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Universidad de San Carlos de Guatemala

Escuela de Formación de Profesores de Enseñanza Media


Programa Académico de Desarrollo Profesional Docente PADEP/D
Curso: Área de Comunicación y Lenguaje y su Aprendizaje.
Facilitador(a): Evanidia Amarilis Estrada de Milián
Sede: Chinautla Guatemala

Antología

Alumna: Lilian Eunice Sontay Lemus de Samayoa


Sección: “A”
Fecha: Guatemala, 05 de septiembre de 2020

1
Índice

Introducción ………………………………………………………. 3

Trabalenguas ………………………………………………………. 4

Retahílas ………………………………………………………. 10

Cuentos ………………………………………………………. 16

Fábulas ………………………………………………………. 25

Poemas ………………………………………………………. 31

Adivinanzas ………………………………………………………. 37

Refranes ………………………………………………………. 39

Bibliografía ………………………………………………………. 42

2
Introducción

El presente trabajo busca fortalecer la lectura en los niños, utilizando


lectura divertida que les provoque el deseo de querer leer más, se han
utilizado retahílas que les ayuda a mejorar su forma de expresión verbal,
adivinanzas las cuales les impulsan la creatividad e imaginación,
poemas que aumenta su vocabulario y dicción.

La lectura es una de las actividades más importantes en la formación no


solo en niños, sino que también en adultos, es una herramienta que sirve
para toda la vida, la forma en que se interprete una lectura será la
forma en cómo no, llega el mensaje.

Se han colocado diferentes cuentos, poemas, adivinanzas, etc. Espero


les agrade.

3
4
El rey de Constantinopla

El rey de Constantinopla esta constantinoplizado.

Consta que Constanza, no lo pudo desconstantinoplizar.

El desconstantinoplizador que desconstantinoplizare al rey de

Constantinopla, buen desconstantinoplizador será.

5
María Chuzena
María Chuzena su choza techaba,
y un techador que por ahí pasaba le dijo:
-María Chuzena, ¿tú techas tu choza o techas la ajena?
-No techo mi choza ni techo la ajena.
Yo techo la choza de María Chuzena.

6
Hipopótamo Hipo
El hipopótamo Hipo
está con hipo,
¿quién le quita el hipo
al hipopótamo Hipo?

7
Los cojines de la Reina

Los cojines de la Reina,

los cajones del Sultán

¡Qué cojines!

¡Qué cajones!

¿En qué cajonera v an?

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Capas
El que compra pocas capas,
pocas capas paga,
como yo compré pocas capas,
pocas capas pago.

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10
Una cosa me he encontrado
cuatro v eces lo diré,
si su dueño no aparece
con ella me quedaré.

Una cosa me encontré,


pero no te la diré.
Dime tú qué cosa es,
si no me la quedaré.

Quien lo v e primero
se lo llev a
a su granero.

11
Grillo, grillo,
quien se lo encuentre,
para su bolsillo.

Santa Elena,
que a la mar fuiste,
luz y clav os a buscar,
ayúdame a encontrar
lo que no puedo lograr.

Santo Pilato,
la cola te ato
si no lo encuentro,
no te desato.

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Si este libro se perdiese,
como suele suceder,
se le ruega a quien lo encuentre
que lo sepa dev olver.

Si este libro se perdiera,


como puede suceder,
no es de un rico, ni de un pobre,
ni tampoco de un marqués,
es de una niña aplicada
que a la escuela v a a aprender.

13
El que se fue a Sev illa
perdió su silla.
—Y el que v olvió
la encontró.

—El que se fue a Melilla


perdió su silla.
—Y el que se fue a Madrid
la v olvió a pedir.

—Quien fue a Sev illa


perdió su silla.
—Quien fue y v olvió
la recobró.

El que fue a Castilla


perdió su silla.
El que fue a León
perdió el sillón.
El que fue y v olvió
no los perdió.

14
Que lluev a, que lluev a
la v ieja está en la cuev a
los pajaritos cantan
y la v ieja se lev anta.

Que si, que no


Que caiga un chaparrón
con agua y jabón
arriba del colchón.

Que lluev a, que lluev a


la v irgen de la cuev a,
los pajaritos cantan,
las nubes se lev antan,

Que sí, que no,


que caiga un chaparrón,
que rompa los cristales
de la estación.

