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Col·lecció «Estudis sobre la traducció»

Núm. 17

Sobre las especialidades


de la Traducción
y la Traducción
especializada

Roberto Mayoral Asensio


Oscar Diaz Fouces
BIBLIOTECA DE LA UNIVERSITAT JAUME I. Dades catalogràfiques

MAYORAL ASENSIO, Roberto

La traducción especializada y las especialidades de la traducción /


Roberto Mayoral Asensio, Oscar Diaz Fouces.  Castelló de la Plana :
Publicacions de la Universitat Jaume I, D.L. 2011
p. ; cm.  (Estudis sobre la traducció ; 17)
Bibliografia.
ISBN 
1. Traducció. I. Diaz Fouces, Oscar. II. Universitat Jaume I.
Publicacions. III. Títol
81’25


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© De la present edició: Publicacions de la Universitat Jaume I, 2011

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DOI: http://dx.doi.org/10.6035/EstudisTraduccio.2011.17
ISBN: 
A nuestros padres
y a nuestras madres
Índice

Prefacio, Anthony Pym.............................................................................9

Introducción........................................................................................15

1. El concepto de traducción especializada


en los Estudios de Traducción...................................................19
1.1. Cuestiones preliminares (1): el afán clasificatorio en los estudios
sobre la traducción.............................................................................19
1.2. Cuestiones preliminares (2): el concepto de categorización.............27
1.3. Cuestiones preliminares (3): representaciones gráficas
de los criterios de categorización.......................................................32
1.4. Revisión sintética de los criterios empleados para clasificar
la traducción y de los modelos resultantes.........................................45
1.4.1. Preliminares: las opiniones de algunos expertos.....................45
1.4.2. El criterio del grado de especialización del texto:
traducción general frente a traducción especializada...............47
1.4.3. El criterio del tema del texto.....................................................50
1.4.3.1. Un ejemplo concreto: la traducción jurídica................56
1.4.3.2. ¿Tiene algún fundamento la clasificación basada
en el tema?....................................................................60
1.4.4. El criterio del género del texto..................................................60
1.4.5. El criterio de la función del texto..............................................67
1.4.6. Lenguajes de especialidad y (tipos de) textos especializados...71
1.5. Las implicaciones didácticas..............................................................73
1.6. Primeras conclusiones........................................................................75

2. Notas sobre la constitución, la evolución


y el cultivo de las disciplinas...............................................79
2.1. El origen de las disciplinas................................................................81
2.1.1. Factores intrínsecos y factores extrínsecos...............................81
2.1.2. La especialización.....................................................................83
2.2. El cultivo de las disciplinas................................................................88
2.2.1. Los grupos académicos.............................................................88
2.2.2. La relación entre los tipos de disciplinas y los grupos
académicos................................................................................90

3. La constitución como disciplina de la traducción...97


3.1. Tres dimensiones para un concepto...................................................97
3.2. La traducción como disciplina científica y académica......................98
3.2.1. hard/soft....................................................................................98
3.2.2. pure/applied............................................................................104
3.2.3. Ubicación disciplinar de la traducción....................................108
3.3. Las especialidades de la traducción y la traducción especializada..... 111
3.3.1. Un caso concreto: traducción automática, traducción
asistida y localización............................................................. 111
3.3.2. El concepto de traducción especializada................................. 116
3.3.2.1. Especialidades técnicas y especialidades sectoriales.....116
3.3.2.2. El caso de las especialidades teóricas.........................124
3.3.2.3. El marco disciplinario.................................................127
3.3.2.4. El problema de la delimitación
de las especializaciones sectoriales.............................129

Epílogo...................................................................................................165

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS.......................................................169
Prefacio

Roberto Mayoral y Oscar Diaz Fouces nos ofrecen un libro de carácter


especializado, ya que aborda la especialización traductológica, relegada a un
rincón aislado y periférico de las ciencias humanas. Al mismo tiempo, aunque
pueda parecer una paradoja, los autores demuestran repetidamente y desde
diversas perspectivas que, dado que todo se especializa, la cuestión de la espe-
cialización es una de las más generales, ya que abarca temas que van desde la
psicología cognitiva hasta los géneros discursivos, pasando por la relación
entre teoría y práctica, la planificación de programas de formación, e incluso
la organización de proyectos de investigación y de congresos, merced a lo que
se describe aquí como procesos de contaminación. Paradoja banal, a fin de
cuentas: del mismo modo que no existen parques zoológicos en cuyas jaulas
una placa indique «animal», ni jardines botánicos con etiquetas que digan
«planta», no hay traducción sin especialización. Dicho de otro modo, como
bien apuntan los autores, no existe una traducción general.
Así, aunque de apariencia modesta, las investigaciones que aquí se presen-
tan resultan ser de las más críticas en la traductología española. ¿Qué ocurre
cuando desaparece la categoría de traducción general? En primer lugar, la
crítica nos obliga a reflexionar sobre el modo en que tal categoría ha llegado
a los planes de estudio. A partir de ahí, se tendría que indagar sobre cómo esta
y otras categorías se han tallado y empaquetado en la forma de modelos de
competencia traductora, tales como los que encontramos en los trabajos del
grupo avanti de Granada, del grupo pacte de Barcelona o del todavía reciente
Máster Europeo de Traducción. ¿De dónde proceden las categorías? ¿De rei-
terar la tradición? («Así me han formado a mí, por lo tanto así hay que formar
a todos los traductores.») ¿Como justificación de lo ya hecho? («Así lo hace-
mos, luego así lo tenemos que hacer, por inercia y eficacia.») ¿Por adecuación
al mercado laboral? («Así lo dicen mis amigos profesionales, de modo que así
es y así seguirá siendo todo el mercado.») ¿Analizando lo que no saben los
alumnos? («Lo corrijo en el examen porque es lo que tenían que aprender.»)
¿A partir de recomendaciones de los expertos? («Si se dice así en otro país o
en otra disciplina –las disciplinas son países, por lo menos cuando tienen pres-
tigio–, entonces será lo mejor para mi país-disciplina»). Lo cierto es que, detrás
de todos los modelos actuales, hay más repetición textual que pensamiento crí-
tico, así como más tráfico de citas (sí, calco del tráfico de influencias) que
investigaciones capaces de cuestionar y modificar las categorías de partida.

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9
Como he tenido ocasión de proponer en otra parte, si los actuales modelos de
competencia se comparan con los de una ciencia como la química, que tam-
bién pretende aislar elementos y estudiar sus combinaciones y reacciones,
estamos todavía en la época de la alquimia, esperando que principios que
nunca han sido cuestionados ni probados nos conduzcan al oro inalcanzable
de la traducción perfecta. Como bien entrevén Mayoral y Diaz Fouces, la
clave del asunto podría ser la manera en que las diversas categorías funcionan
en los mundos profesionales. ¿Cómo piensan, por ejemplo, los revisores que
tienen que formar (y reformar) a nuestros egresados una vez que empiezan a
traducir en las empresas y las organizaciones? ¿Qué categorías representan
mejor las inadecuaciones de la formación actual? Aunque en estos momentos
disponemos de pocos estudios solventes sobre el tema, el espíritu crítico de
Mayoral y Diaz Fouces nos dirige por pistas nuevas y potencialmente fructuo-
sas.
Una segunda consecuencia de la desaparición de la traducción general
sería la necesidad de reconsiderar toda la cuestión de la dificultad traductora.
Según el planteamiento tradicional, aquello que es general debería resultar
más fácil de traducir que aquello que es especializado. Recuerdo, sin embar-
go, un libro pedagógico de Basil Hatim sobre la traducción inglés-árabe que
aborda, ya en su primera lección, un texto jurídico («the legal article»), dado
que el autor, lingüista, sabe que cuanto más formulario y unívoco es el texto,
más fácil resulta su traducción. Tuve ocasión de comprobar la estrategia
durante un par de años en los que impartí un curso de géneros textuales: al
tener menos interpretaciones posibles, el lenguaje formulario exige un menor
procesamiento cognitivo por parte del traductor. De hecho, esta primera clase,
sobre el texto jurídico, suele enseñar algo todavía más útil: ante aquello que
parece tan especializado que asusta, conviene mantener la calma, don’t panic,
y dejar que los problemas se solucionen uno por uno. Lo que parece difícil no
lo es, por lo menos para quien haya aprendido los principios básicos (en este
caso, el principio de la norma preliminar: ¿la traducción tiene que funcionar
en esta cultura o en aquella?). Esas dificultades quiméricas están en el origen
de las profesiones liberales.
Otra consecuencia tiene que ver con la pregunta «¿Difícil para quién?». Los
aspectos subjetivos y subjetivistas no están ausentes de las reflexiones de
Mayoral y Diaz Fouces, contribuyendo en varias ocasiones a minar la certeza
de muchas tradiciones. Aquello que resulta difícil para mí (por ejemplo, porque
es la primera vez que traduzco un contrato) no lo es para mi colega (que ya ha
traducido cien contratos, de modo que ahora salen como churros de su memoria
de traducción). De ahí se desprenden un par de problemas interesantes para

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10
estas listas de competencias que la mafia educativa nos obliga a formular y
calcular para justificar la enseñanza, como si cada estudiante particular nece-
sitase toda la lista abstracta que redactamos de antemano. De acuerdo con las
categorías tradicionales, el saber qué (conocimiento declarativo) se opone al
saber cómo (conocimiento procesal u operativo). La equivocación tradicional,
a mi entender, es que la traducción especializada requiere de unas dosis enor-
mes del saber qué. Dicha tendencia llega al paroxismo en los libros/cd de
Michael Hann (1992, 2004) que intentan resumir, para la formación de traduc-
tores «científicos y de ingeniería», los conceptos y términos de la mecánica,
electrónica, ciencia de los materiales, ingeniería nuclear, ingeniería mecánica,
ingeniería química, y más. Siempre será mejor saber estas cosas que ignorar-
las, claro está. No me resulta evidente, no obstante, que los resúmenes de
ciencias se tengan que enseñar en un programa de traducción, sobre todo cuan-
do se podría enviar a los estudiantes interesados a clases introductorias en la
Facultad de Ingeniería. Es más, hoy en día este saber qué se convierte muy
rápidamente en un saber dónde, en el sentido de que basta saber utilizar los
enormes recursos electrónicos que tenemos disponibles en Internet. Más aún,
dentro del saber dónde, la clase de conocimiento más lucrativa actualmente es
sin duda el saber quién, en el sentido de que el empresario, el gestor de pro-
yectos o el traductor en apuros tiene que saber a quién encargar o preguntar en
caso de dificultad. El saber qué concierne a textos y a la estética comunicativa;
el saber cómo es actualmente un asunto de herramientas electrónicas de ayuda
a la traducción; el saber dónde necesita poca cosa más que búsquedas por
Internet; y el saber quién se opera preferentemente por vía telefónica, ya que
la viva voz se mantiene todavía como un instrumento del poder. Las tecnolo-
gías de la comunicación nos conducirán a sus propias especializaciones.
No cabe duda de que el trabajo de Mayoral y Diaz Fouces lo abarca todo.
No obstante, me parece que la actualidad del tema de la especialización reside
en un problema histórico muy específico. Me refiero a la creación del Espacio
Europeo de Educación Superior. Los vientos continentales han hecho que, en
países como España en donde la formación de traductores ha constado tradi-
cionalmente de dos ciclos universitarios (4 o 5 años), esta se reparta ahora
entre un nivel de grado y otro nivel de máster. El problema es precisamente
este: en muchos casos (y en muchos países, hay que admitirlo), no se ha hecho
más que dividir en dos el modelo anterior: el grado para lo básico, el máster
para lo avanzado, sin especialización particular. Hay justificaciones y antece-
dentes de peso: Danica Seleskovitch solía decir que el objetivo del programa
de la esit de París era formar especialistas de la traducción/interpretación, y no
traductores/intérpretes especializados. Menos lapidariamente, aunque tal vez

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11
con más realismo social, Justa Holz-Mänttäri (1984) insistía en que el traduc-
tor debe ser un experto en traducción, con capacidad de trabajar conjuntamen-
te con expertos de otros campos. A pesar de tales opiniones expertas, que nos
hablan desde otra época, el panorama actual se caracteriza sin duda por una
formación masificada, lo que requiere otro modo de pensar. Me temo que
estamos perdiendo una gran oportunidad para reorganizar los másteres según,
precisamente, las especializaciones de la traducción. En lugar de 40 o 100
programas que repiten todos más o menos los mismos contenidos, con el fin
de estandarizar la competencia única, sería de más interés social (por lo
menos de cara a la empleabilidad de los egresados) contemplar una serie de
másteres altamente especializados (un programa modelo podría ser el Máster
de Traducción Médico-Sanitaria en la Universitat Jaume I de Castelló). Para
formarse en técnicas de traducción audiovisual, tal máster; para traducción
jurídica, tal otro, etc. Para organizar la formación de esta manera, claro, se
tendría que decidir qué se entiende por especialización y cómo se quiere apli-
car el concepto. Es tema para un debate amplio, que se tendría que extender
mucho más allá de las lenguas españolas. Visto desde esta perspectiva, todo
apunte sobre la especialización es de plena actualidad.
Los estudios españoles sobre la traducción son abundantes y su número
crece casi geométricamente. En 1987 Julio-César Santoyo publicó su primer
ensayo de bibliografía española con más de 1200 títulos. En 1996, casi diez
años más tarde, el mismo Santoyo editó una segunda bibliografía, esta vez
con unos 4800 títulos, que incluye textos en catalán, gallego y vasco. En la
actualidad, dichas cuentas se ven ampliamente superadas por la Bibliografía
de interpretación y traducción (bitra) de la Universidad de Alicante, que
cataloga más de 43 000 entradas (en 2010), de las cuales 8844 son en lengua
española, 658 en catalán, 277 en gallego y 84 en vasco. Sorprende, ante tales
cifras, las muy contadas veces que estos trabajos se suelen citar fuera del
ámbito español. Santoyo (1987) ya comentaba la ausencia casi total de autores
españoles en las bibliografías internacionales de la época, como si de injusti-
cia estadística se tratara. Se podrían hacer observaciones similares hoy: han
aumentado las publicaciones, pero no ha aumentado en paralelo, ni mucho
menos, el impacto internacional de la traductología española. Las contadas
excepciones, curiosamente, son los trabajos sobre la competencia traductora,
sobre todo los del grupo pacte de Bellaterra, en parte porque suelen publicar-
se en inglés y francés, pero también porque el tema de la competencia es clave
de muchos asuntos.
Por lo demás, silencio. ¿Por discriminación en contra del español? Chi lo
sa? Más allá de las conspiraciones, hay razones que tal vez no sean tan difí-

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12
ciles de adivinar. En primer lugar, como bien hacen notar Mayoral y Diaz
Fouces, hay muchos trabajos, sobre todo los libros de texto, que se empeñan
en acumular citas de autores de fuera, sin análisis crítico ni más propósito que
el de impresionar con la bibliografía. Por otra parte, el paisaje de la traducto-
logía española está bastante bien poblado de datos empíricos de toda índole,
sobre todo respecto a catálogos históricos de traducciones, fascinantes fichas
de censura y documentación de experimentos pedagógicos. Hace casi una
década declaraba Hurtado, como muchos en aquella época, que «necesitamos
datos que nos ayuden a conocer y explicar mejor la traducción» (2001: 632).
Ahora se podría decir que tenemos datos pero hemos avanzado relativamente
poco en el camino de entender o explicar la traducción.
Si los datos no contestan a hipótesis, es decir, a ideas claras y generales
sobre lo que queremos descubrir, no generarán conocimiento. Y si solo tene-
mos datos sin la producción dialéctica de ideas organizadoras y provocado-
ras, ¿por qué nos citarían? Como bien decía Popper (1959/2002), el proceso
inductivo necesita, para poder avanzar, del trabajo teorizante de los procesos
deductivos. El libro de Mayoral y Diaz Fouces interviene en este sentido como
una llamada a la reflexión: ahora nos toca pensar; tenemos que producir y
contrastar ideas, después de tantos años de acumular datos sobre datos.
El debate está servido.

Anthony Pym
Intercultural Studies Group
Universitat Rovira i Virgili

Referencias

Hann, M. (1992): The Key to Technical Translation, Ámsterdam/Filadelfia:


Benjamins.
– (2004): A basis for scientific and engineering translation: German-English-
German. Ámsterdam/Filadelfia: Benjamins.
Hatim, B. (1997): English-Arabic/Arabic-English Translation: A Practical
Guide. Londres: Saqi.
Holz-Mänttäri, J. (1984): Translatorisches Handeln. Theorie und Methode.
Helsinki: Academia Scientiarum Fennica.
Hurtado Albir, A. (2001): Traducción y traductología. Introducción a la tra-
ductología. Madrid: Cátedra.

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13
Popper, K. (1959/2002): The Logic of Scientific Discovery. Londres/Nueva
York: Routledge.
Santoyo, J. C. (1987): Traducción, traducciones, traductores: Ensayo de
bibliografía española. León: Servicio de Publicaciones, Universidad de
León.
– (1996): Bibliografía de la traducción en español, catalán, gallego y vasco.
León: Secretariado de Publicaciones de la Universidad de León.

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14
Introducción

A nadie se le oculta que, aunque existan precedentes significativos, la


implantación académica generalizada de los estudios sobre la traducción es un
hecho relativamente reciente. En el Estado español, hace ahora unos cuarenta
años que se inauguraron las diplomaturas de traducción e interpretación. Las
licenciaturas correspondientes tienen aproximadamente la mitad de antigüe-
dad, y los estudios de tercer ciclo (doctorados, másteres y posgrados) son
todavía más jóvenes.
Este periodo de tiempo, relativamente breve, ha sido suficiente para que el
sistema universitario español haya nutrido a la sociedad de un enorme contin-
gente de personas formadas para desarrollar actividades profesionales relacio-
nadas con la mediación lingüística. Y también, por supuesto, para que se haya
generado un grupo notable de personal académico e investigador relacionado
con la misma área. Con matices evidentes, una historia parecida se ha ido
reproduciendo en bastantes países del llamado mundo occidental.
Probablemente una de las claves del éxito de los estudios sobre la traduc-
ción en esos años ha sido su coincidencia en el tiempo con el proceso de
internacionalización de los mercados y de las comunicaciones al que es habi-
tual referirse con el nombre de globalización. Ese proceso habría permitido
incorporarse a la vida profesional a un número importante de personas titula-
das, quizás no siempre para llevar a cabo tareas específicas de traducción, pero
sí, con mucha frecuencia, para desempeñar trabajos en los que las destrezas
lingüísticas y multiculturales tienen un papel destacado. De hecho, buena parte
de las actividades profesionales en el mundo en el que ahora nos toca vivir
requieren de unas habilidades comunicativas que a principios del siglo pasado
estaban reservadas a sectores muy limitados y muy específicos. Mientras que
hace cien años los conocimientos de lenguas alcanzaban preferentemente a
profesiones muy concretas, como las propias de la carrera diplomática, hoy en
día resulta difícil encontrar una oferta de empleo mínimamente cualificado en
que las competencias lingüísticas no sean un requisito imprescindible.
Todo ese desarrollo práctico ha corrido en paralelo con una evolución teóri-
ca de los estudios sobre la traducción. A propósito de esta circunstancia, cabe
reconocer que, como mínimo, estos últimos se han mostrado ciertamente per-
meables a la influencia de las diferentes corrientes del pensamiento con que les
ha tocado convivir: desde el estructuralismo hasta el cognitivismo, pasando por
el generativismo; desde el posestructuralismo hasta el poscolonialismo, pasan-

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15
do por los estudios culturales y los estudios sobre el género... Lo cierto es que
la reflexión teórica sobre la mediación lingüística ha sido enormemente pro-
ductiva, como lo demuestra la ingente cantidad de material publicado en los
últimos años, que puede revelar una simple consulta a las bases de datos pro-
pias de la especialidad, como bitra o la Translation Studies Bibliography (que
son, ellas mismas, un claro exponente de la madurez del ámbito del que se
ocupan).
Conviene señalar que, como tampoco se le escapa a nadie que conozca
mínimamente la actividad profesional y, al mismo tiempo, la producción teó-
rica generada en los últimos tiempos, ambas llevan caminos autónomos (en
términos generales) aunque, por supuesto, existen puntos de confluencia. En
realidad, como se argumenta en este volumen, ese hecho no debiera resultar
especialmente inquietante, en lo que a nuestro campo se refiere, siempre que
no conduzca a un divorcio absoluto, difícil de justificar.
La codificación académica de los estudios sobre la traducción sintetiza, de
algún modo, la dualidad anterior, dado que las personas egresadas deben
haber recibido formación tanto para el desempeño profesional como para la
reflexión teórica. En nuestra opinión, conviene no perder nunca de vista que
la capacitación universitaria del personal que tendrá que desempeñar las pro-
fesiones relacionadas con la traducción y la interpretación y también la
reflexión teórica sobre las mismas es, por derecho, una actividad diferente de
ambas, que debe ser objeto continuado de reflexión (y de revisión) a su vez.
Con este trabajo, nos proponemos contribuir –aunque sea modestamente– a
esa revisión, que afecta, en realidad, a los tres espacios. Lo hacemos a propó-
sito de un asunto que nos parece espinoso, tanto por su dificultad intrínseca
como por la inercia que ha llevado a dar por asumido un cierto estado de las
cosas, sin argumentar la conveniencia de mantenerlo. Nos referimos a la estruc-
turación de los planes académicos, de la práctica profesional y de la propia
investigación, en diversas especialidades (o especializaciones), a los criterios
que llevan a delimitarlas, y a la (in)utilidad de oponerlas a una supuesta no
especialización, a la que suele designarse con la etiqueta de traducción gene-
ral.
Para ello, partimos de una justificación de nuestras dudas sobre la conve-
niencia de mantener las clasificaciones tradicionales (basadas en criterios
como el tema o la función de los textos) e intentamos situar una discusión
sobre la propia viabilidad (y el valor) de las clasificaciones rígidas, en un
campo como el que nos ocupa. A continuación, presentamos algunos funda-
mentos para una (re)ubicación disciplinar de la traducción para después, a la

ÍNDICE
16
vista de todo lo anterior, intentar abrir una reflexión sobre las diferentes espe-
cializaciones posibles, sobre el modo de delimitarlas y de caracterizarlas.
Como podrá comprobarse, las que aquí proponemos no son en ningún caso
unas conclusiones cerradas, ni así lo hemos pretendido. Tampoco debe enten-
derse que con ello aboguemos por algún tipo de relativismo teórico-metodoló-
gico. Simplemente nos ha parecido adecuado (re)abrir una cuestión, difícil pero
sin duda interesante, con la voluntad de estimular el debate entre las personas
interesadas, a partir de algunas premisas menos comunes. Creemos que el vigor
de una disciplina debe medirse, más que por el volumen de su producción teó-
rica, por la capacidad de quienes la cultivan de evitar los dogmas inmutables y
someter los fundamentos en que se basa a un examen crítico permanente. Es a
ese examen al que pretendemos contribuir con las páginas que siguen.

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17
1. El concepto de traducción
especializada en los Estudios
SOBRE LA Traducción

1.1. Cuestiones preliminares (1): el afán clasificatorio en los estudios


sobre la traducción

Traducción especializada y sus corolarios traducción general, traducción


científica, traducción técnica, traducción jurídica, traducción médica, etc. son
etiquetas cuyo uso está muy asentado en nuestro campo. Estas denominacio-
nes no solo sirven para estructurar el marco teórico, sino que también afectan
de forma directa a muchos aspectos de la vida profesional de quienes se dedi-
can a la traducción. Las tarifas profesionales se organizan y se distinguen de
acuerdo con estas categorías. Lo mismo ocurre con las convocatorias de
empleos y con los perfiles laborales, con los cursos, con los grados y con las
reuniones científico-académicas. Esta categorización es el resultado de inten-
tar clasificar, tipificar y compartimentar la actividad de traducir, de modo que,
en buena lógica, debiera hacer más fáciles la reflexión, la comunicación y la
práctica misma. En nuestra opinión, sin embargo, hoy por hoy, esta categori-
zación entorpece más que facilita nuestra tarea y, por lo tanto, se ha hecho
acreedora de una cierta revisión crítica. Creemos que, en general, estas clasi-
ficaciones tradicionales o bien no responden a sus propios principios de cómo
debe ser una buena clasificación o bien resultan poco operativas desde el
punto de vista práctico (el cómo traducir), o bien no son el resultado de una
reflexión en profundidad de la propia naturaleza como disciplina de los estu-
dios sobre la traducción sino, en cierta medida, algo previo a ella. Un ejemplo
que refleja las circunstancias a las que acabamos de referirnos estaría consti-
tuido por una de las tipologías más difundidas (Hurtado, 2001), fruto de una
voluntad explícitamente integradora (de vías clasificatorias y de escuelas):

ÍNDICE
19
Categorías de clasificación Variedades de traducción
Ámbito socioprofesional Tipos de traducción
Modo traductor Modalidades de traducción
Naturaleza del proceso en el individuo Clases de traducción
Método empleado Métodos de traducción

Categorías de clasificación de las variedades de traducción


(Hurtado, 2001: 53)

Método interpretativo-comunicativo
(traducción del sentido)
Método literal FINALIDAD DE LA
(transcodificación lingüística) TRADUCCIÓN
Método libre
(modificación de categorías semió-
ticas o comunicativas)
Método filológico (traducción eru-
dita y crítica)

Principales métodos de traducción (Hurtado, 2001: 54)

Según la función y la configura- Traducción natural


ción del proceso en el individuo Traducción profesional
Aprendizaje de la traducción profe-
sional
Traducción pedagógica
Traducción interiorizada
Traducción explicativa
Según la dirección del proceso Traducción directa
Traducción inversa

Clases de traducción (Hurtado, 2001: 57)

ÍNDICE
20
Ámbitos marcados por el campo Traducción de géneros especializa-
dos.
Tipo de campo: técnico, jurídico,
económico, religioso, etc.
Traducción técnica, científica, jurí-
dica, etc.
Ámbitos no marcados Traducción de géneros no especia-
por el campo lizados.
Traducción de géneros literarios,
publicitarios, periodísticos, etc.
Traducción literaria, traducción
publicitaria, traducción periodísti-
ca, etc.

Tipos de traducción (Hurtado, 2001: 59)

Modo traductor Modalidad de traducción


Simple Traducción escrita
Interpretación simultánea
Interpretación de enlace
Susurrado
Complejo Traducción a la vista
Interpretación consecutiva
Subordinado simple Voces superpuestas
Doblaje
Traducción de canciones para ser canta-
das
Traducción de programas informáticos
Traducción de productos informáticos
multimedia
Subordinado complejo Subtitulación
Supratitulación musical
Traducción de productos informáticos
multimedia

Modo traductor y principales modalidades de traducción (Hurtado, 2001: 73)

ÍNDICE
21
Métodos de Traducción comunicativa
traducción Traducción literal
(según el método Traducción libre
traductor empleado) Traducción filológica, etc.
Clases de Traducción natural
traducción Traducción profesional
(según la naturaleza Aprendizaje de la traducción profesional
del proceso Traducción pedagógica
traductor en el Traducción interiorizada
individuo) Traducción explicativa
Traducción directa
Traducción inversa
Tipos de traducción Traducción técnica
(según el ámbito Traducción jurídica
socioprofesional) Traducción económica
Traducción administrativa
Traducción religiosa
Traducción literaria
Traducción publicitaria
Traducción periodística
Interpretación de conferencias
Interpretación social
Interpretación de tribunales
Modalidades de Traducción escrita
traducción Traducción a la vista
(según el método Interpretación simultánea
traductor) Interpretación consecutiva
Interpretación de enlace
Susurrado
Doblaje
Voces superpuestas
Subtitulación
Traducción de programas informáticos
Traducción de productos informáticos multimedia
Traducción de canciones
Supratitulación musical
Traducción iconográfica

Clasificación de la traducción (Hurtado, 2001: 94)

ÍNDICE
22
A las clasificaciones anteriores, Hurtado (2001: 473-506) añade todavía
«Las clasificaciones textuales en Traductología»:

• Las clasificaciones por los ámbitos temático y socioprofesional (2001:


473).
• Las clasificaciones funcionales (asumiendo las propuestas de Bühler,
Reiss y Newmark) (2001: 474-483).
• Las clasificaciones por géneros (2001: 484, 491-506).

El esfuerzo clasificatorio de esta destacada autora es un caso notorio del


afán cartesiano que nos impulsa a todos los académicos, con mayor o menor
eficacia, a ordenar el mundo, a clasificar incesantemente, olvidándonos a
veces de que, para que una clasificación esté justificada, tiene que resultar útil
para unos fines relevantes, previamente declarados. Esta salvedad parece
especialmente obvia en el caso de las disciplinas cuyo interés principal no
debiera radicar, aparentemente, en la descripción, sino en la aplicación, como
el caso que nos ocupa, el de una disciplina referida, esencialmente, a un tipo
de proceso comunicativo. No parece que un axioma como el de que cualquier
disciplina debe avanzar en la capacidad de descripción de su objeto de estudio
pueda utilizarse como argumento único para elaborar clasificaciones, si estas
no permiten avanzar correlativamente en la explicación de la naturaleza de
ese mismo objeto. El filósofo de la ciencia Toulmin (1977 [1972]: 11-12) se
refiere a esa tendencia de la siguiente manera:

Desde que los antiguos griegos se enamoraron de la geometría, el pensamien-


to filosófico sobre la naturaleza del conocimiento ha estado dominado por
modelos derivados de la matemática y la física teórica. Este hecho ha tenido
dos consecuencias lamentables. Por una parte –invirtiendo el epigrama de
Whitehead–, condenó a toda la filosofía posterior a ser una serie de apostillas
a Platón. Por la otra, tentó a los filósofos a concentrarse en cuestiones concer-
nientes a la forma lógica, a descuidar las cuestiones atinentes a la función
racional y la adaptación intelectual […] Dicha regla puede resumirse en una
sola convicción profundamente arraigada: que, en la ciencia y la filosofía por
igual, la preocupación exclusiva por la sistematicidad lógica ha resultado des-
tructiva para la comprensión histórica y la crítica racional. Los hombres
demuestran su racionalidad no ordenando sus conceptos y creencias en rígidas
estructuras formales sino por su disposición a responder a situaciones nuevas
con espíritu abierto, reconociendo los defectos de sus procedimientos anterio-
res y superándolos. Aquí, nuevamente, las nociones fundamentales son las de
«adaptación» y «exigencia», más que las de «forma» y «validez».

ÍNDICE
23
Dejando de lado ahora la conveniencia de argumentar sólidamente la pro-
pia necesidad de las clasificaciones tradicionales, y aunque sea en un aparte,
queremos recordar que también es frecuente asumir que debe exigirse a las
mismas el cumplimiento de una serie de criterios de calidad, para que resulten
operativas (Sierra, 1999: 83-84):

• Deben ser completas y exhaustivas, de modo que no dejen fuera a ningún


miembro del conjunto que es objeto de clasificación.
• Las clases deben excluirse entre sí, de modo que ningún individuo del con-
junto pueda ser incluido a la vez en dos clases distintas.
• El criterio o fundamento de la clasificación debe ser único y el mismo en
todos los casos de la misma clasificación.

Más adelante argumentaremos que las clasificaciones más habituales en


traducción (concretamente, las que se basan en criterios intratextuales) tien-
den a no cumplir con estos criterios. Observaremos, a propósito de la distin-
ción especializada / no especializada, que (1) establecen un criterio en forma
de alternativa dicotómica respecto al cumplimiento/incumplimiento de una
cualidad (nos referiremos enseguida a las limitaciones del binarismo), o bien
(2) no están basadas en uno, sino en varios criterios solapados (el tema, el
género) que, además, resultan discutibles. Para argumentar la primera de estas
observaciones, comenzaremos por repasar, de modo muy sintético, algunas
cuestiones relacionadas con un concepto, el de categorización, al que ya
hemos aludido en varias ocasiones y sobre el que juzgamos que merece la
pena detenerse con más atención.
Debemos señalar, además, que, desde nuestro punto de vista, los estudios
sobre la traducción no han creado ex novo muchas de las actuales categorías
clasificatorias sino que las han importado de otros ámbitos, de una forma
probablemente apresurada y mecánica (Mayoral, 2007). Al menos en un
grado significativo, su origen se encuentra en los estudios textuales, que a su
vez las tomaron prestadas de los estudios relacionados con las lenguas para
fines específicos (lsp) y de la terminología. Conviene tener presente, a propó-
sito de las lsp, que esa designación recoge tanto el significado de lengua(s)
con fines específicos como el de lenguajes de especialidad / lenguajes espe-
cializados (Doménech, 2007: 242) y, de acuerdo con Sager (2007: 112),
habría permitido superar en los años setenta «la vieja percepción de los len-
guajes especializados de materia o dominio». De todos modos, los estudios
sobre las lsp tampoco inventaron estas categorías de especialización sino que
a su vez las tomaron prestadas de la ontología vigente en su momento.

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24
Las categorizaciones de la traducción se manifiestan en muchos campos y
niveles distintos, entre otros:

• Las especializaciones profesionales.


• Las tarifas profesionales.
• La organización interna de sus asociaciones e incluso el elemento cons-
titutivo de las mismas.
• Los títulos y fines de los eventos académicos.
• Los títulos y contenidos de las monografías sobre traducción.
• Los títulos y contenidos de los diccionarios y otras obras de referencia
dirigidos a traductores.
• Los planes de estudio de las licenciaturas o grados.
• Las denominaciones y contenidos de los cursos de posgrado en traduc-
ción y/o interpretación.
• Las denominaciones y contenidos de los cursos no reglados de traduc-
ción e interpretación.
• Las denominaciones y contenidos de las asignaturas de traducción e
interpretación.
• Las denominaciones de los premios de traducción.

Todos estos campos y niveles dan testimonio también de la confusión


entre lo general y lo especializado, uno de los ejes de este trabajo. A falta de
un estudio empírico más solvente, creemos que es muy probable que las cate-
gorías más habitualmente utilizadas en estos momentos sean las siguientes:

• Traducción científica y técnica.


• Traducción económica, comercial, jurídica, jurada y administrativa.
• Traducción literaria.
• Traducción de software, multimedia y audiovisual.
• Traducción general.

Cada una de ellas puede organizarse a su vez en varios componentes, o


agruparse en otras compartimentaciones diferentes (traducción médica, diplo-
mática, militar, farmacéutica, de patentes...), a partir de criterios estructurales
o externos. Más abajo volveremos sobre ello. Por otro lado, parece claro que,
en el actual estado de las cosas, cualquier tipo especializado de traducción,
por ejemplo, la traducción médica, podría ser designado adecuadamente, sin
que la etiqueta dejase de evocar el contenido, añadiendo el sintagma de textos
o de documentos (por ejemplo, traducción de textos médicos, que incluso

ÍNDICE
25
podríamos sustituir por traducción de textos que tratan de medicina). También
matizaremos estás afirmaciones más adelante.
Los estudiosos y los profesionales deben enfrentarse con frecuencia con
mezclas de tipologías y clasificaciones poco claras. Una de las causas del
error aunque, desde luego, no la única podría ser la confusión entre los crite-
rios de especialización del texto y de especialización profesional. En traduc-
ción, el adjetivo especializado ha sido utilizado tradicionalmente con sentidos
distintos y solapados, entre otros «relativo a cada una de las diferentes subcla-
ses dentro de la traducción» (eje horizontal de extensión) y «que exige una
pericia especial» (eje vertical de intensidad, parámetro que habría que exami-
nar a la luz de la experiencia profesional).
De un modo intuitivo, ya podemos empezar por constatar que la actividad
de traducir suele someterse a diferentes tipos de categorización, que respon-
den a la aplicación de criterios distintos. Podemos intentar sistematizarlos en
el siguiente resumen:

A. Clasificación según criterios intratextuales.


A.1. Eje horizontal o extensivo.
A.1.1 Tipologías textuales según el tema del texto: jurídica, científica,
técnica, económica, vitivinícola…
A.1.2 Tipologías textuales según el género (la estructura y la situación
pragmática del texto): contratos, abstracts, patentes… Algunos
autores ponen énfasis en su carácter intratextual (convenciones
en la estructura textual) y otros en su carácter extratextual
(situación comunicativa).
A.1.3 Tipologías textuales según la función: textos expresivos/estéticos,
informativos/declarativos, apelativos/direccionales/persuasivos.
A.2 Eje vertical o intensivo.
A.2.1 Según el grado de especialización del texto: general o especializada.
B. Clasificación según criterios extratextuales.
B.1 Clasificación según la especialización del traductor: general, especializada,
audiovisual, jurídica, médica…
B.2 Según las circunstancias (extralingüísticas y extratextuales) del proceso
de traducción: jurada, audiovisual, editorial, diplomática, militar,
interpretación ante los tribunales…
B.3 Según el medio: traducción, interpretación, a vista, telefónica…
B.4 Según la combinación lingüística implicada: por ejemplo, inglés-español.
B.5 Según la direccionalidad de la traducción: directa o inversa.
B.6 Según la vinculación a una cultura determinada: vinculada a una cultura
o no vinculada a ninguna cultura.
B.7 Según la profesionalidad del trabajo o del traductor: profesional o no
profesional.
[…]

ÍNDICE
26
De la combinación de estos criterios resulta, en general, la organización de
las estructuras académicas en la formación de traductores y, correlativamente,
buena parte de la producción investigadora en nuestro ámbito (no solo la que
se orienta a la didáctica), como más arriba sugeríamos. También, en buena
medida, la organización de la práctica profesional. En realidad, parece lógico
suponer que los egresados de los centros de formación superior tiendan a
proyectar los hábitos estructurales interiorizados durante el periodo formativo
en su realidad profesional, por lo menos en algún grado.
En los próximos apartados introduciremos algunos elementos de reflexión
a propósito, especialmente, de los criterios A1 y A2. En el capítulo siguiente
presentaremos algunas herramientas conceptuales que podrían ayudar a
reflexionar de un modo diferente al más tradicional en nuestro ámbito sobre
el concepto de traducción especializada, tanto en lo que se refiere al eje exten-
sivo como al intensivo y tomando en cuenta diferentes circunstancias extra-
textuales.

1.2. Cuestiones preliminares (2): el concepto de categorización

En el epígrafe anterior nos hemos referido en varias ocasiones a los con-


ceptos de clasificación (la organización de elementos en clases diferentes) y
categorización (el procedimiento que lleva a discernir esas mismas clases). A
continuación, intentaremos profundizar en el segundo de ellos, dado que
resulta especialmente relevante para nuestros propósitos. De acuerdo con la
síntesis de Cuenca y Hilferty (1999: 32):

La categorización es un mecanismo de organización de la información obte-


nida a partir de la aprehensión de la realidad, que es, en sí misma, variada y
multiforme. La categorización nos permite simplificar la infinitud de lo real
a partir de dos procedimientos elementales de signo contrario o, mejor dicho,
complementario: la generalización o abstracción y la discriminación. […]
Así la categorización se puede definir como un proceso mental de clasificación
cuyo producto son las categorías cognitivas, «conceptos mentales almacenados
en nuestro cerebro», que, en conjunto y una vez convencionalizadas, constituyen
lo que se denomina «lexicón mental» (Ungerer & Schmid 1996: 39). En este
sentido, la categorización fundamenta los procesos de comprensión y pro-
ducción lingüística.

La categorización es uno de los temas estrella de los estudios sobre la cog-


nición humana, junto con la comprensión y la producción del lenguaje, la

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27
metaforización o el aprendizaje. La revisión del concepto de clasificación
encuentra una referencia evidente (por lo menos, a los efectos de este trabajo)
en los trabajos de autores como Lakoff (1987, 1982), Rosch (1973), Givón
(1986, 1984), Kleiber (1995 [1990]) y Taylor (1995). El último de ellos,
John R. Taylor, en su obra Linguistic Categorization. Prototypes in
Linguistic Theory, presenta una clara y detallada exposición del problema
de la categorización, a propósito de las categorías lingüísticas o gramatica-
les, aunque buena parte de su exposición resulta aplicable a cualquier otro
grupo de entidades categorizables. Así, Taylor (1995: 20) parte de una crítica
del enfoque clásico de la categorización (cf. también Lakoff, 1987: 5 y ss.;
Givón, 1986, 1984), que ha sido el predominante hasta bien avanzado el
siglo xx. Ello no obsta para que Givón (1986: 77), con su franqueza y des-
caro proverbial, afirme:

One extreme approach to looking at semantic/cognitive/functional space


within the Western tradition is the Platonic point of view. Within it, «categories
of the understanding» are discrete, absolute and pristine, be they God-given as
Plato or Descartes would have it; neuro-genetically wired in as Chomsky
(1966, 1968) or Bickerton (1981) would have it; representing the stable fea-
tures of The Real World as Russell (1905, 1919), Carnap (1947, 1959) and
other positivists would have it; or made out of atomic units of perception as
the classical empiricists would have it. The age-old argument between empiri-
cist and racionalist concerning the source of such categories in no way
impinges upon accepting them as discrete.

En la descripción que Taylor (1995: 23-24) propone para el sistema clási-


co, la categoría se define en términos de la confluencia de una serie de carac-
terísticas (o condiciones) necesarias y suficientes:

• Categories are defined in terms of a conjunction of necessary and sufficient


features.
• Features are binary […] are a matter of all or nothing.1

1. Conviene recordar que el binarismo de los modelos de condiciones necesarias y suficientes está
directamente relacionado con los primeros modelos de la teoría de la comunicación. Así lo reco-
noce Jakobson (1975) [1961] y argumenta la obsesión estructuralista de establecer clasificaciones
basadas en rasgos dicotómicos (+/-) en la naturaleza de la unidad de información, el bit.
El principio dicotómico que subyace a todo sistema de rasgos distintivos del lenguaje fue descu-
bierto paulatinamente por los lingüistas y encontró su corroboración en los dígitos binarios (bits,
si queremos utilizar la tan popularizada contracción) utilizados como unidad de medida por los

ÍNDICE
28
• Categories have clear boundaries.
• All members of a category have equal status.

