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Fallos:

Ekmekdjian c/ Sofovich (1992)


Hechos:
El sábado 11 de junio de 1988 el señor D. Sáenz, en el programa televisivo de G. Sofovich, expresó todo un largo discurso con
palabras ofensivas, irrespetuosas y blasfemas sobre Jesucristo y la Virgen María.

Ekmekdjian al sentirse profundamente lesionado en sus sentimientos religiosos por las frases de Sáenz, interpuso una acción
de amparo dirigida al conductor del ciclo televisivo para que en el mismo programa diera lectura a una carta documento que
contestaba a los supuestos agravios vertidos por Sáenz.
Ante la negativa del conductor del programa a leer la carta documento, Ekmekdjian inició un juicio de amparo fundado en el
derecho a réplica basándose para ello en el Artículo 33 de la Constitución Nacional y en el Artículo 14 del Pacto de San José de
Costa Rica.

El juez de primera instancia rechazó la demanda con los mismos argumentos empleados por la Corte Suprema al resolver en
la causa Ekmekdjian contra Neustad, sosteniendo que “no tiene derecho a réplica por no haber mediado una afectación a la
personalidad”. Y agrega que “el derecho a réplica no puede considerarse derecho positivo interno porque no ha sido aún
reglamentado”.
La cámara de Apelaciones resolvió en este mismo sentido.

Como consecuencia de ello, el actor dedujo recurso extraordinario ante la Cámara el cual no fue concedido, esto motivó la
queja por denegación del recurso ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación.

Decisión de la Corte:
La Corte hace lugar a la queja declarando procedente el recurso extraordinario,  al entender que debía pronunciarse por
tratarse de una cuestión federal en cuanto se cuestionaban cláusulas de la Constitución Nacional y del Pacto de San José de
Costa Rica.
En su pronunciamiento deja establecido que el derecho a réplica integra nuestro ordenamiento jurídico. Sobre este punto la
Corte resuelve de manera opuesta a como lo había hecho años atrás en la causa Ekmekdjian c/ Neustad. 

Interpreta que el Pacto de San José de Costa Rica al expresar, en el artículo 14, “en las condiciones que establece la ley” se
refiere a cuestiones tales como el espacio en que se debe responder o en qué lapso de tiempo puede ejercerse el derecho, y
no como se consideró en el caso antes mencionado, en el que el a quo interpretó que esa frase se refería a la necesidad de
que se dictara una ley que estableciera que el derecho de réplica fuera considerado derecho positivo interno.
Por tanto, el derecho a réplica existe e integra nuestro ordenamiento jurídico, sin necesidad que se dicte ley alguna.
Para ello, la Corte se basó en el artículo 31 de la Constitución Nacional y en lo establecido por la Convención de Viena sobre el
derecho de los tratados, donde se confiere primacía al derecho internacional sobre el derecho interno.

La Corte expreso que el actor estaba legitimado para actuar por verse afectado profundamente en sus sentimientos religiosos.
Que el Sr. D. Sáenz interfirió en el ámbito privado del Señor Ekmekdjian conmoviendo sus convicciones más profundas, lo que
implica un verdadero agravio a un derecho subjetivo.
En consecuencia, resolvió hacer lugar al derecho a réplica ordenando la aclaración inmediata y gratuita en el mismo medio, y
fue así que se condenó a G. Sofovich a dar lectura a la carta documento en la primera de las audiciones que conduzca.

Los Dres. Petracchi, Moliné O´connor, Levene y Belluscio, hacen lugar a la queja, declaran admisible el recurso y confirman la
sentencia apelada.
En síntesis, se implementa el derecho a réplica sin una ley que lo autorice. Se evitan abusos de la libertad de expresión. Se
reconoce prioridad al derecho internacional sobre el derecho interno. Se establece que las garantías individuales existen y
protegen a los individuos.

Arancibia Clavel (2004)


En el caso "Arancibia Clavel" la Corte resolvió que la participación en una asociación ilícita en durante los años 1974 y 1978
para cometer delitos de lesa humanidad, constituía un delito contra la humanidad que era imprescriptible. De esta manera,
descartó que al castigar este hecho se violara el principio de irretroactividad de la ley penal.

