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2. LA PERSONA HUMANA: UN SER DE COMUNIÓN.

“El amor es connatural al hombre: este ha sido creado para amar y


lleva dentro de sí una aspiración profunda a entregarse (…). Aunque
pocas veces seamos conscientes de ello, la necesidad más profunda
es sin duda la de entregarse”. 1

Jaques Philippe

2.1. Un ser de comunión.

En el módulo anterior estudiamos a la persona humana como un ser comunitario por naturaleza,
el cual existe en relación con los demás, y por lo tanto, se descubre como mujer y varón en dos
formas de estar en el mundo.

Asimismo, analizamos la igualdad, la diversidad y la complementariedad entre varón y mujer. Y


vimos cómo la sexualidad humana se conjuga en cuerpo y alma, y por tanto, como unidad integra
por completo a la persona humana en su nivel biológico, psíquico y espiritual.

Finalmente, concluimos que sexuada es la manera de sentir de un ser humano, como sexuada es
su forma de amar, y que todos sus actos emanan del núcleo o del corazón mismo de la persona:
de su afectividad y su sexualidad.

Ahora veremos las razones por las cuales dicha diversidad complementaria del varón y la mujer
está encaminada por la naturaleza de la persona humana a la común unión entre varón y mujer en
una comunidad de vida y de amor.

2.2. Tendencia a fundar relaciones fecundas.

Por la condición sexuada de ser masculino o ser femenino, la persona humana está predispuesta
en su diversidad complementaria a establecer vínculos. “Cada hombre lleva la relación a los demás
en su mismo ser. No responde a un capricho o veleidad la atracción por el otro sexo. Es un movi-
miento que surge dentro de uno en contacto con el otro”.

Esta tendencia de la persona humana se encuentra inscrita en su naturaleza. La capacidad crea-


dora de la unión fecunda contiene el pincel de la creatividad. La actividad de la sexualidad vincula
al varón y la mujer en la creación de un ámbito de alteridad, un campo de encuentro llamado
“nosotros”.

1 Jacques Philippe. La Libertad interior. 7 Edición. Madrid Rialp. 2004, p.122

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2.3. Amor sexuado.

Vimos que en el amor sexuado el vínculo está dado por la condición sexuada, en el modo masculi-
no y femenino de ser persona. “Esta dimensión personal sexuada es lo que fundamentalmente se
comparte, es decir, no lo que se tiene en común como ocurre en la amistad, sino lo que se tiene
de diverso: el modo masculino y femenino de ser persona humana” 2. Este amor es una amistad
transformada porque se incorpora la sexualidad, y es excluyente porque implica una elección: no
solo se comparte algo en común, sino especialmente la diversidad en tanto persona masculinas
y femeninas.

Al amor entre novios se le denomina amor sexuado. Aunque el amor conyugal es también sexuado,
se le conoce amor conyugal porque a este amor entre esposos se llega luego de la maduración
personal del amor sexuado.

2.4. Niveles de amor sexuado.

Los niveles que integran el amor sexuado son la atracción física, el enamoramiento afectivo y el
amor personal. Cada uno en cierto modo es condición para el siguiente. El último, el amor personal,
es capaz de reforzar las falencias y las debilidades de los dos primeros niveles (atracción física y
enamoramiento). En efecto, el amor personal se apoya en los niveles inferiores para la entrega total
de la persona.

2.4.1. Atracción física: dimensión física.

En el dinamismo físico corpóreo del amor el nivel más elemental se refiere a la “química” que
surge entre varón y mujer, y que es común también en los animales. Se manifiesta por la atrac-
ción física de los sexos y por una serie de mecanismos fisiológicos conectados con la fertilidad
a partir de la pubertad. “Su característica principal es la pasividad, es decir, la atracción y los
procesos relacionados con la reproducción humana son realidades que al varón y a la mujer
“le pasan”, no que ellos originan y hacen que les pase” 3.

Por un lado, la mera atracción física no es suficiente para hablar de amor, pero por otro, si
está ausente el amor no surgirá. Si la relación solamente se asienta en la atracción física, las
personas son vistas como medio para el placer y no como fin en sí mismas. En esta etapa
entra en juego el coqueteo, el cual es el “ejercicio de exploración de uno en el otro, del que
surge la seducción” 4.