O, en palabras de Lakoff (1982: 6), en la categorización clásica:

A category is defined in terms of necessary and sufficient conditions shared by


all members. Such conditions include objective properties of entities and
objective relations holding among entities. They are stated in terms of objec-
tive logical relations that hold among such properties and relations.

Y los principios que la rigen (Lakoff, 1982: 4-7) son el objetivismo, el


esencialismo, el reduccionismo, la doctrina de las categorías objetivas, la
doctrina de los tipos naturales, la lógica objetivista, la psicología objetivista,
la racionalidad objetivista, la política objetivista y la semántica objetivista
(mentalista o no).
En última instancia, la crítica al modelo clásico de categorización remite
a los trabajos de Wittgenstein (1988 [1953]), especialmente a los conceptos
de (1) límites difusos (fuzzy limits) para distinguir las categorías pertenecien-
tes a una clase y de (2) semejanza de familia, como forma de relación entre
las mismas. Los límites difusos implican que elementos que la teoría clásica
presentaba como contiguos y claramente diferenciados, bajo la nueva concep-
ción aparecen como difusos y solapados. Con la etiqueta de «semejanza de
familia», incide Wittgenstein en el hecho de que dentro de una misma clase
algunos elementos comparten unas características que otros no poseen y es
posible que algunos elementos no tengan ninguna característica en común con
otros elementos de la misma clase.
La revisión de estas características lleva a los autores cognitivistas a pro-
poner la coexistencia en una misma clase de elementos prototípicos (los
representantes ideales de una categoría) y elementos periféricos (los más ale-
jados del prototipo). El concepto de prototipo ha sido desarrollado y aplicado
por autores como Rosch (especialmente), Lakoff o el propio Taylor (1995:
59-60), para quien podría concebirse de dos modos:

• […] the central member, or perhaps to the cluster members of a category.

ingenieros de la comunicación. Cuando estos definen la información selectiva de un mensaje


como la cantidad mínima de decisiones binarias que permiten al receptor reconstruir lo que nece-
sita deducir del mensaje a partir de los datos de que dispone, tal fórmula puede aplicarse perfec-
tamente al papel de los rasgos distintivos de la comunicación verbal.

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29
• […] a schematic representation of the conceptual core of a category. On this
approach, we would say, not a particular entity is the prototype, but that it
instantiates the prototype.

Un problema de difícil resolución es la elección del prototipo de una


clase. Básicamente, los criterios para la elección de prototipos parecen ser
arbitrarios. Una vez definida una clase, se puede escoger como elemento
prototípico a:

• El más frecuente (frecuencia).


• El que presenta más ocurrencias (cantidad).
• El valor intermedio aritméticamente (promedio).
• El más representativo, según criterios claramente subjetivos y, sin duda,
culturalmente determinados (el ejemplar más característico de la catego-
ría mascota en un lugar puede coincidir con un ejemplar de la categoría
alimento en otro, por ejemplo).

Podemos calcular el porcentaje, la media aritmética, la media, la mediana, etc.


como sus formas de expresión matemática. El tamaño es mensurable por
métodos aritméticos y la frecuencia se presta a la aplicación de métodos esta-
dísticos, pero, incluso dentro de estos últimos, los sistemas empleados pueden
diferir. Por ejemplo, como medida del alejamiento o proximidad al elemento
más representativo (análisis de conglomerados) podemos utilizar la desvia-
ción estándar (o desviación típica) o bien la desviación media absoluta.
La fijación de prototipos bajo el enfoque de elementos prototípicos / ele-
mentos periféricos requiere definir previamente las características que reúnen
los elementos de la clase y luego estudiar su cumplimiento y distribución.
Este procedimiento no es aplicable para el enfoque de aire de familia, ya que,
como dijimos, puede haber elementos que no compartan ningún rasgo en
común. Quizás podría resultar útil aprovecharse de técnicas estadísticas que
ya se utilizan en otras disciplinas como la economía, la bibliometría, la psico-
logía o la sociología. En particular nos referimos al cluster analysis o ‘análisis
de conglomerados’ (en otras traducciones: clusters, ‘grupos’, ‘racimos’,
‘agrupamiento’, ‘grupo’). El análisis de agrupamientos es un método estadís-
tico basado en resumir en un grupo (cluster) un número grande de elementos
con características o comportamientos iguales o parecidos. Mide el grado de
proximidad o alejamiento respecto a un elemento que se presenta como el
foco o núcleo de un agrupamiento y se distingue de otros métodos estadísticos
en que no parte de ninguna clase establecida, sino que deduce las clases de los
agrupamientos producidos tras el análisis estadístico.

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30
No podemos dejar este breve repaso sin señalar que Kleiber (1995 [1990])
se refiere a las siguientes ventajas del enfoque cognitivo para la categoriza-
ción:

• Las categorizaciones no presentan un carácter rígido.


• Las categorizaciones no necesariamente deben ser homogéneas.
• Existen unas propiedades semánticamente pertinentes, pero no tienen el
carácter de (condiciones) necesarias.

Por cierto, que también la consideración de dos tipos de eje para la cate-
gorización, uno de ellos horizontal (extensivo) y el otro vertical (intensivo),
al que más arriba nos referíamos (y sobre el que todavía volveremos) tiene sus
raices en los estudios cognitivistas.
Y recordaremos, además, que Taylor (1995: 68-80) se refiere a una última
aportación del cognitivismo que resulta relevante para los temas que ahora
nos ocupan: la distinción entre las categorías o clasificaciones de los expertos
(basadas en las definiciones) y las populares (basadas en los procedimientos
de reconocimiento). A propósito de la misma, resulta evidente que, para la
persona que traduce, la existencia de un amplio abanico de clasificaciones
disponibles es en sí misma problemática, así que, para los asuntos que le ata-
ñen utiliza sus propias clasificaciones, derivadas de mecanismos que, a falta
de estudios empíricos, no conocemos con seguridad ni en detalle. En su prác-
tica profesional, puede lidiar, por ejemplo, con:

• Clasificaciones ontológicas cultas (sistemas bibliotecarios, tesauros docu­


mentalistas...).
• Clasificaciones ontológicas populares.
• Clasificaciones ontológicas tradicionales elaboradas por expertos en un
tema específico (por ejemplo, para el campo del derecho, Borja (1998)
opta por las clasificaciones textuales propias de los formularios jurídi-
cos, perspectiva que Monzó (2002: 125) califica de «etnográfica» «ya
que se basa en el comportamiento de la cultura que estudia»).
• Clasificaciones ontológicas de sus clientes.
• Clasificaciones ontológicas de los destinatarios de sus traducciones.
• Clasificaciones ontológicas de sus profesores.
• Clasificaciones bibliográficas.
• Clasificaciones de la administración académica.

Por lo demás, y en último extremo, popular y experto son conceptos que se


nos presentan también como un continuo dinámico (el conocimiento que hoy es

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31
popular pudo ser especializado hace pocos años, como ocurre con la informáti-
ca de usuario), con un fuerte componente subjetivo y no, desde luego, como una
opción binaria.

1.3. Cuestiones preliminares (3): representaciones gráficas


de los criterios de categorización

Una buena forma de visualizar la disparidad de organizaciones conceptua-


les que resultan de las diferentes clasificaciones relacionadas con el tema que
nos ocupa es revisar la representación gráfica de las mismas, como nos pro-
ponemos hacer a continuación. De hecho, en la comunicación teórica es
habitual representar la estructura y las categorías resultantes de una clasifica-
ción mediante (1) imágenes que representan objetos familiares de la vida
común o (2) mediante figuras geométricas abstractas. Se trata de un recurso
utilizado para facilitar la comunicación que implica inevitablemente procesos
de metaforización, abstracción, reduccionismo y alejamiento de la realidad a
la que intenta representar. Por supuesto, hablamos aquí de metaforización
considerando metáfora como «Metaphor is a device for seeing something in
terms of something else», y no, claro está, como instrumento retórico
(v. Burke, 1945: 503, en Cameron y Low, 1999: 3; Kövecses, 2002). En tér-
minos cognitivos, la metáfora conceptual (no la lingüística) se define como
«[…] understanding one conceptual domain in terms of another conceptual
domain», de tal modo que «[…] there is a set of systematic correspondences
between the source and the target in the sense that constituent conceptual ele-
ments of B correspond to constituent elements of A.», correspondencias a las
que se denomina mappings (Kövecses, 2002: 6). Las metáforas siempre reco-
rren el camino de lo más concreto o físico a lo más abstracto y en este único
sentido.
El uso de representaciones gráficas como metáforas de los conceptos teó-
ricos no se reduce, desde luego, al campo de la traducción o de las lsp. Así
tenemos: el triángulo nombre-concepto-cosa de Ogden y Richards (1923); la
metáfora del conducto (conduit metaphor) para la comunicación, criticada por
Lakoff y Johnson (1980) y otros cognitivistas, como Reddy (1979); los árbo-
les de análisis sintáctico del generativismo (Chomsky, 1965); el poliedro
como representación de la terminología, de Cabré (2003, 1999); la casa a la
que se puede acceder por varias puertas (teoría de las puertas), también usada
por Cabré (2003) para representar la terminología; la de los círculos concén-
tricos, utilizada por Tricás (2005, 1995) para representar la traducción; el

ÍNDICE
32
modelo en árbol de familias de lenguas o el modelo de siembra y disemina-
ción de diferentes especies vegetales, de Hudson (1980); el movimiento en
ondas concéntricas (teoría de la onda) sobre la extensión del cambio lingüís-
tico, también de Hudson (1980); la de las palabras «tándem», las palabras
«ómnibus» y las palabras «saco» de Mounin (1982) [1974], para describir las
colocaciones; los diferentes tipos de redes, etc.
Las relaciones entre la lengua general y la lengua especializada y entre las
diferentes lenguas especializadas han sido (y son) objeto de diferentes repre-
sentaciones gráficas, como las siguientes.
Mosaico (patchwork). Con límites coincidentes. Compartimentación per-
fecta.

Lengua general

LSP1 LSP2 LSP3 LSP4 LSP5 LSP... LSP... LSP... LSPn

Lengua general y lsp (Mayoral, 2004: 58)

Sin límites coincidentes.

Lengua común y sublenguajes (Hoffmann, 1987 [1998]: 49)

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33
Con espacios en blanco entre categorías para representar los espacios
ignotos, todavía por descubrir o por definir.

Prosa Economia
Literatura Pedagogia Filosofia ... agrícola i ...
literària alimentària

Zootècnia i Construcció
Agronomia veterinària ... Construcció ... de maquinària ...

Electrotècnia ... Medicina ... Química Física Matemàtiques ...

Espacios en blanco en tipologías horizontales (Hoffmann, 1987 [1998]: 57)

La representación en mosaico para incluir las distintas especializaciones


es la más clásica y sencilla. Refleja dominios o campos conceptuales perfec-
tamente separados que, sumados, constituyen el conjunto de la clase. Se
corresponde con una clasificación ideal, que cumpla con todos los requisitos
exigibles (cf. supra).
La distinción (y la relación) entre lengua general, lengua común y lengua
especializada ha sido objeto de distintas representaciones gráficas, algunas de
ellas de elevada complejidad, como las siguientes.

ÍNDICE
34
Círculos concéntricos

Lenguas de especialidad y lengua común (Rondeau, 1984 [1981]: 25)

Vocabulario general y vocabulario especializado (Droz y Seibicke, en Arntz


y Picht, 1995 [1989]: 29)

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35
Lengua común y lenguaje especializado
(Reinhardt, en Arntz y Picht, 1995 [1989]: 32)

ÍNDICE
36
Léxico especializado y léxico no especializado
(Heller, en Arntz y Picht, 1995 [1989]: 31)

ÍNDICE
37
Lenguaje general, lengua común y lsp (Cabré, 1992: 130)

Flor (Picht)

-------------------------

Expertos y laicos (Picht, 1999)

ÍNDICE
38
Tejas o escamas. Esta forma de representación se aleja algo del concepto
clásico de clasificación y no cumple con todos sus requisitos porque admite
solapamientos entre las clases:

Lengua general y lsp (Mayoral, 2004: 58)

La admisión de solapamiento entre las distintas clases o los distintos ele-


mentos de una clase es un corolario común a todos los intentos (más o menos)
contemporáneos de clasificación de terminologías, textos o traducciones.
Resulta un hecho demasiado evidente para ser negado, aunque no parece
haberse reflejado en ninguna modificación de los postulados generales sobre
la categorización de la traducción y todas sus implicaciones. Los límites difu-
sos entre categorías no dejan de darse ni siquiera en el caso de las ciencias
naturales, donde no existe una separación tajante entre las especies. Incluso
clasificaciones tan establecidas como las taxonomías zoológicas y botánicas
se están sometiendo a revisión por parte de los taxonomistas filogenéticos,
que consideran, entre otros motivos de discrepancia, que las especies son
entidades fluidas que pueden cambiar a lo largo del tiempo (Gee, 2000).

ÍNDICE
39
Árbol. Es un tipo de representación filogenético y añade un elemento dia-
crónico a las clasificaciones, pues establece jerarquías temporales entre ellas.
Es la típica de los árboles conceptuales de la terminología:

Árbol de conceptos (Schätzle, en Arntz y Picht, 1995 [1989]: 204)

ÍNDICE
40
Este tipo de representación se ha filtrado también a la clasificación de
géneros:

DOCUMENTOS Documentos Acuerdo Acuerdo


DE LA administrativos Convenio
ADMINIS­TRA­CIÓN normativos o Resolución Resolución
Autorización
de decisión Nombramiento
Licencia
Providencia
Decreto
Desistimiento
Concesión
Expropiación
Admisión
Aprobación
Otorgamiento de poderes
Dispensa
Requisa
Rectificación de errores
Revocación
Jubilación
Orden Orden
Ordenanza
Bando Bando de urgencia
Bando ordinario
Reglamento Reglamento
Estatutos
Normativa electoral
Documentos Acta Acta de sesión de órgano
administrativos colegiado
Acta de reunión
de constatación Acta de infracción
Acta procesal
Acta de constitución

Clasificación de géneros administrativos


(García de Toro, en García Izquierdo, 2005: 212)

El esquema cognitivo prototípico, una forma más actual de clasificación,


distingue, como veíamos más arriba, entre elementos prototípicos (los repre-
sentantes ideales de una categoría) y elementos periféricos (aquellos que no
lo son). Así lo recoge Givón (1986, 1984):

ÍNDICE
41
Elementos prototípicos y periféricos en categorización (Givón, 1984: 14)

El racimo (cluster) es un tipo de representación propia de la categori-


zación prototípica y del análisis de conglomerados (clusters o racimos)
(Cunningham, 2004; Laakso y Cottrell, 1999; Manchester Metropolitan
University, 2003; McCarthy y Miles, 2004; Peña, 2007; Serrano, 2000;
Statsoftinc, 2003; Wikipedia, 2004), basado en agrupamientos estadísti-
cos. Un cluster es una colección de datos u objetos estudiados que son
semejantes entre sí dentro del mismo cluster y diferentes a los objetos de
los demás clusters. El análisis de clusters consiste en el agrupamiento del
conjunto de datos a estudiar. El clustering es una clasificación sin super-
visión: no se trabaja con clases predefinidas (como ocurre tanto en las
clasificaciones tradicionales como en las prototípicas). Existen métodos
diversos de clustering y, por supuesto, tipos distintos de datos procesa-
bles. Las variables estadísticas utilizadas son la desviación absoluta media
y la desviación estándar.

ÍNDICE
42
Análisis de conglomerados
(Wikipedia, «Cluster analisis (in marketing)». Consulta: 18-07-07)

Análisis de conglomerados (Peña, 2007)

ÍNDICE
43
El clustering también puede reflejar jerarquías entre sus miembros (clus-
tering jerárquico) y se representa, de nuevo, como un diagrama de árbol o
dendrograma:

Dendrograma o diagrama de árbol en análisis de conglomerados


(Serrano Cinca, 2007)

El de cadena abierta es, que sepamos, un modelo que todavía no ha sido


utilizado como patrón de representación en nuestro campo. Está basado en el
concepto de «aire de familia» de Wittgenstein (1988 [1953]). En él, los ele-
mentos de las categorías se vinculan de forma lateral y no central. Es decir,
no se agrupan alrededor de unas características comunes a todos ellos, sino
uno a uno. Como consecuencia, dan lugar a unas cadenas en las que el prime-
ro y el último de los componentes, aparentemente, no comparten nada. Su
vinculación solo se comprende teniendo en cuenta toda la secuencia o cadena.
Una organización centralizada de la categoría, que tiene al prototipo como
centro, es sustituida por una organización colateral de los elementos. Es
Givón (1986, 1984) quien sugiere el siguiente esquema:

ÍNDICE
44
Aire de familia de Witgenstein (Givón, 1984: 13)

1.4. Revisión sintética de los criterios empleados para clasificar


la traducción y de los modelos resultantes

1.4.1. Preliminares: las opiniones de algunos expertos

En nuestra búsqueda de información sobre el origen de las clasificaciones


dentro del campo de la traducción, acudimos a consultar a personas de amplia
experiencia, tanto en el campo de la traducción profesional como en el de la
investigación y la enseñanza. De la consulta a René Haeseryn, actual director
de Babel, la revista oficial de la Federación Internacional de Traductores,
obtuvimos la siguiente información, que, por lo remoto y singular de sus
datos, creemos aporta nuevas perspectivas al tema (comunicación personal a
Roberto Mayoral, 19 de julio de 2003):

Tuve que realizar alguna investigación para responder a su consulta sobre la


clasificación de la traducción especializada.
Parece ser que la clasificación procede de estudiosos o investigadores del
campo de la traducción, traductólogos avant la lettre.
En la tesis doctoral de R. W. Jumpelt Die Übersetzung naturwissenschaftlicher
und technischer Literatur (1961, Berlín, Langenscheidt, 214 pp.), el autor
escribe sobre «Die Arten der Übersetzung» (pp. 24-27). Basa su clasificación
en un artículo de J. B. Casagrande «The ends of translation», publicado en The
International Journal of Applied Linguistics, 20, 4 (1954): 335-40. Distingue
los siguientes «Übersetzungsgattungen» (géneros de traducción):

• Estéticos (literatura, teatro, cine) (Aesthetische Überstzungen)


• Religiosos (Biblia…) (Religiöse Übersetzung)
• Pragmáticos (Pragmatische Übersetzung)
- Ciencias naturales (Naturwissenschaften)
- Ciencias aplicadas (angewandten Wissenschaften)
- Ciencias sociales (sociología, economía, derecho, finanzas, política)
(Sozialwissenschaften)

ÍNDICE
45
- Tipos especiales (documentos oficiales, publicidad, etc.) (spezielle Arten)
- Etnografía (Ethnographische Übersetzung)
- Lingüística (Sprachwissenschaftliche Übersetzung)
- Humanidades (Geisteswissenschaftliche Übersetzung)

Jumpelt también estudia los textos en los campos de las ciencias naturales y de
la tecnología.
Otra mención temprana de las categorías de la traducción se encuentra en
George Mounin, Die Übersetzung (Nymphenburger Verlag, Múnich, 214 pp.).
En las páginas 148-158, divide el capítulo 21 «Die technischen Übersetzungen»
en traducción:

• Diplomática
• Jurídica, administrativa…
• Comercial
• Científica y técnica

Esta distinción fue aceptándose gradualmente en la literatura traductológica


posterior. Como ejemplo, citaré el libro de Raymond Van den Broeck y André
Lefevere Hitnodiging tot de Vertaalwitenschap (Invitación a la ciencia de la
traducción) (1979, Coutinho, Muiderberg, 219 pp.). En la página 163 indican
que en la traducción de los textos científicos y técnicos se establece de forma
tradicional una distinción entre las ciencias-beta (las ciencias naturales y sus
aplicaciones) y las ciencias-alfa (las ciencias sociales) [esta distinción pasó al
español como «ciencias duras» y «ciencias blandas»].

Según Brian Harris (comunicación personal a Roberto Mayoral, 21 de ju­­


lio de 2003), y refiriéndose a la Universidad de Ottawa, a principios de la
década de los años sesenta las clasificaciones ya estaban bien establecidas en
el campo de la traducción (especializada, técnica y general, en el pregrado, y
jurídica, literaria y de la Biblia, en posgrado). En tiempos actuales se ha incor-
porado como división importante la de la localización (en el próximo capítulo
discutiremos con más detalle su consideración). Al mismo tiempo, en lo que
respecta al gobierno canadiense, las divisiones establecidas han variado [par-
lamentaria, jurídica –incluida la legislativa–, técnica, científica, económica y
financiera y general (el resto)].
Como podemos ver, nada parece indicar que podamos hablar de catego-
rías homogéneas en la actualidad. Si tomamos en consideración la perspec-
tiva histórica, Harris señala que las especializaciones no surgieron todas al
mismo tiempo, que las de más tradición son la de la Biblia (anterior a San
Jerónimo), la diplomática y comercial (organizada e incluso enseñada en
Francia desde la Administración de Colbert en el siglo xvii o en Canadá

ÍNDICE
46
iniciada bajo la Administración de Samuel de Champlain, también en el
siglo xvii) y la traducción jurada, regulada en España por el Ministerio de
Asuntos Exteriores desde principios del siglo xix y que en la práctica profe-
sional algunos sitúan en la colonización española de América. Harris insiste
en que incluso la denominación actual de intérpretes para los traductores es
de origen reciente pues tanto los traductores jurados en España como los
traductores diplomáticos y comerciales franceses han sido conocidos como
intérpretes y realizaban traducciones tanto escritas como orales.
Según Paul Kussmaul (comunicación personal a Roberto Mayoral, 30 de
julio de 2003), su investigación sobre la presencia de lsp en Germersheim le
llevó a la conclusión de que su presencia data de 1959 y que las principales
especialidades de traducción que se ofrecen en esta Universidad son la econó-
mica, la técnica, la jurídica y la médica (aunque esta última no para todas las
combinaciones lingüísticas).

1.4.2. El criterio del grado de especialización del texto: traducción general
frente a traducción especializada

Aunque no se les pueda atribuir más valor que el de un indicio, las opinio-
nes de los expertos consultados parecen apuntar en la dirección de la falta de
un marco de referencia, nítidamente establecido, a la hora de delimitar las
diferentes especialidades de la traducción. De hecho, como veremos en el
tercer capítulo de este trabajo, la consulta de diversos planes académicos
parece confirmar esta impresión aunque, como también comprobaremos,
existirían seguramente algunos puntos comunes. En este apartado, así como
en los dos siguientes, intentaremos revisar algunos de los criterios que con
más frecuencia son manejados para distinguir las diversas especialidades de
la traducción.
Tradicionalmente, se ha considerado comunicación especializada a aque-
lla que tiene lugar entre especialistas de un determinado campo, que se comu-
nican sobre su ámbito específico, utilizando su jerga específica. Correlativa-
mente, se consideraba comunicación no especializada o general a la que
ocurre entre no especialistas que se comunican sobre cuestiones cotidianas
utilizando el vocabulario común a todos los hablantes.
Actualmente se reconocen muchos más matices en la categorización de la
comunicación especializada. Como señala Mayoral (1997b):

ÍNDICE
47
[…] la perspectiva más clarificadora y la más útil de todas puede ser la que
parte de la comunicación de información especializada, comunicación que
puede tener como protagonistas a combinaciones diversas (especialista a espe-
cialista, especialista a político, especialista a lego, especialista a comprador,
especialista a usuario); estos tipos de situación comunicativa se realizan a
través de los vehículos más adecuados (revista especializada, manual, folleto
de instrucciones para usuario, informe, etc.), a los que corresponden géneros
más adecuados (artículo científico, abstract, ensayo, artículo de divulgación,
etc.) y formatos que les resultan más propios y la intersección de los paráme-
tros de interlocutores o protagonistas, vehículo, género y formato con el tema
sobre el que gira el evento comunicativo determina la terminología y la fraseo-
logía.

Y, antes, en 1997a [1992]:

La lengua de especialidad y la lengua general muestran osmosis en ambos


sentidos. Esta osmosis se manifiesta asimismo entre las lenguas correspon-
dientes a varios campos especializados.

Los conceptos especializados son utilizados en la comunicación tanto por


legos como por especialistas. La comunicación de conceptos especializados
se da entre todas las diferentes combinaciones de interlocutores que se pueden
establecer según diferentes niveles de especialización.
No es adecuado por tanto estudiar o describir la terminología de acuerdo
con una sola variable: el campo. Será necesario describir el estrato al que
pertenece esa terminología dado el nivel de especialización al que se adscriba
y la situación comunicativa a la que corresponda.
La tendencia a la biunivocidad de concepto y representación se ve contra-
rrestada por fuerzas que impulsan el polimorfismo: la variación estilística,
razones comerciales y variaciones regionales. La imposición de la biunivoci-
dad puede resultar un obstáculo para el buen fin de determinados casos de
comunicación especializada.
Consecuentemente, la separación tajante entre comunicación especializada
y no especializada (y, por lo tanto, entre lenguaje y traducción especializados o
no especializados) carecería de sentido, ya que todo texto o acto comunicativo
incluye, en distintas proporciones, elementos que pueden ser categorizados
como especializados y elementos que pueden ser categorizados como no
especializados. Este hecho es admitido hoy en día por un creciente número de
expertos en lsp, en terminología y en traducción. Por otro lado, fenómenos
como la metaforización, la variación lingüística y, aún más específicamente,
la existencia de idiolectos, cuyo alcance se suponía limitado a la comunica-

ÍNDICE
48
ción general, pueden detectarse con facilidad también en la comunicación
altamente especializada. El cambio social de las últimas décadas ha tenido
entre sus consecuencias que el conocimiento especializado se haya divulgado
de forma creciente entre toda la comunidad (se haya democratizado), de modo
que algunas parcelas (como la mecánica, la economía, el derecho o la medi-
cina) que en el pasado fueron privativas de los especialistas forman parte
ahora del saber que comparten amplios sectores de la población y pueden
detectarse con facilidad en la comunicación diaria, como más arriba anticipá-
bamos. Así pues, cualquier intento de trazar una frontera que separe tajante-
mente la comunicación (o la traducción) especializada de la general está
probablemente condenado al fracaso. En el campo de la Terminología, la
asunción de los cambios descritos ha provocado el desplazamiento de su cen-
tro de gravedad tradicional (la normalización de la comunicación de experto
a experto) a la exploración terminológica de contextos comunicativos más
amplios y variados (cf. por ejemplo la obra de Cabré, 1999; Sager, 2007;
Aguado, 2002; y Doménech, 2007).
Por supuesto, la distinción entre traducción (o comunicación) general y
traducción (o comunicación) especializada adolece también de todos los
defectos imputables a las clasificaciones binarias, a las que aludíamos en un
epígrafe anterior y a las que la realidad parece bastante refractaria. Lo que en
un principio se nos presenta como dicotomías (general frente a especializado)
termina revelándose como una cuestión de grado (más o menos especializa-
do), amoldándose más bien a la estructura de los llamados conjuntos borro-
sos, mucho más próximos del modelo cognitivista de la categorización, a los
que también nos referíamos más arriba (Zadeh, 1965: 338):

A fuzzy set is a class of objects with a continuum of grades of membership.


Such a set is characterized by a membership (characteristic) function which
assigns to each object a grade of membership ranging between zero and one.

De modo que, en todo caso, sería mucho más realista una representación
como la siguiente, un continuo con polos de máximo y mínimo grado en sus
extremos:

ÍNDICE
49
extremadamente mínimamente
especializado especializado

Continuo de especialización (Mayoral, 2007a)

Conviene no perder de vista que a todo lo anterior deberíamos sumar aún


la dificultad obvia del hecho de que el de especialización sea un concepto
subjetivo: el mismo texto podrá ser considerado más o menos especializado
de acuerdo con el grado de familiaridad que el receptor muestre con el tema.
Una conferencia impartida por un experto inevitablemente será percibida
como demasiado especializada por una parte de los asistentes, como aceptable
por otros y como demasiado simple o divulgadora por otros.

1.4.3. El criterio del tema del texto

El eje horizontal de clasificación según el tema del texto operaría cuando la


categorización de un conjunto de traducciones parte de varios parámetros y no
presenta un carácter meramente dicotómico o binario. Nos encontraríamos aquí
diferentes clasificaciones concurrentes, dada la diversidad de criterios de cate-
gorización (y de relaciones entre las distintas categorías) susceptibles de ser
considerados.
La clasificación de la traducción según el tema del texto y según el géne-
ro se incorpora a los estudios sobre la traducción tanto desde el campo de
estudio de los lenguajes de especialidad (o lenguas profesionales) y la ter-
minología como desde la lingüística sistémico-funcional hallidayana
(Halliday, 1978, 1977). Los métodos y los objetivos de la lingüística halli-
dayana se incorporaron a los estudios sobre la traducción fundamentalmen-
te a través del trabajo de Hatim y Mason (1990). Hurtado (2001, 1995) ha
sido su principal valedora en los estudios sobre la traducción en España. La
clasificación de la traducción según la función del texto, a la que después
nos referiremos, se incorpora a los estudios sobre la traducción a través de
la escuela funcionalista o del escopo (Reiss, 2000 [1971]; Reiss y Vermeer,
1996 [1991]; Nord, 1997) y los trabajos de Newmark (1976 [1974]). En
todos estos autores resulta fácil rastrear el concepto de función sugerido por
Karl Bühler (1979 [1934]).

ÍNDICE
50
La clasificación temática de los textos alude, necesariamente, a una clasi-
ficación previa de la realidad en la forma de parcelas del saber (o de la expe-
riencia) a la que aquellos se refieren. ¿Cuál podría ser esta? La división del
saber en ciencia y tecnología, derecho y economía, y literatura no parece
hacer justicia a la actual percepción del saber y los saberes entre la comunidad
científica y otros especialistas relacionados (documentalistas, bibliotecarios,
epistemólogos, terminólogos). Desde nuestro punto de vista, convendría dejar
establecidos ciertos hechos, para empezar:

• La clasificación del saber ha variado a lo largo del tiempo.


• Saberes con la misma denominación han variado su contenido a lo largo
del tiempo.
• No existen fronteras claras entre distintos tipos de saber (a veces, codi-
ficados en designaciones científico-académicas mestizas como físico­
química, bioestadística, sociolingüística, etc.).
• No existe consenso absoluto sobre la asignación de saberes a categorías
de nivel superior (¿debe la psicología ser considerada un ámbito de las
humanidades, de las ciencias experimentales o de las ciencias de la
salud?, ¿debe la traducción ser considerada parte de las humanidades,
de las ciencias sociales o de las ciencias de la comunicación?, ¿la ter-
minología se incluye en el ámbito de la traducción o en el de la lingüís-
tica?).
• Se produce un desplazamiento en el continuo del saber por el que se
deslizan los límites entre los distintos subcampos: la biología y la geolo-
gía actuales se confunden en muchos aspectos con la química de hace
unas décadas; la química actual se parece en muchos aspectos a la física
de antaño; la física actual se podría confundir con las matemáticas pasa-
das y las matemáticas y la física actuales recuerdan en muchas ocasiones
a la filosofía (al menos en los procesos de elaboración de hipótesis teó-
ricas), al tiempo que todas las disciplinas avanzan en su propio proceso
ideal de formalización que las va aproximando en mayor o menor grado
a las matemáticas y a la lógica.

En el caso de España, el ejemplo más próximo, prácticamente todo organis-


mo competente está elaborando sus propias clasificaciones del conocimiento,
que ejemplifican las áreas del Ministerio de Educación y Ciencia (en cualquiera
de sus designaciones), los campos y áreas científicas de la actual Comisión
Nacional Evaluadora de la Actividad Investigadora (de la Secretaría de Estado
de Universidades e Investigación del Ministerio de Educación y Ciencia), las

ÍNDICE
51
clasificaciones científicas de la Comisión Interministerial de Ciencia y
Tecnología, o la Nomenclatura Internacional de la Unesco.
La biblioteconomía es, precisamente, una disciplina para la que resulta
fundamental disponer como referencia de un método nítido de organización
del conocimiento, por lo que parece oportuno hacer referencia a ella en este
punto. El primer gran sistema de clasificación bibliográfica en bibliotecas fue
el Sistema Decimal (ddc) de M. Melvil Dewey, publicado por primera vez en
1876. Junto con el de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos (lcc),
comenzado en 1897, constituyen el grupo de referencias más poderosas en
este ámbito, al lado de la actualmente hegemónica Clasificación Decimal
Universal (cdu) (denominada por Lasso de la Vega, que colaboró en su elabo-
ración, «Clasificación Bibliográfica Internacional»). La cdu tiene su origen en
la Clasificación Decimal de Dewey (1876). Es elaborada por la Federación
Internacional de Información y Documentación y en España ha sido tradu-
cida y publicada por los sucesivos organismos de normalización (iranor,
Instituto de Racionalización y Normalización; aenor, Asociación Española
de Normalización y Certificación). Es la norma internacional de clasifica-
ción de materias seguida en centros de documentación y bibliotecas. El Index
Translationum (1984) de la Unesco también utiliza la cdu como criterio cla-
sificatorio, en lo que parece ser un caso excepcional de sinergia entre la tradi-
ción traductológica y las normas internacionales de clasificación de mate-
rias.
Tanto la clasificación Dewey, como la cdu, como la de la Biblioteca del
Congreso en Washington (los llamados «sistemas de clasificación universa-
les») han experimentado numerosas revisiones. La descripción detallada de
estas clasificaciones y de sus revisiones se escapa al alcance y los objetivos
de este trabajo. La comparación de todas ellas nos llevaría a concluir, de
todos modos, que no existe consenso en cuanto a la clasificación del saber,
que se producen cambios diacrónicos de su organización interna y que la
subjetividad tiende a impregnar de algún modo la elaboración de las clasi-
ficaciones.
Desde el campo que nos ocupa, el de la traducción, la fit recomienda en
el primer número de su boletín (1955) una Clasificación Provisional de las
Materias de la Bibliografía Internacional de la Traducción de la fit. En con-
sulta con la Clasificación Decimal Universal (cdu), la Federación Internacional
de Documentación (fid) y la Organización Internacional de Normalización
(iso), la fit recomienda una clasificación en la que advierten las siguientes
subdivisiones de la traducción:

ÍNDICE
52
1. Administrativa
2. Cinematográfica (doblaje, subtitulación)
3. Comercial
4. Diplomática
5. Jurídica
6. Literaria
Clásica
Lírica
Poética
Religiosa
Teatral
7. Militar
8. Musical
9. En las organizaciones y conferencias internacionales
10. De prensa
11. Publicitaria
12. Radiofónica (comprende la traducción de servicios de escucha)
13. Científica

La comparación sistemática de la organización académica en cursos, estu-


dios, materias y asignaturas de traducción e interpretación (otra tarea pendien-
te de realizar) podría ratificar también la falta de consenso sobre la clasifica-
ción de las especializaciones. Sí que podemos comparar, no obstante, las
clasificaciones bibliográficas fundamentales, para apreciar sus diferencias
entre sí y con la que es, probablemente, la clasificación más usual en el campo
de la traducción, ya mencionada.

ÍNDICE
53
CDU Dewey Library of Congress Traducción
(2004) (2004) (1939)
1. Generalidades. Computadoras, A. Obras generales. Científica
Filosofía. Psicología. información y B. Filosofía. Psicología. Religión. Técnica
2. Religión. Teología. obras generales. C.Ciencias Auxiliares de la Jurídica
Ciencias sociales. Filosofía y Historia Económica
3. Estadística. Política. psicología. D. Historia: General y Antigua Comercial
Economía. Comercio. Religión. E. Historia: Estados Unidos Administra­
Derecho, Gobierno. Ciencias F. Historia Local de los Estados tiva
Asuntos militares. sociales. Unidos y de América Inglesa, Audiovisual
Bienestar social. Lingüística. Holandesa, Francesa y Latina. Jurada
Seguros. Educación. Ciencias y G.Geografía. Antropología. Literaria
Folclore. matemáticas. Recreo Localización
4. (Vacante) Tecnología. H. Ciencias Sociales
5. Matemáticas. Arte y I. Ciencia Política
Ciencias naturales. recreación. K. Derecho
6. Ciencias aplicadas. Literatura. L. Educación
Medicina. Historia y M. Música y Libros sobre Música
7. Bellas Artes. Juegos. geografía. N. Bellas Artes
Espectáculos. P. Lengua y Literatura
Deportes. Q. Ciencia
8. Lenguaje. R. Medicina
Lingüística. S. Agricultura
Literatura. T. Tecnología
9. Geografía. Biografías. V. Ciencia Militar
Historia. Z. Bibliografía. Biblioteconomía.
Recursos Informativos
(General)

No parece que una organización de áreas que agrupe la lingüística y la


literatura (como en la cdu o la Biblioteca del Congreso, aunque no en Dewey),
o el tratamiento diferenciado para tecnología, medicina y ciencia (en la
Biblioteca del Congreso) pudiese resultar especialmente útil para la traduc-
ción, ni a efectos prácticos ni (meta)teóricos, si lo que se pretende obtener son

ÍNDICE
54
clasificaciones temáticas rígidas. La distinción de la Biblioteca del Congreso
entre lengua y tecnología (computadores/lingüística en Dewey), por ejemplo,
ayuda bien poco a situar especializaciones jóvenes como la localización,
sobre la que nos detendremos en el tercer capítulo de este trabajo. De hecho,
el consenso entre los mismos profesionales de la clasificación bibliotecaria no
suele ser absoluto. A título de ejemplo, el manual de Bert Esselink (1998)
aparece descrito del siguiente modo en diversos centros estatales de educa-
ción superior (consulta: marzo de 2010), a los que se debe suponer un cierto
grado de interés por estos menesteres:

Universitat Autònoma de Catalunya


Materias Traducció i interpretació – Innovacions tecnològiques
Clasificación 801.7: 681.3

Universidad Complutense de Madrid


Materias Traducción e interpretación – Programas de ordenador
Información – Almacenamiento y recuperación
Clasificación 81’25: 004.42 81’322.4 007: 004.42

Universidad de Granada
Materias Programación (Ordenadores electrónicos) Documentación
cdu 681.3

Universidad de las Palmas de Gran Canaria


Materias Traducción e interpretación Traducción automática
hum 82.03 ESS pra

Universidade de Vigo
Materias Programas de ordenador – Documentación Programas de
ordenador – Internacionalización Bibliotecas – Programas de ordenador
Clasificación 82.03: 681.3

La Biblioteca del Congreso, por su parte, la recoge de este modo:

Library of Congress
Subjects: Software localization. Software documentation.
lc Classification QA76.76.D63

ÍNDICE
55
Una última fuente de categorización ontológica a la que queremos hacer
referencia son los tesauros de los documentalistas. Borja (1998: 95), basán-
dose en Cabré (1993: 141), se refiere al eje horizontal de categorización en
estos términos: «El primer eje clasifica las lenguas de especialidad por
materias, submaterias, etc. y responde al esquema de clasificación que se
utiliza actualmente en documentación» y, a continuación, facilita un frag-
mento de la clasificación por materias del Tesauro Spines. Sin embargo, es
probable que dicho tesauro tan solo esté en la mente de una pequeña parte
de los terminólogos (los de tradición documentalista) y en la de escasísimos
traductólogos.