Hechos:
Durante 1974 y 1978, E. Arancibia Clavel fue funcionario de la Dirección de Inteligencia Nacional de Chile (DINA), una
organización que se dedicaba a perseguir opositores políticos al régimen de Augusto Pinochet en nuestro país. En el marco de
estas actividades, se le imputó el homicidio de Santiago Prats y Sofía Cuthbert en la Argentina, así como participación en la
tortura y homicidio de oponentes políticos y posterior sustracción de sus identificaciones para reutilizarlas. El Tribunal Oral
Federal que lo juzgó en la Argentina lo condenó a la pena de reclusión perpetua.

Arancibia apeló esta sentencia tanto por su declaración de responsabilidad en la muerte del matrimonio Prats como por su
participación en la asociación ilícita dedicada a cometer los delitos mencionados. 

En lo que aquí interesa, la Cámara Nacional de Casación Penal revocó la condena por su participación en la asociación ilícita. El
fundamento que este delito no era de lesa humanidad y que se encontraba prescripto.

El Estado chileno, querellante en la causa, llevó el caso a la Corte Suprema argumentando que el tribunal de Casación no había
aplicado correctamente la ley penal y que el delito no estaba prescripto.

Decisión de la Corte:

Por unanimidad, la Corte consideró que por razones formales no podía revisar la manera en que Casación había aplicado la ley
penal. Sin embargo, resolvió que debía de oficio -es decir, por su propia iniciativa- analizar si el delito estaba prescripto o no,
porque se trataba de una cuestión de orden público. En este sentido, resolvió que según el derecho internacional de los
derechos humanos, la participación en una asociación ilícita destinada a cometer delitos de lesa humanidad también constituía
un delito de lesa humanidad y que, por lo tanto, el delito no había prescripto (Voto de los jueces Zaffaroni, Highton, Petracchi,
Boggiano, Maqueda. En disidencia Fayt, Vázquez y Belluscio).

Los jueces Zaffaroni, Highton, Petracchi, Boggiano y Maqueda concordaron en tres puntos centrales:
a) que la Corte debía tratar la cuestión de la imprescriptibilidad que el Estado chileno había obviado en su recurso;

b) que los delitos cometidos por Arancibia eran de lesa humanidad e imprescriptibles según el derecho internacional de los
derechos humanos;

c) que era posible juzgarlos y castigarlos sin violar el principio de irretroactividad de la ley penal.

Fundaron la obligación de resolver la cuestión de la imprescriptibilidad en que se hallaba comprometida la responsabilidad


internacional del Estado argentino. Luego resolvieron que en función del derecho internacional de los derechos humanos, la
participación de Arancibia Clavel en esta asociación ilícita constituía un delito de lesa humanidad y que por ser de lesa
humanidad, era imprescriptible. Basaron su criterio en el derecho convencional -es decir, en los tratados y la norma escrita-,
pero también en el derecho consuetudinario - que significa que pese a no haber normas escritas, los estados aceptan como
obligatoria la prohibición de una conducta o la obligación de realizarla - que es receptado por el artículo 118 de la Constitución
Nacional.

Finalmente, los jueces decidieron que sancionar a Arancibia por este delito no violaba el principio constitucional de
irretroactividad de la ley penal. Los jueces que votaron en disidencia sostuvieron que debía declararse la prescripción del
delito porque, de lo contrario, se violaría el principio constitucional de legalidad, que prohíbe aplicar en forma retroactiva una
ley más gravosa dictada con posterioridad a la comisión del delito.

Espósito Miguel Ángel s/ incidente de prescripción de la acción penal promovido por su defensa (2004)
En cumplimiento de lo ordenado por la Corte Interamericana de Derechos Humanos, la Corte Suprema en el caso "Espósito"
declaró imprescriptible el delito de privación ilegal y muerte de W. Bulacio.

Pregunta que resolvió la Corte:

¿Debe continuar la investigación penal por la muerte de W. Bulacio?  Respuesta: Sí 

Hechos del caso: 


Detención y muerte de Walter Bulacio
El 19 de abril de 1991, la Policía Federal Argentina practicó una detención masiva o “razzia” de “más de ochenta personas” en
la ciudad de Buenos Aires, cerca del estadio Club Obras Sanitarias de la Nación, donde se realizaba un concierto de música
rock. Allí W. D. Bulacio, de 17 años de edad, fue detenido junto a otras personas y fue trasladado a la Comisaría 35ª. Esta
comisaría se regía por una normativa interna que dejaba en las manos del Comisario Espósito la apreciación de labrar
actuaciones sin promover consulta a ningún tribunal. En la seccional fue golpeado por agentes policiales. 

