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El Conejo de Peluche

Margery Williams

1922

Exportado de Wikisource el 6 de noviembre de 2020

1
El
Conejo de
Peluche
O cómo los
juguetes se
hacen realidad

Por
Margery
Williams

Con Ilustraciones de
William Nicholson

2
HEINEMANN
Londres 1922

3
Para Francesco Bianco

de

El Conejo de Peluche

4
Lista de Ilustraciones
PÁGINA OPUESTA

Mañana de Navidad 1
Caballo de Tela cuenta su historia 3
Tiempo de primavera 6
Dias de Verano 9
Tiempos de ansiedad 12
El Hada de las Flores 16
¡Al fin! ¡Al Fin! 19

5
El

Conejo de
Peluche
O CÓMO JUGUETES SE HACEN
REALES

H ABÍA una vez un conejo de


peluche, y al principio era La mañana de Navidad

realmente espléndido. Era gordo y rechoncho, como debe


ser un conejo; su pelaje tenía manchas marrones y blances,
tenía bigotes reales y sus orejas estaban revestidas de satín
rosado. Una mañana de Navidad, cuando se sentó erguido
en la parte superior de la bota de navidad del niño con un
ramillete de acebo entre las patas, el efecto era encantador.

Había otras cosas en la bota, nueces y naranjas y un camión


de juguete y almendras de chocolate y un ratón mecánico,
pero el conejo era por mucho el mejor de todos. Durante al
menos dos horas al niño le encantó, a continuación, tías y
tíos llegaron a cenar, y hubo un gran murmullo de papel de
seda y apertura de regalos, y con la emoción de ver todos
los nuevos regalos el conejo de peluche fue olvidado.

6
Durante mucho tiempo vivió en el armario de juguetes o en
el piso del cuarto del niño, y nadie pensó en él. Era
naturalmente tímido, y como sólo estaba hecho de peluche,
algunos de los juguetes más caros lo despreciaban mucho.
Los juguetes mecánicos eran muy superiores y
menospreciaban a todos los demás; estaban llenos de ideas
modernas y fingían ser reales. El modelo de barco, que
había vivido dos temporadas y había perdido la mayor parte
de su pintura, entendió su estilo y nunca perdía una
oportunidad de referirse a su timbre en términos técnicos.
El conejo no podía reclamar ser un modelo de nada, pues no
sabía que existieran conejos reales; pensaba que eran todos
rellenos de aserrín como él y él sabía que el aserrín era
bastante obsoleto y nunca debía ser mencionado en círculos
modernos. Incluso Timoteo, el León de madera, que había
sido hecho por soldados discapacitados y debería haber
tenido puntos de vista más amplios, se vanagloriaba y fingía
estar relacionado con el Gobierno. Entre todos ellos el
pobre conejo se veía a sí mismo muy insignificante y banal
y la única persona que fue amable con él fue el Caballo de
Cuero.

El
Cabal
lo de
Cuer
o
había
vivid
7
o ya
en el
cuart
o de
niños
más
que
cualq
uiera
de los
otros.
Era
tan
Caballo de Tela cuenta su historia
viejo
que su saco marrón estaba sin pelo en algunas partes
mostrando la tela debajo y la mayoría de los pelos de su
cola se los habían quitado para hacer cadenas de collares.
Era sabio, porque había visto una larga sucesión de juguetes
mecánicos llegar a presumir y fanfarronear y romper sus
resortes principales y morir, y él sabía sólo eran juguetes y
nunca se convertirían en ninguna otra cosa. Porque la magia
de los cuartos de niños es muy extraña y maravillosa, y sólo
esos juguetes que son viejos y sabios y experimentados
como el Caballo de Cuero entienden todo esto.

"¿Qué es REAL?" preguntó el conejo un día, cuando


estaban acostados uno junto al otro cerca de lo orilla del
cuarto, antes de que Nana llegara a limpiar el cuarto.

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"¿Significa tener dentro cosas que zumban y un asa
extraíble?"

"Real no es cómo estas hecho" dijo el Caballo de Cuero. Es


algo que te ocurre. Cuando un niño te ama por mucho
tiempo, no solo para jugar, sino que REALMENTE te ama,
entonces te haces REAL."

