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Núm. 17
Publicacions de la Universitat Jaume I és una editorial membre de l’une, cosa
que en garanteix la difusió i comercialització de les obres en els àmbits nacional
i internacional. www.une.es.
DOI: http://dx.doi.org/10.6035/EstudisTraduccio.2011.17
ISBN:
A nuestros padres
y a nuestras madres
Índice
Introducción........................................................................................15
Epílogo...................................................................................................165
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS.......................................................169
Prefacio
ÍNDICE
9
Como he tenido ocasión de proponer en otra parte, si los actuales modelos de
competencia se comparan con los de una ciencia como la química, que tam-
bién pretende aislar elementos y estudiar sus combinaciones y reacciones,
estamos todavía en la época de la alquimia, esperando que principios que
nunca han sido cuestionados ni probados nos conduzcan al oro inalcanzable
de la traducción perfecta. Como bien entrevén Mayoral y Diaz Fouces, la
clave del asunto podría ser la manera en que las diversas categorías funcionan
en los mundos profesionales. ¿Cómo piensan, por ejemplo, los revisores que
tienen que formar (y reformar) a nuestros egresados una vez que empiezan a
traducir en las empresas y las organizaciones? ¿Qué categorías representan
mejor las inadecuaciones de la formación actual? Aunque en estos momentos
disponemos de pocos estudios solventes sobre el tema, el espíritu crítico de
Mayoral y Diaz Fouces nos dirige por pistas nuevas y potencialmente fructuo-
sas.
Una segunda consecuencia de la desaparición de la traducción general
sería la necesidad de reconsiderar toda la cuestión de la dificultad traductora.
Según el planteamiento tradicional, aquello que es general debería resultar
más fácil de traducir que aquello que es especializado. Recuerdo, sin embar-
go, un libro pedagógico de Basil Hatim sobre la traducción inglés-árabe que
aborda, ya en su primera lección, un texto jurídico («the legal article»), dado
que el autor, lingüista, sabe que cuanto más formulario y unívoco es el texto,
más fácil resulta su traducción. Tuve ocasión de comprobar la estrategia
durante un par de años en los que impartí un curso de géneros textuales: al
tener menos interpretaciones posibles, el lenguaje formulario exige un menor
procesamiento cognitivo por parte del traductor. De hecho, esta primera clase,
sobre el texto jurídico, suele enseñar algo todavía más útil: ante aquello que
parece tan especializado que asusta, conviene mantener la calma, don’t panic,
y dejar que los problemas se solucionen uno por uno. Lo que parece difícil no
lo es, por lo menos para quien haya aprendido los principios básicos (en este
caso, el principio de la norma preliminar: ¿la traducción tiene que funcionar
en esta cultura o en aquella?). Esas dificultades quiméricas están en el origen
de las profesiones liberales.
Otra consecuencia tiene que ver con la pregunta «¿Difícil para quién?». Los
aspectos subjetivos y subjetivistas no están ausentes de las reflexiones de
Mayoral y Diaz Fouces, contribuyendo en varias ocasiones a minar la certeza
de muchas tradiciones. Aquello que resulta difícil para mí (por ejemplo, porque
es la primera vez que traduzco un contrato) no lo es para mi colega (que ya ha
traducido cien contratos, de modo que ahora salen como churros de su memoria
de traducción). De ahí se desprenden un par de problemas interesantes para
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estas listas de competencias que la mafia educativa nos obliga a formular y
calcular para justificar la enseñanza, como si cada estudiante particular nece-
sitase toda la lista abstracta que redactamos de antemano. De acuerdo con las
categorías tradicionales, el saber qué (conocimiento declarativo) se opone al
saber cómo (conocimiento procesal u operativo). La equivocación tradicional,
a mi entender, es que la traducción especializada requiere de unas dosis enor-
mes del saber qué. Dicha tendencia llega al paroxismo en los libros/cd de
Michael Hann (1992, 2004) que intentan resumir, para la formación de traduc-
tores «científicos y de ingeniería», los conceptos y términos de la mecánica,
electrónica, ciencia de los materiales, ingeniería nuclear, ingeniería mecánica,
ingeniería química, y más. Siempre será mejor saber estas cosas que ignorar-
las, claro está. No me resulta evidente, no obstante, que los resúmenes de
ciencias se tengan que enseñar en un programa de traducción, sobre todo cuan-
do se podría enviar a los estudiantes interesados a clases introductorias en la
Facultad de Ingeniería. Es más, hoy en día este saber qué se convierte muy
rápidamente en un saber dónde, en el sentido de que basta saber utilizar los
enormes recursos electrónicos que tenemos disponibles en Internet. Más aún,
dentro del saber dónde, la clase de conocimiento más lucrativa actualmente es
sin duda el saber quién, en el sentido de que el empresario, el gestor de pro-
yectos o el traductor en apuros tiene que saber a quién encargar o preguntar en
caso de dificultad. El saber qué concierne a textos y a la estética comunicativa;
el saber cómo es actualmente un asunto de herramientas electrónicas de ayuda
a la traducción; el saber dónde necesita poca cosa más que búsquedas por
Internet; y el saber quién se opera preferentemente por vía telefónica, ya que
la viva voz se mantiene todavía como un instrumento del poder. Las tecnolo-
gías de la comunicación nos conducirán a sus propias especializaciones.
No cabe duda de que el trabajo de Mayoral y Diaz Fouces lo abarca todo.
No obstante, me parece que la actualidad del tema de la especialización reside
en un problema histórico muy específico. Me refiero a la creación del Espacio
Europeo de Educación Superior. Los vientos continentales han hecho que, en
países como España en donde la formación de traductores ha constado tradi-
cionalmente de dos ciclos universitarios (4 o 5 años), esta se reparta ahora
entre un nivel de grado y otro nivel de máster. El problema es precisamente
este: en muchos casos (y en muchos países, hay que admitirlo), no se ha hecho
más que dividir en dos el modelo anterior: el grado para lo básico, el máster
para lo avanzado, sin especialización particular. Hay justificaciones y antece-
dentes de peso: Danica Seleskovitch solía decir que el objetivo del programa
de la esit de París era formar especialistas de la traducción/interpretación, y no
traductores/intérpretes especializados. Menos lapidariamente, aunque tal vez
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con más realismo social, Justa Holz-Mänttäri (1984) insistía en que el traduc-
tor debe ser un experto en traducción, con capacidad de trabajar conjuntamen-
te con expertos de otros campos. A pesar de tales opiniones expertas, que nos
hablan desde otra época, el panorama actual se caracteriza sin duda por una
formación masificada, lo que requiere otro modo de pensar. Me temo que
estamos perdiendo una gran oportunidad para reorganizar los másteres según,
precisamente, las especializaciones de la traducción. En lugar de 40 o 100
programas que repiten todos más o menos los mismos contenidos, con el fin
de estandarizar la competencia única, sería de más interés social (por lo
menos de cara a la empleabilidad de los egresados) contemplar una serie de
másteres altamente especializados (un programa modelo podría ser el Máster
de Traducción Médico-Sanitaria en la Universitat Jaume I de Castelló). Para
formarse en técnicas de traducción audiovisual, tal máster; para traducción
jurídica, tal otro, etc. Para organizar la formación de esta manera, claro, se
tendría que decidir qué se entiende por especialización y cómo se quiere apli-
car el concepto. Es tema para un debate amplio, que se tendría que extender
mucho más allá de las lenguas españolas. Visto desde esta perspectiva, todo
apunte sobre la especialización es de plena actualidad.
Los estudios españoles sobre la traducción son abundantes y su número
crece casi geométricamente. En 1987 Julio-César Santoyo publicó su primer
ensayo de bibliografía española con más de 1200 títulos. En 1996, casi diez
años más tarde, el mismo Santoyo editó una segunda bibliografía, esta vez
con unos 4800 títulos, que incluye textos en catalán, gallego y vasco. En la
actualidad, dichas cuentas se ven ampliamente superadas por la Bibliografía
de interpretación y traducción (bitra) de la Universidad de Alicante, que
cataloga más de 43 000 entradas (en 2010), de las cuales 8844 son en lengua
española, 658 en catalán, 277 en gallego y 84 en vasco. Sorprende, ante tales
cifras, las muy contadas veces que estos trabajos se suelen citar fuera del
ámbito español. Santoyo (1987) ya comentaba la ausencia casi total de autores
españoles en las bibliografías internacionales de la época, como si de injusti-
cia estadística se tratara. Se podrían hacer observaciones similares hoy: han
aumentado las publicaciones, pero no ha aumentado en paralelo, ni mucho
menos, el impacto internacional de la traductología española. Las contadas
excepciones, curiosamente, son los trabajos sobre la competencia traductora,
sobre todo los del grupo pacte de Bellaterra, en parte porque suelen publicar-
se en inglés y francés, pero también porque el tema de la competencia es clave
de muchos asuntos.
Por lo demás, silencio. ¿Por discriminación en contra del español? Chi lo
sa? Más allá de las conspiraciones, hay razones que tal vez no sean tan difí-
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ciles de adivinar. En primer lugar, como bien hacen notar Mayoral y Diaz
Fouces, hay muchos trabajos, sobre todo los libros de texto, que se empeñan
en acumular citas de autores de fuera, sin análisis crítico ni más propósito que
el de impresionar con la bibliografía. Por otra parte, el paisaje de la traducto-
logía española está bastante bien poblado de datos empíricos de toda índole,
sobre todo respecto a catálogos históricos de traducciones, fascinantes fichas
de censura y documentación de experimentos pedagógicos. Hace casi una
década declaraba Hurtado, como muchos en aquella época, que «necesitamos
datos que nos ayuden a conocer y explicar mejor la traducción» (2001: 632).
Ahora se podría decir que tenemos datos pero hemos avanzado relativamente
poco en el camino de entender o explicar la traducción.
Si los datos no contestan a hipótesis, es decir, a ideas claras y generales
sobre lo que queremos descubrir, no generarán conocimiento. Y si solo tene-
mos datos sin la producción dialéctica de ideas organizadoras y provocado-
ras, ¿por qué nos citarían? Como bien decía Popper (1959/2002), el proceso
inductivo necesita, para poder avanzar, del trabajo teorizante de los procesos
deductivos. El libro de Mayoral y Diaz Fouces interviene en este sentido como
una llamada a la reflexión: ahora nos toca pensar; tenemos que producir y
contrastar ideas, después de tantos años de acumular datos sobre datos.
El debate está servido.
Anthony Pym
Intercultural Studies Group
Universitat Rovira i Virgili
Referencias
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Popper, K. (1959/2002): The Logic of Scientific Discovery. Londres/Nueva
York: Routledge.
Santoyo, J. C. (1987): Traducción, traducciones, traductores: Ensayo de
bibliografía española. León: Servicio de Publicaciones, Universidad de
León.
– (1996): Bibliografía de la traducción en español, catalán, gallego y vasco.
León: Secretariado de Publicaciones de la Universidad de León.
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Introducción
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do por los estudios culturales y los estudios sobre el género... Lo cierto es que
la reflexión teórica sobre la mediación lingüística ha sido enormemente pro-
ductiva, como lo demuestra la ingente cantidad de material publicado en los
últimos años, que puede revelar una simple consulta a las bases de datos pro-
pias de la especialidad, como bitra o la Translation Studies Bibliography (que
son, ellas mismas, un claro exponente de la madurez del ámbito del que se
ocupan).
Conviene señalar que, como tampoco se le escapa a nadie que conozca
mínimamente la actividad profesional y, al mismo tiempo, la producción teó-
rica generada en los últimos tiempos, ambas llevan caminos autónomos (en
términos generales) aunque, por supuesto, existen puntos de confluencia. En
realidad, como se argumenta en este volumen, ese hecho no debiera resultar
especialmente inquietante, en lo que a nuestro campo se refiere, siempre que
no conduzca a un divorcio absoluto, difícil de justificar.
La codificación académica de los estudios sobre la traducción sintetiza, de
algún modo, la dualidad anterior, dado que las personas egresadas deben
haber recibido formación tanto para el desempeño profesional como para la
reflexión teórica. En nuestra opinión, conviene no perder nunca de vista que
la capacitación universitaria del personal que tendrá que desempeñar las pro-
fesiones relacionadas con la traducción y la interpretación y también la
reflexión teórica sobre las mismas es, por derecho, una actividad diferente de
ambas, que debe ser objeto continuado de reflexión (y de revisión) a su vez.
Con este trabajo, nos proponemos contribuir –aunque sea modestamente– a
esa revisión, que afecta, en realidad, a los tres espacios. Lo hacemos a propó-
sito de un asunto que nos parece espinoso, tanto por su dificultad intrínseca
como por la inercia que ha llevado a dar por asumido un cierto estado de las
cosas, sin argumentar la conveniencia de mantenerlo. Nos referimos a la estruc-
turación de los planes académicos, de la práctica profesional y de la propia
investigación, en diversas especialidades (o especializaciones), a los criterios
que llevan a delimitarlas, y a la (in)utilidad de oponerlas a una supuesta no
especialización, a la que suele designarse con la etiqueta de traducción gene-
ral.
Para ello, partimos de una justificación de nuestras dudas sobre la conve-
niencia de mantener las clasificaciones tradicionales (basadas en criterios
como el tema o la función de los textos) e intentamos situar una discusión
sobre la propia viabilidad (y el valor) de las clasificaciones rígidas, en un
campo como el que nos ocupa. A continuación, presentamos algunos funda-
mentos para una (re)ubicación disciplinar de la traducción para después, a la
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vista de todo lo anterior, intentar abrir una reflexión sobre las diferentes espe-
cializaciones posibles, sobre el modo de delimitarlas y de caracterizarlas.
Como podrá comprobarse, las que aquí proponemos no son en ningún caso
unas conclusiones cerradas, ni así lo hemos pretendido. Tampoco debe enten-
derse que con ello aboguemos por algún tipo de relativismo teórico-metodoló-
gico. Simplemente nos ha parecido adecuado (re)abrir una cuestión, difícil pero
sin duda interesante, con la voluntad de estimular el debate entre las personas
interesadas, a partir de algunas premisas menos comunes. Creemos que el vigor
de una disciplina debe medirse, más que por el volumen de su producción teó-
rica, por la capacidad de quienes la cultivan de evitar los dogmas inmutables y
someter los fundamentos en que se basa a un examen crítico permanente. Es a
ese examen al que pretendemos contribuir con las páginas que siguen.
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1. El concepto de traducción
especializada en los Estudios
SOBRE LA Traducción
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19
Categorías de clasificación Variedades de traducción
Ámbito socioprofesional Tipos de traducción
Modo traductor Modalidades de traducción
Naturaleza del proceso en el individuo Clases de traducción
Método empleado Métodos de traducción
Método interpretativo-comunicativo
(traducción del sentido)
Método literal FINALIDAD DE LA
(transcodificación lingüística) TRADUCCIÓN
Método libre
(modificación de categorías semió-
ticas o comunicativas)
Método filológico (traducción eru-
dita y crítica)
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Ámbitos marcados por el campo Traducción de géneros especializa-
dos.
Tipo de campo: técnico, jurídico,
económico, religioso, etc.
Traducción técnica, científica, jurí-
dica, etc.
Ámbitos no marcados Traducción de géneros no especia-
por el campo lizados.
Traducción de géneros literarios,
publicitarios, periodísticos, etc.
Traducción literaria, traducción
publicitaria, traducción periodísti-
ca, etc.
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Métodos de Traducción comunicativa
traducción Traducción literal
(según el método Traducción libre
traductor empleado) Traducción filológica, etc.
Clases de Traducción natural
traducción Traducción profesional
(según la naturaleza Aprendizaje de la traducción profesional
del proceso Traducción pedagógica
traductor en el Traducción interiorizada
individuo) Traducción explicativa
Traducción directa
Traducción inversa
Tipos de traducción Traducción técnica
(según el ámbito Traducción jurídica
socioprofesional) Traducción económica
Traducción administrativa
Traducción religiosa
Traducción literaria
Traducción publicitaria
Traducción periodística
Interpretación de conferencias
Interpretación social
Interpretación de tribunales
Modalidades de Traducción escrita
traducción Traducción a la vista
(según el método Interpretación simultánea
traductor) Interpretación consecutiva
Interpretación de enlace
Susurrado
Doblaje
Voces superpuestas
Subtitulación
Traducción de programas informáticos
Traducción de productos informáticos multimedia
Traducción de canciones
Supratitulación musical
Traducción iconográfica
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22
A las clasificaciones anteriores, Hurtado (2001: 473-506) añade todavía
«Las clasificaciones textuales en Traductología»:
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23
Dejando de lado ahora la conveniencia de argumentar sólidamente la pro-
pia necesidad de las clasificaciones tradicionales, y aunque sea en un aparte,
queremos recordar que también es frecuente asumir que debe exigirse a las
mismas el cumplimiento de una serie de criterios de calidad, para que resulten
operativas (Sierra, 1999: 83-84):
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24
Las categorizaciones de la traducción se manifiestan en muchos campos y
niveles distintos, entre otros:
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podríamos sustituir por traducción de textos que tratan de medicina). También
matizaremos estás afirmaciones más adelante.
Los estudiosos y los profesionales deben enfrentarse con frecuencia con
mezclas de tipologías y clasificaciones poco claras. Una de las causas del
error aunque, desde luego, no la única podría ser la confusión entre los crite-
rios de especialización del texto y de especialización profesional. En traduc-
ción, el adjetivo especializado ha sido utilizado tradicionalmente con sentidos
distintos y solapados, entre otros «relativo a cada una de las diferentes subcla-
ses dentro de la traducción» (eje horizontal de extensión) y «que exige una
pericia especial» (eje vertical de intensidad, parámetro que habría que exami-
nar a la luz de la experiencia profesional).
De un modo intuitivo, ya podemos empezar por constatar que la actividad
de traducir suele someterse a diferentes tipos de categorización, que respon-
den a la aplicación de criterios distintos. Podemos intentar sistematizarlos en
el siguiente resumen:
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26
De la combinación de estos criterios resulta, en general, la organización de
las estructuras académicas en la formación de traductores y, correlativamente,
buena parte de la producción investigadora en nuestro ámbito (no solo la que
se orienta a la didáctica), como más arriba sugeríamos. También, en buena
medida, la organización de la práctica profesional. En realidad, parece lógico
suponer que los egresados de los centros de formación superior tiendan a
proyectar los hábitos estructurales interiorizados durante el periodo formativo
en su realidad profesional, por lo menos en algún grado.
En los próximos apartados introduciremos algunos elementos de reflexión
a propósito, especialmente, de los criterios A1 y A2. En el capítulo siguiente
presentaremos algunas herramientas conceptuales que podrían ayudar a
reflexionar de un modo diferente al más tradicional en nuestro ámbito sobre
el concepto de traducción especializada, tanto en lo que se refiere al eje exten-
sivo como al intensivo y tomando en cuenta diferentes circunstancias extra-
textuales.
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metaforización o el aprendizaje. La revisión del concepto de clasificación
encuentra una referencia evidente (por lo menos, a los efectos de este trabajo)
en los trabajos de autores como Lakoff (1987, 1982), Rosch (1973), Givón
(1986, 1984), Kleiber (1995 [1990]) y Taylor (1995). El último de ellos,
John R. Taylor, en su obra Linguistic Categorization. Prototypes in
Linguistic Theory, presenta una clara y detallada exposición del problema
de la categorización, a propósito de las categorías lingüísticas o gramatica-
les, aunque buena parte de su exposición resulta aplicable a cualquier otro
grupo de entidades categorizables. Así, Taylor (1995: 20) parte de una crítica
del enfoque clásico de la categorización (cf. también Lakoff, 1987: 5 y ss.;
Givón, 1986, 1984), que ha sido el predominante hasta bien avanzado el
siglo xx. Ello no obsta para que Givón (1986: 77), con su franqueza y des-
caro proverbial, afirme:
1. Conviene recordar que el binarismo de los modelos de condiciones necesarias y suficientes está
directamente relacionado con los primeros modelos de la teoría de la comunicación. Así lo reco-
noce Jakobson (1975) [1961] y argumenta la obsesión estructuralista de establecer clasificaciones
basadas en rasgos dicotómicos (+/-) en la naturaleza de la unidad de información, el bit.
El principio dicotómico que subyace a todo sistema de rasgos distintivos del lenguaje fue descu-
bierto paulatinamente por los lingüistas y encontró su corroboración en los dígitos binarios (bits,
si queremos utilizar la tan popularizada contracción) utilizados como unidad de medida por los
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• Categories have clear boundaries.
• All members of a category have equal status.
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• […] a schematic representation of the conceptual core of a category. On this
approach, we would say, not a particular entity is the prototype, but that it
instantiates the prototype.
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No podemos dejar este breve repaso sin señalar que Kleiber (1995 [1990])
se refiere a las siguientes ventajas del enfoque cognitivo para la categoriza-
ción:
Por cierto, que también la consideración de dos tipos de eje para la cate-
gorización, uno de ellos horizontal (extensivo) y el otro vertical (intensivo),
al que más arriba nos referíamos (y sobre el que todavía volveremos) tiene sus
raices en los estudios cognitivistas.
