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HISTORIAS DE SAN

GALO GALÁN
DANIEL VALENTÍN GARCÍA FERRERO
Ainhoa Arroyo Villacorta Andrés Ramos Muriel
Nairobi Arroyo Villacorta Irene Ramos Muriel
Junior Blanco Gutiérrez Gabriel Rebollo Nieto
Enola Blanco Gutiérrez Leyre Rodríguez Sutil
Sara Manrique Montero Claudia Sánchez Moralejo
ILUSTRADORES Sofía Manrique Montero Bruno Santander Marcellán
Lara Manzano García Asier Simón Velasco
Vega Manzano García Sergio Tejedor Requejo
Ainara Mañanes Pérez Omar Teruelo Mozo
Iris AnjanaMartín Rodríguez Iris Turiño Aparicio
Mario Pedrero González Alejandro Vega Sánchez
Lara Prieto Garrote Laura Villar Pérez
El presente cuento, historia, como queráis llamarlo, está dedicado a vosotros:
mis alumnos de 4º B del CEIP NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA de
Zamora del curso 2019-2020.
No he pretendido seguir ninguna norma lingüística concreta a la hora de
escribirlo sino más bien hacerlo relativamente pronto para que las
ilustraciones que vosotros habéis hecho tuvieran un sentido en el tiempo.
Una dilación excesiva iba a perder interés en ver “qué nos hará Daniel”.
También han colaborado en las ilustraciones hermanos menores y mayores
vuestros que no ha supuesto un problema integrar aquí sus dibujos.
También he añadido algunas fotos de internet para ilustrar algún pasaje
de la narración.
Gracias niños por vuestro esfuerzo y aportación porque realmente habéis
hecho unos dibujos bonitos que me han hecho pensar mucho cómo sacar un
hilo conductor con todos ellos.

Espero que os guste.


Un abrazo.
Daniel García Ferrero

“El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho”. Miguel de Cervantes.
Había una vez un pueblo precioso llamado San Galo
Galán. Estaba metido en un valle verde entre altas
montañas, con frondosos árboles y con un lago de
aguas frías y transparentes que eran el hogar de
multitud de peces, pero sobre todo hermosas truchas
arcoíris. El aire era limpio y al respirarlo una
inmensidad de aromas llegaban a la nariz; olía a:
flores, animales, agua de río, a limpio,…
Las casas eran de dos plantas y preparadas para
soportar la nieve que caía en el invierno. Las
personas vivían en la planta superior y la inferior
era para los animales que así daban calor a los
humanos.
Los niños eran muy felices. Vivían en contacto con la
naturaleza, animales domésticos y salvajes. Su
conocimiento de la vida rural era muy alto.

Sólo había una televisión en el pueblo. La de la


cantina. Por eso los niños leían mucho y tenían una
gran imaginación.
Uno de los juegos principales era el Escondite, y en él
utilizaban todos los recursos para esconderse: casas
viejas, árboles, entre la hierba,… Los más pequeños
también querían jugar con los grandes y esconderse
donde ellos, pero no siempre los dejaban porque podía
ser peligroso. En estos casos se quedaban en la calle
cerca de casa jugando a lo que podían.
Y era curioso: no había niños obesos. Todos tenían
muchísima agilidad, rapidez y coordinación.
El pueblo era un pueblo pequeño pero especial. Los
valores de sus habitantes eran muy buenos: eran
solidarios, hospitalarios, amigables,…
Tenía mucha vida porque había muchos niños y era
especial por una razón: allí los animales tenían
poderes especiales.
Sí, habéis oído bien. Los animales tenían poderes
especiales, entre otras cosas, todos entendían el lenguaje
de los humanos. Y no se sabía bien por qué motivo, pero
era sólo en este pueblo.
Algunos como los ancianos decían que era porque la
alimentación era muy natural. Otros como el guarda
forestal que era porque el agua y el aire eran únicos. El
maestro decía que era por culpa de algún campo
magnético. El sacerdote que era un misterio de Dios que
sólo Él sabía,… Todos tenían una teoría pero ninguna se
había demostrado que era la cierta.

El veterinario ya había experimentado llevando algunos


de esos animales a otros pueblos y las crías que nacían
fuera del pueblo no tenían poderes…¡Era algo muy
extraño.!
El jefe de todos estos animales era Nico, un
impresionante caballo de color alazán, rojizo brillante,
al que todos respetaban y admiraban no por su poder
especial y grandeza sino por la sabiduría que tenía
cuando hablaba. Era un líder natural. Begoña, su dueña,
estaba muy orgullosa de él.
Su poder era muy grande. Cuando golpeaba con sus
cascos el suelo provocaba tormentas eléctricas muy
fuertes que podían anular cualquier otro poder. Cuando
se enfadaba era temible y sólo su dueña, Begoña, podía
calmarlo.