1.4.3.1. Un ejemplo concreto: la traducción jurídica

Quien haya tenido que responsabilizarse de la docencia de una materia con


el título de traducción jurídica ya conoce la dificultad que entraña la defini-
ción de este concepto. Resulta realmente difícil, con los criterios tradiciona-
les, separar materias como traducción comercial y traducción jurídica, o tra-
ducción jurídica y traducción jurada. La traducción jurídica y la administra-
tiva no encuentran una frontera clara, aunque se produzca cierta coincidencia
o solapamiento entre estas categorías. Podemos intentar definir como traduc-
ción jurídica (1) la que se inscribe en una situación jurídica (legislativa, pro-
cesal, registral, negocial, etc.); como (2) la que está relacionada con la traduc-
ción de textos jurídicos; o como (3) la que traduce textos relacionados con el
ámbito del derecho. En el primero de los casos –traducción inscrita en una
situación jurídica– nos encontramos con grandes subdivisiones que a menudo
guardan muy poca relación entre sí en lo que respecta a la forma de traducir:
la situación procesal, la situación legislativa, la situación contractual, la situa-
ción administrativa... y en todas estas situaciones nos podemos encontrar con
documentos que poseen eficacia jurídica o que carecen de ella. En el segundo
de los casos –el trabajo con textos jurídicos– nos encontramos con una nueva
trampa: ¿qué es un texto jurídico? Si texto jurídico es el que habla de concep-
tos jurídicos, la variedad de tipos es demasiado notable: hasta en las crónicas
políticas o económicas se habla de derecho y también las personas sin un
contacto especial con este ámbito manejan conceptos jurídicos en sus conver-
saciones informales... Pero no solo existen innumerables tipos de texto, que
se supone impondrían al menos en parte formas diferentes de traducir, sino
que también todos estos textos (hasta los más jurídicos, como los procesales)
incluyen o pueden incluir gran cantidad de elementos que corresponden a

ÍNDICE
56
ámbitos no jurídicos. Cualquier actividad humana puede verse involucrada en
un proceso jurídico y formar parte de los contenidos de un texto a priori con-
siderado como jurídico. Piénsese en los contratos, las sentencias o la legisla-
ción, por ejemplo. En un contrato, la forma de traducir los elementos relacio-
nados con los bienes o los servicios es radicalmente diferente al resto; en una
sentencia judicial, la forma de traducir lo relativo al objeto de la demanda
también lo es respecto al resto del documento. La situación se complica aún
más si pensamos que lo que se viene considerando como lenguaje jurídico no
consiste tan solo en términos jurídicos sino que es un complejo conjunto de
términos, frases, fórmulas, formatos y elementos de estilo que, inevitablemen-
te, aparecen siempre mezclados con elementos que se consideran propios de
otros tipos de texto. Todo ello quizás debiera llevarnos a considerar la posibi-
lidad de centrar la cuestión en el concepto de textos con un elevado contenido
jurídico, aunque evidentemente esta propuesta no resuelve el problema: ape-
nas lo evidencia. En el tercero de los casos que considerábamos, la traducción
de textos que hablan de derecho, se incluirían documentos que responden más
a las características del texto editorial técnico que a las que solemos atribuir
al texto jurídico.
La cuestión es que si utilizamos una denominación como traducción jurí-
dica para proponer una forma de traducir específica (estrategias y soluciones
de traducción), el concepto de traducción jurídica debe estar bien definido, y
aquí «bien definido» significa que debe caracterizar una forma de traducir
propia, bien diferenciada de las formas de traducir que corresponden ideal-
mente a otros tipos. En caso contrario, traducción jurídica será un concepto
irrelevante para nuestros propósitos. Nuestra experiencia nos dicta que este es
el caso, pues los parámetros que nos llevan a escoger la forma de traducir un
texto susceptible de ser considerado como jurídico no encuentran correspon-
dencia biunívoca en un concepto único de traducción jurídica. Así, un contra-
to será traducido de formas diferentes según (1) la traducción vaya a servir
como un mero instrumento informativo, (2) vaya a ser utilizada como instru-
mento jurídico, (3) forme parte de las pruebas de un proceso, (4) sirva como
modelo para la aplicación en un país diferente a donde se originó, (5) consti-
tuya un elemento didáctico o (6) sirva de prueba o examen. Un mismo texto
será abordado de modo diferente si se trata de una traducción oficial que si no
lo es... Nos atrevemos a afirmar incluso que la búsqueda de una solución para
la traducción de un concepto jurídico encuentra una vía más eficaz en la con-
sideración de ese concepto como una referencia cultural (concepto no com-
partido por los hablantes de ambas culturas) que en su consideración como
concepto jurídico propiamente, del mismo modo que resultará más eficaz

ÍNDICE
57
encontrar soluciones de traducción para muchos problemas bajo la considera-
ción de la traducción jurídica como un proceso de comunicación/expresión
intercultural que bajo su consideración como un proceso específico de traduc-
ción bilingüe.
La aplicación de lo expuesto sobre la metaforización clásica en general en
el campo de los estudios sobre lsp y los estudios sobre la traducción al campo
de la traducción jurídica nos ofrecería el siguiente resultado:

Civil Penal Procesal Familia Administrativo

I
Financiero Mercantil Internacional Internacional
público privado

Campos del derecho representados en mosaico (Mayoral, 2004: 57)

Elementos periféricos del derecho (Mayoral, 2004: 59)

ÍNDICE
58
Elementos periféricos del derecho de divorcio (Mayoral, 2004: 59)

Diferentes elementos prototípicos en derecho (Mayoral, 2004: 60)

ÍNDICE
59
1.4.3.2. ¿Tiene algún fundamento la clasificación basada en el tema?

A pesar de nuestros comentarios anteriores, no podemos por menos que


reconocer que, cuando un tipo de clasificación ha permanecido operativo a lo
largo de tanto tiempo como la que separa por un lado a (1) la traducción jurí-
dica, económica, comercial y administrativa y por otro a (2) la científica y
técnica, alguna razón debe haber para ello. Quizás no debiera pensarse en
descartar sin más estas clasificaciones tradicionales de la traducción, aunque
sí podría ser conveniente reelaborar la forma de considerarlas y de utilizarlas.
La observación de la práctica de la traducción parece indicar que, indepen-
dientemente de todo lo dicho aquí, existe una diferencia entre los casos más
o menos prototípicos de la traducción de una familia de textos y de la otra.
¿Es que esta diferencia no se fundamenta principalmente en el tema de los
textos? En nuestra opinión, la diferencia entre estos dos grupos de textos parte
del hecho de que inducen el significado de formas diferentes en cada familia
de casos. El texto prototípicamente científico y técnico induce un significado
único, fijo, y debe permitir poco margen de interpretación al lector. Los textos
prototípicamente jurídicos, económicos, comerciales y administrativos permi-
ten su interpretación según los diferentes intereses e ideas del receptor, aun-
que los juristas afirmen lo contrario. Por otro lado, estos textos jurídicos
siempre vienen acompañados por unas normas de uso, un conjunto de reglas
para orientar o fijar su interpretación la hermenéutica del texto legal, reglas
que, por lo general, también están abiertas a la interpretación. Las consecuen-
cias para la traducción de esta distinción parecen no solo relevantes sino
incluso fundamentales. En todo caso, de existir una diferencia, no estaría
ocasionada por el contenido o tema del texto, sino por el procedimiento her-
menéutico con que es abordado. Quizás el estudio de los textos jurídicos exija
una estrategia diferente de la que es propia de los textos literarios, científicos
y técnicos.

1.4.4. El criterio del género del texto

Los estudios sobre la traducción tomaron prestado el concepto de género


de la lingüística textual (es posible rastrear el origen del concepto de género
textual en los trabajos de Halliday, 1978, aunque las obras más representativas
en el abordaje al concepto de género desde la perspectiva de la lingüística del
texto son, probablemente, Swales, 1990, y Bhatia, 1993 y 2002), así como

ÍNDICE
60
también de la retórica, de los estudios literarios, de los estudios sobre las lsp
y sobre la comunicación audiovisual, entre otras fuentes. Casi todos los auto-
res en el campo de la traducción que han asumido los principios de la lingüís-
tica textual se han detenido en algún momento a contemplar la relación entre
el género textual y la traducción (Reiss, 2000 [1971], bajo la denominación de
tipo de texto; Neubert, 1985; Hatim y Mason, 1990; Reiss y Vermeer, 1996
[1991]; Neubert y Shreve, 1992; Wilss, 1996, bajo la denominación de kinds
of text; Nord, 1997, bajo la denominación de genre en la versión inglesa;
Engberg, 2000; Alcaraz, 2000, Fernández, 2000, Sánchez, 2002, etc.).
El despertar más espectacular de este enfoque se ha dado recientemente en
España, de la mano de investigadores vinculados de algún modo al grupo
gentt y al Departamento de Traducción y Comunicación de la Universitat
Jaume I de Castelló. Es el caso de Hurtado (2001, 1999), para la propuesta
general y la didáctica; García Izquierdo, en el campo del género y la lengua
materna (2005, ed., y 2005a); Borja (2005, 2000) y Monzó (2005, 2002), para
la traducción jurídica; Agost (1996), para la traducción cinematográfica;
Gamero (2005, 1998), para la traducción técnica; Montalt (2005a y 2005b) y
Montalt y González Davies (2007), para la traducción médica; Del Pozo
(2007), para los documentos de transporte marítimo; y Alcina (2005), para los
corpus electrónicos para traductores. Pero ¿es posible delimitar claramente las
diversas especialidades de la traducción a partir de la caracterización del con-
junto de géneros que las constituyen?
Observaremos, para empezar, que el de género textual es, sin duda, un
concepto difícil de caracterizar. La definición más habitual entre los estudio-
sos de la traducción es que género es una clase de textos susceptible de ser
reconocida como tal por el receptor, al contener el texto correspondiente con-
venciones que pueden ser identificadas como propias de esa categoría, tanto
en base a sus elementos lingüísticos y estructurales como en el contexto de
situaciones comunicativas semejantes. No obstante, desde el campo de la tra-
ductología podemos encontrar definiciones muy diferentes, como la de
Alcaraz (2000: 133) quien sitúa el origen del concepto en Fowler y la crítica
literaria (1991: 227), Borja (1998: 263), Castellà (1992: 236) o Hurtado (2001:
497; 1999: 35). En García Izquierdo (2005: 10-11) puede consultarse la defi-
nición de género que utiliza el grupo gentt, desde el campo de la traductolo-
gía.
Conviene tener en cuenta que, además de los géneros literarios y cinema-
tográficos tradicionales, han sido considerados (sub)géneros entidades tan
dispares como el inglés académico (Alcaraz, 2000), el manual de instrucciones
(Gamero, 1998), la producción cinematográfica independiente de autor norte-

ÍNDICE
61
americana entre los años 2001 y 2003 (Martí, 2003), los documentos adminis-
trativos normativos o de decisión, o los documentos legales. Una reciente
tesis doctoral (Del Pozo, 2007) se refiere a «los géneros del derecho maríti-
mo», identificando, aparentemente, los conceptos de género textual y de rama
de un campo del saber. ¿Es posible encontrar un único criterio clasificatorio
que agrupe a todas estas categorías tan dispares (tipos de texto que comparten
características estructurales, función o tema; campos del saber; actividades
humanas; lengua con fines específicos…)?
No parece que contribuya a disipar la confusión sobre el concepto de
género una proliferación de designaciones desde el ámbito traductológico que
une a la distinción entre género y subgénero las categorías de paragénero,
diagénero, idiogénero y transgénero (Monzó, 2002: 141, 251), macrogénero y
sistemas de géneros (Del Pozo, 2007: 47-8). Otro elemento de confusión es la
coexistencia de criterios de definición del género tan dispares como la estruc-
tura del texto (intratextual) y el acontecimiento comunicativo (Alcaraz, 2000:
133) (pragmático). Este segundo parámetro, el de la situación comunicativa,
responde a la voluntad de integrar con la descripción de las características del
texto una dimensión comunicativa pragmática (cf. Elena, 2006), aunque hay
indicios para considerar que los análisis de género que se hacen desde el
campo de la traducción siguen siendo puramente descriptivos.
Es frecuente atribuir al género un carácter crucial en los estudios sobre la
traducción, partiendo de la premisa de que el conocimiento de los rasgos dis-
tintivos de los géneros en la lengua original y aquella para la que se traduce
facilita enormemente la labor del traductor. Los autores que asumen esta posi-
ción suelen combinar género y tema en sus análisis y clasificaciones:

ÍNDICE
62
Legal-Gender
>>> Manual
>>> Text Book
>>> Thesis
>> Legal precedents
>>> Judgement
>>> Law Report
>>> Press Law Report
>> Non especialized
>>> Press Article
>>> Law Report
>>> Public Guidance
>> Notarial
>>> Deed
>>> Certification
>> Professional documents
>>> Curriculum Vitae
>>> Legal Letter
>>> Resumee

Género legal (gentt)

O también tema y función, como en el esquema de García de Toro (en


García Izquierdo, 2005: 212), que reproducíamos en la p. 41.
Se puede encontrar una taxonomía completa de los géneros de la traduc-
ción jurídica elaborados por gentt en Monzó (2002: 699-705).
Llegados a este punto, nos parece interesante recordar que el concepto de
género respondía originariamente a una finalidad puramente descriptiva. Por
otro lado, hacía referencia a un único marco lingüístico y por ello solo con-
templaba originalmente la existencia de un receptor. En el caso de la traduc-
ción, sin embargo, existen al menos dos receptores, el traductor y el lector del
texto traducido, de modo que convendría aclarar (1) cuál de ellos es el que
identifica el género textual; (2) si la identificación se refiere solo al texto
original y/o al texto traducido, especialmente si tenemos en cuenta que la
delimitación de géneros no está exenta de subjetividad y puede responder a
percepciones individuales; y también debería explicarse (3) cómo la capaci-
dad para reconocer un género concreto varía según los diferentes (tipos de)
lectores. La identificación de un determinado texto como prototípico para una
categoría dista de ser universal y las características que se le asignen a este
prototipo en ocasiones no serán compartidas por el resto de los textos, los
periféricos. La supuesta utilidad del concepto de género en traducción se ve

ÍNDICE
63
muy mermada cuando consideramos que la imitación de las convenciones del
texto en la lengua de la traducción constituye tan solo una de las posibles
estrategias que pueden ponerse en práctica, y que con mayor frecuencia el
texto traducido imita las convenciones del texto original y no las propias del
género de la lengua de llegada o, como mucho, intenta adoptar una forma
intermedia entre ambas.
Los autores que priorizan el concepto de género como herramienta para la
traducción han ofrecido diversos argumentos para esta elección, así como
para su inclusión en la formación de traductores y las explicaciones sobre el
papel del traductor en el análisis del mismo:

El concepto de género es difícil de acotar. Para sintetizar las distintas defini-


ciones que se han hecho, se podría decir que los géneros se corresponden
directamente con las categorías que los hablantes adultos de una lengua [el
subrayado es nuestro] pueden reconocer fijándose en la forma externa y en las
situaciones de uso: prosa académica, cartas comerciales, recetas de cocina, etc.
(Borja, 1998: 84)
El traductor ha de saber descodificar las convenciones propias del género a que
pertenece el texto original y saber utilizar las propias del género en la lengua
y cultura de llegada, cuando la finalidad de la traducción así lo requiera.
(Hurtado, 2001: 491-2)
[…] como lector del texto fuente, el traductor participa en el género fuente,
intentando extraer toda la información relevante para el lector meta. Como el
escritor del texto, el traductor participa en el género meta, teniendo como
objetivo primordial producir un texto que pueda eventualmente insertarse en
la situación meta particular. Ahora bien, en el caso de los géneros de especia-
lidad, el traductor se presenta como un outsider, tanto en los géneros de parti-
da como en los géneros de llegada, puesto que no pertenece a la comunidad
profesional particular de que se trate (médicos juristas, etc.). Por tanto, el tra-
ductor tiene que centrar toda su atención en el género como conjunto (no en
aspectos específicos como la terminología o los contenidos especializados) y
comprender no sólo los hábitos comunicativos, restricciones y posibilidades
del género en cuestión, sino también cómo los diferentes géneros interactúan
en las lenguas y culturas de partida y de llegada. (García Izquierdo y Montalt,
2002, en García Izquierdo, 2005: 11)

Los partidarios de este enfoque suelen presentar clasificaciones de géneros


en varios niveles de abstracción, a las que antes aludíamos (estructuras de
géneros, subgéneros, subsubgéneros, etc.). Si ya resulta bastante problemática
la identificación por el lector de las convenciones textuales en un caso pun-
tual, la adjudicación racional a un texto de una localización concreta en una
categoría dentro de una estructura arborescente parece excesivamente utópica.

ÍNDICE
64
Para ello, el receptor tendría que estar familiarizado con todas las categorías
de género posibles y, además, con las relaciones jerárquicas entre todas ellas
(su estructura). La segmentación del catálogo de géneros de acuerdo con cate-
gorías de tema (géneros jurídicos) y/o de función (textos de carácter normati-
vo) impide la consideración de géneros transversales (el abstract reúne las
mismas características, independientemente de que el tema sea jurídico o
científico) y establece categorías distintas para lo que solo es una. Sin embar-
go, como antes sugeríamos, parece lógico suponer, cuando menos de modo
intuitivo, que las clasificaciones, para resultar prácticas en traducción, debie-
ran ser sencillas y basarse en un único criterio de clasificación (Fernández,
2000, ofrece una tipología basada en al menos 14 parámetros tipológicos
distintos). Finalmente, al igual que ocurría con el parámetro del tema, los
diferentes géneros no parecen corresponderse biunívocamente con formas de
traducir específicas.
En realidad, la propia escuela de la Universitat Jaume I de Castelló, a la
que ya nos hemos referido, y uno de cuyos ámbitos de investigación más
destacados es la elaboración de tipologías textuales basadas principalmente en
la categoría de género, recoge en sus tesis doctorales y documentos principa-
les los siguientes comentarios:

Agost, 1996: «Es casi imposible hacer una clasificación exhaustiva de los
textos reales. (Página 119) [...] Si se pudiesen caracterizar las tipologías tex-
tuales con una sola palabra, esta sería “heterogeneidad”. (Página 120) […]
Desde una perspectiva audiovisual, una clasificación por tipos textuales pre-
senta diversos problemas, ya que las tipologías más generales y abstractas
resultan de poca utilidad y las tipologías ad hoc son excesivamente minucio-
sas, presentan el inconveniente de una clasificación contextual. Si tenemos en
cuenta todos los elementos relacionados con los interlocutores, el tiempo y el
lugar en que se produce un texto determinado, a la hora de establecer una
tipología, esta resultaría excesivamente larga y, por tanto, será muy difícil que
tenga alguna utilidad real. El problema radica en el hecho de que la realidad
textual audiovisual es muy variada, y lo es más todavía si tenemos en cuenta
que los textos no son tan puros ni tan asépticos como en otros medios, ya que
la mayoría presenta características de más de un tipo textual. Así pues, la insu-
ficiencia y la escasa utilidad de las tipologías a causa de la hibridación y
multifuncionalidad de los textos hace que sea más eficaz hablar de géneros
porque es lo que todos reconocen. (Páginas 135-6) […] Uno de los problemas
de los textos es que se pueden encontrar nuevos formatos, nuevos géneros
(Página 156) [...] El hecho de que haya nuevos géneros es una prueba feha-
ciente que las tipologías de los textos, y también las de los otros tipos de tex-
tos, no son herméticas, sino dinámicas y flexibles, y que, al fin y al cabo, los

ÍNDICE
65
criterios de clasificación tan solo organizan lo que la sociedad crea y el uso
determina». (Página 160).
Borja, 1998: «De este análisis se desprende que la clasificación de la variación
discursiva (definida en términos de género, tipo textual, registro u otras cate-
gorías) es extremadamente compleja y no se ajusta a las necesidades de los
traductores, lo cual nos lleva a definir un sistema de clasificación más simple
y orientado a la traducción profesional. (Página 12) […] El concepto de géne-
ro es difícil de acotar. (Página 84) […] Las distinciones entre registros son
relativas y sus fronteras son muy difusas». (Página 87)
Gamero, 1998: «Debería hablarse de “prototipos textuales” en lugar de “tipos
textuales”, puesto que los textos concretos e individuales pueden presentar una
mayor o menor desviación frente a las características del prototipo. Las cate-
gorías de análisis han de ser dinámicas y válidas para poder confirmar un
“perfil textual” en cada caso, evitando clasificaciones rígidas y estáticas».
(Página 36)
Hurtado, 1999: «Los géneros son agrupaciones textuales menos amplias, o
prototipos, que se identifican por compartir formas convencionales. [...] A
pesar de su importancia, todavía no contamos con una buena definición, reco-
pilación y clasificación». (Página 35)
García Izquierdo, 2005: «Estas taxonomías que elabora el grupo gentt, nece-
sariamente reduccionistas […]». (Página 11)

Para sintetizar nuestra exposición hasta este momento, podemos reprodu-


cir el punto de vista que expresa esta cita de Chaume (2003: 173-209), que
asumimos en general:

En aquestes dues últimes dècades, l’anàlisi de gèneres s’ha convertit en una de


les majors preocupacions del teòrics (Swales, 1990), que han considerat que una
descripció detallada de les característiques formals del textos que utilitza una
determinada cultura per a comunicar-se esdevé una eina imprescindible en
qualsevol estudi traductològic. En el cas dels textos audiovisuals, però, sembla
recomanable preguntar-se si un estudi centrat en el gènere o en el tipus de text
pot oferir-nos una manera útil d’acostar-nos-hi. […] El problema per al traduc-
tor és arribar a copsar la concepció textual que cada cultura posseeix, és a dir,
quins gèneres i quins tipus de text existeixen, si és possible descriure una
taxonomia i si és possible trobar tipus de text adequats en la cultura meta on
hom traslladarà el text origen. La gramàtica textual es troba encara en una fase
en què és difícil de delimitar tipus de text unívocs la funció dels quals puga
actuar com a invariable traductora, ja que, normalment, els textos són híbrids
i multifuncionals, és a dir, comparteixen característiques genèriques i funcio-
nals de dos o més prototipus. […] En primer lloc, és necessari delimitar els
termes de gènere i tipus de text, observar a quines realitats corresponen i resol-
dre l’ambigüitat que es ve produint amb aquesta nomenclatura durant ja quasi
trenta anys. Autores com Snell-Hornby o Reiss utilitzen el terme tipus de text

ÍNDICE
66
como a hiperònim que subsumeix forma i funció d’un text. Encara avui en dia
la confusió terminològica abunda en la investigació sobre la matèria. [...] En
un estudi sobre traducció, el factor que ha de guiar les classificacions propo-
sades hauria de ser aquell que responga als interessos del traductor, no del
teòric. […] Per tant, l’interès d’una classificació per gèneres dels textos audio-
visuals només pot interessar al traductor si som capaços: (1) de sistematitzar
les característiques lingüístiques d’aquests gèneres i invitar el traductor a fer
ús d’aquestes convencions (aquesta és una de les tasques de la confecció dels
llibres d’estil de les televisions i dels mitjans de comunicació en general) i (2)
de proposar un repertori d’estratègies de traducció d’acord amb aquestes con-
vencions. I precisament perquè aquestes tasques encara no s’han dut a terme
sistemàticament i, especialment, perquè els estudis de classificacions de gène-
res es queden en meres classificacions que no vénen acompanyades per un
repertori d’estratègies de traducció apropiades per a cada gènere, es comencen
ja a produir afirmacions (potser descoratjadores per a alguns teòrics) que des-
taquen la inutilitat de les classicacions per gèneres per a la pràctica de la tra-
ducció. […] Lamentablement, aquestes divisions i subdivisions aporten ben
poca cosa a la tasca del traductor. L’especifitat dels gèneres no alerta més que
l’ús d’un vocabulari específic que el traductor haurà de conèixer o aconseguir
documentalment. I tampoc no aporta cap diferència respecte a altres modalitats
de traducció. La peculiaritat del treball del traductor de textos audiovisuals no
depèn tant del gènere que ha de traduir com de la configuració textual especí-
fica de tots el gèneres audiovisuals, d’allò que hem denominat el macrogènere
de textos audiovisuals. […] Qualsevol taxonomia és susceptible de crítiques.
L’única defensa d’una taxonomia és que responga a criteris sistemàtics. […]
Com s’observa, l’anàlisi per gèneres a què s’adscriu una funció dominant
continua sent insuficient per als interessos del traductor de textos audiovisuals.
[…] Ja Bettetini (1986, 175-177) parlava de crisi dels gèneres audiovisuals per
a ressaltar el fet que la seua heterogeneïtat formal i funcional feia inútil una
classificació amb objectius analítics.

1.4.5. El criterio de la función del texto

Más que para determinar diferentes tipos de traducción, las tipologías


textuales basadas en la función del texto han sido utilizadas para establecer un
vínculo directo entre tipos textuales y estrategias de traducción (aunque, pro-
bablemente, la única clasificación resultante sea la que distingue traducción
equifuncional y traducción heterofuncional). Esta es una gran diferencia con
respecto a las categorizaciones basadas en el tema o en el género del texto, a
las que acabamos de referirnos, que no parecen haber llevado a resultados
homólogos. Su utilidad parece, en principio, bastante mayor que la de aquellas,

ÍNDICE
67
aunque en la práctica no hayan sido las más utilizadas. Su relevancia, en lo
que se refiere a la atención merecida por los estudiosos de la traducción, es
sin duda mayor que la de otros enfoques. La razón de la falta de arraigo de
esta tipología entre profesionales y en otros ámbitos de la traducción (diseño
curricular, vida profesional) quizás tenga que ver con el hecho de no estar
vinculada a la organización del conocimiento (con la que no parece guardar
una correlación significativa), mientras que las categorizaciones populares
suelen estar más próximas de la misma.
Aunque existan clasificaciones anteriores de los textos según su función
(pragmáticos y literarios; centrados en el contenido, centrados en la forma,
centrados en la apelación), es la tipología de textos que se desprende de la
clasificación (Texttype) propuesta por Bühler (1979) [1934] para las funciones
del lenguaje (función expresiva, función representativa y función apelativa;
informativa, expresiva y operativa en Reiss y Vermeer, 1996 [1991]) la que ha
tenido una influencia decisiva en los estudios sobre la traducción. Esta clasi-
ficación fue adoptada por Katharina Reiss (2000) [1971], con la aportación,
bastante discutible, de una función audiomediática. De esta autora la tomó
Newmark (1974), refiriéndose a las funciones expresiva, informativa y comu-
nicativa (sin adoptar la función audiomediática). Reiss había incorporado
(1983) a la propuesta de Bühler las funciones fática y poética postuladas por
Jakobson (1960). Posteriormente, esta clasificación ha ido ganando una rique-
za y una complicación notables, gracias a numerosas contribuciones, descritas
especialmente por Elena (2006) pero también por Sánchez (2002) y Fernández
(2000). Merece la pena destacar, como fuente de enriquecimiento, las llama-
das metafunciones (interpersonal, ideativa y textual) de Halliday (1975).
Al igual que en el enfoque por géneros y en el enfoque por temas, se puede
apreciar en el estudio de las funciones textuales dos fases: una descriptiva y
estática, en la que el texto parece tener atribuida una función de modo inhe-
rente, y una segunda, de carácter comunicativo-pragmático, en la que se
asigna al texto su función en el acto comunicativo. En Vermeer (1989a: 95)
–citado en Nord (1997)– función se refiere a lo que el texto significa o se
intenta que signifique desde el punto de vista del receptor. En Nord (1997:
138), función es el uso que el receptor hace de un texto o el significado que
el texto tiene para el receptor. Estos dos posibles enfoques de la función del
texto parecen confundidos en ocasiones. Newmark (1974), por ejemplo,
adopta una postura puramente descriptiva respecto de la función del texto,
aunque en la práctica haya llegado más lejos en sus propuestas de estrategias
de traducción de lo que lo han hecho otros autores.

ÍNDICE
68
TEXT FUNCTION

A B C

EXPRESSIVE INFORMATIVE VOCATIVE

TRANSLATION LEVEL

X REFERENTIAL
Y TEXTUAL
Z SUBJECTIVE

Funciones del texto y niveles de traducción (Newmark, 1976: 14)

A B C
EXPRESSIVE INFORMATIVE VOCATIVE
(1) Typical examples Literature Scientific and technical Polemical writing, publi-
authoritative texts reports and textbooks city, notices, laws and
regulations, propaganda,
popular literature
(2) `ideal´ style Individual Neutral, objective Persuasive or imperative
(3) Text emphasis Source langauge (SL) Target language (TL) Target language
(4) Focus Writer (1st person) Situation (3rd person) Reader (2nd person)
(5) Method ‘Literal’ translation Equivalent - effect trans- Equivalent - effect recrea-
lation tion
(6) Unit of translation Small Medium Large
Maximum Text
Minimum Collocation Sentence Paragraph
(7) Type of Language Word Collocation Compelling
(8) Loss of meaning Figurative Factual Dependent on cultural
Considerable Small differences
(9) New words and Mandatory if in SL text Not permitted unless rea- Yes, except in formal
meanings Leitmotivs son given texts
(10) Keywords (retain) Stylistic markers Theme words Token words
(11) Unusual meta- Reproduce Give sense Recreate
phors
(12) Length in relation Approximately the same Slightly longer No norm
to original

Procedimientos de traducción según función del texto


(Newmark, 1976: 93)

ÍNDICE
69
La inclusión del cuarto tipo de texto al que antes nos referíamos (el audio-
medial, Audio-mediale Texte) ha sido calificada de incoherente por Chaume
(2004: 118), con estas palabras:

La clasificación propuesta no sigue criterios homogéneos. Las tres primeras


clases de textos atienden a la función del lenguaje (informativa, expresiva,
apelativa), mientras que la cuarta atiende al medio o canal por el que se trans-
miten estos textos. Porque, efectivamente, los textos audiovisuales pueden ser
esencialmente informativos, expresivos o apelativos. Quizá por esta razón,
Reiss abandona esta cuarta categoría en estudios posteriores y no la revisa
hasta 1984.

Y también (Chaume, 2003: 204-5):

El problema, al meu parer, és que aquest entramat de paràmetres discursius és


heterogeni, i que, en tot cas, no es pot parlar de tipus de text sinó de prototipus
de text (en el sentit de la Lingüística Cognitiva); és a dir, un text no té única-
ment i exclusivament una funció sinó que sempre n’acompleix més d’una
simultàniament, i sol ocórrer que una d’aquestes ressalta més que les altres, la
que descriu la funció primordial per a la qual es va construir aquest text.

Existe un amplio consenso sobre la dificultad de encontrar textos que


respondan a una única función. Newmark (1976) [1974] utiliza la metáfora
de un telescopio plegable con el que el lector percibe en un mismo texto las
tres funciones del lenguaje en sus diferentes grados. Algunos autores, como
Reiss (1971: 25), se refieren a la conveniencia de ceñirse a una única función
dominante, ante esa disyuntiva. Sin embargo, la utilidad de esa opción queda
en entredicho cuando constatamos que existen ejemplos, como el informe
financiero, en el que se distingue información persuasiva, técnica y contable,
o el caso de la traducción jurada, en el que conviven en un mismo documento
información performativa, referencial e intratextual, que no parecen aborda-
bles con los mismos criterios. En realidad, la multifuncionalidad de los textos
(o de sus partes) tiene, seguramente, más de norma que de excepción.
Correlativamente, la posibilidad de distinguir diferentes especialidades de la
traducción a partir de este parámetro (por lo menos, únicamente a partir del
mismo) se nos antoja ciertamente difícil, más allá del mero ejercicio intelec-
tual.
Es posible que exista una cierta correlación entre tipos de textos en función
del tema y tipos de textos según su función. No en vano, Newmark (1976)
[1974] asigna la función expresiva a los textos literarios, de opinión y autobio-
gráficos; la informativa, a los textos científicos y técnicos; y la apelativa o

ÍNDICE
70
normativa, a los publicitarios y jurídicos. Sin embargo, de acuerdo con esto,
sería lo mismo calificar un texto de jurídico que hacerlo de normativo; sería
lo mismo calificarlo de informativo que de técnico. Un informe financiero
sería entonces un texto informativo-apelativo o un texto jurídico-técnico; una
patente sería un texto normativo-informativo o un texto jurídico-técnico. En
ambos casos, las categorías de las clasificaciones basadas en el tema y la
función resultarían intercambiables. Y en ambos casos se combinan categorías
que, desde una perspectiva clásica, serían, sin embargo, incompatibles.
Respecto a la clasificación de la traducción en equifuncional y heterofun-
cional, según se mantenga la función del texto original o esta cambie en la
traducción, Reiss y Vermeer (1996 [1991]: 36) afirman que «lo más frecuente
es que se produzca un cambio de función». Esta afirmación puede resultar
interesante a efectos teóricos, pero no parecen existir evidencias empíricas
que la respalden. Probablemente, la heterofuncionalidad sea una rareza en la
traducción profesional.
Respecto a las categorías tradicionales en esta tipología, podríamos hacer
notar, aunque sea en un apunte, que si la tercera función, la apelativa u ope-
rativa, debiera servir para proponer formas de traducir distintas, seguramente
necesitaría ser escindida en dos: una persuasiva (publicidad, propaganda) y
otra normativa (legislativa, judicial), ya que, sin duda, se asocian a formas de
traducir muy distintas.

1.4.6. Lenguajes de especialidad y (tipos de) textos especializados

La forma en que las ontologías vigentes en cada momento se trasladan a


las tipologías textuales y a las clasificaciones de los llamados lenguajes de
especialidad ha sido un objeto de atención recurrente por parte de los estudio-
sos. De hecho, el estudio de los lenguajes de especialidad y el de los textos
constituyen disciplinas con una entidad propia.
La posibilidad de adaptar las tipologías discursivas, textuales y terminoló-
gicas ha merecido, como ya hemos podido ver, cierta atención desde los
campo de los estudios sobre la traducción, una atención que se refleja en
apartados específicos de manuales de traducción con títulos semejantes a
«Tipologías textuales y traducción». Significativamente, estos apartados sue-
len incluir extensas exposiciones relacionadas con las lenguas para fines
específicos y los estudios textuales, pero, en lo que respecta a su aplicación a
la traducción, tienden a ser más bien parcos, limitándose a hacer afirmaciones
genéricas del tipo de «el conocimiento de las tipologías textuales es muy

ÍNDICE
71
importante para el traductor»… y poco más. Newmark (1976) [1974] es, pro-
bablemente, el autor que ha llevado más lejos la aplicación de estos elementos
a la visión más práctica (si se quiere, practicista) de la traducción, aunque de
una forma que, a todas luces, podría ser mejorada.
Por otro lado, estas disciplinas relacionadas con el estudio de los términos,
de los lenguajes y de los textos quizás no están aún lo suficientemente madu-
ras ni cuentan con un grado de consenso suficiente en sus comunidades res-
pectivas como para constituir un apoyo firme desde el que los estudios sobre
la traducción puedan proyectarse con solvencia. Veamos algunas muestras de
comentarios realizados por algunos especialistas sobre sus mismas disciplinas
y trabajos:

Yves Gambier (1998a: 9):

Depuis 1977, ont eu lieu onze symposiums européens sur les langues de spé-
cialité (lsp). Peut-on parler de «progress» en ce domaine? Le concept de lsp
reste mal identifié; les types d’analyse qu’il entraine sont suffisamment diffé-
renciés pour qu’on doute d’un champ homogène, cohérent, stable; enfin l’in-
terdisciplinarité qu’il appelle reste floue, non validée. Les mêmes problèmes
semblent être récurrents, touchant par exemple la lecture et la compréhension
des textes dits spécialisés, le rapport entre langue et connaissance, la termino-
logie, la fonction des metaphores, etc.

Fin Frandsen (1998: 15):

[…] la question fondamentale de cette tradition demeure: qu’est-ce qu’une


langue de spécialité et en quoi diffère-t-elle de la langue general? Lothar
Hoffmann, chercheur allemande internationalement reconnu, va jusqu’à dire
que c’est «die Frague der Fragen in der Fachsprachenforschung» (Hoffmann
1985: 48).

Yves Gambier (1998b: 43):

Quant à la traduction, elle a un temps flirté avec les lsp. Il n’est pas sûr que
l’une et les autres aient beaucoup bénéficié de cette rencontre, faute encore de
définition consensuelle […] entre les proclamations triviales et les déclara-
tions de principe, les avancées n’ont guère été en général convaincantes . […]
On le voit, terminologisée ou utilitaire, la notion de lsp s’arrache mal du flou
qui l’entoure: là où on la croit fécondante, elle devient vite stérile et là où on
la croit pertinente, elle devient vite insignifiante. Peut-elle être autre chose
qu’un objet indécis? La définition, même provisoire, des lsp est devenue un
exercice plus qu’acrobatique. Tour à tour langages spécialisés, langues tech-

ÍNDICE
72
niques, langues spéciales, sous-langages (accent sur le code), langues profes-
sionnelles (accent sur les acteurs), langues fonctionnelles, langues d’une
branche d’activité ou du savoir, français de spécialité, langue savante, fran-
çais de l’administration, de l’économie, du commerce, du droit, de la méde-
cine, du tourisme, etc. (accent sur le référent), française à ou sur objectif(s)
spéci­fique(s) (accent sur la matière d’enseignement)… les lsp (toujours quasi-
ment au pluriel) restent souvent marquées par le sigle anglais (lsp=language
for specific purpose). Ces appellations et cette confusion disent toute l’ambi-
guïté d’une «langue» circonscrite tantôt par son public (d’usagers ou d’appre-
nants) tantôt par son contenu, les connaissances de référence qu’elle est sup-
posée véhiculer.

Doménech (2007: 242):

Determinar la noció de text especialitzat no és una tasca gens fàcil. Només cal
fer un repàs del estudis i les definicions que trobem en els diversos àmbits de
la lingüística que més han tractat aquesta qüestió, per adonar-se de la dificultat
de trobar una definició satisfactòria.

Habíamos señalado más arriba que la utilidad para los estudios sobre
la traducción de las clasificaciones que proceden de los campos termino-
lógico, discursivo y textual está condicionada, entre otros motivos, por la
falta de consenso que en estas se observa. Desde nuestro punto de vista,
resulta extraordinariamente difícil distinguir con nitidez las siguientes
categorías:

• Los conceptos de lengua general, lengua común y lengua especializa-


da.
• Los de terminología (entendida no como disciplina, sino como clasifica-
ción), lenguaje de especialidad, lenguaje profesional, tecnolecto, lengua
para fines específicos y discurso.
• Las denominaciones propuestas para los resultados de una clasificación:
tipo, modalidad, clase, género, modo, forma, etc.

1.5. Las implicaciones didácticas

La utilización de criterios teóricos obsoletos (o, por lo menos, no someti-


dos a revisión permanente) en el diseño curricular y el de materias es una
fuente de deficiencias, también desde luego en el caso de la formación de
traductores. Para empezar, porque impiden llegar a un nivel de concreción

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73
suficiente, que debería resultar de una explicitación teórico-práctica adecua-
da, más allá de las generalidades. Cuando las condiciones en que se desarrolla
no son las más adecuadas, porque no existe una explicitación razonada y
suficiente de los objetivos y las pautas que debe seguir, el aprendizaje suele
basarse en la imitación (del modelo del profesor) y en la generalización a
partir de la práctica acumulativa.
Desde nuestro punto de vista, la conveniencia de organizar los contenidos
formativos en base a tipologías de textos (traducción jurídica y económica,
traducción científica y técnica, traducción literaria)… o en base al (supuesto)
nivel de especialización no está, ni mucho menos, suficientemente argumen-
tada.
En ocasiones, los estudios sobre la traducción en su nivel formativo se
muestran permeables a avances de otras disciplinas, aunque lo hagan de forma
vacilante. Así, la denominación primera de traducción general ha sido susti-
tuida en algunos planes de estudio por la de introducción a la traducción,
aunque esa reasignación no haya ido acompañada de su consecuencia lógica:
la extinción de la categoría de traducción especializada, concepto que se vacía
de significado al negar la existencia de la traducción general. Así, Hurtado
(2001: 59) admite la impropiedad de la denominación de traducción general,
pero sigue abogando por mantener la de traducción especializada. Más ade-
lante insistiremos en este asunto.
Seguramente valdría la pena hacer un esfuerzo colectivo para que la for-
mación de traductores se organizara en un futuro inmediato siguiendo crite-
rios didácticos y en torno a la resolución de problemas (por definir), las solu-
ciones de traducción disponibles (por inventariar) y las estrategias que permiten
seleccionar las más idóneas (por elaborar), así como el análisis de los textos
(aunque no con intenciones clasificatorias que conducen a callejones sin sali-
da) y el análisis de la situación comunicativa (social) de la traducción. Con
este trabajo nos proponemos, de hecho, aportar vías de reflexión que, pensa-
mos, podrían resultar útiles para ese cometido.
Aunque juzgamos que los esfuerzos clasificatorios sobre la traducción
resultan de dudosa utilidad, también es cierto que, en general, son práctica-
mente inofensivos (a nivel profesional, asociativo o teórico, por ejemplo). Sin
embargo, la organización de la formación de traductores en torno a esos mis-
mos criterios resulta mucho más cuestionable. En el siguiente capítulo nos
proponemos ofrecer una perspectiva diferente sobre la forma de entender el
espacio disciplinar de la traducción y, por lo tanto, de reorganizar el modo de
enfocar su enseñanza.

ÍNDICE
74
1.6. Primeras conclusiones

Los estudios sobre la traducción, así como el ejercicio práctico de la


misma y la formación de aprendices, están organizados en torno a criterios
clasificatorios discutibles. Para empezar, conviene no perder de vista que la
propia tarea de clasificar no está exenta de dificultades y que sus resultados
no deben entenderse (por lo menos, no deben entenderse siempre) como ver-
dades inmutables, fuera de discusión. Las clasificaciones simplifican la reali-
dad, al mismo tiempo que se distancian de ella. Comportan una metaforiza-
ción conceptual y, aunque poseen la ventaja de facilitar la comunicación al
reducir una realidad compleja difícil de manejar a enunciados mucho más
simples, presentan al mismo tiempo el inconveniente obvio de distanciarse de
la misma realidad que pretenden describir. Conviene no perder de vista que
las categorizaciones son constructos mentales y no parece prudente permitir
que reemplacen a la realidad misma, menos todavía cuando (como en el
caso que nos ocupa) los criterios en que se basan parecen, cuando menos,
discutibles.
Quizás sirva de consuelo reconocer que este problema no es patrimonio
exclusivo de los estudios sobre la traducción. En un ámbito tan alejado del
que nos ocupa como el estudio del electromagnetismo, encontramos el
siguiente comentario (Cheng, 1989):

The idealized model we adopt for studying a scientific subject must relate to
real-world situations and be able to explain physical phenomena; otherwise,
we would be engaged in mental exercises for no purpose. For example, a
theoretical model could be built, from which one might obtain many mathe-
matical relations; but, if these relations disagreed with observed results, the
model would be of no use. The mathematics might be correct, but the underly-
ing assumptions of the model could be wrong, or the implied approximations
might not be justified.