Y recordaremos, además, que Taylor (1995: 68-80) se refiere a una última
aportación del cognitivismo que resulta relevante para los temas que ahora
nos ocupan: la distinción entre las categorías o clasificaciones de los expertos
(basadas en las definiciones) y las populares (basadas en los procedimientos
de reconocimiento). A propósito de la misma, resulta evidente que, para la
persona que traduce, la existencia de un amplio abanico de clasificaciones
disponibles es en sí misma problemática, así que, para los asuntos que le ata-
ñen utiliza sus propias clasificaciones, derivadas de mecanismos que, a falta
de estudios empíricos, no conocemos con seguridad ni en detalle. En su prác-
tica profesional, puede lidiar, por ejemplo, con:
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31
popular pudo ser especializado hace pocos años, como ocurre con la informáti-
ca de usuario), con un fuerte componente subjetivo y no, desde luego, como una
opción binaria.
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modelo en árbol de familias de lenguas o el modelo de siembra y disemina-
ción de diferentes especies vegetales, de Hudson (1980); el movimiento en
ondas concéntricas (teoría de la onda) sobre la extensión del cambio lingüís-
tico, también de Hudson (1980); la de las palabras «tándem», las palabras
«ómnibus» y las palabras «saco» de Mounin (1982) [1974], para describir las
colocaciones; los diferentes tipos de redes, etc.
Las relaciones entre la lengua general y la lengua especializada y entre las
diferentes lenguas especializadas han sido (y son) objeto de diferentes repre-
sentaciones gráficas, como las siguientes.
Mosaico (patchwork). Con límites coincidentes. Compartimentación per-
fecta.
Lengua general
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Con espacios en blanco entre categorías para representar los espacios
ignotos, todavía por descubrir o por definir.
Prosa Economia
Literatura Pedagogia Filosofia ... agrícola i ...
literària alimentària
Zootècnia i Construcció
Agronomia veterinària ... Construcció ... de maquinària ...
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Círculos concéntricos
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Lengua común y lenguaje especializado
(Reinhardt, en Arntz y Picht, 1995 [1989]: 32)
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Léxico especializado y léxico no especializado
(Heller, en Arntz y Picht, 1995 [1989]: 31)
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37
Lenguaje general, lengua común y lsp (Cabré, 1992: 130)
Flor (Picht)
-------------------------
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Tejas o escamas. Esta forma de representación se aleja algo del concepto
clásico de clasificación y no cumple con todos sus requisitos porque admite
solapamientos entre las clases:
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Árbol. Es un tipo de representación filogenético y añade un elemento dia-
crónico a las clasificaciones, pues establece jerarquías temporales entre ellas.
Es la típica de los árboles conceptuales de la terminología:
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Este tipo de representación se ha filtrado también a la clasificación de
géneros:
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41
Elementos prototípicos y periféricos en categorización (Givón, 1984: 14)
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42
Análisis de conglomerados
(Wikipedia, «Cluster analisis (in marketing)». Consulta: 18-07-07)
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43
El clustering también puede reflejar jerarquías entre sus miembros (clus-
tering jerárquico) y se representa, de nuevo, como un diagrama de árbol o
dendrograma:
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Aire de familia de Witgenstein (Givón, 1984: 13)
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45
- Tipos especiales (documentos oficiales, publicidad, etc.) (spezielle Arten)
- Etnografía (Ethnographische Übersetzung)
- Lingüística (Sprachwissenschaftliche Übersetzung)
- Humanidades (Geisteswissenschaftliche Übersetzung)
Jumpelt también estudia los textos en los campos de las ciencias naturales y de
la tecnología.
Otra mención temprana de las categorías de la traducción se encuentra en
George Mounin, Die Übersetzung (Nymphenburger Verlag, Múnich, 214 pp.).
En las páginas 148-158, divide el capítulo 21 «Die technischen Übersetzungen»
en traducción:
• Diplomática
• Jurídica, administrativa…
• Comercial
• Científica y técnica
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iniciada bajo la Administración de Samuel de Champlain, también en el
siglo xvii) y la traducción jurada, regulada en España por el Ministerio de
Asuntos Exteriores desde principios del siglo xix y que en la práctica profe-
sional algunos sitúan en la colonización española de América. Harris insiste
en que incluso la denominación actual de intérpretes para los traductores es
de origen reciente pues tanto los traductores jurados en España como los
traductores diplomáticos y comerciales franceses han sido conocidos como
intérpretes y realizaban traducciones tanto escritas como orales.
Según Paul Kussmaul (comunicación personal a Roberto Mayoral, 30 de
julio de 2003), su investigación sobre la presencia de lsp en Germersheim le
llevó a la conclusión de que su presencia data de 1959 y que las principales
especialidades de traducción que se ofrecen en esta Universidad son la econó-
mica, la técnica, la jurídica y la médica (aunque esta última no para todas las
combinaciones lingüísticas).
1.4.2. El criterio del grado de especialización del texto: traducción general
frente a traducción especializada
Aunque no se les pueda atribuir más valor que el de un indicio, las opinio-
nes de los expertos consultados parecen apuntar en la dirección de la falta de
un marco de referencia, nítidamente establecido, a la hora de delimitar las
diferentes especialidades de la traducción. De hecho, como veremos en el
tercer capítulo de este trabajo, la consulta de diversos planes académicos
parece confirmar esta impresión aunque, como también comprobaremos,
existirían seguramente algunos puntos comunes. En este apartado, así como
en los dos siguientes, intentaremos revisar algunos de los criterios que con
más frecuencia son manejados para distinguir las diversas especialidades de
la traducción.
Tradicionalmente, se ha considerado comunicación especializada a aque-
lla que tiene lugar entre especialistas de un determinado campo, que se comu-
nican sobre su ámbito específico, utilizando su jerga específica. Correlativa-
mente, se consideraba comunicación no especializada o general a la que
ocurre entre no especialistas que se comunican sobre cuestiones cotidianas
utilizando el vocabulario común a todos los hablantes.
Actualmente se reconocen muchos más matices en la categorización de la
comunicación especializada. Como señala Mayoral (1997b):
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[…] la perspectiva más clarificadora y la más útil de todas puede ser la que
parte de la comunicación de información especializada, comunicación que
puede tener como protagonistas a combinaciones diversas (especialista a espe-
cialista, especialista a político, especialista a lego, especialista a comprador,
especialista a usuario); estos tipos de situación comunicativa se realizan a
través de los vehículos más adecuados (revista especializada, manual, folleto
de instrucciones para usuario, informe, etc.), a los que corresponden géneros
más adecuados (artículo científico, abstract, ensayo, artículo de divulgación,
etc.) y formatos que les resultan más propios y la intersección de los paráme-
tros de interlocutores o protagonistas, vehículo, género y formato con el tema
sobre el que gira el evento comunicativo determina la terminología y la fraseo-
logía.
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48
ción general, pueden detectarse con facilidad también en la comunicación
altamente especializada. El cambio social de las últimas décadas ha tenido
entre sus consecuencias que el conocimiento especializado se haya divulgado
de forma creciente entre toda la comunidad (se haya democratizado), de modo
que algunas parcelas (como la mecánica, la economía, el derecho o la medi-
cina) que en el pasado fueron privativas de los especialistas forman parte
ahora del saber que comparten amplios sectores de la población y pueden
detectarse con facilidad en la comunicación diaria, como más arriba anticipá-
bamos. Así pues, cualquier intento de trazar una frontera que separe tajante-
mente la comunicación (o la traducción) especializada de la general está
probablemente condenado al fracaso. En el campo de la Terminología, la
asunción de los cambios descritos ha provocado el desplazamiento de su cen-
tro de gravedad tradicional (la normalización de la comunicación de experto
a experto) a la exploración terminológica de contextos comunicativos más
amplios y variados (cf. por ejemplo la obra de Cabré, 1999; Sager, 2007;
Aguado, 2002; y Doménech, 2007).
Por supuesto, la distinción entre traducción (o comunicación) general y
traducción (o comunicación) especializada adolece también de todos los
defectos imputables a las clasificaciones binarias, a las que aludíamos en un
epígrafe anterior y a las que la realidad parece bastante refractaria. Lo que en
un principio se nos presenta como dicotomías (general frente a especializado)
termina revelándose como una cuestión de grado (más o menos especializa-
do), amoldándose más bien a la estructura de los llamados conjuntos borro-
sos, mucho más próximos del modelo cognitivista de la categorización, a los
que también nos referíamos más arriba (Zadeh, 1965: 338):
De modo que, en todo caso, sería mucho más realista una representación
como la siguiente, un continuo con polos de máximo y mínimo grado en sus
extremos:
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49
extremadamente mínimamente
especializado especializado
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50
La clasificación temática de los textos alude, necesariamente, a una clasi-
ficación previa de la realidad en la forma de parcelas del saber (o de la expe-
riencia) a la que aquellos se refieren. ¿Cuál podría ser esta? La división del
saber en ciencia y tecnología, derecho y economía, y literatura no parece
hacer justicia a la actual percepción del saber y los saberes entre la comunidad
científica y otros especialistas relacionados (documentalistas, bibliotecarios,
epistemólogos, terminólogos). Desde nuestro punto de vista, convendría dejar
establecidos ciertos hechos, para empezar:
ÍNDICE
51
clasificaciones científicas de la Comisión Interministerial de Ciencia y
Tecnología, o la Nomenclatura Internacional de la Unesco.
La biblioteconomía es, precisamente, una disciplina para la que resulta
fundamental disponer como referencia de un método nítido de organización
del conocimiento, por lo que parece oportuno hacer referencia a ella en este
punto. El primer gran sistema de clasificación bibliográfica en bibliotecas fue
el Sistema Decimal (ddc) de M. Melvil Dewey, publicado por primera vez en
1876. Junto con el de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos (lcc),
comenzado en 1897, constituyen el grupo de referencias más poderosas en
este ámbito, al lado de la actualmente hegemónica Clasificación Decimal
Universal (cdu) (denominada por Lasso de la Vega, que colaboró en su elabo-
ración, «Clasificación Bibliográfica Internacional»). La cdu tiene su origen en
la Clasificación Decimal de Dewey (1876). Es elaborada por la Federación
Internacional de Información y Documentación y en España ha sido tradu-
cida y publicada por los sucesivos organismos de normalización (iranor,
Instituto de Racionalización y Normalización; aenor, Asociación Española
de Normalización y Certificación). Es la norma internacional de clasifica-
ción de materias seguida en centros de documentación y bibliotecas. El Index
Translationum (1984) de la Unesco también utiliza la cdu como criterio cla-
sificatorio, en lo que parece ser un caso excepcional de sinergia entre la tradi-
ción traductológica y las normas internacionales de clasificación de mate-
rias.
Tanto la clasificación Dewey, como la cdu, como la de la Biblioteca del
Congreso en Washington (los llamados «sistemas de clasificación universa-
les») han experimentado numerosas revisiones. La descripción detallada de
estas clasificaciones y de sus revisiones se escapa al alcance y los objetivos
de este trabajo. La comparación de todas ellas nos llevaría a concluir, de
todos modos, que no existe consenso en cuanto a la clasificación del saber,
que se producen cambios diacrónicos de su organización interna y que la
subjetividad tiende a impregnar de algún modo la elaboración de las clasi-
ficaciones.
Desde el campo que nos ocupa, el de la traducción, la fit recomienda en
el primer número de su boletín (1955) una Clasificación Provisional de las
Materias de la Bibliografía Internacional de la Traducción de la fit. En con-
sulta con la Clasificación Decimal Universal (cdu), la Federación Internacional
de Documentación (fid) y la Organización Internacional de Normalización
(iso), la fit recomienda una clasificación en la que advierten las siguientes
subdivisiones de la traducción:
ÍNDICE
52
1. Administrativa
2. Cinematográfica (doblaje, subtitulación)
3. Comercial
4. Diplomática
5. Jurídica
6. Literaria
Clásica
Lírica
Poética
Religiosa
Teatral
7. Militar
8. Musical
9. En las organizaciones y conferencias internacionales
10. De prensa
11. Publicitaria
12. Radiofónica (comprende la traducción de servicios de escucha)
13. Científica
ÍNDICE
53
CDU Dewey Library of Congress Traducción
(2004) (2004) (1939)
1. Generalidades. Computadoras, A. Obras generales. Científica
Filosofía. Psicología. información y B. Filosofía. Psicología. Religión. Técnica
2. Religión. Teología. obras generales. C.Ciencias Auxiliares de la Jurídica
Ciencias sociales. Filosofía y Historia Económica
3. Estadística. Política. psicología. D. Historia: General y Antigua Comercial
Economía. Comercio. Religión. E. Historia: Estados Unidos Administra
Derecho, Gobierno. Ciencias F. Historia Local de los Estados tiva
Asuntos militares. sociales. Unidos y de América Inglesa, Audiovisual
Bienestar social. Lingüística. Holandesa, Francesa y Latina. Jurada
Seguros. Educación. Ciencias y G.Geografía. Antropología. Literaria
Folclore. matemáticas. Recreo Localización
4. (Vacante) Tecnología. H. Ciencias Sociales
5. Matemáticas. Arte y I. Ciencia Política
Ciencias naturales. recreación. K. Derecho
6. Ciencias aplicadas. Literatura. L. Educación
Medicina. Historia y M. Música y Libros sobre Música
7. Bellas Artes. Juegos. geografía. N. Bellas Artes
Espectáculos. P. Lengua y Literatura
Deportes. Q. Ciencia
8. Lenguaje. R. Medicina
Lingüística. S. Agricultura
Literatura. T. Tecnología
9. Geografía. Biografías. V. Ciencia Militar
Historia. Z. Bibliografía. Biblioteconomía.
Recursos Informativos
(General)
ÍNDICE
54
clasificaciones temáticas rígidas. La distinción de la Biblioteca del Congreso
entre lengua y tecnología (computadores/lingüística en Dewey), por ejemplo,
ayuda bien poco a situar especializaciones jóvenes como la localización,
sobre la que nos detendremos en el tercer capítulo de este trabajo. De hecho,
el consenso entre los mismos profesionales de la clasificación bibliotecaria no
suele ser absoluto. A título de ejemplo, el manual de Bert Esselink (1998)
aparece descrito del siguiente modo en diversos centros estatales de educa-
ción superior (consulta: marzo de 2010), a los que se debe suponer un cierto
grado de interés por estos menesteres:
Universidad de Granada
Materias Programación (Ordenadores electrónicos) Documentación
cdu 681.3
Universidade de Vigo
Materias Programas de ordenador – Documentación Programas de
ordenador – Internacionalización Bibliotecas – Programas de ordenador
Clasificación 82.03: 681.3
Library of Congress
Subjects: Software localization. Software documentation.
lc Classification QA76.76.D63
ÍNDICE
55
Una última fuente de categorización ontológica a la que queremos hacer
referencia son los tesauros de los documentalistas. Borja (1998: 95), basán-
dose en Cabré (1993: 141), se refiere al eje horizontal de categorización en
estos términos: «El primer eje clasifica las lenguas de especialidad por
materias, submaterias, etc. y responde al esquema de clasificación que se
utiliza actualmente en documentación» y, a continuación, facilita un frag-
mento de la clasificación por materias del Tesauro Spines. Sin embargo, es
probable que dicho tesauro tan solo esté en la mente de una pequeña parte
de los terminólogos (los de tradición documentalista) y en la de escasísimos
traductólogos.
ÍNDICE
56
ámbitos no jurídicos. Cualquier actividad humana puede verse involucrada en
un proceso jurídico y formar parte de los contenidos de un texto a priori con-
siderado como jurídico. Piénsese en los contratos, las sentencias o la legisla-
ción, por ejemplo. En un contrato, la forma de traducir los elementos relacio-
nados con los bienes o los servicios es radicalmente diferente al resto; en una
sentencia judicial, la forma de traducir lo relativo al objeto de la demanda
también lo es respecto al resto del documento. La situación se complica aún
más si pensamos que lo que se viene considerando como lenguaje jurídico no
consiste tan solo en términos jurídicos sino que es un complejo conjunto de
términos, frases, fórmulas, formatos y elementos de estilo que, inevitablemen-
te, aparecen siempre mezclados con elementos que se consideran propios de
otros tipos de texto. Todo ello quizás debiera llevarnos a considerar la posibi-
lidad de centrar la cuestión en el concepto de textos con un elevado contenido
jurídico, aunque evidentemente esta propuesta no resuelve el problema: ape-
nas lo evidencia. En el tercero de los casos que considerábamos, la traducción
de textos que hablan de derecho, se incluirían documentos que responden más
a las características del texto editorial técnico que a las que solemos atribuir
al texto jurídico.
La cuestión es que si utilizamos una denominación como traducción jurí-
dica para proponer una forma de traducir específica (estrategias y soluciones
de traducción), el concepto de traducción jurídica debe estar bien definido, y
aquí «bien definido» significa que debe caracterizar una forma de traducir
propia, bien diferenciada de las formas de traducir que corresponden ideal-
mente a otros tipos. En caso contrario, traducción jurídica será un concepto
irrelevante para nuestros propósitos. Nuestra experiencia nos dicta que este es
el caso, pues los parámetros que nos llevan a escoger la forma de traducir un
texto susceptible de ser considerado como jurídico no encuentran correspon-
dencia biunívoca en un concepto único de traducción jurídica. Así, un contra-
to será traducido de formas diferentes según (1) la traducción vaya a servir
como un mero instrumento informativo, (2) vaya a ser utilizada como instru-
mento jurídico, (3) forme parte de las pruebas de un proceso, (4) sirva como
modelo para la aplicación en un país diferente a donde se originó, (5) consti-
tuya un elemento didáctico o (6) sirva de prueba o examen. Un mismo texto
será abordado de modo diferente si se trata de una traducción oficial que si no
lo es... Nos atrevemos a afirmar incluso que la búsqueda de una solución para
la traducción de un concepto jurídico encuentra una vía más eficaz en la con-
sideración de ese concepto como una referencia cultural (concepto no com-
partido por los hablantes de ambas culturas) que en su consideración como
concepto jurídico propiamente, del mismo modo que resultará más eficaz
ÍNDICE
57
encontrar soluciones de traducción para muchos problemas bajo la considera-
ción de la traducción jurídica como un proceso de comunicación/expresión
intercultural que bajo su consideración como un proceso específico de traduc-
ción bilingüe.
La aplicación de lo expuesto sobre la metaforización clásica en general en
el campo de los estudios sobre lsp y los estudios sobre la traducción al campo
de la traducción jurídica nos ofrecería el siguiente resultado:
I
Financiero Mercantil Internacional Internacional
público privado
ÍNDICE
58
Elementos periféricos del derecho de divorcio (Mayoral, 2004: 59)
ÍNDICE
59
1.4.3.2. ¿Tiene algún fundamento la clasificación basada en el tema?
ÍNDICE
60
también de la retórica, de los estudios literarios, de los estudios sobre las lsp
y sobre la comunicación audiovisual, entre otras fuentes. Casi todos los auto-
res en el campo de la traducción que han asumido los principios de la lingüís-
tica textual se han detenido en algún momento a contemplar la relación entre
el género textual y la traducción (Reiss, 2000 [1971], bajo la denominación de
tipo de texto; Neubert, 1985; Hatim y Mason, 1990; Reiss y Vermeer, 1996
[1991]; Neubert y Shreve, 1992; Wilss, 1996, bajo la denominación de kinds
of text; Nord, 1997, bajo la denominación de genre en la versión inglesa;
Engberg, 2000; Alcaraz, 2000, Fernández, 2000, Sánchez, 2002, etc.).
El despertar más espectacular de este enfoque se ha dado recientemente en
España, de la mano de investigadores vinculados de algún modo al grupo
gentt y al Departamento de Traducción y Comunicación de la Universitat
Jaume I de Castelló. Es el caso de Hurtado (2001, 1999), para la propuesta
general y la didáctica; García Izquierdo, en el campo del género y la lengua
materna (2005, ed., y 2005a); Borja (2005, 2000) y Monzó (2005, 2002), para
la traducción jurídica; Agost (1996), para la traducción cinematográfica;
Gamero (2005, 1998), para la traducción técnica; Montalt (2005a y 2005b) y
Montalt y González Davies (2007), para la traducción médica; Del Pozo
(2007), para los documentos de transporte marítimo; y Alcina (2005), para los
corpus electrónicos para traductores. Pero ¿es posible delimitar claramente las
diversas especialidades de la traducción a partir de la caracterización del con-
junto de géneros que las constituyen?
Observaremos, para empezar, que el de género textual es, sin duda, un
concepto difícil de caracterizar. La definición más habitual entre los estudio-
sos de la traducción es que género es una clase de textos susceptible de ser
reconocida como tal por el receptor, al contener el texto correspondiente con-
venciones que pueden ser identificadas como propias de esa categoría, tanto
en base a sus elementos lingüísticos y estructurales como en el contexto de
situaciones comunicativas semejantes. No obstante, desde el campo de la tra-
ductología podemos encontrar definiciones muy diferentes, como la de
Alcaraz (2000: 133) quien sitúa el origen del concepto en Fowler y la crítica
literaria (1991: 227), Borja (1998: 263), Castellà (1992: 236) o Hurtado (2001:
497; 1999: 35). En García Izquierdo (2005: 10-11) puede consultarse la defi-
nición de género que utiliza el grupo gentt, desde el campo de la traductolo-
gía.