Piti era el ayudante más importante de Nico. Sí, era un


pajarillo muy menudo pero sumamente inteligente. Él
también sabía calmar a Nico cuando a veces se enfada sin
sentido.
Su mayor poder era que cuando cantaba lograba que la
furia de los demás se calmara.
La cabra Cencerra era muy juguetona y traviesa. Tenía las patas
muy largas. Era blanca con manchas negras y su mirada era de
traviesa. Le encantaba estar subiéndose a las peñas, los árboles
pequeños, los tejados y ladear la cabeza para que sonara la esquila
dorada que llevaba colgada al cuello y que le había regalado Vega
cuando nació. Un día se subió en la carretilla de Perico cuando iba
a buscar alfalfa y allí iba balando como riéndose de todos los que
la miraban sorprendidos. Siempre estaba de buen humor y ese era
su poder. Cuando alguien se ponía triste empezaba a tocar la
esquila y con eso contagiaba tanto que desparecía la tristeza y
aparecía el optimismo en todos los que la rodeaban. Todos la
querían porque animaba mucho las largas noches del invierno.
Así era Cencerra. COCA COLA ESPUMA
Pompito era el conejo que todos querían tener en sus
manos por su suavidad y por el color blanco inmaculado
de su pelo. No se sabía cómo lo hacía pero ¡siempre estaba
blanco, no se ensuciaba!
Su poder principal era cuando golpeaba el suelo con sus
patas traseras, todos los que tenían malos pensamientos
hacia los demás los transformaba en buenos. Muchos iban
a su conejera a buscarlo para que le cambiara un mal
pensamiento persistente. En estos casos los beneficiados
debía llevarle una zanahoria bien gordota.
El pueblo tenía muchas cualidades buenas. Fijaros, ¿en qué
pueblo hay barrenderos? Pues este los tenía, y muchos. Cuando
pasaban por sus calles las ovejas, cabras, perros, gallinas que a
veces se salían del corral,… dejaban ¡tooodo lleno de bolitas de
caca!. Sí, no os riais. Unas eran redonditas y negras otras más
ovaladas, como los melones y marroncitas, otras como colillas
de cigarro retorcidas de las gallinas,… Al momento salían, no se
sabe de dónde, los Recicladores, miles de escarabajos peloteros,
que se afanaban por recoger primero las redonditas, que eran
más fáciles de llevar. Aquel espectáculo parecía una competición
deportiva por ver quién llegaba antes a su escondite para
volver rápidamente a por más.
Las personas los veían desde las puertas y ventanas de las
casas embelesados. Sabían que se lo llevaban todo en unos
Alejandro Vega minutos. Incluso hacían apuestas para ver quién llegaba antes.
Se apostaban lechugas, patatas, coles,… pero nunca dinero. Era muy curioso aquel pueblo. Todos los animales que
había y nacían en este pueblo tenían algún poder aunque apenas se notara a simple vista.
Las gallinas, por ejemplo, siempre ponían huevos de dos yemas grandes y rojas que eran muy valorados en el
mercado semanal del pueblo de al lado por los lugareños de las aldeas vecinas. Muchos pensaban que si empollaban
esos huevos le saldrían gallinas igual de buenas, pero nada, no había forma, fuera del pueblo nada era igual, eran
como en cualquier otro sitio. Así que si querían comer huevos de calidad tenían que comprarlos a los vecinos de
San Galo Galán.
Pirata, el perro de Laura, era muy gracioso. Parecía que tenía reloj en
una pata. ¡Sabía la hora! ¡Sólo con mirar a las nubes y el Sol!.
¡Que sí, que es verdad! Y además te la ladraba con horas, medias y
cuartos de hora. Le preguntabas:
--¿Qué hora es, Pirata bonito? – Miraba a las nubes moviendo
alegremente el rabito y si ladraba cuatro veces fuerte:
-- Guau, Guau, Guau, Guau.– significaba las 4. Si además añadía un
aullido largo – Auuuuuu– es que eran las 4:30. Si emitía un quejido
lastimero es que eran las 4:15 y emitía dos eran las 4:45. Y nunca
fallaba, era increíbe…
Le encantaba estar puntual a las 14:00 y a las 17:00 y esperar a
Laura en la puerta de la escuela. Si tardaba un poco más de la cuenta
en salir ya se oían dos o cinco ladridos como recordando al maestro,
Laura Pérez D. Arturo, que ya eran las dos o las cinco.
En una ocasión que tardaba más de la cuenta en salir a comer , cada
minuto ladraba dos veces --Guau, Guau. Y saltaba hacia la ventana para que se le viera.
D.Arturo quería rematar la tarea de la mañana pero se alargaba la clase siete minutos más y como Pirata seguía
recordando la hora le dijo a Laura:
-- Sal y dile a Pirata que se calle, que ya sé qué hora es.
Laura salió a la puerta y en ese momento Pirata se escurrió entre las piernas de su dueña y entró corriendo en la clase.
Fue hasta donde estaba D. Arturo, se sentó delante suyo y le ladró dos veces enfadado. Todos empezaron a carcajear.
El maestro se dio cuenta que era imposible rematar la clase y
mandó salir a todos, incluido Pirata que cuando vio recoger a los
niños se puso a hacer cabriolas como queriendo morderse el
rabo… ¡ Estaba loco de contento!
No os he hablado de D.Arturo. Es el maestro del pueblo. Le da clase
a muchos niños de todas las edades. La escuela en realidad es la
planta baja de un chalet que está a las afueras del pueblo. Tiene
chimenea y todo. La encienden en invierno y allí se juntan todos
alrededor cuando les cuenta alguna historia. A los niños no es
que le gusten mucho esas historias pero mientras las cuenta no
explica, no pregunta, no hay que hacer deberes, así que lo dejan...
Ellos hacen como que les gusta.
D. Arturo es peligroso cuando los niños salen al recreo: ¡si se
descuidan les come el bocata!. Siempre les pregunta:
--¿Qué traes hoy fulanito?. ¡Y como le guste… !
Por las tardes, hay días que acompaña a pescar a los alumnos y
aprovecha para explicarles las plantas y animales que hay en el campo, la
composición del aire, del agua, saber la edad de un árbol, o la altura
mirando el sol y midiendo la sombra.,…