2 Cristian Conen. Claves para saber amar. Editorial Dunken. Buenos Aires 2012. Pág. 21
3 Cristian Conen. Claves para saber amar. Editorial Dunken. Buenos Aires 2012. Pág. 32
4 Enrique Rojas. El amor inteligente. Corazón Cabeza: Claves para construir una pareja feliz. Madrid. Editorial Linotipia Bolívar.
1999. Pág. 81

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2.4.2. Flechazo - Enamoramiento afectivo: dimensión psíquico-sensible.

Este nivel del amor es un punto intermedio en el que se unen las tres dimensiones de la per-
sona (física, psíquica y espiritual), y en la que se comprueba la unidad sustancial de cuerpo y
alma, que es la persona humana.

“Consiste en el conocimiento sensible de la persona que opera a través de los sentidos de la


vista, el oído, el tacto y el gusto; y a través de los sentidos internos: el sentido común o percep-
tivo, la imaginación, la estimación y la memoria.

El dinamismo psíquico, o la afectividad humana, comprende también las pasiones o tenden-


cias del “flechazo” y del “enamoramiento”, es decir, de la emoción sensible y del sentimiento.

El “flechazo” es una emoción que consiste en una reacción intermedia del dinamismo psíquico
y del dinamismo físico corpóreo, ya que implica un impacto orgánicamente más intenso y tem-
poralmente más momentáneo.

El “enamoramiento” es un sentimiento que implica una reacción intermedia entre el dinamismo


psíquico sensible y el dinamismo espiritual, ya que la inclinación o tendencia afectiva (deleite
de estar juntos o extrañarse cuando no lo están) surge al captar la inteligencia y la intimidad
personal de esa persona como buena y admirable. En otras palabras, el enamoramiento tiene
también un componente espiritual. Por eso, no puede vivirse flechado de la misma persona
por mucho tiempo, pero en cambio puede envejecerse enamorado de la misma persona. A
diferencia de la pasión emotiva del flechazo, la pasión sentimental del enamoramiento puede
durar siempre si se le cultiva con el amor benevolente o se entrega voluntaria de sí. 5

Es un fenómeno espontáneo, no voluntario. Una persona no decide en qué momento y en qué


lugar quiere enamorarse. ¡Es algo que simplemente le pasa! Ocurre una sintonía que genera
un sentimiento de agrado por las cualidades de la persona. El enamoramiento no percibe de-
fectos, solo ve lo positivo lo agradable.

El enamoramiento tiende a la idolatría del ser amado y, paradójicamente, aunque los pensa-
mientos estén fijados en el otro, los sentimientos se centran en el propio yo. Ortega, en sus
escritos, la identifica con el embotamiento.

Este nivel en el amor sexuado es típicamente humano, pero no puede aún hablarse de amor.

5 Cristian Conen. Claves para saber amar. Editorial Dunken. Buenos Aires 2012. Pág. 34

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2.4.3. Amor personal: dimensión racional espiritual.

El nivel del amor personal consiste en “la profundización del conocimiento racional de la inti-
midad de la persona, el cual se obtiene a través de la inteligencia y sus operaciones: la abs-
tracción, el juicio y el racionamiento. Abarca también el dinamismo tendencial racional de la
voluntad, que busca hacerle agradable la vida a la persona valorada y sacar lo objetivamente
mejor de ella a través de la entrega de sí en los pequeños y grandes aspectos de la conviven-
cia cotidiana.

A diferencia de los dinamismos físico y psíquico sensible, el dinamismo racional es proactivo.


Es algo que la persona origina o “hace que pase”. El esfuerzo, el sacrificio por la otra persona,
el querer lo que el otro quiera aun cuando no se desee, son operaciones del amor voluntario
llamado por los clásicos amor de benevolencia. En otras palabras, es el don de sí, la entrega
de sí “de alguien o yo personal” hacia el bien objetivo de la otra persona, que constituye la es-
tructura moral básica de la vida humana. Así como el dinamismo físico corpóreo genera placer
con la persona amada, y el dinamismo psíquico afectivo causa deleite, el dinamismo espiritual
a través de la acción del amor benevolente genera gozo en la persona que ama, y este gozo
tiene la capacidad de profundizar el placer físico y el deleite afectivo”. 6

El amor personal, como ya lo hemos expresado en varias oportunidades, no es un senti-


miento sino un acto de la voluntad. Es una decisión, y como tal, va más allá del enamora-
miento. Es la entrega libre y decidida de amar tal como es la persona por entero. No solo las
cualidades que enamoran, sino los defectos. Se ama por lo que es la persona y por lo que
puede llegar a ser. La atracción, el flechazo y el enamoramiento son dinamismos pasivos
que la persona no puede evitar, pero lo que sí puede decidir es qué hacer con esa atracción:
flechazo o enamoramiento.

