantes o
de la misma zona.
Para evitar las fluctuaciones en los valores del pH se realiza su medida de dos
formas diferentes, la primera de la forma indicada al principio y la segunda en una
solución iónica, que habitualmente es de KCl molar. En este segundo caso, se
produce un reemplazamiento de los hidrogeniones del complejo de cambio por el
potasio de la solución, lo que provoca un incremento de la concentración de
hidrogeniones y como consecuencia una bajada del valor del pH, que suele estar
alrededor de una unidad con relación al medido en agua. Cuando el suelo está
saturado, no es posible la liberación de hidrogeniones por lo que ambos valores de
pH deberían coincidir, no obstante, se produce una bajada similar; en este caso el
potasio añadido se intercambia por calcio del complejo que al ser una base más
débil, y por tanto menos disociada, provoca un empobrecimiento en oxhidrílos que
tiene un efecto semejante al incremento en hidrogeniones que se producía en el
caso anterior.
En determinadas circunstancias el pH medido en una solución de KCl puede
superar al medido en agua, la diferencia entre el primero y el segundo es lo que se
conoce como DpH; cuando este valor es positivo hemos de interpretarlo como un
predominio de las cargas positivas sobre las negativas en el complejo de cambio,
por lo cual lo que sucede es un intercambio de iones cloro por hidróxilos del
complejo, lo que supone un incremento en el valor del pH en lugar de la
disminución observada en los casos anteriores. Un DpH positivo es un claro signo
de presencia de sustancias muy ricas en cargas variables como son las alofanas,
por lo que este valor se utiliza para determinar de forma rápida la presencia de
ellas. Cuando se utiliza NaF en lugar de KCl, el pH puede alcanzar valores
superiores a 10 en presencia de alofana; esa mayor subida se debe a la mayor
afinidad del fluor por los hidróxilos y a la mayor fuerza de la sosa frente a la
potasa.
Este valor no está afectado por las fluctuaciones estacionales, ya que se
compensan con las variaciones que se producen en el complejo de cambio; no se
trata de un valor real del pH de la solución del suelo pero si se acerca más a la
realidad del valor del pH del suelo. Por esta razón a este valor se le conoce como
"real" en contraposición al medido con agua que se le conoce como "actual".
Los valores de pH real y de capacidad de intercambio catiónico medida a pH de 7,
representan mejor las condiciones permanentes del suelo.
El pH de la solución del suelo afecta profundamente a la solubilidad de los
diferentes iones presentes, de este modo varía la asimilabilidad de los mismos por
las plantas ya que estas solo pueden absorberlos en solución.
En otros casos el pH afecta a la actividad microbiana necesaria para provocar la
transformación de ciertos elementos, que se liberan en formas no asimilables y
han de sufrir una transformación química que permita su fácil absorción. Este es el
caso del Nitrógeno cuyas formas inorgánicas son todas solubles
independientemente del pH reinante por lo que no debería verse afectada su
asimilabilidad por aquel. Sin embargo para valores de pH inferiores a 6 o
superiores a 8 se atenúa la actividad bacteriana con lo que disminuye tanto la
liberación de amonio como su oxidación a nitrato, y ello hace bajar la
concentración de nitrógeno en forma asimilable.
En el caso del fósforo el pH puede inducir su fijación o su precipitación, solo entre
valores comprendidos entre 6.5 y 7.5 su asimilabilidad es óptima. Cuando el pH se
sitúa por debajo de 6.5, se inicia un incremento en el contenido en cargas
positivas del complejo absorbente, ello provoca una fuerte fijación de los aniones
sobre todo el fosfato que, por poseer una estructura similar a la de los tetraedros
estructurales de las arcillas, puede incorporarse a ellas; este hecho provoca una
inmovilización definitiva del mismo. Este fenómeno, siendo importante, no resulta
muy transcendente porque el mayor número de cargas positivas pertenece a los
oxihidróxidos de hierro y de aluminio y a la materia orgánica, que adquieren su
máxima importancia en los horizontes B y A respectivamente. Cuanto menor es el
valor del pH mayor es la fijación, pudiendo provocar fuertes carencias cuando el
pH es inferior a 5.
Por encima de 7.5, el complejo de cambio y la solución del suelo son muy ricos en
calcio lo que provoca una precipitación del fosfato tricálcico, que alcanza su
máximo alrededor de 8.5 donde la asimilabilidad es mínima. Superado ese valor
se inicia un desplazamiento del calcio por el sodio que da formas solubles.
El comportamiento del Azufre, presente en forma aniónica en el suelo, es parecido
al del fósforo en la banda ácida del pH, por razones similares. No se comporta
igual en la banda alcalina porque todos los sulfatos son solubles, en mayor o
menor grado, cualquiera que sea el valor del pH.
Los nutrientes catiónicos como el potasio, calcio o magnesio, se encuentran en
bajas concentraciones en los suelos ácidos, pues la acidez del suelo siempre se
produce por una desbasificación, luego en las condiciones citadas estos
elementos son, simplemente, escasos. La abundancia de potasio en las rocas
ácidas hace que su disponibilidad decrezca a valores de pH netamente más
ácidos que para los otros elementos. Los alcalinotérreos sufren un nuevo
descenso a valores de pH alcalinos por efecto de su insolubilización como
carbonatos.
Los micronutrientes son más solubles en medios ácidos por lo que en ellos su
asimilabilidad es máxima, como ocurre con el hierro, el manganeso, el cobre o el
cinc.
El caso del boro es diferente porque su forma habitual en el suelo es el ácido
bórico, siendo así como se absorbe por las plantas. En medios alcalinos el boro se
ioniza de la siguiente forma:

La forma iónica es retenida por los oxihidróxidos de hierro y aluminio y por la


materia orgánica dada su gran afinidad con los oxhidrílos, pero esa misma afinidad
es la que hace que estos lo desplacen cuando el pH se eleva hasta las cercanías
de 9, razón por la cual aumenta su asimilabilidad en esos valores. Tanta puede ser
su concentración que puede llegar a ser tóxico cuando es abundante en el suelo,
pero esta circunstancia solo se produce en suelos salinos y alcalinos.
El pH teiene una influencia decisiva en los procesos genéticos del suelo, en la
asimilabilidad de los nutrientes y en el desarrollo de la actividad microbiana del
suelo; él se ve influido por la alteración mineral, la evolución de la materia
orgánica, la absorción de iones por las plantas y el lavado del suelo. Todos los
procesos que generan modificaciones del pH no coexisten en el tiempo por lo que
se generarían bruscos cambios en la reacción del suelo, y dada la transcendencia
de su valor para porcesos de enorme importancia, estos cambios podrían provocar
modificaciones fatales en el comportamiento del suelo frente a los
microorganismos y al desarrollo de las plantas. Por ello es necesario que estas
modificaciones sean amortiguadas y el suelo dispone de los mecanismos
necesarios para ello, es lo que se conoce como "poder tampón del suelo".
Este poder amortiguador está basado en una serie de equilibrios dinámicos de
diferentes sistemas, entre los que destacan tres que corresponden a medios
neutros, ácidos y alcalinos.
En los medios cercanos a la neutralidad la función amortiguadora la ejerce el
complejo de cambio del suelo, como ya hemos visto. Los excesos de acidez se
compensan por el intercambio de las bases del complejo por los hidrogeniones de
la solución, mientras que los excesos de alcalinidad son compensados por el
intercambio de hidrogeniones del complejo por bases de la solución. Ahora bien,
cuando el pH es muy ácido, el complejo está prácticamente desprovisto de bases
y no puede soportar una agresión ácida; de otro lado, cuando el medio es muy
alcalino el complejo apenas posee hidrogeniones que neutralicen una agresión
alcalina.

La materia orgánica está constituida por ácidos débiles en conjunción de sus sales
con bases fuertes lo que constituye un tampón en sí misma. La arcilla también se
comporta como un ácido débil como se desprende de la figura adjunta, en ella se
observa la variación del pH del agua pura, de agua mezclada con arena y de una
suspensión de arcilla, al ser adicionadas de una solución ácida o de una alcalina.
Serían típicas curvas de valoración, en las que en el agua pura el ácido o la base
añadidos se muestran con la fuerza que les es propia; en el caso de la arena el
comportamiento es muy similar, pero en el caso de la arcilla, se muestra como un
ácido débil o como una base débil en función del pH reinante, como era
predecible.
La suspensión arcillosa admite la adición de cantidades importantes de ácido o de
base sin modificar apenas su pH, actúa como un potente amortiguador.
En los medios ácidos, las bases están prácticamente ausentes y en el complejo de
cambio solo existen hidrogeniones y un elemento muy abundante en el suelo
como es el aluminio, que a esos valores es soluble y se encuentra disociado
cualquiera que sea la forma molecular de su procedencia. Este aluminio presenta
una capacidad tampón como se desprende de la figura adjunta. En ella se
muestran las curvas de valoración de un ácido fuerte con una base fuerte, en
ausencia de otros compuestos o en presencia de concentraciones crecientes de la
sal alumínica correspondiente al ácido utilizado.
En la figura podemos observar como la cantidad de base necesaria para provocar
la neutralización del ácido se va incrementando de forma proporcional a la sal
alumínica añadida, sin que se modifique el valor inicial del pH.