Un día, en una de esas salidas de la tarde se encontraron con una víbora


recién muerta. D. Arturo la recogió con mucho cuidado por la cola y la
metió en una bolsa para llevarla a casa.
Los niños lo miraron estupefactos. Sabían que eran peligrosas y le tenían
miedo incluso después de muerta.
Al día siguiente después del recreo les preguntó qué sabían ellos de las
víboras. Todos decían que eran venenosas, que picaban también con la
cola, algunos decían que si echabas pelos en agua se convertían en
víboras,… ideas unas verdaderas y otras equivocadas.
Entonces D. Arturo, con mucho cuidado, con guantes, un bisturí y
pinzas del mini laboratorio la diseccionó delante de todos, les mostró los
intestinos, estómago, pulmones,…; también desplegó, con las pinzas, los
colmillos con el conducto hueco por donde inyectan el veneno, las pupilas
verticales como las de un gato, las escamas, les mostró la cola gruesa y
dura y que por eso parecía que picaba con ella pero era mentira. ¡Les dijo
que aunque ya muerta si se clavaban los colmillos pueden inyectar el
veneno!. Y se lo demostró.
Agarró con las pinzas la cabeza y con el bisturí le separó los colmillos, los desplegó hacia afuera, los empujó hacia
arriba, contra el cráneo, y al momento empezó a salir un líquido amarillento . ¡Era el veneno!.
Les contó que una picadura de víbora equivale a la de quince avispas juntas en el mismo sitio.
Al acabar la metió en un frasco con un líquido que dijo era formol y que la conservaba mientras siguieran estudiando
el reptil.
Ese día, alrededor de la chimenea, les contó muchas más cosas sobre las culebras y serpientes: clases, semejanzas,
diferencias, beneficios, precauciones,….También historias como la muerte de Cleopatra, o la batalla que Aníbal ganó a los
romanos con serpientes,…Hasta que se oyó “Guau, Guau”. Pirata anunciaba las dos.
Esa clase les gustó mucho.
Eran las 7 de la mañana. El autobús llegó puntual.
Llegaban los niños acompañados de sus padres. Iban
vestidos de fiesta y todos llevaban una mochilita. Era
un día especial. Iban de excursión a la ciudad. Algunos
no habían estado nunca en ella y D. Arturo los llevaría
a ella. Comerían allí, irían al cine, harían seguridad
vial con karts, el museo de Semana Santa, el museo
Etnográfico, la iglesia del Carmen que en ella había una
culebra bastarda muy grande, D. Arturo les había
contado la leyenda …Un montón de cosas.
La mayoría lo que prefería era el cine y los karts. Iba a
ser un día muy largo porque iban a ver muchas cosas.
No volverían hasta la noche.

Los mayores, como siempre, se cogieron los asientos de atrás y los más pequeños para adelante, más cerca de D.
Arturo que se puso en un asiento delantero.
--No, Pirata, tú para casa. Le dijo Laura al perro que se empeñaba en subir al autobús con ella.
Todos se echaron a reír cuando vieron que Pirata se daba la vuelta con mucha dignidad y se marchaba sin mirar
atrás.
El viaje duraba casi dos horas así que durante el camino, el maestro con el micrófono, les iba contando curiosidades
sobre un puente, un embalse, un pueblo. Algunos se esforzaban por ver lo que contaba pero los mayores no, ellos
¡traían una juerga allá atrás…!
En los karts se lo pasaron fenomenal. Todos querían subir a la
vez, pero el policía municipal les puso turnos.
Aquello de conducir un coche era algo impensable para ellos.
¡Estaba guay! Claro, muy pocos sabían parar en un STOP o en un
Ceda el Paso, no se fijaban en las señales del suelo, se chocaban,…
El policía se desesperaba. Y D. Arturo…
Aunque era por la mañana fueron a ver la película que se
titulaba: “Pockemon: Detective Pickachu”. Les gustó mucho. Y
además pudieron comprar palomitas y un refresco. Algunos no
habían estado nunca en el cine y saltaban con el culo sobre las
butacas hasta que un señor, el acomodador, les llamó la atención
y ya se quedaron quietos.
Todos comentaban que se veía muy grande la imagen y el
sonido atronaba los oídos, que la voz de Picachu era muy rara y
que sería bueno que por sus poderes estuviera en el pueblo.
Cuando acabaron comieron los bocadillos.