Conviene tener en cuenta que, además de los géneros literarios y cinema-
tográficos tradicionales, han sido considerados (sub)géneros entidades tan
dispares como el inglés académico (Alcaraz, 2000), el manual de instrucciones
(Gamero, 1998), la producción cinematográfica independiente de autor norte-
ÍNDICE
61
americana entre los años 2001 y 2003 (Martí, 2003), los documentos adminis-
trativos normativos o de decisión, o los documentos legales. Una reciente
tesis doctoral (Del Pozo, 2007) se refiere a «los géneros del derecho maríti-
mo», identificando, aparentemente, los conceptos de género textual y de rama
de un campo del saber. ¿Es posible encontrar un único criterio clasificatorio
que agrupe a todas estas categorías tan dispares (tipos de texto que comparten
características estructurales, función o tema; campos del saber; actividades
humanas; lengua con fines específicos…)?
No parece que contribuya a disipar la confusión sobre el concepto de
género una proliferación de designaciones desde el ámbito traductológico que
une a la distinción entre género y subgénero las categorías de paragénero,
diagénero, idiogénero y transgénero (Monzó, 2002: 141, 251), macrogénero y
sistemas de géneros (Del Pozo, 2007: 47-8). Otro elemento de confusión es la
coexistencia de criterios de definición del género tan dispares como la estruc-
tura del texto (intratextual) y el acontecimiento comunicativo (Alcaraz, 2000:
133) (pragmático). Este segundo parámetro, el de la situación comunicativa,
responde a la voluntad de integrar con la descripción de las características del
texto una dimensión comunicativa pragmática (cf. Elena, 2006), aunque hay
indicios para considerar que los análisis de género que se hacen desde el
campo de la traducción siguen siendo puramente descriptivos.
Es frecuente atribuir al género un carácter crucial en los estudios sobre la
traducción, partiendo de la premisa de que el conocimiento de los rasgos dis-
tintivos de los géneros en la lengua original y aquella para la que se traduce
facilita enormemente la labor del traductor. Los autores que asumen esta posi-
ción suelen combinar género y tema en sus análisis y clasificaciones:
ÍNDICE
62
Legal-Gender
>>> Manual
>>> Text Book
>>> Thesis
>> Legal precedents
>>> Judgement
>>> Law Report
>>> Press Law Report
>> Non especialized
>>> Press Article
>>> Law Report
>>> Public Guidance
>> Notarial
>>> Deed
>>> Certification
>> Professional documents
>>> Curriculum Vitae
>>> Legal Letter
>>> Resumee
ÍNDICE
63
muy mermada cuando consideramos que la imitación de las convenciones del
texto en la lengua de la traducción constituye tan solo una de las posibles
estrategias que pueden ponerse en práctica, y que con mayor frecuencia el
texto traducido imita las convenciones del texto original y no las propias del
género de la lengua de llegada o, como mucho, intenta adoptar una forma
intermedia entre ambas.
Los autores que priorizan el concepto de género como herramienta para la
traducción han ofrecido diversos argumentos para esta elección, así como
para su inclusión en la formación de traductores y las explicaciones sobre el
papel del traductor en el análisis del mismo:
ÍNDICE
64
Para ello, el receptor tendría que estar familiarizado con todas las categorías
de género posibles y, además, con las relaciones jerárquicas entre todas ellas
(su estructura). La segmentación del catálogo de géneros de acuerdo con cate-
gorías de tema (géneros jurídicos) y/o de función (textos de carácter normati-
vo) impide la consideración de géneros transversales (el abstract reúne las
mismas características, independientemente de que el tema sea jurídico o
científico) y establece categorías distintas para lo que solo es una. Sin embar-
go, como antes sugeríamos, parece lógico suponer, cuando menos de modo
intuitivo, que las clasificaciones, para resultar prácticas en traducción, debie-
ran ser sencillas y basarse en un único criterio de clasificación (Fernández,
2000, ofrece una tipología basada en al menos 14 parámetros tipológicos
distintos). Finalmente, al igual que ocurría con el parámetro del tema, los
diferentes géneros no parecen corresponderse biunívocamente con formas de
traducir específicas.
En realidad, la propia escuela de la Universitat Jaume I de Castelló, a la
que ya nos hemos referido, y uno de cuyos ámbitos de investigación más
destacados es la elaboración de tipologías textuales basadas principalmente en
la categoría de género, recoge en sus tesis doctorales y documentos principa-
les los siguientes comentarios:
Agost, 1996: «Es casi imposible hacer una clasificación exhaustiva de los
textos reales. (Página 119) [...] Si se pudiesen caracterizar las tipologías tex-
tuales con una sola palabra, esta sería “heterogeneidad”. (Página 120) […]
Desde una perspectiva audiovisual, una clasificación por tipos textuales pre-
senta diversos problemas, ya que las tipologías más generales y abstractas
resultan de poca utilidad y las tipologías ad hoc son excesivamente minucio-
sas, presentan el inconveniente de una clasificación contextual. Si tenemos en
cuenta todos los elementos relacionados con los interlocutores, el tiempo y el
lugar en que se produce un texto determinado, a la hora de establecer una
tipología, esta resultaría excesivamente larga y, por tanto, será muy difícil que
tenga alguna utilidad real. El problema radica en el hecho de que la realidad
textual audiovisual es muy variada, y lo es más todavía si tenemos en cuenta
que los textos no son tan puros ni tan asépticos como en otros medios, ya que
la mayoría presenta características de más de un tipo textual. Así pues, la insu-
ficiencia y la escasa utilidad de las tipologías a causa de la hibridación y
multifuncionalidad de los textos hace que sea más eficaz hablar de géneros
porque es lo que todos reconocen. (Páginas 135-6) […] Uno de los problemas
de los textos es que se pueden encontrar nuevos formatos, nuevos géneros
(Página 156) [...] El hecho de que haya nuevos géneros es una prueba feha-
ciente que las tipologías de los textos, y también las de los otros tipos de tex-
tos, no son herméticas, sino dinámicas y flexibles, y que, al fin y al cabo, los
ÍNDICE
65
criterios de clasificación tan solo organizan lo que la sociedad crea y el uso
determina». (Página 160).
Borja, 1998: «De este análisis se desprende que la clasificación de la variación
discursiva (definida en términos de género, tipo textual, registro u otras cate-
gorías) es extremadamente compleja y no se ajusta a las necesidades de los
traductores, lo cual nos lleva a definir un sistema de clasificación más simple
y orientado a la traducción profesional. (Página 12) […] El concepto de géne-
ro es difícil de acotar. (Página 84) […] Las distinciones entre registros son
relativas y sus fronteras son muy difusas». (Página 87)
Gamero, 1998: «Debería hablarse de “prototipos textuales” en lugar de “tipos
textuales”, puesto que los textos concretos e individuales pueden presentar una
mayor o menor desviación frente a las características del prototipo. Las cate-
gorías de análisis han de ser dinámicas y válidas para poder confirmar un
“perfil textual” en cada caso, evitando clasificaciones rígidas y estáticas».
(Página 36)
Hurtado, 1999: «Los géneros son agrupaciones textuales menos amplias, o
prototipos, que se identifican por compartir formas convencionales. [...] A
pesar de su importancia, todavía no contamos con una buena definición, reco-
pilación y clasificación». (Página 35)
García Izquierdo, 2005: «Estas taxonomías que elabora el grupo gentt, nece-
sariamente reduccionistas […]». (Página 11)
ÍNDICE
66
como a hiperònim que subsumeix forma i funció d’un text. Encara avui en dia
la confusió terminològica abunda en la investigació sobre la matèria. [...] En
un estudi sobre traducció, el factor que ha de guiar les classificacions propo-
sades hauria de ser aquell que responga als interessos del traductor, no del
teòric. […] Per tant, l’interès d’una classificació per gèneres dels textos audio-
visuals només pot interessar al traductor si som capaços: (1) de sistematitzar
les característiques lingüístiques d’aquests gèneres i invitar el traductor a fer
ús d’aquestes convencions (aquesta és una de les tasques de la confecció dels
llibres d’estil de les televisions i dels mitjans de comunicació en general) i (2)
de proposar un repertori d’estratègies de traducció d’acord amb aquestes con-
vencions. I precisament perquè aquestes tasques encara no s’han dut a terme
sistemàticament i, especialment, perquè els estudis de classificacions de gène-
res es queden en meres classificacions que no vénen acompanyades per un
repertori d’estratègies de traducció apropiades per a cada gènere, es comencen
ja a produir afirmacions (potser descoratjadores per a alguns teòrics) que des-
taquen la inutilitat de les classicacions per gèneres per a la pràctica de la tra-
ducció. […] Lamentablement, aquestes divisions i subdivisions aporten ben
poca cosa a la tasca del traductor. L’especifitat dels gèneres no alerta més que
l’ús d’un vocabulari específic que el traductor haurà de conèixer o aconseguir
documentalment. I tampoc no aporta cap diferència respecte a altres modalitats
de traducció. La peculiaritat del treball del traductor de textos audiovisuals no
depèn tant del gènere que ha de traduir com de la configuració textual especí-
fica de tots el gèneres audiovisuals, d’allò que hem denominat el macrogènere
de textos audiovisuals. […] Qualsevol taxonomia és susceptible de crítiques.
L’única defensa d’una taxonomia és que responga a criteris sistemàtics. […]
Com s’observa, l’anàlisi per gèneres a què s’adscriu una funció dominant
continua sent insuficient per als interessos del traductor de textos audiovisuals.
[…] Ja Bettetini (1986, 175-177) parlava de crisi dels gèneres audiovisuals per
a ressaltar el fet que la seua heterogeneïtat formal i funcional feia inútil una
classificació amb objectius analítics.
ÍNDICE
67
aunque en la práctica no hayan sido las más utilizadas. Su relevancia, en lo
que se refiere a la atención merecida por los estudiosos de la traducción, es
sin duda mayor que la de otros enfoques. La razón de la falta de arraigo de
esta tipología entre profesionales y en otros ámbitos de la traducción (diseño
curricular, vida profesional) quizás tenga que ver con el hecho de no estar
vinculada a la organización del conocimiento (con la que no parece guardar
una correlación significativa), mientras que las categorizaciones populares
suelen estar más próximas de la misma.
Aunque existan clasificaciones anteriores de los textos según su función
(pragmáticos y literarios; centrados en el contenido, centrados en la forma,
centrados en la apelación), es la tipología de textos que se desprende de la
clasificación (Texttype) propuesta por Bühler (1979) [1934] para las funciones
del lenguaje (función expresiva, función representativa y función apelativa;
informativa, expresiva y operativa en Reiss y Vermeer, 1996 [1991]) la que ha
tenido una influencia decisiva en los estudios sobre la traducción. Esta clasi-
ficación fue adoptada por Katharina Reiss (2000) [1971], con la aportación,
bastante discutible, de una función audiomediática. De esta autora la tomó
Newmark (1974), refiriéndose a las funciones expresiva, informativa y comu-
nicativa (sin adoptar la función audiomediática). Reiss había incorporado
(1983) a la propuesta de Bühler las funciones fática y poética postuladas por
Jakobson (1960). Posteriormente, esta clasificación ha ido ganando una rique-
za y una complicación notables, gracias a numerosas contribuciones, descritas
especialmente por Elena (2006) pero también por Sánchez (2002) y Fernández
(2000). Merece la pena destacar, como fuente de enriquecimiento, las llama-
das metafunciones (interpersonal, ideativa y textual) de Halliday (1975).
Al igual que en el enfoque por géneros y en el enfoque por temas, se puede
apreciar en el estudio de las funciones textuales dos fases: una descriptiva y
estática, en la que el texto parece tener atribuida una función de modo inhe-
rente, y una segunda, de carácter comunicativo-pragmático, en la que se
asigna al texto su función en el acto comunicativo. En Vermeer (1989a: 95)
–citado en Nord (1997)– función se refiere a lo que el texto significa o se
intenta que signifique desde el punto de vista del receptor. En Nord (1997:
138), función es el uso que el receptor hace de un texto o el significado que
el texto tiene para el receptor. Estos dos posibles enfoques de la función del
texto parecen confundidos en ocasiones. Newmark (1974), por ejemplo,
adopta una postura puramente descriptiva respecto de la función del texto,
aunque en la práctica haya llegado más lejos en sus propuestas de estrategias
de traducción de lo que lo han hecho otros autores.
ÍNDICE
68
TEXT FUNCTION
A B C
TRANSLATION LEVEL
X REFERENTIAL
Y TEXTUAL
Z SUBJECTIVE
A B C
EXPRESSIVE INFORMATIVE VOCATIVE
(1) Typical examples Literature Scientific and technical Polemical writing, publi-
authoritative texts reports and textbooks city, notices, laws and
regulations, propaganda,
popular literature
(2) `ideal´ style Individual Neutral, objective Persuasive or imperative
(3) Text emphasis Source langauge (SL) Target language (TL) Target language
(4) Focus Writer (1st person) Situation (3rd person) Reader (2nd person)
(5) Method ‘Literal’ translation Equivalent - effect trans- Equivalent - effect recrea-
lation tion
(6) Unit of translation Small Medium Large
Maximum Text
Minimum Collocation Sentence Paragraph
(7) Type of Language Word Collocation Compelling
(8) Loss of meaning Figurative Factual Dependent on cultural
Considerable Small differences
(9) New words and Mandatory if in SL text Not permitted unless rea- Yes, except in formal
meanings Leitmotivs son given texts
(10) Keywords (retain) Stylistic markers Theme words Token words
(11) Unusual meta- Reproduce Give sense Recreate
phors
(12) Length in relation Approximately the same Slightly longer No norm
to original
ÍNDICE
69
La inclusión del cuarto tipo de texto al que antes nos referíamos (el audio-
medial, Audio-mediale Texte) ha sido calificada de incoherente por Chaume
(2004: 118), con estas palabras:
ÍNDICE
70
normativa, a los publicitarios y jurídicos. Sin embargo, de acuerdo con esto,
sería lo mismo calificar un texto de jurídico que hacerlo de normativo; sería
lo mismo calificarlo de informativo que de técnico. Un informe financiero
sería entonces un texto informativo-apelativo o un texto jurídico-técnico; una
patente sería un texto normativo-informativo o un texto jurídico-técnico. En
ambos casos, las categorías de las clasificaciones basadas en el tema y la
función resultarían intercambiables. Y en ambos casos se combinan categorías
que, desde una perspectiva clásica, serían, sin embargo, incompatibles.
Respecto a la clasificación de la traducción en equifuncional y heterofun-
cional, según se mantenga la función del texto original o esta cambie en la
traducción, Reiss y Vermeer (1996 [1991]: 36) afirman que «lo más frecuente
es que se produzca un cambio de función». Esta afirmación puede resultar
interesante a efectos teóricos, pero no parecen existir evidencias empíricas
que la respalden. Probablemente, la heterofuncionalidad sea una rareza en la
traducción profesional.
Respecto a las categorías tradicionales en esta tipología, podríamos hacer
notar, aunque sea en un apunte, que si la tercera función, la apelativa u ope-
rativa, debiera servir para proponer formas de traducir distintas, seguramente
necesitaría ser escindida en dos: una persuasiva (publicidad, propaganda) y
otra normativa (legislativa, judicial), ya que, sin duda, se asocian a formas de
traducir muy distintas.
ÍNDICE
71
importante para el traductor»… y poco más. Newmark (1976) [1974] es, pro-
bablemente, el autor que ha llevado más lejos la aplicación de estos elementos
a la visión más práctica (si se quiere, practicista) de la traducción, aunque de
una forma que, a todas luces, podría ser mejorada.
Por otro lado, estas disciplinas relacionadas con el estudio de los términos,
de los lenguajes y de los textos quizás no están aún lo suficientemente madu-
ras ni cuentan con un grado de consenso suficiente en sus comunidades res-
pectivas como para constituir un apoyo firme desde el que los estudios sobre
la traducción puedan proyectarse con solvencia. Veamos algunas muestras de
comentarios realizados por algunos especialistas sobre sus mismas disciplinas
y trabajos:
Depuis 1977, ont eu lieu onze symposiums européens sur les langues de spé-
cialité (lsp). Peut-on parler de «progress» en ce domaine? Le concept de lsp
reste mal identifié; les types d’analyse qu’il entraine sont suffisamment diffé-
renciés pour qu’on doute d’un champ homogène, cohérent, stable; enfin l’in-
terdisciplinarité qu’il appelle reste floue, non validée. Les mêmes problèmes
semblent être récurrents, touchant par exemple la lecture et la compréhension
des textes dits spécialisés, le rapport entre langue et connaissance, la termino-
logie, la fonction des metaphores, etc.
Quant à la traduction, elle a un temps flirté avec les lsp. Il n’est pas sûr que
l’une et les autres aient beaucoup bénéficié de cette rencontre, faute encore de
définition consensuelle […] entre les proclamations triviales et les déclara-
tions de principe, les avancées n’ont guère été en général convaincantes . […]
On le voit, terminologisée ou utilitaire, la notion de lsp s’arrache mal du flou
qui l’entoure: là où on la croit fécondante, elle devient vite stérile et là où on
la croit pertinente, elle devient vite insignifiante. Peut-elle être autre chose
qu’un objet indécis? La définition, même provisoire, des lsp est devenue un
exercice plus qu’acrobatique. Tour à tour langages spécialisés, langues tech-
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72
niques, langues spéciales, sous-langages (accent sur le code), langues profes-
sionnelles (accent sur les acteurs), langues fonctionnelles, langues d’une
branche d’activité ou du savoir, français de spécialité, langue savante, fran-
çais de l’administration, de l’économie, du commerce, du droit, de la méde-
cine, du tourisme, etc. (accent sur le référent), française à ou sur objectif(s)
spécifique(s) (accent sur la matière d’enseignement)… les lsp (toujours quasi-
ment au pluriel) restent souvent marquées par le sigle anglais (lsp=language
for specific purpose). Ces appellations et cette confusion disent toute l’ambi-
guïté d’une «langue» circonscrite tantôt par son public (d’usagers ou d’appre-
nants) tantôt par son contenu, les connaissances de référence qu’elle est sup-
posée véhiculer.
Determinar la noció de text especialitzat no és una tasca gens fàcil. Només cal
fer un repàs del estudis i les definicions que trobem en els diversos àmbits de
la lingüística que més han tractat aquesta qüestió, per adonar-se de la dificultat
de trobar una definició satisfactòria.
Habíamos señalado más arriba que la utilidad para los estudios sobre
la traducción de las clasificaciones que proceden de los campos termino-
lógico, discursivo y textual está condicionada, entre otros motivos, por la
falta de consenso que en estas se observa. Desde nuestro punto de vista,
resulta extraordinariamente difícil distinguir con nitidez las siguientes
categorías:
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suficiente, que debería resultar de una explicitación teórico-práctica adecua-
da, más allá de las generalidades. Cuando las condiciones en que se desarrolla
no son las más adecuadas, porque no existe una explicitación razonada y
suficiente de los objetivos y las pautas que debe seguir, el aprendizaje suele
basarse en la imitación (del modelo del profesor) y en la generalización a
partir de la práctica acumulativa.
Desde nuestro punto de vista, la conveniencia de organizar los contenidos
formativos en base a tipologías de textos (traducción jurídica y económica,
traducción científica y técnica, traducción literaria)… o en base al (supuesto)
nivel de especialización no está, ni mucho menos, suficientemente argumen-
tada.
En ocasiones, los estudios sobre la traducción en su nivel formativo se
muestran permeables a avances de otras disciplinas, aunque lo hagan de forma
vacilante. Así, la denominación primera de traducción general ha sido susti-
tuida en algunos planes de estudio por la de introducción a la traducción,
aunque esa reasignación no haya ido acompañada de su consecuencia lógica:
la extinción de la categoría de traducción especializada, concepto que se vacía
de significado al negar la existencia de la traducción general. Así, Hurtado
(2001: 59) admite la impropiedad de la denominación de traducción general,
pero sigue abogando por mantener la de traducción especializada. Más ade-
lante insistiremos en este asunto.
Seguramente valdría la pena hacer un esfuerzo colectivo para que la for-
mación de traductores se organizara en un futuro inmediato siguiendo crite-
rios didácticos y en torno a la resolución de problemas (por definir), las solu-
ciones de traducción disponibles (por inventariar) y las estrategias que permiten
seleccionar las más idóneas (por elaborar), así como el análisis de los textos
(aunque no con intenciones clasificatorias que conducen a callejones sin sali-
da) y el análisis de la situación comunicativa (social) de la traducción. Con
este trabajo nos proponemos, de hecho, aportar vías de reflexión que, pensa-
mos, podrían resultar útiles para ese cometido.
Aunque juzgamos que los esfuerzos clasificatorios sobre la traducción
resultan de dudosa utilidad, también es cierto que, en general, son práctica-
mente inofensivos (a nivel profesional, asociativo o teórico, por ejemplo). Sin
embargo, la organización de la formación de traductores en torno a esos mis-
mos criterios resulta mucho más cuestionable. En el siguiente capítulo nos
proponemos ofrecer una perspectiva diferente sobre la forma de entender el
espacio disciplinar de la traducción y, por lo tanto, de reorganizar el modo de
enfocar su enseñanza.