Posteriormente los detenidos fueron liberados sin que se abriera causa penal en su contra, desconociéndose los motivos de la
detención e incumpliéndose con el deber de comunicar esta detención al juez de menores y a los familiares. 

Sin embargo, W. Bulacio no recuperó su libertad. La mañana siguiente a su detención salió de la comisaría en ambulancia. Las
lesiones que tenía en su cabeza determinaron su internación y a la semana de ser arrestado, murió.

Los médicos que lo atendieron efectuaron la denuncia penal. Así en el año 1991 comenzó el proceso penal para esclarecer su
muerte y sancionar a los responsables. 

Demoras injustificadas en la investigación penal: 


en 1992, el Comisario M. Á. Espósito, fue procesado acusado por el delito de privación ilegal de la libertad calificada en
perjuicio de W. Bulacio, pero fue sobreseído por la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional. 

La querella recusó a los jueces de la Cámara y presentó un pedido de juicio político contra ellos.

En 1993, los familiares de W. Bulacio demandaron a la Policía Federal Argentina y el Comisario Espósito por $300.000,00
(trescientos mil pesos). Este proceso se encuentra suspendido hasta que se dicte la sentencia penal, por lo que al día de la
fecha no pudieron obtener una reparación económica ante la justicia argentina.

La familia de Bulacio llevó el caso ante la Corte Suprema que revocó el sobreseimiento de Espósito porque no estaba
fundamentado ni en los hechos de la causa ni en las normas aplicables.

En 1994, Espósito fue nuevamente procesado y la investigación continuó avanzando, principalmente a instancias de la fiscal y
de la querella. Un ex oficial policial atestiguó cómo Espósito castigó físicamente a Walter. 

En 1996 la fiscal y los padres de Bulacio acusaron al Comisario Espósito. En vez de contestar la acusación y que la causa
quedara lista para dictarse sentencia, a partir de ese momento y hasta el 2001, es decir, por casi cinco años, la defensa del
imputado presentó una enorme cantidad de incidentes y recursos procesales que demoraron el dictado de la sentencia. 

Esta serie de articulaciones dilatorias motivó que la querella se presentara ante la Corte Suprema de Justicia argumentando
privación de justicia. 

La Corte hizo lugar al pedido y encomendó a los jueces poner fin a la paralización de la causa con motivo de estas múltiples
articulaciones a fin de respetar el derecho de la querella de obtener una sentencia (Voto de los jueces Nazareno, Moliné O
´Connor, Fayt, Boggiano, López, Vázquez, Belluscio, Petracchi y Bossert”). 

Finalmente, en junio del 2001 la defensa planteó la prescripción de la acción penal que fue declarada por el juez de primera
instancia y confirmada por la Cámara de Apelaciones en noviembre de 2002. A fines del 2002, la fiscal llevó el caso a la Corte
Suprema.

Denuncia ante la Comisión Interamericana por privación de justicia: 


paralelamente, en 1997, ante la demora del proceso judicial por más de seis años desde la muerte de W. Bulacio, sus padres
presentaron una denuncia ante la CIDH. 
En octubre de 2000, la CIDH publicó el Informe 72/00 en el que estableció que el Estado Argentino había violado el derecho a
la vida, integridad física, libertad y protección judicial de Bulacio y recomendó que éste adoptara las medidas necesarias para
que su muerte no quedara impune. Para ello, el Estado debía realizar una investigación completa e imparcial para determinar
las circunstancias en que este joven fue detenido, agredido y muerto y sancionar a los responsables. La CIDH también
recomendó al Estado Argentino brindar una reparación económica a los familiares.
El Estado no dio respuesta a estas recomendaciones y luego de que la CIDH llevara el caso a la Corte Interamericana, tal como
dijéramos, Espósito había sido sobreseído y la Corte Suprema de Justicia de la Nación tenía que resolver si confirmaba o no ese
sobreseimiento.

El 26 de febrero de 2003, el Estado Argentino celebró un acuerdo amistoso con la CIDH y con los familiares de Bulacio en el
que reconocía su responsabilidad por la violación a los derechos fundamentales de su hijo, causada por un inapropiado
ejercicio del deber de custodia y por una detención ilegítima y por la violación al derecho a la protección judicial de sus
familiares, en tanto pese al lapso de tiempo transcurrido no hubo se sancionó a los responsables. 