Ya por la tarde fueron a visitar el Museo de Semana Santa.


Ningún niño había estado en este museo y, sobre todo, ninguno
había estado en una procesión de Semana Santa de la ciudad.
El maestro, con toda la intención, no les había contado nada de lo que había
en el museo para que la impresión fuera mayor.
Nada más entrar y comenzar el recorrido Alfonsito, de cuatro años, se agarró
fuertemente de la mano de D. Arturo.
.- ¿ Qué pasa Alfonsito?– le preguntó.
.- Me dan miedo los fantasmas que hay aquí… le dijo con un susurro de voz.
.- ¡Pero, no son fantasmas hombre…! ¡Son cofrades!.
.- ¿ Y qué es eso ? .
.- Pues personas que se ponen por encima esas túnicas y caperuzos. Pero aquí
en el museo no están las personas, sólo las vestimentas.
.- ¿ Y para qué se ponen esos disfraces? – Alfonsito, se iba animando.
.- No son disfraces… Las personas que los ponen quieren sentir en su interior
lo que pudo pasar Jesús durante su Pasión. Se ponen esas túnicas y caperuzos
para ser anónimos ante la gente que los ve pasar.
.- ¿ Qué es ser anónimo?
.- Que los demás no sepan si se llama Antonio, Alfosito, Luisa,… si tú te pusieras
uno seguro que tus compañeros de la escuela no sabrían que eres tú.
.- Pero a mi me queda muy grande. Tendría que ir encima de los hombros de
Lucas, el de 8º. ¿ Y esas velas para qué son? ¿ No hay bombillas por la calle?
D. Arturo se echó a reír, lo miró, miró su reloj y llamó a todos porque era la
hora de marchar.
.- Nos marchamos ya Alfonsito. Ya veo que este sitio no te gusta mucho.
.- Bien, niños, ahora vamos a visitar el Museo Etnográfico. Creo
que os va a gustar porque hay objetos antiguos.
El museo era muy grande, mucho más que el de Semana Santa,
con varias plantas.
A la entrada de la planta baja ponía: “Mascaradas Provinciales
de Invierno”. Entraron. Algunos daban miedo, otros risa. Pero
sobre todo predominaba la gran cantidad de colores que tenían.
Debajo de cada uno ponía el nombre: Zangarrón de
Montamarta, Vaca Bayona de Almeida de Sayago, Toro de
Morales de Valverde,… y daba una pequeña información de cada
uno.
Casi todos tenían algo en común: cuernos.
Alfonsito volvió a agarrarse de la mano del maestro.
.- ¿Esto también te da miedo?
.- Menos que los fofares.
.- ¿ Fofares?. ¿Qué es eso?.
.- ¡Los fantasmas del otro sitio!
.- Ja,ja. Cofrades Alfonsito, cofrades.
.- Maestrooo… ayer me pegó unos azotes mamá.
.- ¿Por qué?
.- Porque maté dos gallinas.
.- ¿Ehhh?. ¿ Y por qué las mataste?
.- Porque eran viejas y no ponían huevos.
El maestro lo miró asombrado
.- ¡Pero por eso no se matan los animales…!
.- ¿ Y entonces el cerdo de la matanza está bien matarlo?
Hombre….ese lo cuidan y engordan para que luego haya en la
despensa todo tipo de alimentos derivados del cerdo.
.- ¿Entonces está bien?.
.- Sí, pero ¡a ver si ahora vas a matar un cerdito pequeño!. Eso
sólo lo pueden decidir los mayores. Tú no.
.- ¿ Y con qué las mataste?
.- Con un palo, cuando comían le pegué en la cabeza y ya.
.- ¡Válgame Dios!
.- ¿ Y qué hiciste con las gallinas?
.- Las metí en la lumbre para que se quitaran las plumas.
.- ¡Dios Santo! Pero no ves que te podías haber quemado tú.
.-Se meten en agua muy caliente y así se le quitan mejor las plumas. Pero tú las has chamuscado como a un cerdo.
.- ¿Y luego, qué hiciste con ellas?
.- Las metí en la bolsa del pan.
El maestro iba de sorpresa en sorpresa. No daba crédito a lo que oía.
¿ Y haciendo todo eso tú le tienes miedo a los cofrades? Tenían que ser ellos los que te lo tuvieran a ti.
.- ¡¡Vámonos chicos!! Es hora– dijo el maestro ladeando la cabeza de un lado a otro y mirando a Alfonsito.
Cando salieron del museo pasaron por delante de una heladería.
Todos hicieron fila para comprar un helado.
En el autobús, cuando el maestro pasó lista y llegó a la altura de
Josefina, la vio con cuatro helados de bola: chocolate, nata, fresa y
mandarina. Se le empezaban a derretir entre sus manos.
.- ¿ Cómo has comprado tantos Josefina?– le preguntó Daniel.
.- Porque quiero llevarle uno a mi padre, mi madre y mi
hermano…contestó un poco apurada por los dedos pringosos.
.- Pero mujer…¿ No ves que no van a llegar al pueblo, que se
derriten y te manchas?
.- Ya… yo creí que aguantaban más…
.- Y ahora, ¿qué hacemos?
.- Yo tengo una idea– dijo Polín que estaba a su lado—puede
repartirlos entre quienes no han comprado porque algunos no
trajeron dinero para chucherías.

