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Ekmekdjian al sentirse profundamente lesionado en sus sentimientos religiosos por las frases de Sáenz, interpuso una acción
de amparo dirigida al conductor del ciclo televisivo para que en el mismo programa diera lectura a una carta documento que
contestaba a los supuestos agravios vertidos por Sáenz.
Ante la negativa del conductor del programa a leer la carta documento, Ekmekdjian inició un juicio de amparo fundado en el
derecho a réplica basándose para ello en el Artículo 33 de la Constitución Nacional y en el Artículo 14 del Pacto de San José de
Costa Rica.
El juez de primera instancia rechazó la demanda con los mismos argumentos empleados por la Corte Suprema al resolver en
la causa Ekmekdjian contra Neustad, sosteniendo que “no tiene derecho a réplica por no haber mediado una afectación a la
personalidad”. Y agrega que “el derecho a réplica no puede considerarse derecho positivo interno porque no ha sido aún
reglamentado”.
La cámara de Apelaciones resolvió en este mismo sentido.
Como consecuencia de ello, el actor dedujo recurso extraordinario ante la Cámara el cual no fue concedido, esto motivó la
queja por denegación del recurso ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación.
Decisión de la Corte:
La Corte hace lugar a la queja declarando procedente el recurso extraordinario, al entender que debía pronunciarse por
tratarse de una cuestión federal en cuanto se cuestionaban cláusulas de la Constitución Nacional y del Pacto de San José de
Costa Rica.
En su pronunciamiento deja establecido que el derecho a réplica integra nuestro ordenamiento jurídico. Sobre este punto la
Corte resuelve de manera opuesta a como lo había hecho años atrás en la causa Ekmekdjian c/ Neustad.
Interpreta que el Pacto de San José de Costa Rica al expresar, en el artículo 14, “en las condiciones que establece la ley” se
refiere a cuestiones tales como el espacio en que se debe responder o en qué lapso de tiempo puede ejercerse el derecho, y
no como se consideró en el caso antes mencionado, en el que el a quo interpretó que esa frase se refería a la necesidad de
que se dictara una ley que estableciera que el derecho de réplica fuera considerado derecho positivo interno.
Por tanto, el derecho a réplica existe e integra nuestro ordenamiento jurídico, sin necesidad que se dicte ley alguna.
Para ello, la Corte se basó en el artículo 31 de la Constitución Nacional y en lo establecido por la Convención de Viena sobre el
derecho de los tratados, donde se confiere primacía al derecho internacional sobre el derecho interno.
La Corte expreso que el actor estaba legitimado para actuar por verse afectado profundamente en sus sentimientos religiosos.
Que el Sr. D. Sáenz interfirió en el ámbito privado del Señor Ekmekdjian conmoviendo sus convicciones más profundas, lo que
implica un verdadero agravio a un derecho subjetivo.
En consecuencia, resolvió hacer lugar al derecho a réplica ordenando la aclaración inmediata y gratuita en el mismo medio, y
fue así que se condenó a G. Sofovich a dar lectura a la carta documento en la primera de las audiciones que conduzca.
Los Dres. Petracchi, Moliné O´connor, Levene y Belluscio, hacen lugar a la queja, declaran admisible el recurso y confirman la
sentencia apelada.
En síntesis, se implementa el derecho a réplica sin una ley que lo autorice. Se evitan abusos de la libertad de expresión. Se
reconoce prioridad al derecho internacional sobre el derecho interno. Se establece que las garantías individuales existen y
protegen a los individuos.
Hechos:
Durante 1974 y 1978, E. Arancibia Clavel fue funcionario de la Dirección de Inteligencia Nacional de Chile (DINA), una
organización que se dedicaba a perseguir opositores políticos al régimen de Augusto Pinochet en nuestro país. En el marco de
estas actividades, se le imputó el homicidio de Santiago Prats y Sofía Cuthbert en la Argentina, así como participación en la
tortura y homicidio de oponentes políticos y posterior sustracción de sus identificaciones para reutilizarlas. El Tribunal Oral
Federal que lo juzgó en la Argentina lo condenó a la pena de reclusión perpetua.
Arancibia apeló esta sentencia tanto por su declaración de responsabilidad en la muerte del matrimonio Prats como por su
participación en la asociación ilícita dedicada a cometer los delitos mencionados.
En lo que aquí interesa, la Cámara Nacional de Casación Penal revocó la condena por su participación en la asociación ilícita. El
fundamento que este delito no era de lesa humanidad y que se encontraba prescripto.
El Estado chileno, querellante en la causa, llevó el caso a la Corte Suprema argumentando que el tribunal de Casación no había
aplicado correctamente la ley penal y que el delito no estaba prescripto.