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74
1.6. Primeras conclusiones
The idealized model we adopt for studying a scientific subject must relate to
real-world situations and be able to explain physical phenomena; otherwise,
we would be engaged in mental exercises for no purpose. For example, a
theoretical model could be built, from which one might obtain many mathe-
matical relations; but, if these relations disagreed with observed results, the
model would be of no use. The mathematics might be correct, but the underly-
ing assumptions of the model could be wrong, or the implied approximations
might not be justified.
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listas de categorías traductológicas en las que se combinan diferentes criterios
clasificatorios: tema, género, función, especialización del traductor, entorno
socioprofesional de la traducción... con las consecuencias obvias.
Una parte importante de los problemas de este enfoque tiene que ver con
la consideración de opciones binarias, en lugar de continuos con diferencia-
ciones de grado, quizás a partir de una confusión entre las estrategias para la
observación y la explicación de los fenómenos naturales (en los que es posible
establecer una evaluación binaria) y las tecnologías o actividades humanas
(en las que la evaluación se basa en el grado de calidad y las opciones suelen
estar lejos de constituir un inventario cerrado).
Por otro lado, las clasificaciones, en el ámbito de la traducción, reflejan
perspectivas contradictorias. El objetivo de la traducción no es describir sino
comunicar. Algunas herramientas y conceptos teóricos que resultan especial-
mente útiles en las disciplinas de carácter descriptivo (como la clasificación)
no tienen por qué mantener el mismo grado de utilidad en otro tipo de disci-
plinas aplicadas, por lo menos en su dimensión práctica, como aquellas que
se ocupan de la comunicación, a menos que se asocien a modos de actuar
concretos (en nuestro caso, a formas de traducir). Varias de las disciplinas en
las que se han inspirado buena parte de los desarrollos teóricos recientes
en los estudios sobre la traducción han pasado por dos fases: una primera, de
carácter descriptivo, y una segunda, de carácter aplicado-comunicativo. Las
actuales clasificaciones traductológicas que se inspiran en el género, en los
lenguajes de especialidad o en las terminologías, reflejan las contradicciones
derivadas de la convivencia en las disciplinas correspondientes de diferentes
enfoques. A un nivel meramente teórico, hoy en día nadie discute que tanto la
función de un texto como el género al que este pueda adscribirse no son inde-
pendientes de su dimensión pragmática. Si nos referimos a la función, esto
significaría que esta solo puede concretarse si se atiende a la situación comu-
nicativa en la que se genera e interpreta el texto, que parece difícil deducir a
partir únicamente de criterios estructurales. Respecto al género, lo que signi-
fica es que tampoco parece una tarea simple reconocerlo, a no ser que conoz-
camos la situación comunicativa en la que se produce. En la práctica profe-
sional de la traducción, sin embargo, lo cierto es que tanto la función como el
género (o tipo) de los textos originales se deducen con suma frecuencia de su
contenido; que en una parte muy significativa de los casos el encargo de tra-
ducción o escopo es implícito y el traductor deduce el género y la función que
corresponde(rá)n al texto traducido a partir del contenido del texto original,
dado que la situación de equifuncionalidad es absolutamente predominante en
la traducción profesional. El mismo tipo de razonamiento vale para la
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76
terminología que debe ser utilizada, que el traductor profesional deduce de
forma muy generalizada, con criterios meramente intratextuales y no extra-
textuales.
La tendencia observable en los estudios sobre la traducción a la clasifica-
ción se basa en la preferencia que los investigadores de este ámbito parecen
sentir por la descripción frente a la explicación y la predicción. No es descar-
table que esta preferencia tenga algo que ver con la dificultad de predecir el
resultado de una traducción o (en menor grado) de explicar por qué un texto
ha sido traducido de determinada manera, frente a la relativa facilidad de
describir el resultado. De todos modos, parece oportuno preguntarse si es esa
actitud la más adecuada para esta disciplina. Para ello nos interesaremos, en
los próximos apartados, por su naturaleza y por las características que de ella
se desprenden.
No podemos concluir este capítulo sin recordar algo que es evidente: las
clasificaciones rígidas no son los únicos criterios válidos para organizar una
actividad humana (ni probablemente los mejores). Aunque pueda resultar
paradójico, en el próximo capítulo, intentaremos situar la disciplina de la
traducción y algunas de sus posibles especializaciones en una nueva pauta
clasificatoria. Los criterios de los que partiremos tienen en cuenta, sin embar-
go, un hecho que suele quedar desatendido: el ejercicio profesional de la tra-
ducción es, por supuesto, una actividad social (más allá de sus evidentes
dimensiones lingüística, textual y comunicativa); la investigación sobre la
misma también tiene ese carácter; y la formación, que, como antes señalába-
mos, tiene en cuenta (cuando menos idealmente) los intereses de ambos (por
ese motivo nos referiremos a ella), comparte también esa naturaleza. Conviene
apuntar, además, que las herramientas que utilizaremos provienen de otros
ámbitos disciplinares (la sociología de la ciencia, especialmente), en los que
el valor de la descripción, la explicación y también, por supuesto, de la clasi-
ficación, así como la forma de abordar su condición problemática, suelen
recibir un tratamiento sustancialmente diferente del que se les ha dispensado
de forma tradicional en los estudios sobre la traducción (v. por ejemplo Feger,
2001). Veamos si esa forma de contemplar nuestro objeto de estudio nos per-
mite, por lo menos, abordarlo de un modo original.
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2. Notas sobre la constitución,
la evolución y el cultivo
de las disciplinas
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«doctrine» with abstract theory. Given this opposition, we can see why «disci-
pline» might have been chosen to describe the new science based on empirical
methods and claiming objectivity. To call a field a «discipline» is to suggest
that it is not dependent on mere doctrine and that its authority does not derive
from the writings of an individual or a school, but rather from generally
accepted methods and truths.
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2.1. El origen de las disciplinas
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Oversimplifying somewhat, there are two intrinsic motivations for attempting
to forge a new discipline. The first is a felt need to look at old disciplinary
questions in new ways. […] A second intrinsic motivation for banding together
under a new academic flag is that a field itself is new. [...]
But we should not assume that the standing of a domain of study is solely
determined by the nature of the problems being investigated. Academia is
renowned for being a political battleground. «Fields of study» typically do not
get much university funding. Rarely do they garner separate office space,
secretaries, or funding for graduate students. […]
However pure one’s contentive arguments, whether a domain of intellectual
pursuit is dubbed an «area of inquiry», a «field», or a «discipline» tends to
have less to do with the nature of the academic endeavor itself than with poli-
tics and the comfort levels of practitioners.
The answer will depend on the extent to which leading academic institutions
recognize the hiving off in terms of their organizational structures (whether,
that is, they number statistics among their fully-fledged departments), and also
on the degree to which a freestanding international community has emerged,
with its own professional associations and specialist journals. In some of the
typical instances of dispute, certain institutions may have decided to establish
departments in a particular field but may find that the intellectual validity of
those departments is under challenge from established academic opinion (as
has happened in the case of black studies, viniculture and parapsychology).
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De todos modos, insistiendo en la cuestión de la legitimación, conviene
recordar en este punto que la coherencia de una disciplina (la justificación
científica para su existencia académica) puede llegar a responder tan solo a
una lógica académica, a un constructo teórico en el que cobra sentido, inclu-
so más allá de su capacidad de explicarse a sí misma o del hecho de que lo
objetivo de su génesis no sea más que un espejismo. Con las palabras de
Pierre Bourdieu (1984: 64-65):
2.1.2. La especialización
Sin dejar de lado la cuestión del origen de las nuevas disciplinas, recupe-
remos ahora la cita anterior de Baron, a propósito de las motivaciones intrín-
secas y extrínsecas que intervienen en el mismo. De entre las primeras, una
de las más previsibles sería la especialización, que eventualmente conduciría
al desarrollo de nuevas disciplinas autónomas, a partir del cultivo de algún
aspecto relacionado con la matriz original de las mismas. En realidad, algunos
autores incluso prefieren reservar el concepto de disciplina para la dimensión
formativa y el de especialidad para la investigadora. Desde esa perspectiva,
además, las especialidades científicas podrían corresponderse con una única
disciplina, o bien con una intersección de varias de ellas. Para Chubin (1976:
448):
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ment of knowledge in a whole discipline; rather, it originates from and
impinges upon problems that are neither in conformity to the theories and
methods of a single discipline nor discipline-wide in scope and profundity. In
short, disciplines form the teaching domain of science, while smaller intel-
lectual units (nestled within and between disciplines) comprise the research
domain. Within the sociology of science, these units have been termed «scien-
tifc specialties».
There are epistemological reasons: the sheer volume of knowledge and its
rapid expansion compel a scientist to carve out his own niche of expertise.
There are also sociological reasons: Academics achieve status within the pro-
fession by advancing knowledge, a dynamic that requires precise contribu-
tions. Institutions of higher education themselves compete for status, reinforc-
ing the individual’s motivation.
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have already been well explored are, for the most part, to be avoided. The best
promise for making a reputation lies in hitherto neglected or undeveloped
pieces of intelectual territory. Much like frontiersmen in newly discovered
lands, academics seek to corner a patch of ground which they can cultivate
unmolested by others. This process of identifying one’s own specialism helps
to account for the fragmentation of disciplinary groupings.
3. Con palabras más sencillas, aunque igualmente eficaces, Storer (1967: 77) afirmaba unos años
antes, de un modo muy gráfico, que «[...] we have within science a kind of coinage that, while
different from monetary units, serves much the same function for scientists that money serves for
businessmen. Recognition is a kind of abstract, scarce commodity that circulates within science
and serves as an incentive for scientific effort».
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económicas. Como relatan Jiménez-Contreras, de Moya y Delgado (2003:
124):4
The general approach of the cneai falls within the Mertonian scheme of scien-
tific functioning, according to which one of the main driving forces behind
scientists’ academic behaviour is the motivation to achieve recognition by
one’s peers. According to some authors, this approach not only explains scien-
tists’ academic behaviour, but also foments the general coherence and func-
tioning of the system from an economic perspective.
4. Cfr., sobre el impacto de la bibliometría en el sistema científico, Weingart (2005), con refe-
rencias al caso español, precisamente a partir de Jiménez-Contreras, de Moya y Delgado (2003).
En el caso de la traducción (en sentido amplio), del que después nos ocuparemos aquí, existen
algunos trabajos (aunque todavía escasos) relacionados con el ámbito de la cienciometría. V., por
ejemplo, Gile (2000, 2005), Grbić y Pöllabauer (2008).
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86
Becher y Trowler (2001: 72) nos proponen una serie de ejemplos muy
ilustrativos de las clasificaciones que resultan de aplicar el esquema de Law
en algunos ámbitos disciplinarios:
Por otro lado, es interesante notar que, como sugieren los mismos autores,
a partir del trabajo de Bucher y Strauss (1961), la triple distinción entre espe-
cialidades configuradas a partir de la técnica, de la teoría o de un área concre-
ta (technique, theory and subjetc matter specialties, para Law, 1973: 276)
también podría alcanzar, lógicamente, a la práctica profesional, especialmen-
te en lo que se refiere al hecho de que (Bucher y Strauss, 1961: 328)
5. Aunque sea en una simple nota, queremos hacer notar que la cita de Bucher y Strauss que
recogen Becher y Trowler mezcla, sin que se advierta al lector de ese hecho, fragmentos de va-
rias páginas y párrafos del artículo citado (no así la que nosotros reproducimos). Dado que el
resultado parece coherente con las explicaciones de los primeros autores (y, claro está, con las de
los segundos), no merece la pena insistir sobre ello. En otro orden de cosas, en el mismo trabajo
de Bucher y Strauss encontramos otro comentario que, aunque tenga un valor poco más que
anecdótico queremos recuperar, dado que en estas páginas nosotros también nos referimos en di-
versas ocasiones al ejemplo de la medicina para ilustrar alguna explicación: «Medicine is usually
considered the prototype of the professions, the one upon which current sociological conceptions
of professions tend to be based; hence, our illustrative points in this paper will be taken from
medicine, but they could just as pertinently have come from some other professions» (Bucher y
Strauss, 1961: 326).
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87
simultaneous with conceptual developments». En cualquier caso, y para sin-
tetizar todas las referencias anteriores, parece que podríamos asumir los
siguientes corolarios:
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otros escenarios. Es obvio que, en la mayoría de casos (aunque no siempre sea
así) esos individuos persisten, a lo largo de su trayectoria académica, en el
cultivo del mismo espacio, incluso contribuyendo a socializar nuevas promo-
ciones de docentes e investigadores, formados ya en el nuevo nicho especia-
lizado. En el mismo trabajo de Shumway y Messer-Davidow que citábamos
más arriba (Shumway y Messer-Davidow, 1991: 202) podemos encontrar esta
esclarecedora opinión:
Disciplines also serve important general functions for academics […] The first
of these is the Geertzian function of providing academics with a general con-
ception of intellectual existence, a conception of the proper units of knowl-
edge. Disciplines provide dreams and models both of reality and of learning.
They give images of coherent discourse. [...]
A second cultural function of disciplines is that of preventing knowledge from
becoming too abstract or overwhelming. Disciplines legitimate our necessarily
partial knowledge. They define what it is permissible not to know and thereby
limit the body of books one must have read. They provide a specific tradition
and lineage. They provide common sets of research practices that unify groups
with diverse substantive interests. Often, these various limits and canons are
quite arbitrary. What matters is not the particular canonical writer or method
but rather the legitimation of knowing only the one or the other.
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89
algunas características intrínsecas, relacionadas con la propia naturaleza de la
disciplina, que contribuyen a definir a la comunidad que lo cultiva. En el
próximo apartado nos ocuparemos de ello.
En los párrafos anteriores hemos visto que la génesis de las nuevas disci-
plinas está relacionada con diversos factores, como el avance acumulativo del
conocimiento, el modo en que se (re)organiza, o las diferentes estategias a las
que responde su especialización. Nos hemos referido, además, a la necesidad
de tener en cuenta la relación indisociable que existe entre los factores socia-
les y los estrictamente cognitivos, para intepretar este tipo de procesos.
Sin embargo, hasta ahora tan solo nos hemos ocupado de las diferentes
disciplinas de un modo global, haciendo abstracción de sus características
particulares. Aunque la discusión sobre la naturaleza de todas las disciplinas
es un ejercicio que, claramente, excede a los objetivos de este trabajo, cree-
mos que seguramente merece la pena detenernos en algunas consideraciones
sobre los rasgos genéricos que nos permiten clasificarlas.
Una de las más célebres taxonomías diseñadas para clasificar los distintos
tipos de disciplinas, entendidas ahora como las unidades académicas básicas,
las estructuras en las que se asientan la formación y la investigación, es la suge-
rida por Biglan (1973), que parte una matriz en que distingue tres grandes cri-
terios de clasificación de las diferentes áreas: hard/soft, pure/applied y life/
nonlife, que en seguida desarrollaremos, aunque sin tomar en consideración la
última de ellas, dado que, como bien resume Favero (2005: 79), «[...] the litera-
ture finds it less reliable in studying discipline differences».
La propuesta de Biglan ha inspirado un gran número de interesantes dis-
cusiones y aplicaciones, plasmadas en numerosos trabajos, ya desde los pri-
meros años de su formulación. En realidad, incluso resulta fácil encontrar
artículos tempranos que se ocupan de intentar perfilar un estado de la cues-
tión, como ocurre con el trabajo de Creswell y Roskens (1981), así como, por
supuesto, revisiones que matizan la propuesta, como en Kolb (1981). Este
último estudioso parte de metodologías similares a Biglan (una aproximación
empírica, basada en un sistema de encuestas en centros de educación supe-
rior), aunque, mientras que el primero analiza la percepción de los académi-
cos sobre las diferentes áreas de conocimiento, Kolb hace referencia a los
estilos de aprendizaje (de modo que ambas perspectivas se complementan).
No obstante, como señala el propio Kolb, y a pesar del uso de terminologías
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90
diferentes, los resultados no se contradicen en absoluto. De acuerdo con el
mismo autor, las diferentes disciplinas podrían clasificarse en una matriz for-
mada por dos dimensiones complementarias, que presenta de este modo (Kolb
1981: 243):
The results suggest that the commonly accepted division of academic fields
into two camps, the scientific and the artistic, or abstract and concrete [...]
might be usefully enriched by the addition of a second dimension, namely,
active-reflective or applied-basic. When academic fields are mapped on this
two-dimensional space, a fourfold typology of disciplines emerges. In the
abstract-reflective quadrant are clustered the natural sciences and mathemat-
ics, while the abstract-active quadrant includes the science-based professions,
most notably the engineering fields. The concrete-active quadrant encom-
passes what might be called the social professions, such as education, social
work, and law. The concrete-reflective quadrant includes the humanities and
social sciences. Further evidence for the validity of this typology can be seen
in the different ways that knowledge is structured and created in these fields.
6. Aunque se suela atribuir directamente a Biglan, es probable que el primer estudioso en es-
tablecer la distinción entre hard y soft, aplicada a los diferentes dominios científicos, fuese en
realidad Norman Storer, quien introducía además las siguientes precisiones, a propósito de la
producción en los dos tipos de ámbito (Storer, 1967: 79): «If a hard science is one in which error,
irrelevance, or sloppy thinking is relatively easy to detect, then the scientist must take great pains
in his research if he does not wish to be exposed as incompetent. […] In the softer sciences, on
the other hand, where such a high level of rigor is lacking, it is likely that such nonscientific
criteria as relevance to common values or to practical problems, elegance of style, or even the
unexpectedness of one’s findings vis-à-vis common sense, will play a larger part in determining
the acceptance and succes of a contributions». Storer utilizó un peculiar método para establecer
su clasificación, que consistía en tomar en consideración factores como la existencia de forma
lizaciones matemáticas (como indicio del empleo de metodologías rigurosas) y el grado de imper-
sonalidad, supuestamente más elevado en las disciplinas hard, medido a partir de indicios com el
uso de las initials-only footnotes, asumiendo como hipótesis que esta convención es más frecuente
en el caso de las mismas.
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reproducimos las distinciones que resultan del modelo de Biglan, con alguno
de los ejemplos propuestos:
Hard Soft
Pure Matemáticas Humanidades
Ciencias naturales Ciencias sociales
Applied Ingeniería Educación
Medicina Trabajo social
(science-based professions) (social-based professions)
7. Existen también, desde luego, revisiones críticas del modelo, como el detallado y estimulante
trabajo de Stark (1998), aunque el propio autor manifieste que «My intent is not to challenge the
validity of the Biglan classification scheme for arts and science disciplines in research-oriented
universities» (1998: 359).
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resultados de un trabajo empírico llevado a cabo por la autora. Conviene
apuntar que las referencias al High/Low Consensus no hacen sino insistir en
el grado de desarrollo de los respectivos paradigmas (en el sentido seminal de
Kuhn, 1962), de modo que High Consensus y Low Consensus se identifican,
respectivamente, con hard y soft.
High Consensus
Hard/Pure: astronomy, atmospheric science, biology, biochemistry, biophysics, bot-
any, chemistry, entomology, environmental biology, geology, math, microbiology,
physiology, physics, plant pathology, statistics, zoology
Hard/Applied: architecture, agronomy, animal science, computer science, construction
management, dairy science, dental sciences (9 areas), engineering, agricultural engi-
neering, ceramic engineering, chemical engineering, electrical engineering, industrial
engineering, mechanical engineering, nuclear engineering, food and nutrition, food
science, forestry, horticulture, medicine, pharmacology, pharmacy, veterinary science
Low Consensus
Soft/Pure: anthropology, art, classics, economics, English, fine arts, geography,
German, history, history/philosophy of education, modern languages, music, phi-
losophy, political science, psychology, Russian, sociology, speech communications
Soft/Applied: accounting, agricultural economics, allied medical professions, busi-
ness, communications, community/regional planning, education, adult/continuing
education, agricultural education, education administration, education/family
resources, educational psychology, elementary education, industrial arts education,
secondary education, special education, finance, health, P.E./recreation, human
development, journalism, law, management, marketing, natural resources, nursing,
photography, public administration, social work, textiles/clothing, theater, vocational/
technical
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conocimiento al que se adscriben (de acuerdo con la tipología de Biglan), y
que glosamos a continuación:
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la capacidad de atraer recursos externos (aunque la incidencia social
puede variar mucho entre las diferentes disciplinas). Los contenidos
curriculares suelen estar más basados en el estímulo de la capacidad de
los formandos para crear y argumentar sus propios criterios, y la propia
naturaleza y límites de los programas están más sujetos a discusión.
• Los ámbitos de conocimiento soft/applied presentan algunos de los ras-
gos de los ámbitos soft/pure y otros de los hard/applied: la actividad
tiende a ser individual (aunque con matices) y la presión normativa es
modesta, pero suele existir una importante relación con los grupos pro-
fesionales. La orientación del conocimiento pretendido tiene un carácter
utilitario y funcional, relacionado con la interiorización y la mejora de
las habilidades profesionales, generalmente a partir del análisis y la
reproducción de casos prácticos. No es inhabitual recurrir a fuentes de
financiación externa, aunque no deje de ser modesta, ya que los equipa-
mientos necesarios no suelen ser costosos. En el ámbito formativo,
como en el caso de los hard/applied, los currículos contienen aspectos
relevantes que están relacionados con la práctica profesional real.