-- Me parece buena idea, ¿ Tú que dices Josefina?


-- Vale, pero a Fernanda no le doy, ella a mí nunca me da nada aunque se lo pida…
--Te propongo una cosa: demuéstrale que no le guardas rencor: regálaselo y dile que para ti sí es tu amiga y por eso se lo
das con gusto. Pero hazlo sólo si te sale del corazón no para que te lo agradezca, ni esperando nada..
-- Bueno, vale... ¡ Fernanda, te regalo un helado!. Elige tú el que quieras!. Roberto, ¿ quieres uno? ¿ Y tú, Maripaz?
Era sábado por la tarde y como solía ocurrir, los habitantes ya
habían recogido los animales, les habían echado paja nueva para
dormir, dado de beber y en la pesebrera puesto un poco de heno.
Hacían todo esto porque a las 6:00 el dueño de la cantina ponía un
nuevo capítulo de la serie de Mandalorian.
Esta serie tenía enganchados a todos los vecinos.
A las seis en punto estaba la cantina llena de gente: adultos,
jóvenes, chicos, algunos más chicos y también ancianos, aunque
éstos iban más por el ambiente que allí había.
.- ¡A ver el personal, callad ya que pongo la tele!-- Dijo el dueño.
Se hizo el silencio total y las miradas puestas en la tele. Hubo unos
momentos de anuncios y por fin apareció el comienzo del capítulo.
¡Ya sólo la música era especial.!
Ese personaje, Mandalorian, era perfecto. Ya sólo ver su armadura
daba envidia. Su voz metálica la imitaban los niños cuando
jugaban en la calle. Y, claro, ¡todos querían ser Mandalorian!
De repente un intensó relámpago seguido de trueno enorme Mario Pedrero
retumbó en todo el local y se cortó la luz.
--¿ Qué pasa?, ¡si hace un momento no presagiaba tormenta!
-- ¡ Maldita sea, en lo mejor!. Víctor, mira a ver si han saltado los plomos--le decía un joven al dueño.
Otro relámpago iluminó todo el pueblo seguido de un trueno aún mayor que hizo encogerse a todos.
Aquello no tenía visos de acabar y la luz no volvía. ¡Se estaban
perdiendo el capítulo de la semana! Justo en este capítulo había
un motón de acción. Mandalorian con su espada maestra de
lasser ciburónico se enfrentaba a alienígenas del espacio rojo y
reducía un agujero gelatinoso del espacio infinito, que era la
puerta de entrada para evitar la invasión de las naves del
planeta cúbico… ¡qué mala suerte!
La tormenta amainó de repente.
.– ¡¡Víctor, Victor, ya está arreglado!!– gritaba mientras corría por
la calle José– Ha sido culpa de Nico, el caballo. Resulta que se metió
en la cuadra una víbora. Se espantó y queriendo matarla
empezó a patear el suelo y claro… ya sabéis lo que pasa cuando lo
hace…
.- ¡ Me cagüennnn el caballoooo, cómo nos ha fastidiado esta vez…! Decía un vecino muy contrariado.
Volvió la luz pero el apagón repentino había estropeado la televisión. Y esto si que era un problema gordo. No iban a
tenerla arreglada para el próximo sábado porque había que llevarla a la ciudad y ya serían dos capítulos los perdidos…
.- ¡ La culpa es tuya Begoña, por seguir con ese maldito caballo!
.- ¡Eso lo dices tú porque no es tuyo, si lo fuera no lo dirías, envidioso!
.- ¿Envidioso yo? ¡Si no tienes mas que miseria. Qué te voy a envidiar!
.- Bueno, bueno, calmaos un poco– quiso poner paz el pastor.
.- ¡Tú calla y no te metas que nadie te ha dado vela en el entierro!—dijo otro
.- Me meto si me da la gana porque vuestras discusiones estúpidas nos afectan a todos.
.- No sois más tontos todos porque no sois más grandes-- dijo un anciano.
.- ¿ Por qué dice todos si yo no he dicho ni pío? ¿Se cree que por ser mayor puede insultar a todo el mundo…?
.- Vaya, creía que eras más listo y que sabías que me refiero a los que discuten. Ya veo que eres cortito.
.- ¡¡Pues ahora sí me está insultando!! --gritaba el hombre– y porque es usted un viejo que si no se iba a enterar.
.- ¡Uy, qué miedo…!, reía el anciano– ¿no sabes que donde no llega la vieja llega la teja?. Si te lanzo la cacha te dejo seco.
.- Bueno, bueno, parece mentira. Ni los críos hacen lo que vosotros– dijo la mujer de Víctor.
.- ¡Tú eres muy lista!. Lo que quieres es que tomemos más cerveza y pesetas a la caja…
La discusión iba en aumento y cada vez más vecinos entraban en ella. La cantina ya era un griterío y no el bullicio
normal de otras ocasiones.
Entre todo el escándalo que se estaba preparando se oyó “pi,pi,pi; pipipipi; pipi-pipi; chirri,chirri, chirri,chiiiii, fi,fi,fi,fi.
Era Piti, el menudo pajarillo que en cuanto oyó la discusión allí se presentó volando de uno a otro y cantando por
encima de sus cabezas. En medio de aquellos vuelos y revoloteos se le escapó una caquita blanquita que cayó encima de
la cabeza calva del alcalde. Todos dejaron de discutir. Miraban al alcalde, miraban al que tenían a su lado y de repente la
carcajada general fue atronadora. Algunos se echaban mano a las costillas porque no podían reír más, otros lloraban de
risa,… Cuando parecía que se iban calmando alguno señalaba con el dedo la cabeza del alcalde con aquella “guinda” en la
calva y las risas volvían de nuevo.