Decisión de la Corte:
Por unanimidad, la Corte consideró que por razones formales no podía revisar la manera en que Casación había aplicado la ley
penal. Sin embargo, resolvió que debía de oficio -es decir, por su propia iniciativa- analizar si el delito estaba prescripto o no,
porque se trataba de una cuestión de orden público. En este sentido, resolvió que según el derecho internacional de los
derechos humanos, la participación en una asociación ilícita destinada a cometer delitos de lesa humanidad también constituía
un delito de lesa humanidad y que, por lo tanto, el delito no había prescripto (Voto de los jueces Zaffaroni, Highton, Petracchi,
Boggiano, Maqueda. En disidencia Fayt, Vázquez y Belluscio).
Los jueces Zaffaroni, Highton, Petracchi, Boggiano y Maqueda concordaron en tres puntos centrales:
a) que la Corte debía tratar la cuestión de la imprescriptibilidad que el Estado chileno había obviado en su recurso;
b) que los delitos cometidos por Arancibia eran de lesa humanidad e imprescriptibles según el derecho internacional de los
derechos humanos;
c) que era posible juzgarlos y castigarlos sin violar el principio de irretroactividad de la ley penal.
Finalmente, los jueces decidieron que sancionar a Arancibia por este delito no violaba el principio constitucional de
irretroactividad de la ley penal. Los jueces que votaron en disidencia sostuvieron que debía declararse la prescripción del
delito porque, de lo contrario, se violaría el principio constitucional de legalidad, que prohíbe aplicar en forma retroactiva una
ley más gravosa dictada con posterioridad a la comisión del delito.
Espósito Miguel Ángel s/ incidente de prescripción de la acción penal promovido por su defensa (2004)
En cumplimiento de lo ordenado por la Corte Interamericana de Derechos Humanos, la Corte Suprema en el caso "Espósito"
declaró imprescriptible el delito de privación ilegal y muerte de W. Bulacio.
Posteriormente los detenidos fueron liberados sin que se abriera causa penal en su contra, desconociéndose los motivos de la
detención e incumpliéndose con el deber de comunicar esta detención al juez de menores y a los familiares.
Sin embargo, W. Bulacio no recuperó su libertad. La mañana siguiente a su detención salió de la comisaría en ambulancia. Las
lesiones que tenía en su cabeza determinaron su internación y a la semana de ser arrestado, murió.
Los médicos que lo atendieron efectuaron la denuncia penal. Así en el año 1991 comenzó el proceso penal para esclarecer su
muerte y sancionar a los responsables.
La querella recusó a los jueces de la Cámara y presentó un pedido de juicio político contra ellos.
En 1993, los familiares de W. Bulacio demandaron a la Policía Federal Argentina y el Comisario Espósito por $300.000,00
(trescientos mil pesos). Este proceso se encuentra suspendido hasta que se dicte la sentencia penal, por lo que al día de la
fecha no pudieron obtener una reparación económica ante la justicia argentina.
La familia de Bulacio llevó el caso ante la Corte Suprema que revocó el sobreseimiento de Espósito porque no estaba
fundamentado ni en los hechos de la causa ni en las normas aplicables.
En 1994, Espósito fue nuevamente procesado y la investigación continuó avanzando, principalmente a instancias de la fiscal y
de la querella. Un ex oficial policial atestiguó cómo Espósito castigó físicamente a Walter.
En 1996 la fiscal y los padres de Bulacio acusaron al Comisario Espósito. En vez de contestar la acusación y que la causa
quedara lista para dictarse sentencia, a partir de ese momento y hasta el 2001, es decir, por casi cinco años, la defensa del
imputado presentó una enorme cantidad de incidentes y recursos procesales que demoraron el dictado de la sentencia.
Esta serie de articulaciones dilatorias motivó que la querella se presentara ante la Corte Suprema de Justicia argumentando
privación de justicia.
La Corte hizo lugar al pedido y encomendó a los jueces poner fin a la paralización de la causa con motivo de estas múltiples
articulaciones a fin de respetar el derecho de la querella de obtener una sentencia (Voto de los jueces Nazareno, Moliné O
´Connor, Fayt, Boggiano, López, Vázquez, Belluscio, Petracchi y Bossert”).
Finalmente, en junio del 2001 la defensa planteó la prescripción de la acción penal que fue declarada por el juez de primera
instancia y confirmada por la Cámara de Apelaciones en noviembre de 2002. A fines del 2002, la fiscal llevó el caso a la Corte
Suprema.