2.5. Amor integrado.

El amor integrado es amar completamente, es decir, con todo lo que somos uniendo los dinamis-
mos físico, psíquico y espiritual. La madurez en el amor depende del gobierno de la inteligencia y la
voluntad sobre la atracción, las emociones y los sentimientos. Este dominio no significa represión
ni mutilación de la afectividad, sino que permite conducir la afectividad de manera inteligente, hacia
un fin que en este caso es el bien de la persona amada.

6 Cristian Conen. Claves para saber amar. Editorial Dunken. Buenos Aires 2012. Pág. 34

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2.6 Maduración del amor

La maduración del amor exige un proceso de integración, tal como vimos en el punto anterior: amar
con todo lo que somos y como somos. A esto le sumamos que todos los seres humanos están su-
jetos a la temporalidad; la vida humana existe en determinado tiempo y el amor también madura
con el tiempo. Las fases de maduración del amor en el tiempo son, entonces: encuentro, noviazgo,
comunión y comunidad.

Para el estudio de estas fases seguiremos las enseñanzas del Dr. Cristián Conen, profesor del Ins-
tituto de la Familia de la Universidad de La Sabana, y describiremos con sus palabras el proceso
dinámico de maduración del amor entre un hombre y una mujer.

“Así como la infancia no agota toda la posibilidad de vida humana de una persona, tampoco el amor,
en la fase de encuentro de una relación o en su período de noviazgo, agota toda la posibilidad de
maduración del amor entre varón y mujer; es decir, de su posibilidad de hacerse comunidad o ‘como
uno’ en sus intimidades personales sexuadas.

Siguiendo la misma analogía puede afirmarse que así como la continuidad de las características de
la vida de la infancia, o de la adolescencia, en la adultez sería una anomalía, también la continuidad
de las características del amor sexuado de la fase inicial del encuentro, o del noviazgo, una vez
casados constituye una irregularidad que es conveniente evitar en una relación.

La maduración personal en el amor sexuado, en la concreta historia amorosa de un hombre y una


mujer, requiere de un proceso gradual de aunarse o hacerse uno, el cual se da con el tiempo y con
las acciones personales de un amor recíproco voluntario. Ninguna historia amorosa nace madura.

2.6.1. Predisposición.

Para el comienzo de una historia amorosa, es importante, aunque no absolutamente necesa-


rio, que sus protagonistas estén predispuestos a enamorarse. Estar predispuesto es la actitud
de la persona referida en las siguientes palabras: “Yo no amo a nadie en concreto aún, pero
quiero amar a alguien y que me ame; quiero encontrar a ese alguien”. La predisposición pro-
voca un “descentramiento” de la persona (del alguien que cada uno es) y su traslado a los ex-
tremos externos de su persona corpórea: sus sentidos. La persona predispuesta está centrada
en sus sentidos de la vista y del oído, lo que los hace más atentos; y en su sentido del tacto, lo
que los hace hipersensible. Es por eso que la coincidencia de la mirada de dos predispuestos
en una cafetería repleta de gente puede hacer que todos se esfumen, y desde esa atención
especial percibirse ellos mismos como si estuvieran personalmente solos. O bien pueda hacer
que el roce de sus manos les provoque algo así como un golpe eléctrico.

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El comienzo de una historia amorosa es el encuentro de un hombre y una mujer habitualmente
predispuestos a enamorarse con sintonía física y psíquica sensible. Esto es posible porque
los predispuestos se reúnen en lugares especiales, se visten como predispuestos, se peinan
como predispuestos, escuchan música de predispuestos y tienen códigos de comunicación
comunes que explican esa conexión. Una persona no predispuesta a enamorarse es más
difícil que se enamore, ya que su actitud personal la mantendrá alejada de aquellos lugares y
códigos; aunque es posible que el flechazo o el enamoramiento sorprendan a alguien sin que
lo haya buscado”. 7

2.6.2 El encuentro.

Vimos en la unidad pasada cómo el ser humano es un ser de encuentro que se desarrolla y
madura en la interrelaciones con los demás. En la maduración del amor el encuentro es la
etapa inicial que emprende el camino al surgimiento del amor. En esta etapa hacen parte el
flechazo y el enamoramiento.