Después de unos minutos volvió la calma. Los que habían discutido se pedían perdón por ser tan tontos y discutir por
tan poca cosa. Y el alcalde, más serio, le dijo a Piti que le perdonaba porque al menos no le había dejado el “regalito”
encima de la chaqueta y gracias a él se había acabado la discusión.
Hoy era miércoles. Era el día que podían venir al pueblo los
comerciantes de venta ambulante.
Los niños siempre estaban deseando acabar pronto la clase de
la mañana para ir a ver los puestos de mercancías de todo tipo.
D. Arturo sabía que esa mañana era difícil que estuvieran
concentrados así que sólo la primera hora y media tenían
Lengua y Matemáticas. Después otros noventa minutos
dedicaban a la Educación Física y la Artística.
Cuando llegaban a los puestos todo era bullicio de los vecinos
del pueblo entre los tenderetes.
Hoy había venido un tendero nuevo. Traía un camión que al
abrir la caja quedaba transformada en una auténtica tienda.
¡ Lo que había en esa tienda!. Vestidos de todos los colores y
formas: largos, cortos, manga corta, sin mangas, abiertos por
detrás,… con escotes de todo tipo: dama de honor, halter, barco,
redondos, cuadrados,...
También había faldas cortas, largas, para jóvenes, mayores y ancianas.
Lourdes miraba todo embobada y se imaginaba con aquellos vestidos el día de la fiesta. Hasta que alguien le dio un
pescozón suave.
.- Deja de mirar y soñar. Vamos a comer que a las tres y media tienes que volver a la escuela. Era su padre que
llegaba del prado con un ternero.
Era domingo y como cualquier otro domingo todo el
pueblo se había cambiado de ropa y había puesto sus
mejores galas para acudir a misa. Era la forma de
distinguir claramente un día de diario de uno de fiesta.
Lourdes seguía pensando lo guapa que estaría con el
vestido color pistacho verde…pero su madre no le había
comprado nada… Le dijo que para final de curso si
aprobaba todo. ¡Los adultos siempre ponen esa excusa
para no comprarte cuando a ellos no les apetece!
Pero este domingo iban a tardar en olvidarlo todos.
A la misa iba todo el pueblo. En ella estaba también Lara Prieto 4º B
Josefina que hacía pocos días le había regalado su tío
un hámster gris muy bonito.
Su madre la reñía porque siempre andaba con él en la mano y los bolsillos.
Y hoy lo había llevado a misa sin que lo supieran sus padres. Lo había metido en el bolsito de charol y con él se fue a
misa.. Josefina normalmente se aburría en la misa y más los días que había sermón. Y hoy era largo. Pero Josefina
había dejado marchar su imaginación hacía rato. Pensaba en el diente que se le movía y lo que le traería el Ratoncito
Pérez. Empezó a tocarse el diente y a tirar ligeramente de él y…¡ fuera diente ! Sangró un poquito, se limpió con el
pañuelito de tela y listo.
Empezó a mirar el diente. Era bastante grande y muy blanco. No tenía ninguna carie. Por este diente de tanta calidad
Ratoncito Pérez tendría que ser generoso y estirarse más que con el último que estaba un poco picado…
Con mucho disimulo abrió el bolso y sacó al hámster para enseñarle el diente.
.- Copito, ¿ a que si tu fueras Ratoncito Pérez me traerías algo muy bueno por este diente?– le dijo en un susurro para
que no la oyeran.
.- Mira Copito, el diente es tan suave como tu pelo. En este momento Copito se revolvió en su mano y se le cayó al
suelo empezando a correr por entre los zapatos de los feligreses.
¡¡El revuelo que se armó!!
.- ¡Un ratón, un ratón! ¡ Que asco!.– gritaban algunas chicas subiéndose encima de los bancos. El revuelo que se estaba
armando era tremendo. Los hombres trataban de pisarlo y lo que hacían era pisar los zapatos de quien tenían al lado
que maldecía.
El cura se había quedado helado. Nunca le había pasado esto. Nadie le prestaba atención. El único objetivo de todos era
cazar a Copito.
.- ¡No lo matéis, no lo matéis, por favor!– gritaba llorando Josefina. Pero nadie le hacía caso. Su padre se le acercó y
sólo le dijo:
.- ¡Ya hablaremos tú y yo!.
Josefina ya sabía que se la había cargado por llevar el ratón, y encima su padre la iba castigar como nunca lo había
hecho. Pero lo peor es que todos querían matar al hámster. Era cuestión de tiempo. ¿ Qué podía hacer?. Se le acercó
Fernanda:
.- ¡Tengo la solución!. Vengo enseguida. Intenta que no pisen al hámster.
Al momento se presentó con Pompito el conejo. Lo puso a la entrada de la iglesia sobre el suelo de madera y cuando
vio las ganas que la gente tenía de matar al hámster empezó a golpear las tablas del piso con sus patas traseras.
Aquello sonaba como un tambor.
Todos se pararon a escuchar y al momento se subieron a los bancos. Se les había pasado las ganas de matarlo.
.- ¡Cuidado con él! – decían todos.
El cura preguntó de quién era el roedor. Josefina levantó la mano.
.- Pues tú debes cogerlo. Acércate con cuidado y recógelo.
.- Y a los demás os diré que aunque este animalillo esté en la casa del Señor tenéis que pensar que es una criatura de
Dios y si aquí está es por su voluntad. Y otra cosa, Aquilino, promete aquí que no vas a castigar a Josefina. Aquilino