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16
El árbol Mágico

Hace mucho mucho tiempo, un niño paseaba por un prado en cuyo centro
encontró un árbol con un cartel que decía: soy un árbol encant ado, si dices
las palabras mágicas, lo verás.
El niño trató de acertar el hechizo y probó
con abracadabra, supercalifragilist icoespialidoso, t an-t a-t a-chán, y muchas
otras, pero nada. Rendido, se tiró suplicante, diciendo: "¡¡por favor, arbolit o!!",
y entonces, se abrió una gran puerta en el árbol. Todo estaba oscuro, menos
un cartel que decía: "sigue haciendo magia". Entonces el niño dijo "¡¡Gracias,
arbolit o!!", y se encendió dentro del árbol una luz que alumbraba un camino
hacia una gran montaña de juguetes y chocolate.
El niño pudo llevar a todos sus amigos a aquel árbol y tener la mejor fiesta del
mundo, y por eso se dice siempre que "por favor" y "gracias", son las palabras
mágicas

17
El patito feo
Todos esperaban en la granja el gran acontecimiento. El nacimiento de los polluelos de mamá
pata. Llevaba días empollándolos y podían llegar en cualquier momento.
El día más caluroso del verano mamá pata escuchó de repente… ¡cuac, cuac! y vio al levantarse
cómo uno por uno empezaban a romper el cascarón. Bueno, todos menos uno.

- ¡Eso es un huevo de pavo!, le dijo una pata vieja a mamá pata.


- No importa, le daré un poco más de calor para que salga.

Pero cuando por fin salió resultó que ser un pato totalmente diferente al resto. Era grande y feo,
y no parecía un pavo. El resto de animales del corral no tardaron en fijarse en su aspecto y
comenzaron a reírse de él.

- ¡Feo, feo, eres muy feo!, le cantaban

Su madre lo defendía pero pasado el tiempo


ya no supo qué decir. Los patos le daban
picotazos, los pavos le perseguían y las
gallinas se burlaban de él. Al final su propia
madre acabó convencida de que era un pato
feo y tonto.

- ¡Vete, no quiero que estés aquí!

El pobre patito se sintió muy triste al oír


esas palabras y escapó corriendo de allí ante
el rechazo de todos.
Acabó en una ciénaga donde conoció a dos
gansos silvestres que a pesar de su fealdad,
quisieron ser sus amigos, pero un día aparecieron allí unos cazadores y acabaron
repentinamente con ellos. De hecho, a punto estuvo el patito de correr la misma suerte de no
ser porque los perros lo vieron y decidieron no morderle.

- ¡Soy tan feo que ni siquiera los perros me muerden!- pensó el pobre patito.

Continuó su viaje y acabó en la casa de una mujer anciana que vivía con un gato y una gallina.
Pero como no fue capaz de poner huevos también tuvo que abandonar aquel lugar. El pobre
sentía que no valía para nada.

Un atardecer de otoño estaba mirando al cielo cuando contempló una bandada de pájaros
grandes que le dejó con la boca abierta. Él no lo sabía, pero no eran pájaros, sino cisnes.
- ¡Qué grandes son! ¡Y qué blancos! Sus plumas parecen nieve .

Deseó con todas sus fuerzas ser uno de ellos, pero abrió los ojos y se dio cuenta de que seguía
siendo un animalucho feo.

Tras el otoño, llegó el frío invierno y el patito pasó muchas calamidades. Un día de mucho frío
se metió en el estanque y se quedó helado. Gracias a que pasó por allí un campesino, rompió el
frío hielo y se lo llevó a su casa el patito siguió vivo. Estando allí vio que se le acercaban unos

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niños y creyó que iban a hacerle daño por ser un pato tan feo, así que se asustó y causó un
revuelo terrible hasta que logró escaparse de allí.

El resto del invierno fue duro para el pobre patito. Sólo, muerto de frío y a menudo muerto de
hambre también. Pero a pesar de todo logró sobrevivir y por fin llegó la primavera.

Una tarde en la que el sol empezaba a calentar decidió acudir al parque para contemplar las
flores, que comenzaban a llenarlo todo. Allí vio en el estanque dos de aquellos pájaros grandes y
blancos y majestuosos que había visto una vez hace tiempo. Volvió a quedarse hechizado
mirándolos, pero esta vez tuvo el valor de acercarse a ellos.

Voló hasta donde estaban y entonces, algo llamó su atención en su reflejo. ¿Dónde estaba la
imagen del pato grande y feo que era? ¡En su lugar había un cisne! Entonces eso quería decir
que… ¡se había convertido en cisne! O mejor dicho, siempre lo había sido.