2.6.2.1. Flechazo.

El flechazo se origina producto de la atracción entre varón y mujer. Al sentirse flechado con
el encuentro, la persona pierde interés por fijarse en otra distinta. El dinamismo físico cor-
póreo de la atracción y la afectividad se concentran, y más aún se concretan en una sola
persona demandando exclusividad. Es en este momento cuando se suspende la predispo-
sición y comienzan a generarse emociones y sentimientos que producen un trastorno en
la atención como fruto del flechazo. La imaginación cobra un papel definitivo como sentido
interno, que hace parte del dinamismo psíquico sensible en la proyección de todo lo mejor
que pudiera tener o compartir con la persona. “La pasión emotiva del flechazo desaparece
rápido. Si no fuera así, la persona no podría encarar ninguna actividad que exija atención
porque esta, verdaderamente, se trastorna. Muchas personas confunden el amor sexuado
solo con el fenómeno del flechazo, y cuando sus signos desaparecen creen que se esfumó
el amor. Es importante aclarar que no toda historia amorosa comienza con un flechazo. Hay
procesos en los que el flechazo no existe y el enamoramiento surge de forma gradual al ir
conociendo la intimidad personal de la otra persona sexuada.

2.6.2.2. Enamoramiento.

“Enamorarse es encontrarse a sí mismo fuera de sí mismo (…) Es querer a alguien en ex-


clusividad, y pensar con ella y en ella para compartir el futuro”. Estas palabras de Enrique
Rojas nos adentran en el misterio del enamoramiento. Para desentrañar su esencia, este
mismo autor se refiere a tres notas esenciales:

7 Cristián Conen. Claves para saber amar. Editorial Dunken. Buenos Aires 2012. Pág. 34-36

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1. El enamorado no explica la vida sin el amado.

2. No se puede dejar por un momento de pensar en la persona amada. Se mantiene un


diálogo interior con ella de manera inconsciente.

3. El enamoramiento auténtico transforma y disuelve las heridas del pasado, las atenúa,
las cicatriza e ilumina el futuro.

Siguiendo con las enseñanzas del profesor Conen, donde se refiere que “al igual que el fe-
nómeno emotivo del flechazo, la persona no se enamora cuándo y cómo quiere con un acto
de la voluntad libre. A la persona la enamoran y, de pronto, sin premeditada programación,
se siente conmovido de un modo que no inventó u originó, se encuentra en-amor-dado.8 El
motivo de esa conmoción es la admiración que provoca el encuentro con la intimidad perso-
nal encarnada en aquella cara, en esa voz y en esa figura corpórea. Si bien en el origen del
enamoramiento, como en el del flechazo, hay pasividad de la persona, en este caso no solo
tiene protagonismo el dinamismo físico y psíquico afectivo (lo que captaron los sentidos y
proyectó la imaginación), sino también el dinamismo racional (lo que conoce la inteligencia)”.

El fenómeno del enamoramiento provoca una fuerte invitación a la persona que “padece”
ese sentimiento. Se trata de unos impulsos o tendencias muy placenteros que pueden de-
nominarse “dinámica del enamoramiento”. 9

2.6.2.3. Dinámica del enamoramiento.

Estar juntos.

La primera es el impulso a “estar juntos” lo más cerca posible en el tiempo y el espacio.


Anhelando sentir intimidad mediante los sentidos según múltiples formas de expresión (el
beso, el abrazo, las caricias); o al revés, sufriendo con dolor cualquier separación. La invita-
ción a la persona que manifiesta este impulso es la unión con la persona amada. 10

Estar solo juntos.

La segunda es el impulso a “estar solo juntos”, de manera que se sufre cualquier posibili-
dad de que la persona que se ama pueda tener esa misma relación íntima con una tercera
persona, como también que alguien interfiera o intervenga desde dentro, como otro íntimo,
dirigiendo la relación. La invitación a la persona que manifiesta este impulso es la unión con
la persona amada. 11

8 Cita Cristian Conen. Claves para saber amar. Editorial Dunken. Buenos Aires 2012. Pág. 40
9 Cita Cristian Conen. Claves para saber amar. Editorial Dunken. Buenos Aires 2012. Pág. 41
10 Cita Cristian Conen. Claves para saber amar. Editorial Dunken. Buenos Aires 2012. Pág. 41
11 Cita Cristian Conen. Claves para saber amar. Editorial Dunken. Buenos Aires 2012. Pág. 41

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Estar siempre juntos.