"¿Y eso duele?" preguntó el conejo.

"A veces," dijo el Caballo de Cuero, porque él era siempre


sincero. "Cuando eres Real no te importa hacerte daño."

"¿Ocurre todo a la vez, como dar cuerda," preguntó, "o


poco a poco?"

"No sucede todo a la vez," dijo el Caballo de Cuero. "Te


conviertes. Tarda mucho tiempo. Es por eso que no les
suele pasar a las personas débiles, o que tienen bordes
afilados, o que deben tenerse con mucho cuidado.
Generalmente, para cuando eres Real, has perdido la mayor
parte del cabello de tanto amor, y tus ojos cuelgan, y las
articulaciones se te han aflojado, y estás muy gastado. Pero
estas cosas no importan en absoluto, porque una vez que
eres Real no puedes ser feo, excepto para la gente que no
entiende."

"Supongo que eres Real?" dijo el conejo. Y entonces deseó


no haberlo dicho, pues pensó que el Caballo de Cuero
podría ser sensible. Pero el Caballo de Cuero sólo sonrió.
9
"El tío del niño me hizo Real," dijo. "Fue hace muchos
años; pero una vez que eres Real que no puedes ser irreal de
nuevo. Dura para siempre."

El conejo suspiró. Pensó que pasaría mucho tiempo antes de


que esta magia llamada Real le ocurriera a él. Anhelaba
convertirse en Real, saber

lo que se sentía; y sin embargo la idea de crecer gastado y


perder sus ojos y bigotes era más bien triste. Él deseaba
poder serlo sin que le pasaran estas cosas incómodas a él.

Había una persona llamada Nana que controlaba el cuarto.


A veces no notaba los juguetes tirados por el cuarto, y a
veces, sin ningún motivo, ella pasaba como un gran viento
y los echaba en cajas. Ella llamaba a esto "ordenar", y todos
los juguetes lo odiaban, especialmente los de lata. Al conejo
no le importaba tanto, porque donde lo arrojaran, siempre
aterrizaba suavemente.

Una tarde, cuando el niño iba a la cama, no pudo encontrar


su perro de porcelana que siempre dormía con él. Nana
tenía prisa, y era demasiada molestia cazar perros de
porcelana antes de dormir, así que simplemente buscó
alrededor, y viendo que el armario de juguetes estaba
abierto, se acercó rápidamente.

"Aquí," dijo, "¡toma tu viejo Conejo! ¡El dormirá contigo!"


Y tomó al conejo de una oreja y lo puso en los brazos del

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chico.

Esa noche y por muchas noches después, el Conejo de


Peluche durmió en la cama del niño. Al principio era
bastante incómodo, porque el niño lo abrazaba apretando
mucho y a veces rodaba sobre él, y a veces lo empujaba
tanto bajo la almohada que el Conejo apenas podía respirar.
Y también extrañaba las largas horas de luz de luna en el
cuarto, cuando la casa estaba silenciosa y sus
conversaciones con Caballo de Cuero. Pero muy pronto se
acostumbró, porque el niño solía hablar con él y le hacía
túneles geniales bajo las sabanas que dijo eran como las
madrigueras en las que viven los conejos reales. Y tenían
juegos espléndidos juntos, en susurros, cuando Nana se iba
a cenar y dejaba una luz prendida sobre el mantel. Y cuando
el niño dormía, el conejo se acurrucaba bajo su tibio mentón
pequeño y soñaba, con las manos del niño cerradas sobre él
toda la noche.

Y así pasaba el tiempo, y el Conejito era muy feliz—tan


feliz que nunca notó cómo su hermoso pelaje de peluche se
gastaba más y más y su rabo se descosía, y el color rosado
de su nariz desaparecía donde el niño lo había besado.