estuvo unos momentos pensativo porque si no lo prometía quedaría mal ante los vecinos y el cura, y si lo prometía
tendría que cumplirlo. No podía ir contra Cristo.
.- ¡ Lo prometo…!– dijo finalmente un poco a regañadientes
Josefina fue corriendo a casa, cogió dos zanahorias y se las llevó a Pompito.
.- Toma Pompito. Te doy dos: una por ayudarme y otra por ser domingo.
Fernanda se llevó al conejo a su conejera y así acabó la mañana del domingo más raro conocido en San Galo Galán.
Un día llegó al pueblo una familia conocida del pueblo
que se habían ido a Francia el año anterior porque sus
padres no encontraban trabajo aquí.
Tenían una hija, Lila, de nueve años. Era muy guapa y
vestía muy bien.
Su pelo era largo y rubio como los rayos del sol y de piel
muy blanca a excepción de las mejillas que era rosadas
tirando a rojizas.
En el cuello levaba un collar muy bonito que a Josefina
le gustó mucho cuando lo vio.
Se habían venido de París, que es la capital de Francia,
porque el trabajo que tenía no les daba para vivir y
prefirieron volver al pueblo.
Lila tuvo que ir a la escuela del pueblo.
D. Arturo la colocó con los de su edad, los de 4º. Con ella
serían cinco de ese curso.
El maestro la invitó a que contara cosas de París, de
Francia, las costumbres,…
Ella les contó muchas cosas: del río Sena, El Arco de
Triunfo, los Campos Elíseos, la Torre Eiffel,…
Iris Anjana
Esa mañana D. Arturo nos contó la historia de la Torre
Eiffel, quién la construyó, cuándo, que era el monumento
más internacional de Francia.
También nos contó muchas curiosidades
Tiene 324 m. con la antena.
Cada 5 años cambia de color.
Está hecha toda de hierro y pesa 10.000.000 de kilos.
Tiene 20.000 bombillas que se encienden cada noche.
Está formada por más de 18.000 piezas y 2.500.000 de
tornillos remachados…
.- D. Arturo, ¿ quién es más alta, esta torre o la nuestra de la
iglesia? – le preguntó Miguel, el de 5 años.
.- Mucho más la de París Miguel. Mira para que te hagas una
idea: Si pones 16 iglesias, como la de aquí, unas encima de
las otras llegarían a la altura de la Torre Eiffel.
.- ¡Hala!, ¿es verdad?, le preguntó Fidel, uno de 6º curso.
.- Pues claro. Tú ya puedes hacerte una idea de lo que digo.
.- Bueno niños, pues ahora me vais a hacer un dibujo libre
sobre la Torre Eiffel. A ver cómo os la imagináis vosotros.
Con los dibujos haremos una exposición en la clase. Podéis
escribir una pequeña información debajo del dibujo, al estilo
de la que ponían debajo del Zangarrón de Montamarta.
Esa mañana hacía mucho calor y cuando entraron del recreo,
muy acalorados, todos los niños fueron al lavabo a beber agua.
Bebían con muchas ganas.
.- Bebed despacio y no mucha que os puede hacer daño…-- decía el
maestro.
Y no se equivocó. Al día siguiente faltaron a clase siete niños.
.- ¿ Qué pasa hoy, dónde están los que faltan? Preguntó D. Arturo.
.- Tienen gastroentritis– dijo Feli, una chica de 8º.
.- No, tienen cagalera.– dijo Pablo, el más pequeño, de tres años.
.- Pablo… gastroenteritis– le quiso corregir su hermana Feli.
.- ¿ Eso qué es? – quiso saber su hermano.
.- Pues que tiene que ir al baño cada poco porque tiene la tripa
mal por culpa de un virus.
Sergio Tejedor .- ¡Pues cagalera!. Lo dice papá. ¡Y él sabe más que tú!.
Todos rieron la ocurrencia del más pequeño de la clase.
.- ¿Y qué es un virus?. Volvió a preguntar Pablo.
.- Una cosa microscópica, no se puede ver más que con un microscopio, que si nos entra nos ponemos enfermos.
.- Pues que le den aspirina…
.- Con eso no basta. Tampoco valen los antibióticos porque los virus no son seres vivos. Tiene que darle unos
medicamentos que se llaman antivirales. Pero lo más efectivo es tomar verduras y frutas con vitamina C: naranjas,
fresas, kiwis, limones,… mucho líquido para no deshidratarte y mucha paciencia hasta que se pase.
Por la tarde fueron a ver a los enfermos, así se
entretendrían un poco más. Porque lo peor de estar
enfermo era no poder salir de casa. Era muy aburrido y la
tristeza se apoderaba de los enfermos.
Cuando entraban, los enfermos se alegraban mucho.
.- ¿Sabes qué hemos hecho hoy en la escuela?
.- ¿Te cuento la historia bonita que nos ha narrado hoy
D. Arturo?
Eran algunas de las ideas que se les ocurrían para
animarlos.
Pero no se animaban. Estaban muy tristes.
Se me está ocurriendo qué hacer para que se animen.–
dijo José, el Botas. Lo llamaban sí porque utilizaba
siempre unas botas muy grandes.
..- ¿Qué se te ha ocurrido?– se interesó Maripaz.
.- Vuelvo enseguida.
Al momento se presentó con Cencerra, la cabrita, que en cuanto se vio entre los niños empezó a hacer cabriolas como
queriendo embestirles. En una de esas cabriolas se cayó encima de la cama de Fernanda y pareció que hasta la esquila
se quejaba. Todos se echaron a reír a carcajadas. Fernanda se moría de risa. Ya no estaba triste.
Después de un ratito fueron con Cencerra a visitar a los otros seis enfermos y a todos los dejó riendo a mandíbula
partida.