Las clasificaciones clásicas en traducción no dan cuenta de la existencia


de límites difusos entre sus elementos, de la presencia de elementos prototí-
picos y elementos periféricos ni de elementos de la misma clase que no com-
parten ninguna característica en común. La selección de los elementos perifé-
ricos es subjetiva. Con frecuencia, en un texto no hay un solo tema sino varios
y suele ser difícil adscribirlo a un único patrón genérico (si es que tienen
existencia factual, más allá del nivel teórico). De hecho, las clasificaciones
clásicas no se rigen por un único criterio clasificatorio. Es frecuente encontrar

ÍNDICE
75
listas de categorías traductológicas en las que se combinan diferentes criterios
clasificatorios: tema, género, función, especialización del traductor, entorno
socioprofesional de la traducción... con las consecuencias obvias.
Una parte importante de los problemas de este enfoque tiene que ver con
la consideración de opciones binarias, en lugar de continuos con diferencia-
ciones de grado, quizás a partir de una confusión entre las estrategias para la
observación y la explicación de los fenómenos naturales (en los que es posible
establecer una evaluación binaria) y las tecnologías o actividades humanas
(en las que la evaluación se basa en el grado de calidad y las opciones suelen
estar lejos de constituir un inventario cerrado).
Por otro lado, las clasificaciones, en el ámbito de la traducción, reflejan
perspectivas contradictorias. El objetivo de la traducción no es describir sino
comunicar. Algunas herramientas y conceptos teóricos que resultan especial-
mente útiles en las disciplinas de carácter descriptivo (como la clasificación)
no tienen por qué mantener el mismo grado de utilidad en otro tipo de disci-
plinas aplicadas, por lo menos en su dimensión práctica, como aquellas que
se ocupan de la comunicación, a menos que se asocien a modos de actuar
concretos (en nuestro caso, a formas de traducir). Varias de las disciplinas en
las que se han inspirado buena parte de los desarrollos teóricos recientes
en los estudios sobre la traducción han pasado por dos fases: una primera, de
carácter descriptivo, y una segunda, de carácter aplicado-comunicativo. Las
actuales clasificaciones traductológicas que se inspiran en el género, en los
lenguajes de especialidad o en las terminologías, reflejan las contradicciones
derivadas de la convivencia en las disciplinas correspondientes de diferentes
enfoques. A un nivel meramente teórico, hoy en día nadie discute que tanto la
función de un texto como el género al que este pueda adscribirse no son inde-
pendientes de su dimensión pragmática. Si nos referimos a la función, esto
significaría que esta solo puede concretarse si se atiende a la situación comu-
nicativa en la que se genera e interpreta el texto, que parece difícil deducir a
partir únicamente de criterios estructurales. Respecto al género, lo que signi-
fica es que tampoco parece una tarea simple reconocerlo, a no ser que conoz-
camos la situación comunicativa en la que se produce. En la práctica profe-
sional de la traducción, sin embargo, lo cierto es que tanto la función como el
género (o tipo) de los textos originales se deducen con suma frecuencia de su
contenido; que en una parte muy significativa de los casos el encargo de tra-
ducción o escopo es implícito y el traductor deduce el género y la función que
corresponde(rá)n al texto traducido a partir del contenido del texto original,
dado que la situación de equifuncionalidad es absolutamente predominante en
la traducción profesional. El mismo tipo de razonamiento vale para la

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76
terminología que debe ser utilizada, que el traductor profesional deduce de
forma muy generalizada, con criterios meramente intratextuales y no extra-
textuales.
La tendencia observable en los estudios sobre la traducción a la clasifica-
ción se basa en la preferencia que los investigadores de este ámbito parecen
sentir por la descripción frente a la explicación y la predicción. No es descar-
table que esta preferencia tenga algo que ver con la dificultad de predecir el
resultado de una traducción o (en menor grado) de explicar por qué un texto
ha sido traducido de determinada manera, frente a la relativa facilidad de
describir el resultado. De todos modos, parece oportuno preguntarse si es esa
actitud la más adecuada para esta disciplina. Para ello nos interesaremos, en
los próximos apartados, por su naturaleza y por las características que de ella
se desprenden.
No podemos concluir este capítulo sin recordar algo que es evidente: las
clasificaciones rígidas no son los únicos criterios válidos para organizar una
actividad humana (ni probablemente los mejores). Aunque pueda resultar
paradójico, en el próximo capítulo, intentaremos situar la disciplina de la
traducción y algunas de sus posibles especializaciones en una nueva pauta
clasificatoria. Los criterios de los que partiremos tienen en cuenta, sin embar-
go, un hecho que suele quedar desatendido: el ejercicio profesional de la tra-
ducción es, por supuesto, una actividad social (más allá de sus evidentes
dimensiones lingüística, textual y comunicativa); la investigación sobre la
misma también tiene ese carácter; y la formación, que, como antes señalába-
mos, tiene en cuenta (cuando menos idealmente) los intereses de ambos (por
ese motivo nos referiremos a ella), comparte también esa naturaleza. Conviene
apuntar, además, que las herramientas que utilizaremos provienen de otros
ámbitos disciplinares (la sociología de la ciencia, especialmente), en los que
el valor de la descripción, la explicación y también, por supuesto, de la clasi-
ficación, así como la forma de abordar su condición problemática, suelen
recibir un tratamiento sustancialmente diferente del que se les ha dispensado
de forma tradicional en los estudios sobre la traducción (v. por ejemplo Feger,
2001). Veamos si esa forma de contemplar nuestro objeto de estudio nos per-
mite, por lo menos, abordarlo de un modo original.

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77
2. Notas sobre la constitución,
la evolución y el cultivo
de las disciplinas

Dejaremos de lado por un momento las referencias directas a la traducción,


para trabajar en un nivel diferente de abstracción y en un asunto de carácter
más general: el modo en el que se constituyen y organizan las entidades desig-
nadas con el nombre de disciplinas. Con este remonte teórico nos proponemos
resituar el tema que nos ocupa, la naturaleza de las especialidades en traduc-
ción, a partir de una perspectiva diferente. Este capítulo debe entenderse, en
realidad, como un puente entre el primero y el tercero. Aunque hubiéramos
podido incluirlo en el último de ellos (ya que, en buena medida, es una intro-
ducción al mismo, por lo menos a la primera parte), nos ha parecido oportuno
mantenerlo como un bloque independiente, ya que es el único en el que la
traducción no es el punto de partida (de hecho, está ausente, aunque resultará
fácil intuir a partir de su lectura las observaciones con las que se abre el si-
guiente capítulo). Desde ese punto de vista, se trata de un bloque instrumental
aislado, en el que se presentan y revisan algunas herramientas teóricas ajenas
al campo (por lo menos a priori), cuyo uso será más fácil valorar (y cuestionar)
de este modo. En el siguiente capítulo, recuperaremos estos elementos para in-
tentar proyectarlos en una caracterización de nuestro propio ámbito de interés,
las especialidades de la traducción.
La vigésima segunda edición del Diccionario de la lengua española de la
Real Academia Española define disciplina, en su segunda acepción, como
«Arte, facultad o ciencia», mientras que se refiere a asignatura como «Cada
una de las materias que se enseñan en un centro docente o forman un plan
académico de estudios». Tal y como están planteadas ambas definiciones,
sería fácil pensar que las disciplinas, identificadas con conceptos tan sólidos
como «arte» o «ciencia», tienen un carácter esencial, que sus límites son cla-
ros, que gozan de reconocimiento social, que son rigurosas y están asentadas
en la tradición. En una palabra, que son objetivas o, cuando menos, que res-
ponden a un amplísimo consenso. Así parecen entenderlo Shumway y
Messer-Davidow (1991: 202), en este caso a partir de la consulta de otro dic-
cionario:

According to the Oxford English Dictionary, «discipline» pertained to the


disciple or scholar, while «doctrine» was the property of the doctor or teacher.
As a result, «discipline» has been associated with practice or exercise and

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79
«doctrine» with abstract theory. Given this opposition, we can see why «disci-
pline» might have been chosen to describe the new science based on empirical
methods and claiming objectivity. To call a field a «discipline» is to suggest
that it is not dependent on mere doctrine and that its authority does not derive
from the writings of an individual or a school, but rather from generally
accepted methods and truths.

A primera vista, en su plasmación material, las diferentes disciplinas


darían sentido a los diferentes cursos académicos. Correlativamente, la segun-
da definición a que antes aludíamos, la de asignatura, tiene un aspecto mucho
más prosaico. Lejos del carácter elevado e intangible del arte o de la ciencia,
las materias académicas representarían una mera concreción administrativa de
los programas formativos que se ocuparían de vehicular cada una de las dis-
ciplinas. En justa correspondencia, tendrían un carácter contingente (técnica-
mente, podrían depender tanto o más de trivialidades burocráticas que de
axiomas científicos) y sus perfiles serían, con toda seguridad, mucho más
difusos.
Paradójicamente, el mismo diccionario reserva para la entrada materia, en
su séptima acepción, la definición poco esclarecedora (al confrontarla con las
anteriores) de «Asignatura, disciplina científica» (la cursiva es nuestra).
Aunque no es este el lugar más adecuado para juzgar el trabajo lexicográfico
de la rae, no podemos dejar de llamar la atención sobre este punto. Para evitar
confusiones, en este trabajo entenderemos a partir de ahora por disciplina un
cuerpo de conocimientos organizado, correspondientes a un determinado
campo del saber; por curso o grado, su codificación académica; y por materia
o asignatura, indistintamente, cada uno de los bloques de contenidos temáti-
cos y metodológicos en los que aquellos, entendidos como su suma, se orga-
nizan.
En nuestra opinión, si se deja de lado cualquier prejuicio esencialista, será
fácil percibir que no solo los cursos académicos y su estructuración en dife-
rentes materias obedecen siempre, en último extremo, a una codificación
académica: también la génesis de las diferentes disciplinas está sujeta a unos
mecanismos semejantes, en la medida en que refleja el modo en que se orga-
niza socialmente la comunidad científica, a la hora de producir y de propagar
el conocimiento, así como de acoger y de adiestrar a sus propios miembros.
Todos estos factores (y algunos más) contribuyen a perfilar una panorámica
de la génesis de las disciplinas, de su independencia y de su preservación, de
la que aquí nos ocuparemos ahora.

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80
2.1. El origen de las disciplinas

2.1.1. Factores intrínsecos y factores extrínsecos

En realidad, la codificación académica como disciplina de un simple


ámbito de estudio puede obedecer a razones muy diferentes. La mayor parte
de los estudiosos coinciden al afirmar que las más obvias serían la aparición
de un campo nuevo (probablemente, la informática sería un buen ejemplo) o
la redefinición de un campo que ya existía (piénsese en la lingüística y en la
moderna teoría de la literatura como nuevos enfoques y nuevos modelos para
revisar los contenidos de las filologías tradicionales).
En un sentido complementario, también vale la pena recordar aquí la dis-
tinción apuntada por Becher y Kogan (1992: 145) entre lo que ellos denominan
procesos de fisión y procesos de fusión en la génesis de las nuevas disciplinas:
en el primer caso, el incremento de la especialización (después volveremos
sobre este fenómeno) conduce a la génesis de un nuevo ámbito disciplinar,
mientras que, en el segundo, este resulta de la confluencia de dos o más ámbi-
tos preexistentes (y está relacionado directamente con la interdisciplinaridad).
Los autores citados ejemplifican el primer caso con el desarrollo de la com-
putación como disciplina autónoma respecto a las matemáticas, y el segundo
con el de la convergencia disciplinar de la botánica y la zoología en la biolo-
gía, con ayuda de la argamasa que proporcionan otros ámbitos, como la gené-
tica y la ecología.
No obstante, también es común reconocer que, al lado de las explicaciones
más puras, las más relacionadas con los contenidos propios del ámbito de
conocimiento que se pretende abordar, no pueden ignorarse algunos otros
motivos, mucho más pragmáticos. En general, existe un amplio consenso
entre los especialistas al considerar que «there are those disciplines that owe
their origins to internal causes, and those which come into being for reasons
that lie outside the sphere of purely academic influence» (Becher y Trowler,
2001: 171). A decir verdad, sin salir del ámbito puramente académico, en la
génesis de las disciplinas suelen entrar en funcionamento algunos factores
que, claramente, tienen poco que ver con las razones científicas más abstrac-
tas. Noemi Baron (2005: 269-270) sintetiza todas las afirmaciones anteriores
con estas palabras:

Why do academics seek to establish new disciplines? Some motivations are


intrinsic to the subject matter at issue, while others are extrinsic, reflecting
more political goals.

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81
Oversimplifying somewhat, there are two intrinsic motivations for attempting
to forge a new discipline. The first is a felt need to look at old disciplinary
questions in new ways. […] A second intrinsic motivation for banding together
under a new academic flag is that a field itself is new. [...]
But we should not assume that the standing of a domain of study is solely
determined by the nature of the problems being investigated. Academia is
renowned for being a political battleground. «Fields of study» typically do not
get much university funding. Rarely do they garner separate office space,
secretaries, or funding for graduate students. […]
However pure one’s contentive arguments, whether a domain of intellectual
pursuit is dubbed an «area of inquiry», a «field», or a «discipline» tends to
have less to do with the nature of the academic endeavor itself than with poli-
tics and the comfort levels of practitioners.

En efecto, resulta ingenuo considerar que la creación y la consolidación de


nuevas disciplinas académicas obedece únicamente a algún tipo de criterio
natural, objetivo y, por lo tanto, capaz de suscitar consensos inmediatos.
Desde luego, y aunque a escala diferente, esto parece tan plausible en el caso
de las titulaciones académicas (los cursos, los grados), como en el de las
materias en que se organizan (las asignaturas), e incluso en el de las estructu-
ras académico-administrativas que acogen a profesores e investigadores (los
departamentos y las facultades), cuya (des)aparición puede obedecer en oca-
siones a factores que tengan poco que ver con la naturaleza de los contenidos
que deben ser abordados, y mucho con razones tan prosaicas como las que
apuntaba la cita anterior.
Al lado de todas esas cuestiones a las que acabamos de referirnos, es preci-
so tener en cuenta también, desde luego, un factor fundamental: la (in)existencia
de un amplio reconocimiento social y académico para las nuevas disciplinas,
esto es, su legitimación. Becher y Trowler (2001: 41) lo expresan en estos
términos:

The answer will depend on the extent to which leading academic institutions
recognize the hiving off in terms of their organizational structures (whether,
that is, they number statistics among their fully-fledged departments), and also
on the degree to which a freestanding international community has emerged,
with its own professional associations and specialist journals. In some of the
typical instances of dispute, certain institutions may have decided to establish
departments in a particular field but may find that the intellectual validity of
those departments is under challenge from established academic opinion (as
has happened in the case of black studies, viniculture and parapsychology).

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82
De todos modos, insistiendo en la cuestión de la legitimación, conviene
recordar en este punto que la coherencia de una disciplina (la justificación
científica para su existencia académica) puede llegar a responder tan solo a
una lógica académica, a un constructo teórico en el que cobra sentido, inclu-
so más allá de su capacidad de explicarse a sí misma o del hecho de que lo
objetivo de su génesis no sea más que un espejismo. Con las palabras de
Pierre Bourdieu (1984: 64-65):

We know that the ideological constructions which artistic or political individu-


als or groups can produce, to give their ‘choices’ in the most diverse domains
– political, aesthetic, ethical – the appearance of coherence, appear in fact as
combinations of logical disparate elements which only cohere through the
integrating force of common dispositions or positions; so that disciplines, like
history or philosophy, art or literature, which grant autonomy to constructions
that cannot contain intrinsically either their whole explanation or their whole
raison d’être, or which, like aesthetics, ethics or the philosophy of law, tend to
show as grounded in the coherence of reason things which in fact are based on
belief or, in short, on the orthodoxy of a group, simply reproduce the specific
effect of these constructions which resides precisely in the illusion of their
purely rational genesis, free from any determination.

2.1.2. La especialización

Sin dejar de lado la cuestión del origen de las nuevas disciplinas, recupe-
remos ahora la cita anterior de Baron, a propósito de las motivaciones intrín-
secas y extrínsecas que intervienen en el mismo. De entre las primeras, una
de las más previsibles sería la especialización, que eventualmente conduciría
al desarrollo de nuevas disciplinas autónomas, a partir del cultivo de algún
aspecto relacionado con la matriz original de las mismas. En realidad, algunos
autores incluso prefieren reservar el concepto de disciplina para la dimensión
formativa y el de especialidad para la investigadora. Desde esa perspectiva,
además, las especialidades científicas podrían corresponderse con una única
disciplina, o bien con una intersección de varias de ellas. Para Chubin (1976:
448):

Specialization is the hallmark of modern science. With the institutionalization


of science in universities […], the fragmentation of knowledge into intellec-
tual provinces called disciplines was legitimated. Disciplines, and the bureau-
cratic structures that support them, namely academic departments, are charged
with the training and certification of new scientists. Research that satisfies
certification requirements, like all research, rarely contributes to the advance-

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83
ment of knowledge in a whole discipline; rather, it originates from and
impinges upon problems that are neither in conformity to the theories and
methods of a single discipline nor discipline-wide in scope and profundity. In
short, disciplines form the teaching domain of science, while smaller intel-
lectual units (nestled within and between disciplines) comprise the research
domain. Within the sociology of science, these units have been termed «scien-
tifc specialties».

Desde nuestro punto de vista, podríamos imaginar que la génesis de las


diferentes especialidades en que se organiza cada uno de los campos discipli-
nares (o sus intersecciones) debería responder a una lógica armónica con la
génesis de los mismos. Eso es, exactamente, lo que parece desprenderse de las
palabras de Ruscio (1985, ápud Becher y Trowler, 2001: 66), a propósito de
las razones de la especialización:

There are epistemological reasons: the sheer volume of knowledge and its
rapid expansion compel a scientist to carve out his own niche of expertise.
There are also sociological reasons: Academics achieve status within the pro-
fession by advancing knowledge, a dynamic that requires precise contribu-
tions. Institutions of higher education themselves compete for status, reinforc-
ing the individual’s motivation.

En efecto, parece legítimo considerar que la configuración de nuevos


espacios científico-académicos, disciplinas y especialidades (nuevas orienta-
ciones de las que podrían nacer nuevas disciplinas) sería, como mínimo, el
resultado de una combinación de factores epistemológicos, como la tendencia
a la acumulación y a la expansión del conocimiento, que incluye su especia-
lización, y factores sociales, como la presión institucional para primar el
conocimiento especializado. Una de las manifestaciones más obvias de esta
última, a nivel individual, es la estrecha relación que existe entre originalidad
y prestigio, en lo que a la actividad investigadora se refiere,2 Becher y Kogan
(1992: 107) lo explican muy gráficamente:

Academic reputations depend, largely if not exclusively, on estimates of capa-


bility and originality in research: and originality is most easily established by
tackling problems that no one else has tackled. The areas of knowledge that

2. El anáisis de los conceptos de reconocimiento y de originalidad en la práctica científica, y de


las relaciones entre ambos, son un tema recurrente en la sociología de la ciencia, y ya están pre-
sentes, desde luego, en los trabajos seminales de Robert K. Merton (v. Merton, 1957).

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84
have already been well explored are, for the most part, to be avoided. The best
promise for making a reputation lies in hitherto neglected or undeveloped
pieces of intelectual territory. Much like frontiersmen in newly discovered
lands, academics seek to corner a patch of ground which they can cultivate
unmolested by others. This process of identifying one’s own specialism helps
to account for the fragmentation of disciplinary groupings.

Esa acotación y desarrollo del propio campo que estimularía la especiali-


zación y, eventualmente, la génesis disciplinar tendría como recompensa para
su(s) cultivador(es) un aumento de lo que Bourdieu denomina su capital cien-
tífico, entendido como un capital simbólico que es producto de actos de
(re)conocimiento que realizan agentes que forman parte de un dado campo
científico, de acuerdo con las reglas del mismo.3 El ejemplo más habitual de
atribución de reconocimiento es, claro está, el sistema de citas. Bourdieu
(2001: 80-81) concluye que:

[...] o peso simbólico de um cientista tende a variar segundo o valor distintivo


dos seus contributos e a originalidade que os pares concorrentes reconhecem
ao seu contributo distintivo. O conceito de visibility, em uso na tradição uni-
versitaria americana, evoca bem o valor diferencial desse capital que, concen-
trado num nome próprio conhecido e reconhecido, destaca o seu portador do
fundo indiferenciado no qual se confunde o comum dos investigadores anóni-
mos (segundo a oposição forma/fundo que está no centro da teoria da percep-
ção: daí, certamente, o rendimento particular das metáforas perceptivas, cuja
matriz é a oposição entre o brilhante e o obscuro, na maioria das taxinomias
escolares).

Cabría añadir aún que el prestigio, entendido como factor psicosocial, no


debe hacernos olvidar el papel que corresponde al «refuerzo a la motivación
individual» ejercido por las instituciones, al que se referían Becher y Kogan.
Sirva como ejemplo el caso español, en el que existe un organismo estatal (la
Comisión Nacional de Evaluación de la Actividad Investigadora, cneai)
encargado de valorar la actividad de los investigadores, al objeto de recom-
pensar la calidad de la misma (utilizando indicadores de impacto estandariza-
dos que incluyen el número y la calidad de las citas) con gratificaciones

3. Con palabras más sencillas, aunque igualmente eficaces, Storer (1967: 77) afirmaba unos años
antes, de un modo muy gráfico, que «[...] we have within science a kind of coinage that, while
different from monetary units, serves much the same function for scientists that money serves for
businessmen. Recognition is a kind of abstract, scarce commodity that circulates within science
and serves as an incentive for scientific effort».

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85
económicas. Como relatan Jiménez-Contreras, de Moya y Delgado (2003:
124):4

The general approach of the cneai falls within the Mertonian scheme of scien-
tific functioning, according to which one of the main driving forces behind
scientists’ academic behaviour is the motivation to achieve recognition by
one’s peers. According to some authors, this approach not only explains scien-
tists’ academic behaviour, but also foments the general coherence and func-
tioning of the system from an economic perspective.

En cuanto a los factores epistemológicos, que antes citábamos, debemos a


Law una conocida clasificación de las especializaciones que distingue tres
grandes categorías: aquellas que están basadas en la aplicación de nuevas
técnicas y nuevos métodos, las que tienen su origen en el desarrollo de nuevos
modelos teóricos y, por último, aquellas que resultan de concentrar la atención
en una parcela determinada de conocimiento, o un conjunto de problemas
específicos. Con sus propias palabras (Law, 1973: 302):

It is now possible to distinguish between three different types of specialty. A


technique- or methods-based specialty [...] constitutes an interacting group of
scientists, whose solidarity rests on the basis of shared scientific gadgetry, and
its development. Misuse of the method is liable to result in severe negative
sanctioning for the deviant, while preferred subject matters are defined only
indirectly in relation to the strongly held methodological standards. Only those
exemplars which can be employed in relation to the gadgetry are used. Theory-
based specialties are defined in terms of a shared formalism-members are
those whose main standards concern theory and its development, and exem-
plars relating to various gadgetries and problems will arise out of that central
concern with theory. Subject matter specialties have as members those who
work on a particular subject matter or problem. Members of such a specialty
are prepared to use a variety of techniques and theories, none of which may be
preferred, in general.

4. Cfr., sobre el impacto de la bibliometría en el sistema científico, Weingart (2005), con refe-
rencias al caso español, precisamente a partir de Jiménez-Contreras, de Moya y Delgado (2003).
En el caso de la traducción (en sentido amplio), del que después nos ocuparemos aquí, existen
algunos trabajos (aunque todavía escasos) relacionados con el ámbito de la cienciometría. V., por
ejemplo, Gile (2000, 2005), Grbić y Pöllabauer (2008).

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86
Becher y Trowler (2001: 72) nos proponen una serie de ejemplos muy
ilustrativos de las clasificaciones que resultan de aplicar el esquema de Law
en algunos ámbitos disciplinarios:

Within economics, monetarism is a theory-based specialism, econometrics is


defined in terms of technique, and labour economics is a subject field. Modern
languages also encompasses all three types of specialism: deconstruction
among the theoretical approaches, practical criticism as a methodology and
language, period and genre as dimensions of subject matter.

Por otro lado, es interesante notar que, como sugieren los mismos autores,
a partir del trabajo de Bucher y Strauss (1961), la triple distinción entre espe-
cialidades configuradas a partir de la técnica, de la teoría o de un área concre-
ta (technique, theory and subjetc matter specialties, para Law, 1973: 276)
también podría alcanzar, lógicamente, a la práctica profesional, especialmen-
te en lo que se refiere al hecho de que (Bucher y Strauss, 1961: 328)

One of the most profound divisions among members of a profession is in their


methodology and technique. [...] Specialties frequently arise around the
exploitation of a new method or technique, like radiology in medicine, but as
time goes by they may segmentalize further along methodological perspec-
tives.5

Por supuesto, también las sugerencias de Law pueden afinarse, y su clasi-


ficación no debe tomarse como una serie de compartimentos estancos. Sirva
como ejemplo la obviedad que apunta Wray (2005: 159), a propósito del
mismo trabajo seminal de Law: «[...] developments in instrumentation are
often tied to conceptual developments. That is, developments in instrumenta-
tion often either: (1) depend upon conceptual developments; or (2) occur

5. Aunque sea en una simple nota, queremos hacer notar que la cita de Bucher y Strauss que
recogen Becher y Trowler mezcla, sin que se advierta al lector de ese hecho, fragmentos de va-
rias páginas y párrafos del artículo citado (no así la que nosotros reproducimos). Dado que el
resultado parece coherente con las explicaciones de los primeros autores (y, claro está, con las de
los segundos), no merece la pena insistir sobre ello. En otro orden de cosas, en el mismo trabajo
de Bucher y Strauss encontramos otro comentario que, aunque tenga un valor poco más que
anecdótico queremos recuperar, dado que en estas páginas nosotros también nos referimos en di-
versas ocasiones al ejemplo de la medicina para ilustrar alguna explicación: «Medicine is usually
considered the prototype of the professions, the one upon which current sociological conceptions
of professions tend to be based; hence, our illustrative points in this paper will be taken from
medicine, but they could just as pertinently have come from some other professions» (Bucher y
Strauss, 1961: 326).

ÍNDICE
87
simultaneous with conceptual developments». En cualquier caso, y para sin-
tetizar todas las referencias anteriores, parece que podríamos asumir los
siguientes corolarios:

• En el origen y el desarrollo de la especialización suelen combinarse fac-


tores sociales y epistémicos.
• Los primeros pueden tener una dimensión individual de partida (la busca
de la originalidad, relacionada con el prestigio; el intento de conseguir
posiciones académicas beneficiosas), y también pueden estar relaciona-
dos con la dinámica institucional (en la forma de presiones o recompen-
sas para favorecer la investigación de vanguardia y el desarrollo de
nuevas áreas).
• En cuanto a los factores relacionados con la obtención de conocimiento,
conviene tener en cuenta que la especialización puede ser una conse-
cuencia natural de la acumulación del mismo, pero también puede estar
relacionada con los avances tecnológicos, con la aparición de nuevas
perspectivas metodológicas, de marcos teóricos originales o de la acota-
ción de campos novedosos. Y, por supuesto, nada prejuzga el orden en
la intervención de todos estos factores –por ejemplo, el desarrollo tecno-
lógico puede ser posterior a la especialización, o ambos pueden discurrir
en paralelo–, que también suelen alcanzar a la actividad profesional.

2.2. El cultivo de las disciplinas

2.2.1. Los grupos académicos

En lo que respecta a los factores sociales en el origen de las disciplinas, y


volviendo sobre las motivaciones pragmáticas (extrínsecas) de Baron, las
razones sociológicas de Ruscio y las académicas de Becher y Kogan, convie-
ne subrayar una obviedad: la codificación burocrática del conocimiento espe-
cializado y la correspondiente asignación de recursos económicos y de recur-
sos humanos a un dado perfil académico suelen ayudar a dotarlo de contenido.
Si se nos permite condensar las observaciones apuntadas en una sola metáfo-
ra, parece claro que la codificación académico-administrativa de nuevos
estudios supone, en la práctica, la aparición de nuevos nichos ecológicos en
los que encuentran un espacio idóneo para desarrollar su carrera profesional
docentes e investigadores que han decidido apostar por orientar su currículum
en la nueva dirección o, en ocasiones, que no han conseguido acomodo en

ÍNDICE
88
otros escenarios. Es obvio que, en la mayoría de casos (aunque no siempre sea
así) esos individuos persisten, a lo largo de su trayectoria académica, en el
cultivo del mismo espacio, incluso contribuyendo a socializar nuevas promo-
ciones de docentes e investigadores, formados ya en el nuevo nicho especia-
lizado. En el mismo trabajo de Shumway y Messer-Davidow que citábamos
más arriba (Shumway y Messer-Davidow, 1991: 202) podemos encontrar esta
esclarecedora opinión:

The various connotations of «discipline» have until recently been entirely


positive; to call a branch of knowledge a discipline was to imply that it was
rigorous and legitimate. The name did not reveal that knowledge was produced
by regulating or controlling knowledge-producers, nor that the training of
disciples produced the general acceptance of disciplinary methods and truths.

En efecto, la génesis de las nuevas disciplinas resulta indisociable del


grupo humano que las define, que las cultiva (que las racionaliza y las desa-
rrolla) y que las transmite (a los futuros cultivadores), de modo que la acota-
ción del ámbito disciplinar y la configuración del grupo de académicos e
investigadores que lo ejercen se retroalimentan mutuamente: el dominio cien-
tífico y el espacio académico se definen el uno al otro. En opinión de Abbot
(2002: 210):

Disciplines also serve important general functions for academics […] The first
of these is the Geertzian function of providing academics with a general con-
ception of intellectual existence, a conception of the proper units of knowl-
edge. Disciplines provide dreams and models both of reality and of learning.
They give images of coherent discourse. [...]
A second cultural function of disciplines is that of preventing knowledge from
becoming too abstract or overwhelming. Disciplines legitimate our necessarily
partial knowledge. They define what it is permissible not to know and thereby
limit the body of books one must have read. They provide a specific tradition
and lineage. They provide common sets of research practices that unify groups
with diverse substantive interests. Often, these various limits and canons are
quite arbitrary. What matters is not the particular canonical writer or method
but rather the legitimation of knowing only the one or the other.

Los cultivadores de cada (nuevo) ámbito disciplinar (y/o de cada especia-


lidad) crean, mantienen y desarrollan las pautas normativas que resultan ser
propias del mismo. Con estos auténticos estilos académicos se consigue tanto
acotar los límites del campo como establecer el modo correcto de cultivarlo.
Es importante señalar, no obstante, que el mismo campo cuenta a priori con

ÍNDICE
89
algunas características intrínsecas, relacionadas con la propia naturaleza de la
disciplina, que contribuyen a definir a la comunidad que lo cultiva. En el
próximo apartado nos ocuparemos de ello.

2.2.2. La relación entre los tipos de disciplinas y los grupos académicos

En los párrafos anteriores hemos visto que la génesis de las nuevas disci-
plinas está relacionada con diversos factores, como el avance acumulativo del
conocimiento, el modo en que se (re)organiza, o las diferentes estategias a las
que responde su especialización. Nos hemos referido, además, a la necesidad
de tener en cuenta la relación indisociable que existe entre los factores socia-
les y los estrictamente cognitivos, para intepretar este tipo de procesos.
Sin embargo, hasta ahora tan solo nos hemos ocupado de las diferentes
disciplinas de un modo global, haciendo abstracción de sus características
particulares. Aunque la discusión sobre la naturaleza de todas las disciplinas
es un ejercicio que, claramente, excede a los objetivos de este trabajo, cree-
mos que seguramente merece la pena detenernos en algunas consideraciones
sobre los rasgos genéricos que nos permiten clasificarlas.
Una de las más célebres taxonomías diseñadas para clasificar los distintos
tipos de disciplinas, entendidas ahora como las unidades académicas básicas,
las estructuras en las que se asientan la formación y la investigación, es la suge-
rida por Biglan (1973), que parte una matriz en que distingue tres grandes cri-
terios de clasificación de las diferentes áreas: hard/soft, pure/applied y life/
nonlife, que en seguida desarrollaremos, aunque sin tomar en consideración la
última de ellas, dado que, como bien resume Favero (2005: 79), «[...] the litera-
ture finds it less reliable in studying discipline differences».
La propuesta de Biglan ha inspirado un gran número de interesantes dis-
cusiones y aplicaciones, plasmadas en numerosos trabajos, ya desde los pri-
meros años de su formulación. En realidad, incluso resulta fácil encontrar
artículos tempranos que se ocupan de intentar perfilar un estado de la cues-
tión, como ocurre con el trabajo de Creswell y Roskens (1981), así como, por
supuesto, revisiones que matizan la propuesta, como en Kolb (1981). Este
último estudioso parte de metodologías similares a Biglan (una aproximación
empírica, basada en un sistema de encuestas en centros de educación supe-
rior), aunque, mientras que el primero analiza la percepción de los académi-
cos sobre las diferentes áreas de conocimiento, Kolb hace referencia a los
estilos de aprendizaje (de modo que ambas perspectivas se complementan).
No obstante, como señala el propio Kolb, y a pesar del uso de terminologías

ÍNDICE
90
diferentes, los resultados no se contradicen en absoluto. De acuerdo con el
mismo autor, las diferentes disciplinas podrían clasificarse en una matriz for-
mada por dos dimensiones complementarias, que presenta de este modo (Kolb
1981: 243):

The results suggest that the commonly accepted division of academic fields
into two camps, the scientific and the artistic, or abstract and concrete [...]
might be usefully enriched by the addition of a second dimension, namely,
active-reflective or applied-basic. When academic fields are mapped on this
two-dimensional space, a fourfold typology of disciplines emerges. In the
abstract-reflective quadrant are clustered the natural sciences and mathemat-
ics, while the abstract-active quadrant includes the science-based professions,
most notably the engineering fields. The concrete-active quadrant encom-
passes what might be called the social professions, such as education, social
work, and law. The concrete-reflective quadrant includes the humanities and
social sciences. Further evidence for the validity of this typology can be seen
in the different ways that knowledge is structured and created in these fields.

En general, podríamos asumir que la dimensión abstract/concrete, a la que


también es habitual referirse como hard/soft6 (que aquí utilizaremos) estaría
relacionada con el estatuto epistemológico de las diferentes disiciplinas (desa-
rrollo paradigmático, nivel de consenso, posibilidad de cuantificación, forma-
lización, reproducibilidad de los resultados, carácter acumulativo de los mis-
mos, establecimiento de conexiones de causalidad...). La segunda dimensión
(basic- o pure-/applied), como es obvio, tendría que ver con la medida en que
el conocimiento está relacionado con la práctica. En el siguiente esquema

6. Aunque se suela atribuir directamente a Biglan, es probable que el primer estudioso en es-
tablecer la distinción entre hard y soft, aplicada a los diferentes dominios científicos, fuese en
realidad Norman Storer, quien introducía además las siguientes precisiones, a propósito de la
producción en los dos tipos de ámbito (Storer, 1967: 79): «If a hard science is one in which error,
irrelevance, or sloppy thinking is relatively easy to detect, then the scientist must take great pains
in his research if he does not wish to be exposed as incompetent. […] In the softer sciences, on
the other hand, where such a high level of rigor is lacking, it is likely that such nonscientific
criteria as relevance to common values or to practical problems, elegance of style, or even the
unexpectedness of one’s findings vis-à-vis common sense, will play a larger part in determining
the acceptance and succes of a contributions». Storer utilizó un peculiar método para establecer
su clasificación, que consistía en tomar en consideración factores como la existencia de forma­
lizaciones matemáticas (como indicio del empleo de metodologías rigurosas) y el grado de imper-
sonalidad, supuestamente más elevado en las disciplinas hard, medido a partir de indicios com el
uso de las initials-only footnotes, asumiendo como hipótesis que esta convención es más frecuente
en el caso de las mismas.

ÍNDICE
91
reproducimos las distinciones que resultan del modelo de Biglan, con alguno
de los ejemplos propuestos:

Hard Soft
Pure Matemáticas Humanidades
Ciencias naturales Ciencias sociales
Applied Ingeniería Educación
Medicina Trabajo social
(science-based professions) (social-based professions)

Por supuesto, el esquema tiene un carácter aproximado y no sería pruden-


te intentar generar a partir del mismo una clasificación rigurosa, exhaustiva y
(especialmente) indiscutible de todas las disciplinas. Como apuntan Becher y
Kogan (1992: 90):

Thus, for example, economics could be argued to be a predominantly hard


pure discipline, at least in comparison with anthropology; physical geography
might be held to lie on the hard pure and human geography on the soft pure
side of the boundary. Some aspects of medicine – particulary psychiatry – are
clearly closer to soft applied than to hard applied knowledge. Indeed, a more
detailed scrutiny of different areas of knowledge begins to suggest that disci-
plines themselves are not by any means homogeneous. The linguistic and
philological aspects of language studies are hard in comparison with the criti-
cal; the design side of engineering is soft in comparison with its mathematical
elements; basic medical science is more pure than applied; and so the cata-
logue continues.

De todos modos, su valor metodológico –cuando menos, como herramien-


ta conceptual, aunque, por supuesto, no pueda ahorrar la argumentación– está
avalado por un volumen importante de literatura.7 En un trabajo reciente,
Favero (2005) recoge un buen número de esas contribuciones y sintetiza, en
un esquema propio que reproducimos a continuación, la clasificación de
Biglan con las aportaciones de buena parte de las mismas, además de los

7. Existen también, desde luego, revisiones críticas del modelo, como el detallado y estimulante
trabajo de Stark (1998), aunque el propio autor manifieste que «My intent is not to challenge the
validity of the Biglan classification scheme for arts and science disciplines in research-oriented
universities» (1998: 359).

ÍNDICE
92
resultados de un trabajo empírico llevado a cabo por la autora. Conviene
apuntar que las referencias al High/Low Consensus no hacen sino insistir en
el grado de desarrollo de los respectivos paradigmas (en el sentido seminal de
Kuhn, 1962), de modo que High Consensus y Low Consensus se identifican,
respectivamente, con hard y soft.

CLASSIFICATION OF DISCIPLINES (Favero 2005: 92)

High Consensus
Hard/Pure: astronomy, atmospheric science, biology, biochemistry, biophysics, bot-
any, chemistry, entomology, environmental biology, geology, math, microbiology,
physiolo­gy, physics, plant pathology, statistics, zoology
Hard/Applied: architecture, agronomy, animal science, computer science, construction
management, dairy science, dental sciences (9 areas), engineering, agricultural engi-
neering, ceramic engineering, chemical engineering, electrical engineering, industrial
engineering, mechanical engineering, nuclear engineering, food and nutrition, food
science, forestry, horticulture, medicine, pharmacology, pharmacy, veterinary science

Low Consensus
Soft/Pure: anthropology, art, classics, economics, English, fine arts, geography,
German, history, history/philosophy of education, modern languages, music, phi-
losophy, political science, psychology, Russian, sociology, speech communications
Soft/Applied: accounting, agricultural economics, allied medical professions, busi-
ness, communications, community/regional planning, education, adult/continuing
education, agricultural education, education administration, education/family
resources, educational psychology, elementary education, industrial arts education,
secondary education, special education, finance, health, P.E./recreation, human
development, journalism, law, management, marketing, natural resources, nursing,
photography, public administration, social work, textiles/clothing, theater, vocational/
technical

La clasificación de Biglan resulta especialmente útil para nosotros, ya que,


además de una dimensión cognitiva-científica, encierra una dimensión social-
académica que nos permite empezar a esbozar algunas características genera-
les de las comunidades académico-investigadoras que cultivan cada uno de
esos ámbitos. Para ello nos serviremos de la caracterización que proponen
Becher y Kogan (1992: 90-91; cfr. también Becher y Trowler, 2001) para los
diferentes tipos de agrupaciones de formadores/investigadores a los que se
refieren como unidades básicas («the smallest component elements which
have a corporate life of their own», 1992: 88), en función del ámbito de

ÍNDICE
93
conocimiento al que se adscriben (de acuerdo con la tipología de Biglan), y
que glosamos a continuación:

• Los ámbitos de conocimiento hard/pure suelen coincidir con entornos


académicos exigentes y tienen carácter colectivo (frecuentemente, a
gran escala). El tipo de conocimiento con el que se ocupan presenta un
carácter acumulativo y atomístico, impersonal y libre de valores. Existen
criterios claros para verificarlo, así como un alto grado de consenso
sobre las cuestiones más relevantes. En términos operativos, los grupos
dedicados a este tipo de ámbito suelen requerir de importantes equipa-
mientos y muestran una notable capacidad para atraer recursos económi-
cos, bien sean externos o bien procedan de la propia institución que los
acoge. Dada la naturaleza de los conocimientos abordados, los currícu-
los en que se organizan suelen tener un alto grado de autonomía y estar
claramente delimitados.
• Los ámbitos de conocimiento hard/applied presentan características
semejantes, como el carácter colectivo, aunque el énfasis corresponda
más, en este caso, a las habilidades (las formas de producir) y los pro-
ductos que a los conceptos y las teorías, que prioriza el tipo anterior. El
tipo de conocimiento perseguido tiene un carácter pragmático, utiliza
enfoques heurísticos y no renuncia a los planteamientos cuantitativos ni
cualitativos. El nivel de exigencia normativa –en términos académicos–
puede ser inferior, aunque suele existir una importante relación con el
mundo profesional y sus propias asociaciones. En realidad, a la hora de
juzgar la calidad en este ámbito, los criterios prácticos, de carácter exter-
no, pueden tener más peso que los estrictamente académicos. En térmi-
nos operativos, este tipo de campos suele tener gran facilidad para captar
fondos externos, dada su funcionalidad. Los currículos formativos tien-
den a priorizar, al lado de los contenidos puros, las habilidades prácticas,
generalmente en la forma de simulaciones de la actividad profesional
real.
• En los ámbitos de conocimiento soft/pure, la actividad tiende a ser más
individual. Consecuentemente, aunque existan ámbitos de interés acadé-
mico asociados, su peso y su prestigio tienden a ser inferiores. El tipo de
conocimiento en que se ocupan presenta un carácter holístico y reiterati-
vo, sin que existan habitualmente criterios claros de verificación ni un
grado significativo de consenso sobre los aspectos más relevantes. Las
necesidades de equipamientos específicos tienden a ser insignificantes (al
compararlas con los casos anteriores), y tampoco suele ser significativa

ÍNDICE
94
la capacidad de atraer recursos externos (aunque la incidencia social
puede variar mucho entre las diferentes disciplinas). Los contenidos
curriculares suelen estar más basados en el estímulo de la capacidad de
los formandos para crear y argumentar sus propios criterios, y la propia
naturaleza y límites de los programas están más sujetos a discusión.
• Los ámbitos de conocimiento soft/applied presentan algunos de los ras-
gos de los ámbitos soft/pure y otros de los hard/applied: la actividad
tiende a ser individual (aunque con matices) y la presión normativa es
modesta, pero suele existir una importante relación con los grupos pro-
fesionales. La orientación del conocimiento pretendido tiene un carácter
utilitario y funcional, relacionado con la interiorización y la mejora de
las habilidades profesionales, generalmente a partir del análisis y la
reproducción de casos prácticos. No es inhabitual recurrir a fuentes de
financiación externa, aunque no deje de ser modesta, ya que los equipa-
mientos necesarios no suelen ser costosos. En el ámbito formativo,
como en el caso de los hard/applied, los currículos contienen aspectos
relevantes que están relacionados con la práctica profesional real.