Llegó la primavera, y pasaban largos días en el

jardín, ya que a donde iba el


Niño también iba el Conejo.
Paseaban en la carretilla y

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tenían días de campo en el
césped, y hermosas cabañas de
cuento construídas para él bajo
plantas de frambuesas detrás de
las flores. Y una vez, cuando el
Niño fue llamado de repente
para salir a tomar té, el Conejo
quedó en el césped hasta
mucho tiempo después de
anochecer, y Nana tuvo que ir y
buscarlo con una vela porque el
Niño no podía dormir a menos
Tiempo de primavera que él estuviera allí. Estaba
empapado por el rocío y lleno
de tierra por las madrigueras que el chico había hecho para
él en la cama de flores, y Nana murmuraba mientras lo
secaba con una esquina de su delantal.

"Debes tener tu viejo Conejo!" dijo. "¡Imagínate, todo esto


por un juguete!"

El Niño se sentó en la cama y extendió sus manos.

"¡Dame mi Conejo!" dijo. "No debes decir eso. No es un


juguete. ¡Es REAL!"

Cuando el Conejito oyó eso fue feliz, porque sabía que lo


que había dicho Caballo de Cuero era verdad al fin. La

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magia del cuarto de niños le había ocurrido a él, y ya no era
un juguete. Era Real. El Niño mismo lo había dicho.

Esa noche el estaba muy feliz como para dormir y tanto


amor movió su corazoncito de aserrín tanto que casi estalla.
Y en sus ojos de botón de bota, que hacía tiempo habían
perdido su pulido, llegó una mirada de sabiduría y belleza,
por lo que incluso Nana lo notó la mañana siguiente cuando
lo recogió y dijo, "¡Declaro que este viejo Conejo tiene una
expresión de conocimiento!"

¡Ese fue un verano maravilloso!

Cerca de la casa donde vivían había un bosque, y en las


largas noches de Junio el Niño le gustaba ir allí después del
té para jugar. Llevó al Conejo de Peluche con él, y antes de
deambular a recoger flores, o jugar a los bandoleros entre
los árboles, siempre le hizo el conejo un pequeño nido en
algún lugar entre los helechos, donde estaría muy acogedor,
porque él era un niño bondadoso y le gustaba que el conejo
estuviera cómodo. Una noche, mientras que el Conejo
estaba acostado allí solo, viendo a las hormigas correr de
ida y vuelta entre sus patas de terciopelo en la hierba, vio a
dos seres extraños salir de los helechos altos cerca de él.

Eran conejos como él, pero muy peludos y nuevos. Debían


haber sido muy bien

13
hecho
s, ya
que
sus
costu
ras no
se
veían
para
nada,
y
camb
iaban
de Dias de Verano
forma de una manera muy extraña cuando se movían; de
momento eran largos y delgados y después gordos y
rechonchos, en lugar de siempre ser igual como el era. Sus
pies eran suavemente acolchados sobre el terreno y se
acercaron a él, crispando sus narices, mientras que el
Conejo miraba con atención para ver de qué lado estaba su
mecanismo, porque él sabía que la gente que saltan
generalmente tienen algo que les impulsa. Pero no podía
verlo. Evidentemente eran un nuevo tipo de conejo por
completo.

Lo miraron fijamente, y el pequeño Conejo miró hacia


atrás. Y sus narices se crispaban todo el tiempo.

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"¿Por qué no te levantas y juegas con nosotros?" uno de
ellos preguntó.

"No tengo ganas," dijo el conejo, poque no quería explicar


que no tenía ningún mecanismo.

"¡Ho!" dijo el conejo peludo. "Es tan fácil como cualquier


cosa". Y dio un gran salto hacia un lado y se paró en sus
patas traseras.

"¡No creo que puedas!" dijo.

"¡Si puedo!" dijo el pequeño Conejo. "¡Puedo saltar más


alto que cualquier cosa!" Quiso decir cuando el Niño lo
aventaba, pero por supuesto no quería decirlo.

"¿Puedes saltar sobre tus patas traseras?" preguntó el conejo


peludo.

Era una pregunta terrible, ¡ya que el Conejo de Peluche no


tenía patas traseras en absoluto! Su parte de atrás era de una
sola pieza, como una almohadilla. Se sentaba inmóvil entre
los helechos y esperaba que otros conejos no se dieran
cuenta.

"¡No quiero!" dijo otra vez.