La tercera es el impulso a “estar siempre juntos”, a que no pase nunca lo que están viviendo.
Los enamorados quisieran eternizar el momento actual en un instante mágico que durase
siempre, que jamás pasara. La invitación a la persona que manifiesta este impulso es la
unión de toda la vida con la persona amada. 12

Estar juntos dando lo mejor de sí.

La cuarta dinámica es el impulso a “estar juntos dando lo mejor de sí”. Los enamorados bus-
can en mil detalles ser el mejor regalo para el otro mostrando lo mejor de sí mismos. La invita-
ción a la persona que manifiesta este impulso es la unión en orden al bien objetivo del otro. 13

Recrear todo juntos.

La quinta dinámica es el impulso a “recrear todo juntos”. Los enamorados perciben un impul-
so vital que tiende a hacer nuevas las cosas o situaciones que se relacionan con su historia.
El banco de la plaza, la canción o el árbol donde comenzó su historia tiene relación con algo
importante de la misma, adquiere para ellos una vida distinta que para el resto de las perso-
nas (este sentido, puede hablarse de una tendencia o una invitación a la fecundidad), y se
convierte en “nuestro banco”, “nuestra canción” y “nuestro árbol”. La invitación a la persona
que manifiesta este impulso es la unión fecunda, cuya máxima expresión será la paternidad
y la maternidad. 14

El profesor Conen concluye que “a partir del primer encuentro de las intimidades personales
que motivó el enamoramiento, la persona se invita a un tipo de unión exclusiva, permanen-
te, generosa y fecunda. La respuesta ‘prudente’ de cada enamorado a esa invitación hace
indispensable un conocimiento personal recíproco más profundo y un entendimiento en las
diversidades naturales del sexo, la caracterología, la educación, los sueños y las inclinacio-
nes profesionales.

Conviene aclarar que el paso a un grado mayor de amor no significa la pérdida del grado
inferior, sino su integración en el grado superior. En otras palabras, la maduración que la
persona ha vivido es un avance de plenitud de amor, derivado de la integración de su amor
predominantemente físico y afectivo con un progresivo protagonismo activo de la persona,
lo que permitirá aquel conocimiento personal más profundo y el entendimiento en la diversi-
dad que será característico de la fase del noviazgo”. 15

12 Cita Cristian Conen. Claves para saber amar. Editorial Dunken. Buenos Aires 2012. Pág. 41
13 Cita Cristian Conen. Claves para saber amar. Editorial Dunken. Buenos Aires 2012. Pág. 41
14 Cristian Conen. El amor en tu camino de vida. Editorial Dunken. 3 Edición. Buenos Aires 2013. Pág. 51
15 Cristian Conen. El amor en tu camino de vida. Editorial Dunken. 3 Edición. Buenos Aires 2013. Pág. 42

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Las etapas de maduración (comunión y comunidad) serán tratadas someramente como si-
gue, porque serán tema de análisis en los puntos posteriores del presente modulo.

2.6.3. Noviazgo.

En palabras del profesor Conen, “el noviazgo es una etapa natural y necesaria en el proceso
de maduración del amor entre un hombre y una mujer, lo cual les permite poder conocerse
y entenderse, superando la idealización del otro, que es fruto del flechazo inicial y de la pro-
yección en ella o él de las propias expectativas y deseos con independencia de su posibilidad
concreta de satisfacerlos”.

2.6.4 Comunión.

Las tendencias de la dinámica del enamoramiento, que fueron vistas anteriormente, invitan
finalmente a formar una comunión de amor entre varón y mujer. Esta invitación se concreta
mediante la unión matrimonial.

2.6.5. Comunidad.

La familia es llamada comunidad de personas que viven recíprocamente entregados a promo-


ver el bien objetivo del otro. 16

2.7. Noviazgo.

“El noviazgo en una etapa fundamental para conocer realmente a la persona de la cual se ha
enamorado, superando la idealización propia de la fase inicial de encuentro de la relación y del
fenómeno emotivo del flechazo” 17. Enamorarse de alguien no alcanza para poder decidir respon-
sablemente si se quiere compartir la vida con esa persona. Es necesario vivir un tiempo de trato y
conocimiento real recíproco para evaluar si será difícil, imposible, posible o muy posible compartir
un proyecto de vida con esa persona”. 18 En este punto vale la pena diferenciar qué es y qué no es
el noviazgo.