Y así, gracias a los cuidados de los papás, las medicinas y las ocurrencias de Cencerra se pusieron todos buenos en
unos días y vencieron al virus de la “CAGALERA”, que así quedó bautizado para siempre.
El pueblo y sus habitantes siguieron su vida diaria: todos con buena armonía y alegres. Aunque de vez en cuando la
cabra Cencerra hacía de las suyas, se iba al huerto de Agapito y le comía las berzas….
MENSAJE SECRETO
Deberás ir uniendo las letras que te dan las instrucciones para formar palabras. Todas las debes buscar en el texto
del cuento. El mensaje tiene este formato: 5 palabras, cada guion es una letra _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _
Al acabar tendrás un mensaje de actualidad. ¡¡¡ A POR ÉL!!!

Diapositiva nº 4(en la que comienza el cuento): en 9ª línea y 7ª palabra.


Diapositiva nº 5: 8ª línea, tercera palabra, última vocal.
Diapositiva nº 6: 4º párrafo, última línea, 1ª palabra, 1ª letra.
Dispositiva: nº 7: 7ª línea, 5ª palabra última letra.
Diapositiva nº 10: 5º párrafo, 3ª línea, 2ª letra del hiato de la última palabra.
Diapositiva nº 11. Vocal cerrada en el nombre del maestro.
Diapositiva nº 12. 2º párrafo , 3ª palabra , letra que no es consonante.
Diapositiva nº 13. 1º párrafo. Última palabra, 3ª letra
Diapositiva nº 14. En la palabra AUTOBÚS está la 4ª vocal de nuestro alfabeto.
Diapositiva nº 15. Vocal abierta que se repite 4 veces en el título de la película que fueron a ver al cine.
Diapositiva nº 17. 3ª consonante en el nombre de niño que tenía miedo a los cofrades.
Diapositiva nº 18. 1ª letra de la onomatopeya ( sonido) que hacen las gallinas cuando cantan
Diapositiva nº 19, 2º párrafo. 4ª palabra , 2ª vocal.
Diapositiva nº 20. Línea 14. Palabra que tiene una Consonante entre dos E ( e_e)
Diapositiva nº 21. Primera vocal de la 1ª palabra de la 1ª línea

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