Pero los conejos silvestres tienen ojos muy agudos. Y éste


extendió su cuello y miró.

15
"¡Él no tiene patas traseras!" dijo. "¡Imagina un conejo sin
las patas traseras!" Y comenzó a reír.

"¡Tengo!" gritó el pequeño Conejo. "¡Tengo patas traseras!


¡Estoy sentado sobre ellas!"

"¡Entonces estiralas y muéstrame, así!" dijo el conejo


salvaje. Y comenzó a moverse como remolino y bailar,
hasta que el Conejo estuvo bastante mareado.

"¡No me gusta bailar", dijo. "¡Yo prefiero sentarme sin


moverme!"

Pero todo el tiempo anhelaba bailar, porque un curioso


nuevo sentimiento cosquilleó a través de él, y sintió que él
daría cualquier cosa en el mundo por poder saltar como
hacian estos conejos.

El conejo extraño dejó de bailar y se acercó bastante. Llegó


tan cerca esta vez que sus largos bigotes rozaron la oreja del
Conejo de Peluche, y luego arrugó repentinamente su nariz
y aplanó sus orejas y saltó hacia atrás.

"¡Él no huele bien!" exclamó. "¡Él no es un conejo en


absoluto! ¡No es real!"

"¡Soy Real!" dijo el pequeño Conejo. "¡Soy Real! ¡El Niño


lo dijo!" Y casi comenzó a llorar.

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Entonces hubo un sonido de pasos fuertes y el niño pasó
corriendo cerca de ellos y con un paso firme y con un
destello de rabos blancos los dos extraños conejos
desaparecieron.

"¡Regresen a jugar conmigo!" llamó el pequeño Conejo.


"¡Oh, vuelvan! ¡Sé que soy Real!"

Pero no hubo ninguna respuesta, sólo las hormiguitas


corrían de ida y vuelta y los helechos se mecían suavemente
en donde habían pasado los dos extraños. El Conejo de
Peluche se quedó solo.

"¡Oh, amigos!" pensó. "¿Por qué se fueron así? ¿Por qué no


se quedaron a hablar conmigo?"

Durante mucho permaneció acostado sin moverse,


observando los helechos y con la esperanza de que
regresaran. Pero no regresaron y el sol ya se hundía más
abajo y las pequeñas polillas blancas se alejaban aleteando,
y el Niño llegó y lo llevó a casa.

Pasaron semanas y el pequeño Conejo se hizo muy viejo y


gastado, pero el Niño lo amaba mucho. Lo amaba tanto que
amaba a sus bigotes, y el forro rosado de sus orejas se
volvió gris y sus manchas marrones desvanecieron. Incluso
comenzó a perder su forma, y apenas se veía como un
conejo, salvo al Niño. Para él siempre era hermoso, y que

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era todo lo que al pequeño Conejo le importaba. No le
preocupaba cómo lo miraban otras personas, porque la
magia del cuarto lo había hecho Real, y cuando eres Real
que estés gastado no importa.

Y entonces, un día, el Niño se enfermó.

Su rostro estaba muy enrojecido y habló en sueños, y su


pequeño cuerpo estaba tan caliente que quemaba el Conejo
que estaba acostado junto al niño. Personas extrañas iban y
venían en el cuarto y una luz estuvo encendida toda la
noche y a través de todo esto él pequeño Conejo de Peluche
estuvo allí, oculto de la vista bajo las sabanas, y nunca se
movió, porque él

tenía miedo de que si lo


encontraron alguien le podría
llevar, y sabía que el Niño le
necesitaba.

Fue un tiempo largo y cansado,


porque el Niño estaba
demasiado enfermo para jugar,
y al pequeño Conejo le pareció
bastante aburrido sin nada que
hacer durante todo el día. Pero
se acurrucaba con paciencia y
esperaba el tiempo que el Niño
Tiempos de ansiedad
estaría bien nuevamente, y

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podrían salir al jardín entre las flores y las mariposas y
jugar juegos espléndidos en la espesura de frambuesas
como solían hacer. Planeó todo tipo de cosas maravillosas,
y mientras el Niño yacía medio dormido se deslizó cerca de
la almohada y les susurró en el oído. Actualmente la fiebre
cedió y el niño mejoró. Fue capaz de sentarse en la cama y
mirar libros de imágenes, mientras que el pequeño Conejo
se acurrucaba cerca a su lado. Y un día, le permitieron
levantarse y vestirse.