2.7.1. Sentido del noviazgo.

“El sentido del noviazgo es también verificar la existencia o inexistencia entre los novios del
entendimiento básico para compartir un proyecto común de vida. El acuerdo o desacuerdo en
los temas fundamentales de la vida en común servirá para visualizar si será posible o, por el
contrario, si será muy complicado o imposible vivir solo y siempre con la misma persona de la
que se ha enamorado.

16 Cristian Conen. Claves para saber amar. Editorial Dunken. Buenos Aires 2012. Pág. 91
17 Cristian Conen. Claves para saber amar. Editorial Dunken. Buenos Aires 2012. Pág. 44
18 Cristian Conen. El amor en tu camino de vida. Editorial Dunken. 3 Edición. Buenos Aires 2013. Pág. 51

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2.7.2. Es una etapa de conocimiento.

Cuando nos referimos al ‘noviazgo’ como una etapa de conocimiento previa al matrimonio, me-
jor aún, a un posible matrimonio, no nos referimos a cualquier relación en cualquier edad. En
algunas ocasiones, esta etapa podría desdibujarse y confundirse con simples enamoramien-
tos, amistades ocasionales o encuentros episódicos de vacaciones. Cuando decimos que es
una etapa de conocimiento es porque ya el varón y la mujer están dispuestos también a obrar
con autonomía en temas que van a comprometer sustancialmente su futuro.

Esta etapa de conocimiento, con la ayuda de la inteligencia y la voluntad, permite plantearse el


posible proyecto de vida. Temas para comunicarse y conocerse hay muchos. Son, por ejemplo,
aquellos temas de la vida como el valor de la persona, el concepto que se tiene de masculinidad
o feminidad, la importancia de los hijos, los principios, la interpretación a los fenómenos sociales
o económicos, la administración del dinero, la educación, la libertad, el amor, la familia política,
los valores referentes a la sexualidad, a la vida, a la muerte. En el libro “La comunicación en
el noviazgo”, Gerardo Castillo dice, palabras más, palabras menos, que si un matrimonio es
cincuenta años de conversación, un noviazgo no puede ser una época de mutismo sino una
preparación o un entrenamiento para la futura vida de diálogo. Esto no significa que no haya
esparcimiento, espontaneidad o naturalidad, pero sería insensato que ante un compromiso tan
importante en la vida, este se asumiera de una forma simplista e intrascendente.

2.7.3. Es una etapa de preparación para el matrimonio.

El noviazgo es una etapa de preparación al matrimonio, donde los novios se van formando
en hábitos que les permitan tener una relación cimentada en las virtudes cardinales: pruden-
cia, justicia, fortaleza, templanza y las virtudes derivadas. Es un camino donde se aprende
a pensar la forma no solo de conseguir ser feliz, sino hacer feliz a la otra persona. “Cuantos
más valores incorporen los novios en forma de hábitos o virtudes a sus personalidades, más
posibilidad de armonía y de felicidad existirá en su relación. La plenitud posible de amor entre
ellos, el llegar a ser comunión amorosa, depende en gran medida de esto”. 19

2.7.4. Compromete a los novios a la comprensión de una futura decisión matrimonial, y


no solamente obligada por el trato y el tiempo que esta relación dure.

Es conocido el refrán según el cual “el amor no quita conocimiento”. Si entendemos por cono-
cimiento ese afán por comprender mejor el sentido de la propia vida, los hombres y las mujeres
en edad de casarse no desestimarían que es mucho más importante el bien del matrimonio
que la alucinación producida por los sentimientos irreflexivos de la juvenil pasión. En este
sentido, el verdadero compromiso en el noviazgo está en prepararse para tomar una decisión:
continuar la relación para casarse en un tiempo previsto, o desistir, con la misma decisión, si lo
previsto fuera no casarse con esa persona. Esta opción es madura y genuina.