Ante la COIDH se celebraron dos audiencias públicas en las que las partes discutieron acerca de cuál debía ser la manera de
reparar estas violaciones.

En su sentencia condenatoria contra el Estado Argentino, entre otras cosas, la COIDH tuvo por probado que en la causa judicial
seguida por las lesiones, privación ilegal de la libertad y muerte de W. Bulacio habían existido una serie de dilaciones y que
ninguno de los responsables había sido sancionado. Además de ordenar una reparación económica a los familiares, la COIDH
ordenó al Estado Argentino que enjuiciara y sancionara a los responsables de la detención, agresión y muerte de W. Bulacio y
que adoptara medidas para que no se repitieran en el futuro hechos como éste.

Específicamente, con relación a la obligación de juzgar y sancionar la detención ilegal y la muerte de Bulacio, la COIDH remarcó
que el proceso judicial tramitó durante más de 12 años sin obtener una sentencia que condenara a los responsables. Ello
porque durante más de cinco años los jueces permitieron que el abogado del imputado Espósito dilatara y entorpeciera el
juicio mediante el abuso de los recursos que la ley pone al servicio de la defensa, olvidando su deber de conciliar su derecho
de defensa con el derecho de las víctimas del delito a conocer lo sucedido y a sancionar a los responsables. 

La COIDH, con aplicación de la doctrina sentada en “Barrios Altos”, sostuvo que era inadmisible que mediante una disposición
de prescripción se buscara impedir la investigación y sanción de los responsables de las violaciones a los derechos humanos, ya
que de lo contrario los derechos reconocidos en la Convención Americana sobre Derechos Humanos carecerían de protección
efectiva. Por lo que concluyó que el Estado Argentino debía proseguir la investigación y sancionar a los responsables.

Pues bien, como dijéramos, el caso estaba ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación desde fines de 2002 para resolver el
recurso interpuesto por la fiscal contra la decisión que sobreseyó, por prescripción, al comisario Espósito. La fiscal que
interpuso el recurso extraordinario había alegado que era arbitraria la decisión de la Cámara Criminal de Apelaciones de
sobreseer a Espósito. Esta funcionaria sostuvo que esta decisión no tenía fundamento porque no había valorado que el plazo
de prescripción se había interrumpido con cada una de sus respuestas negativas a las excepciones planteadas por la defensa y
las sucesivas resoluciones del juez que las rechazó.

El Procurador General de la Nación concordó con este criterio y remarcó que la actividad de la fiscal había estado dirigida a
remover los obstáculos procesales para que se pudiera dictar una sentencia definitiva en un caso en que, además, se
encontraba comprometida la responsabilidad internacional del estado en virtud de la sentencia de la COIDH. 

Decisión de la Corte Suprema: 


de este modo, cuando la Corte Suprema decidió el caso Espósito en diciembre de 2004 tenía que resolver dos cuestiones: la
primera, si la acción penal en contra de Espósito estaba prescripta y, para el caso que lo estuviera, si debía considerar
inaplicable esta disposición de prescripción en función de la sentencia de la Corte Interamericana (Bulacio Vs Argentina).
Recordemos que las sentencias de la COIDH son obligatorias para el Estado Argentino. 

Pues bien, la Corte Suprema resolvió que el juicio penal contra el comisario Espósito debía continuar porque la acción penal no
estaba prescripta (Voto de los jueces Petracchi, Zaffaroni, Belluscio, Fayt, Highton, Boggiano y Maqueda). Si bien la Corte
resolvió esta cuestión por unanimidad, hubo diferencia en cuanto a los fundamentos y a la importancia que debía dársele a la
sentencia de la COIDH. 

Arbitrariedad de la sentencia: 
Los jueces de la Corte no llegaron a una mayoría sobre si la sentencia de la Cámara era arbitraria. Así, los jueces Petracchi,
Zaffaroni y Highton consideraron que la sentencia no era arbitraria mientras que los jueces Belluscio, Maqueda, Boggiano y
Fayt consideraron que sí lo era porque no había fundamentado suficientemente por qué la actividad de la fiscal no había
interrumpido la acción penal. 
Aplicación retroactiva del criterio de la CIDH: 
cabe señalar que los jueces que consideraron que la sentencia no era arbitraria y que en consecuencia se había declarado
correctamente que la acción penal estaba prescripta, no explicaron por qué la aplicación del criterio de la COIDH en el sentido
de que al delito cometido por Espósito no se le podía aplicar las normas de prescripción, no implicaba una violación al principio
constitucional de legalidad y de prohibición de aplicación retroactiva. 