Becher y Trowler (2001: §9) incorporan dos dimensiones más a la matriz


tipológica clásica para las disciplinas/áreas académicas: urbano/rural y con-
vergente/divergente, que tampoco queremos dejar de presentar y glosar a
continuación:

• Las comunidades disciplinarias de carácter convergente presentan unos


límites sólidamente marcados y una estructura bien trabada, basada en
presupuestos epistemológicos compartidos. Contrariamente, los límites
de las comunidades divergentes son mucho más permeables y su estruc-
tura más abierta e inestable.
• En las disciplinas urbanas, el número de investigadores es más elevado
y las redes de información son más rápidas y eficaces. A cambio, la
competencia por los recursos es más dura y resulta más difícil obtener
reconocimiento. En cambio, algunas disciplinas/especialidades presen-
tan un carácter más rural, con un menor grado de competencia y un
ritmo más pausado de la investigación, menos atento a las últimas nove-
dades y las modas.

Los ejemplos propuestos para la convergencia serían la física, las matemá-


ticas, la economía o la historia. En este último caso, a falta de un paradigma
único universalmente asumido, existiría, en opinión de Becher y Trowler y a

ÍNDICE
95
partir de trabajos de campo, una gran sensación de pertenencia a una tradición
común consolidada, así como de un cierto parentesco intelectual. La sociolo-
gía y las lenguas modernas ejemplificarían, en cambio, las disciplinas diver-
gentes. En el primer caso, puede detectarse de hecho en muchos investigado-
res una cierta reticencia a considerarla una disciplina unitaria, más que un
paradigma global. En el segundo, también podría llegar a discutirse su carác-
ter unitario, en vez de considerarla un simple agregado disciplinar. Es intere-
sante señalar que Becher y Trowler no consideran que convergencia y diver-
gencia sean extremos únicos, sino que existirían disciplinas intermedias entre
ambas posiciones, como la biología, la química o el derecho. La dimensión
urbano/rural aparece mucho menos tratada. En realidad, en opinión de los
autores, tan solo la física serviría como ejemplo de estilo de investigación
sustancialmente urbano (con gran competencia, serias disputas por la priori-
dad y una elevada ratio investigadores/problemas). Por supuesto, sería posible
establecer todo un abanico de lugares intermedios entre los dos polos, para las
diferentes disciplinas.

ÍNDICE
96
3. La constitución como disciplina
de la traducción

3.1. Tres dimensiones para un concepto

Abríamos el capítulo anterior recordando que el objetivo declarado de este


trabajo es ofrecer elementos para proceder a una revisión útil del concepto de
traducción especializada. Entendemos que, para esos propósitos, no podía
dejar de incluir una reflexión sobre el carácter de su codificación científica y
académica que partirá, como no podía ser de otro modo, de un análisis de la
codificación como disciplina de la traducción, sin cualquier adjetivo. En las
secciones anteriores hemos ido presentado algunas herramientas conceptua-
les, de las que ahora pretendemos servirnos, en los próximos apartados.
Recordaremos, para comenzar, que, como anticipábamos en el capítulo pri-
mero, la etiqueta de traducción se utiliza habitualmente para hacer referencia
a diferentes realidades, como mínimo a las siguientes:

• Un ámbito de investigación y, por lo tanto, un objeto que centra el inte-


rés de un grupo de estudiosos, que delimitan de ese modo un dominio
científico.
• Una disciplina, con presencia reglada en el ámbito de la educación supe-
rior en un buen número de países y, por lo tanto, un espacio académico.
Tendremos presente, por supuesto, todos los matices que anteriormente
reseñamos, a propósito del concepto de disciplina, tanto en lo que se
refiere a la codificación académica como en lo que tiene que ver con la
configuración científica, a la que alude el punto anterior.
• Un tipo de actividad práctica remunerada, que ejerce un grupo de perso-
nas y que, en la medida en que contribuya a caracterizarlo socialmente,
podemos entender como un espacio profesional.

Podríamos suponer, de entrada, que estas tres dimensiones tienen que


guardar una estrecha relación, o incluso que deberían solaparse. En efecto, en la
medida en que la educación superior y la investigación suelen confluir en sus
métodos y en sus objetivos, parece lógico imaginar que las actividades cien-
tífica e investigadora irán frecuentemente de la mano (una vez más, sin des-
cuidar las apreciaciones compiladas en la sección anterior). Por otra parte, es
obvio que la educación superior tiene entre sus metas la formación de

ÍNDICE
97
personal cualificado para alimentar los diferentes espacios profesionales.
Sería un error, sin embargo, concluir de todo lo anterior que cada una de esas
dimensiones es subsidiaria de las demás. Sin ir más lejos, nada ha impedido
durante siglos ejercer la práctica de la traducción a personas absolutamente
despreocupadas (cuando no recelosas) de la reflexión teórica, por ejemplo.
Conviene recordar, además, que la codificación académica de los estudios
sobre la traducción y el momento de mayor expansión de los centros de edu-
cación superior dedicados a este ámbito pueden datarse en la segunda mitad
del siglo pasado, especialmente en el último cuarto del mismo (cfr. Harris,
1997: vii). Seguramente esa juventud explicaría algunas de las características
que presenta. La más obvia sería la falta de una tradición científico-académica
asentada. Por supuesto, con esta afirmación no pretendemos dejar de lado la
importante producción teórica anterior. De hecho, resulta muy significativo el
interés puesto de manifiesto en los primeros años de organización académica
del campo por la compilación de antologías de textos históricos sobre la tra-
ducción (cfr. las de Delisle y Woodsworth, 1995; López, 1996; Castilho,
1997; Fontcuberta, Bacardí y Parcerisas, 1998; Catelli y Gargatagli, 1998;
Lafarga y Pegenaute, 2004…). En cualquier caso, resulta evidente que dichos
textos recopilados presentan un carácter fuertemente especulativo y que, con
pocas excepciones, las antologías cuyo valor es, por cierto, innegable suelen
tener más de colección de opiniones y recetas (más o menos afortunadas, y
generalmente relacionadas con la traducción literaria) que de intentos serios
de generar un ámbito disciplinar organizado.

3.2. La traducción como disciplina científica y académica

3.2.1. hard/soft

¿En qué lugar, dentro del esquema de Biglan, cabría situar a la traducción
como disciplina científica? Para empezar, podríamos intentar situarla en el eje
hard/soft, a partir de los parámetros que hemos señalado. La pregunta a la que
deberíamos intentar responder, en este caso, sería la siguiente: ¿puede consi-
derarse o no que la traducción es una disciplina que se apoya en un paradigma
consensual, en la que se aplican rigurosamente las reglas del método científi-
co, que se basa en objetivos claros y bien definidos, que desarrolla y pone en
práctica métodos de estudio contrastados, que cuenta con un arsenal de ins-
trumentos propios y, en síntesis, que posee un estatuto epistemológico rele-
vante?

ÍNDICE
98
Como ha referido detalladamente Mayoral (2001, §5 [esp. 89-92] y §7),
resulta difícil, ya para empezar, determinar con precisión cuál es exactamente
el objeto de interés de la traducción. Si partimos de una delimitación racional
del campo científico que nos interesa, no sería descabellado imaginar, intuiti-
vamente, que podría ocuparse del estudio de asuntos tan dispares como los
que describen los siguientes ejemplos:

• El proceso mental que se desarrolla en la mente de los traductores,


incluida la correspondiente movilización de habilidades cognitivas (pro-
cesamiento de la información, construcción de modelos, resolución de
problemas) y su resultado.
• El proceso social que implica, como acto de comunicación entre indivi-
duos, como pauta de interacción socio-económica de grupos profesiona-
les y como modo de relación entre comunidades humanas.
• El proceso técnico que está en la base del diseño y la explotación de
ingenios capaces de mejorar el rendimiento de los traductores humanos,
o incluso de emular su desempeño de forma automatizada y, eventual-
mente, de llegar a sustituirlos en ese tipo de funciones.

Una consecuencia evidente de esta dispersión de los objetivos disciplina-


res (que aquí apenas hemos ejemplificado, y no de uno modo extremo)8 sería,
además, una peligrosa tendencia a la atomización y la posibilidad de atracción
(incluso de anexión) por parte de otros ámbitos disciplinares próximos (como
la psicología, la lingüística o la inteligencia artificial).
Al lado de esa dificultad originaria, deberíamos contar además, siguiendo
con la argumentación de Mayoral, con carencias tan evidentes como estas:

• La resistencia a la formalización (con algunos intentos ciertamente


extravagantes: v. García Landa, 1990, o Viaggio, 2001), a la cuantifica-
ción y, en general, a los criterios positivistas de cientificidad, incluso
teniendo en cuenta los esfuerzos para justificar esa situación, a partir de
unas hipotéticas especificidades del campo, aunque, supuestamente,

8. El conocido «mapa» de los estudios sobre la traducción de James S. Holmes (1988), que inclu-
ye en buena medida los ejemplos aquí propuestos –y que ya resulta suficientemente ambicioso–,
ni siquiera llega a perfilar la totalidad del campo (en buena medida, probablemente, por su carác-
ter pionero). Sin ir más lejos, el desarrollo autónomo de ámbitos científico-académicos como la
localización, la traducción audiovisual o, por supuesto, la interpretación (en todas sus dimensio-
nes), dibujan un panorama previsiblemente mucho más extenso.

ÍNDICE
99
fuesen compartidas con las ciencias sociales, como señala, por ejemplo,
Nobs (2005: 69-70):

Algunas dificultades surgen del hecho de que ni en la traductología ni en las ccss


el método científico se puede aplicar de modo tan riguroso como en las Ciencias
Naturales. Ello es debido, fundamentalmente a la complejidad de las realida-
des sociales y del fenómeno traductor y a las siguientes peculiaridades que
ambas disciplinas comparten:

a) El investigador como observador forma, en cierto modo, parte de lo obser-


vado […].
b) El investigador como observador no puede abstraerse completamente de sus
juicios de valor a la hora de fijar los objetivos de su investigación.

Desde luego, también sería posible cuestionar ab initio la propia conve-


niencia de adaptar al ámbito de la traducción los patrones de observación,
experimentación y estudio más comunes en el método científico, como parece
desprenderse de las observaciones de Neunzig (2002: 91):

Cuestionamos la validez de la adaptación a la traductología, sin más, del


modelo empírico-positivista procedente de las ciencias naturales y sociales,
para subrayar la primacía de la relevancia de un estudio y de la evidencia de
los resultados sobre su significancia estadística. La bondad de una investiga-
ción no puede solamente definirse por la meticulosidad del procedimiento y la
exactitud del planteamiento: el investigador responsable tiene que plantearse,
a nuestro entender, el ‘para qué servirá mi proyecto o experimento’, es decir,
deberá ponderar la relevancia que puede tener su investigación […] No se
trata, pues, de obtener resultados significativos desde el punto de vista estadís-
tico, sino resultados evidentes, es decir, resultados que ‘hablen’ por sí mismos
y resultados relevantes para nuestro campo científico.

Sin embargo, no parece que ese tipo de argumento permita ocultar la ende-
blez metodológica de buena parte de la investigación en el área (v. Neunzig y
Tanqueiro, 2007: 9):9

9. No queremos dejar pasar la oportunidad de señalar, precisamente, lo significativa que resulta


esta misma obra (Neunzig y Tanqueiro, 2007). Se trata, según lo describen los autores (pp. 9-10),
de un «[...] Vademécum […] dedicado a reflexionar sobre la aplicación del llamado ‘método cien-
tífico’ en la investigación traductológica y a discutir los principales pasos a tener en cuenta en
el proceso investigador». En sus 80 páginas encontramos desde una síntesis de los «criterios de
exactitud del planteamiento» (en el método cientifico) hasta orientaciones para la formulación y
definición de hipótesis, procedimientos para la recogida de datos y su procesamiento estadístico,

ÍNDICE
100
En su afán de parecer más ‘científica’, de obtener el «truly scientific status»
que postulaba Gideon Toury, la traductología fue adoptando el formalismo y
hasta el simbolismo de las ciencias naturales y sociales y fue asumiendo la
metodología y el instrumentario propios de estos enfoques, argumentando que,
por muy bien que unos principios teóricos parezcan explicar los fenómenos
observables en un campo específico, los constructos solo adquieren un valor
científico y epistémico si pueden ser operativizados, es decir, si pueden ser
comprobados mediante una observación sistemática o mediante un estudio
experimental. Sin querer restar importancia a esta tendencia –que sin duda ha
representado un gran paso adelante en nuestra investigación– se empieza a
observar un ‘empirismo por el empirismo’. Se realizan una gran cantidad de
estudios y de experimentos que tratan de cuestiones muy aisladas o de muy
poca relevancia científica («trivial problem, no problem, irrelevant discus-
sion», Chesterman, 1998), o que están mal planteados en lo que se refiere al
diseño experimental (el propio Chesterman critica la argumentación circular,
las generalizaciones ilícitas a partir de casos poco típicos, la confusión entre
correlación y causalidad, la falsa inducción, etc.), prescindiendo muchas veces
de definir un back-ground teórico general en el que deben entenderse los resul-
tados.

• La falta de consenso entre los especialistas sobre asuntos fundamentales,


que encuentra su reflejo, entre otras cosas, en la inexistencia de una
terminología unificada. Bastará la consulta de algunas entradas de los
trabajos enciclopédicos de Shuttleworth y Cowie (1997) o Baker (1998)
para comprobar cómo, efectivamente, los mismos términos pueden ser
definidos de modo distinto y, de hecho, pueden designar conceptos

con frecuentes ejemplos del ámbito de la traducción. Se trata, en suma (como leemos en la tapa),
de «un pequeño libro de consulta para todos aquellos que se plantean un estudio científico en
traducción, sea una memoria de fin de carrera, un trabajo de máster o un doctorado». Existe en
el mercado un buen número de trabajos de características semejantes, con títulos tan reveladores
como Matemáticas para economistas, Estadística para psicólogos o, incluso, Java technology for
language researchers (por citar ejemplos reales), de modo que habría que saludar con interés la
aparición de obras de este tipo, orientadas al ámbito de la traducción... sin olvidar que, por otro
lado, resultan en sí mismas un indicio muy claro de las lagunas que aspiran a cubrir. A propósito
de los trabajos a los que antes aludíamos, también resulta muy significativa la escasez de volú-
menes dedicados al derecho para traductores, la biología para traductores o a la automoción para
traductores (salvo exepciones puntuales, más o menos valiosas, como Hann, 1992). ¿Será porque
se asume que no se trata de un conocimiento tan especializado que justifique ese tipo de obras?
¿Y será cierto, en cambio, que sí existe una especialización heurística tan notable en el campo
como para justificar trabajos como el de Neunzig y Tanqueiro, más allá de su valor, precisamente,
de vademécum?

ÍNDICE
101
sustancialmente diferentes, cuando no antagónicos (la propia definición
de traducción, precisamente, sería el ejemplo paradigmático).
• El abuso de la introspección como método de observación y de estudio,
así como un uso bastante mejorable de las técnicas experimentales. Uno
de los casos más obvios, al que también se refiere Mayoral, es el empleo
más que discutible de los llamados protocolos de pensamiento en voz
alta (thinking aloud protocols, tap), como instrumento metodológico
para abordar el estudio del proceso de traducción.10 Silvia Bernardini
(2001: 242) sintetiza muy bien la crítica que puede hacerse a la mayoría
de trabajos que se incriben en esta orientación:

Such a method of data collection, known as «thinking aloud», has been


imported from the cognitive sciences and applied to translation research, often
with little reflection on the consequences inherent in the application of the
approach to the new research framework. Theoretical justifications have been
imported without questioning their applicability to the new settings, and the
validity of the method as a whole has been assumed rather than proved.

Y nos ofrece alguna sugerencia (2001: 259) que, por lo elemental de sus obje-
tivos, seguramente nos podría ahorrar más comentarios, a propósito de la madurez
que (no) habría alcazando el empleo de este tipo de técnicas en el ámbito de la
traducción, para nuestros efectos de intentar clasificarla en el esquema de
Biglan:

A final, related suggestion regarding reusability relates to the transcription and


coding standards adopted. To the best of my knowledge, there is no standard way
of compiling taps, with the consequence that comparisons and exchange of tran-
scripts are seriously hindered. A very welcome improvement in this area would be
the development of coding procedures adopting standardised mark-up languages
developed for the encoding and exchange of electronic texts, such as xml.

10. Los tap son una técnica de obtención de datos que, en síntesis, consisten en hacer que los
propios sujetos que participan en un experimento informen acerca de algún extremo del mismo,
que el observador pretende estudiar (por ejemplo, que verbalicen el proceso que están siguiendo
o que han seguido al realizar una traducción). Este método procede originariamente del campo
de la psicología (v. Ericsson y Simon, 1984) y, en ese ámbito, ya ha sido objeto de intensos
debates a lo largo del último cuarto de siglo (v. p.e. Russo, Johnson y Stephens, 1989). Si bien,
como resume J. Magliano (1996: 274) en su reseña a la reedición de 1993 de la obra de Ericsson
y Simon, «[...] the autors are, unfortunately, overly optimistic regarding the status of verbal re-
ports in mainstream psychology», lo cierto es que los tap continúan siendo utilizado por algunos
investigadores de diversas áreas, entre ellas, como vemos, la traducción y la interpretación (cfr.
Campbell y Wakim, 2007).

ÍNDICE
102
Aunque no nos resistimos a reseñar, por igualmente relevadoras, las suge-
rencias con que Orozco cierra un completo repaso bibliográfico a la produc-
ción científica sobre estudios empíricos en el ámbito de la traducción escrita
(Orozco, 2002: 80), para superar unas deficiencias que, en nuestra opinión,
seguramente provocarían sonrojo en investigadores de otros ámbitos, si
alguien se las hiciera notar en sus propios trabajos:

En primer lugar, la creación y validación de instrumentos de medida y de


diseños experimentales adecuados [...]; en segundo lugar, la utilización de
otros instrumentos de medida complementarios cuando se utilicen los taps
como instrumento principal en un estudio; en tercer lugar, la formación de
muestras representativas; por último, la rigurosidad en la administración de los
instrumentos de medida y en la interpretación y el análisis de los datos
resultantes de los estudios efectuados.

• Y, como colofón –como síntesis, en realidad–, una escasa capacidad de


explicación y de predicción, que ejemplificaría muy bien la parquedad
de los logros en el ámbito de la traducción (completamente) automática.
Sin menospreciar las bondades de la combinación del uso de lenguajes
controlados con los modernos sistemas de traducción asistida, no existe
aún un algoritmo capaz de garantizar la generación sin error de un texto
reconocible como traducción correcta de un texto en una determinada
lengua para cualquier otro texto en otra lengua diferente. De hecho, para
algunos autores ni siquiera parece probable que llegue a existir, por lo
menos mientras no dispongamos de una teoría general de la mente
humana (v. Curado, 2000). Además, y para ser honrados, conviene apun-
tar que los logros más importantes que se han producido en este campo
forman parte del haber de la lingüística computacional, y no de la tra-
ducción como disciplina autónoma. Más adelante volveremos, precisa-
mente, sobre este asunto.

Parecería pretencioso, a la vista de las observaciones anteriores, incluir la


traducción en la casilla de las disciplinas hard, al lado de las matemáticas o la
física, por ejemplo. Por supuesto, será prudente tener en cuenta las reservas
que antes apuntábamos, a propósito de la dificultad de considerar comparti-
mentos estancos a lo que no es más que el resultado de una abstracción con-
ceptual (y también deberemos tener en cuenta todas las que expresábamos en
el primer capítulo). Es cierto que, a priori, no hay nada que impida desarrollar
una investigación rigurosa, de acuerdo con los protocolos científicos estándar,

ÍNDICE
103
en el ámbito de la traducción. No obstante, hablar de un paradigma único y de
un alto nivel de consenso se nos antoja bastante más problemático, y también
cabría plantearse si la traducción como disciplina ha desarrollado instrumen-
tos científicos y metodológicos propios, que nos permitan hablar de una
heurística autónoma, o bien si su estrategia pasa por una importación selecti-
va de recursos e instrumentos de otros ámbitos.

3.2.2. pure/applied

Por otro lado, parece que situar la disciplina de la traducción en la segun-


da clasificación del esquema de Biglan, la que enfrenta las disciplinas puras
y las aplicadas, debiera resultar más sencillo. Ciertamente, las tres dimensio-
nes de la etiqueta traducción que citábamos al inicio de esta sección tienen
una clara orientación práctica: tanto el proceso mental, como el proceso
social, como el proceso técnico a que nos referíamos poseen un carácter apli-
cado sobre el que no merece la pena extenderse. En realidad, es probable que
tenga que ver con ese hecho la (aparentemente superada) consideración de la
traducción como una (sub)disciplina en el marco de la lingüística aplicada,
por parte de no pocos autores (v. p.e. Peña y Hernández Guerrero, 1994;
Fernández Pérez, 1996). Es interesante resaltar, en ese sentido, los argumen-
tos que apunta Fernández Pérez (1996: 22) para distinguir entre lingüística
teórica y aplicada y que, en su opinión, justificarían que la traducción como
disciplina (aquí designada como traductología) se incluyera en la segunda:

Mientras que en el campo de la Lingüística teórica las disciplinas están esta-


blecidas por su objeto de estudio y sólo después se integran en el área por la
finalidad, por la orientación, en el terreno de la Lingüística aplicada los ámbi-
tos van emergiendo conforme se plantean problemas materiales y necesidades
de solución. El objeto de interés no es, pues, previo a la orientación sino que
resulta del objetivo, de la exigencia y necesidad de solución. […] La variedad
en el seno de la Lingüística aplicada [...], así como la falta de una filosofía de
investigación definida para enfrentarse con las necesidades materiales y con
las aplicaciones, no ha sido impedimento en la realidad (ni debe serlo desde el
prisma metodológico) para edificar áreas de aplicación y conseguir alcances
resolutivos sobre aquellos problemas materiales planteados por el lenguaje y
las lenguas. De este modo, ámbitos como Didáctica de lenguas, Traductología,
Lingüística clínica, Planificación lingüística o Lingüistica computacional son
áreas con estructura, entidad y logros suficientes en las aplicaciones lingüísti-
cas como para concederles relevancia y significación.

ÍNDICE
104
Decíamos que sus argumentos resultaban interesantes porque, haciendo
abstracción de la referencia a la lingüística, ciertamente resbaladiza en el
campo que nos ocupa, los criterios utilizados parecen bastante reveladores. En
efecto, es muy común imaginar que las disciplinas aplicadas se limitan a lle-
var a la práctica los desarrollos abstractos de sus correlatos teóricos. Lo cier-
to es que resulta mucho más interesante (y, seguramente, mucho más ajustado
a la realidad), considerar que las disciplinas aplicadas (en general) no tienen
por qué estar determinadas a priori, sino que pueden aparecer para dar solu-
ción a problemas concretos. Desde este punto de vista, que refuerza la consi-
deración de su autonomía, la distinción entre disciplinas teóricas y aplicadas
tiene más que ver con la orientación del conocimiento. No se trata de que
únicamente las disciplinas teóricas generen conocimiento y las aplicadas lo
pongan en práctica, sino que las disciplinas aplicadas también crean conoci-
miento, solo que siempre como respuesta a una finalidad específica.
Creemos que es posible poner en relación las observaciones anteriores con
las palabras de Mayoral (2001: 26), cuando afirma que «Existen otras disci-
plinas cuyo objetivo principal no es observar, describir y predecir la realidad,
como es el caso de las ciencias, sino contribuir a la ejecución eficaz de tareas
relacionales: se trata de las técnicas o tecnologías […]». Y conviene recordar
ahora que, en su opinión (2001a: 31), «Sea cual sea el punto de vista adopta-
do, no parece descabellado aceptar […] que los Estudios de Traducción pue-
dan ser considerados como una tecnología». Desde ese punto de vista, a la
traducción, como disciplina applied, le correspondería la misión nada trivial
de desarrollar y de hacer progresar una forma de conocimiento práctico: las
técnicas de comunicación interlingüística mediada. Por supuesto, no parece
que ello implique tener que renunciar a la investigación teórica, aunque no a
costa de ese objetivo (ni tampoco completamente encorsetada por él).
Podría matizarse (o replicarse) que los estudios sobre la traducción no
tienen por qué priorizar ese tipo de asuntos y que las discusiones sobre la
naturaleza social o filosófica de la traducción, como modo de comunicación
humana (incluyendo desde las orientaciones psicoanalíticas, feministas,
posestructuralistas, etc., hasta el tipo de especulación más radical, aquel que
cuestiona la posibilidad misma de traducir) también podrían tener un lugar en
la disciplina. Más todavía: sería absurdo negar que los ejemplos de trabajos
académicos sobre ese tipo de asuntos son abundantísimos y, de hecho, hasta
hay autores que opinan sin tapujos que es precisamente ese tipo de orientación
el que da la medida de la madurez en los estudios sobre la traducción. Así,
para Vidal Claramonte (1998: 8):

ÍNDICE
105
Aunque el ser humano ha traducido desde siempre, ha sido con el advenimien-
to de la aldea global cuando más en serio se ha tomado la traducción. Pero en
mi opinión lo más interesante es que esta disciplina ha ido evolucionando a la
par de los cambios acaecidos sobre todo en la segunda mitad del siglo. Ha
sabido adaptarse a las extraordinarias modificaciones que ha supuesto para
el intelecto el paso de una filosofía fuerte a otra que apostó por lo banal, por el
pastiche y por el simulacro. Las teorías traductológicas han pasado de la defi-
nición que diera Catford de la traducción a la ofrecida por Toury, a los estudios
interculturales de Bassnett o Lefevere o a la incorporación de la diferencia, del
Otro, en las teorías postcoloniales y feministas de la traducción.

De modo complementario, también podría exagerarse la dimensión téc-


nica, como lo hace Emma Wagner (v. Chesterman y Wagner, 2002: 3), uti-
lizando una metáfora muy clara (también muy irónica y cum mica salis), en
el siguiente texto, a propósito de la utilidad de la reflexión teórica en la
traducción:

If Chair Theory existed, I think it should:


a) observe: find out about all the types of chair that exist; study chair through
the ages, chairs around the world;
b) analyze: distil a few generalizations out of all the observation:
- definition of chair and main categories of chair;
- constraints of chair design (human anatomy; intended function – dining
chair, office chair, deck chair, etc.);
- constraints of chair production (materials available, manufacturing meth-
ods, etc.)
c) guide: set out the underlying principles and doctrines of the craft.
Its purpose should be to help the producers and users of chairs by:
- saving them all the work of observing and analyzing for themselves;
- coining a common language for use by chair makers, chair users and chair
theorists;
- setting tentative standards, providing some guidance as to what can rea-
sonably be expected of a chair, depending on the intended function.

Only when they have done all this should chair theorists be allowed to indulge
in cogitation about Plato’s Ideal Chair and the ‘chair an sich’, and to ask dif-
ficult questions like ‘Are chairs possible?’, ‘Is a chair still a chair, even when
there’s no one sitting there?’, etc.

Obsérvese que, en este segundo caso, los desarrollos teóricos se subordi-


nan a la consecución de objetivos prácticos o, en todo caso, se considera que

ÍNDICE
106
estos últimos son los prioritarios. Por supuesto, el uso de la metáfora sobre la
Chair Theory constituye una trampa conceptual: es evidente que la fabrica-
ción de un bien material y la intermediación comunicativa no son fenómenos
epistemológicamente homologables, como no lo son sus resultados, los agen-
tes implicados ni los procesos en que intervienen. Pero merece la pena tener-
la en consideración para no perder de vista que, como apuntábamos al princi-
pio de esta sección, la traducción es (o, cuando menos, es también) una
práctica profesional, con independencia de que se constituya en un dominio
científico y un espacio académico. En consecuencia, parece sensato imaginar
que la traducción como disciplina debería incluir necesariamente entre sus
objetivos el estudio, el desarrollo y el perfeccionamiento de la(s) técnica(s)
relacionada(s) con el ejercicio práctico de la misma. Ello no obsta, por
supuesto, para que no sea legítimo generar remontes teóricos a partir del ejer-
cicio de la técnica, o bien a propósito de cualquier aspecto relacionado con la
misma, sino todo lo contrario. Sí que convendrá recordar, en cualquier caso,
que aquello que la comunidad profesional de estudiosos que cultiva la disci-
plina entiende por traducción no necesariamente tiene por qué coincidir con
aquello que entiende el conjunto de la sociedad y, de forma más específica, aquel
subconjunto de la misma que tiene en la práctica de los servicios lingüísticos
su nicho profesional. En realidad (y no tiene nada de paradójico), el nicho
profesional de los primeros no es exactamente el mismo. Se trataría, en su
caso, de investigar sobre el fenómeno de la traducción, para describirlo, para
entenderlo y para explicarlo a partir de diferentes enfoques y puntos de vista
(la práctica profesional es, por supuesto, uno de ellos),11 y de transmitir cono-
cimientos sobre el campo a los formandos (conocimientos de los que forman
parte, aunque no de manera exclusiva,12 los relativos a la práctica profesio-

11. Pero no, desde luego, el único. Una consecuencia lógica de considerar a la práctica de los
profesionales como la única fuente de conocimiento posible para estudiar la traducción, sería
que la formación de traductores estaría basada, fundamentalmente, en la imitación (recuérdese lo
que apuntábamos en el primer capítulo de este libro, a propósito de las implicaciones didácticas).
En el mismo trabajo citado, podemos encontrar un nuevo ejemplo-metáfora interesante, sobre la
aplicación de esas premisas para otra disciplina técnica (Chesterman y Wagner, 2002: 4-5): «Ima-
gine a doctor or a nurse newly arrived in a remote African country, faced by a malaria epidemic.
What could they do? Just ask around and copy the others? Would they be expected to rediscover
the aetiology of malaria, study the life cycle of the mosquito, and find a cure, without any guid-
ance from their own theoretical training or from the research scientists and epidemiologists back
home? These are all rhetorical questions, of course».
12. Parece que, cuando menos en el caso de las titulaciones universitarias (especialmente los
doctorados, pero también en buena medida los grados), que habilitan para el ejercicio de la
actividad investigadora, además de la práctica profesional, determinados conocimientos

ÍNDICE
107
nal). La síntesis obvia es que los límites de la traducción como objeto de
estudio (su espacio científico-académico) no tienen por qué coincidir exacta-
mente con los de su ejercicio profesional. Nuevamente con las palabras de
Mayoral (2003: 117), «[…] translation as a theoretical object of study does
not correlate with the boundaries of translation as a professional activity.
Consequently, the concepts and problems for translation scholars and profes-
sionals are different to a certain extent».
En cuanto a las últimas dos dicotomías adicionales que más arriba apun-
tábamos, no parece, desde luego, que podamos atribuir a la comunidad disci-
plinaria de la traducción un carácter convergente: ni presenta unos límites
sólidamente marcados (de hecho, nos habíamos referido a su peligrosa ten-
dencia centrífuga), ni su estructura está basada en una serie de presupuestos
epistemológicos compartidos. Precisamente el escaso nivel de consenso
alcanzado hasta el momento, así como la dispersión de los objetivos, hablaría
claramente en favor de su carácter rural, en los términos de Biglan.
En realidad, el carácter divergente y rural de la disciplina se manifiestan en
la pluralidad de las aproximaciones y la naturaleza (anárquicamente) heterogé-
nea de las mismas, al margen de cualquier paradigma consensuado o siquiera
de modas universales entre los cultivadores (como veíamos a propósito de la
clasificación hard/soft). Por poner un ejemplo, en un periodo de apenas tres o
cuatro años es posible detectar publicaciones del mainstream con abordajes que
parten de herramientas conceptuales y referentes epistemológicos tan alejados
como la sociobiología (Chesterman 1997), la teoría poscolonial (Robinson,
1997; Carbonell, 1997), la lingüística in extenso (Muñoz Martín, 1995; Fawcett,
1997), la lingüística textual (Trosborg, 1997) o la teoría feminista (Simon, 1996;
von Flotow, 1997), al lado de otros que intentan desarrollar modelos eclécticos
(Hatim y Mason, 1997), que persisten en desarrollos teóricos propios, más o
menos autónomos (Lvóvskaya, 1997; Nord, 1997), o que tienen una vocación
estrictamente técnico-práctica (Esselink, 1998).

3.2.3. Ubicación disciplinar de la traducción

A la vista de los datos y los comentarios anteriores, en que hemos intentado


argumentar su indeterminación paradigmática (y su debilidad epistemológica),

transdisciplinares –especialmente los relacionados con las reglas del método científico– resul-
tan imprescindibles.

ÍNDICE
108
al tiempo que nos hemos hecho eco de su carácter decididamente práctico
y aplicado, creemos que sería legítimo ubicar a la traducción como disci-
plina en el ámbito soft/applied (divergente-rural), como pretende reflejar
el siguien­te esquema:

Hard Soft
Pure
Applied Traducción

Por supuesto, este modo de categorizar como disciplina los estudios sobre
la traducción admite (y necesita) un mayor grado de detalle. Para empezar,
podemos recordar que nada obsta para que una disciplina diferente pueda
proporcionar contenidos e instrumentos a un ámbito disciplinario claramente
autónomo (y tanto en lo científico y lo académico como en lo profesional).
Sin ir más lejos, eso es lo que ocurre con las matemáticas con respecto a la
economía, a la estadística o a la ingeniería; con la química respecto a la medi-
cina o la farmacología, etc. (está claro, por cierto, que esta circunstancia
nunca legitimaría identificar a la estadística con matemáticas aplicadas, o a la
farmacología con la química aplicada tout court). En nuestro caso, parece que
ese sería el papel que tendrían reservado en nuestra disciplina las lenguas
modernas, la terminología13 o la documentación.14 Cada una de ellas tendría

13. Una argumentación detallada de la ubicación en el esquema de Biglan de todas las disciplinas
a las que aquí hacemos referencia excedería, con mucho, los propósitos de este trabajo. Sirva
como ejemplo de esa dificultad, la categorización que sugiere Teresa Cabré (1995) para el caso de
la terminología, como una «disciplina interdisciplinar» (?): «[...] asumimos que la Terminología
es una interdisciplina, constituida por elementos procedentes de las bases de la lingüística, de la
ontología y de las especialidades, ligada necesariamente a la documentación, de la que se sirve y
a la que sirve, y usuaria, y al mismo tiempo contribuyente, de las nuevas tecnologías de la infor-
mación. Es una disciplina, en el sentido de que posee unas bases teóricas delimitadas y un objeto
de estudio definido. Como disciplina tiene, como cualquier otra materia, una vertiente teórica y
una vertiente aplicada y genera unas aplicaciones específicas. Su vertiente teórica responde a un
modelo determinado, coincidiendo, en parte (aunque sólo en parte), con el de la lingüística. No
es, por lo tanto, una disciplina original en su sentido más pleno, sino una disciplina deudora de
otras materias, de las que toma determinados fundamentos». Diez años después, aparentemente,
se seguiría insistiendo en el carácter interdisciplinar de la terminología (v. Cabré, 2005), aunque,
a la vista de estas mismas afirmaciones, no parece que su ubicación –en el caso de ser considerada
una disciplina unitaria– fuese muy diferente de la que aquí proponemos.
14. A propósito de la documentación, podemos hacer notar, como curiosidad, que algunos autores
como Withmire (2002) han argumentado la validez del modelo de Biglan a partir de la existencia
de pautas de comportamiento diferentes en las tareas de búsqueda de la información entre los

ÍNDICE
109
su propia ubicación disciplinaria, sin que eso tenga por qué impedir que todas
puedan, al mismo tiempo, suministrar saberes específicos (a los que aquí nos
referiremos como contenidos) para la disciplina de la traducción.

Hard Soft
Pure Lenguas modernas
Applied Traducción

CONTENIDOS
Lenguas modernas
Documentación
Terminología

Documentación
Terminología

Parece claro que intentar categorizar en este esquema las investigaciones


relacionadas con las teorías feministas de la traducción, un ejemplo que antes
utilizábamos, implicaría un tipo de reflexión diferente, sobre el que más abajo
volveremos. Una dificultad obvia, que ya podemos anticipar, es el carácter
deliberadamente holístico de la teoría feminista, que podría ser considerada
una (macro)orientación para un amplio espectro disciplinario, incluidas la
filosofía, la sociología, la antropología, la economía, la historia o, por supues-
to, la traducción (un carácter potencialmente omnímodo que hace que, en la
práctica, resulte difícil dejar de asociarla con el concepto de ideología).15

estudiantes de los diferentes tipos de disciplinas. Vale la pena apuntar, para nuestros efectos,
que en el mismo trabajo se observa que (2002: 637): «[...] according to the Biglan model, the
library and information science discipline is associated with the soft, applied, and life systems
dimensions».
15. De hecho, podemos hablar de una teoría feminista de la historia o de la economía, de una
sociología o de una filosofía feministas, de un modo análogo al que lo haríamos de una teoría
marxista de la historia o de la economía, o de una sociología o una filosofía marxistas, por utilizar
un ejemplo obvio. En realidad, algunas cultivadoras de la teoría feminista han manifestado su
disgusto por el hecho de que con frecuencia se tienda a limitar el alcance de la misma a la filosofía
y los estudios literarios, incluso en publicaciones especializadas, como denuncia Sylvia Walby
(2000: 238): «Currently feminist theory is dominated by those drawn from philosophical and liter-
ary disciplines. For instance, the advisory board of Feminist Theory is drawn disproportionately

ÍNDICE
110
3.3. Las especialidades de la traducción y la traducción especializada

3.3.1. Un caso concreto: traducción automática, traducción asistida


y localización

Centrémonos ahora en otra cuestión. En el capítulo anterior, habíamos


señalado que los diferentes cuerpos disciplinares tienden a organizarse en
especialidades (o especializaciones), tanto como respuesta a factores científi-
cos como sociales (si es que, en realidad, es lícito considerarlos aisladamen-
te). Y habíamos apuntado, entre los primeros, la existencia de una metodolo-
gía o una tecnología específicas, las consecuencias de un desarrollo teórico o
el abordaje particular a una determinada parcela del campo. Veamos un ejem-
plo concreto.
Haciendo abstracción de las cuestiones nominales, parece claro que, en el
caso de la traducción automática (a la que nos referíamos más arriba como
una de las realidades que podría abarcar la etiqueta traducción, desde un
punto de vista racional), tanto el tipo de conocimiento requerido como el
pretendido presentan características muy específicas, cuando menos a los
efectos de la investigación. En efecto, el diseño de ingenios basados en algo-
ritmos capaces de realizar traducciones de textos prescindiendo de la partici-
pación humana tiene mucho más que ver con las sinergias entre una versión
hard de la lingüística, las matemáticas y las ciencias de la computación (la
lingüística computacional, la informática, la inteligencia artificial, la ingenie-
ría de sistemas [cognitivos]...)16 que con el perfil que hemos esbozado en el
apartado anterior para la traducción como disciplina. Así, en la introducción

from these disciplines at the expense of those from numerate disciplines, such as economics and
geography. Within the literary disciplines the nature of the typical object of analysis, written text,
and the practices of its collection, sifting and analysis are often different from those social science
disciplines where the object of analysis may not take the form of a written text, but instead involve
statistics. Yet analysis of data, whether it be text or statistics, is a key element in all disciplines.
It would be a pity if the methodological shorthand of the literary disciplines were to dominate
feminist theory. To reiterate, feminist theory is not a subbranch of critical theory, but much more
wide-ranging, including the full range of at least the human sciences».
16. No resulta nada sorprendente, por ejemplo, que una de las publicaciones más especializadas
de ese ámbito, Machine Translation, aparezca clasificada en la prestigiosa base de datos para
investigadores SpringerLink dentro de la colección Journals in Artificial Intelligence al lado de
otras como Annals on Mathematics and Artificial Intelligence, Automated Software Engineering,
Cognition, Technology and Work, o Statistics and Computing (v. <http://www.springer.com/com-
puter/artificial?SGWID=0-147-12-114571-0>).

