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Poder Judicial de la Nación

CAMARA NACIONAL DE APELACIONES EN LO CRIMINAL Y CORRECCIONAL - SALA 7


CCC 45132/2009/27/CA6 –
“Z., V. R.”. Nulidad. Sustracción de menor. JCC n°21

///nos Aires, 5 de noviembre de 2020.


Y VISTOS:
La defensa de V. R. Z. y L. A. B. recurrió la decisión por la cual
se rechazó la nulidad formulada y se le impusieron las costas procesales.
Incorporado el memorial respectivo al Sistema de Gestión
Judicial Lex 100, el Tribunal se encuentra en condiciones de resolver.
Entre sus argumentos, el incidentista planteó, de un lado, que
todo lo actuado “a partir de la vista del art. 346 CPP a los acusadores,
deviene nulo, en tanto se le dio ejecutoriedad a una sentencia que está
suspendida por ministerio de la ley”. Ello porque -según alega-, conforme a
lo previsto en el artículo 11, in fine, de la ley 24.050 que regula el recurso
de inaplicabilidad de ley, la sentencia quedará suspendida en su ejecución
a partir de su interposición, extremo que implica que lo resuelto en esa
sentencia recurrida no puede cumplir sus efectos hasta tanto se resuelva
sobre la procedencia del recurso.
Por consiguiente -sostuvo el recurrente-, lo decidido por la
Cámara Nacional de Casación en lo Criminal y Correccional en estas
actuaciones no tiene virtualidad para suspender los efectos del
sobreseimiento dictado por esta Sala en su anterior intervención, en la
medida en que esa parte formuló el recurso de inaplicabilidad de la ley
contra la decisión del tribunal ad quem.
Entendió que “se pretende elevar a juicio a personas que
dentro del proceso aún se encuentran sobreseídas”, situación incompatible
con la doctrina emanada del “célebre plenario ‘Blanc’ de la Cámara
[actualmente Federal] de Casación Penal [en el que] se dejó en claro que
para proceder a elevar a juicio a un imputado, primero se requiere contar
con un auto de procesamiento” y en el caso “la sentencia que anula el
sobreseimiento de mis defendidos no se encuentra operativa (por estar
suspendida), por ende, el sobreseimiento sigue vigente”.
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Por otro lado, en torno a las nulidades relacionadas con los


requerimientos de elevación a juicio formulados por ambos acusadores,
cuestionó la fundamentación del auto recurrido en tanto no se refutaron
los argumentos vinculados a que “ninguna de las acusaciones precisó
cuándo, dónde y cómo el ilícito tuvo su comienzo de ejecución, ni tampoco
cuándo se consumó, y mucho menos cuándo habría dejado de cometerse”,
además de que contienen una “innumerable cantidad de contradicciones…
fruto de querer forzar el relato presentado ante la Corte Interamericana de
Derechos Humanos por sobre la evidencia probatoria acumulada”.
II. En torno al liminar planteo del recurrente, cabe puntualizar
que el art. 5 de la ley 26.371 (B.O. 30-5-2008) agregó el art. 11 bis a la ley
24.050, alusiva a la Competencia Penal del Poder Judicial de la Nación, y
otorgó a la Cámara Nacional de Casación en lo Criminal y Correccional “las
atribuciones regladas por los artículos 10 y 11 de la presente ley”, que
contemplaban la posibilidad de la Cámara Federal de Casación Penal de
formular doctrinas plenarias y reglaban el procedimiento aplicable.
Según lo establecido en el art. 11 -al que remite entonces el
art. 11 bis de la ley 24.050-, “También darán lugar a la reunión de la
Cámara de Casación en pleno las sentencias que contradigan otra anterior
de la misma Cámara, cuando el precedente haya sido expresamente
invocado por el recurrente antes de la sentencia definitiva de ese Tribunal.
La impugnación tendiente a la convocatoria del Tribunal en Pleno deberá
ser interpuesta y fundada dentro de los CINCO (5) días, ante la Sala
interviniente. La Cámara establecerá la doctrina aplicable y si la del fallo
impugnado no se ajustare a aquélla, lo declarará nulo y dictará sentencia
acorde con la doctrina establecida. Hasta tanto la Cámara resuelva sobre
la procedencia o no de la impugnación, la sentencia quedará suspendida en
su ejecución”.
De su lectura no puede interpretarse -como se pretende- que
la suspensión de la ejecución de la sentencia ocurra desde la mera
interposición del recurso, pues el giro “hasta tanto la Cámara resuelva
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sobre la procedencia o no de la impugnación” apunta a que la sentencia