Esto es llamativo porque este fallo se dicta a meses de “Arancibia Clavel” en que la mayoría de la Corte fundamentó el por qué
la aplicación del principio de imprescriptibilidad del delito cometido por Arancibia no constituía una violación al principio de
legalidad. De modo contrario, aquí sólo Boggiano y Fayt se hacen cargo de esta cuestión. 

Obligatoriedad de la sentencia de la CIDH: 


los jueces Petracchi, Zaffaroni, Belluscio, Maqueda y Boggiano consideraron que debía aplicarse la sentencia de la COIDH y en
consecuencia, declararon inaplicables al caso las disposiciones de prescripción de la acción penal. De este modo, la acción
penal contra Espósito por la privación ilegal de la libertad de W. Bulacio debe continuar. 

Imprescriptibilidad del delito: 


sin embargo, no hubo acuerdo en la Corte para considerar que la detención seguida de muerte de W. Bulacio fuera un delito
imprescriptible por ser de lesa humanidad. Los jueces Petrachi, Zaffaroni, Boggiano y Fayt expresamente sostuvieron lo
contrario, lo que valió la siguiente crítica de la CORREPI -que había patrocinado el caso ante la COIDH- “Mientras no tienen
problemas en declamar la defensa de los DDHH cuando del pasado se trata, los jueces se disciplinan frente a la necesidad
institucional de defender a los ejecutores actuales de su política represiva, que asesinan un joven como Bulacio cada 55
horas”.

Carranza Latrubesse, Gustavo c/ Estado Nacional s/ recurso de hecho (2013)


La Corte Suprema de Justicia de la Nación resolvió en el acuerdo de la fecha una causa en la que se discutió la responsabilidad
civil del Estado Nacional ante el incumplimiento de las recomendaciones que le formulara la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos. 
 
El Tribunal hizo lugar parcialmente a la queja y al recurso extraordinario interpuesto por el Estado Nacional y, en
consecuencia, confirmó la sentencia de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Contencioso Administrativo Federal, Sala V,
que había condenado al Estado Argentino a pagar a Gustavo Carranza Latrubesse la suma de $400.000, en concepto de
indemnización por el daño ocasionado al incumplir con el informe Nº 30/97, dictado por la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos. Asimismo, desestimó la queja interpuesta por el actor.
 
En el informe citado, cabe recordar, la mencionada Comisión había concluido -en los términos del art. 51.2 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos- en que “…al impedir una decisión sobre los méritos del caso interpuesto por el señor
Gustavo Carranza, a raíz de su destitución como juez de la provincia de Chubut, el Estado Argentino violó sus derechos a las
garantías judiciales y a la protección judicial… “, por lo que se recomendaba que “…el Estado Argentino indemnice
adecuadamente a Gustavo Carranza por las violaciones mencionadas en el párrafo anterior” [CIDH, Informe Nº 30/97, para. 83
y 84]. 
 
Con una mayoría de cuatro votos –suscriptos por los jueces Fayt, Zafaroni, Petracchi y Maqueda-, el Tribunal se pronunció
sobre las consecuencias jurídicas que traen aparejadas para el Estado Argentino las recomendaciones emanadas de la
Comisión Interamericana, en los términos del informe definitivo previsto en el artículo 51.2 de la citada Convención.
  
Para ello, los jueces Fayt y Zaffaroni postularon la obligatoriedad para los Estados de cumplir en toda circunstancia con los
informes “del artículo 51” de la Comisión Interamericana y, en el caso, con las recomendaciones formuladas en el informe Nº
30/97, por lo que el Estado Argentino debía indemnizar al actor ante el incumplimiento de dicho informe. 
 