19 Cristian Conen. Claves para saber amar. Editorial Dunken. Buenos Aires 2012. Pág. 44.

10
Casarse por el solo hecho de existir un largo tiempo de noviazgo sería una ligera determi-
nación que se evidencia en las múltiples crisis matrimoniales que se presentan, porque se
descubre que durante la etapa de noviazgo predominó la rutina, la comunicación en un plano
externo y superficial, o solamente la atención a preocupaciones inmediatas, sin verdaderos
proyectos sobre el matrimonio y la familia. Es cierto que el tiempo de relación puede contribuir
a un mejor conocimiento, pero esto no necesariamente es válido si no ha existido una relación
de noviazgo proyectada a un matrimonio, sino simplemente a una amistad, a una empatía
ideológica o de cualquier índole similar.

2.7.5. No es un matrimonio a prueba.

Quizá una de las deformaciones en que ha caído el noviazgo contemporáneo es el asimilarlo


como una relación marital sin pacto conyugal, en donde todas las conductas que pertenecen
al ámbito de la vida matrimonial se viven parcialmente en el noviazgo. Algunos consideran que
el conocerse para casarse exige, sobre todo, un conocimiento íntimo sexual, condicionándose
el noviazgo a una “imitación” de matrimonio que algunos no han dudado en llamar ‘matrimonio
a prueba’. Desde esta perspectiva, se lo equipara a otras costumbres que se pueden dar en
la vida contractual o comercial, pero que, indiscutiblemente, contradice los principios de la
dignidad humana, la cual no puede ser sometida a una política de completa satisfacción o la
devolución de su dinero.

Si el conocimiento del noviazgo radicara fundamentalmente en lo sexual o pasional, podría


decirse que la garantía de la estabilidad matrimonial se basaría en la intensidad de estas
experiencias. Sin embargo, es de fácil comprobación que en las numerosas crisis matrimo-
niales que se dan en nuestra época, el hecho de que estas experiencias se hayan vivido en
el noviazgo, en absoluto garantiza la futura felicidad matrimonial; por el contrario, en muchos
matrimonios la estabilidad y la felicidad están cimentadas en una relación de noviazgo donde
no se han confundido los límites entre esta y el matrimonio.

2.7.6. No implica vínculo jurídico.

A pesar de que el noviazgo no constituye un vínculo jurídico, se deben aplicar, sin excepción,
las virtudes de lealtad, sinceridad, respeto y tolerancia al otro, pero deformaría el concepto
de noviazgo el que se esgrimiera una obligación del uno hacia el otro, como fruto de un
vínculo pre-celebrado. Esto permite a los novios la posibilidad de deshacerlo, suspendiendo
esa relación de amistad cuando realmente se aprecia que es inconveniente para lograr un
matrimonio verdadero.

Es verdad que se presentan casos en donde el uno o el otro pueden manipular algunas conduc-
tas argumentando que un amor genuino se prueba con la entrega en todos los ámbitos de la re-
lación. Este chantaje, que no es extraño, suele ser superado cuando existe en los novios una ca-
pacidad de reflexión, así como también cuando el punto de referencia es el bien del matrimonio.

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2.8. Elección de pareja.

En la elección de pareja muchas veces se cometen errores debido a que solamente se toman en
cuenta los dinamismos físico, corpóreo-psíquico y sensible y no interviene el dinamismo racional
espiritual. Para tomar la determinación de casarse no basta con el flechazo o el enamoramiento,
es necesario, por medio de la racionalidad, evaluar si es viable un proyecto de vida con la persona
de la cual se está enamorado. “Es necesario la afectividad inteligente o la inteligencia afectiva”. 20

“La mutua atracción es indispensable, pero con gustarse solo no basta. Siendo el matrimonio una
forma singular de amistad, ambos tendrán que comprobar que pueden llegar a ser amigos en-
trañables. Esta posibilidad de llegar a ser amigos entrañables exige que cada uno descubra el
mundo interior del otro. Para ello, es necesario tiempo prudente y trato para conocerse. En esta
posibilidad de ser los mejores amigos es donde se debe centrar la elección. El noviazgo es la
oportunidad de elegir bien”. 21

“No basta con ‘sentir amor’ por alguien, es necesario ‘conocer a la


persona amada’, ‘decidir amarla’ y ‘amarla con actos de entrega de sí
mismo’, en orden al bien objetivo de la persona” 22

Cristian Conen

20 Cristian Conen. Claves para saber amar. Editorial Dunken. Buenos Aires 2012. Pág. 36
21 Ramón Montalat. Los novios. Los misterios de la afectividad. Hacer familia. 5 Edición. Madrid. 2001. Pág. 108
22 Cristian Conen. Claves para saber amar. Editorial Dunken. Buenos Aires 2012. Pág. 21

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