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95
partir de trabajos de campo, una gran sensación de pertenencia a una tradición
común consolidada, así como de un cierto parentesco intelectual. La sociolo-
gía y las lenguas modernas ejemplificarían, en cambio, las disciplinas diver-
gentes. En el primer caso, puede detectarse de hecho en muchos investigado-
res una cierta reticencia a considerarla una disciplina unitaria, más que un
paradigma global. En el segundo, también podría llegar a discutirse su carác-
ter unitario, en vez de considerarla un simple agregado disciplinar. Es intere-
sante señalar que Becher y Trowler no consideran que convergencia y diver-
gencia sean extremos únicos, sino que existirían disciplinas intermedias entre
ambas posiciones, como la biología, la química o el derecho. La dimensión
urbano/rural aparece mucho menos tratada. En realidad, en opinión de los
autores, tan solo la física serviría como ejemplo de estilo de investigación
sustancialmente urbano (con gran competencia, serias disputas por la priori-
dad y una elevada ratio investigadores/problemas). Por supuesto, sería posible
establecer todo un abanico de lugares intermedios entre los dos polos, para las
diferentes disciplinas.
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96
3. La constitución como disciplina
de la traducción
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97
personal cualificado para alimentar los diferentes espacios profesionales.
Sería un error, sin embargo, concluir de todo lo anterior que cada una de esas
dimensiones es subsidiaria de las demás. Sin ir más lejos, nada ha impedido
durante siglos ejercer la práctica de la traducción a personas absolutamente
despreocupadas (cuando no recelosas) de la reflexión teórica, por ejemplo.
Conviene recordar, además, que la codificación académica de los estudios
sobre la traducción y el momento de mayor expansión de los centros de edu-
cación superior dedicados a este ámbito pueden datarse en la segunda mitad
del siglo pasado, especialmente en el último cuarto del mismo (cfr. Harris,
1997: vii). Seguramente esa juventud explicaría algunas de las características
que presenta. La más obvia sería la falta de una tradición científico-académica
asentada. Por supuesto, con esta afirmación no pretendemos dejar de lado la
importante producción teórica anterior. De hecho, resulta muy significativo el
interés puesto de manifiesto en los primeros años de organización académica
del campo por la compilación de antologías de textos históricos sobre la tra-
ducción (cfr. las de Delisle y Woodsworth, 1995; López, 1996; Castilho,
1997; Fontcuberta, Bacardí y Parcerisas, 1998; Catelli y Gargatagli, 1998;
Lafarga y Pegenaute, 2004…). En cualquier caso, resulta evidente que dichos
textos recopilados presentan un carácter fuertemente especulativo y que, con
pocas excepciones, las antologías cuyo valor es, por cierto, innegable suelen
tener más de colección de opiniones y recetas (más o menos afortunadas, y
generalmente relacionadas con la traducción literaria) que de intentos serios
de generar un ámbito disciplinar organizado.
3.2.1. hard/soft
¿En qué lugar, dentro del esquema de Biglan, cabría situar a la traducción
como disciplina científica? Para empezar, podríamos intentar situarla en el eje
hard/soft, a partir de los parámetros que hemos señalado. La pregunta a la que
deberíamos intentar responder, en este caso, sería la siguiente: ¿puede consi-
derarse o no que la traducción es una disciplina que se apoya en un paradigma
consensual, en la que se aplican rigurosamente las reglas del método científi-
co, que se basa en objetivos claros y bien definidos, que desarrolla y pone en
práctica métodos de estudio contrastados, que cuenta con un arsenal de ins-
trumentos propios y, en síntesis, que posee un estatuto epistemológico rele-
vante?
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98
Como ha referido detalladamente Mayoral (2001, §5 [esp. 89-92] y §7),
resulta difícil, ya para empezar, determinar con precisión cuál es exactamente
el objeto de interés de la traducción. Si partimos de una delimitación racional
del campo científico que nos interesa, no sería descabellado imaginar, intuiti-
vamente, que podría ocuparse del estudio de asuntos tan dispares como los
que describen los siguientes ejemplos:
8. El conocido «mapa» de los estudios sobre la traducción de James S. Holmes (1988), que inclu-
ye en buena medida los ejemplos aquí propuestos –y que ya resulta suficientemente ambicioso–,
ni siquiera llega a perfilar la totalidad del campo (en buena medida, probablemente, por su carác-
ter pionero). Sin ir más lejos, el desarrollo autónomo de ámbitos científico-académicos como la
localización, la traducción audiovisual o, por supuesto, la interpretación (en todas sus dimensio-
nes), dibujan un panorama previsiblemente mucho más extenso.
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99
fuesen compartidas con las ciencias sociales, como señala, por ejemplo,
Nobs (2005: 69-70):
Sin embargo, no parece que ese tipo de argumento permita ocultar la ende-
blez metodológica de buena parte de la investigación en el área (v. Neunzig y
Tanqueiro, 2007: 9):9
ÍNDICE
100
En su afán de parecer más ‘científica’, de obtener el «truly scientific status»
que postulaba Gideon Toury, la traductología fue adoptando el formalismo y
hasta el simbolismo de las ciencias naturales y sociales y fue asumiendo la
metodología y el instrumentario propios de estos enfoques, argumentando que,
por muy bien que unos principios teóricos parezcan explicar los fenómenos
observables en un campo específico, los constructos solo adquieren un valor
científico y epistémico si pueden ser operativizados, es decir, si pueden ser
comprobados mediante una observación sistemática o mediante un estudio
experimental. Sin querer restar importancia a esta tendencia –que sin duda ha
representado un gran paso adelante en nuestra investigación– se empieza a
observar un ‘empirismo por el empirismo’. Se realizan una gran cantidad de
estudios y de experimentos que tratan de cuestiones muy aisladas o de muy
poca relevancia científica («trivial problem, no problem, irrelevant discus-
sion», Chesterman, 1998), o que están mal planteados en lo que se refiere al
diseño experimental (el propio Chesterman critica la argumentación circular,
las generalizaciones ilícitas a partir de casos poco típicos, la confusión entre
correlación y causalidad, la falsa inducción, etc.), prescindiendo muchas veces
de definir un back-ground teórico general en el que deben entenderse los resul-
tados.
con frecuentes ejemplos del ámbito de la traducción. Se trata, en suma (como leemos en la tapa),
de «un pequeño libro de consulta para todos aquellos que se plantean un estudio científico en
traducción, sea una memoria de fin de carrera, un trabajo de máster o un doctorado». Existe en
el mercado un buen número de trabajos de características semejantes, con títulos tan reveladores
como Matemáticas para economistas, Estadística para psicólogos o, incluso, Java technology for
language researchers (por citar ejemplos reales), de modo que habría que saludar con interés la
aparición de obras de este tipo, orientadas al ámbito de la traducción... sin olvidar que, por otro
lado, resultan en sí mismas un indicio muy claro de las lagunas que aspiran a cubrir. A propósito
de los trabajos a los que antes aludíamos, también resulta muy significativa la escasez de volú-
menes dedicados al derecho para traductores, la biología para traductores o a la automoción para
traductores (salvo exepciones puntuales, más o menos valiosas, como Hann, 1992). ¿Será porque
se asume que no se trata de un conocimiento tan especializado que justifique ese tipo de obras?
¿Y será cierto, en cambio, que sí existe una especialización heurística tan notable en el campo
como para justificar trabajos como el de Neunzig y Tanqueiro, más allá de su valor, precisamente,
de vademécum?
ÍNDICE
101
sustancialmente diferentes, cuando no antagónicos (la propia definición
de traducción, precisamente, sería el ejemplo paradigmático).
• El abuso de la introspección como método de observación y de estudio,
así como un uso bastante mejorable de las técnicas experimentales. Uno
de los casos más obvios, al que también se refiere Mayoral, es el empleo
más que discutible de los llamados protocolos de pensamiento en voz
alta (thinking aloud protocols, tap), como instrumento metodológico
para abordar el estudio del proceso de traducción.10 Silvia Bernardini
(2001: 242) sintetiza muy bien la crítica que puede hacerse a la mayoría
de trabajos que se incriben en esta orientación:
Y nos ofrece alguna sugerencia (2001: 259) que, por lo elemental de sus obje-
tivos, seguramente nos podría ahorrar más comentarios, a propósito de la madurez
que (no) habría alcazando el empleo de este tipo de técnicas en el ámbito de la
traducción, para nuestros efectos de intentar clasificarla en el esquema de
Biglan:
10. Los tap son una técnica de obtención de datos que, en síntesis, consisten en hacer que los
propios sujetos que participan en un experimento informen acerca de algún extremo del mismo,
que el observador pretende estudiar (por ejemplo, que verbalicen el proceso que están siguiendo
o que han seguido al realizar una traducción). Este método procede originariamente del campo
de la psicología (v. Ericsson y Simon, 1984) y, en ese ámbito, ya ha sido objeto de intensos
debates a lo largo del último cuarto de siglo (v. p.e. Russo, Johnson y Stephens, 1989). Si bien,
como resume J. Magliano (1996: 274) en su reseña a la reedición de 1993 de la obra de Ericsson
y Simon, «[...] the autors are, unfortunately, overly optimistic regarding the status of verbal re-
ports in mainstream psychology», lo cierto es que los tap continúan siendo utilizado por algunos
investigadores de diversas áreas, entre ellas, como vemos, la traducción y la interpretación (cfr.
Campbell y Wakim, 2007).
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102
Aunque no nos resistimos a reseñar, por igualmente relevadoras, las suge-
rencias con que Orozco cierra un completo repaso bibliográfico a la produc-
ción científica sobre estudios empíricos en el ámbito de la traducción escrita
(Orozco, 2002: 80), para superar unas deficiencias que, en nuestra opinión,
seguramente provocarían sonrojo en investigadores de otros ámbitos, si
alguien se las hiciera notar en sus propios trabajos:
ÍNDICE
103
en el ámbito de la traducción. No obstante, hablar de un paradigma único y de
un alto nivel de consenso se nos antoja bastante más problemático, y también
cabría plantearse si la traducción como disciplina ha desarrollado instrumen-
tos científicos y metodológicos propios, que nos permitan hablar de una
heurística autónoma, o bien si su estrategia pasa por una importación selecti-
va de recursos e instrumentos de otros ámbitos.
3.2.2. pure/applied
ÍNDICE
104
Decíamos que sus argumentos resultaban interesantes porque, haciendo
abstracción de la referencia a la lingüística, ciertamente resbaladiza en el
campo que nos ocupa, los criterios utilizados parecen bastante reveladores. En
efecto, es muy común imaginar que las disciplinas aplicadas se limitan a lle-
var a la práctica los desarrollos abstractos de sus correlatos teóricos. Lo cier-
to es que resulta mucho más interesante (y, seguramente, mucho más ajustado
a la realidad), considerar que las disciplinas aplicadas (en general) no tienen
por qué estar determinadas a priori, sino que pueden aparecer para dar solu-
ción a problemas concretos. Desde este punto de vista, que refuerza la consi-
deración de su autonomía, la distinción entre disciplinas teóricas y aplicadas
tiene más que ver con la orientación del conocimiento. No se trata de que
únicamente las disciplinas teóricas generen conocimiento y las aplicadas lo
pongan en práctica, sino que las disciplinas aplicadas también crean conoci-
miento, solo que siempre como respuesta a una finalidad específica.
Creemos que es posible poner en relación las observaciones anteriores con
las palabras de Mayoral (2001: 26), cuando afirma que «Existen otras disci-
plinas cuyo objetivo principal no es observar, describir y predecir la realidad,
como es el caso de las ciencias, sino contribuir a la ejecución eficaz de tareas
relacionales: se trata de las técnicas o tecnologías […]». Y conviene recordar
ahora que, en su opinión (2001a: 31), «Sea cual sea el punto de vista adopta-
do, no parece descabellado aceptar […] que los Estudios de Traducción pue-
dan ser considerados como una tecnología». Desde ese punto de vista, a la
traducción, como disciplina applied, le correspondería la misión nada trivial
de desarrollar y de hacer progresar una forma de conocimiento práctico: las
técnicas de comunicación interlingüística mediada. Por supuesto, no parece
que ello implique tener que renunciar a la investigación teórica, aunque no a
costa de ese objetivo (ni tampoco completamente encorsetada por él).
Podría matizarse (o replicarse) que los estudios sobre la traducción no
tienen por qué priorizar ese tipo de asuntos y que las discusiones sobre la
naturaleza social o filosófica de la traducción, como modo de comunicación
humana (incluyendo desde las orientaciones psicoanalíticas, feministas,
posestructuralistas, etc., hasta el tipo de especulación más radical, aquel que
cuestiona la posibilidad misma de traducir) también podrían tener un lugar en
la disciplina. Más todavía: sería absurdo negar que los ejemplos de trabajos
académicos sobre ese tipo de asuntos son abundantísimos y, de hecho, hasta
hay autores que opinan sin tapujos que es precisamente ese tipo de orientación
el que da la medida de la madurez en los estudios sobre la traducción. Así,
para Vidal Claramonte (1998: 8):
ÍNDICE
105
Aunque el ser humano ha traducido desde siempre, ha sido con el advenimien-
to de la aldea global cuando más en serio se ha tomado la traducción. Pero en
mi opinión lo más interesante es que esta disciplina ha ido evolucionando a la
par de los cambios acaecidos sobre todo en la segunda mitad del siglo. Ha
sabido adaptarse a las extraordinarias modificaciones que ha supuesto para
el intelecto el paso de una filosofía fuerte a otra que apostó por lo banal, por el
pastiche y por el simulacro. Las teorías traductológicas han pasado de la defi-
nición que diera Catford de la traducción a la ofrecida por Toury, a los estudios
interculturales de Bassnett o Lefevere o a la incorporación de la diferencia, del
Otro, en las teorías postcoloniales y feministas de la traducción.
Only when they have done all this should chair theorists be allowed to indulge
in cogitation about Plato’s Ideal Chair and the ‘chair an sich’, and to ask dif-
ficult questions like ‘Are chairs possible?’, ‘Is a chair still a chair, even when
there’s no one sitting there?’, etc.
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106
estos últimos son los prioritarios. Por supuesto, el uso de la metáfora sobre la
Chair Theory constituye una trampa conceptual: es evidente que la fabrica-
ción de un bien material y la intermediación comunicativa no son fenómenos
epistemológicamente homologables, como no lo son sus resultados, los agen-
tes implicados ni los procesos en que intervienen. Pero merece la pena tener-
la en consideración para no perder de vista que, como apuntábamos al princi-
pio de esta sección, la traducción es (o, cuando menos, es también) una
práctica profesional, con independencia de que se constituya en un dominio
científico y un espacio académico. En consecuencia, parece sensato imaginar
que la traducción como disciplina debería incluir necesariamente entre sus
objetivos el estudio, el desarrollo y el perfeccionamiento de la(s) técnica(s)
relacionada(s) con el ejercicio práctico de la misma. Ello no obsta, por
supuesto, para que no sea legítimo generar remontes teóricos a partir del ejer-
cicio de la técnica, o bien a propósito de cualquier aspecto relacionado con la
misma, sino todo lo contrario. Sí que convendrá recordar, en cualquier caso,
que aquello que la comunidad profesional de estudiosos que cultiva la disci-
plina entiende por traducción no necesariamente tiene por qué coincidir con
aquello que entiende el conjunto de la sociedad y, de forma más específica, aquel
subconjunto de la misma que tiene en la práctica de los servicios lingüísticos
su nicho profesional. En realidad (y no tiene nada de paradójico), el nicho
profesional de los primeros no es exactamente el mismo. Se trataría, en su
caso, de investigar sobre el fenómeno de la traducción, para describirlo, para
entenderlo y para explicarlo a partir de diferentes enfoques y puntos de vista
(la práctica profesional es, por supuesto, uno de ellos),11 y de transmitir cono-
cimientos sobre el campo a los formandos (conocimientos de los que forman
parte, aunque no de manera exclusiva,12 los relativos a la práctica profesio-
11. Pero no, desde luego, el único. Una consecuencia lógica de considerar a la práctica de los
profesionales como la única fuente de conocimiento posible para estudiar la traducción, sería
que la formación de traductores estaría basada, fundamentalmente, en la imitación (recuérdese lo
que apuntábamos en el primer capítulo de este libro, a propósito de las implicaciones didácticas).
En el mismo trabajo citado, podemos encontrar un nuevo ejemplo-metáfora interesante, sobre la
aplicación de esas premisas para otra disciplina técnica (Chesterman y Wagner, 2002: 4-5): «Ima-
gine a doctor or a nurse newly arrived in a remote African country, faced by a malaria epidemic.
What could they do? Just ask around and copy the others? Would they be expected to rediscover
the aetiology of malaria, study the life cycle of the mosquito, and find a cure, without any guid-
ance from their own theoretical training or from the research scientists and epidemiologists back
home? These are all rhetorical questions, of course».
12. Parece que, cuando menos en el caso de las titulaciones universitarias (especialmente los
doctorados, pero también en buena medida los grados), que habilitan para el ejercicio de la
actividad investigadora, además de la práctica profesional, determinados conocimientos
ÍNDICE
107
nal). La síntesis obvia es que los límites de la traducción como objeto de
estudio (su espacio científico-académico) no tienen por qué coincidir exacta-
mente con los de su ejercicio profesional. Nuevamente con las palabras de
Mayoral (2003: 117), «[…] translation as a theoretical object of study does
not correlate with the boundaries of translation as a professional activity.
Consequently, the concepts and problems for translation scholars and profes-
sionals are different to a certain extent».
En cuanto a las últimas dos dicotomías adicionales que más arriba apun-
tábamos, no parece, desde luego, que podamos atribuir a la comunidad disci-
plinaria de la traducción un carácter convergente: ni presenta unos límites
sólidamente marcados (de hecho, nos habíamos referido a su peligrosa ten-
dencia centrífuga), ni su estructura está basada en una serie de presupuestos
epistemológicos compartidos. Precisamente el escaso nivel de consenso
alcanzado hasta el momento, así como la dispersión de los objetivos, hablaría
claramente en favor de su carácter rural, en los términos de Biglan.
En realidad, el carácter divergente y rural de la disciplina se manifiestan en
la pluralidad de las aproximaciones y la naturaleza (anárquicamente) heterogé-
nea de las mismas, al margen de cualquier paradigma consensuado o siquiera
de modas universales entre los cultivadores (como veíamos a propósito de la
clasificación hard/soft). Por poner un ejemplo, en un periodo de apenas tres o
cuatro años es posible detectar publicaciones del mainstream con abordajes que
parten de herramientas conceptuales y referentes epistemológicos tan alejados
como la sociobiología (Chesterman 1997), la teoría poscolonial (Robinson,
1997; Carbonell, 1997), la lingüística in extenso (Muñoz Martín, 1995; Fawcett,
1997), la lingüística textual (Trosborg, 1997) o la teoría feminista (Simon, 1996;
von Flotow, 1997), al lado de otros que intentan desarrollar modelos eclécticos
(Hatim y Mason, 1997), que persisten en desarrollos teóricos propios, más o
menos autónomos (Lvóvskaya, 1997; Nord, 1997), o que tienen una vocación
estrictamente técnico-práctica (Esselink, 1998).
transdisciplinares –especialmente los relacionados con las reglas del método científico– resul-
tan imprescindibles.
ÍNDICE
108
al tiempo que nos hemos hecho eco de su carácter decididamente práctico
y aplicado, creemos que sería legítimo ubicar a la traducción como disci-
plina en el ámbito soft/applied (divergente-rural), como pretende reflejar
el siguiente esquema:
Hard Soft
Pure
Applied Traducción
Por supuesto, este modo de categorizar como disciplina los estudios sobre
la traducción admite (y necesita) un mayor grado de detalle. Para empezar,
podemos recordar que nada obsta para que una disciplina diferente pueda
proporcionar contenidos e instrumentos a un ámbito disciplinario claramente
autónomo (y tanto en lo científico y lo académico como en lo profesional).
Sin ir más lejos, eso es lo que ocurre con las matemáticas con respecto a la
economía, a la estadística o a la ingeniería; con la química respecto a la medi-
cina o la farmacología, etc. (está claro, por cierto, que esta circunstancia
nunca legitimaría identificar a la estadística con matemáticas aplicadas, o a la
farmacología con la química aplicada tout court). En nuestro caso, parece que
ese sería el papel que tendrían reservado en nuestra disciplina las lenguas
modernas, la terminología13 o la documentación.14 Cada una de ellas tendría
13. Una argumentación detallada de la ubicación en el esquema de Biglan de todas las disciplinas
a las que aquí hacemos referencia excedería, con mucho, los propósitos de este trabajo. Sirva
como ejemplo de esa dificultad, la categorización que sugiere Teresa Cabré (1995) para el caso de
la terminología, como una «disciplina interdisciplinar» (?): «[...] asumimos que la Terminología
es una interdisciplina, constituida por elementos procedentes de las bases de la lingüística, de la
ontología y de las especialidades, ligada necesariamente a la documentación, de la que se sirve y
a la que sirve, y usuaria, y al mismo tiempo contribuyente, de las nuevas tecnologías de la infor-
mación. Es una disciplina, en el sentido de que posee unas bases teóricas delimitadas y un objeto
de estudio definido. Como disciplina tiene, como cualquier otra materia, una vertiente teórica y
una vertiente aplicada y genera unas aplicaciones específicas. Su vertiente teórica responde a un
modelo determinado, coincidiendo, en parte (aunque sólo en parte), con el de la lingüística. No
es, por lo tanto, una disciplina original en su sentido más pleno, sino una disciplina deudora de
otras materias, de las que toma determinados fundamentos». Diez años después, aparentemente,
se seguiría insistiendo en el carácter interdisciplinar de la terminología (v. Cabré, 2005), aunque,
a la vista de estas mismas afirmaciones, no parece que su ubicación –en el caso de ser considerada
una disciplina unitaria– fuese muy diferente de la que aquí proponemos.