Desde aquel día el patito tuvo toda la felicidad que hasta entonces la vida le había negado y
aunque escuchó muchos elogios alabando su belleza, él nunca acabó de acostumbrarse.

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Caperucita roja
Había una vez una dulce niña que quería mucho a su madre y a su abuela. Les ayudaba en todo
lo que podía y como era tan buena el día de su cumpleaños su abuela le regaló una caperuza
roja. Como le gustaba tanto e iba con ella a todas partes, pronto todos empezaron a llamarla
Caperucita roja.

Un día la abuela de Caperucita, que vivía en el bosque, enfermó y la madre de Caperucita le


pidió que le llevara una cesta con una torta y un tarro de mantequilla. Caperucita aceptó
encantada.

- Ten mucho cuidado Caperucita, y no te entretengas en el bosque.


- ¡Sí mamá!

La niña caminaba tranquilamente por el bosque cuando el lobo la vio y se acercó a ella.

- ¿Dónde vas Caperucita?


- A casa de mi abuelita a llevarle esta cesta con una torta y mantequilla.
- Yo también quería ir a verla…. así que, ¿por qué no hacemos una carrera? Tú ve por ese camino
de aquí que yo iré por este otro.
- ¡Vale!

El lobo mandó a Caperucita por el camino más largo y llegó antes que ella a casa de la abuelita.
De modo que se hizo pasar por la pequeña y llamó a la puerta. Aunque lo que no sabía es que un
cazador lo había visto llegar.

- ¿Quién es?, contestó la abuelita


- Soy yo, Caperucita - dijo el lobo
- Que bien hija mía. Pasa, pasa

El lobo entró, se abalanzó sobre la abuelita y se la comió de un bocado. Se puso su camisón y se


metió en la cama a esperar a que llegara Caperucita.

La pequeña se entretuvo en el bosque cogiendo avellanas y flores y por eso tardó en llegar un
poco más. Al llegar llamó a la puerta.

- ¿Quién es?, contestó el lobo tratando de afinar su voz


- Soy yo, Caperucita. Te traigo una torta y un tarrito de mantequilla.
- Qué bien hija mía. Pasa, pasa

Cuando Caperucita entró encontró diferente a la abuelita, aunque no supo bien porqué.

- ¡Abuelita, qué ojos más grandes tienes!


- Sí, son para verte mejor hija mía
- ¡Abuelita, qué orejas tan grandes tienes!
- Claro, son para oírte mejor…
- Pero abuelita, ¡qué dientes más grandes tienes!
- ¡¡Son para comerte mejor!!

En cuanto dijo esto el lobo se lanzó sobre Caperucita y se la comió también. Su estómago
estaba tan lleno que el lobo se quedó dormido.

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En ese momento el cazador que lo había visto entrar en la casa de la abuelita comenzó a
preocuparse. Había pasado mucho rato y tratándose de un lobo…¡Dios sabía que podía haber
pasado! De modo que entró dentro de la casa. Cuando llegó allí y vio al lobo con la panza
hinchada se imaginó lo ocurrido, así que cogió su cuchillo y abrió la tripa del animal para sacar
a Caperucita y su abuelita.

- Hay que darle un buen castigo


a este lobo, pensó el cazador.

De modo que le llenó la tripa de


piedras y se la volvió a coser.
Cuando el lobo despertó de su
siesta tenía mucha sed y al
acercarse al río, ¡zas! se cayó
dentro y se ahogó.

Caperucita volvió a ver a su


madre y su abuelita y desde
entonces prometió hacer siempre
caso a lo que le dijera su madre.

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Los tres cerditos
Había una vez tres hermanos cerditos que vivían en el bosque. Como el malvado lobo siempre
los estaba persiguiendo para comérselos dijo un día el mayor:

- Tenemos que hacer una casa para protegernos de lobo. Así podremos escondernos dentro de
ella cada vez que el lobo aparezca por aquí.

A los otros dos les pareció muy buena idea, pero no se ponían de acuerdo respecto a qué
material utilizar. Al final, y para no discutir, decidieron que cada uno la hiciera de lo que
quisiese.

El más pequeño optó por utilizar paja, para no tardar mucho y poder irse a jugar después.

El mediano prefirió construirla de madera, que era más resistente que la paja y tampoco le
llevaría mucho tiempo hacerla. Pero el mayor pensó que aunque tardara más que sus hermanos,
lo mejor era hacer una casa resistente y fuerte con ladrillos.