Era una mañana soleada, brillante, y las ventanas estaban


totalmente abiertas. Habían llevado al Niño hacia el balcón,
envuelto en un chal, y el pequeño Conejo quedó enredado
entre la ropa de cama, pensando.

El Niño iría a la playa mañana. Todo estaba arreglado y


ahora sólo quedaba acatar las órdenes del doctor. Hablaron
sobre todo esto, mientras el pequeño Conejo se encontraba
bajo la ropa de cama, con sólo su cabeza asomando y
escuchando. La habitación debía ser desinfectada, y todos
los libros y juguetes con que el Niño había jugado en la
cama debían ser quemados.

"¡Hurrah!" pensó el pequeño Conejo. "¡Mañana iremos a la


playa!" El Niño había hablado a menudo del mar, y él
quería ver las grandes olas llegando, y los minúsculos
cangrejos y los castillos de arena.

Justo entonces Nana lo vio.

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"¿Y qué pasa con su viejo Conejito?" preguntó.

"¿Ese?" dijo el médico. "¡Es una masa de gérmenes de


fiebre escarlata!—Quemadlo ya. ¿Qué? ¡Tonterías!
Conseguidle uno nuevo. ¡No debe tener ese ya más!"

Y así el pequeño Conejo fue puesto en una bolsa con viejos


libros de fotografía y un montón de basura y llevadas hasta
el final del jardín detrás de la casa de aves de corral. Que
era un buen lugar para hacer una fogata, sólo que el
jardinero estaba muy ocupado entonces para hacerla. Tenía
que excavar papas y recoger chicharos, pero prometió venir
muy temprano en la mañana y quemar todo el lote.

Esa noche el Niño durmió en una habitación diferente, y


tenía un conejito nuevo para dormir con él. Era un conejito
espléndido, todo de felpa blanca con ojos de cristal reales,
pero el Niño estaba demasiado emocionado para
preocuparse al respecto. Porque mañana iba a la orilla del
mar, y eso en sí era una cosa maravillosa de manera que él
no podía pensar en ninguna otra cosa.

Y mientras el Niño dormía, soñando con el mar, el Conejito


yacía entre los viejos libros de fotos en la esquina detrás de
la casa de aves, y se sintió muy solitario. La bolsa había
sido dejada sin amarrar, y así moviéndose un poco pudo
sacar su cabeza a través de la abertura y mirar afuera.
Temblaba un poco, porque estaba acostumbrado a siempre
dormir en una cama adecuada, y para ese momento su

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pelaje era tan delgado y gastado por los abrazos que ya no
era ninguna protección para él. Cerca podía ver la espesura
de plantas de frambuesas, muy altas y cerradas como una
selva tropical, a cuya sombra había jugado con el Niño
antaño en las mañanas. Pensó en esas largas horas soleadas
en el jardín—lo feliz que eran—y una gran tristeza vino
sobre él. Parecía verlos pasar a todos delante de él, cada uno
más hermoso que el otro, las chozas de hadas en la cama de
flores, las noches tranquilas en el bosque cuando dormía en
los helechos y las hormiguitas corrían sobre sus patas; el día
maravilloso cuando primero supo que era Real. Pensó en
Piel de Caballo, tan sabia y suave, y todo lo que él le había
dicho. ¿De qué servía ser amado y perder la belleza y
convertirse en Real si todo terminó así? Y una lágrima, una
verdadera lágrima, bajo por su nariz de peluche gastada y
cayó al suelo.

Y entonces ocurrió algo extraño. De donde había caído la


lágrima una flor creció de la tierra, una flor misteriosa, nada
como cualquiera que crecía en el jardín. Tenía hojas
delgadas de color verde esmeralda y en el centro de las
hojas florecía como una copa dorada. Fue tan hermoso que
el conejito olvidó el llanto, y se quedó sentado allí
observándolo. Y la flor se abrió y de ella salió un hada.