ÍNDICE
111
a uno de los manuales de referencia sobre este ámbito (Hutchins y Somers
1992: 11), sus autores declaran que:

Este libro tiene como objetivo permitir que los profesores de universidad, tanto de
licenciatura como de postgrado, cuenten con un buen texto de apoyo para introdu-
cir a sus alumnos en la traducción automática. Pero, además, este libro puede
servir para documentar programas docentes de lingüística o de informática, en
materias como la lingüística computacional o la inteligencia artificial. […]
Una segunda categoría de lector será el investigador sobre cualquier área del
procesamiento del lenguaje natural que busque una visión de conjunto, tanto
de los problemas como de los métodos y técnicas que se aplican a la traduc-
ción automática. De hecho, muchos profesionales de la inteligencia artificial,
de las ciencias cognitivas, de la recuperación documental y de las industrias
de la lengua en general muestran un interés cada vez mayor hacia los resul-
tados de la investigación en torno a la traducción automática. Asimismo, los
teóricos de la lingüística son cada vez más conscientes de que tales progra-
mas pueden proporcionar campos de prueba importantes a sus hipótesis
sobre el lenguaje.

Abundando en la misma dirección, la exclusión de la traducción automá-


tica del núcleo disciplinario de los estudios sobre la traducción ha llegado a
contar, en ocasiones, con una plasmación física tan obvia como la ausencia de
su tratamiento detallado en manuales universitarios y compendios didácticos
(como ocurre en Hurtado, ed., 1996; Hurtado, dir., 1999; y Hurtado, 2001).
No obstante, las destrezas relacionadas con el uso de los sistemas de traduc-
ción automática, entendida como instrumento profesional y, por lo tanto, con
un enfoque auxiliar que en realidad la homologa a la traducción asistida por
ordenador, pueden presentar un tratamiento muy diferente por parte de la
literatura especializada, tanto en lo que se refiere a su utilidad profesional
como a su ubicación pedagógica en los programas de formación de traducto-
res, ambas incuestionables (v. Corpas y Varela, 2003; Yuste, 2005; Badia,
2006; Cánovas y González Davies, 2006).17 Por cierto, parece claro que la
traducción asistida por ordenador sí que sería, precisamente, un buen ejemplo
de saber genérico para la disciplina de la traducción, en sentido estricto. Así
lo demuestran diversos informes sobre el perfil de los proveedores de servi-

17. En realidad, aunque con carácter excepcional, existen incluso enfoques pedagógicos para
materias académicas como la informática aplicada a la traducción (que, hasta el inicio del proceso
de adaptación al Espacio Europeo de Educación Superior tenía en el Estado español un carácter
troncal), en los que la traducción automática recibe un tratamiento privilegiado (cfr. Forcada y
Pérez Ortiz, 2007, para el caso de la Universitat d’Alacant).

ÍNDICE
112
cios de traducción, como el de Reineke y Sánchez León (2005), o sobre la
idoneidad de la presencia de la informática y las nuevas tecnologías en la
formación de traductores, tanto de ámbito europeo (como el letrac, en
Reuther, 1999), como estatal (v. aneca, 2004, para el caso español).
Existe, sin embargo, un perfil especializado de los estudios sobre la tradu-
ción, relacionado con las nuevas tecnologías de la información y las comuni-
caciones, que presenta unas características bien diferentes. Se trata de la
localización. De acuerdo con la definición que propone la asociación sectorial
Localization Industry Standards Association (lisa) <http://www.lisa.org/
What-Is-Globalization.48.0.html>:

Localization refers to the actual adaptation of the product for a specific market.
It includes translation, adaptation of graphics, adoption of local currencies, use
of proper forms for dates, addresses, and phone numbers, and many other
details, including physical structures of products in some cases. If these details
were not anticipated in the internationalization phase, they must be fixed dur-
ing localization, adding time and expense to the project. In extreme cases,
products that were not internationalized may not even be localizable.

La localización suele tener como objeto de actuación los productos informá-


ticos (programas y aplicaciones, páginas y sitios de Internet...), aunque el térmi-
no también se emplee para designar el proceso de traducción y adaptación cul-
tural de otros elementos periféricos de ese tipo de bienes en soporte físico
(manuales de usuario, envoltorios y etiquetado, interfaces físicas...). Requiere,
como es evidente, el uso de herramientas y recursos informáticos especializa-
dos, y no es raro que suponga la puesta en práctica de una serie de aptitudes
específicas (gestión de proyectos, software especializado, conocimientos de
lenguajes de programación...). De acuerdo con la clasificación sugerida por
Law (1973), que presentábamos en la sección anterior, parece claro que podría-
mos considerarla un ejemplo de especialización técnica (technique- or methods-
based specialty), dentro del ámbito disciplinario de la traducción.
La localización cuenta ya con un arsenal de producción académica cierta-
mente relevante, que incluye monografías y volúmenes colectivos sobre diver-
sas (sub)especialidades (v. p.e. Esselink, 1998; Savourel, 2001; Yunker, 2003;
Chandler, 2005; Dunne, 2006…), publicaciones periódicas (Globalisation
Insider, MultiLingual Computing & Technology, tcworld...), congresos y semi-
narios, organizaciones especializadas (como la propia lisa), etc. Y no hay duda
de que está generando un interesantísimo espacio profesional autónomo, como
nos recuerda Dunne (2006: 1):

ÍNDICE
113
Twenty years ago, «localization» as a profession and industry did not exist. In
the intervening two decades, localization has emerged as a profession related
to, but distinct from, translation, and as an industry in its own right that «has
grown to the point where the 20 largest it companies alone are leveraging
around usd 1.5 billion a year to generate sales of some usd 15 billion, an
incredible roi of over 1000%» (lisa, 2003: 18).

Por supuesto, nada impediría (llegar a) considerar a la localización una


disciplina autónoma (de hecho, como apuntábamos en la sección anterior, la
especialización es una de las causas del origen de nuevas disciplinas). En
realidad, esta última cita de Dunne señala una distinción profesional, respecto
a la traducción estricta. En este punto conviene recordar que, como antes
apuntábamos, los ámbitos de conocimiento soft/applied están estrechamente
relacionados con la práctica profesional. Sin embargo, nada impide que un
mismo ámbito disciplinario llegue a generar ámbitos profesionales diferentes.
Por utilizar otro ejemplo de disciplina applied, la medicina, es evidente que la
profesión de médico de familia y la de médico forense tienen particularidades
que las hacen fácilmente distinguibles, que tienen objetivos prácticos diferen-
tes y que existen asociaciones profesionales, congresos y bibliografía especia-
lizada para cada una de esas actividades, pero sería una clara exageración
considerar disciplinas diferentes a lo que, de hecho, es universalmente cono-
cido como diferentes especialidades médicas.
Por otro lado, debe reconocerse que la consideración de la práctica real
siempre puede obligar a establecer matices. Por ejemplo, es perfectamente posi-
ble (en realidad, muy frecuente) que un traductor, sin conocimientos específicos
de localización (un traductor no especializado) reciba el encargo de traducir los
contenidos de una página web (o de un guión para subtitular un documental, en
el caso del audiovisual), sin que esa misma persona tenga por qué encargarse de
modificar el código fuente (o de tener que ajustar los subtítulos en el segundo
caso). En realidad y por desgracia , a veces puede que ni siquiera llegue a saber
qué propósito debe cumplir su traducción. Obrando así, como es obvio, la par-
ticularidad técnica de las especialidades queda muy mermada o, simplemente,
se diluye. En realidad, el traductor de nuestro ejemplo no estaría actuando en
ningún momento como localizador profesional, cuando menos en el sentido en
el que nosotros lo entendemos. Como apunta Pym (2002), en una interesantísi-
ma reflexión sobre las implicaciones para la formación:

But for the moment, the mistreatment of translators should underlie yet
another lesson for translator trainers: teach your students to do more than
translate. Often it is only by moving into the more high-tech sectors, or by

ÍNDICE
114
becoming project managers, that our graduates really find liveable long-term
employment. If we prepare them for no more than narrow linguistic replace-
ment tasks, they will be no more than foot-soldiers in battles of which they will
have neither vision nor control.

Por supuesto, un tipo de investigación que obviase el conjunto del proceso


de localización, como lo hacía en su práctica profesional el traductor de nuestro
ejemplo, también estaría muy lejos del ámbito científico al que nos referimos.
Como síntesis, utilizando los elementos presentados, podríamos empezar
a situar en el esquema de Biglan, al lado de la disciplina de la traducción,
algunos de sus contenidos (la traducción asistida), una de sus especialidades
(la localización) y una disciplina afín (la traducción automática) que, al
mismo tiempo, forma parte de sus contenidos propios, aunque con carácter
auxiliar, (en un sentido semejante al de las lenguas modernas, que antes citá-
bamos).
La nueva representación gráfica podría ser esta:

Hard Soft
Pure Lenguas modernas
Applied [Ciencias de la Traducción
computación -
lingüística CONTENIDOS
computacional] Lenguas modernas
Traducción automática Documentación
Terminología
Traducción asistida por
computador (inc. traduc-
ción automática)

ESPECIALIDADES
Localización

Documentación
Terminología

ÍNDICE
115
3.3.2. El concepto de traducción especializada

3.3.2.1. Especialidades técnicas y especialidades sectoriales

Podemos continuar ubicando en nuestro esquema otros ámbitos especiali-


zados, dentro del marco disciplinar de la traducción. Para ello, partiremos de
los siguientes criterios que, en nuestra opinión, permiten hablar de especiali-
dades, y que condensan varias de las observaciones que hemos ido presentan-
do en las páginas precedentes:

• En términos científicos, utilizan y generan investigación autónoma, que


encuentra su reflejo en monografías, artículos, seminarios y congresos
de carácter especializado. Todos ellos ponen de manifiesto los factores a
los que habíamos aludido en el capítulo anterior, a propósito de la génesis
y el desarrollo de disciplinas y especialidades: la tendencia a la acumula-
ción del conocimiento, la busca de originalidad y prestigio en la investi-
gación, la delimitación progresiva de aquello que es adecuado investigar
y de cómo hacerlo y, en consecuencia, el establecimiento progresivo de
las pautas de socialización de los nuevos cultivadores.18
• En términos académicos, están en la base de materias, pero también, con
frecuencia, de cursos específicos (generalmente, de posgrado o de espe-
cialización) y responden a los mismos factores, a los que se añade en
ocasiones la presión y el incentivo institucional para cultivar espacios
novedosos (y, con frecuencia, rentables).
• En términos profesionales, tienden a definir un espacio autónomo, con
manifestaciones que pueden ir desde el asociacionismo hasta las regula-
ciones de su ejercicio (finalmente en la forma de habilitaciones oficia-
les). Recuérdese que hemos empezado por ubicar la traducción en su
ámbito disciplinario soft/applied, de modo que resulta oportuno no per-
der de vista la especificidad más notable de esa categoría: su estrecha
relación con el mundo profesional.

Aún siendo conscientes de que este punto de vista quizás no sea el más
común en la literatura sobre el tema, asumimos, a partir de la exposición

18. Con las transparentes palabras de Bucher y Strauss (1961: 328), nuevamente a propósito de
los cultivadores de diversas especialidades médicas: «They read a variety of journals, too; and the
journals a man reads, in any brach of medicine, tend to reflect his methodological as well as his
substantive interests».

ÍNDICE
116
anterior, que sería legítimo considerar las siguientes especializaciones (o espe-
cialidades, que en este momento utilizamos como sinónimos) de la traducción-
disciplina, con los matices que después veremos, aplicando la clasificación de
Law:

• technique- or methods-based specialties: localización, interpretación,


traducción audiovisual, traducción oficial (= traducción jurada);
• subject matter specialties: (entre otras) traducción jurídica, traducción
científico-técnica, traducción literaria...

Vale la pena hacer notar que, como ocurre en otros ámbitos disciplinares, nada
impide que especialidades de diferente tipo puedan coincidir en sus objetivos. Por
volver a utilizar un ejemplo del campo técnico al que ya hemos recurrido en varias
ocasiones, piénsese en lo natural que resultan los solapamientos (o la colabora-
ción, si se prefiere) entre especialidades médicas tecnológicamente determinadas
(como la radiología) y otras sectoriales (por ejemplo, la urología), que hasta sue-
len tener objetivos compartidos como puede ser la elaboración de diagnósticos
(tanto en la práctica clínica como en la práctica investigadora). Dentro del ámbito
de la traducción-disciplina, también son perfectamente imaginables, por ejemplo,
la actuación de intérpretes ante los tribunales de justicia (de hecho, en el Estado
español es una actividad profesional relativamente regulada), la traducción para
el subtitulado de documentales de carácter científico o la investigación relaciona-
da con cualquiera de estos dos ámbitos.
Recordemos que ya habíamos anticipado que una clasificación como la de
Law no solo era aplicable para los métodos de investigación, sino también para
la práctica profesional. Además, dadas las especificidades del ámbito discipli-
nario del que nos ocupamos, tal y como lo hemos caracterizado, investigación
y práctica profesional mantienen una estrecha relación. Así, cuando calificamos
la localización de technique- or methods-based specialty tenemos en cuenta que
implica la puesta en funcionamiento de unas técnicas y de unos métodos espe-
cíficos, relacionados con su naturaleza y características (conocimientos relati-
vos a los formatos y soportes digitales, los lenguajes de programación o el
software específico, por ejemplo) que no son comunes a otras prácticas profe-
sionales. ¿Podría la investigación (y la formación) obviar ese hecho?
Un poco más arriba hacíamos referencia a la posibilidad de confluencia
entre diferentes especialidades, tal y como aquí las hemos definido. La
siguiente cita, en la que Frederic Chaume (2002: 2) se refiere de algún modo
a esa circunstancia, con ejemplos similares a los que proponíamos, nos per-
mite adentrarnos, además, en un tipo de discusión diferente.

ÍNDICE
117
All told, audiovisual translation should not be considered as specialised transla-
tion. Indeed, the contents of audiovisual texts mean that their translation is much
closer to what it is usually called «general translation», defined (by Vega 1999:
250, my translation) as «an initiation to the translation that is practised with texts
that are easily assimilable for people with an average level of education». This
definition fits neatly with the intentions of those who produce audiovisual texts,
especially where they are destined to be broadcast on television. Audiovisual
translation can, of course, be relatively specialised too, inasmuch as the mass
media allows this, since different audiovisual texts can deal with «subject matter
that does not belong to the sphere of daily life [...] (mainly scientific, technical,
legal, economic and commercial)» (Vega 1999: 250). Audiovisual translation is
thus opposed to written or oral translation, and not to legal, technical or scien-
tific translation, because these fields can be broached by the written, oral or
audiovisual texts that the translator manipules.

En efecto, en la bibliografía especializada de los estudios sobre la traduc-


ción suele identificarse traducción especializada exclusivamente con traduc-
ción de textos especializados, entendidos, en efecto, como «subject matter
that does not belong to the sphere of daily life» aunque tanto la etiqueta como
la argumentación resulten ciertamente cuestionables, como ya señalábamos
en el primer capítulo de este trabajo. Así, Silvia Gamero (2001: 23), en un
manual dedicado a la traducción técnica, expone que:

La traducción técnica suele incluirse dentro de lo que se ha dado en llamar


«traducción especializada», junto a otras variedades como la traducción cien-
tífica, jurídica, económica, comercial, etc. Al agrupar todos estos tipos de tra-
ducción bajo un solo nombre, lo que se pretende es trazar una clara línea
divisoria entre dichas variedades y otras, como la literaria o la audiovisual, que
poseen características bien diferentes.
Sin embargo, la denominación no está exenta de controversias. Se objeta, por
una parte, que toda traducción es especializada, puesto que siempre entran en
juego conocimientos especiales [...]. Por otro lado, el hecho de hablar de tra-
ducción especializada presupone la existencia de una «traducción general»,
que sin embargo está completamente ausente de la práctica profesional, por
mucho que se utilice con fines didácticos.

Por supuesto, no todos los estudiosos coinciden exactamente con estas


apreciaciones, a veces ni siquiera en el uso de las etiquetas, en lo que por
cierto parece ser una buena ilustración de las opiniones de Mayoral sobre la
precariedad epistemológica del área. Confróntese, por ejemplo, con la cita
anterior, estas opiniones de Amparo Hurtado (2001: 59), a propósito del con-
cepto de traducción especializada:

ÍNDICE
118
Nos referimos a la traducción de textos dirigidos a especialistas y dirigidos a los
llamados lenguajes de especialidad: lenguaje técnico, científico, jurídico, econó-
mico, administrativo, etc. Preferimos la denonimación traducción de textos espe-
cializados (o géneros especializados) a la de traducción especializada, ya que,
estrictamente hablando, toda traducción (literaria, audiovisual, etc.) es especializa-
da en el sentido que requiere unos conocimientos y habilidades especiales.

Decíamos más arriba que suele identificarse traducción especializada única-


mente con la traducción de textos especializados, en el sentido que apuntaba
Chaume. No obstante, y a pesar de la opinión que se exponía en aquella cita, es
posible encontrar en una publicación de nombre tan significativo como JoSTrans.
Journal of Specialised Translation (<http://www.jostrans.org>) una entrevista,
recientemente realizada al mismo autor, a propósito (paradójicamente) de la
traducción audiovisual. En realidad, en un número escogido al azar de la misma,
como el Issue 10 (consulta: 28-01-09), encontramos otras entrevistas, como las
realizadas a la profesora J. Neves, sobre subtitulado para deficientes visuales y
auditivos, o a J. Burton y J. Palmer sobre el subtitulado en la ópera. Más aún,
vale la pena señalar que, en la página de presentación de la revista (<http://www.
jostrans.org/about.php>), se advierte claramente a los visitantes que:

The journal covers the following areas:


• Features of specialised language
• General and practical issues in translation and interpreting
• Subject field translation issues, i.e. medical, legal, financial, multi-media,
localisation, etc.
• Theoretical issues in specialised translation
• Aspects of training and teaching specialised translation

Llegados a este punto, la pregunta que debemos formulamos es la siguien-


te: ¿realmente pueden equipararse, como especialidades de la traducción, la
localización y la traducción médica? Dejando de lado las dificultades para
determinar exactamente qué es lo que debe entenderse por traducción médica,
jurídica o económica (que ya habíamos bosquejado en el primer capítulo de
este trabajo y sobre las que aún volveremos), parece, a la vista de nuestra
exposición anterior, que la respuesta debería ser negativa. Hablamos, en el
segundo caso, de un tipo de especialización sectorial (el rótulo que propone-
mos como traducción de subject matter specialties),19 en la que la delimitación

19. La traducción literal ‘especialidades temáticas’ no haría justicia a las especificidades de las mismas.

ÍNDICE
119
de los contenidos y de las propias fronteras resulta esencialmente difusa, aun-
que, por supuesto, existen especialidades sectoriales cuya codificación social
está más afinada, en respuesta a circunstancias como las siguientes:

• Su delimitación a priori en la elaboración de planes de estudios acadé-


micos (su codificación académica).
• Su cultivo intensivo por parte de una comunidad significativa de inves-
tigadores, respondiendo a criterios como los que ya hemos apuntado en
epígrafes anteriores (busca de originalidad y prestigio, presión/incentivo
institucional... o simplemente a la inercia propia de la socialización en
el campo y la integración consecuente en equipos de investigadores y
colegios invisibles).20
• Una demanda significativa de personal cualificado para desarrollar labo-
res profesionales específicas, claramente delimitadas por el mercado.

La aplicación de los criterios anteriores podría ayudar a explicar por qué


motivo es muchísimo más frecuente encontrar materias académicas, cursos de
especialización, congresos o monografías dedicados a la traducción jurídica
que a la traducción deportiva, por ejemplo. En principio, no parece que en el
segundo caso se den (todavía) las circunstancias que acabamos de glosar, y a
primera vista podría hasta resultar inverosímil. Sin embargo, una simple con-
sulta en los motores de busca más populares de Internet nos podrá llevar hasta
la página web del Centre de Terminologia de Catalunya, termcat, en la que
encontraremos algunos excelentes glosarios terminológicos sobre esa materia

Como recordábamos en el primer capítulo, utilizando los criterios tradicionales (especialmente la


clasificación temática) resulta imposible separar nítidamente los espacios académicos de la traduc-
ción comercial, la traducción jurídica y la traducción jurada, por ejemplo. De hecho, resulta incluso
ciertamente complicado delimitar aquello que puede (llegar a) ser un texto jurídico.
20. Con este término se designa habitualmente a comunidades de investigadores no necesariamente
formales, que comparten un determinado ámbito de interés y cuya colaboración suele quedar de
manifiesto en sistemas de cocitas. Como señala Zuccala (2006: 153), «Bibliometric or scientomet-
ric studies show that scientists involved in invisible college networks typically carry out research
within a subject specialty. Most specialties are then made up of subtopic areas with authors clustered
together (i.e., cocited) centrally and peripherally according to shared research interests [...]. Informa-
tion seeking within the invisible college is strongly associated with an individual author’s cognitive
identity and takes place mainly through socially mediated activities, such as graduate training or col-
league recommendation [...]. Sometimes different, yet complementary subject areas form invisible
college networks; these networks arise when there is a need for scholars to share human, financial,
or clinical resources [...]». V. una presentación clásica del concepto en Crane (1972). En los estudios
sobre la traducción existen, desde luego, ejemplos manifiestos.

ÍNDICE
120
(<http://www.termcat.cat/dicci/esports_olimpics>, consulta: 29-01-08). Y, de
hecho, comprobaremos que hasta existen agencias de traducción que ofrecen
servicios como el siguiente:21

Pero ¿el hecho de que todas las áreas indicadas tengan algo que ver con
el deporte sería suficiente para considerar la traducción deportiva un ente
unitario, a los efectos de su tratamiento profesional (más allá de la estrategia
publicitaria evidente a la que responde esta página)? Desde luego, no lo
parece. ¿Bastaría para dotar de entidad a una disciplina autónoma, o incluso
a una especialidad científica? Francamente, lo dudamos... a menos, por ejem-
plo, que algún centro académico decidiera adoptarla y que se generasen y

21. En la página de tjc Global, «Pofessional Sport Translation Services» (<http://www.tjc-oxford.


com/translation/sport/index.php> consulta 28-01-09). En <http://www.tjc-oxford.com/transla-
tion/> puede consultarse la oferta completa de servicios que ofrece esta empresa.

ÍNDICE
121
consolidasen una comunidad investigadora y profesional que la cultivasen y la
desarrollasen, quizás a partir de algún impulso institucional. La noticia que
recoge el portal Terminometro, a propósito de los glosarios del termcat a los
que antes nos referíamos, alude, precisamente, al último de los factores que
acabamos de señalar. En efecto, los Juegos Olímpicos celebrados en Barcelona
en el año 1992 crearon unas importantísimas necesidades de traducción de tex-
tos relacionados de algún modo con el mundo del deporte. Para auxiliar el tra-
bajo del personal que debía atenderlas, los especialistas generaron una impor-
tante cantidad de material terminológico, que es el que ahora recoge el termcat
(<http://www.terminometro.info/modules/articles/sites/index.php?ln=es>):

«El termcat publica en línia un diccionari dels esports olímpics». Termcat. El


termcat ha publicat en línia el Diccionari dels esports olímpics, amb uns 7.500
termes que consten de definició i d’equivalents en castellà, francès i anglès.
El diccionari conté terminologia de tots els esports oficialment reconeguts com
a olímpics: atletisme, bàdminton, basquetbol, beisbol, boxa, ciclisme, esgrima,
futbol, gimnàstica, halterofília, handbol, hípica, hoquei sobre herba, judo,
lluita, natació, natació sincronitzada, pentatló modern, piragüisme, rem, salts,
taekwondo, tennis, tennis de taula, tir amb arc, tir olímpic, vela, voleibol i
waterpolo. L’aplicació permet consultar la terminologia alfabèticament o bé
agrupada temàticament en cadascun d’aquests esports.
Els termes procedeixen del Diccionari general de l’esport, que el termcat té
previst de publicar aquest any 2008. Es tracta de termes que tenen el seu origen
en els diccionaris olímpics de 1992, convenientment actualitzats, i en lèxics
revisats per especialistes de les federacions respectives.

termcat, Centre de Terminologia. Diccionari dels esports olímpics [En línia].


Barcelona: termcat, Centre de Terminologia, cop. 2008. (Diccionaris en Línia)
<http://www.termcat.cat/dicci/esports_olimpics>

Fuente: Termcat
Secciones: Terminología · Diccionarios y afines
Publicado(a) el: 29/08/2008

Creemos que, desde luego, la existencia de algunos glosarios especializa-


dos, una agencia que ofrece productos especializados y algún otro indicio que
pudiéramos encontrar, no serían justificación suficiente para referirnos a una
nueva especialidad (aunque fuese embrionaria). Con este ejemplo no preten-
demos más que insistir una vez más sobre la necesidad de tomar en conside-
ración la importancia de los factores sociales a la hora de explicar el origen
de las disciplinas y, como en el caso que nos ocupa, el de las especialidades.
Podría replicarse que considerar disciplina (o especialidad) académica a

ÍNDICE
122
aquello que es académicamente y socialmente reconocido como tal encierra
un argumento circular evidente. Es probable que así sea. Pero, desde luego,
utilizarlo no resultará más perjudicial que mantener el prejuicio esencialista
de considerar que los espacios académicos están determinados naturalmente
y que tienen una existencia objetiva, más allá de cualquier duda razonable. De
hecho, esa supuesta argumentación circular parece gozar de muy buena salud
en nuestro ámbito de conocimiento. Véase si no el siguiente ejemplo reciente
(Muñoz Miquel, 2009: 158):

La traducción médica es una rama de traducción que da cuenta de las necesi-


dades comunicativas emanadas del campo de la medicina. Se trata de una
especialidad muy amplia dentro de la traducción científico-técnica que está
dotada de rasgos singulares que la distinguen de otras parcelas. Así lo corro-
boran autores como Lee-Jahnke (1998: 81), que alude a la traducción médica
como un campo de estudio definido y acotado tanto por razones históricas como
porque representa una importante y amplia porción del mercado [...]. La tra-
ducción médica, en tanto que traducción especializada, comparte muchos
rasgos con otros tipos de traducción, pero son precisamente su amplitud y su
complejidad las que hacen de ella una especialidad tan particular.

En realidad, parece que la necesidad de tener en cuenta los factores socio-


lógicos en lugar de (o por lo menos al lado de) los estrictamente temáticos y
lingüísticos sobre los que volveremos más abajo en el momento de hablar de
traducción especializada, empieza a abrirse camino, aunque sea tímidamente
entre investigadores y formadores. Así, en un libro relativamente reciente,
dedicado a la didáctica de la traducción especializada, encontramos algunas
reflexiones que parecen avanzar en un sentido similar (v. González Davies:
2003: 15):

Hemos escogido las asignaturas de traducción especializada por tres razones.


En primer lugar, por cuestiones prácticas de organización de las licenciaturas
de Traducción e Interpretación en estos momentos. Aunque existen propuestas
a favor de reagrupar las asignaturas según criterios diferentes a los actuales
como, por ejemplo, por tipologías textuales (Hatim, 1984, 1997), de momento
no se han seguido y nuestra aportación quiere ser lo más realista posible y
adaptarse a nuestro contexto. En segundo lugar, también hay quien se cuestio-
na si realmente existe la traducción especializada en contraposición a la tra-
ducción llamada generalista o institucional. […] Y, es que es cierto que, si se
enseña la traducción especializada incluyendo una gran gama de tipologías
textuales, temas y subtemas, y otorgando un papel relevante a las destrezas de
documentación de manera que lo aprendido en una clase sea en gran medida
aplicable en otras, las distancias entre especialidades menguan. Y, en tercer

ÍNDICE
123
lugar, porque es evidente que algunas de las características lingüísticas, sobre
todo la terminología especializada, textuales, como las convenciones de pre-
sentación y redacción de cada especialidada [sic], y extratextuales, como la
bibliografía sobre las diferentes disciplinas, los principales congresos y asocia-
ciones, las publicaciones y sus características, las expectativas de los clientes
de cada profesión, etc., permiten una diversificación suficiente como para
permitir su agrupación en asignaturas independientes.

3.3.2.2. El caso de las especialidades teóricas

Debemos recordar, para recuperar nuestro hilo discursivo, que los párrafos
anteriores pretendían responder a una pregunta sobre la posibilidad de equi-
parar como especialidades la localización y la traducción médica y, por exten-
sión, las technique- or methods-based specialties y las subject matter special-
ties. Para ello nos hemos referido a la notable dificultad de delimitar las
segundas, las especialidades sectoriales (en la que todavía insistiremos) sobre
todo si se pretende hacer abstracción de los indicios de la naturaleza social de
su génesis y concebirlas apenas como entidades determinadas por una difusa
unidad temática, ciertas especificidades lingüísticas (ya sean textuales, gené-
ricas y/o terminológicas) y, quizás, algunas peculiaridades extratextuales. Por
supuesto, con estas afirmaciones no pretendemos restar un ápice de valor a
ese tipo de especialidades, sino (re)ubicarlas en su contexto científico-acadé-
mico adecuado, entre otros motivos para invitar a reflexionar sobre la conve-
niencia de trasladar de algún modo a la formación unas diferencias que pare-
cen palmarias a nivel cognitivo y epistémico (si los saberes son diferentes, las
estrategias para adquirirlos probablemente tampoco serán idénticas).
Llegados a este punto, se hace necesaria una reflexión semejante, a propó-
sito de aquellas especialidades que eran designadas como theory-based spe-
cialties, en el modelo de Law (1973). Parece que la referencia a las especiali-
dades en el caso de las disciplinas de lenguas modernas o economía que
recogía la cita de Becher y Trowler (2001: 72) que más arriba reproducíamos,
nos podría dar alguna pista. Recordemos que catalogaba como «especialida-
des basadas en la teoría» la deconstrucción, en el primer caso, y el monetaris-
mo, en el segundo. Nótese, a la vista de los ejemplos, que aquello que aquí
llamamos theory-based specialties parece coincidir con lo que es más común
denominar escuelas (o escuelas de pensamiento). Significativamente, las res-
pectivas disciplinas-matriz de nuestros ejemplos aparecen catalogadas en el
ámbito soft-pure en las clasificaciones que hasta ahora hemos visto (con mati-

ÍNDICE
124
ces para el segundo caso, como el que sugerían Becher y Kogan, 1992: 90,
v. supra).
Desde nuestro punto de vista, y a la vista de los ejemplos propuestos,
quizás resultase oportuno incluir en este categoría, en lo que a la traducción-
disciplina se refiere, especialidades como la misma deconstrucción (cfr. p.e.
Vidal Claramonte, 1995), la antes citada teoría feminista (von Flotow, 1997)
o la teoría poscolonial (Carbonell, 1997; Robinson, 1997). No obstante, y
siempre en nuestra opinión, no podemos dejar de hacer notar lo siguiente:

• Como ya señalábamos más arriba a propósito del caso de la teoría femi-


nista, todas ellas comparten una cierta ambición holística, aunque resul-
ta obvio que su nicho ecológico lo componen las disciplinas soft/pure
(antropología, sociología, filosofía, lenguas, y también geografía, eco-
nomía, etc.), las «ciencias humanas» a las que se refería en nuestra cita
anterior Walby (2000).
• Su carácter aplicado tiene que ver más con su viabilidad como instru-
mento de análisis e interpretación que de producción.
• Por lo tanto, no parece que ninguna de ellas salvo en una interpretación
muy forzada tenga demasiado que ver con el ejercicio profesional real,
que caracteriza a las disciplinas técnicas. Obsérvese, por recuperar otro
ejemplo anterior, que nadie discutiría su carácter de especialidad (o
escuela, si preferimos) a la economía marxista, aunque a día de hoy el
número de sus cultivadores sea decididamente menor que en otras épo-
cas y la posibilidad de llevarla a la práctica parezca muy remota. Sin
embargo, y aunque también existen ejemplos de práctica de la traduc-
ción feminista o de la traducción poscolonial, parece poco probable que
pudieran llegar a impregnar por completo la actividad profesional (de
hecho, tampoco parece que sus cultivadores lo pretendan). En realidad,
este tipo de especialidades presentan más bien el aspecto de una conta-
minación por parte del ámbito soft/pure. Nótese que, por supuesto, no
estamos discutiendo, en ningún caso, su legitimidad. De hecho, arriba
nos referíamos a la existencia de un importante arsenal de producción
científico-académica relacionada con esas orientaciones. Nuestro obje-
tivo en estos momento es tan solo el de contribuir a perfilar el dominio
disciplinar que nos ocupa.
• Existen, ciertamente, otras aproximaciones mucho más específicas,
como la hermenéutica o la teoría de los polisistemas (que encuentra su
acomodo entre la teoría de la literatura y la traducción) o incluso direc-
tamente autóctonas, que podríamos ejemplificar con el funcionalismo

ÍNDICE
125
(v. p.e. Nord, 1997). Obviamente, resulta harto difícil poner en relación
con la práctica profesional (señal de identidad de la traducción-discipli-
na, como recordamos una vez más) a este tipo de especializaciones
teóricas, quizás con la significativa excepción de la última citada.

Con la incorporación de las especialidades de inspiración teórica (y con


las reservas sugeridas para el mismo caso), podemos completar ya nuestra
clasificación de tipos y ejemplos:

• technique- or methods-based specialties: localización, interpretación,


traducción audiovisual, traducción oficial (= traducción jurada);
• subject matter specialties (traducción especializada): traducción jurídica,
traducción científico-técnica, traducción literaria...
• theory-based specialties: deconstrucción, traducción feminista, funcio-
nalismo...

Nótese que, por paradójico que pueda parecer, desde este punto de vista la
llamada traducción especializada no sería en sí misma ninguna especialidad
de la traducción-disciplina (por lo menos, no una especialidad unitaria), sino
una designación global para el conjunto de las subject matter specialties. Por
cierto que los límites difusos entre las mismas y el hecho de que su compar-
timentación responda, como hemos argumentado, a criterios que distan
mucho de ser consensuales, se manifiestan en las designaciones globales del
tipo de traducción científico-técnica (que podría incluir la traducción de tex-
tos temáticamente tan alejados como un manual universitario de álgebra y el
prospecto de un medicamento); de traducción literaria (¿la traducción teatral
o la de la ópera lo son, en la misma medida que la de la poesía?); o de la
mencionada traducción jurídica (sobre cuya espinosa caracterización ya nos
hemos detenido en el primer capítulo de este volumen). Obsérvese, a propó-
sito de esta última, que consideramos a la traducción oficial un caso aparte
(una technique- or methods-based specialty), dado que, sin duda (y por defi-
nición), su ejercicio comporta una metodología absolutamente específica, la
activación de un protocolo estricto, que de hecho está legalmente codificado
(y la codificación legal es una forma extrema de sanción social que, al cobrar
la forma de habilitación, delimita nítidamente un grupo profesional).
Por otro lado, la reconfiguración que sugerimos para el marco disciplina-
rio de la traducción tiene la ventaja de acabar con la distinción poco afortuna-
da entre traducción general y traducción especializada. Desde nuestro punto
de vista, hablaríamos siempre y únicamente de una especialidad sectorial, con

ÍNDICE
126
textos de partida y destinatarios distintos, lenguas distintas, un ámbito temá-
tico distinto, criterios de textualidad distintos, terminología distinta, convencio-
nes profesionales distintas, codificación social distinta... En realidad, la especia-
lidad (o la sectorialidad, si se prefiere) es el factor que acerca a la realidad a lo
que, de otro modo, no sería más que un ejercicio intelectual. Por decirlo de un
modo sencillo: nadie traduce textos sobre ningún tema, para nadie y para
nada. Esa práctica estaría más próxima de los objetivos de la lingüística con-
trastiva, cuya ubicación disciplinar la situaría, probablemente, en la casilla
soft/pure, lejos del espacio que nos ocupa.

3.3.2.3. El marco disciplinario

Nos proponemos a continuación avanzar un poco más en la concreción


del marco de la traducción-disciplina. Habíamos visto antes que los conte-
nidos de base lingüística estarían relacionados con una disciplina soft del
modelo de Biglan (las lenguas modernas), que tendrían un papel instrumen-
tal en nuestro caso. Otras disciplinas que comparten con la traducción el
carácter soft/applied, el derecho, la economía, la gestión y administración
pública o la comunicación audiovisual, también proporcionarían contenidos a
la traducción-disciplina. No obstante, en este primer caso es evidente que ese
tipo de contenidos no puede homologarse a los lingüísticos. Estos tendrían un
carácter genérico (se presuponen para cualquier especialidad), mientras que
aquellos serían específicos (propios de algunas especialidades, como la tra-
ducción jurídica/económica o la traducción audiovisual, en nuestro caso,
aunque su naturaleza sea diferente, como postulamos). Algunas otras discipli-
nas pure/soft, como la teoría de la literatura y la comunicación oral, también
estarían proporcionando contenidos especializados, para la traducción-disci-
plina. Un primer esquema resumido (sin ninguna pretensión de exhaustivi-
dad), incluidas varias de las disciplinas y especialidades que hemos citado en
las páginas anteriores, podría tener este aspecto. El esquema no persigue otro
objetivo que el de permitir visualizar algunas de las distinciones que hemos
ido apuntando. Sería razonable pensar, sin embargo, que podrían extraerse del
mismo algunas conclusiones de orden académico y pedagógico, tanto en lo
que se refiere a la organización de cursos y materias, como en la forma más
eficiente de seleccionar contenidos y gestionar los conocimientos que deben
ser vehiculados. No obstante, en los próximos epígrafes continuaremos mati-
zando sus contenidos, con un análisis más detallado del caso de las especiali-
zaciones sectoriales.

ÍNDICE
127
Hard Soft
Pure Física Lenguas modernas
Matemáticas Teoría de la literatura
Biología Comunicación oral (oratoria pública)
Economía
Applied [Ciencias de la Traducción
computación -
lingüística CONTENIDOS
computacional] GENERALES ESPECÍFICOS
Traducción Lenguas modernas Derecho
automática Traducción asistida por Comunicación
Medicina computador + Tradución audiovisual
Ingenierías automática Teoría de la literatura
Documentación Comunicación oral
Terminología (oratoria pública)
Medicina
Gestión y adminis-
tración pública
Física
Matemáticas
Biología
ESPECIALIDADES
Técnico-metodológicas Sectoriales
Localización Traduccción
Traducción audiovisual jurídica
Traducción oficial Traducción literaria
Interpretación Traducción
científico-técnica
Teóricas (inc. traducción
Deconstrucción médica, traducción
Traducción feminista técnica....)
Traducción poscolonial
Hermenéutica
Funcionalismo
Documentación
Terminología
Derecho
Comunicación audiovisual
Gestión y administración pública

ÍNDICE
128
3.3.2.4. El problema de la delimitación de las especializaciones sectoriales

3.3.2.4.1. El núcleo básico de las especializaciones

Más arriba nos habíamos referido a la complejidad que implicaba delimi-


tar nítidamente el espacio propio de cada una de las especializaciones secto-
riales (subject matter specialties), aunque también habíamos señalado una
serie de circunstancias, de carácter sociológico más que epistémico, que
facilitarían esa labor. Decíamos, así, que la codificación académica, el culti-
vo intensivo por parte de una comunidad significativa de investigadores o
bien una demanda notable de personal cualificado para desarrollar labores
profesionales específicas podrían contribuir a establecer aquellos límites
huidizos.
Un reflejo evidente de este problema es la disparidad que puede apreciar-
se en la organización de los contenidos propios de cada una de las especiali-
zaciones. Consideremos, volviendo sobre un ejemplo ya conocido, el caso de
la traducción médica. En una rápida consulta en Internet sobre diversos espa-
cios académicos definidos para este ámbito en varios centros de enseñan-
za superior, podemos encontrarnos con descripciones como la que propo-
ne el Departmento de Humanidades del Imperial College de Londres para el
Módulo 3 (Practical Translation) de su msc in Scientific, Technical & Medical
Translation with Translation Technology:22

1) Scientific Translation: content depends on tutor’s background


2) Medical Translation: to include healthcare, medical reports, patents, ethical
issues, etc.
3) Technical Translation: to include topics such as institutional documentation
and product documentation

Dejando de lado ahora la (in)oportunidad de distinguir entre traducción


científica, médica y técnica, parece que la lista de contenidos apuntados para
la segunda resultaría por lo menos discutible, ya que, a primera vista, atribuye
un idéntico grado de pertenencia a la misma a los informes médicos y a las
patentes, aunque la adscripción de estas últimas a otros hipotéticos ámbitos
como la traducción legal (o jurídica) o la traducción comercial, se nos antoja
fácilmente argumentable. La reserva de contenidos prevista para la Scientific

22. V. <http://www3.imperial.ac.uk/humanities/translationgroup/mscintranslation/coursestructure/
coremodules> [consulta: 12-02-09]

ÍNDICE
129
Translation, en función del tutor’s background resulta muy llamativa, desde
luego (y más abajo volveremos sobre ella). Y la Technical Translation parece
identificarse aquí meramente con el trabajo documental, por otro lado.
Algo más sistemática (aunque sin un propósito de exhaustividad aparente)
parece la sección dedicada a los objetivos del curso Practica in Medical
Translation del Departmento de Lenguas Modernas de la Florida International
University:23

• Provide an overview of the field of medical translation via a wide range of


selected materials, including clinical reports, patient informational material,
medical journal articles, and medico-legal documents.
• Focus on particular problem areas in medical translation: false cognates, special-
ized terminology and abbreviations, proper register.
• Provide information regarding sources available to medical translators in book
form and on the Internet
• Improve computer skills related to document manipulation and formatting,
including placement of accent marks, file uploading, participation in bulletin
board forum discussions.