- Además así podré hacer una chimenea con la que calentarme en invierno, pensó el cerdito.

Cuando los tres acabaron sus casas se metieron cada uno en la suya y entonces apareció por ahí
el malvado lobo. Se dirigió a la de paja y llamó a la puerta:

- Anda cerdito se bueno y déjame


entrar...

- ¡No! ¡Eso ni pensarlo!

- ¡Pues soplaré y soplaré y la casita


derribaré!
Y el lobo empezó a soplar y a
estornudar, la débil casa acabó
viniéndose abajo. Pero el cerdito echó
a correr y se refugió en la casa de su
hermano mediano, que estaba hecha
de madera.

- Anda cerditos sed buenos y dejarme


entrar...

- ¡No! ¡Eso ni pensarlo!, dijeron los dos

- ¡Pues soplaré y soplaré y la casita derribaré!

El lobo empezó a soplar y a estornudar y aunque esta vez tuvo que hacer más esfuerzos para
derribar la casa, al final la madera acabó cediendo y los cerditos salieron corriendo en dirección
hacia la casa de su hermano mayor.

El lobo estaba cada vez más hambriento así que sopló y sopló con todas sus fuerzas, pero esta
vez no tenía nada que hacer porque la casa no se movía ni siquiera un poco. Dentro los cerditos

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celebraban la resistencia de la casa de su hermano y cantaban alegres por haberse librado del
lobo:

- ¿Quien teme al lobo feroz? ¡No, no, no!

Fuera el lobo continuaba soplando en vano, cada vez más enfadado. Hasta que decidió parar
para descansar y entonces reparó en que la casa tenía una chimenea.

- ¡Ja! ¡Pensaban que de mí iban a librarse! ¡Subiré por la chimenea y me los comeré a los tres!

Pero los cerditos le oyeron, y para darle su merecido llenaron la chimenea de leña y pusieron al
fuego un gran caldero con agua.

Así cuando el lobo cayó por la chimenea el agua estaba hirviendo y se pegó tal quemazo que
salió gritando de la casa y no volvió a comer cerditos en una larga temporada.

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Carrera de zapatillas
Había llegado por fin el gran día. Todos los animales del bosque se levantaron temprano porque
¡era el día de la gran carrera de zapatillas! A las nueve ya estaban todos reunidos junto al lago.
También estaba la jirafa, la más alta y hermosa del bosque. Pero era tan presumida que no
quería ser amiga de los demás animales.
La jirafa comenzó a burlarse de sus amigos:

Ja,ja,ja,ja se reía de la tortuga que era tan bajita y tan lenta.

- Jo, jo, jo, jo, se reía del rinoceronte que era tan gordo.

- Je, je, je, je, se reía del elefante por su trompa tan larga.

Y entonces, llegó la hora de la largada.


El zorro llevaba unas zapatillas a rayas amarillas y rojas. La cebra, unas rosadas con moños muy
grandes. El mono llevaba unas zapatillas verdes con lunares anaranjados.
La tortuga se puso unas zapatillas blancas como las nubes. Y cuando estaban a punto de
comenzar la carrera, la jirafa se puso a llorar desesperada.
Es que era tan alta, que ¡no podía atarse los cordones de sus zapatillas!
- Ahhh, ahhhh, ¡qué alguien me ayude! - gritó la jirafa.
Y todos los animales se quedaron mirándola. Pero el zorro fue a hablar con ella y le dijo:
- Tú te reías de los demás animales porque eran diferentes. Es cierto, todos somos diferentes,
pero todos tenemos algo bueno y todos podemos ser amigos y ayudarnos cuando lo
necesitamos.

Entonces la jirafa pidió


perdón a todos por haberse
reído de ellos. Y vinieron las
hormigas, que rápidamente
treparon por sus zapatillas
para atarle los cordones.
Y por fin se pusieron todos
los animales en la línea de
partida. En sus marcas,
preparados, listos, ¡YA!
Cuando terminó la carrera,
todos festejaron porque
habían ganado una nueva
amiga que además había
aprendido lo que significaba
la amistad.
Colorín, colorón, si quieres
tener muchos amigos,
acéptalos como son.