Dicho resultado se imponía, a juicio de estos magistrados, debido al “`sentido´ que debe atribuirse a los términos del citado
precepto tanto en el `contexto´ específico cuanto en el general en el que están insertos, atendiendo al `objeto y fin´ del
régimen de peticiones y de la Convención Americana en su integralidad. Es a la par, el que mejor responde al principio de
`buena fe´ y al `efecto útil´ de dicho régimen, evitando así el `debilitamiento´ del sistema, cuando no, por así decirlo, del propio
ser humano al cual está destinado a servir”.          
        
Como uno de los fundamentos centrales del voto, indicaron que el informe de la Comisión -en el caso, adverso al Estado-
constituía la decisión final del sistema, pues el régimen procesal prevé sobre el fondo del asunto una sola y única decisión
definitiva que estará dada, o bien por el informe “definitivo” de la Comisión, o bien, por la sentencia de la Corte
Interamericana, siendo excluyentes una de la otra. (cons. 8º)
 
Sostuvieron, también, que debía conferirse valor vinculante a las mentadas recomendaciones, puesto que el trámite ante ese
órgano –si bien rodeado de las garantías atinentes al debido proceso- entraña un “desequilibrio procesal” entre el peticionario
y el Estado, en tanto este último, en caso de discrepancia con el informe preliminar del artículo 50 emitido por la Comisión,
tiene la “alternativa procesal” de someter el caso a la Corte Interamericana, mientras que para el peticionario la decisión de la
Comisión sobre la no violación de las normas convencionales en un caso determinado, “da lugar, directamente, a una decisión
tan definitiva como obligatoria, dado que carece absolutamente de jus standi  para someter el litigio ante la CorteIDH”. (cons.
11)   
 
Por otra parte, tanto el juez Petracchi como el juez Maqueda, en sus respectivos votos, luego de analizar las normas
internacionales y la jurisprudencia de la Corte Interamericana sobre la cuestión, afirmaron el deber del Estado Argentino de
adoptar los mejores esfuerzos para aplicar las recomendaciones de la Comisión.”
 
Por su parte el juez Petracchi señaló que, si bien es cierto que las recomendaciones formuladas por la Comisión
Interamericana no tenían un valor obligatorio equivalente al de las sentencias de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos, el Estado, en función del principio de buena fe estaba obligado a tener en cuenta el contenido de estos informes,
debiendo realizar sus mejores esfuerzos para aplicar las recomendaciones de la Comisión. Concluyó que, en el caso, no se
probó que dichos esfuerzos se hayan llevado a cabo.
 
También desde esta segunda perspectiva, y por imperio del principio de buena fe que rige el cumplimiento de las obligaciones
internacionales, el juez Maqueda concluyó que si bien sólo las sentencias dictadas por la Corte Interamericana son ejecutables,
el Estado Argentino no podía desconocer la recomendación de la Comisión de indemnizar al actor y que debía realizar los
mejores esfuerzos para su implementación. Destacó que habían transcurrido más de diez años desde que aquélla se emitiera y
que no sólo el Estado no había alegado ningún obstáculo para cumplirla sino que tampoco se advertía alguno (cons. 11) por lo
que resolvió que, ante la falta de cooperación de este último, ninguna objeción cabía formular a la decisión tomada por la
Cámara en cuanto reconocía, con sustento en el incumplimiento de la mencionada recomendación, una indemnización a favor
del actor.
 
Finalmente, fallaron en disidencia –por un lado- la jueza Highton de Nolasco y el juez Lorenzetti y –por otro- la jueza Argibay,
promoviendo la revocación del fallo y el rechazo de la demanda. Para ello, los dos primeros consideraron que “la afirmación
del a quo adjudicando obligatoriedad a las recomendaciones efectuadas por la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos, en la que se sustenta el fallo, aparece en pugna con las disposiciones de convenciones internacionales y la
jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que ha sentado el criterio de que el término
“recomendaciones” usado por la Convención Interamericana debe ser interpretado conforma a su sentido corriente, de
acuerdo con la regla general de interpretación contenida en la Convención de Viena sobre Derecho de los Tratados y, por ello,
no tiene el carácter de una decisión jurisdiccional obligatoria cuyo incumplimiento generaría la responsabilidad del Estado, lo
cual lleva a descalificar la sentencia como acto jurisdiccional válido. Por su parte, la jueza Argibay- sostuvo que “…el carácter
ejecutivo y jurisdiccional de la recomendación emitida por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, pretendido por
la parte actora, se aparta del sistema de resolución de controversias creado por la Convención Americana sobre Derechos
Humanos” (cons. 15).

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