La razón de ello debemos buscarla en la posibilidad que tiene el aluminio de


formar iones con diferente grado de hidratación y diferente carga positiva, como
podemos observar en las reacciones que se muestran a la izquierda. El exceso de
hidroxilos va siendo captado por los iones alumínicos que modifican su estado, lo
que hace que desaparezcan de la solución y el pH permanezca invariable. La
adición de hidrogeniones por una acidificación del medio provocaría la inversión
de las reacciones expuestas.
Para valores alcalinos del pH, cercanos a 8, el calcio de la solución se encuentra,
en parte, en forma de carbonato.

Cualquier incremento de la acidez provocaría la formación de la sal ácida


correspondiente e incluso la formación de ácido carbónico, que se descompondría,
dada su inestabilidad, con desprendimiento de dióxido de carbono. Una adición de
bases provocaría la precipitación del carbonato cálcico a expensas del bicarbonato
de la solución. En este caso, la efectividad del sistema está condicionada por la
posibilidad de eliminar el gas desprendido, requerirá medios bien estructurados y
aireados, lo cual es fácil en presencia de los carbonatos que dan una buena
estabilidad a la estructura. Una vez más se hace cierto el hecho de que los medios
naturales se encuentran siempre bien compensados.
Cuando el pH se encuentra por encima de 8.5 el carbonato cálcico se encuentra
precipitado y podría intervenir en caso de acidificación, pero no en el caso de
basificación. En estos casos el papel del calcio es sustituido por el sodio, siempre
presente a esos valores de pH.
De este modo los fuertes cambios de pH solo son posibles cuando se agotan los
sistemas reguladores, lo que solo es posible ante una acción humana o un fuerte
cataclismo natural.
La acidificación del suelo es una de las causas más frecuentes de la pérdida de
fertilidad por lo que es frecuente que se intente corregirla. Además de la
frecuencia del problema, lo fácil de su solución hace que esta se lleve a cabo de
forma casi habitual.

La neutralización debe hacerse con una sustancia de reacción débilmente alcalina


para evitar modificaciones bruscas, cuya solubilidad no sea elevada para que no
se lave con facilidad y pueda actuar de forma prolongada, que no contenga
elementos extraños al suelo y que sea barata y no requiera de especiales
manejos. Todas estas características parecen señalar a la caliza como sustancia
ideal y de hecho es el material que se utiliza siempre para dar solución a este
problema.
Cuando el suelo presenta deficiencias de magnesio asociadas a la acidez, puede
sustituirse en total o en parte, por la dolomía.
Una neutralización de la acidez de la solución del suelo no sería una solución
eficaz por cuanto la propia capacidad tampón del suelo, relacionada con su
complejo de cambio, recuperaría en poco tiempo el pH modificado. Por ello es
necesario tener en cuenta el grado de insturación del complejo de cambio.
El mecanismo de acción de la caliza podemos observarlo en la figura. El exceso
de hidrogeniones del suelo provoca la descomposición del carbonato cálcico,
liberando, en última instancia, calcio y desprendiendo dióxido de carbono. El
aumento de calcio en la solución hace que desplace a los hidrogeniones del
complejo de cambio con lo se restaura la acidez inicial, si bien esta va siendo cada
vez menor a medida que el complejo se va saturando.

La cantidad de caliza a añadir está en función de la insaturación del complejo de


cambio y del tamaño del mismo. Se debe procurar que el pH no se incremente de
forma brusca estimandose conveniente la subida de no más de una unidad por
año. Para conseguir este efecto se debe procurar un incremento en la saturación
del suelo no mayor de un 20 % absoluto.
La finura del material empleado será otro aspecto importante, cuanto mayor sea
está más rápida será su solubilización y la consecuente subida del pH. Lo mismo
puede decirse de su pureza, que debe procurarse alta para evitar la entrada de
sustancias extrañas al suelo, aunque lo habitual es que los diluyentes sean arcilla
y algunos óxidos de hierro, que no entrañan problemas importantes.
Como es lógico, para elevar el pH en un determinado rango, las necesidades de
caliza no dependerán tanto del pH inicial como de la capacidad de intercambio
catiónico del suelo, de modo que suelos diferentes, pero con el mismo pH,
requerirán cantidades distintas de caliza.