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25
La zorra y las uvas
En una mañana de otoño, mientras una zorra descansaba debajo de
una plantación de uvas, vio unos hermosos racimos de uvas ya
maduras, delante de sus ojos. Deseosa de comer algo refrescante y
distinto de lo que estaba acostumbrado, la zorra se levantó, se remangó
y se puso manos a la obra para comer las uvas.
Lo que la zorra no sabía es que los racimos de uvas estaban mucho más
altos de lo que ella imaginaba. Entonces, buscó un medio para
alcanzarlos. Saltó, saltó, pero sus dedos no conseguían ni tocarlos.
Había muchas uvas, pero la
zorra no podía alcanzarlas.
Tomó carrera y saltó otra vez,
pero el salto quedó corto.
Aun así, la zorra no se dio por
vencida. Tomó carrera otra
vez y volvió a saltar y
nada. Las uvas parecían estar
cada vez más altas y lejanas. Cansada por el esfuerzo y sintiéndose
incapaz de alcanzar las uvas, la zorra se convenció de que era inútil
repetir el intento. Las uvas estaban demasiado altas y la zorra sintió una
profunda frust ración. Agotada y resignada, la zorra decidió renunciar a
las uvas.
Cuando la zorra se disponía a regresar al bosque se dio cuenta de que
un pájaro que volaba por allí, había observado toda la escena y se
sintió avergonzada. Creyendo que había hecho un papel ridículo para
conseguir alcanzar las uvas, la zorra se dirigió al pájaro y le dijo:
- Yo habría conseguido alcanzar las uvas si hubieran estado maduras.
Me equivoqué al principio pensando que estaban maduras pero
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cuando me di cuenta de que estaban aún v erdes, preferí desistir de
alcanzarlas. Las uvas verdes no son un buen alimento para un paladar
tan refinado como el mío.
Y así fue, la zorra siguió su camino, intentando convencerse de que no
fue por su falta de esfuerzo por lo que ella no había comido aquellas
riquísimas uvas. Y sí porque estaban verdes.
Moraleja: Si hay algo que de verdad te interesa, no desistas. Esfuérzate y
persevera hasta conseguirlo.

El lobo y la grulla
A un lobo que comía un hueso, se le atragantó el hueso en la garganta,
y corría por todas partes en busca de auxilio.
Encontró en su correr a una grulla y le pidió que le salvara de aquella
situación, y que enseguida le pagaría por ello. Aceptó la grulla e
introdujo su cabeza en la boca del lobo, sacando de la garganta el
hueso atravesado. Pidió entonces la cancelación de la paga
convenida.
- Oye amiga - dijo el lobo - ¿No crees que es suficiente paga con haber
sacado tu cabeza sana y salva de mi boca?
Moraleja: Nunca hagas favores a malvados, traficantes o corruptos,
pues mucha paga tendrías si te dejan sano y salvo.

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El caballo y el asno

Un hombre tenía un caballo y un asno.


Un día que ambos iban camino a la ciudad, el asno, sintiéndose
cansado, le dijo al caballo:
- Toma una parte de mi carga si te interesa mi vida.
El caballo haciéndose el sordo no dijo nada al asno.
Horas más tarde, el asno cayó víctima de la fat iga, y murió allí mismo.
Entonces el dueño echó toda la carga encima del caballo, incluso la
piel del asno. Y el caballo, suspirando dijo:
- ¡Qué mala suerte tengo! ¡Por no haber querido cargar con un ligero
fardo ahora tengo que cargar con todo, y hasta con la piel del asno
encima!
MORALEJA: Cada vez que no tiendes tu mano para ayudar a tu prójimo
que honestamente te lo pide, sin que lo notes en ese momento, en
realidad te estás perjudicando a ti mismo.

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El padre y las dos hijas
Un padre tenía dos hijas. Una casó con un hortelano y la otra con un
fabricante de ladrillos. Al cabo de un tiempo fue a visitar a la casada
con el hortelano, y le preguntó sobre su situación. Ella dijo:
-Todo está de maravilla conmigo, pero sí tengo un deseo especial: que
llueva todos los días con abundancia para que así las plantas tengan
siempre suficiente agua.
Pocos días después visitó a su otra hija, también preguntándole sobre su
estado. Y ella le dijo:
-No tengo quejas, solamente un deseo especial: que los días se
mantengan secos, sin lluvia, con sol brillante, para que así los ladrillos
sequen y
endurezcan
muy bien.

El padre
meditó: si una
desea lluvia, y
el otro tiempo
seco, ¿a cuál
de las dos le
adjunto mis
deseos?
Moraleja: No
trates nunca
de complacer
y quedar bien
con todo el mundo. Te será imposible.