quedará suspendida una vez superado el pertinente examen de
admisibilidad.
Al respecto, se comparte la tesis ensayada por la querella en
torno a que tal interpretación resulta acorde a lo estipulado en el artículo
11 del Reglamento de la Cámara Nacional de Casación en lo Criminal y
Correccional, que establece que “Cuando se promueva un
pronunciamiento plenario por iniciativa de al menos cuatro jueces de la
Cámara, o por vía de recurso, la Presidencia convocará a acuerdo plenario
para decidir sobre su admisibilidad. Si fuere admitido, el Tribunal definirá el
o los temas objeto del plenario y según el caso podrá convocar
directamente al acuerdo para la deliberación y decisión del pleno sobre el
fondo o llamar de modo previo a una audiencia pública…Cuando el
pronunciamiento hubiere sido promovido por recurso, según el artículo 11
de la ley 24.050, admitida la convocatoria plenaria, si la naturaleza del
caso así lo aconsejare, en el mismo acto el Tribunal llamará a una
audiencia pública previa a la deliberación sobre el fondo, emplazando a las
partes a presentar sus observaciones en forma oral”, de lo que se
desprende que la procedencia de la impugnación se discute a partir de la
convocatoria plenaria, que en el caso no ha tenido lugar aún.
En torno al aludido examen de admisibilidad, el propio
tribunal ad quem ha sostenido que “el art. 11 de la ley 24.050 no habilita
de modo general a obtener una decisión plenaria que revise las sentencias
de una Sala de esta Cámara; su objeto es proveer de un remedio
excepcional de impugnación en los casos en que la sentencia de la que el
interesado se agravia, contradiga otra anterior de la misma Cámara, cuya
admisibilidad está condicionada: a) a que la contradicción se refiera a la
doctrina jurídica sentada en las respectivas sentencias, b) a que el
precedente hubiese sido invocado expresamente antes de la sentencia
definitiva de la Sala que interviene; y c) a que se satisfagan los requisitos
formales de interposición” (CNCCC en pleno, causa n° 30.037/08,
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“Matarasso, Néstor Pablo s/recurso de inaplicabilidad de ley”, resuelta el 5


de abril de 2017).
Como puede verse, es claro que el recurso de inaplicabilidad
de ley reviste características excepcionales -la praxis judicial también lo
revela- y que dable es evitar cualquier entendimiento que lleve a concluir
en que su mera deducción suspende los efectos de una resolución. Ello,
con mayor razón en la etapa investigativa, donde se han previsto
disposiciones reglamentarias del plazo razonable del proceso (art. 207 del
Código Procesal Penal) y particularmente a partir de lo resuelto por la
Corte Interamericana de Derechos Humanos en el caso, en torno a la
necesidad de establecer las respectivas responsabilidades “dentro de un
plazo razonable” (parágrafo 172). Piénsese, además, el supuesto de una
causa con personas detenidas, en función del tiempo que podría insumir la
tramitación respectiva del recurso aludido, máxime si se repara en que no
se trata de una sentencia definitiva.
Consecuentemente y más allá de que se encuentra
específicamente contemplada la suspensión de la ejecución de la sentencia
en el artículo 11 bis de la ley 24.050, a partir de su remisión al art. 11, el
alcance de la paralización de las actuaciones debe formularse de modo
restrictivo, inteligencia que resulta compatible con lo estipulado en el
artículo 353, segundo párrafo, del Código Procesal Penal -en torno a que la
existencia de recursos pendientes de resolución ante la Cámara Federal de
Casación Penal, la Cámara Nacional de Casación en lo Criminal y
Correccional de la Capital Federal o la Corte Suprema de Justicia de la
Nación “en ningún caso impedirá la elevación a juicio de las actuaciones, y
sólo podrá obstar a la fijación de la audiencia prevista por el artículo
359…”-, de cuya propia letra emana el espíritu que guía la celeridad y
continuidad de los procedimientos, dispositivo que, por lo demás, fue
incorporado al catálogo procesal con posterioridad a la sanción de la ley
24.050, mediante la ley 26.373, a la sazón, integrante ésta última de un
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paquete de leyes que también conformó la mentada ley de reforma 26.371