Ella era el hada más hermosa en todo el mundo. Su vestido


era de perla y gotas de rocío, tenía flores alrededor de su
cuello y en su pelo, y su cara era como la flor más perfecta

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de todas. Se acercó al conejito y lo cogió en sus brazos y lo
besó

en su nariz de peluche que


estaba húmeda por el llanto.

"Conejito", dijo, "no sabes


quién soy yo?"

El conejo la miró, y le pareció


que había visto su cara antes,
pero él no podía pensar donde.

"Yo soy la hada de la magia de


los cuartos de niños", dijo."
Cuido de todos los juguetes que
El Hada de las Flores los niños han amado. Cuando
son viejos y gastados y los niños no los necesitan más,
entonces vengo y me los llevo lejos conmigo y los
convierto en Real."

"¿No era yo Real antes?" preguntó el conejito.

"Fuiste Real al niño," dijo el hada, "porque él te amaba.


Ahora serás Real para todos".

Y ella lo tomó y abrazo en sus brazos y voló con él al


bosque.

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Ya había luz, la Luna había salido. Todo el bosque era
hermoso, y las frondas de los helechos brillaban como
helada de plata. En un claro abierto entre los troncos los
conejos salvajes bailaban con sus sombras sobre la hierba
de terciopelo, pero cuando vieron el hada todos dejaron de
bailar y se pararon en un círculo a mirarla fijamente.

"Os he traído un amigo de juego," dijo el hada. "¡Sed muy


amables con él y enseñadle todo lo que necesita saber de la
tierra de los conejos, ya que él va a vivir con vosotros para
siempre jamás!"

Y ella besó el conejito nuevamente y lo puso sobre la


hierba.

“¡Corre y juega, conejito!”, dijo.

Pero el conejito se quedó sentado muy quieto por un


momento sin moverse. Porque cuando vio a todos los
conejos salvajes bailando a su alrededor, de repente recordó
sus patas traseras, y no quería que vieran que estaba hecho
de una sola pieza. No sabía que ese beso del hada le había
cambiado por completo. Y podría haber seguido allí sentado
mucho tiempo, demasiado tímido para moverse, si no fuera
porque algo le picó la nariz, y sin pensar lo que estaba
haciendo levantó su dedo de pie trasera para rascarse.

¡Y dio cuenta de que tenía patas traseras! En lugar de su


deslucido peluche tenía pelaje marrón, suave y brillante, sus

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orejas se movían por sí mismas, y sus bigotes eran tan
largos que rozaban la hierba. Dio un salto y la alegría de
usar

las
patas
traser
as era
tan
grand
e que
se fue
brinc
ando
sobre
el
céspe
d, ¡Al fin! ¡Al Fin!
saltan
do de un lado y girando alrededor como los otros, y se
emocionó tanto, que cuando por fin paró para buscar al
Hada ella se había ido.

Por fin era un Conejo Real, en casa con los otros conejos.

Pasaron el otoño e invierno, y en la primavera, cuando los


días cálidos y soleados se alargaron, el niño salió a jugar en
el bosque detrás de su casa. Y mientras estaba costado

24
jugando, dos conejos se deslizaron fuera de los helechos y
lo vieron. Uno de ellos era todo marrón, pero el otro tenía
extrañas marcas en su piel, como si hacía mucho tiempo
hubiera sido pinto, y las manchas todavía se mostraban. Y
sobre su pequeña nariz suave y sus ojos negros había algo
familiar, por lo que el muchachopensó dentro de sí:

"¡Es igual que mi antiguo conejo, que se perdió cuando tuve


fiebre escarlatina!"

Nunca supo que realmente era su propio conejo, que había


vuelto a ver al niño que le había ayudado a ser Real.

25
IMPRESO EN GRAN BRETAÑA POR LA PRENSA WHITEFRIARS, LTD., LONDRES Y

TONBRIDGE

Y LÁMINAS A COLOR IMPRESAS POR LITOGRAFÍA DE VINCENT BROOKS, DAY & SON,

LTD.

26
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