El 26 de febrero de 2003, el Estado Argentino celebró un acuerdo amistoso con la CIDH y con los familiares de Bulacio en el
que reconocía su responsabilidad por la violación a los derechos fundamentales de su hijo, causada por un inapropiado
ejercicio del deber de custodia y por una detención ilegítima y por la violación al derecho a la protección judicial de sus
familiares, en tanto pese al lapso de tiempo transcurrido no hubo se sancionó a los responsables.
Ante la COIDH se celebraron dos audiencias públicas en las que las partes discutieron acerca de cuál debía ser la manera de
reparar estas violaciones.
En su sentencia condenatoria contra el Estado Argentino, entre otras cosas, la COIDH tuvo por probado que en la causa judicial
seguida por las lesiones, privación ilegal de la libertad y muerte de W. Bulacio habían existido una serie de dilaciones y que
ninguno de los responsables había sido sancionado. Además de ordenar una reparación económica a los familiares, la COIDH
ordenó al Estado Argentino que enjuiciara y sancionara a los responsables de la detención, agresión y muerte de W. Bulacio y
que adoptara medidas para que no se repitieran en el futuro hechos como éste.
Específicamente, con relación a la obligación de juzgar y sancionar la detención ilegal y la muerte de Bulacio, la COIDH remarcó
que el proceso judicial tramitó durante más de 12 años sin obtener una sentencia que condenara a los responsables. Ello
porque durante más de cinco años los jueces permitieron que el abogado del imputado Espósito dilatara y entorpeciera el
juicio mediante el abuso de los recursos que la ley pone al servicio de la defensa, olvidando su deber de conciliar su derecho
de defensa con el derecho de las víctimas del delito a conocer lo sucedido y a sancionar a los responsables.
La COIDH, con aplicación de la doctrina sentada en “Barrios Altos”, sostuvo que era inadmisible que mediante una disposición
de prescripción se buscara impedir la investigación y sanción de los responsables de las violaciones a los derechos humanos, ya
que de lo contrario los derechos reconocidos en la Convención Americana sobre Derechos Humanos carecerían de protección
efectiva. Por lo que concluyó que el Estado Argentino debía proseguir la investigación y sancionar a los responsables.
Pues bien, como dijéramos, el caso estaba ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación desde fines de 2002 para resolver el
recurso interpuesto por la fiscal contra la decisión que sobreseyó, por prescripción, al comisario Espósito. La fiscal que
interpuso el recurso extraordinario había alegado que era arbitraria la decisión de la Cámara Criminal de Apelaciones de
sobreseer a Espósito. Esta funcionaria sostuvo que esta decisión no tenía fundamento porque no había valorado que el plazo
de prescripción se había interrumpido con cada una de sus respuestas negativas a las excepciones planteadas por la defensa y
las sucesivas resoluciones del juez que las rechazó.
El Procurador General de la Nación concordó con este criterio y remarcó que la actividad de la fiscal había estado dirigida a
remover los obstáculos procesales para que se pudiera dictar una sentencia definitiva en un caso en que, además, se
encontraba comprometida la responsabilidad internacional del estado en virtud de la sentencia de la COIDH.
Pues bien, la Corte Suprema resolvió que el juicio penal contra el comisario Espósito debía continuar porque la acción penal no
estaba prescripta (Voto de los jueces Petracchi, Zaffaroni, Belluscio, Fayt, Highton, Boggiano y Maqueda). Si bien la Corte
resolvió esta cuestión por unanimidad, hubo diferencia en cuanto a los fundamentos y a la importancia que debía dársele a la
sentencia de la COIDH.
Arbitrariedad de la sentencia:
Los jueces de la Corte no llegaron a una mayoría sobre si la sentencia de la Cámara era arbitraria. Así, los jueces Petracchi,
Zaffaroni y Highton consideraron que la sentencia no era arbitraria mientras que los jueces Belluscio, Maqueda, Boggiano y
Fayt consideraron que sí lo era porque no había fundamentado suficientemente por qué la actividad de la fiscal no había
interrumpido la acción penal.
Aplicación retroactiva del criterio de la CIDH:
cabe señalar que los jueces que consideraron que la sentencia no era arbitraria y que en consecuencia se había declarado
correctamente que la acción penal estaba prescripta, no explicaron por qué la aplicación del criterio de la COIDH en el sentido
de que al delito cometido por Espósito no se le podía aplicar las normas de prescripción, no implicaba una violación al principio
constitucional de legalidad y de prohibición de aplicación retroactiva.
Esto es llamativo porque este fallo se dicta a meses de “Arancibia Clavel” en que la mayoría de la Corte fundamentó el por qué
la aplicación del principio de imprescriptibilidad del delito cometido por Arancibia no constituía una violación al principio de
legalidad. De modo contrario, aquí sólo Boggiano y Fayt se hacen cargo de esta cuestión.