y que se publicaron el mismo día.
Por fuera de lo puntualizado, válido es evocar el sistema
normativo que rige en el ámbito nacional y federal, puesto que el dictado
de las sentencias plenarias también se prevé en el Código Procesal Civil y
Comercial de la Nación, al que la ley 27.500 (B.O. 10-1-2019) le ha
introducido reformas.
Así, el recurso de inaplicabilidad de ley procede contra
sentencias definitivas (arts. 288 y 289); del escrito se da traslado a la
contraparte y luego de su contestación o silencio el presidente de la sala
que pronunció el fallo remite el proceso a la sala que le sigue en orden de
turno, tribunal que “determinará si concurren los requisitos de
admisibilidad, si existe contradicción y si las alegaciones que se refieren a
la procedencia del recurso son suficientemente fundadas. Si lo declarare
inadmisible o insuficiente, devolverá el expediente a la sala de origen; si lo
estimare admisible concederá el recurso en efecto suspensivo y remitirá los
autos al presidente del tribunal” (art. 293). De ello se sigue,
concordantemente con la interpretación que cabe formular respecto de
igual recurso en la sede penal, que la suspensión sólo procede luego de
haberse emitido un juicio formal de admisibilidad.
Finalmente, debe descartarse el argumento vinculado con la
doctrina emergente del fallo plenario “Blanc” (de la por entonces Cámara
Nacional de Casación Penal, “Blanc, María Virginia s/recurso de
inaplicabilidad de ley”, del 11 de junio de 2009), en la medida en que en
la causa se ha dispuesto el procesamiento de los imputados, cuya vigencia
no cabe discutir a partir de la anulación de su revocación por parte de la
Cámara Nacional de Casación en lo Criminal y Correccional, y de lo
expuesto en los párrafos precedentes, en torno a la validez de la
prosecución del proceso a la siguiente etapa.
III. En derredor de la nulidad formulada en torno a los
requerimientos de elevación a juicio presentados por la querella y el fiscal,
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entiende el Tribunal que los cuestionamientos del recurrente se vinculan


más con su desacuerdo que con supuestas irregularidades contenidas en
esas piezas.
En efecto, las cuestiones relacionadas con el desarrollo de los
hechos, la concreta participación de cada uno de los imputados en una
maniobra que se estimó global y la adecuación de esas conductas a la
figura típica del artículo 146 del Código Penal, exceden al planteo por el
que se pretende fulminar de nulidad a los requerimientos de elevación a
juicio, siempre que en éstos se han respetado los requisitos legalmente
exigidos.
En concreto, de sendas requisitorias surge una adecuada
descripción de los sucesos investigados, así como el rol de cada uno de los
imputados, la calificación legal y los motivos que sustentan la petición.
Puntualmente, la pieza presentada por el Ministerio Público
Fiscal contiene apartados que versan sobre los datos personales de los
imputados; los hechos; la calificación legal; la motivación del
requerimiento, que incluyó acápites vinculados con la prueba y la
evaluación final -que contiene el análisis de la responsabilidad de cada uno
de los imputados y sus descargos-, y el petitorio.
Por su parte, el requerimiento de elevación a juicio formulado
por la querella abarca los datos personales de los imputados, “la relación
de los hechos y exposición de motivos”, la calificación legal y el petitorio.
Aun cuando se haya prescindido de un análisis diferenciado en torno a los
sucesos y los motivos, lo cierto es que surgen las razones que sustentan la
requisitoria, que -por lo demás- deben ser “sucintas” -art. 347, in fine, del
Código Procesal Penal-.
Cabe adicionar que la nulidad con base en la disposición del
art. 11 bis de la ley 24.050 como aquella tratada en el apartado anterior
debe superar -lo que no ha ocurrido- la interpretación restrictiva que cabe
formular en materia de invalidez, según lo previsto en los arts. 2 y 166 del
Código Procesal Penal.
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IV. Finalmente, en torno a la imposición de costas, en la


medida en que no se aprecian circunstancias que permitan apartarse del
principio general de la derrota, habrán de mantenerse a cargo del
recurrente, criterio que cabe extender a las correspondientes al trámite de
alzada.
En consecuencia, el Tribunal RESUELVE:
CONFIRMAR, con costas de alzada, el auto apelado, en cuanto
fuera materia de recurso.
Notifíquese y efectúese el pase electrónico al juzgado de
origen, sirviendo la presente de atenta nota de envío.
El juez Mariano A. Scotto no suscribe por haberse aceptado su
inhibición y el juez Ricardo Matías Pinto no interviene de conformidad con
lo previsto en el art. 24 bis, in fine, del Código Procesal Penal.

Juan Esteban Cicciaro Mauro A. Divito

Ante mí: María Verónica Franco

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