En este caso encontraríamos, al lado de algunos contenidos específicos,


una referencia clara a aquello que más arriba designábamos como contenidos
generales de la traducción-disciplina: elementos de terminología, documenta-
ción y destrezas relacionadas con el uso eficaz de las nuevas tecnologías
informáticas. En realidad, más allá de los selected materials del primer ítem,
nada permitiría distinguir los contenidos de este curso de cualquier otro, por
ejemplo uno dedicado a una hipotética traducción deportiva, como el que
comentábamos en un epígrafe anterior, prescindendo tan solo del adjetivo
medical en los últimos ítems.
La Notre Dame University de Líbano describe su curso tra 637 sobre
traducción médica avanzada precisamente a partir de las especificidades ter-
minológicas (y fraseológicas) y algo que quizás podríamos incluir en la
nó­mina de conocimientos específicos y que tendría que ver con el tutor’s
background del curso del Imperial College que más arriba citábamos: unos
«conceptos científicos básicos relevantes».24

23. V. <http://w3.fiu.edu/translation/Courses/SPT4809Web.htm> [consulta: 12-02-09]


24. V. <http://www.ndu.edu.lb/academics/course_info/course_list.asp?CourseTitle=%20Trans-
lation%20Courses&CourseCode=TRA> [consulta 12-02-09]

ÍNDICE
130
tra 637 Advanced Medical Translation arb/frc/enl (2.0); 2 cr. Medical termi-
nology and phraseology which would allow the translator to correctly translate
medical texts. Relevant basic scientific concepts.

En el sumario del programa del curso Medical Translation de la Graham


School of General Studies de la Universidad de Chicago para el año 2009,
encontramos un intento de sistematización de las major areas de la traducción
médica (también, desde luego, sin pretensiones de exahustividad). El resto del
programa insiste en cuestiones terminológicas, en la revisión y la generación
de productos adecuados a las expectativas de sus correspondientes audien-
cias.25 Una vez más, dejando de lado los aspectos temáticos señalados en la
primera frase, resultaría ciertamente difícil distinguir esta especialización de
muchas otras, a partir del resto de objetivos glosados. Creemos, no obstante,
que sí merece la pena destacar el interés que se manifiesta por poner a los
formandos en condiciones de determinar los diferentes niveles de compleji-
dad textual y de generar textos adecuados para diversos tipos de público, por
lo que supone de pretender evaluar y orientar la producción textual:

In this course, students will learn translation skills targeting the major areas of
medical translation: patient education, medical research, and drug develop-
ment. Topics to be covered include approaches to translation, voice and regis-
ter, research skills, and terminology. Exercises will teach students how to
determine the level of difficulty of a text, edit literal translations into polished
products, and rewrite to specific education levels and audiences. The goal is
learning to produce translated documents that read as though they were written
in the target language.

Por su parte, el programa Arizona Translation Collaborative, promovido


desde el Departmento de Español y Portugués de la Universidad de Arizona,
como espacio para «facilitate the exchange, sharing and dissemination of
ideas and resources amongst researchers, teachers, students, professionals,
translation users, decision makers, and community members», incluye tam-
bién entre sus topics para la sección Spanish Medical Translation la termino-
logía, las cuestiones profesionales (sin concretarlas) y la accesibilidad lingüís-
tica, al lado de un asunto de más enjundia: los «tipos de texto y géneros
en la traducción médica», así como lo que parece ser un catálogo que los
ejemplifica:26

25. V. <https://grahamschool.uchicago.edu/php/offering.php?oi=4752> [consulta: 12-02-09]


26. V. <http://aztc.arizona.edu/courses/smt/?view=topics> [consulta: 12-02-09]

ÍNDICE
131
• Text types and genres in medical translation
• Medical histories, discharge instructions, health education (Tuberculosis, hyper-
thyroidisms, nutritional sheets, vaccines) consent forms, advance directives,
marketing materials, etc.
• Medical Terminology
• Professional issues
• Language Access Legislation

El módulo de formación especializada del Máster en Traducción Médico-


Sanitaria de la Universitat Jaume I de Castelló incluye las materias que rese-
ñamos a continuación. Nótese que la terminología y la documentación, pre-
sentes una vez más, aparecen agrupadas en una asignatura metodológica; que
se mantiene el interés por los conocimientos específicos; que se añaden dos
posibles grupos de público y que se amplía el abanico de la especialidad al
incluir la interpretación y la mediación intercultural.27 Conviene poner de
relieve el interés que se manifiesta por las cuestiones relacionadas con el
género de los documentos, aunque (aparentemente) quede limitado al caso de
los textos del ámbito de la investigación (o, por lo menos, no se explicite en
el resto):

Obligatorias 20 créditos ects


Introducción a la medicina y pretraducción (8 créditos)
Metodología de la traducción médica, terminología médica y fuentes de infor-
mación (4 créditos)
Traducción en el sector editorial (4 créditos)
Traducción en el sector farmacéutico (4 créditos)
Optativas (de las cuales, el estudiante deberá elegir 2) 10 créditos ects
Traducción de géneros de investigación (5 créditos)
Traducción en instituciones médico-sanitarias (5 créditos)
Mediación intercultural en el ámbito sanitario * (5 créditos)
Técnicas de interpretación en los servicios públicos sanitarios * (5 créditos)

Este no es el lugar más adecuado para realizar un inventario exhaustivo de


las diferentes formas que adopta la codificación académica de la traducción
médica en todos los centros del mundo en los que se imparte (aunque ese
podría ser, sin duda, un trabajo muy interesante). Sin embargo, creemos que
no sería demasiado arriesgado afirmar, con esa reserva obvia y a la vista de

27. V. <http://www.tradmed.uji.es/master/docencia.html#programa> [consulta: 12-02-09]

ÍNDICE
132
los casos más habituales, que ejemplifican los que aquí citamos, que habría
un alto grado de consenso al afirmar que los cursos especializados sobre tra-
ducción médica, el ejemplo que ahora estamos observando, se caracterizarían
por compartir un núcleo básico formado por:

• Elementos de terminología de la medicina.


• Elementos de documentación en medicina.
• Contenidos temáticos (conceptuales) propios de la medicina.
• Contenidos relacionados con la producción textual característica de la me­di­
cina.

De hecho, pensamos que seguramente también encontraríamos un grado


de consenso semejante, si extrapoláramos este núcleo básico al conjunto de
especialidades sectoriales, de este modo:

• Elementos de terminología de la especialidad.


• Elementos de documentación en la especialidad.
• Contenidos temáticos (conceptuales) propios de la especialidad.
• Contenidos relacionados con la producción textual característica de la espe-
cialidad.

Obsérvese, además, que el listado anterior se corresponde bastante bien


con el que apuntábamos más arriba para los contenidos genéricos de la traduc-
ción-disciplina, por supuesto matizados para cada especialidad concreta. Tan
solo faltaría añadir los conocimientos de lenguas y los tecnológicos (también
matizados, eventualmente) y seleccionar un catálogo necesariamente incom-
pleto, como veremos de contenidos específicos, algunos de ellos puros y otros
matizados. Veamos cómo podría quedar nuestro esquema, ajustado ahora al
perfil de la traducción médica como especialización.

ÍNDICE
133
Traducción Médica
(ESPECIALIDAD SECTORIAL)
CONTENIDOS
GENERALES (de la traducción- ESPECÍFICOS (de la especializa-
disciplina, matizados) ción)
Lenguas modernas (lsp-medicina) Medicina
Traducción asistida por computa- Comunicación en el ámbito médi-
dor + Tradución automática co-sanitario
Documentación en medicina Gestión y administración de insti-
Terminología de la medicina tuciones médico-hospitaliarias
Derecho de la medicina: medicina
legal y legislación sanitaria
Química para la medicina
Biología para la medicina
Farmacología
[…]

Aparentemente, a partir de nuestro núcleo básico podemos llegar a gene-


rar, en efecto, una primera aproximación racional a los contenidos de la espe-
cialidad sectorial traducción médica (y probablemente, de cualquier otra). Se
trataría tan solo de perfilar los contenidos generales (esto es, documentación
en medicina, terminología de la medicina...) y de seleccionar y matizar, en su
caso, los contenidos temáticos que son específicos de cada especialización y
que, juntamente con los anteriores, la caracterizarían.

3.3.2.4.2. La delimitación de los contenidos temáticos

Sin embargo, la solución al problema de la delimitación de las especiali-


dades sectoriales continúa pareciendo complicada. Para empezar, el listado de
conocimientos específicos está muy lejos de ser fácil de completar y cerrar.
Así, dentro del conocimiento específico que en este último esquema hemos
designado como «medicina» deberían incluirse, como es lógico, los conteni-
dos generales y también las especialidades de la misma, con su organización
y su jerarquía autónomas: quirúrgica, diagnóstica, clínica... y, por ejemplo,
dentro de esta última, la cardiología, la endocrinología, la gastroenterología,
la hepatología, la neumología... Decíamos antes que un catálogo de este tipo

ÍNDICE
134
quedará siempre incompleto porque la mayoría de los conocimientos especí-
ficos remiten a otros ámbitos disciplinarios que remiten a su vez a otros y
estos a otros más. Piénsese, por citar un único ejemplo, en una especialidad
médica del ámbito diagnóstico, como la radiología, que utiliza técnicas como
la tomografía por emision de positrones, que, por su uso de la radiación
gamma, está regulada por disposiciones legales en materia de seguridad y
salud relativas a la exposición de los trabajadores y pacientes a distintos agen-
tes, así como a las diversas tecnologías relacionadas con el instrumental de
precisión que es utilizado. En un modesto ejemplo convergen potencialmente
ámbitos tan distantes como la física nuclear, la legislación laboral y un exten-
so abanico de ingenierías... además de la medicina. ¿Tienen lo mismo de
documento médico un artículo de investigación sobre el uso terapéutico de la
radiación, el libro-guía que contiene las instrucciones de manejo de un emisor
de positrones y un consentimiento informado para autorizar el uso de la radia-
ción en pruebas diagnósticas? Y, por otro lado, ¿acaso no sería lícito incluir al
primero en la categoría de documento susceptible de ser objeto de traducción
científica? ¿No podría el segundo ser abordado desde la perspectiva de la
traducción técnica? ¿Y no debería el segundo ser objeto de estudio de la tra-
ducción jurídica, dado que, sin duda alguna, tiene valor legal?
Hay todavía otras consideraciones obvias que merecen ser reseñadas,
como el hecho de que existan diversas clasificaciones posibles para las dife-
rentes especialidades médicas, que estas puedan cambiar entre países, o, más
crudamente, que el catálogo de la propia medicina-disciplina también sea
dinámico y no estático. La delimitación de los contenidos (temáticos) especí-
ficos de la traducción médica, como los de cualquier otra especialidad secto-
rial, está muy lejos de ser un trabajo sencillo. En consecuencia, utilizar este
tercer elemento de nuestro núcleo básico como criterio para delimitarlas no
parece que pudiera resultar demasiado eficaz.
Por cierto, a la vista de la imposibilidad de cerrar completamente un catá-
logo temático para la traducción médica, quizás resultará menos sorprendente
la referencia al background’s tutor en el curso del Imperial College que más
arriba citábamos, en el que los contenidos conceptuales de un curso se vincu-
laban a la especialidad del docente que lo hubiera de impartir, en un claro
ejemplo de pragmatismo. La imposibilidad de cerrar ese catálogo no represen-
taría en sí misma ningún problema, desde luego, a menos que se demostrara
convincentemente que resulta imprescindible para algún propósito concreto,
por ejemplo para la formación de traductores médicos (algo que, cuando
menos, parece bastante discutible). Fuera de esa utilidad, no parece que obe-
deciera a más motivo que la pura obsesión metodológica. Lógicamente, a

ÍNDICE
135
efectos pedagógicos, resultaría tan absurdo pretender abarcar todos los posi-
bles contenidos temáticos en un curso de traducción médica, como lo sería
intentar formar personal médico habilitado para todas las especialidades posi-
bles al mismo tiempo en una Facultad de Medicina. Ya podríamos empezar a
pensar, por lo tanto, que en el primer caso quizás fuera prudente primar los
contenidos generales y, dentro de los específicos, los más básicos o bien aque-
llos que permitan acometer con éxito un mayor número de encargos profesio-
nales. En cierta medida, se trataría de una estrategia semejante a la que suele
seguirse en la formación de personal médico, en la que la especialización solo
se produce a continuación de un período formativo de carácter generalista. Es
posible, además, que estas mismas observaciones pudieran ser válidas para
todas las especializaciones sectoriales de la traducción-disciplina, y no solo
para la traducción médica. Más adelante volveremos sobre ello.
Hay otro factor que, en cierto modo, vendría en apoyo de estos argumen-
tos. Dado su carácter applied, el mundo profesional no deja de hacer notar su
influencia, al detectar las necesidades más específicas que se abren en el mer-
cado y, en ocasiones, incluso al cubrirlas formativamente (complementando o
supliendo al mundo académico). Un buen ejemplo serían estas descripciones
de las siguientes sesiones del seminario de 2006 de la Asociación Norte­
americana de Traductores,28 bastante más perfiladas que las referencias uni-
versitarias anteriores, tanto en lo que se refiere a los contenidos que llamába-
mos específicos, como a los generales:

How to Translate for the Healthcare Consumer: A Hands-on Workshop


This workshop will address issues of importance in translating for the largest
segment of the U.S. medical translation market: the consumer of healthcare
information. It will consist of discussions and practical exercises to familiarize
translators with the unique challenges presented by medical documents written
for the patient. Some of the topics to be covered include: using the appropriate
register; protecting patients’ rights; following government regulations; and
making sure that a translation reflects the purpose of the document. A major
focus will be the criteria used by major hospitals and medical research institu-
tions in reviewing translations intended for their patient populations. Medical
Writing: Abbreviations, Symbols, and Units of Measure
Medical records present some special challenges to the translator. For one,
many of these documents are handwritten: progress notes, doctors orders, and
prescriptions. For another, some of the records are actually transcriptions of
information dictated by a physician while conducting an examination, per-

28. V. <http://www.atanet.org/pd/medicaltranslation/abstracts.htm#session1> [consulta: 12-02-09]

ÍNDICE
136
forming an operation, viewing tissues, or examining films: autopsy reports,
history and physical examinations, operative reports, and diagnostic studies.
Finally, most laboratory studies and some imaging reports are generated by
equipment.
Demystifying Cardiovascular Terminology
Medical translators frequently encounter terminology related to cardiovascular
tests and procedures in their work. Just what is an occlusion of the LAD, or an
ST segment depression, or decreased ventricular wall motion? A general
understanding of cardiovascular procedures facilitates an accurate translation.
This workshop will provide information on common cardiovascular tests and
procedures from a layman’s perspective. Resources, such as a glossary and web-
sites for further study, will be provided.

Por supuesto, las asociaciones profesionales, libres de los corsés burocrá-


ticos, pueden enfocar sus acciones formativas hacia aquellas áreas y aquellos
aspectos funcionales que presenten un mayor atractivo o un pico de demanda
puntual. La rigidez de los cursos oficiales reglados suele compadecerse bas-
tante mal con este modo de funcionamiento.
Resulta muy significativo, además, que en este tipo de cursos gestionados
desde las asociaciones profesionales tiendan a darse por asumidos los conoci-
mientos basilares de la profesión (los contenidos generales), mientras que los
esfuerzos se concentran en saberes y habilidades propios de la especialización
(los contenidos [más] específicos) como queda bien patente en el penúltimo
párrafo y la advertencia final del anuncio de este seminario, destinado a intér-
pretes y traductores, celebrado en Lyon en 2005 bajo los auspicios de la
Sociedad Francesa de Traductores – Delegación Ródano Alpes, publicitado en
el sitio de Internet de la Asociación Internacional de Intérpretes de Conferencias
(aiic):29

Intervenants
Karin band: traductrice et interprète de conférence spécialisée dans le domaine
médical.
Karin nous présentera les problèmes propres à la traduction et à l’interprétation
et les stratégies à adopter pour les résoudre; elle animera la discussion sur les
différents points terminologiques abordés lors des communications faites par
les spécialistes, et prendra également en charge les ateliers de traduction fran-
çais–anglais.

29. V. <http://www.aiic.net/ViewPage.cfm/page1752.htm> [consulta: 13-02-09]

ÍNDICE
137
Françoise parisot: responsable mondiale du Service de traduction d’Aventis-
Pharma – Chargée de cours à l’esit. Françoise assurera les ateliers de traduc-
tion anglais – français.
Professeurs de médecine et médecins viendront nous présenter un aspect par­
ticulier de leur travail ou de leurs recherches.
Sujets envisagés: orthopédie, chirurgie, histologie, imagerie médicale, gy­­
nécologie.
Chaque participant recevra un dossier contenant tous les textes étudiés pendant
le séminaire.
Pour préparer les traductions, chacun devra fournir un travail personnel (do­­
cumentation, lectures annexes). Les participants trouveront les ressources
nécessaires à la bibliothèque de la faculté.
Attention! Il ne s’agit pas d’un cours d’interprétation: aucun entraînement à
l’interprétation simultanée ou consécutive ne sera proposé.

Recordemos, para recapitular, que nos habíamos referido a un núcleo


básico de las especialidades sectoriales. Habíamos apuntado que los trabajos
terminológico y documental presentan un carácter general en el marco de la
traducción-disciplina. Y hemos sugerido que cada una de las especializacio-
nes no hará más que orientar ese tipo de contenidos en una determinada
dirección (de especializarlos, efectivamente). Así, en vez de los citados ele-
mentos de terminología (o de documentación) en medicina, podríamos hablar,
por ejemplo, de elementos de terminología de las telecomunicaciones, de
elementos de documentación para la Automoción o de elementos del trabajo
terminológico y documental en ingeniería de polímeros, sin que cambiase
mucho más que las fuentes y los materiales específicos para cada especializa-
ción. No lo harían, desde luego, las reglas estrictamente codificadas del traba-
jo terminológico, ni las pautas convencionales de la labor documental.
Recuérdese, a este respecto, el comentario de González Davies (2003: 15),
que reproducíamos en una cita anterior, sobre la disolución de las fronteras
entre especialidades al considerar los elementos comunes a todas ellas: «[...]
si se enseña la traducción especializada incluyendo una gran gama de tipolo-
gías textuales, temas y subtemas, y otorgando un papel relevante a las destre-
zas de documentación […], las distancias entre especialidades menguan». No
parece, por lo tanto, que los dos primeros factores del núcleo básico al que nos
referíamos pudieran llegar a justificar, por sí solos, la diferenciación entre
especializaciones, a cuya dificultad aludíamos más arriba. Antes, por el con-
trario, contribuirían a poner de manifiesto los elementos comunes que subya-
cen a las mismas.
Por otro lado, como también hemos visto, el recurso a las áreas temáticas
(el tercero de los factores), como criterio para delimitar las especializaciones

ÍNDICE
138
nos sitúa ante el difícil obstáculo de fijar unos límites que son, por definición,
difusos e inestables. Incluso hemos empezado a apuntar algunas consecuen-
cias, de orden pedagógico, que podrían extraerse de este hecho. En lo que se
refiere a la cuestión que da origen a este epígrafe, dado que las diferencias
entre los contenidos temáticos específicos tampoco nos permiten distinguir de
un modo nítido las diferentes especializaciones sectoriales, ¿qué criterio
podremos emplear?

3.3.2.4.3. La producción textual de las especializaciones

Más arriba nos habíamos referido al carácter circular de una argumenta-


ción basada en considerar sin más que una especialización de la traducción es
aquello que es considerado como tal. Con los matices que habíamos apuntado
(codificación académica, cultivo intensivo, demanda profesional), ya podemos
empezar a intuir que, en realidad, esa constatación resulta muy relevante, a
pesar de todo, especialmente a la vista de la imposibilidad práctica de establecer
inventarios cerrados y exhaustivos de contenidos temáticos para caracterizar de
forma nítida cada una de las especializaciones.
En efecto, los contenidos conceptuales de cada especialización no se limi-
tan a un inventario cerrado y finito de materiales (las definiciones de un
conjunto de entidades aisladas y sus interrelaciones), sino que constituyen una
forma específica de conocimiento enciclopédico. Sus límites son, por lo tanto,
imprecisos y cambiantes, en la medida en que lo es el propio conocimiento
humano. De ahí las dificultades de establecer divisiones universalmente acep-
tadas para los diferentes tipos de saberes y, correlativamente, la imposibilidad
de delimitar compartimentos estancos entre las diferentes especializaciones de
la traducción, como se argumenta detalladamente en otras partes de este
libro.
Sin embargo, creemos que no sería lícito justificar a partir de la constata-
ción anterior algún tipo de nihilismo metodológico. Es evidente, por ejemplo,
que, a pesar de los perfiles más o menos difuminados que puedan presentar
los saberes, en general resulta fácil distinguir sin mayores complicaciones
(siempre que no se trate de casos deliberadamente ambiguos) un tratado de
cirugía oncológica de uno de mecánica de fluidos o un programa académico
de psicología diferencial de otro sobre zoología de los invertebrados. De
hecho, también es posible distinguir (aunque no conozcamos el término exac-
to para designarlos) una sentencia del Tribunal Constitucional sobre violacio-
nes del derecho a la tutela judicial efectiva, de un artículo publicado en una

ÍNDICE
139
revista especializada sobre ese mismo tema. Con más motivo, es posible dis-
tinguir un libro de poesía de un periódico deportivo, un historial médico de un
manual de electrónica, o un noticiario de una telenovela. Cualquier persona
con cierto grado de instrucción, sin necesidad de tratarse de un especialista en
lingüística textual, podría identificar en los casos anteriores, de un modo
intuitivo, textos con una forma semejante que tratan de asuntos diferentes,
textos con una forma diferente que tratan del mismo asunto, o textos con
forma diferente que tratan de asuntos diferentes. Afinando un poco más, qui-
zás se refiriera a textos con formas y contenidos semejantes o diferentes. Por
supuesto, la etiqueta de contenido remite a la organización de los saberes a la
que acabamos de referirnos y, junto con la de forma, configura la aproxima-
ción más elemental al concepto de producción textual al que habíamos aludi-
do antes, como el último de los contenidos de nuestro núcleo básico. En rea-
lidad, una vez categorizada la traducción como una disciplina applied, resulta
inevitable, en efecto, considerar su dimensión material más obvia: la genera-
ción de textos. A ella nos referiremos a continuación.

3.3.2.4.3.1. El procesamiento de la información textual

- De la forma y el contenido a los modelos mentales

En la terminología acuñada por Teun van Dijk, podríamos referirnos a los


conceptos intuitivos que acabamos de citar, contenido y forma, de un modo
más técnico, como la macroestructura y la superestructura textuales, respec-
tivamente. Con la primera etiqueta designamos unas estructuras de carácter
global y de naturaleza semántica, que se corresponden con un armazón
jerárquico de (macro)proposiciones que resumen progresivamente el conte-
nido del texto (el nivel superior puede coincidir, significativamente, con el
título del mismo, al resumirlo). La macroestructura de un texto sería, por lo
tanto, «una representación abstracta del significado global de un texto» (Van
Dijk 1978: 55), algo así como el andamiaje del sentido de un texto. El con-
cepto intuitivo de tema se correspondería, pues, con «una macroproposición
en un determinado nivel de abstracción» (Van Dijk, 1978: 56).
En cuanto a las superestructuras, el propio Van Dijk (1978: 141-142) las
describe de este modo:

La manera más sencilla de ilustrar las superestructuras es hacerlo a través de


una narración. Una narración puede tratar de un tema determinado, p.ej., de un
robo. Sin embargo, además del hecho de que el texto posea este tema global,

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140
tiene a la vez la característica global de que se trata de una ‘narración’. En
otras palabras: después de haber escuchado o leído una narración, sabemos que
se trata de una narración y no de un anuncio o una conferencia. Ahora bien:
para demostrar que el tema o el objeto y la típica estructura narrativa son inde-
pendientes entre sí, podemos muy bien imaginarnos un texto que si bien tam-
bién trata de un robo, no es en absoluto una narración, sino un informe policial
o una declaración hecha después del robo, un informe de los daños habidos a
una casa de seguros junto con la denuncia del robo, etc. Estos diferentes tipos
de textos se diferencian todos entre sí, no sólo por sus diferentes funciones
comunicativas y, por ello también, por sus funciones sociales, sino que además
poseen diferente tipo de construcción. Denominaremos superestructuras a las
estructuras globales que caracterizan el tipo de un texto.

Y concluye:

Para decirlo metafóricamente: una superestructura es un tipo de forma del


texto, cuyo objeto, el tema, es decir, la macroestructura, es el contenido del
texto. Se debe comunicar, pues, el mismo suceso en diferentes ‘formas textua-
les’ según el contenido comunicativo.

El concepto de macroestructura (y también, aunque parezca menos obvio,


el de superestructura) está relacionado, precisamente, con uno de los estánda-
res de textualidad del modelo clásico de Beaugrande y Dressler (1981: §5), la
coherencia. Recordemos que, para estos autores, un texto es un acontecimien-
to comunicativo que cumple siete normas de textualidad (coherencia, cohe-
sión, aceptabilidad, intencionalidad, intertextualidad, formatividad y situacio-
nalidad), de modo que, si un texto no satisface alguna de ellas, no puede
considerarse que sea comunicativo (de hecho, no puede considerarse que sea
un texto, en sentido estricto). De acuerdo con Beaugrande y Dressler, la cohe-
rencia refleja la continuidad de sentido que se manifiesta en los textos, y tiene
que ver con la estructura semántica de los conceptos expresados, que se rela-
cionan bajo la superficie textual en la forma de un mundo textual. En efecto,
la coherencia no se establece en relación con el mundo exterior, sino que el
procesamiento de la información textual supone la generación, por parte del
individuo que lo lleva a cabo, de un modelo mental, un tipo de estructura
postulada por P. N. Johnson-Laird en el que podemos pensar como un tipo de
representación interna diferente de una simple representación proposicional
(Johnson-Laird, 1980: 98):

Mental models and propositional representations can be distinguished on a


number of criteria. They differ pro-eminently in their function: a propositional

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141
representation is a description. A description is true or false, ultimately with
respect to the world. But human beings do not apprehend the world directly;
they posses only internal representations of it. Hence, a propositional represen-
tation is true or false with respect to a mental model of the world.

De hecho, los elementos de ese modelo no dependerían exclusivamente de


la información procesada por los sentidos (aquella que el individuo lee o
escucha): los procesos cognitivos añaden una cantidad adicional de informa-
ción que procede de las expectativas y de los conocimientos de las personas
que interactúan comunicativamente. En realidad, como apuntan Beaugrande
y Dressler (1981: 65-66), a propósito del mismo concepto de macroestruc­
tura:

Aunque se propuso que el resumen típico de un texto debería basarse en su


macroestructura (véase Van Dijk, 1979b), sin embargo, la investigación
demostró que el resumen real hecho por los hablantes incluía no sólo la
macroestructura del texto, sino también las macroestructuras previamente
almacenadas en la mente del hablante y basadas en el conocimiento de cómo
se organizan los acontecimientos y las situaciones en el mundo real.

Van Dijk y Kintsch (1983: 11) utilizan para su explicación del proceso de
comprensión textual el concepto de modelo situacional (inspirado explícita-
mente en el de modelo mental de Johnson-Laird), al que describen como «the
cognitive representation of the events, actions, persons, and in general the situa-
tion, a text is about». Apuntan, además, que en los modelos situacionales,
representaciones de la información procesada (mundos textuales, en efecto),
los datos obtenidos necesariamente deberán ser coherentes entre sí (Van Dijk
y Kintsch, 1983: 339):

Roughly speaking, a textbase is locally coherent if the facts referred to are


connected, for example, by conditional or temporal/causal relations. Again,
the real facts in the world are irrelevant for a cognitive theory, so we need a
representation of them, that is, a model. If in the model of the situation as it
has been constructed by the hearer the represented facts are connected, then
this fragment of the text is coherent.

La moderna psicología cognitiva asume, en efecto, que el procesamiento


de la información textual es el resultado de la confluencia de dos direcciones
complementarias: la que va desde el input (el texto) hasta la mente del indivi-
duo (abajo-arriba) y la que regula la entrada de información a partir de los

ÍNDICE
142
conocimientos, la experiencia y los objetivos del individuo (arriba-abajo).
Como resume Crespo (2002: 196-197):

La distinción entre un procesamiento top-down (arriba-abajo) y bottom-up


(abajo-arriba) es ampliamente utilizada en psicología. En el primer caso, el
individuo, siguiendo metas y planes volitivos procesa la información atendien-
do a los estímulos del medio que son relevantes para sus propósitos. En el
segundo caso, son los estímulos que afectan a los receptores sensoriales los
que controlan y dirigen la atención del individuo sin necesidad de que éste
ponga en marcha mecanismos intencionales. El procesamiento arriba-abajo es
un procesamiento dirigido por metas (goal-driven control); el procesamiento
abajo-arriba es un procesamiento dirigido por el estímulo (stimulus-driven
control).

Por lo tanto, no debería sorprendernos que puedan exhibirse «[...] nume-


rosos ejemplos sobre el papel crítico que los conocimientos generales y de
dominio tienen en el proceso de construcción de la macroestructura» (Luque
y otros, 1999: 80). Más abajo volveremos sobre ello.
El procesamiento top-down y la propia génesis de los modelos mentales/
situacionales presuponen necesariamente, por otro lado, la existencia de un
sistema de almacenamiento en la mente del hablante de la información que
contribuirá a la asignación de sentido al texto procesado. Es habitual, desde el
trabajo seminal de Sir Frederik Bartlett (1932), referirse a ese tipo de estruc-
turas de conocimientos interiorizados con el nombre de esquemas, represen-
taciones mentales de información relacionada con experiencias previas, que
se activan durante el procesamiento de la información, contribuyendo al
mismo. El concepto de esquema fue recuperado en los primeros años del
desarrollo de los estudios sobre inteligencia artificial, y sin duda está relacio-
nado con otras etiquetas semejantes, como la de marcos (frames), sugerida
por Marvin Minsky para la explicación de diversas tareas cognitivas (la com-
prensión de escenas, el funcionamiento de la visión y también, desde luego,
el procesamiento del lenguaje natural), y que describía de este modo (Minsky,
1974):

A frame is a data-structure for representing a stereotyped situation, like being


in a certain kind of living room, or going to a child’s birthday party. Attached
to each frame are several kinds of information. Some of this information is
about how to use the frame. Some is about what one can expect to happen next.
Some is about what to do if these expectations are not confirmed.
We can think of a frame as a network of nodes and relations. The top «levels»
of a frame are fixed, and represent things that are always true about the sup-

ÍNDICE
143
posed situation. The lower levels have many terminals–«slots» that must be
filled by specific instances or data. Each terminal can specify conditions its
assignments must meet. (The assignments themselves are usually smaller
«sub-frames.») Simple conditions are specified by markers that might require
a terminal assignment to be a person, an object of sufficient value, or a pointer
to a sub-frame of a certain type. More complex conditions can specify rela-
tions among the things assigned to several terminals. […]
The default assignments are attached loosely to their terminals, so that they
can be easily displaced by new items that fit better the current situation. They
thus can serve also as «variables» or as special cases for «reasoning by exam-
ple,» or as «textbook cases,» and often make the use of logical quantifiers
unnecessary.
The frame-systems are linked, in turn, by an information retrieval network.
When a proposed frame cannot be made to fit reality–when we cannot find
terminal assignments that suitably match its terminal marker conditions–this
network provides a replacement frame. These inter-frame structures make pos-
sible other ways to represent knowledge about facts, analogies, and other
information useful in understanding.

También es frecuente referirse a ese tipo de estructuras con el nombre de


guiones (scripts), sugerido por Schank y Abelson, aunque en este caso suela
asumirse que el cuerpo de acontecimientos lleva asociada la idea de un desa-
rrollo secuencial. Pero, en lo más sustancial, no hay duda de que también
estos autores coinciden en señalar que (Shank y Abelson, 1977: 84)

[…] la comprensión es un proceso por el que la gente relaciona lo que ve u oye


con grupos de acciones prealmacenados que ha experimentado previamente.
La nueva información es entendida en términos de la vieja. Con esta perspec-
tiva, el hombre es considerado como un procesador que sólo entiende lo que
ha entendido previamente.

Nos hemos referido hasta ahora a los elementos básicos de la organización


textual (macroestructura y superestructura), a los que hemos puesto en relación
con la coherencia, entendida como una propiedad fundamental de la textuali-
dad, y como el requisito que debe satisfacer la organización de la información
en los modelos mentales/situacionales. Hemos visto que estos, junto con los
datos procedentes de la información sensorial, se combinan para producir repre-
sentaciones coherentes de la realidad (llamémoslas modelos mentales o situa-
cionales), que probablemente estarán relacionadas con estructuras de conoci-
miento almacenadas en nuestra mente con anterioridad (llamémoslas esquemas,
marcos, guiones...). Podemos asumir que el proceso de comprensión textual
implica la activación de esas estructuras almacenadas en nuestra memoria, con

ÍNDICE
144
las que construiríamos un modelo hipotético de la información procesada, que
iríamos refinando progresivamente con la información procedente del input
sensorial, en función de su (falta de) coherencia con el mismo. La coherencia
de la nueva información procesada con la ya disponible implicaría continuar
adelante con el modelo-hipótesis actual, mientras que su incoherencia conduci-
ría a activar modelos alternativos (esto es, hipótesis alternativas).
Aproximadamente así es como describe Gernsbacher (1990: 101 y ss.) la
comprensión del lenguaje, a partir de su marco de construcción de la estruc-
tura (Structure Building Framework) que sintetiza en buena medida los ele-
mentos que hemos ido presentando y los pone en funcionamiento:30

According to the Structure Building Framework, the goal of comprehension


is to build a coherent mental representation or «structure» of the informa-
tion being comprehended. Several component processes are involved. First,
comprehenders lay foundations for their mental structures. Next compre-
henders develop their mental structures by mapping on information when
that incoming information coheres with the previous information. However,
if the incoming information is less coherent, comprehenders engage in
another cognitive processes: They shift to initiate a new substructure. So,
most representations comprise several branching substructures.
The building blocks of these mental structures are memory cells. Memory cells
are activated by incoming stimuli. Initial activation forms the foundation of

30. Aunque, para nuestros efectos, esta presentación resulte suficiente, no podemos dejar de señalar
que la producción teórica sobre este tipo de asuntos es ciertamente abundante, las discusiones son
extraordinatiamente complejas y, de hecho, podría cuestionarse muy fácilmente la aparente armonía
de nuestro discurso, al poner en relación diferentes referencias teóricas que, en realidad, no resultan
tan fáciles de conciliar (a pesar de las similitudes obvias que encontramos entre la descripción de
Minsky y la de Gernsbacher que aquí reproducimos, por ejemplo). Sirva como ilustración este texto
de Luque y otros (1999: 58-59) a propósito, precisamente, del modelo de Gernsbacher: «Como ve-
mos, identificar y especificar qué tipo de transformaciones y elaboraciones realiza el sistema cogni-
tivo para conectar estas dos fuentes de información [la entrada textual y los conocimientos previos]
e interpretar semánticamente el resultado, es un asunto crítico para las teorías de la comprensión.
Según la mayoría de los autores, esta conexión se realiza mediante la construcción de niveles de
representación cada vez más elaborados y es, precisamente, la cantidad y naturaleza de estas repre-
sentaciones, lo que ha dado lugar a posiciones más o menos diferenciadas. Desde quienes defienden
que no es necesario distinguir niveles de representación semántica específicos del procesamiento de
la información escrita […] hasta propuestas que se derivan de teorías generales sobre el funciona-
miento cognitivo, […] que ofrece[n] explicaciones sobre qué computaciones y qué tipo de repre-
sentaciones son necesarias y suficientes para construir una interpretación semántica coherente de un
texto». O véanse las siguientes observaciones, mucho más crudas, de la propia Gernsbacher (1990:
230): «Are the mental structures and substructures proposed by the Structure Building Framework
the same as the mental model or situational models proposed by Johnson-Laird (1983) and Van
Dijk and Kintsch (1983)? I cannot answer that question here.»

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145
mental structures. Once the foundation is laid, subsequent information is often
mapped on to a developing structure because the more coherent the incoming
information is with the previous information, the more likely is to activate
similar memory cells. In contrast, the less coherent the incoming information
is, the less likely it is to activate similar memory cells. In this case, the incom-
ing information might activate a different set of cells, and the activation of this
other set of cells forms the foundation for a new substructure.
Once memory cells are activated, they transmit processing signals either to
enhace (boost or increase) or to suppress (dampen or decrease) other cells’
activation. In other words, two mechanisms control the memory cells’ level of
activation: Enhacement and Suppression. Memory cells are enhaced when the
information they represent is necessary for further structure building. They are
suppressed when the information they represent is no longer as necessary.31

Para las aproximaciones cognitivas al procesamiento de la información en


general y al lenguaje en particular, como acabamos de ver, la comprensión
sería el resultado de una negociación entre el input y los conocimientos pre-
viamente almacenados en nuestra mente. De ese modo, el sentido textual no
sería, en absoluto, una patrimonio del texto físico (el que perciben nuestros
sentidos), sino que este se limitaría a actuar como un conjunto de indicios para
el procesamiento, que serían confrontados con modelos formados por nues-
tros conocimientos y experiencias previamente interiorizados, para (re)gene-
rar o reproducir un modelo adecuado para la situación comunicativa presente.
Ello explicaría, por ejemplo, la posibilidad de que existan diferentes lectu-
ras de un mismo texto, no solo entre individuos diferentes sino también por
parte de un mismo sujeto en diferentes momentos y situaciones de su propia
vida, en la medida en que ambos casos presuponen la interiorización de dife-
rentes estructuras y patrones de conocimientos.

- El contexto y los modelos contextuales

Por lo tanto, los modelos mentales deben incluir información relevante


sobre los participantes en el intercambio comunicativo, sobre las expectativas
de los mismos, la función pretendida para el intercambio, el modo adecuado

31. Aunque aquí no desarrollaremos ese aspecto, consideramos que existe un paralelismo eviden-
te (y creemos que interesante) entre el mecanismo postulado para la activación de las células de
memoria (memory cells) en la descripcion de Gernsbacher del procesamiento textual y el modelo
del logogen, postulado por John Morton (1969) para el reconocimiento de palabras.

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146
en que debe desarrollarse, las circunstancias particulares en que ocurre, etc.
Todo ello constituiría el auténtico escenario sobre el que operarían el proce-
samiento textual y la construcción del sentido. Desde este punto de vista,
parece inevitable asociar ese cuerpo de conocimientos con aquello que suele
entenderse por contexto. Recordemos que la definición más habitual de este
concepto lo identifica aproximadamente con las circunstancias externas en
que tiene lugar el evento comunicativo, como en este ejemplo (Heath y
Bryant, 2000: 85):

Context can be thought as the place or conditions under which communication


transpires; it can also be defined as the relationship between communicants. A
doctor’s office is a context; in this instance, the nonverbal decoration and
arrangement of the office are part of context. Doctor-patient communication is
a context. In organizational communication, superior-subordinate relation-
ships are a context. If a subordinate is reprimanded in front of fellow employ-
ees, that context is different that if the counseling occurs in the privacy of the
boss’ office.

Recuérdese, por otro lado, que no es infrecuente establecer clasificaciones


para distinguir los diferentes tipos de contexto, como lo hace Deborah
Schiffrin (1987), al distinguir:

• los contextos cognitivos, de los que formarían parte el conocimiento y la


experiencia pasada de los individuos;
• los contextos culturales, que tendrían que ver con los significados y con
las visiones del mundo que comparte una misma comunidad;
• los contextos sociales, que se definirían a partir de los diferentes tipos de
interacción, en función del nivel más o menos institucionalizado del
intercambio (y que probablemente estarían directamente relacionados
con fenómenos pragmáticos como la cortesía o la variación con respecto
al uso: los registros de la lingüística sistémico-funcional).32

Tanto los segundos como los terceros constituirían el cuerpo de conoci-


mientos que no se cuestiona, aquello que damos por supuesto en la actividad

32. Con las palabras de Schiffrin (1987: 4), «Thus, I assume that language always occurs in some
kind of context, including cognitive contexts in which past experience and knowledge is stored
and draw upon, cultural contexts consisting of shared meanings and world views, and social
contexts through which both self and others draw upon institutional and interactional orders to
construct definitions of situation and action».