14. A propósito de la documentación, podemos hacer notar, como curiosidad, que algunos autores
como Withmire (2002) han argumentado la validez del modelo de Biglan a partir de la existencia
de pautas de comportamiento diferentes en las tareas de búsqueda de la información entre los
ÍNDICE
109
su propia ubicación disciplinaria, sin que eso tenga por qué impedir que todas
puedan, al mismo tiempo, suministrar saberes específicos (a los que aquí nos
referiremos como contenidos) para la disciplina de la traducción.
Hard Soft
Pure Lenguas modernas
Applied Traducción
CONTENIDOS
Lenguas modernas
Documentación
Terminología
Documentación
Terminología
estudiantes de los diferentes tipos de disciplinas. Vale la pena apuntar, para nuestros efectos,
que en el mismo trabajo se observa que (2002: 637): «[...] according to the Biglan model, the
library and information science discipline is associated with the soft, applied, and life systems
dimensions».
15. De hecho, podemos hablar de una teoría feminista de la historia o de la economía, de una
sociología o de una filosofía feministas, de un modo análogo al que lo haríamos de una teoría
marxista de la historia o de la economía, o de una sociología o una filosofía marxistas, por utilizar
un ejemplo obvio. En realidad, algunas cultivadoras de la teoría feminista han manifestado su
disgusto por el hecho de que con frecuencia se tienda a limitar el alcance de la misma a la filosofía
y los estudios literarios, incluso en publicaciones especializadas, como denuncia Sylvia Walby
(2000: 238): «Currently feminist theory is dominated by those drawn from philosophical and liter-
ary disciplines. For instance, the advisory board of Feminist Theory is drawn disproportionately
ÍNDICE
110
3.3. Las especialidades de la traducción y la traducción especializada
from these disciplines at the expense of those from numerate disciplines, such as economics and
geography. Within the literary disciplines the nature of the typical object of analysis, written text,
and the practices of its collection, sifting and analysis are often different from those social science
disciplines where the object of analysis may not take the form of a written text, but instead involve
statistics. Yet analysis of data, whether it be text or statistics, is a key element in all disciplines.
It would be a pity if the methodological shorthand of the literary disciplines were to dominate
feminist theory. To reiterate, feminist theory is not a subbranch of critical theory, but much more
wide-ranging, including the full range of at least the human sciences».
16. No resulta nada sorprendente, por ejemplo, que una de las publicaciones más especializadas
de ese ámbito, Machine Translation, aparezca clasificada en la prestigiosa base de datos para
investigadores SpringerLink dentro de la colección Journals in Artificial Intelligence al lado de
otras como Annals on Mathematics and Artificial Intelligence, Automated Software Engineering,
Cognition, Technology and Work, o Statistics and Computing (v. <http://www.springer.com/com-
puter/artificial?SGWID=0-147-12-114571-0>).
ÍNDICE
111
a uno de los manuales de referencia sobre este ámbito (Hutchins y Somers
1992: 11), sus autores declaran que:
Este libro tiene como objetivo permitir que los profesores de universidad, tanto de
licenciatura como de postgrado, cuenten con un buen texto de apoyo para introdu-
cir a sus alumnos en la traducción automática. Pero, además, este libro puede
servir para documentar programas docentes de lingüística o de informática, en
materias como la lingüística computacional o la inteligencia artificial. […]
Una segunda categoría de lector será el investigador sobre cualquier área del
procesamiento del lenguaje natural que busque una visión de conjunto, tanto
de los problemas como de los métodos y técnicas que se aplican a la traduc-
ción automática. De hecho, muchos profesionales de la inteligencia artificial,
de las ciencias cognitivas, de la recuperación documental y de las industrias
de la lengua en general muestran un interés cada vez mayor hacia los resul-
tados de la investigación en torno a la traducción automática. Asimismo, los
teóricos de la lingüística son cada vez más conscientes de que tales progra-
mas pueden proporcionar campos de prueba importantes a sus hipótesis
sobre el lenguaje.
17. En realidad, aunque con carácter excepcional, existen incluso enfoques pedagógicos para
materias académicas como la informática aplicada a la traducción (que, hasta el inicio del proceso
de adaptación al Espacio Europeo de Educación Superior tenía en el Estado español un carácter
troncal), en los que la traducción automática recibe un tratamiento privilegiado (cfr. Forcada y
Pérez Ortiz, 2007, para el caso de la Universitat d’Alacant).
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112
cios de traducción, como el de Reineke y Sánchez León (2005), o sobre la
idoneidad de la presencia de la informática y las nuevas tecnologías en la
formación de traductores, tanto de ámbito europeo (como el letrac, en
Reuther, 1999), como estatal (v. aneca, 2004, para el caso español).
Existe, sin embargo, un perfil especializado de los estudios sobre la tradu-
ción, relacionado con las nuevas tecnologías de la información y las comuni-
caciones, que presenta unas características bien diferentes. Se trata de la
localización. De acuerdo con la definición que propone la asociación sectorial
Localization Industry Standards Association (lisa) <http://www.lisa.org/
What-Is-Globalization.48.0.html>:
Localization refers to the actual adaptation of the product for a specific market.
It includes translation, adaptation of graphics, adoption of local currencies, use
of proper forms for dates, addresses, and phone numbers, and many other
details, including physical structures of products in some cases. If these details
were not anticipated in the internationalization phase, they must be fixed dur-
ing localization, adding time and expense to the project. In extreme cases,
products that were not internationalized may not even be localizable.
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113
Twenty years ago, «localization» as a profession and industry did not exist. In
the intervening two decades, localization has emerged as a profession related
to, but distinct from, translation, and as an industry in its own right that «has
grown to the point where the 20 largest it companies alone are leveraging
around usd 1.5 billion a year to generate sales of some usd 15 billion, an
incredible roi of over 1000%» (lisa, 2003: 18).
But for the moment, the mistreatment of translators should underlie yet
another lesson for translator trainers: teach your students to do more than
translate. Often it is only by moving into the more high-tech sectors, or by
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114
becoming project managers, that our graduates really find liveable long-term
employment. If we prepare them for no more than narrow linguistic replace-
ment tasks, they will be no more than foot-soldiers in battles of which they will
have neither vision nor control.
Hard Soft
Pure Lenguas modernas
Applied [Ciencias de la Traducción
computación -
lingüística CONTENIDOS
computacional] Lenguas modernas
Traducción automática Documentación
Terminología
Traducción asistida por
computador (inc. traduc-
ción automática)
ESPECIALIDADES
Localización
Documentación
Terminología
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115
3.3.2. El concepto de traducción especializada
Aún siendo conscientes de que este punto de vista quizás no sea el más
común en la literatura sobre el tema, asumimos, a partir de la exposición
18. Con las transparentes palabras de Bucher y Strauss (1961: 328), nuevamente a propósito de
los cultivadores de diversas especialidades médicas: «They read a variety of journals, too; and the
journals a man reads, in any brach of medicine, tend to reflect his methodological as well as his
substantive interests».
ÍNDICE
116
anterior, que sería legítimo considerar las siguientes especializaciones (o espe-
cialidades, que en este momento utilizamos como sinónimos) de la traducción-
disciplina, con los matices que después veremos, aplicando la clasificación de
Law:
Vale la pena hacer notar que, como ocurre en otros ámbitos disciplinares, nada
impide que especialidades de diferente tipo puedan coincidir en sus objetivos. Por
volver a utilizar un ejemplo del campo técnico al que ya hemos recurrido en varias
ocasiones, piénsese en lo natural que resultan los solapamientos (o la colabora-
ción, si se prefiere) entre especialidades médicas tecnológicamente determinadas
(como la radiología) y otras sectoriales (por ejemplo, la urología), que hasta sue-
len tener objetivos compartidos como puede ser la elaboración de diagnósticos
(tanto en la práctica clínica como en la práctica investigadora). Dentro del ámbito
de la traducción-disciplina, también son perfectamente imaginables, por ejemplo,
la actuación de intérpretes ante los tribunales de justicia (de hecho, en el Estado
español es una actividad profesional relativamente regulada), la traducción para
el subtitulado de documentales de carácter científico o la investigación relaciona-
da con cualquiera de estos dos ámbitos.
Recordemos que ya habíamos anticipado que una clasificación como la de
Law no solo era aplicable para los métodos de investigación, sino también para
la práctica profesional. Además, dadas las especificidades del ámbito discipli-
nario del que nos ocupamos, tal y como lo hemos caracterizado, investigación
y práctica profesional mantienen una estrecha relación. Así, cuando calificamos
la localización de technique- or methods-based specialty tenemos en cuenta que
implica la puesta en funcionamiento de unas técnicas y de unos métodos espe-
cíficos, relacionados con su naturaleza y características (conocimientos relati-
vos a los formatos y soportes digitales, los lenguajes de programación o el
software específico, por ejemplo) que no son comunes a otras prácticas profe-
sionales. ¿Podría la investigación (y la formación) obviar ese hecho?
Un poco más arriba hacíamos referencia a la posibilidad de confluencia
entre diferentes especialidades, tal y como aquí las hemos definido. La
siguiente cita, en la que Frederic Chaume (2002: 2) se refiere de algún modo
a esa circunstancia, con ejemplos similares a los que proponíamos, nos per-
mite adentrarnos, además, en un tipo de discusión diferente.
ÍNDICE
117
All told, audiovisual translation should not be considered as specialised transla-
tion. Indeed, the contents of audiovisual texts mean that their translation is much
closer to what it is usually called «general translation», defined (by Vega 1999:
250, my translation) as «an initiation to the translation that is practised with texts
that are easily assimilable for people with an average level of education». This
definition fits neatly with the intentions of those who produce audiovisual texts,
especially where they are destined to be broadcast on television. Audiovisual
translation can, of course, be relatively specialised too, inasmuch as the mass
media allows this, since different audiovisual texts can deal with «subject matter
that does not belong to the sphere of daily life [...] (mainly scientific, technical,
legal, economic and commercial)» (Vega 1999: 250). Audiovisual translation is
thus opposed to written or oral translation, and not to legal, technical or scien-
tific translation, because these fields can be broached by the written, oral or
audiovisual texts that the translator manipules.
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118
Nos referimos a la traducción de textos dirigidos a especialistas y dirigidos a los
llamados lenguajes de especialidad: lenguaje técnico, científico, jurídico, econó-
mico, administrativo, etc. Preferimos la denonimación traducción de textos espe-
cializados (o géneros especializados) a la de traducción especializada, ya que,
estrictamente hablando, toda traducción (literaria, audiovisual, etc.) es especializa-
da en el sentido que requiere unos conocimientos y habilidades especiales.
19. La traducción literal ‘especialidades temáticas’ no haría justicia a las especificidades de las mismas.
ÍNDICE
119
de los contenidos y de las propias fronteras resulta esencialmente difusa, aun-
que, por supuesto, existen especialidades sectoriales cuya codificación social
está más afinada, en respuesta a circunstancias como las siguientes:
ÍNDICE
120
(<http://www.termcat.cat/dicci/esports_olimpics>, consulta: 29-01-08). Y, de
hecho, comprobaremos que hasta existen agencias de traducción que ofrecen
servicios como el siguiente:21
Pero ¿el hecho de que todas las áreas indicadas tengan algo que ver con
el deporte sería suficiente para considerar la traducción deportiva un ente
unitario, a los efectos de su tratamiento profesional (más allá de la estrategia
publicitaria evidente a la que responde esta página)? Desde luego, no lo
parece. ¿Bastaría para dotar de entidad a una disciplina autónoma, o incluso
a una especialidad científica? Francamente, lo dudamos... a menos, por ejem-
plo, que algún centro académico decidiera adoptarla y que se generasen y
ÍNDICE
121
consolidasen una comunidad investigadora y profesional que la cultivasen y la
desarrollasen, quizás a partir de algún impulso institucional. La noticia que
recoge el portal Terminometro, a propósito de los glosarios del termcat a los
que antes nos referíamos, alude, precisamente, al último de los factores que
acabamos de señalar. En efecto, los Juegos Olímpicos celebrados en Barcelona
en el año 1992 crearon unas importantísimas necesidades de traducción de tex-
tos relacionados de algún modo con el mundo del deporte. Para auxiliar el tra-
bajo del personal que debía atenderlas, los especialistas generaron una impor-
tante cantidad de material terminológico, que es el que ahora recoge el termcat
(<http://www.terminometro.info/modules/articles/sites/index.php?ln=es>):
Fuente: Termcat
Secciones: Terminología · Diccionarios y afines
Publicado(a) el: 29/08/2008
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122
aquello que es académicamente y socialmente reconocido como tal encierra
un argumento circular evidente. Es probable que así sea. Pero, desde luego,
utilizarlo no resultará más perjudicial que mantener el prejuicio esencialista
de considerar que los espacios académicos están determinados naturalmente
y que tienen una existencia objetiva, más allá de cualquier duda razonable. De
hecho, esa supuesta argumentación circular parece gozar de muy buena salud
en nuestro ámbito de conocimiento. Véase si no el siguiente ejemplo reciente
(Muñoz Miquel, 2009: 158):
ÍNDICE
123
lugar, porque es evidente que algunas de las características lingüísticas, sobre
todo la terminología especializada, textuales, como las convenciones de pre-
sentación y redacción de cada especialidada [sic], y extratextuales, como la
bibliografía sobre las diferentes disciplinas, los principales congresos y asocia-
ciones, las publicaciones y sus características, las expectativas de los clientes
de cada profesión, etc., permiten una diversificación suficiente como para
permitir su agrupación en asignaturas independientes.
Debemos recordar, para recuperar nuestro hilo discursivo, que los párrafos
anteriores pretendían responder a una pregunta sobre la posibilidad de equi-
parar como especialidades la localización y la traducción médica y, por exten-
sión, las technique- or methods-based specialties y las subject matter special-
ties. Para ello nos hemos referido a la notable dificultad de delimitar las
segundas, las especialidades sectoriales (en la que todavía insistiremos) sobre
todo si se pretende hacer abstracción de los indicios de la naturaleza social de
su génesis y concebirlas apenas como entidades determinadas por una difusa
unidad temática, ciertas especificidades lingüísticas (ya sean textuales, gené-
ricas y/o terminológicas) y, quizás, algunas peculiaridades extratextuales. Por
supuesto, con estas afirmaciones no pretendemos restar un ápice de valor a
ese tipo de especialidades, sino (re)ubicarlas en su contexto científico-acadé-
mico adecuado, entre otros motivos para invitar a reflexionar sobre la conve-
niencia de trasladar de algún modo a la formación unas diferencias que pare-
cen palmarias a nivel cognitivo y epistémico (si los saberes son diferentes, las
estrategias para adquirirlos probablemente tampoco serán idénticas).
Llegados a este punto, se hace necesaria una reflexión semejante, a propó-
sito de aquellas especialidades que eran designadas como theory-based spe-
cialties, en el modelo de Law (1973). Parece que la referencia a las especiali-
dades en el caso de las disciplinas de lenguas modernas o economía que
recogía la cita de Becher y Trowler (2001: 72) que más arriba reproducíamos,
nos podría dar alguna pista. Recordemos que catalogaba como «especialida-
des basadas en la teoría» la deconstrucción, en el primer caso, y el monetaris-
mo, en el segundo. Nótese, a la vista de los ejemplos, que aquello que aquí
llamamos theory-based specialties parece coincidir con lo que es más común
denominar escuelas (o escuelas de pensamiento). Significativamente, las res-
pectivas disciplinas-matriz de nuestros ejemplos aparecen catalogadas en el
ámbito soft-pure en las clasificaciones que hasta ahora hemos visto (con mati-
ÍNDICE
124
ces para el segundo caso, como el que sugerían Becher y Kogan, 1992: 90,
v. supra).
Desde nuestro punto de vista, y a la vista de los ejemplos propuestos,
quizás resultase oportuno incluir en este categoría, en lo que a la traducción-
disciplina se refiere, especialidades como la misma deconstrucción (cfr. p.e.
Vidal Claramonte, 1995), la antes citada teoría feminista (von Flotow, 1997)
o la teoría poscolonial (Carbonell, 1997; Robinson, 1997). No obstante, y
siempre en nuestra opinión, no podemos dejar de hacer notar lo siguiente:
ÍNDICE
125
(v. p.e. Nord, 1997). Obviamente, resulta harto difícil poner en relación
con la práctica profesional (señal de identidad de la traducción-discipli-
na, como recordamos una vez más) a este tipo de especializaciones
teóricas, quizás con la significativa excepción de la última citada.
Nótese que, por paradójico que pueda parecer, desde este punto de vista la
llamada traducción especializada no sería en sí misma ninguna especialidad
de la traducción-disciplina (por lo menos, no una especialidad unitaria), sino
una designación global para el conjunto de las subject matter specialties. Por
cierto que los límites difusos entre las mismas y el hecho de que su compar-
timentación responda, como hemos argumentado, a criterios que distan
mucho de ser consensuales, se manifiestan en las designaciones globales del
tipo de traducción científico-técnica (que podría incluir la traducción de tex-
tos temáticamente tan alejados como un manual universitario de álgebra y el
prospecto de un medicamento); de traducción literaria (¿la traducción teatral
o la de la ópera lo son, en la misma medida que la de la poesía?); o de la
mencionada traducción jurídica (sobre cuya espinosa caracterización ya nos
hemos detenido en el primer capítulo de este volumen). Obsérvese, a propó-
sito de esta última, que consideramos a la traducción oficial un caso aparte
(una technique- or methods-based specialty), dado que, sin duda (y por defi-
nición), su ejercicio comporta una metodología absolutamente específica, la
activación de un protocolo estricto, que de hecho está legalmente codificado
(y la codificación legal es una forma extrema de sanción social que, al cobrar
la forma de habilitación, delimita nítidamente un grupo profesional).
Por otro lado, la reconfiguración que sugerimos para el marco disciplina-
rio de la traducción tiene la ventaja de acabar con la distinción poco afortuna-
da entre traducción general y traducción especializada. Desde nuestro punto
de vista, hablaríamos siempre y únicamente de una especialidad sectorial, con
ÍNDICE
126
textos de partida y destinatarios distintos, lenguas distintas, un ámbito temá-
tico distinto, criterios de textualidad distintos, terminología distinta, convencio-
nes profesionales distintas, codificación social distinta... En realidad, la especia-
lidad (o la sectorialidad, si se prefiere) es el factor que acerca a la realidad a lo
que, de otro modo, no sería más que un ejercicio intelectual. Por decirlo de un
modo sencillo: nadie traduce textos sobre ningún tema, para nadie y para
nada. Esa práctica estaría más próxima de los objetivos de la lingüística con-
trastiva, cuya ubicación disciplinar la situaría, probablemente, en la casilla
soft/pure, lejos del espacio que nos ocupa.
ÍNDICE
127
Hard Soft
Pure Física Lenguas modernas
Matemáticas Teoría de la literatura
Biología Comunicación oral (oratoria pública)
Economía
Applied [Ciencias de la Traducción
computación -
lingüística CONTENIDOS
computacional] GENERALES ESPECÍFICOS
Traducción Lenguas modernas Derecho
automática Traducción asistida por Comunicación
Medicina computador + Tradución audiovisual
Ingenierías automática Teoría de la literatura
Documentación Comunicación oral
Terminología (oratoria pública)
Medicina
Gestión y adminis-
tración pública
Física
Matemáticas
Biología
ESPECIALIDADES
Técnico-metodológicas Sectoriales
Localización Traduccción
Traducción audiovisual jurídica
Traducción oficial Traducción literaria
Interpretación Traducción
científico-técnica
Teóricas (inc. traducción
Deconstrucción médica, traducción
Traducción feminista técnica....)
Traducción poscolonial
Hermenéutica
Funcionalismo
Documentación
Terminología
Derecho
Comunicación audiovisual
Gestión y administración pública
ÍNDICE
128
3.3.2.4. El problema de la delimitación de las especializaciones sectoriales
22. V. <http://www3.imperial.ac.uk/humanities/translationgroup/mscintranslation/coursestructure/
coremodules> [consulta: 12-02-09]
ÍNDICE
129
Translation, en función del tutor’s background resulta muy llamativa, desde
luego (y más abajo volveremos sobre ella). Y la Technical Translation parece
identificarse aquí meramente con el trabajo documental, por otro lado.