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El avaro y el oro
Un avaro vendió todo lo que tenía de más y compró una pieza de oro,
la cual enterró en la tierra a la orilla de una vieja pared y todos los días
iba a mirar el sitio.
Uno de sus vecinos observó sus frecuentes visitas al lugar y decidió
averiguar que
pasaba. Pronto
descubrió lo
del tesoro esco
ndido, y
cavando, tomó
la pieza de oro,
robándosela.
El avaro, a su
siguiente visita
encontró el hueco vacío y jalándose sus cabellos se lamentaba
amargamente.
Entonces ot ro vecino, enterándose del motivo de su queja, lo consoló
diciéndole:
- Da gracias de que el asunto no es tan grave. Ve y trae una piedra y
colócala en el hueco. Imagínate entonces que el oro aún está allí. Para
ti será lo mismo que aquello sea o no sea oro, ya que de por sí no harías
nunca ningún uso de él.
Moraleja: Valora las cosas por lo que sirven, no por lo que aparentan.

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31
Los ratones
Juntáronse los ratones

para librarse del gato;

y después de largo rato

de disputas y opiniones,

dijeron que acertarían

en ponerle un cascabel,

que andando el gato con él,

librarse mejor podrían.

Salió un ratón barbicano,

colilargo, hociquirromo

y encrespando el grueso lomo,

dijo al senado romano,

después de hablar culto un rato:

¿Quién de todos ha de ser

el que se atreva a poner

ese cascabel al gato?

Autor: Lope de Vega.

32
La tarara

La Tarara, sí;
la Tarara, no;
Ay, Tarara loca.
la Tarara, niña,
Mueve la cintura
que la he visto yo.
para los muchachos
de las aceitunas.
Lleva la Tarara
Autor: Federico García Lorca
un vestido verde
lleno de volantes
y de cascabeles.

La Tarara, sí;
la tarara, no;
la Tarara, niña,
que la he visto yo.

Luce mi Tarara
su cola de seda
sobre las retamas y la
hierbabuena.

33
Mariposa del aire
¡que hermosa eres!
Mariposa del aire
dorada y verde.

Luz de candil…
Mariposa del aire,
quédate ahí, ahí, ahí.

No te quieres parar,

Mariposa del aire,


dorada y verde.

Luz de candil…
Mariposa del aire,
quédate ahí, ahí, ahí.
quédate ahí.
Mariposa ¿estás ahí?
Autor: Federico García Lorca

34
Mi abuela es un hada

Mi abuela Mariana,

tiene una cana, Me enseña canciones,

cana canariera. me ayuda a estudiar,

dice poesías,

Mi abuela Mariana, solemos jugar.

me cuenta los cuentos Luego por la noche

siempre a su manera. mi abuela me vela,

un cuento me cuenta

Yo la quiero mucho, y cuando me duermo,

yo la quiero tanto ... me apaga la vela,

Me ducha, me peina Mariana mi abuela.

y me lleva al campo.

Mi abuela Mariana,

de paja el sombrero,

el traje de pana,

mi abuela Mariana

no parece abuela,

me parece un hada.

Autor: Gloria Fuertes

35
La primavera
Ya llega la primavera

y el campo

llama a las flores,

la hierba se viste

de verde,

todo brilla con colores.

El sol calienta

más fuerte,

paseo con papá y mamá

y si miramos al cielo,

todos reímos contentos

viendo a las nubes jugar.

36
37
1. Para ser más elegante no usa
guante ni chaqué, solo cambia
en un instante por una "efe" la
"ge"

4. Vuelo de noche, duermo de


día y nunca verás plumas en ala
mía.

2. ¿Cuál es el animal que come


con las patas?

5. Cuando nada en los ríos


parece
un tronco flotante,
pero si muestra sus dientes
todos huyen al instante.

3. Salta y salta, y la colita le falta

38
Refranes

39
A quien madruga, Dios le ayuda

Haciendo y deshaciendo se va aprendiendo

Quien no hace lo que dice, acaba diciendo lo que


hace

40
Después de la tempestad viene la calma.

El que siembra vientos, cosecha tempestades

41
Bibliografía.

Copenhague, Dinamarca, el 11 de noviembre de 1843, en


‘Nuevos cuent os. Primer libro. Primera colección. 1844

Adaptación CHARLES PERRAULT, editorial CLE INTERNATIONAL.


Nuevos cuentos.

https://www.mundoprimaria.com/cuentos-infantiles-cortos

https://ayudaenaccion.org/ong/blog/educacion/t rabalenguas-
para-ninos/

42

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