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147
comunicativa y que, por lo tanto, nunca es necesario explicitar, salvo en los
casos en los que interactuamos con personas que no lo poseen (como los niños
o los miembros de otras culturas). Se trataría, pues, de un subconjunto del
conocimiento enciclopédico individual que compartiría aproximadamente
cada individuo con la comunidad de la que es miembro. Decimos «aproxima-
damente» porque es obvio que el conocimiento del mundo (incluso el social-
mente compartido), difiere entre persona y persona, aún cuando sea lícito
postular su carácter intersubjetivo, dado que la interacción social y la comu-
nicación son, de hecho, posibles. Parece obvio, por cierto, que esa posibilidad
será más notable cuando se trate de individuos que pertenezcan a las mismas
comunidades (ya sean culturales, lingüísticas, profesionales o familiares, por
ejemplo), circunstancia que es inevitable poner en relación con las intuiciones
reflejadas en la hipótesis Sapir-Whorf, cuando menos su versión moderada
(aunque aquí no profundizaremos en ello).
Por supuesto, el valor de las distinciones como la que proponía Schiffrin
debe tomarse con cautela, dado que, por ejemplo, la delimitación entre los
contextos culturales y los contextos sociales resultaría ciertamente difícil de
establecer, y, en realidad, desde el punto de vista que estamos considerando,
todos ellos formarían parte del bagaje individual (todos serían, en cierta medi-
da, contextos cognitivos). Sin embargo, la clasificación tiene para nosotros el
valor de recordarnos que el procesamiento adecuado del lenguaje natural
resulta inimaginable si se prescinde de su dimensión social (al margen, por
supuesto, de lo que pueda opinar alguna ortodoxia generativista).
En su producción de los últimos años, Teun Van Dijk se ha dedicado, pre-
cisamente, a desarrollar una teorización sobre el concepto de modelos contex-
tuales (o modelos del contexto). Para nuestros efectos, el aspecto más revolu-
cionario de la propuesta consiste en considerar al contexto no como algo
externo, sino como una representación mental, de la que se afirma, entre otras
cosas, que tiene un carácter esquemático (Van Dijk, 2008: 16-17):

Contexts as mental models consists of schemas of shared, culturally based,


conventional categories, which allows fast interpretation of unique, ongoing
communicative events (Van Dijk, 1981; Van Dijk and Kintsch, 1983). Without
such cultural schemas and categories, participants would not be able to under-
stand, represent and update sometimes vastly complex social situation in real
time, that is, in (fractions of) seconds. Such categories are, for instance, Time,
Place, Participants (and their various Identities or Roles), Action, Goals and
Knowledge.

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148
Y también tienen un carácter social:

Although contexts are unique, subjective definitions of communicative situa-


tions, their structures and construction obviously have a social basis, for
instance in terms of the shared social cognitions (knowledge, attitudes, ideolo-
gies, grammar, rules, norms and values) of a discourse community, as is also
the case for the schematic categories that define the possible structures of
contexts. This means that contexts also have an important intersubjective
dimension that allows social interaction and communication in the first place.

Resulta inevitable, pensamos, poner en relación los modelos contextuales


de Van Dijk con el concepto de contexto que manejan Sperber y Wilson,33
para teorizar sobre su principio de relevancia. Recuérdese que, para estos
autores (1986: 15-16):

The set of premises used in interpreting an utterance (apart from the premise
that the utterance in question has been produced) constitutes what is generally
known as the context. A context is a psychological construct, a subset of the
hearer’s assumptions about the world. It is these assumptions, of course,
rather than the actual state of the world, that affect the interpretation of an
utterance. A context in this sense is not limited to information about the imme-
diate physical environment ot the immediately preceeding utterances: expecta-
tions about the future, scientific hypotheses or religious beliefs, anecdotal
memories, general cultural assumptions, beliefs about the mental state of the
speaker, may all play a role in interpretation.

Sabemos que la comprensión y la producción textual no ocurren en el


vacío, sino que responden siempre a los requisitos de una determinada situa-
ción comunicativa. Y asumimos que su procesamiento implica el desarrollo
de un constructo mental, al que podemos llamar modelo contextual, que no
tiene por qué representar toda la situación comunicativa completa, pero sí,
desde luego, aquellos elementos de la misma que resulten socialmente rele-
vantes. Podemos concluir fácilmente que los modelos contextuales constitui-
rían una estrategia para optimizar nuestros (limitados) recursos de procesa-
miento. Así, para Givón (2002: 256-258):

33. Una vez más, debemos advertir que el uso de los conceptos que manejamos no es tan pacífico
como pudiera aparecer a partir de la lectura de estas páginas (ni mucho menos, en realidad). Sobre
las diferencias entre el concepto de relevancia, en el uso que hacen del mismo Sperber y Wilson,
por una parte, y Teun van Dijk por la otra, v. los comentarios de este último en Van Dijk (2008:
78-79, sin olvidar la nota 1).

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149
Like all other types of reality, the communicative context is a highly selective
mental construct, one that presumably retains only the relatively few facets of
‘objective’ reality that:

• are relevant to the communicative task at hand; and


• attain activation via the relevant attentional system

[…] Since only a portion of the ‘objective’ context is likely to be relevant at


any given moment, and since focal attention is a limited mental resource, our
selective attention systems are guided by rigurous computations of relevance,
be they explicit or implicit. Otherwise our mental processors will be over-
whelmed in an instant. Relevance computations, whether implicit or explicit,
are the zoom-lens of focal attention and the gateway to mental representa-
tions

- Tipos textuales y géneros: comunicación ostensiva y eficacia cognitiva

Es fácil prever, en un nivel mucho más práctico, que tanto el contenido


como la forma de los diferentes textos reflejarán esa circunstancia, que per-
mitirá optimizar la eficacia comunicativa, al crear en los participantes en la
interacción una determinada estructura de expectativas, a partir de la previsi-
bilidad de la ocurrencia de una dada forma discursiva en una dada situación
social (orientando la comprensión) y, al contrario, dada la conveniencia de
utilizar unos determinados recursos, y no otros, para generar una producción
discursiva adecuada a una circunstacia social específica (orientando la pro-
ducción). Nuevamente con las palabras de Van Dijk (2006: 165) «Contexts –
defined as mental constructs of relevant aspects of social situations – influen-
ce what people say and especially how they do so».
De modo que, aparentemente, esa circunstancia se compadecería bastante
bien con la agrupación de las producciones textuales en clases distintas. En
efecto, la existencia de formas textuales convencionalizadas, socialmente
reconocidas, proporcionaría siempre al emisor experto la estrategia más ade-
cuada para llevar a cabo con la máxima eficacia su intención comunicativa. Y,
de un modo complementario, daría indicios valiosos al receptor para procesar
las informaciones recibidas de la forma más eficaz. Esa sincronización comu-
nicativa a la que sirve la existencia de formas textuales estandarizadas suscep-
tibles de ser reconocidas como tal con un valor comunicativo y social deter-
minados constituye una garantía de relevancia en el contrato comunicativo
que se establece entre el emisor y el receptor, en los términos de Sperber y
Wilson. En efecto, el uso de esas formas sería claramente un modo de comu-

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150
nicación ostensivo-inferencial, aquel que «consists in making manifest to an
audience one’s intention to make manifest a basic layer of information.»
(Sperber y Wilson, 1986: 54). Desde nuestro punto de vista, los tipos textuales
parecen constituir un inventario cerrado (independientemente de las etiquetas
que usemos para designarlos: descriptivos, argumentativos, directivos... de
acuerdo con su intención retórica), precisamente porque la falta de límites,
aunque fueran difusos, anularía su función principal: ayudar a coordinar los
esfuerzos de procesamiento y garantizar la máxima relevancia mediante el
recurso a esquemas compartidos. Incluso así, la comunicación sigue siendo
un fenómeno extraordinariamente complejo (en realidad, improbable), dado
que, como también nos recuerdan Sperber y Wilson (1986: 16):

While it is clear that members of the same linguistic community converge on


the same language, and plausible that they converge on the same inferential
abilities, the same is not true of their assumptions about the world. True, all
humans are constrained by their species-specific cognitive abilities in develop-
ing their representation of the world, and all members of the same cultural
group share a number of experiences, teachings and views. However, beyond
this common framework, individuals tend to be highly idiosyncratic.
Differences in life history necessarily lead to differences in memorised infor-
mation.

Al margen de estas consideraciones, parece lógico imaginar que la codifi-


cación sociocultural de los modelos textuales deberá alcanzar siempre el nivel
jerárquicamente superior (el más abstracto), para permitir que la mayor parte
de los miembros de una comunidad pueda (re)conocer las formas textuales
estereotipadas más comunes (la intención retórica, como antes apuntábamos),
una herramienta esencial para interactuar comunicativamente con eficacia. De
modo complementario, en el nivel jerárquicamente inferior (el de los géneros)
encontraríamos las situaciones comunicativas más específicas, delimitadas
por unas convenciones sociales mucho más concretas, cuyo nivel de recono-
cimiento sería directamente proporcional al grado de experiencia de los usua-
rios. Así, la mayor parte de las personas distinguen con relativa facilidad los
textos directivos de los instructivos o los expositivos (aunque no tengan por
qué utilizar estas designaciones técnicas y se refieran, simplemente, a «textos
que invitan a hacer cosas», «textos que enseñan cómo hacer cosas» o «textos que
explican cosas», por ejemplo); muchas menos conocen las convenciones necesa-
rias para redactar una instancia; y muy pocas conocen las convenciones propias
de una patente o de un recurso de reposición, aunque cualquier lector experto
pudiera llegar a reconocer en ellos secuencias de carácter expositivo o direc-

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151
tivo, por ejemplo. El reconocimiento y uso de los tipos de texto supone una
especie de nivel básico de conocimientos por parte de las personas que for-
man parte de una comunidad discursiva (más abajo volveremos sobre este
concepto) mientras que el reconocimiento y uso de los géneros supone un
nivel avanzado en los mismos.
A medida que aumenta la especificidad de estas estructuras, crece también
la nitidez de las expectativas sobre el texto que será procesado: una patente o
un recurso admiten poca variación formal para que tengan efecto. El nivel de
especificidad es directamente proporcional al nivel de codificación, lo que
constituye una extrategia cognitiva óptima para economizar recursos de pro-
cesamiento. En consecuencia, aunque sea cierto que la codificación social
también debe alcanzar el nivel jerárquicamente superior en la modelización
textual, como antes apuntábamos, esa codificación gana en rigidez a medida
que pierde en abstracción: puede construirse una variedad casi infinita de
textos de tipo directivo, pero desde luego no hay lugar a tanta variación al
redactar un requerimiento notarial.
Así, no siempre será posible distinguir nítidamente los tipos de texto (se
trataría de grandes categorías con perfiles borrosos). En la práctica, de hecho,
la situación más común es la de encontrarnos con textos híbridos, en los que
se alternan secuencias instructivas con secuencias directivas, expositivas, etc.
(en línea con las opiniones de J. M. Adam [1991] sobre la necesidad de tomar
en consideración secuencias más que tipos puros de texto). Sin embargo, será
fácil para el común de los usuarios distinguir entre un documental televisivo
y una telenovela, o también, aunque solo para los usuarios expertos en esa
área, entre un recurso contencioso administrativo y un recurso de alzada.
En resumen, de todo lo anterior se deduciría la conveniencia de tomar en
consideración esos diferentes grados de abstracción y rigidez. Los tipos tex-
tuales se corresponderían con la máxima abstracción (o la mínima concre-
ción) y la mínima rigidez, y los géneros textuales con la mínima abstracción
(o la máxima concreción) y la máxima rigidez. El común de los usuarios es
capaz de distinguir intuitivamente tipos de texto. El dominio de las conven-
ciones genéricas, sin embargo, queda reservado para los usuarios que poseen
las destrezas comunicativas necesarias para cada dominio específico. La opi-
nión que acabamos de expresar se corresponde, de manera bastante aproxima-
da, con las siguientes palabras de Van Dijk (1978: 143):

Podríamos decir, dentro de ciertos límites, que una persona puede hablar y
entender su lengua, sin que por ello tenga que estar capacitada para narrar. Por
otro lado, tampoco sería muy útil para un hablante conocer las reglas de la
gramática sin saber reproducir los sucesos cotidianos con una narración

ÍNDICE
152
correcta o sin poder comprender lo que otros cuentan. Es decir, que también
hay que dominar las reglas en que se basan las superestructuras, y estas reglas
pertenecen a nuestra capacidad lingüística y comunicativa general. Por consi-
guiente, supondremos que como mínimo una serie de tipos de superestructu-
ras poseen un carácter convencional, es decir que la mayoría de hablantes de
una comunidad lingüística las conoce o reconoce. En seguida veremos que
esa comunidad lingüística puede ser bastante limitada, como por ejemplo las
comunidades de técnicos, ya que no todo el mundo puede escribir un soneto,
predicar o redactar y comprender un artículo psicológico.

Con la cita anterior recuperamos el hilo del inicio de este (ya largo) epí-
grafe sobre el procesamiento textual. Recordemos que lo habíamos iniciado
con la intención de explorar el último de los elementos del núcleo básico, la
lista de contenidos que postulábamos para las especialidades de la traducción,
a la busca de un criterio para delimitarlas. Como habíamos visto, tenía que ver
con la producción textual de cada una de ellas o, como se recogía explícita-
mente en alguno de los programas académicos que examinábamos, con el
conjunto de géneros textuales cuya producción las caracterizaría. Podemos
empezar a listar y matizar las características de ese tipo de estructuras, a par-
tir de los elementos que hemos ido presentando en nuestra exposición prece-
dente y de algunos referentes teóricos más. Así, creemos poder afirmar que
los géneros:

• Se corresponden con un tipo de acontecimiento comunicativo. El criterio


fundamental a la hora de considerar como género a una serie de aconte-
cimientos comunicativos es la existencia de un conjunto de objetivos
comunicativos compartidos (Swales, 1990: 45-49).
• Tienen carácter esquemático. Son evocados en la construcción de los
modelos mentales que se generan durante el procesamiento de la infor-
mación, para orientarla (y restringirla), en la producción y la compren-
sión. Como afirma Bauman (2001: 58):

[…] a genre is a speech style oriented to the production and reception of dis-
course (cf. Hanks 1987). More specifically, a genre is a speech style oriented
to the production and reception of particular kind of texts. A text, as we use the
term, is a bounded, formally regimented, internally cohesive stretch of dis-
course that may be lifted out from its immediate discursive environment and
recontextualized in another. When an utterance is assimilated to a particular
genre, the process by which it is produced and interpreted is mediated through
its relationship with prior texts. The invocation of a generic framing device
such as «Once upon a time» carries with it a set of expectations concerning the

ÍNDICE
153
further unfolding of the discourse, indexing other texts initiated by this open-
ing formula. These expectations constitute a textual model for creating cohe-
sion and coherence, for producing and interpreting particular constellations of
features and their formal and functional relations, that is, for generating textu-
ality.

• Son ejemplos de comunicación ostensiva. Su uso constituye un sistema


de optimizar los recursos cognitivos durante el procesamiento de la
información.
• Son rígidos: resultan o bien de una codificación social explícita, o bien
del sedimento de prácticas sociales reiteradas. Con esta afirmación nos
estaríamos aproximando a la perspectiva sociolingüística del estudio del
género que, para Charles Ferguson (1994: 21), partiría de esta premisa
básica:

A message type that recurs regularly in a community (in terms of semantic con-
tent, participants, occasions of use, and so on) will tend over time to develop an
identifiyng internal structure, differentiated from other message types in the
repertoire of the community.

Esa rigidez debe ser entendida, además, como una forma de exigencia, que
podemos entender como «a form of social knowledge –a mutual construing of
objects, events, interests, and purposes that not only links them but also makes
them what they are: an objectified social need» (Miller, 1984: 157).

• Su rigidez se manifiesta en las superestructuras en que se organiza y, en


cierta medida, en el tipo de macroestructuras que pueden alojar. Sin
embargo, no todos los ejemplares de un género presentan el mismo
grado de idoneidad para representarlo. Con las palabras de Swales
(1990: 49-54), no todos ellos poseen idéntico nivel de prototipicidad.
Debe entenderse aquí «prototipicidad» con el valor que tiene en los
estudios de Rosch (1975), como el grado de semejanza con el represen-
tante ideal de una categoría, entendida como semejanza de familia (un
continuo) y no como la posesión de un mayor número de atributos ató-
micos (una serie discreta), como indicábamos en las primeras secciones
de este trabajo.
• Su rigidez avanza a medida que lo hace su grado de especialización. De
ese modo, aunque la complejidad de su procesamiento pueda parecer
mayor, en realidad lo es solo para los no especialistas. Como afirma
Bhatia (1993: 15) glosando a Swales:

ÍNDICE
154
Is is often found that the members of professional or academic community
have greater knowledge of the conventional purpose(s), construction and use
of specific genres than those who are not-specialists. That is why expert genre
writers often appear to be more creative in the use of genres they are most
familiar with than those who are outside the specialist community. Obviously,
one needs to be familiar with the conventions of the genre before one can
exploit them for special effects.

• Su grado de especialización es inversamente proporcional al número de


individuos de una comunidad que deben procesar frecuentemente el tipo
de información al que se refieren. Para Swales (1990: 54):

[...] knowledge of the conventions of a genre (and their rationale) is likely to


be much greater in those who routinely or professionally operate within that
genre rather than in those who become involved in it only occasionally. In
consequence, active discourse community members tend to have the greatest
genre-specific expertise – as we often see in interactions between members of
a profession and their client public.

• No son independientes del contexto, entendido como modelo mental,


sino que forman parte de él. Contienen toda la información necesaria
para ser procesados, exceptuando la local. Con las palabras de Paltridge
(2002: 89), «Genre knowledge also includes an understanding of the
social and cultural contexts in which genres are located, as well as how
these factors impact upon the language choices made within them».

- La (in)utilidad de los géneros en la delimitación de las especialidades

Desde el punto de vista que nos ocupa, la relevancia de los géneros a la


hora de delimitar las especializaciones sectoriales de la traducción-disciplina,
podemos empezar por recordar que, desde luego, la traducción, como activi-
dad profesional, tiene lugar en el nivel de los géneros y no en el de los tipos,
aunque por supuesto la identificación de la intención retórica no sea en abso-
luto desdeñable (sino esencial). En efecto, no resultaría concebible pensar en
especializaciones a partir de un alto nivel de abstracción, propio de los tipos,
tal y como los habíamos caracterizado. En realidad, como apunta Paltridge
(2002: 76-77):

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155
Genre and text type [...] deal with aspects of language in different ways. This
distinction is somewhat similar to the distinction that systemic genre analysts
are now making between what they term elemental genres […] and macro-
genres; that is, between smaller text types such as «narratives», «anecdotes»,
«recounts», «arguments», «reports», «explanations», «expositions», «descrip-
tions», «instructions», «procedures», and «discussions» that together make up
larger, more complex texts, or macro-genres, such as news stories and labora-
tory and research reports […]
A similar distinction is also made in the area of translation studies where gen-
res are described as conventionalized forms of texts that reflect the communi-
cative goals of particular social situations (such as novels, poems, editorials,
jokes, advertisements, recipes and news broadcasts), and text types are more
basic kinds of rhetorical expression (such as argumentative, expository,
instructional, informative, persuasive, and descriptive type texts; see Colina
1977; Hatim & Mason 1990).

Asumiendo esta distinción, por ejemplo, no parecería descabellado gra-


duar la progresión del aprendizaje de la traducción, partiendo desde los tipos
textuales para alcanzar algunos géneros. El recorrido de los tipos a los géneros
sería similar, en cierta medida, al que llevan a cabo las personas cuando se
socializan discursivamente, como nos recuerda Carolyn Miller (1984: 157)
con esta síntesis de las opiniones de M. a. k. Halliday en una perspectiva
evolutiva sobre el género:

[...] the situation type is the developmental basis for meaning. In his work on
the development of language in the child, Halliday finds that the child first
learns a restricted set of functions that language can accomplish: «The child’s
uses of language are interpretable as generalized situation types; the meanings
that he can express are referable to specific social contexts.» […] These origi-
nal, limited uses of language expand as the child encounters and conceives a
wide variety of social contexts, and «the adult has indefinitely many uses of
language» («Learning to Mean», p. 253).

En efecto, dado que los géneros representan un nivel superior de concre-


ción y especificidad que los tipos, el trabajo con los primeros se beneficia del
fenómeno de la herencia (inheritance), «la transferencia de conocimientos
entre elementos de tipos o de subtipos similares» a la que se refieren
Beaugrande y Dressler (1981: 144-146).34 Se trataría, en nuestro caso, del

34. Para ser rigurosos, debemos apuntar que Beaugrade y Dressler no utilizan en el pasaje ci-
tado el concepto de herencia para glosar la relación entre tipos y géneros, sino para explicar el

ÍNDICE
156
hecho de que los segundos, en efecto, hereden características de los primeros,
que permiten reconocerlos como miembros de la clase, de un modo semejan-
te al que tienen de asemejarse los elementos de una categoría y el prototipo
en la semántica cognitiva (cfr. nuevamente Rosch, 1975). Así, para Paltridge
(1995: 396):

The relationship between inheritance of properties and prototypes is further


expanded upon by Hudson who describes the «inheritance-of-properties prin-
ciple» as being «of great benefit not only to practising linguists (who can use
it for making generalizations), but also to the practising speaker/hearer» as the
speaker/hearer gains «access to the information they already have about the
model as soon as they link the instance to the model» (Hudson, 1984: 16).

Por supuesto, en la formación de traductores también resulta imaginable


el recorrido contrario, que consistiría en llegar a inferir el nivel más abstracto
a partir de los casos más específicos. Y está claro que también parece eviden-
te la posibilidad de transferir conocimientos entre miembros de un mismo
género. Las consecuencias de orden pedagógico son evidentes en todos los
casos.
De hecho, la común práctica habitual en traducción de buscar documentos
paralelos en la lengua de llegada también está basada en la herencia, al lado
de la constatación de la falta habitual de correspondencia exacta entre los
géneros originales y las que deberán ser sus traducciones. Se asume, en reali-
dad, que el ejemplar utilizado como modelo representará suficientemente bien
al conjunto de ocurrencias pasadas o futuras de su clase, quizás manteniendo
algunas propiedades y obviando otras. En último extremo, se trata de una
práctica basada en la analogía, un recurso cognitivo fundamental en los pro-
cesos de resolución de problemas. Como recuerda Parkin (2000: 283-284), a
otro nivel:

Analogies play an important role in scientific discovery and [...] psychology


has had to rely heavily on analogy to tackle a range of theoretical problems.
Use of analogy–usually referred to as analogical mapping or analogical
transfer–is also of great importance to human problem solving more generally
because it gives us immense flexibility when trying to seek the answer to a
problem.

funcionamiento de los modelos procedimentales del conocimiento (procedural models of knowl-


edge), aunque nos parece perfectamente adecuado y aplicable al caso que a nosotros nos ocupa.

ÍNDICE
157
El uso de este tipo de estrategias responde, como hemos apuntado, al
hecho de que las convenciones genéricas estén culturalmente determinadas.
De modo que el intento de transferir literalmente una estructura genérica entre
dos lenguas (o, más propiamente, entre dos comunidades discursivas) tendrá
generalmente el mismo grado de éxito (de fracaso) que el de obtener textos
adecuados limitándose a reemplazar las piezas léxicas originales por sus
correspondientes estructurales en la lengua de llegada (lo que se conoce
comúnmente como traducción palabra a palabra). Desde ese punto de vista,
cualquier intento de delimitar las especializaciones de la traducción-disciplina
a partir de criterios genéricos tropezaría con un primer obstáculo obvio: ¿a
qué comunidad discursiva (más abajo volveremos sobre este concepto) deben
pertenecer los géneros? ¿A aquella en la que se generó el texto original, a
aquella que debe recibir el texto traducido o –si ello fuera posible– a ambas
al mismo tiempo?
Pero no sería esta la única complicación. Recordemos que más arriba
sosteníamos que no parecería descabellado graduar la progresión del aprendi-
zaje de la traducción partiendo desde los tipos textuales para alcanzar algunos
géneros. Decíamos «algunos» porque, mientras que el número de los primeros
sería mucho más limitado (quizás hasta pudiera pensarse en algo parecido a
su carácter universal), el de los segundos es potencialmente infinito, lo que
convertiría su clasificación e inventario exhaustivo en un trabajo ciertamente
complejo. En efecto, no parece muy razonable intentar etiquetar todas las
posibles manifestaciones textuales, pasadas y futuras, de una comunidad... a
menos que esta sí que esté muy claramente delimitada (también volveremos
sobre ello). Cualquier intento de hacerlo, de todos modos, topará con la nece-
sidad de establecer diversos niveles de especificidad discursiva, como lo
hacen García Izquierdo y Borja (2008: 8), aunque la fijación de las clasifica-
ciones resultantes (macrogénero, género, subgénero, en este caso) no parezca
exenta de dificultades, como anticipábamos en las primeras secciones:

In order to demonstrate the process, we can take a look at the subcorpus of


legal genres. In this field we initially took Borja’s proposed classification
for legal texts (1998), which was obtained from grouping legal texts into
categories, taking into account their discursive situation, the participants in the
act of communication, the tone it uses, and its purpose. This classification
schema was the result of studying the various existing Law Thesauri and
numerous consultations with professors of Law, practicing lawyers, law librar-
ians and legal translators. In this way an initial list of Spanish and English
genres was obtained. Subsequently, the research undertaken by Monzó and
Borja (Monzó and Borja, 2000) identified the need to work with different trees
of genres for each type of legal system and at present, after several years of

ÍNDICE
158
research in the gentt group, three legal trees of genres are being used: conti-
nental or civil Law, Anglo-American or Common Law and eu Law.
The present organization of this corpus for the legal section, for instance
(Legal system - Macrogenre - Genre - Subgenre) generates a classification that
is extremely useful for the specialized writer/translator, who can easily place
the text on which they are working in the tree of genres and compare it with
the equivalent genre in the legal system of the target language.

En realidad, la heterogeneidad de las soluciones con que diferentes centros


educativos pretenden concretar el alcance de las especialidades, que constatá-
bamos al inicio de este epígrafe, sería un claro síntoma tanto de la dificultad
de cerrar ese inventario como de llegar a algún tipo de consenso sobre ese
asunto. No deja de resultar previsible, dado que los géneros, entendidos como
el máximo nivel de concreción de la producción y del procesamiento textual,
no son disociables de sus contenidos (organizados en sus macroestructuras).
Si los contenidos temáticos resultaban imposibles de compartimentar e inven-
tariar (por lo menos exhaustivamente), todo parece indicar que su concreción
genérica también deberá heredar esa condición (a menos que que se postule
el carácter atemático de los géneros, lo que abriría la puerta a problemas de
mucha más enjundia). En un manual universitario dedicado al comentario
de textos, Bordons, Castellà y Costa (1998) sintetizan, de una forma muy
sencilla, buena parte de lo que hemos pretendido argumentar en las páginas
precedentes (1998: 6-7):

Els gèneres són formes textuals definides principalment per les seves caracte-
rístiques socioculturals. [...] Els gèneres són reconeguts pels parlants segons el
seu format extern i segons els paràmetres situacionals en què se solen produir.
De manera secundària, també es caracteritzen per uns trets textuals i lingüís-
tics, que no els defineixen, sinó que simplement hi estan associats. Constitueixen
una llista oberta i es poden classificar per àmbits d’ús (acadèmic, professional,
mitjans de comunicació, etc.) […] El nombre de gèneres existents en cada
cultura és molt gran i, de fet, no es pot determinar amb exactitud, ja que sem-
pre es podrien fer noves subdivisions dels gèneres definits. Així, dins de la
denominació article científic podríem distingir entre els teòrics, els experimen-
tals, els divulgatius, els especulatius, etc. Però, des d’un altre punt de vista,
podríem subdividir-los segons el camp d’estudi: matemàtiques, biologia, quí-
mica, història, filologia, etc. El grau de detall de la subdivisió dependrà sempre
de l’objectiu [...] amb què s’abordi la classificació.

Por otro lado, llegados a este punto, y para acabar de situar el problema en
sus justos términos, nos parece interesante detenernos sobre un concepto que
ya ha aparecido en nuestra exposición, y en el que ahora queremos profundizar.

ÍNDICE
159
Se trata del de comunidad discursiva. Debemos señalar, de entrada, que
comunidad discursiva y comunidad lingüística no son en absoluto conceptos
intercambiables. El segundo procede del ámbito de la (socio)lingüística y, por
simplificar, podemos considerar que designa a grupos humanos caracteriza-
dos por compartir un mismo código lingüístico.35 El primero ha sido caracte-
rizado por Swales (1990: 24-29) como aquella comunidad que comparte una
serie de objetivos públicos; posee mecanismos para que sus miembros puedan
interactuar comunicativamente y estos son utilizados efectivamente para ese
fin; cuenta con uno o más géneros comunicativos para sus propósitos y dispo-
ne, además, de un inventario léxico específico. A la vista de lo apuntado en
epígrafes anteriores, podríamos inferir que se trata de grupos de individuos
que comparten un bagaje cognitivo similar, en lo que se refiere a los esquemas
discursivos que utilizan para generar y para procesar la información textual.
Esos esquemas presuponen, como hemos visto, mucho más que la posesión
de una lengua común (aunque ese tampoco sea un asunto trivial). Todos esos
individuos poseen mecanismos psicológicos (modelos mentales, modelos
contextuales) que les permiten gestionar de manera adecuada superestructuras
en diversos niveles de especialidad, así como los conocimientos necesarios
para hacer lo propio con los contenidos macroestructurales que contienen.
Partiendo de esas premisas resultará obvia, además, la existencia de diver-
sos niveles de comunidad discursiva: por ejemplo, las personas que compar-
ten una misma lengua, las que viven en un mismo estado, las que practican
una misma profesión e incluso los miembros de una misma familia. Desde
nuestro punto de vista, ninguna de estas distinciones es trivial, dado que,
como es fácil concluir, la traducción, probablemente, no tendría lugar entre
lenguas o entre textos, ni siquiera entre culturas, sino siempre entre comuni-
dades discursivas. En términos prácticos, el grado de concreción de una espe-
cialidad como traducción médica inglés-español es ciertamente limitado, si
tenemos en cuenta nuestras observaciones anteriores. En efecto, las comuni-
dades discursivas inglesa o española, esto es, el conjunto de individuos que
simplemente hablan esas lenguas, comparten un bagaje cognitivo básico,

35. Es obvio que la simplificación no hace justicia a la densidad del concepto. Desde su uso
inicial por parte de Leonard Bloomfield (1933: §3) hasta nuestros días, podemos registrar un
número considerable de definiciones y discusiones sobre este asunto. R. Hudson (1980: 35-40)
ha compilado algunas de ellas en un trabajo más ambicioso. Merece la pena señalar que el propio
autor reconoce, al final de su exposición, que «[...] es posible que las comunidades lingüísticas no
existan realmente en la sociedad más que como prototipos en la mente de la gente, en el cual caso
[sic] la búsqueda de la ‘verdadera’ definición de ‘comunidad lingüística’ es simplemente como la
caza de un fantasma» (1981: 40).

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160
alrededor del nivel de los tipos y el de los géneros más comunes (en el con-
junto del dominio lingüístico, por supuesto) que, por definición, tienen poco
de especializado. En realidad, la traducción de documentos relacionados con
la investigación y la práctica médica suelen tener como destinatarios a miem-
bros de una comunidad discursiva mucho más específica, por ejemplo la que
constituyen aquellas personas que se dedican profesionalmente a la medicina,
y dentro de ella los especialistas de alguna área concreta, como puede ser la
obstetricia o la medicina forense.
Por supuesto, el uso de categorías como textos médicos tropieza claramen-
te con un obstáculo semejante. Podemos imaginar una compleja jerarquía de
niveles de géneros, que incluya el aviso a la población de Kingston sobre
medidas de prevención sexual, un consentimiento informado en el Estado de
Utah, un artículo sobre esclerosis amiotrófica lateral para The Lancet o la
página web del Royal London Hospital. El carácter de texto (/género) médico
de todos ellos estaría referido, como mucho, al uso de un inventario léxico
específico, pero imaginar que fueron creados por y para una misma comuni-
dad discursiva homogénea parecería obviamente abusivo.
Además, las designaciones para los conjuntos de géneros son, desde
luego, arbitrarias. Significativamente, Swales (1990: 54) nos recuerda que «A
discourse community’s nomenclature for genres is an important source of
insight». Y sabemos que géneros (o textos) médicos no es más que una abs-
tracción... pero ¿cuál es su valor real, si prescindimos de mayores concrecio-
nes, eso es, si obviamos la referencia a la(s) comunidad(es) discursiva(s)
correspondiente(s)?
A la vista de los comentarios precedentes, podemos imaginar que el
núcleo básico de las especialidades al que nos referíamos unas páginas más
arriba necesitaría de un nivel superior de especificidad para ser realmente
operativo. En efecto, hablar de «contenidos relacionados con la producción
textual característica de la especialidad» solo tiene sentido si delimitamos con
tanta precisión como resulte posible la comunidad discursiva especializada
a la que nos estamos refiriendo, de modo que podamos determinar también
(en la medida que sea posible) los géneros que la definen (en sintonía con la
definición de Swales). No obrar de ese modo supone denominar traducción
(o comunicación) especializada a algo que, en realidad, no lo es (como
mucho, estaría delimitada temáticamente, con las objeciones que ya hemos
analizado). De hecho, ese nivel superior de concreción también resultaría útil
para el resto de elementos del núcleo básico (terminología, documentación,
contenidos temáticos), aunque la producción textual los sintetice de algún
modo. Por supuesto, el mero uso de etiquetas académicas diferentes (con inde-

ÍNDICE
161
pendencia del nivel de abstracción que pretendan alcanzar), lejos de solucio-
nar el programa, contribuye a dejar en evidencia la precariedad epistemológi-
ca de la solución. Lo que consigue, en realidad, es subrayar una constatación
a la que nos hemos referido en diversas ocasiones: la codificación académica
de un espacio es un criterio útil (aunque circular) para delimitar especialida-
des en la práctica, pero no nos permite deducir, sin más, que la clasificación
resultante sea nítida e indiscutible. Si esta existiera, no tendría sentido referir-
se, como lo hacen Montalt, Ezpeleta y García de Toro (2005: 7) a la existencia
de géneros híbridos susceptibles de ser abordados por materias diferentes, con
algún ejemplo que nos resultará familiar:

Una de las posibilidades de asegurar el enlace directo entre asignaturas no


necesariamente afines, como traducción científico-técnica, traducción audiovi-
sual o traducción jurídica es utilizar géneros híbridos que se encuentren a
caballo entre los tipos de traducción mencionados. Por ejemplo, la traducción
de un documental televisivo sobre la enfermedad de Parkinson serviría para
enlazar metodológicamente las asignaturas de traducción audiovisual y de
traducción científico-técnica. De igual modo, la traducción de un consenti-
miento informado (género que se utiliza en entornos hospitalarios para contar
con la aceptación explícita y por escrito del paciente antes de que se le practi-
quen determinadas operaciones quirúrgicas o tratamientos que encierren altos
grados de riesgo) podría servir para asegurar el anclaje entre la asignatura de
traducción jurídica y de traducción científico-técnica.

Si realmente fuese posible inventariar todos los ejemplares de la categoría


géneros X, no debería haber lugar a solapamientos de este tipo: la posibilidad
de que exista una entidad que podemos designar como género híbrido, supone
cuestionar de algún modo la propia naturaleza de las entidades llamadas género.
Cabría preguntarse, por otra parte, si el abordaje de la traducción científico-
técnica y el de la traducción jurídica serían sustancialmente diferentes, a la
hora de enfrentarse a la traducción de un consentimiento informado, por ejem-
plo.
Probablemente, a la vista de todas nuestras observaciones anteriores,
cabría postular que la clasificación de las diferentes especializaciones secto-
riales de la traducción-disciplina resulta de la convergencia de dos tipos de
criterios. Por un lado, el conjunto de factores sociales que habíamos concre-
tado en una hipotética codificación académica, el cultivo intensivo por parte
de una comunidad de investigadores o una demanda concreta de personal
específicamente cualificado; por otra parte, la suma de otra serie de factores
que podrían resumirse, aproximadamente, en el núcleo básico al que nos refe-
ríamos: peculiaridades terminológicas, documentales, de contenidos y de

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162
géneros priorizados. Ni los factores del primer grupo ni los del segundo tie-
nen, creemos, un estatuto objetivo, en la medida en que ambos son relativos,
discutibles y contingentes. En realidad, esa circunstancia tampoco tendría
nada de extraño, si consideramos que también el estatuto autónomo de la
propia traducción-disciplina está sujeto a discusión.

ÍNDICE
163
Epílogo

Con las páginas anteriores no hemos pretendido, en absoluto, cuestionar


la legitimidad de referirse a las especialidades de la traducción, ni poner en
cuarentena el concepto de traducción especializada. Simplemente hemos
intentado presentar algunas herramientas metodológicas y conceptuales para
contribuir a reflexionar sobre estos asuntos. En un área académica joven y en
proceso de consolidarse, como ocurre con los estudios sobre la traducción,
parece especialmente necesario un esfuerzo de revisón permanente de los
propios cimientos axiológicos y metodológicos. De hecho, si bien hemos
cuestionado algunos de los parámetros utilizados más frecuentemente como
criterio clasificatorio, hemos propuesto como alternativa un intento, creemos
que original, de sistematización de las especializaciones del campo. Por otro
lado, más que intentar invalidar los criterios tradicionales para distinguir las
especializaciones temáticas, hemos pretendido (re)ubicarlos. Hacer notar
las carencias de los instrumentos conceptuales no tiene por qué ser negativo:
de hecho, puede ser un buen pretexto para revisarlos y afinarlos, si la crítica
es acertada. Si no lo es, servirá incluso para refrendarlos.
En nuestro texto hemos utilizado un abanico plural de recursos, algunos
de ellos más comunes y otros menos, utilizados en nuestro campo. Como la
combinación de todos ellos no tiene por qué dar necesariamente lugar a unos
resultados nítidos, nos ha parecido oportuno intentar condensar las opiniones
que hemos ido vertiendo en el siguiente listado, que las condensa en buena
medida.

1. El de traducción especializada es un concepto basilar en términos


científicos, académicos y profesionales en nuestro campo. Sin embar-
go, no parece hacer sido objeto de una revisión en profundidad, en
cuanto a su alcance y sus dimensiones.
2. Es difícil, si no imposible, sostener la distinción entre traducción gene-
ral y traducción especializada, tanto a nivel científico-académico como
profesional. En realidad buena parte de las clasificaciones que operan
en nuestro campo tendrían dificultades para resistir un análisis deteni-
do, especialmente si se tuviera en cuenta su utilidad real, tanto a efec-
tos teóricos como prácticos.
3. La traducción es una disciplina de carácter aplicado. Abandonar el
contacto con la realidad supone renunciar a la propia naturaleza del

ÍNDICE
165
campo, aunque la reducción del mismo a la observación, la imitación
y la superación de las buenas prácticas no agota el ámbito disciplinar.
4. Las especialidades sectoriales de la traducción (a efectos académicos)
están definidas de modo apriorístico. Su clasificación suele responder
a la inercia en el empleo de designaciones consagradas por el uso,
aunque no obedezcan a una organización objetivable, a nivel teórico ni
aplicado.
5. Ese criterio se apoya en la reiteración de prácticas docentes e investi-
gadoras que retroalimentan (de un modo en este caso sí claramente
circular) el valor de la clasificación en la que se basan. Esas prácticas
delimitan espacios académicos en los que se socializan nuevos docen-
tes e investigadores, que tienden a perpetuar (y a legitimar a posteriori)
el estado de las cosas.
6. Ese tipo de categorización impregna (o contamina, si se prefiere) los
ámbitos liminares del espacio científico académico (congresos y reunio-
nes científicas, cursos y seminarios, premios y ayudas...). Es previsible
que las personas que han sido adiestradas de acuerdo con ella tiendan
a (intentar) proyectarla en su práctica profesional.
7. Es posible detectar un núcleo común de las especializaciones sectoria-
les. Por lo tanto, debería ser posible (re)organizar la docencia en fun-
ción de esa circunstancia, que resulta mucho más ajustada a la realidad
profesional. El mercado no está organizado en traductores clasificados
por géneros específicos, generalmente ni siquiera por áreas temáticas
específicas: se presupone en un profesional la capacidad de dominar
los recursos documentales y terminológicos adecuados para poder satis-
facer un abanico extenso de encargos.
8. El de las especializaciones técnicas es un caso diferente, tanto a nivel
práctico como teórico. Las especialidades técnicas presentan caracte-
rísticas específicas y la formación debe responder en su caso a estrate-
gias propias.
9. Las especialidades teóricas se sitúan en el límite de la naturaleza de la
traducción-disciplina, aunque, desde luego son legítimas. La forma-
ción, en su caso, también debe responder a estrategias propias.

Si, como hemos intentado argumentar, la actual organización científico-


académica (y en cierta medida, profesional) de la traducción obedece más a la
inercia acrítica que a la reflexión sosegada, sobre bases bien fundamentadas,
quizás merezca la pena partir de esa constatación y sacar consecuencias. La
reorganización de los planes de estudios en el marco del Espacio Europeo de

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166
Educación Superior constituye una oportunidad única para que los formado-
res se pregunten por la eficacia de los diseños actuales y la conveniencia de
mantenerlos o modificarlos. Algunas de las preguntas que cabría formularse
podrían ser parecidas a estas: ¿merece la pena mantener la especialización en
los grados?, ¿qué tipo de especialización?, ¿qué número y tipo de especializa-
ciones sectoriales debe incluir la oferta formativa?, ¿qué número y tipo de
especializaciones teóricas y técnico-metodológicas debe incluir la oferta for-
mativa?, ¿en qué medida se ajustan a las demandas del mercado y las necesi-
dades sociales?, ¿en qué medida responden únicamente a la inercia de la
codificación académica?, ¿qué grado de profundidad debe alcanzar, en cuanto
a la concreción genérica?, ¿qué grado de variedad?, ¿cuál es la estrategia más
adecuada en la formación de traductores, entendidos como miembros de una
comunidad discursiva particular que traducen para otras comunidades discur-
sivas?, ¿qué papel corresponde a las materias de contenido lingüístico en esa
formación?, ¿y a las materias de contenidos documentales y terminológicos?
Como anticipábamos en nuestra introducción, el objetivo de este volumen
era el de contribuir a abrir un debate que, pensamos, solo puede redundar en
beneficio de nuestra disciplina. En la medida en que nuestro trabajo contribu-
ya a generar y animar esa discusión, podremos darnos por satisfechos.

ÍNDICE
167
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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