Algo más sistemática (aunque sin un propósito de exhaustividad aparente)
parece la sección dedicada a los objetivos del curso Practica in Medical
Translation del Departmento de Lenguas Modernas de la Florida International
University:23
ÍNDICE
130
tra 637 Advanced Medical Translation arb/frc/enl (2.0); 2 cr. Medical termi-
nology and phraseology which would allow the translator to correctly translate
medical texts. Relevant basic scientific concepts.
In this course, students will learn translation skills targeting the major areas of
medical translation: patient education, medical research, and drug develop-
ment. Topics to be covered include approaches to translation, voice and regis-
ter, research skills, and terminology. Exercises will teach students how to
determine the level of difficulty of a text, edit literal translations into polished
products, and rewrite to specific education levels and audiences. The goal is
learning to produce translated documents that read as though they were written
in the target language.
ÍNDICE
131
• Text types and genres in medical translation
• Medical histories, discharge instructions, health education (Tuberculosis, hyper-
thyroidisms, nutritional sheets, vaccines) consent forms, advance directives,
marketing materials, etc.
• Medical Terminology
• Professional issues
• Language Access Legislation
ÍNDICE
132
los casos más habituales, que ejemplifican los que aquí citamos, que habría
un alto grado de consenso al afirmar que los cursos especializados sobre tra-
ducción médica, el ejemplo que ahora estamos observando, se caracterizarían
por compartir un núcleo básico formado por:
ÍNDICE
133
Traducción Médica
(ESPECIALIDAD SECTORIAL)
CONTENIDOS
GENERALES (de la traducción- ESPECÍFICOS (de la especializa-
disciplina, matizados) ción)
Lenguas modernas (lsp-medicina) Medicina
Traducción asistida por computa- Comunicación en el ámbito médi-
dor + Tradución automática co-sanitario
Documentación en medicina Gestión y administración de insti-
Terminología de la medicina tuciones médico-hospitaliarias
Derecho de la medicina: medicina
legal y legislación sanitaria
Química para la medicina
Biología para la medicina
Farmacología
[…]
ÍNDICE
134
quedará siempre incompleto porque la mayoría de los conocimientos especí-
ficos remiten a otros ámbitos disciplinarios que remiten a su vez a otros y
estos a otros más. Piénsese, por citar un único ejemplo, en una especialidad
médica del ámbito diagnóstico, como la radiología, que utiliza técnicas como
la tomografía por emision de positrones, que, por su uso de la radiación
gamma, está regulada por disposiciones legales en materia de seguridad y
salud relativas a la exposición de los trabajadores y pacientes a distintos agen-
tes, así como a las diversas tecnologías relacionadas con el instrumental de
precisión que es utilizado. En un modesto ejemplo convergen potencialmente
ámbitos tan distantes como la física nuclear, la legislación laboral y un exten-
so abanico de ingenierías... además de la medicina. ¿Tienen lo mismo de
documento médico un artículo de investigación sobre el uso terapéutico de la
radiación, el libro-guía que contiene las instrucciones de manejo de un emisor
de positrones y un consentimiento informado para autorizar el uso de la radia-
ción en pruebas diagnósticas? Y, por otro lado, ¿acaso no sería lícito incluir al
primero en la categoría de documento susceptible de ser objeto de traducción
científica? ¿No podría el segundo ser abordado desde la perspectiva de la
traducción técnica? ¿Y no debería el segundo ser objeto de estudio de la tra-
ducción jurídica, dado que, sin duda alguna, tiene valor legal?
Hay todavía otras consideraciones obvias que merecen ser reseñadas,
como el hecho de que existan diversas clasificaciones posibles para las dife-
rentes especialidades médicas, que estas puedan cambiar entre países, o, más
crudamente, que el catálogo de la propia medicina-disciplina también sea
dinámico y no estático. La delimitación de los contenidos (temáticos) especí-
ficos de la traducción médica, como los de cualquier otra especialidad secto-
rial, está muy lejos de ser un trabajo sencillo. En consecuencia, utilizar este
tercer elemento de nuestro núcleo básico como criterio para delimitarlas no
parece que pudiera resultar demasiado eficaz.
Por cierto, a la vista de la imposibilidad de cerrar completamente un catá-
logo temático para la traducción médica, quizás resultará menos sorprendente
la referencia al background’s tutor en el curso del Imperial College que más
arriba citábamos, en el que los contenidos conceptuales de un curso se vincu-
laban a la especialidad del docente que lo hubiera de impartir, en un claro
ejemplo de pragmatismo. La imposibilidad de cerrar ese catálogo no represen-
taría en sí misma ningún problema, desde luego, a menos que se demostrara
convincentemente que resulta imprescindible para algún propósito concreto,
por ejemplo para la formación de traductores médicos (algo que, cuando
menos, parece bastante discutible). Fuera de esa utilidad, no parece que obe-
deciera a más motivo que la pura obsesión metodológica. Lógicamente, a
ÍNDICE
135
efectos pedagógicos, resultaría tan absurdo pretender abarcar todos los posi-
bles contenidos temáticos en un curso de traducción médica, como lo sería
intentar formar personal médico habilitado para todas las especialidades posi-
bles al mismo tiempo en una Facultad de Medicina. Ya podríamos empezar a
pensar, por lo tanto, que en el primer caso quizás fuera prudente primar los
contenidos generales y, dentro de los específicos, los más básicos o bien aque-
llos que permitan acometer con éxito un mayor número de encargos profesio-
nales. En cierta medida, se trataría de una estrategia semejante a la que suele
seguirse en la formación de personal médico, en la que la especialización solo
se produce a continuación de un período formativo de carácter generalista. Es
posible, además, que estas mismas observaciones pudieran ser válidas para
todas las especializaciones sectoriales de la traducción-disciplina, y no solo
para la traducción médica. Más adelante volveremos sobre ello.
Hay otro factor que, en cierto modo, vendría en apoyo de estos argumen-
tos. Dado su carácter applied, el mundo profesional no deja de hacer notar su
influencia, al detectar las necesidades más específicas que se abren en el mer-
cado y, en ocasiones, incluso al cubrirlas formativamente (complementando o
supliendo al mundo académico). Un buen ejemplo serían estas descripciones
de las siguientes sesiones del seminario de 2006 de la Asociación Norte
americana de Traductores,28 bastante más perfiladas que las referencias uni-
versitarias anteriores, tanto en lo que se refiere a los contenidos que llamába-
mos específicos, como a los generales:
ÍNDICE
136
forming an operation, viewing tissues, or examining films: autopsy reports,
history and physical examinations, operative reports, and diagnostic studies.
Finally, most laboratory studies and some imaging reports are generated by
equipment.
Demystifying Cardiovascular Terminology
Medical translators frequently encounter terminology related to cardiovascular
tests and procedures in their work. Just what is an occlusion of the LAD, or an
ST segment depression, or decreased ventricular wall motion? A general
understanding of cardiovascular procedures facilitates an accurate translation.
This workshop will provide information on common cardiovascular tests and
procedures from a layman’s perspective. Resources, such as a glossary and web-
sites for further study, will be provided.
Intervenants
Karin band: traductrice et interprète de conférence spécialisée dans le domaine
médical.
Karin nous présentera les problèmes propres à la traduction et à l’interprétation
et les stratégies à adopter pour les résoudre; elle animera la discussion sur les
différents points terminologiques abordés lors des communications faites par
les spécialistes, et prendra également en charge les ateliers de traduction fran-
çais–anglais.
ÍNDICE
137
Françoise parisot: responsable mondiale du Service de traduction d’Aventis-
Pharma – Chargée de cours à l’esit. Françoise assurera les ateliers de traduc-
tion anglais – français.
Professeurs de médecine et médecins viendront nous présenter un aspect par
ticulier de leur travail ou de leurs recherches.
Sujets envisagés: orthopédie, chirurgie, histologie, imagerie médicale, gy
nécologie.
Chaque participant recevra un dossier contenant tous les textes étudiés pendant
le séminaire.
Pour préparer les traductions, chacun devra fournir un travail personnel (do
cumentation, lectures annexes). Les participants trouveront les ressources
nécessaires à la bibliothèque de la faculté.
Attention! Il ne s’agit pas d’un cours d’interprétation: aucun entraînement à
l’interprétation simultanée ou consécutive ne sera proposé.
ÍNDICE
138
nos sitúa ante el difícil obstáculo de fijar unos límites que son, por definición,
difusos e inestables. Incluso hemos empezado a apuntar algunas consecuen-
cias, de orden pedagógico, que podrían extraerse de este hecho. En lo que se
refiere a la cuestión que da origen a este epígrafe, dado que las diferencias
entre los contenidos temáticos específicos tampoco nos permiten distinguir de
un modo nítido las diferentes especializaciones sectoriales, ¿qué criterio
podremos emplear?
ÍNDICE
139
revista especializada sobre ese mismo tema. Con más motivo, es posible dis-
tinguir un libro de poesía de un periódico deportivo, un historial médico de un
manual de electrónica, o un noticiario de una telenovela. Cualquier persona
con cierto grado de instrucción, sin necesidad de tratarse de un especialista en
lingüística textual, podría identificar en los casos anteriores, de un modo
intuitivo, textos con una forma semejante que tratan de asuntos diferentes,
textos con una forma diferente que tratan del mismo asunto, o textos con
forma diferente que tratan de asuntos diferentes. Afinando un poco más, qui-
zás se refiriera a textos con formas y contenidos semejantes o diferentes. Por
supuesto, la etiqueta de contenido remite a la organización de los saberes a la
que acabamos de referirnos y, junto con la de forma, configura la aproxima-
ción más elemental al concepto de producción textual al que habíamos aludi-
do antes, como el último de los contenidos de nuestro núcleo básico. En rea-
lidad, una vez categorizada la traducción como una disciplina applied, resulta
inevitable, en efecto, considerar su dimensión material más obvia: la genera-
ción de textos. A ella nos referiremos a continuación.
ÍNDICE
140
tiene a la vez la característica global de que se trata de una ‘narración’. En
otras palabras: después de haber escuchado o leído una narración, sabemos que
se trata de una narración y no de un anuncio o una conferencia. Ahora bien:
para demostrar que el tema o el objeto y la típica estructura narrativa son inde-
pendientes entre sí, podemos muy bien imaginarnos un texto que si bien tam-
bién trata de un robo, no es en absoluto una narración, sino un informe policial
o una declaración hecha después del robo, un informe de los daños habidos a
una casa de seguros junto con la denuncia del robo, etc. Estos diferentes tipos
de textos se diferencian todos entre sí, no sólo por sus diferentes funciones
comunicativas y, por ello también, por sus funciones sociales, sino que además
poseen diferente tipo de construcción. Denominaremos superestructuras a las
estructuras globales que caracterizan el tipo de un texto.
Y concluye:
ÍNDICE
141
representation is a description. A description is true or false, ultimately with
respect to the world. But human beings do not apprehend the world directly;
they posses only internal representations of it. Hence, a propositional represen-
tation is true or false with respect to a mental model of the world.
Van Dijk y Kintsch (1983: 11) utilizan para su explicación del proceso de
comprensión textual el concepto de modelo situacional (inspirado explícita-
mente en el de modelo mental de Johnson-Laird), al que describen como «the
cognitive representation of the events, actions, persons, and in general the situa-
tion, a text is about». Apuntan, además, que en los modelos situacionales,
representaciones de la información procesada (mundos textuales, en efecto),
los datos obtenidos necesariamente deberán ser coherentes entre sí (Van Dijk
y Kintsch, 1983: 339):
ÍNDICE
142
conocimientos, la experiencia y los objetivos del individuo (arriba-abajo).
Como resume Crespo (2002: 196-197):
ÍNDICE
143
posed situation. The lower levels have many terminals–«slots» that must be
filled by specific instances or data. Each terminal can specify conditions its
assignments must meet. (The assignments themselves are usually smaller
«sub-frames.») Simple conditions are specified by markers that might require
a terminal assignment to be a person, an object of sufficient value, or a pointer
to a sub-frame of a certain type. More complex conditions can specify rela-
tions among the things assigned to several terminals. […]
The default assignments are attached loosely to their terminals, so that they
can be easily displaced by new items that fit better the current situation. They
thus can serve also as «variables» or as special cases for «reasoning by exam-
ple,» or as «textbook cases,» and often make the use of logical quantifiers
unnecessary.
The frame-systems are linked, in turn, by an information retrieval network.
When a proposed frame cannot be made to fit reality–when we cannot find
terminal assignments that suitably match its terminal marker conditions–this
network provides a replacement frame. These inter-frame structures make pos-
sible other ways to represent knowledge about facts, analogies, and other
information useful in understanding.
ÍNDICE
144
las que construiríamos un modelo hipotético de la información procesada, que
iríamos refinando progresivamente con la información procedente del input
sensorial, en función de su (falta de) coherencia con el mismo. La coherencia
de la nueva información procesada con la ya disponible implicaría continuar
adelante con el modelo-hipótesis actual, mientras que su incoherencia conduci-
ría a activar modelos alternativos (esto es, hipótesis alternativas).
Aproximadamente así es como describe Gernsbacher (1990: 101 y ss.) la
comprensión del lenguaje, a partir de su marco de construcción de la estruc-
tura (Structure Building Framework) que sintetiza en buena medida los ele-
mentos que hemos ido presentando y los pone en funcionamiento:30
30. Aunque, para nuestros efectos, esta presentación resulte suficiente, no podemos dejar de señalar
que la producción teórica sobre este tipo de asuntos es ciertamente abundante, las discusiones son
extraordinatiamente complejas y, de hecho, podría cuestionarse muy fácilmente la aparente armonía
de nuestro discurso, al poner en relación diferentes referencias teóricas que, en realidad, no resultan
tan fáciles de conciliar (a pesar de las similitudes obvias que encontramos entre la descripción de
Minsky y la de Gernsbacher que aquí reproducimos, por ejemplo). Sirva como ilustración este texto
de Luque y otros (1999: 58-59) a propósito, precisamente, del modelo de Gernsbacher: «Como ve-
mos, identificar y especificar qué tipo de transformaciones y elaboraciones realiza el sistema cogni-
tivo para conectar estas dos fuentes de información [la entrada textual y los conocimientos previos]
e interpretar semánticamente el resultado, es un asunto crítico para las teorías de la comprensión.
Según la mayoría de los autores, esta conexión se realiza mediante la construcción de niveles de
representación cada vez más elaborados y es, precisamente, la cantidad y naturaleza de estas repre-
sentaciones, lo que ha dado lugar a posiciones más o menos diferenciadas. Desde quienes defienden
que no es necesario distinguir niveles de representación semántica específicos del procesamiento de
la información escrita […] hasta propuestas que se derivan de teorías generales sobre el funciona-
miento cognitivo, […] que ofrece[n] explicaciones sobre qué computaciones y qué tipo de repre-
sentaciones son necesarias y suficientes para construir una interpretación semántica coherente de un
texto». O véanse las siguientes observaciones, mucho más crudas, de la propia Gernsbacher (1990:
230): «Are the mental structures and substructures proposed by the Structure Building Framework
the same as the mental model or situational models proposed by Johnson-Laird (1983) and Van
Dijk and Kintsch (1983)? I cannot answer that question here.»
ÍNDICE
145
mental structures. Once the foundation is laid, subsequent information is often
mapped on to a developing structure because the more coherent the incoming
information is with the previous information, the more likely is to activate
similar memory cells. In contrast, the less coherent the incoming information
is, the less likely it is to activate similar memory cells. In this case, the incom-
ing information might activate a different set of cells, and the activation of this
other set of cells forms the foundation for a new substructure.
Once memory cells are activated, they transmit processing signals either to
enhace (boost or increase) or to suppress (dampen or decrease) other cells’
activation. In other words, two mechanisms control the memory cells’ level of
activation: Enhacement and Suppression. Memory cells are enhaced when the
information they represent is necessary for further structure building. They are
suppressed when the information they represent is no longer as necessary.31
31. Aunque aquí no desarrollaremos ese aspecto, consideramos que existe un paralelismo eviden-
te (y creemos que interesante) entre el mecanismo postulado para la activación de las células de
memoria (memory cells) en la descripcion de Gernsbacher del procesamiento textual y el modelo
del logogen, postulado por John Morton (1969) para el reconocimiento de palabras.
ÍNDICE
146
en que debe desarrollarse, las circunstancias particulares en que ocurre, etc.
Todo ello constituiría el auténtico escenario sobre el que operarían el proce-
samiento textual y la construcción del sentido. Desde este punto de vista,
parece inevitable asociar ese cuerpo de conocimientos con aquello que suele
entenderse por contexto. Recordemos que la definición más habitual de este
concepto lo identifica aproximadamente con las circunstancias externas en
que tiene lugar el evento comunicativo, como en este ejemplo (Heath y
Bryant, 2000: 85):
32. Con las palabras de Schiffrin (1987: 4), «Thus, I assume that language always occurs in some
kind of context, including cognitive contexts in which past experience and knowledge is stored
and draw upon, cultural contexts consisting of shared meanings and world views, and social
contexts through which both self and others draw upon institutional and interactional orders to
construct definitions of situation and action».
ÍNDICE
147
comunicativa y que, por lo tanto, nunca es necesario explicitar, salvo en los
casos en los que interactuamos con personas que no lo poseen (como los niños
o los miembros de otras culturas). Se trataría, pues, de un subconjunto del
conocimiento enciclopédico individual que compartiría aproximadamente
cada individuo con la comunidad de la que es miembro. Decimos «aproxima-
damente» porque es obvio que el conocimiento del mundo (incluso el social-
mente compartido), difiere entre persona y persona, aún cuando sea lícito
postular su carácter intersubjetivo, dado que la interacción social y la comu-
nicación son, de hecho, posibles. Parece obvio, por cierto, que esa posibilidad
será más notable cuando se trate de individuos que pertenezcan a las mismas
comunidades (ya sean culturales, lingüísticas, profesionales o familiares, por
ejemplo), circunstancia que es inevitable poner en relación con las intuiciones
reflejadas en la hipótesis Sapir-Whorf, cuando menos su versión moderada
(aunque aquí no profundizaremos en ello).
Por supuesto, el valor de las distinciones como la que proponía Schiffrin
debe tomarse con cautela, dado que, por ejemplo, la delimitación entre los
contextos culturales y los contextos sociales resultaría ciertamente difícil de
establecer, y, en realidad, desde el punto de vista que estamos considerando,
todos ellos formarían parte del bagaje individual (todos serían, en cierta medi-
da, contextos cognitivos). Sin embargo, la clasificación tiene para nosotros el
valor de recordarnos que el procesamiento adecuado del lenguaje natural
resulta inimaginable si se prescinde de su dimensión social (al margen, por
supuesto, de lo que pueda opinar alguna ortodoxia generativista).
En su producción de los últimos años, Teun Van Dijk se ha dedicado, pre-
cisamente, a desarrollar una teorización sobre el concepto de modelos contex-
tuales (o modelos del contexto). Para nuestros efectos, el aspecto más revolu-
cionario de la propuesta consiste en considerar al contexto no como algo
externo, sino como una representación mental, de la que se afirma, entre otras
cosas, que tiene un carácter esquemático (Van Dijk, 2008: 16-17):
ÍNDICE
148
Y también tienen un carácter social:
The set of premises used in interpreting an utterance (apart from the premise
that the utterance in question has been produced) constitutes what is generally
known as the context. A context is a psychological construct, a subset of the
hearer’s assumptions about the world. It is these assumptions, of course,
rather than the actual state of the world, that affect the interpretation of an
utterance. A context in this sense is not limited to information about the imme-
diate physical environment ot the immediately preceeding utterances: expecta-
tions about the future, scientific hypotheses or religious beliefs, anecdotal
memories, general cultural assumptions, beliefs about the mental state of the
speaker, may all play a role in interpretation.
33. Una vez más, debemos advertir que el uso de los conceptos que manejamos no es tan pacífico
como pudiera aparecer a partir de la lectura de estas páginas (ni mucho menos, en realidad). Sobre
las diferencias entre el concepto de relevancia, en el uso que hacen del mismo Sperber y Wilson,
por una parte, y Teun van Dijk por la otra, v. los comentarios de este último en Van Dijk (2008:
78-79, sin olvidar la nota 1).
ÍNDICE
149
Like all other types of reality, the communicative context is a highly selective
mental construct, one that presumably retains only the relatively few facets of
‘objective’ reality that:
ÍNDICE
150
nicación ostensivo-inferencial, aquel que «consists in making manifest to an
audience one’s intention to make manifest a basic layer of information.»
(Sperber y Wilson, 1986: 54). Desde nuestro punto de vista, los tipos textuales
parecen constituir un inventario cerrado (independientemente de las etiquetas
que usemos para designarlos: descriptivos, argumentativos, directivos... de
acuerdo con su intención retórica), precisamente porque la falta de límites,
aunque fueran difusos, anularía su función principal: ayudar a coordinar los
esfuerzos de procesamiento y garantizar la máxima relevancia mediante el
recurso a esquemas compartidos. Incluso así, la comunicación sigue siendo
un fenómeno extraordinariamente complejo (en realidad, improbable), dado
que, como también nos recuerdan Sperber y Wilson (1986: 16):
ÍNDICE
151
tivo, por ejemplo. El reconocimiento y uso de los tipos de texto supone una
especie de nivel básico de conocimientos por parte de las personas que for-
man parte de una comunidad discursiva (más abajo volveremos sobre este
concepto) mientras que el reconocimiento y uso de los géneros supone un
nivel avanzado en los mismos.