Salinidad y sodicidad en el suelo


Se estima que la salinidad afecta entre un cuarto y un tercio de las tierras
agrícolas en todo el mundo. En algunas áreas, es uno de los factores que más
limita la producción agrícola. La FAO estimó en 2002 que cada año se pierde entre
el 1% y el 2% de las tierras irrigadas debido a la salinidad.
La salinidad tampoco es un problema nuevo. Las primeras civilizaciones en
Mesopotamia, que básicamente inventaron la agricultura, declinaron a causa de
los problemas de salinidad debido al exceso de riego en los suelos poco profundos
de lo que hoy es Iraq. Para el año 2000 aC, la producción de trigo en
Mesopotamia tuvo que ser abandonada y sustituida por la cebada que es más
tolerante a la sal. La salinización tuvo un fuerte impacto en el rendimiento: la
producción cayó de 29 bushels de cebada por acre en 2400 aC, a 17 bushels 300
años después y a 5 bushels después de 1700 aC (700 años más tarde). Esto
parece mucho tiempo, pero debe tenerse en cuenta que la producción agrícola no
fue tan intensa como lo es hoy.
Hoy en día, muchas zonas de Iraq siguen siendo salinas y se deben tomar
medidas costosas antes de poder producir rendimientos decentes.
La salinización, la sodicidad y el anegamiento tienen impactos negativos en la
producción agrícola, las condiciones de vida de los agricultores, la economía a
diferentes niveles, el equilibrio de los ecosistemas, incluida la calidad de los
recursos naturales. Los impactos a menudo se sienten no solo en un área de
producción, sino también a nivel del paisaje. En muchos países, pueden plantear
serios problemas para el desarrollo sostenible.
Los ejemplos de los efectos de la salinización, la sodificación y el anegamiento
incluyen los impactos en la producción de cultivos, tales como:
 Disminución de la productividad del suelo
 Mayor requerimiento y uso de insumos, incluidas semillas, agua y
fertilizantes.
 Bajo rendimiento de cosecha por unidad de entrada utilizada.
 Menos opciones en los sistemas de cultivo, ya que los agricultores se ven
obligados a cultivar cultivos tolerantes a la sal que no siempre pueden ser
cultivos comerciales de altos ingresos.
 Eficiencia de uso de agua reducida.
 En casos de salinización y sodificación severas, la tierra ya no puede ser
utilizada para la producción.
Por lo tanto, es importante saber cómo se reduce la salinización secundaria, cómo
funciona el estrés por salinidad y cómo se pueden evitar sus efectos negativos
sobre la producción de cultivos.
La salinidad es una expresión general para cualquier concentración elevada de sal
en el suelo o el agua de riego. Generalmente se mide como EC (conductividad
eléctrica). Cuanto mayor sea la concentración de iones en una solución, mayor
será la CE. Los suelos de baja salinidad tienen una CE de <2dS / m (extracto
saturado), una salinidad media de una CE de 2-4 dS /m., y suelos con valores
superiores a 4 dS / m se consideran altamente salinos. La salinidad no está
necesariamente relacionada con el sodio sino con cualquier tipo de sal, incluidos
los elementos beneficiosos.
La sodicidad está relacionada con la concentración de NaCl en una solución o en
el suelo, y a menudo se mide como PSI (porcentaje de sodio intercambiable en el
suelo o agua de riego). Los suelos pueden ser tanto sódicos como salinos, lo que
multiplica los efectos negativos sobre el cultivo debido al aumento de los
problemas con la toxicidad de los iones y la estructura del suelo en suelos con alto
contenido de sodio. En muchas áreas, en lugar del PSI, se utiliza el RAS (índice
de absorción de sodio de la solución saturada de suelo) para medir la cantidad de
sodio en el suelo.
Estos dos grupos principales de suelos afectados por la sal difieren no solo en sus
características químicas, sino también en su distribución geográfica y geoquímica,
así como en sus propiedades físicas y biológicas. Las dos categorías también
requieren diferentes enfoques para su recuperación y utilización agrícola. En la
naturaleza, las diversas sales de sodio no se producen por separado, pero en la
mayoría de los casos, las sales neutras o las capaces de hidrólisis alcalina ejercen
un papel dominante en los procesos de formación del suelo y, por lo tanto, en la
determinación de las propiedades del suelo.

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