A medida que aumenta la especificidad de estas estructuras, crece también
la nitidez de las expectativas sobre el texto que será procesado: una patente o
un recurso admiten poca variación formal para que tengan efecto. El nivel de
especificidad es directamente proporcional al nivel de codificación, lo que
constituye una extrategia cognitiva óptima para economizar recursos de pro-
cesamiento. En consecuencia, aunque sea cierto que la codificación social
también debe alcanzar el nivel jerárquicamente superior en la modelización
textual, como antes apuntábamos, esa codificación gana en rigidez a medida
que pierde en abstracción: puede construirse una variedad casi infinita de
textos de tipo directivo, pero desde luego no hay lugar a tanta variación al
redactar un requerimiento notarial.
Así, no siempre será posible distinguir nítidamente los tipos de texto (se
trataría de grandes categorías con perfiles borrosos). En la práctica, de hecho,
la situación más común es la de encontrarnos con textos híbridos, en los que
se alternan secuencias instructivas con secuencias directivas, expositivas, etc.
(en línea con las opiniones de J. M. Adam [1991] sobre la necesidad de tomar
en consideración secuencias más que tipos puros de texto). Sin embargo, será
fácil para el común de los usuarios distinguir entre un documental televisivo
y una telenovela, o también, aunque solo para los usuarios expertos en esa
área, entre un recurso contencioso administrativo y un recurso de alzada.
En resumen, de todo lo anterior se deduciría la conveniencia de tomar en
consideración esos diferentes grados de abstracción y rigidez. Los tipos tex-
tuales se corresponderían con la máxima abstracción (o la mínima concre-
ción) y la mínima rigidez, y los géneros textuales con la mínima abstracción
(o la máxima concreción) y la máxima rigidez. El común de los usuarios es
capaz de distinguir intuitivamente tipos de texto. El dominio de las conven-
ciones genéricas, sin embargo, queda reservado para los usuarios que poseen
las destrezas comunicativas necesarias para cada dominio específico. La opi-
nión que acabamos de expresar se corresponde, de manera bastante aproxima-
da, con las siguientes palabras de Van Dijk (1978: 143):
Podríamos decir, dentro de ciertos límites, que una persona puede hablar y
entender su lengua, sin que por ello tenga que estar capacitada para narrar. Por
otro lado, tampoco sería muy útil para un hablante conocer las reglas de la
gramática sin saber reproducir los sucesos cotidianos con una narración
ÍNDICE
152
correcta o sin poder comprender lo que otros cuentan. Es decir, que también
hay que dominar las reglas en que se basan las superestructuras, y estas reglas
pertenecen a nuestra capacidad lingüística y comunicativa general. Por consi-
guiente, supondremos que como mínimo una serie de tipos de superestructu-
ras poseen un carácter convencional, es decir que la mayoría de hablantes de
una comunidad lingüística las conoce o reconoce. En seguida veremos que
esa comunidad lingüística puede ser bastante limitada, como por ejemplo las
comunidades de técnicos, ya que no todo el mundo puede escribir un soneto,
predicar o redactar y comprender un artículo psicológico.
Con la cita anterior recuperamos el hilo del inicio de este (ya largo) epí-
grafe sobre el procesamiento textual. Recordemos que lo habíamos iniciado
con la intención de explorar el último de los elementos del núcleo básico, la
lista de contenidos que postulábamos para las especialidades de la traducción,
a la busca de un criterio para delimitarlas. Como habíamos visto, tenía que ver
con la producción textual de cada una de ellas o, como se recogía explícita-
mente en alguno de los programas académicos que examinábamos, con el
conjunto de géneros textuales cuya producción las caracterizaría. Podemos
empezar a listar y matizar las características de ese tipo de estructuras, a par-
tir de los elementos que hemos ido presentando en nuestra exposición prece-
dente y de algunos referentes teóricos más. Así, creemos poder afirmar que
los géneros:
[…] a genre is a speech style oriented to the production and reception of dis-
course (cf. Hanks 1987). More specifically, a genre is a speech style oriented
to the production and reception of particular kind of texts. A text, as we use the
term, is a bounded, formally regimented, internally cohesive stretch of dis-
course that may be lifted out from its immediate discursive environment and
recontextualized in another. When an utterance is assimilated to a particular
genre, the process by which it is produced and interpreted is mediated through
its relationship with prior texts. The invocation of a generic framing device
such as «Once upon a time» carries with it a set of expectations concerning the
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153
further unfolding of the discourse, indexing other texts initiated by this open-
ing formula. These expectations constitute a textual model for creating cohe-
sion and coherence, for producing and interpreting particular constellations of
features and their formal and functional relations, that is, for generating textu-
ality.
A message type that recurs regularly in a community (in terms of semantic con-
tent, participants, occasions of use, and so on) will tend over time to develop an
identifiyng internal structure, differentiated from other message types in the
repertoire of the community.
Esa rigidez debe ser entendida, además, como una forma de exigencia, que
podemos entender como «a form of social knowledge –a mutual construing of
objects, events, interests, and purposes that not only links them but also makes
them what they are: an objectified social need» (Miller, 1984: 157).
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154
Is is often found that the members of professional or academic community
have greater knowledge of the conventional purpose(s), construction and use
of specific genres than those who are not-specialists. That is why expert genre
writers often appear to be more creative in the use of genres they are most
familiar with than those who are outside the specialist community. Obviously,
one needs to be familiar with the conventions of the genre before one can
exploit them for special effects.
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155
Genre and text type [...] deal with aspects of language in different ways. This
distinction is somewhat similar to the distinction that systemic genre analysts
are now making between what they term elemental genres […] and macro-
genres; that is, between smaller text types such as «narratives», «anecdotes»,
«recounts», «arguments», «reports», «explanations», «expositions», «descrip-
tions», «instructions», «procedures», and «discussions» that together make up
larger, more complex texts, or macro-genres, such as news stories and labora-
tory and research reports […]
A similar distinction is also made in the area of translation studies where gen-
res are described as conventionalized forms of texts that reflect the communi-
cative goals of particular social situations (such as novels, poems, editorials,
jokes, advertisements, recipes and news broadcasts), and text types are more
basic kinds of rhetorical expression (such as argumentative, expository,
instructional, informative, persuasive, and descriptive type texts; see Colina
1977; Hatim & Mason 1990).
[...] the situation type is the developmental basis for meaning. In his work on
the development of language in the child, Halliday finds that the child first
learns a restricted set of functions that language can accomplish: «The child’s
uses of language are interpretable as generalized situation types; the meanings
that he can express are referable to specific social contexts.» […] These origi-
nal, limited uses of language expand as the child encounters and conceives a
wide variety of social contexts, and «the adult has indefinitely many uses of
language» («Learning to Mean», p. 253).
34. Para ser rigurosos, debemos apuntar que Beaugrade y Dressler no utilizan en el pasaje ci-
tado el concepto de herencia para glosar la relación entre tipos y géneros, sino para explicar el
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156
hecho de que los segundos, en efecto, hereden características de los primeros,
que permiten reconocerlos como miembros de la clase, de un modo semejan-
te al que tienen de asemejarse los elementos de una categoría y el prototipo
en la semántica cognitiva (cfr. nuevamente Rosch, 1975). Así, para Paltridge
(1995: 396):
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157
El uso de este tipo de estrategias responde, como hemos apuntado, al
hecho de que las convenciones genéricas estén culturalmente determinadas.
De modo que el intento de transferir literalmente una estructura genérica entre
dos lenguas (o, más propiamente, entre dos comunidades discursivas) tendrá
generalmente el mismo grado de éxito (de fracaso) que el de obtener textos
adecuados limitándose a reemplazar las piezas léxicas originales por sus
correspondientes estructurales en la lengua de llegada (lo que se conoce
comúnmente como traducción palabra a palabra). Desde ese punto de vista,
cualquier intento de delimitar las especializaciones de la traducción-disciplina
a partir de criterios genéricos tropezaría con un primer obstáculo obvio: ¿a
qué comunidad discursiva (más abajo volveremos sobre este concepto) deben
pertenecer los géneros? ¿A aquella en la que se generó el texto original, a
aquella que debe recibir el texto traducido o –si ello fuera posible– a ambas
al mismo tiempo?
Pero no sería esta la única complicación. Recordemos que más arriba
sosteníamos que no parecería descabellado graduar la progresión del aprendi-
zaje de la traducción partiendo desde los tipos textuales para alcanzar algunos
géneros. Decíamos «algunos» porque, mientras que el número de los primeros
sería mucho más limitado (quizás hasta pudiera pensarse en algo parecido a
su carácter universal), el de los segundos es potencialmente infinito, lo que
convertiría su clasificación e inventario exhaustivo en un trabajo ciertamente
complejo. En efecto, no parece muy razonable intentar etiquetar todas las
posibles manifestaciones textuales, pasadas y futuras, de una comunidad... a
menos que esta sí que esté muy claramente delimitada (también volveremos
sobre ello). Cualquier intento de hacerlo, de todos modos, topará con la nece-
sidad de establecer diversos niveles de especificidad discursiva, como lo
hacen García Izquierdo y Borja (2008: 8), aunque la fijación de las clasifica-
ciones resultantes (macrogénero, género, subgénero, en este caso) no parezca
exenta de dificultades, como anticipábamos en las primeras secciones:
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158
research in the gentt group, three legal trees of genres are being used: conti-
nental or civil Law, Anglo-American or Common Law and eu Law.
The present organization of this corpus for the legal section, for instance
(Legal system - Macrogenre - Genre - Subgenre) generates a classification that
is extremely useful for the specialized writer/translator, who can easily place
the text on which they are working in the tree of genres and compare it with
the equivalent genre in the legal system of the target language.
Els gèneres són formes textuals definides principalment per les seves caracte-
rístiques socioculturals. [...] Els gèneres són reconeguts pels parlants segons el
seu format extern i segons els paràmetres situacionals en què se solen produir.
De manera secundària, també es caracteritzen per uns trets textuals i lingüís-
tics, que no els defineixen, sinó que simplement hi estan associats. Constitueixen
una llista oberta i es poden classificar per àmbits d’ús (acadèmic, professional,
mitjans de comunicació, etc.) […] El nombre de gèneres existents en cada
cultura és molt gran i, de fet, no es pot determinar amb exactitud, ja que sem-
pre es podrien fer noves subdivisions dels gèneres definits. Així, dins de la
denominació article científic podríem distingir entre els teòrics, els experimen-
tals, els divulgatius, els especulatius, etc. Però, des d’un altre punt de vista,
podríem subdividir-los segons el camp d’estudi: matemàtiques, biologia, quí-
mica, història, filologia, etc. El grau de detall de la subdivisió dependrà sempre
de l’objectiu [...] amb què s’abordi la classificació.
Por otro lado, llegados a este punto, y para acabar de situar el problema en
sus justos términos, nos parece interesante detenernos sobre un concepto que
ya ha aparecido en nuestra exposición, y en el que ahora queremos profundizar.
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159
Se trata del de comunidad discursiva. Debemos señalar, de entrada, que
comunidad discursiva y comunidad lingüística no son en absoluto conceptos
intercambiables. El segundo procede del ámbito de la (socio)lingüística y, por
simplificar, podemos considerar que designa a grupos humanos caracteriza-
dos por compartir un mismo código lingüístico.35 El primero ha sido caracte-
rizado por Swales (1990: 24-29) como aquella comunidad que comparte una
serie de objetivos públicos; posee mecanismos para que sus miembros puedan
interactuar comunicativamente y estos son utilizados efectivamente para ese
fin; cuenta con uno o más géneros comunicativos para sus propósitos y dispo-
ne, además, de un inventario léxico específico. A la vista de lo apuntado en
epígrafes anteriores, podríamos inferir que se trata de grupos de individuos
que comparten un bagaje cognitivo similar, en lo que se refiere a los esquemas
discursivos que utilizan para generar y para procesar la información textual.
Esos esquemas presuponen, como hemos visto, mucho más que la posesión
de una lengua común (aunque ese tampoco sea un asunto trivial). Todos esos
individuos poseen mecanismos psicológicos (modelos mentales, modelos
contextuales) que les permiten gestionar de manera adecuada superestructuras
en diversos niveles de especialidad, así como los conocimientos necesarios
para hacer lo propio con los contenidos macroestructurales que contienen.
Partiendo de esas premisas resultará obvia, además, la existencia de diver-
sos niveles de comunidad discursiva: por ejemplo, las personas que compar-
ten una misma lengua, las que viven en un mismo estado, las que practican
una misma profesión e incluso los miembros de una misma familia. Desde
nuestro punto de vista, ninguna de estas distinciones es trivial, dado que,
como es fácil concluir, la traducción, probablemente, no tendría lugar entre
lenguas o entre textos, ni siquiera entre culturas, sino siempre entre comuni-
dades discursivas. En términos prácticos, el grado de concreción de una espe-
cialidad como traducción médica inglés-español es ciertamente limitado, si
tenemos en cuenta nuestras observaciones anteriores. En efecto, las comuni-
dades discursivas inglesa o española, esto es, el conjunto de individuos que
simplemente hablan esas lenguas, comparten un bagaje cognitivo básico,
35. Es obvio que la simplificación no hace justicia a la densidad del concepto. Desde su uso
inicial por parte de Leonard Bloomfield (1933: §3) hasta nuestros días, podemos registrar un
número considerable de definiciones y discusiones sobre este asunto. R. Hudson (1980: 35-40)
ha compilado algunas de ellas en un trabajo más ambicioso. Merece la pena señalar que el propio
autor reconoce, al final de su exposición, que «[...] es posible que las comunidades lingüísticas no
existan realmente en la sociedad más que como prototipos en la mente de la gente, en el cual caso
[sic] la búsqueda de la ‘verdadera’ definición de ‘comunidad lingüística’ es simplemente como la
caza de un fantasma» (1981: 40).
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alrededor del nivel de los tipos y el de los géneros más comunes (en el con-
junto del dominio lingüístico, por supuesto) que, por definición, tienen poco
de especializado. En realidad, la traducción de documentos relacionados con
la investigación y la práctica médica suelen tener como destinatarios a miem-
bros de una comunidad discursiva mucho más específica, por ejemplo la que
constituyen aquellas personas que se dedican profesionalmente a la medicina,
y dentro de ella los especialistas de alguna área concreta, como puede ser la
obstetricia o la medicina forense.
Por supuesto, el uso de categorías como textos médicos tropieza claramen-
te con un obstáculo semejante. Podemos imaginar una compleja jerarquía de
niveles de géneros, que incluya el aviso a la población de Kingston sobre
medidas de prevención sexual, un consentimiento informado en el Estado de
Utah, un artículo sobre esclerosis amiotrófica lateral para The Lancet o la
página web del Royal London Hospital. El carácter de texto (/género) médico
de todos ellos estaría referido, como mucho, al uso de un inventario léxico
específico, pero imaginar que fueron creados por y para una misma comuni-
dad discursiva homogénea parecería obviamente abusivo.
Además, las designaciones para los conjuntos de géneros son, desde
luego, arbitrarias. Significativamente, Swales (1990: 54) nos recuerda que «A
discourse community’s nomenclature for genres is an important source of
insight». Y sabemos que géneros (o textos) médicos no es más que una abs-
tracción... pero ¿cuál es su valor real, si prescindimos de mayores concrecio-
nes, eso es, si obviamos la referencia a la(s) comunidad(es) discursiva(s)
correspondiente(s)?
A la vista de los comentarios precedentes, podemos imaginar que el
núcleo básico de las especialidades al que nos referíamos unas páginas más
arriba necesitaría de un nivel superior de especificidad para ser realmente
operativo. En efecto, hablar de «contenidos relacionados con la producción
textual característica de la especialidad» solo tiene sentido si delimitamos con
tanta precisión como resulte posible la comunidad discursiva especializada
a la que nos estamos refiriendo, de modo que podamos determinar también
(en la medida que sea posible) los géneros que la definen (en sintonía con la
definición de Swales). No obrar de ese modo supone denominar traducción
(o comunicación) especializada a algo que, en realidad, no lo es (como
mucho, estaría delimitada temáticamente, con las objeciones que ya hemos
analizado). De hecho, ese nivel superior de concreción también resultaría útil
para el resto de elementos del núcleo básico (terminología, documentación,
contenidos temáticos), aunque la producción textual los sintetice de algún
modo. Por supuesto, el mero uso de etiquetas académicas diferentes (con inde-
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161
pendencia del nivel de abstracción que pretendan alcanzar), lejos de solucio-
nar el programa, contribuye a dejar en evidencia la precariedad epistemológi-
ca de la solución. Lo que consigue, en realidad, es subrayar una constatación
a la que nos hemos referido en diversas ocasiones: la codificación académica
de un espacio es un criterio útil (aunque circular) para delimitar especialida-
des en la práctica, pero no nos permite deducir, sin más, que la clasificación
resultante sea nítida e indiscutible. Si esta existiera, no tendría sentido referir-
se, como lo hacen Montalt, Ezpeleta y García de Toro (2005: 7) a la existencia
de géneros híbridos susceptibles de ser abordados por materias diferentes, con
algún ejemplo que nos resultará familiar:
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162
géneros priorizados. Ni los factores del primer grupo ni los del segundo tie-
nen, creemos, un estatuto objetivo, en la medida en que ambos son relativos,
discutibles y contingentes. En realidad, esa circunstancia tampoco tendría
nada de extraño, si consideramos que también el estatuto autónomo de la
propia traducción-disciplina está sujeto a discusión.
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Epílogo
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165
campo, aunque la reducción del mismo a la observación, la imitación
y la superación de las buenas prácticas no agota el ámbito disciplinar.
4. Las especialidades sectoriales de la traducción (a efectos académicos)
están definidas de modo apriorístico. Su clasificación suele responder
a la inercia en el empleo de designaciones consagradas por el uso,
aunque no obedezcan a una organización objetivable, a nivel teórico ni
aplicado.
5. Ese criterio se apoya en la reiteración de prácticas docentes e investi-
gadoras que retroalimentan (de un modo en este caso sí claramente
circular) el valor de la clasificación en la que se basan. Esas prácticas
delimitan espacios académicos en los que se socializan nuevos docen-
tes e investigadores, que tienden a perpetuar (y a legitimar a posteriori)
el estado de las cosas.
6. Ese tipo de categorización impregna (o contamina, si se prefiere) los
ámbitos liminares del espacio científico académico (congresos y reunio-
nes científicas, cursos y seminarios, premios y ayudas...). Es previsible
que las personas que han sido adiestradas de acuerdo con ella tiendan
a (intentar) proyectarla en su práctica profesional.
7. Es posible detectar un núcleo común de las especializaciones sectoria-
les. Por lo tanto, debería ser posible (re)organizar la docencia en fun-
ción de esa circunstancia, que resulta mucho más ajustada a la realidad
profesional. El mercado no está organizado en traductores clasificados
por géneros específicos, generalmente ni siquiera por áreas temáticas
específicas: se presupone en un profesional la capacidad de dominar
los recursos documentales y terminológicos adecuados para poder satis-
facer un abanico extenso de encargos.
8. El de las especializaciones técnicas es un caso diferente, tanto a nivel
práctico como teórico. Las especialidades técnicas presentan caracte-
rísticas específicas y la formación debe responder en su caso a estrate-
gias propias.
9. Las especialidades teóricas se sitúan en el límite de la naturaleza de la
traducción-disciplina, aunque, desde luego son legítimas. La forma-
ción, en su caso, también debe responder a estrategias propias.
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166
Educación Superior constituye una oportunidad única para que los formado-
res se pregunten por la eficacia de los diseños actuales y la conveniencia de
mantenerlos o modificarlos. Algunas de las preguntas que cabría formularse
podrían ser parecidas a estas: ¿merece la pena mantener la especialización en
los grados?, ¿qué tipo de especialización?, ¿qué número y tipo de especializa-
ciones sectoriales debe incluir la oferta formativa?, ¿qué número y tipo de
especializaciones teóricas y técnico-metodológicas debe incluir la oferta for-
mativa?, ¿en qué medida se ajustan a las demandas del mercado y las necesi-
dades sociales?, ¿en qué medida responden únicamente a la inercia de la
codificación académica?, ¿qué grado de profundidad debe alcanzar, en cuanto
a la concreción genérica?, ¿qué grado de variedad?, ¿cuál es la estrategia más
adecuada en la formación de traductores, entendidos como miembros de una
comunidad discursiva particular que traducen para otras comunidades discur-
sivas?, ¿qué papel corresponde a las materias de contenido lingüístico en esa
formación?, ¿y a las materias de contenidos documentales y terminológicos?
Como anticipábamos en nuestra introducción, el objetivo de este volumen
era el de contribuir a abrir un debate que, pensamos, solo puede redundar en
beneficio de nuestra disciplina. En la medida en que nuestro trabajo contribu-
ya a generar y animar esa discusión, podremos darnos por satisfechos.
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167
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